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UNIDAD DIDÁCTICA 5

AMÉRICA. I

1. INTRODUCCIÓN. Caracteres generales.


Caracteres generales de la Historia de América en la Edad Moderna.
América se convirtió en un mundo sometido a las necesidades económicas de las
metrópolis europeas, que aprovecharon en beneficio propio tanto su fuerza de trabajo
como sus recursos mineros y agrícolas.
Los europeos del s. XV se sintieron empujados por ese “hambre de oro” y por la necesidad
de seguir procurándose de productos de lujo y refinados que los mercaderes venecianos
habían introducido desde Oriente por las caravanas tiempo atrás. Es el caso del azúcar,
cuyo cultivo en caña requiere nuevos espacios para satisfacer la demanda. O las especias,
convertidas en elemento imprescindible y afectadas por la carestía y rarefacción al
instalarse los turcos en Constantinopla, Egipto y Siria. O la pesca, que empujó a
pescadores ibéricos hacia Terranova y hacia los bancos saharianos.
Hay también elementos humanos y sociales disponibles: la nobleza portuguesa y
castellana se había quedado, tras la reconquista, sin función militar. Poner un pie más allá
(norte de África, por ejemplo) tenía una misión defensiva para ambos reinos. Hay
también una motivación religiosa, la evangelización, que servirá de título legitimador. Y
hay razones de tipo mental: el uomo universale renacentista vence los miedos y prejuicios
del Mar Tenebroso y las trabas mentales.
El 12 de octubre de 1492, Colón y sus hombres, tras 71 días de travesía atlántica,
desembarcaron en un lugar del Caribe denominado por los indígenas Guanahaní, San
Salvador para los recién llegados. Mientras que los españoles, además de los portugueses
y luego otros exploradores y colonos europeos, compartían valores culturales, religiosos,
desarrollo histórico, los pueblos indígenas desde Alaska hasta Patagonia representaban
sociedades muy diferenciados y con muy distintas evoluciones.
El término “descubrimiento de América” es tildado de eurocentrista, revelador de una
invasión y larga ocupación. Guillermo Céspedes del Castillo se refiere al encuentro del
Viejo continente (puesto que resalta la notable aportación demográfica africana,
fundamental para el desarrollo económico de las Antillas y de regiones tropicales con sus
economías de plantación).
Las diferentes culturas y civilizaciones vivían aisladas unas de otras, al margen de escasos
circuitos comerciales de larga distancia que permitían intercambios de gran valor. Por
ello es difícil hablar de “Nuevo Mundo”.
LOS “DESCUBIERTOS”
Resulta difícil y polémico realizar un cálculo acerca de la población en el continente en
el momento de la llegada de los españoles. Las cifras mínimas van desde 11 a 13 millones
y las máximas, hasta 90 o 110 millones de habitantes. Algunos cálculos están cargados
de intencionalidad política: a mayor población antes de 1492, mayor fue la barbarie
española, siguiendo la Leyenda Negra; a menor población, más benigno quedaba el
tratamiento de la conquista. Teniendo en cuenta la ecología y la posible producción de
alimentos, en cifras de William Denevan (1992) serían 54 millones, desigualmente
distribuidos (las regiones más pobladas eran México –en torno a 17millones- y la zona
andina -16 millones-, donde se encontraban los imperios estructurados de aztecas e incas;
6 millones en Centroamérica; 3 millones en el Caribe; América del Norte –sin México-,
4 millones; resto de Sudamerica, 8 millones). Las regiones menos pobladas se dedicaban
a la caza y recolección y apenas entraron en contacto con los conquistadores y colonos.
Estas diferentes densidades y estructuras políticas afectó a la conquista europea: fue más
rápido el dominio de los imperios y su sustitución por una nueva organización política
que la imposición en territorios poco poblados y sobre pueblos poco estructurados).
Sirvan para contrastar las cifras publicadas en 1574 por el cosmógrafo mayor Juan López
de Velasco, en “Geografía y descripción universal de las Indias”, procedentes de
cuestionarios remitidos a las colonias bajo dominio español: 8,4 millones de indígenas
(92%); 230.000 africanos, mestizos y mulatos (2,5%); 120.000 europeos (1,2%). Hoy se
admite un máximo de 200.000 emigrantes españoles para todo el siglo XVI.
El choque de la conquista (microbiano, explotación laboral, etc.) fue muy superior en las
Antillas –donde la población prácticamente desapareció, teniendo que ser sustituida por
esclavos africanos- , costa caribeña y zonas tropicales que en los altiplanos de México y
de los Andes.
La expansión europea en el continete hizo tabla rasa del pasado (el choque microbiano,
el desorden económico, social y territorial tras la conquista, las mutaciones ecológicas, la
explotación laboral y el impacto psicológicos sobre pueblos), homogeneizando casi todo
(un único rey lejano, una única religión, idioma, monedas y medidas comunes). Los
mapuches o araucanos (en Chile) se resistieron a los españoles. Los pueblos del
Amazonas y de la Patagonia quedaron al margen de la colonización, al igual que, en el
norte, los algonquinos del Canadá, mohicanos, hurones y los belicosos iroqueses. En sus
territorios eran menores las expectativas de beneficios económicos y, en cambio,
superiores las dificultades para un control efectivo.

La historia de los pueblos autóctonos.


Los distintos pueblos que habitaban a fines del siglo XVI en el continente americano.-
El 12 de octubre de 1492, Colón y sus hombres, tras 71 días de travesía atlántica,
desembarcaron en un lugar del Caribe denominado por los indígenas Guanahaní, San
Salvador para los recién llegados, en las actuales Bahamas. Mientras que los españoles,
además de los portugueses y luego otros exploradores y colonos europeos, compartían
valores culturales, religiosos, desarrollo histórico, los pueblos indígenas desde Alaska
hasta Patagonia representaban sociedades muy diferenciados y con muy distintas
evoluciones. Las grandes distancias, el distinto desarrollo histórico de los pueblos y sus
economías de recolección o de subsistencia hicieron que cada uno de ellos viviera sin
apenas contactos con el resto, de manera que a la llegada de los españoles a fines del s.
XV no había más unidad entre dichos pueblos que la puramente geográfica al habitar un
mismo continente. Como señala Carlos Malamud, fueron los españoles quienes les
confirieron unidad al referirse a todos ellos como “indios”.
EL ORIGEN DEL HOMBRE EN AMÉRICA
Los primeros pobladores del continente americano llegaron hace casi 40.000 años,
cuando la glaciación y la concentración de hielo en los casquetes polares hicieron que el
mar se retirara en el Estrecho de Bering, permitiendo el paso de pueblos mongoloides,
procedentes del Asia Central, a Alaska. Desde allí se extendieron por el continente. La
migración desde Asia a Alaska se interrumpió hacia el año 8.000 a.C. debido al fin de la
glaciación y a la separación por el mar de los dos continentes. Desde entonces y hasta
1492 el continente quedó aislado, salvo la llegada de naves vikingas en torno al año 1000
y posibles esporádicos arribos de polinesios.
Otras llegadas procedentes de pueblos polinesios u otros, cruzando el Pacífico, queda
descartada o limitada a alguna llegada accidental y esporádica a las costas del continente
americano.
El yacimiento americano más antiguo es el de Blue Five Cave, junto al río Yukon. Estos
pueblos recolectores tardaron diez mil años en recorrer el continente. Hacia el año 10000
a.C. algunos de estos pueblos tuvieron acceso a tecnología para cazar grandes mamíferos
herbívoros.

AGRICULTURA, GANADERÍA Y SEDENTARISMO


En torno a 4000 a.C. encontramos restos de actividad agrícola en Nuevo México y
Mesoamérica (yuca, batata, maíz). Los andinos cultivaron papas, quinoa, frijoles. No
domesticaron grandes mamíferos (vacas, caballos, ovejas, cerdos). Pronto emprendieron
obras de infraestructura (regadío, terrazas) en las tierras altas de los Andes o de México.
El sedentarismo llegó con los avances tecnológicos (cestería, conservación de alimentos,
armas) que motivaron excedentes agrícolas y su comercialización entre los distintos
grupos, que se engrandecieron, con un sentido arraigado de propiedad comunal y de
sociedad igualitaria. La consolidación del sedentarismo y las relaciones sociales más
complejas abrieron camino a diferencias sociales y aparición de las primeras formas
estatales, lo que unido al control de los recursos hidráulicos permitió la formación de
imperios en Mesoamérica y los Andes. Sí, aparecen las aldeas de Chavín, en los Andes,
y de Tlaltico en el valle de México. Aparecen también la cerámica (hacia año 3000 a.C.)
y los tejidos de algodón.

EL SEDENTARISMO Y EL DESARROLLO URBANO. LAS ALTAS CULTURAS.


El “periodo formativo” de los pueblos americanos corresponde al nivel del Neolítico, pero
en un momento muy posterior (2500 a.C. a 300 a.C.). Los pueblos americanos no
supieron utilizar la rueda. Las formas sedentarias tardaron en convertirse en ciudades.
Con las mejoras de las técnicas agrícolas y los excedentes, la caza perdió importancia.
Las grandes obras públicas (regadío, diques, terrazas) fueron posibles por la existencia de
mecanismos de coacción social. La respuesta al crecimiento demográfico y la
consiguiente escasez de alimentos fue la migración de parte del grupo en busca de nuevas
tierras de cultivo.
El surgimiento de ciudades conlleva la estratificación social, con sacerdotes,
intermediarios entre dioses y hombres, que tenían poderes religiosos y políticos. Las
ciudades se desarrollan sobre los centros de ceremonias religiosas.
Los olmecas (1200-500 a.C.) tuvieron la cultura más avanzada de su tiempo, con religión
centrada en el culto al jaguar y un calendario de gran utilidad agrícola. Contaban con
importantes centros de ceremonias y a ellos transportaban grandes rocas de basalto que
esculpían con cabezas gigantes.
En los Andes, en los valles entre la costa y la sierra, se desarrollaba el pastoreo y la cría
de llamas y alpacas. Chavín de Huáncar fue un centro de gran significación religiosa (800-
200 a.C.), como un oráculo, a 3.000 m. de altitud. Allí nació el culto a la serpiente y al
cóndor.
Los centros religiosos se convirtieron también en mercados, como fue el caso de
Teotihuacan (1-900 d.C.), a orillas del lago Texcoco, en el valle de México, que contaba
con 40.000 habitantes dedicados a agricultura y artesanía.
La cultura maya se fue forjando en torno al 300 d.C., con una lengua y religión comunes.
Se expandió por Yucatán, Chiapas, Guatemala, Honduras y El Salvador. Cerámica
polícroma, empleo de falsa bóveda, calendario complejo, escritura jeroglífica, sistema
numérico vigesimal que conocía el cero, etc. De centros ceremoniales pasaron a ciudades-
estado, con un pequeño grupo de reyes-sacerdotes, sus familias y el campesinado. Su
decadencia empezó en torno al 900 d.C., aunque pervivió la ciudad de Chichén Itzá.
En los Andes, tras varias culturas locales fue desarrollándose a partir del s. VIII el centro
urbano de Huari, que entró en declive poco después dando paso a tres ciudades-estado.

AZTECAS E INCAS
El origen de los aztecas es un misterio. Su dominación surge tras movimientos
demográficos y cambios de alianzas entre ciudades estado. Grupos chichimecas
procedentes del norte fueron aculturados por otros más avanzados. El valle de México se
vio dividido en dos: la ciudad de Tula, al norte; Cholula, al sur. Los mexica, principal
grupo azteca, llegaron al valle en 1253, guerreando con pueblos de la región. Se
refugiaron en un islote del lago Texcoco y se emparentaron con la nobleza de
Azcapotzalco. Con la Triple Alianza (1426) entre Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan, se
hicieron con la región pero, por exceso de población y falta de recursos agrícolas
disponibles en el valle, unidos a malas cosechas y catástrofes naturales, iniciaron la
expansión sobre sus vecinos a través de toda Mesoamérica (1454) bajo Moctezuma
Ilhuicamina.
Los militares tuvieron, por ello, una función principal en el imperio azteca. Éste se dividía
en provincias, que debían pagar tributos al imperio. Además de para obtener tierras y
tributos, los aztecas guerreaban también para esclavizar a sus enemigos, empleándolos
también para sacrificios humanos. Desarrollaron la agricultura.
La sociedad estaba estratificada piramidalmente: el Tlatoani orador era la máxima
jerarquía y gobernaba la ciudad. Los distintos tlaotani estaban emparentados, siendo el
de Tenochtitlan la cabeza de todo el imperio. La nobleza (pipiltin) ocupaba el segundo
escalón junto a los guerreros Caballeros Jaguar y Caballeros Águila. Los grupos
dominantes percibían tierras, tributos, tenían centros educativos exclusivos y tribunales
propios. En la base de la pirámide, los macehaltin (campesinos y artesanos). Los calpulli,
grupos de parentesco básico, adscrito a la tierra, era la organización nuclear.
En América del Sur, los incas, originarios de la región de Huari, se establecieron en la
región del Cuzco a finales del siglo XIII. Los aymaras que la poblaban hasta entonces
fueron asimilados por los incas. El ayllu era cada uno de los clanes patrilineales,
endogámicos, y según la leyenda diez ayllus fundaron Cuzco, que se dividió en cuatro
barrios. El inca Pachacuti transformó el reino de Cuzco en Imperio del Tawantinsuyo y
controló toda la región hacia 1438. A fines del siglo XV, durante el reinado de Topa Inca
Yupanqui, el imperio se extendió hasta Quito, al norte, el centro de Chile, la Amazonía y
el Gran Chaco. Construyeron una red viaria de 25.000 kms., con dos ejes principales de
norte a sur: uno era la carretera real, por Quito, Jauja, Cuzco, Titicaca, Cochabamba y
hasta el norte de la actual Argentina; el otro, por la costa pacífica.
La base de la economía inca era la agricultura (quinoa, papa, maíz, frioles, calabaza),
aprovechando terrazas e infraestructuras hidráulicas. A diferencia de los aztecas, no
practicaban comercio a gran distancia, ni tenían monedas ni tributos pagados en especies.
Todas las tierras eran del Inca y éste las distribuía entre ayllus y curacas (nobles). Todos
los pueblos tenían que donar parte del trabajo de las comunidades (ayllus) al gobierno, a
los sacerdotes y a los curacas. El producto de esas prestaciones (mita) se almacenaba en
grandes depósitos, que servían para mantener el imperio y para las campañas militares,
construir caminos o socorrer a la población. El inca tenía su propio grupo de parentesco
(panaca), formado por todos los descendientes varones del rey, salvo el príncipe, que
tenía su propio paneca. Los miembros de la paneca administraban los pueblos
conquistados, junto a sus noblezas locales (curacas), y éstos enviaban a Lima a sus hijos
para ser educados en la tradición incaica.

La historia de los europeos en América.


LA EUROPA QUE HIZO POSIBLE EL DESCUBRIMIENTO
La llegada de Cristóbal Colón a América, el 12 de octubre de 1492, fue el resultado de un
largo proceso de avances técnicos, combinados por la necesidad que, tras el mayor control
turco del Mediterráneo en el s. XV, los europeos tenían de hallar otras vías para acceder
a Oriente. Hubo que perfeccionar las embarcaciones y los instrumentos náuticos y
cartográficos adecuados. La conquista de Canarias fue prolongación de la reconquista
peninsular, pero también laboratorio de la conquista americana.
Malamud señala que no fue una empresa puramente castellana o española sino europea,
que arranca de las conquistas de Canarias (iniciada en 1402 hasta 1496) y de Ceuta
(1415), por el infante Enrique el Navegante, y concluye con la creación del galeón Manila
y el contraviaje desde Filipinas a Acapulco, pero europeos fueron los conocimientos
científicos y tecnológicos, así como los capitales, y también la Iglesia católica tenia
dimensión europea. En ese siglo y medio se conquistaron Madeira, Azores, Cabo Verde,
el Nuevo Mundo (absorbiendo los imperios azteca e inca), se dobló el Cabo de Buena
Esperanza llegando a India por el Este, se circunnavegó la Tierra con la expedición de
Magallanes y de Elcano, y se exploró Australasia y Polinesia.
Las instituciones desarrolladas en la América española y portuguesa, la mentalidad que
forjó la nueva sociedad colonial respondía a criterios más propios del feudalismo
(encomiendas, por ejemplo, cuando no esclavitud; capitulaciones otorgadas por monarcas
a particulares para explorar y conquistar, a su riesgo, a cambio del quinto real; etc.) que
del capitalismo. Es importante destacarlo para entender los posteriores sistemas
coloniales ingleses, franceses, holandeses y escandinavos (Compañías de Indias
Orientales y Occidentales, británicas y holandesas).

LOS CAMBIOS TECNOLÓGICOS


Entre 1200 y 1350 se produce una expansión de la economía europea y el desarrollo del
comercio marítimo y terrestre entre Europa y Asia (Marco Polo, s. XIII, por ejemplo), y
al perfeccionamiento de técnicas mercantiles (letra de cambio). Venecianos y genoveses
cubren los puertos europeos, además de la Liga Hanseática en el mar Báltico y del Norte.
Sin embargo, sigue de 1350 a 1450 un siglo de contracción económica (Peste Negra,
Guerra de Cien Años, malas cosechas). A fines del s. VXV, Castilla, con su reconquista
ultimada, estaba preparada para nuevas empresas.
Fundamental para los descubrimientos fueron las carabelas portuguesas y andaluzas,
pequeñas embarcaciones (unas 80 Tm) capaces de transportar hasta 40 hombres y
alimentos para largas travesías, junto a las naos castellanas (150 Tm.).
Además, perfeccionamiento de la brújula, astrolabio y los portulanos (cartas marinas que
indican puertos de mar y rumbo de los vientos).

LAS COMPARACIONES EN LAS RUTAS TRADICIONALES


El dominio otomano del Mediterráneo oriental encareció notablemente la importación de
los productos importados desde Oriente y el África subsahariana. Buena parte del
comercio europeo descansaba sobre el oro y la plata, que Europa no producía, salvo una
escasa producción argentífera centroeuropea. Como los productos de lujo (seda, especias,
esclavos, perfumes, damascos) se solían abonar en oro, la escasez se agravó y se hizo
perentoria la búsqueda de otras rutas comerciales hacia Oriente y las islas Molucas: la
portuguesa por la costa africana; la castellana cruzando el Atlántico.

LA PENÍNSULA IBÉRICA
El fin de la reconquista permitió a Portugal y Castilla dotarse de reinos centralizados,
dejando atrás el dominio de la nobleza, propio de la época feudal.
Notables fueron los progresos marítimos para Portugal con el infante Enrique el
Navegante (conquista de Ceuta, descubrimiento de Madeira y Azores, se dobla el cabo
Bojador, llegan al río Senegal), formando pilotos, cosmógrafos, cartógrafos. Mercaderes
italianos pusieron sus capitales con ánimo de hacer grandes negocios.

