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La ética fenomenológica de Edmund Husserl como ética de la ‘renovación’ y ética personal

Por: Julio César Vargas Bejarano1

1-. Bosquejo de la primera concepción de la ética en Husserl


2-. Límites de la concepción de la ética basada en la doctrina universal de los valores y el tránsito hacia una
nueva fase de la ética fenomenológica
3-. Introducción general al sentido de la crisis y a la “Renovación”
3.1-. La crisis de la cultura como pérdida del sentido originario
3.2-. Sentido general de la “Renovación”
4-. Renovación como planteamiento éitco
4.1-. La voluntad libre y el “ver” como condición para la autodeterminación subjetiva
4.2-. Decisiones de carácter pre-ético
4.2.1-. El seguimiento de la vocación como resultado de una resolución volitiva
4.2.2-. El carácter absoluto de la resolución ética
5-. Decisión volitiva y ética personalista

Desde la década de los años noventa ha cambiado visiblemente la percepción que se tenía de la ética
fenomenológica de E. Husserl. En efecto, tras la publicación de los artículos “renovación”, presentados por el
fundador de la fenomenología a la revista Kaizo2 entre los años de 1923 y 1924, ha salido a la luz el nuevo
enfoque fenomenológico sobre la valoración de las acciones humanas. A lo anterior habría que añadir la reciente
publicación de las Lecciones de ética que Husserl sostuvo en los años 1920 y 1924 (cfr. Hua XXXVII) y en las
cuales presentaba sus reflexiones a la luz del método fenomenológico genético. Por nuestra parte nos
proponemos presentar los rasgos generales de esta nueva concepción de la ética centrándonos especialmente en
los artículos “Renovación” y en algunos manuscritos de Husserl posteriores a 1920 y que tienen por tema la
valoración de la acción humana.
Los artículos presentados a la revista japonesa Kaizo presentan el sentido y alcances de la renovación personal y
de la cultura de occidente, así como las exigencias que ella conlleva en el plano ético. En comparación con su
primera versión de la ética – como teoría formal y universal de los valores 3 – Husserl utiliza allí un nuevo
lenguaje para abordar este tipo de problemas, lo cual se refleja en un nuevo modo de describir los actos de la
conciencia y en particular una reformulación del concepto de acción. Así mismo, el concepto de persona juega
un papel central en estos planteamientos a tal punto que esta fase también se le denomina como “ ética
personalista”.
Nuestras reflexiones están dirigidas en primer lugar a explicitar las posibilidades y alcances de la “renovación”
personal y cultural. En segundo lugar, intentaremos establecer en qué sentido la ‘renovación’ remite a una nueva
concepción del concepto de persona que resulta decisivo para la manera como Husserl concibe el tema y función
de la ética fenomenológica.
En el primer parágrafo introduciremos el tema señalando el lugar que Husserl otorgó al inicio de sus
investigaciones a la ética. Asimismo presentaremos los rasgos básicos de la ética concebida como “doctrina
formal de los valores”. Posteriormente señalamos los límites de la axiología formal y su aporte al programa
general de la ética (§2). Esto con el fin de poder contrastar las dos versiones de la ética fenomenológica de
Husserl y de mostrar la necesidad de las nuevas reflexiones que Husserl realiza de la mano del método genético.
Este nuevo enfoque de la ética es posible – a nuestro juicio – debido a que Husserl ha ampliado el marco de
trabajo de la fenomenología, es decir, porque ha reelaborado el concepto de ‘intencionalidad’, de tal manera que
1
Profesor de la Universidad del Valle. Este artículo es producto de mi investigación sobre el problema del estatuto de la
voluntad en la fenomenología de E. Husserl patrocinada por la Universidad del Valle.
2
Husserl, E.: Renovación del hombre y de la cultura. Cinco ensayos. Traducción de Agustín Serrano de Haro. Ed.
Anthropos. Madrid, 2002. Introducción de Guillermo Hoyos. En adelante citaré esta obra como: Renovación. La versión
alemana apareció publicada en las obras completas de Husserl (Husserliana) vol. XXVII. En adelante citadas con la sigla
Hua seguida del correspondiente volumen y número de página. Cuando disponga de la traducción española la citaré
explícitamente.
3
Como se sabe esta primera versión de la ética fue formulada por Husserl en sus lecciones de 1908, 1910 y 1914 que son
recogidas en el volumen XXVIII de Husserliana.
2
en su nueva concepción tiene presente la manera como las pulsiones, los habitualidades, las convicciones entre
otras, inciden en las valoraciones y voliciones en general. En ese contexto la voluntad no debe confundirse con
los actos volitivos en general, sino que es una tendencia pulsional que atraviesa toda la vida de la conciencia, no
sólo en la esfera de la vida subjetiva, sino también en la intersubjetiva.
De este modo, habremos puesto las condiciones para introducir el tema central de los artículos de la revista
Kaizo, a saber, la “renovación” como respuesta a una situación de crisis de la cultura o de los ideales y
convicciones que han orientado una vida personal (§3). Posteriormente, nos detendremos aún más en el sentido
del concepto “renovación”, de tal manera que examinaremos el papel que juega en ella la voluntad libre, y cómo
ésta juega un papel decisivo para asumir una nueva actitud que marque el desarrollo de la vida personal
(vocación). Esta consideración nos lleva a identificar el sentido ético de la “renovación” para la vida individual
y de la comunidad, lo cual supone a su vez que está sostenida por una racionalidad, esto es, por la posibilidad
que tienen los sujetos de juzgar sus acciones de acuerdo con los valores por ellos mismos elegidos. En este
sentido, surgen algunas preguntas respecto del sentido del error y del mal y cómo ellos se pueden incorporar en
la racionalidad de la “renovación” y, en definitiva, de la teleología (§4). En la última parte presentamos otros
rasgos propios de la ‘ética personalista’, en especial su dimensión teleológica dirigida hacia el supremo valor del
amor.

§ 1. Bosquejo de la primera concepción de la ética en Husserl


Una introducción a la ética en perspectiva fenomenológica exige plantear la pregunta por su posibilidad. Por ello
partimos del principio de que la ética es una disciplina filosófica que busca criterios objetivos para la valoración
de la acción humana tales como el grado de bondad de la acción, o si se prefiere su conveniencia según las
normas morales. Si bien en el desarrollo del pensamiento de Husserl podemos identificar al menos tres fases de
la ética, sin embargo, la fenomenología en sus orígenes no tiene la pretensión de desarrollar sistemáticamente
este disciplina, sino que ella se ocupa especialmente del problema del aparecer de los objetos en general y el
horizonte general que los condiciona: el mundo.4 Con Fink podemos sostener que el tema general de la
fenomenología son las condiciones de la experiencia del mundo y las estructuras de la vida subjetiva que
permiten su manifestación.5 El mundo se presenta en este contexto como el horizonte de los horizontes que
funge como totalidad condicionante del aparecer de cada objeto y cuyo carácter es de tipo intersubjetivo.
Husserl se propone desde las Investigaciones Lógicas (1900/01), la obra con que irrumpe la fenomenología,
encontrar una mathesis universalis o doctrina general de las ciencias, cuya tarea es identificar las estructuras a
priori de la realidad, desde las cuales es posible clarificar el ser esencial de los conceptos básicos de cualquier
conocimiento científico en general, por ejemplo tiempo puro, espacio, materia etc. En este contexto el marco
general de sus reflexiones éticas lo conforma su lucha contra el relativismo y el psicologismo. Teniendo presente
el modelo de la lógica y de las ciencias formales Husserl se propone en la primera fase de su pensamiento
desarrollar una ética, cuya base sea una doctrina general del valor. El acceso a los valores resulta posible gracias
a la analogía con la intuición categorial, propuesta en la Sexta Investigación Lógica. Así como gracias a la
intuición categorial podemos acceder a dimensiones no empíricas de la realidad, y que sin embargo tienen un
estatuto propio de realidad, así por ejemplo la formas del ‘todos’, ‘algunos’, ‘el ser’, etc., del mismo modo nos
sería posible tener una percepción de los valores, y desde ellos regir nuestra acción.
En Esta primera concepción de la ética tuvo un profundo influjo la concepción racionalista de los actos psíquicos
de Brentano. Con todo, en el transcurso de los años de 1917 a 1919 Husserl inicia un proceso de reelaboración
de dicha posición. Este cambio de posición se puede ver especialmente a partir de sus lecciones sobre Fichte
(particularmente su obra: El discurso a la nación alemana), dirigida a los jóvenes soldados que habían

4
Se pueden identificar tres fases de la ética fenomenológica en Husserl, la primera como doctrina general de los valores
(concebida especialmente en los años de la preguerra), la segunda centrada en el concepto de persona y en el amor. A este
período corresponden los artículos Renovación enviados a la revista Kaizo. En la tercera fase de su ética, desarrollada en la
década de los treinta, Husserl plantea la tesis del ethos, de la comunidad de quienes comparten el ideal de la autonomía, la
autocomprensión y la responsabilidad. Véase la presentación que hace Guillermo Hoyos en su introducción a la traducción
de Agustín Serrano de Haro. (cfr. ob. cit., p. IX ss.)
5
Cfr. Fink, Eugen: ¿Qué se propone la fenomenología de Edmund Husserl?, traducción de Raúl Iturrino Montes, en:
“Diálogos”. Revista del Departamento de filosofía, Universidad de Puerto Rico. Año XXV, Nr. 56, julio 1990, pp. 173 ss.,
pp. 178-180.
3
combatido en el frente. El carácter básico de esta nueva posición reside en que la subjetividad debe estar referida
absolutamente al valor supremo del amor.
Ahora bien, el influjo de Brentano sobre Husserl no se limita a la formulación general de su concepto de
intencionalidad, pues él retoma también el programa general de su maestro de realizar una ética con base en la
consolidación de una axiología formal o doctrina general de los valores. Los lineamientos generales de dicha
doctrina los formuló Brentano en una conferencia titulada “ Sobre el origen del conocimiento moral” 6. En esta
obra Brentano presenta una clasificación de los actos de la vida psíquica. Para ello se vale de un esquema según
el cual los actos básicos (como es el caso de las representaciones, las percepciones y los juicios) están a la base
de otros actos psíquicos como las valoraciones y voliciones, de tal manera que los primeros son condición
necesaria para su realización de los segundos.
Husserl retoma el sentido general de la propuesta de su maestro para el desarrollo de la ética y asume también el
esquema de Brentano en el que plantea un primado de los actos básicos o fundantes (podríamos denominarlos
también como teóricos), sobre los actos fundados o prácticos, como sería el caso de las valoraciones, voliciones
y acciones en general. Sin embargo la apropiación que realiza Husserl de este esquema no es en absoluto
acrítica, pues dedica la Quinta Investigación Lógica a una reformulación de esta clasificación. Husserl acepta la
tesis de Brentano de que las representaciones están a la base de los actos psíquicos, sin embargo no está de
acuerdo con la manera como se interpretan allí las representaciones. Al respecto cabe recordar la tesis de
Brentano de que todos los actos psíquicos o bien son representaciones o tienen una de ellas como base. Frente a
esta tesis Husserl plantea el primado de los actos objetivantes, esto es, aquellos actos que permiten la posición
(Setzung) del sentido de ser del objeto intencionado. Este último puede ser o bien intendido, es decir, pensado o
bien conocido gracias a su manifestación en la intuición. Los actos objetivantes tienen prioridad sobre los no-
objetivantes, pues ellos son condición para la realización de los últimos. Entre los actos no-objetivantes podemos
contar las valoraciones, voliciones y acciones en general. En términos generales estos actos cumplen una función
importante para la comunicación de sentimientos de la esfera subjetiva.
El presupuesto de que los actos valorativos, volitivos y las acciones en general están determinados por las tomas
de posición dóxica sobre el ser de los objetos llevarían consigo las siguientes posibilidades: a) la formalización
de su estructura lógica, de tal manera que resultaría posible b) acceder a las leyes generales de tipo ético que
determinan la acción. En este contexto Husserl propone las bases para el desarrollo de una ética fundada tanto en
una en una axiología, como en una práctica formal.
Husserl desarrolla una axiología formal, mediante la cual sigue y busca completar el programa de Brentano; este
trabajo le permite identificar una especie de imperativo formal “categórico”, el cual dice: “Entre las opciones
posibles, elige siempre la mejor.”7 Este imperativo, debe completarse con la ley de la absorción, según la cual
entre dos bienes, uno mayor y otro menor, la elección por el mejor incluye al bien menor. Otra versión de esta
ley es la que dice que la elección del bien menor es siempre reprobable. Estas leyes tiene un carácter meramente
formal y tienen por cometido determinar las valoraciones en general. Según Husserl la axiología formal debería
completarse con una práctica formal, la cual aplicando los principios axiológicos, tiene como propósito
determinar la acción, así por ejemplo en cada elección entre dos bienes debe optarse por el bien mayor.
Tanto la axiología como la practica formal harían parte de la ‘antesala’ de la filosofía, pues ella por sí misma tan
sólo es vacío, de manera que la ética tan sólo podría tener criterios para la valoración de la acción si ésta se rige
efectivamente por la intuición del respectivo valor. Este procedimiento sería análogo al de las ciencias lógico-
formales, pues así como no basta realizar una operación matemática sin entender con evidencia su necesidad
lógica, así tampoco basta la realización de una acción si no se tiene presente el valor que la motiva. Los valores
pertenecen a una esfera de la realidad, es decir, constituyen una región objetiva cuyos elementos constitutivos
pueden ser aprehendidos de manera análoga a la percepción. De ahí que Husserl acuña un concepto para dar
cuenta de estos actos, a saber: Wertnehmung8. Los valores son concebidos en este contexto como realidades
objetivas de carácter universal que pueden aprehenderse con el correspondiente acto de conciencia.

6
Brentano, Franz (1889): Vom Ursprung sittlicher Erkenntnis, 1889. Hamburg 1969.
7
Cfr. Husserl, E. Vorlesungen über Ethik und Wertlehre 1908-1914. Hrsg. v. U. Melle, 1988, Bd. XXVIII, p. 221 ss.).
8
Concepto que tiene cierta analogía con el de percepción (Wahrnehmung), salvo que esta vez se trata de la aprehensión del
valor (Wert-nehmung).
4
§2 Límites de la concepción de la ética basada en la doctrina universal de los valores y el tránsito hacia
una nueva fase de la ética fenomenológica
La teoría universalista de los valores cuyos principios generales hemos presentado aquí, y cuyo propósito era
proporcionar las bases para el desarrollo de una ética objetiva, tropieza con problemas y límites infranqueables,
algunos de los cuales indicaremos en este parágrafo. Acto seguido, presentaremos las motivaciones y el marco
general en el que realiza el tránsito hacia una ética fenomenológica de la “renovación”.
Los siguientes son los límites que tiene la axiología formal y que llevan a Husserl a buscar otras vías que le
permitan describir la estructura de la acción subjetiva y formular criterios para su valoración ética:
a. Los valores son concebidos según la tradición racionalista de la ética. Esto significa que los actos
objetivantes (teoréticos) tienen un primado sobre los actos no-objetivantes (valoraciones, voliciones
y acciones en general). Esta tesis conduce a una aporía, que Husserl no pasó desapercibida. De
acuerdo con el esquema brentaniano (asumido en términos generales por Husserl) los actos
valorativos, volitivos y prácticos en general necesitan de los actos objetivantes que fungen al modo
de fundamento o base, para poder referirse a sus respectivos objetos (valores y metas). Sin embargo,
surge el problema de cómo estos actos fundados tienen la pretensión de constituir objetos
pertenecientes a una esfera particular (por ejemplo de los valores) que se distingue claramente de los
objetos físicos o de las representaciones, y sin embargo, no tienen posibilidad por sí mismos de
dirigir por sí mismos el curso de la intencionalidad hacia su respectivo objeto, pues para ello
necesitan de un acto dóxico u objetivante. Esta aporía no tiene solución si se mantiene la tesis de que
la constitución objetiva es asunto exclusivo de los actos fundantes; es decir, si se sostiene que las
pulsiones, los instintos y las quinestecias no pueden participar en este proceso.
b. La consideración de este esquema revela una metáfora según la cual los actos se construyen unos
sobre otros al modo de “capas tectónicas”. Sin embargo esta imagen es producto de una abstracción
en la que los actos de la conciencia son compartimentados o estrictamente divididos. Aquí surge la
pregunta si realmente es posible trazar una frontera entre los distintos actos, por ejemplo entre la
percepción y valoración de un objeto. Así, por ejemplo, la rosa y la rosa bella, no se ofrecen como
dos objetos distintos a sus correspondientes actos perceptivos y valorativos.
c. El concepto de valor como una entidad objetiva, que pertenece a una región de la realidad, debe ser
reexaminado. Frente a la tesis del estatuto óntico del valor surgen las siguientes preguntas: ¿Poseen
efectivamente los valores una realidad de carácter objetivo? ¿O son más bien idealizaciones
circunscritas a contextos histórico, sociales y culturales? 9
Husserl mismo acepta los límites de una ética fundada en una axiología y práctica formal, pues ella llevaría a una
posición extrema en la que atender a una máxima formal en el caso de una decisión resultaría totalmente
superflua; así por ejemplo cuando una madre ve a su hijo ante un peligro o necesidad apremiante, normalmente
no se ve en la necesidad de deliberar, en los términos que propone el imperativo formal, de optar por el bien
mayor, pues para ella es un sobreentendido.
Con la introducción de la fenomenología genética10 y, especialmente, después de haber vivido las consecuencias
de la primera guerra mundial, Husserl realiza el tránsito hacia una nueva concepción fenomenológica de la ética.
Dicha reformulación se refleja especialmente en las lecciones de 1919-1920 tituladas Introducción a la filosofía
(Hua XXXVI) y a las lecciones Introducción a la Ética de 1920 y 1924 (Hua XXXVII). De antemano cabe
señalar que si bien Husserl desarrolla una nueva versión de la ética fenomenológica, aún en esta reelaboración se

