You are on page 1of 9

DERRUMBE Y RECONSTRUCCION DEL OCCIDENTE LATINO

La novedad cristiana y las postrimerias del imperio romano de occidente

El 27 febrero del año 380, el cristianismo se convirtió en la religión exclusiva del


Imperio Romano por un decreto del emperador Teodosio, lo que tuvo trascendentales
consecuencias.

El decreto unió las raíces judeo-cristianas del continente europeo con la cultura greco-
romana. Hasta el Concilio de Nicea, en el año 325, las iglesias cristianas eran
incendiadas, quienes profesaran la religión cristiana eran perseguidos y su patrimonio
era confiscado. Particularmente bajo el emperador Diocleciano (245-316) se intensificó
la persecución cristiana. Diocleciano quería revivir los viejos cultos paganos y que éstos
se convirtieran en la religión del imperio. Pero su política anticristiana fracasó y fue
eliminada por su sucesor, el emperador Constantino (285-337).
El aparato militar y el administrativo funcionaban bien en el Imperio Romano. Una
zona de libre comercio había impulsado el bienestar económico. Los habitantes de
Roma gozaban de derechos civiles, lo que promovía una creciente cohesión entre la
población, sin embargo, no había libertad religiosa.

Concilio de Nicea
El 19 de junio de 325, Constantino intervino en un conflicto eclesiástico. Para dirimir
entre las partes invitó a los obispos cristianos a un Concilio en Nicea, cerca de
Estambul. No era la imposición del cristianismo como religión del Estado el objetivo del
encuentro, en el que participaron más de 300 representantes eclesiásticos, sino sobre
todo alcanzar una paz religiosa que estabilizara el Imperio. Tras largos debates, el
emperador Constantino decidió llegar a un arreglo según el cual Jesús y Dios
representaban una misma entidad. Con la firma de esta definición por parte de los
eclesiásticos presentes fueron suspendidas las persecuciones contra cristianos.
Para los practicantes de la religión cristiana la situación mejoró. El 27 de febrero de
380, el emperador romano de Oriente Teodosio (347-395) firmó, en presencia del
emperador romano de Occidente Valentiniano (371-392) y su co-gobernante medio
hermano Graciano (359-383) un decreto con el que declaró al cristianismo religión del
Estado y estipuló un castigo a quienes practicaran cultos paganos. El decreto “Cunctos
populos”, concedía no sólo un lugar preponderante al cristianismo, sino que también
suponía la persecución contra quienes practicaran otra fe.
“Todos los pueblos, sobre los que lideramos un suave y mesurado regimiento, deberán
adoptar la religión que el divino apóstol Pedro hizo llegar a los romanos, que profesa el
pontífice de Damasco así como el Obispo Pedro de Alejandría (…) Eso significa, que
según la sabiduría apostólica y la doctrina evangélica creemos en la igualdad
majestuosa y santa trinidad de la divinidad integrada por Dios Padre, Dios Hijo y
Espíritu Santo.
Sólo quienes obedezcan este decreto podrán ser llamados cristianos católicos. Los
restantes a quienes declaramos dementes y locos, tienen la vergüenza de seguir la
doctrina hereje. Sus lugares de reunión no podrán ser considerados templos”.

Simbiosis entre la Antigüedad y el Cristianismo


Con el mismo fanatismo con el que antes fueron perseguidos los cristianos y judíos,
ahora se hostigó a quienes practicaran otra fe. La realización de cultos paganos fue
considerada alta traición y los templos y lugares sagrados fueron destruidos, como el
Oráculo de Delfos, el recinto sagrado al que acudían los griegos para consultar a los
dioses. No obstante, aquel 27 de febrero de 380 se convirtió en un hito de la historia
europea porque unió las raíces judeo-cristianas con la antigüedad greco-romana, una
simbiosis que trasciende hasta la actualidad.
La prehistoria greco-romana del continente y la religión judeo-cristiana marcaron
decisivamente Europa, para bien y para mal, pues en los siglos siguientes los cristianos
no sólo ayudaron a los pobres en nombre de la cruz, sino que también asesinaron en
nombre de Dios a críticos y disidentes.

