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RESUMEN
El artículo pretende desarrollar el concepto y función de la identidad constitucional.
Para ello, se explican las características fundamentales y la eficacia del concepto
en el plano del ejercicio del poder constituyente originario, la hermenéutica
constitucional, la reforma constitucional y, especialmente, las relaciones entre el
Derecho constitucional interno y las fuentes no nacionales de los derechos
humanos.
ABSTRACT
The article pretends to explain the concept and function of constitutional identity.
The task is fulfilled describing the key features and the role of constitutional
identity in the Constitution-making, interpretation and reform, and the relationship
between national constitution and non national human rights Law.
PALABRAS CLAVES:
Identidad constitucional, Derecho constitucional, derecho internacional de los
derechos humanos, derecho supranacional, integración
KEY WORDS:
Constitutional Identity, Constitutional Law, International Human Rights Law,
Supranational Law, Integration
I. INTRODUCCIÓN
1
Fischer-Lescano, Andreas. 2003. “Die Emergenz der Globalverfassung”, Zeitschrift für Auslandisches
Öffentliches Recht und Völkerrecht 63/3, pp. 717-760.
2
Vid. entre otros Habermas, Jürgen, El Occidente escindido, trad. J. López. Ed. Trotta, Madrid, 2006,
pp. 113 y ss; de Julios-Campuzano, Alfonso. 2002. “Globalización y constitucionalismo: Una lectura en
clave cosmopolita”, Anales de la Cátedra Francisco Suárez 36, pp. 151 y ss; y recientemente CAMERLENGO,
Quirino, Contributo ad una teoria del Diritto costituzionale cosmopolitico, Giuffrè, Milano,
2007.
reacción frente a la presión de las fuentes exógenas. El Derecho público nacional no escapa a
esta afirmación. Así lo demuestra el análisis de nuestra doctrina y jurisprudencia, ambas cada
día más sensibles y receptivas hacia el Derecho no nacional, término que permite englobar las
fuentes internacionales, particularmente las de derechos humanos, las fuentes comparativas y
-en el caso chileno en una medida todavía inexistente- las fuentes supra nacionales. En efecto,
la lectura de la reciente jurisprudencia judicial3 , especialmente de la constitucional4 , e incluso
de cierta jurisprudencia no jurisdiccional, permite advertir como una tendencia consolidada la
notoria apertura de nuestros operadores jurisdiccionales y administrativos hacia dichas fuentes
no nacionales de argumentación.
3
Véanse especialmente, la jurisprudencia desarrollada a partir del conflicto entre el DL. núm. 2.191 de
1978 y el Derecho internacional. De valor paradigmático son la sentencia de la Corte de Apelaciones de
Santiago de 17 de noviembre de 2004, rol 2.182 1998, dictada en la causa por secuestro calificado de
Miguel A. Sandoval Rodríguez, y los párrafos 11°-13° del voto del Ministro Muñoz contenido en la
sentencia de la Corte Suprema de 3 de octubre de 2006, rol núm. 2.707 2006, por la que se confirma el
fallo de la Corte de Apelaciones de Santiago, de 17 de mayo de 2006, dictado en la causa seguida contra
A. Pinochet Ugarte (Tauby Pacheco y otros con Pinochet Ugarte). La evolución de la jurisprudencia
nacional sobre la incidencia del Derecho internacional en la resolución de los conflictos causados por la
aplicación del DL. núm 2.191 de 1978, sobre amnistía, a las causas por secuestro y homicidio, puede
consultarse en Matus, Jean Pierre. 2006. “Informe pericial ante Corte Interamericana de Derechos
Humanos, sobre aplicación jurisprudencial del Derecho ley 2.191 de amnistía, de fecha 19 de abril de
1978”, Ius et Praxis 12/1, pp. 275-296.
4
Véanse mis trabajos 2006, “La influencia del Derecho y de la literatura jurídica europea en la formación
de la jurisprudencia del Tribunal constitucional chileno”, Roma e America 21, pp. 75-88 y “Sobre
presentes griegos e injertos extranjerizantes: uso y límites del Derecho no nacional en la jurisprudencia
constitucional: el recurso al Derecho comparado”, en AA.VV. Estudios en Homenaje al Profesor
Eduardo Soto Kloss, Santiago de Chile, en prensa. Sobre la influencia del Derecho internacional en la
jurisprudencia del Tribunal Constitucional, véanse
5
Vid., por ejemplo, Zweigert, Konrad y Kötz, Hein, Introduzione al Diritto comparato, trad. B.
Pozzo. Giuffrè, Milano, 1992, p. 37.
6
Vid., entre otros, Biscaretti di Ruffia, Paolo, Introducción al Derecho constitucional comparado,
trad. H. Fix-Zamudio. Fondo de Cultura Económica, México, 1996, p. 79.
persigue separar los rasgos fungibles e identificar los elementos “determinantes” (en la
terminología de Constantinesco)7 , de un orden jurídico determinado. Estos elementos
determinantes “atribuyen a todo orden jurídico su individualidad específica” 8 y,
consecuencialmente, su identidad.
La identidad es contingente en el sentido que puede darse o no darse con relación al resto
de los ordenamientos. Al igual que acontece con las personas, la identidad es un fenómeno que
admite notables rangos de variación o de espesor. Así, hay comunidades políticas
extraordinariamente celosas de su identidad, como acontece con Francia, el Reino Unido o los
Estados Unidos, por poner tres claros ejemplos. En el primero de estos tres países, la laicidad
fue un elemento capital para exigir la eliminación de cualquier referencia a Dios en los instrumentos
modificativos de los tratados de la Unión y Comunidad europeas. En el Reino Unido la defensa
del sistema imperial de pesos y medidas, frente al sistema métrico que imponía la Unión
Europea, llegó a los mismos tribunales de justicia (en el caso conocido como “Los mártires del
sistema métrico”), sin contar con la proverbial singularidad, en las formas y en el fondo, de la
llamada Constitución británica. En Estados Unidos, por otra parte, la originalidad de la
Constitución de 1787 es tan relevante que la sola cita del Derecho extranjero, incluyendo
7
Constantinesco, Léontin-Jean, Tratado de Derecho comparado, trad. E. Freitas Tecnos, Madrid,
1981, tomo I, pp. 318 y ss.
8
Ibid., p. 319.
9
Kelsen, Hans, Teoría pura del Derecho, trad. R. Vernengo. Porrúa, México D.F., octava ed., 1995, pp.
291 y ss.