9
En este contexto cabe recordar que el concepto de valor tiene un origen en el contexto económico. El concepto de ‘valor’
refiere en un primer término a las propiedades de un objeto que lo hacen más atractivo respecto de otros, ya sea por la
posibilidad de satisfacer una necesidad (uso o consumo), ya sea porque es susceptible de ser cambiado por otro objeto por
dinero. En este sentido Marx planteó, la diferencia entre valor de cambio y de uso. La ética fenomenológica tendría como
una de sus centrales la distinción entre los conceptos de ‘valor’, ‘principio’ y ‘virtud’.
1 0
Husserl desarrolla a partir de 1917 lo que se ha denominado el período genético de su fenomenología. La característica
principal de esta fase de su pensamiento es que sus investigaciones no están centradas tanto en explicitar la estructura
general de la correlación entre sujeto y objeto (tal y como sucede en la fenomenología estática), si no que están dirigidas a la
pregunta sobre cómo es posible que el sujeto llegue a tener experiencia de un objeto y le otorgue un sentido determinado de
ser a partir de un horizonte previo de sentido. El punto de partida de la génesis es la experiencia pasiva o previa a la
predicación, con el fin de reconstruir la constitución del objeto en términos temporales. Cfr. Husserl, E. Experiencia y
Juicio. Traducción de Jas Reuter, UNAM, México, 1980.
5
encuentran algunos elementos de la primera, esto es, de la “doctrina general de los valores”. Así por ejemplo
Husserl vacila una y otra vez respecto del sentido del esquema de los actos intencionales, de manera que si bien
en algunos textos argumenta a favor de su abolición, en otros da por sentada su validez. A nuestro juicio, este
esquema no pierde vigencia si lo consideramos tan sólo desde una perspectiva estática, en la cual tan sólo nos
atenemos al examen de la estructura general de los actos, sin atender a su génesis o a la dimensión temporal en
su constitución. Con todo, cabe señalar que es tan sólo en la perspectiva temporal donde se entiende el sentido de
los actos volitivos, valorativos y de la acción humana en general.
La ética presentada en los artículos Renovación y desarrollada a partir de la década de los veinte, es realizada
con base en una nueva perspectiva, en la cual los ejes básicos de la ética formal y universal de los valores se
transforman. En este contexto podemos afirmar que:

a. Algunos conceptos fundamentales son reelaborados y otros son introducidos; así por ejemplo el
concepto de intencionalidad, entendido como referencia dóxica, en la que es puesto el sentido de ser de
un objeto, adquiere a la luz del método genético una nueva dimensión basada en la fuerza volitiva o
pulsional. Esta reinterpretación de los conceptos fundamentales de la fenomenología llevará a un
transformación del sentido general de la misma que se refleja en el primado de los razón práctica sobre
la razón teórica, esto es, de la voluntad sobre los actos teoréticos. Esta nueva apreciación de la
intencionalidad, no se deja representar bajo el esquema de “capas”, sino más bien de fuerzas que forman
el entramado de la subjetividad. De este modo, la intencionalidad ya no se restringe a la constitución o
donación de sentido objetivo mediante actos dóxicos, sino que en este proceso participan también
pulsiones, instintos, tendencias volitivas, habitualidades, quinestecias entre otros. Con lo anterior,
Husserl amplia el marco general de su campo de análisis, el cual se extiende ahora a la experiencia
pasiva, es decir, aquella instancia originaria de la experiencia, en la que el sujeto aún no ha realizado una
toma de posición explícita sobre el ser del objeto que se está manifestando y sobre su experiencia de
mundo en general. En este contexto, la descripción genética tiene por tema la reconstrucción del proceso
de constitución, desde los niveles más elementales de la vida de la conciencia, pasando por las toma de
posición sobre el ser objetivo, las valoraciones, los actos volitivos y las acciones hasta llegar a las
idealizaciones propias del lenguaje y de la ciencia en general.
b. A lo anterior se suma el hecho de que Husserl incorpora en sus reflexiones éticas, de un modo más
decisivo, temas que ya había venido elaborando anteriormente como es el caso del concepto de persona
y el problema de la intersubjetividad. Ello lo lleva a dar una nueva mirada fenomenológica al problema
de la estructura y sentido de la acción. Este tránsito lo realiza, además, inspirado en sus lecturas de
Fichte, pero también bajo la influencia de Scheler, especialmente después de su lectura detallada de la
obra: El formalismo en la ética y la ética material de los valores de 1913/16.

§3. Introducción general al sentido de la crisis y a la “Renovación”


En este parágrafo dirigimos la atención al primer artículo de la revista Kaizo cuyo título es: “Renovación. El
problema y el método”11. El tema de este primer artículo es la situación de crisis espiritual en la que se encuentra
la cultura europea, la cual se vio expresada en la situación de guerra y de post-guerra. El texto plantea la
urgencia de una renovación de los primeros ideales que posibilitaron el surgimiento y desarrollo de Europa y con
ello de Occidente. El método allí planteado como vía para la superación de la crisis es la identificación de los
ideales universales que deben regir el despliegue de esta vida cultural. 12 El concepto “renovación” designa el
retorno al “origen”, esto es, volver la mirada a los primeros ideales que inspiraron un proceso. En términos
generales se puede afirmar que la “renovación” está motivada por la pérdida del sentido de las metas que
sirvieron como punto de partida a un proceso y si se quiere superar el período de malestar o de crisis resulta
necesario realizar una reinterpretación de dichas metas o ideales.

11
Cfr. Renovación, p. 1- 12.
1 2
En este contexto cabría hacer una reflexión sobre nuestra posición respecto de la cultura de Occidente. Por una parte
vemos que las culturas latinoamericanas pertenecen – en términos generales – a la tradición occidental, lo cual se evidencia
en el lenguaje que hablamos y en que nuestras sociedades tienen como punto de referencia ideales occidentales tales como
la democracia, la justicia, la autonomía entre otros. Sin embargo, en el contexto de los diversos grupos culturales que
alberga nuestra América tenemos ante nosotros la tarea de conquistar nuestra interpretación y apropiación de estos ideales.
6
3.1. La crisis en la cultura como pérdida del sentido originario
El punto de partida de Husserl es un diagnóstico de la situación de crisis de la cultura occidental. En lo referente
a la pregunta por la vigencia de este diagnóstico en la situación actual podemos afirmar que en el contexto
europeo y norteamericano reina hoy en día un ambiente general de bienestar; si bien aún subsisten en esos
continentes grandes problemas de tipo político y económico sus problemas no nos harían pensar en una situación
de crisis análoga a la vivida allí en las primera mitad del siglo XX. Sin embargo, en nuestro contexto cultural
resulta plenamente justificada este tipo de reflexión, pues nuestro país se haya sumergido desde hace mucho
tiempo en un período de crisis política y económica.Sólo es justificado esto si se prueba que la crisis de la que se
habla tiene por lo menos algunos aspectos similares o análogos
Husserl define el sentido de la crisis como el declive de la “fuerza impulsora de la cultura europea” (cfr. ibidem,
p. 1). En este contexto se impone la pregunta: ¿En qué consiste esta fuerza impulsora? ¿Cuáles son su sentido y
aspectos motivadores? El fundamento de esta fuerza o aspiración es, a juicio de Husserl, la fe en la razón. A
continuación examinaremos el concepto de cultura que rige estas reflexiones y posteriormente indicaremos
someramente qué significa el carácter racional de la acción, y el sentido de la ‘renovación’.
En primer lugar la cultura está constituida por un grupo de personas congregadas en torno a la persecución de
ciertos ideales. Esta búsqueda se caracteriza por estar vivificada mediante una “fuerza impulsora”, la cual
consiste en una tendencia volitiva que tiene un sentido o una orientación determinada. La cultura posee una ‘vida
propia’, de tal manera que cuando ella tiene una fe en sí misma le resulta posible promoverse en la búsqueda de
ideales de vida más altos. Veamos como lo expresa Husserl: “Una nación, una colectividad humana vive y crea
en la plenitud de su fuerza cuando la impulsa la fe en sí misma y en el buen sentido y la belleza de su vida
cultural; o sea, cuando no se contenta con vivir sino que vive de cara a una grandeza que se vislumbra, y
encuentra satisfacción en su éxito progresivo por traer a la realidad valores auténticos cada vez más altos.”
(ibidem)
Respecto de esta primera aproximación a la cultura llama la atención que Husserl extiende este concepto a un
nivel tan amplio como el de la esfera de las naciones (cfr. ob. cit. p. 22 ss). El conglomerado de las naciones
puede estar también vinculado por una unidad cultural: como sería el caso de Europa. Esta concepción general
de la cultura refleja una posición eurocentrista, en el que se acentúa su unidad y universalidad, esto es, el estar
destinada a ser punto (teleológico) de referencia para las demás tradiciones culturales. En efecto, en este nivel de
las reflexiones de Husserl podemos identificar una aspiración a resaltar el papel de la cultura occidental que
estaría llamada a englobar a todas las ‘subculturas’ gracias a los valores supremos que la han regido desde su
origen. Como podemos ver hoy unas décadas después, este concepción de la cultura está inscrita en las
categorías centrales de una única racionalidad acorde a los criterios de la ilustración y del idealismo alemán, esto
es, una la fe en la razón. Sin embargo, Husserl señala algunos de los rasgos esenciales de la cultura que no solo
se pueden atribuir a la tradición europea13, sino a cualquier comunidad histórica en general:
a. En la cultura se objetivan los rendimientos de la vida social. Que la cultura sea una objetivación de los
procesos de producción subjetiva e intersubjetiva, significa que estos rendimientos adquieren
independencia respecto de los sujetos y que por lo tanto pueden perdurar en el tiempo y adquirir cierta
legalidad propia.
b. La cultura designa la vida espiritual o conciencia de una comunidad, de tal manera que ella posee una
unidad en el tiempo.
c. La cultura está conformada, además, por los rendimientos de las sucesivas generaciones, los cuales
pueden trascender la época en la que fueron constituidos. Así mismo, ellos pueden fungir como factores
motivadores de futuras generaciones o de otras culturas.
d. Existen diversos niveles de la cultura, desde la escala regional, pasando por la de las naciones
particulares, hasta el conjunto de las naciones. En cada una de ellos se pueden identificar diversos grados
de unidad del comportamiento.
El énfasis de esta caracterización de los rasgos de la cultura está puesto en la capacidad que ellas tienen para
objetivar sus rendimientos y en la autonomía. Del mismo modo, habría que tener presente que las culturas tienen
también un ciclo vital de tal manera que ellas no solo nacen sino que también pueden morir, como sucede por
ejemplo en la aniquilación de una sociedad o comunidad cultural por otra invasora e imperialista. En definitiva,
gracias a la existencia objetiva de las culturas sus rendimientos pueden permanecer en el tiempo y fructificar en
otras generaciones y personas, tal y como sucede con los pensamientos de los individuos. La base de los análisis
1 3
cfr. ob. cit., p. 22 ss.
7
husserlianos sobre la cultura es la clásica analogía entre el sujeto y la sociedad. Las personas y sociedades
pueden llegar a formar “personalidad[es] de orden superior” (cfr. ob. cit., p. 23) cuando ellas logran unirse en
torno a una voluntad común y comportarse en consecuencia.
Las condiciones básicas para el despliegue de las posibilidades de una cultura, así como de una vida subjetiva,
son descritas por Husserl a partir de “la fe en sí misma y en el buen sentido y en la belleza de su vida cultural.”
(cfr. ob. cit., p.1) El significado de esta “fe” radica en una proceso de “toma de conciencia” o de “despertar” a la
“vida de la conciencia”. Lo anterior se realiza como un proceso en el que tanto el sujeto como, a un nivel
superior, las comunidades con su vida cultural propia ganan confianza en las propias fuerzas, y en los ideales que
ellos mismos se proponen. Estos ideales están en concordancia con los más altos valores, como son la verdad, la
belleza, la libertad entre otros. La fe en sí mismo juega, entonces, una papel fundamental en el proceso de
‘despertar’ a la vida de la conciencia. Quienes son sujetos de este proceso se hayan en un estado de
“satisfacción”, o “dicha” (ibidem) pues sienten que ganan en crecimiento personal y que con su trabajo
contribuyen al afianzamiento de la vida social y cultural. Sin embargo, este proceso puede decaer debido a la
pérdida de la confianza, al cansancio o simplemente a la pérdida del sentido de los valores o fines últimos.
Husserl diagnostica la crisis como la pérdida de esta “fe”, que se refleja también en un sentimiento de malestar. 14
Husserl advierte que esta situación de crisis no debe pasar desapercibida, pues ella pone en peligro la condición
que tienen los individuos de ser “sujetos de voluntad libre” (cfr. ibidem, p. 2).15 En este sentido, la libertad es el
presupuesto básico que tiene Husserl en su concepción de la acción humana, pues ella permite a lo sujetos
asumir responsablemente su vida y resolverse a actuar para así transformar su mundo entorno.
La acción mediante la cual los sujetos trasforman el mundo puede caracterizarse como “racional”. Respecto del
concepto “razón” debemos tener presente que la fenomenología tiene una interpretación propia. La razón en
perspectiva fenomenológica tiene como origen la experiencia vivida en el mundo y por ello no equivale
plenamente a los criterios propuestos por la razón moderna, pues no está dirigida al “dominio” de la naturaleza
mediante el calculo y la objetivación. Se trata más bien de la capacidad para orientar la vida personal y social
según fines o ideales tales como la responsabilidad 16, la autonomía y autocomprensión. La razón esta
determinada por la propia perspectiva desde la cual los sujetos viven en el mundo. Así, ella permite dar cuenta de
la experiencia vivida desde categorías a priori que determinan el modo de manifestación de la realidad. En este

1 4
Cabe señalar que el modelo presentado por Husserl en este texto para describir la crisis de la cultura es terapéutico, es
decir, primero realiza un diagnóstico y con esta base sugiere una vía de solución. Con ello, se anuncia el sentido de su
propuesta para la restauración de la cultura, esto es, la pretensión de que ella vuelva a estar “sana”. En este sentido, Husserl
advierte que esto tan solo se puede lograr cuando sus miembros asuman una posición de sujetos activos que no se detienen a
contemplar cómo transcurre el proceso, es decir, cómo se impone el fatum o destino trágico, cuya raíz reside en la pasividad.
Solo mediante la acción intersubjetiva resulta posible intervenir y no permanecer como espectadores pasivos que ven la
disolución su cultura mediante el azar. Así mismo, cabe anotar la alusión crítica que Husserl realiza a Spengler, quien
presenta una posición pesimista respecto del futuro de la cultura en su famosa obra La decadencia de Occidente de 1918. En
lo referente a un diagnóstico negativo de la cultura, Husserl no es el único que en la década de los años veinte tematiza la
crisis, al respecto basta recordar las reflexiones de Freud quien en 1930 escribió el Malestar en la cultura, así como las de
Adorno, Horkheimer y Spengler entre otros.
1 5
Llama la atención el trasfondo “religioso” que identificamos en el tono de las expresiones. El estilo de Husserl en estos
primeros párrafos recuerda la estructura del discurso de los profetas del Antiguo Testamento. Ellos afirmaban que la
situación de malestar o de crisis de su pueblo se debía a la pérdida de la fe que recibieron de sus padres.
1 6
Por responsabilidad se entiende la disposición del sujeto para seguir la tendencia a la fundamentación, esto es, a tomar
decisiones desde la evidencia que se da a partir de la presentación del respectivo objeto o del valor. Así entendida la
responsabilidad se inscribe en la tradición del “conócete a ti mismo” socrático y en la concepción kantiana de libertad,
entendida como autodeterminación. La expresión fenomenológica de la responsabilidad consiste en el intento riguroso de
explicitar la propia perspectiva, esto es, de intentar entender lo visto y el modo de su aparecer, lo cual debe realizarse con el
máximo rigor posible. El sentido que Husserl le asigna a este término tiene en primer lugar un origen en la experiencia
subjetiva. Ser responsable significa descubrir las metas hacia las cuales tienden los deseos más íntimos y el empeño por
cumplirlos cabalmente. La responsabilidad no consiste en un proceso abstracto de proponerse planes de trabajo para mejorar
en el futuro, sino en el esfuerzo de volver la mirada hacia sí mismo e intentar plantearse las preguntas que urgen, así como
considerar distintas vías de solución especialmente a partir de la propia experiencia. Para una amplia presentación del
concepto de “responsabilidad” cfr. Hoyos, G.: Intentionalität als Verantwortung. Geschichtsteleologie und Teleologie der
Intentionalität bei Husserl. Den Haag 1976. Dicho sea de paso que Hoyos realizó allí una reflexión sobre los conceptos de
teleología y de intencionalidad como responsabilidad, que aún sigue siendo relevante en la investigación fenomenológica.
8
sentido podemos recordar el ejemplo de Husserl de que en su contexto personal la verdad del mercader es
legítima y no se deja reducir a la verdad del científico natural. Cada construcción teórica está sujeta a los
correspondientes horizontes de experiencia, cuyo trasfondo general es el mundo de la vida. 17