El Mundo Germanico y su fusion con el Romano.

En los primeros años del siglo V, los pueblos germánicos, empujados por los jinetes
hunos, franquearon las fronteras romanas y penetraron en el Imperio Romano de
Occidente.
A principios del siglo VI, estos pueblos se instalaron en las ruinas de una Roma que
había sido incapaz de mantener el control en su vasto territorio.
La fecha de 476 marca en la historia tradicional el quiebre entre la existencia
del Imperio Romano y el comienzo de un nuevo orden llamado arbitrariamente la
“Edad Media”, sin embargo, ese nuevo orden no se construyó de la noche a la mañana
y, los cambios en la vida cotidiana no tenían el ritmo de la agitada esfera política.
Durante este período de lenta transformación social, existió en todo el territorio
europeo una coexistencia entre dos tipos de culturas diferentes, la romana y
la germánica.
A principios del siglo VI, estos pueblos se instalaron en las ruinas de una Roma que
había sido incapaz de mantener el control en su vasto territorio.
La fecha de 476 marca en la historia tradicional el quiebre entre la existencia
del Imperio Romano y el comienzo de un nuevo orden llamado arbitrariamente la
“Edad Media”, sin embargo, ese nuevo orden no se construyó de la noche a la mañana
y, los cambios en la vida cotidiana no tenían el ritmo de la agitada esfera política.
Durante este período de lenta transformación social, existió en todo el territorio
europeo una coexistencia entre dos tipos de culturas diferentes, la romana y
la germánica.
Fueron precisos largos años para que las comunidades se asociaran hasta el punto de
mezclar sus tradiciones y formar una verdadera nación. Los obstáculos para esta fusión
eran ciertamente numerosos, por empezar, cada comunidad tenía su propia lengua,
hasta era casi imposible comunicarse.
Los germanos centraban la educación de sus hijos en la guerra, mientras que
los romanosestaban acostumbrados a trabajar la tierra, en el campo, o a dedicarse a
labores comerciales, artesanales o estatales en las ciudades.
Pero la brecha más poderosa, quizá, entre las dos culturas fue la religión, esa
característica que, bajo el lema de la evangelización, marcó la Antigüedad Tardía y
transformó por entero a Europa.
El Imperio Romano y la Iglesia (católica) se habían ido identificado una con la otra al
punto de implicarse mutuamente. Cuando los germanos eran paganos, como los
francos o los sajones, escuchaban más permisivamente a los misioneros romanos.
Pero gran parte de los pueblos germánicos se había convertido ya a una forma de la fe
cristiana que la Iglesia había declarado herética: el arrianismo, que ofreció una fuerte
resistencia a la predicación católica.
En algunos lugares, prevaleció una cultura sobre otra. Por ejemplo en el sudeste de
Inglaterra y en los confines de Germania, donde la presencia romana era ya débil, la
cultura de los sajones dominó por entero las nuevas costumbres de las comunidades.
En otras regiones, por el contrario, los germanos sólo representaron una minoría. Los
vándalos de Cartagena o los ostrogodos en Italia representaron amenazas fuertes pero
pasajeras para el orden romano, que estaba bien enraizado en la comunidad.
Durante estos primeros períodos hubo yuxtaposición y segregación entre las dos
culturas. Por ejemplo, en la región cerca de París, la comunidad germánica fundó la
villa de Clignancourt, que se instaló al lado de la villa romana de Clichy.
