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"Los hombres hocen su propio historio, pero no lo

hocen arbitrariamente bojo circunstancias elegidos por


ellos mismos, sino bojo circunstancias directamente
dadas y heredadas del pasado" (Carlos Marx). 1

E n cualquier estudio orientado a entender la acción humana brota


inmediatamente la pregunta que persigue a los intelectuales des-
de tiempos ancestrales: ¿quiénes hacen la historia y cómo la ha-
cen? El interrogante no fue una mera ocurrencia banal de Marx, como
tampoco lo fue su respuesta, así hoy no todos la compartan. Por el contra-
rio, constituye el punto de partida para la explicación de la acción de hom-
bres y mujeres. Al hablar de explicación tocamos la médula de la investi-
gación histórica, que requiere tanto teoría como búsqueda empírica: sin
1
las preguntas teóricas el historiador da palos de ciego; sin los datos empí-
ricos no avanza en el conocimiento del pasado.

En este libro pretendemos abordar la explicación histórica de las protes-


tas sociales en Colombia en la segunda mitad del siglo XX, en un intento
narrativo que busca combinar los dos polos de toda reconstrucción del
pasado confrontándolos mutuamente, hasta donde sea posible. Sin em-
bargo, habrá algunos momentos en que privilegiaremos la teoría, o mejor,
las teorías en plural, como lo hacemos en esta Introducción; en otros, la
mayoría de la obra, resaltaremos los datos empíricos leídos con nuestro
pnsma conceptual. Si bien hablaremos de hombres y mujeres reales, lo
haremos desde la reflexión académica, que es nuestra contribución para
entender y cualificar su historia.
j8 Mauricio Archila Neira IDAS Y VENIDAS. VUELTAS Y REVUELTAS j9

Consideramos pertinente iniciar este estudio haciendo explícitos los ele- sión entendida como una disfunción, un desequilibrio que desorganizaba
mentos teóricos que nos iluminaron por medio de un recuento selectivo de a la sociedad. A su vez, para Neil Smelser "el comportamiento colectivo
las principales escuelas de pensamiento en el terreno que nos ocupa, tan- tiende a reestructurar el componente perturbado por la tensión, eliminan-
to en el plano mundial como en el latinoamericano, complementado por un do la incertidumbre que la caracteriza" .6 Así, los desajustes de la moder-
balance de la producción sobre el caso colombiano. Concluiremos esta nización producían individuos marginales al conjunto de la sociedad que
Introducción presentando los conceptos y categorías centrales de la inves- lanzaban esas acciones, disfuncionales para el sistema imperante y pro-
tigación adelantada por más de un lustro, así como las partes que consti- vocadas desde su exterior, pero tendientes a un nuevo equilibrio. Dichas
tuyen este libro. acciones incluían desde el pánico y la moda, hasta las conductas disiden-
tes, con lo que la especificidad de los movimientos sociales se diluía. Al-
TEORÍAS SOBRE LA ACCIÓN SOCIAL COLECTIVA 1 gunas explicaciones sicologistas en torno a la tesis que relaciona la frus-
tración con la agresión, acompañaron esta primera lectura, especialmente
Es un 1l gar común entre los estudiosos de los movimientos sociales seña- en Europa. Según éstas, el desencanto ante las crecientes expectativas de
lar a la 'teoría de las conductas colectivas de Neil Smelser como el primer la modernización explicaría la movilización.
paso en la construcción del tema. 3 Dicha teoría, a su vez, se apoyó tanto
en los avances de la escuela sociológica de Chicago, especialmente en el La irrupción de los "nuevos" movimientos sociales, en especial los estu-
interaccionismo simbólico de Robert Park, como en el funcionalismo µe diantiles rle los años sesenta, cuestionó el paradigma funcionalista y las
Talcott Parsons y Robert_Merton.4 En el estudio del comportamiento colec- lecturas sicologistas, pues no fueron propiamente elementos marginales a
tivo, Park intentó superar la mirada conservadora de Le Bon y Tarde sobre la modernización los que se lanzaron a la protesta. Un primer paso de
la multitud a la que le asignaban un carácter caótico e irracional fruto de avance fue afirmar la racionalidad de las acciones sociales colectivas se-
la supuesta manipulación hecha por agitadores externos. Para Park, "el - gún una lógica que perseguía una coherencia entre medios y fines. Se
comportamiento colectivo no era una realidad patológica, sino un compo- indagó por las motivaciones que los individuos tenían para sumarse a las
nente fundamental del normal funcionamiento de la sociedad". 5 Por su acciones colectivas. Surgía así el individualismo metodológico. 7 En ese
parte Parsons había estudiado las conductas desviadas y Merton además contexto el economista Mancur Olson planteó que el actor más racional
escudriñó las inconformes. Pero para todos estos sociólogos la acción co- era el free rider, pues podía disfrutar de los beneficios de la movilización
,;,,t lectiva se refería a comportamientos disfuncionales al sistema vigente. ta sin tener que incurrir necesariamente en los costos de sumarse a ella.8
noción de equilibrio social hacía muy difícil entender en forma positiva la
aparición de ?ctores sociales no institucionales. Con estos avances metodológicos, la sociología norteamericana reflexionó
sobre los movimientos que irrumpieron en los tardíos sesenta y principios
Pues bien, dentro del marco funcionalista norteamericano de mediados de los setenta (tales como la nueva oleada feminista, el pacifismo o el
del siglo XX, los movimientos sociales del momento (por ejemplo, los afro- ecologismo) y elaboró la llamada teoría de la movilización de recursos.
americanos por derechos civiles) .fueron vistos como resultado de una ten- Según esta visión, en una situación de descontento generalizado algunos

2 Esta sección es una versión corregida y aumentada de nuestro ensayo "Poderes y contestación (reseña teorico-metodológica)", 1 lbid., pág. 30.
Con!roversia, No 173, diciembre de 1998, págs. 30-49.
' Un resumen de este tipo deacercamientoen Martín Tanaka, "Elementos para un análisis de los movimientos sociales". AnálisisPolítico,
3 Véase, por ejemplo, laya clásica síntesis de Jean Cohen, "Strategy or ldentity: NewTheoretical Paradigms and·Contemporary Social No. 25, mayo-agosto de 1995.
Movementf, Social Research, Vol. 52, No. 4, invierno de 1985, págs. 663-716.
• · Para esta parte nos apoyamos en el análisis de Joe Foweraker, Tteorizing Social Movements. Londres: Pluto Press, 1995. Es.signi-
• Punto señalado por Alberto Melucci, en quien nos basamos para esta parte (Acción colectiva, vida cotidiana y democracia. México ficativo el paralelismo que se presenta entre la evolución de la teoría económica y la de los movimientos sociales. Las preguntas son
El Colegio de México, 1999, págs. 27-29). Una ampl'ación del aporte de Parken Enrique Laraña,La construcción de los movimie oracticamentP. las mismas· la rnr.ion;ilirfan rle la acción. el costo-beneficio. el oeso del individualismo en las decisiones o de su
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grupos deciden obtener la máxima ventaja al movilizar los recursos dispo- ahí que, en la vertiente leninista que retoma Althusser, se necesitara de
nibles en la sociedad tras el logro de objetivos estratégicos, entendidos un agente externo a la clase para que la dirigiera. Este agente era la elite
básicamente como integración al sistema político. Aunque la explicación intelectual agrupada en el partido del proletariado. Así, un esencialismo
supera las meras motivaciones individuales y mira los recursos organiza- que prácticamente naturalizaba a las clases sociales se combinaba con
tivos previos a la movilización, sigu·ELJJ..Sando una racionalidad instrumen- un voluntarismo en términos de la acción política.
tal de costo-beneficio que pone como meta de la movilización social la
incorporación al sistema político, lo que sin lugar a dudas refleja los ava- A partir de una lectura más flexible del marxismo, pero cercanos todavía
tares de la democracia norteamericana de esos años. al estructuralismo, algunos autores europeos intentaron mirar a los nue-
vos actores sociales en los años setenta: los movimientos urbanos. Para
En forma paralela, en Europa surgió otro tipo de lectura que no compartía Manuel Castells, la ciudad no era solo un espacio de producción sino tam-
la explicación de la acción colectiva por medio de intercambios estratégi- bién de consumo. Aunque los conflictos urbanos eran estructuralmente
cos entre adversarios. El horizonte de los movimientos sociales no se redu- "secundarios", pues no ponían en tela de juicio en forma directa el modo
cía al cálculo instrumental en el marco del sistema imperante. No solo de producción dominante, coyunturalmente podían reflejar la contradic-
había metas difíciles de negociar, al menos en el corto plazo (para el am- ción principal. Este malabarismo teórico estaba destinado a recalcar que
bientalismo o el pacifismo}, sino que algunos movimientos perseguían tam- los movimientos urbanos no estaban relegados al reformismo porque "con-
bién 1~ construcción de identidad (tal era el caso de movimientos étnicos o trovierten el orden establecido a partir de las contradicciones específicas
de género). Surgió así el llamado paradigma de la construcción de identi- de la problemática urbana". 11 Esas contradicciones brotaban del consu-
dad o de los "nuevos movimientos sociales". c mo colectivo, la defensa de la identidad asociada con el territorio y la
,f,. lucha política en torno al gobierno local.
Antes de considerar la producción más elaborada de este paradigma, la
sociología de la acción de Alain Tourain(¡, mencionemos el impacto que En esos años, las tesis de Castells provocaron un debate sobre la posibili-
por esa época -fines de los años sesenta y principios de los setenta- te- dad de acción revolucionaria de unos movimientos recién aparecidos que
nían algunos intentos de renovación del marxismo en la intelectualidad no eran definidos desde la contradicción fundamental entre capital y tra-
europea. La obra de Louis Althusser, el autor más representativo de la bajo. Jean Lokjine, por ejemplo, s9stuvo que solamente podían definirse
vertiente estructuralista del materialismo histórico, constituyó no tanto como movirnTentos sociales aquellos que tuvieran como objetivo político la
una ruptura con la ortodoxia como una reiteración de sus elementos bási- transformación de la sociedad en su conjunto y no solo de la urbana. Jordi
cos, en los que resalta el peso de las estructuras sobre la acción humana.9 Borja, por su parte, si bien aceptaba la propuesta de Castells de valorar
De esta forma, el althusserianismo en boga en Occidente, aunque fue crí- las contradicciones propias de las ciudades, limitaba los alcances de los
tico del paradigma funcionalista, se negó a reconocer la especificidad de movimientos que surgían de ellas, pues no .siempre modificaban la estruc-
los "nuevos" movimientos sociales, al intentar reducirlos a una estructura tura urbana. Según Borja, esto solamente se lograba con la transforma-
de clases determinada por la esfera de la producción. 10 El tipo ideal de las ción de la correlación de fuerzas en el nivel macro, cambio en el cual apa-
clases sociales fue el proletariado que, como ya habían dicho Marx y En- recía como crucial el papel de las clases populares, que eran en últimas
gels, era además el llamado a conducir la revolución. La clase obrera se quienes conformaban los movimientos urbanos. 12 A pesar de su apego
concebía como una unidad homogénea en su existencia natural -la clase
en sí-, aunque no siempre tuviera conciencia de ello -la clase para sí-. De 1
Manuel Castells, Movimientos sociales urbanos. México: Siglo XXI. 1988, págs. 3 y 113-114. Véase también La ciudady las masas.
Sociología de los movimientos sociales urbanos. Madrid: Alianza, 1986.
9 Véase La revolución teórica de Marx. México: Siglo XXI, 1967. " Jean Lokjine, El marxismo, el Estado y la cuestión urbana. México: Siglo XXI, 1979 y Jordi Borja, Movimientos sociales urbanos.
'º Buenos Aires: CIAP,1975. Con el tiempo estos autores fueron incorporando las tesis de Castells. Borja, por ejemplo, enun texto posterior
La obra de Allhusser tINo ecos en América Latina oormedio de divuloadores como la chilena Martha Harnecker. cuvo libro Conc -'--' .. •-- ... ., ' . ' ' ' .. ' . ,,,' ' . . . .. . . ""
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formal al marxismo, para estos autores fue evidente que el crecimiento En cualquier caso, los textos tanto de los clásicos del marxismo como de
urbano estaba poniendo sobre el tapete la existencia de contradicciones las nuevas vertientes renovadoras, estuvieron en el trasfondo de los para-
que rebasaban la esfera productiva y eran difíciles de enmarcar en una digmas señalados, especialmente del europeo, permitiendo un acercamien-
' rígida estructura de clases. to más apropiado al conflicto social que el ofrecido por el funcionalismo
norteamericano.17
La metáfora base-superestructura sobre la que se apoyaban estas reflexio-
nes había sido radicalmente cuestionada en los años sesenta por los Q.is- Otro de los intelectuales que bebió de las fuentes del marxismo pero pron-
toriadores marxistas británicos, inspirados a su vez en Antonio Gramsci. to emprendió un camino propio fue Alain Touraine.18 Para el sociólogo
Aunque no se trata de una escuela de pensamiento homogénea - algunos francés, los actores sociales dejan de ser elementos marginales o, cuando
prefieren designarla como una "tradición teórica"-, es claro que autores más, funcionales al sistema vigente, para convertirse en agentes de un
como Eduard Palmer Thompson, George Rudé y el mismo Eric J . Hobs- conflicto en el que luchan por el control y la orientación de la sociedad.
bawm rompieron con la lectura economicista de la acción humana y se Aunque en un principio Touraine sigue muy de cerca el paradigma mar-
- remontaron a explicaciones ideológicas, morales y culturales. 13 El estudio xista de enfrentamiento de clases, para los años ochenta amplía el campo
de las rebeliones preindustriales, también llamadas "primitivas" por Hobs- de conflicto y entra de lleno en una reflexión sobre los movimientos socia-
bawm, respiraba todavía el dualismo vigente en Occidente en los años les.19 Estos se definen por tres principios: identidad o autorreconocimien- ,
cincuenta y sesenta, que oponía lo tradicional a lo moderno en una bús- to del actor; oposición o caracterización del adversario; y totalidad o supe- ,.
queda incesante del progreso. 14 Esto es válido para científicos sociales ración de lo particular hacia lo más general. Con Touraine se da una rede-
cercanos a estas posturas, como Barrington Moore en su análisis de las finición de la conflictividad social en la búsqueda de un sentido de la ac-
revoluciones campesinas y la construcción de la democracia, y James Scott ción que no yace en la lógica instrumental de la sociología norteamerica-
en sus asertos sobre la ruptura de las economias morales y la rebeldía en na ni en el determinismo económico del marxismo ortodoxo. Las dimensio-
el sudeste asiático. 15 A pesar de ello les cabe el mérito de renovar la mira- nes culturales y simbólicas son elementos sustanciales en la lucha por el
da de los actores sociales, a los que consideraron agentes activos y no control de bienes y por la orientación de la sociedad por parte de los acto-
meros entes pasivos o reactivos de los acontecimientos históricos que en- res sociales.
frentaron. Si esta opción los alejó del estructuralismo, también fueron crí-
ticos --en diverso grado- del voluntarismo leninista, por cuanto no creían A pesar de los indudables logros de la sociología de la acción, en dicha
que hubiera una sola forma de conciencia de clase sino más bien que ella, concepción aparecen algunos problemas que limitan sus alcances. 20 Todo
como las clases mismas, eran resultado de procesos históricos. 16 Se ali- parte del determinismo de sabor estructural que subyace en la centrali-
mentaba así la concepcTófffüstórica de actores que no respondían a esen- dad que se le atribuye a la historicidad. En cierta forma ella antecede a
., cias preestablecidas sino a una dinámica de construcción de identidades. la acción social, la determina sin ser afectada por ella. Por esa vía se
limita el campo de conflicto y se oscurece la relación entre lo material y