10
Scalia, Antonin y Breyer, Stephen. 2005. “A conversation between U.S. Supreme Courts justices. The
relevance of foreign materials in U.S. constitutional cases: A conversation between Justice Antonin
Scalia and Justice Stephen Breyer”, International Journal of Constitutional Law 3/4, pp. 519-541. Sobre
la particular práctica norteamericana véanse Tushnet, Mark, “The United States: Eclecticism in the
Service of Pragmatism”, en Goldsworhty, J. (Ed.), Interpreting Constitutions, Oxford University
Press, Oxford, 2006, pp. 45 y ss. En el plano específico del Derecho internacional, el denominado
“excepcionalismo americano” puede ser también como una forma de defensa de la identidad constitucional,
vid. Moravcsik, Andrew, “The paradox of U.S. Human Rights Policy”, en Ignatieff, M. (Ed.), American
Exceptionalism and Human Rights, Princeton University Press, Princeton y Oxford, 2005, pp. 147
y ss.
11
Véanse los trabajos editados por Sadurski, Wojciech, Spreading Democracy and the Rule of Law?
The Impact of Enlargement on the Rule of Law, Democracy and Constitutionalism in Post-
Communist Legal Orders, coeditada con A. Czarnota y M. Krygier, Springer, Dordrecht, 2006, y
Rethinking the Rule of Law after Communism, coeditada con A. Czarnota y M. Krygier, CEU
Press, Budapest-New York 2005.
12
Vid. Teitel, Ruti. 2003. “Transitional Justice Genealogy”, Harvard Human Rights Journal 16, pp. 75 y
ss.
Finalmente, teniendo en cuenta las características hasta aquí señaladas –sentido relacional,
contingencia, variabilidad y carácter potencialmente confrontacional- es posible aproximarse
al concepto de identidad constitucional y esbozarla como un conjunto de rasgos que singulariza,
en el plano jurídico-político, las opciones fundamentales de una comunidad frente al resto de
los estados y organizaciones internacionales o supranacionales. Si se admite que las
13
Sadurski, Wojciech. 2006. “European Constitutional Identity”, Legal Studies Research Paper (Sidney
Law School) 6/37, p. 8.
14
En este sentido, veáse también Rosenfeld, Michel. 1994-995. “The Identity of the Constitutional
Subject”, Cardozo Law Review 16, pp. 1051-1053.
15
Véanse, ilustrativamente, Phelan, Diarmuid Rossa, Revolt or Revolution. The constitutional
boundaries of the European Community, Round Hall Press- Sweet & Maxwell, Dublin, 1997, pp.
417 y ss; y de Búrca, Gráinne.1993. “Fundamental Human Rights and the Reach of EC Law”, Oxford
Journal of Legal Studies 13, pp. 283-319.
16
Mc Hugh, James, Ex uno plura. State constitutions and their political cultures. State
University of New York Press, Albany, 2003, p. 2.
17
Van Hoecke, Mark y Warrington, Mark. 1998. “Legal Cultures, Legal Paradigms and Legal Doctrine:
Towards a New Model for Comparative Law”, International and Comparative Law Quarterly 47, pp.
513-515.
18
Utilizo el término en el sentido que le atribuye Alexander, Larry, “Introduction”, en él mismo (Ed.),
Constitutionalism. Philosophical Foundations. Cambridge University Press, Cambridge-New York,
1998, p. 2.
19
El espíritu de las leyes, Libro XXIX, capítulos VI y VIII. Cito desde la edición de V. Goldschmidt,
Flammarion, St-Amand, 1979, vol. 2, pp. 294-295.
Una Constitución no sólo puede evidenciar una identidad pre existente, ella puede muchas
veces perseguir el refuerzo de una débil o la construcción artificial de una nueva23 . Ejemplo de
lo primero fue la Carta canadiense de derechos y libertades (Canadian Charter of Rights and
Freedoms, 1982)24 , mientras que de lo segundo fue la proclamación de la Carta de Derechos
20
Weiler, Joseph. 2001. “Human Rights, Constitutionalism and Integration: Iconography and Fetishism”,
International Law Forum du droit international 3, p. 230.
21
Smend, Rudolf, Constitución y Derecho Constitucional, trad. J. M. Beneyto. Ed. Centro de Estudios
Constitucionales, Madrid, 1985, pp. 225 y ss.
22
Sentencia de 15 de enero de 1958, Entscheidungen des Bundesverfassungsgerichts 7, pp. 198 y ss,
especialmente p. 204.
23
Sobre el tema, véase el reciente trabajo de Rosenfeld, Michel. 2005. “The problem of ‘identity’ in
Constitution-Making and Constitutional Reform”, Benjamin Cardozo School of Law (Jacob Burns
Institute for Advanced Legal Studies Working Paper) 143, pp. 13 y ss.
24
Keating, Michael, Plurinational Democracy. Stateless Nations in a Post-Sovereign Era. Oxford
University Press, Oxford, 2001, p. 143.
El discurso nacionalista culminó con el texto definitivo de la Carta de 1980, precedido por
el Acta Constitucional Núm. 2 (D.O. 13 de septiembre de 1976) y que cristalizó la construcción
de la identidad original de la Carta fundamental en el capítulo titulado “Bases de la
Institucionalidad” y en el actual artículo 22, en aquella parte que ordena la honra de la patria, la
defensa de la soberanía, la preservación de la seguridad nacional y de los valores esenciales de
la tradición chilena.
25
Por todos vid. Habermas, Jürgen, So, Why Does Europe Need a Constitution?, trad. M. Everson.
European University Institute-Robert Schuman Centre of Advanced Studies, Florence, 2001, p. 23.
26
Agregado en la sesión 18a, 22 de noviembre de 1973, p. 4.
El capítulo de las Bases -aún tras las modificaciones introducidas por las leyes núm. 18.525
(DO. 17 de agosto de 1989), 19.055 (DO. 1 de abril de 1991), 19.097 (DO. 12 de noviembre de
1991), 19.611 (DO. 16 de junio de 1999) y 20.050 (DO. 26 de agosto de 2005)- no ha sido desprovisto
de su carácter modelador de la identidad constitucional nacional. En efecto, la transición y
consolidación de la democracia pudo despojar a las Bases de su sentido nacionalista original
(muy propio de la década en que la Carta se redactó), pero no cabe duda que ellas todavía
manifiestan “la idea de derecho”27 , el “esqueleto jurídico”28 o los “valores” o “ideales éticos”29
que inspiran e identifican a nuestra Carta constitucional. En efecto, como se demuestra más
abajo, las Bases se integran con el resto de las normas constitucionales dando lugar, en palabras
del Tribunal Constitucional chileno, a un cuerpo sistemático y coherente de principios, valores
y normas dotados de supremacía constitucional y que permean la interpretación y aplicación de
todo el ordenamiento jurídico30 .
27
Silva, Alejandro, Tratado de Derecho constitucional. Ed. Jurídica de Chile, Santiago de Chile, 2a.
ed., 1997, tomo IV, p. 17.
28
Vivanco, Angela, Curso de Derecho constitucional. Aspectos dogmáticos de la Carta
Fundamental de 1980. Ediciones de la Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 2006, p. 31.
29
Nogueira, Humberto, “Bases de la institucionalidad”, en Verdugo, M., Pfeffer, E. y Nogueira, H., Derecho
constitucional. Ed. Jurídica de Chile, Santiago de Chile, 1994, tomo I, p. 109.