Algunos kilómetros separaban los dos asentamientos, entre ellas se levantaba una
barrera: cada comunidad obedecía la ley que su cultura imponía. En un mismo
territorio no se castigaba de la misma manera el mismo delito.
Los romanos seguían rigiéndose bajo la lex romana. Los germanos conservaban sus
leyes, que luego escribieron en latín.
Pero el tiempo trabajó en favor de la fusión: pasaron generaciones y borró el recuerdo
del origen diferente de cada comunidad, los individuos se aproximaron.
¿Cuál de las dos culturas predominó? En cierto punto, cabe decir que los germanos se
romanizaron. Pero esto fue más notorio en las clases altas. Los jefes adoptaron la
lengua que hablaba la mayoría de sus súbditos, el latín. Pero este latín, tan difícil de
aprender, fue modificándose, simplificándose, y llenándose de términos germánicos.
Así nacieron las lenguas románicas.
En los sectores bajos y medios de la sociedad, que eran la mayoría y, en definitiva, el
principal motor del cambio, sería más apropiado hablar de una
preponderancia germánica.
Con el tiempo, la cultura europea comenzó a orbitar cada vez más alrededor de
la guerra, un rasgo marcadamente germánico que perduraría durante todo el período
medieval.
Causas de las migraciones
En sentido más restringido, las denominaciones "invasiones bárbaras" o "migraciones
germánicas" son distintas denominaciones historiográficas para el periodo
histórico caracterizado por las migraciones masivas de pueblos
denominados bárbaros ("extranjeros", que no hablaban una lengua "civilizada" como
el latín o el griego) hacia el Imperio romano, que llegaron a invadir grandes
extensiones de este, ocupandolas violentamente o llegando a acuerdos políticos, y que
fueron la causa directa de la caída del Imperio romano de Occidente (la deposición del
último emperador de Occidente se produjo en el 476, aunque su poder ya no era más
que una ficción jurídica).
Tuvieron lugar a lo largo de un ciclo histórico de larga duración, entre los siglos III y VII,
y afectaron a la práctica totalidad de Europa y la cuenca del Mediterráneo, marcando
la transición entre la Edad Antigua y la Edad Media que se conoce con el nombre
de Antigüedad tardía.
Entre 238 y 285 pasaron 19 emperadores, los cuales —incapaces de tomar las riendas
del gobierno y actuar de manera concorde con el Senado— terminaron por situar a
Roma en una verdadera crisis institucional. Durante este mismo período comenzó la
llamada invasión pacífica, en la cual varias tribus bárbaras se situaron, en un principio,
en los limes del Imperio debido a la falta de disciplina por parte del ejército, además de
la ingobernabilidad producida en el poder central, incapaz de actuar en contra de esta
situación.
Por otro lado, las guerras civiles arruinaron al Imperio, el desorden interno no sólo
acabó con la industria y el comercio, sino que debilitó a tal punto las defensas de las
fronteras imperiales que, privadas de la vigilancia de antaño, se convirtieron en
puertas francas por donde penetraron las tribus bárbaras.
Tras una breve «estabilización» del Imperio, en manos de algunos emperadores
fuertes como Diocleciano, Constantino I el Grande y Teodosio I, el Imperio se dividió
definitivamente a la muerte de este último, dejándole a Flavio Honorio el sector de
Occidente, con capital en Roma, y a Arcadio el sector Oriental, con capital en
Constantinopla.