13 Harvey J. Kaye, Los historiadores marxistas británicos. Zaragoza: Prensas Universitarias, 1989.
., Estamos de acuerdo con Boaventura de SousaSantos cuando señalaque,así el ma1Xismo hoy no esté de moda, sigue siendo un pilar
" Eric Hobsbawm, Los rebeldes primitivos. Barcelona: Ariel, 1974, pág. 317. en la reflexión de las ciencias sociales, siempre y cuando se le aplique la hermenéutica de sospecha que él practicó ante el capitalismo
15 Véanse: Barrington Moore, Los orígenes sociales de la dictadura y de la democracia. Barcelona: Península 1973; yJames Sean, 7118 (De la mano de Alicia: lo socialy lo polltico en la posmodernidad. Bogotá: Uniandes, 1998, capitulo 2).
Moral Economy al /he Peasant. New Haven: Yale University, 1976. Scott ha continuado la búsqueda ya no de la explicación " Asl lo postula Leopoldo Múnera en su síntesis de la teoría de Touraine (Rupturas y continuidades: poder y movimiento popular en
rebeliones abiertas sino de las actitudes de resistenciaante la dominación cotidiana en lo que designa como las armas de losdébil Colombia, 1968-1988. Bogotá: Universidad Nacional, 1998, pág. 34).
(Weapons oflhe Weak: EverydayForms o/ Peasant Resistance. New Haven: Yale University, 1985). Un crítico de Scott señala que él
trabaja no propiamente la resistenciasino el resen:lmiento meramente reactivo que difícilmente deriva en un desafio público que. •~ Véase América Latina· pol/ticay sociedad. Madrid: Espasa-Calpe, 1989. Allí define los movimientos sociales "por la lucha de un actor
alimente la solidaridad (Sidney Tarrow, Power in Movement. Social Movements, Collective Action and Politics. Cambridge: Cambri social contra un adversario por el control de los principales recursos de una sociedad o por la dirección del proceso histórico de
desarrollo". oáo. 205.
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lo simbólico, primando lo segundo. El reemplazo de las clases por los De estos intentos híbridos entre los dos paradigmas han surgido las re-
movimientos sociales y la separación radical entre acción social y políti- cientes interpretaciones de la acción colectiva que nos interesa destacar
ca, privilegiando la primera, hace pensar en un protagonismo casi van- en este libro. En Europa ahora se mira cada vez más el mundo del Estado
guardista de los actores sociales, equivalente al del proletariado en el y de la política en el estudio de la acción social colectiva. En Norteaméri-
marxismo. Esto iría en contravía de la dimensión relacional y no esen- ca, por su parte, hay un creciente intetés por el papel de la cultura y de lo
cialista que sugería la definición de Touraine de movimientos sociales. simbólico en la movilización social. Una de estas lecturas híbridas es la
Por último, según nuestro criterio, cuando la teoría de la sociología de la llamada "estructura de oportunidad política" o teoría del proceso político.
acción se aplica a América Latina resalta el peso del Estado de tal for- Aunque iniciada en Norteamérica, cuenta con seguidores en ambos lados
ma que hace imposible la acción autónoma de los movimientos sociales, del Atlántico y aun en Latinoamérica.
casi hasta anularlos. 21
El gran exponente de esta nueva tesis es sin lugar a dudas Charles Tilly,
A comienzos de los ochenta había, por tanto, dos paradigmas teóricos quien se nutrió tanto de la sociología norteamericana como de los historia-
sobre los movimientos sociales que respondían a distintos contextos dores británicos. Su modelo teórico, aunque ha ido variando con el tiempo,
políticos y culturales, inspirados a veces por el funcionalismo pero es- tiene un planteamiento básic~/ toda relación -Estado y ciudadanos, o sis-
pecialmente por el marxismo. En Europa occidental, donde había exis- tema político y movimientos sociales- está constreñida por elementos ex-
tido un gran consenso socialdemócrata y una gran tradición de movili- ternos a ella -por ejemplo, el capital para la primera, o la oportunidad
zación clasista hasta los años ochenta, los movimientos sociales apa- política para la segunda- . Estos elementos, por lo general estructurales,
recían como intentos por s;onstruir identidades nue~as . En Norteaméri- no determinan la relación, pero sí la limitan. De ahí que para Tilly sea más
ca, donde no existió tal consenso sino más bien uno de corte liberal, los importante estudiar lo que permanece que la apariencia de cambio. Ello
movimientos sociales se explicaban por la habilidad para moviliz además le permite lanzar las miradas de larga duración de las que hace
recursos y ganar representación política.22 Pero más que enfatizar las gala. 25 Aunque recientemente dice estar abandonando el materialismo que
diferencias de enfoque, nos interesa resaltar su complementariedad, lo alimentó en sus primeros análisis históricos en aras de un análisis rela-
como lo hizo Jean Cohen en su momento: los europeos desarrollaron cional que incluye dimensiones culturales y simbólicas, no sin razón se
más el porqué de la movilización, los norteamericanos el cómo de ella.23 puede caracterizar su modelo como neoestructuralista.26
Ahora podemos ir más allá en el intento de síntesis: si la "movilización
de recursos" enfatiza la acción estratégica dirigida al sistema político, En términos de movimientos sociales, Charles Tilly concreta dicho modelo
la "construcción de identidades", y dentro de ella la sociología de la en forma simple: la actividad de los Estados, que no es ajena a los cam-
acción, se orientan al fortalecimiento de la sociedad civil. En la vida bios económicos y a la dinámica de la guerra, crea oportunidades para la
real ambas instancias se relacionan: las acciones instrumentales (po- contestación. 27 Dicha contestación se hace recurriendo a repertorios, que
líticas) y expresivas (socio-culturales) pueden coincidir en objetivos son las formas de lucha heredadas (no meros discursos), utilizadas en
'- comunes. 24 distintos contextos, según sea la oportunidad política. Aunque los reperto-
rios de contestación varían muy levemente en el corto plazo, en la larga

" Su eurocentrismo es evidente a pesar del conocimiento que tiene del subcontlnente: "Lejos de la imagen occidental de movimi
sociales que dirigen unas fonmas de intervención política, que se traducen ellas mismas por una accióndel Estado, en Amértca
es la intervención del Estado lo que determina unos actores políticos que, a su vez, dirigen laacción de movimientos 1;00· Charles Tilly, Roads from Past toFuture. Lanham (Maryland): Rowman and Littlefield, 1997.
débilmente integrados y la mayoría de las veces heterónomos" (América Latina ... , pág. 164). 11
• Si bien la categoría es mía, me apoyo en lacrítica que hacen ala "estructura de oportunidad política" sociólogos simpatizanles de ella
11 Foweraker, Theorizing ..., pág. 2. como Jett Goodwin yJames M. Jasper. Los mismos autores señalan que, aunque el concepto de oportunidad polllica se atribuye a
11
PIiar Eislnger. el padre no reconocido parece ser Robert Merton, quien habló de estructuras de oportunidad ("Caught In aWinding,
23 ~fr:;¡tpm1 ::mrl lrlPnfitv " n~n~ fih1-fihd ~lnn\nnt\• Thn C'f"'"''"-,1 o;.,.., ,.f 0.-.1;+;..,.,1 Dr""""" Th"""'" """"''""r:+n ,.¡,. ,.....,,...,. ,.¡,_ <1nno ..,,.._+,.. 11 ,...{,,. 1:1
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duración describen una interesante transformación, ilustrada por Tilly para terminología de movimientos "primitivos" o tradicionales y movimien~os
el caso inglés. En la Gran Bretaña, entre 1750 y 1830, él descubre que las modernos, apoyada en historiadores como Eric Hobsbawm y George Rudé,
primeras protestas violentas, de carácter parroquial y ligadas a las elites por la de acciones competitivas (en marcos comunales), reactivas (lo local
locales, van cediendo lugar a otras más pacíficas, incluso parlamentaris- contra el Estado central) y proactivas (no contra el Estado sino por inclu-
tas, cosmopolitas y autónomas. Estos cambios de repertorios responden sión y control), la impresión dejada seguía siendo de evolución lineal de
tanto a factores estructurales - crecimiento demográfico que rompe lo lo- formas de protesta embrionarias a más desarrolladas, de acciones defen-
cal fortalecimiento del Estado y del Parlamento, y mayor capitalización sivas a ofensivas. En sus últimos análisis, que hemos resumido atrás,
'
de la economía que disminuye el clientelismo-, como a la iniciativa de retira esta terminología y asume la de repertorios, que le sirve también
cambiar por parte de los de arriba y los de abajo. 28 para salirle adelante a otra crítica: el desconocimiento de las dimensiones
culturales de la acción social por enfatizar una lógica instrumental estra-
Desde el nuevo repertorio de contestación, Tilly estudia los movimientos tégica. 31 Si el evolucionismo en Tilly parece ser cosa del pasado, aunque
.• t sociales, a los que caracteriza, en una definición muy amplia, com~ "todo aún sostenga cierta distinción entre viejos y nuevos repertorios, el aferra-
..,,. ., ,.. desafío sostenido y organizado a las autoridades existentes, en nombre d miento a modelos casi inmóviles sigue ofreciendo problemas por el énfasis
'~ f: la población empobrecida, excluida o víctima de abusos" .29 ,--Los movimien- en las permanencias estructurales.
t.•_,,. tos sociales son·, por tanto, formas históricas de relación con las autorida-
l- des vigentes o, en otras palabras, expresiones temporales de repertorios Esta crítica, sin embargo, recae más en sus epígonos que en Tilly mismo.
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de contestación amplios. Más que grupos específicos, son alianzas tem- Para precisar mejor los puntos problemáticos de este modelo acudamos a
G
- Jw
L . ,,,.
porales, a semejanza de las campañas electorales contemporáneas, diri-
gidas por "empresarios" políticos. El marco de su acción es claramente
un colega suyo, gran divulgador de la "estructura de oportunidad políti-
ca": Sidney Tarrow. 32 Para él dicha estructura es la que crea incentivos a

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político, así se i~icien con demandas sociales concretas. En esto Tilly si- la acción colectiva. Pero para explicar la movilización no bastan solo las
·~ gue de cerca la tradición estratégica de la sociología norteamericana. E oportunidades que abre el Estado o el sistema político. Tarrow insiste en
~ problema con él y sus seguidores en este punto es la confusión que ere que para que dicha acción permanezca en el tiempo y conforme movi-
entre partidos políticos y movimientos sociales, de lo que nos ocuparemo mientos como tales se requiere aprovechar previas redes sociales y mar-
luego. Si para Touraine hay una gran diferencia entre acción social Y ac cos culturales de significados compartidos por gran parte de la sociedad.
ción política, para los estudiosos de la estructura de oportunidad polític Concentra luego su atención en lo que llama repertorios modulares de con-
, la distinción no es más que cuestión de tiempo o de reconocimiento insti testación. Tilly había señalado ya que en las acciones colectivas los acto-
tucional. res acuden a formas de protesta no inventadas en la coyuntura. Más que
las acciones aisladas, a Tarrow le interesa ahora destacar la aparición
El estudio de los repertorios de contestación ha recibido varias crític simultánea de ellas en lo que define como ciclos de protesta. 33 En esos
como es de esperar en el mundo académico. 30 Una censura común cons· momentos algunos actores desatan la movilización, la cual a su vez puede
tió en tachar su modelo de evolucionista. Aunque Tilly cambió su inici producir una nueva (estructura de) oportunidad para que otros movimien-

" Popular Contention in Great Britain, 1758-1834. Cambridge: Haivard University, 1995. El análisis cuantitativo de los actos ' ' Ambas criticas fueron pfanteadas por el histor)ador William H. Sewell, "Collective Violence and Collective Loyalties in France: Why the
contestación es también sugestivo para nuestra investigación en términos operativos. French Revolution Made a Ditterence", Politics and Society, Vol. 18, No. 4, 1990.
,. lbid., pág. 144. Las definiciones amplias le siiven para hacer las grandes comparaciones en periodos largos que lo caracterizan » Power in Movement... Tarrow llega a decir Que esta visión const;tuye un nuevo paradigma que reemplalarla a los ya acuñados en
historiador-sociólogo. Europa o Norteamérica (págs. 82-83)
'º Muchas de las cuales ensu momento Tilly ha incorporado, en una muestra de honestidad no muy frecuente. Él describe su tray SI El concepto como tal no es nuevo. lo interesante es cómo lo relaciona con nuevas oportunidades po\lticas. Karl-Werner Brand señalaba
intelectual con ta metáfora de una mezcla entre jazz yciencia: la improvisación sobre una tradición. La rectificación ante los ~ .. 1992 aue tos ciclos de oroteslll r.oinr.ir1ían r.nn fasps rlP r.ri.<iS rlP la rnlh,ra Pn nPnPral ""º nrnnirioríon lo rlif,r<i,ln rl• c,ftiro•, 1a
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tos más débiles o temerosos se sumen. Son los "empresarios" políticos cuentan con acogida en tiempos recientes. En su orden de exposición son
quienes toman ventaja de las nuevas oportunidades creadas por la misma la teoría de la estructuración, el resurgimiento del individualismo meto-
movilización, uniéndose a esa oleada al ligar las demandas particulares dológico, las críticas posmarxista y poscolonial y, por último, la aproxima-
con las del conjunto social. ción constructivista a los movimientos sociales. Todos ellos tienen límites
que en su momento indicaremos, pero ofrecen nuevas posibilidades de com-
Ahora bien, como ya mostraba Tilly, los repertorios modulares sufren cam- prensión de los movimientos sociales que de una forma u otra nos han pres-
bios solo en la larga duración. Desde el siglo XIX, en Europa y Norteamé- tado herramientas teóricas y metodológicas para nuestra investigación.
rica se notan tendencias a una mayor duración de la acción colectiva, a la
creación y mantenimiento de organizaciones que canalizan esas luchas Y Es precisamente la búsqueda de un nuevo punto de partida, distinto del
a una mayor descentralización de ellas. La consolidación de Estados re- énfasis exclusivo en el subjetivismo o el objetivismo, lo que llevó a Antony
presentativos en el siglo XX facilita - cuando no obliga a considerar- una Giddens a postular la "teoría de la estructuración". Si bien no es una re-
mayor institucionalización de los movimientos e incluso su "electoraliza- flexión sobre los movimientos sociales, busca estudiar las prácticas hu-
ción" . Más que logros inmediatos y revolucionarios, la dinámica de la ac- manas ordenadas en un espacio y un tiempo determinados. 36 Hay condi-
ción colectiva consigue reformas a largo plazo. Tal es el caso del feminis- ciones inadvertidas y consecuencias no buscadas de la acción humana.
mo norteamericano, analizado por Tarrow. Como se ve, el autor trata de Muchos de estos últimos elementos conforman las estructuras, que para
hacer más dinámico el modelo al incorporar tanto nuevos avances teóricos Giddens no son entidades más allá de la acción, como postulaba el es-
como enseñanzas prácticas de los recientes movimientos sociales. 34 Pero tructuralismo, sino conjuntos de reglas y sentidos articuladores de siste-
de nuevo aparece el fantasma del neoestructuralismo, y tal vez más crudo mas sociales en distintos contextos espacio-temporales. La estructura,
que en su colega Charles Tilly. Esto ha propiciado un reciente debate en la que por supuesto sugiere duración e institucionalización, no es algo exter-
sociología norteamericana que se centra en la utilización de modelos inva- no al actor, es más interno de lo que se piensa; es verdad que constriñe,
riantes y unicausales, en aras de construir proposiciones universalment pero a la vez habilita. En la acción concreta se escenifican, por así decirlo,
válidas. Según los críticos, no solo lo estructural cuenta. Muchas emocio• los condicionamientos estructurales pero también la posibilidad de des-
nes influyen en la preservación de redes y algunas opciones estratégica echarlos y aun de transformarlos. 37
dependen de motivaciones sicológicas individuales. 35 En pocas palabras
se revive el viejo debate enunciado por Marx para la explicación históric Se nota la cercanía de la reflexión de Giddens con la adelantada tiempo
de la acción humana. atrás por Norbert Elias. De nuevo su tema no son los movimientos sociales
sino las relaciones entre los individuos y la sociedad. 38 En el proceso civi-
Por sorprendente que parezca, esta vieja tensión teórica convoca algun hzatorio de Occidente se vive un cambio histórico hacia la pacificación de
reflexiones sobre la acción social colectiva que, si bien no son nuev las costumbres por medio de principios moderadores internalizados en
normas que son reflejo de la interacción entre los seres humanos. Ambas
dimensiones son igualmente "reales", como lo sugiere la metáfora del aje-
'' Hay aplicaciones creativas de estas categorías, como la de Jack Hammond sobre los conflictosagrarios contemporáneos en B
Según el autor, losdiversos repertorios descritos porTilly yTarrow conviven simultáneamente en el Movimientode los Trabajad drez, en la cual el individuo no se entiende sin las reglas del juego en las
Sin Tierra (MST). En el ámbito local el MST utiliza la acción directa más propia de un repertoriolladicional; enel contexto nacional utl que se enmarca.39 Las llamadas figuraciones son la expresión de estas
medios modernos de lucha polltica, incluida la e'ectoral. Los contendientes también responden de diversas formas aesos repert
violencia en el plano local y negociación en el na:ional ("Retaliatory Violence Against Agrarian Reform in Brazil", Ponencia pr
en la Conferencia sobre América Latina organizada por New School, Nueva York, abril 17 de 1998). De esta forma la cal
repertorio se hace más dinámica y relacional, al reflejar mejor las características "híbridas" de los antagonistas, incluido el • La constítución de la sociedad. Bases para la teoría de la estructuración. Buenos Aires: Amorrortu, 1995, pág. 40.
brasileño-lo que no es tan distante del caso colombiano.
· Glddens agrega: "Una acción nace de la aptitud del individuo para 'producir' aigo distinto en un estado de cosas o curso de sucesos
35 Goodwiny Jasper, "Caught in Winding ...". El art'culode ellos provocó duras réplicas por parte de los afectados (TI!ly, Tarrowy 1188X1Stentes' (La Constitución..., pág. 51 ).
Mayer), pero solo pudif!lOS conocer el manuscri'.o del primero, quien tJató asus ex discípulos de "fenomenólogos fundamental_ , 'laa.M nn, tliAmnln ti nrf'lf'!fJ~n rlo rit,ifinr,i!.n Onnnt"i, e,..,..,.,.. ,4,. f',,l♦, , M c ...... 1, ...... : ..... -1 nn7
50 Mauricio Archila Neira IDAS Y VENIDAS. VUELTAS Y REVUELTAS 5]