3.2 Sentido general de la “Renovación”


La palabra ‘renovación’ proviene de un contexto cristiano y más concretamente paulino. 18 En la reinterpretación
que Husserl hace de ella significa la disposición a someter y transformar la vida bajo la dirección de una decisión
voluntaria. La renovación consiste en un acto de resolución propio de la esfera volitiva, el cual se va gestando a
partir de los niveles más originarios de la vida de la conciencia. En orden a describir las circunstancias en que
debe desarrollarse dicho proceso podemos afirmar que el sujeto toma conciencia de la necesidad de una
renovación personal en el contexto de una situación de dificultad o de crisis, esto es, cuando ve que ha perdido
la motivación o las fuerzas que lo animaban a seguir en pos de las metas que se ha propuesto. Así, la renovación
se plantea como un intento de salida de la crisis. Ella no consistiría en un cambio abrupto o en una derogación de
los ideales o valores que han regido la vida o un determinado proceso, sino precisamente en retomarlos y
otorgarles un nuevo sentido para seguir nuevamente tras ellos. Prueba de que no se trata de un cambio total, es
que ella no equivale a la revolución. A nivel subjetivo en el contexto de las tomas de posición éticas la
‘renovación’ presupone la fe o creencia en los ideales hasta ahora seguidos. Por ello, debemos distinguir entre
renovación y conversión. En este último caso se trataría de un cambio radical de creencias. Algo análogo
sucedería a nivel social con la revolución. De todos modos, aún cuando hubiera una especie de “revolución” a
nivel individual, ésta no podría ser tan radical que produjera un cambio total de la personalidad, pues un sujeto
no puede llegar a cambiar de un modo radical que llegue a ser otra persona totalmente diferente. 19 Los ideales,
entendidos como metas perseguidas, no consisten tan sólo en conceptos vacíos o proyectos que los sujetos
colocan ante sí para lograrlos, sino que están dirigidos a metas aprehendidas como valores y con las cuales los
sujetos se sienten a gusto. Esto significa que los ideales o metas se manifiestan como objetividades que están en
correlación con los sentimientos, pulsiones y tendencias entre otros.
La renovación es una tarea en primer lugar personal, pero también intersubjetiva que tiene carácter racional,
gracias al cual una comunidad de personas resuelve a seguir ciertos ideales que la unifican y la cohesionan, tal es
el caso de la autonomía, la responsabilidad, la democracia entre otros. Al respecto es de resaltar que esta
resolución solo es posible cuando los sujetos deciden asumir una posición activa y comprometerse en la solución
de la crisis, lo cual supone el esfuerzo voluntario por mantener una “exigencia ética absoluta” 20. El significado de
“absoluto” da cuenta de la radicalidad que exige este tipo de empresa y quiere decir la actitud que debe tener
cada sujeto para comprometer el sentido general de todas sus acciones con esos propósitos personales y sociales,
esto es, el logro de una vida personal auténtica, de una “humanidad mejor y (...) una cultura auténticamente
humana.” (ibidem).
De acuerdo con Husserl la situación de crisis exige, entonces, una ‘renovación’ que consiste en reasumir los
ideales clásicos de la cultura occidental y tiene como consecuencia una “reforma (...) radical [de] toda una
civilización como la europea” (ibidem, p. 3). A primera vista este proyecto se presenta como ambicioso y utópico
pues este tipo de decisiones provienen generalmente de las clases dirigentes y/o de quienes ostentan tanto el
poder político como el económico. Sin embargo, la vía que Husserl sugiere está dada más a largo plazo pues ella
debe empezar – por decirlo así – en la base social, es decir, se trata de un proyecto que debe iniciarse en
individuos aislados que despiertan a la autoconciencia y que se va expandiendo paulatinamente hacia los grupos
sociales. Si bien este trabajo es de generaciones, debe empezar en algún momento en sujetos que poseen una
1 7
En este sentido leemos en una obra de Husserl de 1928: “El mercader tiene su verdad mercantil; ¿no es, en relación a su
situación, una buena verdad, la mejor que pueda servirle? ¿Acaso no es una verdad aparente porque el científico, juzgando
con otra relatividad distinta, con otros objetivos e ideas, busca otras verdades con las que podemos hacer muchas cosas,
aunque no podamos hacer precisamente lo que se necesita en el mercado?” Cfr. Husserl, E. Lógica formal y lógica
trascendental. UNAM, Trad. de Luis Villoro, 1962, pág. 287-288.
1 8
El tema de la renovación remite a Pablo de Tarso y a su planteamiento de una nueva vida en Cristo. Véase por ejemplo
Col 3, 9-10: “Despojaos del hombre viejo con sus obras, y revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar
un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador (...).”
1 9
La renovación tampoco consiste en una metamorfosis, pues ésta sucede en el contexto de una programación biológica,
en el cual no hay una toma de decisión deliberada dirigida a metas específicas.
2 0
Cfr. ibidem, p. 2
9
“fe”, esto es, que “no les es dado conformarse” y que sin embargo tienen “la fe de que la cultura puede y debe
ser reformada por la razón del hombre y por la voluntad del hombre.” (ibidem, cursivas de J. V.)
En esta afirmación encontramos la tesis de que la reforma proviene tanto de la razón como de la voluntad. Llama
la atención la distinción que aparece aquí entre fe, voluntad y razón. La fe designa la creencia de que mediante
la voluntad y la razón podemos emprender y lograr la reforma. Es una fe, siguiendo nuevamente el talante
religioso del discurso que es capaz de “mover montañas” (ibidem). La fe designa una actitud de confianza que
tiene una persona ante otra con quien ya ha establecido una relación y con cuya presencia y apoyo puede contar
en el futuro. En este caso la cultura de occidente, y en particular los ideales que la hicieron posible, es el objeto
de la fe. En este sentido afirma Husserl que la fe está dirigida a la propia cultura, al “buen sentido y la belleza de
su vida” (ob. cit., p 1). Para la realización de esta fe sus miembros disponen tanto de la voluntad, como de la
razón. En otros términos, esta fe puede ser eficaz tan sólo si ella se “transforma en pensamientos sobrios dotados
de evidencia racional” (ob. cit., p. 3), de tal manera que la voluntad se dirige a la meta que se propone.
Con base en las anteriores tesis resulta posible identificar el primado de una dimensión no racional como es la fe.
Esta última tiene dos características básicas, en primera lugar se genera a partir del trato directo con alguien y,
además, debe derivar hacia una “evidencia racional”. ¿En qué consiste esta “evidencia racional”? ¿cómo se
distingue ella de un simple saber vacío? Por nuestra parte sostenemos que la evidencia está referida en primer
término a la conciencia de un valor que orienta la acción, pero también de una motivación y de un interés por el
mismo. Esta situación se expresa cuando por ejemplo decimos que alguien “la tiene clara” o “sabe lo que
quiere”. Este ‘saber lo que queremos’ exige una toma de posición, una resolución respecto de lo querido. En este
sentido, la fe que se traduce en “evidencia racional” es la expresión de la voluntad dirigida hacia los fines claros
que ella se ha propuesto. La “fe” juega ahora un papel fundamental porque es ella la que se da a sí misma, en la
nueva versión ética, el “fundamento de su propia justificación racional” (ibidem). Ella deviene a “claridad
intelectual” (ibidem) como producto del trabajo, esto es, de la resolución del sujeto para alcanzar lo que se
propone. La fe debe concebirse estrechamente asociada a la voluntad, de tal manera que ella no es un acto del
entendimiento, si no que está penetrada por tendencias y pulsiones. La fe en conjunción con la voluntad
“convoca” a un “trabajo gozoso” (ibidem) y permite el nexo de voluntades, de tal manera que deviene en un
“sólido patrimonio común” (ibidem). Esta indicación es una vía para el desarrollo de la pregunta sobre cómo es
posible la constitución de “personalidades de orden superior”, esto es, de personas congregadas en torno ideales
racionales.
El trabajo aquí exigido, como condición para poder “ver” la crisis y el cambio de actitud necesario para la
‘renovación’ es tarea de la reflexión filosófica. Ésta debe volver la mirada sobre el “horizonte de oscuridad”
(ibidem, p. 4), el cual está constituido por esa dimensión no consciente, de intereses, pulsiones, tendencias e
instintos que determinan las tomas de posición teoréticas, valorativas y volitivas. En este punto se impone la
pregunta sobre el modo como esta dimensión no consciente determina negativamente aspectos de la vida
personal y de la cultura. Husserl ofrece a este propósito una indicación: ellos determinan el surgimiento de
“fines egoístas (...) totalmente pervertido[s].” (ibidem)
A partir de las anteriores consideraciones surge la pregunta de si la renovación pertenece a un deber ser moral,
esto es, a una norma que el sujeto está dispuesto a seguir de acuerdo con criterios socio-culturales, o si más bien
se trata de una toma de posición que debe asumir cada sujeto (y por extensión las comunidades) si quiere
configurar en su vida una posición personal, una identidad. La renovación – tal y como lo plantea Husserl-
pertenece a la esencia de la vida humana; es un proceso que está asociado con la depuración de sí, esto es, el
intento subjetivo de ganar claridad sobre sí mismo, respecto de lo que el sujeto se propone porque lo quiere
realmente.

§4. Renovación como problema ético

En este parágrafo presentamos la manera como las tomas de decisión voluntarias se realizan en una existencia
despreocupada por ponderar el valor de sus acciones, y en contraposición examinaremos cuál es el carácter
propio de las acciones de quien se quiere comprometer con un estilo de vida ético. Con el fin de mantener
nuestras reflexiones en un ámbito accesible nos limitamos a considerar la posibilidad y alcances de la
‘renovación’ en el marco de la vida individual.

4.1. La voluntad libre y el “ver” como condición para la autodeterminación subjetiva


10

Como un nivel previo a la esfera ética Husserl describe tanto a nivel personal como comunitario las formas de
organización de la vida y muestra cómo ellas se caracterizan por buscar sus respectivos intereses y alcanzar
deliberadamente sus metas definidas voluntariamente. Con el fin da alcanzar tales metas o de ir en pos de ellas
tanto los individuos como las comunidades deben darse su propia norma. En este sentido la autonomía es
condición necesaria para la “renovación” ya sea personal, ya sea comunitaria, pues ella tan sólo es posible a
partir de la resolución voluntaria de adoptar una nueva actitud. Ya que este cambio de actitud tiene implicaciones
en el estilo de vida y en la manera como los sujetos interactúan entre sí la renovación es tema de la reflexión
ética. Así, Husserl define la ética como una disciplina científica o filosófica cuyo tema es la subjetividad que se
autodetermina racionalmente. La diferencia con la moral reside en que ésta última es la disciplina que prescribe
cómo deben entenderse el bien y el mal según la tradiciones propias de cada cultura.
Que la subjetividad logre autodeterminarse racionalmente significa a su vez que ella logra identificar un ideal de
vida. Gracias a éste le resulta posible unificar y dar sentido a sus acciones y aspirar o tender a regir toda su
existencia. Este ideal de racionalidad como dimensión ética comprende todas las esferas de la vida subjetiva,
desde la teórica hasta la práctica.
Husserl parte en su tercer artículo para la revista Kaizo de un esbozo de los rasgos decisivos de la vida humana y
en particular de las estructuras a priori que determinan las tomas de posición volitiva que le permiten la
autodeterminación del sujeto. La consideración de la voluntad libre, de sus tendencias pulsionales (Streben) y el
modo como ellas están entramadas con los demás esferas de la vida de la conciencia (tal es el caso de los
componentes teoréticos o dóxicos, las valoraciones, las quinestecias e instintos entre otros) servirán de base para
dar cuenta de la génesis de las acciones y desde ellas entender cómo es posible una postura ética por parte del
sujeto; asimismo la consideración general de las estructuras de la experiencia pasiva y de la génesis de los actos
prácticos permiten una mayor comprensión de la motivación21 de la renovación personal.
Sin embargo, la autodeterminación como una toma de posición volitiva no es producto de una posición
voluntariosa o del azar, sino que supone una especie de “autoexamen personal” (cfr. ob. cit., p. 24). Este se
realiza como un proceso reflexivo en el que el sujeto vuelve sobre sus actos y los pondera de acuerdo con su
ideal de vida. Que Husserl utilice esta expresión (y con ella la “autovaloración”, ibidem) puede dar lugar a
malentendidos, pues podría interpretarse como un ‘examen religioso de conciencia’ o una especie de ‘inventario’
para evaluar la vida. A nuestro juicio, el “autoexamen” consiste en la constatación por parte del sujeto sobre el
modo como está viviendo de cara a los ideales de vida que se ha propuesto, sin considerar cuantitativamente el
grado de cercanía o lejanía al mismo. El autoexamen permite una mayor toma de conciencia de las propias
posibilidades prácticas, esto es, mayor claridad respecto de los intereses, las capacidades físicas, las propiedades
del carácter, etc. En otros términos, puede contribuir a la vida subjetiva de dos modos:
a) El sujeto puede identificar su voluntad, esto es, las tendencias pulsionales (Streben) que atraviesan toda
su vida, y ello con un mayor o menor grado de claridad. 22 Estas tendencias están asociadas con grados de
satisfacción, de plenificación o frustración; al mismo tiempo están dirigidas a valores. Una parte básica
del autoexamen consiste en el reconocimiento de dichas tendencias y de sus metas, pues gracias a ellas
el sujeto puede identificar sus situación actual y sus posibilidades.

2 1
Cabe recordar que Husserl realiza un primer análisis de la motivación especialmente en su obra Ideas II. La motivación
consiste en términos fenomenológicos, en la causalidad típica de la vida espiritual. Ella tiene una doble dimensión, por una
parte el polo objetivo nos motiva en cuanto aprehendemos en él un objeto valioso, que puede suscitar nuestro interés. De
otra parte, las quinestecias, las pulsiones y las afecciones sensibles fungen en la esfera subjetiva y determinan que el sujeto
dirija la atención a un objeto, debido a que éste lo afecta tanto que le lleva a desplazar su atención hacia el mismo.
2 2
En términos fenomenológicos la voluntad se desarrolla al modo de tendencias pulsionales que atraviesan toda la vida de
la conciencias, de forma tal que impulsan los actos intencionales, por ello Husserl acuña la expresión de impulso
tendencioso y voluntario (Willens- und Strebenszug, cfr. Hua VIII, Erste Philosophie II, p. 193). Que la voluntad como
tendencia pulsional es decisiva para entender los procesos constitutivos de la conciencia lo atestigua la siguiente afirmación
de Husserl: “a la esencia de la vida humana pertenece [...], que ella se realiza constantemente bajo la forma del tender
(Streben)” (cfr. ob. cit. pág. 26). Esta frase la traduzco directamente de la versión alemana, pues en ella está el concepto de
Streben que Serrano de Haro traduce como “empeño”. El verbo nominalizado Streben designa el tender, apetecer o
empeñarse hacia una meta u objeto representado. Estas tendencias o apetitos tienen su origen a partir de las pulsiones y
continúan su desarrollo en la actividad superior de la conciencia; si bien la voluntad participa en la esfera teórica o dóxica,
las pulsiones y tendencias no pertenecen primordialmente a esta última esfera, sino más bien a la anímica (Gemüt).
11
b) El sujeto tiene la posibilidad, tras identificar sus tendencias y acceder a nuevos valores, de fijarse metas
para su vida y tomar una determinación total y radical que lo lleve a cambiar de actitud y dirigir sus
acciones hacia dichos fines. Este proceso sería análogo a la determinación que sigue alguien cuando por
ejemplo se convierte o asume una nueva religión.
La autodeterminación es, como ya lo anticipamos en nuestras anteriores reflexiones, posibilitada por la toma de
posición volitiva de parte del sujeto, pues ella permite la puesta en marcha de una resolución para cambiar o
mantener una actitud de vida. Con todo no es fácil decidirse por las metas y objetivos que aparecen como
valiosos para la propia vida. Para ello es necesario haber realizado una experiencia fundamental que motive el
cambio de actitud. Esto último tan sólo es posible mediante una intuición o la capacidad que tiene el sujeto de
“verse” a sí mismo y con ello descubrir su papel central en la constitución de sentido de su propia experiencia.
Lo que nosotros denominamos “ver”, y que es un modo de la intuición, es resultado de un proceso cuyo
resultado final es una resignificación de la vida subjetiva en términos de la clarificación de los objetivos que ella
quiere seguir. La resolución dirigida a cambiar una actitud no es producto del azar, ni es resultado de un
voluntarismo sino que generalmente es producto de una experiencia decisiva como es el caso de la relación con
un maestro, un amigo, el conocimiento y el trato de otra cultura o vivir – dicho en términos de Jaspers – una
experiencia límite, por ejemplo la cercanía de la muerte. A nuestro juicio este “ver” sirve como base a las
decisiones radicales que orientan y transforman la vida. 23 Nos “vemos” a nosotros mismos con los ojos del
espíritu y comprendemos en primer lugar aquello que queremos, de tal manera que espontáneamente se
manifiestan el deseo y la voluntad de alcanzarlo, de ponernos en pos de ello. La claridad de la aprehensión del
valor, de lo visto, resulta tan decisiva que no necesitamos hacer uso de técnicas o de estrategias, por ejemplo una
disciplina de trabajo en la que se cuantifique el tiempo, pues cuando el individuo sabe lo que quiere, lo hace sin
mediación alguna y desborda las exigencias de la norma externa.
En nuestras reflexiones previas afirmábamos que la toma de decisión voluntaria está animada por nuestras
pulsiones y tendencias. La decisión voluntaria se transforma en una resolución que debe mantener la voluntad en
el transcurso de la acción. La resolución24 conlleva necesariamente un sentimiento, de alegría o de sufrimiento,
pues con cada acto voluntario se abren horizontes y se renuncia a otras posibilidades. En este sentido una
decisión puede causarnos por ejemplo dolor y puede llevar consigo una especie de sacrificio, pues ya que
estamos tras un valor que nosotros consideramos más alto, somos capaces de renunciar a otro. En lo que respecta
a la resolución podemos afirmar que los primeros pasos en la misma, en el proceso de liberación o búsqueda de
la propia identidad, pueden poner en evidencia la debilidad del sujeto. A este propósito puede ser ilustrativo el
dolor que sufren los prisioneros en el mito platónico de la caverna cuando dan sus primeros pasos. Podríamos
proponer a propósito de los sentimientos la siguiente analogía: así como la fuerza del amor se muestra en el
dolor o desgarramiento cuando hay una separación, del mismo modo la voluntad se muestra en el empeño que
tenemos para hacer lo que deseamos y alcanzar lo que nos proponemos. Por ello querer exige la fuerza y el vigor
propios de una voluntad corajuda capaz de ser fiel a su propósito, de no desistir ante los sucesivos obstáculos
que surgen en el camino, hasta que como dice Salinas: “el querer siente, asombrado, que ganó lo que quería (...)
a fuerza de estar queriendo.”25

