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Cristo entronado en Libro de Kells, folio 32v.

Trinity College of Dublin, College Creen.

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¿Se puede escribir historia a partir de imágenes?
El historiador y las fuentes icónicas
Can We Write History from Images? On Historians and Iconic Sources
Pode se escrever história a partir de imagens? O historiador e as fontes icônicas

Tomás Pérez Vejo, PhD.


Profesor-investigador de la Escuela Nacio- El artículo se desprende del proyecto de in-
nal de Antropología e Historia de México vestigación teórico-metodológico sobre "Usos
(INAH) y del Instituto de Filosofía del Con- políticos de las imágenes” de la Escuela Na-
sejo Superior de Investigaciones Científicas de cional de Antropología e Historia de México
España (CSIC). Doctor en Historia, Universi- (INAH).
dad Complutense de Madrid, España.
Correo electrónico: tomas_perez@inah.gob.mx

Resumen Abstract Resumo


El presente artículo presenta una análisis de This paper presents an analysis of the theo- O artigo apresenta análise dos problemas teó-
los problemas, teóricos y metodológicos, plan- retical and methodological problems that ricos e metodológicos esboçados pelo uso do
teados por el uso como documento histórico, arise from the use of images as historical do- ícone como documento histórico, assim como
así como algunas propuestas, teóricas y meto- cuments, as well as some proposals, both theo- algumas propostas teóricas e metodológicas,
dológicas, para enfrentarse a las fuentes icóni- retical and methodological, to deal with iconic para fazer face às fontes icônicas na escritu-
cas en la escritura de la historia. sources in the writing of history. ra da historia.

Palabras clave autor Key Words author Palavras chave


Imágenes, fuentes, historia, metodología, Images, Sources, History, Methodology, Imagens, fontes, história, metodologia,
investigación. Research. pesquisa.

Palabras clave descriptor Key Words plus Palabras descriptivas


Iconografía, historia, iconos, metodología en Iconography, history, icons, research Iconografia, história, ícones, metodologia de
investigación. methodology. pesquisa.

Mem.soc / Bogotá (Colombia), ISSN 0122-5197, 16 (32): 17-30 / enero-junio 2012 / 17

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Introducción como documentos históricos”2 y que ha cono-
Los viejos manuales escolares dividían el pasado cido un nuevo auge a partir de los años ochen-
de la humanidad en Prehistoria, antes del naci- ta del siglo pasado. Recuérdense, entre una larga
miento de la escritura, e Historia, desde la in- lista, el influyente Art and History: Images and
vención de los primeros alfabetos. Daban así por their Meanings, publicado en 1988 pero que re-
supuesto que, en sentido estricto, solo se podía coge las memorias de un congreso de 1985; la
hacer historia a partir de documentos escritos y obra de Simon Schama, en la que las imágenes
que las demás fuentes, icónicas o de otro tipo, o son utilizadas con objetivos tan dispares como la
no eran demasiado fiables o, en todo caso, daban reconstrucción de la cultura holandesa del siglo
una información cualitativamente diferente de la xvii o la evolución de la idea de paisaje en la cul-
proporcionada por la escritura. Idea que, aunque tura occidental, o el reciente Visto y no visto de
en general de manera no explícita, sigue vigen- Peter Burke, subtitulado de manera explícita: “El
te en muchos historiadores actuales para quie- uso de la imagen como documento histórico”3.
nes las imágenes siguen siendo documentos de Con estos antecedentes, y otros muchos que se po-
carácter secundario cuando no claramente mar- drían traer a colación, afirmar que la tradición
ginales, meras ilustraciones de lo que los textos historiográfica de Occidente tiene un conflicto
escritos dicen o, en el mejor de los casos, objetos con el uso de las imágenes puede ser excesivo.
de estudio que necesitan ser explicados pero no Una sólida tradición historiográfica avala el uso
fuentes históricas propiamente dichas. Esto ha de las imágenes como fuentes históricas y cual-
llegado a ser tan extendido que no es arriesgado quier reflexión al respecto puede tener un cierto
afirmar que en la historia como disciplina cientí- aire de gratuidad. Tendría sentido, si acaso, re-
fica sigue habiendo un problema con las imáge- flexionar sobre nuevas metodologías o enfoques
nes y que incluso cuando son utilizadas cumplan en el uso de las fuentes icónicas pero no sobre la
un papel más ilustrativo que como fuente prima- bondad de estas; ampliamente demostrada y ad-
ria de investigación sobre el pasado. mitida por la comunidad académica.
Se podría objetar que el uso de las imágenes como Sin embargo, la hipótesis de este artículo es que el
documento histórico tiene una larga tradición, uso de las imágenes como fuente histórica está
desde muy pronto los historiadores se dieron lejos de haberse resuelto satisfactoriamente, por
cuenta de que había cosas que los textos escritos consiguiente, sigue arrastrando una serie de pre-
y la imágenes decían, y que ya desde los mismos venciones y prejuicios que dificultan en gran
orígenes de la historia como disciplina acadé- manera su utilización. En líneas generales, las
mica los documentos icónicos fueron utilizados, investigaciones históricas basadas en imágenes
con mayor o menor pericia, por historiadores y continúan ocupando un lugar marginal y secun-
eruditos. Algunos estudios clásicos, como los de dario con respecto a las basadas en otras fuen-
Burckhardt sobre la cultura del Renacimiento o tes y que su integración con el acervo común del
los de Huizinga sobre el final de la Edad Me- saber histórico es todavía difícil y problemática.
dia1, por poner dos ejemplos señeros, descansan, La pregunta sobre si se puede hacer historia a partir
en gran parte, en la lectura e interpretación de las de las imágenes no solo es pertinente sino necesa-
imágenes artísticas legadas por ambos periodos. ria y, posiblemente, imprescindible. En particular
Esta tradición que cristalizó en las primeras dé- para ese número creciente de historiadores que
cadas del siglo xx en torno al Instituto Warburg
y su apuesta metodológica por la utilización, en
palabras de una de sus discípulas más destaca- 2 Frances A. Yates, Shakespeare´s Last Plays: A New Approach
das, Frances Yates, de “los testimonios visuales (London: Routledge and Kegan Paul, 1975), 4.
3 Robert I. Rotberg y Theodore K. Rabb, ed., Art and History: Im-
ages and Their Meanings (Cambridge, Cambridge University
Press, 1988); Simon Schama, The embarrassment of Riches: An
1 Jacob Burckhardt, La cultura del Renacimiento en Italia (Madrid: Interpretation of Duch Culture in the Golden Age (New York: A.A.
Akal, 2004), primera edición alemana de 1860, y Johan Huizinga, Knopf, 1987); Simon Schama, Landscape and Memory (New York:
El otoño de la Edad Media (Madrid: Torre de Goyanes, 2006), pri- A.A. Knopf, 1995), y Peter Burke, Visto y no visto. El uso de la
mera edición holandesa de 1919. imagen como documento histórico (Barcelona: Crítica, 2001).

