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Prólogo................................................................................ 7
1 Por favor, leer instrucciones antes de u s a r ..................13
2. El hospital divino..................................................................29
L
Prólogo
defiende una cosa y la institución por él fundada, otra.
Como si mientras Cristo dice: «Al que a mi viene, no lo echo
fuera» (Juan 6: 37), la iglesia debiera decir: «Al que no se
porta bien, lo echamos fuera».
Lo cierto es que hay quienes, buscando la perfección, es
peraban que el sitio donde se congregan los sábados fuera la
morada de los perfectos, así que han descubierto que se me
tieron en el lugar equivocado. Es algo muy extraño, pero a
losseres humanos^que somosj mperfectos, débiles yjigfec-
tuosos, nos gusta vivir con la ilusión de que tiene que haber
alguna comunidad enjd mundo que albergue solo a perso
nas que sean perfectas, infalibles y sin mácula; y que, pese a
ello, a nosotros se nos permita formar parte de esa comuni-
dad. Ciertamente resultaría fantástico ser miembro de algo
así, ¿quién no lo desearía? Pero hay que despertar de ese
sueño, bajarnos de esa nube, porque tal lugar no existe en
este planeta. Y si existiera, ni tú ni yo podríamos ser admiti-
dos en él. Michael Green hizo una buena observación cuan-
do dijo: «Si este mundo fuera perfecto, y nosotros también lo
fuéramos, no habría necesidad del cristianismo. Sin embar
go, ese no es el caso. Nuestro mundo y nuestras vidas están
quebradas por la codicia y el egoísmo, la concupiscencia y la
crueldad».1
Por más que lo deseemos y queramos, la iglesia de Cristo
no es un lugar donde se reúnen personas_que son perfectas,
infalibles y sin defectos. Quien crea lo contrario está tan per-
dido como quien piense que no necesita entrar en el pueblo
de Dios. Los que esperan encontrar perfección no necesitan
una iglesia, y si vienen a ella con esa ilusión van a toparse
con una terrible realidad. La comunidad de los creyentes
es para personas que están buscando salvación a través de
Cristo. Personas que, mientras la buscan, son conscientes
de sus debilidades, imperfecciones y defectos, pero creen y
aceptan que la gracia y el poder divinos son más grandes
que su pecado v pueden transformarlos en nuevas criaturas.
Es basándose en esto que han aceptado, gozosas, ser parte
I 10 de ]a familia de Dios, que es su iglesia en la tierra, y a la cual
el Señor está acercando cada día a aquellos que han de ser
P E L IG R O : |SANTOS EN CONSTRUCCIÓN'.
santosenconstruccion@hotmail.com
Gracias.
http://en.wikipedia.org/wiki/Four_Pests_Campaign y http://blogs.lain-
formacion.com/strambotic/2009/12/07/cuando-mao-intento-extermi-
nar-a-los-gorriones/.
m im é
L
31
2. El hospital divino
a iglesia de Cristo es sin duda la or
ganización más importante e influ
yente que ha existido en este mun
do en cualquier época. Es su origen,
su naturaleza, su funcionamiento y
sobre todo el impacto que ha tenido
y tiene en los seres humanos, lo
que la hace inigualable. Es atractiva
para ricos y pobres, hombres y mu
jeres, jóvenes y adultos, personas
instruidas o no. Es la única institu
ción en este mundo que no tiene
banderas, ni razas, ni culturas, ni
naciones, ni idiomas favoritos, por
que la iglesia tiene una misión que
cumplir con todos. Es sencillo unir
se a ella, como también permane
cer, y sin embargo entraña a la vez
grandes misterios para la mente hu
mana.
P E L I G R O : ¡SANTOS EN CONSTRUCCIÓN! Tan pronto como la fundó, Jesús trató de ayudarnos a
entender el significado de la iglesia. Y en las Escrituras, de
hecho, tenemos abundante información que nos permite
comprender adecuadamente lo que el Señor pretende l0grar
con nosotros por medio de esta institución divina.
bas médicas.
En un hospital hay personas que acuden para recibir tra
tamientos ambulatorios, de primeros auxilios o cuidados
primarios; otras llegan para que les sean aplicadas cirugías
invasivas y de riesgo, o cuidados intensivos. De hecho, algu
nos de los que se hallan ingresados allí tienen que permane
cer en una unidad de vigilancia intensiva para ser monito-
rizados de manera constante. Otros se alojan en habitacio
nes donde se recuperan satisfactoriamente en espera de la
autorización para regresar a sus casas y a su vida normal.
Un hospital es un lugar donde no solo hay pacientes; hay
también médicos, enfermeras y enfermeros, administrado
res y el personal de apoyo que colabora en la prestación de
una amplia red de servicios que reciben los pacientes. Aun
que son sus problemas de salud los que llevan a estos allí, la
atención que se les da ha de ser integral porque debe incluir
desde su alimentación, medicinas, alojamiento e higiene
hasta su seguridad, finanzas y bienestar emocional y espiri
tual. En realidad, el hospital se convierte en el hogar de
aquellos que, habiendo perdido la salud, la buscan y procu
ran recuperarla en un ambiente digno, amoroso y accesible.
Si podemos ver la iglesia como el hospital divino que
Dios ha abierto en medio de este mundo caído y dañado por
el pecado, entenderemos múltiples detalles que nos permiti
rán disfrutar mucho más aún en nuestra congregación, y de
paso contribuir a que los demás también puedan hacerlo.
Probablemente la idea de la iglesia como un hospital es una
de las que mejor pueden conectar con quienes vivimos hoy
día en un mundo que está lejos de ser perfecto; un mundo
que, más bien, se encuentra infestado de enfermedades,
dolor, sufrimiento, tragedias y muerte. ¿Qué puede ser más
necesario que un hospital para una humanidad que se vale
e guerras a la hora de dirimir los desacuerdos entre nació-
es- ¿Qué puede haber mejor que un hospital espintua^
35
2, El hospital divino
en un planeta en el que las personas están enferm as de
egoísmo, codicia, lujuria, orgullo, apatía, indolencia, cruel
dad y falta de propósito en sus vidas?
Todos podemos sentirnos de acuerdo con Michael Green
cuando dijo que el cristianismo es una religión que repara
los daños, y que no es para personas sanas, sino enfermas.1
Si uno se fija en el ministerio de Cristo, pensaría que su vi
sión del mundo y de los seres humanos tenía mucho que ver
con la necesidad de un lugar en el que las personas recibie
ran cuidados médicos y salvación. Cuando Jesús envió a
Juan una descripción de lo que estaba haciendo en favor de
los seres humanos, estas fueron sus palabras: «Los ciegos
ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos
oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anuncia
do el evangelio» (Luc. 7: 22).
El Hijo de Dios sabía que en este mundo no hay perso
nas que estén completamente sanas. El apóstol Pablo reco
gió su sentir en estas palabras: «No hay justo, ni aun uno»
(Rom. 3: 10). Aunque, espiritualmente hablando, a todos
nos gusta parecer personas saludables y normales, aunque
tendemos a pensar que los raros y enfermos son los demás,
la Biblia insiste en decir que todos estamos enfermos. Por
lo menos, el corazón de todos los humanos es descrito de
esta forma tan irremediablemente perdida: «Engañoso es el
corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo cono
cerá?» (Jer. 17: 9). La realidad es que tú, mi querido lector, y
yo estamos en el mismo saco cuando se trata de nuestra con El cristianism o
dición delante de Dios: «Todos se desviaron, a una se hicie es una religión
ron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera que repara los daños,
uno» (Rom. 3: 12).
y no es para
Como bien dice John Ortberg, «el problema de la raza
personas sanas,
humana no es que tengamos unas cuantas manzanas podri
sino enfermas.
das entre nosotros».2 Sin importar cómo luzca el edificio en
donde se reúne la iglesia a la que perteneces, no es más que
un hospital lleno de personas enfermas que necesitan cuida
dos especiales por parte de Dios. En la iglesia todos estamos
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enfermos de sigo- algunos de los ojos, pues vemos más de la
P E L IG R O : ¡SANTOS EN CONSTRUCCIÓN!
