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COMPENDIO ^* ^
DE
TRADUCIDO
&. €. 3.
([) Pentecostés. Los judíos celebraban esta Pascua á los cincuenta dias de la
del Cordero, lo mismo que nosotros, en memoria de haber recibido Moisés en el Si-
naí la ley de mano de Dios. A ella eoncurrian los israelitas y prosélitos lo mismo que
á la otra ; y en esta pudieron ver la promulgacion de la misma ley llevada á su per
feccion por Jesucristo.
PARTE I. 1
1
dor de ellos. Habian concurrido en aquel año á la metró
poli de la Judea israelitas de todas las partes del mundo y
en mayor número que nunca, porque en todo el Oriente
reinaba la persuasion de que el Mesías iba á aparecer. Este
pueblo pues , mezclado de tantas naciones , se sorprendió
hasta el estremo al oir á los Apóstoles hablar las lenguas de
diferentes naciones y paises. De aquí tomó ocasion S. Pedro
para decirles: "La maravilla que os asombra, hermanos
mios, es el cumplimiento sensible de la profecía de Joel,
por quien dijo Dios : Vendrá un tiempo en que derramaré yo
mi espíritu sobre toda carne; haré entonces que se obren pro
digios en el cielo y en la tierra, y vuestros hijos profetiza
rán." En seguida les anunció la divinidad de Jesucristo, á
quien ellos habian crucificado, declarándoles que él era el
Mesías verdadero esperado por sus padres desde el princi
pio del mundo; exhortólos despues á que se bautizasen en
su nombre para recibir el perdon de sus pecados y el don
del Espíritu divino, y con efecto se convirtieron tres mil,
que desde luego se pusieron en el número de los discípulos,
y que perseveraron en la doctrina de los Apóstoles asistien
do sin falta á escuchar constantes sus instrucciones.
Dios confirmaba esta doctrina con una multitud de pro
digios que tenian á todo el pueblo en un santo temor. Ha
biendo subido S. Pedro y S. Juan al templo á la hora de
Nona, hallaron á la puerta á un hombre como de cuarenta
años que estaba cojo desde el vientre de su madre. Pedia
en aquel sitio limosna á los que entraban, y al llegar los dos
Apóstoles les pidió, como acostumbraba hacerlo á los de
más. San Pedro se paró y le dijo: "No poseo ni oro ni plata,
pero te doy lo que tengo : en el nombre de Jesucristo le
vántate y echa á andar." El cojo quedó curado en aquel
instante, y para mayor demostracion del prodigio comenzó
á andar y entró en el templo, alabando á Dios enagenado de
gozo. La gente al ruido de esta maravilla se agolpó como
era natural al templo, y S. Pedro hizo un segundo discur
so en el que convirtió cinco mil personas. Los sacerdotes y
el superior de ellos por entonces, irritados con el efecto ad
mirable que producia la predicacion de los Apóstoles , los
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detuvieron y los pusieron en prision. Por la mañana el
Sanhedrin , que era el supremo Consejo de los judíos , se
reunió, y habiendo hecho traer á los Apóstoles les pregun
taron que con qué autoridad obraban. Entonces S. Pedro
lleno del Espíritu Santo respondió con una santa firmeza:
" Obramos en nombre de Jesucristo, á quien vosotros habeis
crucificado. " Todos los que componian el Consejo estaban
penetrados de asombro al ver el caracter impávido de los
Apóstoles, á quienes conocian por hombres de la ínfima ple
be. Se contentaron pues con prohibirles que predicasen y
enseñasen en el nombre de Jesus. Los Apóstoles, con una
intrepidez que no podia ser suya, respondieron á esta pro
hibicion diciendo: "Juzgad vosotros mismos si es mas justo
'-obedeceros antes que obedecer á Dios: nosotros no pode-
«mos callar lo que habemos visto y oido cuando nos manda
«Dios que lo publiquemos." Con todo se les dejó ir eu li
bertad. En seguida vinieron á unirse con los fieles y á con
tarles lo que les habia sucedido, por lo cual dieron todos
gracias á Dios, pidiéndole la fuerza necesaria para anun
ciar su palabra sin temer la prohibicion ni las amenazas de
los hombres, que deben tenerse en nada cuando se trata de
cumplir con la ley del Señor. Por entonces los Geles seguian
reuniéndose en el templo para orar en la galería ó pórtico
de Salomon. Los demás del pueblo no se atrevian á juntar
se con ellos por temor de que los inquietase la autoridad
pública, mas no podian dejar de alabarlos y de honrarlos
á la vista de los prodigios que se obraban todos los dias.
Se colocaba á los enfermos sobre sus camas en medio de las
calles para que al pasar S. Pedro los tocase siquiera la som
bra de su cuerpo; algunos venian de las poblaciones veci
nas con el mismo fin; y todos volvian curados. El príncipe
de los sacerdotes rabioso y despechado hizo poner ' segunda
vez en prision á los Apóstoles; pero un angel les dió liber
tad, y les mandó fuesen sin temor al templo á predicar la
divina palabra. El Consejo envió á la prision la orden de
que los trajesen á su presencia; pero aunque la carcel es
tuviese bien cerrada, á nadie encontraron dentro. Empero
no faltó quien vino al mismo tiempo á avisar que los pri
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sioneros se hallaban enseñando á la plebe en el templo. En
tonces el capitan de los guardias de éste fue á donde esta
ban , y los condujo al Consejo sin hacerles violencia alguna
porque temia que la gente lo llevase á mal. Cuando estu
vieron delante del Consejo les preguntó el presidente: "¿No
«os prohibimos espresamente que predicáseis en el nombre
«de Jesus? ¿Por qué, pues, habeis llenado á Jerusalén de
«vuestra doctrina, y quereis cargar sobre nosotros la sangre
«de este hombre?" Pedro (1) y los Apóstoles respondieron:
"Es necesario obedecer á Dios antes que á los hombres."
Cuando la ley humana se halla en oposicion con la divina,
no hay que balancear sobre la eleccion : es necesario que
sea la divina á quien se dé la preferencia. Respuesta gene
rosa, que todos los mártires, á imitacion de los Apóstoles,
han repetido delante de los tiranos cuando éstos, ó les pro
hibian hacer lo que Dios manda , ó les mandaban lo que
Dios prohibe. Los individuos del Consejo soberano tras
portados de furor pensaban hacer morir á los Apóstoles;
mas uno de ellos llamado Gamaliel dió un parecer mas mo
derado. "Si esta empresa es de hombres, dijo, ella se disi-
«pará por sí misma; pero si viene de Dios, nunca podreis
«impedir el que progrese." Este consejo fue adoptado. Con
todo, se hizo azotar á los Apóstoles con varas antes de sol
tarlos, y se les renovó la prohibicion de hablar en nombre
de Jesus. Los Apóstoles se retiraron llenos de gozo porque
se les habia tenido por dignos de sufrir esta afrenta por el
nombre de su Maestro; continuaron predicando á Jesucristo
en el templo, y enseñando todos los dias á los fieles en lo
interior de sus casas.
(i) Conviene anotar aquí la claridad con que en este primer ciordio de la Igle
sia se ve el dogma sublime de la primacia de S. Pedro, y sn lugartcnencia de Jesucristo
en la tierra. Pedro es el primero que habla ó predica la palabra de salud ; Pedro es
el primero que obra milagros; Pedro es el primer preso por amor de su Maestro,
y Pedro en lin es quien lleva la voz por todos cuando hay que responder al Con
sejo. ¡Oh! Pedro es el pastor de los pastores, y esa es la causa de todo.
