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EL DERECHO A LA DEFENSA GARANTÍA QUE SE INTEGRA EN EL DERECHO A UN

PROCESO JUSTO

SILABO A DESARROLLAR POR EL PROFESOR

¿EL DERECHO DE DEFENSA ES UNA OBLIGACIÓN JURÍDICO-CONSTITUCIONAL?

¿AL DERECHO DE DEFENSA LE HA DE DAR CUMPLIMIENTO EL TEXTO


CONSTITUCIONAL?

RECURSO DE AMPARO NÚM. 672/1998


PONENTE: DON PABLO MANUEL CACHÓN VILLAR
Recurso de amparo contra Sentencia, de 07-04-1997, del Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Albacete,
recaída en procedimiento ejecutivo y contra Sentencia, de 09-02-1998, de la Audiencia Provincial de Albacete
(Sección Segunda), desestimatoria del recurso de apelación formalizado frente al anterior. Vulneración
del derechofundamental a la defensa y a la asistencia de letrado: existencia: otorgamiento de amparo.
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Tomás S. Vives Antón, Presidente, D.
Pablo Cachón Villar, D. Vicente Conde Martín de Hijas, D. Guillermo Jiménez Sánchez, Dª Elisa Pérez Vera y D.
Eugeni Gay Montalvo, Magistrados, ha pronunciado.
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 672/1998, interpuesto por don Manuel S. M., representado por la
Procuradora de los Tribunales doña María del Rosario M.-B. R. y asistido por el Letrado don José María E. S., contra
la Sentencia del Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Albacete, de 7 de abril de 1997, recaída en el procedimiento
ejecutivo núm. 188/1996, así como contra la Sentencia de la Audiencia Provincial de Albacete, Sección Segunda, de 9
de febrero de 1998, recaída en el rollo 330/1997 y resolutoria del recurso de apelación formalizado contra la anterior.
Ha sido parte el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Pablo Cachón Villar, quien expresa el parecer
de la Sala.
I. Antecedentes
I. ANTECEDENTES
Mediante escrito registrado en este Tribunal el 12 de junio de 1998 la Procuradora de los Tribunales doña María del
Rosario M.-B. R., en representación de don Manuel S. M., interpuso recurso de amparo contra las Sentencias que se
citan en el encabezamiento.
2Los hechos que sirven de fundamento a la demanda de amparo son sustancialmente los siguientes:
a) don Manuel S. M., ahora recurrente en amparo, fue demandado (junto a Central de Mensajes, SL, y don José
Salvador H. A.) por la Caja de Ahorros de Castilla-La Mancha, tramitándose el correspondiente juicio ejecutivo núm.
188/1996 en el Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Albacete. La demanda fue presentada el 26 de abril de 1996,
siendo su objeto la reclamación de 10.895.358 pesetas de principal, dimanantes de un préstamo impagado, y
3.300.000 pesetas más para intereses, costas y gastos. En virtud de dicha demanda el 7 de mayo de 1996 se dicta Auto
despachando ejecución contra los bienes y rentas de Central de Mensajes, SL, don José Salvador H. A. y don Manuel
S. M.
b) Con fecha 28 de octubre de 1996 se practica con don Manuel S. M. la diligencia de requerimiento de pago,
embargo y citación de remate.
c) El 30 de octubre de 1996 la Procuradora de los Tribunales doña Ana J. G. I. presenta escrito en nombre de don
Manuel S. M., personándose en el procedimiento ejecutivo.
d) El 25 de noviembre de 1996 se dicta providencia, que se notifica el 5 de diciembre del mismo año, por la que se
tiene a don Manuel S. M. por opuesto en tiempo y forma al despacho de ejecución y se le manda que dentro del
término improrrogable de cuatro días formalice su oposición.
e) El 5 de diciembre de 1996 la Procuradora doña Ana J. Gómez Ibáñez presenta escrito por el que renuncia a la
representación de don Manuel S. M., comunica la renuncia de la dirección letrada y solicita la designación de
Abogado y Procurador por el turno de oficio así como la suspensión del plazo conferido para formalizar la oposición.
f) El 27 de enero de 1997 se dicta providencia del siguiente tenor literal: «Dada cuenta; por presentado el anterior
escrito procedente de la Oficina General de Presentación de Documentos, únase a los autos de su razón. Se tienen por
hechas las manifestaciones que en dicho escrito se insertan si bien, dado el sistema actual de nombramiento de
Abogado y Procurador, requiérase al demandado don Manuel S. M. a fin de que en el plazo de quince días se persone
con Abogado y Procurador y formule la oposición con el apercibimiento de que, de no hacerlo, se dictará sentencia
sin más. Teniendo el señor S. M. su domicilio en Madrid, líbrese el oportuno despacho».
El 21 de febrero de 1997 se notifica personalmente la providencia a don Manuel S. M.
g) El 4 de marzo de 1997 don Manuel S. M. solicita del Ilustre Colegio de Abogados de Albacete nombramiento de
Abogado y Procurador de oficio. En la misma fecha el Servicio de Orientación Jurídica de dicho Colegio y el
peticionario dirigen escrito al Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Albacete en el que ponen en su conocimiento
la solicitud formulada y piden la suspensión del procedimiento. Dicho escrito tiene sello de entrada en el Juzgado de
fecha 4 de marzo de 1997. Posteriormente, con fecha de 14 de marzo de 1997, con cajetín de salida del Ilustre
Colegio de Abogados de Albacete de igual fecha, se emite dictamen favorable del Servicio de Orientación Jurídica de
dicho Colegio, con designación del Letrado don Félix M. J.
Entre la documentación acompañada a la demanda de amparo obra copia de comunicación de la Comisión
de Asistencia Jurídica Gratuita de Albacete, de fecha 25 de marzo de 1997, dirigida al señor S. M., participando la
decisión de dicha Comisión, adoptada en reunión del día 24 de dicho mes, de «confirmar la decisión provisional
adoptada por el Colegio de Abogados de Albacete y, en consecuencia, reconocer al solicitante el derecho a
la asistencia jurídica gratuita».
h) Con fecha 13 de marzo de 1997 se dicta providencia acordando, en lo que interesa a los fines de este recurso,
que, habiendo transcurrido el plazo para formalizar la oposición sin que el recurrente lo hubiera hecho, se traigan a la
vista los autos para dictar sentencia. Esta providencia es notificada en estrados «a la parte demandada incomparecida»
en fecha 21 de marzo de 1997.
i) Con fecha 7 de abril de 1997 se dicta Sentencia, que ordena «seguir adelante la ejecución despachada, hasta hacer
trance y remate de los bienes embargados» a los demandados.
Dicha Sentencia dice lo siguiente en su antecedente de hecho segundo: «Que por Auto de fecha siete de mayo de mil
novecientos noventa y seis se despachó la ejecución solicitada por la suma de 10.895.358 pesetas, importe del
principal, gastos de protesto y por otras 3.300.000 intereses pactados y vencidos, intereses de demora también
pactados y costas, y, librado mandamiento al Agente Judicial de servicio, se llevaron a cabo las diligencias de
requerimiento de pago, embargo y citación de remate y, transcurrido el término de la misma sin haber comparecido,
declarándose en rebeldía a la parte demandada, con excepción de don Manuel S. M., quien se opuso al despacho de
ejecución, pero transcurrido el término no formalizó la misma, mandándose traer los autos a la vista para sentencia,
con citación, sólo, de la parte ejecutante».
La Sentencia basa su decisión en el fundamento jurídico primero, entre otras razones, en el hecho de «no haberse
formulado oposición a la ejecución despachada», añadiendo que el Auto que despachó la ejecución «no ha suscitado
oposición».
j) Nombrados Abogado y Procuradora de oficio, respectivamente, don Félix M. J. y doña Caridad A. N., ésta,
mediante escrito presentado el 3 de julio de 1997, solicita se la tenga por personada y parte en la representación de
don Manuel S. M., y además, desconocedora de que había recaído Sentencia toda vez que ésta no había sido
notificada a su representado, pide que «se decrete la nulidad de todas las actuaciones posteriores a la solicitud de
Procurador de oficio, retrotrayéndose las actuaciones al término para formulación del escrito de oposición a la
ejecución», con el correspondiente «traslado de todo lo actuado para instrucción y formulación de la oposición».
k) Sobre el escrito referido en el apartado anterior recae providencia de fecha 9 de julio de 1997, que textualmente
dice: «Dada cuenta; por presentado el anterior escrito procedente de la Oficina General de Presentación de
Documentos; únase a los autos de su razón. Se tienen por hechas las manifestaciones que en dicho escrito se insertan
y, en su virtud, por personada a la Procuradora doña Caridad A. N., en nombre y representación de don Manuel S. M.
No ha lugar a decretar la nulidad ni retrotraer las actuaciones toda vez que al demandado señor S. M. se le concedió
un plazo para personarse con Abogado y Procurador, sin que en dicho plazo ni tan siquiera haya solicitado Abogado y
Procurador, sin perjuicio del derecho que le asiste al demandado de intervenir en las actuaciones en el estado en el
que se encuentran, y quedando pendiente de ser notificada la Sentencia al mismo notifíquese la misma a través de su
representación».
l) Notificada la Sentencia el 10 de julio de 1997 a la Procuradora señora A., ésta, en la expresada representación del
señor S. M. interpone recurso de apelación el 15 de julio de 1997.
m) El recurso de apelación es desestimado por Sentencia de fecha 9 de febrero de 1998, dictada por la Sección
Segunda de la Audiencia Provincial de Albacete. Esta Sentencia dice lo siguiente en sus fundamentos
de Derecho primero y segundo:
«Primero.–Se alega por el apelante, en disconformidad con la resolución judicial que impugna, indefensión pues,
habiendo solicitado que se le nombre representación y asistencia de oficio, se tiene por no formalizada la oposición
antes de que le sean nombrados tales profesionales. Segundo.–Si inicialmente el planteamiento del apelante parece
llamado a triunfar, un análisis de los autos revela que su posición es cuanto menos inexacta y no puede prosperar, y
ello por cuanto que la petición de Procurador y Letrado de oficio es petición que la propia parte interesada ha de
presentar en el respectivo Colegio, y en autos el hoy apelante fue requerido, en virtud de su propia petición, para que
en el plazo de quince días compareciera con profesionales, requerimiento que se le efectuó con fecha 21 de febrero de
1997, sin que él presentase su respectiva petición en el Colegio hasta el día 14 de marzo de 1997, esto es, posterior a
los quince días que le fueron otorgados, y como quiera que el presentar la referida solicitud sólo de él dependía, si
dejó transcurrir el plazo que se le dio solo a él le es imputable las consecuencias de su no comparecencia, por lo que
mal puede hablarse de indefensión».
La demanda se dirige contra las Sentencias reseñadas, con fundamento en el art. 24 CE ( RCL 1978, 2836 y ApNDL
2875) , por vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva de los jueces y Tribunales sin indefensión (art. 24.1
CE) y del derecho a la defensa y asistencia de Letrado (art. 24.2 CE).
El recurrente alega que «se produce la indefensión desde el momento en que se reconoce que don Manuel S. M. ha
anunciado la oposición y, no obstante, se acuerda que no se formalizó la misma, antes de haberle nombrado Abogado
y Procurador». Y añade que no existe resolución judicial alguna que dé respuesta a la petición de suspensión del
procedimiento, que se dedujo con el escrito de 4 de marzo de 1997. Indica asimismo el recurrente que desde el 21 de
febrero de 1997 (fecha de notificación de la providencia de 27 de enero de 1997, antes transcrita) hasta el 4 de marzo
de 1997, día en que se solicitó el nombramiento de Procurador y Abogado, habían transcurrido nueve días, por lo que
no se había cumplido todavía el plazo de quince días, conferido por dicha providencia.
Subraya asimismo el recurrente que «la Sala parte de una afirmación equivocada», cual es «que no se hace la petición
de nombramiento de Abogado y Procurador en el Colegio hasta el día 14 de marzo de 1997». Señala, al efecto, que
«la Sala no interpreta adecuadamente dicho documento, el cual no es la mencionada petición sino el dictamen dando
contestación a dicha petición, la cual, aunque no existiera la prueba material de su práctica, a la vista del contenido
del art. 14 de la Ley del día 10 de enero de 1996 ( RCL 1996, 89) , se tiene que presumir que la petición se ha
efectuado al menos con una antelación de diez días hábiles a la fecha de emisión de dicho informe». Indica
igualmente que «los artículos 15 y siguientes de la mencionada (Ley) ponen de manifiesto que, para proceder a emitir
el preceptivo dictamen, es requisito previo la existencia de unas actuaciones que nacen en virtud de una petición
efectuada por persona legitimada por la Ley para llevar a efecto». En consecuencia, dice el recurrente, «la Audiencia
no puede desconocer esa realidad jurídica ni valorar el mencionado dictamen como la petición previa al mismo».
Se alega también en la demanda de amparo que si, con base «en los artículos 3 y 1461 de la Ley de Enjuiciamiento
Civil ( RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001, 1892) , es preceptiva la intervención de Abogado y Procurador en la defensa
de don Manuel S. M. en el procedimiento ejecutivo 188/1996 del Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Albacete, y
resulta que éste reúne los requisitos para acogerse a la asistencia de Justicia Gratuita según la Ley de 10 de enero de
1996, el no nombramiento de Abogado y Procurador ha vulnerado el derecho a la defensa y asistencia letrada de don
Manuel S. M. al que le ha sido producida indefensión».
Por ello el recurrente solicita del Tribunal la declaración de nulidad de las dos Sentencias recurridas y de «todas las
actuaciones judiciales practicadas desde el día 4 de marzo de 1997, en que fue solicitada la suspensión de éstas y el
nombramiento de Abogado y Procurador de oficio, reconociendo expresamente el derecho del recurrente a que se le
confiera el plazo oportuno para que pueda formalizar la oposición a la ejecución despachada».
El recurrente interesa también, mediante escrito presentado en el Registro de este Tribunal el 17 de junio de 1998, la
suspensión de la ejecución de la Sentencia dictada por el Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Albacete en fecha 7
de abril de 1997. En el cuerpo de dicho escrito hacía constar el recurrente que la parte demandante en el
procedimiento ejecutivo había instado la ejecución de la Sentencia, «estándose en trámite del avalúo de la finca que le
ha sido embargada», embargo que había sido anotado registralmente. Por ello solicita asimismo que la suspensión de
la ejecución de la Sentencia se acuerde «sin que sea procedente fijar caución de clase alguna ya que el embargo de la
mencionada finca y su anotación en el registro constituye suficiente garantía».
Por providencia de 23 de noviembre de 1998 la Sala Segunda de este Tribunal acordó admitir a trámite la demanda de
amparo y, en aplicación de lo dispuesto en el art. 51 LOTC ( RCL 1979, 2383 y ApNDL 13575) (obrando ya en la
Secretaría testimonio de las actuaciones correspondientes), requerir al Juzgado para que emplazase a quienes
hubieran sido parte en el procedimiento, con excepción del recurrente en amparo, a fin de que, si lo deseaban,
pudieran comparecer en el plazo de diez días en el presente proceso constitucional.
Por otra providencia de la misma fecha la Sala acordó formar la pieza separada de suspensión y conceder un plazo
común de tres días al Ministerio Fiscal y al solicitante de amparo para que alegasen lo que estimaran pertinente sobre
dicha suspensión, de conformidad con el art. 56 LOTC. Presentado escrito por el Ministerio Fiscal y por el solicitante
en amparo, la Sala acordó denegar la suspensión solicitada mediante Auto de 8 de febrero de 1999.

Por providencia de 4 de marzo de 1999 la Sala acordó incorporar a las actuaciones comunicación recibida del
Juzgado de Primera Instancia, a la que se adjuntaba el emplazamiento de las partes personadas en el previo proceso
judicial, y dar vista de las actuaciones recibidas a la parte recurrente y al Ministerio Fiscal para que formularan las
alegaciones que considerasen convenientes en el plazo común de veinte días.
En las actuaciones remitidas a este Tribunal, tramitadas en el Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Albacete y en la
Audiencia Provincial, obran, entre otros particulares, en las correspondientes al Juzgado, tres documentos de marzo
de 1997, unidos a aquéllas inmediatamente después de la Sentencia de 7 de abril de 1997 y de su notificación a la
parte demandante, pese a ser de fecha anterior, que, en lo pertinente a los fines de este recurso, se relacionan a
continuación en lo sustancial:
a) Comunicación del Servicio de Orientación Jurídica del Ilustre Colegio de Abogados de Albacete al Juzgado de
Primera Instancia núm. 5 de dicha ciudad, de fecha 4 de marzo de 1997, en la que le hace saber que don Manuel S.
M. «ha presentado con fecha 4-3-1997 solicitud de Abogado y Procurador de oficio, habiéndosele advertido de que,
en el plazo de diez días hábiles, deberá presentar la documentación requerida a efectos del RD 108/1995, de 27 de
enero ( RCL 1995, 510) ». Asimismo, según consta en dicho documento, el expresado Servicio y el peticionario
señor S. M. solicitan del órgano judicial «la suspensión del Plazo». Dicho escrito lleva un sello de la Secretaría del
citado Juzgado con fecha 4 de marzo de 1997, y asimismo una anotación a mano que dice «Ejecutivo núm.
188/1996».
b) Un documento del Ilustre Colegio de Abogados de Albacete, que es el dictamen que formula el Servicio de
Orientación Jurídica respecto de la solicitud deducida por don Manuel S. M. Tiene fecha y sello de salida de 14 de
marzo de 1997, con la indicación de que se ha de remitir al Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Albacete, juicio
ejecutivo núm. 188/1996.
c) Un escrito con membrete del Ilustre Colegio de Abogados de Albacete, con sello de su Secretaría y firma del
Secretario, de fecha 14 de marzo de 1997, dirigido al Juzgado de Primera Instancia núm. 5, en el que se le comunica
que ha sido designado Abogado de oficio don Félix M. J. para la asistencia letrada de don Manuel S. M.
9. El Ministerio Fiscal formuló sus alegaciones en escrito presentado en el Registro de este Tribunal el 13 de abril
de 1999, y en él interesa que se dicte Sentencia otorgando el amparo.
En efecto, destaca el Ministerio público que el recurrente actuó de conformidad con el art. 12 de la Ley 1/1996
de Asistencia Jurídica Gratuita, instando el beneficio del Colegio de Abogados de Albacete el 4 de marzo de 1997, en
cuya fecha se comunicó al Juzgado de Primera Instancia núm. 5, mediante escrito en el que se solicitaba la
suspensión del procedimiento. El Juzgado, dice el Ministerio público, «hizo caso omiso o extravió
tan fundamental documento, pasándose a dictar Sentencia en 7-4-1997 sin hacerse referencia a aquél y mandando
seguir adelante la ejecución». Asimismo señala que, siendo apelada dicha Sentencia por el recurrente en amparo, «la
misma fue confirmada por la Sala en sentencia de 9 de febrero de 1998 entendiendo erróneamente que la solicitud se
presentó en el Colegio de Abogados extemporáneamente, es decir, en providencia notificada en 21-2-1997, lo que fue
determinante para la confirmación del fallo de instancia».
Añade el Ministerio Fiscal que «el escrito de 4 de marzo tenía existencia real según resulta, no sólo de la copia que se
presentó con el recurso de amparo, sino de una copia igual que obra en el testimonio de las actuaciones remitidas por
el Juzgado, si bien se observa la irregularidad de su unión al conjunto de folios (de forma sesgada y sin numerar)», de
modo que «ello confirma que la irregularidad procesal se debió no a la indiligencia de la parte sino a la actividad del
Juzgado que extravió el decisivo documento».
Por todo ello, sigue señalando el Ministerio público, «[se] privó al recurrente de participar de modo activo en la fase
de primera instancia al no poder articular motivos de oposición (arts. 1463 y ss. LECiv) y quedar precluído el
trámite». Se trata de una irregularidad que «reúne todos los requisitos de la indefensión material, al haber quedado
excluido de un medio fundamental de alegación y defensa, cuáles son las excepciones y motivos de nulidad en la Ley
previstos». Y asimismo «quedó definitivamente perjudicada la posición en el proceso del allí apelante, ya que el
trámite perdido no podía recuperarse de modo alguno en la apelación, en cuya sentencia no se penetró en el fondo de
la pretensión al detenerse el razonamiento de la Sala en la carencia de oposición en base a un documento que no
acreditaba el deseo de la parte de participar en él, lo que sí se derivaba del escrito extraviado».
De lo anterior deriva el Ministerio público que debe otorgarse por parte de este Tribunal el amparo, debiendo
procederse a la anulación de las Sentencias impugnadas y de todo lo actuado con posterioridad a la comunicación de
la petición de nombramiento de Procurador y Letrado de oficio, y a la consiguiente retroacción de las actuaciones al
momento de dicha comunicación, todo lo cual interesa de este Tribunal.
Transcurrido el plazo concedido en la providencia de 4 de marzo de 1999, conforme a las previsiones del art. 52.1
LOTC, la parte recurrente no presentó escrito de alegaciones, lo que consta mediante diligencia de Secretaría de 15
de abril de 1999.
Por providencia de 11 de julio de 2002, se señaló para la deliberación y votación de la presente Sentencia el día 15 del
mismo mes y año.
II. Fundamentos jurídicos
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
La demanda de amparo se dirige contra la Sentencia dictada el 7 de abril de 1997 por el Juzgado de Primera
Instancia núm. 5 de Albacete en el juicio ejecutivo seguido con el núm. 188/1996, y contra la Sentencia dictada en
trámite de apelación por la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Albacete en fecha 9 de febrero de 1998.
La primera de las Sentencias mencionadas, estimando la demanda ejecutiva interpuesta por la Caja de Ahorros de
Castilla-La Mancha contra el ahora recurrente en amparo, don Manuel S. M., y otros, ordenó seguir la ejecución
adelante hasta hacer trance y remate de los bienes embargados a los entonces demandados. La segunda de dichas
Sentencias desestimó el recurso de apelación interpuesto contra la de instancia por quien ahora recurre en amparo.
El demandante de amparo invoca como derechos fundamentales vulnerados por dichas Sentencias el
derecho a la tutela judicial efectiva sin indefensión (art. 24.1 CE [ RCL 1978, 2836 y ApNDL 2875] ) y el derecho a
la defensa y asistencia de letrado (art. 24.2 CE). En realidad, dado el curso y el tenor de los hechos que fundamentan
la demanda de amparo, las vulneraciones alegadas se basan en el último de los derechos mencionados, ya que la
indefensión, en forma de perjuicio real y efectivo para el recurrente, se manifiesta, según resulta de la propia
exposición de la demanda, como una consecuencia de la falta de asistencia letrada.
Los hechos en los que se fundamentan tales invocadas vulneraciones, que con más detalle se expresan en el
segundo y en el tercero de los antecedentes de esta Sentencia, se concretan sustancialmente en los extremos, entre sí
relacionados, que a continuación se exponen: a) En el curso de las actuaciones del juicio ejecutivo, después de que la
Procuradora que representaba al demandado señor S. M. renunciara a tal representación y de que hubiera decidido
éste solicitar la asistencia jurídica gratuita, se dictó providencia en fecha 27 de enero de 1997 (notificada
personalmente al interesado el 21 de febrero), por la que se concedió a dicho demandado un plazo de quince días para
nueva personación y formalización de la oposición; b) el Juzgado no dio respuesta a la petición de suspensión del
expresado plazo, petición deducida por dicho demandado el 4 de marzo de 1997, conjuntamente con el Servicio de
Orientación Jurídica del Ilustre Colegio de Abogados de Albacete, mediante escrito en el que, a la vez, este Servicio
ponía en conocimiento del Juzgado que en dicha fecha de 4 de marzo aquél había solicitado la designación de
Procurador y Abogado de oficio; c) por providencia de 13 de marzo de 1997 se acordó traer los autos a la vista para
sentencia, al no haber sido formalizada la oposición; d) el 7 de abril de 1997 se dictó Sentencia que ordenó seguir la
ejecución adelante, en la que se reitera la afirmación de la falta de formalización de la oposición; e) una vez
notificada la Sentencia y recurrida ésta en apelación, dictó Sentencia la Sección Segunda de la Audiencia Provincial,
que desestimó el recurso, y en la que se afirma, fundamentando tal decisión, que el entonces demandado y apelante
había presentado su petición de nombramiento de Abogado y Procurador de oficio el 14 de marzo de 1997, «esto es,
posterior a los quince días que le fueron otorgados» (fundamento jurídico segundo).
El recurrente alega, a la vista de tales hechos, que el Juzgado de Primera Instancia desconoció la
comunicación hecha sobre la formulación de la solicitud de nombramiento de Abogado y Procurador de oficio y la
petición, deducida en el mismo escrito, de suspensión del procedimiento, lo cual constituye ya, de suyo, la
vulneración de los derechos fundamentales antes citados. Y añade que dicha vulneración se confirma por la posterior
Sentencia de la Audiencia Provincial que desestimó la apelación, tras tomar por error como fecha de la comunicación
y petición antedichas (que en realidad era el 4 de marzo de 1997) la fecha en que se emitió dictamen sobre la solicitud
de asistencia jurídica gratuita y en la que se nombró Abogado de oficio (que fue la de 14 de marzo de 1997).
El Ministerio Fiscal entiende que procede el otorgamiento del amparo ya que se ha producido una
irregularidad «que reúne todos los requisitos de la indefensión material, al haber quedado excluido (el ahora
recurrente) de un medio fundamental de alegación y defensa, cuáles son las excepciones y motivos de nulidad en la
Ley previstos».
Es jurisprudencia de este Tribunal -como hemos recordado recientemente en la Sentencia 101/2002, de 6 de
mayo, F. 2— que entre las garantías que integran el derecho a un proceso justo se incluyen el derecho a la defensa y a
la asistencia letrada que el art. 24.2 CE consagra de manera singularizada ( SSTC 47/1987, de 22 de abril [ RTC
1987, 47] , F. 2; 245/1988, de 19 de diciembre [ RTC 1988, 245] , F. 3; 105/1996, de 11 de junio [ RTC 1996,
105] , F. 2; 92/1996, de 27 de mayo [ RTC 1996, 92] , F. 3). Este derecho tiene por finalidad, al igual que todas las
demás garantías que conforman el derecho en que se integra, la de asegurar la efectiva realización de los principios de
igualdad de las partes y de contradicción, que imponen a los órganos judiciales el deber positivo de evitar
desequilibrios entre la respectiva posición procesal de las partes o limitaciones en la defensa que puedan generar a
alguna de ellas la indefensión prohibida por el art. 24.1 CE ( RCL 1978, 2836 y ApNDL 2875) ( SSTC 71/1999,
de 26 de abril [ RTC 1999, 71] , F. 3, y 217/2000, de 18 de septiembre [ RTC 2000, 217] , F. 2).
Este Tribunal ha señalado, asimismo (STC 101/2002, de 6 de mayo, F. 4), que la designación de Abogado y
Procurador de oficio para asegurar el derecho a la defensa es una obligación jurídico-constitucional a la que se da
cumplimiento por diversos poderes públicos, singularmente los órganos judiciales y los Colegios de Abogados y
Procuradores ( STC 135/1991, de 17 de junio [ RTC 1991, 135] , F. 2) y que la exigencia legal a la parte de tener un
defensor acentúa la obligación de dichos poderes públicos de garantizar la efectiva designación de letrado ( SSTC
42/1982, de 5 de julio [ RTC 1982, 42] , F. 2; 12/1993, de 18 de enero [ RTC 1993, 12] , F. 1; y 91/1994, de 21 de
marzo [ RTC 1994, 91] , F. 2). Se precisa incluso en alguna ocasión que la pasividad del titular del derecho ha de ser
suplida por el órgano judicial ( SSTC 42/1987, de 5 de julio [ RTC 1987, 42] , F. 2, y 229/1999, de 13 de
diciembre [ RTC 1999, 229] , F. 2).
Además, para estimar que se ha producido una vulneración del derecho a la asistencia letrada ha de
constatarse que se ha producido indefensión material. En efecto, debe señalarse que este Tribunal, en consonancia con
la doctrina del Tribunal Europeo de Derechos Humanos sustentada, entre otras, en las Sentencias de dicho Tribunal
de 9 de octubre de 1979 ( TEDH 1979, 3) (caso Airey) y de 25 de abril de 1983 ( TEDH 1983, 6) (caso Pakelli),
ha señalado que, desde la perspectiva constitucional, la denegación de la asistencia letrada no conlleva sin más una
vulneración del art. 24.2 CE. Para que esto suceda es necesario que la falta del Letrado de oficio solicitado, en
atención a las circunstancias concurrentes en este caso, haya producido al solicitante una real y efectiva situación de
indefensión material, en el sentido de que la autodefensa se haya revelado insuficiente y perjudicial para el litigante
impidiéndole articular una defensa adecuada de sus derechos e intereses legítimos en el proceso, es decir, que se haya
producido un menoscabo real y efectivo de su derecho de defensa (por todas, SSTC 176/1985, de 17 de diciembre
[ RTC 1985, 176] , F. 5; 92/1996, de 27 de mayo [ RTC 1996, 92] , F. 3; y 101/2002, de 6 de mayo, F. 2).
En el caso que nos ocupa el ahora recurrente en amparo pidió la suspensión del procedimiento –
propiamente, la suspensión del plazo otorgado para personación y formalización de la oposición– el día 4 de marzo
de 1997, es decir, cuando se cumplía el noveno de los quince días concedidos a tal fin. Tal petición era expresamente
apoyada por el Servicio de Orientación Jurídica, el cual, a la vez, comunicaba al Juzgado en el mismo escrito la
formalización de la solicitud de nombramiento de Abogado y Procurador de oficio.
La formulación de una tan concreta y explícita petición, que versaba sobre cuestión decisiva en el marco del
proceso, exigía una decisión, también explícita, del órgano judicial, cualquiera que ella fuera. Decimos que versaba
sobre cuestión decisiva en el marco del proceso ya que atañía a la posibilidad de ejercicio del derecho de defensa del
interesado, derecho que, dado el trámite procesal en que se hallaba el procedimiento ejecutivo, había de tener por
objeto la alegación de excepciones y motivos de nulidad que pudieran estar previstos en la Ley como causas
impeditivas del éxito de la pretensión actora entonces ejercitada. Interesa resaltar que, en todo caso, la pérdida de la
oportunidad de tal alegación defensiva, por preclusión del trámite, hacía imposible que pudiera recuperarse
posteriormente, incluso en apelación.
Es cierto que entonces se hallaba vigente lo acordado en el proveído de 13 de marzo. Mas una petición
como la ahora contemplada, deducida con posterioridad –durante el curso del plazo que se había concedido–, merecía
una explícita respuesta. A ello no es óbice el hecho de que la notificación de tal respuesta hubiera de entenderse
personalmente, en su caso, con el propio interesado, pues de modo directo y personal se había entendido con éste la
notificación de la citada providencia de 13 de marzo. La necesidad de una efectiva respuesta se refuerza, además, por
la consideración de varias circunstancias como son, en primer lugar, la apuntada importancia del trámite procesal en
curso (trámite de alegaciones) y los efectos de su preclusión; en segundo lugar, el carácter imprescindible de
la asistencia letrada en el procedimiento ejecutivo; y, por último la constancia de que se había solicitado del órgano
competente la asistencia jurídica gratuita.
En consecuencia, hemos de estimar que el silencio judicial, la omisión de toda respuesta a tal petición
(limitándose el proveído de 13 de marzo a acordar traer los autos a la vista para sentencia por no haberse formalizado
la oposición), produjo una efectiva indefensión al recurrente en amparo, el cual no pudo, por tal razón, instrumentar
una reacción procesal adecuada a sus intereses en el procedimiento de referencia.
Por otra parte, y en segundo término, es claro que existe un error patente causante de indefensión en la
Sentencia de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Albacete de 9 de febrero de 1998. Tal error se produce
–con efecto directo en el sentido desestimatorio de la resolución del recurso– en la fundamentación jurídica
[transcrita en el antecedente segundo, letra m)], más concretamente, en el fundamento jurídico segundo, al afirmarse
que el señor S. M. formuló la solicitud de nombramiento de Abogado y Procurador de oficio el 14 de marzo de 1997,
fuera ya del plazo de quince días que le habían sido concedidos para personarse y formalizar la oposición. Se trata, en
efecto de un error, consistente en confundir la fecha de tal solicitud (que fue el 4 de marzo de 1997, dentro, por lo
tanto, del meritado plazo de quince días) con la fecha en que se emitió el dictamen por el Servicio de Orientación
Jurídica y en la que se designó provisionalmente un Letrado de oficio (que fue el 14 de marzo de 1997), según resulta
de las actuaciones y se hace constar en los antecedentes de esta Sentencia [antecedente segundo, letra g), y
antecedente séptimo].
El error expresado reúne los caracteres que nuestra jurisprudencia exige para que sea relevante a los efectos
de causar la vulneración del art. 24.1 CE (por todas, STC 134/2001, de 13 de junio [ RTC 2001, 134] , F. 6), que se
traduce en el presente caso, según ya se indicó, en la vulneración del derecho a la asistencia letrada. Es, en efecto, un
error determinante de la decisión adoptada (en cuanto constituye su «ratio decidendi»); un error de hecho y no de
Derecho (al manifestarse la equivocación en la determinación y selección del presupuesto fáctico sobre el que se
asienta la decisión); un error no imputable a la parte actora, sino al órgano jurisdiccional; un error patente (esto es,
inmediatamente verificable de forma clara e incontrovertible a partir de las propias actuaciones judiciales) y,
finalmente, un error lesivo por producir efectos perjudiciales reales para el ciudadano, como ha sido el haberle
privado del derecho a defenderse.
Según lo que antecede, el Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Albacete, al dictar sentencia sin dar
respuesta a la petición de suspensión deducida por el interesado y sin que se hubiera nombrado Abogado y
Procurador de oficio, impidiendo al recurrente formalizar su oposición a la ejecución, no sólo le privó de su derecho a
la defensa y a la asistencia letrada, sino que le colocó en una situación de efectiva indefensión. Igualmente, la
posterior Sentencia de la Audiencia Provincial de Albacete insistió en la lesión al confirmar, por el error ya
relacionado, la Sentencia del órgano judicial «a quo». Por todo ello, procede otorgar el amparo y anular las
resoluciones judiciales impugnadas.
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, por la autoridad que le confiere
la Constitución de la Nación Española ( RCL 1978, 2836 y ApNDL 2875) ,
Ha decidido
Otorgar el amparo solicitado por don Manuel S. M. y, en su virtud:
1º Declarar vulnerados los derechos fundamentales a la defensa y asistencia letrada y a la tutela judicial efectiva sin
indefensión del demandante en amparo por la Sentencia del Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Albacete, de 7 de
abril de 1997, recaída en el procedimiento ejecutivo núm. 188/1996, así como por la Sentencia de la Sección Segunda
de la Audiencia Provincial de Albacete de 9 de febrero de 1998, dictada en recurso de apelación interpuesto contra la
anterior.
2º Restablecer al demandante en amparo en la plenitud de su derecho, y, a tal fin, declarar la nulidad de las citadas
Sentencias y retrotraer las actuaciones al momento procesal oportuno para que, con respeto de los
derechos fundamentales vulnerados, pueda formalizar la oposición.
Publíquese esta Sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid, a quince de julio de dos mil dos.

PREGUNTAS QUE HA DE RESPONDER EL ALUMNO

1. EL DERECHO DE DEFENSA ES UNA OBLIGACIÓN JURÍDICO-CONSTITUCIONAL ¿QUÉ A


QUE HA DE DAR CUMPLIMIENTO?

2. LA EXIGENCIA LEGAL RELATIVA A QUE LA PARTE HA DE TENER DE TENER UN


ABOGADO ¿QUÉ ACENTÚA?

SILABO A DESARROLLAR POR EL PROFESOR

EL DERECHO DE DEFENSA COMO DERECHO CONSTITUCIONAL

RECURSO DE AMPARO NÚM. 2304/1998


PONENTE: DON EUGENI GAY MONTALVO
Recurso de amparo contra Sentencia del Juzgado de Primera Instancia núm. 2 de Las Palmas de 26-03-1997, recaída
en juicio de menor cuantía, así como contra Sentencia de la Audiencia Provincial de Las Palmas de Gran Canaria
(Sección Quinta) de 20-04-1998, resolutoria del recurso de apelación contra la anterior Resolución. Vulneración
del derecho fundamental a la defensa y a la asistencia de letrado: existencia: otorgamiento de amparo.
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Tomás S. Vives Antón, Presidente, don Pablo
Cachón Villar, don Vicente Conde Martín de Hijas, don Guillermo Jiménez Sánchez, doña Elisa Pérez Vera y don
Eugeni Gay Montalvo, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 2304/1998, interpuesto por don Román Adrián R. J., representado por el
Procurador de los Tribunales don Luis C. E. y asistido por el Letradodon Miguel Angel D. C. contra la Sentencia del
Juzgado de Primera Instancia núm. 2 de Las Palmas, de 26 de marzo de 1997, recaída en el juicio de menor cuantía
núm. 545/1995, así como contra la Sentencia de la Sección Quinta de la Audiencia Provincial de Las Palmas de Gran
Canaria, de 20 de abril de 1998, resolutoria del recurso de apelación con número de rollo 303/1997, dimanante de los
Autos núm. 545/1995. Ha sido parte el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Eugeni Gay Montalvo,
quien expresa el parecer de la Sala.
I. Antecedentes
I. ANTECEDENTES
Mediante escrito registrado en este Tribunal el 23 de mayo de 1998, se interpuso el recurso de amparo que se deja
mencionado en el encabezamiento y que se fundamenta en los siguientes hechos:
a) Don Román Adrián R. J., ahora recurrente en amparo, fue demandado en reclamación de deuda por el Banco
Central Hispanoamericano, tramitándose los Autos 545/1995 en el Juzgado de Primera Instancia núm. 2 de Las
Palmas de Gran Canaria. El BCHA presentó la demanda el 27 de junio de 1995, reclamando 823.287 pesetas, que fue
notificada al demandado el 18 de septiembre de 1995, comunicándole que disponía de veinte días para personarse y
contestar dicha demanda.
b) Dentro del plazo para contestar la demanda, el 3 de octubre de 1995, el hoy recurrente solicitó del Juzgado los
beneficios de justicia gratuita, acordándose por providencia de 25 de octubre de 1995 oficiar a los Colegios de
Abogados y Procuradores de Las Palmas para que llevasen a cabo la designación correspondiente. Al mismo tiempo,
con efectos desde el 3 de octubre, se acordó suspender el curso de las actuaciones hasta dicha designación.
c) Transcurrido un tiempo y ante la inactividad colegial, se dictó providencia de 16 de enero de 1996 por la que se
acordó librar oficio al Colegio de Abogados a fin de que manifestase el estado del expediente de solicitud
de defensa gratuita, entregándose el despacho para su diligenciado al procurador del actor personado.
d) Por providencia de 16 de mayo de 1996 se acordó por el Juzgado el alzamiento de la suspensión del juicio al no
haberse designado Abogado ni comparecido el demandado, providencia que se notificó en persona a este último el 19
de julio de 1996, tras una infructuosa notificación en el domicilio del padre.
e) Por providencia de 2 de septiembre de 1996, habiendo transcurrido el término legal del emplazamiento
practicado a la parte demandada, sin que hubiera comparecido en autos ni contestado a la demanda, se le declaró en
rebeldía, se tuvo por precluido el trámite de contestación y se recibió el pleito a prueba.
f) El 18 de octubre de 1996 llegó al Juzgado el oficio del Colegio de Abogados designando para la defensa del
señor R. J. al Letrado don Miguel Angel D. C., designándose asimismo como Procuradora a doña María del Carmen
M. P. La citada Procuradora, en nombre de su poderdante, dirigió escrito al Juzgado solicitando la nulidad de
actuaciones y la retroacción del procedimiento, alegando que, estando el procedimiento en la fase de prueba, su
poderdante no había podido personarse en Autos ni contestar a la demanda, ni proponer ni practicar prueba, lo que
suponía indefensión y vulneración del derecho a la defensa y asistencia de Letrado.
g) El juicio en primera instancia continuó, practicándose el 8 de octubre la prueba de confesión del demandado, que
sólo reconoció un saldo deudor de 280.000 pesetas. Tras el escrito del actor de resumen de pruebas, se dictó
Sentencia el 26 de marzo de 1997 estimándose íntegramente la demanda y condenando al demandado al pago a la
entidad actora de la suma de 823.286 pesetas, más los intereses legales desde la fecha de interposición de la demanda,
con expresa imposición de costas al demandado. En la Sentencia se desestimó la pretensión de nulidad de actuaciones
con base en que, «ante la notificación de la Providencia de 16 de mayo de 1996, don Román Adrián R. J. lo que debió
de haber hecho es comparecer en el Juzgado y comunicar que el expediente de solicitud del beneficio de justicia
gratuita aún no se había resuelto. Lejos de ello, don Román Adrián R. J. nada comunicó al Juzgado, por lo que, una
vez transcurrido el plazo para comparecer y contestar a la demanda, se decretó su rebeldía procesal».
h) Contra la Sentencia anterior se interpuso recurso de apelación por el demandado, acompañando, de cara a la
vista, la correspondiente «instructa» para la Sala. Se celebró la vista el 13 de febrero de 1998 y en ella intervinieron
los Letrados de las partes. El único motivo de impugnación aducido por el demandado fue el de la vulneración del
derecho a la defensa recogido en el art. 24.2 CE ( RCL 1978, 2836; ApNDL 2875) porque el Juzgado, cuando el
Colegio de Abogados y el de Procuradores aún no habían designado profesionales al demandado, había decidido
levantar la suspensión de las actuaciones y comunicar personalmente tal resolución al señor R. J. quien, ignorando las
consecuencias jurídicas del alzamiento de la suspensión, del término para contestar la demanda y de la
improrrogabilidad de los plazos procesales, quedó, según su representante, en la más absoluta indefensión, máxime
cuando se encontraba en tratamiento psiquiátrico en la época en que fue demandado.
i) La Audiencia Provincial dictó Sentencia el 20 de abril de 1998. En ella confirmaba la Sentencia del Juzgado y
desestimaba el recurso. Se basó en que, como había dicho el Juez «a quo», el demandado, una vez que recibió la
notificación de la providencia de 16 de mayo de 1996, debió comparecer en el Juzgado y comunicar que el
expediente de solicitud de beneficio de justicia gratuita no se había resuelto aún, lo que no hizo. Para la Audiencia, el
comportamiento exigible a un ciudadano medio que ya se sabe incurso en unas actuaciones judiciales –pues no en
vano realizó la solicitud de designación de Letrado del turno de oficio– desde varios meses atrás no es el de
permanecer indiferente o inactivo cuando se le informa de que el procedimiento va a seguir su curso al no haberse
proveído aún por el Colegio Profesional la petición del demandado, sino el de movilizarse y acudir al propio Juzgado
o al Colegio de Abogados a aclarar la cuestión o a demandar alguna explicación como recogen el art. 11.1 inciso
primero y 17.1º de la Ley Orgánica del Poder Judicial ( RCL 1985, 1578, 2635; ApNDL 8375) y como «el sentido
común más elemental imponía». Y ello, añade la Audiencia, aunque estuviera aquejado y tratado de dolencia
psiquiátrica. Entiende la Sentencia, en definitiva, que ha sido la propia desidia de la parte la que le ha colocado en
una situación de defensa procesal disminuida, por lo que tal vicio no le hace acreedor para corregir la anulación de las
actuaciones judiciales con arreglo al art. 240 LOPJ.
La demanda de amparo se dirige contra las Sentencias reseñadas por haber dejado al recurrente en situación de
indefensión y vulnerado el derecho a una tutela judicial efectiva por haber ignorado la doctrina del Tribunal
Constitucional en torno al derecho a la defensa (con cita de las SSTC 92/1996, de 27 de mayo [ RTC 1996, 92] ,
y 105/1996, de 11 de junio [ RTC 1996, 105] ) y el deber de los órganos judiciales de acordar la suspensión del
curso del procedimiento hasta tanto no le sea nombrado al litigante un Letrado del turno de oficio que asuma su
defensa técnica en el proceso cuando se carece de recursos económicos o se ve en la imposibilidad de contar con un
Letrado de su elección ( SSTC 28/1981 [ RTC 1981, 28] , 245/1988 [ RTC 1988, 245] , 135/1991 [ RTC 1991,
135] , 132/1992 [ RTC 1992, 132] , 91/1994 [ RTC 1994, 91] y 175/1994 [ RTC 1994, 175] ). Añade que este
Tribunal Constitucional ha dicho que aunque las garantías del apartado segundo del art. 24 CE están establecidas
primordialmente para el procedimiento penal, no existe obstáculo alguno y sí apoyo en la doctrina, para extender la
observancia de las garantías procesales constitucionalizadas a todos los procedimientos ( STC 13/1982, de 1 de abril
[ RTC 1982, 13] ) y que la garantía invocada en el recurso está constitucionalizada. Y afirma que en este caso el
juzgador, al dictar la resolución que ordena que siga el procedimiento sin haberle sido designado Abogado y
Procurador tal como había solicitado el recurrente, sin razonar dicha medida y sin comunicar la designación de los
correspondientes profesionales por los Colegios respectivos, le produjo una indefensión absoluta al recurrente, que no
ha podido contestar a la demanda interpuesta en su contra, ni probar ni alegar sus pretensiones.
Por ello, solicita del Tribunal la declaración de nulidad de las dos Sentencias recurridas, así como que ordene la
retroacción de las actuaciones judiciales hasta la fecha del emplazamiento al recurrente, por providencia de 10 de
julio de 1995. Por otrosí interesa la suspensión de la ejecución de la Sentencia recurrida.
Por providencia de 21 de septiembre de 1999 esta Sala acordó admitir a trámite la demanda de amparo y, en
aplicación de lo dispuesto en el art. 51 LOTC ( RCL 1979, 2383; ApNDL 13575) , requerir la remisión de las
actuaciones y el emplazamiento de quienes hubieran sido parte en el procedimiento, con excepción del recurrente en
amparo, a fin de que, si lo deseaban, pudieran comparecer en el plazo de diez días, en el presente proceso
constitucional.
Por otra providencia de la misma fecha la Sala acordó formar la pieza separada de suspensión y conceder un plazo
común de tres días al Ministerio Fiscal y al solicitante en amparo para que alegasen lo que estimaran pertinente sobre
dicha suspensión, de conformidad con el art. 56 LOTC. Presentado escrito sólo por el Ministerio Fiscal, la Sala
acordó denegar la suspensión de la ejecución de las Sentencias impugnadas mediante Auto de 29 de mayo de 2000.
Por providencia de 30 de marzo de 2000 la Sala acordó, de conformidad con el art. 52 LOTC, dar vista de las
actuaciones del presente recurso de amparo a la representación procesal del recurrente y al Ministerio Fiscal para que
formularan las alegaciones que consideraran convenientes en el plazo común de veinte días.
Unicamente lo hizo el Ministerio Fiscal, por escrito registrado el 9 de mayo de 2000, en el que interesa se dicte
Sentencia desestimando la demanda de amparo.
Entiende el Ministerio Fiscal que el formalismo de la designación tardía de Letrado no debe configurar el debate,
debiendo por el contrario incorporarse al mismo otras variables que este Tribunal ha tenido en cuenta para determinar
si ha habido o no vulneración de derechos fundamentales, concretamente el concepto constitucional de indefensión y
la consideración del proceso en su globalidad. Desde esa perspectiva, dice, no sería relevante sólo la
no asistencia de Letrado, sino si ello ha llevado consigo una efectiva limitación de los medios de defensa. Asimismo,
recuerda que no toda irregularidad procesal comporta una indefensión material, entendida ésta como limitación de los
medios de defensa hasta el punto de constituir una merma sustancial de derechos consistente no sólo en la
imposibilidad de realizar actos procesales, sino en que los mismos, de haberse llevado a cabo, hubieran sido
relevantes de cara a la solución del pleito. Para que se produzca la misma, el recurrente ha de demostrar qué perjuicio
material se le ha irrogado por la privación de un acto de alegación o prueba, toda vez que sin ese perjuicio estaríamos
ante una indefensión formal, irrelevante desde el punto de vista constitucional.
En orden a la apreciación de indefensión, el Ministerio público señala, asimismo, que ha de tenerse en cuenta que los
órganos jurisdiccionales aducen como fundamento de sus decisiones la negligencia de la parte, es decir que quedarían
fuera del arco protector del art. 24.1 y 24.2 CE aquellos supuestos en que la real privación de actos de alegación o
prueba lo fueran por exclusiva inacción o desidia de la parte, existiendo, como pone de manifiesto la resolución de la
Audiencia Provincial, un deber de buena fe y de colaboración de todos en la recta administración de justicia (arts.
11.1 y 17.1 LOPJ), concepto en que hay que incluir al órgano judicial, a los profesionales del derecho y, por supuesto,
a los litigantes.
Junto al concepto constitucional de indefensión ha de tenerse presente, según el Ministerio público, que una presunta
indefensión causada en el pleito en una primera instancia, puede quedar eliminada por la actuación del litigante en
una segunda instancia a través de los actos procesales correspondientes, toda vez que la apelación, siendo un «novum
indicium», permite revisar el proceso en su integridad, es decir, en la fijación de hechos, en sus consideraciones
jurídicas y en su fallo. Entiende de aplicación las SSTC 113/1993 ( RTC 1993, 113) y 117/1993 ( RTC 1993,
117) en las que, aunque en juicio de faltas, se ha de considerar subsanada la indefensión en la nueva instancia en la
que existe plenitud de alegación y prueba.
Aplicadas estas consideraciones al presente caso, el Ministerio Fiscal entiende que la actuación del órgano judicial se
ha producido dentro de los baremos legales y constitucionales, toda vez que suspende el proceso cuando se produce la
petición de Abogado y Procurador de oficio; excita al cumplimiento de sus deberes de designación al órgano colegial
a través del Procurador del Banco actor, notifica el levantamiento de la suspensión de las actuaciones de modo
personal al demandado tras infructuoso intento de notificación en el domicilio paterno y contesta al planteamiento de
nulidad en la Sentencia de primera instancia y en la de apelación de modo pormenorizado y con motivación
suficiente. Frente a ello, la parte actora no reacciona de ninguna forma. Y, además, cuando dispone de asistencia
letrada, interesa tan sólo la nulidad de actuaciones en vez de solicitar prueba (posible en virtud de los art. 862 y
ss. LECiv ) o argumentar motivos de fondo de oposición a la Sentencia.
7
Por providencia de 30 de abril de 2002, se señaló para deliberación y votación de la presente Sentencia el día 6 de
mayo del presente año.
II. Fundamentos jurídicos
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
En la demanda de amparo aduce el recurrente que la decisión del Juzgado de proseguir el curso del proceso
–que había sido suspendido durante siete meses como consecuencia de la solicitud de Abogado y Procurador de
oficio, pese a que dichos profesionales aún no habían sido nombrados–, y de continuarlo en rebeldía, le impidió
contestar a la demanda y solicitar pruebas, violando su derecho fundamental a no padecer indefensión, como ya adujo
ante el Juez de instancia. Por esta razón recurre las Sentencias de instancia y de apelación, que ratificaron aquella
decisión imputándole una falta de diligencia.
Por el contrario, el Ministerio Fiscal entiende que no se ha vulnerado el art. 24.2 CE ( RCL 1978, 2836;
ApNDL 2875) , y de forma refleja el art. 24.1 CE, al no causarse al recurrente ningún perjuicio material y porque, en
todo caso, la presunta indefensión pudo quedar subsanada al disponer el litigante de una segunda instancia a través de
los actos procesales correspondientes, toda vez que la apelación, siendo un «novum iudicium», permite revisar el
proceso en su integridad.
La cuestión planteada se contrae, así pues, a determinar si se ha producido al recurrente, con la dimensión
constitucional que invoca, la indefensión prohibida por el art. 24.1 CE o si, por el contrario, la infracción denunciada
no tiene entidad para el otorgamiento del amparo, bien por no haberse producido indefensión material, bien por haber
quedado subsanada la indefensión en las actuaciones posteriores, al disponer de Abogado y Procurador de oficio
desde antes de que finalizara la primera instancia y durante la apelación. En todo caso, debe tenerse presente que no
es de aplicación al presente caso la Ley 1/1996, de 10 de enero ( RCL 1996, 145) , que entró en vigor el 12 de julio
de 1996 (sin efectos retroactivos en los procesos en curso), es decir, durante la tramitación del proceso en cuestión.
Es jurisprudencia de este Tribunal que entre las garantías que integran el derecho a un proceso justo se incluye el
derecho a la defensa y a la asistencia letrada que el art. 24.2 CE consagra de manera singularizada ( SSTC 47/1987,
de 22 de abril [ RTC 1987, 47] , F. 2; 245/1988, de 19 de diciembre [ RTC 1988, 245] , F. 3; 105/1996, de 11 de
junio [ RTC 1996, 105] , F. 2; 92/1996, de 27 de mayo [ RTC 1996, 92] , F. 3). Este derecho tiene por finalidad, al
igual que todas las demás garantías que conforman el derecho en el que se integran, la de asegurar la efectiva
realización de los principios de igualdad de las partes y de contradicción, que imponen a los órganos judiciales el
deber positivo de evitar desequilibrios entre la respectiva posición procesal de las partes o limitaciones en la defensa
que puedan generar a alguna de ellas la indefensión prohibida por el art. 24.1 CE ( SSTC 71/1999, de 26 de abril
[ RTC 1999, 71] , F. 3, y 217/2000, de 18 de septiembre [ RTC 2000, 217] , F. 2). Parámetros que no varían
siquiera cuando la intervención letrada en la instancia es, incluso, facultativa puesto que, aun no siendo preceptiva,
constituye un derecho que la parte gobierna en su ejercicio, decidiendo con libertad si servirse o no de un experto en
Derecho para defender sus intereses (SSTC 217/2000, de 18 de septiembre, F. 2, y 22/2001, de 29 de enero [ RTC
2001, 22] , F. 2).
Asimismo, hemos afirmado que, para la efectividad del derecho a la defensa y asistencia letrada que se reconoce en el
art. 24.2 CE, «los órganos judiciales deben, en principio, acordar la suspensión del curso del procedimiento hasta
tanto no le sea nombrado al litigante que carece de recursos económicos, o que se ve en la imposibilidad de contar
con un Letrado de su elección, un Letrado del turno de oficio que asuma su defensa técnica en el proceso» ( STC
92/1996, de 27 de mayo [ RTC 1996, 92] , F. 3, y las múltiples que cita). Y ello, porque puede producirse una
inaplicación práctica del principio de contradicción cuando «no se suspende el curso del proceso hasta que le sea
nombrado de oficio, con el resultado de que se le tenga por decaído en su derecho a formular oposición a medida que
van transcurriendo los trámites sin que todavía disponga de Letrado» ( STC 28/1981, de 23 de julio [ RTC 1981,
28] , F. 4, reiterada en numerosas ocasiones citadas en la STC 105/1996, de 11 de junio [ RTC 1996, 105] , F. 2).
Para evitar tal resultado, «basta aplicar el principio de interpretación de las leyes de conformidad con la Constitución,
en su calidad de norma Superior, en virtud del cual, todo el ordenamiento ha de ser interpretado de forma que se evite
el resultado prohibido por el art. 24.1 de la Constitución» (STC 28/1981, de 23 de julio, F. 4).
En todo caso, también debe señalarse que este Tribunal, en consonancia con la doctrina del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos, sustentada, entre otras, en las Sentencias del TEDH, de 9 de octubre de 1979 ( TEDH 1979,
3) (caso Airey) y de 25 de abril de 1983 ( TEDH 1983, 6) (caso Pokelli), ha señalado que, desde la perspectiva
constitucional, la denegación de la asistencia letrada no conlleva sin más una vulneración del art. 24.2 CE. Para que
esto suceda es necesario que la falta del Letrado de oficio solicitado, en atención a las circunstancias concurrentes en
el caso, haya producido al solicitante una real y efectiva situación de indefensión material, en el sentido de que la
autodefensa se haya revelado insuficiente y perjudicial para el litigante impidiéndole articular una defensa adecuada
de sus derechos e intereses legítimos en el proceso, es decir, que se haya producido un menoscabo real y efectivo de
su derecho de defensa (por todas, SSTC 161/1985, de 17 de diciembre [ RTC 1985, 161] , F. 5, y 92/1996, de 27 de
mayo [ RTC 1996, 92] , F. 3).
Desde esta perspectiva, la queja que sustenta la demanda debe ser estimada. En el presente caso, al no mantener la
suspensión de las actuaciones hasta el nombramiento de Abogado y Procurador de oficio, no se ha incurrido en una
mera irregularidad procesal sin relevancia constitucional, sino que se ha provocado una patente y concreta
indefensión, toda vez que el recurrente no pudo ni contestar a la demanda ni solicitar práctica de pruebas en primera
instancia, puesto que en el momento en que se le nombraron Abogado y Procurador ya habrían precluido esos
trámites procesales.
Obra, en efecto, en las actuaciones copia de la providencia del Juzgado de 2 de septiembre de 1996 en que se declara
en rebeldía al ahora recurrente y se tiene por precluido el trámite de contestación a la demanda. Asimismo, obra
también en las actuaciones la providencia de 26 de septiembre de 1996 en que se declara transcurrido el término de
proposición de pruebas. Por providencia de 18 de octubre de 1996 se unen a los autos las comunicaciones del Ilustre
Colegio de Abogados (de 17 de octubre) y de Procuradores (18 de octubre) designando Abogado y Procurador de
oficio, de modo que, efectivamente, en la primera instancia, el ahora recurrente en amparo no pudo contestar la
demanda ni proponer, ni practicar, prueba alguna. De resultas de este proceso, además, se le condenó a pagar al
demandante 823.287 pesetas cuando, sin embargo, en la prueba de confesión únicamente reconoció un saldo deudor
de 280.000 pesetas y cuyo débito, aseguraba al responder sin asistencia letrada a las preguntas de la demandante,
puso él personalmente en conocimiento de la entidad bancaria a raíz de un problema laboral. Distinta cuantía
reconocida sobre la que no pudo oponer defensa y que no quedó sanada por la posibilidad de recurrir en apelación.
Es cierto que en la apelación, en cuanto a la proposición de prueba, el art. 707, en relación con el 862 y ss. de la
entonces vigente Ley de Enjuiciamiento Civil , habilitaba al demandado (hoy recurrente) para solicitar el
recibimiento a prueba, proponiendo en el mismo escrito la que hubiera de practicarse. Pero ello no quiere decir que en
la segunda instancia pueda ser alegado o probado todo lo que se pudo alegar en la primera. En efecto, de un lado,
puesto que estamos en un mismo proceso, resulta lógico que en segunda instancia no se puedan proponer nuevas
pretensiones ni modificar aquellas que sirvieron para iniciar el proceso con la demanda, pues en el recurso de
apelación juega especialmente el principio de la prohibición de la «mutatio libelli» y adquiere toda su importancia el
tema de la identificación de las acciones procesales.
Pero, además, este Tribunal ya ha tenido ocasión de señalar que, aunque en nuestro sistema procesal la apelación
constituye una «revisio prioris instantiae», la segunda instancia presenta, sin embargo, algunas salvedades en la
aportación del material probatorio y de nuevos hechos (arts. 862 y 863 LECiv). ( SSTC 9/1998, de 13 de enero
[ RTC 1998, 9] , F. 2, y 212/2000, de 18 de septiembre [ RTC 2000, 212] , F. 3), por lo que la prueba no aportada
en instancia no siempre es posible presentarla en la apelación.
En todo caso, la continuación del proceso sin asistencia letrada impidió también al recurrente contestar a la demanda,
lo que le hizo quedar marginado de un trámite procesal trascendente para la conformación y resolución del proceso
quedando así menoscabados los principios de contradicción y de defensa garantizados en el art. 24.1 CE ( SSTC
102/1987, de 17 de junio [ RTC 1987, 102] , FF. 3, y 54/1998, de 16 de marzo [ RTC 1998, 54] , F. 3 y 5).
Principios que han de preservarse en cada una de las instancias del proceso para que nadie pueda ser afectado en sus
derechos o intereses legítimos cuando no ha podido defenderse en una de ellas ( SSTC 28/1981, de 23 de julio
[ RTC 1981, 28] , F. 3; 102/1987, de 17 de junio [ RTC 1987, 102] , F. 2; 245/1988, de 19 de diciembre [ RTC
1988, 245] , F. 3, y 234/1993, de 12 de julio [ RTC 1993, 234] , F. 3).
Por todo ello, cabe afirmar que hay un perjuicio material de modo que la irregularidad tiene relevancia constitucional.
Desde el primer momento, el recurrente solicitó representación legal y asistencia letrada de oficio para que le
asistieran durante todo el procedimiento (lo que incluye también las instancias ulteriores a la primera instancia), a fin
de lograr el correcto desenvolvimiento del proceso en una dialéctica procesal efectiva y para que no transcurrieran
trámites procesales en los que su falta de conocimientos técnicos pudiera repercutir negativamente. La falta
de asistencia letrada efectiva en varios trámites procesales produjo, por ello, un perjuicio y una verdadera
indefensión, ya que, por tal motivo, no pudo contestar la demanda ni solicitar la práctica de pruebas en la primera
instancia.
La indefensión ocasionada, por lo demás, tampoco puede imputarse a la falta patente de diligencia de la parte
recurrente.
Las resoluciones recurridas reprochan al recurrente su inactividad ante la comunicación judicial de que se alzaba la
suspensión decretada. Sin embargo, de la contemplación de las circunstancias del caso (proceso en que es preceptiva
la intervención de Letrado y Procurador, solicitud de nombramiento de los mismos de oficio en tiempo y forma, sólo
pendiente de las resoluciones colegiales) resulta que esa inactividad no debe ser considerada negligencia, no
alcanzándose a saber cuál sería la reacción del recurrente que le podía ser exigida.
En efecto, no le era exigible nombrar Letrado de su elección si carecía de recursos económicos. Tampoco parece que
lo sea en este caso informar al Juzgado de las causas que le impedían comparecer, pues éste sabía que carecía de
Abogado y Procurador de oficio (el nombramiento de los mismos se produce en octubre de 1996, es decir, cuatro
meses más tarde que el acuerdo de levantamiento de la suspensión) y es precisamente el Juzgado el que mantiene
comunicación directa con los Colegios, quien solicita el nombramiento de los Letrados y Procuradores y quien tiene
autoridad para hacer cumplir sin dilaciones dicha obligación de nombramiento. Exigirle la realización de gestiones
personales ante los Colegios implicados, no parece tampoco que fuera razonable, toda vez que diligentemente él
había solicitado en tiempo y forma su nombramiento.
Ninguna de estas actividades constituyen comportamientos exigibles al ciudadano que, carente de conocimientos
jurídicos, ha solicitado en tiempo y forma al Juzgado el nombramiento de Letrado y Procurador, exigidos legalmente
para comparecer en el juicio y defender sus intereses. Era el Juzgado el que, en cumplimiento de su obligación de
promover el derecho a la defensa letrada, debía haber excitado el celo de los Colegios correspondientes exigiendo el
rápido nombramiento de los profesionales. El art. 24.1 CE contiene un mandato implícito al legislador y al aplicador
del derecho de promover la defensa en la media de lo posible mediante la correspondiente contradicción ( STC
9/1981, de 31 de marzo [ RTC 1981, 9] , F. 6; STC 63/1982/1982, de 20 de octubre [ RTC 1982, 63] , F. 3).
Este Tribunal ha señalado, además, que la designación de Abogado y Procurador de oficio para asegurar el derecho a
la defensa es una obligación jurídico-constitucional a la que se da cumplimiento por diversos poderes públicos,
singularmente los órganos judiciales y los Colegios de Abogados y Procuradores ( STC 135/1991, de 17 de junio
[ RTC 1991, 135] , F. 2) y que la exigencia legal a la parte de tener un defensor acentúa la obligación de dichos
poderes públicos de garantizar la efectiva designación de Letrado ( SSTC 42/1982, de 4 de agosto [ RTC 1982, 42] ,
F. 2; 12/1993, de 18 de enero [ RTC 1993, 12] , F. 1, y 91/1994, de 21 de marzo [ RTC 1994, 91] , F. 2).
Precisándose, incluso en alguna ocasión, que la pasividad del titular del derecho ha de ser suplida por el órgano
judicial ( STC 42/1987, 5 de julio [ RTC 1987, 42] , F. 2, y STC 229/1999, de 13 de diciembre [ RTC 1999, 229] ,
F. 2).
En aplicación de esta doctrina y del principio de promoción de la defensa solicitada, los órganos judiciales debieran
haber requerido de nuevo a los Colegios Profesionales y no, como hicieron, reaccionar ante la tardanza disponiendo
directamente el alzamiento de la suspensión decretada y desplazando la carga al demandado para que fuera él quien
removiera los obstáculos que impedían a los Colegios designar provisionalmente Abogado y Procurador de oficio
para hacerse cargo de la defensa en el pleito principal, mientras se sustanciaba el incidente de asistencia gratuita.
Máxime cuando, como hemos dicho, el recurrente no ostenta conocimientos jurídicos ni medios económicos y desde
el principio dejó constancia de su intención de poder defenderse en todo el proceso con asistencia letrada y solicitó la
misma de modo diligente en tiempo y forma para poder gozar de ella en todos los trámites del proceso.
Teniendo en cuenta la doctrina expuesta resulta que el Juzgado, al alzar la suspensión de las actuaciones sin que se
hubiera nombrado Abogado y Procurador de oficio, dando lugar a que transcurrieran los plazos para la contestación
de la demanda y la petición del recibimiento del pleito a prueba sin que el demandado pudiera ejercer sus
correspondientes derechos, dio lugar a su indefensión, por lo que procede otorgar el amparo solicitado.
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, por la Autoridad que le confiere la Constitución de la
Nación Española ,
Ha decidido
Otorgar el amparo solicitado por don Román Adrián R. J. y, en consecuencia:
1
1. Declarar vulnerado el derecho fundamental a la defensa y asistencia letrada del demandante en amparo por la
Sentencia del Juzgado de Primera Instancia núm. 2 de Las Palmas de Gran Canaria de fecha 26 de marzo de 1997,
dictada en el juicio de menor cuantía núm. 0545/1995, así como por la Sentencia de la Sección Quinta de la
Audiencia Provincial de Las Palmas de Gran Canaria, de 20 de abril de 1998, dictada en el recurso de apelación
deducido contra la anterior y confirmatoria de la misma.
2
2. Restablecer al demandante en la plenitud de su derecho, y, a tal fin, declarar la nulidad de las citadas Sentencias y
retrotraer las actuaciones a fin de que se le otorgue un nuevo plazo para la contestación de la demanda.
Publíquese esta Sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid, a seis de mayo de dos mil dos.

