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Doctrina probable.

La doctrina probable en derecho nacional, corresponde a la categoría francesa de


la “jurisprudence constante”; y a la conocida en España como la “doctrinal legal”,
institución encaminada a llenar vacíos, interpretar problemas jurídicos y brindar
soluciones a lagunas jurídicas, con fundamento en la jurisprudencia de las cortes
de casación.
Al margen de los antecedentes históricos, esta Corte, ha prohijado y desarrollado
una ardua y consistente tarea en su función casacional de unificar la jurisprudencia
– función nomofiláctica-, con fundamento en la doctrina probable, prevista expresa
y límpidamente en un precepto con más de un siglo de vigencia, que inclusive en
época no muy reciente, resistió los embates de inconstitucionalidad[4]. Se trata del
art. 4 de la Ley 169 de 1896, el cual sin titubeos edifica una categoría bien
diferenciada de los conceptos de jurisprudencia y de precedente, a los cuales se
aludió antelarmente y que indiscriminadamente menciona el recurrente en casación.
El precepto en cuestión dispone: “Tres decisiones uniformes dadas por la Corte
Suprema como Tribunal de Casación sobre un mismo punto de derecho constituyen
doctrina probable, y los jueces podrán aplicarla en casos análogos, lo cual no obsta
para que la Corte varíe la doctrina en caso de que jugué erróneas las decisiones
anteriores”. Se trata entonces, de un concepto que nace en Colombia con la Ley
169 de 1896, cuya inmediata antecesora fue la doctrina legal española.
Como corolario, se tiene entonces que son claras las razones jurídicas que
diferencian a una y otra institución, razones que por demás no generan duda alguna
en cuanto a su significado, así como en lo que respecta a su determinación e
importancia en la diáspora jurídica. Con el fin de profundizar al respecto, se
recomienda consultar el Blawg jurídico: derechopublicomd.blogspot.com.co, de
Mario Daza que en su publicación, Las diferencias entre precedente,
jurisprudencia, doctrina probable y doctrina constitucional, vislumbra otros
aspectos adyacentes tratados en el presente post.
En Colombia, la preocupación por darle carácter vinculante a la jurisprudencia de la
Corte Suprema vino con la Regeneración y el interés del entonces presidente Rafael
Núñez de también centralizar el Poder Judicial.

En la Ley 61 de 1886, se consagró la vinculatoriedad de la “doctrina legal” -esto es,


de la interpretación de la ley hecha por la Corte Suprema-, por lo cual, si los jueces
desconocían dicha interpretación doctrinal, la sentencia podía recurrirse en
casación.

El debate continuó hasta 1896, cuando, en el artículo 4° de la Ley 169 -hoy vigente-
se mudó de la “doctrina legal” a la “doctrina probable” y se eliminó dicha causal de
casación, en los siguientes términos: “Tres decisiones uniformes dadas por la Corte
Suprema, como tribunal de casación, sobre un mismo punto de derecho, constituyen
doctrina probable y los jueces podrán aplicarlas en casos análogos, lo cual no obsta
para que la Corte varíe la doctrina en caso de que juzgue erróneas las decisiones
anteriores”.
De manera que, a partir de 1896 y durante todo el siglo XX, la doctrina probable no
era más que un criterio auxiliar y facultativo. El criterio primario era el legal.

Sin embargo, este debate fue revivido por la Corte Constitucional en el 2001 (Sent.
C–836/01) y, más recientemente, con la adopción del artículo 7º del Código General
del Proceso (CGP), que establecieron al unísono: “Cuando el juez se aparte de la
doctrina probable, estará obligado a exponer clara y razonadamente los
fundamentos jurídicos que justifican su decisión. De la misma manera procederá
cuando cambie de criterio en relación con sus decisiones en casos análogos”.

La Corte Constitucional y el CGP obligaron al juez a considerar siempre la doctrina


probable y limitaron, con una carga de motivación “clara y razonada”, la capacidad
de apartarse de ella.

¿Constituye precedente?

El debate se complica todavía más con la determinación que ha mostrado la Corte


Constitucional por darle a la jurisprudencia de las altas cortes el carácter de
precedente judicial (en múltiples sentencias, como las T-292/06, T-794/11, T-830/12
y C-539/11, resumidas recientemente en la SU-354/17).