30
Véase paradigmáticamente la sentencia del Tribunal Constitucional rol núm. 976-07 de 26 de junio de
2008, cons. 25°, 33°, 34°, 57° y 63°.
31
Vid. Johansen, Robin. 1977. “The New Federalism: Toward a Principled Interpretation of the State
Constitution”, Stanford Law Review 29, pp. 297 y ss. Sobre el mismo tema véase también Schapiro,
Robert. 1998. “Identity and Interpretation in State Constitutional Law”, Virginia Law Review 84, pp.
389 y ss.
32
Mc Hugh, James, op. cit. nota 16, pp. xii-xiii.
33
Fletcher, George. 1993. “Constitutional Identity”, Cardozo Law Review 14, p. 737.
34
La Semana Jurídica 365 (26 de diciembre de 2007-8 de enero de 2008), p. 5.
reconocimiento del sustantivo “libertad de enseñanza”. Sin embargo, no cabe duda que el
significado de ese derecho, como el de propiedad o la libertad de expresión, ha evolucionado
mucho entre una Constitución y otra, no siendo posible interpretarlo con abstracción del cambio
de la identidad general de ambas constituciones. Por la misma razón, hay que evitar caer en la
trampa de equiparar los sentidos o significados de una norma nacional con los de una
internacional o extranjera. La transposición o extrapolación de significados es un proceso
preñado de aquellos problemas que los comparatistas identifican con el término legal o
constitutional borrowing (préstamo jurídico o constitucional).
35
Legrand, Pierre. 1997. “The Imposibility of ‘Legal Transplants’ ”, Maastricht Journal of European and
Comparative Law 4, p. 121. Entre otras de las obras en que el mismo autor explora el problema, pueden
consultarse 1999, “Sur l’analyse différentielle des juriscultures”, Revue Internationale de Droit Comparé
4, pp. 1053-1071; 1997, “Uniformità, tradizione giuridiche e limiti del Diritto”, Politica del Diritto 1,
pp. 3-26; 2001, “On the Unbereable Localness of the Law: Academic Fallacies and Unreasonable
Observations”, European Review of Private Law 1, pp. 61-76; y “Public Law, Europeanisation and
Convergence: Can Comparatists Contribute?”, en BEAUMONT, LYONS y WALKER (Eds.), Convergence and
Divergence in European Public Law, Hart, Oxford - Portland Oregon, 2002, pp. 225-256.
36
Sobre el sentido de la palabra “constitución”, véase la relación de Guzmán Brito, Alejandro. 2002. “El
vocabulario histórico para la idea de Constitución política”, Revista de Estudios Histórico Jurídicos 24,
pp. 267 y ss.
37
Leviathan, ed. a cargo de J. C. A. Gaskin. Oxford University Press, 1998, p. 191, trad. propia.
Del modo apuntado la identidad constitucional, resumida en los principios básicos del
ordenamiento se erige como un límite teórico al poder de revisión de la Constitución. Como
límite práctico, su eficacia dependerá naturalmente de los procedimientos que cada Constitución
disponga para controlar la constitucionalidad de los proyectos de reforma constitucional.
38
Schmitt, Carl, Teoría de la Constitución, trad. F. Ayala. Alianza Madrid, 1996, p. 119.
39
Bachof, Otto, Normas constitucionais inconstitucionais?, trad. J. Cardoso da Costa. Livraria
Almedina, Coimbra, 1994, pp. 25 y ss.
40
Jacobsohn, Gary, 2006. “Constitutional Identity”, The Review of Politics 68, p. 376. El caso se refería
al secularismo, “parte de la estructura básica de la Constitución y también el alma de la Constitución”.
41
La eficacia frente al fenómeno del legal borrowing ha sido desarrollada recientemente por la teoría
comparatista en Junior, Luiz Magno. 2007, “Utilización del Derecho constitucional comparado en la
interpretación constitucional: nuevos retos a la teoría constitucional”, Estudios Constitucionales 5/2,
pp. 251-274. Osiatynski, Wiktor. 2003, “Paradoxes of constitutional borrowing”, International Journal
of Constitutional Law 1/2, pp. 244-268. Rosenkrantz, Carlos. 2003. “Against borrowings and other
nonauthoritative uses of foreign law”, International Journal of Constitutional Law 1/2, pp. 269-295 y
Goldsworthy, Jeffrey, “Questioning the migration of constitutional ideas: rights, constitutionalism and
the limits of convergence”, en Choudhry, S. (Ed.), The Migration of Constitutional Ideas, Cambridge
University Press, Cambridge, 2006, pp. 115-141. Para la realidad nacional, véase mi trabajo “Sobre
presentes griegos e injertos extranjerizantes: uso y límites del Derecho no nacional en la jurisprudencia
constitucional: el recurso al Derecho comparado”, cit. nota 4.
al de cualquier Estado contemporáneo. Si bien puede haber reparos relacionados con el déficit
democrático de estas organizaciones o con su falta de legitimidad o reducida accountability, lo
cierto es que el grueso de la estructura de poderes se aleja de los típicos formatos
intergubernamentales y se asemeja mucho a una organización constitucional. Quienes reconocen
como ciertas estas premisas, hablan de un proceso de “constitucionalización” de la organización
supranacional 42 y aplican –con las correcciones del caso- la metodología del análisis
constitucional a los procesos de configuración y limitación del poder de dicha organización.
Incluso más, la doctrina reciente ha llegado a trasladar el análisis constitucional a aquellas
organizaciones del comercio internacional donde las pretensiones de construir una identidad
constitucional particular no son tan claras como las que se advierten en instituciones al estilo
de la Unión Europea43 . Y aunque pueden discutirse las aspiraciones constitucionales de
organizaciones como la OMC, no es menos cierto que los principios y normas que dicha
organización internacional promueve con respecto al comercio internacional pueden colisionar
con derechos fundamentales de carácter civil o social44 .
Si se examina la experiencia nacional, es posible advertir con nitidez que, a la par de los
tratados específicos sobre derechos humanos, los acuerdos de libre comercio y sus foros
arbitrales de solución de disputas representan una instancia más de resolución de conflictos
sobre el contenido de los derechos constitucionales (principalmente de raigambre económica)
de los sujetos en controversia. Laudos como los dictados en los asuntos Pey Casado y Fund.
Salvador Allende c. República de Chile (caso N° ARB/98/2, 8 de mayo de 2008) o MTD Equity
Sdn. Bhd. y MTD Chile S.A. c. República de Chile (caso N° ARB/01/7 de 25 de mayo de 2004),
ambos del CIADI, conciernen directamente asuntos constitucionales, tales como la nacionalidad
o el derecho a un trato no discriminatorio. Del mismo modo, acuerdos comerciales o de protección
de inversiones regulan aspectos constitucionales muy delicados y sensibles para nuestra
particular “Constitución económica” como son la expropiación o la libertad empresarial. Desde
esa perspectiva no es incorrecto calificar esos instrumentos como complementarios del art. 5°
42
Vid. Weiler, Joseph, The Constitution of Europe. Cambridge University Press, Cambridge, 1999.
