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traducción y traición
Isabel Martínez
Introducción
Esta proverbial inconstancia no fue sólo para las cosas de la fe. Ella pasó a ser un trazo defini-
torio del carácter amerindio, consolidándose como uno de los estereotipos del imaginario
nacional: el indio mal converso que, a la primera oportunidad, manda a Dios, el trabajo y la
ropa al diablo, retornando feliz a la selva, presa de un atavismo incurable. La inconstancia es
una constante de la ecuación salvaje (ibidem: 187).
mismo título en la Revista de Antropologia, 35, 1992. Apareció también en francés en A. Becquelin
y A. Molinié (orgs.), Mémoire de la tradition (Société d’Ethnologie, 1993).
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Esta inconstancia es lo que permite a Viveiros de Castro cuestionar el concepto de cultura
como un sistema de creencias o como un símil de la noción de religión, pues si bien los tupinambá
aparecían como inconstantes a sus creencias, en el fondo aquello que los hacía actuar (tal incons-
tancia) era un fundamento de su socius, es decir de su conjunto de estructuraciones potenciales de
la experiencia, capaz de soportar contenidos tradicionales variados y de absorber nuevos.
Si los europeos desearon a los indios porque vieron en ellos animales útiles u hombres eu-
ropeos y cristianos en potencia, los Tupi desearon a los europeos en su alteridad plena. Esta
les pareció una posibilidad de autotransfiguración, un signo de la reunión de lo que había sido
separado en el origen de la cultura. Por lo tanto, fueron capaces de ver la prolongación de la
condición humana o de traspasarla. Entonces, en el desencuentro americano, fueron tal vez
los amerindios y no los europeos quienes tuvieron la “visión del paraíso (ibidem)”.
Estos conceptos [dirá Viveiros de Castro] son el resultado provisorio de un trabajo siempre
orientado por un deseo mayor: contribuir en la creación de una lengua analítica a la medida
En sus trabajos más tempranos, Viveiros de Castro analizó algunas de las categorías
clasificatorias contenidas en cuatro modificadores morfológicos de la lengua
yawalapíti. De manera general, estos marcaban el modo de pertenencia de un
referente a determinada clase, es decir, cierta relación entre prototipos ideales y
fenómenos actuales. Los morfemas –kumã, –rurú, –mína y –malú no indicaban
propiamente subclases sino formas de ajustar al taxon casos concretos. Así, los
significados de estos modificadores designaban respectivamente lo ‘excesivo’, lo
‘auténtico’, lo ‘inferior’ y lo ‘semejante’; denotando relaciones complejas antes que
cualidades inmanentes e implicando una oposición entre la esencia y la forma,
así como un principio de gradación entre tipo e individuo.
Las premisas y ecuaciones lógicas estudiadas por Viveiros de Castro son
constitutivas de las teorías gnoseológicas y de las sociologías amazónicas, en las
cuales el vínculo entre lo prototípico ideal (lo otro y lo propio) y los fenómenos actuales
(lo propio) es vertebral. Este sistema de clasificadores expresa pues un esquema
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Las ideas contenidas en el artículo Esbozo de cosmología Yawalapíti (capítulo 1), se tomaron de
tres artículos: “Alguns aspectos do pensamento yawalapíti (Alto Xingu): clasificações e transforma-
ções”, publicado en el Boletim do Museo Nacional, 26, 1978; “Notas sobre a cosmologia yawalapíti”,
publicado em Religiao & Sociedade, 3, 1978; y “A fabricação do corpo na sociedade xinguana”, publicado
no Boletim do Museo Nacional, 32, 1979. El tercer artículo es una especie de apéndice al ensayo de
A. Seeger, R. DaMatta & E. Viveiros de Castro, “A construção da Pessoa nas sociedades indígenas
brasileiras”, publicado en el mismo número del Boletim. La teoría de los prototipos, como temática,
es propuesta inicialmente por Eleanor Rosch (ver en Lakoff 1987). Viveiros de Castro la retoma y
desarrolla en la etnografía y etnología amazónica, hasta convertirla en uno de los fundamentos de
la economía simbólica de la alteridad.
