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Los autores Cantero García y Gayoso Pardo afirman que desde 1776 y
1787, nos encontramos en un “período crítico”. No había un gobierno central sino
un Congreso Continental. Las constituciones de los diferentes Estados se fueron
sucediendo entre 1776 y 1780. Determinar el poder central de la Confederación
llevo a conflictos.
En este periodo crítico nos encontramos ante una situación de guerra junto a
un poder central muy débil imposibilitado de pedir contribución a sus súbditos,
llevando a que no se pudieran cumplir con los compromisos de deudas adquiridas.
Incluso se hará necesario devaluar y llegar a impuestos extraordinarios.
La constitución federal de 1787 fue el fruto de la necesidad de organizar el
Congreso Continental se convirtiera en un Gobierno Federal.
En la base del proyecto estaba mantener la separación de poderes. El
legislativo fue encarnado en dos cámaras; el ejecutivo se creó una comisión que
eligiera al candidato entre los propuestos por los Estados; también se garantizo la
separación del poder judicial mediante la creación de un Tribunal Supremo y
tribunales inferiores.
Se creó además la posibilidad de formular enmiendas a esta constitución a
través del Congreso.
Rápidamente fue reconocida por todos los Estados.
Luego de ello, en abril de 1789 fue elegido Washington el primer presidente
de la República.
Ya en este periodo comienzan los primeros levantamientos contra el
federalismo y contra algunas medidas tomadas por el gobierno. Los años que
siguieron estuvieron marcados por el recorte sustancial del mando y los gastos del
poder federal.
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Cantero García, C., Gayoso Pardo, M. “Estados unidos de la independencia a la
Primera Guerra Mundial”. Ediciones Akal. Madrid, 1998.
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Los sucesos demostraron que cualquiera que fuese el partido que estuviera
en el poder, ya fuera el federal de Hamilton, ya el demócrata de Jefferson, la
unidad nacional avanzaba y el poder del gobierno central crecía. “Adquirir la
Luisiana, sostener la competencia comercial con Francia y con Gran Bretaña, atacar a los
piratas berberiscos y hacer la guerra a Inglaterra, todas estas eran cosas que exigían
una autoridad central vigorosa”.
El nacionalismo avanzaba, lo mismo las creaciones nacionales: la literatura,
el arte, la escuela de pintores, el Banco Nacional, etc.
Por otro lado, y como afirma W. Paul Adams 4 la guerra puso la manifiesto la
debilidad inherente al sistema de gobierno americano. Una minoría poderosa
había desafiado la autoridad del presidente y del Congreso.
Figuraba entre los mismos la cuestión de si los EE.UU. constituían una
confederación de estados o una sola nación unificada además del debate del
respeto a la constitución. Por otro lado estaba la idea de admitir que los EE.UU.
tuvieron su origen en un pacto voluntario entre estados, que en aquella ocasión
actuaron como si fueran independientes, abstracción hecha de sus anteriores
relaciones, no significaba necesariamente que tuviesen derecho a optar por salirse
del sistema por voluntad propia.
De esto, como afirma Adams, que el sistema de gobierno americano pudiera
contemplarse desde dos puntos de vista bastantes dispares: como un pacto de
armas, si ello fuera necesario, o como un acuerdo dependiente de la buena
voluntad de los estados individuales. En determinados terrenos, la autoridad
estatal era soberana, en otra, la federal.
Los autores ya mencionados Cantero García y Gayoso Pardo, afirman que el
periodo comprendido entre la Guerra contra Inglaterra y la Guerra de Secesión
estuvo marcado por la formación de una conciencia nacional. La idea de
afirmación iba a pasar por la idea del alejamiento de Europa.
A partir de 1817 asumió la presidente Jacobo Monroe. Lo fundamental de su
gobierno fue la llamada “DOCTRINA MONROE”. Dos ideas principales se
asociaron a esta doctrina, que en realidad no fue más que una parte del mensaje
anual de Monroe al Congreso en el año 1823. Una era la idea de la no
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Adams, P. “Los Estados unidos de América”. Editorial S. XXI. España, 1979
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Lo que sobre todo distinguía a estos estados, afirma Paul Adams, era el
factor climático.