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trabajan a partir de imágenes, cuyos métodos  y en la idea de que la fuente del conocimiento es
objetivos se encuentran cada vez más alejados la palabra escrita, no la imagen. Somos herede-
de los estudios de historia del arte tradicionales, ros de una civilización, la judeo-cristiano-occi-
en los que frecuentemente y de manera sin duda dental, en cuyo principio hay un texto escrito, un
errónea se les tiende a incluir, y cuyas aportacio- libro. La Biblia contiene palabras, no imágenes.
nes teóricas y metodológicas, revolucionarias en Son aquellas y no estas las depositarias del saber.
algunos casos, tienen un difícil encaje en una his- Tal como nos recuerda un temprano texto del si-
toriografía para la que el documento escrito con- glo ix, el Libri Carolini, “El Señor, descendiendo
tinúa siendo la fuente fundamental, cuando no del monte Sinaí, dio a Moisés la ley, no pinta-
exclusiva, del conocimiento sobre el pasado. da sino escrita, y entregó en tablas de piedra no
Respecto a esto último una precisión importante, imágenes sino caracteres de escritura. Y el mismo
obvia pero necesaria, no es lo mismo hacer his- Moisés enseñó el origen del mundo no pintan-
toria de las imágenes que historia a partir de las do, sino escribiendo”4. Ya desde sus orígenes la
imágenes, aunque ambos conceptos tiendan a so- cultura occidental pone a la imagen en lugar se-
laparse y hasta confundirse; no es lo mismo ha- cundario con respecto al texto escrito. Si el mis-
cer historia del grabado a buril o de la pintura al mo Dios prefiere el texto escrito al pintado, ¿por
óleo, no digamos ya del grabado y la pintura en- qué los hombres habrían de hacer algo diferente?
tendidos como formas de expresión artística, que Es cierto que, a diferencia de lo ocurrido en Bizan-
utilizar las imágenes de grabados y cuadros como cio, en Occidente no hubo, o los hubo de forma
fuentes de información histórica. Por ejemplo, la muy marginal, conflictos iconoclastas, una afir-
proliferación en los últimos años de historiadores mación que de todos modos habría que matizar;
del cine o de la fotografía no significa, al menos recuérdese las prevenciones frente a las imágenes
necesariamente, que haya habido un cambio res- religiosas de la Reforma protestante5. Sin embar-
pecto al uso de la imagen como documento his- go, en sentido estricto, a diferencia de lo que ocu-
tórico. Se puede hacer, y se hace, historia del cine rre con las otras dos grandes religiones del libro,
sin que la imagen sea el documento principal sino la judía y la musulmana, con su rechazo radical
solo el objeto de estudio, explicado tanto a partir a las imágenes, en Occidente no hubo destruccio-
de fuentes icónicas como de otro tipo. Las prime- nes de imágenes. En parte, posiblemente, porque
ras no ocupan de manera obligatoria el lugar más la tradición icónica judía tuvo que enfrentarse al
importante y se puede, y por supuesto se hace, es- peso de una tradición pagana fuertemente unida
tudiar el cine a partir de su consideración como a la imagen que acabó produciendo una especie
una forma de expresión artística, “séptimo arte”,
sin que el papel de las imágenes cinematográficas
sea particularmente relevante, así, como se expli- 4 Citado en Facundo Tomás, Escrito pintado (Dialéctica entre es-
critura e imágenes en la conformación del pensamiento europeo)
ca con detalle más adelante, la conversión de una (Madrid: Visor, 1998), 109. A continuación el texto carolingio en-
imagen en obra de arte puede ser la forma más cadena una serie de ejemplos que mostrarían la superioridad del
eficaz de esterilizarla como documento histórico. texto escrito sobre la pintura: Josué “confió a la memoria de la
posteridad escribiendo, no pintando”; Samuel “predijo no con
imágenes, sino con caracteres de escritura”; Jeremías y Mala-
1. El problema de las imágenes como quías “manifestaron los hechos no a través de la pintura sino de
la escritura”; Daniel vio “no en números coloreados sino en libros
documentos históricos el número de años que el pueblo de Dios debería permanecer en
la cautividad babilónica”; David “no dijo pintado, sino escrito: no
Las imágenes han arrastrado y siguen arrastrando, en las paredes ni en los retablos, sino en los libros”, y Lucas dijo:
“Como está escrito en el libro de los sermones del profeta Isaías.
a pesar de esa especie de revival reciente al que Escrito, dijo, no pintado, y en el libro, no en ninguna materia. Y el
acabo de hacer referencia y de la afirmación re- mismo Señor y redentor nuestro […] pone ejemplos de las Escri-
turas, no de las pinturas”.
tórica de que una imagen dice más que mil pa- 5 Una iconoclasia que no afectó para nada al uso de las imágenes
labras, toda una serie de lastres en su utilización como arma política. En la guerra de imágenes librada entre pro-
como fuentes históricas. El primero tiene que testantes y católicos, la utilización por los primeros de grabados y
pinturas en los que se mostraban los errores y perversiones de los
ver con la propia tradición occidental, una tradi- seguidores del Papa fue, al menos, igual de intenso del que hizo la
ción que hunde sus raíces en la cultura del libro, Contrarreforma en contra de ellos.

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de acomodo entre ambas corrientes, pero también de lo icónico, sino también en la consideración de
sobre todo, importante para lo que aquí nos inte- la imagen como expresión de un saber inferior y
resa, por la poca valoración de la imagen y su sig- subordinado, algo cualitativamente distinto. Una
nificado, y por el carácter secundario que las élites pesada herencia de la que resulta difícil substraer-
intelectuales de Occidente han dado tradicional- se y en la que la imagen aparece siempre como
mente a la imagen con respecto a la palabra escri- una forma imperfecta y menor de comunicación,
ta. Estamos ante una cultura fundamentalmente cuya auténtica comprensión, ¡incluso de ella mis-
logocéntrica en la que el conocimiento se expresa ma!, solo es posible a través de la escritura. No
mediante palabras fijadas en textos escritos. deja de ser llamativo que hasta los iconólogos del
Es posible, incluso paradójicamente, que si no hubo Instituto Warburg, una institución sin duda em-
querella de las imágenes en la Europa medieval blemática en el estudio de las imágenes, utilicen
no fuera por su aceptación sino por su subordina- las imágenes en muchos casos como el enigma a
ción, por su carácter menor y, desde la perspectiva explicar a través de los textos escritos y no, a pesar
de los eruditos, intrascendente. Aún no se ha in- de la citada afirmación de Yates, como documen-
sistido suficiente en que la célebre carta del papa tos históricos para la explicación de una época.
Gregorio Magno, que zanja casi de manera de- Por citar un ejemplo particularmente revelador,
finitiva el problema iconoclasta en la parte oc- en el conocido estudio de Klibansky, Panofsky y
cidental del antiguo Imperio romano, lo hace a Saxl, Saturno y la melancolía7, el espléndido gra-
partir de un desprecio absoluto hacia las imáge- bado de Durero que da origen al trabajo no se
nes. Se acepta que se deben conservar porque per- usa como fuente, sino que esta se explica a par-
miten a los necios acercarse a las Escrituras, esto tir de textos escritos, aunque para ello haya que
significa, paralelamente, que la verdad auténtica remontarse hasta los presocráticos. Y no estamos
no se encuentra en las pinturas sino en los tex- hablando de una obra menor respecto al traba-
tos escritos. Las imágenes son adecuadas para la jo con imágenes sino de uno de los libros centra-
masa de los indoctos, literalmente para los idio- les de Panofsky, quien marcó toda una época de
tas, pero no para los que quieran llegar a los sen- los estudios iconológicos en el mundo académico.
tidos ocultos, a la auténtica realidad de las cosas. A esta tradición se añadió, a partir del Renacimien-
Algo no demasiado alejado del desprecio con el que, to, y ya de forma mucho más clara a partir del
todavía en nuestros días, las élites intelectuales de siglo xviii, la conversión de una parte importan-
Occidente juzgan la cultura popular de masas, una te de las imágenes, especialmente de la mayoría
cultura fundamentalmente icónica. Recuérdese de las que el pasado había conservado hasta ese
a este respecto que en la larga polémica sobre la momento, en obras de arte. El museo fue, desde
consideración del arte de masas como Arte –con sus orígenes, el principal lugar de conservación
mayúsculas–, que se extendió durante todo el siglo de imágenes, pero no de todas, solo de aquellas
xx y que todavía sigue en parte viva, el argumen- que eran arte. De esta forma, la función estéti-
to fundamental de los que niegan al arte de masas ca desplazó a todos los demás usos que las imá-
la consideración de Arte, de MacDonald a Green- genes habían tenido hasta ese momento. Así, la
berg6, por no referirnos al propio Adorno, es su construcción de las imágenes del pasado como
carácter superficial, dirigido a los sentidos y no al obras de arte tuvo un efecto devastador para su
intelecto. El sentido profundo de las cosas, el saber uso como documento histórico. Elevadas a la ca-
auténtico, está en el texto escrito, no en la imagen. tegoría de expresión del espíritu, se convirtieron
Esta es la tradición en la que los historiadores hemos en objetos sagrados, especie de vírgenes vesta-
sido formados. Pero no solo hemos sido educa- les dedicadas a Dios, y como todo lo dedicado
dos en la supeditación de la imagen al texto es- a la divinidad (Bacon dixit), estériles. Por consi-
crito, que significa ya una clara valoración menor guiente, la imagen artística devenía en un objeto