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(i) Credere. Me eligió Dios para que me crean tos que oigan de mi boca la
voz del Evangelio, dijo S. Pedro en este concilio, y ninguno de los Apóstoles recia
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«á «u fe dándoles el Espíritu Santo como á nosotros; y
«¿por qué pues vosotros tentareis á Dios, imponiendo á los
«discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros he-
«mos podido llevar? Nosotros esperamos salvarnos por la
«gracia de Jesucristo nuestro Señor del mismo modo que
«ellos." Habiendo hablado S. Pedro de este modo toda la
asamblea se calló, y los que en ella estaban oian las mara
villas que contaban S. Pablo y S. Bernabé haber hecho Dios
por su ministerio entre los gentiles. Santiago tomó en se
guida la palabra, y confirmó lo que habia dicho S. Pedro
con los testimonios de los Profetas tocante á la vocacion de
los gentiles. "Por eso, añadió concluyendo, juzgo yo que
«no se debe inquietar á los gentiles que se convierten á
«Dios, sino escribirles solamente que se abstengan de las
«inmundicias de los ídolos, de la fornicacion, de comer
«carne de animales sufocados y sangre." Los Apóstoles ad
vierten á los gentiles que se abstengan de la fornicacion,
porque no era conocida en el paganismo la gravedad de es
te crimen. En cuanto á la prohibicion de comer carnes so
focadas y sangre, no era sino una condescendencia de los
Apóstoles, que quisieron conservar por algun tiempo esta
observancia legal, á fin de reunir mas facilmente á los gen
tiles con los judíos.
Decidida la cuestion , los Apóstoles , los Presbíteros y
toda la Iglesia resolvieron enviar á algunos de entre ellos
á Antioquía con Pablo y Bernabé, y les entregaron una
carta que contenia la decision del Concilio , la cual estaba
concebida en estos términos: "Ha parecido bien al Espíri-
«tu Santo y á nosotros el no imponeros otras cargas que
«el que os abstengais de comidas sacrificadas á los ídolos,
«de animales ahogados á fuerza, de sangre, y de la fornica-
«cion." Los Apóstoles en este primer concilio dieron el
mó contra este privilegio, que todos conocian como lo asegura el mismo S. Pedro,
vos scitis, y que ninguno de ellos se apropió jamás ni podia apropiárselo, pues co
mo afirma en este mismo lugar el principe de los Apóstoles era privativo suyo:
elegit me: dice me, á mí , no á vosotros. ¿Se quiere una prueha mas clara de su in
falibilidad y de su autoridad suprema en definir? ZSo hay medio, ó borrar este testo,
ú oir á Pedro y creer. Este es el dogma.
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ejemplo que la Iglesia ha seguido despues en ios Concilios
generales que ha celebrado. Como ellos, asi ésta ha decidi
do con una autoridad soberana , y sin dependencia alguna
de la potestad secular, no solo las cuestiones de fe, sino
tambien las de disciplina y demás puntos que tienen rela
cion directa con la salvacion de las almas. Se suscitó una
cuestion considerable entre los fieles; se envia á consultar
á la Iglesia de Jerusalén, donde entonces se hallaba S. Pe
dro, y donde habia comenzado la predicacion del Evangelio.
Los Apóstoles se reunen , se delibera con madurez , cada
uno dice su modo de pensar, y por último se da una deci
sion. San Pedro preside la asamblea, él hace la apertura,
propone la cuestion, da el primero su parecer, y aunque
pudiera decidir por sí solo no lo hace, porque aunque él es
el juez supremo, sus hermanos los otros Apóstoles son tam
bien jueces. Santiago juzga tambien, segun lo dice espresa-
mente; la decision está fundada en las santas Escrituras; y
formada por el comun consentimiento de los pastores, que
confirma el pastor de todos ellos S. Pedro, se pone por es
crito, no como un juicio humano sino como un oráculo del
Espíritu Santo, y se dice con confianza: ha parecido bien al
Espíritu Santo y á nosotros; se envia despues esta decision
á las Iglesias particulares, no para que sea examinada, sino
para ser recibida y ejecutada con una entera sumision : se
esplica pues el Espíritu Santo por la voz de la santa Iglesia.
Asi es, que S. Pablo y Silas, que llevaron á los fieles este
primer juicio de los Apóstoles, lejos de permitirles una nue
va discusion de lo que se habia decidido, iban por las ciu
dades enseñando á todos á observar las ordenanzas de los
Apóstoles. Y de este modo es como los hijos de Dios obede
cen al juicio de la Iglesia, persuadidos de que oyen por su bo
ca la voz del Espíritu Santo. Por eso en el Símbolo, despues
de haber dicho creo en el Espíritu Santo, añadimos al ins
tante y á la santa Iglesia católica; palabras por las que ma
nifestamos la obligacion que tenemos de reconocer una ver
dad infalible y perpetua en la Iglesia universal nuestra ma
dre, pues que esta Iglesia á quien creemos de todos los
tiempos, dejaria de ser Iglesia si cesase de enseñar la ver-
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dad revelada por Dios. Esta creencia está fundada en las
promesas solemnes que Jesucristo hizo á los principales
miembros de esta Iglesia, que son los Apóstoles, y sus suce
sores los Obispos, y con mas particularidad á la cabeza y
pastor de todos ellos S. Pedro, y los que le sucederán en el
pontificado hasta el fin de todos los siglos. A aquellos dijo:
"Todo poder se me ha dado en el cielo y en la tierra; an
udad pues, enseñad á todas las naciones, instruyéndolas en
«la práctica de cuanto yo os he mandado, y ved aquí que
«yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos ó de los
«siglos." Esto es muy formal y muy sencillo, pero aún es
mas si cabe lo que se dice á Pedro, fundamento de la fe y
de la Iglesia: "Sobre ti, ó Pedro, edificaré yo la Iglesia mia,
«y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. " Y
en otro lugar: "Yo he pedido por ti, ó Pedro, para que ja-
«más desfallezca ó falte tu fe; la de tus hermanos puede
«faltar, la tuya no, y por eso si aquellos faltan, tu encargo
«y tu cuidado será el confirmarlos. " Con estas promesas, de
que la omnipotencia de Jesucristo sale garante , con este
socorro todopoderoso, los Apóstoles van; unidos á su cabe
za enseñan todas las verdades y nunca engañan ; fundados
sobre la piedra, Pedro, combaten todos los errores, y de to
dos triunfan siempre: nada los abate, porque el cimiento
es sólido; Jesucristo lo apoya, y mientras estén fundados
sobre él el socorro divino no les faltará ; todos los dias es
tará el Salvador con ellos, y con ellos estará hasta el fin del
mundo si ellos no se separan de su centro , que es todo su
apoyo.
(i) ¿Se creeria por ventura que en el siglo llamado de las luces habia de
haber hombres preciados de talento y de saber, que del testo de esta carta for
masen argumentos contra la divinidad del Evaugelio? Pues los ha habido, y quizá
no arriesgaremos cosa en afiadir que los hay. Negaron en un tiempo la milagrosa
propagacion del cristianismo ; y los defensores del culto santo les dieron con esta
carta en los ojos, á la que en esta parte nada tuvieron que responder. Alambicaron
no obstante sus espresiones, pesaron todas sus cláusulas, y con aire de triunfo es-
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«suspender hasta haber recibido vuestras órdenes. El asun-
«to me ha parecido digno de vuestras reflexiones por la
«multitud de los que se hallan implicados en esta acusacion,
«porque los hay en gran número de toda edad, sexo y es
«tado. Este mal contagioso no solo ha infestado las ciuda-
«des, sino que se ha apoderado tambien de los lugares y
«de los campos. A mi llegada á Bitinia, los templos de
«nuestros dioses estaban abandonados, interrumpidas las
«fiestas, y apenas se hallaba uno que quisiese comprar las
«víctimas.« Por esta carta, de un gobernador pagano, se
ven los muchos progresos que ya la religion cristiana ha
bia hecho á fines del primer siglo , y cuál era la pureza de
costumbres de que los cristianos hacian profesion. Este tes
timonio, dado por un perseguidor á su inocencia , es muy
glorioso á la religion. Trajano le respondió que convenia
no hacer pesquisas de los cristianos, pero que si eran de
nunciados, y confesaban, y se declaraban por cristianos á
sí mismos , se les debia condenar á morir. Respuesta absur
da , y que causa admiracion en la boca de un príncipe por
otra parte tan estimable. Si los cristianos por serlo eran
culpables, ¿por qué prohibir las pesquisas para encontrarlos?