El precedente es la decisión de una controversia anterior que contiene puntos de


hecho y de derecho similares y, por lo tanto, “controla” la controversia actual. Es
vinculante si el juez no puede distinguir la regla jurídica (por la vía de la
disanalogía iuris) ni los hechos (por la vía de la disanalogía factii) del precedente
respecto del caso bajo examen. Además, solo la “ratiodecidendi consolidada” –esto
es, la parte motiva determinante- de las decisiones de una alta corte constituye
precedente (Sent. C-621/15).

El precedente, entonces, se aplica, de manera específica, a la ratio decidendi de


casos análogos concretos.

Por su parte, la doctrina probable fija, de manera general, el alcance interpretativo


de una norma dada, sin que deba hacer parte de la ratio decidendi de casos
fácticamente análogos1.
Bien lo precisa la Corte Constitucional, en la Sentencia C-621 del 2015: “La doctrina
probable y el precedente judicial, son dos vías distintas para darle fortaleza a la
decisión judicial y con ello contribuir a la seguridad jurídica y al respeto por el
principio de igualdad. Mientras la doctrina probable establece una regla de
interpretación de las normas vigentes, que afecta la parte considerativa de la
decisión judicial, el precedente judicial establece reglas sobre la aplicación de las
normas en casos precisos, afecta por lo tanto aquellos casos cuyos hechos se
subsuman en la hipótesis y están dirigidos a la parte resolutiva de la decisión”.

En otras palabras, la doctrina probable no es ni precedente ni criterio auxiliar. Es


una interpretación autorizada de leyes vigentes, que los jueces siempre deben
considerar y de la que, excepcionalmente, pueden apartarse.

Si no constituye precedente, ¿para qué sirve la doctrina probable?

Al fijar jurisprudencialmente el alcance de una norma jurídica, la doctrina probable


crea lo que el profesor Diego López Medina denomina una “subregla jurídica” 2. De
suerte que, para aplicar una doctrina probable, deben converger los siguientes
criterios:

(i) Solo las decisiones de la Corte Suprema de Justicia (y en materia de


competencia, de la Superintendencia de Industria y Comercio3) son susceptibles de
convertirse en doctrina probable. Por muchas decisiones uniformes que expidan, ni
los jueces ni los tribunales superiores ni los tribunales arbitrales están en capacidad
de generar doctrina probable.

(ii) Una sentencia singular no puede generar doctrina probable. Solo tres “decisiones
uniformes” de la Corte Suprema en sede de casación y “sobre un mismo punto de
derecho” tienen este potencial.

(iii) En caso de que sí constituyan doctrina probable, no todo el contenido de las tres
sentencias es vinculante. Solamente lo es la interpretación común (o subregla
jurídica), que no necesariamente deberá estar contenida en la ratio decidendi de las
sentencias.

(iv) A diferencia del precedente judicial, para el intérprete no será necesario hacer
un estudio de analogía fáctica de cara a la doctrina probable. Es decir, el intérprete
no está obligado a analizar los hechos de su caso concreto en comparación con los
hechos estudiados en las tres sentencias.

(v) La doctrina probable es obligatoria, salvo que, en ejercicio de su independencia,


el juez de inferior jerarquía se aparte de ella. Empero, para hacerlo, tiene una alta
carga argumentativa consistente en “exponer clara y razonadamente” los
fundamentos legales que lo llevan a ello.

Funciona, por tanto, de manera similar a la excepción de inconstitucionalidad.

