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En aquellos días obscuros y aciagos de la dictadura, cuando lo habitual consistía en recibir malas

noticias, una fría y lluviosa tarde de invierno tuvimos la extraordinaria suerte de conocer a Jorge
Teillier en una habitación de la SECH conocida como El Refugio y atendida por Fernando donde
cada martes –día de reunión- se vendían unas sabrosas empanadillas que se podían acompañar
de un buen vino. A ese recinto mítico asomaban en busca de amparo toda una serie de criaturas
literarias, ocurría de todo, se contaban anécdotas estrafalarias e inquietantes, fugaces asomaban
pálidas musas en busca del gran amor, de pronto resonaba una risotada o un puño descargado
sobre la cubierta de una mesa hacia temblar el local, ahí reinaba Jorge como un príncipe en el
exilio, lento de ademanes, pausado para hablar, parecía ser igual a esa descripción que cantaba
Serrat: “Taciturno, hipocondriaco, prisionero en la arcadia del presente” y además parecía un
gnomo, un duende mágico extraviado en la gran urbe, con un libro de poemas de Homero Mansi
en el bolsillo y traficando información valiosa y precisa sobre pesos ligeros, el aroma de la lluvia,
los trenes en La Chapelle el nombre exacto de un centro forward o un wing izquierdo y capaz de
legarnos como una herencia fastuosa la revelación de que en rigor los poemas son palabras para
ocultar lo único verdadero: que respiramos y dejamos de respirar… Esas solas líneas habrían
bastado para el Premio Nobel y aquí en Chile, hoy día 24 de junio 2015, en el que sería su
cumpleaños número 80 aún estamos esperando que le concedan el Premio Nacional de
Literatura.
Cactus Cultural ha convocado a un conjunto de destacados poetas chilenos para evocar y
saludar a Jorge Teillier, el gran larico en este día de su cumpleaños.

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