(…) Comparemos las bendiciones celestiales a un enorme montón de leña.
Imaginen en el centro un pequeño montículo de yesca, cubierto por una capa de astillas de madera. Después hay palos, luego pequeños troncos y finalmente troncos enormes. Ese montón de leña contiene una inmensa cantidad de combustible, capaz de producir luz y calor durante días. Imaginen junto al montón de leña una única cerilla, del tipo de las que tienen punta de fósforo. Para que se libere la energía del montón de leña, es necesario encender la cerilla y prender la yesca, la cual comenzará a arder rápidamente y hará que se enciendan los troncos más grandes. Una vez que comienza la reacción de combustión, esta continúa hasta que se quema toda la leña o hasta que el fuego quede desprovisto de oxígeno. Encender la cerilla y prender la yesca son pequeñas acciones que permiten que se libere la posible energía de la leña. Nada sucede hasta que se enciende la cerilla, independientemente del tamaño del montón de leña. Si se enciende la cerilla pero no se acerca a la yesca, la cantidad de luz y calor liberada solo de la cerilla es minúscula y la energía de combustión del montón de leña permanece sin ser liberada. Si en algún momento no hay suministro de oxígeno, la reacción de combustión se detiene. De manera similar, la mayoría de las bendiciones que Dios desea darnos requieren acción de nuestra parte, acción basada en nuestra fe en Jesucristo. La fe en el Salvador es un principio de acción y de poder. Primero actuamos con fe y luego viene el poder, de acuerdo con la voluntad y el tiempo de Dios. El orden es crucial. Sin embargo, la acción que se requiere siempre es minúscula en comparación con las bendiciones que finalmente recibimos. (…) El principio de activar las bendiciones que fluyen de Dios es eterno. Al igual que esos antiguos israelitas, nosotros también debemos actuar según nuestra fe en Jesucristo para ser bendecidos. Dios ha revelado que “hay una ley, irrevocablemente decretada en el cielo (…) La salvación viene solo mediante los méritos y la gracia de Jesucristo. La inmensidad de Su sacrificio expiatorio significa que el montón de leña es infinita; que nuestras endebles acciones se aproximan a cero en comparación; pero no son cero, y no son insignificantes; en la oscuridad, una cerilla encendida puede verse desde kilómetros. De hecho, se la puede ver desde el cielo porque se requieren pequeños actos de fe para activar las promesas de Dios. Para recibir una bendición deseada de Dios, actúen con fe, encendiendo la cerilla metafórica de la cual depende la bendición. Cada uno de nosotros es responsable de abrir y estudiar Ven, sígueme para uso individual y familiar, junto con las Escrituras y otros materiales de Ven, sígueme. Debemos analizarlos con nuestra familia y amigos y organizar nuestro día de reposo para encender un fuego metafórico. (…) O podemos dejar los recursos amontonados en una pila en nuestro hogar, con la posible energía sepultada en su interior. Los invito a activar fielmente el poder celestial para recibir bendiciones específicas de Dios. Ejerzan la fe para encender la cerilla y prender el fuego. Suministren el oxígeno necesario mientras esperan pacientemente en el Señor. (Tener muchas bendiciones, Liahona abril 2019)