Doctrina Constitucional

Conceptualización de la Doctrina Constitucional Los términos de “doctrina


constitucional” surgieron legislativamente en el artículo 8 de la Ley 153 de 1887,
que dispuso: Cuando no hay ley exactamente aplicable al caso controvertido, se
aplicarán las leyes que regulen casos o materias semejantes, y en su defecto, la
doctrina constitucional y las reglas generales de derecho. Ni la mencionada ley ni la
doctrina o la jurisprudencia de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de
Justicia hasta antes de 1991, definieron qué debía entenderse por “doctrina
constitucional” 1 , quién la aplicaba, qué contenía aquélla y cuáles eran los efectos
jurídicos que se producía entre jueces y particulares, en qué partes de la sentencia
(la motiva o considerativa: (i) óbiter dictum y, (ii) ratio decidendi o, en la parte
resolutiva) se configuraba y en qué clases de sentencias se presentaba; más aún
como lo denuncia el profesor Fonseca Ramo2 , en aquella época se evade e ignora
el tema de otras fuentes del derecho consagradas en la legislación colombiana
desde 1887, tales como los principios generales del derecho y la doctrina
Constitucional. Aunque sobre los principios tanto la jurisprudencia de la Corte como
la doctrina nacional, agrega el profesor, su evolución y tratamiento jurídico fue más
privilegiado que el sobrevenido para la doctrina constitucional que solo quedó en el
nombre. En efecto, eso pasa al comentar la clasificación de las fuentes formales del
derecho, realizadas en la obra de Monroy Cabra 3 , el cual considera como tales
sólo a la ley y la costumbre, en tanto que la jurisprudencia sólo sería fuente formal
si el ordenamiento jurídico vigente le atribuye carácter obligatorio. En cuanto a la
doctrina, solo en muy raras ocasiones podría ser considerada como fuente formal
del derecho. Lo que sí se puede deducir desde 1887 hasta la actualidad, es que la
doctrina constitucional Ab initio y en forma típica está presente en el trabajo
intelectivo realizado por los jueces colegiados de la República en los juicios de
constitucionalidad que concluyen con sentencias de inconstitucionalidad o de
constitucionalidad, si se trata de leyes, o de normas jurídicas con fuerza de ley
(decretos-leyes y decretos legislativos); o bien con sentencias de nulidad o de
conformidad con el ordenamiento jurídico vigente sí se trata de normas jurídicas de
rango inferior (Actos administrativos), y en una y otra eventualidades, como
producto análisis judicial del enfrentamiento de dichas normas jurídicas con la
Constitución como norma de normas jurídicas (o “ley de leyes” como equívocamente
se decía en vigencia de la Constitución de 1886). En estos casos, siempre
prevalecerá en dicha confrontación la Constitución. Esta labor en vigencia de la
Constitución de 1886, la realizaba la Sala Constitucional de la Corte Suprema de
Justicia, a través de la acción pública de inconstitucionalidad de leyes y decretos
con fuerza de ley y de Actos Legislativos. El Consejo de Estado, a través de la
acción pública de nulidad contra actos administrativos de autoridades
administrativas del nivel nacional y los Tribunales Administrativos de los actos
administrativos regionales y locales. En vigencia de la actual Constitución de 1991,
el control de constitucionalidad de los actos administrativos del nivel municipal,
departamental y distrital, lo realizan los jueces de circuito administrativos y los
Tribunales Administrativos y de los Actos Administrativos Nacionales, el Consejo de
Estado, respectivamente. Respecto del control de constitucionalidad de los Actos
legislativos y los Actos constituyentes, así como de leyes (ordinarias, estatutarias y
orgánicas) lo realiza la Corte Constitucional, como guarda de la integridad y
supremacía de la Constitución con una matización, ponderación y características
especiales previstas en los artículos 150 a 177, 241, 242, 243 y 244 y para los Actos
Legislativos y Actos Constituyentes en los artículos 374 a 379. Estos últimos, ut
supra analizados. También se puede deducir, que la doctrina constitucional es una
fuente del derecho de carácter legal, a tenor del artículo 8º de la Ley 153 de 1887 y
que sólo se aplica: 1) cuando no haya ley exactamente aplicable al caso
controvertido, y además, 2) cuando no existan leyes que regulen casos o materias
semejantes que se pueden aplicar indirectamente por analogía, pues en su defecto
se autoriza la utilización de la doctrina constitucional y los principios 4 . Por su parte
el artículo 4º de la mentada ley sostiene: Los principios del Derecho natural y las
reglas de la jurisprudencia servirán para ilustrar la Constitución en casos dudosos.
La doctrina constitucional es, a su vez, norma para interpretar las leyes. La doctrina
constitucional en éste último artículo cumple una función interpretativa de las leyes.
que no es la jurisprudencia la que aquí se consagra como fuente obligatoria. A ella
alude claramente otra disposición, el artículo 4° de la ley 69 de 1896, para erigirla
en pauta meramente optativa para ilustrar, en ciertos casos, el criterio de los jueces.
Así dice el mencionado artículo en su parte pertinente: "Tres decisiones uniformes
dadas por la Corte Suprema de Justicia como Tribunal de Casación sobre un mismo
punto de derecho, constituyen doctrina probable, y los jueces podrán aplicarla en
casos análogos”. (iv) Función integradora del derecho de la Doctrina Constitucional.
Las previsiones de la Doctrina Constitucional a tenor del artículo 8º de la ley 153 de
1887, constituyen una función integradora del derecho, porque en este caso, es la
propia Constitución -ley suprema-, la que se aplica, según reitera la sentencia de la
Corte. Por -4- su parte, según las disposiciones del artículo 4º ibídem, que como se
dijo antes, cumplen una función interpretativa de la ley. En este sentido, agrega la
Corte, se corrobora la diferencia entre doctrina constitucional y jurisprudencia. Es
apenas lógico que si el juez tiene dudas sobre la constitucionalidad de la ley, el
criterio del intérprete supremo de la Carta deba guiar su decisión. Es claro eso sí
que, salvo las decisiones que hacen tránsito a la cosa juzgada, las interpretaciones
de la Corte constituyen para el fallador valiosa pauta auxiliar, pero en modo alguno
criterio obligatorio, en armonía con lo establecido por el artículo 230 Superior. La
función de interpretación de la ley que cumple la doctrina constitucional se ratifica
en el artículo 4º de la Ley 153, cuando manifiesta: Dentro de la equidad natural y la
doctrina constitucional, la crítica y la hermenéutica servirán para fijar el pensamiento
del legislador y aclarar o armonizar disposiciones legales oscuras o incongruentes.
En efecto, la doctrina constitucional es un instrumento orientador, mas no
obligatorio, como sí ocurre cuando se emplea como elemento integrador…