Y si no lo eran , sino que al contrario eran inocentes, ¿por
qué castigarlos con solo ser denunciados? ¡Cuán limitadas
son las luces de los hombres, cuando no están ilustradas por
la fe! ¡Qué imperfecta y defectuosa es en ellos la misma jus-
clamaron . «¡Oh. do es estrafio que se propagase como un contagio, pues era una
supersticion mala J Que esto lo dijese Plioio y con él todos los paganos nada tie
ne de estraño : el orgullo de su ignorancia les cegaha para que nada viese sti en
tendimiento sion los absurdos de su monstruosa teogonia, única cosa que en orden á
Religion habían aprendido; pero que esto lo repitan hombres del siglo XVIII y XIX,
cuando la verdad ha triunfado ya de todos los errores humanos y ha disuelto en
polvo todos los sistemas del orgullo y del desvario es inconcebible, al menos el
que lo bagan de buena fe. Los testimonios de Dios (la religion cristiano-católica)
siempre creibles, son demasiado creibles en el dia de hoy, en que todo ha contribui
do á demostrar hasta la evidencia su armonía, su belleza, su verdad, su necesidad,
su origen divino, y su fin santo de perfeecionar al hombre y de hacerle eternamente
feliz. ¿Y á esto se llama supersticion mala? Llámenselo muy enhorabuena; mas nun
ca lo será sino para los cerebros destornillados, que embrutecidos por su orgullo ó
por su enagenamientn en los placeres no saben elevar sus pensamientos sobre el
fango en que se revuelcan.
PARTE I. 3
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ticia! Este príncipe hizo en efecto morir á muchos cristia
nos. Uno de los primeros que sufrieron entonces el mar
tirio fue S. Simeon, Obispo de Jerusalén y pariente de
nuestro Señor. Era de edad de ciento y veinte años cuando
fué acusado como cristiano y como descendiente de David.
Por este doble título le hicieron sufrir diversos tormentos,
que toleró con una constancia y una firmeza admirable.
Todos los espectadores estaban sorprendidos de ver tanta
fuerza y tanto valor en una vejez tan avanzada. En fin , se
le condenó á ser crucificado, y al dar su vida por Jesu
cristo tuvo la gloria de morir en el mismo género de supli
cio en que su Maestro divino habia muerto.
(i) De todos. Dogma consolador, que bacieodonos ver á Jesucristo muerto por
la salud de todos, fomenta en nuestros cnrazunes una dulcísima esperanza, al paso
que es el sostén de las costumbres y aun de todo el orden social. Mientras el hombre
cree que Jesucristo ha muerto por él como por los demás , nunca se abandona del todo
como se abandonaria si se persuadiese á que no habia salvacion para él. Esto está en
nuestra sangre, y asi no se concibe cómo hay hombres tan enemigos del género huma
no que por su autoridad propia, ó mas bien por un delirio frenético, han querido
restringir los efectos de la pasion del Salvador , enseñando que no ha muerto mas
que por los escogidos. ¡Inhumanos! ¿Quién les ha autorizado á ellos para fijar límites
á una misericordia infinita ? ¿Quién les ha dado facultad para restringir los efectos de
una redencion inmensa?
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todos Jos tiempos ha mirado con una veneracion religiosa
sus reliquias ó los restos de sus cuerpos, que fueron las víc
timas de Dios ó por el martirio ó por una penitente cari
dad, los miembros vivos de Jesucristo, y los templos del
Espíritu Santo. Esta práctica se halla autorizada de consi
guiente por la tradicion de todos los siglos, y apoyada so
bre los mismos fundamentos de la religion.
Apologético de Tertuliano.
Obras de Orígenes.
La Legion Tebea.
(i) Esta es la caida con que tauto ruido meten los enemigos del catolicismo
para impugnar la infalibilidad del Sumo Pontífice. Pero suponiendo que ella sea
cierta, lo cual es muy dudoso , porque sabemos que los arrianos no se detentan
en forjar firmas y documentos falsos para seducir á los pueblos con nombres ilus
tres arrastrados á su partido, con todo nada conduje. ¿í Papa no es infalible si
no en casos que concieroen á la fe y á las costumbres ; y esto cuando decide de
ellos con entera libertad y segun, las fórmulas prescritas por los cánones, ó como
dicen los teólogos ex cathedra. Pues ahora, ¿qué tiene que ver la condenacion de
un Obispo con las costumbres ni con el dogma? Ni aunque tuviese, ¿ dónde tenia
Liberio la libertad necesaria para consultar, para decidir como Pontífice? Se le
arrancó la suscricion á fuerza de tormentos, á los que no era estraño sucumbiese
un anciano respetable y delicado. Y la violencia ¿que prueba? La voluntad del que
la ejerce, y la falta de Hbertad en quien la sufre. Luego Liberio, si es verdad que
firmó, y si en firmar hubo error, lo que no se probará nunca, no cayó como Pontífi
ce sino como hombre , y ningun católico ha negado que el hombre-Papa pueda
errar.
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orden al prefecto Taurus ó Tauro, de que no permitiese
á nadie separarse del Concilio hasta tanto que los Obispos
hubiesen firmado una fórmula nueva muy capciosa , en la
que no se hallaba la palabra consubstancial; y al mismo
tiempo le autorizaba para que enviase al destierro á los
quemas se distinguiesen en no admitirla. La fórmula se
presentó, y los Padres, fastidiados de hallarse tanto tiempo
fuera de sus iglesias é intimidados por las amenazas de
Taurus, se dejaron engañar de los arrianos, y creyendo qué
el sentido de la palabra consubstancial se hallaba espresado
por otros términos , suscribieron una fórmula cuyo veneno
no descubrieron. Los arrianos no tardaron en cantar el
triunfo. Luego que los Padres de Rímini conocieron el frau
de manifestaron su indignacion y su pesar: todos conde
naron altamente el mal sentido que daban los arrianos á la
fórmula suscrita , y declararon su adhesion á la fe de Ni-
cea : y esto es lo que dió lugar ó motivo al dicho de san
Gerónimo, que el mundo se asombró al verse arriano; lo
que pueba que no lo era , pues nadie se asombra de verse
tal como es. Todo el defecto por consiguiente de los Padres
de Rímini fue el haber dado lugar, por sorpresa y sin pen
sar en ello, al triunfo de los arrianos. Por otro lado, el
mayor número de Obispos esparcidos por toda la Iglesia
ninguna parte tuvo en la seduccion; al contrario, todos ellos,
con el Papa Liberio á su cabeza, declamaron contra este es
cándalo y desaprobaron las actas del Concilio de Rímini.