Santos en construcción
A fin de admitir que la iglesia fue hecha para ser, entre
otras cosas, un hospital divino, es fundamental que nos mi
remos al espejo. ¿Qué tipo de iglesia necesita una persona
como yo? ¿Cómo debe ser el cristianismo para resultarme
útil a mí? ¿No debería ser una religión que ayude a personas
enfermas del alma? ¿No debería ofrecer tratamientos y me
Los que llegamos dicinas para los que ya estamos aquejados de alguna dolen
a la iglesia no cia? ¿No debería proveer un ambiente donde los enfermos
llegamos siendo sintamos esperanza y no seamos desahuciados?
santos, no llegamos Si bien es cierto que Dios ha dicho que la iglesia es una
limpios, ni libres de nación de gente santa, seguramente también es cierto que
malos hábitos, gustos somos santos que Dios está construyendo con su poder y su
y costumbres. gracia. Los que llegamos a la iglesia no llegamos siendo san
tos, no llegamos limpios, ni libres de malos hábitos, gustos y
costumbres. Cualquier cosa positiva que nos haya ocurrido,
nos esté ocurriendo o nos vaya a ocurrir en la iglesia, se la
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2. Ei hospital divino
debemos por entero a la gracia de Dios. Pablo estaba en lo
cierto cuando dijo: «Pero por la gracia de Dios soy lo que
soy» (1 Cor. 15: 10). Por eso me cuento entre los que creen
que en cada templo debería haber un cartel grande que, ade
más de anunciar el nombre de la iglesia, también incluyera
la siguiente advertencia: «Peligro: Santos en construcción».
La iglesia de Cristo no es un sitio en el que nadie debiera
esperar encontrarse con personas que tienen su vida com
pletamente arreglada, sin defectos de carácter, sin debilida
des y caídas. No hay nada que pudiera estar más lejos de
la realidad que semejante utopía. ¿Podría sorprenderle a al
guien encontrarse autos averiados en un taller de mecánica?
¿Debería extrañarnos topamos con personas enfermas en
un hospital? ¿Tiene algo de raro que allí haya alguien herido,
cojeando, con dificultad para respirar o con un dolor que no
le deja vivir en paz? ¿Es algo inusual que de vez en cuando
alguien pierda la vida en el hospital? ¿Nos asombra que allí
se les sirva distintos tipos de alimentos a los pacientes, o se
les aloje en plantas diferentes, o se asignen para ellos distin
tos regímenes de visitas?
La respuesta obvia a todo esto es no. Y así es porque se
trata de un hospital, un lugar donde esas cosas son comunes
y corrientes. De igual manera deberíamos recordar que
cuando hablamos de la vida espiritual de las personas, la
iglesia es un hospital, el hospital de Dios para damos sani
dad y salvación a ti y a mí. En cada templo
Hay algo que debería, a mi modo de ver, parecemos raro debería haber un
en la iglesia. Cuando estamos tratando de alcanzar a una cartel grande que,
persona con el evangelio y animándola a unirse a nosotros, además de anunciar
somos comprensivos, tolerantes, pacientes y dispuestos a re el nombre de la
correr la segunda y la tercera milla. Y luego resulta que una iglesia, también
vez que esa persona ha aceptado nuestra invitación y pasa a
incluyera la siguiente
formar parte de nuestra congregación, nos parece inacepta
advertencia:
ble que cometa errores, se nos acaba la paciencia, la toleran
«Peligro: Santos
cia y la disposición a ir más allá para ayudarla. Al contrario,
en construcción».
si no se adapta o se corrige, que se vaya, la iglesia no puede
¡SANTOS EN CONSTRUCCIÓN! tolerar el pecado. Y muchas veces, preferimos cjue el pecador
se vaya de entre nosotros, mientras seguimos buscando
pecadores para traerlos al pueblo de Dios. ¡Perdonen, esto
no lo entiendo!
A veces da la impresión de que el pecador no huele bien
dentro de la iglesia. Pareciera que su presencia incomoda a
más de uno. Incluso hay quienes se sorprenden de que toda
vía le permitan seguir formando parte de la feligresía. Ima
gínate que en una pescadería un grupo de pescados se mo
lesten porque llegó un nuevo pescado que huele a pescado.
PELIGRO:
2. El hospital divino
falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo con es
píritu de m ansedum bre, considerándote a ti mismo, no
sea que tú también seas tentado» (Gál. 6: 1).
Le encuentro sentido a lo que dice John Ortberg: «Todos
y cada uno de nosotros tenemos hábitos que no podemos
controlar, fallas que no podemos corregir, defectos que no
podemos enmendar. Este es el tipo de material con el que
Dios tiene que trabajar. De la misma forma que el vidrio está
predispuesto a hacerse añicos y la nitroglicerina a explotar,
nosotros estamos predispuestos a hacer lo que no debemos
cuando las condiciones sean dadas».4 El punto principal que
puedo ver en la realidad descrita aquí es que, dentro de la
iglesia, sin duda hay algunos que son más fuertes que otros
espiritualmente hablando, pero sin excepción todos necesi
tamos ayuda. Seguramente fue por eso que el apóstol Pablo
les dijo a los hermanos de Roma: «Los que somos más fuer
tes debemos soportar las flaquezas de los débiles y no agra
darnos a nosotros mismos» (Rom. 15: 1).
La iglesia funciona bien cuando somos misericordiosos
unos con otros, cuando no abandonamos al herido ni nos
mostramos indiferentes con el que siente dolor o está a pun
to de ahogarse y morir. La iglesia es más cristiana cuando
tratamos de ayudar al caído en lugar de cortarle las manos.
Hace tiempo leí algo que contó Elena G. de White acerca de
«un hombre que se ahogaba y que hacía desesperados es
fuerzos para subir a un bote que estaba cerca de él. Pero
el bote estaba lleno, y al agarrarse de la borda del bote uno Dentro
de los pasajeros le cortó una mano. Luego se asió del bote de la iglesia, sin duda
con la otra mano, y se la cortaron también. Entonces se aga hay algunos que son
rró del bote con los dientes, y los pasajeros tuvieron miseri más fuertes que otros
cordia de él y lo subieron. Pero qué diferente habría sido si espiritualmentc
ellos lo hubieran subido antes de cortarle las manos». Des hablando, pero sin
pués de contar esto, ella animó a todos los miembros de igle
excepción todos
sia a no cortar a nadie en pedazos antes de hacer algo por
necesitamos ayuda.
ayudarlo, pues Dios desea que tengamos corazones mise
ricordiosos.5
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A todos nos conviene recordar que la iglesia es el hospital
PELIGRO: ¡SANTOS EN CONSTRUCCIÓN!