43
Véase Cass, Deborah. 2001. “The ‘Constitutionalization’ of International Trade Law: Judicial Norm-
Generation as the Engine of Constitutional Development in International Trade”, European Journal of
Intenational Law 12/1, pp. 39-7 y The Constitutionalization of the World Trade Organization,
Oxford University Press, New York, 2005. La autora sostiene en la última de estas obras que
“estructuralmente, después de 1995, fue posible identificar en la OMC los principios de un sistema que
parece tener, en su base, aspiraciones constitucionales” (p. 15).
44
En el cap. II de la obra editada por Cottier, Thomas, Pauwelyn, Joost y Bürgi, Elisabeth, Human Rights
and International Trade, Oxford University Press, Oxford, 2005, se encuentra una documentada
recopilación de estudios relativos al particular (pp. 245 y ss.). Véase también, Abbot, Frederick, Breining-
Kaufmann, Christine y Cottier, Thomas (Eds.), International Trade and Human Rights. Foundations
and conceptual issues. University of Michigan Press, Ann Arbor, 2006, pp. 261 y ss.
La presión que los derechos y libertades propias del comercio internacional sobre los
derechos constitucionales nacionales y sobre los derechos humanos internacionales de carácter
general es, entonces, formidable. Asimismo, el desafío que se plantea para la dogmática
constitucional e internacional es notable. Ese desafío consiste en discernir la naturaleza
constitucional de esos nuevos y poderosos derechos, y su identidad frente a los derechos
reconocidos por las constituciones nacionales y el denominado Derecho internacional de los
derechos humanos. Sobre este aspecto, la literatura reciente es fértil y contradictoria, siendo la
polémica entre los Profesores Petersmann46 y Alston47 una buena muestra de ello. Por años, el
primero de estos profesores ha defendido la “indivisibilidad” de los derechos humanos frente
a la tesis que sostiene la diversidad de identidades (y, en consecuencia, de sustratos
fundacionales) entre los derechos humanos tradicionales y las libertades de carácter mercantil.
45
Como lo habían avanzado, hace una década Vial, Tomás y Troncoso, Claudio. 1993. “Algunas cuestiones
relativas a los derechos humanos reconocidos en los tratados internacionales de derechos humanos”,
Revista Chilena de Derecho 20/2-3, pp. 695 y ss.
46
Véanse, entre otros, Petersmann, Ernst-Ulrich. 2001, “Time for Integrating Human Rights into the
Law of Worldwide Organizations. Lessons for European Integration Law”, Jean Monnet Working Paper
7, passim; 2002. “Time for a United Nations ‘Global Compact’ for integrating Human Rights into the
Law of Worldwide Organizations: Lessons from European Integration”, European Journal of International
Law 13/3, pp. 621-650; y 2003, “On ‘Indivisibility’ of Human Rights”, European Journal of International
Law 14/2, pp. 381-385.
47
Alston, Philip. 2002. “Resisting the Merger and Acquisition of Human Rights by Trade Law: A Reply to
Petersmann”, European Journal of International Law 13/4, pp. 815-844. La respuesta de Petersman
aparece en la misma revista, bajo el título “Taking Human Dignity, Poverty and Empowerment of
Individuals more seriously: Rejoinder to Alston”, pp. 845-851. Véase también la crítica que contra la
tesis de Petersmann plantea Howse, Robert. 2002. “Human Rights in the WTO: Whose Rights, What
Humanity? Comment on Petersmann, European Journal of International Law 13/3, pp. 651-659.
rígidos, forma parte de lo que la doctrina comparada ha llamado como “contra límites” de la
integración.
48
La redacción ha tenido dos propuestas de modificación. La primera de ellas estaba contenida en el
fracasado Tratado por el que se establece [establecía] una Constitución para Europa (2004), art. I-5:
“La Unión respetará la igualdad de los Estados miembros ante la Constitución, así como su identidad
nacional, inherente a las estructuras políticas y constitucionales de éstos, también en lo referente a la
autonomía local y regional. Respetará las funciones esenciales del Estado, especialmente las que tienen
por objeto garantizar su integridad territorial, mantener el orden público y salvaguardar la seguridad
nacional”. La segunda está actualmente contenida en el art. 3bis del Tratado de Lisboa por el que se
modifica el Tratado de la Unión Europea (2007): “La Unión respetará la igualdad de los Estados
miembros ante los Tratados, así como su identidad nacional, inherente a las estructuras políticas y
constitucionales de éstos, también en lo referente a la autonomía local y regional. Respetará las funciones
esenciales del Estado, especialmente las que tienen por objeto garantizar su integridad territorial, mantener
el orden público y salvaguardar la seguridad nacional. En particular, la seguridad nacional seguirá siendo
responsabilidad exclusiva de cada Estado miembro”.
49
Comentario de Puttler, Adelheid, al artículo 7 TUE, en Callies, C. y Ruffert, M. (Eds.), Kommentar des
Vertrages über die Europaische Union und des Vertrages zur Gründung der Europäischen
Gemeinschaft –EUV/EGV. Luchterhand, Kriftel, 2a ed., 2002, p. 142.
50
Pernice, Ingolf y Mayer, Franz. 2000. “De la constitution composée de l’Europe”, Revue Trimestrielle
de Droit Européenne 36, pp. 646 y ss.
51
Hilf, Meinhard, “Europäische Union und Nationale Identität der Mitgliedstaaten”, en Randelzhofer, A.,
Scholz, R. y Wilke, P., Gedächtnisschrift für Eberhard Grabitz, C.H. Beck, München, 1995, p.
167.
52
Kumm, Mattias y Ferreres, Víctor. 2004. “The Future of Constitutional Conflict in the European
Union: Constitutional Supremacy after the Constitutional Treaty”, Jean Monnet Working Paper 5, p.
10 y pp. 26 y ss.
53
Mayer, Franz. 2003. “The European Constitution and the Courts. Adjudicating European constitutional
law in a multilevel system”, Jean Monnet Working Paper 9, p. 26.
Phelan54 coinciden en sostener que la sujeción a este principio revierte el principio de primacía
del Derecho de la Unión en favor del Derecho nacional y sus órganos más autorizados de
interpretación.
Más allá del reconocimiento de la doctrina o de los propios tratados hacia las particularidades
que dan forma a la identidad constitucional de los estados, el Tribunal de Luxemburgo ha
desarrollado una progresiva doctrina de la deferencia hacia los ordenamientos constitucionales
nacionales y los valores que los inspiran. Por mencionar algunos casos, en Henn y Darby56 el
Tribunal ha demostrado deferencia hacia el juicio nacional sobre la moralidad pública, en Sirdar
hacia el margen de apreciación basado en apreciaciones de carácter militar57 y en Omega58 y
54
Phelan, Diarmuid Rossa, Revolt or Revolution. The constitutional boundaries of the
European Community. Round Hall Press- Sweet & Maxwell, Dublin, 1997, pp. 417 y ss.