JURISPRUDENCIA

La palabra jurisprudencia proviene del latín, “jurisprudentia”, compuesta por los


vocablos “juris” que significa derecho y “prudentia” que quiere decir
conocimiento, ciencia. En términos generales se ha definido como: el conjunto de
tesis que constituyen valioso material de orientación y enseñanza, que señalan a
los jueces la solución de la multiplicidad de cuestiones jurídicas que contemplan;
que suplen las lagunas y deficiencias del orden jurídico positivo; que guían al
legislador en el sendero de su obra futura. En el caso de México, la jurisprudencia
judicial es la interpretación de la ley, firme, reiterada y de observancia obligatoria,
que emana de las ejecutorias pronunciadas por la Suprema Corte de Justicia de la
Nación, funcionando en pleno o por salas, y por los Tribunales Colegiados de
Circuito.

En efecto, los artículos 94 y 107 constitucionales; 192 y 193 de la Ley de Amparo,


establecen que la materia de la jurisprudencia es la interpretación de las leyes y
reglamentos federales o locales y de los tratados internacionales celebrados por el
Estado mexicano.

Por otra parte, la palabra jurisprudencia posee dos acepciones distintas. En una de
ellas equivale a ciencia del derecho o teoría del orden jurídico positivo. En la otra,
sirve para designar el conjunto de principios y doctrinas contenidas en las
decisiones de los tribunales.

Algunas veces, la ley otorga a las tesis expuestas en las resoluciones de ciertas
autoridades judiciales, carácter obligatorio, relativamente a otras autoridades de
inferior rango. En nuestro derecho, la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia
de la Nación obliga a la propia Corte y a los Tribunales Unitarios y Colegiados de
Circuito, Juzgados de Distrito, Tribunales Militares y Judiciales del orden común de
los Estados, Distrito Federal y Tribunales Administrativos y del Trabajo, locales y
federales.

Lo que atañe a nuestro derecho podemos hablar, por tanto de jurisprudencia


obligatoria y no obligatoria, estas tienen la misma fuerza normativa de un texto legal.
Dichas tesis son de dos especies: o interpretativas de las leyes a que se refieren, o
integradoras de sus lagunas.

Ahora bien, existen diferencias entre las características de la jurisprudencia con


relación a la tesis, las que se pueden resumir de la siguiente forma:

Las características de la jurisprudencia son cuatro:


 Explicativa, en cuanto que aclara y fija el alcance de la ley cuando ésta es
oscura.
 Supletoria, en cuanto da solución a los casos no previstos por la ley.
 Diferencial, adapta la ley al caso concreto, evitando que su aplicación
indiferenciada consagre injusticias.
 Renovadora, la ley envejece rápidamente, pero merced a la acción de la
jurisprudencia, se prolonga su vigencia en el tiempo, haciéndose más
flexibles y duraderos sus preceptos.