2. El hospital divino
por estar todavía enfermos. Lo m ism o debería ocu rrir en
nuestras congregaciones con todos los que vienen a ellas
buscando salud espiritual. Se nos ha dicho que la iglesia «es
el medio señalado por Dios para la salvación de los hombres
[...]. Es la fortaleza de Dios, su ciudad de refugio, que él sos
tiene en un mundo en rebelión».6
Todos los que se sienten espiritualmente débiles, los que
aún cometen errores, los que sufren caídas, aquellos a quie
nes aún les falta algo para llegar a ser como Cristo, están en
el lugar correcto dentro de la iglesia. Ese, y no otro, es el
espacio que Dios preparó para ellos. Nadie tiene derecho
a echarlos ni a hacerles sentirse maltratados o indeseados
allí. Nadie tiene derecho a desechar la iglesia debido a las
personas que están en ella o a las cosas que ellas hacen. Para
todos nosotros, la comunidad eclesial es el medio para la sal
vación que Dios ha provisto en este mundo lleno de perso
nas perdidas. Nadie sueña con vivir en un hospital, pero
cuando estamos enfermos no podemos imaginarnos un lu
gar mejor. Tal vez no nos gusten el olor, la apariencia, o al
gunas de las personas que encontramos en su interior, pero
aun así continúa siendo muy preferible estar allí que fuera y
sin esperanza de sanarnos.
Si hemos de disfrutar en la iglesia y permitir que los de
más también disfruten, debemos saber que no es el lugar
adonde Dios conduce a los que ya están sanos, sino a los que
él está sanando y santificando cada día de sus vidas por
medio de su gracia y su misericordia, que son nuevas cada
mañana (ver Lam. 3: 22-23). La iglesia es el terreno al que
Dios está trayendo a los que han de ser salvos (Hech. 2: 47),
aquellos en cuyas vidas él ha comenzado la buena obra,
la cual con seguridad irá completando hasta el día glorioso
de su venida (Fil. 1: 6).
No es nada extraño que surjan problemas entre los
miembros de la iglesia. Si te sientes molesto por eso, recuer
da que Dios la llenó de personas como tú y como yo, y segu
ro que se te pasará el enojo. No te asombres de que todavía
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¡SANTOS EN CONSTRUCCIÓN! las personas que pertenecen a ella tengan defectos, caídas,
fracasos y sean entrampadas por el pecado. Si eso te ofende,
una vez más recuerda que Dios llenó su iglesia de pecadores
como tú y como yo, y seguro que dejarás de sentirte ofendi
do. No te desanimes si algún miembro de tu congregación
todavía «huele» a pecado o tiene sobre él parte del lodo
que trajo del mundo. Si eso te parece inapropiado, recuer
da que tampoco contigo ha dejado de trabajar el Señor; y
que si buscas bien, con seguridad vas a encontrar que a ti
te queda algo de ese lodo igualmente; estoy seguro de que
PELIGRO:
Controlando a la incontrolable
que podemos poner en práctica, junto con el resto de conse
jos divinos que aparecen en toda la Escritura. Comencemos
estudiando el tema de la lengua y la iglesia en la Epístola de
Santiago, identificando cuál es, según ella, el problema al
respecto.
Controlando a la incontrolable
reputaciones de personas dañadas, dirigentes de la iglesia
desanim ados y heridos, y congregaciones divididas y
estancadas solo por el agitar de lenguas que no se someten
al control de Dios. La descripción que hace Santiago mues
tra que somos capaces de reunirnos para cantar juntos «A
Sion caminamos» mientras por detrás podemos decir tam
bién: «No te creas que vas para Sión, con ese orgullo, pre
potencia y egoísmo que tienes». Somos capaces de saludar
nos con una sonrisa y comentar minutos después a otra
persona: «¿Viste? Me saludó Fulana de Tal, la muy hipócri
ta... Pero eso sí, yo también la saludé para que no crea que
soy menos que ella». Podemos hablar de hacer planes para
que la obra de Dios avance y luego pelearnos en las comi
siones, o llevarles — sin más— la contraria al pastor o a los
dirigentes que son responsables. No sé tú, hermano, pero
yo creo que Santiago tenía razón cuando dijo: «Esto no
debe ser así».
El mismo pesar afectaba a Elena G. de White al escribir
lo siguiente: «Me duele decir que hay lenguas indiscipli
nadas entre los miembros de la iglesia. Hay lenguas falsas
que se alimentan de la maldad. Hay lenguas astutas y mur
muradoras. Hay charla, impertinente entremetimiento, pu
llas hábiles. Entre los amadores del chisme, algunos son im
pulsados por la curiosidad, otros por los celos, muchos por
el odio contra aquellos por cuyo medio Dios ha hablado
para reprenderlos. Todos estos elementos discordantes tra
bajan. Algunos ocultan sus verdaderos sentimientos, mien
tras que otros están ávidos de publicar todo lo que saben, o
aun sospechan de malo contra otros».2
secuencia de ello.
54 Santiago es directo y muy franco al decir que una lengua
P E L IG R O : ¡SANTOS EN CONSTRUCCIÓN!
QUe no está controlada por el Seflor es un fuego que hace ar
der todo el curso de la vida (ver Sant. 3: 5-6). Se trata de una
manera muy dramática con la que el apóstol ilustra los re
sultados de no someter nuestra lengua al Espíritu de D,os.
Lo que va a ocurrir es que ese órgano originará un fuego que
se hará permanente en nosotros. Solo imagina el cuadro por
un momento y pregúntate si te gustaría tener en la boca una
lengua de fuego. Eso, para empezar, nos causaría problemas
y daños a nosotros mismos. Y de hecho es así.
Podría Darecer que lo que ciertas personas tenemos en la
lengua es una fábrica de problemas. Es como si tuviéramos
el don de crear un conflicto cada vez que hablamos. Puede
que hayas tenido épocas en tu vida llenas de problemas en
casa, en el trabajo, en la iglesia y casi en cada sitio adonde
ibas. En uno de sus conocidos libros, John Maxwell presen
ta lo que él llama el Principio de Bob, según el cual cuando
Bob tiene un problema con todos, casi siempre Bob es el pro
blema.3 Creo sinceramente que Santiago estaría de acuerdo
con esto, y además añadiría que el gran problema de todos
los Bobs es que llevan dentro una lengua de fuego que todo
lo incendia.
Al hablar suele ser fácil cometer errores, ¿quién no los ha
cometido alguna vez en su vida? Algunas veces hablamos de
manera impulsiva, y aunque lo hagamos sin maldad, al no
pensar bien lo que estamos diciendo, podemos hacer daño
a la persona a quien van dirigidas nuestras palabras. Y esta
es la otra terrible consecuencia de una lengua de fuego: no
hay manera de que no encienda otros fuegos tan pronto
orno entra en contacto con otras personas. Santiago lo reco-
decir. «Qué bosque tan grande puede quemarse por
causa de un pequeño fuego» (Sant. 3: 5 DHH).
a sola lengua de fuego puede encender todo el bosque
congregación, de un grupo pequeño, de una familia
una junta o comisión. Una sola lengua de fuego puede
8 que un pequeño timón hace con un enorme barco,
55
o lo que un sencillo freno puede llevar a cabo para controlar
Controlando a la incontrolable
una bestia. Estamos hablando de algo aparentemente senci
llo o pequeño pero con la capacidad real de causar grandes
efectos. Y si una sola lengua de fuego puede hacer esto, ima
gínate cuál será la situación si varias de ellas se reúnen y de
ciden comprobar cuál de todas quema más fuerte.
Si te tomas tiempo para leer los escritos del rey Salomón,
te darás cuenta de que un hombre sabio como él llegó a en
tender muy bien el potencial de encender fuegos que tiene la
co
lengua. «Sin leña se apaga el fuego y donde no hay chismoso
cesa la contienda» (Prov. 26: 20). Salomón dijo asimismo
que el que mucho habla, mucho yerra; el que es sabio re
frena su lengua (ver Prov. 10: 19). Esta notable declaración
dice que hay una correlación directa entre el número de
palabras que pronunciamos y el número de pecados que
cometemos. También significa que una de las formas más
sencillas de reducir nuestros pecados es dejar de hablar
tanto.4 El mismo Salomón, al hacer la lista de los siete pe
cados que Dios aborrece, incluyó entre ellos tres que tie
nen que ver con nuestra capacidad expresiva: la lengua
mentirosa (Pr. 6: 17), el testigo falso y embustero, y el que
provoca peleas entre los hermanos (versículo 19).