estructuras internalizadas que constriñen pero también estimulan la supera el exagerado peso de las estructuras y se rechaza la perspectiva
acción.4º Se retorna así a la consideración de los procesos históricos en la de la acción social como algo esencialmente constituido más allá de los
interacción de los individuos entre sí y con las estructuras. individuos. Pero, por más compleja que se haga esta aproximación, sigue
siendo una aplicación del cálculo económico a la acción social con un
De otro tenor es la propuesta neoinstitucional, que pone énfasis, como su claro rechazo de la perspectiva colectiva, lo que a nuestro juicio limita la
nombre lo indica, en el peso de las instituciones en la vida social. Prove- comprensión de fenómenos supraindividuales, como son los movimientos
niente de la economía y desarrollada principalmente por Douglass North, sociales. Además, el retorno al individualismo es discutible, así sea solo
destaca los elementos externos al actor, pero también mira el comporta- metodológicamente, pues en el mundo presente el individuo está progra-
miento individual desde la cultura institucional. Por su parte, Robert Put- mado Y en ese sentido "es menos individual que nunca". 45
nam la ha llevado al análisis político al estudiar el peso de las institucio•
nes en el desarrollo de la democracia. 41 Como las anteriores explicacione De un enfoque distinto proviene la reciente propuesta de Alain Touraine
sociológicas, el neoinstitucionalismo no es una teoría de los movimiento sobre el rescate del sujeto o más propiamente de una subjetividad hasta
sociales sino del comportamiento de las sociedades, con el agravante d ahora dominada por una razón que se vuelve instrumental. Si bien la sub-
que, como dice un crítico colombiano, si tal enfoque "puede contribuir sig jetivación puede ocurrir en individuos aislados, para Touraine es en los
nificativamente a la comprensión histórica de las 'causas de la riqueza movimientos sociales donde mejor se representa. 46 De cualquier forma, este
(.. .) no necesariamente a la determinación de su naturaleza y, menos aún rescate del sujeto balancea el sobrepeso de las estructuras.
a la identificación de las formas de producción sociales" .42
Otra perspectiva mucho más crítica de las lecturas estructurales de los
El neoinstitucionalismo , a pesar de su sabor estructuralista, a bre un movimientos sociales ha sido desarrollada por Chantal Mouffe y Ernesto
puerta al individualismo metodológico que nutrió a las primeras reflexio Laclau. 47 Su argumento, bautizado como posmarxista, constituye una crí-
43
nes de la sociología norteamericana sobre los movimientos sociales. Par tica demoledora de toda determinación previa de la acción social, cuya
los seguidores de esta orientación metodológica, el individuo y sus orie tarea es la construcción de identidades colectivas. Ahora bien, las identi-
taciones constituyen la unidad de análisis básica a partir de la cual dades no son esenciales o primordiales, sino un resultado de las conver-
puede llegar a agregados institucionales y a las lógicas colectivas gencias contingentes de los sujetos frente a los diversos conflictos de la
trazan los límites de la acción individual. Como tal, el individualismo m sociedad contemporánea. 48 Para Mouffe y Laclau los movimientos socia-
todológico toma forma reciente en la llamada elección racional, muy e les -esas convergencias de sujetos que encarnan la pluralidad de la socie-
parentada con la teoría de los juegos. 44 Dicha elección supone metodoló
camente que todo fenómeno social pasa por los individuos con la intenci " Boaventura de Sousa Santos, De la mano de Alicia.. .pág. 18.
de maximizar beneficios y minimizar costos. Es cierto que por esta vía 41
Crf//ca a la modernidad. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1994, págs. 205 y 232. Por senderos teóricos y políticos
S1m1~es, JOrgen Habermas enuncia que la colornzac16n del mundc de la vida (que incluye ala subjetividad) por poderes económicos
Ypollt1cos cimentados en la razón mslrumental puede ser superada por los movimientos sociales, especialmente los que persiguen
demandas posmateriales (The New Conservalrsm. Cultural Cotlcrsm and /he Historians'Debate. Cambridge: MIT, 1989). Habermas
•° Con inspiraciones comunes, Pierre Bourdieu insiste en los "habitus" oestructuras que se interiorizan en los individuos Yque a~ sa apoya en los análisis de Klaus Offe sobre los movimientos sociales de Europa como alianzas contingentes de distintas clases
requieren prácticas que las actualizan omodifican Asl los "habitus" pueden "contribuir a determinar lo que lo determina" (S sociales con una amplia gama de demandas que repolitizan la sociedad civil en sentido progresista (Partidos pollticos y nuevos
y cultura. México: Grijalbo, 1990, pág. 74). movimientos sociales. Madrid: Sistema, 1992).
•' Making Democracy Work. Civil Traditions in Modern Ita/y. Princeton: University of Princeton, 1993. " Ver de los dos autores Hegemonyand Socia/is/ Stra/egy. London: Verso, 1985, y de Chanta! Moutte, The Return of /he Political. t..ondon:
•2 Humberto Malina, ''Pero ... lcómo podemos hacerlo?", Coyuntura Política, No. 19, septiembre de 2001 , pág. 8. f>dra unanáll Velso, 1.993. En esta.sección nos apoyamos tambiénen Willen Assies, "Of Structured Moves and Moving Structures. An Overviewof
impacto del neoinstilucionalismo en la economia véase óscar Rodríguez, "Relaciones entre historia yeconomía", Anuario C Theoret1cal Perspectives_on Social Movements", en Willen Assies, Gerrit Burgwal y Ton Salman. Stmctures o/ Power, Movements o/
de Historia Social y de la Cultura, No. 27, 2000, págs. 207-229. . Resistance. An lntroductron to /he Theooes o/Urban Movemen/s in La/in America. Amsterdam: Cedla, 1990.
'3 Según Martín Tanaka, esta última postura tiene su fuente, como suele suceder con el grueso de la teoría sociológica, en Max " En su análisis del feminismo dice_Moutte que "la 'ide_ntidad' de un sujeto múltiple y contradictorio es por tanto siempre contingente
nn;on norto rtol ;nrtivirl11n nor~ ~hnrrl~r In Institucional /"Elementos oara un análisis... ", pág. 11 ). Y~ia._ temporalmente está f1¡ada a la Intersección de esas posiciones de sujeto y es dependiente de formas específicas de
52 Mauricio Archila Neira IDAS Y VENIDAS, VU ELTAS Y REVUELTAS 53

dad- radicalizan la democracia. Las luchas democráticas no necesaria- la experiencia de la India. De una parte, porque dicha categoría confun-
mente son progresistas, pues son polisémicas por definición de colonialismo e imperialismo, que aparecen simultáneamente en Asía
pero no en América Latina. De otra parte, porque quiénes en nuestro
El problema con estos autores es que, en su lucha contra todos los deter- subcontinente sufrieron el peso de la dominación colonial en todo el sen-
minismos universalistas - llámense estructuralismo o racionalismo-, caen tido de la palabra fueron los indios y los esclavos, no así los mestizos ni
en un reduccionismo discursivo, en el que "el discurso tiende a ser tratado menos aún los criollos, quienes vivieron como propia la cultura y los va-
como autónomo y constitutivo de la realidad".49 La cercanía al llamado lores europeos. Saltan a la vista las diferencias en las colonizaciones, no
giro lingüístico del posmodernísmo es evidente, así ellos pretendan ,estar solo en cuestión de tiempo sino también de forma, que remiten a distintos
distantes de sus expresiones más simples y se planteen obJet1vos poht1cos horizontes exp!icativos. 53 Si bien la corriente poscolonial abre una suges-
de radícalízacíón de la democracia, uno de los logros de la modernidad. tiva veta de análisis para entender a los subalternos, y por ende a las
sociedades en que viven, el énfasis exagerado en una resistencia incom-
El posmodernísmo también ha sido alimentado y a su vez criticado p~r lo prensible desde parámetros occidentales los vuelve herméticos para un
exponentes de los Estudios Subalternos y en particular por los h1stonado- lector latinoamericano.
res indios, también conocidos como poscoloníales. Nutridos por la h1ston
social marxista, van mucho más lejos en su crítica de la dominación colo Nos resta revisar una última vía de desarrollo teórico, la que promete re-
nial y poscoloninl Plantean una subalternídad irreductible a los pa~áme solver en forma más Rrlecuada el reto de entender la acción social colecti-
tros occidentales, pues estos no solo colonizan al colomzado smo igual- va en nuestro contexto histórico: el constructivismo. Más que responder a
mente a las ciencias que tratan de entenderlo. 50 De su radical diatriba no un autor, escuela o paradigma específicos, lo que identifica esta postura
se libra ni el marxismo, al que se ve como un discurso crítico del capitalis son dos propuestas centrales: una mirada de construcción relacional de la
mo pero contemporizador del colonialismo. ·se adentran así en e_l estudi acción colectiva y un estudio sobre el peso de la cultura en la movilización
de los grupos subalternos, especialmente los campesinos, a partir de tex social, sin perder la dimensión política que ella encierra. La primera se
tos "deconstruidos" .51 refiere a una superación de cualquier esencia o condición objetiva previa a
la constitución de los movimientos sociales. La segunda habla de una
Dos polémicas se han suscitado en torno a la producción poscolonial, un dimensión de sentido que impregna la vida cotidiana.
más general y otra referida a su aplicación a otros contextos, como el la
noamericano. En cuanto a la primera, hay quienes afirman que estos es En los diálogos recientes entre norteamericanos y europeos, de los que no
dios abandonan un proyecto totalizador de cambio social para privilegi están lejos algunos pensadores latinoamericanos, se propone dejar de lado
una resistencia anclada en la subjetividad individual o en reclamos atá los sesgos excluyentes entre racionalidad instrumental o búsqueda sim-
cos de una comunidad definida a partir de identidades religiosas.52 De otlí bólica, así como los énfasis antagónicos entre el peso exclusivo de las
calibre es la segunda crítica, que señala la dificultad de aplicar a nue estructuras o el de la acción humana. 54 Se busca analizar los "marcos
subcontinente la categoría de dominación colonial construida con base culturales" que encuadran la acción colectiva y que a su vez crean oportu-

' Este tipo de interpretación en Jorge Klor de Alba, 'Toe Postcolonization ol lhe (Latin) American Experience", en Gyan Prakash (editor),
" Willen Assies, "01 Structured... ", pág. 57. Mer,Coloniallsm... Un grupo de académicos norteamericanos, sin embargo, considera que la via de los Estudios Subalternos es la
'° Gyan Prakash (editor),AlterCo/onialism (Imperial histories and Pos/colonial Dísplacements), Princeton: Princeton University, f mejor alternativa intelectual para comprender las lisuras históricas del subcontinente, como lo declaran en su Manifiesto Inaugural cuya
Introducción. lraducción aparece en Santiago Castro yEduardo Mendieta (editoies), Teorlas sin disciplina. México: Universidad de San Francisco,
1998, pags 85-1 OO.
" Quien marca la pauta de esta inlerpretación es su figura más destacada, Ranajit Guha. Véase, por ejemplo, Dom/nance
14 Véase, por ejemplo, al sociólogo español Enrique Laraña, la construcción... , cap. 5. Él propone una definición operativa de los
Hegemony. Cambridge: Harvard University, 1997.
... ,, ,,_. ___ •JÁ.J •~• -~e:~..,,.. -1nnn C::,-♦"""' ....-vlmieotos sociales aue no resoonde al ideario mndP.rni7~ílfP. íll lP. h~,t~ P.I mnmentn se les hs ssinn,rln Así olln< sorí,n formo•
)4 Mauricio Archila Neira IDAS Y VE NIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 55