4.2. Decisiones voluntarias de carácter pre-ético y ético


4.2.1 El seguimiento de la vocación como resultado de una resolución volitiva
De acuerdo con las consideraciones de Husserl resulta posible diferenciar dos tipos de decisión radical respecto
de la vida personal, el primero de carácter pre-ético y el segundo ético. En el primer caso, la persona resuelve
consagrar su vida a valores determinados, lo cual le exige orientar su acciones hacia dichos fines. Así, por
ejemplo cuando alguien dedica sus esfuerzos al logro de la fama, al poder económico y político o al servicio
social etc. (cfr. ob. cit. p. 28 ss.) Esta búsqueda coincide con lo que se ha denominado vocación (vocare;
Berufung) personal, en ella el sujeto se siente a gusto tan sólo en la realización de determinadas actividades, pero
si fuera el caso podría sacrificar un tiempo de su trabajo para dedicarse a otros asuntos que para él pueden
2 3
El “ver”, que está asociado a la intuición, podríamos ilustrarlo con la metáfora del “despertar”, lo cual puede ser tema de
otra investigación. Aquí surgen las siguientes preguntas: ¿En qué medida el “ver” permite ganar un mayor principio de
realidad? ¿Qué relación existe entre este “acto” y la reflexión filosófica, mejor dicho, con la epoché?
2 4
La resolución de los actos voluntarios, el fiat, no es sino el primer paso de un proceso que debe mantener la voluntad,
esto es, nuestro empeño y tendencia hacia aquello que queremos.
2 5
Cfr. Salinas, Pedro: Razón de amor (12), editorial Cátedra, edición de Monserrat Escartín, Madrid, 1996, p. 276.
12
revestir mayor importancia. La vocación personal se puede combinar por ejemplo con la realización de otro
trabajo que si bien proporciona menor interés y satisfacción que la actividad a la que el sujeto quiere consagrar
su vida profesional, sin embargo puede brindarle otras ventajas, tal es el caso de una remuneración económica
adicional. En lo referente a la ‘vocación’ podemos tener presente que el sujeto percibe unos valores como
propios y tiene la confianza de que si opta por ellos libremente puede ganar en crecimiento personal, esto es,
siente gozo y satisfacción en su realización. Cuando el sujeto ejerce su trabajo como una ‘vocación’ no se siente
dividido, pues sus anhelos o su “voluntad” no están puestos en otra parte, de tal manera que no busca por
ejemplo “desocuparse” de sus labores, para dirigirse luego a aquello que le parece más divertido y que distrae su
atención. Cuando esto sucede, el individuo siente que sus rendimientos no sólo constituyen una obra externa,
sino que él también crece y a la vez se fortalece su espíritu.
Así mismo, cabe añadir que la toma de posición valorativa sobre la acción personal debe tener presente al campo
de acción subjetivo, al “yo puedo”26. Este último está determinado por las quinestecias o conciencia de los
movimientos corporales, las convicciones, los hábitos personales entre otros, los cuales determinan las tomas de
decisión voluntaria o resoluciones. Cuando una persona ha estado en pos de un ideal logra en el transcurso de
este proceso conquistas personales, las cuales se constituyen en su haber cultural, en la riqueza de su
personalidad. En este sentido Husserl habla del “reino de la (auténtica) cultura del individuo” (ob. cit. pág. 44).
Ésta tan sólo es posible mediante un esfuerzo personal, es decir, cada sujeto debe por sí mismo centrarse y
afianzarse, pues si bien se puede nutrir de la tradición o del legado de los demás y de sus ideales, aquello que se
propone no lo puede hacer sino él mismo. En este sentido, afirmamos que uno de los signos de la mayoría de
edad consiste en que la persona gana la convicción de que nadie puede hacer lo que él está llamado a hacer. En
este sentido leemos en uno de los artículos aquí analizados: “una cultura auténtica sólo es posible por medio del
cultivo autentico de uno mismo (...)” (cfr. ob. cit., p. 44). La cultura individual designa entonces la formación
personal mediante la cual los sujetos conquistan un modo determinado de posicionarse ante su vida y su
correspondiente mundo de la experiencia.

4.2.2. El carácter absoluto de la resolución ética


Husserl plantea que existe un nivel aún más radical: la decisión ética. La primera diferencia de ésta con respecto
a la anterior es que la decisión por los valores o metas libremente elegidos no son relativos. El sujeto ético no
está dispuesto a sacrificarlos por otros menos válidos, sino que quiere ofrendar absolutamente su vida a aquello
que busca, a los valores que ha visto para sí como incondicionales. En este sentido Husserl anuncia en el título
del literal A de la segunda parte que a la Renovación tan sólo llegamos mediante esta absoluta entrega al ideal de
vida. La Renovación consiste en una determinación voluntaria para regir la vida de un modo absoluto según el
ideal que el sujeto se ha trazado. Como hemos visto, este ideal de vida no consiste en meras abstracciones o
propósitos vacíos, sino que ellos se manifiestan con base en las tendencias o impulsos que mueven la existencia.
La “renovación” surge – tal y como nos lo presentaron nuestras anteriores reflexiones - en el contexto de una
crisis, ello supone además su manifestación en la evidencia y en los sentimientos correlativos a los valores o
metas a las que el individuo quiere apostar la totalidad de su existencia.
La diferencia fundamental entre la actitud del hombre consagrado a su vocación y este nivel de conciencia ético
reside en el carácter absoluto de la entrega al ideal. Husserl plantea que tan sólo por esta vía el individuo puede
llegar a desarrollar lo más auténtico de su ser humano, esto es, desplegar todo su potencial disponible e
insospechado. En este sentido sostiene que por ejemplo un artista o científico auténtico pueden no haber
alcanzado este nivel de humanidad. La entrega absoluta supone una vigilancia crítica respecto de la meta, pues
puede suceder que el sujeto esté ilusionado (cfr. ibidem, p. 30). Esto puede significar que el o los sujetos siguen
ciega e ingenuamente ideales programados por otros y diseñados para que los miembros de una colectividad los
sigan sin estar suficientemente enterados de los dividendos que le dan a sus dirigentes. En este sentido son
decisivos los análisis de la Escuela de Frankfurt y del psicoanálisis freudiano.

2 6
Cabe recordar que Husserl definió a la voluntad como el “yo puedo“ (Ich kann), el cual está referido a las posibilidades
prácticas del sujeto que determinan sus deseos y por ende sus tomas de posición volitivas (Cfr. Hua IV 258 ss, 261 ss.).
Respecto a las relaciones entre la voluntad como posibilidad práctica y una fenomenología del “yo puedo” no podemos
extendernos en este trabajo. Para ello véase Aguirre, Antonio “Zum Verhältnis von modaler und praktischer Möglichkeit“.
En: Phänomenologische Forschungen 24-25, 1991, 150-182. Cfr. Husserl, E. Ideas II, traducción de A. Zirión, UNAM,
México, 1997, 305 ss.
13
Para dar cuenta del sentido general de una decisión ética, analicemos en primer término aún más de cerca el
significado de esta dimensión de lo “absoluto”, para ello nos ocupamos de las siguientes preguntas: a) ¿cómo
llega el individuo a tomar una decisión radical? b) ¿qué significa el carácter absoluto de esta decisión y qué valor
adquieren otros intereses vitales en relación a ella? y c) ¿por qué se trata de una decisión ética?
Respecto de la primera pregunta, resulta claro que este tipo de decisión, de “renovación” no se puede realizar
cotidianamente, si no muy pocas veces en la vida, esto es, en situaciones deter- minadas como por ejemplo en el
contexto de una situación de crisis en la que las antiguas convicciones y valores están puestos en entredicho. La
resolución puede exigir una toma de posición crítica frente a las convicciones previas, cuyo resultado sea su
confirmación o por el contrario su derogación. En cualquier caso, sea en la “renovación” o en la “conversión” la
resolución exige una entrega radical al proyecto, una especie de lanzarse para intentar alcanzar la otra orilla del
abismo. Y para seguir con la metáfora si el individuo elige absolutamente, debe intentar “saltar”, esto es,
lanzarse a una entrega absoluta al proyecto. Buena parte del problema reside en que el sujeto puede descubrir
que estaba ilusionado, es decir, sentirse desengañado pues los ideales que entrevió se tornaron falsos. Ante ello,
cabría responder que tan sólo mediante esta apuesta resulta posible llegar a saber si el proyecto de vida valía la
pena o no. Y en cualquier caso el desengaño conlleva siempre una ganancia en términos de principio de realidad.
Respecto de la pregunta por el carácter absoluto de la decisión podemos añadir lo siguiente: La consagración
absoluta a la meta supone tener claro los intereses personales, y cómo entorno a éstos se unifican otros intereses
vitales. En todo caso, de acuerdo con la exigencia que hace Husserl respecto de la absolutez de la entrega a la
decisión ética, no queda claro en qué medida el individuo debería renunciar a otros aspectos que forman parte de
la vida y que sin embargo no constituyen el tema de la “vocación” o de la elección, como por ejemplo las labores
necesarias para la reproducción de la vida, tales como el cocinar y los deberes familiares (la labor, en términos
de Arendt). Si bien es cierto que todos estos aspectos pueden alimentar la reflexión filosófica o de la elección, no
resulta posible en todo momento estar en una actitud por ejemplo científica o artística. Esta consideración nos
hace pensar que en último término la elección ética no se restringe a la vocación personal, al ejercicio de cierta
profesión – así sea filosófica – si no que se trata más bien de una opción por el cuidado de la vida (de la propia
persona y de la comunidad a la que pertenece el individuo, y por extensión – como dice Husserl – de la
humanidad). De todos modos, la totalidad de la vida objeto de la elección ética está integrada en la entrega a los
valores supremos como son la verdad, el bien, la responsabilidad, la belleza entre otros, los cuales fungirían
como principios orientadores de la vida.
Una interpretación posible respecto del significado del sentido ‘absoluto’ de la decisión ética es que en ella el
individuo no sólo debe estar consagrado a la tarea elegida, sino que también debe realizar cabalmente otros
deberes que no estén en contraposición con su interés vital, sino que al contrario lo alimenten. En todo caso, el
individuo debe estar en capacidad de justificar – y ahí estaría la dimensión ética- cada acción a la luz de esa
decisión radical. Con todo, la decisión radical ética no necesariamente debe ser por un interés de tipo teórico,
sino que consiste en la posibilidad de justificar o dar razón a sí mismo de lo vivido: una vida examinada, al
mejor estilo socrático.
En el numeral B, cuyo título es “La forma de vida de (la) auténtica humanidad” (cfr. ob. cit., p. 34), Husserl
reconoce que someter toda la vida a un proyecto es un ideal y que la transformación absoluta es un telos que
funge al modo de una idea regulativa.27 Para ponerse en pos de este ideal Husserl propone una suerte de
“imperativo ético” que consiste en actuar siempre en términos de la “mejor ciencia y conciencia”, esto es, optar
siempre por lo que consideramos lo más verdadero, razonable y justo. Si bien esta tesis da luces sobre la acción,
sin embargo sigue anclada en un nivel formal, a tal punto que no permite comprender el ser esencial de estos
valores; además resulta problemático acudir a un imperativo formal pues no permite comprender por qué en
algunas ocasiones el individuo debe hacer lo que no quiere, porque aspira a realizar un valor más alto, o debe
actuar de otro modo a un sabiendo lo que quiere (al decir de Pablo de Tarso, hago el mal sabiendo que quiero el
bien). Nos encontramos aquí con el problema del mal, que Husserl no tocó a fondo, sino que lo incorporó a un
sistema de la razón, a una teleología optimista.
Husserl plantea que el actuar ético se compagina con la razón, esto es, permite el logro de una “conciencia de la
responsabilidad de la razón o conciencia moral” (cfr. ob. cit., p. 34). La dimensión ética consistiría en la
capacidad que tiene el sujeto de fundamentar cada una de sus acciones con base en su ideal absoluto; dicho ideal
2 7
Como idea reguladora de nuestras acciones tendríamos la idea de un ser totalmente perfecto que coincide en último
término con Dios, pero que en un nivel finito y asequible equivale al hombre perfecto que queremos llegar a ser, o al que
por lo menos tendemos.
14
debe estar basado en la conciencia del valor que lo sostiene, por ejemplo el bien, la verdad, la belleza entre otros.
Sin embargo, cabría formular la siguiente objeción respecto de la aprehensión del valor: ¿cómo garantizar que
perseguir un valor o meta justifica cada acción particular? ¿cómo asegurar que el bien perseguido tiene a su vez
consecuencias favorables para los otros y no está en favor de intereses particulares? Estas preguntas abren el
horizonte de un nuevo problema, a saber, el del error o el mal. La razón debe no sólo tener presente la
posibilidad de la evidencia, sino también dar cabida al error y, por tanto, a la corrección del mismo. De todos
modos, haría falta una reflexión mayor en torno al problema del mal y/o del error y cómo éste se deja o no
integrar en la perspectiva racional o teleológica, lo cual sería tema de una nueva investigación.
Por último cabe señalar que la renovación consiste en la continua exigencia y lucha contra las tendencias que
llevan al sujeto hacia la “servidumbre moral” (cfr. ob. cit., p. 45); esto es, a seguir ideales de vida que no son
fijados por él mismo. Esta “servidumbre” también se expresa en lo que Husserl llama la “caída” o “el pecado”
(cfr. ob. cit., p. 40 ss.) contra sí mismo, o contra los ideales de vida que ya habían sido vistos con toda evidencia.
La “renovación” tan solo se logra mediante la revivificación de las fuerzas menguadas y originarias que hicieron
posible la vida ética, la fundación originaria. Con base en las anteriores reflexiones quedan abierta las siguientes
preguntas: ¿es posible cambiar la totalidad de la vida mediante una resolución voluntaria? En otros términos,
¿cómo opera la voluntad débil y de qué manera el sujeto puede permanecer fiel a lo que realmente quiere? ¿qué
sucede cuando una persona ve con claridad que el camino que había seguido antes no era el suyo, si bien estaba
convencida de ello? ¿cómo explicar la decisión deliberada por el mal?¿cómo interpretar el conflicto de intereses
ante dos interpretaciones distintas respecto de lo que es lo absolutamente bueno y que sin embargo conlleva a
una lucha de intereses?

§5. Decisión volitiva y ética personalista

Husserl presentó en su fenomenología tardía los rasgos básicos de una ética personalista (influida por las tesis de
Scheler, Pfänder y Fichte) sin llegar a desarrollarla completamente. En el centro de esta ética encontramos lo que
U. Melle denomina como “ontología del sujeto ético” 28. Algunos de los rasgos fundamentales de esta concepción
de la ética ya los hemos anticipado en los parágrafos anteriores. En estas consideraciones finales esbozaremos
sus principios básicos y resaltaremos el rol general que juega la voluntad en lo referente a la decisión por una
forma de vida ética.
En los parágrafos anteriores mostramos que el sujeto toma una decisión ética cuando es capaz de determinar su
vida de acuerdo con su “deber ser absoluto” (cfr. Hua XXVII, 33). Esto significa que el individuo está dispuesto
a regir sus acciones de acuerdo con los valores más altos; allí radica el sentido de la responsabilidad. Al respecto
leemos en la obra “Crisis”:
“ La vida personal humana transcurre en niveles de autoinspección y autoresponsabilidad (...) hasta la toma de
conciencia de la idea de autonomía, la idea de una determinación de la voluntad para formar la totalidad de su
vida personal en la unidad sintética de una vida en autorresponsabilidad universal; (y) transformarse
correlativamente a sí mismo en un yo verdadero, libre y autónomo, el cual busca realizar la razón con la que ha
nacido; (el sujeto) aspira a ser fiel a sí mismo, como yo-razón (que busca) permanecer idéntico consigo mismo.
Pero esto en una correlación inseparable entre los individuos y las comunidades.” (cfr. Hua VI, 272-273).
La “transformación-de-sí” resulta tan decisiva que la vida humana se puede dividir en dos fases, antes y después
de la decisión voluntaria y ética. Mediante esta decisión ética el sujeto puede forjar su “auténtica personalidad”
como meta que rige sus acciones al modo de una idea regulativa y, además, develar la teleología oculta de su
vida. Si bien es cierto que la totalidad de la vida no está a su disposición, el sujeto ha comprendido la necesidad
de su proyecto, de manera que no puede hacer otra cosa que seguir la determinación descubierta y permanecer
firme en su resolución. Esta decisión volitiva se le convierte en “una necesidad individual” (Hua XIV, 24), que
tiene a la vez un carácter ético en la medida en que en ella está igualmente contemplado el “deber ser absoluto”.
El ideal de vida elegido sirve como criterio para la valoración de las acciones propias. En cuanto el yo se rige por
el ideal de vida que ha seleccionado logra preservar su autodeterminación. Junto con lo anterior hay que tener
presente otro aspecto de vida subjetiva: el yo se percibe a sí mismo como idéntico en el transcurso del tiempo;