Tan cierto es que la enseñanza pública de la fe no varió
ni faltó entonces en la Iglesia, que san Atanasio decia dos
años despues de este Concilio en su carta al emperador Jo
viano. "La fe de Nicea que confesamos ha sido la fe de
«todos los tiempos; todas las Iglesias la siguen; las de Es-
«paña, Inglaterra, las Galias, la Italia, la Dalmacia, la
ffDacia, la Misia, la Macedonia, las de toda la Grecia, de
«toda el Africa, las de las islas de Cerdeña, de Creta, de
«Chipre, de la Panfilia, de la Licia, de la Isauria, del
«Egipto, de la Libia, del Ponto, de Capadocia, todas tie-
«nen la misma fe, lo mismo que todas las del Oriente, á
«escepcion de un muy pequeño número." Asi es que no
154
solo el imperio romano todo, sino todo el universo hasta
los pueblos mas bárbaros pensaban de una misma manera;
y jamás hubo mas que un número muy pequeño adicto al
error comparándole con el de los que le abominaban. Ni
el Concilio de Rímini , ni las largas y crueles persecucio
nes de Constancio, ni el favor que este príncipe concedió
á los arrianos, nada, nada pudo alterar la fe de la Iglesia
católica.
Apología de Osio.
Clemencia de Teodosio.
San Gerónimo.
San Agustín.
Herejía de Nestorio.
(i) Bossuet, Fleuri y otros galicanos han pensado por este y otros rasgos de
la historia que tocaba á los Emperadores convocar los Concilios, y que estos eran
necesarios porque la sentencia definitiva de la Silla apostólica no bastaba. Ambos
son dos errores que los Padres escluyen. La convocacion tocaba y toca al Pontífi
ce, pero la hacían con su anuencia los Emperadores porque eran ellos los dueños
de las postas del imperio y del fisco, que suministraba á los Padres que iban al
Concilio lo que necesitaban para su viaje. Algun otro Emperador los convocó sin
contar con la Silla de Roma, pero estos eran caprichos que la Silla de Roma debia
tolerar y toleraba porque ningun mal habia en ello. Por lo demás, la convocacion
del Concilio era necesaria, no para reformar el juicio de Roma sino para con
temporizar eon los seducidos, á quienes por medio de la celebracion del Concilio
se quitaba toda disculpa. Además era muy conveniente para que llegase mas pron
to á la noticia de los fieles lo que se hubiese definido. De otro modo la Iglesia
nunca tuvo á los Concilios por necesarios. La definicion del sucesor de Pedro bas
taba: mas si despues de esta los Emperadores se obstinaban en reunir Concilio, era
conveniente acceder, y se accedia, por las causas dichas.
202
cia de Jesucristo, que ha prometido hallarse en medio de
los Pastores congregados en su nombre : espectáculo santo
é imponente, de que el Concilio de Efeso dió el modelo á
todos los que se han celebrado despues. Los Obispos esta
ban sentados á los dos lados segun la dignidad de sus Si
llas. Como Nestorio habia rehusado presentarse, fue necesa
rio examinar su doctrina en sus escritos. Mas no bien se
hubieron estos acabado de leer, cuando gritaron unánime
mente los Padres: "¡Anatema á estos errores impíos! ¡Ana
«tema á todo el que profesa esta doctrina! Es contraria á
«las santas Escrituras y á la tradicion de los Padres." Se
leyeron en seguida la carta del Papa Celestino á Nestorio,
y muchos testos de los Padres mas ilustres, san Cipriano,
san Atanasio, san Ambrosio, san Basilio, á los que se puso
en contraste con las proposiciones del heresiarca; despues
cada Obispo testiBcó la fe de su iglesia peculiar; y por úl
timo, se declaró solemnemente á la Virgen María Madre
de Dios, y se pronunció la sentencia de deposicion contra
el novador que qneria privar á la Señora de este título.
Cuando el pueblo de Efeso supo esta decision prorumpió
en escesivos gritos de alegría, y colmó de bendiciones á los
Padres del Concilio: toda la ciudad resonó por mucho tiem
po con el nombre y las alabanzas de la Santísima Madre de
Dios. Los Prelados escribieron al Emperador para infor
marle de su decision; pero el conde Candidiano interceptó
sus cartas, y de acuerdo con Nestorio preocupó á Teodosio
contra ellos por medio de una falsa relacion. Las cartas y
los diputados del Concilio salian , mas no podian llegar al
Emperador. Se guardaban los caminos, los puertos y aun
los navíos, se les cerraban todas las entradas, y la verdad
habria sucumbido si Dios no la hubiese dado la fuerza de
vencer todos los obstáculos y de superar todas las cábalas
formadas contra ella. Un diputado disfrazado de pordiose
ro condujo la verdadera esposicion y noticia de todo en el
hueco de un baston, y penetró en el palacio. Por su me
dio se instruyó el Emperador de todo lo acaecido en Efeso,
y conñnó á Nestorio en un monasterio de Antioquía ; mas-
como ni allí dejase de predicar sus errores fue desterrado
203
á Tassis en Egipto, en donde algunos años despues murió
miserablemente.
Herejía de Eutiques.
Bautismo de Clodoveo.
(0 La práctica constante de la Iglesia era que los adultos que habian de ser
bautizados subiesen á un sitio elevado antes de recibir el bautismo, j desde allí
en vos alta dijesen el Credo. Esto es lo que quiere decirse cuando te dice que Clo-
doreo confesó la fe.
213
Iglesia. Era en efecto entonces el único soberano católico, y
se mostró tan constante, que desde que abrazó la fe no dejó
de protejer la religion. Sus sucesores por el espacio de doce
siglos no han dejado de imitarle en esto con un celo que les
ha merecido justamente el título de reyes cristianísimos.
PARTE I. 15
226
(i) Así se lee ahora en las actas de este Concilio, que impresas muchos siglos
despues de él pudieron ser falsificadas con facilidad. Hay con efecto muchos mo
tivos para creer que falsificó las Palimpsestes ó tabletas en que estaban escritas aquel
Focio de odiosa memoria , patriarca de Constantinopla , que lodo lo trastornó por
hacerse Patriarca universal , quitando á Roma esta prerogativa que le. dió Jesucristo.
¿No fingieron los herejes la segunda carta que corre sobre esta materia con el nom
bre de Honorio? Del mismo modo, pues, fingieron esta condenacion, que no exis
tió de hecho.
desde entonces un ardiente deseo de imitarlos y de consa
grarse como ellos al servicio de Dios. Aunque todavía muy
niño, las impresiones de virtud que entonces recibió jamás
se borraron de su espíritu. Cuando se halló en edad entró
en un monasterio , y en él se preparó de buena hora para
las funciones del apostolado. Habiendo sido ordenado de sa
cerdote á la edad de treinta años, conoció que crecia y se
aumentaba su deseo de instruir los pueblos, y de trabajar
en la salvacion de las almas. Gemia y suspiraba noche y día
sobre la desgracia de los que yacian sepultados en las tinie
blas de la idolatría; y penetrado de estos sentimientos fué
á echarse á los pies de Gregorio II, quien despues de exa
minada su vocacion le dió ámplios poderes para anunciar el
Evangelio á los alemanes. El Santo Apostol tuvo harto tra
bajo en hacer nacer en el corazon de estos pueblos, aún bár
baros, los sentimientos de dulzura y.de piedad que prescri
be el Evangelio; pero en fin, los frutos respondieron á sus
trabajos, y la cosecha fué abundante. Los primeros teatros
de su predicacion fueron la Baviera y la Turingia, en don
de bautizó un gran número de infieles. Por todas partes
echó por tierra los templos de los ídolos, y edificó iglesias
al verdadero Dios. El Santo Apostol tuvo no obstante mucho
que sufrir, sobre todo en la Turingia , pais poco antes sa
queado por los sajones, y en donde los pueblos estaban tan
pobres que se vió obligado á procurarse la subsistencia con
el trabajo de sus manos. De esta provincia marchó á la Fri-
sia, en donde por tres años ejerció el apostolado, ganando
una infinidad de almas á Jesucristo. Entonces fue cuando el
Sumo Pontífice, informado de los grandes bienes que hacia,
le mandó que viniese á Roma para que recibiese de su ma
no la consagracion episcopal. De vuelta de este viaje empe
zó S. Bonifacio á predicar la fe en la provincia de Hessé,
donde hizo tambien un fruto muy copioso. En esta provin
cia fundó muchos monasterios é iglesias. Llamado otra vez
á Baviera por el duque de esta provincia, reformó en ella
los abusos que se habian introducido. Halló en ella seduc
tores que engañaban á los pueblos con sus artificios y los es
candalizaban con sus desórdenes. Arrojólos, y corrijió los
241
males que habian hecho. Asi es, que restableció completa
mente la fe y las costumbres en este pais. El Papa le nom
bró legado suyo en Alemania, y le permitió hacer todos los
reglamentos que creyese necesarios para dar una forma es
table á esta naciente Iglesia.