Virginia por ejemplo tenía una temperatura 10 grados más alta que Nueva
York.
En el sur durante la época colonial los principales cultivos habían sido el
tabaco, el arroz y el añil. Luego el algodón pasó a tener un lugar predominante en
la economía del sur y de todos los Estados Unidos.
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Siguiendo con las palabras de Adams, que la gran mayoría de las esclavos
vivía en el sur, en Maryland suponían un tercio de la población, en Virginia la
mitad, en Carolina del norte una cuarta parte, y en la del sur, las dos terceras
partes.
El tráfico había desaparecido en 1808, por tanto, la mayoría de los esclavos
eran descendientes de africanos. Estos carecían de los derechos civiles y podían
ser comprados, vendidos, hipotecados o trasladados.
Muchos dependían de la actitud personal de su amo, muchos de los esclavos
eran castigados cuando huían, se rebelaban, etc.
Afirma Adams: “el sur era pues, en esencia, una sociedad de blancos libres que
englobaba a una minoría de negros sometidos a la esclavitud y, sin embargo, muy pocos
eran los aspectos de la sociedad blanca que no se veían afectados en alguna medida por
esta presencia negra”.
Políticamente de las filas de los plantadores salían quienes regían los
intereses del sur y los representaban a nivel nacional.
Estos esclavos también fueron llevados hacia el sur y el oeste cuando la
expansión comenzó, pero no ya en tanta magnitud.
Al extenderse hacia el oeste la sociedad libre del norte y la sociedad
esclavista del sur, comenzaron a producirse acuerdos para mantener un equilibrio.
Por ejemplo cuando Illinois fue admitido por la Unión, había en 1818, 10 estados
esclavistas y 11 estados libres. Uno de los conflictos más importantes suscitados
en este tema, fue cuando Misuri fue a ingresar como estado, al final este fue
admitido como esclavista pero en contraposición Maine como estado libre.
Como afirma Adams, desde principios del siglo XVIII, los cuáqueros y otros
grupos habían puesto de relieve que mantener al hombre en esclavitud no era
compatible con las enseñanzas de Cristo.
Para la economía del Norte, era mucho más fácil que la del sur, poner en
marcha sus ideas y abolir la institución.
La creación de una legislación en el sur que prohibía la manumisión, no era
solo por la resistencia a prescindir del servicio de los esclavos, sino la
incertidumbre de su destino luego de la liberación, ya que estos no deseaban que
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Afirma Adams que el relativo éxito de los abolicionistas se debe en gran parte
a hábil manejo de la propaganda y de las nuevas técnicas de impresión barata.
Sin embargo, el respaldo político con el que contaba era reducido. Uno de los
principales problemas para la abolición era que todos estaban conformes en que
la esclavitud era de competencia estatal; el único modo de que el gobierno federal
pudiera intervenir legalmente en ella, al menos tal y como existía en los distintos
estados, era mediante una reforma constitucional.
La “ley de mordaza” que limitaba la discusión en el parlamente del tema de
la esclavitud, llevo a mas malentendidos y la tirantez del problema se acrecentó.
Por la época se había extendido la idea del destino manifiesto y en 1845 se
aprobó el tratado de incorporación de Texas a la unión 5, con esto, el Congreso
se encontró con el dilema de qué hacer con los nuevos territorios que se
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Es parte de la expansión hacia el oeste.
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principio, sumando en sus filas tanto a los hombres de negocios del este como a los
agricultores del oeste. Su primer exigencia fue que la esclavitud fuese excluida de todos
los territorios”.
“los americanos se vieron obligados a elegir, entre 1850 y 1860, entre dos criterios
marcadamente divergentes, e incluso irreconciliables, como los acontecimientos
posteriores habían de demostrar, acerca de su gobierno nacional”.
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Uno de los principales generales de las fuerzas confederadas
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diversas, pero los observadores más antiguos las clasifican en tres grupos
principales. A la vanguardia de la emigración iban los cazadores y los tramperos.
Aquellos hombres eran diestros en el manejo del hacha, del rifle, de la trampa y
de la andana de pescar, señalaron los caminos, construyeron las primeras
cabañas, alejaron a los indios, etc.