2 8
Cfr. Melle, Ulrich: Husserls personalistische Ethik. Conferencia en las jornadas Husserl del Archivo Husserl de
Colonia, realizadas el 26.10.2003.
15
para el sujeto es ahora claro que tanto su yo pasado como el presente se unifican para perseguir el mismo ideal
de vida. Por esta vía forja el yo su identidad: “Así yo estoy como yo presente en comunidad volitiva con el
pasado. (...) Ahí estoy también conmigo mismo en comunidad, en comportamiento volitivo yo-yoico; estoy en
armonía conmigo mismo como yo práctico y en conflicto conmigo mismo” (cfr. Hua XV, 455). Con este acto
fundacional asume el yo responsabilidad, más aún autoresponsabilidad, en la cual los otros están incluidos. En
efecto, la identidad personal depende también de la intersubjetividad, pues el yo personal retoma sus tareas o su
profesión de la tradición, esto es, de aquellas personas que ya en el pasado han construido una comunidad de
voluntades. Asimismo, el yo personal tiene también la posibilidad de asociarse con aquellas personas que en su
entorno práctico están activas y así se constituye así una “personalidad de orden superior” (cfr. Hua XIV, 204;
Hua XXVII, 22 ss.), por ejemplo la familia, la comunidad, el estado etc. El yo se constituye por consiguiente en
el marco de una comunidad efectiva, que surge - a su vez - en el seno decisiones comunes. Esta relación volitiva
común asume la forma de una mutua “compenetración de la voluntad” (cfr. Ms A V 22, 12b) 29, según la cual
cada sujeto es influido por los otros miembros de la comunidad de un modo positivo o negativo. Aquí habría que
añadir que el influjo de los otros sobre el yo también sucede mediante relaciones de poder, de manera que él no
siempre es favorecido, pues los otros lo pueden obligar a realizar lo que realmente no quiere. Esto sucede
especialmente en la relación amo y esclavo, en la cual el último permanece en una relación de dependencia, de
manera que su voluntad es obligada o sometida. (Cfr. Hua XV, 508 ss.; Ms. A V 20, 19 b ss.)
Para tomar una decisión ética al yo le basta solamente optar radicalmente por el “deber ser absoluto” (cfr. Ms. A
V 21, 90ª). Sin embargo él no puede tomar esta decisión ni fuera de la esfera de los valores, ni fuera de la
comunidad de los sujetos, en la cual el amor es considerado como el bien mayor (summum bonum): “si vivo en
esta orientación voluntaria,” así lo expresa Husserl, “entonces vivo para mí en la voluntad de mi vida auténtica y
como miembro de la humanidad en la voluntad de una humanidad que deviene auténtica, de este modo la
voluntad está motivada absolutamente” (cfr. Ms. E III 4, 15b). La idea de una “humanidad universal que deviene
auténtica” (ibidem) encarna la meta última del amor, el cual lleva al yo personal hacia la “vida auténtica”, hacia
la autoresponsabilidad. Una descripción de Husserl del amor como tema de una vida ética resulta aquí
esclarecedora:

“La vida auténtica es por completo vida en el amor, lo cual significa plenamente lo mismo que vida en un deber
ser absoluto; lo que yo quiero, lo designo también con las palabras ‘debo hacerlo”. Sigo una exigencia. Aquí sigo
aquello que me requiere total y personalmente, y esto no es otra cosa que lo amo en el más profundo sentido, lo
que quiero en el más profundo sentido propiamente. De mi parte y tan sólo de mi parte no quiero nada mas que
lo que yo amo total y personalmente; amor es el volcarse del yo hacia aquello que atrae a este yo de un modo
totalmente individual y que cuando él lo hubiera alcanzado sería su plenitud. ¿Pero no puede ser un amor sin
actos, si lo bello es para mi aquello hacia lo cual me ofrendo gozándolo y viviendo en el gozo de lo plenificado?
¿No es esto un caso especial del gozo, en el cual este tiene un carácter del deber ser, como lo mismo
plenificado?” (cfr. Ms. A V 21, 90ª).

Este ofrendarse al amor depende de la creencia en Dios. Según Husserl Dios garantiza la felicidad de la vida
subjetiva, aun cuando ella esté atravesada por el infortunio, el dolor etc, esto es, por la irracionalidad. La
creencia en Dios tiene para la existencia y el desarrollo del sujeto un gran significado, pues el sustenta cada acto
de la vida, además en cuanto que fundamento permanente dirige la teleología que rige a la vida misma y al
mundo. Al respecto Husserl afirma en un manuscrito redactado hacia los años de 1924-1927:
“Para poder creer en mí y en mi yo verdadero y (su) desarrollo, debo creer en Dios, y en cuanto lo hago veo la
conducción divina, el consejo divino, la advertencia divina en mi vida.” (cfr. Ms. A V 21, 24b-25ª). En el mismo
manuscrito Husserl describe la acción de Dios en el impulso del aspirar y de la voluntad del siguiente modo: “El
(Dios) es idea actuante como motivo absoluto de este aspirar ético y a la vez idea actuante del desarrollo que
previamente (se realizó) ciegamente, o motivado por valores de un modo parcial. Dios no es más (un) Dios que
actúa ciegamente, y donde Dios es siempre la meta consciente, que ha devenido evidente, es también él mismo
revelación para un yo individual, la criatura de Dios es plenificada por el amor hacia lo absoluto, hacia Dios, y
Dios está con él y en él en un contacto directo Yo-tu.” (cfr. Ms. A V 21, 107b).

2 9
Los manuscritos de Husserl fueron consultados en el Archivo Husserl de Colonia y son citados bajo la autorización del
Prof. Dr. R. Bernet, director del Archivo de Lovaina, a quien agradezco su amabilidad.
16
En sus reflexiones sobre la tarea y perspectivas de la ética fenomenológica Hoyos ha indicado que ella debe
considerar especialmente los sentimientos morales; pues ellos sirven como condición previa para la formulación
de los principios éticos.30 Con todo, el gran aporte de la reflexión fenomenológica a la fundamentación ética es el
principio de autorresponsabilidad, según el cual el yo aspira a una vida en la autonomía o en la apodicticidad; el
sujeto es consciente de que debe seguir “el deber ser absoluto”, mediante lo cual realiza su propia vocación vital.
Esto exige la constante auto observación (“inspetio sui”, cfr. Hua XXVII, 23) de la propia vida, la cual puede
efectuarse como una meditación del yo sobre sus actos cognoscitivos, valorativos, volitivos, etc. El sujeto aspira
a la forma más alta de la vida personal, en cuanto se dirige no solo al “gozo”, sino también intenta alcanzar
teleológicamente el ideal de una “vida en el espíritu y en la verdad” (cfr. Ms. A V 21, 14ª). De este modo al
sujeto le es posible realizar una fundamentación racional de su vida. Se trata de un ideal, al cual sólo se aproxima
y que nunca podrá alcanzar plenamente. Esto tan solo es posible mediante una epoché psicológica, pues el sujeto
aparta su atención de las donaciones objetivas para dirigirla a su propia vida psíquica. Esta autodeterminación
del yo hacia una vida que se rige según el “deber ser absoluto” la denomina Husserl también una “epoché ética
universal” (cfr. Hua VIII, 319, 155). Lo que significa esta ‘epoché’, puede ser aclarado con la ayuda de una
expresión posterior de Husserl correspondiente año de 1931, en la cual se pronuncia respecto de la ética, en ella
habla explícitamente de una “epoché universal práctica” (cfr. Ms. E III 9, 18). Ésta última designa la actitud del
yo de atenerse al “deber ser absoluto”, de tal manera que se comporte en el futuro de este modo, y en
consecuencia no debe tener nada de que arrepentirse. La epoché – en un sentido práctico, psicológico – designa
en este sentido el abstenerse a realizar lo que esté en contradicción con el “deber ser absoluto”. Esta epoché
‘ética o práctica’ designa – a nuestro juicio – tan sólo la resolución voluntaria del sujeto para ofrendar su vida al
“deber ser absoluto”. Ello exige sin embargo una actitud peculiar mediante la cual el sujeto permanezca fiel a sus
metas, a su proyecto, en cuanto pone entre paréntesis la validez de otras metas posibles. (cfr. Hua VIII, 154-
155).
A nuestro parecer esta “epoché ética” coincide con la epoché del psicólogo, presentada en el artículo de la
“Enciclopedia Británica”. En ella el sujeto aún no ha realizado una desconexión total del ser del mundo, esto es,
tanto el sujeto psicológico como el ético parten del principio de que son seres existentes en el mundo natural, es
decir, no ha retrocedido o despertado al ser propio de la subjetividad trascendental. En otros términos, no ha
visto, ni tematizado su ser como subjetividad volitiva y a la vez racional. ¿Qué significa que la subjetividad
trascendental es también volitiva? Esta pregunta es tema de otra reflexión.

La voluntad y su papel en la constitución de la identidad personal. Un estudio a partir de la filosofía de


Edmund Husserl

Por: Julio César Vargas Bejarano31

Este trabajo se propone presentar un bosquejo de los rasgos fundamentales de la voluntad, tal y como la concibió
la fenomenología genética de E. Husserl. Esta aproximación a la voluntad nos proporciona elementos para
plantear la pregunta sobre la cual girarán nuestras reflexiones, a saber: ¿De qué manera influye la voluntad en la
constitución de la identidad personal y hasta qué punto se puede hablar de una disponibilidad de la vida frente a
una toma de decisión voluntaria que la pueda transformar radicalmente? La consideración de un cambio radical
de actitud a partir de una toma de posición volitiva lleva a plantear la pregunta por las condiciones generales que
determinan este tipo de decisiones, así como a examinar las consecuencias que ellas pueden tener en la vida
personal e intersubjetiva.
3 0
Hoyos, Guillermo: La ética fenomenológica como responsabilidad para la renovación cultural. En: E. Husserl:
“Renovación del hombre y de la cultura”. Cinco ensayos. Antropos, Madrid, 2002.
3 1
Profesor del Departamento de Filosofía Universidad del Valle. Cali-Colombia. Este documento es uno de los resultados
de mi investigación sobre el problema de la voluntad en la fenomenología de E. Husserl.
17
En la primera parte esbozamos los rasgos fundamentales de la voluntad según la fenomenología estática, de tal
manera que se introduzcan elementos que permitan visualizar el cambio de posición de Husserl a este respecto.
Posteriormente realizamos una presentación panorámica de la voluntad en el contexto de la fenomenología de E.
Husserl, en particular señalamos algunos aspectos centrales referentes a su descripción genética. En este
contexto presentamos dos niveles distintos del operar de la voluntad. En primer lugar el nivel más originario, en
el cual ella funge al modo de un aspirar o tender pulsional (Streben32). En un nivel superior, más complejo, la
voluntad consiste en la realización de actos en los que el sujeto toma una determinación deliberada y ponderada.
La voluntad entra a formar aquí parte de la acción propiamente dicha. Posteriormente nos preguntamos cómo es
posible que la voluntad efectúe una transformación de la vida subjetiva. En el desarrollo de esta cuestión
emergen dos temas fundamentales: el interés y la actitud. El examen de estos temas nos llevará a identificar el
papel central que juega la voluntad en la adopción de una nueva actitud que determine la identidad personal o si
se quiere en la ‘renovación’ de los principios y valores que motivaron el inicio de una actitud. En la última parte
de nuestras reflexiones nos ocupamos de la pregunta por la disponibilidad de la vida ante una toma de posición
voluntaria. En otros términos, ¿resulta posible una transformación radical a partir de una resolución de la
voluntad? El desarrollo de esta cuestión nos llevará a resaltar la importancia que tiene la voluntad como
tendencia pulsional y a identificar los límites de los actos volitivos.

1. Introducción a la descripción fenomenológica de la voluntad

En primer lugar conviene presentar de manera general el modo como Husserl concibió la voluntad en el contexto
de sus primeras investigaciones, esto es, en la denominada fenomenología estática. La primera aproximación de
Husserl a la filosofía práctica en general, y en particular a la voluntad tuvo el influjo del pensamiento de
Brentano. En efecto, Husserl retomó para su clasificación de los actos intencionales el esquema general de los
actos psíquicos planteado por su maestro vienés. De acuerdo con esta clasificación, cuyo origen se puede rastrear
ya en Descartes, existe en la vida de la conciencia un primado de los actos dóxicos o teóricos –es decir, aquellos
que toman posición sobre el ser de los objetos y sus respectivas modalizaciones – sobre los actos de la esfera
valorativa, volitiva y práctica en general. Los actos dóxicos ejercen una función de fundamentación respecto de
todos los otros tipos de actos, pues ellos son condición necesaria para la ejecución de los actos complejos, que
incluyen una representación sobre el ser del objeto más la cualidad de otro acto que la determina, así p. ej. querer
un auto, supone al menos otro acto básico que nos proporcione la representación del mismo. Por ello, los actos
estéticos, valorativos, volitivos y prácticos en general son fundados respecto de una clase mas originaria: los
actos dóxicos.33
Esta concepción la presenta Husserl ya desde su obra programática de las Investigaciones Lógicas34, pero
también en Ideas I y II y la mantiene hasta que sus investigaciones sobre la génesis del mundo le llevaron a
revaluar este esquema y, con ello a encontrar una perspectiva complementaria para temas centrales como es el
caso de la voluntad y de su papel en la intencionalidad. De todo modos, cabe anotar que si bien es cierto que a
principios de los años veinte esta nueva descripción de la voluntad desplaza la primera clasificación de los actos
intencionales y permite la reformulación del concepto de intencionalidad, con todo ello no quiere decir que el
método de descripción propio de la fenomenología estática quede superado y que sus logros no sean en absoluto
compatibles con los resultados logrados mediante la descripción de las investigaciones genéticas.

3 2
Traducimos la palabra Streben como „aspirar o tender pulsional“. Hemos elegido esta posibilidad respecto de otras
alternativas como por ejemplo empeño o tendencia, pues queremos acentuar el papel que juega la fuerza pulsional en el
desarrollo de las tendencias.
3 3
Una excelente exposición de la función de fundamentación que ejercen los actos dóxicos la encontramos en: Serrano de
Haro, Agustin: ”Actos básicos y Actos fundados. Exposición Crítica de los primeros análisis husserlianos”. En: Anuario
Filosófico, 28, 1995, 61-89.

3 4
En adelante citaré las obras de E. Husserl según la edición de sus obras completas (Husserliana ) con la sigla Hua
seguida del correspondiente volumen y número de página. Cuando disponga de la traducción española la citaré
explícitamente. En lo referente a las citas de los manuscritos de Husserl, he recibido la autorización para su publicación del
director del archivo de Lovaina, Prof. Dr. Bernet, a quien agradezco su amabilidad. Por último, las palabras o frases que
están en los corchetes cuadrados [ ] de las citas textuales son interpolaciones mías.
18
El esquema de clasificación de los actos intencionales tiene incidencias en la primera concepción ética de
Husserl, pues ella desborda el marco de una doctrina universal de los valores, de tal manera que estos tienen
también una génesis que se inicia en la experiencia pasiva, más aún en la sensibilidad y en la facultad anímica
(Gemüt). Esta nueva concepción de los valores como principios que motivan la acción supone una toma de
distancia con respecto a la clasificación de los actos intencionales propia de la fenomenología estática. Como lo
señala Melle, el esquema de clasificación de los actos intencionales puede ilustrarse con la ayuda de la imagen
de “capas tectónicas”35. Los actos dóxicos o básicos conformarían la base, sobre la cual se asentarían
sucesivamente los actos valorativos y posteriormente los actos volitivos y prácticos en general. Cada clase de
actos constituye una esfera óptica determianda, así por ejemplo los actos dóxicos pueden intencionar el ser de los
objetos materiales y de las representaciones en general con sus respectivas modalizaciones (ser posible,
probable, dudoso, etc.). Los actos valorativos o estimativos constituyen los valores como entidades con un
estatuto ontológico propio y por último los actos volitivos están referidos a las metas o propósitos de la voluntad.
La ética, según esta primera versión de la fenomenología tiene como condición de posibilidad una doctrina que
de cuenta de las estructuras a priori que rigen las valoraciones y las voliciones. Así, Husserl retoma de Brentano
el programa de desarrollar una doctrina formal y universal de los valores en la que se identifican las leyes a
priori que determinan la realización de los actos valorativos y volitivos. La ley central de esta doctrina que funge
al modo de un imperativo es la siguiente: teniendo presente todas las alternativas posibles, escoge siempre la
mejor (cfr. Hua XXVIII, 221 ss.).
A principios de la década de los años veinte Husserl emprende nuevas investigaciones sobre la génesis del
mundo, esto es, sobre el proceso de constitución que posibilita que podamos tener experiencia de los objetos en
general y del horizonte que los posibilita: el mundo. La fenomenología genética tiene por cometido reconstruir el
proceso que parte de la experiencia del mundo de la vida y que conduce finalmente a la formulación de juicios,
teorías y objetivaciones en generales. Uno de los ejes centrales de esta nueva aproximación al ser de la realidad
consiste en descubrir que la intencionalidad, la capacidad que tiene la conciencia para atribuir sentido de ser a
los objetos que ella constituye no se limita a sus tomas de posición dóxica, si no que ellas tiene también un doble
carácter temporal y pulsional. La indagación de la temporalidad y de las pulsiones o fuerzas que la atraviesan y
que están dirigida a un objeto determinado, serán algunos de los factores decisivos en el tránsito de Husserl hacia
una nueva concepción de la ética; en efecto, la reformulación del concepto de intencionalidad trae consigo la
superación de la clasificación brentaniana de los actos intencionales, pues en adelante no queda claro que los
actos objetivantes o teoréticos tengan un primado sobre los actos no objetivantes, esto es, las valoraciones, los
sentimientos, deseos, voliciones y acciones en general. La consideración de las pulsiones e instintos en la
estructura de la intencionalidad tendrá como consecuencia una inversión del esquema anterior, pues en adelante
son los actos teóricos los que son servidores de la voluntad. En este sentido leemos en la lecciones sobre
filosofía primera: “La razón del conocimiento es función de la razón práctica. El intelecto es servidor de la
voluntad” (Hua VIII, p. 201)36. Más adelante mostraremos algunos de los rasgos específicos de la voluntad y el
papel decisivo que juega ella en la configuración de la vida de la subjetividad, con lo cual esperamos presentar
uno de los motivos que llevaron a Husserl a formular el primado de la voluntad, esto es, de la razón práctica
sobre la teórica. Por ahora baste señalar que una de las consecuencias de la nueva concepción de la voluntad fue
la toma de distancia explícita respecto de la ética universal de los valores.37 Ya en el marco de una investigación
genética presentaremos en el siguiente numeral los dos modos como opera la voluntad en la vida de la
conciencia.