nidades simbólicas. Ellos, como la misma cultura, son también creación códigos comunicativos y culturales. Pero los movimientos sociales no solo
de la movilización social y a veces su principal logro.55 Ahora bien, hay pelean por ese control, sino que ellos son en sí mismos medios comunica-
quienes distinguen entre marcos mayores -del conjunto social- y específi- tivos, con lo cual Melucci se acerca al modelo de acción comunicativa de
cos -de los movimientos sociales concretos- .56 En esos diversos contextos Habermas. 60 De un somero análisis de algunos movimientos contemporá- ,
1
radica el potencial de los actores sociales para identificarse como "noso- neos (feministas, de grupos étnicos, pacifistas y ecologistas), Melucci ex- '
tros" y la legitimidad de sus demandas. Los movimientos que en sus re- trae algunos rasgos comunes que supuestamente los caracterizan: hete-
clamos se apoyan tanto en valores y tradiciones propias como en elemen- rogeneidad y poca negociación de las metas; alejamiento del sistema polí-
tos culturales generales de la sociedad, tendrán más legitimidad Y por tico; desafío a la separación entre privado y público; y privilegio de la ac-
tanto mayor posibilidad de conseguir éxito. ción directa. Hasta aquí parecería que hablara más de los viejos reperto-
rios descritos por Tilly y Tarrow que de los nuevos movimientos sociales.
Es el sicoterapeuta y sociólogo italiano Alberto Melucci quien mejor ha Agrega, sin embargo, un rasgo que perfila mejor la acción colectiva con-
concebido recientemente la construcción de identidades colectivas. 57 Es- temporánea: la oscilación entre el individualismo y la apelación a la natu::"
tas no resultan de la sumatoria de motivaciones individuales, como tam- raleza. 61
poco de condiciones estructurales, aunque incorporan ambas dimensio~
nes. Las identidades son resultados históricos que distan de esencias pre, Ya decíamos que Melucci es crítico de los análisis que buscan explicar las
determinadas. Señala también que en dicha construcción coexisten per- acciones colectivas a partir de condiciones económicas o de oportunida-
manencias y cambios. Además, adelanta que la identidad es algo relacio- des políticas. Sin embargo, al insistir en la primacía de lo simbólico cae en
nal, pues implica un mínimo reconocimiento del antagonista. En situacio- otro extremo igualmente criticable: el reduccionismo cultural. Basta recor-
Y nes extremas de represión o de desintegración social, las identidades s dar su caracterización de los movimientos sociales contemporáneos para
fraccionan o se vuelven muy rígidas - remiten a esencias preestablecidas- , percibir los riesgos de su postura, que lo hace deslizarse hacia un vela -
con lo que pierden su función ori~tadora y legitimadora de la acción. I do esencialismo en la comprensión de las identidades colectivas y a un
siste en que identidad, acción colectiva, movimientos sociales, cultura sesgado énfasis en los aspectos defensivos de la acción colectiva. 62 Pero
muchos de los conceptos que usan los teóricos son categorías analíticas hay otro elemento teorico-metodológico que nos llama la at ención y
en ese sentido no corresponden a "cosas reales" .58 que ya aparecía en Giddens: mientras Melucci se declara anti-estruc-
turalista - pues iguala estructuralismo a explicaciones desde las condi-
Para Melucci la era informática que vive el mundo actual sugiere nuevo ciones objetivas-, reclama un enfoque "sistémico".63 Dicho análisis no es
campos de acción. 59 En concreto se trata de la lucha por el control de lo teleológico, pues por tratarse de un corte en el tiempo para considerar los
sistemas no anuncia futuro ni tampoco mira el pasado. De esta manera,
ss Doug McAdam "Culture and Social Movements·, en Enrique Laraña, HankJohnston y Joseph Gusfield, New SocialMovements. F~ solamente estudia categorías analíticas - no "cosas reales"- en sus inte-
ldeology to /dentlty. Philadelphia: Temple University, 1994.
racciones, sin darles carga valorativa y, supuestamente, sin ponderar nin-
ss David Snow, Scott Hunt y Robert Benford, "tdentity Fields: Framing Processes and the Social Construction of Movement ldentilíes
en Enrique Laraña y otros, New Social MovemfJ{)/S ... gún sistema sobre otro.
51 "The Process of Collective ldentity", en Hank Johnston y Bert Klandermans, Social Movements and Culture. Minneapolis: University
Minnesota, 1995 .. Teor,a de la acción comunicativa. Madrid: Tau rus, 1999, 2 volúmenes.
'ª Aspectos que desarrollaen el reciente libro ya ;itado,Acción colectiva ... y en la anterior obra doble: Challenging Codes: Col ' VtiseChaJ/enging Codes..., Parte 11, capítulos 5a 1O, titulada precisamente"Contemporary Co\lective Action".Son muchos los autores
Action in /he Informa/ion Age y The P/aying Sel/, ambos publicados en Cambridge: Cambridge University, 1996. que perciben lo ambiental como el nuevo horizonte de la acción social colectiva. Boaventura deSousa Santos, por ejemplo, dice: " .. .
s, La preocupación sobre los nuevos lenómenos de la inlormática en la construcción de identidades es también compartlda_por . 11 final de siglo, la única utopía realistaes lautopíaecológica y democrática" (De famano deAlicia ... , pág. 47).
Caste\\s en su más reciente libro The Power of/den/ity. Oxford: Blackwell. 1997. Esta obraes el segundo volumen de la sene publ As1 lo sugiere cuando sei\ala, por ejemplo, que ante la amenaza de cambio la gente se unepara defender una identidad previamente
por el autor titulada The /nformationAge: Economy, Sacie/y and Culture. El énfasis de este segundo volumen, como el título lo lllilbleclda. Claro que en el transcurso de la movilización las identidades setransforman, porque se suman otros actores con nuevas
está en los movimientos sociales. El interés del autor no es teórico ymás bienbusca mostrar que de lacrisis general del mundoa dlmandas (Chaflenging Codes ... , pág. 296).
" -1 - _, _L _ -· · - - -4 , n .... 1.... i-.,. 1: .. ,.,.:1,, .. ,. 1..4nnti,l,.,.,..,.. n'1rti,-ul'JrOC' n11orlon ,rnrnir nu~\ ~i: fnrm::ii: ,tp nrnfPt::t~ V ,1p nnrlP.rAS ~ltP.
56 Mauricio Archila Neira IDAS Y VENIDAS. VUELTAS Y REVUELTAS 57

La perspectiva de Melucci,' si bien representa la versión más elaborada mo-leninismo, que se orientaba casi exclusivamente hacia el Estado. 67 En
del construccionismo, es criticable no solo por la ya denunciada sobreva- cualquier caso, es necesario tener una mirada cautelosa, si no escéptica,
loración cultural, que contradice el pretendido equilibrio sistémico, sino sobre la aplicación de dichos modelos, pues suponen procesos históricos
porque paradójicamente se acerca a dos extremos en el debate reciente d que no se han producido en forma igual en nuestros países. Sin tal pers-
las ciencias sociales. Por una parte, el autor se coloca lo más cerca posibl pectiva crítica muchas veces los analistas terminan investigando con el
del giro lingüístico que pregona el posmodernismo, sin caer totalmente en deseo Yno con el principio de realidad. Una de las consecuencias es anun-
él, pues sigue suponiendo que existe una realidad más allá de las media ciar más movimientos de los que exis:en, pues, como dice Foweraker, "no
ciones culturales o de la construcción de categorías analíticas. Por otra todo lo que se mpeve es un movimiento social". 68 Fernando Calderón, por
parte, su enfoque sistémico recuerda el análisis estructural-funcionalis ejemplo, es optimista al señalar que el subcontinente es Fico en movimien-
de Talcott Parsons, 64 aunque con una actitud menos estática. En este en ' tos sociales, no tanto en número cuanto en variedad, por la simultaneidad
cuentro tangencial con dos extremos criticables se evidencia, una vez m' temporal en la que convive lo premoderno con lo moderno y hasta lo pos-
que los fantasmas que rondan a las ciencias sociales tienen más en c moderno.69 Posición contraria enuncia Alain Touraine, para quien "Améri-
mún de lo que a simple vista parece. El estructuralismo desconfiaba tan ca Latina no es el continente de los movimientos sociales conscientes y
de la posibilidad de conocer la realidad como hoy sus antagonistas po organizados( ...) Ningún continente ha conocido más actores, ninguno los
modernos. 65 ha conocido más débiles". 7º

Hasta aquí la sintética reseña de las principales teorías sobre la acci Cuando se estudian los movimientos sociales de América Latina, tanto
social colectiva, que ilustra las tensiones conceptuales y los principal los de clase, obreros y campesinos, como los llamados nuevos, se produce
jalones, para desembocar en una perspectiva constructivista de los mo un choque entre teoría y realidad, pues si desde Europa se enfatiza la
mientas sociales, que está más cerca de nuestras inquietudes acadérnic relación entre movimientos sociales y sociedad civil, en el subcontinente
latinoamericano la precaria existencia de ésta y el papel central que histó-
¿Y AMÉRICA LATINA QUÉ? ncamente ha jugado el Estado hacen que desde el principio la acción so-
cial colectiva se politice. 71 La existencia de dictaduras en gran parte de
Es hora de decir algo sobre la particularidad de la acción social colecti América Latina hasta los años ochenta reforzó la dinámica de los movi-
en América Latina. Los autores que han intentado un acercamiento teó mientos sociales en favor de la democratización. Así se diluye la clásica
co a partir de la realidad latinoamericana coinciden en señalar que en distmción occidental entre acción social y política.n
subcontinente ha tenido más peso el paradigma de construcción de ide
tidad que su contraparte norteamericana.66 El marxismo impactó a la · Los recientes cambios en el modelo de acumulación del subcontinente, a
telectualidad desde mediados del siglo XX y en decenios posteriores ¡u1c10 de Fernando Calderón, desembocan en una crisis total de los Esta-
vivió el redescubrimiento de versiones menos ortodoxas, como la encar
da por Antonio Gramsci. Fue importante en especial su contribución
repensar la sociedad civil escondida en la visión de la política del m • Jorge Castaneda, la utopía desarmada .. .• págs. 235-236.
u Theonzin(;. pág. 4

• Movimientos sociales Ypoli/lea. la década de los ochenta en América Latina. México· Siglo XXI, 1995, pág. 117.
u Para quien el "sistema total de acción social" estaña compuesto asu vez por lossislemas de la personalidad de los actores.e América latina ... pág. 288
como tal yel cultural (Talcott Parsons, El sistema social. Madrid: Biblioteca Revista de Occidente, 1976, capítulo 1).
&al Eckestem llama la atención sobre el peso de la tradición burocrática y centralista en Latinoamérica, 10quemarca también sus
15 De esta forma, para los posmodernos, el objeto de Investigación no es el "otro" o el conocimiento de la realidad, sino la IIDW!mentos sociales {Power and Popular Proles/. Berkeley: University ol California, 1989, págs. 53-54).
de investigadores (Ernest Gellner, Postmodernism, Reason and Religion. Londres: Routledge, 1992, r.ap. 2). tln'Vclna críllca de estas categorías en Rodrigo Bano, l osocial y lo polllico. Santiago de Chile: Flacso, 1985. Para él ambas
--· . --- ~--. "'' ... ' ' . . . .. . ... ' ' . ' ' ' . '
58 Mauricio Archila Neira IDAS Y VENIDAS. VUELTAS Y REVUELTAS 59

dos nacionales, de las sociedades civiles y, en el fondo, de la idea de mo- una sociedad, sino que igualmente inciden en la configuración de sus po-
dernidad que se construyó a partir de la revolución mexicana. Los movi líticas al reclamar un nuevo sentido de ciudadanía. Comparten los para-
mientos sociales no son ajenos a esta crisis general y así lo confirma e digmas de la modernidad occidental, que llegaron deformados a América
crudo panorama de atomización de los actores sociales, viejos y nuevos, Latina, pero, a su vez, buscan superarlos. Esta mirada entre la política y
que describe el autor. En todo caso, para Calderón 1a crisis del Estad la cultura presta atención al Estado, pero también a las redes sociales, a
nacional marca los nuevos rumbos de la acción social colectiva en Améri los nuevos espacios de lo público y a la revitalización de la sociedad civil
ca Latina.73 por la vía de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), punto que
no había sido desarrollado por la literatura antes considerada. Álvarez y
También, en contraste con los países centrales, aquí siguen vigentes 1 Escobar observan también con cuidado el impacto de la globalización en
luchas por necesidades materiales que se dirigen hacia el Estado en 1 la dinámica de los movimientos sociales, que no siempre es negativo De
medida en que éste no cumple con sus promesas de bienestar. Otro aspee esta forma cuestionan y enriquecen la aproximación eurocéntrica a la ac-
to de diferencia descansa en el peso de los "viejos" actores en los "nuevo ción social colectiva.
movimientos sociales, hasta desdibujar una distinción que es clave e
Europa y Norteamérica. El movimiento laboral, por ejemplo, no solo es l A estas alturas del texto surge la pregunta: lqué nos queda de todo este
matriz originaria de las luchas sociales sino que él mismo se puede tran largo recorrido tanto por las teorías centrales como por las periféricas?
formar en nuevo movimiento social, como ha ocurrido en los últimos añ Aunque no podamos decir que encontramos modelos totalmente explicati-
en Brasil. El punto de ruP._!ura entre lo viejo y lo nuevo radica, por tanto, e vos y categorías absolutamente novedosas, se clarifica el panorama de la
la construcción de identidades. Los actores pueden ser los mismos de 1 investigación sobre movimientos sociales, al menos en cuanto a las pre-
países del centro - Estado, trabajadores y consumidores-, pero las conve guntas que la deben guiar. Veamos en forma resumida los principales {
gencias pueden producir nuevas identidades que, como ya se ha dicho, n elementos encontrados. Resalta la insistencia de muchos autores reseña-
responden a intereses a priori, sino que son construcciones históricas. Ad dos en la construcción interactiva o relacional de la realidad social, que no
más, las identidades son múltiples: la gente puede movilizarse como mu· es resultado de condicionamientos objetivos previos, ni tampoco de meros
res o maestros, estudiantes o demócratas, trabajadores o socialistas.74 discursos. La acción humana, en este caso colectiva, es la generadora de
la sociedad, pero ella está constreñida por aspectos estructurales que a
Las relaciones entre cultura y política también adquieren un carácter p su vez son construcciones históricas modificables. Metáforas como reper-
ticular en América Latina. Sonia Álvarez y Arturo Escobar han tratado torios Y ciclos de protesta, resistencias ocultas o abiertas a hegemonías, o
solo de definir cada ámbito, sino de ponerlos en relación mutua frente a escenarios de poder y contestación, hablan de la dinámica de conflicto en
dinámica de los movimientos sociales. 75 La cultura no es algo estático que están inscritos los movimientos sociales en contextos espacio-tempo-
aislado, y la política, más que la mera acción institucional, es toda luc rales específicos.
.,
1.
· '\
por poder. Los movimientos sociales no solo participan de las culturas
La cultura, concepto sin contornos precisos, ocupa un interés creciente de {
los investigadores de la acción social colectiva. Trátese de los repertorios
73 Movimientos sociales y polilica..., especialmente los capítulos 1 y 8. de contestación, de los marcos culturales -más amplios o particulares- o
1' Joe Foweraker, Theorizing ... pág. 60. El autor aporta su propia aproximación al movimiento social: "debe exhibir un(...) pr de la construcción de identidades, la cultura es al mismo tiempo algo
colectivo yun tipo de objetivo polltico (const1uido ampliamente) que requiere interacción con otros actores políticos, por lo
acto1es estatales y, al contrario de los grupos de interés o las ONG, debe también movilizar asus adherentes en pos de sus
heredado y en permanente transformación. La identidad colectiva y públi-
metas" (pág. 4). ca -para no tocar la individual- de los distintos actores no es reflejo natu-
75 Sonia Álvarez, Evalina Dagnino yArturo Escobar (editores). Cultures o/ Polilics, Polilics al Cultures (Revisioning La/in American (11 de estructuras externas, aunque ellas la constriñen. Es siempre cons-
Movements). Boulde1: Westview Piess, 1998. La revisión hace mención al ante1ior l_ibro de Álvarez y~scobar'!'1.cita.d~, ~e. An T~l~r,inn,::::i,q u r-nrnn ,;;,.,~ ~n:::ruont11r~ nt='l, Q n ,1ci!=l C:?~ntnc "ronmhin~
60 Mauricio Archila Neir·a IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 6]

dad". 76 Las identidades que se observan en el mundo contemporáneo pue investigadores, pues mientras los que defienden el mayor impacto cultural
...,_ den provenir de ámbitos comunales o societales, de movimientos reactivo de los movimientos sociales creen en su creciente autonomía, quienes in-
o proactivos, pero hacen que los movimientos sociales miren al futuro sisten en la acción política dudan de la real distancia con relación al Esta-
bien sea para radicalizar la democracia, bien para construir modelos al do y a los partidos. 79 En cualquier caso, América Latina parece ser un .
ternativos de sociedad. No son ajenos a la modernidad, así se opongan buen laboratorio para poner a prueba las relaciones entre lo social y lo ~
algunas de sus manifestaciones. político.