PREGUNTA QUE HA DE RESPONDER EL ALUMNO


1. ¿ASEGURAR EL DERECHO A LA DEFENSA ES UNA OBLIGACIÓN JURÍDICO-CONSTITUCIONAL?

SILABO A DESARROLLAR POR EL PROFESOR

EL DERECHO DE DEFENSA ES UN DERECHO FUNDAMENTAL

Recurso de Amparo núm. 979/1996


Ponente: Don Tomás S. Vives Antón
Recurso de amparo formulado contra Auto dictado por la Audiencia Provincial de Orense, de 15 enero 1996 en
apelación por el que ratifica el mantenimiento del segundo grado de clasificación penitenciaria del recurrente.
Vulneración del derecho fundamental a la defensa y asistencia de letrado: inexistencia: denegación de amparo.
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don José Gabaldón López, Presidente; don Fernando
García-Mon y González-Regueral, don Rafael de Mendizábal Allende, don Julio Diego González Campos, don Carles
Viver Pi-Sunyer y don Tomás S. Vives Antón, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 979/1996, promovido por don Fernando B.D., representado por la
Procuradora de los Tribunales doña Josefa Motos Guirao y asistido del Letrado don Benjamín Mayo Martínez, contra
el Auto dictado por la Audiencia Provincial de Ourense, de fecha 15 de enero de 1996 en el rollo de apelación
250/1995, por el que se ratifica su mantenimiento en segundo grado de clasificación penitenciaria. Ha sido parte el
Ministerio Fiscal, siendo Ponente el Magistrado don Tomás S. Vives Antón, quien expresa el parecer de la Sala.
I. ANTECEDENTES
Por escrito que tuvo entrada en este Tribunal el 7 de marzo de 1996, don Fernando B.D. presentó demanda de amparo
contra el Auto dictado por la Audiencia Provincial de Ourense, de fecha 15 de enero de 1996, en el rollo de apelación
250/1995, por el que se ratifica su mantenimiento en segundo grado de clasificación penitenciaria.
La resolución impugnada, desestimaba los recursos de apelación planteados por el demandante y el Ministerio Fiscal
contra los Autos de fecha 31 de octubre y 13 de noviembre de 1995, por los que el Juez de Vigilancia Penitenciaria de
La Coruña desestimó el recurso presentado por el interno contra la decisión de la Dirección General de Instituciones
Penitenciarias de 21 de junio de 1995 por la que se acordó su mantenimiento en segundo grado de clasificación
penitenciaria.
La demanda tiene su origen en los siguientes antecedentes que se resumen en lo que concierne al objeto del recurso:
A) La Resolución administrativa que acordó el mantenimiento en segundo grado del penado fue recurrida por éste
ante el Juez de Vigilancia Penitenciaria de La Coruña. El Ministerio Fiscal se mostró favorable a la estimación del
recurso proponiendo la progresión del interno a tercer grado de clasificación. El Juzgado desestimó el recurso de
alzada por Auto de fecha 31 de octubre de 1995.
B) Esta última resolución fue recurrida en reforma y subsidiaria apelación, con similares argumentos tanto por el
demandante como por el Ministerio Fiscal. El Juez de Vigilancia Penitenciaria admitió a trámite los recursos,
desestimó el de reforma por Auto de fecha 13 de noviembre de 1995 y, en la misma resolución, admitió el recurso de
apelación subsidiariamente interpuesto acordando, al mismo tiempo, elevar el expediente a la Audiencia provincial
para su resolución.
C) Recibidas las actuaciones, la Sala acordó, el 21 de noviembre de 1995, formar el oportuno rollo de apelación,
turnar la ponencia y dejar los autos pendientes de resolución. El 12 de enero de 1996 el demandante de amparo
presentó ante la Audiencia Provincial un escrito por el que solicitaba se declarase la nulidad de lo actuado por no
habérsele requerido para nombrar Abogado, y por no haberse abierto plazo para instrucción ni señalado vista,
entendiendo que dichas irregularidades procesales implicaban la quiebra de normas esenciales del procedimiento para
recurrir en apelación.
La Sala, por providencia de 15 de enero de 1996, acordó no tramitar el escrito presentado por entender que había sido
presentado «fuera del plazo y porque Fernando B.D. ya formuló en tiempo y forma recurso de apelación». Con la
misma fecha, la Sala dicta Auto por el que desestima los recursos de apelación interpuestos por el Ministerio Fiscal y
el penado, a la vista de la entidad grave del delito por el que fue condenado y el tiempo de condena que aún le restaba
por cumplir.
Entiende el demandante que se han vulnerado sus derechos a la asistencia letrada y a utilizar los medios de prueba
necesarios para su defensa, con razón del incumplimiento de las normas procesales que regulan la tramitación del
recurso de apelación. En opinión del recurrente la tramitación del recurso de apelación contra los Autos del Juez de
Vigilancia penitenciaria se rige, por mandato expreso de la Disposición adicional quinta de la LOPJ ( RCL
1985\1578, 2635 y ApNDL 8375), por las normas de la LECrim, que son subsidiarias de las allí previstas. Dichas
normas son las establecidas para el procedimiento ordinario en sus arts. 216 a 238, entre las que se encuentra la
preceptiva intervención de Letrado, y un trámite para instrucción o para contestar los recursos del resto de las partes,
lo que deduce también, a sensu contrario , del apartado 5.º de la Disposición adicional quinta antes citada. A la misma
conclusión se ha de llegar, según la demanda, si se entienden aplicables las normas reguladoras del procedimiento
abreviado.
Según el recurrente, son las resoluciones de 13 de noviembre de 1995 -providencia y el Auto-, por las que se admite a
trámite el recurso de apelación subsidiariamente interpuesto, pese a no ir firmado por Letrado las que vulneran sus
derechos fundamentales, pues ni le requirieron para que designara Letrado de su elección con apercibimiento de
nombrárselo de oficio, ni le dieron un plazo para alegar ante la Sala los motivos del recurso, y eventualmente
proponer la prueba que estimara pertinente. Cumulativamente, y por los mismos motivos, imputa a estas mismas
actuaciones procesales haber lesionado su derecho a obtener la tutela judicial efectiva sin padecer indefensión.
Mediante providencia de 17 de julio de 1996, la Sección concedió al demandante de amparo y al Ministerio Fiscal un
plazo de diez días para que formularan alegaciones en relación con la posible carencia manifiesta de contenido
constitucional de la demanda (art. 50.3 LOTC [ RCL 1979\2383 y ApNDL 13575]). Las alegaciones fueron
evacuadas mediante sendos escritos registrados con fecha 6 de septiembre y 4 de octubre de 1996. Por providencia de
7 de noviembre de 1996, la Sección acordó la admisión a trámite de la demanda, así como solicitar de los órganos
judiciales la remisión de certificación o fotocopia adverada de las actuaciones, debiendo previamente emplazar a
quienes hubieren sido parte en el procedimiento.
Por providencia de 16 de diciembre de 1996 la Sección acordó dar vista de las actuaciones judiciales recibidas al
recurrente y al Ministerio Fiscal, por plazo común de veinte días, para que dentro del mismo formularan las
alegaciones que estimasen pertinentes de conformidad con el art. 52.1 LOTC.
La representación procesal del recurrente, mediante escrito que tuvo entrada en este Tribunal el 20 de enero de 1997,
formuló sus alegaciones por remisión a los motivos y argumentos ya deducidos en el escrito de interposición del
recurso, para concluir igualmente reproduciendo el suplico de la demanda en el que se pedía la declaración de nulidad
de las resoluciones recurridas.
El 31 de enero de 1997 tuvieron entrada en el Registro del Tribunal las alegaciones formuladas por el Ministerio
Fiscal, en las que se interesa la estimación del amparo solicitado.
Tras exponer cuantos antecedentes resultan necesarios para la resolución del recurso comienza el Fiscal centrando el
contenido de su informe en el análisis de la supuesta lesión del derecho de defensa producido al haberse privado al
interno de la posibilidad de comparecer por medio de Letrado en el recurso de apelación interpuesto, al no habérsele
requerido para ello ni habérsele nombrado de oficio. Entiende que las normas procesales reguladoras de los recursos
que cabe interponer frente a las resoluciones de los Jueces de Vigilancia Penitenciaria -Disposición adicional quinta
de la LOPJ- no imponen específicamente la obligatoriedad de la asistencia letrada en el recurso de apelación, pero sí
cabe deducir esa conclusión a sensu contrario de su apartado 5.º, que exceptúa la firma de Letrado únicamente para
recurrir en reforma. La aplicación subsidiaria de la LECrim llevaría a la misma conclusión, por lo que puede
concluirse que la intervención de Letrado es precisa para sustentar el recurso de apelación, por lo que entiende que
cabe afirmar que se ha producido una situación de indefensión al no contar el interno con asistencia letrada. Descarta,
por último, que la circunstancia de que el Fiscal sostuviera las mismas tesis que el demandante de amparo, al recurrir
también en apelación, prive de contenido a la demanda de amparo, pues entiende que ello no suple la necesidad de
posibilitar que el penado hubiera contado con un Letrado de su elección, o, en su caso, se le habilitase uno de oficio.
En consecuencia, el Ministerio Fiscal, como adelantábamos, interesa la estimación de la demanda por vulneración
del derecho a la tutela judicial efectiva sin indefensión.
Por providencia de 26 de noviembre de 1998, se señaló, para deliberación y votación de la presente Sentencia, el día
1 de diciembre siguiente.
II. FUNDAMENTOS JURÍDICOS
1. Según se expone con más detalle en los antecedentes, la Dirección General de Instituciones Penitenciarias acordó
mantener al recurrente, interno en un Centro penitenciario en calidad de penado, en segundo grado de clasificación.
El penado acudió en queja ante el Juez de Vigilancia Penitenciaria y, al verla desestimada, recurrió nuevamente dicha
decisión judicial en reforma y subsidiaria apelación. En todos los casos, el recurrente actuó personalmente,
sin asistencia letrada. La reforma fue desestimada, y en la misma resolución se admitió tanto la apelación del
demandante como la que, con idéntico motivo y similares argumentos, había presentado el Ministerio Fiscal. Sin
practicar más trámite el Juez remitió el expediente a la Audiencia Provincial para su resolución, lo que ésta llevó a
efecto desestimando el recurso.
La primera de las razones que se aducen en la demanda para solicitar la nulidad de las resoluciones judiciales por las
que se admitió a trámite y resolvió el recurso de apelación interpuesto por el recurrente, es la de que las mismas
habrían infringido las normas procesales que regulan la tramitación del recurso de apelación al no exigirle la firma de
Letrado en el escrito que lo formalizaba, ni darle la posibilidad de alegar con posterioridad a su interposición. A esta
supuesta irregularidad procesal imputa la lesión de sus derechos a la asistencia letrada y a utilizar los medios de
prueba necesarios para su defensa (art. 24.2 CE [ RCL 1978\2836 y ApNDL 2875]). Con los mismos argumentos, de
forma cumulativa, anuda a la actuación judicial la lesión del derecho a no padecer indefensión (art. 24.1 CE) por
cuanto los órganos judiciales no le habrían permitido ejercitar el derecho de defensa contradictoria, en toda su
extensión, al no requerirle para que nombrase Letrado de su elección bajo apercibimiento de hacerlo de oficio, y al
omitir el resto de trámites que entiende eran precisos.
El Ministerio Fiscal considera también que, en el caso concreto, la legalidad procesal imponía la intervención
de Letrado para recurrir en apelación contra la decisión del Juez de Vigilancia Penitenciaria, por lo que la Audiencia
provincial, al tramitar y resolver el recurso pese a no ir firmado por Letrado, habría provocado una situación de
indefensión al no haber requerido al recurrente para que lo designara o, en su caso, por no habérselo nombrado de
oficio.
2. Es relevante resaltar, a fin de clarificar el objeto de la petición de amparo, que no estamos ante un supuesto en el
que el nombramiento de Letrado haya sido solicitado por el interesado y denegado por los órganos judiciales (SSTC
47/1987 [ RTC 1987\47] y 92/1996 [ RTC 1996\92]), ni tampoco en uno de aquellos en los que la intervención de
Letrado es judicialmente exigida como un requisito procesal para proseguir el proceso (SSTC 42/1982 [ RTC
1982\42], 93/1991 [ RTC 1991\93] y 91/1994 [ RTC 1994\91]), sino, muy al contrario el recurrente se queja, en
esta ocasión, de que no se le haya exigido la intervención de Letrado al recurrir en apelación, y de que, como
consecuencia de tal omisión, el recurso se haya tramitado pese a su comparecencia personal. Por lo tanto, lo que
hemos de valorar es la corrección de la afirmación constante en la demanda, según la cual era constitucionalmente
obligado que los órganos judiciales proveyeran de Letrado al recurrente para la defensa de sus intereses, por ser éste
un requisito procesal del recurso.
El examen de la actuación judicial impugnada muestra que tanto el Juez de Vigilancia Penitenciaria como la
Audiencia Provincial consideraron que no era preceptiva la intervención de Letrado para sostener el recurso de
apelación contra la decisión del Juez que denegaba la solicitada progresión en el grado de clasificación penitenciaria.
Y en la medida en que no corresponde a esta jurisdicción de amparo determinar si dicha interpretación de la legalidad
ordinaria es o no la correcta ni por tanto ratificar o corregir las alegaciones del demandante y del Ministerio Fiscal en
torno a si en este tipo de recursos es legalmente preceptiva o no la intervención de Letrado, la estimación del amparo
no podría nunca fundarse en la consideración de la asistencia letrada como requisito procesal obligado. Sólo si por el
contenido del derecho fundamental alegado se entendiera constitucionalmente obligada la intervención de Letrado en
este caso, la pasividad de los órganos judiciales daría lugar al amparo.
Por tanto, la cuestión que se somete a nuestra consideración consiste únicamente en determinar si
el derecho fundamental a la asistencia letrada obligaba a los órganos judiciales a hacer ver al recurrente la
posibilidad que tenía de nombrar Letrado de su elección o de que le fuera nombrado de oficio si careciera de
medios económicos pese a que el recurrente había optado por su comparecencia personal sin realizar solicitud alguna
de tal nombramiento y considerar que no era legalmente preceptiva su intervención.
Para resolver esta cuestión resulta oportuno hacer referencia a nuestra doctrina jurisprudencial acerca del contenido
de este derecho fundamental.
3. La intervención de Letrado en los procesos judiciales es, en ocasiones, una exigencia estructural de su propio
desarrollo (STC 42/1982, fundamento jurídico 2.º), que se convierte en requisito procesal en garantía de los intereses
de la justicia, a fin de satisfacer el fin común a toda asistencia letrada: «lograr el correcto desenvolvimiento del
proceso como mecanismo instrumental introducido por el legislador con miras a una dialéctica procesal efectiva que
facilite al órgano judicial la búsqueda de una sentencia ajustada a Derecho» (STC 47/1987, fundamento jurídico 3.º).
Al hacer nuestro enjuiciamiento no cabe olvidar, sin embargo, que el art. 24.2 CE incluye también el derecho a
la asistencia de Letrado entre el haz de garantías que integran el derecho a un juicio justo, garantías que,
cobrando proyección especial en el proceso penal, son aplicables a todos los procesos. Su finalidad es «asegurar
la efectiva realización de los principios de igualdad de las partes y de contradicción que imponen a los órganos
judiciales el deber positivo de evitar desequilibrios entre la respectiva posición procesal de las partes o limitaciones
en la defensa que puedan inferir a alguna de ellas resultado de indefensión prohibido en el número 1 del mismo
precepto constitucional» (STC 47/1987, fundamento jurídico 2.º). Se configura, así, como
un derecho fundamental autónomo, estructural e instrumental al principio de igualdad de las partes (STC
139/1992 [ RTC 1992\139], fundamento jurídico 2.º). Como elementos esenciales de nuestros pronunciamientos
acerca del contenido del derecho puesto en cuestión cabría resaltar los siguientes:
A) Su carácter de derecho fundamental impide considerarlo un mero requisito formal cuyo incumplimiento
impide la continuación del proceso o, incluso, el ejercicio de otros derechos fundamentales como son los de
acceder a los recursos previstos por la ley, o el de someter la condena penal a un Tribunal Superior(SSTC
42/1982, fundamento jurídico 3.º, y 37/1988 [ RTC 1988\37], fundamento jurídico 6.º). Por ello, cuando la ley exige
la intervención de Letrado para dar validez a una actuación procesal, los órganos judiciales han de considerar su
ausencia como un requisito subsanable (SSTC 112/1989 [ RTC 1989\112] y 53/1990 [ RTC 1990\53]), por lo que no
sólo ha de dársele oportunidad al interesado de reparar tal omisión, sino que, además, «la exigencia a la parte de tener
un defensor acentúa la obligación de los poderes públicos de garantizar la efectiva designación de Letrado», (STC
91/1994, fundamento jurídico 2.º).
B) Sin embargo, la exigencia legal de postulación no coincide siempre con la
necesidad constitucional de asistencia letrada. Por ello, el que la ley permita la comparecencia personal del
interesado no justifica siempre la negativa judicial al nombramiento de Letrado del turno de oficio si quien lo solicita
carece de recursos económicos para designar uno de su elección. La necesidad constitucional de asistencia letrada
viene determinada por la finalidad que este derecho cumple. Si, como dijimos antes, se trata de garantizar la
igualdad de las partes y la efectiva contradicción para el correcto desarrollo del debate procesal será
constitucionalmente obligada la asistencia letrada allí donde la capacidad del interesado, el objeto del proceso o su
complejidad técnica hagan estéril la autodefensa que el mismo puede ejercer mediante su comparecencia
personal. Por eso hemos reconocido -en relación con la gratuidad de tal asistencia letrada- que «la negación
del derecho a la asistencia letrada gratuita en proceso que permite la comparecencia personal, sólo constituirá
vulneración constitucional si la autodefensa ejercitada por aquel a quien se niega el derecho se manifiesta incapaz de
compensar la ausencia de Abogado que lo defienda y, por lo tanto, de contribuir satisfactoriamente el examen de las
cuestiones jurídicas suscitadas en el proceso, lo cual será determinable, en cada caso concreto, atendiendo a la mayor
o menor complejidad del debate procesal y a la cultura y conocimientos jurídicos del comparecido personalmente,
deducidos de la forma y nivel técnico con que haya realizado su defensa» (STC 47/1987, fundamento jurídico 3.º).
4. La aplicación de estos criterios a la resolución del presente caso concluye en la falta de fundamento de la
demanda, pues ni quedó desequilibrada la posición del recurrente en el debate por cuanto también el
Ministerio Fiscal apoyó, con similares argumentos, la pretensión que aquél defendía, ni el examen de los escritos
de fecha 10 de julio y 9 de noviembre de 1995, en los que se formalizó la queja y el posterior recurso de reforma y
subsidiaria apelación, ponen de relieve una autodefensa incapaz de plantear correctamente las cuestiones
fácticas y jurídicas objeto de la pretensión (SSTC 161/1985 [ RTC 1985\161], 47/1987, 178/1991 [ RTC
1991\178], 162/1993 [ RTC 1993\162], 175/1994 [ RTC 1994\175], 51/1996 [ RTC 1996\51]), ni finalmente, por su
objeto -impugnación de la decisión administrativa de clasificación penitenciaria- se trata de un proceso donde
el asesoramiento técnico se muestre imprescindible para la defensa de los legítimos intereses del demandante.
A ello hay que añadir, desde la perspectiva del derecho a no padecer indefensión, que el demandante en ninguno de
los recursos que dirigió al Juzgado de Vigilancia Penitenciaria solicitó el nombramiento de Abogado, por lo que la
alegada indefensión por carecer de una asistencia letrada que judicialmente ha sido entendida no obligatoria, además
de no tener un contenido material evidente, como antes expresamos, de haberse producido sólo sería imputable a la
falta de diligencia del actor, es decir, al hecho de que no la solicitó (SSTC 68/1986 [ RTC 1986\68], 58/1988 [ RTC
1988\58], 50/1991 [ RTC 1991\50], 334/1993 [ RTC 1993\334], 11/1995 [ RTC 1995\11] y 39/1997 [ RTC 1997\39]).
5. Resta por analizar si la omisión de un trámite de alegaciones posterior a la interposición del recurso ha supuesto
lesión del derecho de defensa contradictoria del recurrente, como en su demanda alega.
Ya dijimos antes que no nos corresponde determinar cuál sea el procedimiento a través del cual se ha de tramitar el
recurso de apelación presentado contra la resolución del Juez de Vigilancia Penitenciaria denegatoria de una
progresión en el grado de clasificación. En esa medida, la regularidad procesal del trámite elegido carece de
trascendencia constitucional si es respetuoso con las expresadas garantías de igualdad, contradicción y defensa que
conforman el proceso justo. Para rechazar la pretensión de amparo basta con constatar que, frente a la decisión
judicial contraria a sus pretensiones, ha podido el recurrente formular libremente sus alegaciones al ejercitar el
recurso de reforma y subsidiaria apelación, y que la omisión del traslado al recurrente del recurso del Ministerio
Fiscal no le ha generado indefensión relevante porque tal recurso era no sólo favorable sino coincidente con sus
pretensiones, pues planteaba similares argumentos a los utilizados por el penado y solicitaba también la progresión de
grado. Por ello, la omisión del trámite de instrucción reclamado sólo le ha provocado la limitación de la
posibilidad de contestar a las alegaciones del Ministerio Fiscal, lo que, por las razones expresadas, no ha
repercutido negativamente en su esfera de intereses.
Todo lo cual lleva directamente a la desestimación de las pretensiones de amparo analizadas.
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE CONFIERE LA
CONSTITUCION DE LA NACION ESPAÑOLA,
Ha decidido
Desestimar el presente recurso de amparo.
Publíquese esta sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid, a uno de diciembre de mil novecientos noventa y ocho. José Gabaldón López.-Fernando García-
Mon y González-Regueral.-Rafael de Mendizábal Allende.-Julio Diego González Campos.-Carles Viver Pi-Sunyer.
Tomás S. Vives Antón.-Firmados y rubricados.

PREGUNTA QUE HA DE RESPONDER EL ALUMNO

1. ¿CUÁLES SON LAS CARACTERÍSTICAS DEL DERECHO FUNDAMENTAL DEL DERECHO


DE DEFENSA?
1. ¿CUÁLES SON LOS ELEMENTOS ESENCIALES DEL DERECHO DE DEFENSA?

