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6.

Semana (…Teología I Profesor Abel Velasco)


Inspiración e iluminación.

6.1. Inspiración

Si afirmamos que las Escrituras contienen la revelación verbal de


Dios y que a la vez son el producto de manos humanas, deberíamos
poder identificar en la propia Biblia la relación existente entre ambas.
Durante los últimos siglos, la expresión más comúnmente utilizada para
hacer referencia a esta relación tiene que ver con el término
“inspiración”. Este término comenzó a utilizarse en la Edad Media, y
proviene de la traducción latina de la Biblia (la Vulgata)9. Normalmente
se entiende como la obra sobrenatural del Espíritu Santo de Dios sobre
los autores humanos de la Escritura, de tal forma que lo que ellos
escribieron fue precisamente lo que Dios quiso que escribieran con el
propósito de comunicar su verdad. Este concepto tiene su base en dos
pasajes bíblicos.
El primero de ellos lo encontramos en la segunda carta de Pedro:
“porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los
santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu
Santo.” (2 P. 1.21). La expresión “siendo inspirados” es una
traducción del verbo griego “Ferovmenoi” que significa “llevar,
traer”10. Por lo tanto, el origen de las Escrituras no fue la voluntad
humana sino que estos hombres “fueron llevados” por Dios, según se
deduce del tiempo verbal utilizado: participio pasivo, nominativo,
plural.
Por otra parte, en la segunda carta a Timoteo, el término
inspiración ratifica el verdadero origen de las Escrituras: “Toda la
Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir,
para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios
sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Ti.
3.16). En este caso, el vocablo griego traducido con la expresión
“inspirada por Dios” es “Feovpneusto"”11 el cual se deriva de la
combinación de Theos (Dios) y pneo (respirar). Es decir que las
Escrituras tienen su origen en Dios mismo y que la revelación fue
“respirada”, “soplada” por Él mismo. Esto nos lleva a concluir que “la
Escritura tiene autoridad inherente en virtud de su inspiración por el

9
Nyenhuis, p. 47.
10
Bruno Corsani, Guía para el Estudio del Griego del Nuevo Testamento (Madrid,
España: Sociedad Bíblica, 2000), c1994.
11
Ibid.

6.1
Espíritu Santo… y por tanto se dirige al hombre con autoridad” 12. La
autoridad de la Biblia es histórica, porque contiene un registro
verdadero y fidedigno, y es normativa como regla de fe y conducta,
de allí que demanda del hombre absoluta sujeción13.

6.1.1. Su necesidad
Pero la revelación especial dada por Dios y plasmada en la Biblia
no fue dada de una sola vez ni a una sola persona; por el contrario,
Dios habló “muchas veces y de muchas maneras” (He. 1.1) a más de
40 escritores de distintos niveles culturales, sociales y profesionales,
en un lapso cercano a 16 siglos. De este hecho se derivan varias
consecuencias importantes. Por una parte, al ser escrita por muchas
personas a través de muchos siglos, no debe sorprender que contenga
tanta variedad de géneros literarios: poesía y prosa, narración y
discurso, oráculo y lamento, parábola y fábula, historia y teología,
genealogía y apocalíptica, proverbio y salmo, evangelio y epístola, ley
y literatura sapiencial, misiva y sermón, coplas y épica. Cada uno de
estos géneros tiene sus características propias y sus particularidades de
interpretación.
Por otra parte, a lo largo de esos 16 siglos se sucedieron muchos
cambios de diversa índole: sociales, culturales, políticos, económicos,
religiosos, etc., los cuales se ponen de manifiesto en la narrativa de los
hechos. Por ello, los diferentes momentos en la vida de cada autor
corresponden a realidades históricas complejas que es preciso entender
para lograr una buena comprensión de los hechos narrados. Además,
cabe la posibilidad de que un mismo pasaje se refiera a distintos
eventos separados en el tiempo, lo cual añade un elemento de
complejidad. También hay que considerar que todos los hechos
narrados tienen, además de un momento histórico, un momento
geográfico que también es de gran importancia para la comprensión de
los hechos. Otra situación que puede presentarse es la de
acontecimientos con varios referentes históricos, es decir, tratados en
diferentes libros bíblicos. En estos casos resulta de gran ayuda ubicar
el acontecimiento en todos esos libros, además de realizar las consultas
extrabíblicas, para su mejor comprensión.