Luego, el Señor Jesús ratificaría todo esto cuando dijo
que «de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de
ella darán cuenta en el día del juicio, pues por tus pala
bras serás justificado, y por tus palabras serás condena
do» (Mat. 12: 36-37). Una sola lengua
Definitivamente, la lengua puede parecer una pequeña de fuego puede
chispa, pero es capaz de encender un bosque enorme. Qui encender todo el
zás te preguntes cómo ocurre esto... Santiago nos ofrece bosque de una
una información que vale la pena conocer porque contesta congregación, de un
esta pregunta. Señala que el fuego de la lengua descontrola grupo pequeño, de
da es inflamado aún más por el infierno (ver Sant. 3: 6). Esto una familia o de una
significa que cualquiera de nosotros que, en la iglesia, no se junta o comisión.
asegure de poner su lengua bajo el control del Señor, se con
vierte en instrumento idóneo para que el enemigo trabaje en
56
perjuicio de la comunidad eclesial a través de nuestra capa
¡SANTOS EN CONSTRUCCIÓN!
Controlando a la incontrolable
por más que estas cosas puedan ayudar. La solución para lo
grarlo exige admitir primero que tenemos que buscar ayuda
en Dios. Pedirle que sea él quien tome el control de este as
pecto de nuestra vida, y sane y limpie lo que para nosotros
es un mal incurable.
Esto nos llevará a hacer lo que dice el apóstol Pablo en
Romanos 6: 13: «Tampoco presentéis vuestros miembros al
pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos
co
vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos,
y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia».
La idea de consagrarse a Dios cada día nos ayuda a en
tender la necesidad de entregarle en cada nuevo amanecer
nuestros pensamientos, sentimientos, y también nuestra
lengua para que él la use como un instrumento de justicia al
servicio del bien. Fallar en esto es quedar expuestos a la úni
ca opción restante, que consiste en poner nuestra capacidad
de expresarnos al servicio del pecado como instrumento de
iniquidad. Por supuesto, cuando le entregamos a Dios nues
tra lengua no podemos olvidar que ella es solo un reflejo de
lo que hay en nuestro corazón, porque es precisamente de la
abundancia de este de la que ella se nutre al ejercer su poder
para bien o para mal. Por lo tanto es necesario pedirle a Dios
que limpie la fuente de nuestro fuero interno de tal ma
nera que nuestro modo de hablar refleje las profundidades
de un corazón limpio y puro por la gracia de Dios. No olvi
demos que «el hombre bueno, del buen tesoro de su corazón Cuando
saca buenas cosas, y el hombre malo, del mal tesoro de su le entregamos
corazón saca malas cosas» (Mat. 12: 34-35). a Dios nuestra lengua
El asunto de la lengua nos recuerda más que muchas no podemos olvidar
otras cosas que la verdadera religión es algo que obra desde que ella es solo un
dentro hacia fuera. Primero somos buenos árboles y luego reflejo de lo que hay
damos buenos frutos; primero atesoramos lo bueno en nues en nuestro corazón.
tro corazón y luego sacamos ese buen tesoro hacia fuera. Es
por esto que también debemos pedirle a Dios que purifique
nuestra mente y nos dé los pensamientos correctos. Aun
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¡SANTOS EN CONSTRUCCIÓN] cuando hay personas que dicen que hablaron sin pensar
en lo que dijeron, la realidad es que nada llega a la lengua
que no haya pasado antes por nuestra mente. La Biblia
dice que tal com o uno piensa, así es uno (ver Prov. 23: 7).
Por eso debemos poner en práctica el principio de pureza
mental que formula Pablo en Filipenses 4: 8: «Por lo de
m ás, herm anos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto,
todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es
de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de
alabanza, en esto pensad».
PELIGRO:
Muchas personas
Nuestra afición a compararnos encuentran en el
A pesar de tantos ejemplos como el de Saúl, la simple peligroso juego de las
observación indica que por alguna razón a los seres huma comparaciones
nos nos gusta compararnos unos con otros. Sea que se haga la manera de
de forma discreta o disimulada, o bien abiertamente y con determinar qué son
desenfado, muchas personas encuentran en el peligroso jue y en qué punto
go de las comparaciones la manera de determinar qué son y se encuentran en
en punto se encuentran en su trayecto hacia el «éxito». su trayecto hacia
Todos queremos sentir que somos importantes y capa
el «éxito».
ces. Debido a esto, las condiciones siempre están dadas para
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¡SANTOS EN CONSTRUCCIÓN!
jugar a comparamos. Entonces comienzan los problem
pues siempre habrá alguien más talentoso, más simpático'
# más carismàtico, más saludable, con mejor sonrisa, con fi
nanzas más prósperas, con una familia más estable con
amigos más populares, con mejor vehículo, con hijos más
exitosos, con resultados más brillantes en el trabajo, con me
jores oportunidades, o que simplemente parezca más feliz
que nosotros.
Al compararnos con estas personas, estamos muy cerca
de sentir frustración, amargura, enojo y, peor aún, envidia
PELIGRO:
a desarrollar una de ello, lo que queda es alguien listo para menospreciar a los
incapacidad para ser que son «menos» que él, o para juzgar a los que simplemen
te no puede igualar.
agradecidas con Dios.
Compararse con otros es el juego favorito de los huma
nos en todos los ámbitos. Echa un vistazo a los deportes, a la
política, a la ciencia, a la economía, las razas, la cultura, o
67
considera cuestiones como el tamaño, la apariencia... Y lo
Comparaciones en la iglesia
Es necesario entender que, debido a la naturaleza de la
iglesia, resulta peligroso que dentro de ella sus miembros se
dediquen a compararse unos con otros. Los resultados in
mediatos serán: un permanente conflicto interno, resenti
miento, enemistades, división, y hasta pérdida de miembros
por causa de pleitos y malos entendidos. En realidad, este
mal hábito tiene el potencial de lograr que la gracia sana
dora de Dios y el espíritu de aceptación que trae el Espí
ritu Santo a nuestras vidas y a la vida de la congregación
Dios hizo
queden de hecho anulados.
Dios hizo su iglesia para que sea totalmente inclusiva. su iglesia
Por tanto, están fuera de lugar las comparaciones, ya que to para que sea
dos son bienvenidos tal como son. Si te fijas, descubrirás que totalmente
(versículos 10-12).
Resulta además evidente, por la oración de este hombre,
que para él la religión no consistía en am ar y conocer a Dios,
sino en com pararse con los dem ás. Había convertido su
práctica «cristiana» en una auténtica com petencia, y creía
que él se encontraba en posición de ventaja para ganar el
premio.