Caída del imperio en Occidente

En el año 476 d.C cayó definitivamente el Imperio Romano de Occidente. Así aparece
recogido en todos los libros de historia, pero a decir verdad Roma ya venía perdiendo
bastante fuelle en los últimos años, concretamente durante un siglo antes. Hoy
queremos daros algunas de las causas de la caída del Imperio Romano.
Causas que provocaron la caída del Imperio Romano

Para que todo un gran imperio como este se desmoronara tuvieron que confluir
muchos factores. Todo empezó, puede decirse, en el año 285, cuando el imperio se
divide en Oriente y Occidente. Los recursos y la población disminuyó bastante, y esto
lo acusó el imperio muy fuerte. Precisamente la falta de recursos en Occidente se vio
en la pérdida de riqueza de su gobierno. Esto conllevó a la subida de impuestos, la
reducción de las ventas y el aumento del desempleo.

Otra de las causas fue la llegada del cristianismo, en el sentido de que se desmitificó
completamente la figura del emperador, considerado antes como un dios.
Curiosamente esto provocó que ya poca gente se interesaba en la vida militar, por lo
que el ejército ya no era ni mucho menos de lo mejorcito del imperio. Se contrataron
bárbaros para formar las legiones, gente sin ninguna lealtad a Roma.

Este ambiente enrarecido beneficiaba al surgimiento de las corrupciones políticas. Los


excesos de los emperadores y los altos funcionarios llevaron a la ruina al gobierno del
imperio. No había dinero para nada, lo que conllevó que incluso la salud pública se
resquebrajara. La gente moría de hambre por las calles. El Imperio Romano se hundía
lentamente.

Ante una situación así, ¿quién no hubiese aprovechado la ocasión para lanzarse sobre
Roma y conquistarla?. Era el momento propicio, y los pueblos bárbaros no pudieron
esperar más. Desde finales del siglo IV los galos, antiguos oprimidos, se venían
levantando contra Roma. Ahora no encontraban tanta oposición como antes.

A ellos se les unieron los visigodos y los vándalos, ávidos de conquistar un imperio
inmenso. Fue ya en el año 476 cuando Roma, una ciudad destruida moral, social,
económica y políticamente, no pudo más. Acababa así el Imperio Romano de
Occidente, una de las civilizaciones más grandes y potentes de la historia.

Asentamientos de los pueblos germanos


Entre los años 235 y 285 Roma estuvo sumida en un periodo de anarquía y guerras
civiles. Esto debilitó las fronteras. Los germanos, en busca de nuevas tierras, se
desplazaron hasta la frontera norte del imperio. Los emperadores de la época
permitieron la entrada de los germanos bajo dos condiciones: debían actuar
como colonos y trabajar las tierras, además de ejercer como vigilantes de frontera. Sin
embargo, esta pacificación terminó cuando Atila, el rey de los hunos, comenzó a
hostigar a los germanos, que habían invadido el Imperio.
Luego de la retirada de los hunos, las tribus bárbaras se establecieron en el interior del
imperio: los francos y burgundios tomaron la Galia; los suevos, vándalos y visigodos se
asentaron en Hispania; los hérulos tomaron la península itálica tras derrotar y destituir
al último emperador romano, Rómulo Augústulo (476). Posteriormente, los hérulos se
enfrentarían a los ostrogodos, saliendo estos últimos victoriosos, y haciéndose con el
control de toda la península itálica. Cabe destacar que, si bien los germanos no eran
muy desarrollados culturalmente, asimilaron muchas de las costumbres romanas,
desarrollándose así como parte de la actual cultura occidental
Supervivencia del Imperio Romano de Oriente
El Imperio bizantino fue el Estado heredero del Imperio romano que pervivió durante
toda la Edad Media y el comienzo del Renacimiento y se ubicaba en el Mediterráneo
oriental. Su capital se encontraba en Constantinopla,(actual Estambul), cuyo nombre
más antiguo era Bizancio. También se conoce al Imperio bizantino como Imperio
romano de Oriente, especialmente para hacer referencia a sus primeros siglos de
existencia, durante la Antigüedad tardía, época en que el Imperio romano de
Occidente continuaba todavía existiendo.
A lo largo de su dilatada historia, el Imperio bizantino sufrió numerosos reveses y
pérdidas de territorio, especialmente durante las Guerras Romano-Sasánidas y
las Guerras arabo-bizantinas. Aunque su influencia en África del Norte y Oriente
Próximo había entrado en declive como resultado de estos conflictos, continuó siendo
una importante potencia militar y económica en Europa, Oriente Próximo y
el Mediterráneo oriental durante la mayor parte de la Edad Media. Tras una última
recuperación de su pasado poder durante la época de la dinastía Comneno, en el siglo
XII, el Imperio comenzó una prolongada decadencia durante las Guerras otomano-
bizantinas que culminó con la toma de Constantinopla y la conquista del resto de los
territorios bajo dominio bizantino por los turcos, en el siglo XV.
Durante su milenio de existencia, el Imperio fue un bastión del cristianismo, e impidió
el avance del Islam hacia Europa Occidental. Fue uno de los principales centros
comerciales del mundo, estableciendo una moneda de oro estable que circuló por toda
el área mediterránea. Influyó de modo determinante en las leyes, los sistemas políticos
y las costumbres de gran parte de Europa y de Oriente Medio, y gracias a él se
conservaron y transmitieron muchas de las obras literarias y científicas del mundo
clásico y de otras culturas.
En tanto que es la continuación de la parte oriental del Imperio romano, su
transformación en una entidad cultural diferente de Occidente puede verse como un
proceso que se inició cuando el emperador Constantino I el Grande trasladó la capital a
la antigua Bizancio (que entonces rebautizó como Nueva Roma, y más tarde se
denominaría Constantinopla); continuó con la escisión definitiva del Imperio romano
en dos partes tras la muerte de Teodosio I, en 395, y la posterior desaparición, en 476,
del Imperio romano de Occidente; y alcanzó su culminación durante el siglo VII, bajo el
emperador Heraclio I, con cuyas reformas (sobre todo, la reorganización del ejército y
la adopción del griego como lengua oficial), el Imperio adquirió un carácter
marcadamente diferente al del viejo Imperio romano. Algunos académicos,
como Theodor Mommsen, han afirmado que hasta Heraclio puede hablarse con
propiedad del Imperio romano de Oriente y más adelante de Imperio bizantino, que
duró hasta 1453, ya que Heraclio sustituyó el antiguo título imperial de «augusto» por
el de basileus (palabra griega que significa 'rey' o 'emperador') y reemplazó el latín por
el griego como lengua administrativa en 620, después de lo cual el Imperio tuvo un
marcado carácter helénico.
Cesaropapismo y Justiniano