El recorrido realizado igualmente ha arrojado críticas tanto de los modelo BALANCE DE LA PRODUCCIÓN ACADÉMICA COLOMBIANA ªº
establecidos como de las nuevas propuestas. Sobre las limitaciones de l
primeros no es necesario abundar. Dentro de las últimas, resalta el riesg Colombia no ha sido ajena a estas reflexiones, aunque no sea un país que
de sobrevalorar la cultura y casi caer en un reduccionismo que hace d se precie de contar con movimientos sociales fuertes o con una producción
ella la única explicación de la acción social colectiva. 77 Aunque se prete académica de punta. Así históricamente las luchas sociales en el país se
de superar la metáfora de base y superestructura, no se llega a una exp remonten casi a los inicios de la colonización europea, el tema de los mo-
cación que articule las dimensiones más materiales con las estrictamen vimientos sociales es de reciente aparición en nuestro medio. Fruto tanto
simbólicas. Por la misma vía tocamos fantasmas del pasado - los estru de dinámicas internas derivadas del régimen bipartidista como, sobre todo,
turalismos supuestamente superados- y del presente -el posmodernis de factores externos ligados al auge de rebeliones anticoloniales, campe-
principalmente-. Ambos plantean que la realidad difícilmente se corroe sinas y estudiantiles, las ciencias sociales err los sesenta comenzaron a
pues está precedida por estructuras determinantes o por discursos reflexionar sobre la aparición de nuevos actores sociales y el significado
obstaculizan nuestras percepciones. Pero, por fortuna, la mayoría de 1 de sus luchas. A medida que algunos movimientos adquirieron visibilidad
autores estudiados comparte, en mayor o menor grado, la idea de que se convirtieron en objeto de investigación.
realidad existe más allá de nuestra mente y que la podemos conocer
aras de potenciar la acción. De esta forma, el mundo contemporáneo p En el balance historiográfico que hicimos de la producción académica en
senta retos no solo a los actores sociales sino también a los mismos inv torno a los movimientos sociales constatábamos un incremento casi geomé-
tigadores. trico de publicaciones hasta comienzos de los años noventa. 81 Aunque to-
davía no hemos realizado el estudio cuantitativo del último decenio, tene-
Sin anular las dimensiones materiales y culturales en las demandas, mos la impresión de que la producción se ha estancado, así la actividad
donde se mire, la acción social colectiva en América Latina desemboca social haya continuado con inusitado impulso, en especial durante las
la política, lo que replantea la distinción entre una y otra, propia de 1 últimas administraciones. ¿A qué factores responden estos vaivenes inte-
teóricos de los países centrales. Esa politización de la acción social
impone un reto adicional, consistente en la lucha por su autonomía ante,
Estado y el sistema político.78 Sobre este punto no hay consenso entre 11
En el londo este debate es reflejo de lasposturas ante el papel de los movimientos sociales en el subcontinente. Tilman Evers, por
e~lo. los mira como laatternativa para recrear la polltica y lasociedad; por tanto, postula su autonomía ("ldentity..."). Autores como
fGwerala¡¡ (Jñeorizing ... ) yAssies ("DI Structured..."), al creer en una acción politizada que Institucionaliza alos movimientos sociales,
cbllll de su real autonomía. En recientes elaboraciones Alain Touraine se situaría en un término medio, pues aunque insiste en que en
Amellca Latina los movimientos sociales han sido débiles, en la medida en que los Estados nacional-populares desaparecen, los
16 De la mano de Alicia ... , pág. 162. Dehecho. según él, la pregunta por la identidad es una pregunta que surge en la mo llloles sociales logran mayor autonomla ("De la mañana de los reglmenes nacional-populares a la víspera de los movimientos
17 Algunos autores, como Tllman Evers, no solo exaltaron lanovedad de los movimientos sino que llegaron a afirmar que su tlldaJts", usa Forum, Vol. XXVIII, No. 3, otoño de 1997).
no era político sino de renovación cultural de las prácticas cotidianas ("ldentity: The Hidden Side of the New Social Movements p,elrminar de esta sección lue presentada al Tercer ObsevatorioSocio-político convocado por el CES en el mes de mayo
America", en David Slater (editor), New Social Movemenls andlhe Statein LalinAmerica. Amsterdam: Cedla, 1985). Era un 1 ypublicada bajo el título 'Vida,pasión y ... de los movimientos sociales en Colombia", enMauricio Archila y Mauricio Pardo
con cierta acogida entre la intelectualidad latinoamericana, auna contra-cultura apolltica que hacíaeco al sesgo señalado. Morimientos sociales, Estado y democracia. Bogotá: CES-lcanh, 2001 , págs 16-47.
62 Mauricio Archila Neira IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 63

lectuales? ¿con qué modelos teóricos se ha interpretado la protesta soci ciales, en especial los campesinos y los estudiantes, estos últimos con
en el país? Wuál ha sido el diálogo, si lo ha habido, entre actores y anal' mucho protagonismo en los años del Frente Nacional.86
tas? Éstas son algunas de las preguntas guías de este balance crítico
la producción académica colombiana sobre las luchas sociales a lo lar Aunque en forma tardía, también a Colombia llegó el paradigma marxista
de los cuatro últimos decenios del siglo XX. Proponemos realizar esta 1 como instrumento para la lectura de la acción social. Así intelectualmen-
tura destacando varios momentos que expresan a su vez los modelos t te ya se le conociera desde los años cuarenta, y aun antes hubiera sido
ricos vigentes en nuestro medio. 82 elemento de movilización política, su impacto en el mundo académico ape-
nas se vino a sentir a finales de los años sesenta. 87 Su arribo a nuestras
Desde los años cincuenta, en el contexto de la Guerra Fría, tierras fue tarea difícil, pues el medio cultural poco secularizado no era
centrales y en particular los Estados Unidos estaban muy preocupa propicio para la aclimatación de ideologías revolucionarias. Pero en el con-
por la pobreza en el mundo periférico. Obraba en ellos el terror del co texto de una creciente oposición interna al régimen de coalición biparti-
nismo en aparente expansión y la misma explosión demográfica, que dista, alentada por los vientos internacionales favorables al pensamiento
cavaba los ideales de progreso sobre los que se asentaban firmemente de izquierda, el marxismo encontró un terreno abonado para su difusión,
sociedades occidentales. Así se inventó el discurso desarrollista y se di especialmente en el sistema público de educación superior.
nosticó el atraso del llamado Tercer Mundo, categoría que encarnó la ·
gen geopolítica de los países centrales.83 En esas condiciones socio-políticas y culturales el materialismo histórico
inició la disputa con los modelos desarrollistas y ofreció un entendimiento
En Colombia, las nacientes ciencias sociales bebieron de esta fuen distinto del sentido de la acción social colectiva, sin que rompiera definiti-
finales de los años cincuenta. Al abrigo de las teorías funcionalistas vamente con el discurso eurocentrista, porque era su heredero, un tanto
reseñadas se realizaron desde análisis macrosociales hasta estudios discolo, es cierto, pero heredero al fin y al cabo. El marxismo que arribó al
caso para tratar de indagar sobre las causas de nuestro supuesto su pais en los años sesenta era ortodoxo, aunque con algunas de las varian-
sarrollo y ofrecer fórmulas de solución de tal atraso. 84 En este último tes como la ofrecida por Althusser. Como ya vimos, consideraba que las
pecto sobresalían algunos actores sociales modernos llamados a im contradicciones en la esfera productiva eran las fundamentales en la his-
sar o al menos a no frenar el desarrollo. Los trabajadores asalariad toria Y postulaba la necesidad de una vanguardia que representara a la
especialmente sus sindicatos, eran cruciales en ese propósito siemp clase revolucionaria por antonomasia, el proletariado.
cuando se alejaran de las ideologías revolucionarias o totalitarias,
para el funcionalismo eran lo mismo. El apoyo a las llamadas corrie Fue precisamente la clase obrera la que recibió la atención de los analis-
democráticas y una estrecha relación con el Estado eran las garantí tas enmarcados en este paradigma. Tampoco faltaron los estudios que
un desarrollo armónico. 85 Algo similar se postulaba para otros actores mtentaban explicar los orígenes clasistas de otros movimientos aparente-
mente más heterogéneos y a los que se les proponía como máxima consig-
81 Hay quienes postulan rases omomentos ce la historia social reciente del país según distintos protagonismos, lo que en si na la "alianza obrera, campesina y popular".ªª Vanamente se intentó ex-
una interpretación de esa historia como toda cronología lo es.Aguisa de ejemplo véanse tas propuestas de Francisco De Rouxy
Escobar ("Una periodización de la movilización popular en los setenta", Controversia, No. 125, 1985) yla más elaborada de
Múnera (Rupturasy continuidades... ). Enambos casos se postula un protagonismo campesino aprincipios de los setenta. • Cllnskleraclooes de este estilo en los libros de John D. Martz, Colombia, un estudio de política contemporánea. Bogotá: Universidad
de un resurgimiento obrero amediados del mismo decenio para pasar luego al auge cívico de los ochenta. Nlclonal. 1969 y de Robert Dix, Colombia, !he Polilical Dimensions of Change. New Haven: Vale University, 1967.
83 Una critica del discurso desarrollista en Arturo Escobar, Encountering Deve/opment. The Maklng and Unmaking of/he lllllo coinciden los autores de la obra editada por Bernardo Tovar, El marxismo en Colombia. Bogotá: Universidad Nacional. 1984.
Princeton: Princeton University. 1995. UIDdeeUos. Gabriel_Mlsas, recuerda que "en la Universidad Nac'onal (...)se podían contar, en el lapso 1960-1965, únicamente
maoostas· (pág. 213).
8' Véanse, como ejemplos de los dos extremos, los trabajos del padre Joseph Lebrel (director de la Misión de Economía y
Estudios sobre las condiciones de desarrollo de Colombia. Bogotá: Aedita, 1958 y de Orlando Fals Borda. Campesinos ele 111111v balél1ce historiográfico Ilustramos esta aseveración con estas cifras: de 351 textos revisados,156 se referían ala clase obrera.
C:rh,,l;n r,,,-;n/ñl,y,n rlo .C:011r;n IRnv;ir:11 Rnonl~· Punta ne Lanza. 1978. cbsileron escritos antes de los sesenta, ocho en los sesenta,38 eo el decenio siguiente y 106 eo los ochenta ("Historiografía...",
. ' . . .
. . . . . . ..... ... , . ,. .. .
64 Mauri cio A rch ila Neira IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVU ELTAS 65

plicar los componentes de clase de los estudiantes, del magisterio o de 1 mundial, lo cual sugería la creación de un bloque popular que construyera
pobladores urbanos, sacrificando sus especificidades socio-culturales. una alternativa de corte nacionalista para impulsar un crecimiento econó-
Era un proceso mental que reducía el conflicto social a lo económico, mico equilibrado.92
que en ese sentido no distaba del reduccionismo del discurso desarrollis
tradicional. Es cierto que con estas posturas se enriquecía el estudio de la acción
social colectiva, pues ella no se limitaba a la mera explotación económica
La mayor presencia de actores sociales heterogéneos en los años seten por las burguesías locales, sino que atendía a fenómenos más complejos
parecía exigir una aproximación menos rígida que la clasista pero que n de opresión política en la arena mundial. 93 En términos de los conflictos
perdiera las fortalezas del análisis del materialismo histórico. 90 En for sociales, importaba tanto la esfera de la producción como la del consumo,
casi imperceptible, el énfasis de los investigadores sobre los movimien lo que era una significativa innovación en la comprensión de las contra-
sociales pasó del obrerismo a una mirada sobre lo popular. Ya no solo dicciones que atravesaban nuestra sociedad. Inspirados en algunas pos-
hablaba de proletariado sino de un conjunto de clases explotadas y op turas renovadoras del marxismo elaboradas en Europa, como las de Ma-
midas que a veces se catalogaba como pueblo, a veces como movimien nuel Castells, algunos analistas comenzaron a hablar de crisis urbanas y
popular y a veces simplemente como movimiento social en singular. de desarrollo desigual y combinado para explicar las primeras acciones
cívicas. 94 Pero aun en este audaz paso se seguía insistiendo en el análisis
Nuevos vientos teóricos reforzaban este giro hacia lo popular. De una p de clase, tanto desde el punto de vista de la producción como desde el del
te, la vertiente maoísta del marxismo, a pesar de su for m al ortodoxi consumo, y en un cierto vanguardismo obrero e n la movilización
reivindicaba el papel protagónico del campesinado, que también ha ciudadana. 95 Con el tiempo, los investigadores sumaron las luchas urba-
sino un actor crucial en la Revolución Cubana y en muchas luchas anti nas con las acciones cívicas, en un curioso paso metodológico que le agre-
loniales. De otra parte, cobraba relevancia la llamada Teoría de la Depe gó confusión a la categoría cívica. 96 El imaginario de la lucha de clases
dencia, alimentada tanto por los estudios del imperialismo como por seguía presidiendo tanto los sueños de los intelectuales de izquierda como
pensamiento cepalino. Era una concepción crítica del desarrollo propu los temores de los políticos de derecha. Así se demostró con la exagerada
to en los países centrales sin romper el molde discursivo desarrollista.91 interpretación que de uno y otro lado se hizo del paro cívico del 14 de
bien el debate teórico ya no giraba en torno de los dualismos campo-
dad y tradicional-moderno, y se postulaba un enfoque más histórico
nuestra evolución, la meta seguía siendo un desarrollo entendido co " El p11mer texto de Daniel Pécaut (Política y sindicalismoen Colombia. Bogotá: La Carreta, 1973) hace eco de esta visión, en especial
~ progreso de corte material, con los países centrales como modelo. En en la Introducción.
11
minos sociales, la Teoría de la Dependencia se dirigía, más que a las AlllQue distante del marxismo-leninismo, la corrientede la "derivación lógica del capital", que tuvo aFernando Rojas y Víctor Manuel
Moncayo como sus mejores exponentes en nuestro medio, postulzba una autonomíaobrera yaun popular como la tabla de salvación
ses concebidas aisladamente, a un conjunto de sectores populares s íllle la lógica implacable de un capitalismo que no tenía patria. De tosdos autores véase Luchas obreras ypolíffcalaboral en Colombia.
dos en condiciones de atraso precisamente por el desarrollo capit · Bogota La Carreta, 1978.
'" lJ IIISl)lración en dichos autores ya estaba presente en tempranos estudios como el del Grupo Russi. Lucha de clases ... y el de Jorge
EVargas y Luis l. Aguilar, Planeacíónurbanay lucha de clases. Bogotá: Cinep, 1976.
89 El análisis de clase solfa ser el inicio de toda investigación sobre actores sociales. Algunos esfuerzos de este tipo para el movt • "41 ocumó con los trabajos pioneros de Medófilo Medina, "Los paros clvicos enColombia (1957-1977)", Estudios Marxistas, No.
estudiantil pueden observarse en Jaime Caycedo, "Los estudiantes ylas crisis políticas", Documentos Políticos, mayo-junio 14 1977. págs 3-24, y de JaimeCarrillo, Los paros clvicos en Colombia. Bogotá: Oveja Negra, 1981. El primero designó a los paros
y ''Conceptos metodológicos para la historiadel movimiento estudiantil colombiano",Estudios MaIXistas, No. 27, 1984. Algo clwtcos como una modalidad de huelga de masas, con gran presencia sindical. Et segundo desarrolló más la hipótesis de la crisis
hizo para el magisterio Laureano Coral, Historia del movimiento sindical del magisterio. Bogotá: Suramérica, 1980. En el caso llalilpara explicar la movilización ciudadana, pero reiteró el peso sindical. Sería Pedro Santana quien refutaría esa última aprecia-
pobladores véase, del Grupo José R. Russi,Luchas de clases por el derecho ala ciudad. Medellín: 8 de junio, s.f. Yquien lnsistirla más en la hipótesis del desarrollo desigual (Desarrollo regionaly paros cívicos en Colombia. Bogotá: Cinep,
Wos después Medina publicó un libro que recogía los principales hitos de las luchas que se dieron en las ciudades
90 La heterogeneidad de los cívicos saltaba ala vista, pero no estaba ausente en otros movimientos comúnmente vistos como durame el siglo XX, pero no es propiamente un análisis de los movimientos urbanos (La protesta urbana en Colombia
neos.Tal hallazgo fue claro para los campes nos en laobra de León Zamosc, Los usuarios campesinosy la lucha por la fierra. XX. Bogotá· Aurora, 1984).
Cinep, 1982.
Medina no habla hecho esta sumatoria en su seminal artículo, cosa oue sí realizaron Carrillo v sobre todo Santana. Un
66 Mauricio Archila Neira IDAS Y VEN IDAS, VU ELTAS Y REVUELTAS 67