Fijémonos en la oración: no alaba a Dios en ningún mo
mento, porque está ocupado destruyendo la reputación de
los demás. No le da gracias a Dios por favor alguno que haya
recibido de él, sino por no ser com o otros m iembros de su
iglesia. El hermano fariseo tenía muy clara la lista de cuali
dades que él había descubierto en sus herm an os de congre
gación. Créeme que ninguna de ellas se encuentra entre los
frutos del Espíritu Santo. Para el fariseo los dem ás que ve
nían al culto eran ladrones, injustos y adúlteros. N o sé tú,
pero yo dudo mucho que este hombre orase por estos her
manos. Y ni hablar de invitarlos a su ca sa o visitarlos. No
tengo ninguna dificultad en im aginarm e al fariseo levantan-
sus os manos para votar a favor de desfraternizar a cual-
Jíie ra de estos «impíos»... Y pobre del pastor de su congre-
Stttón pues s. ese feligrés hasta en sus oraciones le contaba
ig le s ia está b a s a d o
que sea. Lo que el Señor espera es que nos examinemos
a nosotros mismos (ver 2 Cor. 13: 5), evaluemos nuestro
e n el h e c h o d e q u e
progreso en nuestra relación con él, nuestra espirituali
c a d a u n o reco n o z ca
dad, que miremos cuánto ha hecho Dios en nosotros
q u e el S e ñ o r le h a
desde el día en que nos entregamos a él, y cuánto sigue
d a d o u n a m isió n
haciendo. Y que si comprobamos que ha habido progre
y u n m in is te rio
so, si podemos afirmar que por la gracia de Dios hemos
p a r a s e rv irle . avanzado, entonces y solo entonces tenemos un motivo
para gloriarnos en el Señor y hacer fiesta.
Comparaciones: nuestro juego favorito
¿Te gusta evaluar? Evalúate a ti mismo. ¿Te gustan las
comparaciones? Com para la persona que eres hoy con
la que eras ayer para ver si estás creciendo o envejecien
do en Cristo. Lo único digno de celebración es que hoy
estés más cerca de Cristo que ayer. Estar más alto o más
bajo que la hermana María o el hermano Juan no tiene
ningún efecto positivo en nuestra vida espiritual. La Bi
blia nos da un buen consejo al decir que «cada cual [...]
no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener,
sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida
de fe que Dios repartió a cada uno» (Rom. 12: 3).
Cuando las personas se consideran superiores a los de
más, es normal que se fijen en ellas para compararse. En
la parábola que Jesús contó en Lucas 15 acerca del hijo
pródigo, esta situación queda retratada al final, cuando
el hijo regresa a la casa del padre y es recibido por él con
besos, abrazos y una gran fiesta. La parábola muestra
que, en contraste con la generosidad y regocijo del pa
dre, aparece el egoísmo y enojo del hermano mayor. ¿Por
qué si eran miembros de una misma familia, ante el re
greso del familiar que se había alejado, uno hace fiesta y
el otro tiene un berrinche?
Fijándonos bien, por el contexto de la historia es posible
entender por qué ambos personajes reaccionaron como
lo hicieron. El padre pareciera decir: yo lo beso, lo abra
zo y le hago fiesta porque este hijo mío hace poquito
estaba perdido y ahora ya está a salvo en su hogar. En
otras palabras, la fiesta del padre no era porque el hijo
hubiera establecido un nuevo récord mundial; tampoco
se trataba de un reconocimiento por haber obtenido la
puntuación más alta en las calificaciones de la escuela
del pueblo; y m ucho m enos estaba en la intención del
padre sugerir con aquel recibim iento que ese hijo era
mejor que su herm ano mayor. Lo que sí celebraba el
padre era que el hijo retornado se hallaba m ucho m e
jor en comparación con su situación previa al regreso.
76
El padre solo comparaba situaciones, no personas. pen.
¡SANTOS EN CONSTRUCCIÓN!
sando en el cambio experimentado por su hijo, se dijo.
«Este muchacho ha sido bendecido por Dios, esto mere-
ce una celebración». Por contra, el hermano mayor tam
bién tenía su propia forma de interpretar la fiesta. Me lo
imagino diciendo: «¿Qué les parece a ustedes, conciuda
danos, lo de este pródigo...? Yo, que me porto bien, qUe
estoy trabajando día y noche para que esta hacienda pro
grese y para cuidar las posesiones de mi padre; yo, que
no he malgastado nunca nada del patrimonio de papá, ni
PELIGRO:
e n o tra s cosas?. sidera mucho menos que él se les conceda tanta aten
ción. Creo que acabo de descubrir a este hijo mayor» y
que lo que tiene es envidia porque cree que a su herma
no le están dando algo que él no tiene y desea. Y t°d
77
eso le pasó por compararse con los demás en lugar de
es a lg u ie n q u e sa b e
El gusto por juzgar
d istin g u ir e n t re
el b ie n y el m a l.
Hay que reconocer que en el gusto que le encontramos
a juzgar a los demás, los seres humanos hemos llegado
muy lejos. La mayoría de las veces nos cuesta limitamos a
efectuar análisis conceptuales acerca de la bondad o mal
dad que tengan determinadas acciones o hechos. En lugar
de ello nos lanzamos a hacer juicios de valor concluyentes
89
que terminan las más de las veces en una condena. Y en
simple condenado».
Reconociendo esto, al menos por esta vez con humildad,
confieso que estoy en el club de los jueces. No me enorgu
llezco de ello, deseo salir, lo prometo. Me gustaría mucho no
practicar nunca ese mal hábito, y estoy dispuesto a luchar en
el nombre del Señor para llegar a admitir que no soy juez de
mis hermanos y que nadie, m ucho menos Dios, me ha asig
PELIGRO:
nado esa tarea. También sugiero con toda modestia que si al
guna vez queremos ser parte de una iglesia en donde las per
sonas no se sientan juzgadas y condenadas por los demás, es
preciso que todos reconozcamos que tendemos a juzgamos,
a criticamos y a condenamos unos a otros, y que eso está
mal, pues todos somos en algún grado culpables y por eso
mismo debemos cooperar buscando soluciones.
Estoy seguro de que aunque nos guste ser jueces, a todos
nos disgusta que otros nos juzguen. Si ocurre esto último,
de inmediato nos quejamos, hablamos de injusticia, pelea
mos por nuestros derechos e incluso estamos dispuestos a
marchamos de donde nos encontramos, o a abandonar a las
personas con las que nos relacionamos, para buscar un
nuevo lugar en el que «no nos juzguen». Así evidenciamos
que nos gustaría que esa situación cambiara. Sobre esta
base, deseo ofrecer diversas consideraciones fundadas en
la Palabra de Dios.
en los demás.
La Biblia cuenta que el rey David preguntó si alguien
sabía de algún familiar del rey Saúl que todavía viviese,
con el fin de tratarlo bondadosamente y cumplir así
una promesa que le había hecho a su amigo Jonatán
(ver 2 Sam. 9 :1 ). Entonces le trajeron a Siba, quien ha
bía sido sirviente de Saúl, para que le contestase la pre
gunta. La respuesta del siervo fue: «Aún queda un hijo
PELIGRO:
pertenecen a ella. en lo cierto cuando escribió que «si todos los que pr0'
fesan ser cristianos em pleasen sus facultades de inves
tigación para ver qué males necesitan corregir en sí mis-
mos, en vez de hablar de las faltas ajenas, habría uná
condición más sana en la iglesia hoy».2
105
La iglesia no gana nada bueno cuando dentro de ella
Cuando Dios comentando, notarás que los discípulos regresaban tras com
él nos pedirá cuentas el Maestro. No había transcurrido mucho tiempo desde que
y nos dirá qué estos hombres habían sido testigos de cómo Jesús dio de co
Lo esencial y lo accesorio
Conviene aclarar, quizá, que estimo que muchas de estas
cosas tienen alguna importancia. El que una congregación
se ponga de acuerdo en ellas, entendiendo que así quedan
mejor reflejados sus valores cristianos, no tiene por qué ser
133
perjudicial Después de rodo, la iglesia es una familia y las
familias adoptan su s propias costum bres y acuerdos, los -cq
.