SILABO A DESARROLLAR POR EL PROFESOR

EL CARÁCTER DE DERECHO ABSOLUTO DEL DERECHO DE TUTELA JUDICIAL EFECTIVA

RECURSO DE AMPARO NÚM. 6363/2000


PONENTE: DON PABLO MANUEL CACHÓN VILLAR
Recurso de amparo contra Auto, de 05-06-2000, del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria núm. 4 de Andalucía, que
revocó el beneficio de libertad condicional del recurrente en amparo, contra providencias, de 29-06-2000 y de 07-07-
2000, que denegaron al recurrente en amparo que su Procurador y su Letrado pudieran personarse en su
representación y defensa en el expediente de revocación de libertad condicional mientras se encontrase sustraído a la
acción de la justicia y contra Auto, de 06-11-2000, de la Audiencia Provincial de Cádiz (Sección Primera),
confirmatorio de los anteriores. Vulneración de los derechos fundamentales a obtener la tutela efectiva de jueces y
tribunales y a la defensa y asistencia de letrado: existencia: otorgamiento de amparo.
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Pablo Cachón Villar, Presidente, don Vicente Conde
Martín de Hijas, don Guillermo Jiménez Sánchez, doña Elisa Pérez Vera y don Eugeni Gay Montalvo, Magistrados,
ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 6363-2000, promovido por don Aurelio L. B., representado por el Procurador de los
Tribunales don José Carlos C. B. y asistido por el Abogado don Antonio J. M., contra el Auto de 5 de junio de 2000 y
contra las providencias de fechas 29 de junio de 2000 y de 7 de julio de 2000 que se dictaron en el expediente núm.
111/1999 por el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria núm. 4 de Andalucía, con sede en El Puerto de Santa María, y
contra el Auto de 6 de noviembre de 2000, pronunciado en el rollo 12-2000 por la Sección Primera de la Audiencia
Provincial de Cádiz. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado D. Pablo Cachón Villar,
quien expresa el parecer de la Sala.
I. ANTECEDENTES
El día 1 de diciembre de 2000 se presentó ante este Tribunal por el Procurador señor C. B., en nombre y
representación de don Aurelio L. B., un escrito promoviendo recurso de amparo contra las resoluciones judiciales
mencionadas en el encabezamiento de la Sentencia.
De la demanda y de las actuaciones seguidas en el caso resulta lo siguiente:
a) Por Auto de 15 de noviembre de 1999 del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria núm. 4 de Andalucía, con sede en
El Puerto de Santa María, se aprobó la propuesta de libertad condicional adelantada en favor del interno don Aurelio
L. B., de nacionalidad italiana, condenado a cinco años de prisión por la comisión de un delito contra la salud pública.
En la citada resolución judicial se le impusieron las siguientes reglas de conducta: «1) Obligación de residir en el
domicilio que consta en el expediente, no pudiendo trasladar su residencia a otro lugar ni traspasar los límites de la
provincia donde aquél esté ubicado sin autorización de este Juzgado. 2) Obligación de quedar bajo custodia de la
persona que igualmente consta en el expediente. 3) Obligación de cumplir las normas impuestas en su caso por la
Junta de Tratamiento en el programa individualizado de seguimiento de la libertad condicional, bajo tutela de los
servicios sociales penitenciarios».
b) El día 13 de marzo de 2000 el liberado ingresó en el Centro Penitenciario de Sevilla en calidad de detenido, y
luego en prisión provisional, a disposición del Juzgado de Instrucción núm. 7 de Sevilla, por diligencias previas núm.
8372/1999, seguidas por un delito contra la salud pública. Tras la comunicación pertinente fue incoado expediente
para la revocación de la libertad condicional, informando el Ministerio Fiscal sobre su procedencia. Por Auto de 5 de
junio de 2000 el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria núm. 4 de Andalucía, sede de El Puerto de Santa María, dispuso
la revocación de la libertad condicional concedida al penado Aurelio L. B., debiendo cumplir el resto de la condena
impuesta en situación de internamiento en el centro penitenciario que correspondiera, sin perjuicio de computar el
tiempo pasado en libertad condicional a efectos de cumplimiento definitivo de la condena, y ordenó librar despacho a
la policía para su busca, captura, detención e inmediato ingreso en prisión. En los antecedentes de hecho de la citada
resolución judicial se hace constar que «el liberado condicional fue detenido en la localidad de El Puerto de Santa
María (Cádiz) existiendo indicios racionales de su participación en una red de distribución de droga». Su
razonamiento jurídico único consigna que «a la vista de las incidencias participadas por el Centro Penitenciario de
Sevilla y por el Juzgado número siete de los de dicha ciudad, que acreditan que el liberado, con la conducta que
documentan, no es acreedor de un pronóstico de reinserción social favorable, circunstancia determinante de la
concesión del beneficio de la libertad condicional y que ha desaparecido, por lo que procede, de conformidad con el
artículo 93 del Código Penal vigente ( RCL 1995, 3170 y RCL 1996, 777) y el 201 del Reglamento Penitenciario
( RCL 1996, 521, 1522) , la revocación de la libertad condicional de la que venía disfrutando el interno».
c) El Auto de 13 de junio de 2000 del Juzgado de Instrucción núm. 7 de Sevilla dispuso que el preso preventivo don
Aurelio L. B. fuese puesto en libertad y excarcelado. Enviado por el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria núm. 4 de
Andalucía exhorto para la notificación del Auto revocatorio del beneficio de libertad condicional, la diligencia no se
pudo efectuar por haber sido el preso puesto en libertad, por lo que se acordó librar órdenes de busca y captura en
fecha de 21 de junio de 2000. Por diligencia de 28 de junio de 2000 del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria núm. 4 de
Andalucía se hace constar que en fecha de 13 de junio de 2000 el Centro Penitenciario de Sevilla no había recibido
copia del Auto de revocación de la libertad condicional, por lo que el penado fue excarcelado, y por ello el día 21 se
dictó libramiento de la correspondiente orden de busca y captura. En esta situación permaneció el demandante,
desconociéndose su paradero, al ausentarse del domicilio designado en el expediente de libertad condicional.
d) El día 28 de junio de 2000 se presenta ante el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria núm. 4 de Andalucía un escrito
del Procurador de don Aurelio L. B. y firmado por Letrado solicitando la personación en el expediente 111/1999 de
libertad condicional, que fue rechazada por providencia de 29 de junio de 2000, en la que se hace constar lo siguiente:
«Dada cuenta y visto el contenido de la anterior diligencia, resultando que el condenado Aurelio L. B., al que le fue
revocada la libertad condicional por Auto de este Juzgado de fecha 5/6/2000, se encuentra sustraído a la acción de la
justicia y en situación de busca y captura por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, no ha lugar a admitir la
personación de Abogado y Procurador que actúen en su defensa, puesto que tal proceder constituye un fraude
procesal y un abuso de derecho, prescrito [sic] con carácter general para todo el Ordenamiento Jurídico en los
artículos 6.4 y 7.2 del Código Civil ( LEG 1889, 27) . En consecuencia, mientras continúe tal situación, y el
condenado no sea habido o voluntariamente reingrese en el Centro Penitenciario, no se dará vista de los autos, ni
ningún tipo de información sobre los mismos al abogado y procurador que dicen actuar en su nombre, así como
tampoco se les recibirá en las horas de audiencia de este Juzgado para asunto alguno que tenga relación con dicho
condenado».
Contra la anterior providencia el Procurador del penado presenta escrito impugnándola en súplica. El Juzgado de
Vigilancia Penitenciaria, por providencia de 7 de julio de 2000, dispone lo siguiente: «Dada cuenta.–El escrito que
antecede, presentado en el día de ayer, con su copia y la del poder general para pleitos, por el procurador señor G. J.,
ante el Juzgado de Guardia de esta ciudad, se unirá al expediente de su razón, estándose a lo acordado en providencia
dictada en el presente expediente en fecha 29 de junio de 2000, y a los únicos efectos de constancia».
e) La representación del penado deduce recurso de queja. El recurso se desestima por Auto de 6 de noviembre de
2000 de la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Cádiz. Tras la transcripción de particulares de la
fundamentación jurídica de las SSTC 87/1984 ( RTC 1984, 87) y 149/1986 ( RTC 1986, 149) el Auto añade lo
siguiente: «Si de acuerdo con los razonamientos expuestos no se causa perjuicio al imputado rebelde por obligársele a
comparecer en fase de instrucción, menos todavía cuando se ha dictado sentencia firme.–Es decir, ya no pude operar
como contrapeso la posibilidad de que se decrete, con carácter cautelar o no, una medida justificada ahora pero que
podrá no tener correspondencia con un fallo condenatorio; sino que nos encontramos ante una decisión firme que hay
que ejecutar. El poder coactivo del Estado se ha pronunciado en forma de sentencia y no hay más que llevar a cabo lo
mandado por ella.–En el supuesto enjuiciado, la puesta del reo a disposición del tribunal está justificada no por la
buena marcha del procedimiento, como en los casos examinados por el Tribunal Constitucional, sino para el
cumplimiento de su finalidad primordial. Ha dejado de ser un medio para asegurar que se logre el buen fin del juicio,
para pasar a constituir un fin en sí misma, la realización de lo resuelto en él.–Por tanto, estimamos que la decisión
impugnada es la correcta y no debe admitirse personación al reo hasta que se someta al juzgado».
El penado dedujo recurso de amparo ante este Tribunal Constitucional, invocando, como primer motivo, la
vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ) en el sentido de derecho de
acceso al proceso y a los recursos, sin que pueda producirse indefensión y del derecho a un proceso equitativo (art.
6.1 CEDH [ RCL 1999, 1190] ). Considera que siendo la publicidad la regla general de las actuaciones judiciales, y
el secreto de las mismas la excepción (arts. 120.1 CE y 232 LOPJ [ RCL 1985, 1578, 2635] ) –excepcionalidad que,
aun sin apoyarse para justificar su decisión en una norma concreta, la justifica con base en las SSTC 87/1984 ( RTC
1984, 87) y 149/1986 ( RTC 1986, 149) – la resolución judicial que impide la personación, la interposición de
recursos, la posibilidad de solicitar información del asunto y la de ser recibidos en audiencia, entraña una sanción
desproporcionada con respecto a la situación de hecho de la que se parte. El supuesto fáctico es una situación de
ausencia o rebeldía del liberado condicional y respecto a ello dice que para constituir al liberado en esa situación se
ha tramitado un proceso revocatorio en que no ha sido oído precisamente dicho liberado, sujeto pasivo del mismo. Se
ha pasado de una situación de libertad condicional a su revocación, sin haber oído ni dado traslado de las actuaciones
al liberado condicional, y ello cuando no había obstáculo alguno, pues en aquellos momentos se hallaba en situación
de preventivo –en la que estuvo desde el 16 de marzo de 2000 hasta el 13 de junio siguiente– habiéndose iniciado las
diligencias tendentes a la revocación de la libertad condicional el 30 de marzo de 2000, y siendo solicitada por el
Ministerio Fiscal la revocación de la libertad condicional con fecha de 30 de mayo siguiente, momentos en los que se
debió –y pudo hacerse sin impedimento– dar audiencia en el proceso de revocación y así se dice porque –según el
demandante– no puede decretarse la rebeldía sin que antes se haya revocado la decisión (Auto) que instauró la
situación de libertad condicional, constando que el sujeto pasivo de dicho proceso revocatorio no fue oído en el
mismo.
Con reproducción de las alegaciones que el demandante vertió en el recurso de queja promovido en la vía judicial,
argumenta que la libertad condicional es un derecho subjetivo del interno y que el derecho de defensa ha de
proyectarse no sólo en la fase declarativa del proceso penal sino también en su fase de ejecución. Por ello, ya desde el
principio se ha vulnerado su derecho de acceso al proceso. En este momento inicial, proyectado hacia el proceso
revocatorio, y después –lo que es objeto central de la demanda de amparo–, por impedir la decisión de la Audiencia,
convalidando la del Juzgado, el conocimiento de la decisión que cancela la libertad condicional, la interposición de
los recursos que procedan contra ella e, incluso, la posibilidad de recibir información del Juzgado o que los
profesionales que representan al demandante sean recibidos en audiencia por su titular. Si la situación de rebeldía ha
sido constituida previa revocación de la decisión que instaura la libertad condicional y esta última se decreta sin
audiencia del liberado, el Auto de la Audiencia Provincial de Cádiz –que impide la personación, la interposición de
recursos, la posibilidad de solicitar información del asunto y la de ser recibidos en audiencia los profesionales que
representan al demandante de amparo–, en su parecer, constituye una sanción desproporcionada con respecto a la
situación de hecho originaria y su consecuencia posterior (rebeldía), pues se ha llegado a dicha declaración de
ausencia tras un proceso revocatorio en el que se han infringido los derechos de audiencia del liberado condicional.
Las SSTC 87/1984 ( RTC 1984, 87) y 149/1986 ( RTC 1986, 149) , a las que se remite la Audiencia Provincial de
Cádiz, insisten en que se están refiriendo a un caso concreto acotado en el proceso ordinario y, de otra parte, la
doctrina que se contiene en ellas ha sido matizada posteriormente por la STC 91/2000 ( RTC 2000, 91) , F. 15, que
el recurrente reproduce en su escrito de demanda. Sigue argumentando que es verdad que el Tribunal provincial
justifica su decisión diciendo que si la doctrina del Tribunal Constitucional es la que expone –partiendo de un caso en
el que aún no hay sentencia– con más razón será aplicable a los casos en los que hay sentencia firme, pero a esta
conclusión hay que oponer, primero, la doctrina del Tribunal Constitucional (STC 91/2000) citada y, segundo, que no
debe olvidarse que el «status» del demandante era el de liberado condicional, es decir, se encontraba en una situación
material de libertad, «status» que llegó tras un proceso previsto en la Ley penal y penitenciaria y cuyas condiciones
deben regir –por el valor superior de la libertad en nuestro Ordenamiento jurídico– hasta que las decisiones sobre la
cancelación del mismo ganen firmeza. Desde esta perspectiva se habría vulnerado igualmente el derecho fundamental
a la libertad del demandante (art. 17.1 CE), por haber sido cancelado su estatuto de liberado condicional sin haberle
oído.
También, en el parecer del demandante, ha sido vulnerado el derecho a un proceso equitativo que consagra el art. 6.1
CEDH, y en este sentido cita la STEDH casoKhalfaoui c. Francia ( TEDH 1999, 68) y las que se citan en la
misma, señaladamente la STEDH caso Poitrimol c. Francia ( TEDH 1993, 53) , Sentencia esta última en la que se
declara que «la inadmisibilidad de un recurso, por motivos relacionados con la fuga del demandante, debía
considerase... una sanción desproporcionada, teniendo en cuenta el lugar primordial que los derechos a la defensa y el
principio de preeminencia del derecho ocupan en una sociedad democrática». Asimismo se dice en la Sentencia
caso Khalfoaui que las limitaciones impuestas para el acceso a un Tribunal «no podrán restringir el acceso abierto al
individuo de una forma o hasta un punto tal que el derecho se encuentre vulnerado en su sustancia misma», y añade
que tales limitaciones «sólo se conciliarían con el art. 6.1 si persiguen un objetivo legítimo y si existe una relación
razonable de proporcionalidad entre los medios empleados y el objetivo perseguido».
El demandante denuncia igualmente la vulneración del derecho de defensa por Abogado [arts. 24.2 CE y 6.3 c)
CEDH], invocando la STEDH caso Van Geyseghem c. Bélgica ( TEDH 1999, 2) , en el que el demandante
reprochaba al Tribunal de Apelación de Bruselas no haber autorizado a su Abogado a defenderle en su ausencia. El
Tribunal falló que hubo violación del Convenio de Roma, en concreto del art. 6.1 en relación con el art. 6.3 c). Por
otra parte, invoca la STS de 13 de octubre de 1998 ( RJ 1998, 8061) , en la que, en un supuesto de refundición de
condenas, se caracteriza el derecho de defensa como el más sagrado de los derechos relacionados con el proceso
judicial en cualquiera de sus fases, declarativa o de ejecución, y, finalmente, reseña el voto particular formulado
respecto de la STC 91/2000 ( RTC 2000, 91) , en el punto de que el art. 6.3 c) CEDH cabe interpretarse como que el
acusado puede defenderse por sí mismo, estando personalmente presente en el juicio, o por medio de un Abogado a
su elección, permaneciendo voluntariamente ausente, por lo que el Auto impugnado de la Audiencia Provincial de
Cádiz vulnera igualmente el derecho fundamental de defensa por Abogado.
Por último invoca la lesión del derecho a la libertad (art. 17.1 CE) en relación con el principio de legalidad, que se
anuda a la decisión de revocar el «status» de libertad condicional sin darle audiencia ni intervención al liberado
condicional en el proceso revocatorio, invocación que conecta con el principio de legalidad en la ejecución de las
penas (art. 3.2 CP [ RCL 1995, 3170 y RCL 1996, 777] ).
Finalmente concluye la demanda de amparo con la súplica de que «[se] dicte Sentencia que reponga al demandante
en sus derechos fundamentales vulnerados, decretando la nulidad de las resoluciones que han afectado a sus derechos,
incluyendo la nulidad de la decisión de revocación de la libertad condicional».
La Sección Tercera de este Tribunal, mediante providencia de 26 de marzo de 2001, acordó dar vista de las
actuaciones al demandante de amparo y al Ministerio Fiscal a fin de que, de conformidad con lo dispuesto en el art.
50.3 LOTC ( RCL 1979, 2383) , formulasen en el plazo de diez días alegaciones que estimaran oportunas en
relación a la eventual carencia manifiesta de contenido constitucional de la demanda.
Mediante escrito presentado el día 20 de abril de 2001 el demandante de amparo formuló alegaciones en las que se
interesaba la admisión a trámite del recurso, reproduciendo de forma breve la argumentación de la demanda.
El Ministerio Fiscal formuló alegaciones el 27 de abril de 2001 en las que interesa la inadmisión de la demanda por
carecer ésta de contenido constitucional [art. 50.1 c) LOTC], anticipando la argumentación que luego formularía y
que más adelante es reproducida.
Por providencia de 28 de junio de 2001 la Sala Segunda de este Tribunal acordó admitir a trámite la demanda de
amparo y, a tenor de lo dispuesto en el art. 51 LOTC ( RCL 1979, 2383) , requerir a la Sección Primera de la
Audiencia Provincial de Cádiz, para que, en el plazo de diez días, remitiera testimonio del rollo núm. 12-2000, así
como para que por dicho órgano judicial y por el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria de El Puerto de Santa María se
procediera a la práctica de los emplazamientos pertinentes.
Por escrito de 30 de noviembre de 2001 el demandante reitera las alegaciones vertidas en el escrito de demanda
aduciendo, en lo concerniente a la denuncia de lesión del derecho a la libertad, que la STEDH caso Streletz, Kessler
y Krenz ( TEDH 2001, 229) explica claramente que el art. 7 CEDH ( RCL 1999, 1190) contiene el principio de
legalidad en la ejecución de las penas, que también se ha desconocido en todo el proceso revocatorio.
El Fiscal ante el Tribunal Constitucional, en escrito de 5 de diciembre de 2001, solicitó la desestimación del recurso
de amparo. Recuerda la doctrina contenida en la STC 149/1986 ( RTC 1986, 149) , F. 2, respecto a la personación
por medio de Procuradores de los procesados en rebeldía en el sumario ordinario, como también lo manifestado por el
Tribunal Constitucional en su ATC 79/2001 ( RTC 2001, 79 AUTO) , FF. 2 y 3, en el supuesto de inadmisión de
recursos, por considerarlos en fraude de Ley, por parte de quienes pretendían accionar como querellantes en un
determinado proceso penal, estando en situación de rebeldía en otro diverso.
En el supuesto de autos, tanto el parámetro de la obligación de sujeción personal de los implicados en causas
criminales, como el fraude de Ley que implica impetrar la acción de la justicia y paralelamente sustraerse a la misma,
han sido utilizados por los órganos judiciales para imponer al demandante, que en su condición de penado se
encuentra evadido, la obligación de previa puesta a disposición de la autoridad judicial para poder personarse en el
expediente de revocación, y el objeto del amparo debe circunscribirse a ese extremo, marginándose las pretendidas
irregularidades acaecidas en el expediente, que no han sido analizadas en las resoluciones cuestionadas. El recurrente,
que se encontraba en situación de libertad condicional, en situación de penado extinguiendo una condena por delito
contra la salud pública, ingresó en prisión –al haberse decretado su prisión provisional– como imputado en un nuevo
ilícito de la misma naturaleza, acaecido tras la concesión de dicha libertad condicional y durante su vigencia. Ello
motivó que se le revocara dicho beneficio, revocación que no pudo notificársele, pues por un defecto de
comunicación habido fue puesto en libertad, al decretarse su libertad provisional en la última causa, sin que la
revocación del beneficio de libertad condicional fuera puesta en conocimiento a tiempo de la autoridad penitenciaria.
Tras su puesta en libertad el ahora demandante abandonó su domicilio, encontrándose sustraído a la acción de la
justicia y en situación de busca y captura por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, y, por tanto, en flagrante
incumplimiento de las condiciones a que se sujetó la concesión del beneficio.
Los criterios utilizados por los órganos judiciales para modular el derecho a la tutela judicial efectiva del ahora
demandante, exigiendo su comparecencia personal, han sido estimados como válidos por el Tribunal Constitucional,
aunque los supuestos fácticos y jurídicos examinados en tales precedentes no sean en todo coincidentes con los del
presente, pues tratamos de una causa criminal conclusa. Se mantiene la coincidencia en diversos extremos, como el
tratarse de personas sujetas a causa criminal que se hallan en situación de rebeldía, contumacia o fuga y que
pretenden actuar a través de representantes procesales. Obviamente la exigencia de efectiva puesta a disposición de la
autoridad de los penados no se contempla en la legislación penitenciaria al regular el régimen de recursos y quejas de
los penados internos en establecimientos penitenciarios, pues en éstos tal requisito concurre de modo inexorable.
Ahora bien, lo que sí cabe indicar es que para tales penados la evasión no es un hecho neutro, de nula trascendencia
en su ejecutoria, ya que, al margen de motivar su busca y captura, comporta la comisión de un nuevo ilícito penal
además de la sanción en el régimen de beneficios, permisos y recompensas, y ello es así porque los penados están
sujetos al cumplimiento coactivo de una condena. Los penados que en situación de libertad condicional se evaden se
encuentran en la misma situación de cumplimiento coactivo de una condena, aunque con una modalidad específica de
cumplimiento; cosa distinta es que en estos casos la evasión no tenga además las mismas consecuencias penales y
sancionadoras que para los internos.
Conviene detenerse –según el Ministerio Fiscal– en el estudio de los internos que, disfrutando de algún beneficio
penitenciario y concretamente de determinado grado, tercer grado o régimen abierto, aprovechan un permiso derivado
de dicho grado y se colocan en situación de fuga, situación que guarda evidente analogía con la presente; pues bien,
«tales internos, en virtud de lo previsto en el Reglamento Penitenciario, son regresados provisionalmente en grado, no
pudiendo analizar de nuevo su situación hasta que se produzca su efectivo ingreso en la prisión (art. 252 RP [ RCL
1996, 521, 1522] )». De ello se infiere que, «tratándose de penados que se encuentran extinguiendo su condena, su
deber de puesta a disposición personal de la autoridad es una exigencia ineludible derivada del principio de
cumplimiento coactivo de las condenas, cumplimiento que es así, coactivo, y que no queda en modo alguno al albur
de los penados». Por ello la exigencia de comparecencia personal en caso de penados que pretenden discutir su modo
de extinción de las condenas atiende a una finalidad de protección de un bien constitucionalmente legítimo, cual es el
cumplimiento coactivo de las condenas penales.
También cabe indicar que, dada la situación de contumacia, el cambio operado en el régimen de extinción penal
carece de toda virtualidad práctica, que sólo se alcanzará cuando el penado se persone o sea habido, sin que tal
exigencia comporte «prima facie» mayores perjuicios que los que se puedan originar al rebelde en fase de instrucción
o al acusador particular, pues el expediente en el que se pretende la personación es de sencillísima tramitación y las
causas de revocación están muy delimitadas. Además, en el concreto expediente la causa revocatoria tiene una
incontestable acreditación y no es en modo discutida, pues lo que se achaca es el no habérsele dado audiencia
personal, extremo que, dada la voluntaria decisión de evasión, aparece como de difícil atendimiento y remedio, y que
ignora que esa decisión adoptada por el demandante de evasión constituye una nueva causa de revocación. El
requisito que se impone al demandante viene a coincidir con la tacha que, en principio, parece esgrimir de oposición a
la resolución habida, y sólo en su mano está el remediar la indefensión, mediante el cumplimiento del requisito
impuesto, pudiendo examinar aquella y otras alegaciones con celeridad, dada la sencillez del procedimiento. La
situación, por lo tanto, parte de una postura que encierra una paradoja; en suma el demandante se duele de lo que
pretende sea tomado por válido, con olvido de que su indiscutible situación de penado comporta un deber de sujeción
personal para el cumplimiento de una pena.
En cuanto a la queja de no haberse autorizado a su Abogado a defenderle en su ausencia debe reconducirse a la
vulneración del art. 24.1 CE ( RCL 1978, 2836) ya analizada. Respecto de la invocación del derecho a la libertad
(art. 17.1 CE), amén de su no temporánea alegación que la hace incurrir en causa de inadmisión, también aparece
huérfana de sustento, pues las resoluciones judiciales cuestionadas en modo alguno han supuesto toma de decisión
respecto a dicho derecho, y la libertad del recurrente no aparece afectada dado el pleno disfrute de la misma en que se
encuentra. Debe indicarse al efecto que el estado del solicitante era el de penado, que se adoptó la medida de
«suspensión de la libertad condicional, decisión que no cuestiona y que alguno de sus escritos tilda de correcta y
digna de ser mantenida, y a la que ningún reproche constitucional dirige y tal era el estado personal existente cuando
tomó la decisión de evasión, y tal era su estado personal cuando se revocó la libertad condicional».
Por otrosí digo el recurrente interesó en su escrito de demanda la «suspensión de los efectos de la decisión de
revocación de la libertad condicional mientras se tramita esta demanda». En providencia de 28 de junio de 2001 la
Sala Segunda de este Tribunal ordenó formar pieza separada de suspensión cautelar. Evacuado el trámite de
alegaciones, la Sala Segunda acordó denegar la suspensión interesada en Auto 265/2001, de 15 de octubre. Contra
esta resolución el demandante interpuso recurso de súplica, que fue desestimado por Auto 16/2002, de 11 de febrero.
Por providencia de fecha 6 de noviembre de 2003, la Sala Segunda señaló el día 10 del mismo mes y año para
deliberación y fallo de la presente Sentencia.
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
El recurso de amparo se dirige contra el Auto de 5 de junio de 2000 y contra las providencias de fechas 29 de junio y
7 de julio de 2000, que se dictaron por el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria núm. 4 de Andalucía con sede en El
Puerto de Santa María, así como contra el Auto de 6 de noviembre de 2000 de la Audiencia Provincial de Cádiz,
Sección Primera.
El Auto de 5 de junio de 2000 revocó el beneficio de libertad condicional que al hoy demandante se le había
concedido por otro anterior de 15 de noviembre de 1999. Las restantes resoluciones judiciales deniegan al
demandante de amparo que su Procurador y su Letrado puedan personarse en su representación y defensa en el
expediente de revocación de libertad condicional mientras se encuentre sustraído a la acción de la justicia.
El demandante aduce diversas vulneraciones constitucionales. Invoca como primer motivo la lesión de su derecho a
la tutela judicial efectiva sin indefensión (art. 24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ), en sus vertientes de acceso al proceso y
a los recursos, conectándolo con el derecho a un proceso equitativo del art. 6.1 del Convenio europeo de derechos
humanos ( CEDH [ RCL 1999, 1190] ), puesto que, a partir de una situación en la que se ha pasado de la libertad
condicional a su revocación sin que se hubiera oído al interesado, entiende que se aplica una sanción
desproporcionada al negársele la personación en el proceso, el acceso a los recursos y la obtención de información
sobre las actuaciones. Además denuncia lesión de su derecho de defensa (art. 24.2 CE), exigible igualmente en la fase
de ejecución, pues, aun permaneciendo ausente, cabe que lo ejerciera por medio del Abogado de su elección.
Finalmente, con invocación del art. 17.1 CE, señala una vulneración del derecho a la libertad personal, que relaciona
con el principio de legalidad en la ejecución de las penas, lesión que derivaría de la revocación del beneficio de
libertad condicional sin previa audiencia del afectado.
El Ministerio Fiscal se opone a la pretensión de amparo. Considera que las resoluciones judiciales impugnadas han
tenido en cuenta tanto la sujeción personal de los implicados en causas criminales como el fraude de Ley que implica
impetrar la acción de la justicia y paralelamente sustraerse a la misma, parámetros que han sido estimados como
válidos por el Tribunal Constitucional. No siendo la evasión un hecho neutro en la ejecutoria de un penado, la
exigencia de comparecencia personal de los que pretenden discutir el modo de extinción de sus condenas atiende a la
finalidad de proteger un bien constitucionalmente legítimo, cual es el cumplimiento coactivo de las condenas penales.
El Fiscal tampoco asume la queja de indefensión, alegando que ésta se remediaría mediante el cumplimiento del
requisito de previa sujeción al órgano judicial impuesto al penado. Rechaza por último que las decisiones judiciales
impugnadas hayan supuesto una toma de decisión respecto al derecho a la libertad.
A la vista de las pretensiones deducidas hemos de tener en cuenta que, como hemos dicho en nuestras SSTC
115/2002, de 20 de mayo ( RTC 2002, 115) , F. 3, y 65/2003, de 7 de abril ( RTC 2003, 65) , F. 2, corresponde a
este Tribunal, en función de las circunstancias concurrentes en cada supuesto concreto sometido a su consideración,
determinar no sólo el orden del examen de las alegaciones, sino también si resulta necesario o conveniente
pronunciarse en la Sentencia sobre todas las lesiones de derechos constitucionales denunciadas en el caso de que se
haya apreciado la concurrencia de una de ellas.
En el presente caso nuestro enjuiciamiento debe realizarse dando prioridad a las concernientes a la denegación
judicial respecto de la petición de personación del demandante en el proceso por medio de Procurador y Abogado, así
como a la invocación del derecho a la defensa a través de Abogado, quejas todas que se apoyan en los dos apartados
del art. 24 CE ( RCL 1978, 2836) . Y ello porque su eventual estimación daría lugar no sólo a la anulación de las
resoluciones judiciales que denegaron la personación, sino también conllevaría la retroacción de las actuaciones
dentro del expediente donde se produjo la vulneración hasta un momento procesal en que el resto de las quejas
esgrimidas, relacionadas con el Auto de revocación de libertad condicional, pudieran ser examinadas por los órganos
judiciales competentes, después de que la parte ejerciese, en su caso, sus posibilidades procesales, salvaguardándose
así el carácter subsidiario del amparo constitucional ( SSTC 68/2002, de 21 de marzo [ RTC 2002, 68] , F.
1; 70/2002, de 3 de abril [ RTC 2002, 70] , F. 2). Además, como sugiere el Ministerio Fiscal, se impone el
enjuiciamiento conjunto de los motivos reseñados en primer término habida cuenta de su estrecha vinculación,
resultante de que la defensa a través de Letrado está posibilitada, caso de que constitucionalmente se admita, en el
supuesto enjuiciado, la personación del demandante ausente por medio de Letrado y Procurador.
Según nuestra doctrina el derecho a la tutela efectiva sin indefensión, consagrado en el art. 24.1 CE ( RCL 1978,
2836) , comporta la exigencia de que en todo proceso judicial debe respetarse el derecho de defensa, alcanzando su
máxima intensidad en el ámbito penal por la trascendencia de los intereses en presencia y los principios
constitucionales que entran en juego en dicho ámbito ( SSTC 102/1998, de 18 de mayo [ RTC 1998, 102] , F.
2; 68/2002, de 21 de marzo [ RTC 2002, 68] , F. 3). También hemos dicho que entre las garantías que integran el
derecho a un proceso justo se incluyen el derecho a la defensa y a la asistencia letrada, que el art. 24.2 CE consagra
de manera singularizada ( SSTC 92/1996, de 27 de mayo [ RTC 1996, 92] , F. 3; 105/1996, de 11 de junio [ RTC
1996, 105] F. 2; 145/2002, de 15 de julio [ RTC 2002, 145] , F. 3; 222/2002, de 25 de noviembre [ RTC 2002,
222] , F. 2), como igualmente el art. 6.3 c) CEDH ( RCL 1999, 1190) , en el que se reconoce el derecho «a
defenderse por sí mismo o a ser asistido por un defensor». Asimismo hemos destacado la íntima conexión que existe
entre el derecho de defensa y el de asistencia letrada ( SSTC 47/1987, de 22 de abril [ RTC 1987, 47] , F. 2; 9/1997,
de 14 de enero [ RTC 1997, 9] , F. 3), derecho que tiene como finalidad, al igual que todas las demás garantías que
conforman el derecho en el que se integran, el de asegurar la efectiva realización de los principios de igualdad de
partes y de contradicción, y que imponen a los órganos judiciales el deber positivo de evitar desequilibrios entre la
respectiva posición procesal de las partes o limitaciones en la defensa que puedan inferir a alguna de ellas resultado
de indefensión, prohibido por el precitado art. 24.1 CE.
Es también reiterada doctrina, que se recuerda en nuestras SSTC 91/2000, de 30 de marzo ( RTC 2000, 91) , F. 2,
y 191/2001, de 1 de octubre ( RTC 2001, 191) , F. 2, que para poder apreciar la queja de indefensión es preciso que
la situación en la que el ciudadano se haya visto colocado no sea debida a una actitud voluntariamente aceptada por él
o imputable a su propio desinterés, pasividad, malicia o falta de la necesaria diligencia ( SSTC 68/1986, de 27 de
mayo [ RTC 1986, 68] ; 103/1993, de 22 de marzo [ RTC 1993, 103] ; 334/1993, de 15 de noviembre [ RTC
1993, 334] ).
Como se relata más extensamente en los antecedentes de esta Sentencia, el demandante de amparo es un penado de
nacionalidad italiana condenado a cinco años de prisión por un delito contra la salud pública, y a quien, después de
permanecer en prisión algo más de tres años y tres meses, se le había concedido el beneficio penitenciario de libertad
condicional, situación de la que disfrutó hasta que fue detenido y, más tarde, constituido en prisión provisional por
Auto del Juzgado de Instrucción núm. 7 de Sevilla, dictado en unas diligencias penales en las que se investigaba un
delito contra la salud pública. Incoado en el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria competente expediente de revocación
del beneficio de libertad condicional, dicho órgano judicial lo concluye pronunciando Auto revocatorio que no llegó a
ser notificado al penado, ya que éste, después de que fuera puesto en libertad por el Juzgado de Instrucción, se
sustrajo a la acción de la justicia, por lo que fue dictada orden para su búsqueda y captura.
Hallándose en ignorado paradero, el demandante, sin comparecer en persona o someterse con carácter previo al
Juzgado de Vigilancia Penitenciaria, pretendió, no obstante, promover ante éste la defensa de sus intereses en el
expediente de revocación del beneficio mediante una personación con Procurador y Abogado, personación que fue
denegada por los órganos judiciales. Se invoca en la resolución judicial que cierra el proceso –el Auto de 6 de
noviembre de 2000 de la Audiencia Provincial de Cádiz– la doctrina que recogen nuestras SSTC 87/1984, de 27 de
julio ( RTC 1984, 87) , F. 5, y 149/1986, de 26 de noviembre ( RTC 1986, 149) , F. 2, por las que se negó el
amparo constitucional a procesados rebeldes que, sin comparecer ante el órgano judicial, pretendieron sin éxito la
personación de su Procurador y su Abogado en la causa penal.
Entonces dijimos que el derecho a la tutela judicial efectiva no es un derecho absoluto susceptible de ser ejercitado en
todo caso y al margen del proceso legalmente establecido, sino que se ha de ejercer dentro de éste y con
cumplimiento de los requisitos que cada caso requiera, interpretados de manera razonable y no pudiendo ser tales
que, de hecho, supriman o cercenen de manera sustancial el derecho de defensa.
Dicho esto, igualmente debe tenerse en cuenta que la compatibilidad con el derecho de defensa de las limitaciones
impuestas legalmente depende de las circunstancias del proceso particular y de la clase del proceso mismo ( STEDH
caso Khalfaouiz , de 14 de diciembre de 1999, § 37 [ TEDH 1999, 68] ). A este respecto es pertinente recordar que
en la desestimación de aquellos recursos de amparo se tuvo presente, en primer lugar, que, tratándose de la fase
sumarial de proceso por delito, la propia presencia del procesado rebelde (situación en la que se hallaban quienes
había recurrido en amparo) «puede ser conveniente y aun necesaria para el esclarecimiento de los hechos» ( STC
87/1984, de 27 de julio [ RTC 1984, 87] , F. 5, y en igual sentido STC 149/1986, de 26 de noviembre [ RTC 1986,
149] , F. 2), y, en segundo lugar, que es propio de nuestro proceso ordinario por delitos graves la suspensión del
curso de la causa –en especial en lo pertinente al señalamiento y celebración del juicio oral–, una vez concluido el
sumario y ya declarado en rebeldía el procesado al no hallarse a disposición del órgano judicial (arts. 840 y
841 LECrim [ LEG 1882, 16] ). Ello excluye que el acusado sea condenado en ausencia «y le permite ejercitar su
derecho de defensa cuando se proceda a su reapertura por haberse presentado o sea habido». La Ley procesal, pues,
es la que prohíbe terminantemente la celebración de un juicio en ausencia en esa clase de procesos, opción legal que
satisface las exigencias constitucionales pues, como se dijo en nuestra STC 91/2000, de 30 de marzo ( RTC 2000,
91) , F. 14, «al menos en los procesos penales por delito muy grave, aquellos en los que está en juego una imputación
que afecta a su dignidad personal y que comporta una seria privación de su libertad, la presencia en el acto del juicio
oral no es sólo un derecho fundamental, sino también una de las reglas esenciales del desarrollo del proceso, sin cuya
concurrencia la idea de juicio justo es una simple quimera».
Ahora bien, en supuestos como el presente, el condicionamiento judicial del ejercicio del derecho de defensa a la
comparecencia voluntaria o involuntaria del reo no viene impuesta por la literalidad de la norma legal. Tampoco
puede afirmarse que se infiera de las reglas esenciales que disciplinan la tramitación del expediente de revocación de
libertad condicional, como una fase o incidencia que es del proceso penal de ejecución, en la que se dilucida el
mantenimiento de los beneficios penitenciarios de quien ya no está amparado por la presunción de inocencia y sufrió
la reprobación que implica la condena penal. En fin, la presencia del penado no se justificaría en particulares ventajas
para la resolución de las cuestiones que pudiera plantear el penado en los recursos judiciales contra la revocación de
su libertad condicional, recursos que, junto al conocimiento de las actuaciones, integrarían el núcleo de sus
posibilidades procesales. De ahí que la cuestión que ahora nos ocupa presente rasgos que la singularizan respecto de
las resueltas en las SSTC 87/1984, de 27 de julio ( RTC 1984, 87) , y 149/1986, de 26 de noviembre ( RTC 1986,
149) . Por ello la aplicación de la doctrina contenida en ellas a este caso no resulta satisfactoria.
Tendremos que avanzar, pues, para la adecuada resolución de la cuestión constitucional que se nos plantea. Los
derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, y entre ellos los invocados por el demandante, no son
absolutos, de ahí que sea descartable de principio toda interpretación que postule en materia penal
un derechoincondicional a la defensa mediante Abogado, ya que, como en alguna ocasión se ha argumentado, ello
incitaría a los implicados en hechos delictivos a negarse a su presentación ante la justicia o a organizar su huida
mientras que sus Letrados pleitean por ellos.
Los derechos a no padecer indefensión y a ser defendido por Abogado, por lo tanto, pueden ceder ante los límites que
la propia Constitución expresamente imponga o ante los que de manera mediata o indirecta se infieran de la misma al
resultar justificados por la necesidad de preservar otros derechos o bienes jurídicamente protegidos ( SSTC 11/1981,
de 8 de abril [ RTC 1981, 11] , F. 7; 2/1982, de 29 de enero [ RTC 1982, 2] , F. 5). Debe tenerse en cuenta, al
efecto, que, con carácter general, en el proceso penal rige el principio de sujeción del acusado al procedimiento (art.
118 CE [ RCL 1978, 2836] ), y asimismo que quien ha sido condenado penalmente tiene un cualificado deber de
comparecer al llamamiento del Juzgado o Tribunal, siendo en principio razonable una interpretación de las normas
procesales que desanime acerca de la realización de posibles ausencias injustificadas, y es oportuno que insistamos
aquí en el interés general que subyace en que los pronunciamientos penales sean ejecutados en sus propios términos.
Dicho lo cual, este interés debe modularse con relación al derecho de defensa, garantía esencial de un proceso justo,
no debiendo olvidarse que, si bien la revocación de la libertad condicional se enmarca en el ámbito de ejecución de
una pena, y, por tanto, no es una decisión sobre la restricción de la libertad en sentido estricto, sin embargo afecta al
valor libertad en cuanto que modaliza la forma en que la ejecución de la restricción de la libertad se llevará a cabo
( SSTC 25/2000, de 31 de enero [ RTC 2000, 25] , F. 3, y 8/2001, de 15 de enero [ RTC 2001, 8] , F. 2). En esta
fase de ejecución del proceso penal el Estado sigue ejerciendo el «ius puniendi», que implica una profunda injerencia
en la libertad del imputado y en el núcleo más sagrado de sus derechos fundamentales ( STC 68/2002, de 21 de
marzo [ RTC 2002, 68] , F. 3), por lo que, aunque el reo ya no esté amparado por la provisional presunción de
inocencia, el derecho a ejercer su defensa se mantiene todavía como uno de los elementos esenciales de un proceso
equitativo, sin que, dada la orden de ingreso en prisión, la incomparecencia del penado pueda entenderse
necesariamente como una renuncia voluntaria a su derecho de defensa, como se recordó en nuestra STC 91/2000, de
30 de marzo ( RTC 2000, 91) , F. 15, en la que, con invocación de las SSTDEH casosPoitrimol , de 23 de
noviembre de 1993, § 38 ( TEDH 1993, 53) ; Lala , 22 de septiembre de 1994, § 27 ( TEDH 1994,
33) ; Guerin , de 29 de julio de 1998, §§ 44 y 45 ( TEDH 1998, 87) ; y Omar , de 29 de julio de 1998, §§ 40 a 44
( TEDH 1998, 88) , advertíamos que «cualquier otra sanción que pretenda anudarse a la incomparecencia ha de ser
proporcionada a la conducta que se sanciona y por consiguiente, no puede alterar las garantías básicas del proceso
justo».
En el presente caso los órganos judiciales impusieron al demandante, como condición previa para el ejercicio de su
derecho de defensa, su personal comparencia y sujeción ante el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria. Así pues, hemos
de preguntarnos si la exclusión condicionada del derecho de defensa del demandante es respuesta proporcionada a su
incomparecencia –teniendo en cuenta, por lo demás, que la propia personación del demandante conllevaba su
inmediato ingreso en prisión–, pues las limitaciones que se establezcan no pueden obstruir el derecho fundamental
más allá de lo razonable. Y es que todo acto o resolución que limite derechos fundamentales ha de asegurar que las
medidas limitadoras sean necesarias para conseguir el fin perseguido, ha de atender a la proporcionalidad entre el
sacrificio del derecho y la situación en que se halla aquel a quien se le impone y, en todo caso, ha de respetar su
contenido esencial (por todas, STC 14/2003, de 28 de enero [ RTC 2003, 14] , F. 9). En definitiva, tendremos que
determinar si la medida restrictiva de derechos fundamentales supera las exigencias del juicio de proporcionalidad,
debiendo comprobarse si contribuye a conseguir el objetivo propuesto (juicio de idoneidad); si además es necesaria,
en el sentido de que no exista otra medida más moderada para la consecución del tal propósito (juicio de necesidad);
y, finalmente, si la misma es ponderada o equilibrada, por derivarse de ella más ventajas o beneficios para el interés
general que perjuicios sobre otros bienes o valores en conflicto, lo que constituye el juicio de proporcionalidad en
sentido estricto [ SSTC 270/1996, de 16 de diciembre ( RTC 1996, 270) , F. 4 e); 37/1998, de 17 de febrero ( RTC
1998, 37) , F. 8; 186/2000, de 10 de julio ( RTC 2000, 186) , F. 6].
Sentadas las anteriores premisas, hemos de concluir que las resoluciones impugnadas no superan en este caso las
exigencias del principio de proporcionalidad.
En efecto, el juicio constitucional de proporcionalidad ha de partir de la correcta identificación de los valores o bienes
jurídicos concurrentes. En el presente caso tales valores o bienes jurídicos son, de un lado, el derecho de defensa (art.
24.2 CE [ RCL 1978, 2836] ) que invoca el demandante en su personal interés y, de otro lado, el innegable interés
general de que un condenado penalmente quede a disposición de los órganos judiciales a fin del adecuado
cumplimiento de su condena. Respecto de este último extremo hemos de señalar que, como este Tribunal ha tenido
ocasión de declarar, la persecución y castigo del delito constituye un bien digno de protección constitucional, a través
del cual se defienden bienes como la paz social y la seguridad ciudadana, reconocidos en los arts. 10.1 y 104.1 CE
[ SSTC 166/1999, de 27 de septiembre ( RTC 1999, 166) , F. 2; 127/2000, de 16 de mayo ( RTC 2000, 127) , F. 3
a); 292/2000, de 30 de noviembre ( RTC 2000, 292) , F. 9].
Pasando al examen de las resoluciones impugnadas que rechazaron la personación en nombre del penado, se advierte
que la providencia de 29 de junio de 2000 del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria no contempla en su integridad los
bienes jurídicos concurrentes, pues se detiene en la consideración de que la pretensión de personación del
demandante constituye un inadmisible fraude procesal y abuso del derecho. La providencia del mismo Juzgado de 7
de julio de 2000 se limita a remitirse a lo acordado por la anterior de 29 de junio. Por su parte, el Auto de 6 de
noviembre de 2000 de la Audiencia Provincial de Cádiz señala que en el caso que nos ocupa «la puesta del reo a
disposición del Tribunal está justificada no por la buena marcha del procedimiento... sino para el cumplimiento de su
finalidad primordial», puesto que «ha dejado de ser un medio para asegurar que se logre el buen fin del juicio, para
pasar a constituir un fin en sí misma, la realización de lo resuelto en él»; e indica, al efecto, que «el poder coactivo
del Estado se ha manifestado en forma de sentencia y no hay más que llevar a cabo lo mandado por ella». Con tales
consideraciones tampoco se satisfacen las exigencias constitucionales del principio de proporcionalidad, pues se
concibe la presencia del reo como un mero deber dirigido a la ejecución de la Sentencia en sus propios términos,
obviando con ello toda consideración acerca del invocado derecho de defensa, garantizado a través de la
contradicción en el expediente de revocación de la libertad condicional.
Es precisamente por las razones que acaban de exponerse por lo que debemos llevar a cabo el expresado juicio de
proporcionalidad. Ciertamente la medida cuestionada puede contribuir a la consecución de fines o bienes
constitucionalmente protegidos, a «objetivos legítimos» ( STEDH Khalfaoui , de 14 de diciembre, § 36 [ TEDH
1999, 68] ) conectados con el interés general y a los que antes se hizo mención; mas ello no es suficiente a los fines
del juicio de proporcionalidad, según se razona a continuación.
Así, no queda justificada la estricta necesidad de la medida (juicio de necesidad) en su relación con el derecho de
defensa. En primer lugar porque, atendiendo al aspecto puramente procesal en relación con la determinación de si
procede o no confirmar la revocación de la libertad condicional, es lo cierto que la personal presencia del reo no
aporta particulares ventajas para su resolución (con lo que la condición impuesta tendría sólo como objetivo la
inmediata ejecución de aquella decisión). En segundo lugar porque las exigencias legítimas de presencia del reo ante
el órgano judicial pueden ser aseguradas o estimuladas por otros medios distintos al de la pérdida del derecho de
defensa ( SSTEDH caso Khalfaoui , de 14 de diciembre de 1999, § 44 [ TEDH 1999, 68] ; caso Van Geysehgem ,
de 21 de enero de 1999, § 34 [ TEDH 1999, 2] ; caso Krombach , de 13 de febrero de 2001, § 89 [ TEDH 2001,
88] ), entre los cuales se significa por su eficacia que el evadido sea objeto de orden judicial de busca y captura,
concurriendo además la perspectiva de que su ausencia le comporte la pérdida de beneficios penitenciarios o, en su
caso, que incurra en nueva responsabilidad criminal por quebrantamiento de condena (art. 468 CP [ RCL 1995, 3170
y RCL 1996, 777] ).
Por otra parte conviene señalar que, a efectos de neutralizar una posible interferencia fraudulenta de la representación
del penado en los objetivos de averiguación del paradero de éste y su puesta a disposición judicial, propios del
proceso penal de ejecución, cabe imaginar otras decisiones que, modulando las posibilidades de defensa, sin embargo
no las hubieran excluido en su totalidad; como aquélla que permitiera la personación y la presentación de escritos, y
al mismo tiempo privara a la representación del penado del conocimiento del contenido de la ejecutoria en todo lo
que se estimara necesario para evitar conductas procesales espurias.
Por las razones expuestas, y a la vista de las circunstancias descritas –las particulares del presente caso y del proceso
judicial, conviene insistir–, no cabe entender que exista una estricta necesidad derivada del interés general, atinente a
la presencia del penado, que justifique la decisión judicial de excluir absolutamente el ejercicio
del derecho de defensa de éste durante la tramitación del expediente de revocación de libertad condicional.
En consecuencia la medida limitadora dispuesta judicialmente, y que se cuestiona en el presente recurso, es excesiva
respecto de lo que constituye el fin legítimo de asegurar la presencia del reo, y por ello debe ser estimada como una
reacción desproporcionada ante la impropia conducta procesal del demandante de amparo.
Los anteriores razonamientos nos conducen a considerar que las providencias de 29 de junio de 2000 y de 7 de julio
de 2000 del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria núm. 4 de Andalucía, y el Auto de 6 de noviembre de 2000 de la
Audiencia Provincial de Cádiz, que denegaron al Procurador y al Abogado del demandante la personación en el
expediente de revocación de libertad condicional, han lesionado el derecho del demandante a la tutela judicial
efectiva (art. 24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ), en su vertiente de derecho a no padecer indefensión, así como sus
derechos de defensa y a la asistencia de letrado (art. 24.2 CE), al haberle impedido defenderse en el proceso judicial y
ser asistido por el Abogado de su confianza. Por ello procede el otorgamiento del amparo de tales derechos
fundamentales, que no se extiende al Auto de 5 de junio de 2000, según los razonamientos expuestos en el
fundamento jurídico 3 de esta Sentencia.
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE CONFIERE LA
CONSTITUCION DE LA NACION ESPAÑOLA,
Ha decidido
Otorgar el amparo solicitado por don Aurelio L. B., y en su virtud:
Declarar que el recurrente en amparo ha visto vulnerado su derecho a la tutela judicial efectiva sin indefensión (art.
24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ) y sus derechos de defensa y de ser asistido de letrado (art. 24.2 CE).
2
Restablecerlo en sus derechos y, a tal fin, anular las providencias de 29 de junio de 2000 y de 7 de julio de 2000 del
Juzgado de Vigilancia Penitenciaria núm. 4 de Andalucía y el Auto de 6 de noviembre de 2000 de la Sección Primera
de la Audiencia Provincial de Cádiz, retrotrayendo las actuaciones al momento anterior a la providencia de 29 de
junio de 2000 del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria núm. 4 de Andalucía, a fin de que se dicte una nueva resolución
conforme con el contenido de los derechos fundamentales ahora vulnerados.
Publíquese esta Sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid, a diez de noviembre de dos mil tres.–Pablo Cachón Villar.–Vicente Conde Martín de Hijas.–
Guillermo Jiménez Sánchez.–Elisa Pérez Vera.–Eugeni Gay Montalvo.–Firmado y rubricado.

PREGUNTA QUE HA DE RESPONDER EL ALUMNO


¿POR QUÉ EL DERECHO A LA TUTELA JUDICIAL EFECTIVA NO ES UN DERECHO ABSOLUTO DESDE
EL PUNTO DE VISTA DEL DERECHO DE LA DEFENSA?

SILABO A DESARROLLAR POR EL PROFESOR

EL DERECHO DE DEFENSA COMO ELEMENTO INTEGRADOR DEL DERECHO A UN PROCESO


JUSTO CON TODAS LAS GARANTÍAS

RECURSO DE AMPARO NÚM. 672/1998


PONENTE: DON PABLO MANUEL CACHÓN VILLAR
Recurso de amparo contra Sentencia, de 07-04-1997, del Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Albacete, recaída en
procedimiento ejecutivo y contra Sentencia, de 09-02-1998, de la Audiencia Provincial de Albacete (Sección
Segunda), desestimatoria del recurso de apelación formalizado frente al anterior. Vulneración
del derechofundamental a la defensa y a la asistencia de letrado: existencia: otorgamiento de amparo.
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Tomás S. Vives Antón, Presidente, D. Pablo Cachón
Villar, D. Vicente Conde Martín de Hijas, D. Guillermo Jiménez Sánchez, Dª Elisa Pérez Vera y D. Eugeni Gay
Montalvo, Magistrados, ha pronunciado.
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 672/1998, interpuesto por don Manuel S. M., representado por la
Procuradora de los Tribunales doña María del Rosario M.-B. R. y asistido por el Letrado don José María E. S., contra
la Sentencia del Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Albacete, de 7 de abril de 1997, recaída en el procedimiento
ejecutivo núm. 188/1996, así como contra la Sentencia de la Audiencia Provincial de Albacete, Sección Segunda, de 9
de febrero de 1998, recaída en el rollo 330/1997 y resolutoria del recurso de apelación formalizado contra la anterior.
Ha sido parte el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Pablo Cachón Villar, quien expresa el parecer
de la Sala.
I. Antecedentes
I. ANTECEDENTES
Mediante escrito registrado en este Tribunal el 12 de junio de 1998 la Procuradora de los Tribunales doña María del
Rosario M.-B. R., en representación de don Manuel S. M., interpuso recurso de amparo contra las Sentencias que se
citan en el encabezamiento.
Los hechos que sirven de fundamento a la demanda de amparo son sustancialmente los siguientes:
a) don Manuel S. M., ahora recurrente en amparo, fue demandado (junto a Central de Mensajes, SL, y don José
Salvador H. A.) por la Caja de Ahorros de Castilla-La Mancha, tramitándose el correspondiente juicio ejecutivo núm.
188/1996 en el Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Albacete. La demanda fue presentada el 26 de abril de 1996,
siendo su objeto la reclamación de 10.895.358 pesetas de principal, dimanantes de un préstamo impagado, y
3.300.000 pesetas más para intereses, costas y gastos. En virtud de dicha demanda el 7 de mayo de 1996 se dicta Auto
despachando ejecución contra los bienes y rentas de Central de Mensajes, SL, don José Salvador H. A. y don Manuel
S. M.
b) Con fecha 28 de octubre de 1996 se practica con don Manuel S. M. la diligencia de requerimiento de pago,
embargo y citación de remate.
c) El 30 de octubre de 1996 la Procuradora de los Tribunales doña Ana J. G. I. presenta escrito en nombre de don
Manuel S. M., personándose en el procedimiento ejecutivo.
d) El 25 de noviembre de 1996 se dicta providencia, que se notifica el 5 de diciembre del mismo año, por la que se
tiene a don Manuel S. M. por opuesto en tiempo y forma al despacho de ejecución y se le manda que dentro del
término improrrogable de cuatro días formalice su oposición.
e) El 5 de diciembre de 1996 la Procuradora doña Ana J. Gómez Ibáñez presenta escrito por el que renuncia a la
representación de don Manuel S. M., comunica la renuncia de la dirección letrada y solicita la designación de
Abogado y Procurador por el turno de oficio así como la suspensión del plazo conferido para formalizar la oposición.
f) El 27 de enero de 1997 se dicta providencia del siguiente tenor literal: «Dada cuenta; por presentado el anterior
escrito procedente de la Oficina General de Presentación de Documentos, únase a los autos de su razón. Se tienen por
hechas las manifestaciones que en dicho escrito se insertan si bien, dado el sistema actual de nombramiento de
Abogado y Procurador, requiérase al demandado don Manuel S. M. a fin de que en el plazo de quince días se persone
con Abogado y Procurador y formule la oposición con el apercibimiento de que, de no hacerlo, se dictará sentencia
sin más. Teniendo el señor S. M. su domicilio en Madrid, líbrese el oportuno despacho».
El 21 de febrero de 1997 se notifica personalmente la providencia a don Manuel S. M.
g) El 4 de marzo de 1997 don Manuel S. M. solicita del Ilustre Colegio de Abogados de Albacete nombramiento de
Abogado y Procurador de oficio. En la misma fecha el Servicio de Orientación Jurídica de dicho Colegio y el
peticionario dirigen escrito al Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Albacete en el que ponen en su conocimiento
la solicitud formulada y piden la suspensión del procedimiento. Dicho escrito tiene sello de entrada en el Juzgado de
fecha 4 de marzo de 1997. Posteriormente, con fecha de 14 de marzo de 1997, con cajetín de salida del Ilustre
Colegio de Abogados de Albacete de igual fecha, se emite dictamen favorable del Servicio de Orientación Jurídica de
dicho Colegio, con designación del Letrado don Félix M. J.
Entre la documentación acompañada a la demanda de amparo obra copia de comunicación de la Comisión
de Asistencia Jurídica Gratuita de Albacete, de fecha 25 de marzo de 1997, dirigida al señor S. M., participando la
decisión de dicha Comisión, adoptada en reunión del día 24 de dicho mes, de «confirmar la decisión provisional
adoptada por el Colegio de Abogados de Albacete y, en consecuencia, reconocer al solicitante el derecho a
la asistencia jurídica gratuita».
h) Con fecha 13 de marzo de 1997 se dicta providencia acordando, en lo que interesa a los fines de este recurso,
que, habiendo transcurrido el plazo para formalizar la oposición sin que el recurrente lo hubiera hecho, se traigan a la
vista los autos para dictar sentencia. Esta providencia es notificada en estrados «a la parte demandada incomparecida»
en fecha 21 de marzo de 1997.
i) Con fecha 7 de abril de 1997 se dicta Sentencia, que ordena «seguir adelante la ejecución despachada, hasta hacer
trance y remate de los bienes embargados» a los demandados.
Dicha Sentencia dice lo siguiente en su antecedente de hecho segundo: «Que por Auto de fecha siete de mayo de mil
novecientos noventa y seis se despachó la ejecución solicitada por la suma de 10.895.358 pesetas, importe del
principal, gastos de protesto y por otras 3.300.000 intereses pactados y vencidos, intereses de demora también
pactados y costas, y, librado mandamiento al Agente Judicial de servicio, se llevaron a cabo las diligencias de
requerimiento de pago, embargo y citación de remate y, transcurrido el término de la misma sin haber comparecido,
declarándose en rebeldía a la parte demandada, con excepción de don Manuel S. M., quien se opuso al despacho de
ejecución, pero transcurrido el término no formalizó la misma, mandándose traer los autos a la vista para sentencia,
con citación, sólo, de la parte ejecutante».
La Sentencia basa su decisión en el fundamento jurídico primero, entre otras razones, en el hecho de «no haberse
formulado oposición a la ejecución despachada», añadiendo que el Auto que despachó la ejecución «no ha suscitado
oposición».
j) Nombrados Abogado y Procuradora de oficio, respectivamente, don Félix M. J. y doña Caridad A. N., ésta,
mediante escrito presentado el 3 de julio de 1997, solicita se la tenga por personada y parte en la representación de
don Manuel S. M., y además, desconocedora de que había recaído Sentencia toda vez que ésta no había sido
notificada a su representado, pide que «se decrete la nulidad de todas las actuaciones posteriores a la solicitud de
Procurador de oficio, retrotrayéndose las actuaciones al término para formulación del escrito de oposición a la
ejecución», con el correspondiente «traslado de todo lo actuado para instrucción y formulación de la oposición».
k) Sobre el escrito referido en el apartado anterior recae providencia de fecha 9 de julio de 1997, que textualmente
dice: «Dada cuenta; por presentado el anterior escrito procedente de la Oficina General de Presentación de
Documentos; únase a los autos de su razón. Se tienen por hechas las manifestaciones que en dicho escrito se insertan
y, en su virtud, por personada a la Procuradora doña Caridad A. N., en nombre y representación de don Manuel S. M.
No ha lugar a decretar la nulidad ni retrotraer las actuaciones toda vez que al demandado señor S. M. se le concedió
un plazo para personarse con Abogado y Procurador, sin que en dicho plazo ni tan siquiera haya solicitado Abogado y
Procurador, sin perjuicio del derecho que le asiste al demandado de intervenir en las actuaciones en el estado en el
que se encuentran, y quedando pendiente de ser notificada la Sentencia al mismo notifíquese la misma a través de su
representación».
l) Notificada la Sentencia el 10 de julio de 1997 a la Procuradora señora A., ésta, en la expresada representación del
señor S. M. interpone recurso de apelación el 15 de julio de 1997.
m) El recurso de apelación es desestimado por Sentencia de fecha 9 de febrero de 1998, dictada por la Sección
Segunda de la Audiencia Provincial de Albacete. Esta Sentencia dice lo siguiente en sus fundamentos
de Derecho primero y segundo:
«Primero.–Se alega por el apelante, en disconformidad con la resolución judicial que impugna, indefensión pues,
habiendo solicitado que se le nombre representación y asistencia de oficio, se tiene por no formalizada la oposición
antes de que le sean nombrados tales profesionales. Segundo.–Si inicialmente el planteamiento del apelante parece
llamado a triunfar, un análisis de los autos revela que su posición es cuanto menos inexacta y no puede prosperar, y
ello por cuanto que la petición de Procurador y Letrado de oficio es petición que la propia parte interesada ha de
presentar en el respectivo Colegio, y en autos el hoy apelante fue requerido, en virtud de su propia petición, para que
en el plazo de quince días compareciera con profesionales, requerimiento que se le efectuó con fecha 21 de febrero de
1997, sin que él presentase su respectiva petición en el Colegio hasta el día 14 de marzo de 1997, esto es, posterior a
los quince días que le fueron otorgados, y como quiera que el presentar la referida solicitud sólo de él dependía, si
dejó transcurrir el plazo que se le dio solo a él le es imputable las consecuencias de su no comparecencia, por lo que
mal puede hablarse de indefensión».
3
La demanda se dirige contra las Sentencias reseñadas, con fundamento en el art. 24 CE ( RCL 1978, 2836 y ApNDL
2875) , por vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva de los jueces y Tribunales sin indefensión (art. 24.1
CE) y del derecho a la defensa y asistencia de Letrado (art. 24.2 CE).
El recurrente alega que «se produce la indefensión desde el momento en que se reconoce que don Manuel S. M. ha
anunciado la oposición y, no obstante, se acuerda que no se formalizó la misma, antes de haberle nombrado Abogado
y Procurador». Y añade que no existe resolución judicial alguna que dé respuesta a la petición de suspensión del
procedimiento, que se dedujo con el escrito de 4 de marzo de 1997. Indica asimismo el recurrente que desde el 21 de
febrero de 1997 (fecha de notificación de la providencia de 27 de enero de 1997, antes transcrita) hasta el 4 de marzo
de 1997, día en que se solicitó el nombramiento de Procurador y Abogado, habían transcurrido nueve días, por lo que
no se había cumplido todavía el plazo de quince días, conferido por dicha providencia.
Subraya asimismo el recurrente que «la Sala parte de una afirmación equivocada», cual es «que no se hace la petición
de nombramiento de Abogado y Procurador en el Colegio hasta el día 14 de marzo de 1997». Señala, al efecto, que
«la Sala no interpreta adecuadamente dicho documento, el cual no es la mencionada petición sino el dictamen dando
contestación a dicha petición, la cual, aunque no existiera la prueba material de su práctica, a la vista del contenido
del art. 14 de la Ley del día 10 de enero de 1996 ( RCL 1996, 89) , se tiene que presumir que la petición se ha
efectuado al menos con una antelación de diez días hábiles a la fecha de emisión de dicho informe». Indica
igualmente que «los artículos 15 y siguientes de la mencionada (Ley) ponen de manifiesto que, para proceder a emitir
el preceptivo dictamen, es requisito previo la existencia de unas actuaciones que nacen en virtud de una petición
efectuada por persona legitimada por la Ley para llevar a efecto». En consecuencia, dice el recurrente, «la Audiencia
no puede desconocer esa realidad jurídica ni valorar el mencionado dictamen como la petición previa al mismo».
Se alega también en la demanda de amparo que si, con base «en los artículos 3 y 1461 de la Ley de Enjuiciamiento
Civil ( RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001, 1892) , es preceptiva la intervención de Abogado y Procurador en la defensa
de don Manuel S. M. en el procedimiento ejecutivo 188/1996 del Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Albacete, y
resulta que éste reúne los requisitos para acogerse a la asistencia de Justicia Gratuita según la Ley de 10 de enero de
1996, el no nombramiento de Abogado y Procurador ha vulnerado el derecho a la defensa y asistencia letrada de don
Manuel S. M. al que le ha sido producida indefensión».
Por ello el recurrente solicita del Tribunal la declaración de nulidad de las dos Sentencias recurridas y de «todas las
actuaciones judiciales practicadas desde el día 4 de marzo de 1997, en que fue solicitada la suspensión de éstas y el
nombramiento de Abogado y Procurador de oficio, reconociendo expresamente el derecho del recurrente a que se le
confiera el plazo oportuno para que pueda formalizar la oposición a la ejecución despachada».
El recurrente interesa también, mediante escrito presentado en el Registro de este Tribunal el 17 de junio de 1998, la
suspensión de la ejecución de la Sentencia dictada por el Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Albacete en fecha 7
de abril de 1997. En el cuerpo de dicho escrito hacía constar el recurrente que la parte demandante en el
procedimiento ejecutivo había instado la ejecución de la Sentencia, «estándose en trámite del avalúo de la finca que le
ha sido embargada», embargo que había sido anotado registralmente. Por ello solicita asimismo que la suspensión de
la ejecución de la Sentencia se acuerde «sin que sea procedente fijar caución de clase alguna ya que el embargo de la
mencionada finca y su anotación en el registro constituye suficiente garantía».
Por providencia de 23 de noviembre de 1998 la Sala Segunda de este Tribunal acordó admitir a trámite la demanda de
amparo y, en aplicación de lo dispuesto en el art. 51 LOTC ( RCL 1979, 2383 y ApNDL 13575) (obrando ya en la
Secretaría testimonio de las actuaciones correspondientes), requerir al Juzgado para que emplazase a quienes
hubieran sido parte en el procedimiento, con excepción del recurrente en amparo, a fin de que, si lo deseaban,
pudieran comparecer en el plazo de diez días en el presente proceso constitucional.
Por otra providencia de la misma fecha la Sala acordó formar la pieza separada de suspensión y conceder un plazo
común de tres días al Ministerio Fiscal y al solicitante de amparo para que alegasen lo que estimaran pertinente sobre
dicha suspensión, de conformidad con el art. 56 LOTC. Presentado escrito por el Ministerio Fiscal y por el solicitante
en amparo, la Sala acordó denegar la suspensión solicitada mediante Auto de 8 de febrero de 1999.
Por providencia de 4 de marzo de 1999 la Sala acordó incorporar a las actuaciones comunicación recibida del
Juzgado de Primera Instancia, a la que se adjuntaba el emplazamiento de las partes personadas en el previo proceso
judicial, y dar vista de las actuaciones recibidas a la parte recurrente y al Ministerio Fiscal para que formularan las
alegaciones que considerasen convenientes en el plazo común de veinte días.
En las actuaciones remitidas a este Tribunal, tramitadas en el Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Albacete y en la
Audiencia Provincial, obran, entre otros particulares, en las correspondientes al Juzgado, tres documentos de marzo
de 1997, unidos a aquéllas inmediatamente después de la Sentencia de 7 de abril de 1997 y de su notificación a la
parte demandante, pese a ser de fecha anterior, que, en lo pertinente a los fines de este recurso, se relacionan a
continuación en lo sustancial:
a) Comunicación del Servicio de Orientación Jurídica del Ilustre Colegio de Abogados de Albacete al Juzgado de
Primera Instancia núm. 5 de dicha ciudad, de fecha 4 de marzo de 1997, en la que le hace saber que don Manuel S.
M. «ha presentado con fecha 4-3-1997 solicitud de Abogado y Procurador de oficio, habiéndosele advertido de que,
en el plazo de diez días hábiles, deberá presentar la documentación requerida a efectos del RD 108/1995, de 27 de
enero ( RCL 1995, 510) ». Asimismo, según consta en dicho documento, el expresado Servicio y el peticionario
señor S. M. solicitan del órgano judicial «la suspensión del Plazo». Dicho escrito lleva un sello de la Secretaría del
citado Juzgado con fecha 4 de marzo de 1997, y asimismo una anotación a mano que dice «Ejecutivo núm.
188/1996».
b) Un documento del Ilustre Colegio de Abogados de Albacete, que es el dictamen que formula el Servicio de
Orientación Jurídica respecto de la solicitud deducida por don Manuel S. M. Tiene fecha y sello de salida de 14 de
marzo de 1997, con la indicación de que se ha de remitir al Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Albacete, juicio
ejecutivo núm. 188/1996.
c) Un escrito con membrete del Ilustre Colegio de Abogados de Albacete, con sello de su Secretaría y firma del
Secretario, de fecha 14 de marzo de 1997, dirigido al Juzgado de Primera Instancia núm. 5, en el que se le comunica
que ha sido designado Abogado de oficio don Félix M. J. para la asistencia letrada de don Manuel S. M.
9. El Ministerio Fiscal formuló sus alegaciones en escrito presentado en el Registro de este Tribunal el 13 de abril
de 1999, y en él interesa que se dicte Sentencia otorgando el amparo.
En efecto, destaca el Ministerio público que el recurrente actuó de conformidad con el art. 12 de la Ley 1/1996
de Asistencia Jurídica Gratuita, instando el beneficio del Colegio de Abogados de Albacete el 4 de marzo de 1997, en
cuya fecha se comunicó al Juzgado de Primera Instancia núm. 5, mediante escrito en el que se solicitaba la
suspensión del procedimiento. El Juzgado, dice el Ministerio público, «hizo caso omiso o extravió
tan fundamental documento, pasándose a dictar Sentencia en 7-4-1997 sin hacerse referencia a aquél y mandando
seguir adelante la ejecución». Asimismo señala que, siendo apelada dicha Sentencia por el recurrente en amparo, «la
misma fue confirmada por la Sala en sentencia de 9 de febrero de 1998 entendiendo erróneamente que la solicitud se
presentó en el Colegio de Abogados extemporáneamente, es decir, en providencia notificada en 21-2-1997, lo que fue
determinante para la confirmación del fallo de instancia».
Añade el Ministerio Fiscal que «el escrito de 4 de marzo tenía existencia real según resulta, no sólo de la copia que se
presentó con el recurso de amparo, sino de una copia igual que obra en el testimonio de las actuaciones remitidas por
el Juzgado, si bien se observa la irregularidad de su unión al conjunto de folios (de forma sesgada y sin numerar)», de
modo que «ello confirma que la irregularidad procesal se debió no a la indiligencia de la parte sino a la actividad del
Juzgado que extravió el decisivo documento».
Por todo ello, sigue señalando el Ministerio público, «[se] privó al recurrente de participar de modo activo en la fase
de primera instancia al no poder articular motivos de oposición (arts. 1463 y ss. LECiv) y quedar precluído el
trámite». Se trata de una irregularidad que «reúne todos los requisitos de la indefensión material, al haber quedado
excluido de un medio fundamental de alegación y defensa, cuáles son las excepciones y motivos de nulidad en la Ley
previstos». Y asimismo «quedó definitivamente perjudicada la posición en el proceso del allí apelante, ya que el
trámite perdido no podía recuperarse de modo alguno en la apelación, en cuya sentencia no se penetró en el fondo de
la pretensión al detenerse el razonamiento de la Sala en la carencia de oposición en base a un documento que no
acreditaba el deseo de la parte de participar en él, lo que sí se derivaba del escrito extraviado».
De lo anterior deriva el Ministerio público que debe otorgarse por parte de este Tribunal el amparo, debiendo
procederse a la anulación de las Sentencias impugnadas y de todo lo actuado con posterioridad a la comunicación de
la petición de nombramiento de Procurador y Letrado de oficio, y a la consiguiente retroacción de las actuaciones al
momento de dicha comunicación, todo lo cual interesa de este Tribunal.
Transcurrido el plazo concedido en la providencia de 4 de marzo de 1999, conforme a las previsiones del art. 52.1
LOTC, la parte recurrente no presentó escrito de alegaciones, lo que consta mediante diligencia de Secretaría de 15
de abril de 1999.
Por providencia de 11 de julio de 2002, se señaló para la deliberación y votación de la presente Sentencia el día 15 del
mismo mes y año año.
II. Fundamentos jurídicos
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
La demanda de amparo se dirige contra la Sentencia dictada el 7 de abril de 1997 por el Juzgado de Primera Instancia
núm. 5 de Albacete en el juicio ejecutivo seguido con el núm. 188/1996, y contra la Sentencia dictada en trámite de
apelación por la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Albacete en fecha 9 de febrero de 1998.
La primera de las Sentencias mencionadas, estimando la demanda ejecutiva interpuesta por la Caja de Ahorros de
Castilla-La Mancha contra el ahora recurrente en amparo, don Manuel S. M., y otros, ordenó seguir la ejecución
adelante hasta hacer trance y remate de los bienes embargados a los entonces demandados. La segunda de dichas
Sentencias desestimó el recurso de apelación interpuesto contra la de instancia por quien ahora recurre en amparo.
El demandante de amparo invoca como derechos fundamentales vulnerados por dichas Sentencias el derecho a la
tutela judicial efectiva sin indefensión (art. 24.1 CE [ RCL 1978, 2836 y ApNDL 2875] ) y el derecho a la defensa y
asistencia de letrado (art. 24.2 CE). En realidad, dado el curso y el tenor de los hechos que fundamentan la demanda
de amparo, las vulneraciones alegadas se basan en el último de los derechos mencionados, ya que la indefensión, en
forma de perjuicio real y efectivo para el recurrente, se manifiesta, según resulta de la propia exposición de la
demanda, como una consecuencia de la falta de asistencia letrada.
Los hechos en los que se fundamentan tales invocadas vulneraciones, que con más detalle se expresan en el segundo
y en el tercero de los antecedentes de esta Sentencia, se concretan sustancialmente en los extremos, entre sí
relacionados, que a continuación se exponen: a) En el curso de las actuaciones del juicio ejecutivo, después de que la
Procuradora que representaba al demandado señor S. M. renunciara a tal representación y de que hubiera decidido
éste solicitar la asistencia jurídica gratuita, se dictó providencia en fecha 27 de enero de 1997 (notificada
personalmente al interesado el 21 de febrero), por la que se concedió a dicho demandado un plazo de quince días para
nueva personación y formalización de la oposición; b) el Juzgado no dio respuesta a la petición de suspensión del
expresado plazo, petición deducida por dicho demandado el 4 de marzo de 1997, conjuntamente con el Servicio de
Orientación Jurídica del Ilustre Colegio de Abogados de Albacete, mediante escrito en el que, a la vez, este Servicio
ponía en conocimiento del Juzgado que en dicha fecha de 4 de marzo aquél había solicitado la designación de
Procurador y Abogado de oficio; c) por providencia de 13 de marzo de 1997 se acordó traer los autos a la vista para
sentencia, al no haber sido formalizada la oposición; d) el 7 de abril de 1997 se dictó Sentencia que ordenó seguir la
ejecución adelante, en la que se reitera la afirmación de la falta de formalización de la oposición; e) una vez
notificada la Sentencia y recurrida ésta en apelación, dictó Sentencia la Sección Segunda de la Audiencia Provincial,
que desestimó el recurso, y en la que se afirma, fundamentando tal decisión, que el entonces demandado y apelante
había presentado su petición de nombramiento de Abogado y Procurador de oficio el 14 de marzo de 1997, «esto es,
posterior a los quince días que le fueron otorgados» (fundamento jurídico segundo).
El recurrente alega, a la vista de tales hechos, que el Juzgado de Primera Instancia desconoció la comunicación hecha
sobre la formulación de la solicitud de nombramiento de Abogado y Procurador de oficio y la petición, deducida en el
mismo escrito, de suspensión del procedimiento, lo cual constituye ya, de suyo, la vulneración de los
derechos fundamentales antes citados. Y añade que dicha vulneración se confirma por la posterior Sentencia de la
Audiencia Provincial que desestimó la apelación, tras tomar por error como fecha de la comunicación y petición
antedichas (que en realidad era el 4 de marzo de 1997) la fecha en que se emitió dictamen sobre la solicitud
de asistencia jurídica gratuita y en la que se nombró Abogado de oficio (que fue la de 14 de marzo de 1997).
El Ministerio Fiscal entiende que procede el otorgamiento del amparo ya que se ha producido una irregularidad «que
reúne todos los requisitos de la indefensión material, al haber quedado excluido (el ahora recurrente) de un
medio fundamental de alegación y defensa, cuales son las excepciones y motivos de nulidad en la Ley previstos».
Es jurisprudencia de este Tribunal —como hemos recordado recientemente en la Sentencia 101/2002, de 6 de mayo,
F. 2— que entre las garantías que integran el derecho a un proceso justo se incluyen el derecho a la defensa y a la
asistencia letrada que el art. 24.2 CE consagra de manera singularizada ( SSTC 47/1987, de 22 de abril [ RTC 1987,
47] , F. 2; 245/1988, de 19 de diciembre [ RTC 1988, 245] , F. 3; 105/1996, de 11 de junio [ RTC 1996, 105] , F.
2; 92/1996, de 27 de mayo [ RTC 1996, 92] , F. 3). Este derecho tiene por finalidad, al igual que todas las demás
garantías que conforman el derecho en que se integra, la de asegurar la efectiva realización de los principios de
igualdad de las partes y de contradicción, que imponen a los órganos judiciales el deber positivo de evitar
desequilibrios entre la respectiva posición procesal de las partes o limitaciones en la defensa que puedan generar a
alguna de ellas la indefensión prohibida por el art. 24.1 CE ( RCL 1978, 2836 y ApNDL 2875) ( SSTC 71/1999,
de 26 de abril [ RTC 1999, 71] , F. 3, y 217/2000, de 18 de septiembre [ RTC 2000, 217] , F. 2).
Este Tribunal ha señalado, asimismo (STC 101/2002, de 6 de mayo, F. 4), que la designación de Abogado y
Procurador de oficio para asegurar el derecho a la defensa es una obligación jurídico-constitucional a la que se da
cumplimiento por diversos poderes públicos, singularmente los órganos judiciales y los Colegios de Abogados y
Procuradores ( STC 135/1991, de 17 de junio [ RTC 1991, 135] , F. 2) y que la exigencia legal a la parte de tener un
defensor acentúa la obligación de dichos poderes públicos de garantizar la efectiva designación de letrado ( SSTC
42/1982, de 5 de julio [ RTC 1982, 42] , F. 2; 12/1993, de 18 de enero [ RTC 1993, 12] , F. 1; y 91/1994, de 21 de
marzo [ RTC 1994, 91] , F. 2). Se precisa incluso en alguna ocasión que la pasividad del titular del derecho ha de ser
suplida por el órgano judicial ( SSTC 42/1987, de 5 de julio [ RTC 1987, 42] , F. 2, y 229/1999, de 13 de
diciembre [ RTC 1999, 229] , F. 2).
Además, para estimar que se ha producido una vulneración del derecho a la asistencia letrada ha de constatarse que se
ha producido indefensión material. En efecto, debe señalarse que este Tribunal, en consonancia con la doctrina del
Tribunal Europeo de Derechos Humanos sustentada, entre otras, en las Sentencias de dicho Tribunal de 9 de octubre
de 1979 ( TEDH 1979, 3) (caso Airey) y de 25 de abril de 1983 ( TEDH 1983, 6) (caso Pakelli), ha señalado que,
desde la perspectiva constitucional, la denegación de la asistencia letrada no conlleva sin más una vulneración del art.
24.2 CE. Para que esto suceda es necesario que la falta del Letrado de oficio solicitado, en atención a las
circunstancias concurrentes en este caso, haya producido al solicitante una real y efectiva situación de indefensión
material, en el sentido de que la autodefensa se haya revelado insuficiente y perjudicial para el litigante impidiéndole
articular una defensa adecuada de sus derechos e intereses legítimos en el proceso, es decir, que se haya producido un
menoscabo real y efectivo de su derecho de defensa (por todas, SSTC 176/1985, de 17 de diciembre [ RTC 1985,
176] , F. 5; 92/1996, de 27 de mayo [ RTC 1996, 92] , F. 3; y 101/2002, de 6 de mayo, F. 2).
En el caso que nos ocupa el ahora recurrente en amparo pidió la suspensión del procedimiento –propiamente, la
suspensión del plazo otorgado para personación y formalización de la oposición– el día 4 de marzo de 1997, es decir,
cuando se cumplía el noveno de los quince días concedidos a tal fin. Tal petición era expresamente apoyada por el
Servicio de Orientación Jurídica, el cual, a la vez, comunicaba al Juzgado en el mismo escrito la formalización de la
solicitud de nombramiento de Abogado y Procurador de oficio.
La formulación de una tan concreta y explícita petición, que versaba sobre cuestión decisiva en el marco del proceso,
exigía una decisión, también explícita, del órgano judicial, cualquiera que ella fuera. Decimos que versaba sobre
cuestión decisiva en el marco del proceso ya que atañía a la posibilidad de ejercicio del derecho de defensadel
interesado, derecho que, dado el trámite procesal en que se hallaba el procedimiento ejecutivo, había de tener por
objeto la alegación de excepciones y motivos de nulidad que pudieran estar previstos en la Ley como causas
impeditivas del éxito de la pretensión actora entonces ejercitada. Interesa resaltar que, en todo caso, la pérdida de la
oportunidad de tal alegación defensiva, por preclusión del trámite, hacía imposible que pudiera recuperarse
posteriormente, incluso en apelación.
Es cierto que entonces se hallaba vigente lo acordado en el proveído de 13 de marzo. Mas una petición como la ahora
contemplada, deducida con posterioridad –durante el curso del plazo que se había concedido–, merecía una explícita
respuesta. A ello no es óbice el hecho de que la notificación de tal respuesta hubiera de entenderse personalmente, en
su caso, con el propio interesado, pues de modo directo y personal se había entendido con éste la notificación de la
citada providencia de 13 de marzo. La necesidad de una efectiva respuesta se refuerza, además, por la consideración
de varias circunstancias como son, en primer lugar, la apuntada importancia del trámite procesal en curso (trámite de
alegaciones) y los efectos de su preclusión; en segundo lugar, el carácter imprescindible de la asistencia letrada en el
procedimiento ejecutivo; y, por último la constancia de que se había solicitado del órgano competente
la asistencia jurídica gratuita.
En consecuencia, hemos de estimar que el silencio judicial, la omisión de toda respuesta a tal petición (limitándose el
proveído de 13 de marzo a acordar traer los autos a la vista para sentencia por no haberse formalizado la oposición),
produjo una efectiva indefensión al recurrente en amparo, el cual no pudo, por tal razón, instrumentar una reacción
procesal adecuada a sus intereses en el procedimiento de referencia.
Por otra parte, y en segundo término, es claro que existe un error patente causante de indefensión en la Sentencia de
la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Albacete de 9 de febrero de 1998. Tal error se produce –con efecto
directo en el sentido desestimatorio de la resolución del recurso– en la fundamentación jurídica [transcrita en el
antecedente segundo, letra m)], más concretamente, en el fundamento jurídico segundo, al afirmarse que el señor S.
M. formuló la solicitud de nombramiento de Abogado y Procurador de oficio el 14 de marzo de 1997, fuera ya del
plazo de quince días que le habían sido concedidos para personarse y formalizar la oposición. Se trata, en efecto de
un error, consistente en confundir la fecha de tal solicitud (que fue el 4 de marzo de 1997, dentro, por lo tanto, del
meritado plazo de quince días) con la fecha en que se emitió el dictamen por el Servicio de Orientación Jurídica y en
la que se designó provisionalmente un Letrado de oficio (que fue el 14 de marzo de 1997), según resulta de las
actuaciones y se hace constar en los antecedentes de esta Sentencia [antecedente segundo, letra g), y antecedente
séptimo].
El error expresado reúne los caracteres que nuestra jurisprudencia exige para que sea relevante a los efectos de causar
la vulneración del art. 24.1 CE (por todas, STC 134/2001, de 13 de junio [ RTC 2001, 134] , F. 6), que se traduce en
el presente caso, según ya se indicó, en la vulneración del derecho a la asistencia letrada. Es, en efecto, un error
determinante de la decisión adoptada (en cuanto constituye su «ratio decidendi»); un error de hecho y no de Derecho
(al manifestarse la equivocación en la determinación y selección del presupuesto fáctico sobre el que se asienta la
decisión); un error no imputable a la parte actora, sino al órgano jurisdiccional; un error patente (esto es,
inmediatamente verificable de forma clara e incontrovertible a partir de las propias actuaciones judiciales) y,
finalmente, un error lesivo por producir efectos perjudiciales reales para el ciudadano, como ha sido el haberle
privado del derecho a defenderse.
Según lo que antecede, el Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Albacete, al dictar sentencia sin dar respuesta a la
petición de suspensión deducida por el interesado y sin que se hubiera nombrado Abogado y Procurador de oficio,
impidiendo al recurrente formalizar su oposición a la ejecución, no sólo le privó de su derecho a la defensa y a
la asistencia letrada, sino que le colocó en una situación de efectiva indefensión. Igualmente, la posterior Sentencia de
la Audiencia Provincial de Albacete insistió en la lesión al confirmar, por el error ya relacionado, la Sentencia del
órgano judicial «a quo». Por todo ello, procede otorgar el amparo y anular las resoluciones judiciales impugnadas.
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, por la autoridad que le confiere la Constitución de la
Nación Española ( RCL 1978, 2836 y ApNDL 2875) ,
Ha decidido
Otorgar el amparo solicitado por don Manuel S. M. y, en su virtud:
1º Declarar vulnerados los derechos fundamentales a la defensa y asistencia letrada y a la tutela judicial efectiva sin
indefensión del demandante en amparo por la Sentencia del Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Albacete, de 7 de
abril de 1997, recaída en el procedimiento ejecutivo núm. 188/1996, así como por la Sentencia de la Sección Segunda
de la Audiencia Provincial de Albacete de 9 de febrero de 1998, dictada en recurso de apelación interpuesto contra la
anterior.
2º Restablecer al demandante en amparo en la plenitud de su derecho, y, a tal fin, declarar la nulidad de las citadas
Sentencias y retrotraer las actuaciones al momento procesal oportuno para que, con respeto de los
derechos fundamentales vulnerados, pueda formalizar la oposición.
Publíquese esta Sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid, a quince de julio de dos mil dos.