DE LA
PARTE 2.»
DE LA
HISTORIA ECLESIASTICA.
PARTE SEGUNDA.
\AAJV\J\l\J\IVV\l\i
(t) A cada cosa debe llamársela por su nombre, y los autores eclesiásticos han
incurrido en un defecto cuando han dado á los sectarios de Focio el nombre de
Iglesia griega. Este nombre solo le pertenecia cuando era Iglesia , pero habicn
36
eos ni pequeños males en la Iglesia y en el imperio. Eran
por aquel tiempo señores feudales todos los Obispos del
imperio , y como tales recibian la investidura del feudo de
manos del Emperador. Pero habia que distinguir en los
Abades y Obispos la autoridad espiritual y la autoridad
señorial , cada una de las cuales tenia diverso orijen ; y no
obstante el Emperador trataba de confundirlas ambas, y ha
cerlas dependientes de su soberanía ó de su autoridad su
prema sobre los señores feudales y sobre los feudos que es
tos recibian de su mano. Los señores seculares recibian la
investidura del feudo por medio de la corona de duque ó
conde, ú otro símbolo cualquiera que esplicase la natura
leza del feudo que se les concedia; y los Obispos recibian
la de los feudos anejos á su dignidad por la entrega del bá
culo y anillo que de nuevo les hacia el Emperador. Este
era el uso y nadie habria reclamado contra él si el Empe
rador Enrique no hubiera abusado de él, queriendo usurpar
la autoridad espiritual como si la confiriese con el feudo,
y haciendo con este motivo un tráfico vergonzoso de las dig
nidades eclesiásticas, que conferia no á los mas dignos sino
á los que mas le daban por ellas. El Papa S. Gregorio VII,
lleno de celo por la disciplina eclesiástica y su pureza, qui
so cortar este abuso. Como el anillo y el báculo pastoral
son los símbolos del poder espiritual, que no puede ser con
ferido por los legos, condenó el uso de las investiduras á
los Obispos, y amenazó con la escomunion á los que las
diesen y á los que las recibiesen de la manera dicha. El
Emperador no hizo caso de esta amenaza , y fué escomul
gado en vista de su obstinacion. El espíritu del Emperador
no podia ser mas altanero, ni sus costumbres mas feroces.
Irritado por esta sentencia se declaró contra el Pontífice, y
Su Santidad se vió en la precision de declarar á Enrique
decaido de la dignidad imperial, y á sus subditos absuel-
tos del juramento de fidelidad. Esta conducta ha parecido
do dejado de serlo por el cisma, ó lo que es lo mismo, desde que se separó de la
unidad católica, ya no la conviene ni debe convenirla otro nombre que el de su
autor. Por lo demás , la Iglesia griega la componen solos los católicos que hay en
Grecia.
37
á algunos contraria á la de los santos Obispos de la anti
güedad, que en las cosas temporales habian estado someti
dos aun á los emperadores paganos. Pero los que así han
hablado no han querido considerar que los emperadores
de Alemania eran soberanos á medias, esto es, eran elec
tivos, y que los sumos Pontífices eran los primeros electo
res, y en razon de tales eran superiores á los Emperadores
electivos. Estos eran hechos, de consiguiente podian ser
deshechos. A mas, las circunstancias habian puesto á los Pa
pas al frente de la soberanía europea; y la opinion, que es
la reina del mundo, habia hecho de ellos los jueces de los
soberanos. Podian, pues, los sumos Pontífices deponer á los
emperadores, y nadie les contestaba este derecho, que por
otra parte la fuerza de las cosas parece haber puesto en sus
manos para el bien de la Europa y de la misma soberanía.
Sabido es que la irrupcion de los bárbaros introdujo en
Europa un nuevo derecho; y nadie ignora que mientras la
religion no los fué civilizando, este derecho se reducia al
derecho del mas fuerte. ¿Qué hubiera pues sido de la Eu
ropa toda si sobre todos los reyes bárbaros de aquellas na
ciones feroces no hubiera colocado la Provideneia por me
dio de la opinion un soberano superior, que tenido por de
una esfera mas elevada los castigara para educarlos, y los
educara para salvacion de las naciones y de la admirable
soberanía que trataba de instituir la Religion, y que des
pues ha sido y es el milagro mas grande que en su clase se
conoce? Pero esta soberanía estaba entonces en germen, y
fué necesario que todo el caracter de un S. Gregorio VII
luchase con ella en la persona de un emperador como En
rique IV. En virtud de la sentencia del Pontífice los elec
tores del imperio nombraron en lugar de Enrique á Rodul-
fo, duque de Suavia, quien se hizo coronaren Mayenza
doce dias despues de su eleccion. En seguida levantó un
ejército y ganó una batalla contra Enrique , quien despues
uedó vencedor en otra en que murió su competidor Ro-
ulfo. Con estas ventajas Enrique, en estado de vengarse
del Papa, pasó á Italia, hizo deponer á S. Gregorio, y eli
gió en su lugar á Guiberto, Arzobispo de Ravena, quien
38
con el nombre de Clemente VIII dió mucho que hacer á
San Gregorio y á sus sucesores. Pero la Iglesia no le miró
entonces ni le ha mirado despues sino como á un cismático
antipapa, y á su protector Enrique no le ha reconocido ja
más sino como á un perseguidor. Igual suerte ha cabido á
otros emperadores que con el mismo pretesto de las inves
tiduras renovaron los escándalos de que Enrique dió el
ejemplo; se hicieron famosos por sus atrocidades , hasta que
al fin este negocio se terminó como debia, haciendo ver la
Providencia que los Papas habian tenido razon en oponerse
á la ambicion de los emperadores.
Herejía de Lulero.
DE LA
HISTORIA ECLESIASTICA
PARTE TERCERA.
XIWVWVWWV
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13f>
pesar de sus pérdidas diarias y de contínuos reveses, pro
longaba una guerra civil, mas funesta á la patria que las
bordas bárbaras que algunos siglos antes habian entrado
en ella con el hierro y el fuego en la mano. ¡ Ay Dios! Pa
recia que los nuevos dogmas iban á suceder a la antigua re
ligion que habia subsistido desde Clodoveo, y que habia he
cho la felicidad y la gloria de los franceses. Un joven prín
cipe, heredero presuntivo de la corona, se halla á la cabe
za de los rebeldes, la victoria le sigue por todas partes, y
bajo su penacho blanco no se coge otra cosa que laureles.