septiembre de 1977.97 La homogeneidad y el vanguardismo antes atrib De esta forma la categoría movimientos sociales ingresa al lenguaje de
dos a la clase obrera se extendían, por diversos subterfugios intelectual nuestras ciencias sociales y desplaza, aunque no para siempre, a los con-
a la categoría pueblo. Si el levantamiento popular al estilo del primer P ceptos de clase y de pueblo. Se trata de un avance indudable en términos
Cívico Nacional quedó indefinidamente postergado, eso no significó que teóricos, pues se desprende del análisis economicista predominante en
gente hubiera dejado de presentar demandas o exigir soluciones a s anteriores momentos. Otras dimensiones de la realidad social constituyen
necesidades sentidas renovando las modalidades de lucha. objeto de la reflexión académica. Ya la lucha social no se explica mera-
mente por las contradicciones en la esíera productiva o cuando más en las
El resurgir de la protesta social en los años ochenta, con elementos dü de distribución y consumo. Dimensiones culturales y simbólicas entran en
rentes a los de decenios anteriores, hizo que muchos analistas procl la agenda de los actores sociales y en la mente de los investigadores. La
ran una nueva era en la acción social colectiva del país.98 Ante el desg construcción de identidades en los actores colectivos cobra importancia y
::--. - de la política tradicional y de la misma acción de la izquierda, se consi hay más sensibilidad intelectual por las diferencias de género y de etnia. •"
".. raba que la movilización urbana y rural anticipaba una nueva forma Pero también en este momento aparecen nuevos entendimientos de la re-
participación ciudadana. En una clara continuidad con el momento an lación entre las esferas social y política. Por la misma vía se duda de la
rior, se postulaba que estaba surgiendo la simiente de un poder popular pureza de los actores sociales y de su ilimitada capacidad de autonomía.
A pesar de las aparentes continuidades, de hecho los modelos teóri Entre los intelectuales y no pocos activistas colombianos se comienza a
con los que se examina la realidad en los ochenta son bien diferentes percibir que los movimientos sociales no son revolucionarios per se. Las
no está al orden del día la concepción marxista-leninista e incluso tam relaciones con el Estado se miran en forma distinta: ya no hay total ene-
co la Teoría de la Dependencia. La intelectualidad colombiana vuelve mistad, sino que a veces se plantean relaciones complementarias, lo que
no quiere decir que se suprima el conflicto, muchas veces focalizado con-
ojos a Antonio Gramsci, aunque en forma más tardía que en el res-to
tra el manejo que hace el ejecutivo de las políticas sociales. La relación
subcontinente, y por esa vía a nuevas aproximaciones marxistas. De
entre región y nación es puesta de nuevo sobre el tapete, pero ya no como
cho, la categoría de "nuevos" movimientos sociales urbanos es acuñada
rtvalidad entre las elites, como ocurría én el siglo XIX y parte del XX, sino
abrigo de teóricos neomarxistas ya mencionados. 100 Pero definitivame
como demanda de las más disímiles capas sociales de provincia. 102 A la
quien más inspira a los investigadores criollos es Alain Touraine.101 Co
región también se la consideraba generadora de identidades sociales.103
en el resto de América Latina, en la conceptualización de los movimie
sociales se acude más a los autores europeos que a los norteameric Logros políticos corno la descentralización y la elección popular de alcaldes a
con las implicaciones teóricas que ya hemos analizado. fines de los ochenta y la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente
a principios de los noventa hacen viables estas nuevas aproximaciones teóri-
97 "Dos acontecimientos reflejaron esa enterm,dad de lapercepción: la adopción del Estatuto de Seguridad el 6de septiembrede
por el gobierno de Turbay Ayala y la realización de la Séptima Conferencia Nacional de las Farc en 1982" (Medófilo Medi cas. Así los actores sociales no siempre hayan tenido éxito en la participación
décadas de crisis política en Colombia, 1977-1997", en Luz Gabriela Arango (editora), La crisis socio-política colombiana. electoral, hay una mirada menos maniquea de la política. En esto se hacía eco
CES-Fundación Social, 1997, págs. 29-30).
98
de una tendencia intelectual que retornaba a los análisis políticos luego de
Eseera el espíritu quese reflejaba en los ensayos de Orlando Fals Borda ("El nuevo despertar de tos movimientos sociales",
Foro , Año 1, No. 1, septiembre de 1986, págs. 76-83) y Luis Alberto Reslrepo ("El protagonismo político de los movi excluirlos por años, en el intento de destacar la primacía de lo social. 104
sociales",Revista Foro, Año 2, No. 2, febrero de 1987, págs. 33-43). Fals Borda había hecho una contribución importanteal
de los movimientos campesinos de la región costeña, especialménte en Resistencia en el San Jorge. Bogotá: Carlos Valen
yRetorno ala tierra, Bogotá: Carlos Valencia, 1986. EnllSIB terreno sobresalen los cuidadosos estudios sobre los conflictos agrarios de dos colombianistas norteamericanos: Catherine
99 En un apresurado artículo, Camilo González llegó adecir que lamovilización de principios del gobierno de Betancur era "la tlflnnl.Co/oniz;Jc/ón Yprotesta campesina en Colombia, 1850-1950. Bogotá: Universidad Nacional, 1988, y Michael Jiménez,
expresión de la formación de un poder popular que tiene lapotencialidad de convertirse en la base institucional de un e ,.,,,,_ on an Interior Shore, 2000.
("Poder local y la reorganización de la acción popular", Controversia, No. 121, 1984, págs. 75-76). La apuesta por la de los trabajos representativos de esta reflexión,Clara Inés García afirma que laregión es una construcciónen la que tiene que
de un poder popular estaba en la agenda de movimientos políticos de izquierda como ALuchar, el Frente Popular y la mi
la forml como se estructuran y resuelven los conflictos sociales (El Baio Cauca antioqueño: Cómo ver lasregiones. Bogotá:
Patriótica (MartaHarnecker,Entrevista con !a nueva izquierda. Managua: Centro de Documentación y Ediciones Latinas, 1
1993)
68 Mauricio Archila Neira IDAS Y VENIDAS. VUELTAS Y REVUELTAS 69

A pesar de estos indudables logros de la acción social colectiva y de 1 nes así como sobre la "calidad" de la participación de los afiliados.106 La
avances teóricos que la acompañaron, la categoría de movimientos anterior crítica no oculta la existencia de una amplia base organizativa
ciales, como se utilizó en los ochenta, todavía respiraba añoranza por que conecta horizontalmente a muchos colombianos y colombianas, así la
búsqueda de un nuevo suieto histórico. La necesidad de una vanguar mayoría no tenga una efectiva presencia en la arena pública.
para un cambio social -así fuese menos revolucionario que el soñado
los sesenta y setenta- hizo que el énfasis se trasladara del proletaria En términos de movimientos sociales como tales, la investigación reciente
al pueblo y de éste a los "nuevos" movimientos sociales. Si bien es cie en Colombia muestra dos tendencias sintomáticas de los nuevos tiempos.
que esta categoría socavaba el voluntarismo que impregnaba la búsqu De una parte, hay una sensible disminución de estudios sobre conforma-
da de una vanguardia, muy cara al paradigma marxista-leninista, en ción de las clases que podríamos llamar tradicionales y más bien se resal-
fondo mantenía el anhelo mesiánico por un salvador. Esto no solo borr tan los análisis sobre nuevas dimensiones del conflicto social. 107 De otra
ba con la derecha lo que se escribía con la izquierda, sino que les po parte, se producen acercamientos entre la acción política y los movimien-
a los actores sociales un deber ser revolucionario que difícilmente tos sociales.
dían cumplir. Entre la euforia y un nuevo desencanto no había sino
trecho, y por él transitó la intelectualidad colombiana en el último d En cuanto a la primera tendencia, es cada vez más común el llamado a
nio del siglo XX. estudiar los movimientos sociales desde las dimensiones culturales. Las
minorías étnicas han sido las que han rec ibido mayor impulso
En cuanto al tema que venimos desarrollando, los signos de los tiem mvestigativo. 108 De ellas, especialmente de los indígenas, se resalta la afir-
presentes son bien contradictorios para actores e intelectuales, por lo mación de su diferencia y la obtención de espacios territoriales para con-
se requieren nuevos análisis. Aunque a veces se incorporan afanosame solidar su identidad. 109 La dimensión de género ha contado con dos cana-
modelos teóricos de los países centrales, en general predomina un inte les de expresión entre la intelectualidad_colombiana: el estudio de los
de lectura entre desencantado y realista, que tal vez nos ofrezca una · ffiOVlmientos de mujeres o feministas como tales, y su presencia en los
gen más acertada de la acción social colectiva en Colombia. Veamos "vieJos" movimientos sociales, especialmente' en la clase obrera. En la pri-
últimas vertientes investigativas que obran en consonancia con las mera vertiente se llega a hablar de una metodología feminista que supera
quedas teóricas y políticas de actores e intelectuales en la coyuntura
cambio de siglo.

El problema organizativo de los actores sociales ha suscitado alg "' As1 se percibe para et caso d~laAcción Comunal que ha vivido un proceso de creciente autonomíacon relación al Estado, especial-
menle en l_os ochenta, pero siguen siendoasociaciones para reivindicaciones básicas muy ligadasalos poderes locales y con una
reflexiones desprendidas de las concepciones entusiastas del pasado. pe,teneocia muy difusa. Véase Camilo Barrero, "Acción comunal y política estatal lun matrimonioindisoluble?" Documentos Oca-
quienes afirman que existe una buena base organizativa en la soci ~ : No.57 Clnep. 19~9._BeatrizLópez de Mesa ha estudiado la acción comunal en Anlioquiadesde la perspe~tiva de movimiento
social ( Diálogo entremov1m1entos sociales yacción comunal", en Varios, La investigación regionaly urbana en Colombia. Tomo 2.
colombiana, al menos si nos atenemos a la cobertura de asociaciones Bogotá Ac1ur-Carlos Valencia, 1998).
luntarias como las Juntas de Acción Comunal, los sindicatos, las org Eia:epc,ooesson los ~ludiossobreclase obrera de fines de los ochentay principios de los noventa de Charles Bergquisl, desde una
zaciones campesinas, de viviendistas, étnir,as, de género, ecológicas P8nl)ect1va comparativa (Los trabajadores enlahistoria latinoamericana. Bogota: Siglo XXI, 1988): de Hernan Daría Villegas, con
111enfoque regional (/JJ formaciónsocia/del proletariado antioqueño. Medellín: Concejo deMedellln, 1990), y el mío que atendía a
derechos humanos. 105 Claro que esta aseveración puede ser engañosa, IICOllSlrucc1ón de identidad (Cultura e identidad obrera· Colombia 1910-1945. Bogotá· Cinep, 1991).
existen dudas sobre la representatividad de muchas de esas organiz • l)i buen eJf!Ol)lo lo constituyó el evento al que ya aludíamos, convocado par el CES en 2000 yreproducido en parteen el VIII Congreso
*Ar'lllopolog1a celebrado en Popayán el mismo año. El grueso deponencias versó sobre indígenasyafrocolombianos (véase el ya
tlldoMovim,entos sociales, Estado y democracia... ).
losensa~ sobre este tema Aguisa deejemplo irencionamos los de María Teresa Findji ("Movimiento social y cultura
'º~ Según cálculos de Roela Londoño, para 1993 tendrfamos casi 4'500.000 colombianos vinculados aesas asociaciones ( OI caso del movi~1_ento de autoridades indlgenas en Colombia", Ponenciaal VIII Congreso de Historia, Bucaramanga, 1992),
nnn11/,,rnr onf'nlrimlii-, Annnt:S· i=,m,fariñn ~ r.i;il-Viv.:t l;i r.i11rl;u1;iní;:i-l JPN. 1994 oáos. 40·47L Gros (Colombia m~lgen_a. Identidad cultural y cambio social Bogotá: Cerec, 1991 ), Peter Wade, (Gente negra, nación
~· . . .. . . -· ' . . .. . ---· . - . ,. - . .......
,J,. /,.,. ,....,,,., .. ;.,...... :,. .....,.
IDAS Y VEN IDAS. VUELTAS Y REVUELTAS 71
70 Mauricio Archila Neira

la simple constatación de la aparición de la mujer en las multitudes. º E


11 siones de la búsqueda de un nuevo sujeto histórico, se han producido inves-
cuanto a la segunda, predominan los análisis históricos sobre la muje tigaciones sobre la construcción de ciudad por parte de los pobladores.118 El
trabajadora. 111 Muy cerca de estos estudios está la incipiente reflexión s conflicto regional también es abordado desde ópticas menos fantasiosas. 119 A
bre el ejercicio de la sexualidad y los movimientos de homosexuales que su vez, las tensiones que produjeron las políticas de descentralización en los
actores sociales han sido objeto de estudio ponderado 120
ahora despuntan en el país.112

De particular relevancia para la investigación sobre la acción social colee Otra tendencia investigativa que nutre los recientes estudios sobre movi-
tiva han sido los pocos pero sustantivos análisis de la renovación qu mientos sociales es su relación con la política y con el Estado. Hay quie-
113
representó el movimiento pedagógico en el seno del magisterio. Tarnbié nes postulan que los movimientos sociales viejos y nuevos buscan ante~ '
se ha prestado atención a los relevos generacionales en las organizacio todo la inclusión ciudadana. Así por lo menos se ha discutido para el caso
nes sociales, mientras la categoría de joven adquiere realce como nuev campesino de los años ochenta en adelante.121 En forma simultánea, los
actor social y político. 114 En contraste, se percibe una disminución de · novedosos brotes de organización y movilización ciudadana por la paz y
vestigaciones sobre movimientos estudiantiles y aún está por hacerse la vigencia de los derechos humanos han llamado la atención de los
balance riguroso de su participación en la convocatoria de la Asambl investigadores. 122
Nacional Constituyente. 115
Para ampliar la ciudadanía con base en los movimientos sociales se nece-
Las dimensión ambiental se perfila como otra rica vertiente de análisis sita un garante que en forma ideal es el Estado. Ello requiere un nuevo
los movimientos sociales. En cambio, la investigación sobre el movirnien examen de las relaciones con él, de sus debilidades y fortalezas, y de la
ambiental como tal es todavía precaria. 116 Por último, los estudios so necesidad de aprovechar o crear nuevas oportunidades políticas.123 Igual-
movimientos cívicos y regionales, abundantes en los ochenta, han dismin mente implica una nueva visión de la política, no tanto de la virtuosa sino
117
do notoriamente, sin desaparecer totalmente, por fortuna. Ya sin las p de la pragmática que permea también a los sectores subaltemos. 124 Y en
últimas, de los poderes existentes tanto en el Estado como en la sociedad