El centro de atención no han de ser las herramientas que
Dios usa con tal fin, ni los horarios, las formas, los colores
o tamaños. Desde que Aquel que comenzó la buena obra en
nuestras vidas derramó su gracia sobre cada uno de noso
tros, hasta el día en que la concluya, lo más grande, lo más
lindo, lo único importante y lo esencial es él. Por él estamos
en la iglesia, él es el que nos mantiene en ella, de él es de
quien debemos hablar, a él es a quien debemos exaltar, des
tacar e imitar. Todo lo demás es secundario, terciario, o de
orden aún menor. Así pues, hablemos de lo que nos ayude
a estar en Jesús.
Sin embargo, desde el mismo inicio de la historia del
cristianismo, ha habido en su ámbito personas que, hallán
dose en la misma presencia de Cristo, han preferido cen
trarse en otras cuestiones. La verdad es que en la iglesia hay
Los santos
muchos expertos en asuntos secundarios, y que todo lo abor
que el Señor está
dan y contemplan desde esa perspectiva. Estoy de acuerdo
construyendo tienen
con Willard cuando dice que esta actitud es semejante a la
que permanecer
reflejada en la canción popular infantil que reza así.
constantemente
«Gatito Pusy, ¿dónde has estado?
vigilantes para no
He ido a Londres a ver a la Reina
dejarse desviar del
Gatito Pusy ¿qué has visto en el palacio?
proceso mediante el
A un ratoncillo en una alacena».
cual Dios los está
Luego este autor se formula unas preguntas que debie
convirtiendo en
ran hacernos pensar: «¿Por qué considerar al ratoncillo
cuando tus ojos pueden mirar a la reina, a quien, al fin y al
santos.
136
cabo, es a quien fuiste a ver? ¿Por qué buscar algún aspecto
P E L IG R O : ¡SANTOS EN CONSTRUCCIÓN!
medio de su pueblo?».2
.
sión: «El Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se
había perdido» (Luc. 19: 10). «Mi comida es que haga la vo
luntad del que me envió» (Juan 4: 34).
Después de la ascensión del Señor al cielo, sus discípu
los quedaron con la responsabilidad de dar continuidad a
su obra por medio de la iglesia y bajo la dirección del Espí
ritu Santo. Y cuando uno se fija en el relato del Nuevo Tes
tamento, encuentra más de un episodio que ilustra cómo el
enemigo trató de distraer a la iglesia de lo que es realmente
esencial para ella.
Una de las primeras situaciones de este tipo fue el pro
blema que se suscitó entre judíos y griegos por causa de lo
que estos últimos interpretaban como una atención injusta
y prejuiciada hacia sus viudas. El caso fue atendido con sa
biduría, y los dirigentes mostraron en tal ocasión que nadie
debía esperar que ellos descuidasen la oración y la predica
ción de la Palabra para dedicar su tiempo a los asuntos que,
siendo importantes, no constituían la tarea fundamental de
su misión (ver Hech. 6: 1-5).
El mismo libro de Hechos nos informa también del
concilio que fue necesario celebrar para definir algunos
asuntos que estaban distrayendo a la iglesia en su avance
en territorio gentil (Hech. 15: 1-35). Muy temprano tam
bién, en la historia de la iglesia primitiva, los apóstoles
fueron amenazados y coaccionados por los dirigentes políti
cos y religiosos de la época para que dejasen de predicar el
138
P E L IG R O : ¡SANTOS EN CONSTRUCCIÓN!
evangelio. Pero aquellos ataques no los disuadieron, sino
que proclamaron que obedecerían ante todo siempre a Dios
(Hech. 5: 29).
Los principales apóstoles tuvieron que enfrentar dis
tracciones de diferente índole en su ministerio personal.
Por ejemplo, de índole teológica. Juan advirtió a los herma
nos contra la desorientación que podían causar aquellos
que enseñaban que Jesús no se había humanado realmente
sino que solo era una apariencia. Su consejo fue que ni si
quiera los recibieran en sus casas (ver 2 Juan 1: 7-10). Tam
bién advierte la Palabra contra distracciones de índole mo
ral, como cuando Judas recordó a sus lectores que «en el
último tiempo habrá burladores que andarán según sus
malvados deseos» (Judas 1- 18).
Sin duda, quien más tuvo que lidiar con este tipo de si
tuaciones, debido a la naturaleza de su ministerio, fue el
apóstol Pablo. A él le tocó encarar a los hermanos judíos que
luchaban por imponer la observancia de las prácticas judai
cas a los gentiles que se hacían cristianos (Gál. 6: 11-15; Fil.
3: 1-3). Le tocó enfrentar la división causada entre los her
manos de la iglesia de Corinto, por su afán de identificarse
con uno u otro líder que les parecía el más importante
(1 Corintios 3). Tuvo que hacer frente a la gran distracción
que originaron los hermanos de Roma al ponerse a discu
tir sobre sus opiniones personales (Romanos 14).
También amonestó a los hermanos de Tesalónica que
estaban siendo distraídos por algunos que decían haber re
cibido una visión del Espíritu, o indicaciones del propio
Pablo en el sentido de que la venida del Señor ya había ocu
rrido (ver 2 Tes. 2: 1-3 DHH). Y asimismo el apóstol tuvo
que pedir a Timoteo que instruyera a los hermanos de la
región de Macedonia para que no se pusieran a enseñar
ideas falsas, ni tampoco prestaran atención a cuentos e in
dagaciones interminables acerca de los antepasados, ya
que esas cosas, según Pablo, solamente n 139
sión y no ayudan a conocer el H ■ CVan a a c*lscu-
píritu Santo.
Cumplir la misión de hacer discípulos en todas partes es
una tarea que desarrolla la espiritualidad de los que se invo
lucran en ella. Desplazarse donde sea necesario, buscar a las
personas, entregarles el mensaje de salvación, darles
venida en la iglesia a los que crean a través del bautismo,
comprometemos a seguir ensenándoles todas las cosas que
Dios nos ensenó, y hacerlo todo dependiendo del poder
de Dios m ientras reconocem os su permanente presencia
142
entre nosotros, eso es lo que cada iglesia necesita para crecer
P E L IG R O : ¡SANTOS EN CONSTRUCCIÓN!
nosotros ni en los demás que lo merezca, y por eso se per venir a la iglesia
dona siempre al que no se lo merece. Pues si alguien me
esperando que todos
redera ser perdonado, entonces más bien lo que debería
nos resulten ajines
o que nada nos
hacerse es disculparlo, porque tuvo una razón para hacer
va a molestar
lo que hizo. De ahí que el perdón nunca sera algo lógico
o a causamos
para nosotros y nunca nos sentiremos naturalmente indi
disgusto.
nados a practicarlo. Tal y como observó C. S. Lewis. «Todo
el mundo dice que el perdón es una hermosa idea hasta
flue tiene algo que perdonar».1
154
En realidad la única explicación que tiene el perdón es
P E L IG R O : ¡SANTOS EN CONSTRUCCIÓN!
co
1
,
«En lo esencial, unidad;
en lo dudoso libertad;
en todo, caridad»
(San Agustín).
171
Ingredientes inmejorables
CD
Ingredientes inmejorables
diciendo tam bién con Pablo: «A él [Diosl sea gloria en la
iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de
los siglos. Amén» (Efe. 3: 21).
Así que si me permites seguir con esta alegoría, podría
mos imaginar que la iglesia es la cocina, el Señor es el Divi
no Chef y nosotros serem os el resultado final de este pla
to que llamaré «Redimidos para la eternidad». ¿Qué te pa
rece? ¿Qué ingredientes utilizará el Señor para producir en CD
su iglesia «Redimidos para la eternidad»? De esos ingre
dientes necesitamos hablar.
práctica y cuando la La mejor forma de demostrar esto es por medio del tra
oración las mantiene bajo que realiza la iglesia a través de variados ministe
conectadas con Dios. rios a favor de las personas. El llamado del Señor está
basado en la ley del servicio. Él es un Dios de amor y por
179
ese amor se dio completamente para servir a sus criatu
Ingredientes inmejorables
ras y para salvarlas. Los creyentes somos ante todo los
beneficiarios del gran amor del Dios que nos ha salvado.