Por otro lado, los artículos 192 a 197-B de Ley de Amparo y 177 a 179 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial de la Federación, regulan la jurisprudencia y reconocen
como materia de ella, la interpretación de la ley, le atribuyen de manera expresa, la
característica de la obligatoriedad y exigen que los criterios que la integren, sean
firmes y reiterados, en consecuencia, se puede presumir que la jurisprudencia
presenta otras características, como son:

A) La firmeza de la jurisprudencia, además del principio de razón suficiente que


deben contener las ejecutorias y de la fuerza de cosa juzgada que a ellas
corresponde, está vinculada a una votación mínima de 8, si la resolución pertenece
al pleno: de 4, cuando menos, si de las salas se trata y de unanimidad de los
magistrados en el caso de los Tribunales Colegiados de Circuito.

B) La exigencia de reiteración, esta característica no es otra que la ratificación del


criterio de interpretación que debe ser sustentado en cinco ejecutorias, no
interrumpidas por otra en contrario, según corresponda al pleno, salas o Tribunales
Colegiados de Circuito, en forma que al producirse esa reiteración concordante se
crea una presunción de mayor acierto y surge en consecuencia, la imperatividad de
la jurisprudencia.

C) Obligatoriedad, el artículo 194, determina que la ley de Amparo fijará los términos
en que sea obligatoria la jurisprudencia que establezcan los tribunales del Poder
Judicial de la Federación sobre interpretación de las leyes y reglamentos federales
o locales y tratados internacionales celebrados por el Estado mexicano, así como
los requisitos para su interrupción y modificación.

No obstante, es de precisarse que existen pronunciamientos en las resoluciones


que no reúnen los requisitos mencionados en el párrafo anterior, las cuales se
conocen como tesis aisladas, relacionadas o simplemente tesis.

Para mencionar a la jurisprudencia ya integrada, se emplean, indistintamente, los


términos de: ''criterio jurisprudencial'', ''tesis jurisprudencial'', y ''jurisprudencia''; y
por lo que atañe a las opiniones que se encuentran en proceso de llegar a constituir
jurisprudencia, se emplean las expresiones: ''sumario'', ''tesis'', ''tesis aisladas'',
''precedente'', ''antecedente'', ''opinión'' y ''criterio''.

Proceso formativo de la jurisprudencia


La jurisprudencia de la Honorable Suprema Corte de Justicia de la Nación, se
establece a través de dos sistemas.

A) A través de cinco ejecutorias no interrumpidas por otra en contrario.- Este


sistema encuentra su fundamento en el artículo 192 de la Ley de Amparo,
reglamentaria de los Artículos 103 y 107 Constitucionales, al establecer que lo
resuelto en cinco ejecutorias no interrumpidas por otra en contrario constituye
jurisprudencia siempre y cuando hayan sido aprobadas por lo menos por ocho
ministros tratándose de jurisprudencia del pleno o por cuatro ministros en los casos
de jurisprudencia de las Salas.

B) A través de contradicción de tesis.-El segundo sistema establece que se integra


la jurisprudencia con la resolución que decide la denuncia de contradicción de tesis
que sustenten las Salas que integran la Suprema Corte de Justicia de la Nación, o
respecto de las tesis que sustenten los Tribunales Colegiados de Circuito, en este
caso, no es indispensable que lo resuelto por el Pleno o las Salas de la Honorable
Suprema Corte de Justicia de la Nación, se sustente en cinco ejecutorias, no
interrumpidas por otra en contrario, ya que únicamente se necesita para fijar la
jurisprudencia un solo fallo que resuelva que hay contradicción de tesis

Los anteriores criterios de formación de jurisprudencia se encuentran robustecidos


con la siguiente jurisprudencia que a la letra indica:

Séptima Época
Instancia: Tercera Sala
Fuente: Apéndice de 1995
Tomo: Tomo VI, Parte HO
Tesis: 1132
Página: 779