En vano la liga, mezcla terrible de todas las pasiones que
quieren colorearse con los tintes de un falso celo por la
Religion, opone alguna resistencia á este torrente impetuo
so; de todo triunfa, y ya una última victoria le abre las
puertas de la capital. Todo el mundo teme que el catolicis
mo va á acabarse en Francia; pero este temor, tan funda
do en la apariencia , no tarda mucho en disiparse. Dios,
que vela por su Iglesia, toca el corazon de este príncipe,
ilustra su espíritu , y en un momento le hace digno de ser
llamado hijo de S. Luis. Enrique IV renuncia á la herejía
antes de entrar en la capital de Francia; y en S. Dionisio,
entre las manos del Arzobispo de Bourges, asistido de un
gran número de prelados, fue donde hizo la abjuracion so
lemne de los errores en que hasta allí habia vivido. Allí hi
zo su profesion de fe en estos términos: "Prometo y juro
«en presencia de Dios todopoderoso de vivir y morir en
«la Religion católica apostólica romana, de protegerla y
• defenderla con peligro de mi vida, y renuncio á todas las
«herejías contrarias á su doctrina." Así fue como nuestra
santa Religion triunfó, y los sectarios perdieron hasta sus
esperanzas. Enrique IV, sentado sobre el trono, no pensó
mas que en reparar las pérdidas de la Iglesia y del Estado.
Llamó á los Jesuitas, que un decreto del Parlamento habia
desterrado, estinguió las discordias, apaciguó las disensio
nes civiles, é hizo durante su reinado la felicidad de sus
vasallos. Este desgraciado Príncipe fue asesinado en 1610,
y entonces fue cuando se vió mejor que nunca cuán amado
era de su pueblo. ¿Por qué no conformó sus costumbres,
137
como debió hacerlo , con la moral de la Religion, cuyos
dogmas profesaba abiertamente?
PARTE II. 10
146
(i) Puede dudarse eon fundamento si este crédito de las matemáticas y de los
misioneros á quienes ellas ponian en favor, dañó ó aprovechó á la propagacion:
del Evangelio en la China. Sin condenar yo, antes bien alabando el celo de aque
llos que de todo han querido servirse para atraer á Jesucristo á lodos los hom
bres, creo seguramente que la mayor* ó menor admision de los medios humanos en
una obra cnterameute divina, cual es la conversion de los pueblos , ha hecho final
mente un daño mas ó menos proporcionado á los medios de esta clase que se han
empleado. Es una cosa digna de la mas profunda consideracion, el ver que solo se
han convertido del todo y han perseverado convertidas aquellas naciones en donde
obró este prodigio la sola santa simplicidad apostólica. Un Crucifijo en las manos de
un Apostol pobre y penitente, una virtud á toda prueba heroica, y una predica
cion dogmática que anuncia positivamente las verdades de la religion, he ahí lo
que ha convertido al mundo , tanto en tiempo de los Apóstoles como despues. La
China misma es una prueba brillante de esto, y una demostracion sensible de lo poco
que los medios humanos valen. Aquellas provincias y paises donde los simples misio
neros anunciaron á Jesucristo con toda la sencillez del Evangelio, y teuiendo mas
contradicciones que sufrir, derramaron si se quiere la sangre de algunos apóstoles,
y pusieron obstáculos terribles á sus santos esfuerzos, pero al fiu se convirtieron, y
hoy persevera la religion entre ellas; mientras que la corte y otras provincias en
que las matemáticas y el favor sirvieron para autorizar la predicacion . apenas se
acuerdan de que entre ellas se haya anunciado al Salvador. El Japon si el
Japon hubiera podido ser convertido todo y afirmado por algun tiempo en la fe
por S. Francisco Javier, es posible que las persecuciones hubieran acrisolado mas
no estinguido allí el Evangelio ; pero el Santo no hizo mas que plantar, los medios
humanos regaron, y la obra de los hombres no resiste á los embates del infierno.
Aun estoy casi por persuadirme de que los males que aflijen á la Iglesia en Euro
pa provienen en mucha parte de la escesiva confianza que los ministros de la Reli
gion han puerto en la ciencia humana, y del estendido uso* que se ha dado á los
medios humanos. La Iglesia aborrece las disputas, y los eclesiásticos han querido ha
cerlo todo disputando. De ahí es que á razones se han opuesto razones; y como es
í 52
de fijarse en Canton y despues en Nankin , donde no se au
mentó el número de sus admiradores. Allí edificó un ob
servatorio, y se aprovechó de la consideracion de que go
zaba para anunciar la fe cristiana, de la que no quedaba
rastro algnno aunque habia sido anunciada allí, primero en
tiempo de los Apóstoles y despues en el siglo VII. El mi
sionero tuvo la felicidad de convertir, ayudado de sus com
pañeros, á muchos infieles, y entre ellos algunos mandari
nes, y esto fue lo que le abrió el camino de la capital dei
imperio. La corte no se negó á ver á un hombre tan estra-
ordinario: llegó á Pekin el año 1600, y mereció la protec
cion del Emperador, que le concedió el que residiese en
ella. Algunas pinturas del Salvador y de la Virgen que ofre
ció á este Príncipe fueron bien recibidas, y colocadas en
un sitio elevado de palacio para ser honradas allí; y el ce
loso misionero se aprovechó de esta proteccion para difun
dir en aquella vasta capital la luz de la religion. Este era
su único objeto. Logró convertir un gran número de chi
nos y á no pocos grandes oficiales de la corte. Ricci gozó
constantemente del favor del Emperador, y llegó hasta á edi
ficar una iglesia, puso los fundamentos de una cristiandad
que llegó á verse floreciente, y concluyó su gloriosa carre-
infinito el número de los necios , las pasiones han cargado en ellos la balanza, j ha
sucedido lo que ha debido suceder, que la caridad no existe en muchos , que la
fe se ha amortiguado en no pocos, y que la impiedad ha triunfado de algunos.
Para reanimar estos cadáveres no hay otro recurso que el poder divino comuni
cado á la palabra apostólica, anunciada como la auunciaron los Apóstoles, y co
mo el Salvador mandó cuando dijo á estos : Euntes docete; id, ensenad : pero nos
otros disputamos en igual de predicar y de hacer milagros en toda clase de virtu
des: ¿y qué pueden las disputas sobre cosas sobrenaturales contra el ridiculo, el
sofisma, y la seduccion del interés, de que se vale el mundo para refutar nuestras
mas sólidas razones? Ah, los mundanos opondrán siempre razones á razones, y la
razon corrompida tendrá siempre mas partido que ta razon ilustrada. Al contrario,
si se les ataca con la luz del cielo, con el calor de la caridad , no podrán nunca
resistirnos. Para vencer en esta contienda, decia San Juan Crisóstomo, es preciso
ser ovejas; si somos lobos, esto es, si nos ayudamos de la astucia humana sere
mos vencidos, porque nos faltará el auxilio del Salvador, que oves non tupos pas-
cit. Apacienta él ovejas, esto es, hombres que á imitacion del mismo Señor anun
cian sin contencion la verdad, y callan cuando se escitan disputas necias ó cu
riosas sobre ella. ¡Cuántos ejemplos que confirman esta importante verdad nos ofre
ce la historia eclesiástica! El ocurrido con San Spiridion,en el concilio de Nicca,
merece ser meditado por todos los que aman á la Iglesia de Jesucristo.
153
ra en 1617. El P. Schall , jesuita de Colonia , llamado á la
corte fué hecho en seguida superior ó gefe de los matemá
ticos, y mandarin. Su vida se pasó en la alternativa de la
privanza y de las mas violentas persecuciones; consumado
de trabajos y de sufrimientos murió en 1666, despues de
haber ejercido por espacio de cuarenta años las penosas
funciones de misionero.