Y por tal motivo, se nos pide que seamos depositarios y
multiplicadores del m ism o, expresándolo a todos por
medio de un serv icio abnegado que muestre nuestro
propio amor a Dios y al prójimo.
Si una iglesia quiere ayudar a sus miembros a crecer es
CD
piritualmente, debe procurar organizarse de tal forma
que todos reciban una invitación a servir, tengan la opor
tunidad de hacerlo y sean reconocidos por ello. Dios ha
diseñado la vida cristiana de manera que todo rayo de
luz que derramamos sobre otros se refleja también en
nosotros m ism os. Así que si se pudiera definir qué es
una iglesia espiritual, sin duda esa definición debería in
cluir la idea de que es aquella en la que todos sus miem
bros están involucrados en algún ministerio de servicio a
favor de la humanidad y como respuesta al gran amor de
Dios por ellos.
Hay muchísimas personas que deben ser alcanzadas a
través de la predicación, de los estudios bíblicos, o por
medio de la identificación de sus necesidades unida a
un sincero esfuerzo por ayudarlas a suplirlas. Estas per
sonas son hombres y mujeres, jóvenes y adultos, niños y
ancianos, de todas las razas, nacionalidades y estratos
sociales y económicos. Esto quiere decir que hay muchl
simo que hacer, hay trabajo para todos, en todas partes
y a todas horas. Todo lo que se pueda hacer para restau
rar la imagen de Dios en una persona, debe hacerse. L
buena noticia es que todos podemos hacer algo, y ca a
congregación debe ser una escuela de servicio a a co
munidad y al prójimo.
Cada iglesia debe ayudar a sus miembros a encont
su lugar en la grande y abarcante obra de
esta manera como los creyentes crecen en a
en obras y en espiritualidad. Cuando una iglesia se
180
P E L IG R O : ¡SANTOS EN CONSTRUCCIÓN!
ella misma el centro de atención, solo se dedica a m an
tener contentos a sus miembros, pero cuando la con
gregación tiene como meta preparar a cada creyente
para el reino de los cielos, entonces se dedica a enseñar
y proveer oportunidades para que las personas que la
forman disfruten de la experiencia de servir a Dios,
ayudando a sus prójimos. Visita cualquier iglesia que
esté organizada para el servicio, y sin duda encontrarás
personas que están creciendo en su vida espiritual.
Ingredientes inmejorables
Espíritu Santo entre todos los creyentes. Es Dios quien pro
duce y da la unidad a su iglesia. La unidad es posible por
que depende del poder divino. Si dependiera de nosotros,
sería una utopía.
Imagina por un momento lo que costaría lograr que
personas de todas las razas, naciones, tribus, lenguas, cul
turas y trasfondo social, político y económico pudieran fun en
cionar unidas. ¿Te acuerdas de la película Misión imposible?
Sería un buen título para describir tal empeño. Por eso Dios
no nos dejó a nosotros la responsabilidad de que nos unié
ramos, sino que él mismo genera esa unidad, para lo cual
nos da la capacidad de estar unidos a través de él.
Es interesante notar en este punto que Pablo les dijo a los
hermanos de Éfeso que Dios «se había propuesto en sí mis
mo [.. .J reunir todas las cosas en Cristo, en el cumplimiento
de los tiempos establecidos, así las que están en los cielos
como las que están en la tierra» (Efe. 1: 9-10). Puede afir
marse correctamente que la unidad de la iglesia es solo po
sible en Cristo y por Cristo. Fuera de esto no existe ningún
otro elemento, programa, actividad o persona que pueda ga
rantizar la unidad del pueblo de Dios. Solo el amor que sen
timos los creyentes por Cristo puede hacer posible que nos
unamos en la decisión de amarle y obedecerle en todo. Esa
es la unidad que viene del Espíritu Santo y que nos es dada
por Dios, con la única condición de que procuremos man
tenerla.
Como puede verse, la unidad genuina es una prueba in
equívoca de que una congregación goza de salud espiritual.
Si no existe unidad entre los creyentes de una congregación,
eñ tal caso será evidente que no habrán podido mantener
ese beneficio espiritual que el Señor les concede a sus hijos.
También quedará claro en esa congregación que el amor por
Dios se encuentra ausente y que no existe el suficiente com
promiso de obedecer su Palabra, ya que estos dos elemen
tos son los que hacen posible la unidad en Cristo y por
182
Cristo. El mayor problema cuando nos peleamos, critica
P E L IG R O : ¡SANTOS EN CONSTRUCCIÓN!
C o„ independencia » « ■ »
184
P E L IG R O : ¡SANTOS EN CONSTRUCCIÓN!
ella el Señor no ha provisto algo que contribuya a su edifi
cación. Si una iglesia quiere mantener el vínculo de la paz
que es necesario para la unidad en Cristo, debe asegurarse
de edificar a todos. La única forma de lograrlo es siendo
una iglesia cristocéntrica, enseñando todo lo que el Señor
ha mandado, y exhortando a todos a que simplemente se
sometan a la Palabra de Dios como regla de fe y de práctica.
Cuando Cristo es exaltado por medio de su Palabra, todos
son atraídos, y entonces hay paz y también unidad.
Disciplina y santidad,
necesario ingrediente adicional
Un ingrediente más que no debe faltar en ninguna con
gregación que esté interesada en ver a todos sus miembros
redimidos para la eternidad es el apego irrestricto a una
sana disciplina cristiana y a la santidad. Hoy día, es más fá
cil ver iglesias que se promueven bajo los conceptos de
prosperidad, sanidad, milagros, y sueños cumplidos, que
con valores como disciplina o santidad. Para algunos, la
iglesia no es más que un negocio y un espectáculo y debe
ser presentada como tal. Según ellos, las personas lo que
necesitan es saber qué beneficios materiales e inmediatos
obtendrán por ser parte de una congregación. Además,
para quienes piensan así, la iglesia debe garantizar que los
que vengan a sus reuniones se lo pasen bien, se entretengan
Ingredientes inmejorables
y nunca de espectáculo superficial que solo se conforma
con entretener. Son memorables sus palabras a una multi
tud que andaba detrás de él por razones equivocadas, y a la
que hizo saber que el cristianismo no es un programa de
sonrisas veinticuatro horas al día y siete días a la semana,
ni un sitio al que vienes a sembrar una semillita para que
Dios cumpla todos tus sueños.
Por bonitas que suenen estas ideas, no son bíblicas y pre en
sentan falsas expectativas. Fíjate en lo que dijo Jesús: «Si
alguno viene a mí y no aborrece a su padre, madre, mujer,
hijos, hermanos, hermanas y hasta su propia vida, no puede
ser mi discípulo. El que no lleva su cruz y viene en pos de
mí, no puede ser mi discípulo [...]. ¿O qué rey, al marchar a
la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si
puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con
veinte mil? [...] Así, pues, cualquiera de vosotros que no re
nuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo»
(Luc. 14: 26-28, 31, 33).