3 5
Melle, Ulrich: „Husserls Phänomenologie des Willens”, in: Tijdschrift voor Filosofie, 54, 1992, 280- 304. Hay traducción
española de Carlos E. Maldonado.

3 6
Cabe anotar que debido a la unidad de la razón, que “no admite ninguna distinción en ‘teórica’, ‘práctica’ y ‘estética’
(cfr. Husserl, E.: Crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental, Editorial Crítica, Barcelona, pág. 283),
en la fenomenología de Husserl no se puede sostener, en definitiva, ni un intelectualismo, ni un voluntarismo. Con todo, en
este estudio no nos podemos adentrar en esta polémica, que por cierto se remonta a la polémica medioeval entre
intelectualismo (Tomás de Aquino) y voluntarismo (Duns Scotus).
3 7
Como bien lo anota Melle, la filosofía de Scheler tuvo sin duda un influjo decisivo en este giro ético de la
fenomenología de Husserl. Cfr. Melle, U.: “Schellersche Motive in Husserls Freiburger Ethik“, in: Vom Umsturz der Werte
in der modernen Gesellschaft. II Kolloquium der Max Scheler – Gesellschaft, Köln 1997, 203-219.
19

2. Diferencia entre la voluntad y los actos volitivos

En un pasaje de la lección titulada Lógica trascendental realizada en el año de 1921 Husserl afirma: “Cada vez
tengo una [más firme] impresión, de que la voluntad no es un modo propio de la conciencia, si no una forma de
actividad especial y suprema, la cual bajo ciertas condiciones esenciales que residen en las objetivaciones ya
presupuestadas y en el sentir, puede aparecer por doquier.” (Hua XXXI, 10)
A partir del anterior pasaje habría que resaltar dos aspectos que posteriormente desarrollaré en este y el siguiente
numeral:
a) Husserl afirma que la voluntad no es ningún “modo propio de la conciencia”. Sin embargo,
podemos constatar que el desarrollo de sus investigaciones le llevaron a reformular esta tesis,
pues él atribuirá algunos años después a la voluntad un papel decisivo en la vida de la
conciencia; la intencionalidad se presentará en los análisis tardíos de Husserl como voluntaria,
pues ella está atravesada por un “impulso de tendencia y por un impulso voluntario” 38 (Hua VIII,
193). Esto lleva consigo, en segundo término, que el yo persona sea también denominado como
“sujeto de la voluntad” (Hua VIII, 13) o “yo-de-la-voluntad” (Hua VI, 470; Hua XXXIV, 359).
b) Este “impulso de tendencia o voluntario” permite además que se conforme la unidad de los actos
complejos, por ejemplo un juicio y una acción, de manera que el sujeto pueda perseguir y –si es
posible– alcanzar la meta que se propone. Esto resulta posible gracias a la capacidad que tiene el
yo de dirigir mediante actos “dominantes” otro tipo de actos que podemos denominar
“subordinados”.
A continuación presentaré los rasgos básicos de la voluntad de acuerdo con la fenomenología genética de
Husserl. Para ello es necesario establecer la diferencia entre los dos niveles en que puede ser analizada la
voluntad, esto es, en primer lugar como “impulso de tendencia” (Strebenszug) y en segundo lugar, presentar el
carácter específico de los actos volitivos o voluntarios. ¿Qué nos lleva a realizar esta distinción? El fenómeno de
la voluntad no se deja restringir al acto volitivo o a la decisión en la que el yo deliberadamente opta por una
alternativa, pues tan pronto como una decisión es tomada, el acto fluye, pero la voluntad permanece bajo la
forma de una resolución o de un propósito (éste se diferencia del principio que rige la acción, en cuanto se rige
principalmente por un componente subjetivo, esto es, la manera particular como el sujeto quiere efectuar la
acción y lo que busca específicamente alcanzar con ella). Tras la realización del acto voluntario la determinación
se transforma la resolución en una forma latente, que permanece activa en el trasfondo, en una especie de
inconsciente y es susceptible de actualizarse (más aún debe hacerlo, pues de lo contrario se pierde la fuerza de la
resolución). Gracias a este continuo efecto de la voluntad ella puede incidir no sólo en la realización cabal de la
acción, si no también en la adopción o en el cambio de una actitud. En otro términos, a la voluntad le
corresponde la tarea de sostener la acción o la actitud. Husserl presenta esta diferencia del siguiente modo: “Se
debe ver, que en primer lugar en el transcurso de la acción la voluntad ya ejecutada permanece aún como
voluntad, [ella sigue actuando como] el estar dirigido del yo de un modo voluntario – que permanece
habitualmente -, y [como] el estar dirigido hacia lo que yo quiero, en el querer tener a partir del querer tener. Este
qué es la voluntad en sentido óntico (...) Un querer funda a la voluntad.” (Hua XXXIV, 373, la cursiva es mía).
En este sentido podemos completar esa afirmación con un pasaje de su última obra de 1936 en la que afirma al
respecto lo siguiente: “La voluntad, el tener una voluntad, en este ser voluntad, no es el acto volitivo
momentáneo, también cada acto es en sí mismo ya una ejecución o una nueva recepción de una voluntad
constante, de un lado del yo constante.” (Hua VI, 470)
El efecto que tiene el “impulso de tendencia y el impulso voluntario” en la acción se deja apreciar especialmente
cuando el sujeto de la voluntad (Willenssubjekt) toma la decisión de alcanzar una meta que está al alcance de su
campo práctico de acción, p. ej. el artista que decide pintar una obra, pues posee el deseo, la formación y las
condiciones necesarias que le permiten realizar ese proceso creativo. La puesta en marcha de una decisión le
exige al yo ponerse en camino hacia la meta propuesta para intentar alcanzarla y para ello debe realizar actos
complejos. Estos actos se caracterizan porque en primer lugar son motivados mediante valores o principios que
se manifiestan a través de los sentimientos. En segundo lugar tales actos no poseen una estructura tal y como el
esquema de las ‘capas geológicas’ lo sugiere, si no que están conformados por un entramado de quinestecias,
valoraciones, voliciones, sentimientos y posiciones dóxica o teoréticas. Husserl proporciona como ejemplo de
3 8
He traducido de este modo la expresión acuñada por Husserl „Strebens- und Wollenszug“ (loc. cit.)
20
dichos actos el caso de la creación artística (cfr. Hua VIII, 100-101)). La creación o producción es un acto
complejo típico, pues contiene todos los momentos que conforman un acto, a saber: a) con ella el sujeto se
propone alcanzar una meta que es representada intuitivamente, b) así mismo contiene un modo voluntario de
creación que consiste en el intento de realizar o llevar a cabo lo que está siendo representado en la meta. 39 Aquí
hay que aclarar que el acto voluntario no empieza con la concepción de una meta, si no cuando el yo entra en
acción y se propone alcanzarla, con lo cual entra en juego el fiat o “llegue a ser”. La realización de la acción
exige la representación no sólo de la meta u objetivo a la que el sujeto quiere acceder o lograr en el futuro, sino
también de metas intermedias que le permitan aproximarse sucesivamente a su objetivo final.
Con todo se debe tener presente que no siempre la voluntad tiene la fortaleza para lograr lo que se propone, en
este caso se trata de una “voluntad débil”, cuyo estudio ameritaría una investigación particular. La pregunta a
desarrollar sería: ¿cuáles son los condicionamientos que impiden al sujeto lograr lo que quiere? En este contexto
aparece un problema central para el estudio de la voluntad, pues el yo que está decidido a lograr su propósito
está en capacidad de interrumpir deliberadamente el curso de la acción. Ello se debe a la espontaneidad, esto es,
a su libre disposición para regir la acción sin que ello sea atribuible a otra causa que él mismo. Al respecto
somos del parecer de que la toma de posición volitiva del sujeto no es totalmente indeterminada, si no que ella
está condicionada precisamente por la experiencia pasiva, así por ejemplo por los recuerdos o por un estímulo
sensorial que en el campo perceptivo resalta de un trasfondo y llama la atención del yo, como el caso de un
sonido abrupto que interrumpe nuestra concentración al momento del trabajo. Si bien Husserl no se ocupa a
fondo del tema de la libertad, en lo referente al libre arbitrio podemos identificar el siguiente problema: de una
parte la toma de decisión volitiva está condicionada por la historia previa del sujeto, por los intereses, las
habitualidades, la necesidades prácticas que tiene el sujeto para vivir en su mundo entorno, entre otros. Así, la
voluntad libre no se presenta como perteneciente a una instancia incondicionada, en-sí (noumenica) ajena a
cualquier determinación “externa”. Siguiendo la perspectiva de Husserl podemos afirmar que la acción volitiva
si está condicionada, pero por ‘estímulos’ o motivaciones que provienen de la vida “interna” de la conciencia,
pues ya el simple hecho de preferir un objeto respecto de otro, está determinado por ejemplo por las necesidades
y las leyes de asociación como la del contraste entre figura y fondo, etc. En un nivel más complejo las
habitualidades e intereses son determinantes en la toma de posición volitiva. Sin embargo, de otra parte la
voluntad debe ser libre e incondicionada, esto es, debe tener la posibilidad de controlar las pulsiones, de tal
manera que ella constituye en un nivel superior un atributo del yo personal para elegir entre alternativas y
determinar seguir un modo de vivir su existencia. Este es un presupuesto básico de las reflexiones de Husserl,
pues sin la libertad no sería posible la atribución de la acción al sujeto y por ende desaparecería la
responsabilidad. Husserl sigue al respecto la tradición moderna, según la cual una característica básica de la
libertad es la capacidad que tiene el yo de no dejarse someter por las pulsiones, esto es, dejarse motivar tan sólo
por aquellos sentimientos y pulsiones acordes a los valores que ha visto para su vida personal. La libertad le
permite al sujeto, además, afirmarse mediante la formulación de su proyecto y norma de vida.
Volvamos a la caracterización de la voluntad y su función en los actos complejos para señalar dos aspectos
relevantes referentes a su estructura:
En primer lugar, en lo referente a la estructura de dichos actos surge la pregunta ¿cómo resulta posible que los
diversos momentos de los actos complejos (como son por ejemplo las quinestecias, los sentimientos, los deseos,
voliciones, etc.) se entretejan y funcionen como una totalidad? De antemano cabe recordar que las reflexiones
genéticas realizadas por Husserl le llevaron a reformular la clasificación y el esquema de los actos intencionales
planteado en la fenomenología estática. De acuerdo con la nueva estructura los actos complejos se realizan
gracias a que cada una de las esferas puede llegar a asumir, según la actitud que adopte el yo, un rol dominante o
directriz, mientras las otras siguen fungiendo en la acción a modo de colaboradoras o “servidoras”. Así p. ej.
cuando alguien está observando una planta en un contexto de investigación, si él se encuentra en un actitud
cognoscitiva, la esfera teórica tendrá desde luego un primado sobre el goce estético (que también entra allí en
juego). Pero si a la inversa el sujeto se sumerge en una actitud de contemplación meramente estética, la función
cognoscitiva no queda anulada, si no que está al servicio de éste (cfr. Hua VIII, p. 100 y ss.); las otras esferas
sirven como mero “medio” (Hua XIV, 45) al sujeto volitivo que se despliega hacia su meta y el tránsito de una
actitud a otra depende de la libre elección del sujeto, así unas veces puede primar el interés teórico, otras el
estético o el práctico e inclusive se puede dar el caso de que todos ellos tengan igual importancia. La voluntad se
3 9
Cabe recordar que la voluntad también está presente en otros modos de creación tal y como sucede en la fantasía o en el
recuerdo.
21
manifiesta aquí como una ‘fuerza’ que atraviesa todas las esferas de la conciencia y que en interacción con la
atención del yo permite sostener la acción hasta alcanzar la meta propuesta. Husserl denomina a este impulso
como el “querer” (Hua XXXIV, 373), el “impulso de la voluntad” (EU, 232) y también como “voluntad
transeúnte” (Durchgangswille, cfr. Hua IX, 429) que orienta a la acción hacia el fin que ella se propone. En este
sentido leemos en sus lecciones Filosofía Primera II: “Pero a través de la intención servidora va la intención
dominante que rige el proceso, ella es la voluntad actuante, [que se despliega] como el hacer [que está]
realizándose y también como el querer dirigido por ese medio hacia una forma final.” (Hua VIII, 101). Con todo,
el que la acción sea realizada cabalmente está en función de los intereses y de la actitud que adopte el sujeto,
sobre este volveremos en el próximo numeral.
En segundo lugar, la acción creadora había sido presentada arriba como un ejemplo de los actos complejos. En
ellos la obra a ser ejecutada hace las veces de polo objetivo o noemático, cuyo correlato son los actos de decisión
para llevar a cabo el proyecto de la obra y las acciones que se siguen desarrollarlo hasta culminarlo. A cada
decisión volitiva corresponde un “horizonte de la voluntad” (Hua VIII, 295) que en último término está referido
a la estructura temporal de la conciencia, según la cual las acciones están rodeadas por un “copresente
aperceptivo”, es decir, al igual que los actos cada acción tiene un horizonte temporal de pasado y de futuro cuyo
rasgo más general podemos describir así: por una parte, las acciones no desaparecen sin dejar huella alguna, si
no que marcan un estilo de comportamiento que llega a formar parte de las habitualidades. De otra parte, a las
acciones les corresponde un horizonte de futuro, por medio del cual surge una expectativa de los actos y
acciones que el sujeto realizará. Este horizonte de voluntad resulta decisivo para la acción, pues su función no se
delimita a la determinación que ejercen las costumbres y las habitualidades, y tampoco a la previsión o espera de
lo que posiblemente realizará el sujeto, si no que también puede ser caracterizado como un “horizonte oscuro”.
Esta caracterización del horizonte de la voluntad se extiende hasta la experiencia pasiva, en la que están
comprendidos no sólo los instintos, pulsiones, tendencias e intereses, si no también todo el horizonte de pasado y
en él la historia subjetiva que determina decisivamente a la acción.

3. Interés, Actitud y constitución del yo


El desarrollo de la pregunta por el ser de la voluntad nos ha permitido identificar su primera manifestación
mediante el “impulso de tendencia” (Strebenszug), el cual debe ser distinguido de los actos voluntarios que
pertenecen a un nivel superior de la actividad de la conciencia; de hecho, estos últimos forman tan solo “una
especie particular o grupo de actos intencionales (Hua XXIX, 368). Como bien lo presenta Bernet 40, este
“impulso de tendencia” es una parte esencial de la intencionalidad, pues mediante el interjuego entre tensión y
distensión resulta posible la constitución de la unidad del objeto. 41 La siguiente afirmación de Husserl constata el
papel central que juega el tender o el aspirar en la conciencia: “Toda vida se realiza”, afirma Husserl en las
lecciones de Introducción a la ética, “en el más amplio sentido en el tender pulsional (Streben) y es práctica, en
cuanto se realiza pasivamente como vida pulsional o activamente como auténtica vida voluntaria mediante actos
del yo, con lo cual las intencionalidades del valorar y de la esfera del conocimiento son fundantes pero en una
doble vía y en continuas mezclas” (Hua XXXVII, 248).
En este pasaje llama la atención que Husserl describe de un modo distinto la estructura intencional de los actos
complejos en comparación con la descripción estática de los mismos, pues la fundación no se da de los actos
objetivantes a los no objetivantes, si no que se realiza en “doble via y en continuas mezclas”! Ello significa que
no se puede realizar un división radical entre los distintos momentos de la intencionalidad y por consiguiente no
se puede afirmar que hayan partes autosuficientes, como sería el caso de los actos objetivantes en el contexto del
primer esquema de capas “tectónicas”. Así mismo, cabe resaltar la caracterización que hace Husserl de la vida

4 0
Bernet, Rudolf. La vie du sujet. Recherches sur l’interpretation dans la phénoménologie. Epimethe, PUF . Paris 1994.
4 1
Este tender pulsional pertenece a la esencia de la vida intencional a tal punto que la objetivación tan sólo es posible
gracias a este momento voluntario de la conciencia que la lleva a trascender lo que está siendo efectivamente dado en la
percepción y de este modo constituir la unidad trascendente del objeto. Así, por ejemplo gracias a esta tendencia la
percepción no se restringe a una perspectiva o aspecto del objeto, si no que por ella estamos en capacidad de desbordarlo y
sobre esta base constituirlo como una unidad autónoma. Gracias a esta actividad de pro-tensión continua de la voluntad
resulta posible la determinación progresiva e inagotable del objeto. Esta tesis la desarrollamos en una reflexión previa sobre
la intencionalidad pulsional. Cfr. Vargas, J. C. 2000. “Intencionalidad pulsional y constitución del objeto perceptivo”. En:
Signo, intencionalidad, verdad. Estudios de Fenomenología. Sociedad Española de Fenomenología. Universidad de Sevilla,
2000, p. 325-330.
22
como “práctica”. Que el sujeto dispone de voluntad quiere decir también que a ella le corresponde un campo de
posibilidades prácticas. Gracias a este campo el sujeto está en capacidad, en primer lugar, de alcanzar aquello
que se propone mediante la realización de acciones apropiadas. 42 En segundo lugar, tiene la posibilidad de tomar
decisiones que involucren de tal modo su vida personal, que le lleven a asumir nuevas actitudes frente a sí
mismo y a los otros. Este campo de acción práctico resulta decisivo para entender la voluntad, pues cada toma de
decisión del sujeto tiene como base a este ‘yo puedo’ (Ich kann)43, que no debe en absoluto malinterpretarse
como un voluntarismo, si no que está sujeto a las capacidades que están a disposición del sujeto teniendo, para
decirlos en términos del psicoanálisis de Freud, ‘principio de realidad’.