EL LABORATORIO ATLÁNTICO
La presencia europea en Canarias arranca en 1312 con el temprano descubrimiento de
Lanzarote por el genovés Lancelotto Malocello. Siguieron marinos mallorquines en ese
siglo XIV, pero la conquista del archipiélago arranca en 1402 a cargo de los normandos
Bethencourt y Lasalle al servicio del rey de Castilla. La colonización de Canarias se basó
en el reparto de tierras y de mano de obra indígena para los conquistadores, en un esquema
propio medieval. Sin embargo, la Corona rescató para sí los derechos de conquista de las
islas mayores Gran Canaria, la Palma y Tenerife, conquistadas entre 1478 y 1496),
apareciendo la figura del gobernador, que será clave en las colonias ultramarinas,
dirigiendo las actividades en la colonia y dirimiendo disputas entre facciones de los
conquistadores.
El dominio de Madeira y Azores permitió asegurarse el regreso en sus viajes por la costa
africano, pudiendo llevar la volta, adentrándose en el Atlántico para escapar de la
atracción de los alisios y encarar el regreso a Portugal. Los portugueses llegaron así a
dominar el arte de la navegación y el régimen de los vientos. Los portugueses, rivales de
los castellanos, acudieron al papa Nicolás V que, en su bula Romanus Pontifex (1455)
concedía al monarca portugués todos los territorios por descubrir al sur del cabo Bojador.
En su avance hacia el sur de África, los portugueses se internaron en zonas de vientos
más complejos, para lo que trazaron la doble volta, una especie de ocho en el mapa que
les permitió franquear África, internándose en el Índico, hacia India y China. Que en una
de esas voltas para doblar África una embarcación diera con el continente americano era
cuestión de tiempo (fue el caso de Pedro Cabral, en 1500, y posiblemente del legendario
piloto anónimo que pudo haber revelado a Colón hacia 1478 la existencia de tierras más
allá de los archipiélagos conocidos).
2. LAS ANTILLAS. Del descubrimiento a la fragmentación.
La llegada de los españoles a América.
EL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA
El Tratado de Alcaçovas negaba a Castilla la posibilidad de explorar la costa africana y
de alcanzar las tierras de la India y de los países productores de especias, el
reconocimiento de sus derechos sobre Canarias y el silencio sobre las exploraciones en
dirección a occidente, lo que permitió a Isabel y Fernando atender los planes de Cristóbal
Colón. Éste, tras estudiar cartógrafos árabes, llegó a la errónea conclusión de que el
diámetro de la Tierra era más pequeño que los 40.000 kms. reales (que ya había calculado
Eratóstenes de Cirene, 100 a.C.) y que, además, el continente asiático era más alargado,
por lo que la distancia entre las costas de Europa y de Asia apenas era de 4.300 kms,
colocando Cipango en el Caribe, en vez de los 19.500 kms. existentes. Podría encontrar
financiación para una travesía corta, pero los expertos, portugueses en primer lugar,
desecharon su proyecto.
Pero pese a sus deficiencias científicas, los monarcas vieron en su proyecto el modo de
expansión y llegada a las Indias sin violar el tratado de Alcaçovas. Así, en el campamento
de Santa Fe (Granada), en abril de 1492, firmaron las capitulaciones que otorgaban a
Colón los títulos de virrey y almirante y los derechos sobre la décima parte de las tierras
que fuesen descubiertas, al tiempo que facilitaban los medios financieros
(fundamentalmente dinero tomado en préstamo de las rentas de la Santa Hermandad que
tenía arrendadas el converso valenciano Luis de Santángel, sumado a cantidades
aportadas por Colón y sus amigos andaluces, genoveses, florentinos) y la colaboración de
los armadores onubenses (los hermanos Martín Alonso y Vicente Yáñez Pinzón) para
armar la expedición que zarpó de Palos de Moguer el 3 de agosto de 1492. En palabras
de Guillermo Céspedes, se creaba una empresa comercial en la que los monarcas eran los
socios capitalistas y Colón, el socio industrial.

El primer viaje de Colón


Las carabelas La Pinta y La Niña y la nao Santa María, perteneciente a Juan de la Cosa,
pusieron proa hacia Canarias, adonde arribaron el 6 de agosto. Un mes después levaron
anclas rumbo a lo desconocido y 36 días después arribaron a Guanahaní, posiblemente
la actual Watling (en Bahamas). Dos semanas después Colón tomó posesión también de
la isla de Juana (Cuba) y durante un mes exploró sus costas e interior. Convencido de que
se trataba de una isla del litoral chino, cercano a la India, llamó indios a los indígenas. El
5 de diciembre llegó a Haití, bautizada como isla de La Española, donde perdió una de
sus naves tras encallar con arrecifes. Dejó a 39 de sus hombres en el fuerte de Natividad
y el 16 de enero de 1493 emprendió regreso a España, con apenas unas pepitas de oro, sin
especias, pero con la noticia revolucionaria de que se podría alcanzar las Indias
navegando mar adentro hacia el oeste. Recaló en Azores y fue conducido a Lisboa (Martín
Alonso Pinzón, separado por una tormenta, había llegado a Bayona en la Pinta días antes
que Colón a Lisboa) , por lo que Juan II de Portugal conoció la noticia antes que Isabel y
Fernando, quienes en Barcelona recibieron a Colón acompañado de varios indios,
animales, plantas y minerales. Los reyes ordenaron armas una segunda expedición,
financiada por ellos, con 17 naves, 1.500 hombres (ni una sola mujer, trece sacerdotes) y
20 caballos. También instaron al papa a que les concediera títulos para enfrentarse a
reclamaciones del monarca portugués.
La llegada de Colón a Guanahaní desató un conflicto diplomático con Portugal,
solventado por cuatro bulas del papa Alejandro VI, un Borja, aragonés, en 1493. En estas
bulas el papa concede el dominio sobre las tierras descubiertas y por descubrir a los Reyes
Católicos, por ser tierras de infieles, y se excomulga a quienes osen viajar a las Indias por
Occidente sin licencia expresa de los monarcas. La única contrapartida de la donación es
la obligación de los monarcas de evangelizar las tierras concedidas. En la bula Inter
Caetera, concede a Isabel y Fernando todas las tierras halladas a 100 leguas al oeste de
Azores y Cabo Verde. La última de las bulas concede a los reyes católicos arribar a la
India navegando en dirección oeste, así como el dominio de todas las tierras encontradas
hasta allí. Disconforme, Juan II de Portugal, que reclamaba todas las tierras al sur del
paralelo 28 Norte, basándose en la bula de Nicolás V “Romanus Pontifex”, exigió
negociar nuevas condiciones (reclamaba una delimitación por un paralelo, siendo para
Portugal las tierras al sur del mismo, a lo que se negaron Isabel y Fernando) en un tratado,
que se alcanzará en Tordesillas (1494) desplazando el paralelo a 370 leguas al oeste de
las islas Cabo Verde. La insistencia del monarca portugués lleva a algún historiador a
señalar que conocía la existencia de tierras en esa latitud.

Los otros tres viajes de Colón


El segundo viaje tenía tres objetivos claros: socorrer a los españoles en el fuerte de
Natividad; continuar los descubrimientos para llegar a los dominios del Gran Khan y
colonizar las islas ya descubiertas. Zarpó Colón de Caádiz el 25 de septiembre de 1493
y, tras una breve escala en Canarias, llegó al Caribe en sólo tres semanas. Durante un mes
exploró Boriquén (Puerto Rico) y las Antillas menores. Colón deseaba implantar una
factoría, de la que sería dueño, siguiendo el modelo portugués, pero ello chocaba con el
modelo de la reconquista y el de Canarias, lo que unido a su condición de extranjero
motivó choques con los colonos. No encontraron sobrevivientes en La Natividad; fundó
La Isabela, a modo de factoría comercial de los Colón, pero pronto llegaron los problemas
de adaptación (clima, alimentos, enfermedades), provocando una gran mortandad y el
aumento de la carga de trabajo para los colonos, que se amotinaron, empleando Colón
dureza para reprimirlos. Colón exploró Cuba y Jamaica (isla de Santiago) y permaneció
todo 1495 en el Caribe. Abandono La Española en marzo de 1496 para regresar, dejando
al mando a su hermano Bartolomé al frente de un grupo de hombres hambrientos, sin
perspectivas, y con numerosos enfermos.
Informó a su regreso Colón de las exploraciones y de los conflictos en la colonia a los
reyes, cuyo entusiasmo había decrecido (tenían que financiar la guerra en Italia). La
tercera expedición tardó en armarse y zarpó desde Sanlúcar de Barrameda en mayo de
1498, dirigiéndose más al sur. El 15 de agosto llegó a la desembocadura del Orinoco,
cuya agua dulce pudo haberle llevado a pensar en un río continental, y exploró la costa
venezolana (la Mar Dulce). En La Española, ante la falta de noticias de Colón, los
rebeldes de Francisco Roldán se amotinaron contra los Bartolomé y Diego Colón. Al
enterarse, los monarcas nombraron gobernador a Bobadilla, en lugar de Colón, que inició
proceso contra los Colón en 1500, encadenándolos y enviándolos a España. Bobadilla
prosiguió la práctica de Colón de repartir tierras e indios entre los colonos. Empezaba así
una nueva fase en la que la Corona asumía el gobierno directo de la colonia. En la
península, el Almirante recuperó los derechos económicos, no así los políticos, e inició,
con sus descendientes, los pleitos colombinos.
En 1502 emprendió su cuarto y último viaje, financiado por la Corona, empeñados en
llegar al continente asiático. Exploró Cuba, Jamaica, Centroamérica y se refugió durante
un año en Jamaica por el mal estado de sus barcos. Regresó a fines de 1504. Murió en
1506.

La colonización hispánica.
La Querella de los Justos Títulos
Desde el principio fueron enconadas las disputas entre misioneros españoles deseoso de
evangelizar, e incluso crear sociedades ideales de indígenas regidas por el espíritu
evangélico e indígena, como la de Pedro Córdoba, en Cumaná (Venezuela), enfrentado a
los colonos buscadores de perlas que raptaban indios, la de Vasco de Quiroga, obispo de
Michoacán, que puso en marcha comunidades indígenas (“hospitales” inspirándose en
Tomás Moro, o Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas. Mucho más tarda se
consolidaría el modelo en las reducciones jesuíticas en América del Sur (s. XVIII).
El inicio de la querella parte de los sermones del dominico Antonio de Montesinos (1511),
ante el gobernador de La Española, Diego Colón, y diversos encomenderos (entre ellos,
el propio Bartolomé de las Casas antes de hacerse dominico) y funcionarios.
El franciscano Juan de Zumárraga, primer obispo de México, aplicó con esmero las Leyes
Nuevas (1542) protectoras de los indios, se ocupó de su educación, economía familiar,
evangelización e implantó la primera imprenta en el continente.
Pero las utopías chocaban con la realidad de una conquista y una colonización orientadas
por las ambiciones de soldados y funcionarios. Francisco de Vitoria, en su Relectio de
Indis (1539), rechaza todos los “justos títulos” aducidos para justificar la conquista de
América: ni el imperio universal, ni la potestad temporal del romano pontífice, ni el
rechazo de la religión cristiana por los indígenas, ni siquiera el derecho de tutela sobre
unas poblaciones salvajes. Para Vitoria, el único derecho que asiste a los españoles es
predicar libremente la fe cristiana, pero sin imponerla por la fuerza, del mismo modo que
tienen derecho a viajar y comerciar en el Nuevo Mundo, pero no al sometimiento de unos
pueblos que poseen una organización política previa. En este sentido, las campañas de
fray Bartolomé de las Casas no resultan tan radicales ya que no pone en cuestión los
títulos españoles sino que se limita a denunciar los excesos de la conquista y d ela
colonización, especialmente de la encomienda. Consecuencia de la obra de las Casas,
“Brevísima relación de la destrucción de las Indias” (1542) fueron las Leyes Nuevas
(1542) promulgadas por Carlos V y una serie de proclamaciones pontificias sobre la
ilicitud de la esclavitud de los indios (aunque no de los negros), sobre la igualdad de
derechos de todos los bautizados y sobre otras cuestiones relativas a la situación de la
población indígena.
Vitoria y Las Casas tuvieron enfrente al sacerdote Juan Ginés de Sepúlveda, máximo
defensor de la conquista y colonización de América, que defiende como justos títulos la
licitud de la guerra contra los infieles, la predicación del evangelio aun en contra de la
voluntad de los pueblos paganos y el derecho de tutela de lso pueblos de superior cultura
y religión sobre los bárbaros, sobre todo si (como en el caso de los indios americanos) se
entregan al canibalismo y a los sacrificios humanos, prácticas que son contrarias a la ley
natural.
La crónica de Felipe Huamán Poma de Ayala, indio peruano nieto de Túpac Yupanqui,
narra a inicios del s. XVII las injusticias cometidas por encomenderos y funcionarios
sobre los indios de la región.
LA ADMINISTRACIÓN VIRREINAL
Las Leyes Nuevas (1542) significaron una reacción del poder monárquico frente al
proceso de señorialización amparado por los colonos (ya “encomenderos”), suprimiendo
las prestaciones personales, aboliendo los señoríos jurisdiccionales y estableciendo las
instituciones características del absolutismo. Así, el territorio se dividió en los dos
virreinatos de Nueva España y Perú (separados por una frontera situada en el istmo de
Panamá), a su vez subdivididos en las demarcaciones menores de las audiencias, mientras
cada unidad regional se dotaba de oficinas fiscales llamadas cajas reales. El virrey,
máxima encarnación de la autoridad regia, era gobernador y capitán general de su
territorio y presidente de la audiencia de la capital. Las audiencias, en principio órganos
colegiados para la administración de justicia, desempeñaron también funciones
gubernativas en sus demarcaciones, que indicaban ya un rápido e inevitable proceso de
regionalización (Santo Domingo, México, Panamá, Lima, Guatemala, Santa Fe de
Bogotá, Charcas, Quito y Chile). Algunas provincias tuvieron demarcaciones especiales,
las gobernaciones o capitanías generales de los territorios fronterizos, como Venezuela,
Chile y Yucatán. Finalmente, el cabildo presidía la vida política de cada una de las
ciudades que iban surgiendo a lo largo de la geografía americana. Todo el sistema
dependía en última instancia del Consejo de Indias (creado en 1524), supremo órgano
administrativo para las cuestiones del Nuevo Mundo.
Al mismo tiempo, la Iglesia (estrechamente regida por la Corona en virtud del patronato
de las Indias) se dotaba de su propia división diocesana (tres arzobispados –Santo
Domingo, México y Lima- y una veintena de obispados a fines del s. XVI). Mientras que
la evangelización se encargaba al clero regular (franciscanos, dominicos, agustinos,
mercedarios y, más tarde, jesuitas), el clero secular permanecía en las ciudades.

LA ECONOMÍA RURAL, MINERA y URBANA


Una vez iniciada la conquista se inició la colonización, que implicó importantes
decisiones sobre la organización económica, social y administrativa. La economía
hispanoamericana se orientó inicialmente hacia la explotación de los productos que
precisaba la metrópoli. En primer lugar, los metales preciosos, sobre todo la plata, que
pronto aparecieron en gran cantidad: Zacatecas, en México, 1546; Potosí, Alto Perú,
1545, la mayor mina del continente, con la ventaja de encontrase ésta cerca de la única
mina de mercurio americana, en Huancavelica (1563), que atendía a las necesidades
derivadas del proceso de la amalgama para separar la plata del resto de minerales (si no,
se llevaba mercurio desde Almadén). La cuestión de la mano de obra se solventó de
manera diferente en México (trabajo voluntario de un proletariado industrial por los indos
chichimecas, entre otros) y en Perú (mediante un sistema de trabajo incaico, la mita, con
turnos de trabajo forzosos, que degeneró en semiesclavitud).
Hubo que recurrir también a una economía de subsistencia, fundamentalmente agrícola y
ganadera. Los conquistadores anhelaban convertirse en una especie de nobleza colonial
terrateniente, basándose en la encomienda.
Sin embargo, la monarquía se cuidó de reproducir modelos señoriales (apenas concedió
algún título nobiliario en América, como el de marqués del Valle de Oaxaca para Hernán
Cortés). Las Leyes Nuevas (1542) trataron de eliminar toda forma de esclavitud,
servidumbre y encomienda, aunque la protesta solidaria de la clase de los conquistadores
(guerras civiles en Perú) obligaron a buscar un compromiso: supresión de las prestaciones
personales de los indios, abolición del señorío jurisdiccional, conservación de los
privilegios económicos de los encomenderos (tierras y tributos económicos de los indios,
pero no encomiendas perpetuas heredables), pero los encomenderos se veían privados de
las atribuciones gubernativas y judiciales a favor de los funcionarios de la Corona.
La sociedad se organizó a partir de ahora sobre la base de la separación entre “la república
de los españoles” y “la república de los indios”, impuesta por los misioneros para defender
a éstos de aquéllos. Los indios siguieron viviendo en su mayoría en sus antiguos pueblos,
con sus autoridades tradicionales (caciques mesoamericanos, curacas peruanos) sobre los
que se sobreponen unos funcionaros reales, los corregidores de indios y su personal
subalterno. En esas comunidades indias desarrollaron una importante labor asimiladora
los misioneros, creando nuevos pueblos de tipo castellano (reducciones o
congregaciones). Por su parte, los españoles se concentraron en las ciudades, creadas por
la Corona para disponer de una red de centros de decisión con todos los poderes
económicos y políticos. Si en España dominaba el trazado abigarrado de pueblos y
ciudades, las nuevas urbes americanas se trazaron con planta simétrica, con plaza mayor
sobre la que se dibujan calles perpendiculares de amplias proporciones sobre un esquema
ajedrezado (cuadrícula hispánica). Alrededor de la plaza, se erguían los edificios nobles
(catedral, casas reales, cabildo, ayuntamiento, palacio del virrey o del gobernador). En
los arrabales, la población indígena, negra o mal asentada. Las ciudades mineras fueron
un producto típicamente colonial: sin trazado de damero, con mayoría de población
flotante y de hombres, sin familias, existencia de locales de ocio (juego, alcohol,
prostitución).

La época de los corsarios: el siglo XVII.


LA DEFENSA DE INDIAS
La soberanía exclusiva de España sobre América fue contestada por la mayoría de los
países de la Europa occidental, que pronto se sintieron autorizados para atacar tanto la
línea comercial de la Carrera de Indias como las plazas portuarias que servían para este
tráfico. Por ello, la Monarquia tuvo que arvbitrar medios de defensa tanto en sus barcos
como en sus bases en tierra frente a sus enemigos, muchos más numerosos los europeos
que los indios (apenas levantaron empalizadas y fuertes en Chile contra araucanos, en
Tucumán, Alto Perú, o en el norte de Nueva España).
Tras la organización del sistema de Flotas y galeones e 1564-66, se incorporó a la flota
de Nueva España una nao capitana y otra almiranta fuertemente artilladas y en el
mantenimiento permanente de una Armada de la Guarda de la Carrera de Indias,
compuesta por seis u ocho unidades, que acompañaban a los buques de Tierra Firme, y
defendían a ambas formaciones mercantes en su regreso desde La Habana. Así, ningún
convoy se perdió a lo largo del s. XVI y primeras décadas del XVII hasta la resonante
captura de la flota en 1628 por el holandés Piet Heyn en la bahía cubana de Matanzas.
Más difícil fue proteger los puertos de la Carrera de Indias.
Los ataques se sucedieron en ese tiempo: Jacques de Sores contra el puerto de La Habana
(1555); Los de Francis Drake contra San Juan de Ulúa (1572) y Puerto Rico (1595) y
Portobelo (1596), donde muere. Felipe II envió ingenieros militares, destacando Juan
Bautista Antonelli, para fortificar la defensa costera. Para 1600 se habían fortificado La
Habana, Cartagena de Indias, Portobelo, Panamá, Veracruz, Santo Domingo, San Juan de
Puerto Rico, Santa Marta, pero con insuficientes piezas de artillería y guarnición.
En el Pacífico cabe mencionar los ataques de Drake y Hawkins a Valparaíso y a Panamá.
Ello obligó a fortificar Panamá y a crear una flotilla de seguridad, llamada “de la plata”,
para proteger la ruta entre Panamá y El Callao, luego transformada en la llamada Armada
del Mar del Sur, permanente desde 1591.