55
En idéntico sentido, la declaración de Polonia núm. 60 al Tratado de Lisboa (13 de diciembre de 2007),
establece que la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea “no afecta en modo alguno al
derecho de los Estados miembros a legislar en el ámbito de la moral pública, del Derecho de familia, así
como de la protección de la dignidad humana y del resprto de la integridad humana física y moral”.
56
Asunto 34/79, Regina / Maurice Henn y John Frederick Darby (14 de diciembre de 1979).
57
Asunto C-273/97, Angela M. Sirdar / The Army Board y Secretary of State for Defence (26 de octubre
de 1999).
58
Asunto C-36/02, Omega Spielhallen- und Automatenaufstellungs- GmbH / Oberbürgermeisterin der
Bundesstadt Bonn (4 de febrero de 2004).
Schmidberger59 hacia los derechos reconocidos por las constituciones nacionales como límites
de las libertades económicas.
59
Asunto C- 112/00, Eugen Schmidberger, Internationale Transporte und Planzüge / Austria, (12 de junio
de 2003).
60
Cartabia, Marta, Principi inviolabili e integrazione europea. Giuffrè, Milano, 1995, pp. 95 y ss.
61
Sentencia de 29 de mayo de 1974, Entscheidungen des Bundesverfassungsgerichts, 37, 271, pp. 271 y ss.;
trad. inglés en Common Market Law Reports 2, 1974, pp. 540 y ss.; versión castellana en Boletín de
Jurisprudencia Constitucional 58, 1986, pp. 246 y ss.
62
Corte Constitucional, sentencias de la Corte Constitucional núm. 98 de 27 de diciembre de 1965, núm.
183 de 27 de diciembre de 1973, núm. 170 de 8 de junio de 1984 y núm. 232 de 21 de abril de 1989.
63
Corte de Arbitraje, caso Européennes v. Hermans-Jacobs y Heuvelmans-van Iersel, 3 de febrero de
1994.
64
Carlsen y otros v. Rasmussen (6 de abril de 1998).
65
Una de las más recientes sentencias del Consejo Constitucional francés es la decisión 2006-540 (27 de
julio de 2006). Véase la editorial, firmada por JHR y LB, 2007, “Constitutional identity and the
European Courts” de la European Constitutional Law Review 3, pp. 177-181.
66
Queen’s Bench Division (Divisional Court), High Court of England and Wales, Steven Thoburn y otros
(18 de febrero de 2002), cit., ap. 69, cursivas añadidas.
67
Esta importante sentencia, en palabras de Dutheillet de Lamothe, miembro del Consejo Constitucional,
se habría “inspirado directamente” en la sentencia núm. 232 de la Corte Constitucional italiana, “Le
controle de conventionnalite”, en <www.conseil-constitutionnel.fr/bilan/annexes/2008/
o_dutheillet_rome_9mai2008.pdf>. Sobre esta importante sentencia, véase Alcaraz, Hubert y Charpy,
Chloé. 2007. “Notes sous décision n° 2006-540 DC du 27 juillet 2006”, Revue Française de Droit
Constitutionnel 69, pp. 85-120.
68
Cito desde la traducción de Rubio Llorente, Francisco y Daranas, Mariano, Constituciones de los
Estados de la Unión Europea. Ariel, Barcelona, 1997, p. 8.
69
Arai-Takahashi, Yutaka, The margin of appreciation doctrine and the principle of proportionality
of ECHR. Intersentia, Antwerpen-Oxford-New York, 2002, p. 3.
70
En este sentido, Brem, Eva. 1996. “The Margin of Appreciation Doctrine in the Case Law of the
European Court of Human Rights”, Zeitschrift für Auslandisches Öffentliches Recht und Völkerrecht 56,
pp. 302-303. Carozza, Paolo. 2003. “Subsidiarity as Structural Principle of International Human Rights
Law”, American Journal of International Law 97/38, pp. 56 y ss. Por último, van Drooghenbroeck,
Sébastien, La proportionalité dans le droit de la Convention Européenne des Droits de l’Homme.
Bruylant, Bruxelles, 2001, pp. 490 y ss. Para este último comentarista la subsidiariedad es el fundamento
técnico, material y procedimental, que justifica la “mejor posición” en que se encontrarían las autoridades
nacionales para apreciar las formas de cumplimiento de las normas de la Convención.
71
Vid. Kumm, Mattias. 2005. “The legitimacy of International Law: A Constitutionalist Framework of
Analysis”, European Journal of International Law 15/5, pp. 920 y ss.
72
Shany, Yuval. 2005. “Toward a General Margin of Appreciation Doctrine?”, European Journal of
International Law 16/5, pp. 907-94, con especial referencia a la jurisprudencia de la Corte Internacional
de Justicia, el Tribunal de Justicia de la Comunidad Europea y los paneles de resolución de controversias
de la OMC.
73
Véanse por ejemplo los informes 30/93, caso 10.804, J. Efraín Montt v. Guatemala (12 de octubre de
1993); 25/01, caso 12.144, Álvaro Robledo v. Nicaragua (5 de marzo de 2001); 43/05, y caso 12.219,
Daniel Sahli y otros v. Chile (10 de marzo de 2005).
74
Véanse por ejemplo la opinión consultiva OC 4/84, sobre propuesta de modificación a la Constitución
Política de Costa Rica (19 de enero de 1984), Serie A N° 4, párrafos 32 y ss.; y la decisiones dictadas en
los asuntos contenciosos Viviana Gallardo (decisión de 13 de noviembre de 1981), párrafo 16° o Herrera
Ulloa v. Costa Rica (2 de julio de 2004), Serie C N° 107.
75
Fallo Olmedo Bustos y otros v. Chile (5 de febrero de 2001), Serie C N° 73.
76
Informe 130/99, caso 11.863, Arturo Aylwin y otros v. Chile (27 de diciembre de 1999), en especial véase
la disidencia del Comisionado Goldman.
Como lo he sostenido en otro lugar78 , la doctrina del margen de apreciación es una técnica
jurídica específica de coordinación de la diversidad. La función que ella cumple es constitucional
en cuanto a su objeto y su fin. En cuanto a su objeto, ella modula, equilibra y resuelve el
enfrentamiento de las concepciones (y, luego, de las identidades) constitucionales. Su materia,
por decirlo así, es constitucional. La falta de esta unidad o consenso universal (o, por lo menos,
regional) acerca de los derechos fundamentales genera una suerte de “pluralismo constitucional”
con el cual o dentro del cual han de desenvolverse las organizaciones internacionales de
protección de los derechos humanos. Estas organizaciones no pueden perder de vista la identidad
constitucional de los estados que las componen y que se sujetan a su jurisdicción. Por lo que
se refiere al fin, la doctrina en comento persigue un doble propósito constitucional: salvaguardar
la legitimidad del ordenamiento internacional (derivado y subsidiario del nacional) y preservar
la cohesión o unidad política de la comunidad. Esta última es la función integradora de toda
Constitución, la que fuera tan bien explicada a principios de siglo por autores como James
Bryce.