6 Véanse Dwight Macdonald, Against the American Grain (New York:


Random House, 1962) y Clement Greenberg, La pintura moderna y 7 Raymond Kiblanky; Erwin Panofsky y Fritz Saxl, Saturno y la me-
otros ensayos (Madrid: Siruela, 2006). lancolía (Madrid: Alianza Editorial, 2006).

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intemporal, ahistórico, cuya utilización como en la obra de Winckelmann, tomó un giro ines-
fuente histórica se convertía en imposible, cuan- perado en la segunda década del siglo xviii de la
do no en sacrílega. La obra de arte se alzaba fuera mano de Herder, quien predicó, al fin y al cabo
de la historia, en una especie de vacío semióti- era un pastor protestante, la idea no de un arte
co cuyo único sentido y significado tenía que ver universal sino de un arte expresión del alma de
con el propio concepto de arte. un pueblo, una raza o una civilización. Es decir,
El resultado ha sido que a lo largo de los dos últi- no existía el arte en abstracto, sino el arte ale-
mos siglos los historiadores del arte han hecho mán, colombiano o zulú. Los historiadores del
historia del Arte, en singular y con mayúscula, Arte se vieron así convertidos, en dura pugna con
no historia de las artes, en plural y con minús- los antropólogos culturales, en los guardianes e
cula8, ni, menos todavía, historia de las imágenes interpretes del alma de sus naciones, expresada
o a partir de las imágenes. Y como afirma Félix a través de su arte. Las imágenes no servían para
de Azua, “el Arte y las artes son dos cosas ente- hacer historia sino metafísica identitaria.
ramente diferentes. Tan diferentes entre sí como El resultado, en ambos casos (las ideas del arte uni-
el Tiempo y los relojes. El tiempo no es el singu- versal o nacional), ha sido que la disciplina aca-
lar de los relojes, sino algo enteramente distinto y démica que más podría haber impulsado el uso
quizás ajeno a la existencia misma de los relojes”9. de las imágenes como fuente histórica no solo
La historia del Arte no ha hecho historia a par- no lo ha hecho sino que incluso lo ha vuelto im-
tir de las imágenes, ni siquiera de las imágenes, posible. La historia del Arte estudia la evolución
sino historia de un concepto filosófico, aparecido del espíritu humano o de los diferentes pueblos
en el Renacimiento pero que no llegará a su con- y naciones en que, pareciera que de manera na-
figuración plena hasta finales del siglo xviii o, tural, aquel se divide. Una elección comprensible,
incluso, bien entrado el xix, el cual tiene una cla- pudiendo estudiar el tiempo quien quiere ser re-
ra filiación platónica: la idea de que las diferen- lojero, pero que ha impedido ver que los relojes
tes formas de expresión artística son reducibles a pueden decir y explicar muchas cosas sobre el pa-
un único Arte, que a su vez es solo la sombra de sado de la humanidad.
la idea de arte. Su objeto de estudio no han sido Esta es, nos guste o no, la tradición historiográfi-
las imágenes sino algo así como la historia del ca en la que nos insertamos y de la cual debemos
espíritu humano plasmada en las obras de arte. partir. Una tradición historiográfica en la que la
Para nadie es desconocido que una historia del imagen ha tenido un carácter subordinado y me-
Arte basada en estas premisas solo es posible si nor y en la que, incluso en aquellas ramas de la
se acepta lo estético como un valor objetivo, o di- historia en las que la imagen tiene, por necesi-
cho en palabras de Jan M ­ ukarovski, una de las fi- dad, un peso determinante, caso de la historia del
guras más notables del Círculo de Praga, “sólo la Arte, a la que acabo de hacer referencia, la fuen-
hipótesis del valor estético objetivo da un sentido te última de conocimiento sigue siendo el texto
a la evolución histórica del arte”. Una hipótesis escrito y la imagen el objeto susceptible de expli-
realmente arriesgada, y que una historia cultural cación o de veneración estética, que para el caso
de la “invención” del arte pondría necesariamen- vienen a ser lo mismo.
te en cuarentena, pero sobre la que no quiero de-
tenerme aquí. 2. La reivindicación de la imagen como
Este universalismo del Arte como concepto, que fuente histórica
aparece perfectamente expresado, por ejemplo,
Frente a esta tradición sólidamente asentada, la rei-
vindicación de la imagen como documento histó-
8 Esto al margen, por supuesto, de que después sus temas de in-
rico debería partir no de una simple enumeración
vestigación concretos sean las miniaturas carolingias, el grabado
decimonónico o el cine. Sin embargo, lo que han investigado a de sus virtudes como fuente de información so-
través de estas formas de expresión ha sido la evolución del Arte, bre el pasado –parece evidente que hay aspectos
con mayúscula. Otra cosa distinta es que nadie sea capaz de defi-
nir qué es exactamente eso que llamamos Arte.
sobre los que las imágenes dan una información
9 Félix de Azua, Diccionario de las Artes (Barcelona: Planeta, 1995), 44. mucho más fiable que los textos escritos y otros

