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Publicado en América Economía (Latam), el 23/06/2014

La buena reputación es siempre ganada, no acepta atajos, exige esfuerzo honesto y hasta
sacrificio. El buen nombre se sostiene en el tiempo en base a integridad, ética y valores
(fundamentales siempre en todos los aspectos de la vida). Y es nuestro nombre nuestra
mejor marca personal, el que nos representa en todos los aspectos de nuestra vida y a
través de todos los roles que nos toca desempeñar. Es el que mantiene nuestro prestigio,
imagen y reputación instalada en la mente de la gente que nos conoce o cree conocerlos o
saber de nosotros.
Por ello es evidente que tenemos que cuidar nuestro nombre y nuestra marca personal con
mucho cuidado y atención: la idea es tratar que sea una marca de prestigio, conocida y
reconocida y que se refieran a nosotros como gente de primera, integra, seria, confiable,
capaz y muy profesional. Queremos tener un nombre y una marca respetada y por qué no,
también admirada.
También sabemos del esfuerzo y tiempo que toman labrarse una buena reputación, esa que
abre puertas y genera credibilidad y confianza, que es la base de la empleabilidad, del éxito
en los negocios duraderos y responsables y de las relaciones personales a todo nivel.
Para tener una buena reputación tampoco es que debemos ser infalibles ni mucho menos
santos o seres perfectos. Sin embargo, cuando nos equivocamos, - o lo hicimos en el pasado
-, es importante rectificar y enmendar errores lo antes posible con sencillez, autenticidad y
una franca actitud de aprendizaje. Y tratar de restablecer buenas relaciones con todos, o
por lo menos con la mayor cantidad de gente posible en nuestro entornos profesionales y
personales. La idea es ir acumulando “fans” de nuestra marca, no detractores, personas
ofendidas o fastidiadas ni menos enemigos por nuestras acciones, comentarios o actitudes
del pasado. Las malas referencias o malos comentarios sobre nosotros hechos por esos
“enemigos” afectan el valor percibido de nuestra marca y nuestra reputación en general. Y
eso nos persigue en el tiempo.
A nadie le gusta enterarse de que no goza de una buena reputación: vale la pena sondearla
de cuando en cuando y, sobretodo, ¡asegurarse de merecerla! Siempre es más fácil culpar
a los demás de ser celosos, egoístas o envidiosos. Y eso lo hacen muchos antes de esforzarse
en “trabajar” su marca. Obviamente, uno no le puede caer bien a todas las personas ni
podemos esperar que todos nos aprecien como sentimos que merecemos, pero la
responsabilidad de una buena reputación es nuestra y de nadie más, sin excusas.
¿Nos hemos puesto a pensar que “vendemos” nuestra marca diariamente? Nosotros
representamos a nuestra marca y a quien vende sus servicios profesionales, es decir, a
nosotros mismos. Es, por tanto, muy importante que todos nos preocupemos siempre y en
todo momento, de actuar y vivir con integridad, con profesionalismo; que cuidemos la
imagen que de nosotros tienen los demás. Esto es fundamental, sobre todo si nos movemos
en distintos ambientes. Por eso me gusta esa metáfora que dice que siempre, en todo
momento, con todas las personas con las que interactuamos - ¡y en cada interacción! -
nuestra marca está “en el escenario”.
Hay personas que creen que su buen comportamiento tiene que estar solo reservado para
el mundo profesional y que, en su vida personal, por ejemplo, pueden darse el lujo de ser
incorrectos, poco íntegros o incluso mal educados. Olvidan que las personas somos una sola
y la misma, independientemente del mundo en el que nos movamos o el rol que
desempañemos.
Por ejemplo, estábamos ayudando a recolocar a un ejecutivo y ya había pasado muy bien
las primeras pruebas y pasaba a la etapa final de un proceso de entrevistas que le interesaba
mucho. Pero, como así es la vida, el presidente de la compañía que iba a contratar, fue a
jugar tenis con un amigo. En algún momento mencionó el nombre de nuestro postulante y
de pronto el amigo le dijo que lo conocía, que habían jugado tenis alguna vez con él.
¨Ni hablar¨, le dijo el otro, ¨parece un loco, yo no lo contraría para nada, es un mal perdedor
que siempre insulta al contrincante, grita, pierde los papales, tira la raqueta, la rompe¨.
¨Qué raro¨, dijo el presidente de la compañía, lo he conocido en saco y corbata y parece ser
todo un caballero. ¨Sí¨, dijo el otro, pero anda míralo con la raqueta en la mano¨.
Cuando nuestro aspirante de recolocación se enteró por qué no lo eligieron, dijo: ¨Pero
¿qué tiene que ver una cosa con la otra? ¨. Pues sí tiene que ver, porque uno es el mismo
siempre, no importa si tiene el traje puesto, o si usa zapatillas o zapatos negros, nuestra
marca y nuestra reputación nos acompañan. ¿Si uno maltrata su marca personal porque no
maltratará la de la empresa?
Cuando una persona está realmente comprometida con su marca, toma conciencia de que
ésta lo acompaña por todos los recorridos de su vida y que su responsabilidad por el cuidado
de la misma no acaba nunca. Nuestro nombre es una marca para toda la vida, está presente
en todos nuestros ámbitos, y es de nuestro especial interés cuidarla, en busca de una buena
reputación que nos ayude a optimizar nuestra empleabilidad.
https://www.inestemple.com/2014/06/su-nombre-es-su-marca-cuidelo/

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