La Carrera de Indias
España sintió la necesidad de establecer un cauce para enviar a sus colonos en las Indias
los productos necesarios (vino, aceite, así como mercurio de Almadén para extraer mejor
la plata de las minas por el procedimiento de amalgación, hierro de Vizcaya, así como
productos manufacturados europeos –ropas-) y en traer del Nuevo Mundo los metales
preciosos y otros géneros de interés en Europa (como los colorantes grana y añil, semillas,
etc.). Se denominó Carrera de Indias a ese sistema comercial que regulaba esos
intercambios entre la metrópoli y las colonias americanas.
La Carrera de Indias se consolidó a lo largo del s. XVI, consolidándose la Casa de la
Contratación (fundada en 1503 como institución técnica y administrativa para la
ordenación de tráfico) y el Consulado o Universidad de Cargadores (creado en 1543 como
órgano representativo de los mercaderes interesados en dichos intercambios y como
tribunal privativo de comercio). Con ambas instituciones, Sevilla quedaba incluida como
único puerto de llegada y de salida de las flotas hacia América. El monopolio comercial
lo ejercía el Consulado, que debían ser españoles (incluyendo los de la Corona de Aragón)
o extranjeros naturalizados, siempre católicos y de países amigos, que obtenían su carta
de naturaleza por avecindamiento, estancia continuada, matrimonio con española o
nacimiento en segunda generación.
En 1564 se estableció el llamado Proyecto de Flotas y Galeones, que establecía la salida
de dos grandes flotas compuestas de galeones. La primera, llamada usualmente “la flota”,
desde Sevilla se dirigía al puerto de Veracruz, en Nueva España, tras tocar los puertos de
Santo Domingo y La Habana. En Veracruz descargaban los productos y se internaban por
tierra a México.
La segunda, que recibía el nombre de “los galeones”, se dirigía a la llamada Tierra Firme
(puertos de Nombre de Dios, Portobelo y Cartagena de Indias). Los productos de “los
galeones” se transportaban por tierra a Panamá, ya en el Pacífico, donde eran embarcados
con destino al puerto de El Callao para su distribución en el virreinato del Perú.
El viaje de regreso seguía el mismo destino, con los galeones cargados, principalmente,
de plata (minas de Zacatecas, en Nueva España, y Potosí). Ambas flotas se encontraban
en La Habana, desde donde regresaban juntas a Sevilla.
En el último tercio del siglo XVI se puso en funcionamiento una línea de prolongación:
el Galeón de Manila, que partía de Acapulco, en el Pacífico de Nueva España, para
alcanzar Filipinas, donde intercambiaba sus cargamentos de plata contra las sederías y las
porcelanas de China, antes de regresar a Acapulco, transportar por tierra esos productos
a México y Veracruz y embarcarlos hacia La Habana y a Sevilla. Dicho Galeón de Manila
perduró hasta 1898.
La plata indiana servía para pagar las remesas metropolitanas y una parte importante se
dirigía a los proveedores del norte de Europa, además de a los banqueros que financiaban
las guerras de los Austria, por lo que se ha venido en hablar de un “puente de plata” entre
América y Europa. Pero no era desdeñable la parte que quedaba en los intermediarios
hispanos (avituallamiento de los buques, venta de licencias de embarque, importe de los
fletes, participación en seguros y riesgo de mar, beneficios comerciales, etc.
La llegada de cantidades ingentes de plata produjo uno de los fenómenos más llamativos
de la economía del siglo XVI: la revolución de los precios. Se basó, gracias a la
abundancia de medios metálicos de pago por la llegada de plata, en la potenciación del
crecimiento de la economía europea ocurrido en el s. XV, propiciando una inflación
moderada y estimulante. Sin embargo, en el caso español, debido a la rigidez de la oferta
y el bajo nivel tecnológico, se produjo una inflación excesiva, subiendo los precios en
España por encima de los europeos, haciendo menos competitiva la economía española,
que pasó a ser una economía de importación, entrando en crisis las manufacturas propias.
Los empresarios se desinteresaron por una economía que era cada vez menos competitiva
y los consumidores, con el dinero fácil de la plata americana, optaron por importar
productos más baratos del extranjero. Así, como señalaban los contemporáneos que
analizaron el fenómeno (Martín de Azpilicueta y otros arbitristas), la riqueza de España
fue la causa de su pobreza, por más que en el declive del siglo XVII entren también otros
factores derivados de la evolución del mundo rural.

El Galeón de Manila
El Galeón de Manila, o Nao de China, o Nao de Acapulco, era la ruta comercial (también
cultural y espiritual) que unió Manila con Acapulco desde 1573 hasta 1815 (OJO,
MTNEZ SWAH PONE 1815, NO 1898 como puse yo antes).
Sus prolongaciones eran, por un lado, desde Acapulco a México, Veracruz y hasta Sevilla;
por otro lado, desde Manila a China, Japón, Formosa, Molucas, Camboya, Siam, Malasia,
India, Ceilán y Persia.
Como hemos visto en “La Carrera de Indias”, la ruta arrancaba de Sevilla, cruzaba el
Atlántico hasta el puerto de Veracruz, pasaba por tierra a México y de allí, por el Camino
de Asia, a Acapulco y cruzando el Pacífico hasta Filipinas. Si bien la ruta Filipinas-
Acapulco se inauguró en 1565, con el tornaviaje logrado por Andrés de Urdaneta
siguiendo la corriente de Kuro-Siwo, hasta 1640 hubo barcos que desde Manila
alcanzaban El Callao o el litoral nicaragüense. Pero quedó regulado en 1593 con dos
barcos anuales (que la conveniencia de los mercaderes unificaría en uno solo), así como
la exclusividad del puerto de Acapulco como entrada y salida para el comercio con
Filipinas.
El galeón partía del puerto de Cavite (Filipinas) en julio para aprovechar el monzón del
verano, siguiendo la corriente de Kuro-Siwo y llegaba a fin de año a Acapulco. Se
procedía a la descarga y se celebraba la feria anual de Acapulco, con mercaderes de
México, Puebla, Oaxaca y otras poblaciones vecinas, bajo la supervisión del alcalde
mayor y el castellano del fuerte de San Diego. En marzo, el galeón abandonaba Acapulco
y tras tocar en las Marianas (Guam) llegaba a Manila en julio, a tiempo de ver zarpar a su
relevo en dirección opuesta.
Eran unas largas travesías en un mundo casi desconocido, fragmentado en miles de islas,
tan lejano del mundo hispano como variado en etnias, lenguas y religiones. El viaje de
Acapulco duraba entre tres y cuatro meses, y el tornaviaje, unos seis. La dieta era de
menestra deshidratada, frutos secos, frutas pasas (uvas, orejones, higos). El escorbuto era
común, por falta de vitaminas.
Los intercambios e basaban en las remesas de plata desde Acapulco a Manila, donde se
intercambiaban por productos asiáticos, muchos de ellos llegados en sampanes chinos. El
Galeón transportaba frailes y plata de Acapulco a Manila (los pesos españoles de plata
circularon por el Celeste Imperio chino), más la grana de Oaxaca, el jabón de Puebla y el
añil de Guatemala, los envíos oficiales (la plata del “situado” o asignación para el
mantenimiento de la colonia, el papel sellado y los naipes de cuenta de la Real Hacienda,
junto con artículos destinados para los Reales Almacenes, tales como imágenes religiosas
o vino para consagrar).
El comercio en Manila estaba en manos, principalmente de mercaderes chinos
(sangleses), que llevaban en juncos a Manila productos alimenticios (trigo, cebada,
azúcar, frutos del tiempo y secos), pero especialmente las manufacturas procedentes de
todo el mundo oriental. La negociación se celebraba en el mercado abierto, el Parián de
los Sangleses, adonde llegaban los comerciantes españoles establecidos en Manila para
hacer llegar a Acapulco los productos necesarios para Acapulco, bajo un complejo
sistema intervenido llamado la “pancada”.
Al igual que la Carrera de Indias, el Galeón de Manila era un monopolio de particulares
y el tonelaje de los navíos debía repartirse entre los españoles avecindados. Los galeones
que partían de manila iban cargados de productos chinos, pero también de todas las
maravillas de Asia (sedas chinas, tallas de jade y de cuerno de rinoceronte, porcelanas,
botellas, vajillas, etc., destinadas a funcionarios o a la familia real). De Japón provenían
biombos de múltiples hojas, objetos de laca negra para uso doméstico, bandejas, cajitas,
escritorios. De tierras más lejanas, objetos indoportugueses (relicarios, marfiles, muebles
de India), tejidos de algodón de Bengala, alfombras persas, canela de Ceilán, especias de
Molucas (clavo, pimienta, nuez moscada), y también de Filipinas sus tejidos de algodón,
mantas o canela de Mindanao, y más tarde abanicos, mantones. También llegaban a
España productos mexicanos de inspiración oriental. Con el final de esta ruta se puso fin
a la dependencia de Filipinas del Virreinato de Nueva España, el término a una vía de
llegada a España de productos exóticos y el final de una corriente de ideas religiosas,
artísticas, intelectuales entre España, Hispanoamérica y el Asia española.

AMÉRICA EN EL SIGLO XVII


La implantación de España en América quedó salvaguardada jurídicamente por las bulas
alejandrinas y por el tratado de Tordesillas. Éste permitió la colonización del oriente de
Sudamérica por los portugueses, que se fueron extendiendo. Y las `potencias europeas
(Inglaterra, Francia, Provincias Unidas, incluso Dinamarca) negaron los derechos
españoles, emprendiendo exploraciones por el norte del continente y ocupando zonas en
el Caribe que no habían sido ocupadas por los españoles. Desde esos territorios, corsarios
al servicio de esos países hostigarán las posesiones y flotas españolas. En el siglo XVII
la América ibérica pasa a ser América europea.
Conviene distinguir los corsarios de los piratas. Los corsarios disponían de una
autorización de un monarca o de un gobierno (patente de corso) para atacar a los enemigos
de la nación otorgante). Los piratas, en cambio, se entregaban a acciones indiscriminadas
en beneficio propio y al margen de la ley. Drake y Hawkins operaban con permiso de
Isabel I de Inglaterra, pero Henry Morgan, arrestado primero por violar la paz entre
Inglaterra y España con su ocupación y saqueo de la ciudad de Panamá, fue luego
nombrado caballero y gobernador general de Jamaica (inglesa a partir de 1655). La
piratería se fragmentaría en el siglo XVII. Los bucaneros eran piratas instalados en tierra,
que comían carne de rebaños asilvestrados asados sobre ramas (boucan, en francés).
Otros, filibusteros, navegaban en barcos de pequeñas dimensiones (fly-boats). Acabarán
perjudicando también los interés de Inglaterra y de rancia, por lo que los perseguirán en
el s. XVIII. Todos ellos, corsarios y piratas, practicaban también al contrabando.

La economía de plantación
Los europeos impusieron en el siglo XVI en América una economía basada esencialmente
en la extracción de metales preciosos, como el oro y, sobre todo, la plata, que fue la
palanca para superar la crisis de medios de pago en el viejo mundo y para sustentar el
comercio con Asia. Esta economía extractiva, que incluyó la de las perlas, se unió a la
explotación de otros ramos: materias primas tintóreas (grana, añil, palo de Brasil, palo
Campeche), y una agricultura y ganadería de subsistencia pero que pronto se centró en
una agricultura especulativa, sobre todo al trasplantar al nuevo continente la caña de
azúcar, antes ensayada en Madeira, Azores y canarias. Al azúcar se le unió el cacao,
tabaco, algodón y, más tardíamente, el café.
Esta agricultura dio lugar a las plantaciones, sistema agrario latifundista en régimen de
monocultivo, que exigía para su rentabilidad mano de obra barata. Estas plantaciones se
extendieron durante el siglo XVII por distintas regiones americanas (Brasil, Antillas
francesas –Saint Domingue-, inglesas –Jamaica-, o españolas –Cuba-), cultivando azúcar,
pero también tabaco, añil o café. Os ingleses en Virginia y Maryland se dedicarían pronto
al tabaco. Esta economía de plantación fue la causa de la esclavitud en América y provocó
la aceleración de la trata de esclavos y el consiguiente comercio triangular entre Europa,
África y el Nuevo Mundo, lo que determinó el traslado masivo de población africana a
América con su cultura.
Los capitanes de los barcos europeos pagaban a sus proveedores africanos con
aguardiente, armas, pólvora, telas, utensilios domésticos, abalorios europeos, junto con
tabaco americano, antes de poner proa al Brasil o a las Antillas, donde desembarcaban
los esclavos africanos y cargaban los típicos productos de plantación para luego
introducirlos en el mercado europeo. Este comercio triangular fue una de las causas de
expansión de la economía europea durante los siglos XVII y XVIII. Durante el siglo
XVIII al menos seis millones de esclavos africanos fueron transferidos a América (si
sumamos las víctimas de las “razzias” y de la travesía, unos doce millones de individuos
jóvenes fueron sacados de África durante la Edad Moderna.
En el siglo XVIII los puntos de destinos principales pasan a ser la América inglesa (30%
del total), la francesa (22%), la neerlandesa (8%) y desciende la llegada a la portuguesa
(aunque aún en cabeza con el 30%) y la española (10%).
Los esclavos eran capturados en Senegal, Sierra Leona, Costa de Oro, Guinea, el Congo
y Angola. Portugal perderá tras 1640 sus provechosos asientos con España. Francia se
reservó la exclusiva de las costas de Senegal y de Guinea, atendidas por la Compagnie du
Sénégal o la Companie de Guinée) para suministrar a las colonias francesas y españolas.
Varios puertos franceses se especializarían en la trata (Nantes, Burdeos, La Rochelle).
Los holandeses se instalarán en la Costa de Oro con trece factorías, por nueve inglesas,
una danesa y una prusiana. España, excluida por Tordesillas de la costa africana (salvo la
franca de Santa Cruz de la Mar Pequeña, al otro lado de Canarias), dispuso por cesión de
Portugal en el Tratado de San Ildefonso (1777) y del Pardo (1778) de la franja continental
del Río Muni y de las islas de Fernando Poo y Annobon. Existió una Compañía Gaditana
de Negros (1765-78). Sin embargo, la gran potencia esclavista fue Inglaterra, que contaba
con la exclusiva de Sierra Leona y participaba en Costa de Oro a trasvés de la Royal
African Company, la Company of Merchand Trading, la “South Sea Company”,
beneficiaria ésta de los asientos españoles tras el Tratado de Utrecht. Puertos importantes
del tráfico esclavista fueron también Londres, Bristol, Liverpool y Ámsterdam.
La trata se tradujo en terribles consecuencias para el territorio africano: estado de guerra
permanente para los estados negreros africanos que vendían a su propia población; tráfico
de armas; depresión demográfica; desarticulación social del África negra y sudanesa.
Todo ese cauce enorme de población produjo una cultura propia en el continente
americano surgida de la mezcla del legado africano (angolano, yoruba, mandinga,
carabalíes, etc.) y las formas preexistentes mestizas, derivadas del contacto entre europeos
e indios. Fue una cultura surgida en la esclavitud y con un carácter de resistencia frente
al dominio blanco. La resistencia y la huida derivaron en la creación de comunidades
negras libres: quilombos, palenques o cumbres (en Venezuela), poblados por esclavos
huidos (cimarrones, mambises, “marrons”), que se rebelaron a menudo. La iglesia
católica intentó encuadrar a la población negra: tuvieron sus propios santos (San Benito
de Palermo, cofradías (en Brasil, las del Rosario o de los “pretos”). Pervivieron viejos
cultos africanos bajo el matiz católico: los dioses yorubas tuvieron predicamento en
Brasil; Shangó fue Santa Bárbara en Cuba; Ogún fue San Pedro, San Antonio o San Juan;
yemanyá fue la virgen del Rosario en Bahía y la virgen de Regla en La Habana. Era el
mundo de los “orishás”, que se hacía patente en las ceremonias de candomblé y macumba
brasileñas, mientras que en Cuba se practicaba la santería (de origen también yoruba) y
en Haití, el “vudú”, procedente de Dahomey, animista y politeísta.

La fragmentación del espacio antillano.


Las culturas antillanas.
Al tiempo de la llegada de los europeos se las conoció como Indias Occidentales. El
término Antillas, proviene del portugués "antilha" (anti-isla), pues algunos sostenían que
eran las antípodas de Portugal.
La región pronto comenzó a conocerse como islas Caribes, en relación a la etnia que
mayormente las habitaba en ese momento. El nombre Caribe por su parte proviene de la
mitología griega donde se habla de una nación karibaloi o kanibaloi caracterizada por su
antropofagia, costumbre de esos grupos nativos.
Las Antillas comprenden tres importantes conjuntos de islas que se extienden en forma
de media luna desde la punta oriental de la península del Yucatán (en México) y el sureste
de Florida (en Estados Unidos) hasta la costa de Venezuela, en Sudamérica.
Los rastros arqueológicos indican que los primitivos pobladores, fueron los ciboney,
nómades que recorrieron la región hace unos 3.500 años.
Habían llegado desde las costas venezolanas, pescadores- recolectores, con un desarrollo
cultural muy primitivo, fueron expulsados a comienzos de la era cristiana por los tainos,
perteneciente al grupo lingüístico arawak, luego de largas y lentas migraciones también
desde Venezuela con rumbo norte. Si bien fueron originarios del noroeste sudamericano,
su cultura tuvo influencias centro y mesoamericanas.
En forma tardía, procedentes del continente sudamericano, arribaron a las Antillas
Menores grupos caribe. Eran cultivadores de aldea, pero su organización social adaptada
a la continua beligerancia más sus costumbres antropófagas le dieron fama de terribles
guerreros. Asaltaban las aldeas arawak, tomaban las mujeres como esposas y practicaban
el canibalismo con los hombres.
Los antillanos fueron los primeros indígenas americanos con quienes estableció contacto
Cristóbal Colón y a ellos les tocó sufrir de la manera más radical los naturales efectos del
encuentro entre sociedades y culturas muy distintas. La región prontamente se convirtió
en un paraíso para los filibusteros, con ocupaciones españolas, francesas, inglesas y
holandesas. Aun así no se sometieron fácilmente, en algunas islas, especialmente la de
San Vicente (llamada Hairouna por los caribe), los aborigenes resistieron hasta fines del
siglo XVIII.

La instalación en Santo Domingo.