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que incluso solo ellas pueden explicar–, sino de la Este concepto de vestigio tiene una larga historia,
reconsideración de algunos presupuestos básicos uno de los primeros en utilizarlo fue el histo-
de la propia historia como disciplina académica. riador holandés Gustaaf Renier11, quien hace ya
El primero tiene que ver con el propio concepto más de 50 años propuso sustituir el concepto de
de fuente. La metáfora de los documentos como fuentes por el de vestigios, entendiendo por estos
fuentes, o mejor, según Jackobson, la metonimia, manuscritos, libros impresos, edificios, mobilia-
ya que para los historiadores el documento no se rio, paisajes y diferentes tipos de imágenes (pin-
nos presenta “como una fuente” sino que es “una turas, estatuas, grabados, fotografías, etc.), todos
fuente”10, tiene más implicaciones de las que pa- ellos al mismo nivel y con la misma capacidad de
rece. No hay metáforas inocentes. Remite a la servir de fuentes para describir, entender y expli-
idea de que hay un lugar en que la verdad his- car el pasado. Esta sustitución tiene profundas
tórica brota incontaminada, lo que, salvando las implicaciones metodológicas. El nuevo paradig-
distancias, viene a ser la verdad pura de las es- ma historiográfico no sería la búsqueda del arca-
crituras frente a la grosera aproximación de las no de la verdad encerrado en documentos escritos
imágenes de los textos altomedievales a los que sino el seguir pistas aparentemente insignifican-
se hacía referencia más arriba. Además hace re- tes que, convenientemente interrogadas, pueden
ferencia, de manera más difusa, a que la historia llevarnos a explicar procesos centrales del devenir
tiene un sentido, camina en una dirección, desde histórico. Es lo que el historiador italiano Carlo
un lugar de nacimiento a la desembocadura del Ginzburg, en su ya más que archicitado artícu-
río. Un mundo casi celeste en el que las imáge- lo “Psicopatología de la vida cotidiana”12, donde
nes, ya lo había dicho Platón refiriéndose a los compara el método de Sherlock Holmes con el
artistas, no tienen cabida. de Freud, propone como una alternativa episte-
Pero la metáfora o metonimia de las fuentes son ab- mológica de carácter intuitivo al razonamiento.
solutamente falsas. Ni los historiadores tenemos Esta alternativa epistemológica plantea muchos
fuentes donde encontrar la verdad, ni la historia, problemas en los que no quiero entrar aquí, pero
a pesar de que Goethe la viese cabalgar en Valmy, que supone, y esto es lo que me interesa, poner
camina hacia ningún lado preciso y determinado. a las imágenes al mismo nivel que cualquier otro
Ninguna sociedad deja documentos escritos en tipo de vestigio. Los historiadores no tendríamos
que se cuente la verdad de lo que fue, entre otros fuentes donde leer una verdad definida y articu-
motivos, porque ninguna sociedad sabe realmen- lada sino vestigios de un pasado con los que in-
te lo que es. Ellas tienen un imaginario sobre sí tentaríamos construirla e imaginarla.
mismas, a veces hasta una ideología, pero eso es El segundo aspecto al que me quiero referir tie-
todo. Ninguna deja el documento de lo que fue ne que ver con el problema del carácter comu-
porque nunca lo tuvo. Lo que tenemos son ves- nicativo de las imágenes. Hace ya también casi
tigios de un pasado que intentamos reconstruir, cincuenta años Umberto Eco afirmó en La es-
y explicar, a partir de los restos que de manera tructura ausente que “Ver a toda la cultura sub spe-
aleatoria el paso del tiempo nos ha ido dejando. cie communicationis no quiere decir que la cultura
No la verdad cristalina de la fuente, sino el agua sea sólo comunicación sino que esta puede com-
turbia del río; los vestigios con los que intenta- prenderse mejor si se examina desde el punto de
mos explicar un pasado tan oscuro para nosotros vista de la comunicación”13. Lo mismo, y quizás
como para los propios contemporáneos, incluso de forma ampliada, puede decirse de las imáge-
posiblemente menos para nosotros que al menos nes. Las imágenes, obviamente, no son solo co-
tenemos la ventaja de saber el resultado. municación, hay componentes estéticos, técnicos,

11 Gustaaf Johannes Renier, History, Its Purpose and Method (Ma-


con: Mercer University Press, 1982). La primera edición es de
10 Sobre la distinción entre metáfora y metonimia véase el artículo 1950.
clásico de Román Jakobson y Morris Halle, “Dos aspectos del len- 12 En español fue publicado en Carlo Ginzburg, Mitos y emblemas:
guaje y dos tipos de trastornos afásicos”, en Fundamentos del len- morfología e historia (Barcelona: Gedisa, 1994).
guaje, ed. Román Jakobson y Morris Halle (Madrid: Ayuso, 1973). 13 Umberto Eco, La estructura ausente (Barcelona: Lumen, 1986), 37.

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emotivos, etc., pero quizás la mejor forma de discusiones filológicas, un significado preciso y
comprenderlas, lo que les da sentido y explica su un código que es identificable casi de forma auto-
creación, sea su carácter comunicativo, es el he- mática, todos sabemos si un texto está escrito en
cho de que toda imagen cuenta, unas veces de árabe o en inglés, incluso si desconocemos ambos
manera voluntaria y otras involuntaria, una his- idiomas. Esto hace que sea descifrable de forma
toria. Es un mensaje en el tiempo, un texto que relativamente unívoca, si sabemos inglés o árabe
fue compuesto para ser leído. Esta no es una in- por supuesto18. El texto icónico, por el contrario,
terpretación nuestra, ya en los orígenes del mun- usa un código no identificable de forma automá-
do moderno Alberti, en su tratado De pictura, tica y, sobre todo, de carácter polisémico. No dis-
destaca precisamente este carácter de la pintu- ponemos, en la mayoría de los casos, de un código
ra como un medio que permite hablar al pasado: para su lectura e incluso si lo tuviésemos el nivel
de polisemia sería extremadamente alto. Esto no
Este arte tiene en sí una fuerza tan divina que no sólo quiere decir, por supuesto, que en los textos escri-
hace lo que la amistad, la cual nos represente en vivo
las personas que están distantes, sino que nos pone tos el significado sea exactamente unívoco, algo
delante de los ojos aun aquellos que ha mucho tiempo que posiblemente solo se puede afirmar de len-
que murieron, causando su vista tanta complaciencia guajes rígidamente codificados como las matemá-
(sic) al pintor como marabilla (sic) a quién lo mira14.
ticas, pero sí que su nivel de polisemia es mucho
menor que el de los textos icónicos, hasta el pun-
Afirmación que Facundo Tomás pone en relación to de que, a pesar de la facilidad con la que los
con la hecha por San Agustín mil años antes de estructuralistas hablan de las imágenes como tex-
que “la escritura […] fue inventada para permi- to, siempre cabe la duda de si esta afirmación es
tirnos […] hablar con los muertos”15. Tanto la poco más que una simple metáfora. Finalmente,
escritura como las imágenes tendrían entre sus no solo los posestructuralistas más radicales han
funciones la de permitir hablar al pasado, dejar negado la pretensión estructuralista de la existen-
hablar a los muertos. cia de “un” significado, también algunos de los se-
Sin embargo, el carácter comunicativo de las imáge- guidores del ­método iconográfico clásico fueron
nes, su función de texto escrito, no ha sido el cen- conscientes desde fechas muy tempranas de que
tro de preocupación de los historiadores16. La idea no se podía hablar de “significado” sino de “sig-
de leer imágenes, a pesar de que ha estado presen- nificados”. Algo nada extraño en el caso de es-
te de una u otra forma en la tradición occidental, tos últimos si consideramos que la polisemia es
desde la repetida afirmación del papa Gregorio una característica intrínseca de las imágenes, entre
Magno en el siglo vi de “se colocan imágenes en otras cosas, porque la mayoría de ellas están “escri-
las iglesias para que los que no son capaces de leer tas,” cómo mínimo, con formas y con colores, dos
lo que se pone en los libros lo ‘lean’ contemplan- planos de significación distintos y diferenciados.
do las paredes”, hasta la no menos citada en los No obstante, la polisemia no es el principal proble-
últimos años declaración de Roland Barthes de ma de la utilización de las imágenes como fuen-
“Leo textos, imágenes, ciudades, etc.”17, ha teni- te o vestigio, finalmente, puede ser considerada
do siempre en su contra el carácter impreciso de tanto como una carencia o como una virtud. La
su lectura. Un texto escrito tiene, al margen de las principal dificultad tiene que ver con la pérdi-
da de vigencia comunicativa, algo común a todo
vestigio del pasado. Las dificultades de lectura de
14 La cita esta tomada de la traducción al español de Rejón de Silva cualquier tipo de texto aumentan a medida que
del siglo xviii. León Batista Alberti, De pictura, en El tratado de
pintura por Leonardo De Vinci y los tres libros que sobre el mismo nos alejamos en el tiempo, pero en el caso de las
arte escribió León Bautista Alberti, ed. y trad. Diego Antonio Rejón
de Silva (Madrid: Imprenta Real, 1784), 220.
15 Citado en Tomás, Escrito, pintado, 164.
16 Sobre el carácter comunicativo de las imágenes en un caso con- 18 Una afirmación que, en sentido estricto habría que matizar, abor-
creto, el de la pintura de historia académica del siglo xix, véase da toda una larga tradición hermenéutica, por no referirnos a la
Tomás Pérez Vejo, “Pintura de historia e imaginario nacional: el kábala judía, nos habla de las dificultades que la interpretación
pasado en imágenes”, Historia y Grafía 8, no. 16 (2001): 73-110. de los textos escritos plantea, pero que para el objetivo de este
17 Burke, Visto y no visto, 44. artículo puede darse por válida.