Por último, cabe hacer presente que la doctrina en cuestión también deja cierto margen de
acción a los Estados al dar cumplimiento a las obligaciones de adaptación que imponen las
normas internacionales al estilo del art. 2° del Pacto de San José o el art. 2 del Pacto de derechos
civiles y políticos. La primera norma configura el deber “de adoptar disposiciones de Derecho
interno”, fue introducida en dicho Convenio a iniciativa de Chile y se habría inspirado en el art.
77
Mc Crudden, Christopher. 2008. “Human Dignity and Judicial Interpretation of Human Rights”, European
Journal of International Law 19/4, pp. 697-705.
78
“Derechos constitucionales y pluralismo jurídico. Aproximación a los principios internacionales y
constitucionales de coordinación de la diversidad”, Actas XXXV Jornadas chilenas de Derecho
público. El Derecho público ante la globalización. Edeval, Valparaíso, 2005, pp. 309-326.
2.2 del Pacto internacional de derechos civiles y políticos79 . De acuerdo con la jurisprudencia
interamericana, esta obligación se cumple suprimiendo la legislación interna (incluidas las normas
constitucionales) y dictando normas efectivas conducentes a la observancia de los derechos
reconocidos en el Pacto80 . De acuerdo con la norma de Naciones Unidas, “se deduce que, a
menos que los derechos del Pacto ya estén protegidos por sus leyes o prácticas internas, los
Estados Partes están obligados a introducir en el momento de la ratificación, los cambios de los
derechos y prácticas internas que sean necesarios para garantizar su conformidad con el Pacto.
(…) El artículo 2 autoriza a un Estado Parte a proceder de conformidad con su propia estructura
constitucional interna y, en consecuencia, no exige que el Pacto sea directamente aplicable en
los tribunales, mediante la incorporación del Pacto al derecho nacional”81 . Al margen de las
posibles diferencias sustantivas entre el sentido de ambas disposiciones internacionales, asunto
que no puede ser tratado en este trabajo, ambos instrumentos coinciden en remitirse a la
normativa interna cuando los derechos convenidos no están todavía garantizados en el Estado
parte. De esta forma, podría decirse que ellas reconocen cierto margen de amplitud a los poderes
públicos concernidos con el cumplimiento de un deber que, sin perjuicio de lo ordenado por el
art. 1 del Pacto de San José, bien puede calificarse como una obligación de resultado. Por otra
parte, también podría haber un reconocimiento a favor del margen de apreciación de las
autoridades nacionales, sujeto a la revisión de la Corte, al momento de decidir si el derecho
“estuviere ya garantizado”.
a) Sobre quién decide el alcance legítimo del principio de identidad constitucional estatal.
79
Vid. Conferencia Especializada Interamericana sobre Derechos Humanos. Actas y Documentos. San
José de Costa Rica 7-22 de noviembre de 1969, OEA/Ser.K/XVI/1.2, Secretaria General, Organización de
los Estados Americanos, Washington D.C. s.d., pp.55-56. Para la evolución y significado de esta norma,
Gros, Héctor, La Convención Americana y la Convención Europea de Derechos Humanos.
Análisis comparativo. Editorial Jurídica de Chile, Santiago de Chile, 1991, pp. 38, 67-68.
80
Véase la síntesis de principios y jurisprudencia que presenta la propia Corte Interamericana en la
sentencia Lori Berenson Mejía v. Perú (25 de noviembre de 2004), Serie C N° 119, párrafos 219-221.
81
Naciones Unidas, Comité de Derechos Humanos, Observación general núm. 31, “La índole de la obligación
jurídica general impuesta a los Estados Partes en el Pacto”, aprobada en la 2.187 sesión de 29 de marzo
de 2004, cito desde la versión oficial castellana: Recopilación de las observaciones generales y
recomendaciones generales adoptadas por órganos creados en virtud de tratados de derechos humanos
(HRI/GEN/1/Rev. 7, s.l., 2004), p. 226
La respuesta tradicional desde las premisas del Derecho constitucional comunitario y del
Derecho internacional
La literatura sobre el problema de la última palabra o del último árbitro de los conflictos
entre el Derecho comunitario y el nacional es tan numerosa como atractiva es la teorización que
82
Cito desde la versión en inglés de la sentencia, contenida en la valiosa compilación de Oppenheimer,
Andrew (Ed.), The Relationship between European Community Law and National Law: The
Cases. Cambridge University Press, Cambridge, 1994, vol. 1, pp. 527 y ss., apartados C, II 3 letra c),
cursivas añadidas.
83
Vid. Mayer, Franz. 2003. “The European Constitution and the Courts. Adjudicating European
constitutional law in a multilevel system”, Jean Monnet Working Paper 9, pp. 37 y ss. Vid. también
Schilling, Theodor, Weiler, Joseph y Haltern, Ulrich. 1996, “Who in the Law is the Ultimate Judicial
Umpire of European Community Competences? The Schilling – Weiler/Haltern Debate”, Jean Monnet
Working Paper 10/96. Schmid, Christoph. 1999. “The neglected conciliation approach to the ‘Final
Arbiter’ conflict: A critical comment on Kumm: ‘Who is the Final Arbiter of Constitutionality in
Europe?’, in this Review”, Common Market Law Review 36, pp. 509-514; y el diálogo entre los
profesores Stith y Weiler, en Stith, Richard y Weiler, Joseph, Dos visiones norteamericanas de la
jurisdicción de la Unión Europea. Publicaciones de la Cátedra Jean Monnet, Universidad de Santiago
de Compostela, Santiago de Compostela, 2000, passim.
84
Weiler, Joseph y Haltern, Ulrich. 1996. “The Autonomy of the Community Legal Order – Through the
Looking Glass”, Jean Monnet Working Paper 10/96, párrafo II.
de Naciones Unidas)85 , parece conducir a dicho tribunal a un destino no muy diverso al que
lleva el principio de supremacía del Derecho comunitario interpretado en clave constitucional-
federal.