PREGUNTA QUE HA DE RESPONDER EL ALUMNO


¿QUÉ SIGNIFICA QUE ENTRE LAS GARANTÍAS QUE INTEGRAN EL DERECHO A UN PROCESO JUSTO
SE INCLUYA EL DERECHO A LA DEFENSA Y A LA ASISTENCIA DE ABOGADO DE MANERA
SINGULARIZADA?

SILABO A DESARROLLAR POR EL PROFESOR

SINGULARIDAD DEL DERECHO DE DEFENSA Y UNIVOCIDAD

RECURSO DE AMPARO NÚM. 5667/2004


PONENTE: DON EUGENI GAY MONTALVO
Recurso de amparo contra el Auto de 01-09-2004 del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del
Rey (Madrid) dictado en procedimiento de juicio verbal aprobando de modo definitivo la tasación de costas.
Vulneración del derecho fundamental a la defensa y a la asistencia de letrado: existencia: otorgamiento de amparo.
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez, Presidente, don
Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y
don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 5667-2004, promovido por don Ángel Martín Gutiérrez, Procurador de los
Tribunales, en nombre y representación de los cónyuges don Jesús P. D. y doña María Rosa S. S., asistidos por el
Abogado don José Javier Roger Reino, contra el Auto de 1 de septiembre de 2004 del Juzgado de Primera Instancia
núm. 4 de Arganda del Rey (Madrid) dictado en el procedimiento de juicio verbal núm. 122-2001 aprobando de modo
definitivo la tasación de costas, por vulneración del derecho fundamental a la defensa y asistencia letrada (art.
24.2 CE [ RCL 1978, 2836] ). Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Eugeni Gay
Montalvo, quien expresa el parecer de la Sala.
ANTECEDENTES
Por escrito registrado en este Tribunal el 20 de septiembre de 2004 don Ángel Martín Gutiérrez, Procurador de los
Tribunales, en nombre y representación de los cónyuges don Jesús P. D. y doña María Rosa S. S., interpuso recurso
de amparo contra la resolución judicial citada en el encabezamiento de la Sentencia.
Los hechos más relevantes de los que trae causa la demanda son los siguientes:
a) El 4 de mayo de 2001 los actuales recurrentes formularon demanda de juicio verbal ante el Juzgado de Primera
Instancia núm. 4 de Arganda del Rey, interesando la suspensión de obra nueva contra la empresa Zarza 25, S. C. La
demanda fue desestimada por Sentencia de 15 de junio de 2001, confirmada por la de la Audiencia Provincial de
Madrid de fecha 16 de junio de 2003 ( JUR 2003, 255521) .
b) En ejecución de Sentencia se inició trámite de tasación de costas con traslado a las partes de su resultado mediante
diligencia de ordenación de 29 de marzo de 2004 del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey.
c) Don Jesús P. D. compareció ante el Juzgado mediante escrito de 15 de abril de 2004, en el que puso de manifiesto
que había tenido conocimiento casual de la tasación de costas; que desde primeros de abril estaba intentando
contactar con su Abogado y sistemáticamente la secretaria le informaba de que estaba reunido; que posteriormente
había ido al Colegio de Abogados y le dijeron que las costas serían impugnables por excesivas; que el día 7 de abril
denunció ante la Comisión Deontológica del Colegio al Abogado que le llevaba el caso y que, por todo ello, solicitaba
la suspensión del plazo concedido y que se le designara un Abogado de oficio, sin gratuidad (art. 440.2 LOPJ [ RCL
1985, 1578, 2635] ) a fin de que en el plazo que restaba pudiera el nuevo Letrado impugnar, en su caso, la tasación.
d) El 21 de abril de 2004 se presentó en el Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey escrito por el
Abogado de los demandantes de amparo que había sido denunciado, mediante el que solicitaba el desglose de los
documentos acompañados al escrito de la demanda que dio origen al procedimiento por necesitarlos para otros usos.
e) Por providencia de 5 de mayo 2004 el Juzgado rechazó el desglose «a la vista de lo manifestado por su cliente»,
acordó interrumpir el plazo que había conferido a las partes para impugnar la tasación de costas, requiriendo a don
Jesús P. D. «a fin de que acredite en el término de tres días que ha verificado la solicitud de Letrado de oficio en el
Despacho del Colegio de Abogados de esta población».
f) El 13 de mayo de 2004 el Sr. P. D. registró en el Juzgado escrito en el que, en cumplimiento del requerimiento
judicial, señaló que el impreso a que «se refiere el Juzgado es el que figura como anexo en el Reglamento de
Asistencia Gratuita ( RCL 2003, 2047, 2316) », aclarando que en su escrito de 15 de abril de 2004 no pedía
asistencia jurídica gratuita, reiterando «respetuosamente al Juzgado lo manifestado en aquel escrito».
g) Mediante providencia de 24 de junio de 2004 el Juzgado acordó
«No haber lugar a la designación de abogado de oficio sin gratuidad solicitado por el demandante al no tener ningún
turno previsto para este supuesto el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares, por lo que se acuerda reanudar el
plazo de impugnación de la tasación de costas de 29 de marzo de 2004, por lo que le restan tres días para impugnar».
h) El 5 de julio de 2004 don Jesús P. D. presentó un nuevo escrito al Juzgado en el que señalaba que, al margen de
cómo se organice el citado Colegio, es posible pedir Abogado de oficio sin gratuidad, pues así lo prevén el artículo
440.2 LOPJ, con carácter general, y en el orden civil el artículo 33.2 LECiv ( RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001,
1892) cuando su intervención sea preceptiva, señalando que para ello no tiene que rellenar un impreso con sus datos
económicos, pues el Abogado que se le designe le defenderá pagándole él mismo la retribución. Señalaba en dicho
escrito que la no tutela del derecho fundamental a la defensa genera la nulidad de pleno derecho (art. 238.3 LOPJ y
art. 225.4 LECiv), citaba la STC 114/1998 ( RTC 1998, 114) y afirmaba su legítimo interés en el examen de las
costas, no sólo por lo elevado de su importe, sino porque debían rechazarse de plano las pretendidas por una parte que
nunca tuvo legitimación pasiva para ser codemandada, incurriendo en mala fe al no advertirlo en su momento, y
porque su ex Letrado incurría además en responsabilidad civil. Por todo lo expuesto, textualmente interesaba:
« Ruego al Juzgado, por tercera vez, me designen letrado defensor.
Otrosí 1. Solicito la nulidad de las resoluciones que, por no tener abogado, no he podido en su caso recurrir.
Otrosí 2. Solicito testimonio de la respuesta negativa del Colegio de Abogados de Alcalá de Henares.
Otrosí 3. Ruego que los plazos para impugnación de la tasación comiencen cuando le conste al Juzgado la
designación de mi Abogado».
i) El 2 de julio de 2004 el Letrado al que había denunciado el ejecutado presentó escrito en el Juzgado renunciando a
la representación letrada del Sr. P. D., y solicitando la suspensión de los plazos procesales para que designaran un
nuevo Letrado en el plazo que al efecto sea otorgado.
j) Por providencia de 1 septiembre 2004 el Juzgado dispuso:
«Dada cuenta, por presentado el anterior escrito de fecha 5 de julio de 2004, por el Sr. D. Jesús P. D., únase a los
autos de su razón, y en cuanto a lo solicitado, se tienen por hechas las manifestaciones en él contenidas, y estese a lo
resuelto en resolución de 24 de junio de 2004.
Por presentado el anterior escrito de fecha 27 de julio de 2004, por la Procuradora Sra. Salcedo López, únase a los
autos de su razón, teniéndose por renunciado al LetradoSr. Barquín Cortés en su dirección letrada, y en cuanto a lo
demás solicitado, estése a lo ya resuelto en el curso del presente procedimiento.
Transcurrido el plazo concedido a la parte actora para la impugnación de la tasación de costas, y no habiendo
verificado dicha impugnación, estése a la resolución que a continuación se dicte».
k) La tasación de costas se aprobó con fecha de ese mismo día; es decir, 1 de septiembre de 2004, en virtud de Auto
del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey, por haber transcurrido el plazo sin haberse impugnado.
El 20 de septiembre de 2004 se registró en este Tribunal Constitucional demanda de amparo contra esta última
resolución por don Jesús P. D. y doña María Rosa S. S., por entender que se aprobó la tasación de costas con
vulneración del derecho a la defensa y a la asistencia letrada tutelados en el art. 24.2 CE ( RCL 1978, 2836) y que,
como consecuencia de ello, se incurre en la vulneración de otros derechos contenidos en el art. 24 CE como el de
obtener una tutela judicial efectiva, la prohibición de indefensión y el derecho a un proceso con todas las garantías.
Señalan en su escrito que pidieron defensa de oficio sin gratuidad lo que permite el art. 33 LECiv ( RCL 2000, 34,
962 y RCL 2001, 1892) cuando su intervención sea preceptiva pero también cuando, no siéndolo, la parte contraria
haya comunicado al Tribunal que actuará defendida por Abogado, señalando este mismo precepto que las peticiones
se harán de acuerdo con la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita, pero sin necesidad de acreditar el derecho a obtener
dicha asistencia, siempre que el solicitante se comprometa a pagar los derechos y honorarios de los profesionales que
se designen. Distinguen entre el patrocinio de oficio y el carácter gratuito y citan la STC 114/1998 ( RTC 1998,
114) que estima la demanda de amparo por hallarse el incidente de tasación de costas necesitado de asistencia
profesional. De todo ello concluyen que el hecho de que el Colegio de Abogados no tuviera el turno exigido y sí un
turno de oficio único organizado simplemente por especialidades, resulta incompatible con el precepto constitucional
y que se ha vulnerado, en todo caso, su derecho a la defensa y a la asistencia letrada y solicitan en el suplico de la
demanda de amparo que se declare la nulidad del Auto de 1 de septiembre de 2004 del Juzgado de Primera Instancia
núm. 4 de Arganda del Rey, y que se repongan las actuaciones en el estado en que se encontraban el día 15 de abril de
2004, fecha en que solicitaron, por primera vez, abogado de oficio sin gratuidad; mediante otrosí solicitan igualmente
la suspensión de la ejecución del Auto combatido.
Por providencia de 1 de junio de 2006, la Sección Tercera de la Sala Segunda del Tribunal Constitucional acordó, de
conformidad con lo dispuesto en el artículo 50.3 LOTC ( RCL 1979, 2383) , conceder a los demandantes de amparo
y al Ministerio Fiscal un plazo común de diez días para que formularan alegaciones en relación con la carencia
manifiesta de contenido constitucional de la demanda [art. 50.1 c) LOTC].
Por escrito registrado en este Tribunal Constitucional, con fecha de 21 de junio de 2006, los demandantes de amparo
se ratificaron en la demanda.
El 28 de junio de 2006 el Ministerio Fiscal registró escrito en el que interesaba la admisión a trámite del presente
recurso.
Por providencia de 19 de septiembre de 2006 la Sala Segunda del Tribunal constitucional acordó la admisión a
trámite de la demanda y formar la correspondiente pieza separada de suspensión, concediendo, de conformidad con el
artículo 56 LOTC ( RCL 1979, 2383) , un plazo común de tres días al Ministerio Fiscal y a la parte recurrente a fin
de que realizaran las alegaciones que estimasen pertinentes sobre dicha suspensión. En esta misma providencia se
acordó dirigir atenta comunicación al Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey a fin de que, en un
plazo que no excediera de diez días, remitiera certificación de las actuaciones correspondientes al juicio verbal núm.
122-2001, advirtiéndole de que previamente emplazarse a quienes hubieran sido parte en el procedimiento, salvo a la
parte recurrente en amparo, para que en el plazo de diez días pudiesen comparecer, por si así lo desearan, en el
presente recurso de amparo.
Por escrito registrado el 29 de septiembre de 2006 la parte recurrente reiteró la suspensión solicitada alegando que la
empresa que reclama las costas a los recurrentes en amparo no tardaría en extinguirse, resultando a partir de entonces
difícil y costoso pedir la devolución de lo que tienen que abonar a quienes fueron socios de dicha empresa.
Igualmente se aducía que la suspensión solicitada evitaría dos procesos paralelos, el ejecutivo en el Juzgado civil,
donde se había solicitado ya «una barbaridad de intereses» y, simultáneamente el proceso de amparo constitucional.
Por escrito registrado en el Tribunal Constitucional el 5 de octubre 2006 el Ministerio Fiscal interesó la denegación
de la suspensión solicitada.
Por Auto de 23 de octubre de 2006 la Sala Segunda del Tribunal Constitucional acordó denegar la suspensión
solicitada. Contra este Auto se formuló por los demandantes de amparo recurso de súplica, que fue informado en
sentido denegatorio por el Fiscal en dictamen de 29 de noviembre de 2006. Por Auto de la Sala Segunda de 15 de
enero de 2007 se acordó desestimar dicho recurso de súplica.
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, por diligencia de ordenación de 27 de febrero de 2007, de conformidad
con el art. 52.1 LOTC ( RCL 1979, 2383) , acordó conferir a la parte recurrente y al Ministerio Fiscal trámite de
alegaciones por un plazo común de veinte días.
El 3 de abril de 2007 se registró en este Tribunal Constitucional escrito del Ministerio Fiscal interesando la
estimación del amparo.
En primer lugar, el Ministerio Fiscal precisa que, aun cuando se impugna expresamente el Auto de 1 de septiembre de
2004, el amparo debiera extenderse igualmente a las providencias del mismo Juzgado de 24 de junio y de 1 de
septiembre de 2004, por ser ellas antecedente y consecuencia del Auto impugnado, y en las que ya se habría
producido la vulneración de los derechos de defensa y asistencia letrada tutelados en los arts. 24 1 y 2 CE ( RCL
1978, 2836) .
En cuanto al fondo de la cuestión, señala el Ministerio Fiscal que desde el primer momento estaba claro que los
demandantes de amparo formularon ante el Juzgado una petición que tenía plena cobertura legal, la de que les fuera
designado Letrado por la vía de la Asistencia Jurídica Gratuita pero comprometiéndose a satisfacer los honorarios del
Abogado, tal y como previene el art. 33.2 LECiv ( RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001, 1892) . Considera que la
providencia del Juzgado que acordaba suspender el trámite de impugnación de costas interesando a la parte
solicitante que verificara la designación de Letrado del Colegio de Abogados es respetuosa con los derechos del art.
24 CE, pero que a partir de ese momento se entra en una fase de confusión donde el órgano judicial y el Colegio de
Abogados parecen confundir la petición cuando lo que se interesa es simplemente la designación de un Letrado cuyos
emolumentos se satisfagan por la parte.
Considera que la respuesta del órgano judicial no es satisfactoria con los derechos fundamentales alegados en amparo
por dos motivos. De un lado porque cuando la parte pone de manifiesto al Juzgado la respuesta del Colegio de
Abogados, el órgano judicial no tiene en cuenta que el art. 33.2 LECiv, párrafo segundo, prevé que la tramitación de
estas solicitudes lo será de conformidad con lo dispuesto en la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita ( RCL 1996, 89) .
Pero, de otro lado, porque la respuesta dada por el órgano judicial al remitirse a lo que ya había ordenado previamente
y que se ceñía a que el que la parte accediera a la asistencia letrada mediante el procedimiento de asistencia jurídica
gratuita, ya no era posible porque el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares no tenía establecido tal turno, es
sencillamente una respuesta de naturaleza puramente formal y que difícilmente cumple con el deber de protección y
tutela del derecho fundamental en juego. Con ello se generaron unas consecuencias gravosas para la parte afectada,
ya que una vez reanudado el trámite de impugnación de costas no pudo impugnarlas, pues por decisión del Juzgado
carecía de asistencia letrada y defensa, aprobándose sin oposición las costas con el correspondiente perjuicio
económico para ella.
A su juicio, la situación producida conecta fácilmente con una constante jurisprudencia constitucional exigiendo la
igualdad de armas que prohíbe la indefensión, en especial en relación con situaciones en que existe una carencia de
posibilidad real de defensa, lo que se prevé incluso para aquellos procesos en los que, como en el caso de autos, no
fuera necesaria la presencia de Letrado o Procurador ( STC 199/2003 [ RTC 2003, 199] ). En el presente caso,
resalta el Ministerio Fiscal, estamos en ejecución de Sentencia y en trámite de tasación de costas, habiendo litigado
ambas partes (antes de denunciar a su Letrado los demandantes de amparo) con Abogado y Procurador, requiriendo el
trámite de tasación de una capacitación técnica jurídica evidente y encontrando la petición de los demandantes
cobertura legal en el art. 33.2 LECiv, que se remite a la tramitación regulada en la LAJG en sus artículos 9 y ss.
El Ministerio público pone de manifiesto que la respuesta judicial que se ofrece al escrito de la parte de 13 de mayo
de 2004 (donde se pone en conocimiento del Juzgado que el impreso que le han entregado en el Colegio de Abogados
para instar la designación de abogado es el de justicia gratuita y reitera que ha manifestado su deseo de litigar con el
pago de la remuneración económica) es fulminante y extraña, pues afirma, sin que haya constancia alguna al menos
en la documentación obrante ante el Tribunal Constitucional, de que no existe tal turno, refiriéndose, según parece, al
de designación de letrado de oficio de pago en el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares y declara reabrir el
plazo cuando sólo quedaban tres días, a efectos de impugnación de la tasación de costas. Es ésta una respuesta que
lesiona el derecho a la defensa y la asistencia letrada, con esa mera referencia a un turno cuya realidad normativa se
concreta en los artículos 9 y ss. de la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita, considerando que ni siquiera la invocación
de una posible negligencia de la parte en la tramitación de la petición salvaría la infracción constitucional.
En relación con el escrito de 5 de junio 2004 alega, además, el Ministerio público que no se cumplen las mínimas
exigencias de motivación pues en dicho escrito se efectuaban tres peticiones al Juzgado (referidas en antecedentes) y
se indicaban razones concretas por las que interesaba la asistencia letrada en la impugnación de la tasación de costas
que no han sido atendidas. En la misma fecha el Juzgado emite dos resoluciones; la providencia de 1 de septiembre
de 2004 se remite a lo acordado en la providencia de 24 de mayo, con lo que no ofrece respuesta debidamente
motivada a dicho escrito pues por tal no puede entenderse la remisión a una providencia que no resolvió las
cuestiones nuevas que se planteaban y en consecuencia no protegió debidamente el derecho a la defensa y a
la asistencia letrada con infracción del artículo 24 CE. Y además el Auto de 1 de septiembre de 2004 concluye el
proceso, cerrándolo, con la aprobación de la tasación de costas que la parte no pudo contradecir por considerar el
Juzgado que no se habían impugnado en tiempo, sin que ni siquiera el órgano judicial considerara las alegaciones
que, en última instancia, como autodefensa, alegaba la parte en su escrito de 5 de junio de 2004.
El 30 de marzo de 2007 los demandantes de amparo registraban escrito reiterando las alegaciones contenidas en la
demanda de amparo en su integridad.
Por providencia de 18 de octubre de 2007, se acordó para deliberación y votación de esta Sentencia el día 22 del
mismo mes y año.
II. FUNDAMENTOS JURÍDICOS
Los demandantes de amparo imputan al Auto de 1 de septiembre de 2004 del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de
Arganda del Rey (Madrid), dictado en el procedimiento de juicio verbal núm. 122-2001 y que aprueba de modo
definitivo la tasación de costas, la vulneración del derecho fundamental a la defensa y a la asistencia de Letrado (art.
24.2 CE [ RCL 1978, 2836] ) y, como resultado de ello, la del derecho a una tutela judicial efectiva sin indefensión
(art. 24.1 CE).
El Ministerio Fiscal interesa la estimación del amparo por considerar que, en efecto, se ha vulnerado el derecho a
la defensa y a la asistencia letrada, pero también el derecho a una tutela judicial efectiva al dictarse resoluciones
judiciales que no ofrecen motivación alguna respecto de pretensiones realizadas por los demandantes de amparo.
Antes de proceder al análisis de las vulneraciones denunciadas conviene acotar cuáles son las resoluciones objeto del
presente amparo.
El Ministerio Fiscal considera que, aunque las partes impugnan el Auto del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de
Arganda del Rey (Madrid), de 1 de septiembre, deben entenderse también comprendidas en el recurso la providencia
dictada en el mismo día por el mismo órgano judicial, en la que se remite a lo acordado en su anterior providencia de
24 de junio de 2004, así como esta última, en la que se declaraba no haber lugar a la designación de Abogado de
oficio sin gratuidad por no existir un turno previsto para este supuesto en el Colegio de Abogados de Alcalá de
Henares y se reanudaba el plazo de impugnación.
En el presente caso es cierto que en el encabezamiento de su demanda los recurrentes de amparo impugnan
exclusivamente el Auto de 1 de septiembre de 2004, pero en el suplico no piden únicamente su anulación, sino que
también solicitan, de modo expreso, la reposición de las actuaciones al estado en que se encontraban los autos el día
15 de abril de 2004, fecha en la que solicitaron por primera vez Abogado de oficio sin gratuidad. De este modo
impugnan, aunque sea de modo indirecto, las resoluciones a las que alude el Ministerio público y también la
providencia de 5 de mayo de 2004 del mismo Juzgado, posterior a la fecha en que los recurrentes consideran que
comienzan las infracciones constitucionales. De ahí que, en aras de respetar el principio dispositivo y el de
congruencia de las resoluciones judiciales, el examen de este Tribunal Constitucional abarcará todas las resoluciones
temporales posteriores a la solicitud de Abogado de oficio sin gratuidad, es decir, incluida la providencia de 5 de
mayo de 2004 aludida.
La cuestión de fondo que se suscita en el caso que ahora se trae a nuestro enjuiciamiento consiste en determinar si el
órgano judicial ha vulnerado el derecho a la defensa y a la asistencia jurídica letrada (art. 24.2 CE [ RCL 1978,
2836] ) y, en consecuencia, impedido el ejercicio el derecho a una tutela judicial efectiva sin indefensión de los
demandantes de amparo (art. 24.1 CE) por no atender la petición de éstos relativa al nombramiento de Abogado de
oficio sin gratuidad para su defensa.
Para abordarla debemos recordar que la exigencia de asistencia letrada no tiene un alcance único ni un contenido
unívoco en todos los supuestos en que está reconocida constitucionalmente, sino que se encuentra vinculada a la
diferente función que como garantía constitucional ha de cumplir en cada uno de dichos supuestos ( STC 199/2003,
de 10 de noviembre [ RTC 2003, 199] , F. 4). Y que por ello hemos advertido que no es correcto extrapolar al
proceso civil, sin más matizaciones, la doctrina elaborada respecto de la asistencia letrada en el proceso penal, donde
la especial proyección de la asistencia letrada se sustenta en la complejidad técnica del debate y en la relevancia del
bien jurídico protegido que puede verse afectado, justificando en tales casos la exigencia de que se acentúe la
obligación jurídico-constitucional de los órganos judiciales ( SSTC 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC 1998, 233] ,
F. 3; 162/1999, de 27 de septiembre [ RTC 1999, 162] , F. 3).
No obstante es doctrina reiterada de este Tribunal que entre el haz de garantías que integran el derecho a un proceso
justo, «se incluye el derecho a la defensa y a la asistencia letrada que el art. 24.2 CE reconoce no sólo para el proceso
penal sino también para el resto de los procesos, con las salvedades oportunas, y cuya finalidad es la de asegurar la
efectiva realización de los principios de igualdad de las partes y de contradicción que impone a los órganos judiciales
el deber positivo de evitar desequilibrios entre la respectiva posición procesal de las partes, o limitaciones en la
defensa que puedan inferir a alguna de ellas un resultado de indefensión, prohibido en todo caso en el inciso final del
art. 24.1 CE» ( SSTC 152/2000, de 12 de junio [ RTC 2000, 152] , F. 3, 211/2003, de 1 de diciembre [ RTC 2003,
211] , F. 6, 18/2006, de 30 de enero [ RTC 2006, 18] , F. 2). Se trata de un derecho que, aun cuando conectado en
su finalidad con el derecho a la defensa y no sufrir indefensión, se erige en derecho fundamental autónomo,
estructural e instrumental al principio de igualdad de las partes ( STC 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC 1998,
233] , F. 3).
Del mismo modo hemos señalado que en el supuesto de que la intervención de Letrado sea preceptiva, esta garantía
constitucional se convierte en una exigencia estructural del proceso tendente a asegurar su correcto desenvolvimiento
( STC 42/1982, de 5 de julio [ RTC 1982, 42] , F. 2), cuyo sentido es satisfacer el fin común a toda asistencia
letrada que es el de «lograr el adecuado desarrollo del proceso como mecanismo instrumental introducido por el
legislador con miras a una dialéctica procesal efectiva que facilita el órgano judicial la búsqueda de una Sentencia
ajustada a Derecho» ( SSTC 47/1987, de 22 de abril [ RTC 1987, 47] , F. 3; 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC
1998, 233] , F. 3; 189/2006, de 19 de junio [ RTC 2006, 189] , F. 2). Y que en estos casos «la conexión existente
entre el derecho a la asistencia letrada y la institución misma del proceso determina incluso que la pasividad del
titular del derecho deba ser suplida por el órgano judicial para cuya propia actuación, y no sólo para el mejor servicio
de los derechos e intereses del defendido, es necesaria la asistencia del Letrado» (con numerosas citas, STC
189/2006, de 19 de junio, F. 2), debiendo los órganos judiciales considerar la ausencia de Letrado «como un requisito
subsanable» ( STC 53/1990, de 26 de marzo [ RTC 1990, 53] ) ofreciendo al interesado una oportunidad de reparar
tal omisión ( STC 11/2003, de 27 de enero [ RTC 2003, 11] , F. 3).
Pero incluso cuando la intervención de Letrado no es preceptiva en un proceso determinado con arreglo a las normas
procesales, ello no priva al justiciable del derecho a la defensa y asistencia letrada reconocido en el art. 24.2 CE
( RCL 1978, 2836) . Como hemos señalado en numerosas ocasiones, el carácter no preceptivo o necesario de la
intervención del Abogado en ciertos procedimientos «no obliga a las partes a actuar personalmente, sino que les
faculta para elegir entre la autodefensa o la defensa técnica; permaneciendo, en consecuencia, el derecho de asistencia
letrada incólume en tales casos, cuyo ejercicio queda a la disponibilidad de las partes, lo cual conlleva, en principio,
el derecho del litigante que carece de recursos económicos para sufragar un Letrado de su elección, a que se le provea
de Abogado de oficio, si así lo considera conveniente a la mejor defensa de sus derechos» ( SSTC 211/2003, de 1 de
diciembre [ RTC 2003, 211] , F. 6; 262/2005, de 24 de octubre [ RTC 2005, 262] , F. 2 y 18/2006, de 30 de enero [
RTC 2006, 18] , F. 2), siendo procedente el nombramiento de abogado de oficio «cuando se solicite y resulte
necesario» ( SSTC 152/2000, de 12 de junio [ RTC 2000, 152] , F. 3 y 262/2005, de 24 de octubre [ RTC 2005,
262] , F. 2).
En este sentido hemos afirmado que el derecho constitucional exige que se ponga de manifiesto «esa circunstancia
con las debidas formalidades legales ante el órgano judicial y que éste se pronuncie expresamente sobre su
pertinencia, ponderando si los intereses de la justicia así lo exigen» ( SSTC 199/2003, de 10 de noviembre [ RTC
2003, 199] , F. 5, 65/2007, de 27 de marzo [ RTC 2007, 65] , F. 4). La exigencia de que el interesado solicite
formalmente ante el órgano judicial la designación de Letrado de oficio se deriva de que lógicamente –si el contenido
de este derecho se concreta en la posibilidad de optar por la autodefensa o por la asistencia técnica– sólo a través de
la emisión expresa de su voluntad de ser asistido de Letrado podrá el órgano judicial proceder a su designación. Esta
solicitud, además, debe realizarse por el interesado lo más tempranamente que pueda, con el fin de evitar en la
medida de lo posible la suspensión de actos judiciales, que implicaría la afectación a otros intereses
constitucionalmente relevantes, principalmente el derecho a un procedimiento sin dilaciones indebidas del resto de
partes procesales y, todo ello, sin olvidar tanto la incidencia negativa que pueda tener en el deber de colaboración con
la Administración de Justicia de otros participantes en dichos actos, como testigos y peritos, por las molestias
innecesariamente causadas con sus desplazamientos a los Juzgados para actos que sean finalmente suspendidos,
cuanto criterios de eficiencia en el gasto público y en la organización judicial, por la inversión de medios económicos
y personales de la Administración de Justicia en la celebración de actos procesales fallidos ( SSTC 199/2003, de 10
de noviembre [ RTC 2003, 199] , F. 5, 65/2007, de 27 de marzo [ RTC 2007, 65] , F. 4).
Por su parte, la necesidad constitucional de asistencia letrada viene determinada por la finalidad que este derecho
cumple. De este modo, si lo que se trata es de garantizar la igualdad de las partes y la efectiva contradicción para el
correcto desarrollo del debate procesal, «será constitucionalmente obligada la asistencia letrada allí donde la
capacidad del interesado, el objeto del proceso o su complejidad técnica hagan estéril la autodefensa que el mismo
puede ejercer mediante su comparecencia personal, lo que será determinable, en cada caso concreto, atendiendo a la
mayor o menor complejidad del debate procesal y a la cultura y conocimientos jurídicos del comparecido
personalmente, deducidos de la forma y nivel técnico con que haya realizado su defensa ( STC 47/1987 [ RTC 1987,
47] , fundamento jurídico 3)» ( STC 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC 1998, 233] , F. 3).
Ahora bien, siendo cierto lo anterior, no lo es menos –y este Tribunal también lo ha señalado así reiteradamente– que
quien alegue indefensión como consecuencia de la vulneración del derecho a la asistencia letrada no ha de haber
provocado dicha situación con su falta de diligencia, así como que dicha indefensión debe ser real y efectiva; de
forma que la situación de indefensión generada por la falta de defensa técnica no resulte ser consecuencia directa del
proceder de la parte y además la autodefensa del litigante debe haberse revelado como insuficiente y perjudicial para
el mismo, impidiéndole articular una protección adecuada de sus derechos e intereses legítimos en el proceso. En
suma, resulta preciso que «se haya producido un menoscabo real y efectivo de su derecho de defensa», como señalan
las SSTC 22/2001, de 29 de enero ( RTC 2001, 22) , F. 2, 222/2002, de 25 de noviembre ( RTC 2002, 222) , F. 2,
y 215/2003, de 1 de diciembre ( RTC 2003, 215) , F. 3, entre otras.
Una correcta traslación de la doctrina exige advertir que en el caso que ahora se somete a nuestro enjuiciamiento no
estamos ante un supuesto en el que el interesado solicita el nombramiento de un Letrado de asistencia jurídica
gratuita y éste se deniega por el órgano judicial ( SSTC 47/1987, de 22 de abril [ RTC 1987, 47] , o 92/1996, de 27
de mayo [ RTC 1996, 92] , entre otras muchas), sino que el presente supuesto resulta novedoso por cuanto lo que se
solicitaba era el nombramiento de un Abogado de oficio sin gratuidad.
Esta posibilidad se contempla legalmente en el art. 33 de la Ley de Enjuiciamiento Civil ( RCL 2000, 34, 962 y RCL
2001, 1892) (LECiv) cuando, tras declarar que «fuera de los casos de designación de oficio previstos en la Ley de
Asistencia Jurídica Gratuita ( RCL 1996, 89) , corresponde a las partes contratar los servicios del procurador y del
abogado que les hayan de representar y defender en juicio» (art. 33.1 LECiv), establece inmediatamente a
continuación la posibilidad de asistencia de oficio sin gratuidad al señalar que «no obstante, el litigante que no tenga
derecho a la asistencia jurídica gratuita podrá pedir que se le designe abogado, procurador o ambos profesionales,
cuando su intervención sea preceptiva o cuando, no siéndolo, la parte contraria haya comunicado al Tribunal que
actuará defendida por abogado y representada por procurador. Estas peticiones se harán y decidirán conforme a lo
dispuesto en la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita, sin necesidad de acreditar el derecho a obtener dicha asistencia,
siempre que el solicitante se comprometa a pagar los honorarios y derechos de los profesionales que se le designen»
(art. 33.2 LECiv).
Existen supuestos, así pues, en los que por carecerse de medios económicos se tiene derecho a la asistencia jurídica
gratuita y otros, como el ahora enjuiciado, en los que, aun disponiendo de medios, de lo que se carece es de Abogado.
Pero ambos casos encuentran acomodo dentro del derecho fundamental a la asistencia letrada proclamado en el
artículo 24.2 CE ( RCL 1978, 2836) por cuanto, incluso cuando la asistencia no es preceptiva, como hemos dicho,
ello no obliga al interesado a actuar personalmente, sino que dicho derecho le faculta para elegir entre la autodefensa
o la defensa técnica. Y en tal defensa técnica encuentra cobijo no sólo el Abogado de confianza, sino también el
Letrado de oficio, que será gratuito cuando se carece de medios económicos, o sin gratuidad, cuando, teniéndolos, de
lo que se carece es de Abogado. En el presente caso no cabe duda de que, tal y como se manifiesta en los
antecedentes, en todo momento la opción de los demandantes de amparo no fue por la autodefensa, sino por la
defensa y asistencia técnica, sin gratuidad, porque así lo consideraron conveniente para la defensa de sus derechos.
En estos casos, en aplicación de la doctrina general, también es procedente el nombramiento de Abogado de oficio
cuando «se solicite» y «resulte necesario». Es decir, son también dos los requisitos simultáneamente exigidos.
En primer lugar, la manifestación de voluntad deviene también exigible cuando el Abogado de oficio solicitado es sin
gratuidad. En este sentido debe tenerse en cuenta que el derecho a la asistencia de oficio de este tipo remite en su
configuración legal a la regulación contenida en la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita y, con independencia de la
gratuidad o no de la asistencia, su razón de ser en ambos casos es idéntica. Asimismo, ha de constar la solicitud de
designación de Letrado sin gratuidad como petición autónoma respecto del beneficio de justicia gratuita que, en su
caso, pudiera haberse inicialmente instado pues únicamente de este modo es posible exigir al órgano judicial una
actuación concreta respeto de esta singular opción que no se confunda con la más general de la asistencia jurídica
gratuita (evitando así estrategias procesales de dilatación de plazos), y porque sólo con tal advertencia específica, en
tiempo y forma legal, le es posible a dicho órgano realizar una adecuada ponderación de las circunstancias del caso a
la hora de valorar la existencia real de indefensión que tiene la obligación constitucional de evitar.
En segundo lugar, también cuando la asistencia requerida es «sin gratuidad» ha de nombrarse sólo cuando «resulte
necesaria». Necesidad que debe valorarse caso por caso, en atención a las circunstancias concretas, subjetivas y
objetivas, a las que antes nos hemos referido, pues únicamente cuando exista un riesgo de indefensión real y éste
finalmente se traduzca en un menoscabo real y efectivo del derecho a la igualdad de las partes y a la defensa, no
debida a su propia actuación, sino a la actividad u omisión judicial, la denegación de dicha asistencia adquiere
relevancia constitucional.
En el presente caso, la solicitud formal de Abogado de oficio sin gratuidad se realizó tras denunciar al Abogado que
les había llevado el tema durante el proceso, poniendo tal circunstancia en conocimiento del órgano judicial y
solicitando desde el primer momento su pretensión de Abogado de oficio no gratuito con total claridad.
Como consta en los antecedentes de esta Sentencia, don Jesús P. D. compareció mediante escrito de 15 de abril de
2004 ante el Juzgado para poner de manifiesto que había tenido conocimiento casual de la tasación de costas, que
desde primeros de abril estaba intentando contactar con su Abogado, que había denunciado ante la Comisión
Deontológica al Abogado que llevaba el caso y que en el Colegio de Abogados le habían informado de que las costas
podrían impugnarse por excesivas, motivos por los que solicitaba la suspensión del plazo concedido y que se le
designara un «abogado de oficio, sin gratuidad (art. 440.2 LOPJ [ RCL 1985, 1578, 2635] ) a fin de que en el plazo
que resta pueda el nuevo letrado impugnar, en su caso, la tasación». Precepto el señalado que, antes de la reforma
llevada a cabo en la Ley Orgánica del Poder Judicial por la Ley Orgánica 19/2003, de 23 de diciembre ( RCL 2003,
3008) , declaraba que «salvo que la Ley disponga otra cosa, las partes podrán designar libremente a sus
representantes y defensores entre los Procuradores y Abogados que reúnan los requisitos exigidos por las Leyes» (art.
440.1 LOPJ) pero que «se designarán de oficio, con arreglo a lo que en aquéllas se establezca, a quien lo solicite o se
niegue a nombrarlos, siendo preceptiva su intervención. La defensa de oficio tendrá carácter gratuito para quien
acredite insuficiencia de recursos para litigar en los términos en que establezca la Ley» (art. 440.2 LOPJ).
Prueba del conocimiento judicial y de que se podría producir un supuesto de indefensión es que se dictó la
providencia de 5 de mayo 2004 por la que el Juzgado acuerda interrumpir el plazo que había conferido a las partes
para impugnar la tasación de costas, requiriendo a don Jesús P. D. «a fin de que acredite en el término de tres días que
ha verificado la solicitud de Letrado de oficio en el Despacho del Colegio de Abogados de esta población». Con
semejante proceder el Juzgador actuó de conformidad con el derecho a la tutela judicial efectiva y realizó las
actuaciones necesarias para preservar el derecho constitucional de defensa y de asistencia jurídica de los ahora
demandantes de amparo, de ahí que hayamos de convenir con el Ministerio Fiscal en que esta providencia, al
contrario de lo que se pretende en la demanda de amparo con la retroacción de actuaciones a un momento anterior, no
merece reproche constitucional alguno desde la perspectiva del art. 24 CE ( RCL 1978, 2836) y, por lo tanto, en
relación con esta concreta providencia, la demanda de amparo debe ser desestimada.
A partir de este momento, como también detecta el Ministerio Fiscal, los hechos acaecidos no se pueden determinar
con absoluta claridad. En la demanda de amparo se dice que siguiendo lo indicado en la providencia de 5 de mayo,
los ahora recurrentes fueron a la delegación del Colegio de Abogados de Alcalá en Arganda del Rey y allí les dieron
un impreso de solicitud de asistencia jurídica gratuita para rellenarlo con los datos económicos que en dicho impreso
se piden y que, por ello, mediante escrito de 13 de mayo, contestaron a la providencia de 5 de mayo de 2004 haciendo
ver al órgano judicial que el impreso obtenido era el que consta como anexo en el Reglamento de asistencia jurídica
gratuita, reiterando su petición de Abogado pagando ellos los honorarios. Pero lo cierto es que este Tribunal
Constitucional debe limitarse, de conformidad con el art. 44.1 b) LOTC ( RCL 1979, 2383) a los hechos y a los
actos procesales que se reflejan en las actuaciones, sin entrar a interpretar o valorar los mismos en el sentido
pretendido.
Sobre dicha base, lo cierto es que de lo único que hay constancia es de dos actos procesales. De un lado, el escrito al
que se refieren los demandantes de amparo, de 13 de mayo de 2004, pero en el que, a diferencia de lo expresado en la
demanda de amparo, textualmente se dice: «en relación con la providencia del 15/5/2004 el impreso a que se refiere
el Juzgado es el que figura como anexo en el Reglamento de Asistencia Gratuita. Pero en mi escrito con fecha 15 de
abril de 2004 yo no pedía asistencia jurídica gratuita. Reitero respetuosamente al Juzgado lo manifestado en aquel
escrito». De otro lado, la providencia de 24 de junio de 2004 en la que el Juzgado acuerda: «no haber lugar a la
designación de abogado de oficio sin gratuidad solicitado por el demandante al no tener ningún turno previsto para
este supuesto el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares, por lo que se acuerda reanudar el plazo de impugnación
de la tasación de costas de 29 de marzo de 2004».
De la lectura del escrito de los demandantes de amparo surge la duda de si cumplieron el encargo judicial y su deber
de solicitar ante el Colegio de Abogados la asistencia letrada no gratuita, asumiendo el compromiso de hacerse cargo
del costo de la misma. Y ello por cuanto en dicho escrito no adjuntan prueba alguna del cumplimiento de «verificar»
dicha solicitud, que era lo estrictamente exigido en la providencia de 5 de mayo de 2004; petición que se
correspondía en perfección con lo estipulado para tales supuestos en el art. 33.2 LECiv ( RCL 2000, 34, 962 y RCL
2001, 1892) en la remisión que contiene a la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita para su obtención, con la salvedad
de la carencia de medios económicos y la exigencia expresa del compromiso de pago de quien requiera dicha
asistencia letrada. De ser así, cabría concluir que es a la propia parte demandante de amparo a quien le es imputable la
falta de asistencia letrada que luego se aduce como vulneración judicial del derecho fundamental.
Pero lo cierto es que el órgano judicial en la siguiente actuación procesal de la que se tiene constancia, la providencia
de 24 de junio de 2004, cuando declara no haber lugar a la petición de asistencia letrada sin gratuidad, no lo hace
basándose en el incumplimiento de lo ordenado en su anterior providencia ni porque, a la vista de las circunstancias,
y en su tarea de ponderación, considerara que la petición era claramente abusiva o estaba preordenada a dilatar los
plazos, supuestos estos para los que expresamente el art. 16 de la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita ( RCL 1996,
89) permite que el órgano judicial pueda computar los plazos en los estrictos términos legalmente previstos y con
todas las consecuencias que de ello se deriven. Por el contrario rechaza la petición por un motivo concreto y muy
distinto: la inexistencia de un turno previsto para este supuesto en el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares, y
por ello es por lo que acuerda reanudar el plazo de impugnación de la tasación de costas.
Con independencia del incumplimiento del deber por parte del Colegio de Abogados de hacer efectivo el derecho a
la asistencia jurídica no gratuita, olvidando su naturaleza de corporación de Derecho público llamada a hacer efectivo
el derecho constitucional de la asistencia letrada, es esta respuesta judicial la que, desde una óptica constitucional,
únicamente debemos examinar y la que impide a este Tribunal apreciar una falta de diligencia de la parte, máxime
teniendo en cuenta que la propia singularidad de la petición pudo llevar a una efectiva confusión de la asistencia que
se reclamaba en el Colegio de Abogados y que, desde el primer momento, y por tres veces, los demandantes de
amparo hicieron manifiesta su opción por la asistencia técnica y no por la autodefensa. Y es precisamente dicha
respuesta judicial, como certeramente advierte el Ministerio Fiscal, la que inicia una serie de actuaciones que lesionan
los derechos alegados por los demandantes de amparo.
Desde el punto de vista del derecho a la asistencia letrada de los demandantes de amparo esta providencia de 24 de
junio de 2004 carece de toda ponderación de las circunstancias concurrentes para verificar si la situación de
indefensión podía producirse y el rechazo de la asistencia solicitada mediante una respuesta vinculada a la propia
organización y actuación del Colegio en esta materia (inexistencia de turno específico) lesionaba
el derecho fundamental en juego. Conviene al efecto simplemente recordar que nos encontramos procesalmente en
ejecución de Sentencia, en el trámite de tasación de costas, que requiere una capacitación técnica jurídica evidente, y
de un juicio verbal civil en el que ambas partes habían litigado con Abogado y Procurador. La denegación de
la asistencia, a su vez, supuso la reapertura del plazo de tres días de impugnación de la tasación de costas que
restaban y resultó fatal en sus consecuencias para la parte afectada, ya que reanudado el trámite de impugnación en
costas, dicha parte carecía, por la decisión del Juzgado, de asistencia letrada y defensa, sin que pudiera impugnar la
tasación de costas, que transcurrido el plazo se aprobó sin oposición con el correspondiente perjuicio económico por
la parte indefensa.
Pero la lesión del derecho de asistencia letrada se reitera y se amplía, afectando también al derecho a una tutela
judicial efectiva sin indefensión (art. 24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ), en las siguientes actuaciones judiciales. Así,
ante la reapertura de los plazos y el rechazo de la petición de asistencia no gratuita, los demandantes de amparo
muestran su disconformidad mediante escrito de 5 de julio 2004, en el que, además de indicar las razones concretas
por las que interesan la asistencia letrada, efectúan tres peticiones al Juzgado: nulidad de actuaciones por falta de
Abogado, testimonio de la respuesta negativa del Colegio de Abogados y que el comienzo de los plazos se reanude
cuando le conste al Juzgado la designación de Abogado.
Frente a tales pretensiones, el Juzgado reacciona dictando dos resoluciones judiciales el mismo día. La primera, la
providencia de 1 de septiembre de 2004, en la que se remite a lo acordado en la providencia de 24 de junio «en
cuanto a las peticiones del escrito de don Jesús P. D. de 5 de julio de 2004» y en la que además se declara que
«transcurrido el plazo concedido a la parte actora para su impugnación, y no habiendo verificado dicha impugnación»
deberá estarse a la «resolución que a continuación se dicte». Resolución que se dicta ese mismo día y se concreta en
el Auto de 1 de septiembre, expresamente impugnado por los demandantes de amparo, por el que se aprueba de modo
definitivo la tasación de costas al haber transcurrido el plazo concedido sin haberse impugnado.
La providencia de 1 de septiembre de 2004 consuma la lesión del derecho a la asistencia letrada, no sólo por no tener
en cuenta que la contraparte había tenido Abogado y Procurador, lo mismo que los demandantes de amparo hasta la
denuncia de su Abogado, y que se trataba de una tasación de costas en ejecución de Sentencia de cierta complejidad
técnica, sino que, además, por negar la posibilidad de autodefensa habida cuenta de que, a pesar de que los
demandantes alegaban varios motivos en el escrito para entender que las costas eran excesivas, los mismos fueron
ignorados por el Juzgador de plano, como prueba el hecho de que la razón para dar por finalizado el plazo de
impugnación sea de modo exclusivo la de que dicha impugnación no se había realizado. Tal proceder, por añadidura,
supone que el Juzgador, al no contestar a las cuestiones nuevas planteadas en el escrito de la parte (en especial, la
relativa al testimonio de la respuesta negativa del Colegio de Abogados, pues se podría entender que las otras habrían
sido desestimadas tácitamente), incurre, además, en la vulneración autónoma del derecho a una resolución motivada
( ex art. 24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ).
Así los datos, lo cierto es que los recurrentes no obtuvieron la asistencia letrada sin gratuidad solicitada, no pudieron
realizar una impugnación técnica de las costas aunque adujeron los motivos por los que consideraban que eran
impugnables, y al final el órgano judicial las aprobó de modo definitivo, precisamente, por entender que no se habían
impugnado en plazo. Esta situación, con independencia de que fuera legalmente preceptiva la asistencia letrada
(como mantienen los demandantes de amparo y podría deducirse de la Ley de Enjuiciamiento Civil) o fuera no
preceptiva (como afirma el Ministerio Fiscal), condujo a un efectivo desequilibrio en la defensa de las partes
(recuérdese que la contraparte asistía con Abogado), en un proceso en el cual, a pesar de que en algún escrito los
demandantes parecen demostrar una mínima preparación jurídica (en especial, el escrito de 5 de junio de 2004), lo
cierto es que el objeto del proceso, impugnación de costas en ejecución de sentencia, y las propias circunstancias que
condujeron a la denegación de la asistencia letrada (inexistencia de turno específico), supusieron un menoscabo real y
efectivo en la defensa de la parte y un perjuicio manifiesto, no sólo por no haber podido accionar contra la falta de
respuesta judicial a sus motivaciones de autodefensa, sino, sobre todo, porque finalmente se tuvieron las costas por no
impugnadas, sin posibilidad de contradecir las mismas.
Se confirma, con ello, que la falta de asistencia letrada lesionó el principio de igualdad de partes y el derecho a la
contradicción, finalidad a la que sirve el derecho fundamental, produciéndose una real y efectiva situación de
indefensión material, requisito que insoslayablemente ha de concurrir para que quepa apreciar infracción del art.
24.1 CE ( RCL 1978, 2836) (STC 152/2000, de 12 de junio, F. 3, por todas), revelándose además la autodefensa
desplegada inadecuada e insuficiente, incluso aunque «efectividad» no pueda «confundirse con el éxito de la
pretensión so pena de transmutar la función desempeñada por los abogados en el seno de un proceso en una
irrealizable obligación de resultados» ( STC 206/2001, de 13 de julio [ RTC 2001, 206] , F. 4). Y como
consecuencia, se vulneró igualmente el derecho a la tutela judicial efectiva también alegado por quienes ahora acuden
en amparo.
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE CONFIERE LA
CONSTITUCIÓN DE LA NACIÓN ESPAÑOLA,
Ha decidido
Estimar la demanda de amparo formulada por don Jesús P. D. y doña Maria Rosa S. S. y, en consecuencia:
1º Declarar que se ha vulnerado a los demandantes de amparo su derecho a la asistencia letrada (art. 24.2 CE [ RCL
1978, 2836] ) y a la tutela judicial efectiva sin indefensión (art. 24.1 CE).
2º Restablecerlos en sus derechos y, a tal fin, declarar la nulidad de la providencia de 24 de junio de 2004, la de 1 de
septiembre y el Auto de esta misma fecha del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey, retrotrayendo
las actuaciones al momento procesal anterior a la primera a fin de que por el órgano judicial se dicte resolución
respetuosa con el derecho de los demandantes de amparo a su derecho de defensa y asistencia letrada y con
su derecho a una tutela judicial efectiva.
Publíquese esta Sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid, a veintidós de octubre de dos mil siete.–Guillermo Jiménez Sánchez.–Vicente Conde Martín de
Hijas.–Elisa Pérez Vera.–Eugeni Gay Montalvo.–Ramón Rodríguez Arribas.–Pascual Sala Sánchez.–Firmado y
rubricado.