El segundo grupo era una mezcla de cazadores y de grandes granjeros.
Estaban dedicados al cultivo de cereales, a recorrer los bosques en busca de
venados, y a criar algunas vacas y algunos cerdos. Prepararon el camino para el
tercer grupo, el que incluía no solo agricultores sino también médicos, abogados,
comerciantes, obreros, políticos, etc. Su propósito era asentarse allí.
Los primeros colonos europeos en el Lejano Oriente fueron los misioneros y
soldados españoles que partiendo de México fundaron misiones, en Santa Fe, Los
Ángeles, etc.
Luego crearon en torno a los Grandes Lagos, en las praderas y, cruzando las
Montañas Rocosas, en las márgenes del rio Columbia, puestos y asentamientos,
algunos convertidos en ciudades como Quebec o Montreal. Solo en 1880, a
medida que el medio oeste se hacía más accesible a la colonización, comenzaron
los agricultores a instalarse en las praderas de Manitoba y Alberta, antes eran
tierras de tramperos.
Los hombres del oeste tenían que sostenerse sobre sus propios pies. Eran
apreciados no por su origen familiar, ni por la riqueza heredada, sino por lo que
eran capaces de hacer. Este sentido de igualdad de oportunidades económicas
creó un sentimiento de igualdad social y política, no existente en el sur por
ejemplo.
Sin embargo la vida en la frontera no era fácil, allí la gente era ingobernable,
indisciplinada y excesivamente confiada en sí misma, también allí los índices de
criminalidad eran mayores.
A principios del siglo XIX ya se conocía a grandes rasgos la geografía del
Oeste. Y hacia la década de 1830, la brutal política contra los indios, del gobierno
federal presidido por Jackson, condujo al traslado forzoso de unos 100.000 indios
a miles de km. de su lugar de origen. Los seminolas fueron expulsados de Florida,
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los cheroquis y los crics de Georgia y Alabama, los choctas de Misisipi y las tribus
de los sauk y los fox de Illinois y Wisconsin.
El traslado de los indios del este a las grandes llanuras del otro lado del
Misisipi, fue posible. Pero en el sur, donde las tribus eran mayores y más fuertes,
los indios opusieron una resistencia obstinada.
Como afirman Nevins y Steele Commager, constantemente los hombres de
la frontera invadían las tierras de los indios, porque no se fiaban de los pactos,
destruían la caza que proporcionaba a los indios alimento y vestido; y muchos
estaban decididos en todo momento a matar a cualquier piel roja que se les
cruzará.
Hacia la década de 1830 el algodón atrajo a Texas a gentes del sur, lo que
provoco el enfrentamiento con México y en la década de 1840 la depresión en el
valle del Misisipi y la fiebre del oro y de tierras empujo a hombres de toda índole a
California y Oregón.
En la década de 1850, cuando la minería del oro se industrializo, los mineros
más individualistas que no estaban dispuestos a trabajar para las compañías,
crearon gran número de comunidades en las Rocosas.
Las gigantescas manadas de bisontes de las grandes praderas fueron
exterminadas. Con los bisontes, los indios nómades de las llanuras perdieron la
base material de su existencia. En las tres décadas de implacable guerra a los
indios (1864 - 1890) y de incontrolables epidemias las tribus fueron diezmadas y
sus zonas de asentamiento reducidas a reservas.
En las décadas que siguieron a la guerra civil, los colonos blancos se
asentaron en las praderas para dedicarse a la ganadería y al cultivo de cereales.
“La densidad de los asentamientos en el Oeste, las modalidades de empleo de la
tierra y la velocidad a la que se desplazaron las sucesivas fronteras han de contemplarse
como resultado de la relación existente entre la problemática de la colonización del Oeste
y la demanda de los productos que de allí procedían”.
La región de los grandes Lagos y el valle de Misisipi eran muy fértiles,
disponían de agua en abundancia y de facilidades para el transporte, pero a
medida que la colonización se iba alejando del Misisipi y se aproximaba a las
Rocosas, las tierras eran cada vez más altas y el clima más duro.