3.1 El papel de la voluntad en el cambio de actitud

Para aclarar aún más el carácter práctico de la voluntad, esto es, lo que le permite acceder a una meta, optar por
alguna alternativa y dejar de lado otras, resulta necesario dirigir la atención hacia dos componentes básicos de la
acción: El interés y la actitud.
El interés es un desarrollo o prolongación de la actividad de la tendencia de pulsión que pertenece a un nivel más
alto de la actividad subjetiva, pues en ella el yo es explícitamente consciente de aquello que le llama la atención.
En este sentido afirma Husserl en sus lecciones de 1923: “Se debe denominar como acto de interés en un sentido
estricto a aquél que tiene un objeto, al cual el yo no sólo tiene ante [su] mirada consciente y que de algún modo
le es internamente marginal, si no aquél al cual el yo está dirigido en un sentido estricto, al cual ha previsto y por
hacia el cual quiere ir y desbordar.” (Hua VIII, 102)
El interés se suscita una vez que el yo ha sido afectado por un objeto que llama su atención, de forma tal que
busca aproximarse continua y sucesivamente a éste para que con ello reciba cada vez una mayor determinación.
Cabe añadir que el contacto con el objeto y su progresivo trato con el mismo le ocasiona al sujeto un sentimiento
de bienestar o placer. El interés no se restringe a los actos perceptivos, si no que también está presente de
diversos modos en todas las esferas de la conciencia; así por ejemplo en la esfera teórica es uno de los factores
que permite que el yo mantenga su atención en un “tema actual” (Hua VIII, 102), ya sea de un modo pasajero,
por ejemplo el molesto ruido del tráfico que llama la atención durante nuestra jornada de trabajo, el cual puede
ser incorporado como objeto de nuestras reflexiones, ya sea de un modo permanente. En este último caso el
interés está generalmente enmarcado en una disposición del sujeto o en una actitud. Podríamos decir que el
interés tiene también un componente ‘práctico’, en cuanto hace las veces de “posesión espiritual” (Hua VIII,
103) que determina la acción del sujeto y que está estrechamente asociada con sus convicciones y hábitos. El
interés se asocia con otros intereses previos del sujeto de manera que ellos forman un tema general o campo de
intereses. El espectro de posibles temas de interés puede llegar a ser tan amplio que el sujeto puede “moverse”
entre ellos como en una especie de campo determinado. Al respecto afirma Husserl: “Esto nos lleva igualmente a
un concepto correlativo y preciso del concepto de ‘tema’. Este no designa entonces una meta puntual de un acto
momentáneo, si no una dirección de intereses que se siente habitualmente en la personalidad, y que está
dispuesta siempre a una actividad continua [y] regular.” (Hua IX, 412)
La presentación del interés en el marco del acto intencional práctico nos conduce al concepto de “actitud”. Se
puede establecer una relación entre el interés, la actitud y la voluntad en los siguiente términos: gracias a que el
sujeto se siente a gusto con un tema definido tiene la disposición de mantener su atención puesta en él. Dado que
en la vida diaria hay una multitud de temas que pueden interesar al sujeto, él puede resolver centrarse en aquellos
con los que se siente más a gusto, le inquietan más o le producen asombro. Esto tan solo es posible, si el sujeto
realiza una decisión voluntaria que le lleva a asumir una actitud. Husserl define este concepto en los siguientes
términos: la actitud forma “un estilo habitual y fijo de vida de la voluntad (Willensleben) [que se desarrolla] en

4 2
En este caso suponemos que hay una coincidencia entre la voluntad y el propósito, pues puede suceder que la acción sea
efectuada en contra de la propia voluntad.
4 3
En este sentido cabe recordar que Husserl definió a la voluntad como el “yo puedo“ (Ich kann), el cual está referido a
las posibilidades prácticas del sujeto que determinan sus deseos y por ende sus tomas de posición volitivas (Cfr. Hua IV 258
ss, 261 ss.). Respecto a las relaciones entre la voluntad como posibilidad práctica y una fenomenología del “yo puedo” no
podemos extendernos en este trabajo. Para ello véase Aguirre, Antonio “Zum Verhältnis von modaler und praktischer
Möglichkeit“. En: Phänomenologische Fors- chungen 24-25, 1991, 150-182.
23
direcciones de la voluntad prefiguradas o intereses, en las metas finales, en los rendimientos de la cultura, cuyo
estilo general está entonces allí determinado. En este estilo que permanece como forma normal transcurre la vida
determinada respectivamente.” (Hua VI, 326)
La actitud es resultado de una decisión voluntaria del yo, quien se resuelve perseguir un tema general o un
campo de determinados intereses; así está en capacidad de fundar la actitud teórica, estética o práctica. Si bien la
actitud obedece a una resolución del sujeto, se impone la pregunta sobre la participación de la voluntad libre en
esta toma de decisión, esto es, hasta qué punto el cambio de actitud se debe a un acto voluntario o a un proceso
paulatino en el que inciden otros factores ajenos a la esfera volitiva. Frente a esta pregunta cabe recordar que
asumir una nueva actitud desborda totalmente una decisión aislada y repentina, con lo cual se caería en un
voluntarismo. En el cambio de actitud se ven afectadas las convicciones, las costumbres y creencias del sujeto,
que fungen como horizonte de la voluntad y que condicionan su participación en la constitución del mundo y del
yo personal. En lo que sigue presentaremos una visión general respecto de la manera como la voluntad participa
en el cambio de actitud y sus efectos la constitución del yo personal, sin llegar a agotar el tema, pues tan solo la
consideración del cambio de actitud para iluminar el problema del tránsito de la vida no filosófica a la filosófica
amerita una investigación particular que desborda el marco de nuestra pregunta.
Como lo indicamos anteriormente, si bien el cambio de una actitud se debe a la acción de la voluntad, esto no
significa que se trate de un acto voluntario aislado. En la adopción de una nueva actitud participan varios
factores, como son las habitualidades y convicciones, sin embargo la voluntad juega allí un papel decisivo.
Como ejemplo de un cambio de actitud se puede mencionar el de la “conversión”; en ella, el sujeto ha visto tras
un largo proceso nuevos valores a partir de los cuales quiere orientar su vida. Con todo, el cambio de actitud no
se realiza de inmediato o inesperadamente, si no que los valores que le han servido al sujeto para orientar su
existencia van perdiendo progresivamente validez para él; se trata de un proceso en el que se vive una especie de
‘crisis’. El sujeto no se siente a gusto, o los nuevos valores que ha visto para su vida entran en conflicto con los
antiguos, lo cual compromete sus habitualidades – que no se deben confundir con los hábitos, pues ellas fungen
como el horizonte de experiencia que permite la constitución de un objeto–. En este contexto se dan las
condiciones para que el yo tome una resolución volitiva y decida asumir una actitud distinta, en la que las
antiguas convicciones, costumbres y habitualidades son o bien deroga- das, o bien renovadas.
A la voluntad le corresponde la tarea de mantener la actitud, lo cual le exige al sujeto persistir en su propósito o
no alejarse de su tema general. En cuanto el “sujeto de la voluntad”44 conserva su actitud original, le resulta
posible acceder a los fines que se ha propuesto, y en consecuencia puede acercarse a éstos mediante sucesivas
aproximaciones o metas intermedias. Para ello es también conveniente no dejarse llevar por intereses
momentáneos, puesto que ellos distraen la atención o impiden alcanzar el objetivo final.
En cuanto que la adopción de una actitud se debe a un proceso en el que interviene la voluntad no sólo como un
acto volitivo que determina su inicio, si no también como aquella tendencia pulsional que lo vivifica y mantiene,
ella se manifiesta también como la “capacidad primordial del futuro”. El horizonte de futuro funge como “esfera
de efectuación presente y actual” (Hua XIV, 215) que es una propiedad de los actos prácticos. La voluntad se
despliega a la manera de una resolución que bajo la forma del “impulso de tendencia” se orienta hacia la meta
que se ha representado; en otros términos el impulso voluntario se dirige de un modo “completamente consciente
a la meta” (Hua XXV, 60). El influjo continuo de la voluntad, que no necesariamente debe mantenerse explícito
en el actuar, pero que de todos modos atraviesa la vida de la conciencia permite a Husserl acuñar la expresión de
una “actitud voluntaria habitual” (Hua IX, 413). Esto es, la voluntad actúa en el trasfondo de todos los demás
actos, rigiéndolos y orientándolos hacia una meta específica.
La voluntad se realiza, finalmente, como una dimensión creativa, mediante la cual el “sujeto de la voluntad” 45
(Hua VIII, 13) puede determinar su mundo entorno y a sí mismo, esto es, su historia de vida personal. Esta
función resulta también decisiva para la configuración de la unidad del yo persona y por esta vía para la unidad
del mundo.46 El efecto de la voluntad como “tendencia pulsional” (Strebenszug) no se limita a la determinación

4 4
Cfr. nota a pie de página Nr. 15
4 5
Llama la atención que el concepto de “Willenssubjekt” que traduzco como “sujeto de la voluntad” puede conservar la
doble interpretación del genitivo subjetivo y el objetivo. En el primer caso se trata del sujeto que es capaz de asumir su
voluntad, en el segundo de aquél que está poseído por su voluntad.
4 6
Cfr. Hua VI, 470 ss., Hoyos, G.: Intentionalität als Verantwortung. Geschichtsteleologie und Teleologie der
Intentionalität bei Husserl. Den Haag 1976.
24
progresiva (Näherbestimmung) de un objeto o a alcanzar una meta, si no que incide igualmente en la
constitución del yo personal, pues está a la base de las costumbres y también de sus convicciones. En este
sentido leemos en un pasaje de la lección Psicología fenomenológica: “Por último un tender pulsional (Streben)
atraviesa la vida del yo, para alcanzar unidad y unanimidad de sus convicciones, de tal manera que el yo quiere
llegar a un (estado) tal que permanece fiel a sí mismo o, mejor dicho puede ser fiel (a sí mismo)” (Hua IX, 214,
411; EU, 238).
En este trabajo nos limitamos a la caracterización del componente voluntario de la vida de la subjetividad y a su
efecto en la unidad del yo personal. Respecto de lo último es de tener en cuenta que los distintos intereses se
unifican en torno a una meta común, a la cual aspira el yo. Con la continuidad y concordancia
(Übereinstimmung) del aspirar (Streben) se constituye un estilo, el cual puede ser confirmado o derogado por el
yo personal. Esto tan solo es posible cuando el yo descubre su voluntad, esto es, cuando sabe lo que quiere!

3.2 La voluntad como “capacidad para la concordancia”

Hasta el momento hemos planteado que cuando el sujeto toma una decisión importante está en capacidad de
cambiar su actitud, lo cual en algunas ocasiones le exige transformar las costumbres de un modo tan radical que
tiene lugar una transformación de la personalidad. A este cambio de actitud Husserl lo ha denominado como una
“renovación”47, la cual también se puede interpretar como un renacimiento. Después de que el yo se ha decidido
está en capacidad gracias a la voluntad de mantener su resolución, aunque esta última no siempre permanezca de
un modo explícito; La resolución puede permanecer “inconsciente” (Hua XXXIV, 357) en el transcurso de la
acción o en el desarrollo de la nueva actitud, esto se puede apreciar por ejemplo cuando el yo una vez tomada su
determinación tiene su atención puesta en otro asunto que no riñe con los intereses o el tema propio de su nueva
posición. La resolución permite la unidad que mantiene y le da coherencia a la actitud; gracias a la resolución se
constituye “(lo) idéntico de la posesión que tampoco se multiplica en la repetición” (Hua XIII, 403). Con todo
esta unidad no es definitiva, pues queda abierta la posibilidad de que una nueva decisión volitiva sea tomada, de
tal manera que ella o bien reemplace a la antigua, la confirme o la transforme de algún modo.
Sin embargo, surge la pregunta: ¿en qué consiste la unidad efectuada por la resolución? Cuando el yo vuelve la
mirada hacia su vida pasada, le resulta posible identificar la unidad de su vida, con base en el recuerdo, en las
convicciones previas y en las costumbres, que ve como propias. Entonces, el ‘recuerdo’ (Wiedererinnerung)
juega un papel decisivo en la constitución de la identidad personal, pues gracia a él resulta posible que la
reconstrucción de la vida personal a través de una síntesis o unidad que reconoce como propia. Con todo, hay
que tener en cuenta que no se trata de una simple re-presentificación de los eventos pasados, si no del
reconocimiento de sí mismo en las convicciones pretéritas y en la reconstrucción del proceso que lo han llevado
a sus convicciones actuales, y que él quiere proyectar al futuro. El yo intenta así ser consecuente y permanecer
fiel al “impulso del aspirar y de la voluntad” (Hua VIII, 193).
La unidad de la vida de la conciencia está constituida entonces por los distintos impulsos de tendencia e
intereses, que permiten que el sujeto se oriente hacia determinadas metas personales en el marco de una actitud
de vida. Tan solo cuando estos impulsos de tendencia e intereses están en concordancia se forma la unidad de la
vida personal, de tal manera que el sujeto reconoce en sus acciones un estilo general de comportamiento o un
carácter personal. En este sentido afirma Husserl: “Todas mis intenciones, entendidas ellas en este primer
sentido, forman una unidad en su movimiento, [pero] no [en el sentido] de una sucesión discontinua, sino que
ellas son irradiaciones de mi ‘voluntad’ unificada, de mi ser unitario.” (cfr. Hua VI, 470)
Sin embargo, cuando los intereses del sujeto caen en contradicción se rompe a tal punto la unidad de su vida que
empieza a dudar; se trata de un estado, en el que la “voluntad está contra (la) voluntad” (Ms. B I 21, IV, 96; cfr.
Hua XXXI, 374). Ya que el yo siente una división interna, se siente motivado a una reinstauración de su unidad
propia, lo cual sólo es posible cuando toma una nueva decisión respecto del asunto en cuestión u objeto de duda.
Cuando las tendencias pulsionales y los intereses están en armonía el sujeto logra construir un interés general
que unifica su vida. La concordancia entre los distintos intereses resulta decisiva para la constitución de la
identidad personal, es decir, para la aclaración de quién es el sujeto, de lo que él quiere ser y el modo como desea
ser reconocido frente a los otros. La identidad personal es, entonces, una tarea, un ideal al cual el sujeto se
146 ss.).
4 7
Para ello véase especialmente los artículos titulados “Renovación”. Cfr. Hua XXVII y la traducción española de Agustín
Serrano de Haro.
25
aproxima sucesivamente; en otros términos, ella se constituye teleológicamente mediante la concordancia
(Einstimmigkeit) de sus impulsos de tendencia, de los intereses, de las convicciones y de las metas voluntarias.
De este modo cuando el yo tiene claro su ser personal es porque ha descubierto los valores hacia los cuales están
orientadas sus tendencias pulsionales (el impulso de la voluntad). En consecuencia mediante una resolución de la
voluntad se pone en pos de las metas o fines que él estima como válidos y valiosos para sí. Con ello, el sujeto
logra configurar un estilo general de vida y una metas o proyecto de vida elegido por él mismo, las cuales
determinan una “personalidad de la voluntad” (Willenspersönlichkeit)48. En palabras de Husserl: “Yo puedo ser
solo si todo mi querer es unidad del querer, que está ciertamente en ‘concordancia’. Querer varias cosas
actualmente es querer a la vez un (solo) querer. En el suceder lo nuevo debe ajustarse, de lo contrario tiene lugar
la modalización.” (Hua XXXIV, 360 nota).
La voluntad se muestra entonces, en palabras de Hoyos, como “capacidad para la concordancia”
(Einstimmgkeit)” (cfr. Hoyos, G.: 1974, p. 204, la cursiva es mía; cfr. Hua XXXIV, 364, 366) y su presupuesto
fundamental es la libertad del yo, su espontaneidad, la cual el sujeto puede ejercer mediante sus tomas de
posición. Sin embargo, debemos recordar que la espontaneidad (la capacidad de realizar acciones desde sí
mismo) se funda en la pasividad y en las quinestecias. En consecuencia la concepción fenomenológica de la
voluntad como el “yo puedo” no cae en el voluntarismo, puesto que la pasividad condiciona la tomas de posición
volitivas de tal manera que una actitud no se deja cambiar mediante un acto voluntario aislado y arbitrario. Para
ello el yo debe apropiarse nuevas costumbres y convicciones así como intentar mantener conscientemente la
resolución de la voluntad que se basa especialmente en los valores que se anuncian ya desde los sentimientos, las
tendencias pulsionales y los deseos. La decisión volitiva del yo está condicionada, además, por su campo
práctico de acción, gracias al cual le es posible al sujeto formular su proyecto de vida y realizarlo, así como
identificar qué está dispuesto a hacer y qué no. Por ello, el sujeto puede por ejemplo valorar una posibilidad
práctica de un modo positivo o negativo y así realizar un fiat creador o un non fiat, para lo cual necesita de una
fuerza de voluntad suficiente. A continuación consideraremos, cómo la voluntas como “capacidad primordial de
concordia” incide en la identidad del yo personal, en su historia. 49