PREGUNTA QUE HA DE RESPONDER EL ALUMNO


EL CARÁCTER SINGULARIZADO DEL RECONOCIMIENTO DEL DERECHO DE DEFENSA ¿ES UNÍVOCO
PROCESALMENTE?

SILABO A DESARROLLAR POR EL PROFESOR

EL POR QUÉ DEL DERECHO DE DEFENSA ES UNA DE LAS GARANTÍAS DEL PROCESO JUSTO

RECURSO DE AMPARO NÚM. 6179/2015


PONENTE: DON CÁNDIDO CONDE-PUMPIDO TOURÓN
El Tribunal Constitucional estima parcialmente el recurso de amparo interpuesto contra la Sentencia de
09-04-2015, del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción núm. 2 de Ponteareas, de declaración de incapacitación;
y, contra la Sentencia de 08-10-2015, de la Audiencia Provincial de Pontevedra (Sección Primera), que desestima el
recurso de apelación interpuesto contra la anterior resolución. Vulneración del derecho a obtener la tutela efectiva de
jueces y tribunales sin indefensión y a un proceso con todas las garantías.
ECLI:ES:TC:2017:85
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por don Juan José González Rivas, Presidente, don Andrés
Ollero Tassara, don Santiago Martínez-Vares García, don Alfredo Montoya Melgar, don Cándido Conde-Pumpido
Tourón y doña María Luisa Balaguer Callejón, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 6179-2015, promovido por el Ministerio Fiscal, contra la Sentencia del
Juzgado de Primera Instancia e Instrucción núm. 2 de Ponteareas, de 9 de abril de 2015, y contra la Sentencia de la
Sección Primera de la Audiencia Provincial de Pontevedra, de 8 de octubre de 2015 (JUR 2015, 250957) , que
desestimó el recurso de apelación interpuesto contra la anterior resolución. Ha sido Ponente el Magistrado don
Cándido Conde-Pumpido Tourón, quien expresa el parecer del Tribunal.
I. Antecedentes
I. ANTECEDENTES
Con fecha 3 de noviembre de 2015, tuvo entrada en el registro general de este Tribunal Constitucional, escrito de
demanda de amparo formulada por el Fiscal ante este Tribunal, contra las resoluciones identificadas en el
encabezamiento.
Los hechos con relevancia para el presente recurso de amparo y a los que se refiere la demanda presentada, son los
siguientes:
a) La Procuradora doña María Josefa Fernández Piñeiro, actuando en nombre y representación de don R.M.P.,
interpuso ante el Juzgado Decano de Ponteareas escrito sucinto de demanda de fecha 23 de septiembre de 2014,
instando la apertura de procedimiento para la declaración de incapacidad de su hijo, don J.M.F, nacido el 9 de marzo
de 1979, con quien el actor y su esposa —madre del demandado— conviven en el mismo domicilio. Del demandado
dice el escrito que «debido al Síndrome de Down sufre un retraso mental medio que le supone una disminución de su
capacidad tanto orgánica como funcional de más de un 70 por 100, tal y como así determinó la Consellería de
Sanidad y Servicios Sociales de la Xunta de Galicia en resolución de 6/03/1997 … Debido a lo anterior el demandado
precisa ayuda y supervisión de terceras personas para las actividades de la vida diaria y para la administración de sus
bienes puesto que no es capaz de gobernar su persona y bienes, siendo las personas más idóneas para prestar esta
ayuda y supervisión su madre Dña. B.F.S. y su padre mi representado».
Se acompañaba al escrito de demanda, copia de la resolución dictada el 6 de marzo de 1997 por la presidenta del
equipo de valoración y orientación de Vigo, competente para la calificación de minusvalía, de la Consellería de
Sanidad y Servicios Sociales, delegación provincial de Pontevedra, en la que se hace constar que a don J.M.F. se le ha
diagnosticado un «RM [retraso mental] medio por S. de Down», el cual presenta una «disminución de su capacidad
orgánica y funcional de 71 por 100...».
b) La Secretaría del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción núm. 2 de Ponteareas, dictó un decreto el 15 de
octubre de 2014 por el que, al apreciar que concurren los presupuestos procesales exigibles, admitió a trámite la
demanda presentada, acordando sustanciar la misma por los trámites del juicio verbal (procedimiento de
incapacitación núm. 493-2014), con las especialidades de los artículos 753 y siguientes de la Ley de enjuiciamiento
civil ( LEC (RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001, 1892) ). Asimismo, ordenó dar traslado de la demanda «al Ministerio
Fiscal y a la persona presuntamente incapaz [el decreto indica por error el nombre del demandante, R.M.P.] …
haciéndoles saber que pueden comparecer en el proceso con su propia defensa y representación»; emplazando por
último «a ambos, a la persona presuntamente incapaz, en el domicilio señalado en la demanda, para que contesten a la
demanda en el plazo de veinte días, advirtiendo a esta última que, si no comparece, le defenderá el Fiscal».
c) Consta emitida la cédula de emplazamiento del demandado, en la que se contienen entre otras las siguientes
«prevenciones legales»: «1. Puede comparecer con su propia defensa y representación (artículo 758 párrafo primero
de la L.E.C.). 2. En otro caso, le defenderá el Ministerio Fiscal (artículo 758 párrafo segundo de la LEC)».
Obra en las actuaciones resguardo de correos de notificación de dicha cédula en el domicilio del demandado, el 21 de
octubre de 2014, que firmó el demandante don R.M.P.
Consta igualmente expedida la cédula de emplazamiento al Ministerio Fiscal, donde se le hacen las dos siguientes
«prevenciones legales»:
«1. Si no comparece, se le declarará en situación de rebeldía procesal y notificada la misma, no se llevará a cabo
ninguna otra, excepto la de la resolución que ponga fin al proceso ( artículos 496 y 497 de la Ley 1/2000, de
Enjuiciamiento Civil —LECv—).
2. La comparecencia en juicio debe realizarse por medio de procurador, con la asistencia de abogado (artículos 23 y
31 de la LECv).»
d) Con fecha 5 de noviembre de 2014, tuvo entrada en el Juzgado a quo escrito de contestación a la demanda del
Fiscal actuante en el procedimiento, alegando los siguientes hechos:
«Único. Sin entrar en el fondo del asunto y atendiendo al resultado de las pruebas que en su día se practiquen, se
niegan todas las alegaciones efectuadas por el demandante, salvo aquellas que resulten suficientemente acreditados, o
que sean mera y fiel reproducción de documentos públicos o auténticos.»
e) La Secretaría del Juzgado a quo dictó diligencia de ordenación el 20 de febrero de 2015, con el siguiente
contenido: «No habiendo comparecido dentro de plazo la persona presuntamente incapaz, de acuerdo con lo
dispuesto en el artículo 758 de la Ley 1/2000, de Enjuiciamiento Civil (LEC), asumirá su defensa el Ministerio
Fiscal, a quien se hará saber esta circunstancia». Asimismo, se acordó convocar a las partes y al Ministerio Fiscal
para la celebración de la vista en el procedimiento, el 9 de abril de 2015 a las 12:45 horas de la mañana; mientras que
se fijó la práctica de examen judicial y reconocimiento forense del demandado, el 26 de marzo de 2015, a las 9:15
horas.
Consta que esta diligencia de ordenación tuvo entrada en la Fiscalía de Vigo, el 3 de marzo de 2015, y fue notificada
al Fiscal actuante el 6 de marzo de 2015.
f) La Fiscal jefe de la Fiscalía de área de Vigo, remitió escrito de 6 de marzo de 2015, que tuvo entrada en el
Juzgado a quo el 10 de marzo de 2015, con el siguiente contenido y pedimento:
«Que se ha notificado que el día 9 de abril de 2015 a las 12:45 horas tendrá lugar la vista del procedimiento de
incapacitación 493/14. Por razones de servicio y de organización interna de la Fiscalía de Área de Vigo, se interesa la
suspensión del referido señalamiento y la fijación de nuevo día para la celebración de la vista de entre los que está
previsto la asistencia del Fiscal al partido judicial de Ponteareas con el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción
núm. 2 de dicha localidad. En concreto, para ese juzgado, está prevista la asistencia los martes para la celebración de
juicios rápidos y los miércoles para la celebración de juicios de faltas.»
g) En respuesta a este último escrito, la Secretaría del Juzgado competente dictó diligencia de ordenación el 23 de
marzo de 2015, por la que resolvió que: «no considerando atendible y acreditada la situación que se alega para la
suspensión con arreglo a lo dispuesto en el art. 183 de la Ley de enjuiciamiento civil, acuerda: Denegar la suspensión
del acto de juicio y solicitud de nuevo señalamiento; manteniéndose el ya fijado de juicio».
h) Obra en las actuaciones remitidas a este Tribunal Constitucional, acta de exploración judicial efectuada al
demandado, fechada el 12 de marzo de 2015 a las 9:30 horas.
Asimismo, por dos veces, el 30 de marzo y 6 de abril de 2015, tuvo entrada en el Juzgado competente el «Informe
Médico forense de incapacidad» del demandado, firmado por doña Rita Torres Pérez, médico forense de Imelga,
subdirección territorial de Vigo, que ratificó mediante comparecencia.
i) El Juzgado de Primera Instancia e Instrucción núm. 2 de Ponteareas, dictó Sentencia el 9 de abril de 2015 en el
procedimiento de incapacitación núm. 493-2014. Tras el análisis de las pruebas practicadas y con cita tanto de la
legislación sustantiva aplicable, como del art. 760 LEC en cuanto a los pronunciamientos derivados de la estimación
de la demanda en esta clase de procesos, el Juzgado alcanzó el siguiente fallo:
«1. Que d. [J.M.F.] es incapaz para regir su persona y sus bienes.
2. Que se procede a la rehabilitación de la patria potestad de D. [J.M.F.] que será ejercitada por conjuntamente por
[sic] sus progenitores, Dña. [B.M.F.] y D. [R.M.P.]
3. Una vez firme esta resolución comuníquese al Registro Civil correspondiente a fin de que se proceda a su
anotación marginal al margen de la inscripción de nacimiento.
4. El incapaz está inhabilitado para el ejercicio del derecho de sufragio activo y pasivo.»
En lo que aquí importa destacar, la Sentencia recoge dentro de su antecedente de hecho tercero:
«El Ministerio Fiscal por medio de escrito presentado en el Juzgado Decano de Ponteareas el día 6 de marzo de 2015
solicita que se acuerde la suspensión de la vista señalada para el día 9 de abril de 2 014 por razones de organización y
servicio interno de la Fiscalía de Área de Vigo. Solicitando que se proceda al señalamiento de la vista los martes y
miércoles de la semana saliente de guardia.
Por diligencia de ordenación de 23 de marzo de 2015 se acuerda denegar la suspensión de la vista solicitada por el
Ministerio Fiscal por no acreditar documentalmente causa de suspensión legalmente prevista en el artículo 188 de la
LEC.»
Además, el fundamento de Derecho primero formula lo que llama una serie de «consideraciones previas» relativas a
la ausencia del Fiscal actuante en el acto de la vista del procedimiento:
«El Ministerio Fiscal no acredita, ni siquiera documentalmente, causa legal de suspensión alguna de conformidad con
lo establecido en el artículo 188 de la LEC; con lo fácil que resultaría presentar un cuadro de organización del
trabajo de la Fiscalía de Área de Vigo que acreditase, que no sólo las dos fiscales adscritas a Ponteares [sic] sino que
ninguno de los miembros de dicha Fiscalía podría comparecer a los señalamientos fijados en este Juzgado para el día
9 de abril de 2015 por tener que atender a otros señalamientos que gocen de preferencia de conformidad con nuestra
regulación procesal…
En el escrito presentado por el Ministerio Público el día 2 de marzo de 2015 se propone a este Juzgado que se
proceda a señalar la vista los martes o miércoles de la semana saliente de guardia, carecen los representantes del
Ministerio Público de competencia en materia de señalamientos de conformidad con lo establecido en el artículo
182 de la LEC, puesto que dicho precepto atribuye la competencia para señalar al Secretario judicial ajustándose a
las instrucciones generales que se le hayan dado por el titular del órgano judicial. El artículo 182.4.5 de la LEC
establece, entre otros criterios de señalamientos, la coordinación con el Ministerio Fiscal en los procedimientos en
que las leyes prevean su intervención; pero la coordinación no equivale a imposición que es lo que pretende la
Fiscalía de Área de Vigo al remitir un oficio el 8 de enero de 2015 a este Juzgado indicando los días en que el
Ministerio Público asistiría a los juicios que se celebrasen en los Juzgados de Ponteareas, rompiendo así de forma
unilateral el régimen ordinario de señalamientos que se venía realizando en este Juzgado desde mayo de 2012 tras el
acuerdo alcanzado con los Fiscales adscritos a la localidad de Ponteareas. El día 23 de febrero de 2015 se celebró una
Junta de Jueces del Partido Judicial de Ponteareas en el que se acordó por unanimidad remitir una nueva propuesta de
señalamientos a la Fiscalía de Área de Vigo en aras de lograr una mayor coordinación entre los miembros de la
Fiscalía y los Jueces de Ponteareas y garantizar la prestación de un servicio eficaz y de calidad a los ciudadanos, con
implantación desde el 1 de septiembre de 2015 para respetar los señalamientos existentes, propuesta que hasta el día
de la fecha no se ha aceptado ni rechazado por la Fiscalía de Área de Vigo o por lo menos no se ha recibido
comunicación alguna en el Juzgado decano de este Partido Judicial.»
Seguidamente, la Sentencia da cuenta de la carga de trabajo de dicho órgano judicial en los días anteriores al de la
vista, y de varias causas señaladas dentro del mes de abril de 2015 tanto diligencias de instrucción penal y faltas,
como juicios civiles de incapacidad, de todo lo cual colige el «esfuerzo de concentración efectuado por este órgano»,
a lo que se añade la circunstancia de que la titular del Juzgado es la Presidenta de la Junta electoral de zona para las
elecciones municipales de mayo de 2015, y cita Sentencia de la Audiencia Provincial de Barcelona, Sección décimo
octava, de 14 de mayo de 2013, en apoyo a su tesis. Concluye la Sentencia estas consideraciones previas al fondo,
indicando que se ha actuado «atendiendo únicamente a los interés [sic] del incapaz», al considerar oportuno continuar
con la celebración de la vista.
j) Con fecha 13 de abril de 2015, tuvo entrada en el Juzgado de la causa, remitido por el Juzgado Decano de
Ponteareas en cuyo registro tuvo entrada a su vez el 8 de abril de 2015, un escrito del Fiscal actuante en el
procedimiento de incapacitación 193-14, por el que interpone recurso de reposición contra la diligencia de ordenación
de 23 de marzo de 2015 arriba mencionada. Se fundamenta dicha reposición en los siguientes motivos:
«[L]os recursos de la Fiscalía son limitados, debiendo realizarse los; señalamientos de forma coordinada, propiciando
la concentración y concatenación de actuaciones con participación del Fiscal, tal como prevén las Leyes. En caso
contrario, resulta materialmente imposible la atención de los señalamientos en los distintos órganos judiciales y
despacho de asuntos, especialmente en aquellos partidos judiciales, como es el de Ponteareas, en los que no existe
destacamento de la Fiscalía y los servicios se cubren mediante el desplazamiento de Fiscales desde Vigo.
En el caso que nos ocupa, la citación se realiza para la vista de un juicio civil. Si se tiene en cuenta que en los dos
días previos (7 y 8 de abril) se señalaron actuaciones con participación del Ministerio Fiscal, por lo que un
representante de la Fiscalía se desplazó hasta este Juzgado y atendió los asuntos correspondientes, resulta poco
explicable que no se haya señalado la vista que nos ocupa para esos días.
En concreto, el día 7 se asistió para cubrir las actuaciones del octavo día de la guardia (2 transformación y los rápidos
correspondientes) y el día 8 se asistió para la celebración de juicios de faltas.
Las disfunciones en la Fiscalía que produce esta forma de realizar los señalamientos ya fueron comunicadas por la
Jefatura de la Fiscalía de Vigo en fecha 8 de enero de 2015, indicando igualmente las fechas en las que asistiría un
representante del Ministerio Público para que en ellas se concentrasen las actuaciones pertinentes. No puede olvidarse
tampoco el coste que para el erario público tiene la multiplicación de los desplazamientos de los Fiscales, sin que ello
esté justificado cuando es posible la concentración de las vistas.»
Tras la cita de los arts. 182.4.5 LEC y 13 del Reglamento 1/2005 del CGPJ, «de aspectos accesorios de las
actuaciones judiciales», que propugnan la concentración de las vistas en las que intervienen los representantes del
Ministerio Fiscal, el escrito interesa se deje sin efecto la diligencia de ordenación de 23 de marzo impugnada, «y se
proceda a señalar la vista para cualquiera de las fechas en la que está prevista la asistencia de Fiscal al Juzgado y que
ya fueron comunicadas».
k) El Juzgado a quo dictó providencia el 22 de abril de 2015 acordando la inadmisión del recurso de reposición:
«[T]oda vez que el mismo carece de objeto habida cuenta de que, si bien es cierto que el escrito se presentó al
Juzgado decano de este Partido Judicial el día 8 de Abril de 2015, dentro del plazo legalmente establecido para la
interposición del recurso, no es menos cierto que el escrito no tuvo entrada en este Juzgado hasta el día 13 de abril de
2015, por la que se desconocía el recurso formulado por el Ministerio Fiscal y se procedió a la celebración de la vista
señalada.»
Advierte además la providencia, lo inadecuado de no asistir el Fiscal a la vista, confiándolo éste todo a la promoción
de dicho recurso:
«Llamar la atención sobre el hecho de que el recurso de reposición no produce efectos suspensivos y a pesar de ello,
sin conocer la resolución del recurso interpuesto, decide voluntariamente no acudir al acto de vista.»
Y se recuerda que lo alegado como justificación en el recurso ya ha obtenido contestación en la Sentencia dictada, sin
perjuicio de que pueda aducirlo de nuevo la Fiscalía en un recurso de apelación contra esta última:
«No obstante, a la vista de la actitud mostrada por la Fiscalía de Vigo desde el 8 de Enero de 2015, en el fundamento
primero de la Sentencia se ha dado debidamente respuesta a las pretensiones del Ministerio Fiscal que pretende que
desde este Juzgado se realicen señalamiento a la carta, ajustándose a sus necesidades, desconociendo las necesidades
y la carga de trabajo existente en este Juzgado; arrojándose [sic] competencias en materia de señalamientos que no le
corresponden de conformidad con el artículo 182 de la Ley de Enjuiciamiento Civil.
Pudiendo reiterar el Ministerio Fiscal sus pretensiones en el recurso de apelación contra la Sentencia dictada el día 9
de Abril de 2015 en el presente procedimiento.»
l) Contra la Sentencia recaída en el procedimiento, se interpuso recurso de apelación por la Fiscal jefe de la Fiscalía
de área de Vigo, el cual tuvo entrada en el Juzgado a quo el 13 de mayo de 2015 (consta otra copia, con sello de
entrada en el mismo Juzgado, del día 14), solicitando se declare la nulidad de dicha Sentencia, así como la del acto de
la vista celebrado el día 9 de abril de 2015, «retrotrayendo las actuaciones a dicho momento».
Argumenta en primer término el escrito, que con fecha 6 de marzo de 2015 se informó de la imposibilidad de asistir a
la vista del procedimiento por razones de servicio y organización interna de la Fiscalía; y que al serle notificada la
denegación de lo pedido mediante diligencia de ordenación de 23 de marzo siguiente, se recurrió ésta en cuanto se
pudo, el 8 de abril de 2015, sin que se hubiere atendido a lo solicitado. Cuestiona que la Sentencia pusiera en duda la
veracidad «de lo afirmado por una Fiscal Jefe (y especialmente en cuestiones de ámbito organizativo de la propia
Fiscalía)» sobre la carga de trabajo de sus miembros, y que el carácter de cuerpo único de la Fiscalía pudiera bastar
para autorizar sustituciones por otros miembros ajenos a dicha Fiscalía de área.
Se refiere luego a la inadmisión del recurso de reposición, cuestionando que lo hiciera la jueza por providencia,
cuando ha de resolverse por el Secretario judicial (hoy Letrado de la Administración de Justicia) por decreto.
Respecto a que el escrito se recibió en el Juzgado el día 13 de abril (según la providencia del día 22 siguiente), dice
que la Fiscalía lo remitió el día 8 de abril al número de fax que tenían del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción
2 de Ponteareas, número que es «el habitualmente empleado» para enviar y recibir comunicaciones del mismo, y es el
que figura en las «páginas amarillas» como el suyo. En todo caso, consta que el escrito tuvo entrada en el Juzgado
Decano de Ponteareas el día 8 (antes de la vista), siendo que «el Juzgado que ejerce las funciones de Decano en
Ponteareas desde hace meses es el propio Juzgado núm. 2 de Ponteareas, lo que termina de hacer incomprensible lo
razonado en la providencia».
Tras estas consideraciones, se centra el recurso en las infracciones jurídicas que se dicen producidas a resultas de la
celebración de la vista, sin la asistencia del Fiscal designado. Argumenta entonces, que a partir del carácter de parte
necesaria en este tipo de procedimientos, y con base en el art. 3.7 del Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal
(RCL 1982, 66) y el ya citado artículo 749 LEC, si el Fiscal no es quien promueve la incapacitación debe actuar
como defensor de la parte demandada ex art. 758 LEC, salvo que esta última se persone con su propia
representación y defensa. De esto resulta la «doble necesidad» de asegurar la presencia del Fiscal en esta causa
judicial: tanto por venir impuesta por ser materia de orden público, como porque se actuaba como defensor judicial
del presunto incapaz, por lo que, «en ausencia del Fiscal nadie velaba procesalmente por sus intereses, pese a que
del artículo 758 LEC se desprende con claridad que en ningún caso el presunto incapaz puede carecer de asistencia
técnica».
Como consecuencia, entiende el recurso de apelación que se ha producido indefensión «tanto al presunto incapaz
como al Ministerio Fiscal». En cuanto al primero, por haber carecido aquél de defensor, en contra de las previsiones
legales que buscan evitar precisamente dicha situación de indefensión, «de una persona sometida a este tipo de
juicios, persona normalmente lega en derecho y presuntamente limitada en su capacidad». En segundo lugar, la
indefensión del Fiscal actuante, por vulnerar su derecho a la tutela judicial efectiva «al impedirle ejercitar su función
de velar por los intereses de los presuntos incapaces». En este último sentido, observa que de haber intervenido en la
vista y tras el examen de las pruebas, el Fiscal habría podido alegar ante el Juzgado «sobre si es procedente o no la
limitación de capacidad; sobre qué facetas debe abarcar y cuáles no; si resulta más conveniente un régimen de tutela o
de curatela; o sobre qué persona es la más idónea para el cargo tutelar». Cita la STC 148/1994 (RTC 1994, 148) , y
la posibilidad reconocida al Ministerio Público para denunciar la vulneración sufrida de su derecho a la tutela judicial
efectiva como parte en los procesos de defensa de derechos fundamentales de los ciudadanos y «portador de un
interés público en la integridad y efectividad de tales derechos».
Y en esa misma línea y para cerrar los fundamentos del recurso de apelación, se hace cita extensa de la STC 17/2006,
de 30 de enero (RTC 2006, 17) , en sus fundamentos jurídicos 4 y 5, en un caso en el que se había llevado a cabo la
exploración judicial de unos menores de edad en un procedimiento de divorcio, sin contar con la presencia del Fiscal,
otorgándose el amparo solicitado por este último, justamente por lesión del art. 24.1 CE (RCL 1978, 2836) .
m) La Sección Primera de la Audiencia Provincial de Pontevedra, dictó Sentencia el 8 de octubre de 2015 (JUR
2015, 250957) en el rollo de apelación núm. 507-2015, desestimando el recurso de apelación promovido por el
Ministerio Fiscal contra la antedicha Sentencia de 9 de abril de 2015 del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción
núm. 2 de Ponteareas, la cual confirmó íntegramente.
En sostén de su decisión, y luego de resumir los avatares procesales del caso (fundamento de Derecho primero), la
Sección Juzgadora parte del hecho de que el Fiscal designado intervenía en el proceso civil a quo como defensor del
presunto incapaz, ex art. 758 LEC —al no haberse personado este último con su propia representación y defensa—,
y además «en defensa de la legalidad y de intereses públicos fundamentales como la defensa de las personas
sometidas a un proceso de incapacitación». Aun así, sin embargo, la Sección razona en el fundamento de Derecho
segundo:
«[E]llo no es obstáculo a considerar que, como ya señalamos en nuestra sentencia de 10 de marzo de 2011 y 10 de
julio de 2015 (JUR 2015, 192664) , la defensa del incapaz puede adoptar la posición procesal que estime
conveniente, incluyendo la no utilización de las diversas expectativas procesales que el proceso ofrece. Entre ellas la
inasistencia a determinados actos que no han de impedir su celebración, salvo que exista norma que expresamente así
lo disponga, es más incluso cabe pensar, que la postura que más conviene al incapaz, es precisamente que se le
declare como tal, constituye la mejor forma de protegerle.
En el supuesto enjuiciado, el Ministerio Fiscal no comunica su imposibilidad de asistir a la vista, sino que por razones
“de servicio y organización interna de la Fiscalía de Área de Vigo se interesa la suspensión del referido señalamiento
y fijación de un nuevo día para la vista” y aquí consideramos que se encuentra un aspecto nuclear de la cuestión: el
Ministerio Fiscal se ha personado en defensa del presunto incapaz, contestando a la demanda, y asumiendo dicha
defensa, no comparece a la exploración del incapaz pero solicita el cambio de señalamiento de la vista alegando las
razones de «agenda servicio y organización interna de la Fiscalía» antedichas. La norma específica que regula la
materia, el art. 183.1 de la LEC solo prevé la “causa de fuerza mayor u otro motivo de análoga entidad” para poder
acordarla y es lo cierto que en la instancia (primero por el Secretario, luego por la juez) no se entendió que aquel
motivo invocado encajase en dicho precepto, como sí podría ser la duplicidad de señalamientos o la imposibilidad de
poder atender esa eventualidad mediante la presencia de otro miembro del Ministerio Fiscal en ese caso Desde luego
que la irregularidad procesal en cuanto a la tempestitividad [sic] en la resolución del recurso (discutible, porque el
Decanato es independiente del órgano judicial por más que esté a cargo del mismo órgano judicial) o competencia
para su resolución o incluso la forma de la resolución (providencia motivada equivalente a un Auto), no influyen en la
decisión final de la presente resolución, salvo que causasen indefensión, y no es el caso por lo que se dirá.
Como consecuencia de lo anteriormente expuesto no puede entenderse que se haya producido un quebrantamiento de
las normas esenciales del procedimiento, ya que la presencia del Ministerio Fiscal en la vista no es imperativa aunque
sí lo sea en el procedimiento, en el sentido de que no puede celebrarse el acto en su ausencia, en los términos que
indicamos más arriba.
Cosa distinta de lo anterior es que no haya existido la deseable coordinación de agendas Juzgado-Fiscalía, y que viene
impuesta tanto por el Reglamento 1/2005 como por los art. 182.3.4.5 de la LEC la que deberá ser resueltos [sic] en el
ámbito que le es propio, esto es el gubernativo ante las Salas de gobierno del TSJ o en su caso del CGPJ pero que en
todo caso son ajenos al jurisdiccional y del proceso, que se residencia exclusivamente en los órganos judiciales, con
su competencia para tomas [sic] las decisiones oportunas, y recurribles como es el caso ante los tribunales
superiores.»
Y finaliza sus razonamientos en el fundamento de Derecho tercero, donde rechaza el motivo de indefensión alegado:
«No existiendo vulneración de normas procesales, tampoco puede hablarse de indefensión pues como causa de
nulidad debe haberse podido producir indefensión cuando se prescinda de normas esenciales del procedimiento como
exige el art. 225.3.º LEC como causa de nulidad de las actuaciones.
Debe destacarse que, al margen de la indefensión que pudiera suponer la no intervención en el acto de la vista por
parte del Ministerio Fiscal recurrente, nada se alega sobre este particular en relación a la defensa de la situación del
presunto incapaz, es decir, en qué forma ha influido negativamente la ausencia del Ministerio Fiscal dado el discurrir
del acto de la vista en que la prueba esencial ha sido el informe de la médico forense, que ha sido valorado en la
sentencia en forma que no ha sido contradicha o cuestionada por aquel, tampoco ha argumentado en ningún momento
qué otra prueba hubiera propuesto o qué argumentos utilizaría en la misma que hicieran variar el resultado del
proceso.
Es así que no existiendo indefensión concreta ni real para el incapaz, pero tampoco para el Ministerio recurrente que
ha confundido el aspecto gubernativo de la agenda de señalamiento con la posición procesal que ocupa en este juico,
procede la desestimación del recurso y confirmación de la Sentencia de instancia.»
En la demanda de amparo que presenta el Ministerio Fiscal se alega que las resoluciones impugnadas han vulnerado
los derechos a la tutela judicial efectiva ( art. 24.1 CE (RCL 1978, 2836) ) y a un proceso con todas las garantías
( art. 24.2 CE), solicitando de este Tribunal que declare la nulidad de aquéllas, con retroacción de las actuaciones «al
momento inmediatamente anterior a la celebración de la vista de juicio oral». Así, tras resumir los antecedentes del
caso y acreditar el cumplimiento de los requisitos procesales para interponer este proceso constitucional, el escrito
fundamenta su denuncia en las siguientes consideraciones:
a) Respecto al derecho a la tutela judicial efectiva, se indica que la ley procesal establece la intervención preceptiva
del Ministerio Fiscal en los procesos sobre capacidad de las personas, ex artículos 749.1 , 750.1 y 758 LEC
(RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001, 1892) , velando por el interés público, la defensa de la legalidad y los derechos de
los ciudadanos, legitimación a su vez prevista en los arts. 124.1 CE y arts. 1 y 3.7 del Estatuto orgánico del
Ministerio Fiscal. En particular, en el artículo 3.7 de este último se le atribuye legitimación para intervenir en
procesos civiles para la protección de colectivos especialmente vulnerables como son menores, personas incapaces o
desvalidas, labor cuya trascendencia ha sido resaltada por este Tribunal (se cita la STC 174/2002 (RTC 2002, 174) ,
FJ 5), y supone, por mandato legal, que el Fiscal actúe como defensor del presunto incapaz cuando éste no
comparezca con su propia representación y defensa, art. 758 LEC. Sobre esta base, se afirma en la demanda que la
decisión del Juzgado de celebrar la vista del procedimiento de incapacitación del demandado don J.M.F., sin la
asistencia de este último ni del Fiscal designado como su defensor judicial, vulneró el derecho a la tutela judicial de
ambos, colocando al demandado en una situación de indefensión material. Derecho fundamental que, precisa, debe
ser interpretado a la luz de las disposiciones contenidas en los arts. 12 y 13 de la Convención de Naciones Unidas
sobre derechos de las personas con discapacidad, por vía del artículo 10.2 CE.
En este punto, el escrito de demanda recuerda que el Ministerio Fiscal solicitó la suspensión de la vista oral, alegando
«razones de servicio y de organización interna», ante la «crónica situación de insuficiencia de recursos de la
institución», solicitud que pese a tener anclaje normativo en los artículos 182.4.5 LEC y 13 del Reglamento 1/2005
del Consejo General del Poder Judicial, fue rechazado por la Secretaría del Juzgado mediante una aplicación
«excesivamente rigorista y formalista» del artículo 183 LEC. Y discrepa de la Sentencia de apelación, al no acordar
la nulidad de la dictada por el Juzgado por entender, indebidamente según la demanda pues ello denota un excesivo
formalismo, que la vista podía celebrarse sin la asistencia del Ministerio Fiscal. Tal criterio resulta contrario a
los artículos 749 y 758 LEC, que prevén la intervención del Fiscal en este tipo de proceso, sin olvidar que la vista
oral es «el momento procesal en donde se practican las pruebas y las partes, también el Fiscal, fijan definitivamente
sus pretensiones, garantizándose de forma plena la contradicción en el proceso». Además no concurren tampoco
razones de urgencia que impidieran fijar un nuevo señalamiento, teniendo en cuenta el tiempo que ya había
transcurrido en las actuaciones, desde el emplazamiento del demandado.
De este modo, la ausencia del Fiscal designado supuso impedir a éste ejercer las funciones que tiene
constitucionalmente atribuidas como defensor del presunto incapaz y garante del interés público y de sus derechos,
«así como le impidió, también, pronunciarse sobre extremos tan relevantes para la capacidad jurídica del demandado,
como la propia procedencia de la declaración de incapacitación, su alcance, el régimen de tutela o curatela al que
debía ser sometido, la persona idónea para ostentar el cargo o la eventual apreciación de un conflicto de intereses con
la parte demandante». El órgano judicial no verificó los motivos de la no presencia del Fiscal ni proveyó mediante
medidas adecuadas que permitieran tal intervención, fuese mediante el aplazamiento temporal de la vista, alterando el
orden de los señalamientos para ese día; o acordando su suspensión.
Se vulneró así el derecho a la tutela judicial sin indefensión ( art. 24.1 CE) del Fiscal, como parte necesaria de este
proceso, pero también, se insiste, la del demandado y presunto incapaz don J.M.F., quien no vio tutelado su derecho
de defensa en el proceso a quo a través de alguno de los medios previstos en el artículo 758 LEC. La ausencia del
Fiscal trajo consigo «que nadie velera procesalmente por los intereses del presunto incapaz», pese a que del
propio artículo 758 LEC se desprende con claridad que en ningún caso el presunto incapaz puede carecer de
defensa», incurriendo el Juzgado en una pasividad, opuesta al deber de diligencia reforzado que debe desplegar en los
procedimientos de incapacitación.
Sentado lo anterior, el escrito de demanda denuncia una serie de irregularidades padecidas en el proceso de primera
instancia, con carácter previo a lo sucedido en la vista: (i) sostiene que no se garantizó la notificación efectiva al
demandado del procedimiento, puesto que el decreto de incoación y su emplazamiento le fueron comunicados por
correo, cuyo acuse de recibo aparece firmado por el propio demandante, padre del presunto incapaz; (ii) pese a esto,
el Juzgado acordó «de forma automática» declararle en rebeldía, sin garantizar tampoco que tuviera representación y
defensa propia en juicio; (iii) durante el acto de exploración judicial «no hay constancia del más mínimo intento por
parte de la juez a quo de información de los derechos al demandado, o la constancia de que intentada esa información
el demandado era incapaz de comprobar su alcance y significado … tampoco se intentó explorar y averiguar los
deseos del presunto incapaz relativos a la elección de una persona para representarle o asistirle». Cita además el art.
13.1 de la Convención de Naciones Unidas sobre los derechos de las personas con discapacidad (RCL 2008, 950) ,
el cual es tomado en cuenta por la STC 7/2011 (RTC 2011, 7) , FJ 4, en cuanto a la posibilidad de introducir «ajustes
de procedimiento» razonables para lograr el ejercicio efectivo de sus derechos en situación de igualdad con las demás
personas.
Por todo esto, considera que «los órganos judiciales no ponderaron adecuadamente las circunstancias concurrentes, ni
las consecuencias que derivaban de la celebración de la vista oral sin la presencia del Fiscal, ni tampoco la singular
relevancia que para el demandado tenía el objeto del procedimiento. La decisión de no suspensión y la no adopción
de medidas adicionales y/o complementarias para garantizar la efectividad de los derechos del demandado y asegurar
su defensa le colocaron en una situación de indefensión material, incompatible con las exigencias derivadas del
reconocimiento constitucional del derecho a la tutela judicial efectiva ( art. 24.1 CE)».
b) En segundo lugar, alega el escrito de demanda que las resoluciones impugnadas también lesionaron el derecho
fundamental a un proceso con todas las garantías, al colocar al demandado en una posición de indefensión y vaciar de
contenido el carácter contradictorio del procedimiento de incapacitación, convirtiendo a éste en un «mero trámite
burocrático y ritualizado, incumpliendo así el haz de garantías constitucionales que integran la noción de proceso
justo y equitativo, entre ellas, los principios de bilateralidad, igualdad de armas y defensa ( art. 24.2 CE)», con cita
de las SSTEDH caso H.F. contra Eslovaquia , de 8 de noviembre de 2005 (TEDH 2005, 121) , § 39, y caso D.D.
contra Lituania de 14 de febrero de 2012 (JUR 2012, 55063) , § 118.
Rebate de inmediato la demanda, la afirmación efectuada por la Sentencia de apelación acerca de la supuesta
irrelevancia de la ausencia de la Fiscal en el procedimiento de instancia, a la vista del resultado del informe médico
forense. A juicio del Ministerio público: «Al margen de si concurría o no causa suficiente que justificara la
declaración de incapacitación de don J. … —aspecto que queda extramuros del objeto de la presente demanda de
amparo—, lo cierto es que la lesión de la tutela judicial efectiva sin indefensión y del derecho a un proceso con todas
las garantías, viciaron de nulidad radical la Sentencia que acordó la incapacitación del demandado». La validez del
procedimiento «exigía la realización de “ajustes razonables” de procedimiento para compensar la situación de
especial vulnerabilidad en que se encontraba el demandado, con el fin de garantizar su tutela judicial efectiva y
el derecho a un proceso con todas las garantías»; vicios que no pueden ser convalidados en apelación.
Además, dice que el razonamiento de la Audiencia «se basa en un mero juicio hipotético que no toma en cuenta la
relevancia del juicio oral, como escenario donde se practican, de forma contradictoria, las pruebas encaminadas a
determinar la concurrencia o no de una causa suficiente de incapacitación ( arts. 752 y 753.2 LEC). El argumento
utilizado por la sentencia de apelación banaliza —hasta límites no admisibles desde el plano constitucional— el
juicio oral y el carácter contradictorio de las pruebas que se practiquen. En el presente caso, la decisión de
celebración de la vista oral, sin la presencia del Ministerio Fiscal ni del demandado, impidió someter a contradicción
el informe médico forense y, en su caso, cuestionar, impugnar y/o matizar sus conclusiones. Impidió, también, que el
Fiscal y/o el defensor del presunto incapaz pudieran, a la vista del resultado de las pruebas practicadas, fijar si su
posición definitiva acerca de la propia procedencia o no de la declaración de incapacitación, así como, de extremos
tan relevantes, como su propio alcance, el régimen de tutela o curatela al que debía, en su caso, ser sometido el
presunto incapaz, o incluso determinar la eventual concurrencia de un conflicto de intereses con la parte demandante,
con el fin de proponer como tutor a la persona adecuada … El carácter tuitivo de la medida de incapacitación y
sometimiento a un régimen de tutela —que nadie ha discutido en el proceso— sin embargo, no puede ser utilizado
como argumento, constitucionalmente válido, para justificar una vulneración de las garantías esenciales de un proceso
contradictorio. Y no puede cuestionarse que en nuestro ordenamiento jurídico el proceso de determinación de la
capacidad de una persona tiene la naturaleza de verdadero proceso contradictorio».
4
La Sala Primera de este Tribunal dictó providencia el 18 de julio de 2016, admitiendo a trámite el recurso,
«apreciando que concurre en el mismo una especial trascendencia constitucional ( art. 50.1 LOTC (RCL 1979,
2383) ) porque el recurso puede dar ocasión al Tribunal para aclarar o cambiar su doctrina, como consecuencia de un
proceso de reflexión interna [ STC 155/2009 (RTC 2009, 155) , FJ 2, b)]». Asimismo se ordenó dirigir atenta
comunicación a la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Pontevedra a fin de que en plazo que no excediera
de diez días, remitiera certificación o fotocopia adverada de las actuaciones correspondientes al rollo de apelación
núm. 507-2015. De igual modo, se acordó dirigir atenta comunicación al Juzgado de Primera Instancia e Instrucción
núm. 2 de Ponteareas para que, en plazo que no excediera de diez días, remitiera certificación o fotocopia adverada
de las actuaciones correspondientes al procedimiento de incapacitación núm. 493-2014; y que igualmente procediera
a emplazar a quienes hubiesen sido parte en éste, excepto a la parte recurrente en amparo, para su comparecencia en
este recurso en el plazo de diez días, todo ello conforme a lo previsto en el art. 51 de la Ley Orgánica del Tribunal
Constitucional (LOTC).
Finalmente, se acordó en la misma providencia publicar la admisión del recurso en el que otros posibles interesados
puedan comparecer y personarse ante este Tribunal Constitucional dentro de los diez días siguientes a la publicación
del Edicto en el «Boletín Oficial del Estado». Dicha publicación se produjo en el «Boletín» núm. 176, del viernes 22
de julio de 2016, no llegando a formalizarse ninguna personación.
La Secretaría de Justicia de la Sección Primera de este Tribunal dictó diligencia de ordenación el 10 de octubre de
2016, por la que se acordó dar vista de las actuaciones recibidas al Ministerio Fiscal, en este caso como parte
recurrente y única personada, por plazo de veinte días, a fin de formular las alegaciones que estimase
pertinentes, ex art. 52 LOTC (RCL 1979, 2383) .
El escrito se presentó con fecha 4 de noviembre de 2016, y en él se ratificó en lo alegado y pedido previamente en la
demanda, haciendo resumen de la misma.
Mediante providencia de fecha 29 de junio de 2017, se señaló para deliberación y votación de la presente Sentencia el
día 3 de julio del mismo año.
II. Fundamentos jurídicos
II. FUNDAMENTOS JURÍDICOS
El Fiscal ante este Tribunal Constitucional interpone recurso de amparo, en primer lugar, contra la Sentencia del
Juzgado de Primera Instancia e Instrucción núm. 2 de Ponteareas, que estimó la demanda interpuesta por don R.M.P.
para la declaración de incapacitación de su hijo don J.M.F; y en segundo lugar, contra la Sentencia de la Sección
Primera de la Audiencia Provincial de Pontevedra que desestimó el recurso de apelación interpuesto contra aquella.
En síntesis, se alega en la demanda que la celebración de vista en el procedimiento de primera instancia, sin la
presencia del Fiscal designado para intervenir en calidad de defensor del demandado, produjo la vulneración de los
derechos a la tutela judicial efectiva —en su vertiente de derecho a no padecer indefensión ( art. 24.1 CE (RCL
1978, 2836) )—, y a un proceso con todas las garantías ( art. 24.2 CE), tanto del demandado, como de la propia
Fiscalía constituida como parte, al no haber adoptado el Juzgado a quo medidas alternativas que posibilitaran una
defensa efectiva del presunto incapaz dentro del procedimiento.
Así trabado el debate, se impone formular algunas consideraciones previas al análisis de fondo del recurso:
a) Conforme a consolidada doctrina de este Tribunal [entre otras, SSTC 17/2006, de 30 de enero (RTC 2006, 17) ,
FJ 4; 22/2016 de 15 de febrero (RTC 2016, 22) , FJ 2; 50/2016, de 14 de marzo (RTC 2016, 50) , FJ 2, y 31/2017,
de 27 de febrero (RTC 2017, 31) , FJ 1 a)], ha de reconocerse que el Ministerio Fiscal actúa en el presente amparo
con un doble título de legitimación: de un lado, y a falta de la iniciativa del propio sujeto perjudicado, interviene en
defensa de éste promoviendo el recurso en cuanto portador del interés público en la integridad y efectividad de los
derechos fundamentales, ex arts. 162.1 b) CE y 46.1 b) de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional (RCL 1979,
2383) (LOTC). De otro lado, lo hace también como titular de derechos procesales que le correspondía ejercitar al
intervenir como parte en el proceso de incapacitación, cuya negación se produjo, según afirma en la demanda, por las
resoluciones recurridas.
b) El objeto de nuestro enjuiciamiento se reduce a ponderar las consecuencias derivadas de la celebración del acto de
la vista en el proceso para la declaración de discapacidad seguido por el Juzgado a quo contra don J.M.F., desde la
doble perspectiva que se propone en la demanda, de la lesión de los derechos a no padecer indefensión ( art.
24.1 CE) y a un proceso contradictorio (derecho a un proceso con todas las garantías del art. 24.2 CE).
No cabe ampliar sin embargo nuestro examen a otras presuntas irregularidades causadas durante la primera instancia,
invocadas también en la demanda de amparo como constitutivas de indefensión ( art. 24.1 CE), relativas en concreto
a la falta de notificación efectiva al demandado del procedimiento, su indebida declaración judicial como rebelde, o la
falta de información de sus derechos durante la exploración judicial. Ninguna de ellas fue alegada en el recurso de
apelación, incumpliéndose por tanto con el requisito inexcusable previsto en el artículo 44.1 c) de nuestra Ley
Orgánica para su examen en amparo, de denunciar la lesión constitucional, «tan pronto como, una vez conocida,
hubiera lugar para ello», cuyo fin es permitir a los Tribunales ordinarios reparar la lesión que se les atribuye,
respetando al tiempo la subsidiariedad de esta Jurisdicción constitucional; cosa que respecto de esta queja no se ha
hecho.
c) Finalmente, con el fin de preservar la intimidad de la persona que ha sido declarada incapaz por las resoluciones
impugnadas y cuyos derechos tutela el Fiscal en este amparo, en aplicación de las potestades atribuidas a este
Tribunal por el artículo 86.3 LOTC y el acuerdo del Pleno de 23 de julio de 2015 «por el que se regula la exclusión
de los datos de identidad personal en la publicación de las resoluciones jurisdiccionales» («BOE» núm. 178, de 27 de
julio de 2015), la presente Sentencia no incluye la identificación completa de dicha persona ni, a estos mismos
efectos, la de sus parientes inmediatos que aparecen mencionados en las actuaciones [ SSTC 141/2012 (RTC 2012,
141) , FJ 8; en el mismo sentido, SSTC 182/2015, de 7 de septiembre (RTC 2015, 182) ; 13/2016, de 1 de febrero
(RTC 2016, 13) , FJ 1; 22/2016 (RTC 2012, 22) , FJ 1; 34/2016, de 29 de febrero (RTC 2016, 34) , FJ 1; 50/2016,
de 14 de marzo, FJ 1; 132/2016, de 18 de julio (RTC 2016, 132) , FJ 1 c), y 31/2017, de 27 de febrero (RTC 2017,
31) , FJ 1 c)].
Sentado lo que antecede, ha de pasarse al examen de las quejas de fondo planteadas por la demanda. En este sentido,
el asunto que se somete a nuestra consideración ofrece una sustancial identidad con el ya enjuiciado por este Tribunal
en la STC 31/2017, de 27 de febrero (RTC 2017, 31) . También entonces se denunciaron por la Fiscalía ante este
Tribunal Constitucional las lesiones derivadas de la celebración de la vista de un juicio de incapacitación, sin la
presencia del Fiscal actuante, quien a la sazón había sido previamente designado defensor judicial del
demandado ex art. 758 de la Ley de enjuiciamiento civil ( LEC (RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001, 1892) ); resultando
coincidentes incluso los órganos judiciales autores de las resoluciones impugnadas en uno u otro proceso, así como el
contenido de éstas. De allí que resulta procedente, habida cuenta de tal identidad, que apliquemos la doctrina sentada
por dicha STC 31/2017:
a) En cuanto al derecho a la asistencia letrada ( art. 24.2 CE (RCL 1978, 2836) ) y su relación con el derecho a un
proceso contradictorio ( art. 24.2 CE) en aquellos procesos donde la ley exige la intervención de profesionales
(abogado y procurador), recordamos cómo la STC 7/2011, de 14 de febrero (RTC 2011, 7) , FJ 2, entroniza el
derecho a la defensa letrada como una de las garantías del proceso justo en orden a la efectiva igualdad de las partes y
del principio de contradicción, que opera no solamente en el proceso penal sino en todos los órdenes de jurisdicción,
y que además, en aquellos procesos donde la ley exige la intervención de letrado, se convierte en una exigencia
estructural de tales procesos, lo que determina que la pasividad de su titular debe ser suplida por el órgano judicial
competente, proveyéndole de aquélla [STC 31/2017, FJ 2 a) y las que allí se citan].
b) En particular, en los procesos sobre capacidad de las personas y con cita de nuevo de la STC 7/2011, la cual a su
vez se apoya en disposiciones contenidas en instrumentos internacionales para la protección de los derechos
humanos, y en particular los de las personas con discapacidad, destacamos que la intervención necesaria de abogado
y procurador para ambas partes supone una exigencia estructural de esta clase de proceso y que, en caso de
incomparecencia del demandado, el órgano judicial debe nombrarle un defensor judicial, conforme a la ley, que
podría ser el Ministerio Fiscal, en los términos de los arts. 758 LEC y 299 bis del Código civil (LEG 1889,
27) [STC 31/2017, FJ 2 b)].
c) Nos referimos igualmente a nuestra doctrina en materia de suspensión del acto de la vista en los procesos civiles,
por ausencia del defensor de una de las partes, a partir de las causas legales de suspensión e interrupción de la Ley de
enjuiciamiento civil (arts. 188 y 193) y la carga del profesional de advertir con antelación al órgano judicial la
imposibilidad de su asistencia al acto, mientras que por parte de este último existe el deber de dar una respuesta
motivada y razonada a la solicitud, otorgándola cuando haya causa justificada. Esto último implica, conforme ya
habíamos precisado en la STC 115/2002, de 20 de mayo (RTC 2002, 115) , FJ 4, el atender a las circunstancias del
caso concreto, verificando si se ha producido una situación de indefensión material; la utilidad del acto de la vista
dentro de ese procedimiento, para el ejercicio efectivo del derecho de defensa y la existencia o no de otro trámite
dentro del procedimiento de que se trate, que permita subsanar el déficit de defensa sufrido con la no suspensión de la
vista. Y siempre, teniendo en cuenta que el juicio de indefensión no pende de un hipotético cálculo de probabilidades
«acerca del éxito que tendrían las alegaciones que podrían verterse en la vista por su defensa letrada. Cuestión esta
última que, como precisa la STC 114/1997, de 16 de junio (RTC 1997, 114) , FJ 10, no corresponde examinar a este
Tribunal sino ya al órgano competente de la jurisdicción ordinaria, “que deberá decidir con libertad de criterio acerca
del fondo del asunto”» (STC 31/2017, FJ 3).
d) Con el antecedente de la STC 199/2006, de 3 de julio (RTC 2006, 199) , FFJJ 4 y 5 (entonces, inasistencia del
Fiscal a la vista de un juicio de desahucio), constatamos que cuando se trata de la intervención del Fiscal como
defensor judicial, resulta de aplicación preferente el mandato expreso y tuitivo del art. 8.2 LEC, en virtud del cual
«el proceso quedará en suspenso mientras no conste la intervención del Ministerio Fiscal», lo que trae consigo la
necesidad del órgano competente de no celebrar la vista hasta tanto se asegure dicha actuación. Añadimos que tal
solución «resulta aplicable con igual o mayor razón, dado su objeto y finalidad, a los procesos sobre capacidad civil
de las personas de los arts. 756 y siguientes LEC. La falta de contestación a la demanda de quien aparece descrito en
ella, en su calidad de demandado, como presuntamente afectado por una situación de discapacidad, y la consiguiente
designación del Fiscal como su defensor cuando aquél no ha contestado en plazo, determina el carácter necesario de
la intervención del Ministerio público no solamente a efectos de que conteste a la demanda, sino también para que
actúe en la vista del proceso. Si el Fiscal no acudiere a esta última es necesario interrumpir la sesión y fijar nueva
fecha para que se celebre la misma contando con su actuación, todo ello para evitar la indefensión del demandado.
Pero en ningún caso, la celebración de la vista sin la debida defensa técnica del demandado en ese proceso en el que
se dirime, justamente, sobre su capacidad de obrar y los importantes efectos que de ello se derivan si se acuerda una
sentencia estimatoria» (STC 31/2017, FJ 4).
La aplicación de la doctrina de referencia al caso concreto planteado, conduce también aquí a la apreciación de que se
han vulnerado los derechos fundamentales de don J.M.F. invocados en la demanda de amparo, teniendo en cuenta las
siguientes consideraciones:
a) Como se ha explicado en los antecedentes, una vez contestada la demanda por el Fiscal, y efectuada su designación
como defensor judicial del demandado don J.M.F. en el proceso de incapacitación núm. 493-2014, al no haber
comparecido este último con abogado y procurador, se convocó a las partes al acto de la vista para el día 9 de abril de
2015, a fin de practicar las pruebas excepto aquellas que ya se habían llevado a cabo (exploración judicial y
reconocimiento médico forense). Llegado el día, el Fiscal no acudió al acto, decidiendo la jueza celebrar la vista
aplicando el régimen general de los arts. 188 y 193 LEC (RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001, 1892) .
Prescindió así esta última de aplicar la regla especial de garantía del art. 8.2 de la misma Ley 1/2000 y la doctrina de
nuestra STC 199/2006 (RTC 2006, 199) (reiterada últimamente, se ha dicho ya, por la STC 31/2017), siempre en la
perspectiva de proteger la posición del presunto discapacitado, lo que le obligaba a suspender la vista para evitar su
indefensión, sin tener para ello que dilucidar antes si aquella ausencia respondía o no a una causa justificada. En
concreto, si se debía a la falta de personal suficiente de la Fiscalía, motivo esgrimido en el escrito de 6 de marzo de
2015, cuando ya pedía el cambio de fecha (lo que reiteró el Fiscal en recurso de reposición del 8 de abril, recibido por
el Juzgado a quo , actuando con este carácter, el día 13) o si ello se debió a otra circunstancia distinta.
b) Como se dejó indicado en la ya citada STC 31/2017, FJ 5 c), tratándose del demandado «[l]a vista del proceso de
incapacitación (en la terminología todavía en vigor de los arts. 757 , 759 y 760 de la LEC, o de modificación de
la capacidad de obrar, como la disposición final primera de la Ley 1/2009, de 25 de marzo (RCL 2009, 640) ,
exhorta al propio legislador que los denomine, sin que hasta ahora así se haya hecho) … resultaba esencial a los
efectos del ejercicio de su derecho de defensa, asumida en este caso por el Ministerio Fiscal, tanto por las pruebas que
en dicho acto se realizaron, como porque la totalidad de las obrantes en la causa resultaban objeto de una valoración
final por las partes dentro de esa misma vista, con el propósito de ilustrar al órgano judicial no solamente acerca de la
realidad material de la discapacidad, sino sobre el régimen más adecuado de asistencia para su mejor protección,
personal y patrimonial … sin que nadie por tanto haya podido abogar por que se adoptara ninguna medida o régimen
que pudiera considerarse más beneficioso para el demandado … no solamente la vista era el acto procesal útil para
ejercitar la defensa de fondo de la posición de la parte demandada, sino que no existe ningún otro trámite posterior
que pudiera compensar el perjuicio producido con su celebración inaudita parte. Tampoco, en fin …enerva la
indefensión ( art. 24.1 CE (RCL 1978, 2836) ) y pérdida del derecho a un proceso contradictorio ( art. 24.2 CE)
ocasionados … el elucubrar sobre el mayor o menor éxito de las alegaciones que podrían haberse vertido en el acto
por [el] Fiscal, cuestión que sólo le corresponde analizar al Juzgado competente, luego de permitir dicha intervención
y dictar la pertinente sentencia sobre el fondo».
Y al igual que apreciamos en el caso de la STC 31/2017, FJ 5 c), en el presente la Sección juzgadora en apelación,
«tampoco hace aplicación del art. 8.2 de la LEC ni de nuestra doctrina ( STC 199/2006 (RTC 2006, 199) )», y
minimiza la denuncia de indefensión bajo el argumento de la realidad acreditada por pruebas, de la discapacidad del
demandado,» argumento éste, por lo ya razonado, insuficiente para disculpar que no se repararan los derechos
fundamentales vulnerados a don J.M.F., que se denunciaron en la apelación».
c) La misma solución estimatoria que se acaba de explicar, sin embargo, no cabe extenderla a los derechos de defensa
( art. 24.1 CE) y a un proceso contradictorio ( art. 24.2 CE) que la demanda de amparo también pide, desde su
propia posición procesal, para el Fiscal actuante en el procedimiento de instancia.
Este último conoció con un mes de anticipación cuál era la fecha que se había señalado para la vista del juicio, sin
que se conozca con exactitud, porque no se ha explicitado en los distintos escritos procesales presentados, qué
imposibilidad tuvo ese día, fuese él u otro miembro de la Fiscalía de área de Vigo, para asistir a ese acto, aun cuando
sea notorio que dicha Fiscalía debe atender a un número relevante de órganos jurisdiccionales distintos situados en
diversas localidades. No corresponde a este Tribunal terciar en la controversia entre el órgano jurisdiccional y la
Fiscalía de área de Vigo, que debe ser resuelta, conforme a lo dispuesto en el art. 182.4.5 de la Ley de enjuiciamiento
civil, mediante la obligada coordinación de los señalamientos con el Ministerio Fiscal en aquellos procedimientos en
los que las leyes prevean su intervención; como sucede en el caso actual, en el que es clara la exigencia de que el
Fiscal esté presente en los trámites esenciales de las causas donde actúa como defensor judicial del demandado. Lo
que sí nos compete es proteger los derechos de la persona que, desde luego, no tiene responsabilidad alguna en que se
haya llegado a esa situación, y que se encuentra, como se ha constatado, en estado de indefensión.
Procede por todo ello estimar parcialmente la demanda de amparo que presenta el Fiscal ante este Tribunal, en
concreto en cuanto a la invocada lesión de los derechos a no padecer indefensión ( art. 24.1 CE (RCL 1978, 2836) )
y a un proceso con todas las garantías, en su vertiente de contradicción entre las partes ( art. 24.2 CE), cuyo titular es
el demandado don J.M.F., con desestimación de las demás pretensiones.
Se acuerda en su consecuencia la nulidad de las dos resoluciones impugnadas, y la retroacción del procedimiento al
momento inmediatamente anterior al de celebrarse el acto de la vista del proceso de incapacitación núm. 493-2014
del Juzgado a quo , para que ésta se lleve a cabo de manera que resulte respetuosa con los
derechos fundamentales infringidos.
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE CONFIERE
LA CONSTITUCIÓN DE LA NACIÓN ESPAÑOLA (RCL 1978, 2836) ,
Ha decidido
Estimar parcialmente el recurso de amparo interpuesto por el Fiscal ante el Tribunal Constitucional y, en su virtud:
1 Declarar que se ha vulnerado el derecho fundamental a no padecer indefensión ( art. 24.1 CE (RCL 1978, 2836) )
y a un proceso con todas las garantías ( art. 24.2 CE) de don J.M.F. en el proceso de incapacitación núm. 493-2014,
seguido ante el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción núm. 2 de Ponteareas.
2 Declarar la nulidad de la Sentencia dictada por el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción núm. 2 de Ponteareas,
el 9 de abril de 2015 (procedimiento 493-2014), y la nulidad de la Sentencia dictada por la Sección Primera de la
Audiencia Provincial de Pontevedra, el 8 de octubre de 2015 (JUR 2015, 250957) (rollo de apelación núm. 507-
2015).
3 Acordar la retroacción del procedimiento hasta el momento inmediatamente anterior al de celebrarse la vista del
proceso de incapacitación núm. 493-2014 ante el Juzgado a quo , para que ésta se lleve a cabo en términos que
resulten respetuosos con los derechos fundamentales declarados.
4 Desestimar el recurso en todo lo demás.
Publíquese esta sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid, a tres de julio de dos mil diecisiete.