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Como el algodón era un producto que parecía una inversión segura, los
acreedores insistían en que sus arrendatarios solo plantasen algodón, con
exclusión de cualquier otro cultivo, y de esta suerte impedían la diversidad de la
producción y condenaron al sur a un sistema de monocultivo.
“La tormenta unifico a la nación y la trabó en un gran todo como no hubiera podido
hacerlo un proceso más lento…”
Afirma Adams “esta expansión económica era resultado de algo más que la simple
adición de producción industrial, población y territorio; implicaba también
transformaciones fundamentales de todas las relaciones económicas y sociales y la
creación de una sociedad nueva”.
“el verdadero motor de la expansión de los EE.UU. fue el desarrollo alcanzado por
la población y la industria en el nordeste”
Según los autores Nevins y Steele Commager, las bases del desarrollo
industrial del Norteamérica fueron seis: “materias primas abundantes y variadas que
las poseídas por cualquier otro pueblos; inventos y técnicas para convertir las materias
primas en productos manufacturados; un sistema de transportes acuático y ferroviario
plenamente adaptado a las exigencias de una economía en expansión; un mercado
interior que crecía rápidamente al aumentar la población y mercados exteriores cada vez
mas importantes; una mano de obra constantemente renovada por la inmigración; la
ausencia de barreras aduaneras gravosas entre estados y las regiones, la protección
contra la competencia extranjera. Además del espíritu de empresa y la atmosfera de
optimismo”.
Sin embargo, debemos decir con respecto al rol del sur y del oeste, que
estas fueron un importante estimulo para la industrialización. La gran cantidad de
algodón del sur exportado para Gran Bretaña, hizo que los beneficios de este
comercio fueron compartidos también por los mercaderes y los fabricantes del
nordeste, que proporcionaban bienes y servicios al sur y el oeste, lo que
enriqueció enormemente a ciudades como Nueva York.
La guerra de secesión convirtió al sur en la región más pobre, y no permitió
que la industria se desarrollara más allí, sin embargo y como ya mencionamos su
papel fue fundamental en el desarrollo industrial del norte.
En final de la guerra no conoció descanso en la actividad industrial, en los
cinco años que siguieron casi todos los records fueron rotos. Se extrajo más
carbón y mas mineral de hierro, más plata y más cobre, se fundió mas acero, se
tendieron mas raíles, se aserró más madera, se construyeron más casas y tejidos.
En el decenio 1860 – 1870, el número total de establecimientos fabriles
aumento en un ochenta por ciento, y el valor de los productos manufacturados en
un ciento por ciento. Afirman Nevins y Steele Commager que “la revolución industrial
era un hecho consumado”.
Con el tiempo, el dinero adquirió acrecentada influencia sobre los gobiernos,
tanto el federal como los de los Estados. Los nombres de constructores de
ferrocarriles, como Vanderbilt, Stanford y Villard, de envasadores de conservas
como Armour y Swift, de los reyes de la madera como Weyerhaeuser, de los amos
del hierro como Carnegie y Abrahán S. Hewitt, y del petróleo como Rockefeller, se
hicieron millonarios.
La clase obrera fue la única que no cosecho ninguna recompensa material
luego de la guerra. Los salarios habían subido, indudablemente, pero los precios
subido más, y cálculos muy moderador indicaron que la mayoría de los obreros
estaban peor al salir del año 1865 que en 1860. El gobierno, hizo muy poco por
estos trabajadores.
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La revolución en el transporte
A comienzos del siglo XIX, el coste elevado del transporte interior anulaba las
riquezas de América en tierras y recursos naturales. Pero luego mejoraron las
carreteras, y también el transito fluvial. La utilización de buques a vapor por el
Misisipi y sus afluentes fue decisiva. Estos se convirtieron en un nexo
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indispensable entre las explotaciones agrícolas del Oeste, los plantadores del sur
y los mercados de Nueva Orleans hasta la sustitución por los ferrocarriles.
La construcción de veleros y de canales también ayudo a mejorar las
comunicaciones.
Los primeros ferrocarriles del este fueron construidos durante la década del
1830 a partir de Boston, Baltimore y Charleston. Hacia 1850 alcanzo el medio
oeste y en 1860 funcionaban varias rutas este – oeste. Para el año 1910 se había
completado prácticamente el trazado ferroviario de EE.UU. con una longitud de
385.000 km.