Cuerpo y persona
Las mudanzas corporales son apenas signos de las mudanzas de la identidad social, no obstante
son también sus correlatos necesarios: las mudanzas corporales son al mismo tiempo la causa y
el instrumento de la transformación de las relaciones sociales. Esto significa que no es posible
hacer una distinción entre procesos fisiológicos y procesos sociológicos; las transformaciones
del cuerpo, de las relaciones sociales y de los estatutos que las condensan son una misma cosa.
Así, la naturaleza humana es literalmente fabricada o configurada por la cultura. El cuerpo
es imaginado, en todos los sentidos posibles de la palabra, por la sociedad (ibidem: 72).
A partir de una discusión crítica de las teorías de Louis Dumont (1953), quien
caracterizó los sistemas de parentesco suramericanos como dravidianos, Viveiros
de Castro bosqueja, en “El problema de la afinidad en la Amazonia” (O problema
El texto que da origen a este capítulo fue escrito para un Festschrift en homenaje a Meter
10
Rivière. Acaba de ser publicado bajo el título de “GUT feelings about Amazonia: potential affi-
nity and the construction of sociality” (L. Rival y N. WHitehead [orgs.], Beyond the visible and the
material: the amerindianization of society in the work of Meter Rivière, Oxford Univ. Press, 2001).
da afinidade na Amazônia, capítulo 2),11 las líneas maestras de una sociología del
parentesco amerindio. En primer lugar, en la Amazonia la alianza simétrica no
funciona siguiendo una fórmula global. Por tanto, si los límites del parentesco
se traducen en una limitación focalizada sobre el parentesco, entonces no podría
darse cuenta de las propiedades globales de los sistemas de la región. Los límites
de la alianza como principio de organización colectiva son, en gran medida, los
límites del grupo local (aldea, nexo endógamo); más allá de este círculo, la alianza
sirve esencialmente como sustrato inductivo para la operación de circuitos de
intercambio de otra naturaleza: ceremonias, guerreros, funerarios y metafísicos,
que funcionan como otros tantos principios sociológicos. En segundo lugar, la
sociología de la Amazonia indígena no puede limitarse a una sociología del pa-
rentesco (o de su simple sublimación cosmológica), porque el parentesco allí es
limitado y limitante.
La propuesta de nuestro autor es emerger de la focalización del parentesco
e indagar en sistemas más amplios de la clasificación social, así como en concep-
ciones cosmológicas globales. Es decir, estudiar el parentesco dentro de campos
sociales más vastos. Este planteamiento permite postular que el parentesco en la
Amazonia es sólo un componente de una sociología mayor, donde el fundamento
de la organización no es la alianza en sí misma, sino la “alteridad constitutiva” de los
afines. De tal manera que la alteridad y la exterioridad (expresada en los afines)
es interna y constitutiva del parentesco.12 Esto explica que la fabricación de un
cuerpo y por tanto de una “comunidad de substancia” requiera un proceso de
desafinización y de actualización, donde los extraños son transformados en consubs-
tanciales; lo cual significa que la construcción del parentesco es la reconstrucción
de la afinidad potencial, en donde al final de cada ciclo debe apelarse a ese
fondo de alteridad que la socialidad humana envuelve.
Más tarde, en “Actualización y contra-efectuación de lo virtual: el proceso
de parentesco” (Atualização e contra-efetuação do virtual: o processo do parentesco,
capítulo 8), Viveiros de Castro desarrollará estas líneas maestras. El autor señala
11
Adaptación del ensayo “Alguns aspectos da afinidade no dravidianato amazônico”, publicado
em E. Viveiros de Castro & M. Carneiro da Cunha (orgs.), Amazônia: etnologia e historia indígena
(1993). Porciones substanciales de este ensayo fueron antes retomadas en “La puissance et l’acte: la
parenté dans les basses terres de l’Amérique du Sud”, escrito en colaboración con Carlos Fausto y
publicado en L’Homme, 1993.