PREGUNTA QUE HA DE RESPONDER EL ALUMNO


EL DERECHO DE DEFENSA COMO UNA DE LAS GARANTÍAS DEL PROCESO JUSTO LO ES ¿EN ORDEN
A QUÉ?

SILABO A DESARROLLAR POR EL PROFESOR

CONCEPTO DE JUICIO JUSTO

RECURSO DE AMPARO NÚM. 3344/1994


PONENTE: DON RAFAEL DE MENDIZÁBAL ALLENDE
Recurso de amparo contra Auto de 8 septiembre 1994 de la Sala Primera del Tribunal Supremo, que
inadmite recurso de casación interpuesto contra Sentencia de 30 septiembre 1993 de la Audiencia Provincial de
Murcia, desestimatoria del recurso de apelación interpuesto contra Sentencia de 16 octubre 1992 del Juzgado de
Primera Instancia núm. 1 de Murcia, dictada en juicio declarativo de menor cuantía: el recurrente en amparo alega
indefensión sufrida en la primera instancia, al no haberse producido el nombramiento del Abogado de oficio.
Vulneración de los derechos fundamentales a la defensa y asistencia de letrado y a obtener la tutela efectiva de Jueces
y Tribunales: existencia: otorgamiento de amparo.
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Carles Viver Pi-Sunyer, Presidente; don Rafael de
Mendizábal Allende, don Julio Diego González Campos, don Tomás S. Vives Antón, don Vicente Conde Martín de
Hijas y don Guillermo Jiménez Sánchez, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 3344/1994, interpuesto por don Antonio C. C. , representado por la
Procuradora de los Tribunales doña Beatriz Ruano Casanova, y asistido del Letrado don Lorenzo Bonmatí Giner,
contra el Auto dictado por la Sala Primera del Tribunal Supremo en recurso de casación (rollo 2801/1993). Ha
intervenido el Ministerio Fiscal y ha comparecido el Procurador don Argimiro Vázquez Guillén, en nombre y
representación de doña Felisa P. G. y nueve personas más, siendo Ponente el Magistrado don Rafael de Mendizábal
Allende, quien expresa el parecer de la Sala.
I. ANTECEDENTES
El 17 de octubre de 1994, se registró en el Juzgado de Guardia de Madrid escrito referido a la demanda de amparo
que se hace mérito en el encabezamiento. Allí nos cuenta que el recurrente en amparo y su esposa fueron demandados
en juicio declarativo de menor cuantía, con objeto del deslinde de unas determinadas fincas; que dicho pleito fue
tramitado en el Juzgado de Primera Instancia núm. 1 de Murcia. Admitida la demanda civil, el demandante de amparo
compareció debidamente representado con Procurador y asistido de Abogado, que concurrieron a la celebración de
buena parte de los actos procesales (incluido el recibimiento a prueba). Se produce la renuncia de la Procuradora doña
Emilia Alvarez y la designación en su lugar de doña María Vicente Martínez, quien también poco más tarde renuncia,
y también lo hace el Letrado que venía asistiendo al recurrente; éste solicita, entonces, el beneficio de justicia
gratuita, para la designación de Procurador y de Abogado de oficio y al mismo tiempo pide, y así se hace la
suspensión del curso de los autos durante la tramitación del correspondiente incidente.
Así las cosas, mientras que el Colegio de Procuradores designa al oportuno profesional, no hace lo propio el Colegio
de Abogados, a pesar de los reiterados recordatorios que el Juzgado oficia para que dicha Corporación procediera a
indicar cuál fuera el Abogado designado. Trascurridos dos años, el Juzgado levanta la suspensión que afectaba al
procedimiento, y acuerda la continuación del mismo con la declaración de rebeldía de los demandados, el actual
recurrente y su esposa, y dicta Sentencia el día 16 de octubre de 1992, donde estima las pretensiones de la parte
demandante. Se interpone recurso de apelación, que es desestimado por la Audiencia Provincial de Murcia, en
Sentencia de 30 de septiembre de 1993. En la tramitación del recurso de apelación el recurrente solicitó la práctica de
determinadas pruebas, alegando, entre otras cosas, que había sufrido indefensión en la primera instancia, al no
haberse producido el nombramiento de Abogado de oficio. Contra dicha Sentencia preparó recurso de casación, que
la Sala Primera del Tribunal Supremo no admite el 8 de septiembre de 1994, por incurrir en la causa de inadmisión
prevista en el art. 1710.1.2ª LECiv.
El recurrente entiende que se han vulnerado sus derechos a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE [ RCL 1978\2836 y
ApNDL 2875]), a la defensa y asistencia letrada y a utilizar los medios de pruebas pertinentes (art. 24.2 CE).
La Sección Tercera de este Tribunal, en providencia de 22 de septiembre de 1995, admitió a trámite la demanda y
acordó dirigir atenta comunicación a la Sala Primera del Tribunal Supremo, a fin de que ésta remitiera las actuaciones
correspondientes, y a que por el Juzgado se procediera al emplazamiento de quienes fueran parte en el procedimiento
para que, en el plazo de diez días, pudieran comparecer en este proceso de amparo.
En providencia del día 20 de noviembre siguiente, la Sección Cuarta tuvo por personado y parte al Procurador don
Argimiro Vázquez Guillén, en nombre y representación de doña Felisa P. G. y nueve personas más, dándoles vista de
las actuaciones, así como al Ministerio Fiscal, por plazo común de veinte días, para que las partes personadas, de
conformidad con el art. 52.1 LOTC ( RCL 1979\2383 y ApNDL 13575), pudieran formular las alegaciones que
estimasen oportunas.
El Ministerio Fiscal formuló su alegato en escrito presentado, 20 de diciembre de 1995. En primer lugar, advierte que
la vulneración de los derechos fundamentales alegados no aparece ligada al Auto del Tribunal Supremo que inadmitió
el recurso de casación sobre la base de una causa legal razonada y que está absolutamente desconectado de los
argumentos de la demanda de amparo, Auto que cumple así la misión única de agotar la vía judicial a los efectos del
art. 44 LOTC. A continuación analiza ya la triple conculcación de derechos fundamentales que, a su juicio, tiene el
origen en la petición del recurrente de contar con asistencia letrada y en la posterior declaración de rebeldía del
mismo. Para el Ministerio Fiscal, no deja de ser chocante que tal declaración de rebeldía se hiciera con respecto a una
persona que había contestado a la demanda, en el procedimiento civil, y que había comparecido y solicitado el
recibimiento del pleito a prueba, a través de la representación y la defensa que entonces ostentaba. La negligencia del
Colegio de Abogados no exime la obligación del Juzgado para que fuera cumplida la provisión efectiva de Abogado
al recurrente, según una constante jurisprudencia de este Tribunal de la que el Ministerio Fiscal cita la STC 62/1993
( RTC 1993\62). Por ello, se ha incurrido en una indefensión de contenido material, pues, además, la prueba que se
había propuesto no pudo llevarse a cabo ante la renuncia masiva de los Procuradores y la suspensión durante dos años
del pleito. Y cuando éste se reinicia, hasta llegar al acto de resumen de pruebas, sólo lo puede cumplimentar la parte
actora, toda vez que el recurrente estaba declarado en rebeldía y, tampoco, la Audiencia Provincial atendió a su
subsanación. En consecuencia, el Ministerio Fiscal pide el otorgamiento del amparo, que ha de obligar a la
retroacción de actuaciones, con anulación de los actos procesales habidos desde que dejó de prestarse la asistencia
letrada solicitada por el recurrente.
El 22 de diciembre de 1995, el Procurador don Argimiro Vázquez Guillén presentó escrito de alegaciones en nombre
de doña Felisa P. G. y nueve personas más, que se personaron así en este proceso constitucional para oponerse al
recurso sobre la base de que el recurrente de amparo incurrió en una evidente mala fe cuando solicitó el
nombramiento de Abogado y Procurador de oficio. Este carecía absolutamente de derecho a los mismos, al tratarse de
«un hombre hacendado propietario de múltiples inmuebles», según dicen en su alegato. Además, en realidad, nunca
ha sufrido indefensión durante el procedimiento, que iniciado en 1988, atravesó todas las sucesivas fases procesales,
hasta alcanzar este Tribunal Constitucional. El comportamiento irregular del señor C. C. con los profesionales que
sucesivamente se hicieron cargo de su representación y defensa, la obstaculización que practica sobre las tarifas del
Colegio de Abogados, son la causa a juicio de los alegatos, de que no hubiera podido disponer de Abogado de oficio.
Por ello, en definitiva, el Juzgado actuó correctamente cuando decretó la rebeldía del demandante de amparo
recurrente y levantó la suspensión del procedimiento en evitación de dilaciones indebidas, solicitando en conclusión
una sentencia en la que se desestimara el amparo impetrado.
Por providencia de 19 de julio de 1999 se acordó señalar el siguiente día 22 del mismo mes y año para la deliberación
y votación de la presente sentencia.
II. FUNDAMENTOS JURÍDICOS
Aunque en la demanda apenas se perfile su apoyatura jurídica puede, sin embargo, inferirse que se invocan como
vulnerados el derecho a la tutela judicial efectiva para conseguir, la cual se instrumentan otros dos, a la defensa y
asistencia letrada y a la práctica de las pruebas pertinentes (art. 24.1 y 2 CE [ RCL 1978\2836 y ApNDL 2875]), para
justificar la nulidad que se predica de un auto de la Sala Primera del Tribunal Supremo, donde se declaró la
inadmisibilidad del recurso de casación. Diseñado así el objeto de este proceso de amparo, no está de más sin
embargo, antes de abordar el núcleo de la pretensión, plantearnos «ex officio» si se da en este trance una de las varias
circunstancias que, a guisa de presupuestos de su admisibilidad, sirven de protección al carácter subsidiario del
amparo, como «ultima ratio» para garantizar los derechos fundamentales, cuya primera línea de defensa son los
Jueces y Tribunales que componen el Poder Judicial.
Se trata de aquella consistente en la exigencia de que en tiempo oportuno se haya denunciado o protestado el peligro
corrido o la lesión sufrida por cualesquiera de tales libertades o derechos, y en concreto el aducido en esta sede que
«prima facie» parece ofrecer algunas dudas al respecto. Tal exigencia arrastra la de invocar formalmente en el
proceso previo el derecho fundamental cuya vulneración actúe como soporte de la protección que se pida al Tribunal
Constitucional, invocación que ha de hacerse tan pronto como, una vez conocido el hecho determinante de la
violación, hubiere lugar para ello [art. 44.1 c) LOTC ( RCL 1979\2383 y ApNDL 13575)]. Este requisito procesal
cumple una doble función, anverso y reverso de una misma raíz, esa su naturaleza subsidiaria del amparo, y por ello,
la conveniencia de que el juzgador, en su ámbito propio, pueda remediar por sí mismo la violación del derecho o
libertad fundamental, a cuyo efecto ha de brindársele la oportunidad de tal subsanación, haciendo innecesario así el
acudir a esta sede. Esta explicación funcional actúa como factor de comprensión para una interpretación teleológica,
más allá de la letra, de esta regla preventiva.
La protesta, denuncia o invocación ha de ser expresa y unívoca e inteligible pero no explícita necesariamente.
La invocación, aun cuando «formal», seria y consistente, se predica del derecho sedicentemente atacado, no del
precepto constitucional que lo cobija y menos aún del ordinal en la Constitución o de su nombre en el lenguaje
jurídico, «nomen iuris» . Aun cuando la configuración de ese presupuesto procesal parezca implicar necesariamente
la cita de la norma correspondiente (por ser la numeración el modo habitual de precisar la porción del texto legal que
se maneja), no resulta sin embargo imprescindible tal indicación para individualizarla o identificarla si se aduce el
contenido con suficiente claridad en las alegaciones o se induce de la pretensión. Preferir una lectura tal del requisito
sería incurrir en el defecto de formalismo, perversión de la forma cuya función consiste en la garantía, que nunca
puede ni debe volverse contra sí misma. No cabe cerrar la puerta, pues, a la eventualidad de que el tema se introduzca
en el debate no ya implícita, sino también tácitamente. Ahora bien, cuando, por el contrario, el silencio o la omisión al
respecto se extienda, no sólo a la invocación «nominatim» de los artículos, sino también a los datos o circunstancias
de hecho constitutivos del agravio como tal, sin nombrarlo ni calificarlo, es claro que no se le da la oportunidad al
Juez o a la Sala para corregir los defectos y restaurar los derechos fundamentales presuntamente menoscabados o
desconocidos, cuya es la razón de esta exigencia formal.
Por otra parte, esa carga de haber invocado formalmente en el proceso el derecho constitucional vulnerado, ha
de ser cumplida por el agraviado tan pronto como, una vez conocida la violación, hubiere lugar para ello ,
carga cuyo incumplimiento produce también un efecto obstativo e impide el enjuiciamiento de los temas a los cuales
afecte. El sitio y el momento adecuados como sede previa y ocasión oportuna para la protesta o denuncia de los vicios
o defectos es, en principio, el momento mismo de la producción y en el acto, o en otro caso por medio de la
interposición del recurso correspondiente (reposición, súplica, apelación...) que a su vez en algún caso sirve para
cumplir simultáneamente el otro presupuesto procesal de este remedio subsidiario del amparo.
Pues bien, es cierto que en este caso quien hoy pide amparo no mencionó el art. 24.1 de la Constitución en el rollo de
apelación, pero no lo es menos que el soporte de ese remedio procesal hincaba su raíz en el concepto de indefensión,
la tacha más grave y negación en suma de la tutela judicial, para cuya efectividad evitando aquélla, se configura la
constelación de derechos instrumentales mencionados en el siguiente párrafo de la misma norma constitucional. En el
testimonio de los autos de menor cuantía núm. 99/1993, incorporados a las actuaciones, se puede comprobar que en
escrito de fecha 16 de mayo de 1993, donde el apelante pidió el recibimiento a prueba a la Audiencia Provincial, ya se
quejaba de que no se le hubiera proveído por el Juez a la solicitud de nombrarle Abogado y Procurador del turno de
oficio y por ello aducía también que se le había dejado «en un evidente estado de indefensión». Por otra parte,
cualquier duda acerca de si existió la preceptiva y oportuna invocación previa del derecho fundamental queda
definitivamente despejada cuando se comprueba que en el escrito interponiendo el recurso de casación se recoge
expresamente como motivo segundo la infracción del art. 24 de la Constitución. La situación en sí misma, nacida de
la declaración de la rebeldía del demandando, «chocante» a decir del Fiscal, y el alzamiento de la suspensión del
procedimiento acordada por el Juez, sirvieron también para que el entonces demandado alegara en el recurso de
súplica contra el Auto de la Audiencia denegando la práctica de la prueba en esa segunda instancia, su evidente y
claro estado de indefensión al haberse alzado dicha suspensión sin notificación al Colegio de Abogados (folio 35). En
consecuencia, la utilización del remedio procesal adecuado, cortado a la medida para evitar que se prive del proceso
«debido», con todas las garantías (audiencia y defensa, entre ellas) a quien estuvo ausente del mismo por haber sido
expulsado de él, pone de manifiesto por sí misma cual era el derecho fundamental de cuya lesión se dolía entonces y
se duele ahora por considerarse víctima suya. No cabe la menor duda de que la Audiencia Provincial y el Tribunal
Supremo tuvieron la oportunidad de conocer el agravio y de haberlo reparado, si así lo hubieran visto conveniente.
Con ello basta para tener por cumplida esta carga procesal que, en caso contrario, conllevaría la inadmisibilidad de la
pretensión de amparo como es bien sabido, sin que merezca distraer la atención con citas en apoyo de algo tan obvio
(STC 134/1995 [ RTC 1995\134]).
Una vez despejado el camino de obstáculos, y en trance ya de abordar el fondo del asunto, dicho sea en la usual
terminología forense, una ojeada a las actuaciones de las dos instancias procesales permite fijar como hecho
«inconcuso» que el aquí demandante se personó como demandado a la sazón con Abogado y Procurador de su libre
elección en un procedimiento civil, donde, una vez contestada la demanda, se abrió el correspondiente ramo de
prueba, practicándose algunas de las propuestas a lo largo de los años 1988 y 1989. Así las cosas, su Procuradora
presentó la renuncia «por incompatibilidades» surgidas con el cliente, a quien se requirió para designar un nuevo
profesional que lo representara en juicio, que a su vez también presentaría más tarde la renuncia, en cuya coyuntura el
entonces demandado pidió asistencia judicial gratuita. En tal momento y a tal efecto fue suspendido el procedimiento
principal sin que el Colegio de Abogados llegara a cumplir la orden de nombrarle un Abogado de oficio, por lo que,
tras insistentes recordatorios y pasados dos años, el Juez alzó la suspensión declarando en rebeldía al demandado y
una vez practicada la prueba que la parte actora había propuesto, así como otras acordadas para mejor proveer, dictó
sentencia donde dio lugar a la demanda, notificada personalmente al demandado por haberlo pedido así el
demandante. Dicho esto, interesa destacar que en la sentencia se afirma que «la representación y defensa del
demandado don Antonio C. C. , renunciaron a este procedimiento, por lo que se requirió a dicho demandado para que
designara otros profesionales, lo cual no verificó por lo que se le declaró en rebeldía procesal». Pues bien, tal
afirmación, transcrita, no casa con los datos que acaban de exponerse. En tal aspecto, único relevante aquí y ahora,
una vez alzada la suspensión que congelaba la tramitación y declarado el demandado en rebeldía, éste no pudo, en
consecuencia, actuar en la fase probatoria, y ni siquiera incluso participar en la práctica de algunas pruebas
propuestas por él, que habían sido admitidas. Si es así como así es, no hay ninguna duda de que aquella decisión
judicial ha percutido negativamente en el ámbito del derecho a la defensa y a la práctica de las pruebas pertinentes.
Siendo esta la situación y desde su perspectiva tópica, conviene recordar que el derecho fundamental a un juicio
justo, un proceso público sin dilaciones indebidas o el «proceso debido, due process» en la terminología de la
Constitución norteamericana, conlleva, por una parte y con carácter instrumental, el derecho a la defensa en juicio
con la asistencia de jurisperitos, Abogado y Procurador, derechos ambos consagrados constitucionalmente en nuestra
Ley fundamental, como es bien sabido. El ingrediente social del Estado de Derecho «que significa una acción tuitiva
del más débil o desvalido cuando surge un conflicto en el cual la prepotencia del contrario le haría siempre ser el
perdedor, para conseguir así la igualdad real y efectiva de individuos y grupos, a la cual encamina el art. 9 de la
Constitución (STC 123/1992 [ RTC 1992\123]), explica la raíz profunda del derecho a la justicia gratuita de quienes
no tengan los medios económicos suficientes para afrontar los gastos que genere un litigio (art. 119 CE). Pues bien,
en cualquiera de estas manifestaciones la preceptiva asistencia de Letrado, ha de tener un contenido real y operativo,
y por ello, cuando tal asistencia fuera gratuita, este derecho fundamental de naturaleza prestacional no puede
agotarse en el mero nombramiento sin relación alguna entre cliente y abogado que permita la instrumentación
de una defensa en juicio a la manera habitual, cuando hay honorarios por medio. En consecuencia, quien hace
la designación ha de ponerla también en conocimiento del beneficiario para que use y disfrute del patrocinio
con entera normalidad (STC 162/1993 [ RTC 1993\162] y los allí mencionados).
En definitiva, la indefensión, que se concibe constitucionalmente como la negación de la tutela judicial y para cuya
prevención se configuran los demás derechos instrumentales contenidos en el párrafo segundo del art. 24 de la
Constitución, ha de ser algo real y efectivo, nunca potencial o abstracto, según hemos dicho tantas veces, en este
Tribunal. De ahí que siempre hayamos hablado de indefensión «material» y no formal, para lo cual resulta necesaria,
pero no suficiente la mera transgresión de los requisitos configurados como garantía, siendo inexcusable la falta de
ésta, cuando se produce de hecho y como consecuencia de aquélla. No basta, pues, la existencia de un defecto
procesal si no conlleva la privación o limitación, menoscabo o negación, del derecho a la defensa en un proceso
público con todas las garantías, «en relación con algún interés» de quien lo invoca (por todas, STC 181/1994
[ RTC 1994\181]). No se nos oculta que, en este caso, la situación de indefensión en que se situó al litigante podría
haberse paliado en la segunda instancia, pues la Audiencia Provincial que conoció de la alzada actuaba con plena
jurisdicción y por otra parte, con anterioridad a la renuncia del defensor, habían sido practicadas bastantes pruebas
que la Sala pudo manejar como material suficiente para resolver el fondo del asunto. Sin embargo, nada de ello
justifica que el Juez consintiera que no se nombrara Abogado de oficio al demandado, a pesar de que había acordado
la procedencia de tal nombramiento y levantara la suspensión sin hacer constar los motivos, impidiendo así al
litigante no sólo la participación en la práctica de una parte de las pruebas, sino la presentación del escrito de resumen
de las mismas y su intervención en la diligencia para mejor proveer también acordada en el procedimiento. En fin, del
mismo modo que se veda quejarse de indefensión a quien con su actitud pasiva o negligente haya contribuido a crear
tal estado, no puede tenerse tampoco en consideración que unas hipotéticas malas relaciones con los
profesionales encargados de su defensa impidan a un ciudadano el disfrute real y efectivo de
tal derecho fundamental . En definitiva, el amparo que se pide ha de ser acogido.
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE CONFIERE LA
CONSTITUCIÓN DE LA NACIÓN ESPAÑOLA,
Ha decidido
Otorgar el amparo solicitado por don Antonio C. C. y, en su virtud:
1º Reconocer que se ha lesionado su derecho a la tutela judicial efectiva sin indefensión, así como a
la defensa y asistencia letrada.
2º Restablecerle en su derecho y, a tal fin, declarar la nulidad del Auto que el 8 de septiembre de 1994 dictó la Sala
Primera del Tribunal Supremo, así como las Sentencias pronunciadas el 16 de octubre de 1992 por el Juez de Primera
Instancia y el 30 de septiembre de 1993 por la Audiencia Provincial de Murcia, retrotrayendo las actuaciones al
momento en que se alzó la suspensión y se declaró en rebeldía al demandado en aquel proceso civil.
Publíquese esta Sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid a veintidós de julio de mil novecientos noventa y nueve. Carles Viver Pi-Sunyer.-Rafael de
Mendizábal Allende.-Julio Diego González Campos.-Tomás S. Vives Antón.-Vicente Conde Martín de Hijas.-
Guillermo Jiménez Sánchez.-Firmados y rubricados.

PREGUNTA QUE HA DE RESPONDER EL ALUMNO


EL DERECHO FUNDAMENTAL A UN JUICIO JUSTO, A UN PROCESO PÚBLICO SIN DILACIONES
INDEBIDAS O EL «PROCESO DEBIDO, DUE PROCESS» EN LA TERMINOLOGÍA DE LA CONSTITUCIÓN
NORTEAMERICANA, INSTRUMENTALMENTE ¿QUÉ SUPONE?

SILABO A DESARROLLAR POR EL PROFESOR

CONCEPTO DE JUICIO JUSTO EXIGE LA ASISTENCIA DE ABOGADO

RECURSO DE AMPARO NÚM. 3344/1994


PONENTE: DON RAFAEL DE MENDIZÁBAL ALLENDE

Recurso de amparo contra Auto de 8 septiembre 1994 de la Sala Primera del Tribunal Supremo, que inadmite recurso
de casación interpuesto contra Sentencia de 30 septiembre 1993 de la Audiencia Provincial de Murcia, desestimatoria
del recurso de apelación interpuesto contra Sentencia de 16 octubre 1992 del Juzgado de Primera Instancia núm. 1 de
Murcia, dictada en juicio declarativo de menor cuantía: el recurrente en amparo alega indefensión sufrida en la
primera instancia, al no haberse producido el nombramiento del Abogado de oficio. Vulneración de los
derechos fundamentales a la defensa y asistencia de letrado y a obtener la tutela efectiva de Jueces y Tribunales:
existencia: otorgamiento de amparo.
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Carles Viver Pi-Sunyer, Presidente; don Rafael de
Mendizábal Allende, don Julio Diego González Campos, don Tomás S. Vives Antón, don Vicente Conde Martín de
Hijas y don Guillermo Jiménez Sánchez, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 3344/1994, interpuesto por don Antonio C. C. , representado por la
Procuradora de los Tribunales doña Beatriz Ruano Casanova, y asistido del Letrado don Lorenzo Bonmatí Giner,
contra el Auto dictado por la Sala Primera del Tribunal Supremo en recurso de casación (rollo 2801/1993). Ha
intervenido el Ministerio Fiscal y ha comparecido el Procurador don Argimiro Vázquez Guillén, en nombre y
representación de doña Felisa P. G. y nueve personas más, siendo Ponente el Magistrado don Rafael de Mendizábal
Allende, quien expresa el parecer de la Sala.
I. ANTECEDENTES
1. El 17 de octubre de 1994, se registró en el Juzgado de Guardia de Madrid escrito referido a la demanda de amparo
que se hace mérito en el encabezamiento. Allí nos cuenta que el recurrente en amparo y su esposa fueron demandados
en juicio declarativo de menor cuantía, con objeto del deslinde de unas determinadas fincas; que dicho pleito fue
tramitado en el Juzgado de Primera Instancia núm. 1 de Murcia. Admitida la demanda civil, el demandante de amparo
compareció debidamente representado con Procurador y asistido de Abogado, que concurrieron a la celebración de
buena parte de los actos procesales (incluido el recibimiento a prueba). Se produce la renuncia de la Procuradora doña
Emilia Alvarez y la designación en su lugar de doña María Vicente Martínez, quien también poco más tarde renuncia,
y también lo hace el Letrado que venía asistiendo al recurrente; éste solicita, entonces, el beneficio de justicia
gratuita, para la designación de Procurador y de Abogado de oficio y al mismo tiempo pide, y así se hace la
suspensión del curso de los autos durante la tramitación del correspondiente incidente.
Así las cosas, mientras que el Colegio de Procuradores designa al oportuno profesional, no hace lo propio el Colegio
de Abogados, a pesar de los reiterados recordatorios que el Juzgado oficia para que dicha Corporación procediera a
indicar cuál fuera el Abogado designado. Trascurridos dos años, el Juzgado levanta la suspensión que afectaba al
procedimiento, y acuerda la continuación del mismo con la declaración de rebeldía de los demandados, el actual
recurrente y su esposa, y dicta Sentencia el día 16 de octubre de 1992, donde estima las pretensiones de la parte
demandante. Se interpone recurso de apelación, que es desestimado por la Audiencia Provincial de Murcia, en
Sentencia de 30 de septiembre de 1993. En la tramitación del recurso de apelación el recurrente solicitó la práctica de
determinadas pruebas, alegando, entre otras cosas, que había sufrido indefensión en la primera instancia, al no
haberse producido el nombramiento de Abogado de oficio. Contra dicha Sentencia preparó recurso de casación, que
la Sala Primera del Tribunal Supremo no admite el 8 de septiembre de 1994, por incurrir en la causa de inadmisión
prevista en el art. 1710.1.2ª LECiv.
El recurrente entiende que se han vulnerado sus derechos a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE [ RCL 1978\2836 y
ApNDL 2875]), a la defensa y asistencia letrada y a utilizar los medios de pruebas pertinentes (art. 24.2 CE).
2. La Sección Tercera de este Tribunal, en providencia de 22 de septiembre de 1995, admitió a trámite la demanda y
acordó dirigir atenta comunicación a la Sala Primera del Tribunal Supremo, a fin de que ésta remitiera las actuaciones
correspondientes, y a que por el Juzgado se procediera al emplazamiento de quienes fueran parte en el procedimiento
para que, en el plazo de diez días, pudieran comparecer en este proceso de amparo.
3. En providencia del día 20 de noviembre siguiente, la Sección Cuarta tuvo por personado y parte al Procurador don
Argimiro Vázquez Guillén, en nombre y representación de doña Felisa P. G. y nueve personas más, dándoles vista de
las actuaciones, así como al Ministerio Fiscal, por plazo común de veinte días, para que las partes personadas, de
conformidad con el art. 52.1 LOTC ( RCL 1979\2383 y ApNDL 13575), pudieran formular las alegaciones que
estimasen oportunas.
4. El Ministerio Fiscal formuló su alegato en escrito presentado, 20 de diciembre de 1995. En primer lugar, advierte
que la vulneración de los derechos fundamentales alegados no aparece ligada al Auto del Tribunal Supremo que
inadmitió el recurso de casación sobre la base de una causa legal razonada y que está absolutamente desconectado de
los argumentos de la demanda de amparo, Auto que cumple así la misión única de agotar la vía judicial a los efectos
del art. 44 LOTC. A continuación analiza ya la triple conculcación de derechos fundamentales que, a su juicio, tiene
el origen en la petición del recurrente de contar con asistencia letrada y en la posterior declaración de rebeldía del
mismo. Para el Ministerio Fiscal, no deja de ser chocante que tal declaración de rebeldía se hiciera con respecto a una
persona que había contestado a la demanda, en el procedimiento civil, y que había comparecido y solicitado el
recibimiento del pleito a prueba, a través de la representación y la defensa que entonces ostentaba. La negligencia del
Colegio de Abogados no exime la obligación del Juzgado para que fuera cumplida la provisión efectiva de Abogado
al recurrente, según una constante jurisprudencia de este Tribunal de la que el Ministerio Fiscal cita la STC 62/1993
( RTC 1993\62). Por ello, se ha incurrido en una indefensión de contenido material, pues, además, la prueba que se
había propuesto no pudo llevarse a cabo ante la renuncia masiva de los Procuradores y la suspensión durante dos años
del pleito. Y cuando éste se reinicia, hasta llegar al acto de resumen de pruebas, sólo lo puede cumplimentar la parte
actora, toda vez que el recurrente estaba declarado en rebeldía y, tampoco, la Audiencia Provincial atendió a su
subsanación. En consecuencia, el Ministerio Fiscal pide el otorgamiento del amparo, que ha de obligar a la
retroacción de actuaciones, con anulación de los actos procesales habidos desde que dejó de prestarse la asistencia
letrada solicitada por el recurrente.
5. El 22 de diciembre de 1995, el Procurador don Argimiro Vázquez Guillén presentó escrito de alegaciones en
nombre de doña Felisa P. G. y nueve personas más, que se personaron así en este proceso constitucional para
oponerse al recurso sobre la base de que el recurrente de amparo incurrió en una evidente mala fe cuando solicitó el
nombramiento de Abogado y Procurador de oficio. Este carecía absolutamente de derecho a los mismos, al tratarse de
«un hombre hacendado propietario de múltiples inmuebles», según dicen en su alegato. Además, en realidad, nunca
ha sufrido indefensión durante el procedimiento, que iniciado en 1988, atravesó todas las sucesivas fases procesales,
hasta alcanzar este Tribunal Constitucional. El comportamiento irregular del señor C. C. con los profesionales que
sucesivamente se hicieron cargo de su representación y defensa, la obstaculización que practica sobre las tarifas del
Colegio de Abogados, son la causa a juicio de los alegatos, de que no hubiera podido disponer de Abogado de oficio.
Por ello, en definitiva, el Juzgado actuó correctamente cuando decretó la rebeldía del demandante de amparo
recurrente y levantó la suspensión del procedimiento en evitación de dilaciones indebidas, solicitando en conclusión
una sentencia en la que se desestimara el amparo impetrado.
6. Por providencia de 19 de julio de 1999 se acordó señalar el siguiente día 22 del mismo mes y año para la
deliberación y votación de la presente sentencia.
II. FUNDAMENTOS JURÍDICOS
1. Aunque en la demanda apenas se perfile su apoyatura jurídica puede, sin embargo, inferirse que se invocan como
vulnerados el derecho a la tutela judicial efectiva para conseguir, la cual se instrumentan otros dos, a la defensa y
asistencia letrada y a la práctica de las pruebas pertinentes (art. 24.1 y 2 CE [ RCL 1978\2836 y ApNDL 2875]), para
justificar la nulidad que se predica de un auto de la Sala Primera del Tribunal Supremo, donde se declaró la
inadmisibilidad del recurso de casación. Diseñado así el objeto de este proceso de amparo, no está de más sin
embargo, antes de abordar el núcleo de la pretensión, plantearnos «ex officio» si se da en este trance una de las varias
circunstancias que, a guisa de presupuestos de su admisibilidad, sirven de protección al carácter subsidiario del
amparo, como «ultima ratio» para garantizar los derechos fundamentales, cuya primera línea de defensa son los
Jueces y Tribunales que componen el Poder Judicial.
Se trata de aquella consistente en la exigencia de que en tiempo oportuno se haya denunciado o protestado el peligro
corrido o la lesión sufrida por cualesquiera de tales libertades o derechos, y en concreto el aducido en esta sede que
«prima facie» parece ofrecer algunas dudas al respecto. Tal exigencia arrastra la de invocar formalmente en el
proceso previo el derecho fundamental cuya vulneración actúe como soporte de la protección que se pida al Tribunal
Constitucional, invocación que ha de hacerse tan pronto como, una vez conocido el hecho determinante de la
violación, hubiere lugar para ello [art. 44.1 c) LOTC ( RCL 1979\2383 y ApNDL 13575)]. Este requisito procesal
cumple una doble función, anverso y reverso de una misma raíz, esa su naturaleza subsidiaria del amparo, y por ello,
la conveniencia de que el juzgador, en su ámbito propio, pueda remediar por sí mismo la violación del derecho o
libertad fundamental, a cuyo efecto ha de brindársele la oportunidad de tal subsanación, haciendo innecesario así el
acudir a esta sede. Esta explicación funcional actúa como factor de comprensión para una interpretación teleológica,
más allá de la letra, de esta regla preventiva.
La protesta, denuncia o invocación ha de ser expresa y unívoca e inteligible pero no explícita necesariamente.
La invocación, aun cuando «formal», seria y consistente, se predica del derecho sedicentemente atacado, no del
precepto constitucional que lo cobija y menos aún del ordinal en la Constitución o de su nombre en el lenguaje
jurídico, «nomen iuris» . Aun cuando la configuración de ese presupuesto procesal parezca implicar necesariamente
la cita de la norma correspondiente (por ser la numeración el modo habitual de precisar la porción del texto legal que
se maneja), no resulta sin embargo imprescindible tal indicación para individualizarla o identificarla si se aduce el
contenido con suficiente claridad en las alegaciones o se induce de la pretensión. Preferir una lectura tal del requisito
sería incurrir en el defecto de formalismo, perversión de la forma cuya función consiste en la garantía, que nunca
puede ni debe volverse contra sí misma. No cabe cerrar la puerta, pues, a la eventualidad de que el tema se introduzca
en el debate no ya implícita, sino también tácitamente. Ahora bien, cuando, por el contrario, el silencio o la omisión al
respecto se extienda, no sólo a la invocación «nominatim» de los artículos, sino también a los datos o circunstancias
de hecho constitutivos del agravio como tal, sin nombrarlo ni calificarlo, es claro que no se le da la oportunidad al
Juez o a la Sala para corregir los defectos y restaurar los derechos fundamentales presuntamente menoscabados o
desconocidos, cuya es la razón de esta exigencia formal.
Por otra parte, esa carga de haber invocado formalmente en el proceso el derecho constitucional vulnerado, ha
de ser cumplida por el agraviado tan pronto como, una vez conocida la violación, hubiere lugar para ello ,
carga cuyo incumplimiento produce también un efecto obstativo e impide el enjuiciamiento de los temas a los cuales
afecte. El sitio y el momento adecuados como sede previa y ocasión oportuna para la protesta o denuncia de los vicios
o defectos es, en principio, el momento mismo de la producción y en el acto, o en otro caso por medio de la
interposición del recurso correspondiente (reposición, súplica, apelación...) que a su vez en algún caso sirve para
cumplir simultáneamente el otro presupuesto procesal de este remedio subsidiario del amparo.
2. Pues bien, es cierto que en este caso quien hoy pide amparo no mencionó el art. 24.1 de la Constitución en el rollo
de apelación, pero no lo es menos que el soporte de ese remedio procesal hincaba su raíz en el concepto de
indefensión, la tacha más grave y negación en suma de la tutela judicial, para cuya efectividad evitando aquélla, se
configura la constelación de derechos instrumentales mencionados en el siguiente párrafo de la misma norma
constitucional. En el testimonio de los autos de menor cuantía núm. 99/1993, incorporados a las actuaciones, se puede
comprobar que en escrito de fecha 16 de mayo de 1993, donde el apelante pidió el recibimiento a prueba a la
Audiencia Provincial, ya se quejaba de que no se le hubiera proveído por el Juez a la solicitud de nombrarle Abogado
y Procurador del turno de oficio y por ello aducía también que se le había dejado «en un evidente estado de
indefensión». Por otra parte, cualquier duda acerca de si existió la preceptiva y oportuna invocación previa del
derecho fundamental queda definitivamente despejada cuando se comprueba que en el escrito interponiendo el
recurso de casación se recoge expresamente como motivo segundo la infracción del art. 24 de la Constitución. La
situación en sí misma, nacida de la declaración de la rebeldía del demandando, «chocante» a decir del Fiscal, y el
alzamiento de la suspensión del procedimiento acordada por el Juez, sirvieron también para que el entonces
demandado alegara en el recurso de súplica contra el Auto de la Audiencia denegando la práctica de la prueba en esa
segunda instancia, su evidente y claro estado de indefensión al haberse alzado dicha suspensión sin notificación al
Colegio de Abogados (folio 35). En consecuencia, la utilización del remedio procesal adecuado, cortado a la medida
para evitar que se prive del proceso «debido», con todas las garantías (audiencia y defensa, entre ellas) a quien estuvo
ausente del mismo por haber sido expulsado de él, pone de manifiesto por sí misma cual era el derecho fundamental
de cuya lesión se dolía entonces y se duele ahora por considerarse víctima suya. No cabe la menor duda de que la
Audiencia Provincial y el Tribunal Supremo tuvieron la oportunidad de conocer el agravio y de haberlo reparado, si
así lo hubieran visto conveniente. Con ello basta para tener por cumplida esta carga procesal que, en caso contrario,
conllevaría la inadmisibilidad de la pretensión de amparo como es bien sabido, sin que merezca distraer la atención
con citas en apoyo de algo tan obvio (STC 134/1995 [ RTC 1995\134]).
3. Una vez despejado el camino de obstáculos, y en trance ya de abordar el fondo del asunto, dicho sea en la usual
terminología forense, una ojeada a las actuaciones de las dos instancias procesales permite fijar como hecho
«inconcuso» que el aquí demandante se personó como demandado a la sazón con Abogado y Procurador de su libre
elección en un procedimiento civil, donde, una vez contestada la demanda, se abrió el correspondiente ramo de
prueba, practicándose algunas de las propuestas a lo largo de los años 1988 y 1989. Así las cosas, su Procuradora
presentó la renuncia «por incompatibilidades» surgidas con el cliente, a quien se requirió para designar un nuevo
profesional que lo representara en juicio, que a su vez también presentaría más tarde la renuncia, en cuya coyuntura el
entonces demandado pidió asistencia judicial gratuita. En tal momento y a tal efecto fue suspendido el procedimiento
principal sin que el Colegio de Abogados llegara a cumplir la orden de nombrarle un Abogado de oficio, por lo que,
tras insistentes recordatorios y pasados dos años, el Juez alzó la suspensión declarando en rebeldía al demandado y
una vez practicada la prueba que la parte actora había propuesto, así como otras acordadas para mejor proveer, dictó
sentencia donde dio lugar a la demanda, notificada personalmente al demandado por haberlo pedido así el
demandante. Dicho esto, interesa destacar que en la sentencia se afirma que «la representación y defensa del
demandado don Antonio C. C. , renunciaron a este procedimiento, por lo que se requirió a dicho demandado para que
designara otros profesionales, lo cual no verificó por lo que se le declaró en rebeldía procesal». Pues bien, tal
afirmación, transcrita, no casa con los datos que acaban de exponerse. En tal aspecto, único relevante aquí y ahora,
una vez alzada la suspensión que congelaba la tramitación y declarado el demandado en rebeldía, éste no pudo, en
consecuencia, actuar en la fase probatoria, y ni siquiera incluso participar en la práctica de algunas pruebas
propuestas por él, que habían sido admitidas. Si es así como así es, no hay ninguna duda de que aquella decisión
judicial ha percutido negativamente en el ámbito del derecho a la defensa y a la práctica de las pruebas pertinentes.
4. Siendo esta la situación y desde su perspectiva tópica, conviene recordar que el derecho fundamental a un juicio
justo, un proceso público sin dilaciones indebidas o el «proceso debido, due process» en la terminología de la
Constitución norteamericana, conlleva, por una parte y con carácter instrumental, el derecho a la defensa en juicio
con la asistencia de jurisperitos, Abogado y Procurador, derechos ambos consagrados constitucionalmente en nuestra
Ley fundamental, como es bien sabido. El ingrediente social del Estado de Derecho «que significa una acción tuitiva
del más débil o desvalido cuando surge un conflicto en el cual la prepotencia del contrario le haría siempre ser el
perdedor, para conseguir así la igualdad real y efectiva de individuos y grupos, a la cual encamina el art. 9 de la
Constitución (STC 123/1992 [ RTC 1992\123]), explica la raíz profunda del derecho a la justicia gratuita de quienes
no tengan los medios económicos suficientes para afrontar los gastos que genere un litigio (art. 119 CE). Pues bien,
en cualquiera de estas manifestaciones la preceptiva asistencia de Letrado, ha de tener un contenido real y operativo,
y por ello, cuando tal asistencia fuera gratuita, este derecho fundamental de naturaleza prestacional no puede
agotarse en el mero nombramiento sin relación alguna entre cliente y abogado que permita la instrumentación
de una defensa en juicio a la manera habitual, cuando hay honorarios por medio. En consecuencia, quien hace
la designación ha de ponerla también en conocimiento del beneficiario para que use y disfrute del patrocinio
con entera normalidad (STC 162/1993 [ RTC 1993\162] y los allí mencionados).
En definitiva, la indefensión, que se concibe constitucionalmente como la negación de la tutela judicial y para cuya
prevención se configuran los demás derechos instrumentales contenidos en el párrafo segundo del art. 24 de la
Constitución, ha de ser algo real y efectivo, nunca potencial o abstracto, según hemos dicho tantas veces, en este
Tribunal. De ahí que siempre hayamos hablado de indefensión «material» y no formal, para lo cual resulta necesaria,
pero no suficiente la mera transgresión de los requisitos configurados como garantía, siendo inexcusable la falta de
ésta, cuando se produce de hecho y como consecuencia de aquélla. No basta, pues, la existencia de un defecto
procesal si no conlleva la privación o limitación, menoscabo o negación, del derecho a la defensa en un proceso
público con todas las garantías, «en relación con algún interés» de quien lo invoca (por todas, STC 181/1994
[ RTC 1994\181]). No se nos oculta que, en este caso, la situación de indefensión en que se situó al litigante podría
haberse paliado en la segunda instancia, pues la Audiencia Provincial que conoció de la alzada actuaba con plena
jurisdicción y por otra parte, con anterioridad a la renuncia del defensor, habían sido practicadas bastantes pruebas
que la Sala pudo manejar como material suficiente para resolver el fondo del asunto. Sin embargo, nada de ello
justifica que el Juez consintiera que no se nombrara Abogado de oficio al demandado, a pesar de que había acordado
la procedencia de tal nombramiento y levantara la suspensión sin hacer constar los motivos, impidiendo así al
litigante no sólo la participación en la práctica de una parte de las pruebas, sino la presentación del escrito de resumen
de las mismas y su intervención en la diligencia para mejor proveer también acordada en el procedimiento. En fin, del
mismo modo que se veda quejarse de indefensión a quien con su actitud pasiva o negligente haya contribuido a crear
tal estado, no puede tenerse tampoco en consideración que unas hipotéticas malas relaciones con los
profesionales encargados de su defensa impidan a un ciudadano el disfrute real y efectivo de
tal derecho fundamental . En definitiva, el amparo que se pide ha de ser acogido.
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE CONFIERE LA
CONSTITUCION DE LA NACION ESPAÑOLA,
Ha decidido
Otorgar el amparo solicitado por don Antonio C. C. y, en su virtud:
1º Reconocer que se ha lesionado su derecho a la tutela judicial efectiva sin indefensión, así como a
la defensa y asistencia letrada.
2º Restablecerle en su derecho y, a tal fin, declarar la nulidad del Auto que el 8 de septiembre de 1994 dictó la Sala
Primera del Tribunal Supremo, así como las Sentencias pronunciadas el 16 de octubre de 1992 por el Juez de Primera
Instancia y el 30 de septiembre de 1993 por la Audiencia Provincial de Murcia, retrotrayendo las actuaciones al
momento en que se alzó la suspensión y se declaró en rebeldía al demandado en aquel proceso civil.
Publíquese esta Sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid a veintidós de julio de mil novecientos noventa y nueve. Carles Viver Pi-Sunyer.-Rafael de
Mendizábal Allende.-Julio Diego González Campos.-Tomás S. Vives Antón.-Vicente Conde Martín de Hijas.-
Guillermo Jiménez Sánchez.-Firmados y rubricados.

