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INTRODUCCIÓN

El realismo ético da un enfoque de la tradición central del occidente cuya visión radica

en el pensamiento práctico-moral oponiéndose al denominado “constructivismo ético”

donde sostiene la ausencia de carácter y la naturaleza ética y tiene como finalidad

reestablecer la coherencia reivindicando para la ética la posibilidad de ser.

Es una antigua doctrina filosófica, donde existe una variada serie de circunstancias que

los ciudadanos de las sociedades contemporáneas son espontáneamente antirrealistas y

en gran parte esto es cierto. Cuando nos referimos a antirrealista son las afirmaciones

teóricas acerca de las entidades inobservables que pueden corresponder bien con la

realidad, pero la evidencia empírica nunca puede ser suficiente para apoyar la verdad de

tales afirmaciones que pueden ser aceptadas, a lo mejor, como empíricamente adecuadas

o garantizadas (Aguirre, 2014). Según los siguientes argumentos, la tesis realista no añade

nada a la experiencia moral ordinaria y es perfectamente prescindible de tal forma el

realismo quedaría refutado al ser incompatible con el pluralismo ético. Ninguno de estos

postulados es válidos.

La ética realista es la que esta funda el deber ser y en el ser, "el contenido de nuestros

deberes tiene su fundamento general e inmediato en la realidad de lo que somos". Es por

tanto, una ética con los pies en el suelo: "No cabe que para el yo humano sea

auténticamente bueno lo disconforme con su peculiar naturaleza".

Valdecantos lo define como una doctrina por la cual los enunciados morales son

verdaderos o falsos y su verdad o falsedad es independiente de las opiniones y teorías

morales que uno apruebe o dicho de otro modo a la idea de que hay hechos o verdades

morales y estos son independientes de la evidencia que pueda tenerse en favor de ellos.

No basta, pues, para ser realista con que se crea que las expresiones de norma o de valor
aseveran cierto contenido cognitivo; es preciso sostener que la verdad o falsedad de esas

aseveraciones pertenecen a cierto tipo de cosas que se escapan del control de uno y de

todos los que son como uno.

Los realistas éticos no sólo creen que las expresiones morales tienen que ser verdaderas

o falsas; se hallan también persuadidos de que no basta para acertar sobre ellas con tener

una buena teoría normativa o con poseer sentimientos morales equilibrados, de lo que se

trata cuando se profieren enunciados morales de que uno tiene que acertar, y esto quiere

decir que uno puede creer que acierta y sin embargo estar equivocado. Acertar en ética

no es, según el realismo, creer que se ha acertado, y ni siquiera lo es creer justificadamente

que se está en lo cierto.

No se trata, entonces, de que las verdades morales sean aquello que los mejores

procedimientos disponibles permiten obtener; que ocurre según el realismo es que esos

procedimientos son buenos precisamente porque con ellos se alcanzan enunciados

verdaderos, y en la medida en que se alcanzan. Es creer que alguien puede estar en

perfectas condiciones para determinar lo que es bueno y para saber qué debe hacerse y,

sin embargo, puede errar por entero; y, a la inversa, que alguien puede razonar de manera

grosera y disparatada y no dejar de alcanzar, a pesar de ello, la verdadera noción de lo

bueno y lo debido.

Aspiran al conocimiento verdadero justificado en cuestiones valorativas y normativas,

pero admiten que puede haber en ellas conocimiento justificado no verdadero y también

conocimiento verdadero no justificado. Es un individuo aficionado a conjeturar qué

pasaría en caso de que las teorías normativas exitosas, o las convicciones morales

mayoritarias o las emociones morales comunes fueran por entero distintas de como son.

En resumen se dice que el realismo ético “defiende la existencia objetiva de los hechos

morales” (Guzmán, s.f.). Esto se refiere que los actos realizados por el hombre son
independientemente de las reacciones subjetivas, cognitivas, es decir solo narra

acontecimientos concretos de manera imparcial.