El proceso de conquista española de América presenta tres etapas bien diferenciadas: 1)
conquistas antillanas o tempranas, 1502‐1519; 2) conquistas continentales o intermedias,
1519‐1549; y 3) conquistas interiores o tardías, desde 1550 en adelante. Así, las
conquistas de las Atillas y Tierra Firme se desarrollan fundamentalmente entre 1502 y
1519. En la primera etapa las empresas son a la vez de expansión territorial y de
exploración.
La conquista propiamente dicha comienza en realidad en 1502, con las campañas del
gobernador de la Española Nicolás de Ovando, que derrota y ahorca a la cacica Anacaona
y envía a Juan de Esquivel al este de la isla a someter la región de Higüey y Saona. En
los años siguientes la Española será la célula de la conquista y de aquí partirán en 1508
Juan Ponce de León a la conquista de Puerto Rico y Juan de Esquivel a Jamaica (cuyo
sometimiento completará en 1514 Juan de Garay).
Poco después, en 1509, Alonso de Ojeda y Diego de Nicuesa emprenden las conquistas
continentales: Urabá y Veragua, en el golfo del Darién, con participación de Vasco Núñez
de Balboa, fundándose la primera ciudad estable en el continente, Santa María la Antigua
del Darién, base para la posterior conquista y fundación de Panamá (1519). En la segunda
década del XVI, con Diego Colón como virrey de la Española, Diego Velázquez de
Cuéllar conquista Cuba tras una serie de campañas particularmente crueles que duran de
1511 a 1514 (aquí el símbolo de la resistencia indígena será Hatuey, quemado por
Velázquez). Muy pronto, Cuba será la base de partida para la exploración y conquista de
México.
Fray Nicolás de Ovando fue el sucesor de Bobadilla y gobernador de La Española desde
1501. En 1502 llega Santo Domingo con la idea de abandonar el sistema colombino de
factorías y sentar las bases de una administración colonial española en las Indias. Refundó
la ciudad de Santo Domingo, que había sido arrasada por un ciclón y construyó un
hospital. Tras someter a los indios rebeldes, pacificó la isla y fundó algunas poblaciones.
Fomentó la agricultura y la minería, e introdujo cultivos europeos y la caña de azúcar;
además de ganadería bovina, equina, porcina y mular.
La ocupación de las Antillas.
Durante las dos primeras décadas del siglo XVI, mientras duró el ciclo del oro en el
Caribe, los asentamientos españoles cambiaban de emplazamiento, en función de los
yacimientos y de la disponibilidad de mano de obra indígena. Los colonos pensaban que
la mano de obra local era inagotable. El propio Ovando se queja a la corona de que los
indios deben trabajar en las minas.
Ovando ordena que sean trasladados a poblados especiales; y es así como empieza en La
Española el sistema de la encomienda.
Los colonos empiezan a preocuparse porque ven que les falta mano de obra. Se importan
indios de otras islas del Caribe, sobre todo de las Bahamas, Cuba o Jamaica, e incluso en
las Antillas menores. Pero en éstas los indios eran caníbales y más belicosos que en las
Antillas mayores; aunque su captura se hacía como “guerra justa” en virtud de su
canibalismo.
Juan Ponce de León empezó a colonizar la isla de Puerto Rico en 1508, pero los indios
tainos se rebelaron y tras matar a la mayoría de los colonos, se marcharon a las Antillas
Menores, donde tuvieron que enfrentarse a los caribes; lo cual dio lugar a una catástrofe
demográfica. A partir de 1511 Diego Velázquez inicia la colonización de Cuba, de manera
semejante a como se había hecho en La Española y Puerto Rico, aunque sin suficientes
indios para repartir, y con yacimientos de oro que tardaron más tiempo en ser
descubiertos, lo cual hizo que las tres islas evolucionasen de manera diferente.
En 1508 fue nombrado gobernador de La Española en sustitución de Ovando, Diego
Colón, hijo del Almirante; y al año siguiente ordenó a Juan de Garay conquistar Jamaica.
Su paso por la administración española fue tan conflictivo como el de su padre. Uno de
sus objetivos era apropiarse de los indios de los colonos para entregarlos a sus parientes;
y en 1513 se anuló su derecho a repartir indios.
3. MÉXICO o LA NUEVA ESPAÑA. De la conquista a la Ilustración.
La ocupación de México por los españoles.
La empresa de Hernán Cortés
Desde Cuba, siendo gobernador Diego de Velázquez, sale la expedición que llegará a
México. Salieron tres expediciones:
- En 1517 sale Fernando Hernández de Córdoba, en un viaje que quería ser
comercial y de rescate, aunque fracasa. Pero su viaje por Cozumel y Campeche
aporta las primeras noticias sobre la cultura maya. Velázquez aprovecha para
pedir los títulos de adelantado y gobernador de las tierras descubiertas.
- En 1518 viaja Juan de Grijalva, primo de Velázquez, que llega hasta Tabasco,
donde conoce que en el interior del país había un rey rico y poderoso. Retorna con
gran cantidad de oro y estimula el deseo de hacer más viajes.
- 1519: expedición definitiva al mando de Hernán Cortés.
Cortés era un hidalgo extremeño que había pasado bastantes años al servicio de
Velázquez, que por eso decide confiarle la tercera expedición a México. Pero cuando se
entera de que Velázquez piensa substituirlo ante el temor de que lo traicione, Cortés huye
de Santiago de Cuba para acabar la preparación del viaje en otros lugares del Caribe. Era
ambicioso y valiente y esas cualidades le ayudaron en su aventura mexicana, aunque la
suerte también estuvo de su lado. En Cozumel recogió a Jerónimo de Aguilar, que había
permanecido retenido por las tribus mayas durante nueve años y hablaba diversas lenguas
indígenas, por lo que Cortés lo incorporó como intérprete. Después Cortés llegó a
Tabasco, donde salió victorioso de un encuentro con los indios. Un cacique local le regaló
veinte mujeres, una de ellas era Malintzin, conocida luego como Doña Malinche o Doña
Marina, con la que Cortés mantuvo una relación de la que nace su hijo Martín. Malinche,
junto con Aguilar, harán los trabajos de intérprete y traducción para Cortés y ella, en
particular, le mostrará detenidamente el funcionamiento d ela sociedad indígena. Una de
las razones del triunfo de Cortés era que los indios se sentían superiores y no se
preocuparon nunca de aprender de sus conquistadores. Tras Tabasco, Cortés llegó a San
Juan de Ulúa, una isla en la costa mexicana donde mantiene los primeros contactos con
los representantes de Moctezuma, que le habían recibido con regalos para que no siguiera
adelante en su viaje, pero esto no hizo más que animarle a continuar.
Pero no hay que olvidar que Cortés inició su expedición en rebeldía y debía seguir
buscando para ella cobertura legal. Funda la ciudad Villa Rica de la Veracruz, siguiendo
el modelo castellano de poblamiento, y contó con un cabildo que controlaban sus leales.
Pero ya antes había renunciado a ser delegado de Velázquez para no estar condicionado.
Y luego el cabildo le nombró alcalde, justicia mayor y capitán general, siendo así la
persona con más autoridad. A raíz de esos sucesos, Velázquez le denuncia ante el Consejo
de Indias. Cortés envió una carta con una detallada relación de todo lo ocurrido. El
Consejo de Indias rechazó la denuncia de Velázquez y validó las actuaciones de Cortés.
La ruta a Tenochtitlan. La muerte de Moctezuma. De la Noche Triste a Otumba. La
reconquista de Tenochtitlan.
A Cortés solo le queda por solucionar el problema que le causan las deserciones y, por
eso, cuando llegó a México decidió desarmar las embarcaciones en que habían viajado,
llo que se ha conocido popularmente como “quemar las naves”.
Cortés se aprovecha del descontento en la región contra Tenochtitlan, en el lago
Texcoco,la cabecera del imperio azteca o mexica, que estaba formado por una
confederación de unas 38 provincias o ciudades integrada por diversos pueblos, como los
totonacos, toltecas o mixtecas, a los que los aztecas exigían el pago de tributos y la entrega
de víctimas para sacrificios religiosos. Las organizaciones administrativas tenían cierta
autonomía, aunque en la época de la conquista ya se vanza hacia cierta descentralización.
Tenochtitlan era el centro político y religioso del imperio y la residencia de Moctezuma.
Los tlacaltecas serñian aliados importantes de Cortñes en su lucha contra los aztecas. En
1519 salen reforzadas de Cempoala las huestes de Cortés con tropas indígenas y de nuevo
rechaza a los embajadores que Moctezuma envía. Moctezuma pretendía dar a los
españoles un recibimiento cordial por creerlos herederos de la “Serpiente Emplumada”,
lo que provocaba divisiones entre la nobleza azteca, porque algunos pensaban que otorgar
hospitalidad a los españoles era muestra de aceptar la derrota. En la batalla de Cholula
mueren más de 6.000 indígenas y en Texcoco, la segunda ciudad del imperio, Cortés
recibe el apoyo de un caudillo que antaño había competido con Moctezuma por el trono
mexica. Cuando Cortés y sus hombres llegan a Tenochtitlan, Moctezuma les recibe de
nuevo con regalos y les aloja en palacios; pero poco a poco se van dando cuenta los
aztecas de que los llegados tienen poco de dioses, sobre todo cuando tratan de imponerles
su propio dios, el cristiano. Un problema grave que enfrentaban a los dos bandos eran los
sacrificios humanos y algunos ritos antropófagos de los aztecas. Cortés acaba por hacer
prisionero a Moctezuma, saqueando el palacio real y destruyendo los principales centros
religiosos de Tenochtitlan.
Otro grave problema para Cortés seguía siendo Velázquez, que envió una expedición
desde Cuba al mando de Pánfilo Narváez. Cortés se ve obligado a mandar a parte de sus
hombres y con él al mando, a la costa para detenerles. Pedro de Alvarado se queda en su
ciudad. Cortés logra que buena parte de los hombres de Narváez se integren en sus propias
filas, pero debe regresar rápido a Tenochtitlan, donde los aztecas se han sublevado. Los
españoles tuvieron que refugiarse en el Palacio Real, reteniendo a Moctezuma, y fueron
sitiados, pero cuando los españoles lo llevan a las murallas del palacio, los aztecas lo
apedrean por considerarlo traidor y muere poco después. Cortés intenta acabar con la
rebelión destruyendo el tempo y los símbolos religiosos, pero tiene que retirarse, después
de repartirse el botín con sus hombres, y emprender la huída de Technotitlan. Es la
“Noche Triste” de 30 de junio de 1520, con muchos muertos. Poco después se libra en
campo abierto la batalla de Otumba: 300 españoles con 22 caballos y dos mil indios
aliados contra miles de soldados aztecas. Cortés mata al general azteca y cuando alza su
estandarte los aztecas huyen en desbandada, lo que permite a los españoles refugiarse en
la aliada Tlaxcala, donde reponen fuerzas y recomponen la hueste.
Durante catorce meses Cortés preparó el ataque, aprovechando para controlar a los
pueblos que apoyaban a Technotitlan, sitiando la capital por tierra y agua. La viruela
diezma las filas aztecas. La ciudad cae en agosto de 1521. Sobre sus ruinas se construirá
la ciudad de México, cabeza de una nueva organización política: Nueva España.
El virreinato de Nueva España.
Cuando la conquista se dio por concluida empezaron las tensiones entre Cortés y la
corona, que intentaba imponer sus derechos y sus puntos de vista. Se hizo evidente la
presencia de funcionarios reales. En 1528 se crea la Audiencia de México, que tuvo
relaciones muy tensas con Cortés. Años después, se creará una Segunda Audiencia. En
1535 Antonio de Mendoza, conde de Tendilla, es nombrado virrey de Nueva España. La
aplicación de las Leyes Nuevas (1542), que prohibían el carácter hereditario de las
encomiendas, estuvo a punto de provocar una rebelión de los encomenderos, pero la
habilidad del virrey lo evitó.
Entre 1520 y 1530 los conquistadores se establecieron cerca de las costas y las primeras
ciudades fundadas tuvieron un claro sentido estratégico para asegurar las rutas de
comunicación con España. Más tarde surgirían los centros mineros. En diciembre de 1529
Nuño de Guzmán fundó las ciudades de Guadalajara y de Santiago de Compostela; a
instancias de su fundador, Guadalajara se convirtió en el centro de la provincia de Nueva
Galicia. Las ciudades, en un primer momento, están formadas por casas fortaleza, aunque
pronto el paisaje urbano empieza a cambiar, especialmente cuando se descubren los
yacimientos mineros de Zacatecas o Aguascalientes. En 1526 se promulgan las Órdenes
de Granada, que intentan regular los nuevos descubrimientos. La primera expedición que
se manda al Yucatán en 1527 al mando de Francisco de Montejo y allí funda la ciudad de
Salamanca. Llega también a Chitchén Itza, antigua ciudad maya, que encuentra en ruinas.
Su hijo funda las ciudades de Mérida, Valladolid y Campeche.

Economía y sociedad en la Nueva España.


La encomienda y el trabajo agrícola.
La agricultura era la principal base de la actividad económica y de la riqueza colonial; y
casi siempre se siguieron aplicando los criterios indígenas. La actividad era variada, según
las distintas regiones. Hay que diferenciar siempre los productos autóctonos de aquellos
traídos por los europeos.
Entre los cultivos americanos estaban:
- los destinados a satisfacer las necesidades alimenticias indígenas (patatas, fríjoles, maíz)
y había también sustancias estimulantes o especiales que tenían una función concreta;
como la coca, mate o magüey, que la Iglesia condenaba.
- Hubo otros productos americanos que tuvieron gran éxito entre los europeos, como el
cacao, el café o los distintos tintes (entre ellos, la grana‐cochinilla –tinte explotado por
los indígenas en Oaxaca (Mex).
La primera empresa agraria netamente española fue la producción de la caña de azúcar,
que empezó en Santo Domingo.
La corona se da cuenta de la importancia de la agricultura, y por eso intenta no trasladar
a América el sistema feudal, sobre todo en cuanto al sistema de repartición de tierras se
refiere.

La agricultura de las haciendas.


Carlos I instruye a Hernán Cortes para que se cree un grupo de granjeros propietarios, por
el contrario de los conquistadores, que aspiraban a ser terratenientes y latifundistas. Por
ello la corona apoyo las grandes propiedades, como haciendas o estancias, ya que muchos
latifundistas provenían de la burocracia colonial, como era el caso de virreyes, oidores o
corregidores, aunque también hubiera algún encomendero. Se discute si las haciendas se
originaron en las encomiendas, y parece ser que no debió de ser así.
Tampoco es que todas las explotaciones fuesen grandes; puesto que existían de pequeño
y mediano tamaño.
Basándonos en criterios organizativos y productivos, la definición de hacienda es la
propiedad rural de un propietario con aspiraciones de poder, poseedor de un pequeño
capital, que explota su unidad productiva con trabajo subordinado y cuya producción se
dirige a un mercado reducido. La hacienda permitía no solo la acumulación de capital,
sino también la consolidación del estatus social del hacendado; concepto que no es válido
para las haciendas religiosas, que respondían a criterios de rentabilidad.
Pero no todas las explotaciones agrícolas fueron grandes haciendas, también había
pequeñas y medianas explotaciones como los ranchos ganaderos. Otra pequeña propiedad
era la labor, cuya extensión solía variar entre una y cuatro caballerías de tierra cultivable.
Teóricamente se puede separar la agricultura orientada a satisfacer la demanda externa,
fundamentalmente de plantación, de la dirigida a la demanda interna, que comprende
tanto las actividades agrícolas orientadas al abastecimiento de los centros mineros, como
la producción de subsistencia.
La formación de grandes latifundios de varios miles de hectáreas era más fácil en las
zonas marginales, debido a la menor presión sobre la tierra en tiempos de la conquista y
al suave control de las autoridades coloniales. A veces también se trataba de tierras menos
fértiles o ubicadas en zonas de baja densidad de población o con menor cantidad de agua.
En las haciendas ubicadas en zonas donde la población indígena era escasa, predominaba
el trabajo asalariado y los esclavos negros. Entre los asalariados sobresalían los sirvientes
y gañanes, junto con un buen número de artesanos, como carpinteros o zapateros.
También había mayordomos y administradores, aunque estos tenían un nivel más elevado
de ingresos. La mano de obra esclava se utilizaba en determinadas haciendas,
dependiendo de su ubicación geográfica o del tipo de producción (como el azúcar).

República de españoles y repúblicas de indios.


En la segunda mitad del siglo XVI la sociedad indiana se volvió más compleja y se dividió
en dos realidades políticas, sociales y culturales: la república de españoles y la república
de indios. Las diferencias aumentaron aún más en los siglos XVII y XVIII.
En la primera mitad del siglo la sociedad indiana blanca se compone de los primeros
pobladores, conquistadores encomendadores y sus descendientes (beneméritos) y del
producto de la inmigración blanca (vecinos). En la sociedad indígena se podían distinguir
la nobleza indígena y a distintos grupos de indios hispanizados en grado diferente.
Durante el reinado de Felipe II la sociedad aristocrática encomendera se unió a la
oligarquía de mineros, mercaderes y hacendados. A este grupo le seguía el de los vecinos,
que reclamaban a sus familiares si obtenían cierta posición. Estos habitaban en ciudades
o villas, pero nunca en los poblados indígenas lo que contribuyó a la dicotomía de
población urbana blanca y población rural india. Aun así, la nobleza indígena se
consideraba española y había indios hispanizados que también se instalaban en las
ciudades.
El Libro VI de la Recopilación de Leyes de los Reinos de Indias recoge la legislación
relativa a la república de los indios, que parte de que los indios son vasallos de la Corona,
no extranjeros o enemigos sino súbditos a los que se pretende integrar en el sistema
hispánico .Se reconoce su situación de inferioridad legal y práctica, a los que hay que
tutelar.
El ejercicio de la tutela requiere organizar a los indios dentro de un régimen político en
común, es decir, en república, entendiendo por ello la vida ordenada, en policía.
Ello implica la reorganización de la vida indígena y la congregación de los indios en
pueblos o reducciones, donde no residirían más españoles que los doctrineros,
corregidores y encomenderos. Estos asentamientos permiten vigilar y controlar mejor a
la masa indígena, a la vez que buscan impedir posibles extorsiones y abusos por parte de
los españoles u otras gentes. De todas formas, la política aislacionista no fue rígida.
Los pueblos de indios se configuraron con una estructura institucional castellana, pero
bajo la administración indígena, dirigida por el cacique o curaca. La tarea de los caciques
consistía en obtener el tributo de los indios y distribuir el trabajo y el gobierno de la
comunidad indígena según su tradición. El cacique estaba bajo la autoridad del
encomendero cuando existía la encomienda de servicio. Cuando esta se sustituyó por la
encomienda de tributo los caciques pasaron a depender del corregidor de indios. Este
gobernaba un distrito rural, administraba justicia, recaudaba el tributo indígena y
proporcionaba la mano de obra indígena cuando era necesaria. El indio podía recurrir al
juzgado general de indios si era objeto de abusos.

Los esplendores de la cultura novohispana.


Del arte clásico al arte barroco.
Los estilos arquitectónicos siguen de cerca los coetáneos españoles (plateresco,
herreriano, etc.), que se adaptan sin grandes modificaciones en las Antillas y en el
virreinato de Nueva España y experimentan interpretaciones más originales en el
virreinato del Perú. Dependientes de las iglesias son también la escultura (retablos,
sillerías, púlpitos, imágenes), la pintura y la música, en manos de artistas llegados de la
metrópoli y dispuestos a prolongar en América los estilos europeos.
La arquitectura, obligada a una constante renovación por la actividad sísmica de muchas
regiones, emplea materiales locales (como las piedras volcánicas mexicanas ‐el tezontle
rojo‐ y peruanas ‐la andesita negra o la tufa blanca de Arequipa‐), se adapta a la geografía
(la cubierta ligera o quincha peruana), inventa nuevas formas para nuevas necesidades y
llena de edificios civiles y religiosos las grandes ciudades del virreinato novohispano
(México, Puebla y Oaxaca, más Antigua en Guatemala) y peruano (Tunja, Bogotá y
Cartagena de Indias; Quito, Arequipa, Lima, Cuzco y Cajamarca).
La escultura se benefició de la respuesta dada a la exigencia barroca del horror vacui,
tanto en las portadas (verdaderos retablos de piedra), como en los suntuosos y luminosos
interiores (con sus retablos dorados y sus impresionantes artesonados de tradición
mudéjar o clásica), igualmente tocados por un exotismo decorativo exuberante y
avasallador.
El hambre de imágenes sustitutivas de la representación del mundo indígena para ofrecer
contenidos cristianos y occidentales, que fue característica constante desde la primera
fase de la colonización, se transformó, en la época barroca, en una furiosa carrera para
llenar el horror vacui de las superficies, colmando una exigencia tal vez innata en el
espíritu indígena, pero no ajena en general a las expresiones del arte popular. El aspecto
decorativo, responde también a la necesidad de solucionar con elementos novedosos los
espacios externos o internos preconstituidos.
La pintura encuentra sus primeras figuras de relieve, como Cristóbal de Villapando (1645‐
1714), en México bajo la influencia de Valdés Leal, y Melchor Pérez de Holguín (1665‐
1724), en el Alto Perú y bajo la influencia de Zurbarán, sin duda el mejor pintor de la
América meridional.
América Central.
La conquista prosiguió desde México hacia el sur en la década de los 20 del s. XVI
(Guatemala, El Salvador, Honduras), donde encontraron un grupo sentado por Vasco
Núñez de Balboa en Panamá, que ascendía en dirección opuesta hacia el norte (Costa
Rica y Nicaragua). El avance fue más lento puesto que los españoles se enfrentaban a
sociedades más descentralizadas, menos avanzadas, nómadas, culturalmente atrasadas,
en medios especialmente hostiles. Hubo diversos levantamientos mayas (1524-26). El
enviado de Cortés a Honduras, Cristóbal de Olid, se rebeló y se proclamó gobernador.
Cortés intentó llegar al Pacífico por Honduras, fracasando y sacrificando a los rehenes
aztecas que había llevado consigo para evitar rebeliones, con lo que su posición quedó
cuestionada ante la corona.
En 1519 se funda la primera ciudad en Centroamérica, Nuestra Señora de Asunción en
panamá, centro de expansión por el norte. Se organizaron varias expediciones para dar
con el Pacífico. Desde el Darién, Pedrarias Dávila envió a Hernández de Córdoba, quien
fundó en Nicaragua las ciudades de Granada y de León. Desde México, Cortés envió a
Alvarado y a Olid para conquistar Guatemala y Honduras respectivamente. Alvarado, que
había oído hablar a los aztecas sobre las riquezas de Cuahtemallán, donde vivían los
indios quichén. Libró batallas; atacó sin contemplaciones a diversos pueblos, sin leerles
el preceptivo requerimiento para su conversión a la religión cristiana, por lo que fue
apercibido; quemó la ciudad de Utatlán y a sus reyes, temiendo una encerrona. Sobre
Ixemché fundaron la Villa de Santiago de los Caballeros de Guatemala.
La expedición de Cristóbal de Olid a Honduras (las Hibueras), buscando el estrecho
interoceánico, fue más desafortunada. Concertó en Cuba con Velázquez la conquistad e
Honduras. Cortés envió a Francisco las Casas a Honduras para castigar la traición de Olid,
pero éste consigue apresar a aquél junto a González Dávila. Sin embargo, los prisioneros
consiguen conspirar, dar muerte a Olid y regresar a México. Hubo después una
expedición fracasada del propio Cortés a las Hibueras. Finalmente, la que Pedrarias
Dávila envió capitaneada por Hernández de Córdoba, quien pretendió rebelarse contra
su gobernador para enajenarse la región. Pedrarias, a sus 80 años, zarpó de Panamá y en
Nicaragua apresó al capitán rebelde en Granada, ajusticiándolo en León. Intentó Pedrarias
quedarse con Honduras, pero se opuso su gobernador, favorable a Cortés, acordando
límites y quedando Honduras ligado a la gobernación de Guatemala. Se sucedieron
décadas de conflictos en las Hibueras con los indios y entre los propios españoles. El
1542, las Leyes Nuevas reorganizaron la región centroamericana, superando las múltiples
gobernaciones: la Audiencia gobernadora se instaló en Santiago de los caballeros
(Guatemala), siendo su presidente también gobernador y capitán general, subordinado al
virrey de Nueva España.
La conquista del Yucatán fue tardía y difícil puesto que el imperio maya se había
desintegrado y en su lugar había múltiples cacicazgos independientes, que tuvieron que
ser tomados uno a uno. Para ello salieron de España en 1527 Francisco de Montejo y
Alonso de Ávila, fundando Salamanca y Mérida y descubriendo la ciudad maya de
Chichén Itzá, en ruinas. La conquista fue concluida por sus sucesores en 1544. El Yucatán
se integró en la Audiencia de los Confines (Guatemala).
La conquista de Costa Rica, puente entre Panamá y Nicaragua, se intentó varias veces.
La definitiva comenzó en 1560, por Juan de Carvallón. decidida por la Audiencia de los
Confines (Guatemala), atacando por las costas atlántica y pacífica. Terminó en 1572.
Fundaron la ciudad de Cartago.
4. VENEZUELA. De la empresa alemana a la Capitanía General.
Los alemanes en Venezuela.
Fue en 1508 cuando el Rey Fernando puso en práctica las decisiones tomadas en la Junta
de Toro.
La convocatoria de una nueva Junta reunida en Burgos, dividió tierra firme en dos
gobernaciones, Urabá (desde el cabo de Vela hasta el golfo de Urabá) y Veragua (desde
el golfo de Urabá hasta Nicaragua) y encargó a Alfonso de Ojeda y Diego de Nicuesa su
conquista y colonización. Para ambos conquistadores el incentivo era someter a los indios
y aprovisionarse del palo de Brasil, esclavos y oro. El primer desarrollo de la conquista
de Tierra Firme, marcó la pauta de lo ocurrido en las grandes imperios americanos, donde
fue necesario conquistar primero el territorio, enfrentándose a la resistencia indígena, para
luego colonizar y poblar, sería muy distinto al Caribe.
En 1528 se capituló el descubrimiento y conquista de Venezuela con la Casa Welzer, si
bien a través de unos factores como intermediarios. Talfinger fundó Maracaibo,
Hohermuth exploró la Alta Amazonia y Federman llegó a Bogotá.
Los banqueros alemanes nombraron Gobernador a Ambrosio Talfinger (Alfinger para los
españoles), quien llegó a Coro en 1529 y obligó a Ampíes a irse. Alfinger hizo dos
expediciones.
Una hacia el lago de Maracaibo, en la que fundó la ciudad del mismo nombre, y otra hacia
el río Magdalena, en la que murió asaeteado por los indios. Le sucedió Georg Hohermuth,
natural de Spira, a quien los españoles llamaban simplemente Jorge Espira. Este se
obsesionó con la idea de llegar a la costa de la Mar del Sur (que suponía próxima) y
encontrar el Mito del Metha, del que hablaremos luego. Salió en 1535 hacia Barquisimeto,
los Llanos (Apure y Arauca), Casanare y finalmente la alta Amazonía, desde donde
regresó a Coro en mayo de 1538. De sus 490 hombres sobrevivían sólo 150.
En ausencia de Espira, partió de Coro su teniente de Gobernador Nicolás de Federman el
14 de febrero de 1536 a la búsqueda del Metha. Había realizado ya dos exploraciones,
una a la entrada de los llanos y otra hacia la Guajira. Después de permanecer cerca de un
año en las cercanías de la ciudad siguió hacia Barquisimeto. Luego fue bordeando la
cordillera andina con dirección sur. En 1538 cruzó los llanos de Apure, el río Pauto, el
Meta y el alto Guaviare, donde encontró objetos de oro que los indios le dijeron venían
de la Cordillera. Esto le llevo a dirigirse a ella. Subió el páramo de Sumapaz y fue a caer
sobre el Nuevo Reino de Granada., en donde se encontró con la expedición de Jiménez
de Quesada.
Quesada y Federman iniciaron negociaciones para llegar a un acuerdo, mediante el
reparto de parte del botín, cuando los indios volvieron a decir que otra hueste venía por
Neiva (el Occidente).
Se trataba de la mandada por Sebastián de Benalcázar, que había partido de Quito y
llegado allí siguiendo la pista del mismo mito.
Con la llegada de Federman y de Benalcázar hubo de resolverse un pleito respecto al
control, que se saldó nombrando a Jiménez de Quesada Mariscal del Nuevo Reino de
Granada y a Benalcázar Adelantado de Popayán.
La presencia del alemán Federman está en consonancia con la capitulación a favor de la
Casa Welzar que hizo Carlos V, por la cual nombraba a los gobernadores de Coro, los
cuales organizaban las expediciones al interior.
Consolidación económica, social e institucional.
Se calcula que el número de habitantes del territorio venezolano en el siglo XVII oscilaba
entorno a los 200.000 habitantes, lo cual implicaba una bajísima densidad. Los habitantes
de Caracas, “Aislados del mundo, indolentes e ignorantes vivieron siglo y medio [...]
hasta que los despertó la Compañía Guipuzcoana”. La nobleza americana comprendía
primero a los terratenientes, generalmente asentados en Caracas, herederos de los
primeros conquistadores y encomenderos, ejercía un verdadero cacicazgo, con pautas de
conducta típicamente feudales. Se les llamaba “grandes cacaos” o “mantuanos”, por el
gran manto con que se tocaban sus mujeres. Segundo, a los clérigos que detentaban altos
cargos en la chancillería episcopal; tercero, los togados abogados o intérpretes de la ley y
finalmente los funcionarios reales. Debajo de estos privilegiados estaban médicos y
cirujanos, comerciantes, carpinteros, herreros y cuantos ejercían empleos mecánicos,
generalmente desempeñados por esclavos. El español metropolitano, señala Otto Pikaza,
llegado a comerciar o a administrar –petulante e inculto en buena parte–, poseía casi en
exclusiva los cargos político-burocráticos del poder central.
El Informe nos habla también de mestizos y pardos. Los negros, al parecer, eran libres
parcialmente entre 1771 y 1785, ya que el Informe los distingue de los esclavos
propiamente dichos. Procedían del comercio de esclavos negros oriundos de Africa
importados por la Compañía de Guinea y el Asiento Inglés. Su importancia social era
nula. Los esclavos se localizan preferentemente en las haciendas de cacao, donde el
obispado, de acuerdo con el Gobernador o Capitán General de la Provincia, procedió a la
fundación de pueblos “para el socorro o pasto espiritual de los esclavos”. Según A.
Humbolt la población de Venezuela en el siglo XVIII estaba estratificada en siete castas:
Españoles nacidos en la metrópoli, españoles nacidos en América, llamados criollos;
mestizos, descendientes de blancos e indias, mulatos nacidos de blanco y negra, zambos
de india y negro, indios y negros con sus subdivisiones.