¿Se puede escribir historia a partir de imágenes? El historiador y las fuentes icónicas / Tomás Pérez Vejo / 23

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imágenes, a diferencia de lo que ocurre con los El uso de las imágenes como vestigio plantea, por
textos escritos, el desconocimiento del código no lo tanto y previo a cualquier otra consideración,
se evidencia de manera automática. Todos cree- el problema de una paciente reconstrucción ar-
mos conocer el código con el que las imágenes queológica del lenguaje en que fueron “escritas”.
están escritas, entre otras cosas, porque se pre- Todo ello sin olvidar que lo que para nosotros es
sentan a sí mismas, no como una convención sino un erudito trabajo de reconstrucción filológica,
como un reflejo de la realidad. Una de las escasas en el momento de su creación, fue leído de forma
excepciones sería el arte no figurativo, de ahí esa automática. Por complejo que pueda parecernos
extraña zozobra que parece invadir al público de un discurso en imágenes, no debemos conside-
una exposición de pintura abstracta, que le lleva rar que siempre fue así. Los niños chinos hablan
a preguntarse obsesivamente sobre que significa chino sin necesidad de estudiar ­chino, aunque
determinado cuadro, una pregunta que raramen- nosotros necesitemos toda una vida para hacer-
te ese mismo público se haría en una exposición lo. Salvando las distancias, los hombres del Ba-
de pintura barroca, a pesar de que la dificultad rroco leían imágenes barrocas sin necesidad de
para “leer” un cuadro barroco sea posiblemente estudiar iconología barroca, cosa que, por cierto,
muy superior al de uno abstracto. Se podría de- uno puede dudar leyendo a algunos iconólogos
cir que de manera “natural” identificamos un tex- seguidores de Panofsky.
to escrito como conocido o desconocido y que Esta reconstrucción del código con el que la ima-
de manera también “natural” identificamos todo gen fue “escrita” es una tarea difícil y compleja,
texto icónico como conocido, parte de un len- pero necesaria. Para lograrlo, paradójicamente,
guaje universal. el texto escrito se convierte, a su vez, en vestigio
Un ejemplo explicará mejor lo que estoy diciendo. imprescindible de un idioma muerto, pero no a
Un historiador enfrentado a un texto medieval la manera de los iconógrafos que buscan esta-
escrito en latín sabe que bien estudia latín para blecer una relación casual entre un determina-
descifrar el texto, bien recurre a un traductor. do texto y una determinada imagen, sino desde
El mismo historiador enfrentado a una imagen una perspectiva que nos permita reconstruir un
del medioevo se considerará capaz de interpre- código general. No se trata de reconstruir lo que
tarla sin necesidad de hacer un curso sobre lectu- una imagen concreta dice o creemos que dice,
ra de imágenes en el mundo medieval ni, mucho con el riesgo de arbitrariedad que esto conlle-
menos, de pedir que alguien le traduzca el tex- va, sino de reconstruir el lenguaje general con el
to. Las imágenes, se supone, están escritas en un que esa imagen está escrita de manera que po-
lenguaje natural y, por lo tanto, no necesitan ser damos contrastar su lectura con otras imágenes
traducidas. El problema se agrava por el hecho contemporáneas. Para ello es preciso considerar
de que los lenguajes icónicos varían con una ra- la utilidad de poner en relación objetos cultura-
pidez incluso mayor que la de los textos escritos. les contemporáneos al margen de sus relaciones
Cualquier hispanohablante de un nivel cultu- intencionadas e incluso de la propia voluntad
ral medio es capaz de leer, sin demasiados pro- de sus autores, cada uno de nosotros sabe mu-
blemas, un texto del siglo xvii, por ejemplo El cho más de lo que cree saber y dice mucho más
Quijote o una poesía de Quevedo. Tendría, por el de lo que cree decir. No se trata de encontrar el
contrario, serias dificultades para interpretar, in- texto que explique la imagen, manteniendo la
cluso para saber qué tiene que interpretar, y aquí habitual relación de subordinación de la imagen
estriba la principales dificultades, la refinada ale- con respecto al texto escrito, sino de los textos,
goría en imágenes que puede encerrar una sim- y el plural es intencionado, que nos ayuden a re-
ple vanitas barroca del mismo periodo. Es decir, construir el código en el que la imagen fue “es-
el problema es el inverso al que el sentido co- crita”. Aunque quizás desde el punto de vista del
mún tiende a pensar: son las imágenes del pa- historiador, el objetivo debiera ser incluso más
sado las que ofrecen mayor dificultad de lectura ambicioso. Se trataría no solo de reconstruir el
que los textos impresos, no al contrario. código sino, sobre todo, de reconstruir la mirada
de los creadores de las imágenes y del público

