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El Señor Tlacuache

Luis Alberto Ortiz Laguna

22 de junio de 2018

Señor del Crepúsculo, nahual de Tonantzin y uno de los señores que sostienen el cielo,
el tlacuache (del nahua tla- fuego, cua- mordizquear, tzin- pequeño, el pequeño que come
fuego) ha sido representado desde épocas remotas en la cerámica, escultura o códices. Sus
proezas va más allá de los hechos míticos. Hace millones de años éste marsupial preceno-
zoico sobrevivió a la separación de América del Sur y África y a la Glaciación de Wisconsin
adaptándose con éxito al ecosistema americano. De pelo hisurto, ojos negros, saltones,
orejas redondas, hábitos nocturnos, éste “abuelito” bebedor de aguamiel forma parte de los
mitos más antiguos de Mesoamérica. En Tlapacoya se recuperaron piezas cerámicas con su
representación que datan al menos desde el año 1000 A. C. Desde entonces, han quedado
testimonios materiales de su trascendencia. Se le ha representado de modo sencillo o con
complejos tocados, pectorales con glifos o plantas de maíz. Pero el tlacuache tiene el gran
mérito de ser quien se atrevió a engañar a los dioses para robar el fuego y obsequiarlo a
los hombres. Unos dicen que en la bolsita de su panza, otros, que usó la cola. De cualquier
manera, las acciones del Señor Tlacuache se integraron en la sociedad y dieron sentido al
universo humano.

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