PREGUNTA QUE HA DE RESPONDER EL ALUMNO


EL CONCEPTO DE JUICIO JUSTO ¿QUÉ ASISTENCIA DE ABOGADO EXIGE?

SILABO A DESARROLLAR POR EL PROFESOR

ENTRE LAS GARANTÍAS QUE INTEGRAN EL DERECHO A UN PROCESO JUSTO SE INCLUYE EL


DERECHO DE DEFENSA Y A LA ASISTENCIA DE ABOGADO

RECURSO DE AMPARO NÚM. 3402/1994


PONENTE: DON VICENTE GIMENO SENDRA
Recurso de amparo formulado contra Auto de la Auciencia de Barcelona (Sección Duodécima), de 16 marzo 1994,
que declaró desierto el recurso de apelación civil interpuesto contra el Auto del Juzgado de Primera Instancia núm. 3
de Terrassa en autos de separación matrimonial. Vulneración del derecho fundamental a obtener la tutela efectiva de
Jueces y Tribunales: existencia: otorgamiento de amparo.
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por don Alvaro Rodríguez Bereijo, Presidente; don Vicente
Gimeno Sendra, don Enrique Ruiz Vadillo, don Manuel Jiménez de Parga y Cabrera y don Javier Delgado Barrio,
Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 3402/1994, interpuesto por doña Rosa U.S., representada por el Procurador
don José María García Gutiérrez y bajo la dirección del Letradodon Pedro Cristóbal Jiménez contra el Auto, de 16 de
marzo de 1994, de la Sección Duodécima de la Audiencia Provincial de Barcelona, que declara desierto el recurso de
apelación civil (rollo 194/1994) interpuesto por la recurrente contra Auto del Juzgado de Primera Instancia núm. 3 de
Terrassa en los autos de separación matrimonial 224/1988. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el
Magistrado don Vicente Gimeno Sendra, quien expresa el parecer de la Sala.
I. ANTECEDENTES
1. Por escrito registrado en este Tribunal el 24 de octubre de 1994, doña Rosa U.S. solicitó la designación de
Abogado y Procurador para interponer el presente recurso de amparo que, tras el nombramiento de los profesionales
que se dejan mencionados, formalizó mediante demanda que se fundamenta en los siguientes hechos:
a) En fase de ejecución de sentencia del juicio de separación matrimonial 224/1988, en el que doña Rosa U.S. estuvo
asistida de Abogado y Procurador del turno de oficio por gozar del beneficio de justicia gratuita, el Juzgado de
Primera Instancia núm. 3 de Terrassa dictó con fecha de 2 de julio de 1993 Auto desestimando el recurso de
reposición que la solicitante del amparo había formulado contra una providencia de 10 de junio de 1993.
b) Notificado este Auto el 7 de julio de 1993, la Procuradora de la recurrente, por escrito del día siguiente, interpuso
contra el mismo recurso de apelación solicitando que se la emplazase para ante la Audiencia («en los términos
prevenidos por el art. 844, párrafo segundo, de la LECiv; es decir, mediante consignación en la diligencia de la
petición de Abogado y Procurador del turno de justicia gratuita, por tenerla concedida mi representada en esta
instancia».
c) Admitido el recurso en un solo efecto, el Juzgado, por escrito de 27 de diciembre de 1993, remitió el oportuno
testimonio de particulares a la Audiencia y emplazó a las partes por quince días haciendo constar que «por la parte
demandada, apelante se ha solicitado la designación de Abogado y Procurador que la defienda y represente en esa
superioridad».
d) La Sección Duodécima de la Audiencia Provincial de Barcelona (rollo 194/1994-R), por Auto de 16 de marzo de
1994 declaró desierto el recurso de apelación y firme la resolución apelada, por falta de personación de la apelante,
sin haber antes procedido a la designación de Abogado y Procurador que asistiera a la recurrente en la segunda
instancia.
2. La demanda funda la queja de amparo en que la Audiencia, al haber declarado desierto el recurso de apelación
interpuesto por la recurrente, por falta de personación en la alzada, pese a que solicitó Abogado y Procurador para que
la defendieran en la segunda instancia, al haber gozado del beneficio de justicia gratuita en la instancia, vulnera su
derecho a la tutela judicial efectiva y le causa la indefensión proscrita en el art. 24.1 CE ( RCL 1978\2836 y ApNDL
2875), por lo que suplica que se otorgue el amparo, se declare la nulidad del Auto recurrido, reconociendo
expresamente el derecho de la demandante a que se le designe Abogado y Procurador que la represente y defienda en
el recurso de apelación que en su día interpuso.
3. Tras la oportuna tramitación, por providencia de 11 de septiembre de 1995 se acordó tener por hechas las
designaciones colegiales y dar traslado de los escritos y documentos presentados por la recurrente al Procurador
designado para que, bajo la dirección del Letrado igualmente designado, formulasen la correspondiente demanda.
4. Por escrito registrado el 10 de octubre de 1995 se formalizó la demanda de amparo, y por providencia de 31 de
octubre de 1995 se requirió a la Audiencia Provincial de Barcelona para que remitiese testimonio íntegro del rollo de
apelación 194/1994-R.
5. Por providencia de 7 de septiembre de 1995 se tuvo por recibido el testimonio solicitado, admitir a trámite la
demanda y, a tenor del art. 51 LOTC ( RCL 1979\2383 y ApNDL 13575) requerir al Juzgado de Primera Instancia
núm. 3 de Terrassa para que remitiese testimonio de los autos 224/1988, interesando al propio tiempo que procediera
a emplazar a quienes fueron parte en el procedimiento, con excepción de la recurrente, para que en el plazo de diez
días pudieran comparecer en el presente proceso constitucional. Recibidas las actuaciones solicitadas, por providencia
de 5 de febrero de 1996 se acordó dar vista de todas las actuaciones, por un plazo común de veinte días, al Ministerio
Fiscal y a la solicitante del amparo para que pudieran formular las alegaciones que a su derecho conviniera.
6. Por escrito registrado el 1 de marzo de 1996, el Fiscal interesa la concesión del amparo solicitado. Alega que es
doctrina reiterada del Tribunal Constitucional que el derecho a la tutela judicial efectiva garantizado por el art. 24.1
de la CE comporta que en todo proceso deba respetarse el derecho a la defensa contradictoria de las partes
contendientes a quienes debe darse oportunidad de alegar y probar procesalmente sus derechos, principio este que se
complementa con el de igualdad de armas procesales, igualdad que además ha de ser real y efectiva para las partes.
La regla de interdicción de la indefensión requiere del órgano jurisdiccional un indudable esfuerzo a fin de preservar
los derechos de defensa de las partes correspondiendo a los órganos judiciales procurar la necesaria contradicción
entre las partes así como que posean idénticas posibilidades de alegar y probar y, en definitiva, de ejercer el derecho
de defensa en cada una de las instancias. En lo referente a la asistencia letrada, la realización efectiva de ese derecho
no se satisface sólo con el nombramiento de letrado de oficio sino que además debe proporcionarse asistencia letrada
real y efectiva para no producir una limitación del medio de defensa (STC 175/1994 [ RTC 1994\175]). En particular
y con relación a si la falta de asistencia de letrado provoca o no indefensión se declaró que la falta de asistencia
letrada en los casos en que es preceptiva y no existe causa justificada para negar el nombramiento de los
profesionales de oficio no sólo constituye indefensión formal sino también material al causar dicha inasistencia
letrada un evidente perjuicio a las partes (STC 175/1994).
En el presente caso se ha infringido el derecho a la defensa y a la asistencia letrada. La Audiencia, siendo preceptiva
la intervención de Letrado y habiendo solicitado la recurrente Abogado y Procurador debido a su circunstancia
económica, no realizó este nombramiento de acuerdo con el art. 844, párrafo segundo, de la LECiv. La actora en el
plazo procesal establecido solicita dicho nombramiento en el momento en que el Juzgado le hace el emplazamiento, y
así consta en el escrito que remite el Juzgado de instancia a la Audiencia. La Sala, a pesar de tener conocimiento de
esta petición, no realiza actividad procesal alguna para hacer dicho nombramiento como establece el citado art. 844
de la LEC, y esta omisión impide la comparecencia de la actora en el recurso de apelación debidamente representada
y defendida lo que determina que el Tribunal lo declare desierto, privando a la recurrente de la posibilidad de
defenderse en el mismo y hacer las alegaciones que estimare pertinentes a su derecho con vulneración
del derecho fundamental a la tutela judicial efectiva.
Por su parte, la demandante presenta escrito registrado el 4 de marzo de 1996 en el que da por reproducido lo
expuesto en su escrito de demanda.
7. Por providencia de 10 de junio de 1996 se señaló para la deliberación y fallo de la presente Sentencia el siguiente
día 11 del mismo mes y año.
II. FUNDAMENTOS JURÍDICOS
1. El presente recurso tiene por objeto determinar si la Audiencia, al declarar desierto el recurso de apelación
interpuesto por la demandante del amparo, con arreglo al art. 840 LECiv, por no haberse personado en forma
ante el órgano ad quem , pese a que había solicitado, en el momento de interponer la apelación, la designación
de Abogado y Procurador que le asistieran en la segunda instancia, ha vulnerado su derecho a la tutela judicial
efectiva , causándole la indefensión proscrita en el art. 24.1 CE.
2. Este Tribunal ha tenido ya ocasión de declarar que, entre el haz de garantías que integran el derecho a un
proceso justo, se incluye el derecho a la defensa y a la asistencia letrada que el art. 24.2 CE reconoce no sólo
para el proceso penal sino también, con las oportunas especialidades, para el resto de los procesos, y cuya
finalidad es la de asegurar la efectiva realización de los principios de contradicción y de igualdad de armas que
imponen a los órganos judiciales el deber positivo de evitar desequilibrios entre la respectiva posición procesal
de las partes , o limitaciones en la defensa que puedan inferir a alguna de ellas un resultado de indefensión,
prohibido en todo caso en el inciso final del art. 24.1 CE (STC 47/1987) ( RTC 1987\47).
De ello se sigue que para la efectividad del derecho a la defensa y asistencia letrada que se reconoce en el art.
24.2 CE, los órganos judiciales deben, en principio, acordar la suspensión del curso del procedimiento hasta
tanto no le sea nombrado al litigante que carece de recursos económicos o que se ve en la imposibilidad de
contar con un Letrado de su elección, un Abogado del turno de oficio que asuma su defensa técnica en el
proceso (SSTC 28/1981 [ RTC 1981\28], 245/1988 [ RTC 1988\245], 135/1991 [ RTC 1991\135], 132/1992 [ RTC
1992\132], 91/1994 [ RTC 1994\91] y 175/1994 [ RTC 1994\175]).
En todo caso, este Tribunal, en consonancia con la doctrina del Tribunal Europeo de Derechos Humanos ,
sustentada, entre otras, en las Sentencias del TEDH de 9 de octubre de 1979 (caso Airey) y de 25 de abril de 1983
(caso Pakelli), ha señalado que, desde la perspectiva constitucional, la denegación de la asistencia letrada no
conlleva sin más una vulneración del art. 24.2 CE . Para que esto suceda es necesario que la falta del Letrado de
oficio solicitado, en atención a las circunstancias concurrentes en el caso, haya producido al solicitante una real y
efectiva situación de indefensión material, en el sentido de que la autodefensa se haya revelado insuficiente y
perjudicial para el litigante impidiéndole articular una defensa adecuada de sus derechos e intereses legítimos en el
proceso, es decir, que se haya producido un menoscabo real y efectivo de su derecho de defensa (SSTC 161/1985
[ RTC 1985\161], 47/1987 [ RTC 1987\47], 178/1991 [ RTC 1991\178], 162/1993 [ RTC 1993\162], 175/1994 [ RTC
1994\175] y 51/1996 [ RTC 1996\51]).
En este sentido, cuando la ley impone la obligatoriedad de la asistencia de Abogado y Procurador para la válida
realización de los actos procesales, este requisito de postulación procesal no puede convertirse en una carga
para el justiciable que carece de recursos económicos que se erija en obstáculo insalvable para el acceso a la
jurisdicción o, en su caso, al recurso preestablecido, pues no es admisible constitucionalmente hacer depender
de una institución ajena al litigante el efectivo cumplimiento de los requisitos procesales capaces de
determinar , en su caso, la inadmisión de los recursos (SSTC 175/1994 y 132/1992, y las que en ellas se citan).
3. En el presente caso, la recurrente que había obtenido los beneficios de la justicia gratuita en el proceso declarativo,
al interponer el recurso de apelación contra la sentencia dictada por el Juzgado de Terrassa solicitó que se le
designaran Abogado y Procurador de oficio que la defendieran en la segunda instancia ante la Audiencia de Barcelona
«en los términos prevenidos por el art. 844, párrafo segundo, de la LECiv»; y el Juzgado así lo hizo, haciéndolo
constar en el escrito que remitió, junto al testimonio de particulares solicitado por las partes, a la Audiencia.
De este modo, la Audiencia debió haber actuado de conformidad con el párrafo tercero del art. 844 LECiv y, en
consecuencia, debió haber acordado el nombramiento de los profesionales de oficio solicitados, y tras la
oportuna designación colegial, sustanciar los trámites del recurso con el Procurador y Abogado designados
para representar y defender a la recurrente .
Al no hacerlo así, y declarar desierto el recurso y firme la resolución apelada por no haberse personado en
forma la apelante para mejorar el recurso, se ha vulnerado el derecho a la tutela judicial efectiva de la
recurrente , pues se le ha negado el acceso a la segunda instancia por el incumplimiento de un requisito, cual es
la personación mediante Procurador ante el órgano ad quem, que sólo a la propia Audiencia es imputable al no
haber procedido a designar a los profesionales del turno de oficio que la demandante del amparo solicitó
oportunamente .
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE CONFIERE LA
CONSTITUCION DE LA NACION ESPAÑOLA,
Ha decidido
Otorgar el amparo solicitado por doña Rosa U.S., y, en su virtud:
1.º Reconocer el derecho de la recurrente a la tutela judicial efectiva y, en consecuencia, su derecho a que por la
Sección Duodécima de la Audiencia Provincial de Barcelona se resuelva la solicitud de nombramiento de Abogado y
Procurador del turno de oficio formulada para intervenir en el rollo de apelación 194/1994.
2.º Declarar la nulidad del Auto de 16 de marzo de 1994 dictado en dicho rollo de apelación y retrotraer las
actuaciones al momento anterior a fin de que la recurrente pueda ejercitar con plenitud su derecho de defensa.
Publíquese esta sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid, a once de junio de mil novecientos noventa y seis.-Alvaro Rodríguez Bereijo.-Vicente Gimeno
Sendra.-Enrique Ruiz Vadillo.-Manuel Jiménez de Parga y Cabrera.-Javier Delgado Barrio.-Firmado y rubricado.

PREGUNTA QUE HA DE RESPONDER EL ALUMNO


¿ENTRE LAS GARANTÍAS QUE INTEGRAN EL DERECHO A UN PROCESO JUSTO SE INCLUYE EL
DERECHO DE DEFENSA Y A LA ASISTENCIA DE ABOGADO ÚNICAMENTE PARA EL PROCESO
PENAL?

SILABO A DESARROLLAR POR EL PROFESOR

EL DERECHO A UN PROCESO JUSTO SE INCLUYE EL DERECHO A LA DEFENSA Y A LA


ASISTENCIA DE ABOGADO

RECURSO DE AMPARO NÚM. 275/1994


PONENTE: DON CARLES VIVER PI-SUNYER
Recurso de amparo formulado contra Sentencia de la Audiencia Provincial de Barcelona (Sección Cuarta), de 27
septiembre 1993, dictada en rollo de apelación civil sobre juicio de desahucio por falta de pago. Vulneración
del derecho fundamental a la defensa y a la asistencia de letrado: existencia: otorgamiento de amparo.
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don José Gabaldón López, Presidente; don Fernando
García-Mon y Gónzalez-Regueral, don Rafael de Mendizábal Allende, don Julio Diego González Campos, don Carles
Viver Pi-Sunyer y don Tomás S. Vives Antón, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 275/1994, interpuesto por don Máximo M.B., representado por la
Procuradora doña María Esperanza Alvaro Mateo y bajo la dirección de la Letrada doña María José García Vidal,
contra la Sentencia de 27 de septiembre de 1993, de la Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de Barcelona,
dictada en el rollo de apelación civil núm. 497/1993. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el
Magistrado don Carles Viver Pi-Sunyer, quien expresa el parecer de la Sala.
I. ANTECEDENTES
1. Por escrito registrado en este Tribunal el 1 de febrero de 1994, se interpuso el recurso de amparo que se deja
mencionado en el encabezamiento y que se fundamenta en los siguientes hechos:
a) Don Eustaquio C.D., en su condición de arrendador de una vivienda, promovió juicio de desahucio por falta de
pago contra don Máximo M.B., interesando que no se diese lugar a la enervación de la acción de desahucio, por el
uso reiterado de este beneficio hecho con anterioridad por el arrendatario demandado.
Debidamente citado, el demandado compareció al juicio y manifestó que «son ciertos los hechos de la demanda y que
ha solicitado ayuda a la Generalidad para el pago de las rentas adeudadas», sin pedir la asistencia de Letrado de oficio
para su defensa.
b) El Juzgado de Primera Instancia núm. 6 de Badalona (autos 109/1993) dictó Sentencia el 13 de abril de 1993 por la
que declaró haber lugar al desahucio solicitado, condenando al demandado al oportuno desalojo.
c) Contra esta sentencia interpuso recurso de apelación el propio arrendador demandante a fin de que en ella se
denegase expresamente al demandado los efectos enervatorios de la acción de desahucio por concurrir el supuesto de
reiteración del art.147.3 del Texto Refundido de la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU) ( RCL 1964\2885; RCL
1965\86 y NDL 1844), mediante el oportuno escrito.
d) Dado traslado del escrito de apelación a don Máximo M.B., éste presentó escrito el 28 de abril de 1993, solicitando
la designación de Abogado del turno de oficio a fin de poder defenderse en el recurso. El Juzgado, por providencia
del mismo día, acordó no haber lugar a dicha solicitud por no ser preceptiva la intervención del Letrado conforme al
art. 10.2 LECiv.
e) El señor M.B. no recurrió esta providencia y presentó el 29 de abril de 1993 un escrito que vino a constituir una
suerte de escrito de impugnación o de oposición a la apelación, en el que expuso los motivos que justificaban la falta
de pago de las rentas debidas. En este sentido, alegó que la falta de pago de las rentas en los juicios anteriores tuvo su
causa en la negativa del arrendador a reparar los desperfectos de la vivienda arrendada tales como humedades y
filtraciones de agua cuando llueve, y en el presente juicio, además de las circunstancias anteriores, la falta de pago se
debe a su situación de paro sin ningún tipo de subsidio.
f) El Juzgado, por providencia de 29 de abril de 1993, tuvo por impugnado el recurso de apelación en tiempo y forma
y remitió los autos a la Audiencia. Recibidos los autos en la Audiencia, se notificó al ahora recurrente la formación
del oportuno rollo de apelación y la designación del Magistrado Ponente, sin que reiterase su petición de
nombramiento de Abogado de oficio.
g) Con fecha de 27 de diciembre de 1993, la Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de Barcelona (rollo 497/1993)
dictó sentencia por la que estimó el recurso y revocó la sentencia apelada «en el exclusivo sentido de declarar que de
producirse la consignación de rentas debidas no se produciría efecto enervatorio ni rehabilitador del contrato».
h) Con fecha de 13 de septiembre de 1993, el Departamento de Bienestar Social de la Generalidad de Cataluña
ingresó en la cuenta del Juzgado el importe de 142.220 pesetas, correspondientes a las rentas de octubre de 1992 a
julio de 1993.
Asimismo, el actor solicitó la ejecución y acordado el lanzamiento para el día 29 de septiembre de 1994, el
demandado compareció voluntariamente en el Juzgado y entregó las llaves de la vivienda el 26 de septiembre de
1994.
2. La demanda, de una manera no muy precisa, funda la queja de amparo en la indefensión, contraria al art. 24 CE
( RCL 1978\2836 y ApNDL 2875), con apoyo en dos motivos.
Por un lado, alega la indefensión sufrida en la primera instancia al carecer en el proceso de desahucio
de asistencia letrada, lo que le impidió alegar y probar los motivos que le llevaron al impago de las rentas del alquiler.
Por otro, se alega la indefensión causada al demandante en la apelación al haberle sido denegada la asistencia de
Abogado del turno de oficio, que le fue denegada por el Juzgado en atención a que en el juicio de desahucio no es
preceptiva la defensa de Letrado. Ello, igualmente, ha privado al recurrente de acreditar las circunstancias que le
llevaron a dejar de pagar las rentas en los juicios anteriores. Asimismo, podría haber probado que los Servicios
Sociales de la Generalidad procedieron a consignar las rentas adeudadas por el demandado.
3. Por providencia de 21 de febrero de 1994, se acordó nombrar Procurador del turno de oficio al recurrente, y, una
vez designado por providencia de 7 de abril de 1994, se concedió un plazo de veinte días para que formulase la
demanda de amparo.
4. Formulada la demanda, por providencia de 13 de diciembre de 1994, se acordó recabar testimonio de las
actuaciones correspondientes al rollo de apelación 497/1993 de la Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de
Barcelona y de los autos del juicio de desahucio 109/1993 del Juzgado de Primera Instancia núm. 6 de Badalona, y
una vez recibidas, por providencia de 9 de febrero de 1995, se acordó admitir a trámite el recurso y dirigir
comunicación al citado Juzgado para que procediera a emplazar a quienes fueron parte en el procedimiento de
desahucio, con excepción del recurrente para que pudieran comparecer en el proceso constitucional en el plazo de
diez días.
5. Por providencia de 22 de mayo de 1995, se acordó dar vista de las actuaciones a la parte recurrente y al Ministerio
Fiscal, para que en el plazo común de veinte días pudieran formular las alegaciones que estimasen convenientes, de
conformidad con el art. 52.1 LOTC ( RCL 1979\2383 y ApNDL 13575).
6. El recurrente no presentó alegaciones y el Ministerio Fiscal, por escrito registrado el 26 de junio de 1995, interesa
la concesión del amparo por vulnerar la resolución recurrida el derecho fundamental a la defensa y asistencia de
Letrado consagrado en el art. 24.2 CE. Alega al efecto que, según reiterada doctrina de este Tribunal, el derecho a la
tutela judicial efectiva del art. 24.1 CE comporta que en todo proceso deba respetarse el derecho a la defensa
contradictoria de las partes contendientes, a quienes debe darse la oportunidad de alegar y probar procesalmente sus
derechos, principio este que se complementa con el de igualdad de armas procesales, igualdad que además ha de ser
real y efectiva para las partes. Asimismo, la interdicción de la indefensión requiere del órgano jurisdiccional un
indudable esfuerzo a fin de preservar los derechos de defensa de las partes, correspondiendo a los órganos judiciales
procurar que en un proceso se dé la necesaria contradicción entre las partes, así como que posean idénticas
posibilidades de alegar o probar, y, en definitiva, de ejercer su derecho de defensa en cada una de las instancias que lo
componen (SSTC 226/1988 [ RTC 1988\226], 162/1993 [ RTC 1993\162] y 110/1994 [ RTC 1994\110]), y, aun en lo
referente a la asistencia letrada, este derecho no se satisface sólo con el nombramiento de Letrado de oficio, sino que
además, debe proporcionarse asistencia letrada real y efectiva (Sentencias del TEDH de 9 de octubre de 1979, de 25
de abril de 1983 y de 15 de mayo de 1988).
La STC 47/1987 ( RTC 1987\47) declara que el hecho de poder comparecer personalmente ante el Juez o Tribunal
para la realización de actos procesales en los que no se exige como presupuesto de su validez la asistencia letrada no
impide el ejercicio del derecho a la asistencia letrada, incluso la procedencia de nombramiento de Abogado de oficio
cuando así se solicite y ello resulte necesario porque el derecho a la asistencia letrada tiene como finalidad asegurar la
efectiva realización de los principios de igualdad de las partes y contradicción que imponen a los órganos judiciales el
deber positivo de eliminar desequilibrios entre la posición procesal de las partes. Por ello, no es aceptable denegar la
tramitación de la solicitud de nombramiento de Abogado de oficio al demandado que alega insuficiencia económica
con el solo argumento de que el proceso al que es llamado no requiere intervención preceptiva de Abogado. Sin
embargo, tal denegación no conlleva sin más la vulneración del derecho a la asistencia letrada gratuita, pues la
Constitución concede protección a los derechos fundamentales considerados, no en sentido teórico o ideal, sino como
derechos reales y efectivos y ello impone el deber de examinar las denuncias de su vulneración mediante la
utilización de criterios sustantivos que atendiendo al contenido y finalidad del derecho que se dice vulnerado
permiten apreciar si esa vulneración se hace o no real y efectivamente producida más allá de la pura apariencia
nominalista. En este mismo sentido, dice la STC 47/1987, las Sentencias del Tribunal de Derechos Humanos de 9 de
octubre de 1979 y de 25 de abril de 1983 mantienen que la negación del derecho a la asistencia letrada gratuita en
proceso que permite la comparecencia personal sólo constituirá violación constitucional si la autodefensa ejercida por
aquel a quien se le niega el derecho se manifiesta incapaz de compensar la ausencia de Abogado que le defienda y por
lo tanto de contribuir satisfactoriamente al examen de las cuestiones jurídicas suscitadas en el proceso lo que será
determinante en cada caso concreto atendiendo a la mayor o menor complejidad del debate procesal y a la cultura y
conocimiento jurídico del comparecido personalmente deducidos de la forma y nivel técnico en que haya realizado la
defensa.
La aplicación de la anterior doctrina al supuesto ahora examinado nos lleva a concluir que se ha infringido en este
caso el derecho a la defensa y a la asistencia letrada. Ello es así porque el Juzgado a quo , ante la petición del
recurrente de que se le designara Abogado de oficio por carecer de medios económicos, acordó su denegación con
base únicamente en la no exigencia legal de la comparecencia con Letrado en el concreto proceso sin considerar la
complejidad de la pretensión del demandante, aplicación del art. 147.3 de la LAU, es decir sin la consideración y
fundamento que la doctrina legal exige en este supuesto. Del examen de las actuaciones se infiere que el objeto de la
pretensión era complejo en cuanto suponía denegar la posibilidad de rehabilitar el contrato de arrendamiento y evitar
el lanzamiento, lo que exige necesariamente la prueba de la inexistencia de fraude de ley que la norma estima
necesario para que dicho derecho no se aplique, y para acreditar la falta de fraude es necesario probar tanto la
situación económica que determina la falta de pago como la voluntad de no defraudar acreditada precisamente con la
petición de ayuda a las Instituciones estatales y sociales para el pago de la merced arrendaticia, es decir, acreditar la
realidad de las causas de la falta de pago de la renta y la existencia de la voluntad de pagar probada por la actividad
ante las instancias estatales o sociales que podían prestar ayuda. De las actuaciones judiciales se desprende la falta de
cultura y conocimientos jurídicos del actor que le impidió acreditar todos estos extremos de naturaleza compleja,
pidiendo en forma la práctica de la prueba de sus alegaciones respecto del origen y causa de su falta de pago. En este
caso concreto, la negación del Abogado de oficio solicitado por el actor determinó realmente indefensión con
trascendencia constitucional porque le privó, dada su falta de conocimientos jurídicos, de la posibilidad de acreditar
las razones o causas que alegadas ante el órgano judicial hubieran podido impedir que la Audiencia le privara de la
posibilidad de rehabilitar el contrato mediante el pago de las rentas atrasadas y debidas. La existencia de la actividad
de un Letrado hubiere podido cambiar el sentido de la sentencia al proponer las pruebas para poder probar que el
único motivo de la falta de pago en este caso concreto era su imposibilidad económica derivada de su situación
personal y familiar y por lo tanto la falta de fraude y en las anteriores veces la falta de cumplimiento por el
arrendador de las obras necesarias para el mantenimiento del inmueble.
7. Por providencia de 23 de mayo de 1996, se señaló para deliberación y votación de la presente Sentencia el día 27
del mismo mes y año.
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
1. Aunque el recurso se dirige formalmente contra la sentencia de la Audiencia que estimó el recurso de apelación
interpuesto por el arrendador demandante del juicio de desahucio seguido contra el ahora recurrente la demanda
centra su queja de amparo en la indefensión, contraria al art. 24 CE, con apoyo en dos motivos.
Por un lado, se alega la indefensión sufrida por el demandante en la primera instancia del proceso de desahucio, al no
haber contado con asistencia letrada, lo que le privó de alegar y probar los motivos que le llevaron al impago de las
rentas del alquiler en que se fundaba la acción de desahucio ejercitada contra él.
Por otro, se alega la indefensión causada al demandante en la apelación al haberle sido denegado el nombramiento del
Abogado del turno de oficio solicitado, en atención a que en el juicio de desahucio no es preceptiva
la defensa de Letrado. Todo ello le habría privado de alegar y acreditar convenientemente las circunstancias que
hacían inaplicable al caso el art. 147.3 LAU, en contra de lo sostenido por el actor apelante en el recurso de
apelación.
2. Centrada de esta forma la cuestión, debe desestimarse el primer motivo de la queja de amparo, puesto que, de
existir la indefensión que ahora se alega, ésta es exclusivamente imputable al propio demandante, que no sólo
no solicitó la asistencia de Letrado de oficio para que le defendiera en el juicio de desahucio, sino que
compareció al acto del juicio y prestó conformidad con los hechos de la demanda, limitándose a señalar que
había solicitado ayuda a la Generalidad para el pago de las rentas adeudadas. Esta pasividad o falta de diligencia
del recurrente, que no articuló ningún tipo de defensa, ni interesó la asistencia de un Abogado de oficio, no podía
ser suplida por el órgano judicial, dado que en el juicio de desahucio por falta de pago de las rentas de un
contrato de arrendamiento de vivienda, de conformidad con el art. 10.2 LECiv, no es preceptiva la intervención
de Letrado.
3. Distinta es la solución que debe recibir el segundo motivo de amparo invocado . Este Tribunal ha tenido ya
ocasión de declarar que entre el haz de garantías que integran el derecho a un proceso justo se incluye
el derecho a la defensa y a la asistencia letrada que el art. 24.2 CE reconoce no sólo para el proceso penal sino
también para el resto de los procesos, con las salvedades oportunas, y cuya finalidad es la de asegurar la efectiva
realización de los principios de igualdad de las partes y de contradicción que imponen a los órganos judiciales
el deber positivo de evitar desequilibrios entre la respectiva posición procesal de las partes, o limitaciones en
la defensa que puedan inferir a alguna de ellas un resultado de indefensión, prohibido en todo caso en el inciso final
del art. 24.1 CE (STC 47/1987).
También hemos declarado que el hecho de que la intervención de Letrado no sea preceptiva en un proceso
determinado, con arreglo a las normas procesales, no priva al justiciable del derecho a
la defensa y asistencia letrada que le reconoce el art. 24.2 CE, pues el carácter no preceptivo o necesario de la
intervención del Abogado en ciertos procedimientos, no obliga a las partes a actuar personalmente, sino que les
faculta para elegir entre la autodefensa o la defensa técnica, pero permaneciendo, en consecuencia, el derecho de
asistencia letrada incólume en tales casos, cuyo ejercicio queda a la disponibilidad de las partes, lo cual conlleva, en
principio, el derecho del litigante que carece de recursos económicos para sufragar un Letrado de su elección, a que
se le provea de Abogado de oficio, si así lo considera conveniente a la mejor defensa de sus derechos, siendo
procedente el nombramiento de Abogado de oficio cuando se solicite y resulte necesario (SSTC 47/1987, 216/1988
[RTC 1988\216], 188/1991 [ RTC 1991\188], 208/1992 [ RTC 1992\208] y 276/1993 [ RTC 1993\276]).
De ello se sigue que, para la efectividad del derecho a la defensa y asistencia letrada que se reconoce en el art.
24.2 CE , los órganos judiciales deben en principio, acordar la suspensión del curso del procedimiento hasta
tanto no le sea nombrado al litigante que carece de recursos económicos, o que se ve en la imposibilidad de
contar con un Letrado de su elección un Letrado del turno de oficio que asuma su defensa técnica en el proceso
(SSTC 28/1981 [ RTC 1981\28], 245/1988 [ RTC 1988\245], 135/1991 [ RTC 1991\135], 132/1992 [ RTC 1992\132],
91/1994 [ RTC 1994\91] y 175/1994 [ RTC 1994\175]); sin que ello implique necesariamente que siempre que se
solicite un Letrado de oficio sea obligatorio proceder a su nombramiento, puesto que el derecho a
la defensa y asistencia letrada debe compatibilizarse también con el derecho de la parte contraria a un proceso
sin dilaciones indebidas, por lo que cuando la solicitud de Letrado de oficio se formule con el exclusivo
propósito de dilatar la duración normal del procedimiento y retrasar así la decisión final del proceso, y se
muestre claramente innecesaria, de forma que no encuentre su justificación en el derecho de defensa sino en el
manifiesto abuso de derecho o en el fraude de ley, los órganos judiciales, razonándolo debidamente, podrán
rechazar las solicitudes de asistencia letrada abusivas o injustificadas (art. 11.2 LOPJ [ RCL 1981\30] y 47/1987
[ RTC 1987\47]).
En todo caso, este Tribunal en la línea de lo declarado por las SSTEDH de 9 de octubre de 1979 (caso Airey) y de 25
de abril de 1983 (caso Pakelli), ha señalado que, desde la perspectiva constitucional, la denegación de
la asistencia letrada no conlleva sin más una vulneración del art. 24.2 CE. Para que esto suceda es necesario
que la falta del Letrado de oficio solicitado, en atención a las circunstancias concurrentes en el caso, haya
producido al solicitante una real y efectiva situación de indefensión material, en el sentido de que la autodefensa
se haya revelado insuficiente y perjudicial para el litigante impidiéndole articular una defensa adecuada de sus
derechos e intereses legítimos en el proceso, es decir, que se haya producido un menoscabo real y efectivo de su
derecho de defensa (SSTC 161/1985 [RTC 1985\161], 47/1987, 178/1991 [ RTC 1991\178], 162/1993 [ RTC
1993\162], 175/1994 [ RTC 1994\175] y 51/1996 [ RTC 1996\51]).
4. En el presente caso, la decisión del Juzgado de denegar el nombramiento del Letrado de oficio solicitado por
el ahora recurrente para que le asistiera en la impugnación u oposición al recurso de apelación interpuesto por
el arrendador contra la sentencia de desahucio, con fundamento en que con arreglo al art. 10.2 LECiv no es
preceptiva la intervención de Letrado en este tipo de procedimientos, resulta injustificada y contraria a la citada
doctrina constitucional.
Por otra parte, como señala el Ministerio Fiscal, el objeto de la pretensión era jurídicamente complejo ya que suponía
rebatir la posibilidad de rehabilitar el contrato de arrendamiento y evitar el lanzamiento, lo que exigía la prueba de la
inexistencia de fraude de ley. La complejidad de la cuestión planteada, unida a la limitada preparación cultural
y a la falta total de conocimientos jurídicos del recurrente, permite concluir que, en el caso que nos ocupa, la
denegación de Abogado del turno de oficio solicitado por el actor provocó una indefensión con
trascendencia constitucional.
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE CONFIERE LA
CONSTITUCION DE LA NACION ESPAÑOLA,
Ha decidido
Otorgar el amparo solicitado y, en su virtud:
1.º Declarar que la denegación de la solicitud de designación de Abogado del turno de oficio por parte de la
Audiencia Provincial de Barcelona ha vulnerado el derecho a la tutela judicial efectiva sin indefensión del recurrente.
2.º Declarar la nulidad de la Sentencia de 27 de diciembre de 1993, de la Sección Cuarta de la Audiencia Provincial
de Barcelona, dictada en el rollo de apelación civil 497/1993.
3.º Retrotraer las actuaciones al momento en el que el recurrente solicitó a la Audiencia Provincial la designación de
Abogado del turno de oficio a fin de que ésta pueda dar curso a dicha solicitud.
Publíquese esta sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid, a veintisiete de mayo de mil novecientos noventa y seis.-José Gabaldón López.-Fernando García-
Mon y González-Regueral.-Rafael de Mendizábal Allende.-Julio Diego González Campos.-Carles Viver Pi-Sunyer.-
Tomás S. Vives Antón.-Firmados y rubricados.

PREGUNTA QUE HA DE RESPONDER EL ALUMNO


EL DERECHO A UN PROCESO JUSTO ¿INCLUYE EL DERECHO DE DEFENSA?

SILABO A DESARROLLAR POR EL PROFESOR

FINALIDAD DEL DERECHO DE DEFENSA

RECURSO DE AMPARO NÚM. 3402/1994


PONENTE: DON VICENTE GIMENO SENDRA
Recurso de amparo formulado contra Auto de la Auciencia de Barcelona (Sección Duodécima), de 16 marzo 1994,
que declaró desierto el recurso de apelación civil interpuesto contra el Auto del Juzgado de Primera Instancia núm. 3
de Terrassa en autos de separación matrimonial. Vulneración del derecho fundamental a obtener la tutela efectiva de
Jueces y Tribunales: existencia: otorgamiento de amparo.
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por don Alvaro Rodríguez Bereijo, Presidente; don Vicente
Gimeno Sendra, don Enrique Ruiz Vadillo, don Manuel Jiménez de Parga y Cabrera y don Javier Delgado Barrio,
Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 3402/1994, interpuesto por doña Rosa U.S., representada por el Procurador
don José María García Gutiérrez y bajo la dirección del Letradodon Pedro Cristóbal Jiménez contra el Auto, de 16 de
marzo de 1994, de la Sección Duodécima de la Audiencia Provincial de Barcelona, que declara desierto el recurso de
apelación civil (rollo 194/1994) interpuesto por la recurrente contra Auto del Juzgado de Primera Instancia núm. 3 de
Terrassa en los autos de separación matrimonial 224/1988. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el
Magistrado don Vicente Gimeno Sendra, quien expresa el parecer de la Sala.
I. ANTECEDENTES
1. Por escrito registrado en este Tribunal el 24 de octubre de 1994, doña Rosa U.S. solicitó la designación de
Abogado y Procurador para interponer el presente recurso de amparo que, tras el nombramiento de los profesionales
que se dejan mencionados, formalizó mediante demanda que se fundamenta en los siguientes hechos:
a) En fase de ejecución de sentencia del juicio de separación matrimonial 224/1988, en el que doña Rosa U.S. estuvo
asistida de Abogado y Procurador del turno de oficio por gozar del beneficio de justicia gratuita, el Juzgado de
Primera Instancia núm. 3 de Terrassa dictó con fecha de 2 de julio de 1993 Auto desestimando el recurso de
reposición que la solicitante del amparo había formulado contra una providencia de 10 de junio de 1993.
b) Notificado este Auto el 7 de julio de 1993, la Procuradora de la recurrente, por escrito del día siguiente, interpuso
contra el mismo recurso de apelación solicitando que se la emplazase para ante la Audiencia («en los términos
prevenidos por el art. 844, párrafo segundo, de la LECiv; es decir, mediante consignación en la diligencia de la
petición de Abogado y Procurador del turno de justicia gratuita, por tenerla concedida mi representada en esta
instancia».
c) Admitido el recurso en un solo efecto, el Juzgado, por escrito de 27 de diciembre de 1993, remitió el oportuno
testimonio de particulares a la Audiencia y emplazó a las partes por quince días haciendo constar que «por la parte
demandada, apelante se ha solicitado la designación de Abogado y Procurador que la defienda y represente en esa
superioridad».
d) La Sección Duodécima de la Audiencia Provincial de Barcelona (rollo 194/1994-R), por Auto de 16 de marzo de
1994 declaró desierto el recurso de apelación y firme la resolución apelada, por falta de personación de la apelante,
sin haber antes procedido a la designación de Abogado y Procurador que asistiera a la recurrente en la segunda
instancia.
2. La demanda funda la queja de amparo en que la Audiencia, al haber declarado desierto el recurso de apelación
interpuesto por la recurrente, por falta de personación en la alzada, pese a que solicitó Abogado y Procurador para que
la defendieran en la segunda instancia, al haber gozado del beneficio de justicia gratuita en la instancia, vulnera su
derecho a la tutela judicial efectiva y le causa la indefensión proscrita en el art. 24.1 CE ( RCL 1978\2836 y ApNDL
2875), por lo que suplica que se otorgue el amparo, se declare la nulidad del Auto recurrido, reconociendo
expresamente el derecho de la demandante a que se le designe Abogado y Procurador que la represente y defienda en
el recurso de apelación que en su día interpuso.
3. Tras la oportuna tramitación, por providencia de 11 de septiembre de 1995 se acordó tener por hechas las
designaciones colegiales y dar traslado de los escritos y documentos presentados por la recurrente al Procurador
designado para que, bajo la dirección del Letrado igualmente designado, formulasen la correspondiente demanda.
4. Por escrito registrado el 10 de octubre de 1995 se formalizó la demanda de amparo, y por providencia de 31 de
octubre de 1995 se requirió a la Audiencia Provincial de Barcelona para que remitiese testimonio íntegro del rollo de
apelación 194/1994-R.
5. Por providencia de 7 de septiembre de 1995 se tuvo por recibido el testimonio solicitado, admitir a trámite la
demanda y, a tenor del art. 51 LOTC ( RCL 1979\2383 y ApNDL 13575) requerir al Juzgado de Primera Instancia
núm. 3 de Terrassa para que remitiese testimonio de los autos 224/1988, interesando al propio tiempo que procediera
a emplazar a quienes fueron parte en el procedimiento, con excepción de la recurrente, para que en el plazo de diez
días pudieran comparecer en el presente proceso constitucional. Recibidas las actuaciones solicitadas, por providencia
de 5 de febrero de 1996 se acordó dar vista de todas las actuaciones, por un plazo común de veinte días, al Ministerio
Fiscal y a la solicitante del amparo para que pudieran formular las alegaciones que a su derecho conviniera.
6. Por escrito registrado el 1 de marzo de 1996, el Fiscal interesa la concesión del amparo solicitado. Alega que es
doctrina reiterada del Tribunal Constitucional que el derecho a la tutela judicial efectiva garantizado por el art. 24.1
de la CE comporta que en todo proceso deba respetarse el derecho a la defensa contradictoria de las partes
contendientes a quienes debe darse oportunidad de alegar y probar procesalmente sus derechos, principio este que se
complementa con el de igualdad de armas procesales, igualdad que además ha de ser real y efectiva para las partes.
La regla de interdicción de la indefensión requiere del órgano jurisdiccional un indudable esfuerzo a fin de preservar
los derechos de defensa de las partes correspondiendo a los órganos judiciales procurar la necesaria contradicción
entre las partes así como que posean idénticas posibilidades de alegar y probar y, en definitiva, de ejercer el derecho
de defensa en cada una de las instancias. En lo referente a la asistencia letrada, la realización efectiva de ese derecho
no se satisface sólo con el nombramiento de letrado de oficio sino que además debe proporcionarse asistencia letrada
real y efectiva para no producir una limitación del medio de defensa (STC 175/1994 [ RTC 1994\175]). En particular
y con relación a si la falta de asistencia de letrado provoca o no indefensión se declaró que la falta de asistencia
letrada en los casos en que es preceptiva y no existe causa justificada para negar el nombramiento de los
profesionales de oficio no sólo constituye indefensión formal sino también material al causar dicha inasistencia
letrada un evidente perjuicio a las partes (STC 175/1994).
En el presente caso se ha infringido el derecho a la defensa y a la asistencia letrada. La Audiencia, siendo preceptiva
la intervención de Letrado y habiendo solicitado la recurrente Abogado y Procurador debido a su circunstancia
económica, no realizó este nombramiento de acuerdo con el art. 844, párrafo segundo, de la LECiv. La actora en el
plazo procesal establecido solicita dicho nombramiento en el momento en que el Juzgado le hace el emplazamiento, y
así consta en el escrito que remite el Juzgado de instancia a la Audiencia. La Sala, a pesar de tener conocimiento de
esta petición, no realiza actividad procesal alguna para hacer dicho nombramiento como establece el citado art. 844
de la LEC, y esta omisión impide la comparecencia de la actora en el recurso de apelación debidamente representada
y defendida lo que determina que el Tribunal lo declare desierto, privando a la recurrente de la posibilidad de
defenderse en el mismo y hacer las alegaciones que estimare pertinentes a su derecho con vulneración
del derecho fundamental a la tutela judicial efectiva.
Por su parte, la demandante presenta escrito registrado el 4 de marzo de 1996 en el que da por reproducido lo
expuesto en su escrito de demanda.
7. Por providencia de 10 de junio de 1996 se señaló para la deliberación y fallo de la presente Sentencia el siguiente
día 11 del mismo mes y año.
II. FUNDAMENTOS JURÍDICOS
1. El presente recurso tiene por objeto determinar si la Audiencia, al declarar desierto el recurso de apelación
interpuesto por la demandante del amparo, con arreglo al art. 840 LECiv, por no haberse personado en forma
ante el órgano ad quem , pese a que había solicitado, en el momento de interponer la apelación, la designación
de Abogado y Procurador que le asistieran en la segunda instancia, ha vulnerado su derecho a la tutela judicial
efectiva , causándole la indefensión proscrita en el art. 24.1 CE.
2. Este Tribunal ha tenido ya ocasión de declarar que, entre el haz de garantías que integran el derecho a un
proceso justo, se incluye el derecho a la defensa y a la asistencia letrada que el art. 24.2 CE reconoce no sólo
para el proceso penal sino también, con las oportunas especialidades, para el resto de los procesos, y cuya
finalidad es la de asegurar la efectiva realización de los principios de contradicción y de igualdad de armas que
imponen a los órganos judiciales el deber positivo de evitar desequilibrios entre la respectiva posición procesal
de las partes , o limitaciones en la defensa que puedan inferir a alguna de ellas un resultado de indefensión,
prohibido en todo caso en el inciso final del art. 24.1 CE (STC 47/1987) ( RTC 1987\47).
De ello se sigue que para la efectividad del derecho a la defensa y asistencia letrada que se reconoce en el art.
24.2 CE, los órganos judiciales deben, en principio, acordar la suspensión del curso del procedimiento hasta
tanto no le sea nombrado al litigante que carece de recursos económicos o que se ve en la imposibilidad de
contar con un Letrado de su elección, un Abogado del turno de oficio que asuma su defensa técnica en el
proceso (SSTC 28/1981 [ RTC 1981\28], 245/1988 [ RTC 1988\245], 135/1991 [ RTC 1991\135], 132/1992 [ RTC
1992\132], 91/1994 [ RTC 1994\91] y 175/1994 [ RTC 1994\175]).
En todo caso, este Tribunal, en consonancia con la doctrina del Tribunal Europeo de Derechos Humanos ,
sustentada, entre otras, en las Sentencias del TEDH de 9 de octubre de 1979 (caso Airey) y de 25 de abril de 1983
(caso Pakelli), ha señalado que, desde la perspectiva constitucional, la denegación de la asistencia letrada no
conlleva sin más una vulneración del art. 24.2 CE . Para que esto suceda es necesario que la falta del Letrado de
oficio solicitado, en atención a las circunstancias concurrentes en el caso, haya producido al solicitante una real y
efectiva situación de indefensión material, en el sentido de que la autodefensa se haya revelado insuficiente y
perjudicial para el litigante impidiéndole articular una defensa adecuada de sus derechos e intereses legítimos en el
proceso, es decir, que se haya producido un menoscabo real y efectivo de su derecho de defensa (SSTC 161/1985
[ RTC 1985\161], 47/1987 [ RTC 1987\47], 178/1991 [ RTC 1991\178], 162/1993 [ RTC 1993\162], 175/1994 [ RTC
1994\175] y 51/1996 [ RTC 1996\51]).
En este sentido, cuando la ley impone la obligatoriedad de la asistencia de Abogado y Procurador para la válida
realización de los actos procesales, este requisito de postulación procesal no puede convertirse en una carga
para el justiciable que carece de recursos económicos que se erija en obstáculo insalvable para el acceso a la
jurisdicción o, en su caso, al recurso preestablecido, pues no es admisible constitucionalmente hacer depender
de una institución ajena al litigante el efectivo cumplimiento de los requisitos procesales capaces de
determinar , en su caso, la inadmisión de los recursos (SSTC 175/1994 y 132/1992, y las que en ellas se citan).
3. En el presente caso, la recurrente que había obtenido los beneficios de la justicia gratuita en el proceso declarativo,
al interponer el recurso de apelación contra la sentencia dictada por el Juzgado de Terrassa solicitó que se le
designaran Abogado y Procurador de oficio que la defendieran en la segunda instancia ante la Audiencia de Barcelona
«en los términos prevenidos por el art. 844, párrafo segundo, de la LECiv»; y el Juzgado así lo hizo, haciéndolo
constar en el escrito que remitió, junto al testimonio de particulares solicitado por las partes, a la Audiencia.
De este modo, la Audiencia debió haber actuado de conformidad con el párrafo tercero del art. 844 LECiv y, en
consecuencia, debió haber acordado el nombramiento de los profesionales de oficio solicitados, y tras la
oportuna designación colegial, sustanciar los trámites del recurso con el Procurador y Abogado designados
para representar y defender a la recurrente .
Al no hacerlo así, y declarar desierto el recurso y firme la resolución apelada por no haberse personado en
forma la apelante para mejorar el recurso, se ha vulnerado el derecho a la tutela judicial efectiva de la
recurrente , pues se le ha negado el acceso a la segunda instancia por el incumplimiento de un requisito, cual es
la personación mediante Procurador ante el órgano ad quem, que sólo a la propia Audiencia es imputable al no
haber procedido a designar a los profesionales del turno de oficio que la demandante del amparo solicitó
oportunamente .
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE CONFIERE LA
CONSTITUCION DE LA NACION ESPAÑOLA,
Ha decidido
Otorgar el amparo solicitado por doña Rosa U.S., y, en su virtud:
1.º Reconocer el derecho de la recurrente a la tutela judicial efectiva y, en consecuencia, su derecho a que por la
Sección Duodécima de la Audiencia Provincial de Barcelona se resuelva la solicitud de nombramiento de Abogado y
Procurador del turno de oficio formulada para intervenir en el rollo de apelación 194/1994.
2.º Declarar la nulidad del Auto de 16 de marzo de 1994 dictado en dicho rollo de apelación y retrotraer las
actuaciones al momento anterior a fin de que la recurrente pueda ejercitar con plenitud su derecho de defensa.
Publíquese esta sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid, a once de junio de mil novecientos noventa y seis.-Alvaro Rodríguez Bereijo.-Vicente Gimeno
Sendra.-Enrique Ruiz Vadillo.-Manuel Jiménez de Parga y Cabrera.-Javier Delgado Barrio.-Firmado y rubricado.