1" Dentro de la amplia investigación sobre movimientos de mujeres destacamos los libros de Lola Luna y Norma Villarreal, H.'
género y política. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1994, y Magdalena León (compiladora), Mujeres y participación
avances y desaflos en América Lallna. Bogotá: Tercer Mundo, 1994. Sin pretensiones historiográficas, pero de gran valor doc ' • IJfooso Torres, La ciudad en fa sombra. Bogotá: Clnep, 1993.
es la publicación "Mujeres que escribieron el siglo'/:f." de la revistaEn Otras Palabras, No. 7. enero-junio, 2000.
11
• E,emplos son_el tr~bajo de Alejo Vargas, Magdalena Medi~ santar:dereano: colonización y conflicto armado. Bogotá: Cinep. 1992 y
111 Véanse Luz Gabriela Arango, Mujer, religión eindustria. Fabrica/o 1923-1982. Universidades Externado Yde Antioquia, 1991, la vasta Investigación de Clara Inés García en cuatro subreg1ones antioqueñas, sobre las cuales ha publicado dos libros: el ya citado
más históricos de Tila Uribe. Los años escondidos. Sueños y rebeldfas en fa década del veinte. Bogotá: Cestra-Cerec, 1994 E/81/;o Cauca..., yUrabá, región, actores yconlficto. Bogotá: Cerec-lner, 1996.
Farnsworth-Alvear.Dulcinea in /he Factory. Durham: Duke University, 2000.
,. Mirtha Cecilia Garcfa y José_ Vicente lamudio (compiladores), Descentralización en Bogotá, bajo fa lupa. Bogotá: Cinep, 1997.
112 Un ejemplo es el análisis de Carlos Eduardo Román, "Movimiento de mujeres ymovimiento gay: en lopúblico por la intimi Slmiston lodavla miradas épicas como la de Ignacio Coral Quintero La lucha de masasyla reforma municipal Bogotá· Suramérica
Ornar Urán (coordinador), La ciudad en movimiento. Medellin: IPC, 2000. págs. 159-254. 1989. , . . '
11' Véanse, por ejemplo, Marco Raúl Mejía, "Movimiento pedagógico, una búsqueda plural de los educadores colombianos", Wlle lJICln Z.amosc: "Transformaciones agrarias yluchas campesinas en Colombia: un balance retrospectivo (1950-1990)",Análisis
tos Ocasiona/es, No. 42. Bogotá: Cinep, 1989, yJaime Blandón, "El movimiento pedagógico, anotaciones para un balance", Allto, No. 15, abril de 1992, págs. 35-66. En el análisis de las luchas campesinas en los últimos años hecho porEsmeralda Prada
ción y Cultura, No. 29, marzo de 1993, págs. 52-57. Esta última revista fue precisamente el canal de expresión del movl ~Salgado resalta también el cambio de agenda de las luchas agrarias (La protesta campesina, 1980-1995. Bogotá: Cinep,
pedagógico.
114 Aguisa de ejemplo véanse Diego Pérezy Marco Raúl Mejia, De calles, parches, galladas y escuelas. Bogotá: Cinep, 1996, lalhl8Slra la constituyen los ensayos de Mauricio Romero y Amanda Romero en Mauricio Archila y Mauricio Pardo (editores).
Urán (coordinador), La ciudad en movimiento ... llllrtnl,ttos SQCta/es,,, Destacamos el esfuerzo de Mauricio García por cuantificar las acciones por la paz yanalizarlas. Véase, por
115 Una excepción en medio del vacío es el libro de Libardo Vargas, Expresiones políticas del movimiento estudiantil Audesa. ºPaz, éhca y democracia en Colombia" en Guillermo Hoyos y Ángela Urlbe (editores), Convergencia entre ética y política.
manga: UIS, 1996. Siglo del Hombre, 1998, págs. 197-209.
11 6 Germán Palacio yotros, Se hace camino al andal Aportes para una historia del movimiento ambiental en Colo,111bia. Bogotá: E Francisco Leal en "Los movimientos sociales y pollticos. Un producto de la relación entre sociedad civil y Estado"
1997. En este campo resalta el trabajo de Rosario Saavedra, Desastre y riesgo: actores sociales en la reconstrucción ds , No. 13, mayo-agosto de 1991, págs. 7-21 . '
f'hinl"hin!l Rnnnt~· r.inPn 1 QQñ _. _ _ ,.n 1,.nA I C'... nrn 11 1 "nvnrn,-i.f.n ,..,.1 (~;,.,, ,.f" 1..,,. n r n-,ni-..-,,.;,_,....,,. "",._;-,1,..,.., ,,,..., ♦ nn,i,...,..,,.¡.., rin ,arnnrtn,,-r1An rli0
72 Mauricio Archila Neira IDAS Y VENIDAS. VUELTAS Y REVUELTAS 73

civil. Así se comprende que la acción social colectiva no es gradual Desde que se hicieron los primeros estudios de los actores sociales hasta
acumulativa, como se observó muchas veces respecto del movimiento 1 hoy ha corrido mucha agua debajo del puente. Las primeras miradas funcio-
ral. 125 Por el contrario, enfrenta distintos escenarios de poder a los que r nalistas fueron reemplazadas por estudios marxistas y dependentistas. Luego
ponde con diferente eficacia; uno de ellos, y nada despreciable, el Estad se relegó el análisis ortodoxo clasista para postular categorías más com-
prensivas pero menos explicativas, como las de pueblo y movimiento popu-
Es aquí donde cobra relevancia el ya citado texto de Leopoldo Múne lar. En forma tardía y con cierto triunfalismo se adoptó la terminología de
Aunque su análisis de algunos movimientos sociales según sucesivos movimientos sociales para explicar nuevas formas de protesta. Estos jalo-
tagonismos entre 1968 y 1988 - en su orden, campesino, obrero y cívi nes conceptuales y teóricos encierran algunas posibilidades explicativas
no arroje muchas luces nuevas sobre lo que ya otros expertos habían del conflicto social en el país, pero con limitaciones que se hacen evidentes
bajado, resalta la coherencia con que realiza este ejercicio y la forma cuando intentan aplicarse en forma excluyente. En particular, la reciente
que contrasta la construcción de actores sociales y los poderes que e conceptualización en torno a movimientos sociales, depurada de exigencias
enfrentan. 126 De acuerdo con Múnera, dichos movimientos no están · revolucionarias, constituye un elemento central de nuestra reflexión.
dos en una esfera social autorreferida sino que se relacionan con distin
poderes, incluido el Estado. Más aún, el poder no tiene una existen En los años noventa, cuando entraron en cuestionarniento los paradigmas y
independiente de las relaciones sociales, es una relación en sí. 127 En se acrecentó la violencia en Colombia, se cayó en una valoración pesimista de
marco conceptual, el autor constata que entre 1968 y 1988 las relacio la movilización ciudadana. Se dudó incluso de su aporte a la construcción
de poder en Colombia han producido una acción colectiva por fuera d democrática, cuando no de su racionalidad. Tal vez eso explique la relativa
institucionalidad. Pero si los movimientos sociales o, mejor, los moví · disminución de análisis académicos de las luchas sociales y la ausencia de
tos populares, como él los designa, han logrado autonomía ante el bip obras de síntesis, con la excepción de la de Leopoldo Múnera. Hoy no pode-
dismo, son heterónomos ante las izquierdas. 128 El valor del libro de Leo mos decir que estamos al otro lado del río. Todavía estamos sumidos en un
do Múnera radica no solo en que es uno de los pocos intentos de sín mar de confusiones y de contradicciones teóricas y políticas. Pero nos halla-
que se han hecho en los últimos tiempos sobre movimientos sociales e mos mejor preparados que antes, pues se ha cualificado la investigación al
país, sino por el aporte teórico y metodológico que realiza, así aún re precisarse mejor los conceptos, enriquecerse las fuentes y las metodologías y
cierto esencialismo de clase y una nostalgia de las potencialidades tr ampliarse el universo teórico con una actitud cada vez más crítica hacia lo
formadoras del movimiento popular. que recibirnos en préstamo de los países centrales. La necesidad de proyectar
la acción social colectiva más allá del estrecho marco reivindicativo y de las
Con esta referencia concluimos nuestro balance sobre la producción demandas estrictamente materiales se nos vuelve un imperativo.
démica en torno al tema de los movimientos sociales en Colombia. ¿
lecciones podemos extraer para orientar nuestra investigación? De esta forma podernos plantearnos la tarea de hacer una nueva síntesis
de las luchas sociales en el país entre 1958 y 1990 a partir de la pregunta
m Enfoque que aún sigue vigente en recientes textos como losde Juan Femando Romero,Huelga y servicio público en Colombia.
Rodríguez Quilo Editores, 1992, y Marce! Silva, Flujos y reflujos. Reseña histórica de la autonomla del sindicalismo ca
eome su lógica profunda: lcómo entender tantas "idas y venidas, vueltas
Bogotá: Facultad de Derecho, Universidad Nacional, 1998. y reweltas" sociales? Antes de dar paso a la explicación histórica que
126 Esto se explica en parte porque, salvopara el caso campesino, sus fuentes son principalmente secundarias. De ahl el cara C(UBiemos ofrecer en este texto, conviene hacer algunas precisiones eon-
de síntesis que leatribuimos. es y metodológicas de la investigación realizada.
121
Rupturas y continuidades ..., pág. 65 y ss.
128 Múnera deline la categoría movimiento popular como"un tipo particular de movimiento social, generado por el proceso de
de acciones y actores. colectivos eindividuales, pertenecientes a las clases populares o reunidos en función de ellas, GORIAS DE ANÁLISIS
controlar y orientar uno ovarios campos sociales de conllicto con las clases y lossectores dominantes" (Rupturasyca ·
oáa. 65\ El autor incoroora la vertiente anarquista en su delinición de pueblo: "conjunto de agentes socieles somelidosal
74 Mauricio Archila Neira IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 7)

acción social, entendida como aquella ,orientada a modificar la condu en donde habrá movimiento social mientras mantenga esa dinámica civilisté;]
de otros, 129 le agregamos la apelación colectiva en oposición a la indi Y busque la autonomía ante los actores violentos. aunque algunos de ellos
dual, lo que de alguna forma sugiere un acercamiento al conflicto so participen en la gestación y conducción de la lucha social.
que queremos estudiar. Ahora bien, como el terreno de esta acción es m
amplio para hacerle el seguimiento, utilizamos dos categorías emparen Por esa vocación de consenso, los movimientos sociales contemporáneos
das que nos permiten una definición más precisa de nuestro objeto tienden a lanzar propuestas para solucionar los conflictos que enfrentan y
estudio: movimientos sociales y protestas sociales. no se contentan con una mera actitud reactiva o de resistencia pasiva. Lo
anterior no quiere decir que sean siempre progresistas. Aunque su des-
• Por los primeros entendemos aquellas acciones sociales colectivas pliegue ha sido interpretado como parte de la acción de las izquierdas, los
manentes orientadas a enfrentar condiciones de desigualdad, exclusió movimientos sociales, como los conflictos de los que hacen parte, no son
injusticia ~ que tienden a ser propositivas en contextos espacio-temp~r revolucionarios ni reaccionarios per se.132 De hecho, en la búsqueda de
/ determinados. Aclaremos brevemente los componentes de la defiruc1on. soluciones, nuestros movimientos sociales mezclan aspectos de resisten-
cia, adaptación y transformación según los contextos históricos en que /
Los movimientos sociales son una forma de acción social colectiva que están inmersos. En América Latina, como ya vimos, hay una coexistencia
frenta injusticias, desigualdades o exclusiones, es decir, que está inmersa desigual de for!1fas premodernas con modernas y aun posmodernas de
conflictos que abarcan todas las dimensiones de la sociedad y no solo la estructuración social. Si bien nuestros movimientos sociales tienen como
nómica. En contra de lo que comúnmente se piensa, el conflicto no en horizonte la modernidad en la cual se han construido, no es menos cierto
forzosamente la aniquilación física del adversario. En ese sentido com que arrastran lazos tradicionales comunitarios, los que a su vez se a.rticu-
mos con Touraine la idea de que los movimientos sociales se inscriben lan sin problemas con formas novedosas de subjetivación y de reclamo de
1
dinámica por el diálogo razonado y no de imposición por la fuerza. ciudadanía.
acción armada es externa a la social, no tanto porque persiga fines poli
(como a veces lo pueden hacer los movimientos sociales), sino por los m Por último, suponemos una cierta permanencia en el tiempo por parte de ,
violentos de los que hace uso. Otro es el problema de su presencia en los movimientos sociales. Ello quiere decir que trascienden las meras res-
sociedad violenta como la nuestra y de sus relaciones concretas con a puestas puntuales y se proyectan~ n el tiempo más allá de la coyuntura.
sociales, que son de tanta fluidez como las existentes entre éstos y el s· Cwiosamente, ésta es la parte más frágil de nuestra definición cuando se
político. En una mirada histórica es posible percibir que en fases irücial trata de aplicarla al caso colombiano, pues, por factores que analizaremos
un conflicto social se acuda a la violencia defensiva por condiciones pJ! luego, la permanencia no ha sido una de las características de nuestra
-ésta es la definición más amplia de un movimiento de autodefensa-, acción social colectiva.
cuando se hace opción explícita de la búsqueda de poder por medio d
armas -como hicieron las guerrillas revolucionarias de los sesenta y se 111188 razón acudimos a un concepto que es más fácil de aprehender en
o los paramilitares de hoy día- estamos ante otra dinámica, que no es .. 81fllimiento cotidiano de los conflictos: las protestas sociales. Son ac-
los conflictos sociales. 131 Esto nos lleva al terreno de definiciones opera a1Drl18 sociales de más de diez personas que irrumpen en espacios públi-
J1818 expresar irltencionalmente demandas o presionar soluciones ante 1
1
niveles del Estado o entidades privadas. 133 Como salta a la vista, {
12• Max Weber, Economy and Society.Vol. l. Berkeley: University of California, 1978, pág. 22.
'" América Latina... , págs. 320-322.
ClaJs Olle, "New Social Movements: Challengingthe Boundaries of lnstitutional Politics", SocialReseiilch, Vol. 52, No.
Hay momentos enque los movimientos socialesacuden aformas de accióndirecta que la gran prensa designa "violentas•
, 31
985,págs. 858 yss, yErnesto Laclau, "Los nuevos movimientos sociales y la pluralidad de losocial", Revista Foro,
pedreas, motines oasonadas. Sinduda allí hay violencia, como lapuede haber en menor medida en un bloqueo oen u de 1987, pág 7.
4,......,,. ,.j,_ lAl-.r:"" Mrn n!" !IM .,lnlnnri'l nn h1 l <'f"Jffo nnr nrlnf"inin cinn ~nrnirb r.nmn rPc.t1lrnrln tP.mnnr;:il riP. lrl r:nnfrontac·
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVU ELTAS 77
76 Mauricio Archila Neira

notará desproporciones en el seguimiento de algunos actores, de sus de-


pueden ser expresiones puntuales de los movimientos sociales, sin req
mandas o formas de lucha en detrimento de otros u otras, especialmente
rir permanencia o expresión organizativa formal, e incluso en mue
de estas últimas.
circunstancias quedan como meras luchas aisladas, sin constituir mo
miento. Las protestas sociales son una forma de hacer visibles los mo
Evidentemente, la protesta social es un momento de visibilidad en medio
mientas sociales, pero éstos pueden acudir a presiones organizativas
de una cotidianidad casi imperceptible. Por ello consideramos otras for-
prácticas no conflictivas de negociación para hacerse sentir públicamen
mas en que los actores dejan imágenes grabadas en las mentes de los
Por último, el uso de esta categoría nos permite distanciarnos de
colombianos Y no simplemente su figuración efímera en los medios masi-
extremos que no desarrollaremos en esta obra: el simple disentimie
vos de comunicación. Los eventos culturales, los discursos académicos, la
individual y la gran revolución.134 En la narración que emprendere
presencia en las artes, la eventual participación electoral, así como la
utilizaremos con fluidez estas categorías, advirtiendo que no son idé
inagotable capacidad de cabildeo, hacen parte de esas otras estrategias
cas aunque remitan al mismo objeto que nos interesa estudiar: la ac
constitutivas de los movimientos sociales, así privilegiemos los actos de
social colectiva.
protesta. Y lo hacemos porque consideramos que ésta última posee una
calidad diferente para expresar el conflicto social: implica hacer públicas
Lo anterior nos conduce al concepto de visibilidad de los actores, que
las _demandas por medios que tienen grandes costos para los actores y la
tetiza nuestra opción metodológica, no exenta de implicaciones teóric
sociedad en general. La protesta, como veremos en el último capítulo, in-
politicas. Por visibilidad entendemos cualquier huella que hayan da'
voca además solidaridad en una sociedad marcada por la fragmentación y
los actores en las fuentes consultadas. En consecuencia, implica tan
el anonimato.
voluntad de los actores de hacer pública su protesta como la forma en
los otros, incluidos los medios de prensa revisados, percibieron ese a
Algunas precisiones adicionales se imponen para aclarar el panorama de
Como dice un analista argentino, "la visibilidad se juega en el cam
val, única forma de ser vistos" .136 Son los antagonistas quienes fijan
nuestra investigación. La dinámica de la acción social propende a la auto-
nonúa de los actores sociales, así no siempre estén en capacidad real para
chas veces los contornos de la protesta social y aun las definiciones
ejerc_erla. Por la primera entendemos la posibilidad de proponerse fines
público y lo privado. Los sesgos que esta opción introduce son evide
propios Y hacerlos públicos sin presiones de los actores armados, del sis-
pues las fuentes no son neutrales en su reproducción de la realid
tema político o del Estado. Llevarlos a cabo, con prescindencia de los lo-
gran prensa, por ejemplo, sistemáticamente invisibiliza actores co
gros, sería el termómetro de la capacidad para ejercer dicha autonomía. 137
mujeres o asigna el epíteto de subversivo a las protestas sociales . M
El tema no ha sido ajeno a la literatura colombiana sobre los movimientos
veces, más por temor que por simpatía, registra formas de lucha ·
IOCiales, especialmente en la de inspiración marxista, que consideraba
tantes, como un paro o un bloqueo de vías, mientras descuida ott
menor resonancia pero de mayor contenido, como una marcha pac' ·
fill8 la autonomía consistía en alejarse del bipartidismo, de la política elec-
mujeres. Por eso buscamos balancear esta información con los e
-.10 d~ toda institucionalidad, y en últimas en evitar cualquier roce con
registros de los actores y con el recurso a la fuente oral. Con todo, el tlltaclo. En forma metafórica, a los actores sociales se les proponía reti-
del campo de juego sin haberlo pisado, cuando de lo que se trataba
mgresar en él para propiciar una interacción que podía incluso
"' Compartimos la sugerencia de Richard Fox y Orin Starn, quienes además la usan para salir al paso de la nostalgia por las reglas del juego. La autonomía no está en prescindir del otro
fin de la era de las revoluciones (Belween Resistance andRevo/u/ion. New Brunswick (N.J.): Rutgers University, 1997, antagónico que sea, autoexcluyéndose, sino en entrar en el terre-
135 El papel de los medios de comunicación es definitivo en los resultados de un movimiento, como señala Femando C
estamos seguros de que elloocurra con tanta contundencia como para concluir que "los efectos de las movilizacionesse
más en el campo de las interpretaciones periodísticas que en el espacio físico de la acción manifestante" ("Las
lo oúblico. lmáoenes de protesta en le ciudad deMéxico", Perfiles Latinoamericanos, No. 12, junío de 1998, pág.
78 Mauricio Archila Neira IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 79