La Compañía Guipuzcoana de Caracas.


Durante el siglo XVII las relaciones económicas entre la metrópoli y las provincias
venezolanas debieron ser muy escasas, como lo demuestran los registros de la Casa de
Contratación de Sevilla, ya que incluso entre 1706 y 1724 no salió para Venezuela barco
alguno. La administración de Venezuela hasta la llegada de los guipuzcoanos fue
permanentemente deficitaria. La razón de esta precaria situación estaba
fundamentalmente, a parte de en la escasa explotación de los recursos agrarios y en sus
métodos atrasados, en el monopolio comercial ejercido por los holandeses e ingleses, los
cuales revendían los productos coloniales a España, realizando el tráfico prohibido de
cacao en gran escala, adquiriendo el cacao y las especias desde la isla de Curaçao y las
de Barlovento. Para poner fin a esta situación España reconstruyó su potencia naval y
siguiendo el ejemplo holandés e inglés se dieron licencias de creación de compañías
comerciales dentro de un espíritu mercantilista. La que obtuvo mayor éxito fue la
Compañía de Comercio de Caracas, también llamada Real Compañía Guipuzcoana de
Caracas fundada en 1728, con el objeto de enviar anualmente dos buques de guerra y
comercio para abastecer a las provincias de Venezuela y Maracaibo y vigilar las bocas
del Orinoco, persiguiendo el contrabando, y a su regreso aportar a la metrópoli cacao,
metales preciosos, cueros y tabaco.
Así pues todo este conjunto de circunstancias sumadas a la excelente preparación de estas
gentes en el conocimiento de la mar y en la administración minuciosa de los libros de
cuentas, más su disciplina y arrojo demostrados en la empresa, hizo que ésta fuera un
éxito casi ya desde su inicio, llegando los guipuzcoanos a constituir en Venezuela durante
los años 1733 a 1785 un Estado dentro del Estado.
El comercio venezolano durante este período fue de gran importancia para Europa gracias
a la Compañía Guipuzcoana que eliminó a la Real Compañía Inglesa y al Real Asiento.
A través de la acción de la Compañía la gobernación de Caracas salió de su condición de
provincia de tercera y nido de contrabandistas, adoptando su economía un sentido
moderno.
Además de incentivar nuevas plantaciones, la cría de ganado, el cultivo de tabaco, plantas
tintóreas, etc., se ocuparon activamente de perseguir el contrabando con sus barcos de
guerra fuertemente armados de cañones, como se demostró en los combates de 1742,
1745. Como es sabido la llegada de los guipuzcoanos despertó desde su comienzo grandes
suspicacias que se convirtieron en abierta hostilidad en particular porque el monopolio de
que gozaba la Compañía perjudicaba a los antiguos comerciantes que preferían negociar
con ingleses y holandeses y a su vez los hacenderos estaban determinados a proseguir la
venta del cacao en Veracruz sin pagar sus impuestos al rey de España. La apertura de
nuevos puertos en la metrópoli para poder realizar el comercio directo con
América en 1778, determinó que l a caraqueña tuviera que competir con
otros particulares lo que hacía muy difícil su giro. A partir de entonces,
su actividad se resintió. Carlos III, partidario del libre comercio, fue restando
facultades a la Compañía desde 1778 y en febrero de 1781 asimilaba los derechos de la
Compañía a los de las demás que se fundaran, hasta que el 10 de marzo de 1785 terminó
sus actividades como tal, fundiéndose con la de Filipinas. A estos condicionamientos
habría que añadir la merma de beneficios causada por el aumento de burocracia, gastos
de guerra y la declaración de hostilidades entre España e Inglaterra.

La Capitanía General de Venezuela.


La Capitanía General de Venezuela, creada 8 de septiembre de 1777, con la emisión de
una Cédula Real de Carlos III, quedó integrada por las siguientes provincias: Venezuela,
la Nueva Andalucía o Cumaná, la de Maracaibo, la de Guayana, la de Margarita y la de
Trinidad, convirtiéndose este hecho en un ente unificador en lo militar, de las hasta
entonces separadas provincias con respecto a la antigua Capitanía General de Venezuela.
La Capitanía de Venezuela (o de Tierra Firme) quedó independizada en 1777 (por
decisión de la Casa Borbón) del Virreinato de la Nueva Granada. Llegó a tener una
población de cerca de 800.000 habitantes. El Colegio fundado en 1696 se convirtió en
Universidad en 1795. Se destacó económicamente por su apreciable riqueza ganadera,
que llegó a ser tan importante como la del Virreinato del Río de la Plata. Sin embargo, lo
que más notoriedad le dio fue su riqueza en materia de productos agrícolas de alta calidad;
cacao, café, tabaco, algodón, caña de azúcar. Se vio amenazada, como el Virreinato del
Brasil, por diversas tentativas europeas. Después del fugaz auge alemán de principios del
siglo XVI, a mediados del XVII tuvo que sufrir el conato de los holandeses, quienes se
apoderaron de Curaçao (1634), desde donde dieron apertura al comercio con Venezuela.
Adicionalmente, los ingleses se instalaron por los alrededores, y sus bucaneros hicieron
víctima a Tierra Firme (nombre que también recibió) de constantes ataques, atraídos por
su notable riqueza y por la Feria de Portobello (en la actual Panamá), a donde acudían
comerciantes de toda la América del Sur.
Fue el verdadero nudo mercantil de las Américas, hasta que se abolió el Sistema de
Galeones y se entregó el comercio a la Ruta de Magallanes. Para combatir el creciente
influjo holandés, se constituyó la célebre Compañía Vizcaína (o Guipuzcoana), cuyas
actividades cubren el período de 1728 a 1778. Gil Fortoul reconoce los beneficios que
esta entidad hizo a Venezuela, a pesar de sus fines netamente mercantiles en beneficio de
la Corona Española. Su Ciudad Capital fue Caracas.
5. PERÚ. De la conquista a la Ilustración.
La conquista del Perú.
La conquista de México y la de Perú tienen en común que se trata de amplios territorios,
de imperios densamente poblados, y que en ambos casos han sido dirigidas por líderes
carismáticos ávidos de apoderarse de tesoros y riquezas; y también en que en los imperios
se han apoderado del jefe del estado y han aprovechado las disidencias de pueblos aliados
y enemigos. Al igual que en México, Pizarro se benefició de vínculos religiosos ligados
a la profecía de Viracocha, que decía que durante el reinado del XII inca llegaría un
pueblo extranjero que destruiría el imperio. No es de extrañar que se viese a los europeos
como enviados de Viracocha. La fase central de la conquista se llevó a cabo en tres años,
y en apenas diez los europeos se habían establecido en todo el sur de América. El imperio
inca había crecido a costa de tribus aymaras vecinas y dominaba toda la región andina
hasta llegar a Quito.
La empresa de Pizarro se inicia en Panamá, cuando en 1524 Pedrarias Dávila envía varias
Expediciones, una de las cuales es la mandada por Pizarro, que al igual que Cortés es
extremeño, aunque con menor nivel de educación que él, y quizá no tan ducho en saber
tratar a los amigos y enemigos. Cuando inicia esta aventura ya sobrepasa la cincuentena,
había integrado la expedición de Núñez de Balboa, y había sido alcalde de Panamá. Para
emprender la aventura, cómo compañeros busca a Diego de Almagro y al eclesiástico
Hernando de Luque, que pone dinero para la preparación. Diego de Almagro se queda en
Panamá sin haber obtenido grandes ganancias. La segunda expedición zarpa dos años
después y llega al norte de Quito, pero ante el ataque de los indios, ha de replegarse en la
isla del Gallo, y aunque el gobernador de Panamá le ordena que regrese, él emula el
comportamiento de Cortés en la “quema de naves” y trazando una línea en el suelo, invita
a cruzarla a todo aquel que ansíe riquezas y aventuras. Pero solo trece hombres la cruzan
los trece de la fama, el resto vuelve a Panamá. En 1528, tras bordear Colombia y Ecuador,
llega Pizarro a Tumbes, en Perú, puerta de entrada al imperio inca. Siguen hasta el sur y
alcanzan la desembocadura del río Santa, donde tienen noticias de las importantes
riquezas que les esperan. Se decide que Pizarro debe viajar a España para que la corona
le otorgue una capitulación y pueda conquistar Perú. En 1529 se firman las Capitulaciones
de Toledo, por las cuales Pizarro es nombrado Adelantado y Alguacil mayor de Nueva
Castilla; mientras Almagro será hidalgo y alcalde de Tumbes, y Luque su arzobispo.
Como es obvio, en el reparto salía mucho más beneficiado Pizarro, lo cual hizo que las
relaciones entre los tres se hiciesen más difíciles.
En enero de 1531 salieron de Panamá las tres embarcaciones de la expedición, rumbo a
las costas de Colombia y Ecuador. El contingente estaba formado por 180 hombres y 30
caballos comandado por el piloto Bartolomé Ruiz. Diego de Almagro se quedó en Panamá
para ocuparse de toda la logística del viaje y recuperarse de la enfermedad que le
aquejaba.
La expedición llego en diez días hasta el río Esmeraldas, donde desembarcaron y
levantaron campamento En febrero iniciaron su aventura. Pasaron por diversas
poblaciones como con distinta suerte en lo que respecta al recibimiento de los nativos
pero las órdenes de Pizarro eran claras: buscar alianzas, no enemigos. Finalmente llegaron
a Túmbes donde tuvieron las primeras noticias del enfrentamiento entre los hijos del
recientemente fallecido inca Huayna Cápac, Atahualpa y Huáscar.
Al llegar a Tumbes se encontraron la ciudad destruida por la guerra civil entre el inca
Atahualpa y su hermanastro Huáscar, después de la muerte de Huayna Capa, padre de los
dos, a causa de una enfermedad traída por los europeos.
Esto, por supuesto, facilitó la conquista española, ya que los partidarios de Atahualpa
controlaban Quito y los de Huáscar, Cuzco.
En mayo de 1532 Pizarro continuó su marcha hacia el sur dejando en Túmbes a
veinticinco hombres. Cambiaron el clima trópical del Ecuador por los desiertos duros y
difíciles del norte del Perú. A la altura del río Chira encontraron un valle con ricas tierras
y población nativa muy numerosa. Tras consultar con los oficiales reales, Pizarro decidió
fundar la primera ciudad española en el Perú: San Miguel de Piura.
Desde allí Pizarro envió una exploración hacia el interior, camino de los Andes, la cual
llegó hasta un pueblo llamado Cajas donde horrorizados contemplaron un dantesco
espectáculo: estaba vacío, arrasado y había cientos de cadáveres colgados. Atahualpa
acababa de pasar por allí y había castigado a ese pueblo por apoyar a su rival Huáscar.
Un curaca de la zona les advirtió de que se encontraban demasiado cerca del Inca y que
su vida corría peligro. Este fue el primer contacto de un embajador de Atahualpa con los
españoles. Partieron de allí y llegaron a Huancabamba, ciudad situada en la ruta que unía
Cuzco y Quito.
En noviembre llega a Cajamarca, y tiende una trampa al inca, para tomarlo como rehén y
acompaña el acto con una matanza entre el ejército inca, lo cual marcaría para siempre la
relación entre indígenas y europeos. La orden de Atahualpa de ejecutar a Huáscar aún
debilitó más la posición de los incas. Aunque el rescate por Atahualpa fue pagado, Pizarro
le mandó ejecutar, después de un juicio totalmente amañado, y que fue duramente
criticado por el emperador Carlos I. A la espera de los refuerzos de Almagro, Pizarro
detiene su avance hacia Cuzco, que resulta conquistado el 14 de noviembre de 1533.
Años antes que llegaran los españoles a América, se produjo en el seno del Imperio
Incaico una guerra civil entre los herederos del último Inca. Huayna Capac murió
repentinamente en una de sus campañas en las tierras del Ecuador sin designar quien sería
su heredero entre sus hijos Huascar y Atahualpa.
Se considera que Huáscar era el descendiente legítimo ya que Atahualpa había nacido de
un matrimonio secundario de su padre pero aparentemente éste sería el preferido por que
había participado en las campañas destacándose por su destreza militar. Por eso Huayna
Capac había recompensado a Atahualpa cediéndole el cargo de gobernador imperial en
Quito, lo cual fue desconocido por Huascar que estaba gobernando en la sede del Cuzco.
El gran imperio construido hasta entonces se dividió en dos bandos cada cual con su sede
y con sus respectivos proyectos políticos para corregir los problemas reinantes. Esta
situación contribuyó al debilitamiento de las estructuras incas que ya venía mostrando
problemas críticos. Lo cierto fue que esta cuestión enfrentó a los hermanastros con
ambiciones al trono generando una guerra civil muy profunda en medio de la cual llegó
Pizarro con sus hombres que se vieron favorecidos por la crisis interna del Imperio
Incaico.
Huascar y Atahulpa sostuvieron reiterados enfrentamientos bélicos sufriendo ambos
muchas bajas hasta que en 1532 Atahulapa tomó prisionero a su rival y más tarde lo
enviaría a matar. En cuanto a Atahualpa, cuando éste se dirigía al Cuzco para hacerse
cargo del poder fue interceptados por las huestes españolas recién llegadas, primero fue
tomado prisionero de éstos y luego fue ejecutado.
El modelo desarrollado por Pizarro tiene analogías con el que Hernán Cortés utilizó
anteriormente y seguro que fue un acicate para el primero. Se trataba de controlar el centro
de poder del estado enemigo a partir de una rápida captura del caudillo, cabeza de todo el
sistema de poder inca. Con esta estrategia se conseguía controlar y aprovechar las
estructuras jerárquicas y administrativas indígenas. Otros paralelismos que se dan son la
coyuntura interna de división y el sistema de control político y religioso.
El emperador inca, Atahualpa, había estado dedicado a la guerra con su hermanastro,
descuidando la llegada de los intrusos. En Cajamarca, esperaba a los españoles con parte
de su ejército. Parece que les recibió con cortesía, vaciando algunos cuarteles de piedra
que ofreció a los españoles.
Pizarro le invitó a visitarle y aceptó. Al otro día, cinco mil hombres desarmados
acompañaron a Atahualpa a la plaza de Cajamarca. Un incidente fue aprovechado por
Pizarro para capturar al inca: un religioso español ofreció una Biblia al inca y este la dejo
caer. Pizarro dio orden de ataque y se produjo la matanza de todos los indígenas que no
pudieron salir por las pequeñas puertas de la plaza. Atahualpa era hecho prisionero,
noviembre 1523.
Capturado el inca y eliminado por él su rival, Huascar, se pidió rescate por él, quizá para
ganar tiempo a la llegada de Diego de Almagro. Pizarro no esperó a este último para
repartir el botín.
Atahualpa fue ejecutado tras un juicio reprobado en Europa, incluso por Carlos V. En
1533 emprendía el camino a Cuzco, capital del imperio inca. Se uso para ello la red de
calzadas imperiales y se aprovechó el establecimiento del nuevo inca Tupac Hualpa, títere
de los españoles.
Como Cuzco había sido centro de la resistencia contra Atahualpa, se tomó sin mucha
resistencia.
El lugarteniente Sebastián de Belalcazar se lanza a la conquista de Quito y con la ayuda
de los indios cañaris, ocupa la ciudad en mayo de 1534. Le empujaba principalmente el
deseo de encontrar el tesoro de Atahualpa, y estaba haciendo incursiones por los
alrededores, cuando le avisan que Almagro le espera en Quito para frenar los avances de
Pedro de Alvarado, que desde Guatemala pretendía entrar en su territorio. Pero cuando se
encuentran los dos grupos, Alvarado se da cuenta de que sus pretensiones no tienen
fundamento, se contenta con recibir cien mil pesos y marcharse de vuelta a Guatemala.
Ya en Quito, se instala el cabildo y se reparten tierras entre los soldados.
En poco más de tres años se conquista el Incario, y concluida la fase militar, caracterizada
por el saqueo de los tesoros incaicos, Pizarro repartió tierras y encomiendas entre sus
seguidores, aunque el reparto fue muy desigual porque no era conocedor de las
características geológicas de las diferentes tierras. En 1535 se ordenó la creación de
nuevas ciudades, como Lima, Trujillo; la cual estaría a cargo de Diego de Almagro. Se
remodeló Cuzco, que había sido sometida a expolios e incendios, aunque se mantuvo la
planta original. Muchos edificios se construyeron sobre los cimientos de los antiguos
palacios y templos incas. El plan de Pizarro era buscar una nueva capital en la costa del
Pacífico, que hiciese más fácil la comunicación con la metrópoli. Y esta capital fue Lima,
la ciudad de los Reyes, con el estratégico puerto de El Callao.
A finales de 1535 Manco Inca, hermanastro de Atahualpa fue proclamado gobernante del
Incario, porque Pizarro quería tener a un inca al frente del aparato administrativo y militar.
Aunque al principio hubo buena colaboración, el inca pronto se desilusionó y después de
reunir un ejército, lideró una sublevación entre marzo de 1536 y abril de 1537, en la que
puso sitio a Cuzco y Lima.
Como tardó en dar el golpe definitivo, la rebelión fracasó, porque llegaron refuerzos desde
Chile comandados por Almagro. El Manco Inca tuvo que retirarse a los valles cercanos
al Macchu Pichu, donde lideró un estado neoinca, que resistió hasta 1572 cuando el virrey
Francisco de Toledo ejecutó a su nieto, Tupac Amaru, el último inca del Perú.
En los años finales de la conquista hubo varias guerras civiles, conflicto entre los
conquistadores por el poder de las huestes y el reparto de beneficios. Los encomenderos
también se enfrentaron a la corona.
Entre los factores que desencadenaron los problemas podemos destacar:
• Asesinato de Pizarro
• Fundación del virreinato peruano
• Aplicación de las Leyes Nuevas
• Creación de la Audiencia de Lima
La primera guerra tuvo lugar en 1537, coincidiendo con la rebelión del Manco Inca, y
enfrentó a Almagro con los Pizarro; porque el primero creía que su gobernación incluía
Cuzco y ocupó la ciudad. Al año siguiente, los partidarios de Pizarro la reconquistaron y
ejecutaron a Almagro.
Los almagristas, en venganza asesinaron en Lima a Francisco Pizarro y colocaron al
frente del gobierno a Diego Almagro, el Mozo, hijo de Almagro el Viejo. Los enviados
de la corona y los pizarristas les derrotaron y ejecutaron a los cabecillas de la revuelta.
La tercera guerra civil se vinculó al rechazo a las Leyes Nuevas y marcó los conflictos
entre la corona y los encomenderos. Cuando llega el primer virrey a Lima, Blasco Núñez
de Vela, con la orden de aplicar las Leyes Nuevas, surge el problema de que se prohibía
el carácter hereditario de las encomiendas. Cuando retira éstas a los principales pizarristas
y almagristas, Gonzalo Pizarro encabeza una rebelión protestando contra la medida.
Destituye al virrey, le manda decapitar e instaura un nuevo gobierno, presidido por él
mismo con el apoyo de la Audiencia. Después de cinco años de enfrentamientos, los
pizarristas son derrotados en 1548 por Pedro La Gasca, que dos años más tarde vuelve a
la Península, dejando el virreinato en orden, por lo cual se le llama “El Pacificador”. El
nuevo virrey será Antonio de Mendoza, aunque muere al año siguiente de llegar a Lima.
En 1553 y 1554 hay nuevos rebrotes de violencia de los encomenderos, liderados por
Hernández Girón.

