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2 de noviembre de 2010

Los desafíos de la macroeconomía

Los resultados del “modelo” económico kirchnerista son alta inflación,


severas distorsiones de precios relativos, situación fiscal ajustada y
déficit de infraestructura, sin mejora significativa de los índices de
pobreza ni de la inversión que permiten el desarrollo de largo plazo. Así,
durante 2003-2011 se desaprovechó una oportunidad histórica para
encaminar a la Argentina en el desarrollo sostenible.
El objetivo de largo plazo es generar un desarrollo económico sostenible
que logre consistentemente mejorar la calidad de vida de los argentinos
y reducir la pobreza.
Para ello, la política macroeconómica de corto plazo del próximo
gobierno deberá atacar la inflación, reducir la distorsión de precios
relativos, moderar el crecimiento del gasto público y concentrarlo en
reducir la pobreza. Estas condiciones permitirán llevar adelante un plan
de infraestructura que potenciará el desarrollo de la economía real,
aumentando la inversión y el empleo de manera consistente y sin
inflación, para aprovechar la oportunidad que aún nos presenta el
mundo.

Introducción

El próximo presidente afrontará desafíos inminentes en el campo


macroeconómico e importantes asignaturas pendientes en el campo del desarrollo
económico. Estos desafíos pueden resumirse en una alta inflación inercial, un tipo de
cambio que pierde competitividad, severas distorsiones de precios relativos y una
situación fiscal ajustada. El manejo de esa agenda de corto plazo no puede
desentenderse de los objetivos de largo plazo: generar un desarrollo económico
sostenible que logre mejorar la calidad de vida de los argentinos, crear puestos de
trabajo de calidad, para reducir la pobreza, la desigualdad y la informalidad, para lo
cual es clave un aumento sostenido de la tasa de inversión.
Esta preocupante situación actual (que describiremos en mayor profundidad a
continuación) es el resultado de un “modelo” económico que combinó políticas
macroeconómicas extremadamente pro-cíclicas con intervenciones del Estado que
desprecian patológicamente todos los principios de racionalidad microeconómica.
Así, durante 2003-2011 se desaprovechó una oportunidad histórica para encaminar a
la Argentina en el desarrollo sostenible; oportunidad presentada principalmente por
la mejora de los términos del intercambio, situación que permanecería en los
próximos años. Este hecho, sumado a la solvencia fiscal de largo plazo (la deuda
pública total asciende a 52% del PIB comparado con más de 150% en 2002; pero la
deuda neta de mercado es inferior al 30% del PBI) permite ser optimistas sobre el
futuro económico si se logra un cambio de rumbo a partir de 2011.

Diagnóstico

El modelo económico 2003-2011 se basó casi exclusivamente en mantener un


tipo de cambio real por arriba del equilibrio de mercado con el objeto de subsidiar a
las industrias sustitutivas de importaciones y generar superávits comercial y fiscal.
Ese modelo pudo sostenerse en la medida en que se devaluaba el dólar en el mundo,
se mantenía un elevado superávit fiscal y se intervenía en el mercado cambiario para
esterilizar el aumento de la oferta monetaria; pero, sobre todo, mientras se mantenía
la brecha de producto surgida de la crisis de 2001-02.
El crecimiento económico, basado principalmente en la utilización de
capacidad instalada antes ociosa, hizo cada vez más difícil mantener el tipo de cambio
sin un correlato inflacionario. Así surgieron – o se profundizaron – políticas de
ingresos que buscaron reducir la tasa de inflación: retenciones a la exportaciones (y
luego restricciones a la exportación), “acuerdos” de precios con productores y
comercializadores y congelamientos tarifarios y subsidios.
Como era de esperar, estas medidas no fueron efectivas contra la inflación y
llevaron a que Argentina enfrente un problema inflacionario que genera inestabilidad
macroeconómica, indexación de contratos y salarios y que reduce la monetización y la
intermediación financiera. Pero además de no ser efectivas, estas medidas generaron
severas distorsiones de precios relativos que produjeron cuellos de botella en sectores
claves (el principal ejemplo es la energía) y un grave correlato fiscal. La creciente
inflación está además erosionando la competitividad del tipo de cambio real.
Mientras tanto, el gobierno se limita a intervenir el Indec.
El tercer problema inminente es el desequilibrio fiscal: a pesar de una presión
tributaria récord (que incluye 8,5% del PBI de impuestos altamente distorsivos), el
déficit fiscal consolidado llegará a 3% del PBI en 2010. En parte, esto se debe a las
mencionadas políticas de ingresos en materia de infraestructura y subsidios. Al
comparar el gasto de 2009 con el promedio del período 1998-2001, se observa que el
gasto primario total aumentó 5,4 puntos del PBI y que 4,1 de ellos se deben
justamente a este nuevo papel asumido por el Estado.
Aunque Argentina presenta solvencia fiscal de largo plazo, la dificultad para
acceder a los mercados voluntarios de deuda genera problemas de liquidez que habrá
que resolver en el corto plazo. Este desequilibrio fiscal profundiza el problema
monetario: en 2009, el BCRA financió al Tesoro por un total de $ 24.000 millones y
para 2010, el cierre del programa financiero requerirá utilizar reservas del US$ 6.500
millones y un monto similar en emisión de pesos para financiar al Tesoro.
Junto con estos problemas de corto plazo (inflación, tipo de cambio, precios
relativos y desequilibrio fiscal) se avizoran desafíos de largo plazo. Los principales
son la persistencia de altos niveles de pobreza; un creciente déficit de infraestructura
que limita el desarrollo; una tasa de inversión insuficiente para sostener un
crecimiento de largo plazo superior al 5%, con limitada capacidad de ahorro
doméstico y baja participación del ahorro y la inversión externos.
Propuesta