Por eso Geoff Sayre-McCord, filósofo francés, define a los seguidores de la ética realista

como: “aquellos que piensan que, en estos aspectos morales , las cosas han de ser tomadas

tal como aparecen a primera vista, es decir, como que las afirmaciones morales intentan

o pretenden referirse a hechos y que ellas son verdaderas si captan correctamente esos

hechos. Más aun, sostienen que al menos algunas afirmaciones morales son verdaderas”.

En otras palabras las expresiones deben ser independientes a diferentes características que

puedan influenciar en las aseveraciones, las cuales deben ser tomadas en condiciones

imparciales e iguales.

Millán Puelles, reconoce dos elementos fundamentales. “El primer elemento es la

libertad, por la que es posible que el hombre pueda fallar a su propia manera de ser, es

decir, a su naturaleza, pero también es la que permite potenciarse en sus cualidades.”

(Calderón, 2006). Cabe resaltar que gracias al carácter de persona poseemos libertad, lo

cual nos permite elegir diferentes opciones, lo que al ir transcurriendo el tiempo nos

permite realizarnos respecto a nuestras cualidades. Por otro lado “El segundo elemento

es reconocer la naturaleza humana como algo real y anterior a lo que nos damos a nosotros

mismos” (Calderón, 2006). Ambos elementos se unen para dar una visualización más

amplia sobre el fundamento de la ética realista. Basándose principalmente en un aspecto

ontológico.

Se sabe que la ética realista pertenece a la línea de pensamiento ético que tiene su origen

en el pensamiento ateniense de los siglos V y IV, en especial en las ideas de Sócrates,

Platón y Aristóteles, además tuvo sus representantes en el pensamiento romano, en

especial en el de Cicerón, alcanzó un hito fundamental en el sistema de Tomás de Aquino.

Esto es pieza clave para que se le denomine como “tradición central de occidente”
(Massini, 2018), esta frase engloba las diferentes repercusiones que ha tenido la ética

realista en diferentes etapas de la historia. Debido a que, si bien son cierto las doctrinas

filosóficas tienen un auge pertenecen a cuestiones o planteamientos dejados por filósofos

anteriores. La raíz proviene desde las enseñanzas orales de Sócrates hasta los actuales

filósofos contemporáneos. Aristóteles destaca la importancia del realismo ético en las

formas como la justicia es entendida en la práctica y en la vida normal de la sociedad.

Esta doctrina tiene como la principal línea de explicitación y defensa la “teoría de la ley

natural”. La cual es explicada por Santo Tomás de Aquino, se refiere que la recta razón

prescribe lo que se ha de hacer o lo que se debe omitir.

Referencias:
Aguirre Juan Carlos. 2014. “Husserl y el antirrealismo (¿ o ralismo?) científivo. Recuperado de:
http://www.scielo.br/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0100-512X2014000100016

Guzman Martinez, Grecia.2018. “Realismo moral: bases e historia de esta postura filosófica”.
Recogido de : https://psicologiaymente.com/cultura/realismo-moral

Massini-Correas, Carlos Ignacio. 2018. "Realismo ético". En Diccionario Interdisciplinar Austral,


editado por Claudia E. Vanney, Ignacio Silva y Juan F. Franck recogido de:
http://dia.austral.edu.ar/Realismo_%C3%A9tico#Concepto_preliminar_de_.E2.80.9Crealismo_.
C3.A9tico.E2.80.9D

Millán Antonio. 1996. “La ética realista de Antonio Millán Puelles”. Recuperado de:
https://mercaba.org/Filosofia/Millan/la_etica_realista_de_antonio_mil.htm

Valdecantos Alcaide, Antonio.1997. “Realismo ético y experiencia moral”. Recogido de:


http://isegoria.revistas.csic.es/index.php/isegoria/article/viewArticle/201

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