El virreinato del Perú.


El Virreinato de Perú, fue el segundo de los virreinatos que España creó para gobernar
sus dominios en América. Creado en 1543, el virreinato inicialmente incluía toda América
del Sur bajo control español a excepción de las costas de lo que hoy es Venezuela. Más
tarde perdió jurisdicción (con la creación del Virreinato de la Nueva Granada en 1739)
sobre las áreas que ahora constituyen las naciones de Colombia, Ecuador, Panamá y
Venezuela y, más tarde (con la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776), más
de lo que hoy es Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia.
Hasta casi el final de la era colonial, el Perú ha sido considerada como la más valiosa
posesión española en América. Se produce grandes cantidades de lingotes de plata para
su envío a Europa, sobre todo de las minas de Potosí.
El Gobierno de España consideró la necesidad de consolidar la autoridad y reducir el
abuso de poder en un esfuerzo por proteger a los indígenas y el 20 de noviembre de 1542
el emperador Carlos I promulgo en Barcelona por Real Cédula las llamadas Leyes Nuevas
ideadas por Bartolomé de las Casas, en la cual se creó la Real Audiencia o Real Audiencia
de administrar la justicia civil y penal, en dichas leyes se establecía la supresión de las
encomiendas hereditarias y de todo trabajo forzado de los indios. Posteriormente, en 1543
se creó el Virreinato del Perú en reemplazo de las antiguas gobernaciones de Nueva
Castilla y Nueva León al mismo tiempo que la sede de la Real Audiencia de Panamá fue
trasladada a la ciudad de los reyes o Lima capital del nuevo virreinato.
El virreinato vivió cuarenta años de caos administrativo, fruto del choque de intereses
entre los distintos conquistadores, y el desigual reparto de la tierra. A mediados del siglo
XVI, Francisco de Toledo, virrey del Perú, logra encauzar la situación y establecer un
marco administrativo estable, que se prolongaría durante todo el período colonial.
Esta normalización de la situación, fue gracias a la voluntad de Toledo, de llevar a cabo
un proceso organizador, reflejado en medidas tales como el censo tributario, censo de
pobladores nativos y la realización de un registro de los recursos naturales y
humanos del Perú. Estas medidas permitieron la implantación de los sistemas de
trabajo (mita, repartimiento) y a la larga, hicieron de este virreinato el más rico e
influyente.
En el campo administrativo, el virreinato está constituido por dos audiencias, las de Lima
y Cusco, que fueron sustituidas por intendencias tras las Reformas Borbónicas en el siglo
XVIII. Al igual que en el resto de virreinatos, existían también organismos tales como
los corregimientos, encargados de la administración de zonas habitadas por
nativos, cabildos, que cumplían diversas funciones administrativas similares a las que
actualmente realiza la municipalidad o ayuntamiento, y diversas autoridades
indígenas que se encargaban de mediar entre éstos y los españoles.

Economía y sociedad en Perú.


La economía en el virreinato del Perú durante la segunda mitad del siglo XVI y finales
del siglo XVII, estuvo influenciada por objetivos comerciales. De esta forma para
alcanzar estos objetivos se dependía de la abundancia de dinero, a través de la
acumulación de oro y metales preciosos. En el ámbito económico, la principal actividad
desarrollada en el virreinato era la minería.
El trabajo en la mina era desarrollado por aborígenes. En un principio, la actividad se
desarrolló en torno a pequeños depósitos de superficie, pero gracias a las mejoras en las
técnicas mineras, los colonos pudieron a acceder a grandes minas. Es a partir de este
momento en que la minería termina de consolidarse como principal actividad en el
virreinato. Los principales yacimientos mineros fueron: Castrovirreyna, Cerro de Pasco,
Cajabamba, Contumanza, Carabaya, Cayllama, Hualgayoc, Huancavelica y Potosí, todas
ellas ubicadas en el territorio del actual Perú. Potosí, por si sola, aportaba dos tercios de
la producción minera del Perú, hasta que en 1776 cambió de jurisdicción a favor del
Virreinato del Río de la Plata. A causa de las malas condiciones y la dureza del trabajo
realizado por los aborígenes en la mina, eran frecuentes los alzamientos de mineros, que
eran sistemáticamente sofocados por las autoridades coloniales.
Los españoles vieron en la mita una forma de conseguir mano de obra barata, ya que
enviaban a los mitayos a trabajar a la mina por un salario que debía ser más bajo del real.
La Corona, a través de la mita, conseguía que los costos de producción fueran más bajos.
La mita (del quechua, “turno del trabajador”; estación del año), era un sistema de trabajo
en America del Sur, específicamente en la Región Andina. Era un sistema de trabajo por
turnos que se utilizó tanto en la época incaica, como en el de la colonia. En la época del
virreinato del Perú, la potencia colonial continuaba la mita de forma más rigurosa,
estableciendo cuotas laborales que debía cumplir la población nativa tributaria según
asignación que hiciese el corregidor, tanto para el servicio del encomendero como del
poseedor de mercedes de tierra o hacendado. Se sorteaba a la población indígena de un
determinado lugar para trabajar durante un plazo o tiempo determinado al servicio de la
clase española mediante el pago de un salario controlado por las autoridades. Los
propietarios de encomienda deducían de los jornales la cantidad que las personas
comprometidas debían pagar por concepto de tributo y el resto se les daba a ellas. La
duración de la mita minera se fijó en diez meses dentro de cada año y no se podía exceder
de un tercio permanente de la población tributaria para ser destinada a estas labores.
A cambio de la fuerza de trabajo y de los consiguientes tributos que recibía el
encomendero, éste tenía la obligación de catequizar en la religión católica a las personas
que le habían sido encomendados. El servicio forzado ejercía una inmensa presión a la
población, causando mucho daño y cientos de miles de víctimas mortales, sobre todo
entre los trabajadores en las minas como la de Potosí. Esto obligó a la corona española a
llevar esclavos negros al Virreinato.
La agricultura y la ganadería prehispánicas fueron profundamente transformadas con la
introducción de las nuevas técnicas, especies y herramientas de los conquistadores. Los
patrones andinos también cambiaron con la implantación de nuevas formas de
organización social de la actividad agropecuaria. Los peninsulares trajeron el cereal
europeo más preciado, el trigo; también plantas como la vid, los cítricos y el ajo; animales
como la vaca, los cerdos y las gallinas. Se introdujo el uso del caballo y el burro, que
fueron utilizados en los ingenios y en la preparación de la tierra con el arado de tiro. El
consumo del maíz y la coca, que antes de la conquista estuvo reservado para las élites,
fue masificado por los españoles.
En el ámbito comercial, España aplicó medidas proteccionistas y favoreció
el monopolio de los puertos de Sevilla en España, Veracruz, en México, Callao en el Perú,
Panamá y Cartagena en Nueva Granada. Debido a que Panamá y Cartagena eran
considerados puertos de tránsito, el Callao pasó a ser el único puerto autorizado para
comerciar en América, lo cual convirtió al Virreinato del Perú en el centro comercial de
las colonias Españolas en América. preciosos desde Perú a España, aprovechando el viaje
de vuelta para llevar a territorio sudamericano los productos que necesitaban de la
Península.
Había otra carrera que se realizaba desde Filipinas hasta Acapulco (México) que se
conocía como el Galeón de Manila. Por esta ruta llegaban productores de asiáticos como
sedas, perfumes o joyas de fabricación china, japonesa o indonesia. Estos productos eran
bastante más económicos que sus similares procedentes de Europa. Cuando el comercio
del Atlántico entró en declive, las instituciones españolas culparon a la línea comercial
que existía entre Filipinas y México. La Corona en un intento de proteger los intereses
sevillanos, prohibió las actividades comerciales entre Perú y México, para que de este
modo la plata peruana no se filtrara hacia Oriente. Pese a esta prohibición Pero la
preeminencia de ciertos puertos sobre otros, en este caso el Callao con respecto al resto
de América, hizo que el contrabando y la piratería, actividades desarrolladas la primera
por criollos y la segunda por corsarios ingleses y holandeses en su mayoría, floreciesen,
logrando erosionar lenta pero inexorablemente el monopolio de los grandes puertos, hasta
que en 1778 Carlos III decretó el libre comercio y el Callao perdió su posición de ventaja
frente a los otros puertos.
Al igual que en Nueva España, en el Perú se desarrollaron los obrajes,
actividades protoindustriales dedicados a la manufactura de textiles e hilos de lana y
algodón. A pesar de la existencia de actividades de esta índole, no pudieron desarrollarse
a causa del estricto control monopólico que del comercio ejercía la metrópolis.
La Rentabilidad de las colonias americanas dependía de una hacienda pública organizada
que encauzara de modo eficiente los ingresos percibidos por concepto de impuestos hacia
las arcas de la corona. Dado que las posesiones americanas eran patrimonio de la
monarquía española, se las denominaba hacienda real o real hacienda. Esta contaba con
diferentes tipos de patrimonio; el que era del rey, el de la Corona y el fiscal.
La organización social incaica se basó en el ayllu, que era cada uno de los núcleos
comunitarios constituidos por miembros de un mismo clan o linaje, unidos por lazos
familiares o religiosos. El Estado cada año entregaba tierras a las distintas comunidades
para asegurar su subsistencia, estas tierras se repartían en parcelas que se adjudicaban a
cada familia según su número de componentes. Los campesinos no eran los propietarios
de estas parcelas, las tierras eran trabajadas de forma colectiva por toda la comunidad.
Cada ayllu debía entregar grandes tributos en forma de productos y trabajo al Estado y a
sus jefes. El curaca era el jefe del ayllu, la persona encargada de distribuir las tierras
otorgadas por el Estado, organizar el trabajo de la comunidad y además actuar como juez.
Este cargo no era hereditario, en algunas ocasiones era nombrado por el Inca directamente
desde la capital del Imperio, Cusco.
Las tierras del Estado estaban divididas en tres, unas pertenecían al pueblo, estaban
distribuidas para cada familia. Otras tierras eran del Inca, se utilizaban para la
manutención de la clase social gobernante. Por último se encontraban las tierras del sol,
éstas estaban reservadas para las autoridades encargadas del culto a los dioses.
Los vínculos en el Ayllu podían ser de sangre, de territorio, económico, de idioma,
religioso o de tótem31. El ayllu constituyó la base social del antiguo Imperio Inca, fue la
célula familiar sobre la que descansaba todo el sistema organizativo del imperio. Estas
uniones impulsaron el progreso y el desarrollo bajo el control del curaca.
La religión incaica estaba muy ligada al ambiente geográfico y astronómico, por lo que
los indígenas aprendieron a observar y prever el tiempo. De esta forma controlaban los
momentos de la siembra y la cosecha, períodos de sequía o de abundantes lluvias. Por esa
razón, realizaban rotaciones en los cultivos, para no sobreexplotar la tierra y agotarla hasta
hacerla improductiva.
La ganadería también era importante para la economía del Imperio Inca, las llamas,
alpacas, vicuñas y el guanaco fueron aprovechados al máximo. Cada ayllu poseía un
cierto número de animales que debía cuidar y entregar sus productos al Estado que, de la
parte correspondiente al pueblo, elaboraría los vestidos que serían entregados a los
campesinos.
El trabajo era la principal actividad del imperio y se dividió en mita, minka y ayni. La
mita, era un sistema de trabajo que se encargaba de movilizar a los indígenas para trabajar
en labores de construcción de caminos, puentes, templos, centros administrativos,
sistemas hidráulicos, explotación minera, etc. La minka, es una especie de trabajo
comunal en beneficio del Estado, donde trabajaban muchas familias que portaban sus
propias herramientas y alimentos. Estas familias trabajaban en la construcción de locales
y en la ayuda de personas huérfanas o ancianos. Por último, el ayni, que era un sistema
de trabajo recíproco entre los miembros del ayllu, destinado al trabajo agrícola o a la
construcción de casas. Consiste en una cadena de favores, ayudar a una familia con la
condición de que esta correspondiera de igual forma.
Al culminar el periodo de conquista del imperio Inca, España se tomó la tarea de destruir
por completo el sistema social de la región, para ello organizó e implementó una nueva
sociedad colonial fundamentada en un innegable carácter racial y lleno de extremo
clasicismo.
Se le denomina clasista porque existía una jerarquización y diferencias entre las clases
sociales más poderosas y las menos poderosas, para que un individuo fuera ubicado en
cualquiera de estas clases sociales, se tenía que tomar en cuenta su situación económica
y su origen étnico, esto quiere decir, que por más pobre y desprovisto de propiedades que
sea un blanco europeo se consideraba superior o por encima de los indios y negros con
mejor suerte.
La organización de la Colonia estaba plenamente constituida por una socio-
económica en cuya cima se ubicaban los blancos españoles y criollos, seguidos por, la
clase media y el pueblo, seguidos por los indios y al final en la base los mulatos y los
negros esclavos.
La conquista española desorganizó el sistema social que poseían los indígenas peruanos,
el ayllu. Las guerras civiles y la invasión de los soldados peninsulares hicieron que este
sistema social presentara cambios, pero consiguieron salvaguardar su estructura hasta el
virreinato de Toledo.
Los terrenos que se asignaron a los indígenas estaban acotados con términos, dentro de
los que se delimitaron las tierras para cada ayllu, así como las tierras para el pueblo. En
estos terrenos se cultivaban bienes que servirían para el pago del tributo. Los funcionarios
españoles intentaron repartir las tierras en parcelas para cada familia, pero lejos de ellos
dejaron este asunto en manos de las autoridades étnicas. Gracias al aislamiento que
sufrieron los pueblos indígenas, pudieron mantener las prácticas agrarias que habían
practicado de forma tradicional, estableciendo así una agricultura colectiva de
subsistencia.
La cultura indígena se vio muy fracturada tras la conquista y una de las principales causas
fue el derrumbe demográfico que se dio en los posteriores años a la conquista.
Los españoles que viajan a América buscaban títulos nobiliarios o establecer matrimonios
estratégicos para obtener prestigio y poder comprar cargos públicos. Los criollos también
intentaron ocupar cargos administrativos y aunque les fue complicado lo consiguieron,
siendo el cargo de virrey el único que jamás ocupó una persona que no fuera española.
Los profesionales, religiosos y artesanos también constituyeron un grupo importante en
el virreinato peruano. Los profesionales y religiosos eran profesores en universidades,
seminarios o colegios mayores. La Corona les dio una posición privilegiada ya que los
necesitaba como consejeros en algunas dependencias administrativas. Los artesanos
como los boticarios, panaderos o zapateros fueron muy solicitados en el virreinato debido
a que la población crecía a pasos agigantados
La llegada de inmigrantes al virreinato peruano provocó la aparición de las castas
coloniales. El cruce entre mujeres nativas, hombres españoles y esclavos africanos dio
lugar a una mezcla cultural que durante los primeros años de la colonia no fueron tenidos
en cuenta por la Corona. Los mestizos eran los hijos de padre español y madre indígena,
no pertenecían a la república de los indios ni estaban exentos del pago de tributos, pero
llegaban a trabajar en empleos menores. Los indígenas y los criollos rechazaron a los
mestizos porque consideraban que en ellos había una parte imperfecta.
Los mulatos fueron los hijos de padre español y mujer esclava africana, estos se
consideraron esclavos. Al igual que los mestizos trabajaban en oficios menores.
Los zambos eran los hijos de padre esclavo africano y madre indígena, estos pertenecían
a la casta que mejor calidad de vida tuvo. Al ser hijos de madre libre se les consideró
igualmente libres y como no eran inscritos en el padrón indígena estaban exentos del pago
de tributos.
Los esclavos realizaron actividades variadas como cuidar y amamantar a los niños de sus
amos, criar y domar caballos de paso, arreglar los dientes, artesanos, etc. Muchos de ellos
tuvieron suerte y llegaron a conseguir la libertad al tener una relación de amistad con su
amo. Otros en cambio se encontraban a cargo de los caporales y su condición de
esclavitud perduró para toda la vida. También hubo amos que prostituían a sus esclavas
para obtener escasos beneficios económicos. Algunos no aguantaban vivir en condición
de esclavo y se escaparon a lugares casi inaccesibles para vivir fuera del margen de la ley.
Los esplendores de la cultura peruana.
Tras la invasión de los españoles se iniciará un movimiento que con el paso del tiempo
dará inicio a una literatura mestiza o peruana, aunque al inicio solo ocurra una
predominancia hispánica, las obras escritas durante el proceso de descubrimiento,
conquista y colonización del Perú llevan el nombre de “literatura del descubrimiento y
conquista”.
Este proceso se inicia en 1532 con la captura del último de los Incas Atahualpa y culmina
con la extinción del imperio Inca, la literatura de este período, aunque no necesariamente
escrita durante este lapso temporal, indudablemente se vinculan a los eventos
desarrollados antes o durante dicho periodo de tiempo.
Las primera obras de relativa importancia sin duda alguna fueron las crónicas, el género
literario que mezcla la historia, el ensayo de literatura y la novela, las primera crónicas,
las cuales fueron escritas por los soldados y secretarios de los viajes militares, tienen un
estilo brusco y seco, luego aparecerán obras mejor trabajadas cuyos creadores son los
denominados cronistas de indias.
Los bruscos cambios que se dieron en el virreinato del Perú se desarrollaron lentamente
conforme los españoles se iban apoderando y posicionando en el poder peruano, ello solo
se llevó a cabo definitivamente hasta que se diera la rebelión encabezada por Tupac
Amaru líder de la resistencia indígena pero que en 1572, fue ejecutado por el virrey
Francisco de Toledo quien ordenó a los hombres a usar trajes españoles y las mujeres a
cambiar su tradicional vestimenta.
Es por esto que Tupac Amaru II, quien hereda el cargo de líder de la rebelión indígena
del Perú, aparecía vestido en 1780 con unos pantalones y sombrero negro como era de
costumbre en los españoles criollos, después de la fallida rebelión de Tupac Amaru II los
ente superiores españoles prohibieron el uso de estos trajes típicos en todo el territorio de
virreinato y entre todas las clases sociales.
Pero por el contrario, los indígenas se resistieron y continuaron utilizando sus
tradicionales trajes como una forma de rebeldía, denominada por algunos como “las tretas
del débil” bajo de las típicas prendas españolas las indígenas siguieron llevando el anacu
o lo fueron transformando en distinto trajes que aún se lleva hasta hoy.
Indudablemente el arte en el periodo virreinal del Perú en especial al inicio predomino su
uso exclusivo para la iglesia católica, principalmente porque la necesidad de adotrinar a
los nuevos fieles, así como de evangelizarlos jugo un rol preponderante en el crecimiento
de las artes y la cultura del Perú, acompañado a esto la rápida evolución y crecimiento
urbanísticos acumularon el virreinato de riquezas, la necesidad de construir iglesias y
catedrales produjo un alza en la demanda de pinturas y esculturas de las mas grandes y
principales ciudades del reino de España.
La ciudad de los reyes como fue llamada en algún periodo de la historia, Lima paso a ser
el centro político mas influyente en el virreinato del Perú, durante el siglo XVI se
convirtió en en una importan sala de exposición para destacados artistas, sin pensarlo dos
veces cruzaron al nuevo mundo a ofrecerle su arte a la iglesia, un rasgo super interesante
en la evolución del arte durante la época colonial lo conforma la exquisita arquitectura de
las iglesias y templos católicos.
Estos templos y mausoleos eran expresamente encomendados a los alarifes los cuales
conocían muy bien el arte y las técnicas de las construcciones en piedra y barro, por lo
tanto construyeron obras de excelente calidad y durabilidad, muy por encima del resto de
obras arquitectónicas construidas en otras partes del nuevo mundo.
En otras ciudades del virreinato, el movimiento no fue diferente, hubo una creciente sed
por la búsqueda de estilos y lenguajes propios, con basamentos en el uso de elementos
propios de la región, el uso del sillar en Arequipa o la piedra en el cuzco es una prueba
clara y fehaciente de la compenetración del arte europeo y su transmutación para el
empleo local.
Sin duda alguna el arte barroco sobresalió por mas de dos siglos en el panorama colonial
peruano, esto influyo definitivamente en múltiples áreas culturales y artísticas como los
son la pintura, música, escultura, literatura y poesía, de esta forma el arte y la cultura no
fueron algo exclusivo del clero o la nobleza, incluso mas de trecientos años después de
su llegada al Perú, el arte barroco colonial de Lima inspiro a múltiples artistas y cultores,
como por ejemplo Martín Adán que en numerosas ocasiones y sonetos exalto lo barroco
y esplendido del arte en el Perú.

