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LA MUJER EN LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL (II):

FEMINISMO Y SUFRAGISMO
Las mujeres también participaron en la aparición y consolidación de la sociedad industrial,
aunque no todas lo hicieron de la misma forma, ya que la situación social de las mujeres
burguesas era distinta de las obreras. Pero, por encima de las diferencias de clase, la
discriminación política, económica y legal era un hecho común. En este contexto surgió el
feminismo, que tuvo como primer movimiento organizado el sufragismo.
El sistema político liberal introdujo las libertades individuales y la igualdad ante la ley,
pero excluyó a las mujeres de sus teorías igualitarias. La industrialización, por su parte,
favoreció la incorporación de las mujeres a las fábricas, pero en condiciones de gran
explotación: las mujeres obreras estuvieron aún peor pagadas que los hombres y tenían
que asumir la doble jornada que suponía el trabajo en la fábrica y en el hogar.
Las mujeres burguesas no sufrieron la explotación económica, pero se vieron cada
vez más relegadas al ámbito doméstico, limitadas en sus aspiraciones personales,
educativas, profesionales y políticas, y discriminadas legalmente. Estas mujeres iniciaron,
a mediados del XIX, el movimiento sufragista o de reivindicación del derecho al voto
como primer paso para conseguir los mismos derechos políticos que los hombres. La
primera manifestación colectiva del deseo de conseguir la equiparación política y social
con los hombres tuvo lugar en Seneca Falls (EEUU), en 1848.

Las mujeres obreras tardaron más en hacer oír su voz. En el seno de las organizaciones
sindicales y los partidos obreros antepusieron la demanda de las mejoras de clase a sus
reivindicaciones específicas.

Los cambios políticos, económicos y sociales que vinieron unidos a lo que los
historiadores han denominado “Segunda Revolución Industrial”, iniciada en la década de
1870, provocaron una clara aceleración del movimiento feminista en el último tercio del
siglo XIX.El mayor protagonismo y seguimiento del feminismo estuvo condicionado por
claros cambios sociales en los países más desarrollados. En Gran Bretaña, por ejemplo, a
principios del siglo XX, el 70.8% de las mujeres solteras, entre 20 y 45 años, tenían un
trabajo remunerado. También en el Reino Unido, en 1850 se observaba cómo el número
absoluto de mujeres solteras mayores de 45 años, había crecido entre las clases medias.
La "carrera del matrimonio" registraba así un cierto retroceso para muchas mujeres, no
sólo como proyecto de vida, sino también como opción económica. Otro elemento clave
lo constituyó la incorporación de la mujer al trabajo durante la Primera Guerra Mundial
para sustituir a los hombres que habían marchado al frente. La conciencia de su valor
social alentó sus demandas del derecho de sufragio en casi todos los países.
El movimiento sufragista no estuvo constituido por grandes masas y arraigó con más
fuerza en las mujeres urbanas de clase media que poseían un cierto grado de educación.
Las obreras antepusieron sus reivindicaciones de clase a sus propios intereses como
mujeres. Las campesinas por su baja formación, su dedicación íntegra al trabajo, la
carencia de tiempo libre y su aislamiento, fueron las últimas y más reacias a incorporarse
a los movimientos emancipadores femeninos.
El rol de la mujer

Las mujeres, en la época de la revolución, ya contribuían con la economía de la familia,


ya sea haciendo trabajos domésticos, tareas textiles o agrícolas y trabajando en las
minas. En esta época, en el proceso de industrialización y con los cambios en las
condiciones básicas de la vida económica y social, el papel de la mujer cambió
rotundamente.

La mujer en este entonces era considerada al igual que un niño, es por esto que era
considerada políticamente incapaz, quien únicamente se encargaba del cuidado de los
hijos, de tareas domésticas, o se encontraban dentro de la industria textil. Más tarde, a
partir del descubrimiento de la máquina de vapor en 1789, se incorpora una
innovación que requiere de obreros para su funcionamiento; es así que la mujer vuelve
a convertirse en un instrumento útil para participar en la ida laboral. Sin embargo, las
mujeres seguían siendo inferiores a los hombres, ya que podían trabajar en las minas,
pero cobrando salarios mucho más bajos y sometiéndose a condiciones de trabajo
inhumanas. Con las extensas horas de trabajo, las mujeres cada vez tenían menos
tiempo de ocuparse de sus hijos, ya que no existían permisos por enfermedad ni por
maternidad; así la vida familiar se vio muy afectada.

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