12
La clave de esta teoría de “la alteridad constitutiva” son los “terceros incluidos” (Viveiros
de Castro 1986: 434); es decir, posiciones que escapan al dualismo consanguíneo vs. extranjeros y
que desempeñan funciones mediadoras fundamentales. Estos terceros incluidos, cuyas manifesta-
ciones son diversas, están en espera de una teoría de las relaciones de parentesco en América del
sur (Viveiros de Castro, 1986: 435-47).
Si es verdad que ‘la antropología procura elaborar la ciencia social del observado’ (Lévi-Strauss,
1954: 379), entonces una de nuestras tareas principales consiste en elucidar lo que para los
pueblos que estudiamos constituye lo dado –de hecho innato que circunscribe y condiciona
la agencia humana–, y lo que correlativamente es percibido como construible o hecho, esto
es aquello que pertenece a la esfera de la acción y de la responsabilidad de los agentes. Por
coincidencia debemos a un especialista en la Melanesia una formulación especialmente rica
de este problema (Wagner, 1981) (Ibid: 404).
da Amazônia indígena), donde se discute, entre otras cosas, la tendencia en la antropología contem-
poránea de insistir en el carácter socialmente construido –en el sentido práctico-procesual más que
teórico-discursivo de la expresión– del nexo de parentesco.
cognaticios son tratados como cognados más que como afines; los afines efectivos
son consanguinizados en el plano de las actitudes; los términos específicos de
afinidad (cuando existen) son evitados, a favor de tecnónimos que expresan co-
consanguinidad; los cónyuges se transforman consubtancialmente por la vía del
sexo y de la comensalidad, es decir, a través del cuerpo. Se puede decir entonces
que a lo largo del proceso de construcción del parentesco, la afinidad como re-
lación particular es eclipsada prácticamente por la consanguinidad, pues como
observó Rivière (1984:70), “dentro de la comunidad [settlement] ideal, la afinidad
no existe”.
Sin embargo, si la afinidad no existe dentro de esta comunidad ideal, deberá
existir en algún otro lugar. Pues cuando la perspectiva (del observador o del nativo)
se desplaza, pasando de las relaciones locales a contextos más amplios –relaciones
matrimoniales y rituales interaldeanos, guerra y comercio intergrupales, caza
y chamanismo inter-especie–, la distribución de valor se invierte, y la afinidad
se convierte en el modo general de las relaciones. Viveiros de Castro dirá que:
“La socialidad comienza donde la sociabilidad acaba” (ibidem: 418). De tal forma
que los grupos definidos a partir de estas relaciones conforman un fondo infinito de
socialidad virtual. Dichos grupos, al extraerse de ese fondo infinito por medio
de la construcción de sus cuerpos de parientes, se convierten en grupos locales, esto
es consanguíneos y por tanto actuales.
En resumen, la afinidad potencial es la fuente de la afinidad actual y de la con-
sanguinidad que ésta genera. Es así como las relaciones particulares deben ser
construidas a partir de las relaciones genéricas: ellas son resultado, no origen.
En consecuencia las relaciones “clasificatorias” del parentesco constituyen reduc-
ciones de aquellas relaciones genéricas. En este sentido es que los vínculos concretos
son “actualizaciones de los lazos potenciales”, cuyo prototipo es la afinidad. La
consanguinidad y la afinidad amazónicas no son categorías taxonómicamente
discontinuas, sino zonas de intensidad de un mismo trazo gradual. Y el movi-
miento que recorre este trazo va de lo distante a lo próximo, de lo extraordinario
a lo ordinario.