El Perú del siglo XVIII.


El siglo XVII fue el virreinato del Perú un periodo de consolidación económica que le
permitió convertirse en el más importante de América. A pesar de que la mina de Potosí
no volvió a registrar las exportaciones de plata que alcanzó en la década de 1590, la
economía peruana tuvo un desarrollo notable, gracias a la expansión de la agricultura, la
ganadería y por la multiplicación de los centros obrajeros, principalmente en el sur del
virreinato. Este crecimiento se debió en parte a la retención del circulante que debía ser
enviado a las arcas reales y también al crecimiento del comercio directo, es decir
contrabando, con países enemigos de España. Por otro lado, el miedo a corsarios y piratas
hizo que las autoridades peruanas optaran por no enviar plata por mar, sino que la
utilizaran en gastos de defensa y mantenimiento de la armada.
El último rey de la dinastía de los Habsburgo, Carlos II, llamado "El Hechizado", gobernó
por casi 40 años, pero su permanente estado enfermizo y su poca capacidad para sacar
adelante a España de la crisis en la que se encontraba a fines del siglo XVII, permitieron
que la nobleza española, conducida por sus nobles o "Grandes", tomara realmente el poder
a través de las Cortes. Mientras tanto, en el Perú la elite afianzó su condición durante este
siglo y los criollos lograron ingresar al mundo administrativo a través de la compra de
cargos. Sin embargo, todos estos "derechos" ganados por los criollos serían recortados
con la aplicación de las Reformas Borbónicas durante el siglo XVIII.
Los monarcas Borbones, comenzando por Felipe V, llegaron decididos a cambiar la
ineficiente administración del estado español, implementando cierto número de reformas.
El objetivo en esta etapa era acabar con el excesivo poder de la gran aristocracia y las
autonomías regionales, que habían impedido el eficiente accionar de la Corona en tiempos
de los Habsburgo.
Desde las primeras décadas del siglo XVIII, los reyes Borbones implantaron una serie de
reformas que cambiarían el sistema español de antiguo régimen por una administración
moderna y centralizadora. Uno de los puntos centrales en el cambio fue volver los ojos a
las colonias y hacerlas partícipes de las transformaciones. Los Borbones se dieron cuenta
que necesitaban tener una real presencia en América, si es que buscaban obtener algún
rédito de ella.
Las principales reformas se aplicaron recién durante el reinado de Carlos III. Carlos III
fue un monarca muy distinto a los anteriores Borbones españoles. De carácter fuerte,
estaba dispuesto a convertir a España en una gran potencia. Dio un renovado impulso al
programa de reformas, centrando su atención en América como fuente de recursos para
emprender una activa política exterior en Europa.
El catalizador de este programa fue la Guerra de los Siete Años (1756-1763), la cual
enfrentó a Inglaterra y a Francia en una escala global. Tras un largo período sin victorias
decisivas, la balanza se inclinó hacia el lado inglés. Entonces, en una discutible decisión,
por las consecuencias que trajo para España, Carlos III renovó el pacto de familia con los
Borbones franceses (1761), entrando España en la guerra del lado francés. Pronto se hizo
evidente que el ejército y marina españoles no podían competir con sus contrapartes
ingleses. Los ingleses capturaron La Habana y Manila, mientras los españoles sólo
pudieron tomar Sacramento de manos de los portugueses. En el tratado de paz de París
(1763), Inglaterra devolvió ambas conquistas, pero obtuvo a cambio la Florida y la
restitución a Portugal de la colonia de Sacramento. En compensación, Francia cedió
Louisiana a la corona española. La derrota hizo más evidente la necesidad de un cambio
radical y que este debía partir de una adecuada explotación de las riquezas americanas.
Las reformas comerciales constituyen una de los más importantes del programa
reformista borbónico. En este aspecto, la política de la Corona se basó en el mercantilismo
francés. El mercantilismo se basaba en la idea de que los metales preciosos son la base de
la riqueza de una nación, por lo tanto debe hacerse todo lo posible para aumentarlos. Esto
se traducía en medidas proteccionistas del comercio y la industria con la finalidad de
obtener una balanza comercial favorable.
Durante la primera mitad del siglo XVIII el comercio legal trasatlántico había
languidecido a causa del contrabando y las concesiones hechas a Inglaterra en el tratado
de Utrecht. Tras las reformas, el resultado de estas medidas fue el incremento masivo del
comercio trasatlántico, en particular cuando el fin de la Guerra de Independencia con
Estados Unidos (1783) trajo la paz con Inglaterra. Pronto las mercancías europeas
invadieron los mercados americanos, causando las protestas de los tribunales del
Consulado de Lima y México. La sobreoferta de manufacturas causó el desplome de los
precios en América, reduciendo considerablemente los beneficios de estos grandes
mercaderes. En cambio, resultaron beneficiados una nueva generación de comerciantes
pequeños y medianos (en su mayoría nuevos inmigrantes españoles), dispuestos a trabajar
con menores márgenes de ganancias.
El notable incremento del tráfico trasatlántico a raíz del "Libre Comercio" redundó en
mayores ingresos para la Corona, sin colmar las expectativas que en él se ponían. En
particular, resultaba obvio el fracaso de las manufacturas españolas para sacar beneficios
de las Américas. Las mercaderías españolas enviadas a América seguían siendo en su
mayor parte productos agrícolas, mientras que las manufacturas (inclusive los barcos
mercantes) seguían llegando de otros países europeos. Incluso parece que las
manufacturas registradas como españolas (principalmente textiles) eran reexportaciones
de manufacturas de otros países con una mínima reelaboración. De igual manera, el
comercio seguía estando concentrado en Cádiz, pero dominado por casas comerciales
extranjeras.
La reforma de la administración colonial partió por el reordenamiento de las divisiones
administrativas americanas. El principal problema de la administración colonial era el
control ejercido por las elites criollas sobre las instancias de poder locales. En territorios
tan lejanos a España era inevitable que los funcionarios reales se vincularan a las
sociedades locales a nivel económico. Ello formaba una comunidad de intereses entre
ambos grupos, redundando en que la elite criolla era quien en la práctica controlaba el
gobierno. La Corona se veía perjudicada por esta situación, pues al no poder hacer valer
sus intereses en sus colonias, era constantemente defraudada, sus leyes no eran
observadas, al mismo tiempo que el contrabando se incrementaba.
Para resolver esta situación, la Corona emprendió la reforma de la administración
colonial, como requisito indispensable para las reformas económicas. El medio usado por
Carlos III para llevar a la práctica los cambios administrativos fue la antigua visita general
de los Habsburgo, resucitada para nuevos propósitos. Entre 1765 y 1771 José Gálvez,
realizó la visita del virreinato de Nueva Granada con gran éxito. Posteriormente se
emprenderían visitas en el virreinato del Perú (1776) y de Nueva Granada (1778).
Uno de los primeros frutos de las reformas administrativas fue la segregación de los
criollos de los principales cargos de la administración colonial. De tal manera que la
proporción de criollos en las audiencias se redujo de ser la mayoría a sólo entre un tercio
y un cuarto. De más está decir que esta marginación causó profunda desazón en los
círculos criollos.
Paralelamente, se instituyeron nuevos cargos. Para reducir la omnipotencia de los virreyes
se creó el puesto de Regente, encargado de asumir las funciones del virrey como
presidente de la Audiencia.
Para implementar una solución final al problema de los corregidores, la Corona decidió
trasplantar a Indias el sistema de Intendencias implementado en España. Ello causó gran
polémica, pues se consideraba que si los indígenas se veían libres de los repartos dejarían
de participar en la economía de mercado y se volcarían a la autosubsistencia, causando la
ruina de los virreinatos.
Los intendentes concentraban una enorme autoridad en el plano local, a lo que se agregaba
que sus jurisdicciones eran mucho más grandes que las de los corregidores, controlando
las esferas judicial, económica e incluso religiosa.