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para el que fue pintado19. Reconstruir eso que por poner un ejemplo, de los vestigios icónicos
el historiador del arte inglés Michael Baxan- del arte parietal paleolítico. Pocas dudas caben
dall ha llamado con toda precisión “el ojo de la en estos momentos de que estamos ante un so-
época”20. Una mirada cambiante de un periodo fisticado discurso en imágenes, igualmente, to-
histórico a otro, de unos grupos sociales a otros davía hay menos vacilaciones que las primeras
y de una cultura a otra, pero capaz de expre- y naïf aproximaciones de los que vieron en las
sar, y entender, incluso aspectos no conscientes pinturas de las cuevas franco-cantábricas colo-
del imaginario colectivo. Y en este sentido qui- ristas representaciones de ceremonias de magia22
zás Clifford Geertz tiene razón cuando afirma como las muchas más sofisticadas interpretacio-
que el lector de imágenes debe de dejar de con- nes estructuralistas de Leroi-Gourhan23 son im-
siderar “los signos meros instrumentos  de co- posibles de validar y, como consecuencia, de usar
municación, un código que debe ser descifrado, como fuentes de información histórica. Sin lle-
y considerarlos modos de pensamiento, locucio- gar a estos casos extremos, habría que ser extre-
nes que deben ser interpretadas”21. madamente cuidadoso en la lectura de cualquier
Esta idea de reconstrucción y aprendizaje del len- imagen, tan cuidadoso al menos como lo so-
guaje en el que las imágenes fueron escritas mos en la de un texto escrito, evitando confun-
plantea dos problemas relacionados: la no na- dir intuiciones y opiniones con el conocimiento
turalidad de la lectura, es decir, las imágenes no real del código con el que la imagen fue escri-
están escritas en un lenguaje universal sino en ta. El riesgo, en caso contrario, es el del conoci-
lenguajes diferenciados que es necesario apren- do caso del investigador Neil Macintosh quien a
der, y la posibilidad de que en algunos casos el su vuelta a un yacimiento australiano, acompaña-
lenguaje en el que las imágenes fueran escritas do por un aborigen que conocía el significado de
sea en la práctica imposible de reconstruir y, por las imágenes representadas, se dio cuenta que sus
lo tanto, en un momento concreto, sea un ejer- primeras interpretaciones, hechas sin ayuda del
cicio estéril para el conocimiento histórico. El intérprete, eran completamente erróneas24.
primer problema debe de ponernos en guardia La última consideración tiene que ver, a diferen-
tanto respecto a lecturas apresuradas y no con- cia de las anteriores, no con la ausencia de una
trastadas como el uso de fórmulas estereotipa- tradición sino con la presencia de una tradi-
das tipo este objeto, forma o color significa esto. ción historiográfica sobre el uso de las imágenes,
No se traduce un texto de un idioma desconoci- fuertemente arraigada y de consecuencias inclu-
do utilizando solo un diccionario, tampoco una so más nocivas que las ausencias anteriores, que
imagen. El segundo con el hecho de que la pro- ha tendido, con una cierta ingenuidad, a consi-
gresiva lejanía en el tiempo o el espacio dificulta derar las imágenes como reflejo de la realidad.
las posibilidades de lectura hasta volverlas in- Finalmente, y hechas todas las salvedades en tor-
cluso, hipotéticamente, imposibles. Sería el caso, no al mayor o menor rigor metodológico en el
uso de las fuentes icónicas o a la mayor o me-
nor sofisticación interpretativa, la idea de parti-
19 ��������������������������������������������������������������
Para algunos ejemplos de decoficación de la mirada véanse Nor-
man Bryson, Visión and Painting: The Logic of the Gaze (New Ha- da ha sido, casi siempre, que las imágenes reflejan
ven: Yale University Press, 1983) y Stephen Kern, Eyes of Love: la sociedad en que fueron creadas y los pensa-
The Gaze in English and French Culture, 1840-1900 (New York:
New York University Press, 1996).
mientos de los hombres que las hicieron posibles,
20 Para un ejemplo de la forma como este autor ha reconstruido la una especie de espejo en el tiempo. Una tradición
mirada de dos épocas distintas véanse Michael Baxandall, Paint-
ing and Experience in Fifteenth Century Italy; A Primer in the
Social History of Pictorial Style (Oxford: Clarendon Press, 1972) y
Michael Baxandall, The Limewood Sculptors of Renaissance Ger- 22 Henri, Breuil, Quatre Cents Siècles d´art parietal: les cavernes or-
many (New Haven: Yale University Press, 1980). nées de l´age du Renne (Montignac: Centre d´etudes et de docu-
21 Clifford Geertz, Local Knowledge: Further Essays in Interpretive mentation prehistoriques, 1952).
Anthropology (New York: Basic Books 1983), 120. Un ��������������
ejemplo in- 23 André Leroi-Gourhan, L´art parietal, langage de la Prehistoire
teresante, por lo novedoso, aunque probablemente no demasiado (Paris: Jerome Millon, 1992).
útil por la falta de precisión metodológica, de “lectura” de imá- 24 ������������������������������������������������������������
Neil W.G. Macintosh, “Beswick Cave, two Decades later: a Re-
genes es el de Alberto Manguel, Leer imágenes (Madrid: Alianza praisal”, en Form in Indigenous Art, dir. Peter Ucko (London:
Editorial, 2002). Duckworth, 1977).

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Jan Van Eyck, El matrimonio Arnolfini, 1434, óleo sobre roble, 82x60 cm,
National Gallery, Londres.

historiográfica cuyos logros, desde la larga tradi- Habría que plantearse la posibilidad de que en mu-
ción del Instituto Warburg hasta las aproxima- chos casos, si no en todos, las imágenes, además
ciones semióticas más recientes, no pueden ser de reflejo de una realidad, sean también, y qui-
desvalorados, pues ella encuentra fundamento en zás de manera prioritaria, una sofisticada forma
la propia voluntad de la imagen como testimo- de construcción de realidad, un poderoso ins-
nio ocular, como reflejo de la realidad. Es lo que trumento de producción y control de imagina-
Gombrich llamó “el principio del testigo ocular”, rios colectivos. La imagen puede no informar, o
esa idea de que las imágenes nos permiten ver informar de forma marginal, de la realidad. En
lo que habríamos visto en  el caso de haber es- principio de lo que nos está informando es de la
tado allí. Algo muy obvio en el caso de la foto- forma en que una determinada realidad fue vista
grafía pero presente también en otras formas de y de cómo esa realidad fue construida hasta con-
comunicación visual. Recuérdese la explícita afir- vertirse en real25, la mirada no es una realidad
mación del pintor flamenco Jan Van Eyck en su objetiva sino una construcción cultural e inclu-
conocido cuadro El matrimonio Arnolfini, “Jan so de la forma como alguien, el autor o el comi-
Van Eyck estuvo aquí”. El pintor había estado allí
y testificaba que lo representado en el cuadro era
lo que realmente había ocurrido. Sin embargo, es 25 Estaríamos ante un nuevo enfoque del viejo problema de la míme-
sis, que ha recorrido como un fantasma toda la historia de Occi-
muy posible que en el caso de haber estado allí dente, este no sería otro que el de cómo representar la imagen
habríamos visto algo bastante diferente, al igual visible del mundo. La novedad vendría del hecho de aceptar que
en esta representación se está ya construyendo una forma de ver
que tampoco veríamos lo mismo que vio el au- y de mirar. Sobre el concepto de mímesis véase Valeriano Bozal,
tor de una fotografía de mediados del siglo xix. Mímesis: las imágenes y las cosas (Madrid: Visor, 1987).