4. La voluntad como disponibilidad y la historia de vida

En este numeral nos ocuparemos de las siguientes preguntas: ¿en qué medida puede el sujeto volitivo cambiar su
vida en general, o de una manera total? En otras palabras ¿está su vida en general a disposición del sujeto de tal
manera que ella se pueda cambiar mediante un acto voluntario que refleje su autodominio? ¿Qué motiva tal
transformación?
En nuestras consideraciones previas hemos sostenido que la identidad subjetiva se constituye gracias al influjo
que ejerce al voluntad en la constitución de la historia personal, esto es, a sus ‘recuerdos’ (Wiederinnerungen),
costumbres, convicciones, expectativas y proyectos. En contraposición a la vida animal la vida humana está en
capacidad de autodeterminarse, esto es, de formular sus propias metas volitivas, su proyecto de vida y de actuar
en consecuencia. Así mismo, hemos planteado que la constitución del yo personal resulta posible gracias a la
interacción entre su capacidad de representificar el pasado bajo la forma de una unidad y la voluntad como
capacidad de proyectarse en el futuro hacia las metas que él se ha propuesto alcanzar. En la decisión consciente
de construir una identidad personal, de seguir un estilo de vida libremente elegido, juegan un papel fundamental
no sólo las tendencias pulsionales, si no que en ellas participan momentos propios de la representación y del
afecto. Gracias a ellos el sujeto puede no sólo representarse aquello que se propone, si no que también en sus
sentimientos se anuncian los valores o principios que guían u orientan su acción o su actitud. En síntesis, en la
construcción del carácter personal participa la esfera de la pasividad, esto es, las pulsiones, instintos,
quinestecias y sentimientos. Al respecto afirma Husserl que “no todas estas capas han emergido de un
voluntarismo propio universal, también en la pasividad o en la conexión entre pasividad y actividad se generan
lados habituales de la personalidad.” (Hua IX, 414).
4 8
Cfr. Husserl, E.: Wert des Lebens. Wert der Welt. Sittlichkeit (Tugend) und Glückseligkeit <Februar 1923>. Hrsg. Ulrich
Melle, in: Husserl Studies, 13, 1997, p. 211.
4 9
Para una consideración complementaria de las relaciones entre intencionalidad voluntaria e identidad personal véase
también los estudios de Hart, James: 1992, 71-115 y de Noor, A.: 1991, 137-165.
26
Si bien la experiencia pasiva juega un papel decisivo en la toma de las decisiones, sin embargo la personalidad se
manifiesta especialmente a través de las acciones del sujeto, de su estilo habitual y de sus preferencias prácticas.
Así, leemos en un manuscrito de Husserl: “La individualidad se anuncia no en la doxa pasiva (...), sino en la
expectativa dóxica [de carácter] activo y en la decisión, en el pensamiento activo y en toda toma de posición
activa del yo, que se decide según ‘fundamentos’. (Hua XIV, 20, 297; Hua XV, 348). El carácter de la persona y
su identidad se manifiestan especialmente cuando debe tomar decisiones que le afecten su existencia, que le
exijan tomar posición ante un aspecto importante. En este sentido, un buen ejemplo es la elección de una
profesión o del estado de civil de vida. Este tipo de decisiones afectan la vida en su totalidad y le exigen al yo
asumir actitudes que correspondan a lo que él quiere realizar en su vida.
Ese tipo de decisiones radicales conllevan un “cambio del yo” (Hua IX, 214) personal, lo cual no quiere decir
que el sujeto se transforma en una persona totalmente distinta (Hua XIV, 211). Sin embargo, surgen varias
preguntas referidas a la magnitud y a la consistencia del cambio: ¿está la vida subjetiva disponible de tal manera
que tras una toma de decisión voluntaria se pueda cambiar de un vez por todas? ¿Cómo es posible que el yo
pueda determinar su vida total a partir de una toma de decisión voluntaria de carácter absoluto?
Que el yo personal esté en capacidad de transformar su vida, es sin lugar a dudas una tesis asombrosa que
supone la libertad del yo para orientar de un modo radicalmente distinto su vida, tal y como es el caso de una
conversión religiosa. Husserl ha caracterizado esta tesis como el “maravilloso fenómeno de la autodeterminación
y de la autotransformación” (Hua XXXVII, 166; XIV, 19, 203 ss, 210 ss.). Lo asombroso de esta tesis concierne
a la disponi- bilidad de la vida de la conciencia para ser transformada mediante la resolución de la voluntad. En
todo caso, esta determinación del sujeto volitivo, no puede ser plena, pues la vida no se deja transformar en su
totalidad.
Al respecto cabe afirmar que después de que el yo se ha decidido a asumir una nueva actitud radical y con ello a
cambiar su vida personal no puede sin embargo modificar su pasado, aunque si le es posible revaluar sus
antiguas convicciones y fundar nuevas costumbres. Además, el pasado puede ser reinterpretado a partir de las
nuevas convicciones y del actual proyecto de vida. Esto sucede cuando el yo no está satisfecho con el modo
como hasta ahora ha vivido, y ello lo lleva a proponerse “ser de otro modo” (Hua XI, 211). Antes de ponderar la
viabilidad de la transformación total y radical, conviene examinar la motivación que conduce a la toma de
decisión y precisar aún más en qué consiste esta última.
Si bien precisar en qué consiste la motivación que lleva a la autotransformación es tema que requiere de una
investigación particular, sin embargo al respecto podemos adelantar lo siguiente: para que el yo asuma una nueva
actitud debe reconocer – al modo de un primer paso- su “imperfección” o por lo menos estar en una situación de
crisis, de malestar respecto de las convicciones que para él hasta ahora eran fundamentales. El sujeto reconoce,
entonces, como inevitable el hecho de que no puede seguir viviendo su vida tal como hasta ese momento lo ha
hecho. “El principio de cada autodesarrollo es”, así lo afirma el tercer artículo de la revista Kaizo, la
“imperfección” (Hua XXVII, 38 ss, 32 ss.). El yo personal puede transformarse porque ha intuido uno o varios
valores a los cuales corresponden un nuevo horizonte de vida, los cuales se le ofrecen como vías para superar su
malestar e insatisfacción. El cambio de actitud o la transformación personal es posible, gracias al ver o intuir de
nuevos valores (o al menos el redescubrimiento de aquellos valores que lo habían motivado y cuya validez y
sentido por la situación de crisis habían sido desdibujados). Para ello, es necesario que el yo sienta su fuerza
impulsora, para así poderse decidir; pero la toma de decisión debe contar también con el horizonte práctico de
futuro, gracias al cual el sujeto pondera la viabilidad de su proyecto. Cuando el sujeto ha visto lo anterior y está
decidido, puede tomar distancia crítica respecto de sus convicciones previas, y a la vez cambiar sus costumbres.
Esto es posible gracias al “desprenderse-voluntario” (Willentlich-sich-loslösen) (Hua VIII, 98) que le permite
emprender un nuevo proyecto de vida.
La autotransformación consiste finalmente en el descubrimiento de la “idea de un ser como verdadera persona
(la idea de una existencia auténtica).” (Hua XIV, 297, las cursivas son más; Hua XXVII, 35). Tras la toma de
decisión, el sujeto descubre que esta “Idea” ya estaba presente en su existencia personal bajo la forma de una
tendencia pulsional latente, aun cuando él no estaba del todo consciente de ella. El descubrimiento de las metas
voluntarias personales trae consigo igualmente la apertura de un horizonte voluntario de vida y con ello el
afianzamiento de la personalidad en términos de una mayor convicción y seguridad respecto de lo que quiere.
27
Respecto de la anterior consideración hay que tener presente que si la autotransformación jamás se pueda llegar
a realizar cabalmente se debe a la “disponible indisponibilidad”50 de la vida, esto es, al continuo efecto de la
pasividad sobre la vida activa de la conciencia. Es por esto que en el transcurso de la acción o mejor dicho en el
desarrollo de la nueva actitud el sujeto puede percatarse de que no ha tomado una decisión con plena conciencia,
si no que por ejemplo se ha resuelto a partir del influjo de otros, el cual por ejemplo ha sido inculcado a través de
un determinado tipo de educación, tal y como es el caso de los seguidores de una ideología. Esto es posible
cuando la resolución de la voluntad no es auténtica, pues el yo personal no ha decidido desde sí mismo, si no que
se trataba de una ilusión, pues él no pudo desenmascarar el interés e influjo negativo que tuvieron otras personas
sobre su decisión. Con todo, existe la posibilidad de que el yo personal decida de acuerdo con sus convicciones,
honestamente, de tal manera que permanezca fiel a sus valores, a lo que él quiere, en otros términos, a su
“autentica” persona. El yo personal se decide “en serio (...) por una existencia verdadera y auténtica” (cfr. Ms. E
III 4, 30ª) en cuanto se compromete con el cumplimiento de lo “absolutamente querido” (ebd.), esto es, el bien
absoluto; de este modo, le es posible alcanzar una “existencia auténtica”. En el caso de la infidelidad a sí mismo,
a la propia voluntad surge un sentimiento de culpa51 o de traición a sus propios ideales.

Con base en los hasta ahora expuesto podemos afirmar que la voluntad es una de las capacidades centrales que
tiene el sujeto para el afianzamiento de su vida subjetiva y para ponerse en camino hacia su “auténtica”
personalidad. Además, ella no se realiza primordialmente en la esfera activa o ‘consciente’, mediante la cual el
sujeto delibera y se resuelve a realizar algo, si no que ellas tiene su origen en las profundidades de la experiencia
pasiva, esto es, en los instintos, pulsiones, tendencias pulsionales, deseos, habitualidades entre otros. En este
contexto, quien permite la realización de su voluntad mediante una toma de decisión radical por un estilo de
vida, con el propósito de afirmar su personalidad o desplegar sus capacidades, manifiesta con ello un signo de
madurez. Este estado es característico de aquellos que han dejado tras de sí su dependencia, pues saben
exactamente “lo que quiere[n]” (Ms. A V 22, 4b). En términos de Husserl: “Querer para un deber absoluto,
voluntad para un deber absoluto a partir de una intelección apodíctica [significa] una voluntad apodíctica [que]
es por sí misma querida y así hasta el infinito. Yo soy autentico, cuando puedo querer cómo soy yo –
absolutamente. Yo me soy fiel, si me transformo consecuentemente como un deber ser absoluto y con ello mi
mundo entorno, en la medida en que tengo responsabilidad por él.” (Ms. A V 22, 22b)
A partir del hecho de que Husserl le otorgue un significado decisivo a la voluntad en la “autodeterminación” o la
“transformación-de-sí-mismo” (Sich-selbst-Veränderung, cfr. Hua XIV, 211) se puede interpretar en cierto
influjo de Kierkegaard, cuya filosofía tiene como centro al sujeto y su identidad, la cual puede conquistar
mediante su autoelección. En este sentido encontramos en un manuscrito del año de 1931 un clara alusión a la
filosofía de Kierkegaard: “yo me he elegido como persona plena mediante una voluntad universal, la cual
determina el modo de mi existencia en el mundo. Pero esta forma de existencia, esta meta más alta de vida está
sometida a la crítica.” (Ms. A V 22, 4b, cursiva de J. V.)
A nuestro juicio la “transformación-de-sí-mismo” no se limita a una decisión voluntaria, entendida esta como
una resolución arbitraria del sujeto, sino que ella es posible gracias al influjo que ejerce el “horizonte latente de
la voluntad” (Hua XV, 378). Aquí surge de nuevo la pregunta por la motivación de la resolución voluntaria, a la
cual es de atribuir que el sujeto realice una transformación radical o una “conversión”. Al respecto podemos
ofrecer la siguiente reflexión. Husserl rechaza la tesis del voluntarismo que quiere identificar el transcurrir de la
vida con la imagen de una “caminata”. El “camino de la vida” (Hua XV, 419) no se deja comparar con una
“peregrinación”, pues la vida no está de antemano predeterminada mediante una representación o planificación
5 0
Así traducimos la expresión „verfügbaren Unverfügbarkeit“ empleada por Tengelyi para el estudio de la historia de vida
en perspectiva fenomenológica. Cfr. Tengelyi, L.: Tengelyi, László: Der Zwitterbegriff Lebens- geschichte, München 1998,
96-103. Véase también Hua XV, 419 ss.

5 1
En este punto se presenta un tema importante de investigación, a saber, el significado de este sentimiento de culpa. En
este contexto surge la pregunta de hasta qué punto puede interpretarse bajo la óptica psicoanalítica, según la cual la culpa se
produce ante la trasgresión de una norma que ha sido interiorizada en la vida personal. A este respecto es conocida la
influencia que recibe Husserl por parte del cristianismo para la formulación de su concepción de la ética del amor. En este
sentido cabe mencionar el trasfondo paulino que se ve en los artículos de la revista Kaizo y que ya se anuncia en el título de
los mismos: “renovación”. Con todo no es del todo claro que la descripción fenomenológica de la culpa se realice
exactamente desde la misma perspectiva que plantea el psicoanálisis.
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de lo que ella va a ser, de tal manera que la vida debería ajustarse a él. La autoelección del yo personal depende
de la capacidad de coordinar los actos volitivos o acciones con el horizonte general de la voluntad. En esta
transformación entran en juego una gran cantidad de factores que no se dejan del todo determinar, y por tanto no
son asequibles a la reflexión. En este sentido, recordemos que Husserl habla de una “oscura ‘voluntad’ de vida”,
a la cual corresponde un “horizonte latente de la voluntad” (Hua XV, 378) 52. Resulta posible que la
autotransformación del sujeto no se realice plenamente, pues el yo debe contar con el influjo constante del
“horizonte oscuro de la voluntad” que puede llevarlo a perder de vista el sentido de su proyecto y regresar a
actitudes ya superadas. En este caso el yo necesita de una “renovación” (XXVII, 42-43) de las decisiones previas
o si se quieres de una “auto vigilancia” (Hua XXVII, 39), pues las fuerzas pulsionales pueden descargarse o una
crisis personal puede desorientar al yo.
En este trabajo hemos mostrado el papel central que juega la voluntad en la vida subjetiva y su especial influjo
en la constitución de la identidad personal. Sin embargo, queda abierta una pregunta que será tema de otro
trabajo, a saber: ¿De qué modo garantizar el carácter ético de la resolución de la voluntad? Esta pregunta lleva a
Husserl a plantear una ética personalista inspirada en el valor cristiano del amor y en la responsabilidad de la
subjetividad por su propia vida y por su posición de cara a otras subjetividades. Por último, cabe señalar que en
esta ética Dios juega un papel central, en cuanto garante último de la teleología que rige la vida subjetiva e
intersubjetiva. Además, cabe anotar que la voluntad divina atraviesa mediante el impulso propio de las
tendencias y al modo de un horizonte oscuro la vida de la intersubjetividad en general. La consonancia entre la
voluntad divina y la humana es tan decisiva que “sin esta (la voluntad divina) la voluntad no puede ser concreta”
(Hua XV, 381). Por nuestra parte, no podemos dejar de ver a este respecto convergencias entre la el idealismo
trascendental de Husserl y el de Schelling.

Bibliografía básica

Textos de Husserl tomados de las obras completas: Husserliana [Hua] Gesammelte Werke. Den Haag/Dordrecht
1950:

Bd. III,1: Ideen zu einer reinen Phänomenologie und phänomenologischen Philosophie. Erstes Buch. 1.
Halbband: Text der 1.-3. Auflage. Neu hrsg. v. K. Schuhmann, 1976 [Ideen I].
Bd. IV: Ideen zu einer reinen Phänomenologie und phänomenologischen Philosophie. Zweites Buch.
Phänomenologische Untersuchungen zur Konstitution. Hrsg. v. W. Biemel, 1976 [Ideen II].
Bd. VI: Die Krisis der europäischen Wissenschaften und die transzendentale Phänomeno- logie. Eine Einleitung
in die phänomenologische Philosophie. hrsg. v. W. Biemel, 1954.
Bd. VIII: Erste Philosophie (1923/24). Zweiter Teil. Theorie der phänomenologischen Re- duktion. Hrsg.
v. R. Boehm, 1959.
Bd. IX: Phänomenologische Psychologie. Vorlesungen Sommersemester 1925. Hrsg. v. W. Biemel, 1962.
Bd. XI: Analysen zur passiven Synthesis. Aus Vorlesungs-und Forschungsmanuskrip- ten 1918- 1926. Hrsg. v.
M. Fleischer, 1966.
Bd. XIII: Zur Phänomenologie der Intersubjektivität. Texte aus dem Nachlaß. Erster Teil: 1905-1920.
Hrsg. v. I. Kern, 1973.
Bd. XIV: Zur Phänomenologie der Intersubjektivität. Texte aus dem Nachlaß. Zweiter Teil: 1921-1928.
Hrsg. v. I. Kern, 1973.
Bd. XV: Zur Phänomenologie der Intersubjektivität. Texte aus dem Nachlaß. Dritter Teil: 1928-1935.
Hrsg. v. I. Kern, 1973.
Bd. XXV: Aufsätze und Vorträge (1911-1921). Hrsg. v. Th. Nenon und H.R. Sepp, 1987.
Bd. XXVII: Aufsätze und Vorträge (1922-1937). Hrsg. v. Th. Nenon und H.R. Sepp, 1989.
Bd. XXVIII: Vorlesungen über Ethik und Wertlehre 1908-1914. Hrsg. v. U. Melle, 1988.
5 2
Respecto del carácter oscuro y latente del horizonte de la voluntad y a su influjo en la acción humana cabe realizar una
investigación sobre sus relaciones con el concepto de Fundamento según la filosofía de Schelling. Para este último, el
fundamento determina la acción humana en general y en especial sus tomas de posición libres, en tanto que actúa como
anhelo o solicitud hacia la realización del mal. Tema que por lo demás no está presente en la investigación fenomenológica
de Husserl. Cfr. mi estudio crítico sobre la investigación de L. F. Cardona que aparecerá la revista Praxis filosófica No. 20.
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Bd. XXXI: Aktive Synthesen: Aus der Vorlesung ‚transzendentalen Logik’ 1920/21. Hrsg. v. Roland Breuer,
2000.
Bd. XXXIV: Zur Phänomenologische Reduktion. Texte aus dem Nachlaß (1926-35). Hrsg. v. Sebastian Luft,
2002.
Bd. XXXVII: Einleitung in die Ethik. Vorlesungen Sommersemester 1920/24. Hrsg. v. Hen- ning Peucker, 2004.
Textos de Husserl que aún no están editados en las obras completas:
Husserl, E.: Wert des Lebens. Wert der Welt. Sittlichkeit (Tugend) und Glückseligkeit <Februar 1923>. Hrsg.
Ulrich Melle. En: Husserl Studies, 13, 1997, 201-235.

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