Rebeliones indígenas
A lo largo del siglo XVII, el descontento y la situación de opresión ejercida sobre algunos
sectores sociales provocó una serie de protestas, tanto pasivas como activas. Las protestas
pasivas se manifestaron en juicios, peticiones en juzgados y una serie de reajustes que
mantuvieron una tranquilidad relativa. Las protestas activas fueron las conspiraciones,
levantamientos y rebeliones, pero en la mayoría de los casos se focalizaron en problemas
puntuales y de corta duración.
En las zonas marginales de la selva, donde los misioneros franciscanos y jesuitas eran los
únicos representantes del estado virreinal, los levantamientos respondieron más a la
tradicional combatividad de los pobladores de la zona y al descontento originado por la
obligatoriedad de la prédica cristiana y por los trabajos forzados para la manutención de
la institución eclesial.
En cambio, en el resto del territorio y la población funcionó, con relativo éxito, un
régimen de inclusión social, aunque con una diferenciación interna marcada. De esta
manera, el nuevo estado colonial pudo desarrollarse sobre el vasto territorio dejado por
los incas. Este sistema buscó jerarquizar la sociedad y permitir la satisfacción de
necesidades y prebendas, por un lado, mientras acentuaba la distinción entre los sectores
sociales, divididos en castas.
Hay que señalar, que los mecanismos de inclusión y represión del estado virreinal fueron
aceptados mayoritariamente por la población, de lo contrario el dominio español sobre
sus colonias no hubiese podido sostener.
La historia del siglo XVIII virreinal es un relato de rebeliones anticoloniales. Las más
conocidas, las de Juan Santos Atahualpa (1742-1752) y la de Túpac Amaru II (1780-
1782).
La primera coyuntura rebelde del siglo XVIII la encontramos durante el gobierno del
virrey Castelfuerte (1726-1737). Había un intento por incrementar las arcas de la Real
Hacienda mediante la mita minera y el tributo indígena. Si bien es cierto que la
producción minera de Potosí se recuperó a partir de la década de 1730, sus métodos no se
renovaron y se siguió basando principalmente en la explotación de mitayos, sin ninguna
innovación tecnológica que aliviara su carga.
Otra característica importante de esta primera etapa es que los movimientos no llegaron
a tener gran envergadura ni presentaron planes muy elaborados. Buscaban sobretodo
conseguir objetivos inmediatos. Una tercera característica destacable es que estos
movimientos pedían reivindicaciones o cambios solo parciales dentro de las estructuras
coloniales de poder, y hasta juraban lealtad al rey de España.
Las dos rebeliones de 1730, la de Cochabamba y la de Cotabambas, se produjeron en
directo rechazo a las revisitas que ahora incluían a los mestizos para los efectos de las
mitas. Esto no solo afectaba a los mestizos, también perjudicaba a los terratenientes, pues
iban a ver reducida su mano de obra. La rebelión de Cochabamba, en Bolivia, se inició
en noviembre de 1730 y comprendió a indios, mestizos, criollos y curas liderados por el
mestizo platero Alejo Calatayud. Esta rebelión buscaba cambiar la naturaleza del
corregidor, al exigir que fuese un criollo quien ocupase el cargo. El movimiento fue
reprimido con crueldad y su líder ahorcado el 31 de enero de 1731, junto a once
participantes. La rebelión de Cotabambas (Cusco), también en 1730, se inició con el
asesinato del corregidor de dicho pueblo por parte de un grupo de indios y mestizos, que
reclamaban contra el sistema de repartos y el incremento del sistema de mitayos. Los
cabecillas rebeldes fueron ejecutados.
La rebelión de Juan Santos Atahualpa Apu Inca Huayna Cápac se desarrolló en la selva
central, entre los departamentos de Huanuco, Junín, Pasco y Ayacucho. Fue una de las
más importantes del siglo XVIII, no sólo por su larga duración (1742-1752), sino también
por su propuesta mesiánica y sus éxitos militares.
Hacia mediados del siglo XVIII los franciscanos habían logrado establecer unas 32
misiones de trescientos habitantes cada una: en total unas nueve mil personas. Otro dato
importante es que la selva central fue una zona de constante intercambio de productos y
de personas. La llegada de Juan Santos Atahualpa al Gran Pajonal en mayo de 1742, con
su mensaje anticolonial, fue muy bien recibida y logró organizar en poco tiempo un
contingente de casi dos mil personas. La proclama de Juan Santos, quien aseguraba ser
descendiente de los últimos incas, consistía en la expulsión de los españoles del Perú y
sus esclavos negros, dejando a los indios, mestizos y criollos en el territorio, a la vez que
proponía el retorno al imperio de los Incas, pero sin dejar por completo algunos rasgos
culturales ya interiorizados por la población, como el cristianismo. Otro rasgo heterodoxo
de su proclama es que la coronación del nuevo Inca no sería en el Cusco sino en Lima, la
sede política colonial.
El movimiento de Juan Santos Atahualpa, luego de la toma de Andamarca, se diluyó hasta
desaparecer, y se dice que su líder murió luchando contra un curaca local en Metraro,
alrededor de 1756.
El movimiento rebelde de mayor envergadura y trascendencia fue el liderado por José
Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru. Asumió este nombre por Túpac Amaru, el último
Inca de la resistencia de Vilcabamba. Esta rebelión articuló a sectores sociales muy
diversos, desde criollos e indígenas, hasta el clero, gracias al descontento generalizado
producido por los ajustes fiscales y presiones sociales de las reformas borbónicas.
La situación del virreinato para la sétima y octava década del siglo XVIII se fue tornando
difícil para muchos sectores de la sociedad. El aprovechamiento que la Corona llevó a
cabo con las reformas borbónicas dejó a las elites coloniales en pugna por los excedentes
y la mano de obra restante, la cual debían compartir con el clero.
Para la población indígena, sumado a la mita y el tributo, ahora debía lidiar con los
repartos de mercancías impuestos desde la década de 1670, pero que se tornaron
insoportables en el siglo XVIII ya que la decadencia del comercio trasatlántico llevó a
que los comerciantes limeños colocaran sus productos en el mercado interno de manera
compulsiva. Además la Corona estableció ajustes para incrementar el tributo de la
población indígena y la mita minera, siendo el primero incrementado 16 veces entre 1750
y 1820. Para lo segundo, se realizó un nuevo censo en el cual los mestizos, el sector de
población que crecía con mayor rapidez, entregaran pruebas de su condición étnica, con
lo cual se abría la posibilidad que una gran cantidad de mestizos indocumentados pasaran
a trabajar en las minas.
En 1776, la Corona decidió separar el territorio del Alto Perú del virreinato peruano y lo
incorporó al recién creado Virreinato del Río de la Plata, rompiendo así una unidad
económica y política que encontraba sus raíces los inicios de la colonia. Las rutas
comerciales se vieron comprometidas aún más con la política de libre comercio de 1778,
que abrió los puertos americanos al comercio irrestricto con España.
Estas medidas afectaron a sectores de la población que no habían tenido motivos de mayor
descontento a lo largo del virreinato. Es por ello que las rebeliones a partir de la década
de 1770 tendrían un signo característico diferente de las anteriores, la participación de un
mayor número de criollos y mestizos.
El curaca José Gabriel Condorcanqui nació en 1738 en el pueblo de Surimana, a 90
kilómetros al sudeste del Cusco. El discurso rebelde fue muy diverso y sus
reivindicaciones contradictorias. Al tratar de aglutinar diversos sectores sociales como
criollos y mestizos terratenientes, hacendados y comerciantes, con indígenas tributarios
y mitayos, terminó olvidando pedidos básicos y evidentes a favor de los indígenas, como
lo fue el tributo, la tenencia de la tierra y las formas de prestación laboral. En cambio, su
programa reivindicatorio destinado a las elites era bastante completo, tomando en cuenta
que la mayoría de esos pedidos le favorecían, como los relacionados a la alcabala,
aduanas, cargos públicos y la supresión de la mita y los repartos.
Esta actitud dubitativa del líder del movimiento provocó que no muchos curacas no se
plegaran al movimiento, en parte al no compartir los intereses del grupo económico que
representaba José Gabriel Condorcanqui y por una serie de alianzas coloniales que ya
mencionamos al ver la rebelión de Juan Santos Atahualpa. Posteriormente, el triunfo
inicial en Sangarará llevó a la exacerbación de las masas del movimiento, atentando en
muchas ocasiones contra los intereses de los criollos o de las elites mestizas e indígenas,
dejando de lado a una serie de potenciales aliados.
Túpac Amaru organizó su rebelión de acuerdo a las tradiciones andinas coloniales. En
ese sentido, el sistema de parentesco jugó un papel vital en la organización de la rebelión.
La jerarquía interna de la rebelión también respondió a los patrones coloniales, pues los
cargos más altos tanto militares como estratégicos fueron ocupados por mestizos, curacas
o criollos. En muy pocas ocasiones indios del común tuvieron bajo su cargo a tropas, y
en ningún caso los negros.
Luego de la victoria de Sangarará, un contingente se dirigió a Tinta para reunir refuerzos
y otro liderado por Túpac Amaru II se dirigió a la zona de Titicaca para difundir la
rebelión en el altiplano. Recién los rebeldes asediaron la ciudad de Cuzco el 28 de
diciembre, momento en el cual ya se había organizado una defensa no sólo de las huestes
españolas sino también de indígenas liderados por Mateo Pumacahua, curaca rival de José
Gabriel Condorcanqui. De todas maneras, los seis mil hombres comandados por Túpac
Amaru II hubieran podido atacar la ciudad, pero el líder del movimiento prefirió negociar
una rendición de la ciudad a cambio de proteger los intereses de los criollos. El fracaso
de la toma de la ciudad del Cusco significó el punto crítico de la rebelión, pues dio tiempo
para que las tropas españolas se reorganizaran y fortalecieran, mientras que el movimiento
rebelde no volvió a conseguir ninguna victoria de envergadura.
El 23 de febrero el visitador Areche llegó a la ciudad del Cusco con más de 17 mil
soldados, además de una gran cantidad de indígenas y curacas que se habían plegado al
movimiento. En marzo se inició la contraofensiva realista, liderada por Mateo Pumacahua
quien venció a los rebeldes en Llocllora y en Mitamita a inicios de abril. Finalmente, el 5
de abril de 1781 fue capturado junto a sus familiares y principales líderes del movimiento.
El 18 de mayo José Gabriel Condorcanqui fue ejecutado en la plaza del Cusco junto a su
esposa Micaela Bastidas, quien tuvo un importante papel en la organización del
movimiento, a sus hijos, otros familiares y colaboradores más cercanos.
Las medidas de la Corona para evitar que una rebelión de la envergadura de la de Túpac
Amaru se repitiera fueron inmediatas. El ministro de Indias, José de Gálvez, organizó una
gran represión en contra de cualquier aliado de la rebelión, además de los parientes de los
dirigentes, inclusive se aplicó el quintado que consistió en ejecutar a cada quinto hombre
en las aldeas donde se apoyó a Túpac Amaru II. Las penas contra los criollos fueron más
leves, en un afán por reconciliar a la corona con dicho grupo que ya estaba enemistado
desde las reformas borbónicas.
Una serie de medidas fueron implementadas para erradicar lo que se había percibido como
un nacionalismo inca. En 1787 se abolió el cargo hereditario de curaca y se prohibió el
uso de la vestimenta real incaica, la exhibición de toda pintura o iconografía de los Incas,
el uso de símbolos precoloniales e inclusive la lectura de las obras de Garcilaso de la
Vega.
A largo plazo, estas acciones perjudicaron principalmente a la elite indígena, al ser
despojada de sus fueron y privilegios. El sector que lograba comunicarse de mejor manera
con los mestizos y criollos y defender los intereses de los indígenas fue desapareciendo
paulatinamente no sin ofrecer resistencia en interminables litigios que no pudieron
detener la debacle de los curacas. Así, con el pasar de los años todos los pobladores
andinos pasaron a ser indios sin distinción, aumentando el sentimiento de desprecio y
humillaciones a medida que sus derechos eran socavados cada vez más, mientras los
criollos percibieron el peligro que significaba movilizar a contingentes indígenas para
realizar sus propios pedidos y reclamos. La incapacidad de los líderes multiétnicos del
movimiento para establecer una alianza criollo-india y las mismas divisiones dentro de la
población indígena fueron el germen del fracaso rebelde.
6. LA PERIFERIA DEL PERÚ. Nueva Granada, Charcas, Quito, Chile.
Nueva Granada, antes y después del virreinato.
En 1535, Sebastián de Benalcázar, sale hacia el norte de Quito con 300 hombres en busca
de un territorio muy rico (El Dorado). El indio chibcha que llevaba por guía no alcanzó a
encontrar el valle del Magdalena, y su hueste se encajonó en el del Cauca. El capitán
español fundó las ciudades de Cali y Popayán en 1536. Regresó luego a Quito y volvió a
Popayán con refuerzos, iniciando en 1538 su conocida expedición al valle del Magdalena
que le condujo hasta el valle de Neiba y, finalmente, al Nuevo Reino de Granada.
Abandonó el descubrimiento del Magdalena y siguió una ruta de comercio, que le condujo
directamente al país de los Chibchas. Entró allí en marzo de 1537, hallando numerosas
esmeraldas y objetos de oro. En mayo encontró las minas de sal gema y el 21 de abril
llegó a la capital de la confederación tribal del Zipa, en Bogotá. El valle le recordó
Granada, poniendo al territorio el nombre de Nuevo Reino de Granada.
Entre 1537 y 1538 siguió la conquista de las confederaciones chibchas, un territorio muy
rico en oro porque los naturales intercambiaban dicho producto por sus panes de sal con
otros pueblos de regiones auríferas (Antioquia). El 6 de agosto de 1538, Jiménez de
Quesada fundó la ciudad de Santa Fe de Bogotá.
La conquista tardía del Nuevo Reino de Granada no acabó hasta 1550, cuando se creó la
Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá con el cometido de administrar las provincias de
Santa Fe, Tunja, Cartagena, Santa Marta y Popayán. La Audiencia gobernó 14 años,
durante los cuales se evidenció su incompetencia política y militar, aparte de acometer
ruidosos pleitos (contra Benalcázar, Armendáriz, Galarza, Góngora y Montaño).
En 1550 se completa la conquista tardía de Nueva Granada y se crea la Real Audiencia
de Santa Fe de Bogotá con el cometido de administrar las provincias de Santa Fe, Tunja,
Cartagena, Santa Marta y Popayán (esta última dependió luego de la Audiencia de Quito).
La Audiencia gobernó hasta 1564 durante los cuales se evidenció su incompetencia
política y militar, aparte de acometer ruidosos pleitos.
En el Reino había gran cantidad de españoles ‐por lo tardío de su conquista a los que se
unieron otros venidos del Perú que no pudieron obtener encomiendas, ni cargos públicos
y que constituyeron una hueste de vagabundos. Durante el gobierno de la Audiencia, se
fundaron poblaciones mineras o centros de comunicación.
En 1564 se inauguró la Gobernación togada, nombrándose un graduado en Leyes como
Presidente y Capitán General, con lo que la Audiencia quedó relegada desde entonces a
su papel jurídico. También en 1564 se creó el arzobispado de Santa Fe.
La Presidencia Togada fue mejor que la colegiada. Incentivó la producción de oro, plata
y esmeraldas y se utilizó a los indios en los trabajos productivos, cuidando de aplicar las
leyes contra la explotación de los naturales. Por la costa atlántica aparecieron los
contrabandistas y corsarios ingleses. En 1596 Drake destruyó Riohacha y Santa Marta.
En 1605 se constituyó la Presidencia de Capa y Espada, nombrando Gobernador,
Presidente de la Audiencia y Capitán General a un militar. Durante el siglo XVII, se hizo
la guerra contra los indios pijaos, que sirvió para unir los territorios centrales y
occidentales, y otra contra los carares y yareguíes para despejar la navegación por el río
Magdalena.
La colonia se asentó mediante las fundaciones del Tribunal de Cuentas (1605), de la
Inquisición (1610), de la Casa de Moneda (1620) y de las universidades Javeriana (1622)
y Santo Tomás (1639). En la costa atlántica, se fortificó Cartagena, aún así sufrió varios
ataques. Durante la segunda mitad del siglo abundaron los enfrentamientos entre criollos
y españoles. El Nuevo Reino tuvo una gran riqueza agropecuaria orientada hacia la
subsistencia. Exportaba oro, esmeraldas y perlas.
El reino de Nueva Granada.
La Nueva Granada, transformada de Audiencia en Virreinato, empezó a existir en 1717,
cuando la Dinastía Borbónica resolvió la creación de la Nueva Granada y el Río de la
Plata a partir de territorios antaño pertenecientes al Perú. El Virreinato de Nueva Granada,
abarcó los actuales territorios de Ecuador, Colombia, Panamá y Venezuela. Fue creado
mediante Real Cédula el 27 de mayo de 1717 uniendo la Real Audiencia de Quito, la
Capitanía General de Venezuela y la Real Audiencia de Santa Fe. Abarcaba el territorio
comprendido entre Costa Rica y el Río Darién por el norte, y la Bahía de Guayaquil por
el sur. Sin embargo, la Capitanía General de Venezuela mantuvo casi siempre su régimen
militar propio. La Corona se vió obligada a constituir este nuevo virreinato, por dos
razones principales: era la zona más importante de producción aurífera y su estratégica
posición le permitía enfrentar con efectividad el contrabando y la piratería. La ciudad de
Bogotá, pasó a ser la capital del nuevo virreinato, convirtiéndose de esta manera en uno
de los principales centros de actividad de las posesiones del imperio en América. Tuvo
Universidad en Santa Fe de Bogotá. Tuvo una Biblioteca Pública que fue inaugurada en
1774 (por el Virrey Guirior del Perú). Tuvo también un Observatorio, así como un
Instituto de Ciencias Naturales, abierto (por el Virrey Caballero y Góngora) a raíz de la
famosa expedición botánica de Don José Celestino Mutis (de Cádiz). En 1759 publicaba
el Papel Periódico de Santa Fe de Bogotá. Tuvo imprenta. Amenazado constantemente
por piratas, constituyó también apreciable fuerza militar. Su riqueza principal fueron el
oro, las esmeraldas, la plata y el platino.
Su fundación obedece a la nueva política borbónica de reorganización administrativa y
de reforma y modernización de los sistemas de extracción y comercialización de materias
primas obtenidas de las colonias. De existencia intermitente, el Virreinato de Nueva
Granada fue disuelto y vuelto a formar en numerosas ocasiones: tras su primera fundación
en 1717, fue disuelto por dificultades económicas, fruto de la derrota española en la guerra
de la Cuádruple Alianza (1718-1720), en 1724; refundado en 1740; disuelto por los
independentistas que se hicieron con el poder en 1810; recuperado por Fernando VII en
1816; y finalmente, reemplazado por una nueva entidad, la Gran Colombia, tras ser
definitivamente disuelto por los independentistas en torno a 1822.
Tras su segunda fundación, el virreinato fue atacado por la flota británica, que tomó la
ciudad de Portobelo y sitió Cartagena. Tras fracasar en este último cometido, la
expedición se retiró, diezmada por el hambre y las enfermedades.
Los virreyes de Nueva Granada, se caracterizaron por la puesta en marcha de numerosas
políticas de carácter ilustrado, enmarcadas en el proceso de la reforma borbónica,
destinadas a modernizar las estructuras administrativas, productivas y
comerciales. Entre estas medidas, cabe destacar la fundación de la Casa de la Moneda de
Bogotá, la creación de la primera biblioteca pública de Bogotá por parte del virrey Manuel
de Guirior, y la implementación de la Pragmática de Libre Comercio, que revitalizó el
comercio entre puertos americanos.
Fue notable la influencia ejercida por los ilustrados, en Nueva Granada a lo largo del siglo
XVIII, siendo en el virreinato el principal referente de esta corriente de pensamiento, José
Celestino Mutis. Mutis, nacido en Cádiz en 1732 en el seno de una familia burguesa,
estudió filosofía, gramática, arte y medicina. Ejerció como médico en el Hospital de la
Marina de Cádiz, donde implementó los nuevos métodos traídos desde el exterior. Se
muda a Bogotá, donde funda y dicta la cátedra de matemáticas en el Colegio Mayor. Es
en esta época cuando entra en contacto con los círculos ilustrados de la ciudad, con
quienes defiende la creación de una universidad ilustrada, escindida del control
eclesiástico.
Entre sus contribuciones al saber de la época, destacan, la creación de una enorme
colección de dibujos de la flora colombiana, la elaboración de un diccionario con palabras
elementales utilizadas por los aborígenes de la zona, y numerosas aportaciones en áreas
tan diversas como la industria, la medicina, la minería y la destilación de bebidas
alcohólicas.
En el campo económico, las reformas borbónicas no habían alcanzado sus objetivos. La
falta de integración de los territorios que formaban el virreinato y las altas cargas
impositivas impuestas por la corona, provocaron la debacle financiera de la colonia. A
pesar de esto, se continuó fomentando la exportación de productos tales como la caña de
azúcar, el cuero, el algodón, se intensificó la actividad minera y se crearon numerosas
industrias como las de pólvora en Bogotá. Al igual que en el resto de colonias españolas
en América, en Nueva Granada se empleaba mano de obra aborigen en las minas y en las
plantaciones.

La Audiencia de Charcas y las minas del Potosí.


La Real Audiencia de Charcas oficialmente conocida como Audiencia y Cancillería Real
de La Plata de los Charcas era el más alto tribunal de apelación de la Corona española con
sede en la ciudad de La Plata, llamada también Chuquisaca y desde 1839 Sucre. La
Audiencia de Charcas tuvo un distrito que abarcaba a los actuales países del cono
sur de América del Sur dentro de cual se encontraba la explotación de la riquísima mina
de plata de Potosí. Desde 1785 su distrito quedó reducido a la provincia de Charcas,
llamada luego Alto Perú, y que hoy es el núcleo de Bolivia. Fue parte del virreinato del
Perú hasta 1776, cuando pasó al nuevo virreinato del Río de la Plata.
Luego de recibir informes sobre la conveniencia de crear una real audiencia en la parte
sur del Virreinato del Perú, el rey Felipe II dispuso por real provisión del 12 de junio de
1559 encomendar al designado virrey del Perú, Diego López de Zúñiga y Velasco, conde
de Nievas, que una vez que llegase al Perú señalara el distrito que habría de tener la
audiencia que el rey mandaba crear en la ciudad de La Plata. Se basa esta sugerencia en
que la Audiencia fundada en la Ciudad de los Reyes dista más de 500 leguas de las tierras
descubiertas, lo que dificultaría el buen trabajo de los naturales, y alegando la “conciencia
real”, piden se cree otra Audiencia en la villa de la Plata, que es en los Charcas, cerca de
las minas de Potosí. De acuerdo a la Recopilación de Leyes de Indias la Audiencia y
Cancillería Real de la ciudad de La Plata de la Nueva Toledo, provincia de los Charcas
en el Perú fue creada por el rey el 4 de septiembre de 1559. Los límites del territorio sobre
el cual ejercía jurisdicción fueron variando con el tiempo, según la distribución que hizo
la Corona española.

En el Virreinato del Perú tenemos el hallazgo de Potosí, por el indio DIEGO GUALPA,
en 1543, cuya explotación se iniciaría en 1545. Las minas de Potosí han sido las mayores
generadoras de riqueza en la historia de la humanidad, según GUILLERMO CÉSPEDES
(1983) a finales del siglo XVI producían el 50% de la plata mundial y el 80% de la de
este virreinato. La población de la ciudad crecería, llegando hasta los 120.000 habitantes,
en 1570, al poco tiempo de su descubrimiento (en 1611 la villa tenía más de 150.000
vecinos) convirtiéndose en una de las mayores ciudades del orbe.
En el Virreinato de Perú, señala CIEZA DE LEÓN (1553) que los españoles intentaron
fundir el metal argentífero de Potosí sin lograrlo, siendo los indios quienes realizaban el
proceso con sus hornillos o guayras, que situaban en lo alto de las montañas para su
aireación. El metal obtenido era afinado posteriomente, por los españoles.
La importancia de la producción minera del Virreinato se manifestó repetidamente a lo
largo de su historia y, con especial detalle, en los informes de gestión que realizaron sus
virreyes y gobernantes, corroborando así el hecho de que la colonización del territorio se
debió a sus numerosos yacimientos auríferos. Gracias a ellos, los españoles superaron las
tremendas dificultades que la orografia, la vegetación y la climatología imponían al
asentamiento de núcleos de población. A falta de un gran yacimiento que aglutinara a los
mineros, como fuera Potosí en el Virreinato del Perú, los escasos habitantes de Nueva
Granada vivían dispersos en una gran extensión de terreno y, en estas condiciones, era
muy dificil que el Virreinato produjera otros bienes exportables.
Pese a su escaso aporte a la renta, la minería tenía una gran capacidad de arrastre sobre la
economía colonial. Durante años, su estudio estuvo condicionado por las relaciones
mercantiles con la metrópoli. Según el derecho castellano, la propiedad de las minas era
de la Corona que cedía su explotación. Este derecho se materializaba con la explotación
continua de los yacimientos y el pago del quinto real.

La Audiencia de Quito.
La Audiencia y Cancillería Real de Quito (1563-1822) fue el más alto tribunal de
la Corona española en los territorios de la Provincia o Presidencia de Quito, dentro
del Virreinato del Perú, que después formaron parte del Virreinato de Nueva Granada.
El antiguo gobierno de Quito de Gonzalo Pizarro, había alargado ya su territorio,
hasta Cali y Popayán por el Norte; por el Sur hasta los desiertos de Piura; y por la cuenca
del río Amazonas, la exploración de Gonzalo Pizarro, el descubrimiento y exploración
del río Amazonas hasta el Atlántico por Francisco de Orellana, y las fundaciones
en Yaguarzongo y Bracamoros, como los descubrimientos del alto río Marañón y al río
Ucayali por Loyola, dieron al antiguo gobierno de Quito una extensión nueva en
la cuenca del río Amazonas. Por estas razones, el 4 de julio de 1560 los quiteños pidieron
al rey de España la creación de una Audiencia en la Gobernación de Quito para de esa
manera lograr una cierta forma de autonomía con relación al Virreinato de Lima, al cual
había pertenecido desde su creación en 1541.
El rey Felipe II, en la ciudad de Guadalajara el 29 de agosto de 1563, dictó una real
cédula por el cual la Gobernación de Quito de Gonzalo Pizarro es elevada a una Audiencia
Real y se le señala límites. Fue inaugurada el 18 de septiembre de 1564.
A la jurisdicción de la Real Audiencia de Quito se hallaban adscritas varias
Gobernaciones: La más importante era la de Quito, a la que se hallaban subordinadas -en
el aspecto judicial- las gobernaciones de Esmeraldas, Quijos, Jaén, Mainas, Popayán y
Pasto. Posteriormente, en el siglo XVIII se crearon las gobernaciones de Cuenca y
Guayaquil.
En los primeros años de la colonia la economía de la Audiencia se basó principalmente
en la riqueza que generaban los astilleros de Guayaquil, que eran los más importantes de
la costa americana del Pacífico; también fue importante la extracción de oro de las minas
de Zaruma y de los ríos del oriente, y la elaboración de sayas y bayetas que con gran
habilidad tejían los indígenas del centro de la serranía. Otros rubros fueron los
relacionados con la actividad agrícola -especialmente de la costa, donde se producía un
cacao de extraordinaria calidad para la exportación- que también ayudaron a la evolución
económica de la Real Audiencia.
Desde su fundación la Real Audiencia de Quito perteneció a la jurisdicción del Virreinato
del Perú o Lima, que había sido creado el 1 de marzo de 1543, es decir, constituyendo
parte de dicho virreinato.
En 1717 la Corona Española expidió la Cédula Real del 27 de Mayo por medio de la cual
se la privó de su personalidad y se la anexo al Virreinato de Santa Fe (Bogotá), al que
perteneció hasta que 1720 en que volvió a ser incorporada al Virreinato de Lima para,
finalmente, en 1739 pasar a formar parte -de manera definitiva- de Nueva Granada (Santa
Fe – Bogotá).

La Capitanía General de Chile.


La Capitanía de Chile dejó de depender del Virreinato del Perú alrededor de 1798, con
una población total aproximada de medio millón de habitantes. Dada la constante lucha
contra los indios y los piratas, así como por haber sido durante un tiempo presidio (en
Valdivia), la Capitanía General de Chile tuvo un muy marcado carácter militar. Sus
mayores riquezas fueron el trigo, la vid, el ganado y algunas industrias privadas. Su
movimiento comercial pudo disponer de la vía de Magallanes, la de Buenos Aires, la del
Perú y la del contrabando, que era la más socorrida de las cuatro. Tenía una Universidad,
la de San Felipe. No abundaron los esclavos negros, a causa de las dificultades que el
medio y la naturaleza significaban entonces, dentro del criterio mercantilista de la política
española. Cuando la Independencia, eran en realidad muy pocos, la mayoría provenientes
de fundos que habían pertenecido a los jesuitas. Santiago de Chile fue su Ciudad Capital.

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