Otros religiosos de diferentes órdenes, con especialidad
del de Santo Domingo , y algunos sacerdotes seculares, se
unieron á los jesuitas para trabajar en la propagacion del
Evangelio, y lo hicieron con bastante fruto. El mucho fru
to que producian sus trabajos indispuso contra ellos á los
bonzos y á algunos mandarines que escitaron diferentes per
secuciones ; pero el fervor de estos operarios , y la fe , y el
ardor de los nuevos cristianos se aumentó con ellas en vez
de disminuirse. Hácia el fin del siglo XVII colocó una re
volucion sobre el trono á la dinastía de los príncipes tár
taros, que por el resto de este siglo no dejó de protejer á
los cristianos. Así se vió entonces estender por todo el im
perio el culto del verdadero Dios, se edificaron templos en
todas partes á su Nombre santo, y aun se edificó una igle
sia magnífica en el mismo recinto del palacio imperial. La
mies se hizo con esto tan abundante que no guardaba pro
porcion alguna con el número de los operarios; pero su
valor, su actividad infatigable suplieron de tal modo á su
pequeño número, que difundieron la luz del Evangelio has
ta en los rincones mas apartados y desconocidos del imperio.
En este mismo siglo suscitó Dios otros hombres apos
tólicos, que intrépidos fueron á anunciar la fe de Jesucristo
sobre las costas del Africa, en Egipto, en la Grecia, en
Abisinia, en la Persia y en casi toda la América. Desde el
siglo XVI se habian desparramado los misioneros en aquel
nuevo hemisferio; y al paso que civilizaban los pueblos,
trabajando por ilustrarlos con la luz de la fe, se esforzaban
en curar las llagas que la ambición y la sed del oro causa
ban en las naciones salvajes del nuevo mundo. No se pue
de menos que admirar el celo de estos misioneros , que no
acobardándose ni por la barbarie de los pueblos , ni por la
154
de distancia los lugares, ni por la diferencia de los climas,
ni por los peligros é incomodidades del mar, ni por lo di
ficil y estrañq de la lengua, han desafiado los hielos del Nor
te y los calores del Mediodía, el orgullo de las naciones
falsamente civilizadas como los chinos, y la estupidez bru
tal de los salvajes americanos, esponiéndose á recibir á
cada paso, en premio de sus fatigas, una muerte dolorosa
y terrible. Se conoce que ninguna pasión humana , ningún
motivo terreno es capaz de infundir tanto valor. Solo el
celo y la caridad cristiana pueden inspirar tales sentimien
tos á los ministros verdaderos de Jesucristo ; así es que su
celo ha sido mas activo , mas atrevido que la ambicion de
los conquistadores, que la insaciable avaricia de los nego
ciantes, y que la curiosidad de los que llaman sabios; por
que si los misioneros no hubiesen empezado á dirijir á los
navegantes, descubriendo ellos los caminos del mar y fran
queando la entrada de los paises lejanos, una buena parte,
la mayor del globo, nos sería todavía desconocida. La reli
gion verdadera, pues, ha triunfado de todo lo que se opone
á su establecimiento: ella es católica porque no se circuns
cribe á pais alguno particular, sino que propagándose en
todas las partes del mundo conocido, engendrando por to
das adoradores á Jesucristo, y semejante á un grande ar
bol, plantado, como dice San Pablo, sobre el fundamento
de los Apóstoles y de los Profetas, y sobre Jesucristo que es
la piedra angular, repara á lo lejos sus pérdidas con las
nuevas ramas que produce.
Causas de la incredulidad.
DE LHOHOND,
Los Sansimonianos.
Union inventada.
([) De Dotarse fué que esta eleccion se celebró hasta por gentes para quie
nes los sucesos de la Iglesia son indiferentes.
220
concesiones, alcanzaron asimismo que se secularizaran mu
chos destinos que se habia conocido siempre estar á cargo
de prelados, etc.
En esta misma época es cuando las ideas mas avanza
das en política se agitaron con mayor violencia, y oca
sionaron en diversas partes alteraciones bien notables.
Nápoles, Cerdeña, toda la Italia, Prusia y la Alemania
sienten á la vez un fuerte sacudimiento, y en todas partes
el principio monárquico queda en su consecuencia debili
tado. Todos estos estados desde entonces son teatros de mas
ó menos fuertes conmociones, en que los pueblos disputan á
los reyes el ejercicio del poder. Pero donde mas que en
otra parte produjeron resultado estas luchas fué en Fran
cia, que por efecto de ellas, sin pensarlo, sevió repentina
mente convertida en república , teniendo á dicha el Rey y
su familia el haberse podido fugar á tierra estraña. Poste
riormente ha habido otra conmocion en que las calles de
París fueron abundantemente regadas de sangre; entre va
rios generales pereció tambien en ella su Arzobispo Mon
señor AtTre, herido de una bala cuando con un ramo de
oliva en la mane predicaba la paz á los sublevados.
Poco mas tarde en Roma los sediciosos quieren preci
sar al Santo Padre á que, haciendo causa con otros estados
de Italia , declarase la guerra á el Austria ; y resistiéndose
á esto como ministro de paz en la tierra , Rossi , que venia
á ser el alma de su gobierno, es asesinado en las puertas
mismas de la Asamblea cuando las iba á abrir. Las tropas
y guardias que estaban á la vista permanecen impasibles,
luego se unen con los sediciosos y atacan el solitario recin
to del Papa; exijen de este la formacion de un ministerio
que fuera de sus ideas , no dejando de cometer execrables
escesos, y entre ellos el de dar la muerte en el mismo
palacio pontificio á Monseñor Palma , Secretario de cartas
latinas del Santo Padre. Este protesta contra la violencia
que se le hace, declara ser estraño al gobierno que se erije,
prohibe que tome su nombre en los actos de su adminis
tracion , y se ve precisado á los diez días despues de asesi
nado su ministro á fugarse de noche de su palacio y esta
231
dos cual un criminal, y á buscar asilo en tierra estraña,
favorecido, no de los suyos sino de los estranjeros que le
rodeaban.
Disfrazado para no ser conocido de los romanos pudo
llegar á Gaeta, y el 27 del mismo mes de noviembre pu
blicó un manifiesto, en el que protestando á la faz del mun
do contra las violencias que le causaban sus mismos sub
ditos, declaró nulos cuantos actos ejerció el ministerio que
se le imputó por los revoltosos despues de haber asesinado
á su ministro , y nombró una junta de gobierno de sus es
tados: de esta manera quedó manifiesta la superchería del
ministerio Mamiani, que se habia apresurado á hacer creer
á los romanos que gozaba de la confianza del Santo Padre,
y gobernaba en su nombre durante su ausencia, que decia
ser voluntaria.
Los ministros siguen sin embargo impertérritos en el
gobierno de los Estados pontificios, queriendo alucinar al
público con que el Papa estaba cautivo. Los desórdenes cre
cen , y crecen tambien las exigencias de los que en ellos te
nian interés , hasta que conciben la idea de convocar una
asamblea constituyente, la cual decretase la forma de go
bierno que debia rejir aquellos estados. Varios consejeros
y aun algun ministro se separan de sus puestos; á conse
cuencia se cierran los consejos, pero no por eso desisten de
convocar para celebrarse las elecciones de los diputados que
han de formar aquella asamblea. El Santo Padre , que en
vano habia esperado á que pasado aquel acceso de furor se
reconocerian los que asi se habian estraviado , no pudo me
nos, en cumplimiento de los deberes que su elevado minis
terio le imponia, de hacer uso de las armas espirituales.