Cesaropapismo, es un término referido a las relaciones entre Iglesia y Estado, que


identifica o supone la unificación en una sola persona, normalmente el emperador,12
del poder político y poder religioso.
El cesaropapismo en Occidente se inició en el año 800, cuando el papa León III coronó
a Carlos (Carlomagno, rey de los francos y lombardos, y patricio de los romanos) como
Emperador de un restaurado Imperio Romano que, prolongado en sus sucesores, será
conocido como Imperio carolingio (800-843); ocasionando dos efectos: el apoyo de la
Iglesia al Estado y viceversa, el apoyo del Estado a la Iglesia. Este apoyo mutuo derivó
en un cesaropapismo, que sostenía la teoría del origen divino de los reyes (derecho
divino de los reyes) y les daba poder absoluto sobre la religión y el gobierno a la misma
vez.
El emperador utilizaba todos los apelativos que suenen a descendiente de los
emperadores romanos, se denominará augusto, rey de los romanos (y adquirirá un
carácter sagrado, proclamándose Hijo adoptivo de Dios de quien recibe directamente
el poder). Pero seguía siendo coronado por el Papa, aunque el emperador se considera
el legítimo sucesor de Pedro.
Posteriormente algunos emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico, entre
ellos Enrique III, Federico I y Federico II promovieron la idea de que el emperador es
la cabeza visible de la Iglesia,5 y tiene en ella más autoridad que el papa.
El cesaropapismo alcanza su cima con Enrique III (1039-1056). Este rey era un
verdadero dispensador de cargos eclesiásticos6 y obligó al papa Gregorio VI a convocar
el Concilio de Pavía y el Sínodo o Concilio de Sutri,7 en el 1046.