Si la afinidad potencial es esta relación genérica, la afinidad actual será fa-
bricada por los hombres. Ésta se extrae del fondo virtual de la afinidad mediante
la diferenciación. La afinidad entonces se somete a un proceso de despotencia-
lización que dará como resultado la afinidad actual y su consecuencia lógica:
la consanguinidad. Este proceso de despotenciación es interminable porque
en los mundos amazónicos “la identidad es un caso particular de la diferencia”.
Así como el frío es ausencia relativa de calor, pero no lo inverso (el calor es una
cantidad sin estado negativo); así la identidad es ausencia relativa de diferencia,
pero no lo inverso. Esto equivale a decir que sólo existe diferencia, en mayor o
menor intensidad. Por ello, la consanguinidad es un valor límite de la afinidad y
lo que el parentesco mide o calcula es el coeficiente de afinidad en las relaciones,
que no llega jamás a cero, dado que no puede haber identidad consanguínea
absoluta entre dos personas, por más próximas que sean, pues “no hay relación
sin diferenciación”. Es decir, los sujetos de cualquier relación están vinculados
porque son diferentes y no a pesar de que lo son. Ellos se relacionan a través de su
diferencia y se tornan diferentes a través de su relación, lo que los une es aquello
que los distingue. Esto explica por qué la afinidad es un símbolo tan poderoso
del nexo social en la Amazonia.
Hasta este momento hemos visto cómo las nociones de potencia y acto, así como
de prototipo y actualización, cruzan transversalmente las sociocosmologías
amazónicas. En el caso del parentesco, su expresión se encuentra en los términos
de afinidad y consanguinidad respectivamente; así como en la afinidad misma, la
cual se manifiesta en la distinción entre afinidad potencial y afinidad actual. Un
verdadero afín es aquel con quien no se intercambian mujeres, sino otras cosas:
muertos, ritos, nombres y bienes, almas y cabezas. Por ello, los afines potenciales
son verdaderos y globales, clásicos y arquetípicos. Por su parte, un afín actual es
la versión debilitada, impura y local, contaminada actual o virtualmente por la
consanguinidad de un afín potencial. Así, un verdadero afín, dirá Viveiros de
Castro, no es un afín verdadero, sino un caníbal extranjero, no domesticado por
el constante intercambio simétrico que “afiniza” y “consanguiniza”.
Para Viveiros de Castro, la afinidad es la clave de la sociología de los grupos
amazónicos. En tanto que la afinidad potencial es un fenómeno político-ritual
exterior y superior al plano englobado del parentesco, ésta abre la introversión
localista (endogamia) del parentesco, al comercio con el exterior. En este sentido
es que la alteridad (lo externo, lo afín, lo otro) constituye la socialidad interna (lo
propio, lo consanguíneo). Entonces, dado que la alteridad es constitutiva del socius,
los límites del parentesco no son dictados por el parentesco mismo. Con lo cual,
indica nuestro autor, podemos ir más allá del principio general lévistraussiano
de la alianza como instauradora de la sociedad. De tal forma que la economía
simbólica y política de la alianza corresponderá al parentesco, pero la sociedad
misma se constituirá con base en la economía simbólica de la alteridad, donde los
enemigos, la cacería y el canibalismo desempeñan un papel central. Así, la teoría
En la socialidad amazónica el axioma caníbal es anterior y superior a los teoremas del pa-
rentesco. Las relaciones de depredación engloban las relaciones de producción. Esto significa
que una economía de los intercambios simbólicos –ligados a la creación y a la destrucción de los
componentes humanos (componentes reificados en ‘substancias’)– circunscribe y determina la
economía política del casamiento y de la ubicación de los recursos productivos (ibidem: 168).
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Presenta con varias modificaciones el artículo “Le meurtrier et son double chez les Araweté
(Brasil): un exemple de fusion rituelle”, en M. Cartry y M. Detienne (orgs.), Destins de meurtriers
(EPHE/CNRS, 1996).
15
Más allá de hablar de espíritus o dioses debería de hablarse de un tipo de espiritualización
potencial a la que todos los seres están sometidos.
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