Más allá de la retórica kirchnerista de “profundizar el modelo”, queda claro


que la inflación es inherente al modelo actual e inconsistente con un desarrollo de
largo plazo. El principal desafío de corto plazo es reducir la inflación y tender a un
realineamiento de precios relativos sin frenar la economía: es posible lograr
crecimiento sin inflación que permita el desarrollo de largo plazo, y ese, más que
maximizar el crecimiento de corto plazo, debe ser el principal objetivo de la política
macroeconómica.
En materia monetaria, proponemos un ataque gradualista y consistente al
problema inflacionario basado en el establecimiento de un esquema de objetivos de
inflación. Esto permitirá coordinar expectativas de precios y salarios, aplicando
metas decrecientes en el tiempo y basados en proyecciones para los próximos 12
meses. Correlativamente, se propone un aumento de las bandas implícitas de
flotación del peso que permita mantener un tipo de cambio real competitivo sin
inflación.
En materia fiscal, debemos contener el aumento del gasto a un nivel sostenible
y velar por su progresividad. Los subsidios económicos (tarifas, energía, transporte)
deben convertirse en subsidios sociales a quienes realmente lo necesiten, lo que
permitirá complementar la inversión pública en infraestructura con la privada.
Efectivamente, a mediano plazo es clave aumentar la competitividad sistémica
de la economía con inversiones en energía, infraestructura y el aumento de la
productividad. Como ejemplo, cabe señalar que los costos logísticos de la economía
argentina llegan a 27% del PBI (frente a 24% en Brasil, 20% en Colombia, 19% en
México y 15% en Chile).
Sectorialmente, Argentina debe dejar de castigar a su agroindustria. Por eso
proponemos la eliminación total de las retenciones1 en 5 años y la desregulación del
sector (eliminación de subsidios cruzados, controles de precios, prohibición y cupos
de exportación). Esto provocaría un boom de productividad para el sector que podría
arrastrar al conjunto de la economía. Para todos los sectores, pero en particular para
la industria, es clave reducir el costo del capital, lo cual se lograría rápidamente al
reducir la incertidumbre fiscal y macroeconómica asociada a la inflación. Para la
industria es fundamental, a su vez, la inversión en infraestructura (y especialmente
en energía) que garantice su abastecimiento.
A largo plazo, el desafío es bajar consistentemente el costo del capital y elevar
la productividad. América Latina tiene el costo de financiamiento más bajo en
décadas y altos precios de exportación: Argentina debe aprovechar esta oportunidad,
y el actual “modelo” lo está impidiendo.

1Fundación Pensar, “Propuesta de eliminación de las retenciones al campo”, 3 de septiembre de 2010,


en http://fundacionpensar.org/wp-content/uploads/2010/09/Propuesta-de-eliminación-de-las-
retenciones-al-campo.pdf
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