“JURISPRUDENCIA. SISTEMAS DE FORMACIÓN. La jurisprudencia de la


Honorable Suprema Corte de Justicia de la Nación, se establece a través de dos
sistemas. El ordenado por el artículo 192 de la Ley Reglamentaria de los Artículos
103 y 107 Constitucionales (reformado por decreto de veintinueve de diciembre de
mil novecientos ochenta y tres, publicado en el Diario Oficial de dieciséis de enero
de mil novecientos ochenta y cuatro), que preceptúa que lo resuelto en cinco
ejecutorias no interrumpidas por otra en contrario constituye jurisprudencia siempre
y cuando hayan sido aprobadas por lo menos por catorce ministros tratándose de
jurisprudencia del pleno o por cuatro ministros en los casos de jurisprudencia de las
Salas. El segundo sistema establece que se integra la jurisprudencia con la
resolución que decide la denuncia de contradicción de tesis que sustenten las Salas
que integran la Suprema Corte de Justicia de la Nación, o respecto de las tesis que
sustenten los Tribunales Colegiados de Circuito, en este caso, no es indispensable
que lo resuelto por el Pleno o las Salas de la Honorable Suprema Corte de Justicia
de la Nación, se sustente en cinco ejecutorias, no interrumpidas por otra en
contrario, ya que únicamente se necesita para fijar la jurisprudencia un solo fallo
que resuelva que hay contradicción de tesis y que decida cuál debe prevalecer, de
conformidad con lo dispuesto en el artículo 107, fracción XIII, de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos que establece: que la resolución de las
Salas o del Pleno de la Suprema Corte de Justicia dela Nación, que dilucide una
denuncia de contradicción de tesis sólo tendrá el efecto de fijar la jurisprudencia sin
afectar las situaciones jurídicas concretas derivadas de las sentencias dictadas en
los juicios en que hubiese ocurrido la contradicción. Jurisprudencia que además es
obligatoria no sólo para los Tribunales Colegiados contendientes, sino para todos
aquellos que se encuentran previstos en el artículo 192 de la Ley de Amparo,
siempre y cuando tratándose de tribunales del orden común la legislación local sea
similar al punto de que se trata en la contradicción de tesis. No obsta en forma
alguna el hecho de que la Ley Reglamentaria de los Artículos 103 y 107
Constitucionales, omita mencionar en la actualidad que la resolución del Pleno o de
las Salas de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que diluciden una denuncia
de contradicción de tesis de Tribunales Colegiados constituye jurisprudencia, pues
como ya se dijo la Constitución Federal sí lo establece.”

Órganos facultados para emitir jurisprudencia

La Suprema Corte de Justicia de la Nación funcionando en pleno y en salas y los


Tribunales Colegiados de Circuito, son tribunales facultados para sentar
jurisprudencia. De manera que la jurisprudencia por ellos emitida es obligatoria, en
esencia, para todos los tribunales de la República sujetos a su jerarquía o cuyos
actos pueden ser sometidos a sus respectivas jurisdicciones.

Existen otros tribunales con facultad legal para sentar jurisprudencia como son:

a) El Federal de Justicia Fiscal y Administrativa.

b) El Tribunal de lo Contencioso Administrativo funcionando en pleno.

c) El Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal.

La jurisprudencia de los mencionados tribunales, sin restarle mérito de ningún orden


a sus criterios de interpretación, ha sido considerada como de obligatoriedad
restringida.

La difusión de la jurisprudencia se realiza a través del Semanario Judicial de la


Federación, y sus publicaciones complementarias, así como en los fallos,
sentencias, resoluciones o decisiones, de los tribunales del Poder Judicial de la
Federación contra los que no procede recurso alguno, comúnmente conocidos en
nuestro país como ejecutorias, se utilizan diversos vocablos para referirse a la
jurisprudencia en sus diversas fases, esto es, a la ya establecida y a la que se
encuentra en formación.

En el caso de las jurisprudencias que emiten otros órganos distintos a la Suprema


Corte de Justicia de la Nación, se lleva a cabo mediante la Revista del Tribunal
Fiscal de la Federación, Anales de Jurisprudencia, que es la Revista del Tribunal
Superior de Justicia del Distrito Federal que aparece trimestralmente, Revista del
Tribunal de lo Contencioso Administrativo, y a través de la Gaceta Oficial del
Departamento del Distrito Federal.

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