Por otra parte, si el juez que se enfrenta a este caso difícil es un juez chileno, podrá agregar
a las razones apuntadas dos argumentos adicionales. El primero de ellos radica en el art. 5° de la
Constitución, cuyo conocido inciso segundo señala a los tratados internacionales ratificados
por Chile y que se encuentren vigentes como instrumentos de limitación del ejercicio de la
soberanía, del cual la jurisdicción –como lo ha reconocido el propio Tribunal Constitucional
chileno- es emanación. El segundo argumento parece aportarlo la reforma constitucional
introducida en Chile por la Ley núm. 20.050. Como se sabe, ella explicitó que “las disposiciones
de un tratado sólo podrán ser derogadas, modificadas o suspendidas en la forma prevista en los
propios tratados o de acuerdo a las normas generales del derecho internacional” (art. 54.1
CPR.). Una lectura que podría darse a esta norma es que el constituyente no ha autorizado a los
órganos jurisdiccionales nacionales para dejar de cumplir con los compromisos asumidos en
virtud de los tratados internacionales. Como lo defiende Nogueira, esta norma genera la obligación
de “no oponer obstáculos de derecho interno al cumplimiento de las obligaciones internacionales
voluntaria y libremente aceptadas, generando responsabilidad internacional por ello”86 . De
acuerdo con esta lectura, la única posibilidad que reservaría la Constitución para dar prioridad
a la defensa de la identidad constitucional consiste en la denuncia del tratado que genera la
obligación incompatible con nuestra Constitución.
El gran problema que ofrecen los argumentos apuntados hasta aquí es que ellos desconocen
cualquier capacidad del juez para dar aplicación preferente a la Constitución sobre las
obligaciones contenidas en los tratados y, con ello, la eficacia legítima del principio de identidad
constitucional nacional. Si es que dicho principio existe, como se ha intentado demostrar a lo
largo de esta investigación, resultaría que la doctrina de la preferencia del Derecho internacional
sobre el nacional reduciría su virtualidad a la sola doctrina del margen de apreciación (y, luego,
a la jurisdicción de los órganos internacionales de supervisión de los tratados), suprimiendo de
85
La citada propuesta establece: “El Estado responsable no puede invocar las disposiciones de su derecho
interno como justificación del incumplimiento de las obligaciones que le incumben en virtud de la
presente parte”. Sobre el sentido e inspiración de esta norma, véase Crawford, James, The International
Law Commission’s Articles on State Responsability. Cambridge University Press, Cambridge,
2002, pp. 207-208.
86
En este sentido Nogueira, Humberto, “Aspectos fundamentales de la reforma constitucional 2005 en
materia de tratados internacionales”, en ZÚÑIGA, Francisco (Coord.), Reforma constitucional. Lexisnexis,
Santiago de Chile, 2005, p. 533.
paso las hipótesis de hecho que permiten el desarrollo de esta última. A mi juicio, la doctrina de
la preferencia absoluta del Derecho internacional sobre el nacional puede ser mejorada, del
mismo modo en que puede ser replanteada la doctrina conservadora contraria, que afirma en
línea de principio la doctrina de la supremacía de la Constitución frente a los Tratados
internacionales87 . En efecto, tanto la una como la otra tienden a plantear el conflicto en términos
maniqueos, donde el aserto de uno es el error del otro y viceversa.
La tesis que se defiende aquí plantea una eficacia ordenada del principio de identidad
constitucional. Esto quiere decir que el juez tiene el deber de interpretar las normas
constitucionales en armonía con las internacionales, lo anterior a consecuencia del principio de
la buena fe con que deben cumplirse los convenios internacionales o de los mandatos expresos
de la Constitución, allí donde los hay (como es el caso del art. 10.2 de la Constitución española).
En el cumplimiento de esta obligación, el juez nacional debería discernir cuidadosamente las
normas internacionales obligatorias de las que propiamente no lo son (como puede acontecer
con las observaciones generales o las sentencias y recomendaciones dictadas para un caso y
un estado diverso del propio), sin perjuicio del valor moral que pueda reconocerle a estas
últimas. Si luego de discernir el carácter vinculante de la norma, el juez aprecia la existencia de un
conflicto, él debe proceder a medir la consistencia del mismo con el propósito de evaluar si se
encuentra en juego algún elemento de la identidad constitucional del Estado. Por ejemplo, si se
tratara del conflicto evidente entre el art. 19.13 de la Constitución chilena y el art. 15 de la
Convención Americana de Derechos Humanos (el primero entrega la regulación del ejercicio de
la libertad de reunión a un reglamento en tanto que el segundo instrumento hace la remisión a
la ley), el juez podría resolver a favor de la segunda norma sin recurrir a la primacía del tratado
sino únicamente al carácter más favorable de la norma convencional sobre la nacional. En este
juicio no parece haber un compromiso de la identidad constitucional, puesto que es precisamente
la norma nacional particular (art. 19.13 inciso 2°) la que hoy se presenta como completamente
extravagante al régimen constitucional nacional y general de la reserva legal. En este sentido,
no sólo deja de aplicarse una norma procedimentalmente menos favorable, sino que además se
reconstruye, para el caso concreto, la identidad constitucional nacional que ha privilegiado el
principio de reserva legal sobre el poder reglamentario de policía.
87
Por todos vid. recientemente Salinas, Hernán. 2007. “Los tratados internacionales ante la reforma
constitucional”, Revista de Derecho público 69, pp. 495-496 y Ribera Neumann, Teodoro. 2007. “Los
tratados internacionales y su control a posteriori por el Tribunal Constitucional”, Estudios Constitucionales
5/1, pp. 89-118.
88
Véanse en este sentido CANÇADO, Antonio, El Derecho internacional de los derechos humanos en
el siglo XXI, Ed. Jurídica, Santiago de Chile, 2006, pp. 310 y ss; y NOGUEIRA, Humberto, Lineamientos
de interpretación constitucional y del bloque constitucional de derechos, Librotecnia, Santiago
de Chile, pp. 381-382.
medida sustituye el discurso jerárquico por uno que obliga al juez a examinar el contenido de las
normas y preferir aquella que ofrezca la mejor protección a los derechos. Como afirma Nogueira
“[d]e esta manera, el Derecho Internacional de los Derechos Humanos incorporado al Derecho
Interno, cuando contiene algunos ‘plus’ respecto de este último se aplica preferentemente por
ser más favorable al sistema de derechos, o viceversa, el derecho interno prevalece frente al
derecho internacional cuando el primero protege en mejor forma los derechos que el
segundo”89 . Ahora bien, la decisión sobre lo que mejor favorece, algunas veces podrá resolverse
en base a criterios cuantitativos, pero en otras necesitará inevitablemente de un juicio de valor
planteado en términos jurídicos. Este juicio de valor, a su turno, requiere de un fundamento
positivo que no es otro que la Constitución nacional, lo que refuerza la relación de cooperación
entre los ordenamientos constitucionales e internacionales90 .
89
Nogueira, op. cit. nota 88, p. 381, cursivas añadidas.
90
Vid. von Bogdandy, Armin. 2007. “Pluralism, direct effect, and the ultimate say: On the relationship
between international and domestic constitutional law”, International Journal of Constitutional Law 6/
3-4, pp. 397-413.