Los canales y las vías férreas produjeron también otros efectos. Durante su
construcción contribuyeron a desarrollar la industria metalúrgica y la fabricación de
maquinaria y absorbieron un importante volumen de mano de obra. Las primeras
compañías grandes se constituyeron en torno a ellos y fue en el seno de estas
compañías donde por primera vez fueron plenamente visibles muchas de las
características modernas, como la separación entre propietarios, directores y
trabajadores.
La industrialización
El éxito de la industrialización de América, se debió, sobre todo, al desarrollo
cualitativo y a la vinculación mutua de estas industrias en grandes y nuevas
regiones urbanas, y mucho menos al simple crecimiento y a la mera extensión de
los negocios y a los asentamientos humanos en nuevas zonas.
A fines del siglo XVIII y principios del XIX, se comenzaron a desarrollar
muchos astilleros, los primeros telares, lo mismo que la producción de maquinaria
textil y otras.
La segunda revolución industrial – acero, productos químicos, maquinaria
pesada, automóviles - no se desarrollaron en Nueva Inglaterra, en parte porque
carecía de las materias primas necesarias. Esta tarea correspondió a las ciudades
en expansión del interior del territorio de los Apalaches.
Una consecuencia importante de la concentración del comercio y de la
industria en el noreste fue la rápida expansión de las más importantes ciudades
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allí ubicadas. Los centros comerciales situados fuera de aquella zona, como
Nueva Orleans y Los Ángeles, no podían competir, por aquel entonces, con el
complejo urbano oriental donde Nueva York supero, entre 1800 y 1860, a sus
rivales costeras: Boston, Filadelfia y Baltimore.
Los comerciantes neoyorquinos se adueñaron del control de la mayor parte
del comercio entre el sur y Europa y de gran parte del comercio con el oeste y
sobre estas bases levantaron una superestructura financiera que en 1900 había
hecho de Wall Street la meca y el símbolo del capitalismo americano.
La bolsa de Nueva York en un primer momento, manejo las transacciones
con bonos estatales, federales y de las compañías constructoras de canales, con
obligaciones emitidas por las compañías ferroviarias y finalmente, con valores
industriales.
Las nuevas industrias, por lo general, disfrutaban de un periodo de rápida
expansión, con altos beneficios y salarios, al que seguía otro de resultados
normales y mucha veces otro de declive. En muchas ocasiones, antiguas
empresas lograron modernizarse adaptando las técnicas y a su personal. Este
proceso la sufrieron la industria textil en las décadas de 1820 y 1830; la ferroviaria
y la siderurgia entre 1850 y 1890 y la del automóvil a comienzos del siglo XX.
Otra transformación que sobrevino fue la creciente especialización de los
diversos tipos de actividad económica. También provoco la aparición de nuevas
actividades profesionales en el ámbito de la contabilidad, de la ingeniería,
medicina, etc.
El volumen y la complejidad del mercado de capitales aumento, con esto,
hizo necesario un conjunto cada vez mayor de instituciones especializadas que
canalizaran el ahorro, desapareciendo lentamente la relación personal y sencilla.
Se dio un auge de la banca comercial. En 1900 cada ciudad pequeña ya
contaba con un banco propio.
Otro de los grandes cambios que se dieron es con respecto a la propiedad y
el control de la industria, ya que en un principio estaba en manos de pequeños
propietarios, pero hacia el 1914, por el contrario, la industria estaba dominada
por un reducido número de gigantescas firmas industriales con un control
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Muchos fueron los plantadores que perdieron la totalidad o gran parte de sus
propiedades durante la guerra y con ello también su condición social.
En el oeste, el nivel de vida, creció considerablemente. En el lejano oeste,
los agricultores y los mineros gozaban de altos salarios. En el medio oeste, la
creciente industrialización y una agricultura mejorada contribuyeron asimismo a
elevar las rentas.
Por otro lado, las diferencias entre el sur y el oeste, se debe a que los
agricultores del oeste ajustaban su producción al crecimiento y a los gustos
cambiantes del este más rápido que los del sur.