Así es que el dia 1.° de enero del presente año de 1849
espidió su bula, por la que declaró incursos en la escomu-
nion mayor, ya fulminada contra los que atentasen á los sa
grados derechos de su poder temporal , á todos los que has
ta entonces habian atentado contra ellos y en lo sucesivo
atentaran. Esta Bula se publicó en varias parroquias si no
en todas de la misma ciudad santa , y se fijó en los parajes
acostumbrados; pero así como consternó á muchos tampo
222
co faltaron quienes, valiéndose de este suceso, se entrega
ron á nuevos y sacrilegos escesos. Tal es el estado en que
hoy se encuentran el Santo Padre y la ciudad de Roma.
El mundo católico todo se aflijió con el Vicario de Je
sucristo; en muchos estados de la Iglesia se hicieron roga
tivas públicas para aplacar la ira del Señor, y alcanzar que
calmara la furiosa tempestad que combatia tan réciamente
la barca de Pedro; y los gobiernos católicos se apresuraron
á ofrecer al Padre comun su apoyo ya de una ya de otra
manera. Quiera quien todo lo puede sea tan eficaz que en
breve veamos restituido á la Ciudad santa al fugitivo Pontí
fice, para gobernar desde ella feliz y pacificamente la nave
de la Iglesia.
CONCLUSION.
HISTORIA ECLESIASTICA.
PRIMERA PARTE.
Pag.
-Predicación de los Apóstoles 1
Maravillosos progresos del Evangelio 5
Predicacion del Evangelio en España 7
Virtudes de los primeros cristianos 11
Concilio de Jerusalén. ...» 14
Muerte de Santiago el Menor (año de Cristo 62) 17
Primera persecucion bajo el reinado de Neron (año 54). . 20
Profecía terrible contra Jerusalén 21
Ruina de Jerusalén (año 70) 23
Segunda persecucion por Domiciano (año 93) 26
Ultimas acciones de S. Juan 28
Division en la Iglesia de Corinto. 30
Tercera persecucion por Trujano (año 1 0 6) 32
Trajano cuestiona y condena á muerte á S. Ignacio. ... 34
Carta de S. Ignacio á los fieles de Roma 36
Martirio de S. Ignacio 38
Apología de S. Justino (año 150) 40
Cuarta persecucion por Marco Aurelio (año 166) 42
San Policarpo , Obispo de Esrnirna , preso y conducido al
Proconsul. 45
Martirio de este Santo (año 166) 47
La legion Fulminante (año 1 74) 49
Persecucion en las Galias (año 17 7) 51
Tormentos que hicieron sufrir d los santos Mártires 53
Humildad de los Santos Mártires 55
PARTE II. 15
226
U/timos combates de los Mártires 57
Martirio de S. Epipodio y S. Alejandro 59
Id. de S. Sinforiano, 61
Apologético de Tertuliano 63
Continuacion del mismo 65
Quinta persecucion por el emperador Severo (año 202). . . 67
Martirio de S. Iréneo, Obispo de Lyon 69
Id. de santa Perpetua y santa Felicitas (año 205) 71
Interrogatorio y sentencia de los Santos Mártires 73
Su suplicio 75
Helias cualidades de Orígenes 78
Sus obras 80
Continua su apología 82
Sesta persecucion por el emperador Maximiano (año 205)- . 84
Séptima persecucion en el imperio de Decio (año 249). ... 86
Martirio de S. Pionio 87
Octava persecucion por el emperador Valeriano (año 257). 89
San Cipriano preso y desterrado 92
Martirio de S. Cipriano 94
Continuacion de la persecucion en Africa 96
Admirable constancia de un niño 98
Castigo de los perseguidores.—Caridad de los cristianos. . . 100
Nona persecucion por el emperador Aureliano (año 2 74). .
Décima y última persecucion por Diocleciano (año 303). . . Í04
Martirio de S. Quintín 105
La legion Tebea 108
Martirio de S. Víctor de Marsella 110
Id. de S. Vicente de Zaragoza (año 304) 1,2
Id. de las dos Eulalias H4
Id. de S. Justo y Pastor 117
Reflexiones sobre las persecuciones 119
Constancio Chloro favorece á los cristianos (año 305). . . 123
Conversion de Constantino (año 312) 125
Triunfo de la Religion cristiana 127
Invencion de la verdadera Cruz 129
Institucion de los solitarios.—San Antonio (año 306). . . . 131
San Hilarion funda monasterios en Palestina (año 329). . 133
Vida de los solitarios 135
Concilio de Eliberi (año 305) 137
Herejía de Arrio (año 319) 139
Concilio de Nicea (año 325) 141
El emperador se deja sorprender y destierro á S. Atanasio. 1 43
227
Desgraciada muerte de Arrio (año 336). 145
San Atanasio vuelto de su destierro y justificado (año 337). 14?
Desórdenes y violencias cometidas por los cismáticos. . . . 1 49
El emperador Constancio llena de turbaciones á toda la
Iglesia (¿ño 355) 151
Apología de Osio 154
Celo de S. Hilario de Poitiers por la fe de Nicea (año 359). 1 56
San Martin Turonense , Obispo (año 360) 158
El emperador Juliano trata de restablecer el paganis
mo (año 363) 160
El mismo emprende reedificar el templo de Jerusalén.—Su
muerte (año 363) iv3
Joviano proteje la fe católica (año 363) 165
Valente renueva las turbulencias del arrianismo (año 367). 167
Intrepidez de S. Basilio, Obispo de Cesárea (año 37 0). . . 169
Admirable valor de una muger católica 170
Valente tiembla delante de S. Basilio 1 '*
Virtud de S. Gregorio de Nacianzo 1?4
Heregia de los macedonios 176
Concilio ecuménico de Constantinopla (año 381)
Clemencia de Teodosio 180
Caída y penitencia de Teodosio (año 389) 182
Cisma de los donatistas 184
Célebre conferencia de Carlago. —Fin del cisma (año 411)-
Herejía de los pelagianos (año 412) 188
Intrigas y obstinacion de los mismos 189
Errores de los semi-pelagianos 191
San Gerónimo 19'
San Agustín 195
Virtudes y sufrimientos de S. Juan Crisóstorno 19/
Herejía de Neslorio 198
Concilio general de Efeso (año 431) 200
Herejía de Eutiques 203
Concilio general de Calcedonia (año 451) 204
Grandes cualidades del Papa S. Leon 206
Conversion de los francos (año 496) 209
Bautismo de Clodoveo 211
Martirio en España de S. Hermenegildo 213
Abjúrase en España el arrianismo 215
Principios de S. Benito (año 480) 217
La Religion católica en España 218
Fundacion del monasterio de Monte-Casino 220
lia
Quinto Concilio ecuménico {año 553).—Los tres capítulos. . 222
Conversion de la Inglaterra (año 596) 224
San Agustín consagrado Arzobispo de Cantorberi. 226
Mahoma se declara profeta (año 612) 227
Toma de Jerusalén por Cosroas, rey de Persia (año Al 4). 230
La santa Cruz es reconquistada y reconducida á Jerusa
lén (año 628) 232
Herejia de los monotelitas 234
Defensa del Papa Honorio 236
Sesto Concilio general (año 680) 237
Conversion de la Alemania (año 923) 239
Martirio de S. Bonifacio 241
Herejía de los iconoclastas ó quiebra-imágenes (año 727). 242
Violencias de los iconoclastas 244
Séptimo Concilio ecuménico, segundo de Nicea (año 7 87). 246
Bellas cualidades y celo de Cario Magno, rey de Fran
cia (año 768) 247
Cario Magno renueva los estudios 249
229
SEGUNDA PARTE.
TERCERA PAUTE.