12
Berkhof, p. 29.
13
Ibid., p. 30.

6.2
6.1.2. Teorías
En cuanto a la inspiración de la Biblia, ya definida al comienzo de
este tema, se han propuesto varias teorías para explicar el método
usado por Dios para plasmar su Palabra en lenguaje humano:
Inspiración mecánica, inspiración dinámica e inspiración orgánica,
descrita por Nyenhuis de la forma que se expone a continuación14.
 La inspiración mecánica
Supone que los hombres eran simples instrumentos o plumas en
manos del Espíritu Santo, totalmente pasivos y no necesariamente
conscientes; una variante de esta teoría asume que los escritores eran
simple amanuenses los cuales tomaban los “dictados”. Esta teoría no
explica cómo las experiencias, la preparación y sentimientos del escritor
forman parte de los mensajes. Nyenhuis considera que no son herejes
los que defienden esta teoría.
 La inspiración dinámica
La cual se pronuncia contra la intervención directa del Espíritu
Santo en la inspiración de las Escrituras poniendo en su lugar algo que
equivale a “iluminación” espiritual, diferente sólo en intensidad y grado
a la iluminación que reciben los cristianos en general. En este caso la
inspiración es de influencia divina porque llega como un soplo en las
experiencias normales de la vida y los escritores se esfuerzan para
articularla; lo único divino es el “soplo”, el “empuje”. Esta teoría
convierte a la Biblia en un producto enteramente humano y la despoja
de su carácter sobrenatural, al tiempo que destruye su infalibilidad y su
confiabilidad.
 La inspiración orgánica
Es la teoría aceptada por la iglesia desde los tiempos bíblicos y
concuerda con los detalles que la misma Biblia presenta. El término
orgánico significa que el Espíritu Santo utilizó la totalidad del organismo
de cada autor humano: mente y carácter, temperamento,
experiencias, talentos, educación, disposición, hábitos, vocabulario,
etc.; el Espíritu Santo iluminó sus mentes, dirigió sus pensamientos,
su voluntad y emociones, y los impulsó a hablar o escribir, según el
caso, de manera que el producto de la actividad literaria fuese Su
propia Palabra. Él mismo dirigió el proceso a fin de que la elección libre
del vocabulario, la selección personal del estilo, y el contenido del
pensamiento del agente (activo y no pasivo), fuese su propia Palabra.
Es por ello que cada libro de la Biblia refleja el estilo, la idiosincrasia y

14
Nyenhuis, pp. 61-66.

6.3
personalidad de su autor, así como las características de la época
particular en la que cada uno vivió.
Se afirma, también como inspiración Plenaria, es decir: «Toda
Escritura es inspirada por Dios y útil….» (2 Ti. 3:16), esto se refiere a
cada uno de los Escritos Sagrados, distributivamente, es decir, en su
totalidad, sin excepción, en cada uno de sus libros y partes, «es
inspirada». Así, la Sagradas Escrituras es el producto de la acción de
Dios en el hombre por Él escogido para ser su instrumento y escriba; la
Biblia surge de Dios, viene de Él y por consiguiente es Palabra de Dios.

6.1.3. Otros conceptos


 La inspiración parcial
En esta hipótesis, cada lector es abandonado a su propio
discernimiento para describir lo que es “mensaje religioso de algún
valor”, o cada quien le da su propio valor, (liberalismo o modernismo
teológico). Esta postura emplea indebidamente el vocablo “inspiración”,
ya que no le da más valor que el que pudiera tener al referirse a la
inspiración artística, por ejemplo.
 La inspiración parcial de la neo-ortodoxia
Según la cual la Biblia no es, objetivamente, la Palabra de Dios,
sino que se convierte en “Palabra de Dios para mí” en ciertos momentos
únicamente, y de manera esporádica, esto convierte a la Escrituras en
algo subjetivo y constituye la experiencia esporádica del individuo en un
momento especifico. Esta posición confunde la verdad objetiva del
Señor que se revela, con nuestra apreciación subjetiva de dicha verdad.
“Debemos tener cuidado con estos dos conceptos, pues son de uso
muy cotidiano en nuestro entorno.” Y han sido la razón de muchas
divisiones (denominaciones).