No obstante, los salarios pagados en la industria y en el comercio del este,
aumentaron con mayor rapidez que los salarios agrícolas.
En 1830, la clase obrera industrial era pequeña, capacitada y homogénea y
los empresarios tenían que pagar salarios elevados para atraer a los hombres. En
1900, el problema de la mano de obra, desde el punto de vista empresarial se
había resuelto gracias a la inmigración masiva y eran los extranjeros los que
hacían la mayor parte de las faenas más arduas.
El efecto más visible de la industrialización fue probablemente el auge de las
grandes ciudades, pero fueron sobrecogedoras la suciedad y miseria resultantes
de este proceso de urbanización que constituyeron una seria contrapartida a los
salarios reales más elevados percibidos en zonas industriales.
Afirma Adams: “hay que matizar la imagen de Tocqueville de una América
igualitaria, tanto más cuanto que la industrialización agravo aun mas las desigualdades.
Los ingresos y la riqueza de la mayor parte de los americanos crecieron pero esta mejora
fue acompañada de grandes cambios de poder y de prestigio”.
Los dirigentes tradicionales cedieron su poder a los directores de las
sucursales de las grandes compañías nacionales.
El triunfo de la revolución industrial preparo a los EE.UU. para un periodo de
expansión imperial y para su participación en la primera guerra mundial, pero
estos éxitos se lograron únicamente al precio del sufrimiento económico y social
de la población trabajadora agrícola e industrial, cuyas protestas y acciones se
materializaron a partir de 1890.
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El ciclismo se puso de moda. Las líneas que partían de Boston y Nueva York
conducían a las agitadas familias a los enormes parques públicos de Revere
Beach y Coney Island.
En los locales de diversión se exhibían comedios musicales populares y se
organizaban bailes.
Las películas mudas comenzaron a proyectarse en los EE.UU. en 1894.
Thomas Edison consagro si ingenio en esta industria en la década siguiente y en
1920 D. Griffith ya había realizado algunas grandes películas.
Pero la crítica social también iría en aumento con la aparición de algunas
películas como Kleptomaniac de E. S. Porter, estrenada en 1905, que trataba de
los prejuicios de los tribunales a favor de los más afortunados.
Con la urbanización se desarrollaron también ciertas formas de distracción
exclusivamente masculinas. Los salones crecieron en todas partes.
Los artesanos y los comerciantes afluían a los clubes de Rotarios (a partir de
1905), los Kiwanis y los Leones.
El deporte organizado se desarrollo a finales del siglo XIX, básicamente
también como expresión de un sentimiento escapista. El beisbol y el futbol
americana se convirtieron en grandes negocios cuyo objetivo no era tanto
proporcionar la forma física como satisfacer la búsqueda indirecta de emociones.
El golf y el boxeo también gano muchos adeptos.
En las últimas décadas del siglo XIX nos encontramos con lo que se llamo la
“Época de la reforma”, según lo titulan los autores Nevins y Steele Commager.
Durante este periodo los viejos líderes políticos fueron eliminados y les
sustituyeron lideres nuevos; la maquinaria política fue renovada; las prácticas
políticas fueron sometidas a un escrutinio critico y quedaron excluidas las que no
se ajustaban a los ideales de la democracia.
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mismo lo hizo cuando tuvieron que resolver la cuestión de límites entre el Canadá
y Alaska.
A Teodoro Roosevelt le movía un sincero deseo de mantener buenas
relaciones con las republicas hispanoamericanas; pero tanto su política como las
consecuencias de esta tuvieron de todo. Cuando se reunió en Rio de Janeiro el
tercer congreso panamericano, se vio que quería favorecer a América Latina.
Consideraba la doctrina Monroe como una protección vital de las republicas
del sur; pero añadió a esa doctrina un corolario que inquieto profundamente a
muchas de ellas. En efecto, manifestó que, puesto que los EE.UU. no permitirían a
ninguna potencia europea proceder por la violencia contra los ingobernables
pequeñas naciones que no pagasen sus deudas, secuestrasen propiedades
extranjeras o maltratasen a los residentes extranjeros, esto echaba sobre los
hombros de los EE.UU. una responsabilidad ineludible.
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