Como consta en estas palabras, el fundador del cris
tianismo plantea claramente que tomar la decisión de ha
cerse su discípulo en este mundo implica pagar un pre
cio. Es una insensatez que una iglesia se dedique a hacer
creer a sus miembros que ser cristiano significa aplicar
simplemente una cuantas mejoras a la vida anterior, igno
rando que lo que propone la Biblia es un cambio radical
que se define como un nuevo nacimiento (ver Juan 3: 3-8;
2 Cor. 5: 17). Jesús nos animó a que procurásemos poner El cristianismo
a Dios en primer lugar, a estar dispuestos a soportar la burla, no es un programa
el menosprecio e incluso la discriminación por causa de de sonrisas
nuestra fe, y describió el día a día de un cristiano en térmi veinticuatro horas
nos de una lucha, tan desigual, humanamente hablando, en al día y siete días
Un mundo en el que la mayoría está de parte del enemigo a la semana.
de Dios.
Basándose en estas descripciones, las iglesias que de
seen ver a sus miembros redimidos para la eternidad se
m°strarán serias a la hora de ayudarles a desarrollar una
186
P E L IG R O : ¡SANTOS EN CONSTRUCCIÓN!
adecuada disciplina cristiana, como también una vida de
santidad. Por supuesto, si el afán de una congregación es
llenar su local de personas, entonces probablemente sería
mejor no poner mucho énfasis en la disciplina y la santi
dad; pero si su interés es estimular a quienes vengan, sean
muchos o pocos, a tener una experiencia de salvación en
Cristo, entonces de estas cosas tenemos que hablar.
Pablo dijo que sin santidad, «nadie verá al Señor»
(Heb. 12:14). Además recomendó a los miembros de la igle
sia de Corinto que tuviesen al menos la misma dedicación
y disciplina que mostraban los atletas que participaban en
los juegos que se celebraban en su tiempo (ver 1 Cor. 9: 24-
27). A los filipenses les pidió directamente que se ocuparan
de su «salvación con temor y temblor» (Fil. 2: 12), y lo
mismo hizo en un plano individual con Timoteo cuando le
animó diciendo: «Pelea la buena batalla de la fe, echa
mano de la vida eterna» (1 Tim. 6: 12), y con Tito cuando
le exhortó a que se presentara «en todo como ejemplo de
buenas obras; en la enseñanza, mostrando integridad, se
riedad, palabra sana e irreprochable, de modo que el ad
versario se avergüence y no tenga nada malo que decir»
(Tito 27-8).
Pablo reclamó esta misma disciplina y santidad para los
que ocupan puestos de liderazgo espiritual en la iglesia:
«El anciano debe ser irreprochable, marido de una sola
mujer, y que tenga hijos creyentes que no estén acusados
de disolución ni de rebeldía [...]. Irreprochable como ad
ministrador de Dios, no soberbio, no iracundo, no dado al
vino, no amigo de contiendas, no codicioso de ganancias
deshonestas. Debe ser hospedador, amante de lo bueno,
sobrio, ju sto, santo, dueño de sí mismo, retenedor de la
palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también
pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que
contradicen» (Tito 1: 6-9). Cuando uno lee y medita en to
das estas cosas, es muy difícil no reconocer que la iglesia y
los cristianos necesitamos disciplina y santidad.
Y Pablo no dijo que esto fuera solo necesario para los que
Ingredientes inmejorables
dirigen, sino que instruyó que se impartieran directrices se
mejantes a los jóvenes, las mujeres, los ancianos y ancianas
las viudas, los esclavos, los amos; en fin, a todos Porque
para el apóstol, sin duda la vida cristiana era una carrera que
había que seguir cada día, sin desmayar, hasta alcanzar la
meta final. Así es como él la veía, y así fue como el Espíritu
Santo le inspiró a describirla para todos nosotros. Y cuando
finalmente resum ió su experiencia con el Señor, lo hizo
también en términos semejantes, al decir: «He peleado la
buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por
lo demás, me está reservada la corona de justicia, la cual me
dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino
también a todos los que aman su venida» (2 Tim. 4: 7-8).
No debe haber dudas acerca de esto, una congregación
que ama a sus miembros y procura su salvación será una
congregación que valora la vida en santidad, la reconoce y la
promueve. Quienquiera que le haga pensar a alguien que
puede vivir haciendo lo que desee y que aun así todo estará
bien con Dios, sencillamente no muestra preocupación por
el destino de esa persona.
Todos nosotros somos pecadores débiles, que comete
mos errores consciente e inconscientemente de manera
continua. Nuestra salvación, nuestra fe, nuestro caminar
con Dios, depende de la gracia divina. Pero la gracia provee
medios de crecimiento y superación a través de la disciplina
y la santidad. No requiere Dios estas facetas para castigarnos
o para privamos de ser felices, todo lo contrario. A todos nos
conviene ser parte de una iglesia que no comulga con el pe
cado, y que reprende con el debido espíritu las acciones y ac
titudes que chocan con la voluntad de Dios.
Nuestra experiencia cristiana crece y se fortalece en una
congregación donde se nos anime constantemente a procu
rar el ideal divino, a rechazar con todas nuestras fuerzas e
Pecado, las tentaciones de Satanás y todo aquello que pue a
Poner en peligro nuestra relación con Cristo. Navegan
188
P E L IG R O : ¡SANTOS EN CONSTRUCCIÓN!
deriva no es muy probable que alguien llegue al reino de los
cielos. Escogiendo cualquier camino, o creyendo cualquier
cosa, no hay garantías de que lleguemos a la patria celestial.
Jesús dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene
al padre si no es por mí» (Juan 14: 6). Cada iglesia y cada
cristiano hemos sido llamados a andar por ese camino y esa
verdad en santidad y disciplina. Para eso hemos sido aparta
dos, y para eso nos ha dado Dios todo tipo de instrucción
que nos prepara perfectamente para toda buena obra.
Apreciado/a lector/a, se acerca el día en que Dios con
cluirá la preparación de esta divina receta que hemos lla
mado «Redimidos para la eternidad». No hay duda de que el
Señor cuenta con la única cocina en que se puede preparar
este plato, que es su iglesia, y de que también tiene a su dis
posición los mejores ingredientes que acabamos de deta
llar aquí. Sin duda le sobra amor y dedicación para termi
nar esta buena obra que él comenzó. Sé que por ello no
descansará hasta que presente ante sí mismo y ante todo el
universo a su iglesia redimida, sin manchas, arrugas, ni co
sas semejantes, y reciba el honor, la gloria y la alabanza por
los siglos de los siglos. Amén.
¡Ojalá entonces tú también estés ahí!
de que la iglesia llevará a cabo bajo los ataques insistentes y despiadados del
enemigo. Por eso Jesús anunció desde el primer día que el
es un espacio
infiemo no prevalecería contra la iglesia (ver Mat. 16: 18).
en donde no deberían
Pero esta misma declaración prueba que el Señor deseaba
existir problemas
alertarnos sobre el hecho de que el infierno lo intentaría
ni personas
hasta el final.
que pequen,
Entonces la idea de que la iglesia es un espacio en donde
no se corresponde
no deberían existir problemas ni personas que pequen, no
con el cuadro bíblico se corresponde con el cuadro bíblico que más bien habla de
que más bien habla una lucha o guerra espiritual (ver Luc. 15: 30-32). En el
de una lucha campo en el que Dios está trabajando, se ha infiltrado un
o guerra espiritual. enemigo para tratar de dañar la cosecha. Eso explica la
197
presencia del trigo y la cizaña. La iglesia es realmente un
dote en ellos?
La iglesia es buena y perfecta para lo que Cristo la hizo,
hs necesaria porque todos nosotros necesitamos ser cura
dos del pecado y ella es el hospital divino. Necesitamos ser
perdonados y aceptados por Dios, y ella es el ámbito desta
eado en el que el Señor ofrece y exhibe su gracia para todas
204
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