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tente, quiso que fuera vista. La imagen es tanto tamientos sociales, entre otros, son otros múlti-
constructora de realidad como su reflejo. Hoy ples aspectos en los que el uso de las imágenes
sabemos, por ejemplo, que El matrimonio Arnol- parecen prácticamente imprescindibles. En ellas
fini no es una foto de boda, el relato visual de aparecen aspectos que por ser cotidianos rara-
un episodio del que el pintor fue testigo, a pesar mente están en los textos escritos pero que son
de la explícita afirmación del pintor de que “es- de indudable interés histórico. Nadie cuenta lo
tuvo allí”, sino una compleja alegoría matrimo- obvio, pero la imagen tiende a representarlo
nial que ilustra, de manera minuciosa, el sentido Sin embargo, no me interesa este aspecto, que,
y significado del matrimonio en la sociedad eu- por  otro lado, ha sido detalladamente analiza-
ropea de la época y que, sobre todo, adoctrinaba do  por otros autores, véase en particular el ya
a los contemporáneos sobre como debía de ser el citado trabajo de Peter Burke, Visto y no visto,
matrimonio ideal. No parece necesario precisar en el cual aparece una primera bibliografía que
que ser y deber ser no son exactamente lo mis- puede servir de introducción al tema. Me in-
mo y que el detallista retrato de Van Eyck puede teresa más otro problema de un mayor calado
ser un vestigio excelente para reconstruir el ima- historiográfico. Los hombres viven en universos
ginario sobre el matrimonio en los inicios del físicos, pero también, y no en menor medida,
mundo moderno pero pésimo para saber cómo en universos simbólicos, construcciones menta-
eran los matrimonios reales. Tampoco una foto les que les permiten dotar de sentido al mun-
de boda de nuestros días muestra lo que ocu- do en que habitan. En última instancia para las
rrió sino una realidad tan construida como la múltiples generaciones que se han sucedido so-
del matrimonio de los Arnolfini. La imagen fo- bre la tierra han sido más reales las representa-
tográfica es solo la narración de lo que novios, ciones simbólicas que se han hecho del mundo
familiares y fotógrafos quieren transmitir a la y de la sociedades en las que vivieron que el
posteridad, de ahí ese fenómeno de que las fotos mundo y las sociedades “reales” que los histo-
de boda de un determinado grupo sociocultural riadores intentamos reconstruir. El mundo vi-
sean prácticamente intercambiables. Están mos- vido no es tanto una realidad tangible como su
trando lo que la ceremonia de boda debe ser, no representación, una imagen mental.
lo que realmente es. Esta representación del mundo no tiene porque ser,
y no lo es la mayoría de las veces ni para la ma-
3. Imágenes e historia yoría de las personas, un discurso racional sino
que descansa en algo previo que podríamos de-
Pasemos ya, para concluir, a la utilidad del uso de las finir como un imaginario colectivo. El concepto
imágenes como fuente o vestigio histórico. Hay de imaginario es, posiblemente, uno de los que
una utilidad obvia, pero a la que no me voy a re- más problemas plantea en estos momentos en el
ferir aquí, que tiene que ver con el hecho de que campo de las humanidades y las ciencias socia-
las imágenes pueden, en algunos casos, ofrecer les. Para no entrar en un complejo debate, que se
información sobre aspectos de la realidad que los saldría completamente de los objetivos de este
textos pasan por alto. La obra de Philippe Ariès artículo, aquí se entiende el término imagina-
sobre los niños en las sociedades europeas del rio como una forma de ver el mundo, general-
Antiguo Régimen26, que parte básicamente de mente, a diferencia de la ideología, ni explícita,
documentos icónicos, es una buena prueba del ni ordenada, que mediatiza la manera en que
descubrimiento de una realidad cultural, la in- una sociedad se imagina a sí misma y al mun-
vención de la infancia, sobre la que otro tipo de do que la rodea y que se plasma en  una suce-
documentos son prácticamente mudos. Cultura sión de imágenes mentales más que en discursos
material, vida cotidiana, vida familiar, compor- articulados27.

27 Definición de imaginario no demasiado alejada de la de Baczko,


26 Philippe Aries, L’enfant et la vie familiale sous l’Ancien Régime quien lo define como la manera en que una sociedad ordena las
(Paris: Plon, 1960). representaciones que se da a sí misma. Para el concepto de ima-

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Y es aquí donde entran en juego las imágenes. Un desde esta perspectiva, bastante extraña. Si que-
imaginario, entendido como la ordenación de remos saber cómo una sociedad “era” es muy po-
las representaciones que una sociedad tiene de sí sible que el vestigio más apropiado no sean las
misma y de las demás, se construye con imáge- imágenes sino otro tipo de documentos; pero si
nes mentales, pero en su reconstrucción histórica queremos saber cómo una sociedad se veía a sí
el testimonio de las representaciones visuales, las misma y al mundo que la rodeaba, la trama en
mentales por definición no se conservan, es cen- que articulaba sus creencias colectivas, las men-
tral y, posiblemente, imprescindible. Esto sitúa a talidades que permitían funcionar y legitimar
las imágenes en el centro del debate historiográ- determinadas estructuras sociales y políticas, las
fico, así se constituyen en vestigios no solo de la identidades colectivas que hacían a los indivi-
forma en la que una sociedad se vio así misma, duos sentirse miembros de una comunidad po-
sino también, y quizás sobre todo, de la manera lítica o social y, en definitiva, el cúmulo de ideas
en que determinadas imágenes fueron construi- preconcebidas y prejuicios morales a partir de
das hasta ser capaces de interpretar y dar sentido los que toda sociedad se articula, las imágenes
a una determinada realidad colectiva. se convierten en un vestigio imprescindible y en
Pintores, fotógrafos, grabadores, entre otros, toda muchos casos único.
una pléyade de creadores de imágenes nos deja- Uno de los errores de la historia como disciplina
ron en sus obras, no la imagen de como una socie- académica, herencia de la voluntad de desencan-
dad era, sino las representaciones que esa sociedad tamiento del mundo de la tradición ilustrada, ha
hizo de sí misma y con la que construyó sus ima- sido considerar que los hombres viven una rea-
ginarios sociales; no la sociedad que fue sino la lidad objetiva; el mundo como es y no en una
que los individuos vivieron. Aquí las imágenes realidad imaginaria, el mundo como es percibi-
del pasado se convierten en una fuente, o vesti- do. Como consecuencia, la tarea del historiador
gio, absolutamente preciosa e imprescindible. Nos ha consistido, de manera general, en descubrir
sirven, no para reconstruir la realidad, sino para esa realidad oculta tras el velo de las apariencias,
reconstruir el universo mental en que los hombres separar la ideología de la realidad, sin entender
de una determinada época vivieron. La imagen, que el mundo vivido es el imaginado, no el real.
tanto visual como escrita, no refleja la realidad, es Las representaciones no son neutras, determinan
el material con el que la realidad fue construida. una forma de ver y de imaginar. Es preciso susti-
Un error de la historiografía ha sido considerar tuir la idea, de claras resonancias positivistas, de
las imágenes reflejo de realidad. Algo difícil de un mundo que está ahí, como realidad tangible,
mantener, ni siquiera cuando se da una voluntad a la espera de ser descubierto, por la de un pro-
explícita de reflejar el mundo tal como es. Por ceso mediante el cual el mundo es imaginado,
poner dos ejemplos, ni las pinturas de la escue- en sentido estricto “dotado de imágenes”, hasta
la holandesa, con sus minuciosas descripciones convertirse en real.
de la vida cotidiana, ni la colección de fotografías Pero las imágenes no se limitan a reflejar una vi-
titulada Espejo de los alemanes de August Sander sión estática de la sociedad, nos muestran tam-
de 1929, cuyo objetivo declarado fue hacer un re- bién el cambio, las pugnas que permiten a un
trato de Alemania en sus individuos típicos, son determinado imaginario social imponerse so-
el reflejo de ninguna realidad sino del imagina- bre otro; un conflicto que se dirime también, en
rio colectivo que las sociedades holandesas y ale- gran parte, en el campo de las imágenes. Ya a fi-
manas, en un momento histórico determinado, nales del siglo xviii, Jaucourt, autor del artícu-
crearon sobre sí mismas. lo “Pintura” en la Enciclopedia escribió, “en todas
La conclusión sobre las posibilidades del uso de las épocas, los que han gobernado han utiliza-
las imágenes como documento histórica resulta, do siempre la pintura y la escultura para ins-
pirar al pueblo los pensamientos apropiados”.
En todas las épocas, y no solo los gobernan-
ginario en este autor véase Bronislaw Baczko, Les imaginaires so- tes, se han utilizado las imágenes, y no solo la
ciaux. Memoires et espoirs collectifs (Paris: Payot, 1984). pintura y la escultura, para construir y afianzar