Justiniano (527-565), que pertenecía a una dinastía de origen macedónico,


considerada a Bizancio como la única sucesora legítima de la grandeza de Roma.
Intentó recuperar la unidad romana y para ello atendió dos aspectos fundamentales: la
reconquisto de los territorios occidentales y el fortalecimiento del poder real.
En el año 527, al morir el viejo, emperador Justiniano, le sucedió su sobrino. Justiniano.
Pertenecía a una humilde familia de campesinos macedónicos, pero poseía gran
talento: era sumamente culto y de gran inclinación artística, aunque carecía de energía
suficiente. Estaba casado con la célebre TEODORA, mujer de fama escandalosa, pero
dotada de extraordinario talento e indomable voluntad. A ella debió Justiniano. gran
parte del éxito de su gobierno.
Apenas llegados al trono, el sueño de la pareja imperial fue volver a resucitar el
antiguo Imperio Romano. Y para integrarlo, Justiniano planeó numerosas campañas,
sirviéndose de los dos militares más grandes de su época, los generales BELISARIO y
NARSES
• Comenzó invadiendo el norte de África y apoderándose, en el año 533, del reino que
allí habían establecido Los Vándalos.
• Luego sus tropas cruzaron el estrecho y atacaron a los Visigodos, adueñándose de
toda la zona sur de España.
• Después emprendió lo más difícil: la reconquista de Italia, dominada en ese entonces
por los Ostrogodos. La guerra fue larga y costosa, pero en el 553 los orientales eran
dueños de toda la península.
Así estuvieron a un paso de reconstruir el antiguo Imperio: todo el Mediterraneo era
nuevamente un ‘lago romano”, y sólo faltaba reconquistar las Galias y las provincias
del Danubio.
Pero este sueño no pudo realizarse: en él otro extremo del imperio se habían
levantado, una vez mas, los eternos enemigos de los romanos.

EL CÓDIGO JUSTINIANO: En cuanto a la organización interna, Justiniano dispuso una


gran codificación del derecho romano, que contribuía, además, al basamento de su
poder. En el año 528 ordenó elaborar un Código que recogía todos los decretos
imperiales que se habían redactado a partir del Edicto Perpetuo de Adriano,
A poco de subir al trono, el emperador encargó a su amigo el gran jurista TRIBONIANO
que revisara todas las Leyes Romanas a partir del Edicto Perpetuo de Adriano, las
armonizara con el cristianismo y finalmente las ordenara por materias. Y en el año 530
promulgó el famoso CÓDIGO que de inmediato se transformó en la base jurídica del
Imperio y de todo el Occidente.
Poco después, esta obra se completó 0con una colección de opinión y sentencias de
los más famosos jueces romanos, las PANDECTAS,. Digesto, y además un manual para
los estudiantes de abogacía, INSTITUTAS. Finalmente, le añadió las NOVELAS, es decir
las ley nuevas promulgadas durante su gobierno.
Así, por obra de Justiniano, Roma continuo rigiendo al mundo sus leyes, casi hasta
nuestro siglo. También tuvo tiempo este gran emperador para dar un
fantástico impulso a las artes: en Constantinopla se multiplicaron los palacios los
templos ‘más espléndidos del mundo, y su Corte Imperial fue más fastuosa y brillante
que hasta entonces se había conocido.
Pero entre todas las obras sobresalió, sin discusión, la Catedral Santa Sofía (imagen): su
lujo y su esplendor en mármoles, mosaicos y pedreria constituyeron el símbolo de la
gloria del Imperio.
En Bizancio el poder del emperador era absoluto, no tenía ningún límite de carácter
constitucional. La Iglesia también estaba halo su autoridad, existía el cesaropapismo.
En Occidente, en cambio, la Iglesia mantuvo su independencia respecto del Estado.
Cesaropapismo: intromisión del poder político en las cuestiones eclesiásticas, “el César
es el jefe del Estado y el jefe de la Iglesia”. Justiniano intervenía activamente en la
religión: designaba a los prelados, resolvía cuestiones de fe, componía cantos litúrgicos
Los territorios recuperados por Justiniano se perdieron para el imperio luego de su
muerte.
Y A fines del siglo VI, los lombardos invadieron Italia y los visigodos restablecieron su
poderío en las costas de España.
En el siglo VII, un nuevo poder, el de los árabes y el Islam, le arrebató extensos
territorios (Egipto, Siria, Palestina y Africa). A partir del siglo IX se instalaron en los
Balcanes pueblos de origen eslavo (croatas y serbios).
El Imperio Bizantino quedó limitado al dominio del Asia Menor; su límite Norte era
Tracia. Igualmente, con períodos de esplendor y decadencia, Constantinopla fue la
única gran ciudad” de la Edad Media; heredera del esplendor y la vida animada de
Roma, logró mantenerse independiente hasta el siglo XV, cuando fue conquistada por
el poder turco.

You might also like