91
El caso es R. v. Human Fertilisation and Embryology Authority, ex parte Blood (1997). Vid. Hervey,
Tamara. 1998, “Buy Baby: The European Union and Regulation of Human Reproduction”, Oxford
Journal of Legal Studies 18/2, pp. 207 y ss; y Berge, Jean-Sylvestre. 2000, “Le droit communautaire
devóyé. Le cas Blood”, La semaine juridique 1206, pp. 289 y ss.
Por el contrario, si el juez considera que tiene el deber de defender la identidad constitucional
nacional por sobre la internacional, existen buenas razones que pueden esgrimirse en su favor.
Éste sería el caso, por ejemplo, del compromiso de las normas constitucionales internas referidas
al valor de la vida del que está por nacer, a la autonomía de los grupos intermedios o al valor de
la familia como núcleo fundamental de la sociedad.
(i) En primer lugar, hay que recordar que una comunidad no puede ser obligada, sin revisar su
Carta constitucional, a modificar o renunciar los principios fundamentales de su ordenamiento
expresados en su Constitución. Incluso más, si la identidad constitucional limita el propio poder
de revisión, con mayor razón detiene el poder estatuido de jurisdicción. El denominado “control
de convencionalidad”, que obligaría a los estados a ejercer una suerte de control de compatibilidad
entre las normas internas y el Pacto de San José complementado con la jurisprudencia de la
Corte Interamericana92 , encontraría entonces un límite en el compromiso de la identidad
constitucional de los Estados parte. En virtud de ese límite, el juez nacional podría decidir en
favor de la norma constitucional interna, en el entendido que el juicio sobre la norma más
favorable no siempre es posible de ser formulado a la sola luz de argumentos procedimentales
(como es el conflicto entre reserva legal y reserva reglamentaria, a propósito de la libertad de
reunión), sino que puede requerir opciones de valor legítimamente radicadas en los sujetos
habilitados para ejercer el poder de revisión constitucional.
(ii) En segundo lugar, es necesario hacer presente un argumento que suele preterirse en el
discurso corriente sobre el papel de los tratados internacionales sobre derechos humanos.
Cuando se afirma la superioridad jerárquica de estos últimos sobre el ordenamiento interno,
suele asumirse como verdadera una premisa que no siempre es explicitada y que casi nunca es
92
Corte Interamericana de Derechos Humanos, fallo caso Almonacid y otros vs. Chile (26 de septiembre
de 2006), Serie C N° 154, ap. 124.
argumentada. Me refiero a la supuesta e incontrovertible justicia natural que encarna ese Derecho
internacional y, en nombre de la cual se expresarían sus artífices. La evidencia muestra, sin
embargo, que la realidad puede ser otra y que tanto los instrumentos convencionales como la
práctica de sus organismos de fiscalización pueden ser objeto de alguna forma de ideologización.
Esta última posibilidad se dará, naturalmente, en distintos grados. Así por ejemplo, hay
instrumentos relativamente neutros (como el Pacto de San José o el Pacto de derechos civiles y
políticos), que contrastan con otros de mayor sensibilidad ideológica (como acontece con
algunos instrumentos relacionados con los pueblos indígenas). Este argumento no puede ser
profundizado en este lugar, por lo que basta con recordar que ese Derecho internacional, en la
medida en que se positiva en instrumentos codificados, en opiniones o en sentencias, resulta
ser un Derecho tan humano y positivo como el Derecho nacional. En consecuencia, la premisa
sobre la justicia o infalibilidad natural de sus mandatos tiene un contenido tan político o ideológico
como podrían ser las doctrinas de la omnipotencia del Parlamento o de la infalibilidad de la
voluntad general. Si el Derecho internacional codificado o los instrumentos en que constan sus
principios autorizados de interpretación son obras humanas, no se entiende el porqué ellas
deberían quedar al margen de cualquier forma de control. En realidad, para ser coherentes con
las premisas del Estado de Derecho, es la doctrina que libera de control a las normas
internacionales la que debería soportar la carga de probar la infalibilidad de ellas. De hecho, uno
de los aspectos problemáticos de la numerosa normativa que emana de los órganos de supervisión
de los tratados, radica en su potencial ideologización y en la ocasional falta de legitimidad y de
control (accountability)93 .
93
Vid. Álvarez, José, International Organizations as Law-makers. Oxford University Press, New
York, 2005, pp. 640-645.
94
Véase en este sentido Meron, Theodor. 1982. “Norms Making and Supervision in International Human
Rights: Reflections on Institutional Order”, American Journal of International Law 76/4, pp. 754-778.
Del mismo autor, Human Rights Law Making. A Critique of Instruments and Process, Clarendon
Press, Oxford, 1986, pp. 133-203.
95
Véase la sentencia del Tribunal Constitucional Rol 807, de 4 de octubre de 2007, especialmente el
considerando 12°.
contradicciones que conducen al juez nacional a optar entre un instrumento u otro. Este proceso
de opción y determinación del Derecho aplicable, que transforma al juez nacional en juez del
Derecho internacional, es mayor cuanto más extensas y detalladas son las normas internacionales
y sus instrumentos de interpretación. Luego, el dominio del juez nacional sobre el Derecho
internacional es más real de lo que se cree.
(iv) La doctrina de la subordinación judicial absoluta tampoco hace justicia al carácter provisional
que tiene la decisión judicial nacional. En efecto, esta última decisión no es la final, puesto que
siempre puede ser revisada -una vez que se agoten las instancias internas- por una Corte
internacional que discernirá si los límites invocados son o no legítimos. En ese contexto de
ideas siempre existe la posibilidad de que esa Corte confirme, bajo la doctrina del margen de
apreciación, la legitimidad de la tesis sostenida por el juez nacional frente a la pretensión del
denunciante (en el caso interamericano, la Comisión). Es más, el permitir que el tribunal nacional
se separe de las normas internacionales para dar preferencia a las nacionales que concretan la
identidad constitucional, es precisamente el factor que abre la polémica para que después se
pronuncie la Corte internacional. Sin esta polémica, traducida en un conflicto de identidades, la
doctrina del margen de apreciación no existiría. Es también por esta razón que parece prematura
la tesis que sostiene que, ante el conflicto de identidades, la única vía posible para mantener la
normativa nacional es denunciar el tratado.
Para no dejar de ser precisos es necesario recordar que, en todo caso, habría dos
impedimentos que podrían detener este afán de resguardo de la identidad constitucional nacional.
V. CONCLUSIONES
96
Véase el proyecto de ley que modifica la Ley Orgánica Constitucional del Tribunal Constitucional
(Boletín núm. 4059-07). De acuerdo al texto contenido en el Informe de la Comisión Mixta de 13 de
septiembre de 2008 “[d]e conformidad con el número 1) del artículo 54 de la Constitución Política de la
República, no procederá la inaplicabilidad respecto de tratados internacionales ratificados por Chile y que
se encuentren vigentes” (art. 47B).
VI. BIBLIOGRAFÍA
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JURISPRUDENCIA CITADA.