no de conflicto con criterios propios y obrar en consecuencia. En ese se bueno decirlo claramente, ellas no son los únicos actores sociales.139 Por
do, hay más de una contingencia en la acción social colectiva, pues esas mismas razones no vemos con buenos ojos dos extremos: reducir el
autonomía y su capacidad de ejercerla no son conquistas estables, e espectro de los movimientos sociales a las clases, como se quiso hacer en
constantemente en juego y tanto se pueden ganar como perder. Colombia en los sesenta y setenta, o excluirlas en aras de privilegiar a los
nuevos movimientos, como fue claro ~ partir de los ochenta. La d iferencia
Existe, por último, un debate que hemos insinuado a lo largo de e entre "nuevos" y "viejos" movimientos, tan común en los países del centro,
páginas y que debemos aclarar en beneficio de la precisión de nue se puede aceptar con una intención pedagógica. 140 Pero si la contraposi-
punto de vista. Nos referimos a la relación entre las clases y los movirni cíón se refiere a diferencias de fondo para anular cualquier análisis de
tos sociales. Por clases sociales entendemos construcciones históricas clase sería inaceptable para sociedades como la nuestra, en donde toda-
otorgan identidad a grupos humanos definidos a partir de su relación vía lo económico crea identidades o afecta las que se construyen desde
los medios de producción. Esta definición se aparta de las que preten otras esferas .141
otorgarles un carácter cuasi natural y homogéneo. Aquí se hace nece
distinguir tres aspectos que, aunque relacionados, no implican igual Otro asunto distinto, que no compartimos, es el devenir teleológico de las
do de aceptación de nuestra parteJ el análisis socio-económico de la s clases, en especial de la obrera, al atribuirle el papel de sujeto histórico
dad, jla existencia de clases Y/ por último, la idea de la vanguardia re revolucionario. En esta búsqueda, de estirpe hegeliana, se obró más con el
cionaria del proletariado-) Como queremos demostrar, se pueden ac deseo que con la realidad.142 Para nosotros, como para el último Castells,
las dos primeras premisas, aunque no en forma excluyente de otr simplemente hay conflictos sociales y actores que se mueven en ellos. Que
mensiones de la realidad. La tercera sí es insostenible hoy día. ellos contribuyan a meras reformas, a radicalizar la democracia o a trans- '\
formar el orden social establecido es resultado de procesos históricos que ~
Ante todo, no desconocemos la importancia del análisis socio-econó no están condicionados por la noción de progreso sino que simplemente )
de sociedades como la colombiana. Por más llamados que hagamos a ocunen. ·
vas lecturas de la acción social colectiva, es insoslayable el estudio
condiciones materiales de su existencia. Lo que criticamos es la redUi El giro hecho en torno al análisis de clase nos confirma que en términos
que se hace del conflicto social a la esfera productiva, conceptuales es más apropiado hablar de movimientos sociales, pues al
luces incompleta para explicar su complejidad.138 abarcar múltiples conflictos de la sociedad, sin olvidar el socio-económi-
co, constituyen una categoría más incluyente y, según nuestro criterio,
La consecuencia lógica de esta formulación es que existen en nues desprovista del deber ser como sujeto histórico revolucionario. Este paso
ciedad grupos con identidad de clase en el sentido anotado líneas permite también la consideración de las protestas sociales de un tipo de
Más aún, la dimensión de clase no está ausente en otros actores s
con un tipo de identidad diferente. No es una simple coincidenc·
ejemplo, que los indígenas y los afrocolombianos se ubiquen en los llilllopoldo Minera,"la acción, la praxis social no se mueve solo en el eje de las clases ytenemos que asumir ese desafío" ("Actores
,-aocialet, en Jaime Caycedo yJairo Estrada (compiladores}, Marx vive. Bogotá: Universidad Nacional, 1998, pág. 265).
tos más bajos de la sociedad. En ese sentido, clases sociales ten ,-1os palses centrales la distinción esdiscutible. Ludger Mees,refiriéndose al caso europeo, sostiene que la distinción es más
por mucho tiempo y ellas seguirán siendo fuente de identidades, que los originan que de ellos mismos. Muchos viejos movimientos eran antes como hoy son los nuevos. La metáfora
IDdce todo:"lVino viejo en odres nuevos? Continuidades y discontinuidades en la historia de los movimienlos sociales" en
YBenjamfn Te]erina (editores}, Los movimientos sociales. Madrid: Trotta, 1998, págs. 305-317. Otra dura crlllca ~ la
b "IUMIS" movimientos sociales en Alberto Melucci, Acción colectiva ... , Introducción.

nas apartamos de los teóricos europeos que como Claus Otte insisten en lasuperación del análisis de clase por los
13a Coincidimos con Boaventura de Sousa Santos en la centralidad que todavía desempeña en nuestras sociedades perif (Partidos políticos .. ., págs. 196-197).
productiva -o, en sus términos, el "espacio-tiempo" de la producción-.
,
E, sto ratifica
,
lavigencia de un cierto análisis
1 > -" · l . ~n:,. l .. ,
t ..• L - ..J _ _ ._..,,..,..
Insiste en la capacidad explicativa de la categor1a clase social, máxime si se la desprende de la teleología de sujeto
80 Mauricio Archila Neira IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 8]

actor normalmente alejado de las luchas "populares": los gremios ern un "sentido común popular". 146 Como es evidente, se trata de momentos
sariales. Por supuesto, ellos tienen más acceso a las esferas de pod históricos y no de un destino manifiesto que esencialmente se imponga so-
ejercen explotación sobre algunas clases sociales, pero también s bre el pueblo. Unidad o división, integración o fragmentación no son carac-
exclusiones e injusticias de parte de otros poderes privados y estatales terísticas inherentes a los actores sociales, cada una es resultado de proce-
ese sentido no son propiamente un movimiento social sino un grn sos concretos que el investigador debe analizar cuando se presenten.
presión que acude a veces a la protesta. No habría mucho argumento
estudiarlos como actor social cuando apoyan y luchan en el terreno En cualquier caso, la categoría pueblo es un intento de revivir, a través de
y excluirlos del análisis cuando enfrentan condiciones que los afect otra puerta, la búsqueda del sujeto histórico revolucionario que, como ya
rectamente. El conflicto social deja así de ser bipolar -entendido e veíamos, distorsiona la comprensión de la acción social colectiva. Como
enfrentamiento de "buenos" contra "malos"-, para convertirse en un dice el mismo Luis Alberto ·Romero, "la pregunta de un historiador no pue-
plejo juego d~ intereses que pugnan por una sociedad más justa. de ser por qué un sujeto teórico - más una categoría analítica que una
realidad observada en el análisis- no actúa como debería actuar. El oficio
Por la misma veta de análisis, no es posible asumir la categoría de P del historiador es explicar cómo actúan los sujetos históricos reales" .147
y su derivado, lo popular, como sinónimo de movimientos sociales.
blema es doble: de una parte, es un concepto polisémico, pues varía En cambio, el concepto de movimientos populares puede tener más perti-
los 8 ectores que se incluyan o excluyan; de otra parte, en el uso c nencia para este estudio. Si entendemos por ellos los que enfrentan la
143
supone una falsa homogeneidad en quienes lo constituyen . La su explotación económica en forma directa, harían parte del conjunto de los
ta actuación unificada del pueblo es una invención moderna para · movimientos sociales con una especificidad de clase. Sin embargo, naso- · t\
car el constituyente primario de la nación que se trasplanta sin fórm ttos preferimos la categoría movimientos sociales en plural, pues la de \
juicio a nuestras tierras. Lo curioso es que si en la Europa del siglo IDOVlIIlientos populares, máxime si se usa en singular,transpira algo de la
popular fue invocado para preservar las tradiciones, en la América homogeneidad y la teleología revolucionaria atribuidas a la categoría
de mediados del siglo XX se convirtió en la encarnación de la fuerz pueblo. 148 Además, en términos prácticos, hablar en forma exclusiva de
lucionaria. 144 Esta inversión política del papel del pueblo· es más IDOVUllientos populares termina por ignorar a otras clases o sectores no
vado del romanticismo o cuando más del anarquismo, que del m populares que, como las capas medias, enfrentan exclusiones e injusti-
propiamente dicho, que había sido más proclive a hablar de clas ctaa. así no sean directamente explotados.

Si bien nos apartamos de quienes postulan una homogeneidad en Par ello preferirnos la categoría grarnsciana de sectores subal~rnos para
por el pueblo, no podemos desconocer que pueden existir coyunt detllgnar al factor poblacional como referencia más a~plia de ~ movi-
tóricas en que broten tendencias integradoras dentro de los actores Sdrw sociales. Aunque no está exenta de ambigüedad - en parte por-
les que conformen lo que el historiador Luis Alberto Romero design
•rellerea ta const1ucción de identidades entre los pobres de Buenos Aires y Santiago de Chile en el cambio del sigloXIX
l8COOOCe que se trata de identidades múltiples y polarizadas, se sorprende al encontrar tambiéntendencias integra-
hlcell pensar en la categoríagramsciana de "sentido común" (iQué hacer con los pobres? Elitey sectores populares
"' Así lo señalan casi todos los participantes en un debate que tuvo lugar aprincipios de los años noventa en Perú Yque dlawle, 1840-1890. Buenos Aires: Sudamericana, 1997, pág. 204)
por Alberto Adrianzen y Eduardo Bailón (editores), Lo popular en América Latina iUna visión en crisis? Lima: Deseo, 1
populares urbanos como sujetos históricos", Proposiciones, No. 19, 1990, pág. 270. Eduardo Bailón retrata así la
por ejemplo, págs. 105 y 118).
hlslórico en América Latina: "en un principio era el proletariado; y habitó entre nosotros. Después los movim'ientos
'" Peter Burke señala que después de siglos de divorcio entre la cultura de elites y la popular, son los románticos popular -asl en singular- oel protagonismo popular (... ) ysiempre el afán y la ilusión de la transformación
descubren ala segunda, con intenciones no muy revolucionarias (Popular Culture in Early Modern Europe. Londres: bldamentalmente inlusto; la búsqueda de actores sociales que devienen en actores pollticos" (Lo popular en
"' Para la noción de pueblo que tiene el anarquismo véase Leopoldo Múnera (Rupturas ..., págs. 78-79). Raphael 19J,117),
n"" lne moNioho hdtónirn< 1, irlo, rlP n11Phln er, inrnmnrt~ nnr tratarse de tradiciones teóricas Ypolíticas diversas. ...O I onnnllin ll.A (1nom 'll roc-nof\tn or r,nnC"ic-tontn rnn n11oc-tr~ -,n~lirir nnrn nn nn♦onñomnr C"I I 11c-n on
82 Mauricio Archila Neira
IDAS Y VENIDAS. VUELTAS Y REVU ELTAS 83

que, como todo lo de Gramsci, ese es también un concepto inacabado----, conduce a hacerla más compleja atendiendo a la "densidad" del conflicto,
más · consistente con nuestro análisis. La condición de subaltermdad en la que se destacan la duración y sobre todo el número de participantes,
refiere a la contraparte de la hegemorúa, no supone una determinac· Y a la "calidad" , que hace referencia al grado de desafío público de los
socio-económica y recoge en forma más satisfactoria aquellos confli actores y a la respuesta de los antagonistas. Infortunadamente, la densi-
que hemos enunciado como injusticias, exclusiones o desigualdades. _A dad es difícil de precisar para los sectores distintos del laboral, y la cali-
más como sugiere Gramsci, los sectores subalternos "no se han umfic dad depende de factores subjetivos igualmente complicados de aprehen-
, . 'E d '" 149
y no pueden unificarse mientras no puedan convertirse en sta ,º. -. der. Por ello buscamos equilibrar los análisis· estadísticos más áridos con
esa vía, él postula que esta categoría es una herramienta de anahsis las reflexiones cualitativas con sabor más subjetivo.
tórico, máxime si le desprendemos el acento de progreso que le puso e
análisis de la experiencia italiana. No obstante, a lo largo de estas P En consecuencia, este libro se estructura en dos grandes secciones: una
nas constataremos la dificultad de la reconstrucción del pasado pues más descriptiva y cuantitativa, en la que estudiamos los ritmos y modali-
historia de los grupos sociales subalternos es necesariamente disgre dades de las luchas sociales (capítulo 2) , los actores (capítulo 3) y las
y episódica" 150 principales demandas (capítulo 4); y otra más analítica y cualitativa, en la
cual tratamos de acercarnos a las posibles explicaciones del sentido de
Otras categorías teóricas se irán definiendo en el momento en que se las protestas sociales a partir de las relaciones con las izquierdas (capítu-
sidere necesario hacerlo. Los conceptos operativos aparecen en el a lo 5), con el Estado (capítulo 6) y de la construcción de identidades (capí-
ce metodológico, al que remitimos al lector para agilizar la narració tulo 7). El texto culmina con algunas reflexiones sobre la explicación com-
pleja de la acción social colectiva en el país (capítulo 8) y las conclusiones
Con estas ideas en mente iniciamos hace más de un lustro la inve como tales que hacen un balance de las luchas sociales en los 33 años
ción en diversas fuentes escritas y orales que se traduce en la pre estudiados. Hemos elaborado además un capítulo inicial de ubicación del
. obra. 1s1 La base de datos que hemos construido consta de 9.981 re perlado seleccionado, que perfectamente puede ser eludido por quienes
1 p~ra el período comprendido entre enero de 1958 y diciembre de 1 conocen la historia de esos años. Quienes no lo hagan encontrarán allí
\ Aunque la cuantificación tiene sus riesgos, la ,consideramos como u una información histórica útil para entender los procesos descritos en las
necesario para explicar el sentido de la acc1on colectiva en Colo páginas posteriores.
La formalización de la riqueza empírica implica sacrificar la partí
dad de un hecho para convertirlo en un dato más. Es evidente que no
las acciones son iguales. Un paro nacional del magisterio no es lo
que una huelga en un taller artesanal. Y, sin embargo, ambos a
como datos en pie de igualdad en nuestra base de datos. Lo ante

" ' Escritos pot//icos. México: Cuadernos Pasado yPresente, 1977, pág. 359. Aquí está implícita una concepción de
civil y hegemonía que en su momento discutiremos.
,so \bid., p. 361. Metodológicamente Gramsci remite aestudios monográficos, por ser los más apropiados P<l;ra rec
Otra cosa son los Estudios Subalternos y su derivación poscolonial. Aunque parten de la matriz gramsc1ana, sus
diferentes, como ya hemos mostrado.
,s, La metodología utilizada en la construcción de la base de datos se explica con detalle en el mencionado Apéndice.
,si La selección del período de estudiose explica en el capítuloprimero.

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