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imaginarios políticos que permitan legitimar, o Baczko, Bronislaw. Les imaginaires sociaux. Memoi-
cuestionar, la sociedad existente. El fundamen- res et espoirs collectifs. Paris: Payot, 1984.
to último de toda lucha política es la lucha por Bozal, Valeriano. Mímesis: las imágenes y las cosas.
el control de  los imaginarios colectivos, por la Madrid: Visor, 1987.
producción, difusión y consumo de imágenes. Breuil, Henri. Quatre Cents Siècles d´art parietal:
En este sentido, las imágenes son el vestigio, les cavernes ornées de l´age du Renne. Montignac:
no solo de las sociedades del pasado, sino tam- Centre d´etudes et de documentation prehisto-
bién de la forma en que estas cambiaron y de riques, 1952.
los avatares que permitieron o impidieron es- Bryson, Norman. Visión and Painting: The Logic of
tos cambios. Podemos seguir a través de ellas la the Gaze. New Haven: Yale University Press, 1983.
forma en que se construyeron categorías bioló- Burckhardt, Jacob. La cultura del Renacimiento en
gicas como categorías sociales, desde los niños Italia. Madrid: Akal, 2004.
a las mujeres; como determinados grupos socia- Burke, Peter. Visto y no visto. El uso de la imagen como
les, por ejemplo los campesinos o los indígenas, documentos histórico. Barcelona: Crítica, 2001.
fueron utilizados como reflejo idealizado de un Eco, Umberto. La estructura ausente. Barcelona: Lu-
mundo que nunca existió; como el pueblo pasa, men, 1986.
en los inicios del siglo xix, de una masa desa- Geertz, Clifford. Local Knowledge: Further Essays
rrapada y abyecta a ciudadanos conscientes po- in Interpretive Anthropology. New York: Basic
líticamente; como la nación se convirtió en una Books, 1983.
realidad capaz de explicar y legitimar las accio- Ginzburg, Carlo. Mitos y emblemas: morfología e his-
nes individuales y colectivas, entre otros. Todo toria. Barcelona: Gedisa, 1994.
un universo de imágenes capaces de contarnos, Greemberg, Clement. La pintura moderna y otros
si sabemos leerlas, la forma en que las socie- ensayos. Madrid: Siruela, 2006.
dades se fueron construyendo a sí mismas y se Huizinga, Johan. El otoño de la Edad Media. Ma-
imaginaron. Este quizás sea el gran reto de los drid: Torre de Goyanes, 2006.
historiadores en el momento actual, no con- Kern, Stephen. Eyes of Love: The Gaze in English
tar cómo fueron las sociedades del pasado, sino and French culture, 1840-1900. New York: New
cómo se imaginaron que eran. Objetivo para el York University Press, 1996.
que las fuentes icónicas no solo son necesarias Kiblanky, Raymond; Erwin Panofsky y Fritz Saxl.
sino imprescindibles. Saturno y la melancolía. Madrid: Alianza Edito-
rial, 2006.
Bibliografía Jakobson, Román y Morris Halle. “Dos aspectos
del lenguaje y dos tipos de trastornos afásicos”.
Alberti, León Batista. “De pictura”. En El tratado de En Fundamentos del lenguaje, editado por Ro-
pintura por Leonardo De Vinci y los tres libros que mán Jakobson y Morris Halle, 99-143. Madrid:
sobre el mismo arte escribio León Bautista Alberti, Ayuso, 1973.
editado y traducido por Diego Antonio Rejón de Leroi-Gourhan, André. L´art parietal, langage de la
Silva. Madrid: Imprenta Real, 1784. Prehistoire. Paris: Jerome Millon, 1992.
Aries, Philippe. L’enfant et la vie familiale sous Macdonald, Dwight. Against the American Grain.
l’Ancien Régime. Paris: Plon, 1960. New York: Random House, 1962.
Azua, Félix de. Diccionario de las Artes. Barcelona: Macintosh, Neil W.G. “Beswick Cave, Two Deca-
Planeta, 1995. des Later: A Repraisal”. En Form in Indigenous
Baxandall, Michael. Painting and Experience in Art, dirigido por Peter Ucko, 191-197. London:
Fifteenth Century Italy; A Primer in the Social Duckworth, 1977.
History of Pictorial Style. Oxford: Clarendon Manguel, Alberto. Leer imágenes. Madrid: Alianza
Press, 1972. Editorial, 2002.
Baxandall, Michael. The Limewood Sculptors of Re- Pérez Vejo, Tomás. “Pintura de historia e imagina-
naissance Germany. New Haven: Yale Universi- rio nacional: el pasado en imágenes”. Historia y
ty Press, 1980. Grafía 8, no. 16 (2001): 73-110.

¿Se puede escribir historia a partir de imágenes? El historiador y las fuentes icónicas / Tomás Pérez Vejo / 29

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Renier, Gustaaf Johannes. History, its Purpose and Yates, Frances A. Shakespeare´s Last Plays: A New Ap-
Method. Macon: Mercer University Press, 1982. proach. London: Routledge and Kegan Paul, 1975.
Rotberg, Robert I. y Theodore K. Rabb, ed., Art and
History: Images and their Meanings. Cambridge: n Fecha de recepción: 30 mayo 2011
Cambridge University Press, 1988. n Fecha de evaluación: 29 diciembre 2011
Schama, Simon. The embarrassment of Riches: An n Fecha de aprobación: 31 enero 2012
Interpretation of Duch Culture in the Golden Age.
New York: A.A. Knopf, 1987.
Schama, Simon. Landscape and Memory. New York:
Cómo citar este artículo
A.A. Knopf, 1995.
Pérez Vejo, Tomás. “¿Se puede escribir historia a par-
Tomás, Facundo. Escrito pintado (Dialéctica entre tir de imágenes? El historiador y las fuentes icóni-
escritura e imágenes en la conformación del pensa- cas”. Memoria y sociedad 16, no. 32 (2012): 11-25.
miento europeo). Madrid: Visor, 1998.

30 / Vol. 16/ ISSN 0122-5197/ Nº 32/ enero-junio de 2012

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