6.2. Iluminación

Luz Para los hebreos, la luz es el resplandor de la presencia de


Dios (Éx 24:10; Sal 27:1; 104:2; Is 9:2; 2 Co 4:6), y el principio de su
actividad creadora (Gn 1:3–5). Es energía divina que existe para el bien
del hombre, y fuente de la vida (Ec 11:7) y de la felicidad (Sal 97:11; Is
60:19). Trae sabiduría (Sal 139:11ss) y salvación (Sal 43:3). Es
vehículo de la revelación (Is 60:1–3; cf. Jn 8:12; 9:5; 12:46). La luz
se simboliza por el día, y las tinieblas a su vez por la noche (Gn 1.5).
En el Nuevo Testamento la verdadera luz ha venido y va
extendiéndose cada vez más (Jn 1:5; Ap 22:5). Cristo es luz (Jn 8:12),
la luz que nos capacita para conocer la salvación (2 Co 4:4–6) y al

6.4
aceptarlo somos hechos hijos de luz (Ef 5:14; 1 Ts 5:5). La luz se
identifica, además, con la santidad de Dios (1 Ti 6:16) y, por tanto,
constituye una norma ética, pues un hijo de luz no puede andar en
tinieblas (Ef 5:28ss).
La luz es por consiguiente instrumento de juicio (Miq 7:8s; Jn
3:17–21). Y finalmente incluye un concepto escatológico (1 P 2:9s; Ap
21:24); vislumbramos el triunfo final de la luz, cuando ya jamás se
podrá extinguir (Ap 22:5) y no habrá ya oscuridad.
Hablando en general, los primeros teólogos protestantes
analizaban la revelación enteramente en función de la comunicación por
parte de Dios de verdades relativas a sí mismo. Sabían, por supuesto,
que Dios ordenó la historia bíblica, y que ahora ilumina a los hombres a
fin de que acepten el mensaje bíblico, pero consideraban lo primero bajo
el encabezamiento de providencia, y lo segundo bajo el encabezamiento
de iluminación, y no relacionaban formalmente ambos conceptos.
Correlacionaban revelación con inspiración, definiendo la primera
como la comunicación divina, a los escritores bíblicos, de verdades
acerca de Dios mismo, que de otro modo resultaban inaccesibles, y la
segunda como la capacitación necesaria para que pudieran escribir lo
revelado con veracidad, según su voluntad. (Es evidente que esta
formulación tiene sus raíces en el libro de Daniel: Dn. 2:19, 22, 28ss,
47; 7:1; 10:1; 12:4) La perspectiva bíblica es la de que Dios se revela
tanto mediante hechos como mediante palabras: primero ordenando la
historia redentora, luego inspirando e iluminando al autor del registro
explicativo escrito de esa historia a fin de que las generaciones
posteriores pudiesen ser “sabias para la salvación” (2 Ti. 3:15ss; 1 Co.
10:11; Ro. 15:4), y finalmente iluminando a los hombres de todas las
edades para que puedan discernir la significación de la revelación así
entregada y registrada, y reconocer su autoridad (Mt. 16:17; 2 Co. 4:6).
Así, al destacar positivamente los dos conjuntos de ideas que se
contrastan arriba resultan complementarios antes que contradictorios;
deben combinarse ambos a fin de cubrir todo el campo del concepto
bíblico de la revelación.
La revelación dada al hombre (hombre caído), todavía necesita
iluminación espiritual antes de que pueda ser entendida; de otro modo
la ha de pervertir, así como ha pervertido la revelación natural.
Con mayor motivo el lector de las Sagradas Escritura necesita la
iluminación para poder ver la revelación (la verdad revelada).
“Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el
que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del
conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Co. 4.6).

6.5
«Dios no nos ha dado la Biblia para que sepamos cómo es el cielo
sino para ir al cielo», dijo Galileo al ser procesado por la Inquisición. Yo
podría agregar: «tampoco nos la dio para que sepamos como es el
infierno sino para librarnos de toda condenación».
Mucho tiempo antes Agustín había escrito: «Dios al darnos las
Escrituras, no quiso enseñarnos matemáticas o astronomía; Él quiere
hacernos santos y no sabios»
Aunque la Escritura contiene un cierto número de afirmaciones de
tipo científico que, en ocasiones, significa anticiparse a muchas verdades
científicas modernas, sin embargo, no podemos perder de vista el hecho
de que la finalidad primera de la Escritura es la de llamar a los hombres
a la fe en Dios mediante la presentación de Jesucristo como Salvador y
Señor. El estudio de las realidades de la creación lo ha dejado Dios a la
investigación de los hombres. Para que se ocupasen en ello les dio la
razón y las demás facultades que constituyen al hombre en un ser
hecho a semejanza de la divinidad (Gén. 1:26,27). El descubrimiento
de estas verdades naturales no es objeto de Revelación. En cambio sí lo
es lo que atañe a Dios y a la relación del hombre con Él, ámbito éste
que, como ya vimos en estas lecciones, sería infranqueable si el ser
humano fuera dejado a sus solas fuerzas.
«Estas cosas han sido escritas para que creáis» (Jn. 20:31).

== 6 Semana ==

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