PREGUNTA QUE HA DE RESPONDER EL ALUMNO


¿CUÁL ES LA FINALIDAD DEL DERECHO DE DEFENSA?

SILABO A DESARROLLAR POR EL PROFESOR


LA INTERVENCIÓN DE ABOGADO ES UNA EXIGENCIA ESTRUCTURAL DEL PROCESO

RECURSO DE AMPARO NÚM. 6179/2015


PONENTE: DON CÁNDIDO CONDE-PUMPIDO TOURÓN
El Tribunal Constitucional estima parcialmente el recurso de amparo interpuesto contra la Sentencia de 09-04-2015,
del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción núm. 2 de Ponteareas, de declaración de incapacitación; y, contra la
Sentencia de 08-10-2015, de la Audiencia Provincial de Pontevedra (Sección Primera), que desestima el recurso de
apelación interpuesto contra la anterior resolución. Vulneración del derecho a obtener la tutela efectiva de jueces y
tribunales sin indefensión y a un proceso con todas las garantías.
ECLI:ES:TC:2017:85
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por don Juan José González Rivas, Presidente, don Andrés
Ollero Tassara, don Santiago Martínez-Vares García, don Alfredo Montoya Melgar, don Cándido Conde-Pumpido
Tourón y doña María Luisa Balaguer Callejón, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 6179-2015, promovido por el Ministerio Fiscal, contra la Sentencia del
Juzgado de Primera Instancia e Instrucción núm. 2 de Ponteareas, de 9 de abril de 2015, y contra la Sentencia de la
Sección Primera de la Audiencia Provincial de Pontevedra, de 8 de octubre de 2015 (JUR 2015, 250957) , que
desestimó el recurso de apelación interpuesto contra la anterior resolución. Ha sido Ponente el Magistrado don
Cándido Conde-Pumpido Tourón, quien expresa el parecer del Tribunal.
I. Antecedentes
I. ANTECEDENTES
1 Con fecha 3 de noviembre de 2015, tuvo entrada en el registro general de este Tribunal Constitucional, escrito de
demanda de amparo formulada por el Fiscal ante este Tribunal, contra las resoluciones identificadas en el
encabezamiento.
2 Los hechos con relevancia para el presente recurso de amparo y a los que se refiere la demanda presentada, son los
siguientes:
a) La Procuradora doña María Josefa Fernández Piñeiro, actuando en nombre y representación de don R.M.P.,
interpuso ante el Juzgado Decano de Ponteareas escrito sucinto de demanda de fecha 23 de septiembre de 2014,
instando la apertura de procedimiento para la declaración de incapacidad de su hijo, don J.M.F, nacido el 9 de marzo
de 1979, con quien el actor y su esposa —madre del demandado— conviven en el mismo domicilio. Del demandado
dice el escrito que «debido al Síndrome de Down sufre un retraso mental medio que le supone una disminución de su
capacidad tanto orgánica como funcional de más de un 70 por 100, tal y como así determinó la Consellería de
Sanidad y Servicios Sociales de la Xunta de Galicia en resolución de 6/03/1997 … Debido a lo anterior el demandado
precisa ayuda y supervisión de terceras personas para las actividades de la vida diaria y para la administración de sus
bienes puesto que no es capaz de gobernar su persona y bienes, siendo las personas más idóneas para prestar esta
ayuda y supervisión su madre Dña. B.F.S. y su padre mi representado».
Se acompañaba al escrito de demanda, copia de la resolución dictada el 6 de marzo de 1997 por la presidenta del
equipo de valoración y orientación de Vigo, competente para la calificación de minusvalía, de la Consellería de
Sanidad y Servicios Sociales, delegación provincial de Pontevedra, en la que se hace constar que a don J.M.F. se le ha
diagnosticado un «RM [retraso mental] medio por S. de Down», el cual presenta una «disminución de su capacidad
orgánica y funcional de 71 por 100...».
b) La Secretaría del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción núm. 2 de Ponteareas, dictó un decreto el 15 de
octubre de 2014 por el que, al apreciar que concurren los presupuestos procesales exigibles, admitió a trámite la
demanda presentada, acordando sustanciar la misma por los trámites del juicio verbal (procedimiento de
incapacitación núm. 493-2014), con las especialidades de los artículos 753 y siguientes de la Ley de enjuiciamiento
civil ( LEC (RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001, 1892) ). Asimismo, ordenó dar traslado de la demanda «al Ministerio
Fiscal y a la persona presuntamente incapaz [el decreto indica por error el nombre del demandante, R.M.P.] …
haciéndoles saber que pueden comparecer en el proceso con su propia defensa y representación»; emplazando por
último «a ambos, a la persona presuntamente incapaz, en el domicilio señalado en la demanda, para que contesten a la
demanda en el plazo de veinte días, advirtiendo a esta última que, si no comparece, le defenderá el Fiscal».
c) Consta emitida la cédula de emplazamiento del demandado, en la que se contienen entre otras las siguientes
«prevenciones legales»: «1. Puede comparecer con su propia defensa y representación (artículo 758 párrafo primero
de la L.E.C.). 2. En otro caso, le defenderá el Ministerio Fiscal (artículo 758 párrafo segundo de la LEC)».
Obra en las actuaciones resguardo de correos de notificación de dicha cédula en el domicilio del demandado, el 21 de
octubre de 2014, que firmó el demandante don R.M.P.
Consta igualmente expedida la cédula de emplazamiento al Ministerio Fiscal, donde se le hacen las dos siguientes
«prevenciones legales»:
«1. Si no comparece, se le declarará en situación de rebeldía procesal y notificada la misma, no se llevará a cabo
ninguna otra, excepto la de la resolución que ponga fin al proceso ( artículos 496 y 497 de la Ley 1/2000, de
Enjuiciamiento Civil —LECv—).
2. La comparecencia en juicio debe realizarse por medio de procurador, con la asistencia de abogado (artículos 23 y
31 de la LECv).»
d) Con fecha 5 de noviembre de 2014, tuvo entrada en el Juzgado a quo escrito de contestación a la demanda del
Fiscal actuante en el procedimiento, alegando los siguientes hechos:
«Único. Sin entrar en el fondo del asunto y atendiendo al resultado de las pruebas que en su día se practiquen, se
niegan todas las alegaciones efectuadas por el demandante, salvo aquellas que resulten suficientemente acreditados, o
que sean mera y fiel reproducción de documentos públicos o auténticos.»
e) La Secretaría del Juzgado a quo dictó diligencia de ordenación el 20 de febrero de 2015, con el siguiente
contenido: «No habiendo comparecido dentro de plazo la persona presuntamente incapaz, de acuerdo con lo
dispuesto en el artículo 758 de la Ley 1/2000, de Enjuiciamiento Civil (LEC), asumirá su defensa el Ministerio
Fiscal, a quien se hará saber esta circunstancia». Asimismo, se acordó convocar a las partes y al Ministerio Fiscal
para la celebración de la vista en el procedimiento, el 9 de abril de 2015 a las 12:45 horas de la mañana; mientras que
se fijó la práctica de examen judicial y reconocimiento forense del demandado, el 26 de marzo de 2015, a las 9:15
horas.
Consta que esta diligencia de ordenación tuvo entrada en la Fiscalía de Vigo, el 3 de marzo de 2015, y fue notificada
al Fiscal actuante el 6 de marzo de 2015.
f) La Fiscal jefe de la Fiscalía de área de Vigo, remitió escrito de 6 de marzo de 2015, que tuvo entrada en el
Juzgado a quo el 10 de marzo de 2015, con el siguiente contenido y pedimento:
«Que se ha notificado que el día 9 de abril de 2015 a las 12:45 horas tendrá lugar la vista del procedimiento de
incapacitación 493/14. Por razones de servicio y de organización interna de la Fiscalía de Área de Vigo, se interesa la
suspensión del referido señalamiento y la fijación de nuevo día para la celebración de la vista de entre los que está
previsto la asistencia del Fiscal al partido judicial de Ponteareas con el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción
núm. 2 de dicha localidad. En concreto, para ese juzgado, está prevista la asistencia los martes para la celebración de
juicios rápidos y los miércoles para la celebración de juicios de faltas.»
g) En respuesta a este último escrito, la Secretaría del Juzgado competente dictó diligencia de ordenación el 23 de
marzo de 2015, por la que resolvió que: «no considerando atendible y acreditada la situación que se alega para la
suspensión con arreglo a lo dispuesto en el art. 183 de la Ley de enjuiciamiento civil, acuerda: Denegar la suspensión
del acto de juicio y solicitud de nuevo señalamiento; manteniéndose el ya fijado de juicio».
h) Obra en las actuaciones remitidas a este Tribunal Constitucional, acta de exploración judicial efectuada al
demandado, fechada el 12 de marzo de 2015 a las 9:30 horas.
Asimismo, por dos veces, el 30 de marzo y 6 de abril de 2015, tuvo entrada en el Juzgado competente el «Informe
Médico forense de incapacidad» del demandado, firmado por doña Rita Torres Pérez, médico forense de Imelga,
subdirección territorial de Vigo, que ratificó mediante comparecencia.
i) El Juzgado de Primera Instancia e Instrucción núm. 2 de Ponteareas, dictó Sentencia el 9 de abril de 2015 en el
procedimiento de incapacitación núm. 493-2014. Tras el análisis de las pruebas practicadas y con cita tanto de la
legislación sustantiva aplicable, como del art. 760 LEC en cuanto a los pronunciamientos derivados de la estimación
de la demanda en esta clase de procesos, el Juzgado alcanzó el siguiente fallo:
«1. Que d. [J.M.F.] es incapaz para regir su persona y sus bienes.
2. Que se procede a la rehabilitación de la patria potestad de D. [J.M.F.] que será ejercitada por conjuntamente por
[sic] sus progenitores, Dña. [B.M.F.] y D. [R.M.P.]
3. Una vez firme esta resolución comuníquese al Registro Civil correspondiente a fin de que se proceda a su
anotación marginal al margen de la inscripción de nacimiento.
4. El incapaz está inhabilitado para el ejercicio del derecho de sufragio activo y pasivo.»
En lo que aquí importa destacar, la Sentencia recoge dentro de su antecedente de hecho tercero:
«El Ministerio Fiscal por medio de escrito presentado en el Juzgado Decano de Ponteareas el día 6 de marzo de 2015
solicita que se acuerde la suspensión de la vista señalada para el día 9 de abril de 2 014 por razones de organización y
servicio interno de la Fiscalía de Área de Vigo. Solicitando que se proceda al señalamiento de la vista los martes y
miércoles de la semana saliente de guardia.
Por diligencia de ordenación de 23 de marzo de 2015 se acuerda denegar la suspensión de la vista solicitada por el
Ministerio Fiscal por no acreditar documentalmente causa de suspensión legalmente prevista en el artículo 188 de la
LEC.»
Además, el fundamento de Derecho primero formula lo que llama una serie de «consideraciones previas» relativas a
la ausencia del Fiscal actuante en el acto de la vista del procedimiento:
«El Ministerio Fiscal no acredita, ni siquiera documentalmente, causa legal de suspensión alguna de conformidad con
lo establecido en el artículo 188 de la LEC; con lo fácil que resultaría presentar un cuadro de organización del
trabajo de la Fiscalía de Área de Vigo que acreditase, que no sólo las dos fiscales adscritas a Ponteares [sic] sino que
ninguno de los miembros de dicha Fiscalía podría comparecer a los señalamientos fijados en este Juzgado para el día
9 de abril de 2015 por tener que atender a otros señalamientos que gocen de preferencia de conformidad con nuestra
regulación procesal…
En el escrito presentado por el Ministerio Público el día 2 de marzo de 2015 se propone a este Juzgado que se
proceda a señalar la vista los martes o miércoles de la semana saliente de guardia, carecen los representantes del
Ministerio Público de competencia en materia de señalamientos de conformidad con lo establecido en el artículo
182 de la LEC, puesto que dicho precepto atribuye la competencia para señalar al Secretario judicial ajustándose a
las instrucciones generales que se le hayan dado por el titular del órgano judicial. El artículo 182.4.5 de la LEC
establece, entre otros criterios de señalamientos, la coordinación con el Ministerio Fiscal en los procedimientos en
que las leyes prevean su intervención; pero la coordinación no equivale a imposición que es lo que pretende la
Fiscalía de Área de Vigo al remitir un oficio el 8 de enero de 2015 a este Juzgado indicando los días en que el
Ministerio Público asistiría a los juicios que se celebrasen en los Juzgados de Ponteareas, rompiendo así de forma
unilateral el régimen ordinario de señalamientos que se venía realizando en este Juzgado desde mayo de 2012 tras el
acuerdo alcanzado con los Fiscales adscritos a la localidad de Ponteareas. El día 23 de febrero de 2015 se celebró una
Junta de Jueces del Partido Judicial de Ponteareas en el que se acordó por unanimidad remitir una nueva propuesta de
señalamientos a la Fiscalía de Área de Vigo en aras de lograr una mayor coordinación entre los miembros de la
Fiscalía y los Jueces de Ponteareas y garantizar la prestación de un servicio eficaz y de calidad a los ciudadanos, con
implantación desde el 1 de septiembre de 2015 para respetar los señalamientos existentes, propuesta que hasta el día
de la fecha no se ha aceptado ni rechazado por la Fiscalía de Área de Vigo o por lo menos no se ha recibido
comunicación alguna en el Juzgado decano de este Partido Judicial.»
Seguidamente, la Sentencia da cuenta de la carga de trabajo de dicho órgano judicial en los días anteriores al de la
vista, y de varias causas señaladas dentro del mes de abril de 2015 tanto diligencias de instrucción penal y faltas,
como juicios civiles de incapacidad, de todo lo cual colige el «esfuerzo de concentración efectuado por este órgano»,
a lo que se añade la circunstancia de que la titular del Juzgado es la Presidenta de la Junta electoral de zona para las
elecciones municipales de mayo de 2015, y cita Sentencia de la Audiencia Provincial de Barcelona, Sección décimo
octava, de 14 de mayo de 2013, en apoyo a su tesis. Concluye la Sentencia estas consideraciones previas al fondo,
indicando que se ha actuado «atendiendo únicamente a los interés [sic] del incapaz», al considerar oportuno continuar
con la celebración de la vista.
j) Con fecha 13 de abril de 2015, tuvo entrada en el Juzgado de la causa, remitido por el Juzgado Decano de
Ponteareas en cuyo registro tuvo entrada a su vez el 8 de abril de 2015, un escrito del Fiscal actuante en el
procedimiento de incapacitación 193-14, por el que interpone recurso de reposición contra la diligencia de ordenación
de 23 de marzo de 2015 arriba mencionada. Se fundamenta dicha reposición en los siguientes motivos:
«[L]os recursos de la Fiscalía son limitados, debiendo realizarse los; señalamientos de forma coordinada, propiciando
la concentración y concatenación de actuaciones con participación del Fiscal, tal como prevén las Leyes. En caso
contrario, resulta materialmente imposible la atención de los señalamientos en los distintos órganos judiciales y
despacho de asuntos, especialmente en aquellos partidos judiciales, como es el de Ponteareas, en los que no existe
destacamento de la Fiscalía y los servicios se cubren mediante el desplazamiento de Fiscales desde Vigo.
En el caso que nos ocupa, la citación se realiza para la vista de un juicio civil. Si se tiene en cuenta que en los dos
días previos (7 y 8 de abril) se señalaron actuaciones con participación del Ministerio Fiscal, por lo que un
representante de la Fiscalía se desplazó hasta este Juzgado y atendió los asuntos correspondientes, resulta poco
explicable que no se haya señalado la vista que nos ocupa para esos días.
En concreto, el día 7 se asistió para cubrir las actuaciones del octavo día de la guardia (2 transformación y los rápidos
correspondientes) y el día 8 se asistió para la celebración de juicios de faltas.
Las disfunciones en la Fiscalía que produce esta forma de realizar los señalamientos ya fueron comunicadas por la
Jefatura de la Fiscalía de Vigo en fecha 8 de enero de 2015, indicando igualmente las fechas en las que asistiría un
representante del Ministerio Público para que en ellas se concentrasen las actuaciones pertinentes. No puede olvidarse
tampoco el coste que para el erario público tiene la multiplicación de los desplazamientos de los Fiscales, sin que ello
esté justificado cuando es posible la concentración de las vistas.»
Tras la cita de los arts. 182.4.5 LEC y 13 del Reglamento 1/2005 del CGPJ, «de aspectos accesorios de las
actuaciones judiciales», que propugnan la concentración de las vistas en las que intervienen los representantes del
Ministerio Fiscal, el escrito interesa se deje sin efecto la diligencia de ordenación de 23 de marzo impugnada, «y se
proceda a señalar la vista para cualquiera de las fechas en la que está prevista la asistencia de Fiscal al Juzgado y que
ya fueron comunicadas».
k) El Juzgado a quo dictó providencia el 22 de abril de 2015 acordando la inadmisión del recurso de reposición:
«[T]oda vez que el mismo carece de objeto habida cuenta de que, si bien es cierto que el escrito se presentó al
Juzgado decano de este Partido Judicial el día 8 de Abril de 2015, dentro del plazo legalmente establecido para la
interposición del recurso, no es menos cierto que el escrito no tuvo entrada en este Juzgado hasta el día 13 de abril de
2015, por la que se desconocía el recurso formulado por el Ministerio Fiscal y se procedió a la celebración de la vista
señalada.»
Advierte además la providencia, lo inadecuado de no asistir el Fiscal a la vista, confiándolo éste todo a la promoción
de dicho recurso:
«Llamar la atención sobre el hecho de que el recurso de reposición no produce efectos suspensivos y a pesar de ello,
sin conocer la resolución del recurso interpuesto, decide voluntariamente no acudir al acto de vista.»
Y se recuerda que lo alegado como justificación en el recurso ya ha obtenido contestación en la Sentencia dictada, sin
perjuicio de que pueda aducirlo de nuevo la Fiscalía en un recurso de apelación contra esta última:
«No obstante, a la vista de la actitud mostrada por la Fiscalía de Vigo desde el 8 de Enero de 2015, en el fundamento
primero de la Sentencia se ha dado debidamente respuesta a las pretensiones del Ministerio Fiscal que pretende que
desde este Juzgado se realicen señalamiento a la carta, ajustándose a sus necesidades, desconociendo las necesidades
y la carga de trabajo existente en este Juzgado; arrojándose [sic] competencias en materia de señalamientos que no le
corresponden de conformidad con el artículo 182 de la Ley de Enjuiciamiento Civil.
Pudiendo reiterar el Ministerio Fiscal sus pretensiones en el recurso de apelación contra la Sentencia dictada el día 9
de Abril de 2015 en el presente procedimiento.»
l) Contra la Sentencia recaída en el procedimiento, se interpuso recurso de apelación por la Fiscal jefe de la Fiscalía
de área de Vigo, el cual tuvo entrada en el Juzgado a quo el 13 de mayo de 2015 (consta otra copia, con sello de
entrada en el mismo Juzgado, del día 14), solicitando se declare la nulidad de dicha Sentencia, así como la del acto de
la vista celebrado el día 9 de abril de 2015, «retrotrayendo las actuaciones a dicho momento».
Argumenta en primer término el escrito, que con fecha 6 de marzo de 2015 se informó de la imposibilidad de asistir a
la vista del procedimiento por razones de servicio y organización interna de la Fiscalía; y que al serle notificada la
denegación de lo pedido mediante diligencia de ordenación de 23 de marzo siguiente, se recurrió ésta en cuanto se
pudo, el 8 de abril de 2015, sin que se hubiere atendido a lo solicitado. Cuestiona que la Sentencia pusiera en duda la
veracidad «de lo afirmado por una Fiscal Jefe (y especialmente en cuestiones de ámbito organizativo de la propia
Fiscalía)» sobre la carga de trabajo de sus miembros, y que el carácter de cuerpo único de la Fiscalía pudiera bastar
para autorizar sustituciones por otros miembros ajenos a dicha Fiscalía de área.
Se refiere luego a la inadmisión del recurso de reposición, cuestionando que lo hiciera la jueza por providencia,
cuando ha de resolverse por el Secretario judicial (hoy Letrado de la Administración de Justicia) por decreto.
Respecto a que el escrito se recibió en el Juzgado el día 13 de abril (según la providencia del día 22 siguiente), dice
que la Fiscalía lo remitió el día 8 de abril al número de fax que tenían del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción
2 de Ponteareas, número que es «el habitualmente empleado» para enviar y recibir comunicaciones del mismo, y es el
que figura en las «páginas amarillas» como el suyo. En todo caso, consta que el escrito tuvo entrada en el Juzgado
Decano de Ponteareas el día 8 (antes de la vista), siendo que «el Juzgado que ejerce las funciones de Decano en
Ponteareas desde hace meses es el propio Juzgado núm. 2 de Ponteareas, lo que termina de hacer incomprensible lo
razonado en la providencia».
Tras estas consideraciones, se centra el recurso en las infracciones jurídicas que se dicen producidas a resultas de la
celebración de la vista, sin la asistencia del Fiscal designado. Argumenta entonces, que a partir del carácter de parte
necesaria en este tipo de procedimientos, y con base en el art. 3.7 del Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal
(RCL 1982, 66) y el ya citado artículo 749 LEC, si el Fiscal no es quien promueve la incapacitación debe actuar
como defensor de la parte demandada ex art. 758 LEC, salvo que esta última se persone con su propia
representación y defensa. De esto resulta la «doble necesidad» de asegurar la presencia del Fiscal en esta causa
judicial: tanto por venir impuesta por ser materia de orden público, como porque se actuaba como defensor judicial
del presunto incapaz, por lo que, «en ausencia del Fiscal nadie velaba procesalmente por sus intereses, pese a que
del artículo 758 LEC se desprende con claridad que en ningún caso el presunto incapaz puede carecer de asistencia
técnica».
Como consecuencia, entiende el recurso de apelación que se ha producido indefensión «tanto al presunto incapaz
como al Ministerio Fiscal». En cuanto al primero, por haber carecido aquél de defensor, en contra de las previsiones
legales que buscan evitar precisamente dicha situación de indefensión, «de una persona sometida a este tipo de
juicios, persona normalmente lega en derecho y presuntamente limitada en su capacidad». En segundo lugar, la
indefensión del Fiscal actuante, por vulnerar su derecho a la tutela judicial efectiva «al impedirle ejercitar su función
de velar por los intereses de los presuntos incapaces». En este último sentido, observa que de haber intervenido en la
vista y tras el examen de las pruebas, el Fiscal habría podido alegar ante el Juzgado «sobre si es procedente o no la
limitación de capacidad; sobre qué facetas debe abarcar y cuáles no; si resulta más conveniente un régimen de tutela o
de curatela; o sobre qué persona es la más idónea para el cargo tutelar». Cita la STC 148/1994 (RTC 1994, 148) , y
la posibilidad reconocida al Ministerio Público para denunciar la vulneración sufrida de su derecho a la tutela judicial
efectiva como parte en los procesos de defensa de derechos fundamentales de los ciudadanos y «portador de un
interés público en la integridad y efectividad de tales derechos».
Y en esa misma línea y para cerrar los fundamentos del recurso de apelación, se hace cita extensa de la STC 17/2006,
de 30 de enero (RTC 2006, 17) , en sus fundamentos jurídicos 4 y 5, en un caso en el que se había llevado a cabo la
exploración judicial de unos menores de edad en un procedimiento de divorcio, sin contar con la presencia del Fiscal,
otorgándose el amparo solicitado por este último, justamente por lesión del art. 24.1 CE (RCL 1978, 2836) .
m) La Sección Primera de la Audiencia Provincial de Pontevedra, dictó Sentencia el 8 de octubre de 2015 (JUR
2015, 250957) en el rollo de apelación núm. 507-2015, desestimando el recurso de apelación promovido por el
Ministerio Fiscal contra la antedicha Sentencia de 9 de abril de 2015 del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción
núm. 2 de Ponteareas, la cual confirmó íntegramente.
En sostén de su decisión, y luego de resumir los avatares procesales del caso (fundamento de Derecho primero), la
Sección Juzgadora parte del hecho de que el Fiscal designado intervenía en el proceso civil a quo como defensor del
presunto incapaz, ex art. 758 LEC —al no haberse personado este último con su propia representación y defensa—,
y además «en defensa de la legalidad y de intereses públicos fundamentales como la defensa de las personas
sometidas a un proceso de incapacitación». Aun así, sin embargo, la Sección razona en el fundamento de Derecho
segundo:
«[E]llo no es obstáculo a considerar que, como ya señalamos en nuestra sentencia de 10 de marzo de 2011 y 10 de
julio de 2015 (JUR 2015, 192664) , la defensa del incapaz puede adoptar la posición procesal que estime
conveniente, incluyendo la no utilización de las diversas expectativas procesales que el proceso ofrece. Entre ellas la
inasistencia a determinados actos que no han de impedir su celebración, salvo que exista norma que expresamente así
lo disponga, es más incluso cabe pensar, que la postura que más conviene al incapaz, es precisamente que se le
declare como tal, constituye la mejor forma de protegerle.
En el supuesto enjuiciado, el Ministerio Fiscal no comunica su imposibilidad de asistir a la vista, sino que por razones
“de servicio y organización interna de la Fiscalía de Área de Vigo se interesa la suspensión del referido señalamiento
y fijación de un nuevo día para la vista” y aquí consideramos que se encuentra un aspecto nuclear de la cuestión: el
Ministerio Fiscal se ha personado en defensa del presunto incapaz, contestando a la demanda, y asumiendo dicha
defensa, no comparece a la exploración del incapaz pero solicita el cambio de señalamiento de la vista alegando las
razones de «agenda servicio y organización interna de la Fiscalía» antedichas. La norma específica que regula la
materia, el art. 183.1 de la LEC solo prevé la “causa de fuerza mayor u otro motivo de análoga entidad” para poder
acordarla y es lo cierto que en la instancia (primero por el Secretario, luego por la juez) no se entendió que aquel
motivo invocado encajase en dicho precepto, como sí podría ser la duplicidad de señalamientos o la imposibilidad de
poder atender esa eventualidad mediante la presencia de otro miembro del Ministerio Fiscal en ese caso Desde luego
que la irregularidad procesal en cuanto a la tempestitividad [sic] en la resolución del recurso (discutible, porque el
Decanato es independiente del órgano judicial por más que esté a cargo del mismo órgano judicial) o competencia
para su resolución o incluso la forma de la resolución (providencia motivada equivalente a un Auto), no influyen en la
decisión final de la presente resolución, salvo que causasen indefensión, y no es el caso por lo que se dirá.
Como consecuencia de lo anteriormente expuesto no puede entenderse que se haya producido un quebrantamiento de
las normas esenciales del procedimiento, ya que la presencia del Ministerio Fiscal en la vista no es imperativa aunque
sí lo sea en el procedimiento, en el sentido de que no puede celebrarse el acto en su ausencia, en los términos que
indicamos más arriba.
Cosa distinta de lo anterior es que no haya existido la deseable coordinación de agendas Juzgado-Fiscalía, y que viene
impuesta tanto por el Reglamento 1/2005 como por los art. 182.3.4.5 de la LEC la que deberá ser resueltos [sic] en el
ámbito que le es propio, esto es el gubernativo ante las Salas de gobierno del TSJ o en su caso del CGPJ pero que en
todo caso son ajenos al jurisdiccional y del proceso, que se residencia exclusivamente en los órganos judiciales, con
su competencia para tomas [sic] las decisiones oportunas, y recurribles como es el caso ante los tribunales
superiores.»
Y finaliza sus razonamientos en el fundamento de Derecho tercero, donde rechaza el motivo de indefensión alegado:
«No existiendo vulneración de normas procesales, tampoco puede hablarse de indefensión pues como causa de
nulidad debe haberse podido producir indefensión cuando se prescinda de normas esenciales del procedimiento como
exige el art. 225.3.º LEC como causa de nulidad de las actuaciones.
Debe destacarse que, al margen de la indefensión que pudiera suponer la no intervención en el acto de la vista por
parte del Ministerio Fiscal recurrente, nada se alega sobre este particular en relación a la defensa de la situación del
presunto incapaz, es decir, en qué forma ha influido negativamente la ausencia del Ministerio Fiscal dado el discurrir
del acto de la vista en que la prueba esencial ha sido el informe de la médico forense, que ha sido valorado en la
sentencia en forma que no ha sido contradicha o cuestionada por aquel, tampoco ha argumentado en ningún momento
qué otra prueba hubiera propuesto o qué argumentos utilizaría en la misma que hicieran variar el resultado del
proceso.
Es así que no existiendo indefensión concreta ni real para el incapaz, pero tampoco para el Ministerio recurrente que
ha confundido el aspecto gubernativo de la agenda de señalamiento con la posición procesal que ocupa en este juico,
procede la desestimación del recurso y confirmación de la Sentencia de instancia.»
3 En la demanda de amparo que presenta el Ministerio Fiscal se alega que las resoluciones impugnadas han vulnerado
los derechos a la tutela judicial efectiva ( art. 24.1 CE (RCL 1978, 2836) ) y a un proceso con todas las garantías
( art. 24.2 CE), solicitando de este Tribunal que declare la nulidad de aquéllas, con retroacción de las actuaciones «al
momento inmediatamente anterior a la celebración de la vista de juicio oral». Así, tras resumir los antecedentes del
caso y acreditar el cumplimiento de los requisitos procesales para interponer este proceso constitucional, el escrito
fundamenta su denuncia en las siguientes consideraciones:
a) Respecto al derecho a la tutela judicial efectiva, se indica que la ley procesal establece la intervención preceptiva
del Ministerio Fiscal en los procesos sobre capacidad de las personas, ex artículos 749.1 , 750.1 y 758 LEC
(RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001, 1892) , velando por el interés público, la defensa de la legalidad y los derechos de
los ciudadanos, legitimación a su vez prevista en los arts. 124.1 CE y arts. 1 y 3.7 del Estatuto orgánico del
Ministerio Fiscal. En particular, en el artículo 3.7 de este último se le atribuye legitimación para intervenir en
procesos civiles para la protección de colectivos especialmente vulnerables como son menores, personas incapaces o
desvalidas, labor cuya trascendencia ha sido resaltada por este Tribunal (se cita la STC 174/2002 (RTC 2002, 174) ,
FJ 5), y supone, por mandato legal, que el Fiscal actúe como defensor del presunto incapaz cuando éste no
comparezca con su propia representación y defensa, art. 758 LEC. Sobre esta base, se afirma en la demanda que la
decisión del Juzgado de celebrar la vista del procedimiento de incapacitación del demandado don J.M.F., sin la
asistencia de este último ni del Fiscal designado como su defensor judicial, vulneró el derecho a la tutela judicial de
ambos, colocando al demandado en una situación de indefensión material. Derecho fundamental que, precisa, debe
ser interpretado a la luz de las disposiciones contenidas en los arts. 12 y 13 de la Convención de Naciones Unidas
sobre derechos de las personas con discapacidad, por vía del artículo 10.2 CE.
En este punto, el escrito de demanda recuerda que el Ministerio Fiscal solicitó la suspensión de la vista oral, alegando
«razones de servicio y de organización interna», ante la «crónica situación de insuficiencia de recursos de la
institución», solicitud que pese a tener anclaje normativo en los artículos 182.4.5 LEC y 13 del Reglamento 1/2005
del Consejo General del Poder Judicial, fue rechazado por la Secretaría del Juzgado mediante una aplicación
«excesivamente rigorista y formalista» del artículo 183 LEC. Y discrepa de la Sentencia de apelación, al no acordar
la nulidad de la dictada por el Juzgado por entender, indebidamente según la demanda pues ello denota un excesivo
formalismo, que la vista podía celebrarse sin la asistencia del Ministerio Fiscal. Tal criterio resulta contrario a
los artículos 749 y 758 LEC, que prevén la intervención del Fiscal en este tipo de proceso, sin olvidar que la vista
oral es «el momento procesal en donde se practican las pruebas y las partes, también el Fiscal, fijan definitivamente
sus pretensiones, garantizándose de forma plena la contradicción en el proceso». Además no concurren tampoco
razones de urgencia que impidieran fijar un nuevo señalamiento, teniendo en cuenta el tiempo que ya había
transcurrido en las actuaciones, desde el emplazamiento del demandado.
De este modo, la ausencia del Fiscal designado supuso impedir a éste ejercer las funciones que tiene
constitucionalmente atribuidas como defensor del presunto incapaz y garante del interés público y de sus derechos,
«así como le impidió, también, pronunciarse sobre extremos tan relevantes para la capacidad jurídica del demandado,
como la propia procedencia de la declaración de incapacitación, su alcance, el régimen de tutela o curatela al que
debía ser sometido, la persona idónea para ostentar el cargo o la eventual apreciación de un conflicto de intereses con
la parte demandante». El órgano judicial no verificó los motivos de la no presencia del Fiscal ni proveyó mediante
medidas adecuadas que permitieran tal intervención, fuese mediante el aplazamiento temporal de la vista, alterando el
orden de los señalamientos para ese día; o acordando su suspensión.
Se vulneró así el derecho a la tutela judicial sin indefensión ( art. 24.1 CE) del Fiscal, como parte necesaria de este
proceso, pero también, se insiste, la del demandado y presunto incapaz don J.M.F., quien no vio tutelado su derecho
de defensa en el proceso a quo a través de alguno de los medios previstos en el artículo 758 LEC. La ausencia del
Fiscal trajo consigo «que nadie velera procesalmente por los intereses del presunto incapaz», pese a que del
propio artículo 758 LEC se desprende con claridad que en ningún caso el presunto incapaz puede carecer de
defensa», incurriendo el Juzgado en una pasividad, opuesta al deber de diligencia reforzado que debe desplegar en los
procedimientos de incapacitación.
Sentado lo anterior, el escrito de demanda denuncia una serie de irregularidades padecidas en el proceso de primera
instancia, con carácter previo a lo sucedido en la vista: (i) sostiene que no se garantizó la notificación efectiva al
demandado del procedimiento, puesto que el decreto de incoación y su emplazamiento le fueron comunicados por
correo, cuyo acuse de recibo aparece firmado por el propio demandante, padre del presunto incapaz; (ii) pese a esto,
el Juzgado acordó «de forma automática» declararle en rebeldía, sin garantizar tampoco que tuviera representación y
defensa propia en juicio; (iii) durante el acto de exploración judicial «no hay constancia del más mínimo intento por
parte de la juez a quo de información de los derechos al demandado, o la constancia de que intentada esa información
el demandado era incapaz de comprobar su alcance y significado … tampoco se intentó explorar y averiguar los
deseos del presunto incapaz relativos a la elección de una persona para representarle o asistirle». Cita además el art.
13.1 de la Convención de Naciones Unidas sobre los derechos de las personas con discapacidad (RCL 2008, 950) ,
el cual es tomado en cuenta por la STC 7/2011 (RTC 2011, 7) , FJ 4, en cuanto a la posibilidad de introducir «ajustes
de procedimiento» razonables para lograr el ejercicio efectivo de sus derechos en situación de igualdad con las demás
personas.
Por todo esto, considera que «los órganos judiciales no ponderaron adecuadamente las circunstancias concurrentes, ni
las consecuencias que derivaban de la celebración de la vista oral sin la presencia del Fiscal, ni tampoco la singular
relevancia que para el demandado tenía el objeto del procedimiento. La decisión de no suspensión y la no adopción
de medidas adicionales y/o complementarias para garantizar la efectividad de los derechos del demandado y asegurar
su defensa le colocaron en una situación de indefensión material, incompatible con las exigencias derivadas del
reconocimiento constitucional del derecho a la tutela judicial efectiva ( art. 24.1 CE)».
b) En segundo lugar, alega el escrito de demanda que las resoluciones impugnadas también lesionaron el derecho
fundamental a un proceso con todas las garantías, al colocar al demandado en una posición de indefensión y vaciar de
contenido el carácter contradictorio del procedimiento de incapacitación, convirtiendo a éste en un «mero trámite
burocrático y ritualizado, incumpliendo así el haz de garantías constitucionales que integran la noción de proceso
justo y equitativo, entre ellas, los principios de bilateralidad, igualdad de armas y defensa ( art. 24.2 CE)», con cita
de las SSTEDH caso H.F. contra Eslovaquia , de 8 de noviembre de 2005 (TEDH 2005, 121) , § 39, y caso D.D.
contra Lituania de 14 de febrero de 2012 (JUR 2012, 55063) , § 118.
Rebate de inmediato la demanda, la afirmación efectuada por la Sentencia de apelación acerca de la supuesta
irrelevancia de la ausencia de la Fiscal en el procedimiento de instancia, a la vista del resultado del informe médico
forense. A juicio del Ministerio público: «Al margen de si concurría o no causa suficiente que justificara la
declaración de incapacitación de don J. … —aspecto que queda extramuros del objeto de la presente demanda de
amparo—, lo cierto es que la lesión de la tutela judicial efectiva sin indefensión y del derecho a un proceso con todas
las garantías, viciaron de nulidad radical la Sentencia que acordó la incapacitación del demandado». La validez del
procedimiento «exigía la realización de “ajustes razonables” de procedimiento para compensar la situación de
especial vulnerabilidad en que se encontraba el demandado, con el fin de garantizar su tutela judicial efectiva y
el derecho a un proceso con todas las garantías»; vicios que no pueden ser convalidados en apelación.
Además, dice que el razonamiento de la Audiencia «se basa en un mero juicio hipotético que no toma en cuenta la
relevancia del juicio oral, como escenario donde se practican, de forma contradictoria, las pruebas encaminadas a
determinar la concurrencia o no de una causa suficiente de incapacitación ( arts. 752 y 753.2 LEC). El argumento
utilizado por la sentencia de apelación banaliza —hasta límites no admisibles desde el plano constitucional— el
juicio oral y el carácter contradictorio de las pruebas que se practiquen. En el presente caso, la decisión de
celebración de la vista oral, sin la presencia del Ministerio Fiscal ni del demandado, impidió someter a contradicción
el informe médico forense y, en su caso, cuestionar, impugnar y/o matizar sus conclusiones. Impidió, también, que el
Fiscal y/o el defensor del presunto incapaz pudieran, a la vista del resultado de las pruebas practicadas, fijar si su
posición definitiva acerca de la propia procedencia o no de la declaración de incapacitación, así como, de extremos
tan relevantes, como su propio alcance, el régimen de tutela o curatela al que debía, en su caso, ser sometido el
presunto incapaz, o incluso determinar la eventual concurrencia de un conflicto de intereses con la parte demandante,
con el fin de proponer como tutor a la persona adecuada … El carácter tuitivo de la medida de incapacitación y
sometimiento a un régimen de tutela —que nadie ha discutido en el proceso— sin embargo, no puede ser utilizado
como argumento, constitucionalmente válido, para justificar una vulneración de las garantías esenciales de un proceso
contradictorio. Y no puede cuestionarse que en nuestro ordenamiento jurídico el proceso de determinación de la
capacidad de una persona tiene la naturaleza de verdadero proceso contradictorio».
4 La Sala Primera de este Tribunal dictó providencia el 18 de julio de 2016, admitiendo a trámite el recurso,
«apreciando que concurre en el mismo una especial trascendencia constitucional ( art. 50.1 LOTC (RCL 1979,
2383) ) porque el recurso puede dar ocasión al Tribunal para aclarar o cambiar su doctrina, como consecuencia de un
proceso de reflexión interna [ STC 155/2009 (RTC 2009, 155) , FJ 2, b)]». Asimismo se ordenó dirigir atenta
comunicación a la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Pontevedra a fin de que en plazo que no excediera
de diez días, remitiera certificación o fotocopia adverada de las actuaciones correspondientes al rollo de apelación
núm. 507-2015. De igual modo, se acordó dirigir atenta comunicación al Juzgado de Primera Instancia e Instrucción
núm. 2 de Ponteareas para que, en plazo que no excediera de diez días, remitiera certificación o fotocopia adverada
de las actuaciones correspondientes al procedimiento de incapacitación núm. 493-2014; y que igualmente procediera
a emplazar a quienes hubiesen sido parte en éste, excepto a la parte recurrente en amparo, para su comparecencia en
este recurso en el plazo de diez días, todo ello conforme a lo previsto en el art. 51 de la Ley Orgánica del Tribunal
Constitucional (LOTC).
Finalmente, se acordó en la misma providencia publicar la admisión del recurso en el que otros posibles interesados
puedan comparecer y personarse ante este Tribunal Constitucional dentro de los diez días siguientes a la publicación
del Edicto en el «Boletín Oficial del Estado». Dicha publicación se produjo en el «Boletín» núm. 176, del viernes 22
de julio de 2016, no llegando a formalizarse ninguna personación.
5 La Secretaría de Justicia de la Sección Primera de este Tribunal dictó diligencia de ordenación el 10 de octubre de
2016, por la que se acordó dar vista de las actuaciones recibidas al Ministerio Fiscal, en este caso como parte
recurrente y única personada, por plazo de veinte días, a fin de formular las alegaciones que estimase
pertinentes, ex art. 52 LOTC (RCL 1979, 2383) .
El escrito se presentó con fecha 4 de noviembre de 2016, y en él se ratificó en lo alegado y pedido previamente en la
demanda, haciendo resumen de la misma.
6 Mediante providencia de fecha 29 de junio de 2017, se señaló para deliberación y votación de la presente Sentencia
el día 3 de julio del mismo año.
II. Fundamentos jurídicos
II. FUNDAMENTOS JURÍDICOS
1 El Fiscal ante este Tribunal Constitucional interpone recurso de amparo, en primer lugar, contra la Sentencia del
Juzgado de Primera Instancia e Instrucción núm. 2 de Ponteareas, que estimó la demanda interpuesta por don R.M.P.
para la declaración de incapacitación de su hijo don J.M.F; y en segundo lugar, contra la Sentencia de la Sección
Primera de la Audiencia Provincial de Pontevedra que desestimó el recurso de apelación interpuesto contra aquella.
En síntesis, se alega en la demanda que la celebración de vista en el procedimiento de primera instancia, sin la
presencia del Fiscal designado para intervenir en calidad de defensor del demandado, produjo la vulneración de los
derechos a la tutela judicial efectiva —en su vertiente de derecho a no padecer indefensión ( art. 24.1 CE (RCL
1978, 2836) )—, y a un proceso con todas las garantías ( art. 24.2 CE), tanto del demandado, como de la propia
Fiscalía constituida como parte, al no haber adoptado el Juzgado a quo medidas alternativas que posibilitaran una
defensa efectiva del presunto incapaz dentro del procedimiento.
Así trabado el debate, se impone formular algunas consideraciones previas al análisis de fondo del recurso:
a) Conforme a consolidada doctrina de este Tribunal [entre otras, SSTC 17/2006, de 30 de enero (RTC 2006, 17) ,
FJ 4; 22/2016 de 15 de febrero (RTC 2016, 22) , FJ 2; 50/2016, de 14 de marzo (RTC 2016, 50) , FJ 2, y 31/2017,
de 27 de febrero (RTC 2017, 31) , FJ 1 a)], ha de reconocerse que el Ministerio Fiscal actúa en el presente amparo
con un doble título de legitimación: de un lado, y a falta de la iniciativa del propio sujeto perjudicado, interviene en
defensa de éste promoviendo el recurso en cuanto portador del interés público en la integridad y efectividad de los
derechos fundamentales, ex arts. 162.1 b) CE y 46.1 b) de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional (RCL 1979,
2383) (LOTC). De otro lado, lo hace también como titular de derechos procesales que le correspondía ejercitar al
intervenir como parte en el proceso de incapacitación, cuya negación se produjo, según afirma en la demanda, por las
resoluciones recurridas.
b) El objeto de nuestro enjuiciamiento se reduce a ponderar las consecuencias derivadas de la celebración del acto de
la vista en el proceso para la declaración de discapacidad seguido por el Juzgado a quo contra don J.M.F., desde la
doble perspectiva que se propone en la demanda, de la lesión de los derechos a no padecer indefensión ( art.
24.1 CE) y a un proceso contradictorio (derecho a un proceso con todas las garantías del art. 24.2 CE).
No cabe ampliar sin embargo nuestro examen a otras presuntas irregularidades causadas durante la primera instancia,
invocadas también en la demanda de amparo como constitutivas de indefensión ( art. 24.1 CE), relativas en concreto
a la falta de notificación efectiva al demandado del procedimiento, su indebida declaración judicial como rebelde, o la
falta de información de sus derechos durante la exploración judicial. Ninguna de ellas fue alegada en el recurso de
apelación, incumpliéndose por tanto con el requisito inexcusable previsto en el artículo 44.1 c) de nuestra Ley
Orgánica para su examen en amparo, de denunciar la lesión constitucional, «tan pronto como, una vez conocida,
hubiera lugar para ello», cuyo fin es permitir a los Tribunales ordinarios reparar la lesión que se les atribuye,
respetando al tiempo la subsidiariedad de esta Jurisdicción constitucional; cosa que respecto de esta queja no se ha
hecho.
c) Finalmente, con el fin de preservar la intimidad de la persona que ha sido declarada incapaz por las resoluciones
impugnadas y cuyos derechos tutela el Fiscal en este amparo, en aplicación de las potestades atribuidas a este
Tribunal por el artículo 86.3 LOTC y el acuerdo del Pleno de 23 de julio de 2015 «por el que se regula la exclusión
de los datos de identidad personal en la publicación de las resoluciones jurisdiccionales» («BOE» núm. 178, de 27 de
julio de 2015), la presente Sentencia no incluye la identificación completa de dicha persona ni, a estos mismos
efectos, la de sus parientes inmediatos que aparecen mencionados en las actuaciones [ SSTC 141/2012 (RTC 2012,
141) , FJ 8; en el mismo sentido, SSTC 182/2015, de 7 de septiembre (RTC 2015, 182) ; 13/2016, de 1 de febrero
(RTC 2016, 13) , FJ 1; 22/2016 (RTC 2012, 22) , FJ 1; 34/2016, de 29 de febrero (RTC 2016, 34) , FJ 1; 50/2016,
de 14 de marzo, FJ 1; 132/2016, de 18 de julio (RTC 2016, 132) , FJ 1 c), y 31/2017, de 27 de febrero (RTC 2017,
31) , FJ 1 c)].
2 Sentado lo que antecede, ha de pasarse al examen de las quejas de fondo planteadas por la demanda. En este
sentido, el asunto que se somete a nuestra consideración ofrece una sustancial identidad con el ya enjuiciado por este
Tribunal en la STC 31/2017, de 27 de febrero (RTC 2017, 31) . También entonces se denunciaron por la Fiscalía
ante este Tribunal Constitucional las lesiones derivadas de la celebración de la vista de un juicio de incapacitación,
sin la presencia del Fiscal actuante, quien a la sazón había sido previamente designado defensor judicial del
demandado ex art. 758 de la Ley de enjuiciamiento civil ( LEC (RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001, 1892) ); resultando
coincidentes incluso los órganos judiciales autores de las resoluciones impugnadas en uno u otro proceso, así como el
contenido de éstas. De allí que resulta procedente, habida cuenta de tal identidad, que apliquemos la doctrina sentada
por dicha STC 31/2017:
a) En cuanto al derecho a la asistencia letrada ( art. 24.2 CE (RCL 1978, 2836) ) y su relación con el derecho a un
proceso contradictorio ( art. 24.2 CE) en aquellos procesos donde la ley exige la intervención de profesionales
(abogado y procurador), recordamos cómo la STC 7/2011, de 14 de febrero (RTC 2011, 7) , FJ 2, entroniza el
derecho a la defensa letrada como una de las garantías del proceso justo en orden a la efectiva igualdad de las partes y
del principio de contradicción, que opera no solamente en el proceso penal sino en todos los órdenes de jurisdicción,
y que además, en aquellos procesos donde la ley exige la intervención de letrado, se convierte en una exigencia
estructural de tales procesos, lo que determina que la pasividad de su titular debe ser suplida por el órgano judicial
competente, proveyéndole de aquélla [STC 31/2017, FJ 2 a) y las que allí se citan].
b) En particular, en los procesos sobre capacidad de las personas y con cita de nuevo de la STC 7/2011, la cual a su
vez se apoya en disposiciones contenidas en instrumentos internacionales para la protección de los derechos
humanos, y en particular los de las personas con discapacidad, destacamos que la intervención necesaria de abogado
y procurador para ambas partes supone una exigencia estructural de esta clase de proceso y que, en caso de
incomparecencia del demandado, el órgano judicial debe nombrarle un defensor judicial, conforme a la ley, que
podría ser el Ministerio Fiscal, en los términos de los arts. 758 LEC y 299 bis del Código civil (LEG 1889,
27) [STC 31/2017, FJ 2 b)].
c) Nos referimos igualmente a nuestra doctrina en materia de suspensión del acto de la vista en los procesos civiles,
por ausencia del defensor de una de las partes, a partir de las causas legales de suspensión e interrupción de la Ley de
enjuiciamiento civil (arts. 188 y 193) y la carga del profesional de advertir con antelación al órgano judicial la
imposibilidad de su asistencia al acto, mientras que por parte de este último existe el deber de dar una respuesta
motivada y razonada a la solicitud, otorgándola cuando haya causa justificada. Esto último implica, conforme ya
habíamos precisado en la STC 115/2002, de 20 de mayo (RTC 2002, 115) , FJ 4, el atender a las circunstancias del
caso concreto, verificando si se ha producido una situación de indefensión material; la utilidad del acto de la vista
dentro de ese procedimiento, para el ejercicio efectivo del derecho de defensa y la existencia o no de otro trámite
dentro del procedimiento de que se trate, que permita subsanar el déficit de defensa sufrido con la no suspensión de la
vista. Y siempre, teniendo en cuenta que el juicio de indefensión no pende de un hipotético cálculo de probabilidades
«acerca del éxito que tendrían las alegaciones que podrían verterse en la vista por su defensa letrada. Cuestión esta
última que, como precisa la STC 114/1997, de 16 de junio (RTC 1997, 114) , FJ 10, no corresponde examinar a este
Tribunal sino ya al órgano competente de la jurisdicción ordinaria, “que deberá decidir con libertad de criterio acerca
del fondo del asunto”» (STC 31/2017, FJ 3).
d) Con el antecedente de la STC 199/2006, de 3 de julio (RTC 2006, 199) , FFJJ 4 y 5 (entonces, inasistencia del
Fiscal a la vista de un juicio de desahucio), constatamos que cuando se trata de la intervención del Fiscal como
defensor judicial, resulta de aplicación preferente el mandato expreso y tuitivo del art. 8.2 LEC, en virtud del cual
«el proceso quedará en suspenso mientras no conste la intervención del Ministerio Fiscal», lo que trae consigo la
necesidad del órgano competente de no celebrar la vista hasta tanto se asegure dicha actuación. Añadimos que tal
solución «resulta aplicable con igual o mayor razón, dado su objeto y finalidad, a los procesos sobre capacidad civil
de las personas de los arts. 756 y siguientes LEC. La falta de contestación a la demanda de quien aparece descrito en
ella, en su calidad de demandado, como presuntamente afectado por una situación de discapacidad, y la consiguiente
designación del Fiscal como su defensor cuando aquél no ha contestado en plazo, determina el carácter necesario de
la intervención del Ministerio público no solamente a efectos de que conteste a la demanda, sino también para que
actúe en la vista del proceso. Si el Fiscal no acudiere a esta última es necesario interrumpir la sesión y fijar nueva
fecha para que se celebre la misma contando con su actuación, todo ello para evitar la indefensión del demandado.
Pero en ningún caso, la celebración de la vista sin la debida defensa técnica del demandado en ese proceso en el que
se dirime, justamente, sobre su capacidad de obrar y los importantes efectos que de ello se derivan si se acuerda una
sentencia estimatoria» (STC 31/2017, FJ 4).
3 La aplicación de la doctrina de referencia al caso concreto planteado, conduce también aquí a la apreciación de que
se han vulnerado los derechos fundamentales de don J.M.F. invocados en la demanda de amparo, teniendo en cuenta
las siguientes consideraciones:
a) Como se ha explicado en los antecedentes, una vez contestada la demanda por el Fiscal, y efectuada su designación
como defensor judicial del demandado don J.M.F. en el proceso de incapacitación núm. 493-2014, al no haber
comparecido este último con abogado y procurador, se convocó a las partes al acto de la vista para el día 9 de abril de
2015, a fin de practicar las pruebas excepto aquellas que ya se habían llevado a cabo (exploración judicial y
reconocimiento médico forense). Llegado el día, el Fiscal no acudió al acto, decidiendo la jueza celebrar la vista
aplicando el régimen general de los arts. 188 y 193 LEC (RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001, 1892) .
Prescindió así esta última de aplicar la regla especial de garantía del art. 8.2 de la misma Ley 1/2000 y la doctrina de
nuestra STC 199/2006 (RTC 2006, 199) (reiterada últimamente, se ha dicho ya, por la STC 31/2017), siempre en la
perspectiva de proteger la posición del presunto discapacitado, lo que le obligaba a suspender la vista para evitar su
indefensión, sin tener para ello que dilucidar antes si aquella ausencia respondía o no a una causa justificada. En
concreto, si se debía a la falta de personal suficiente de la Fiscalía, motivo esgrimido en el escrito de 6 de marzo de
2015, cuando ya pedía el cambio de fecha (lo que reiteró el Fiscal en recurso de reposición del 8 de abril, recibido por
el Juzgado a quo , actuando con este carácter, el día 13) o si ello se debió a otra circunstancia distinta.
b) Como se dejó indicado en la ya citada STC 31/2017, FJ 5 c), tratándose del demandado «[l]a vista del proceso de
incapacitación (en la terminología todavía en vigor de los arts. 757 , 759 y 760 de la LEC, o de modificación de
la capacidad de obrar, como la disposición final primera de la Ley 1/2009, de 25 de marzo (RCL 2009, 640) ,
exhorta al propio legislador que los denomine, sin que hasta ahora así se haya hecho) … resultaba esencial a los
efectos del ejercicio de su derecho de defensa, asumida en este caso por el Ministerio Fiscal, tanto por las pruebas que
en dicho acto se realizaron, como porque la totalidad de las obrantes en la causa resultaban objeto de una valoración
final por las partes dentro de esa misma vista, con el propósito de ilustrar al órgano judicial no solamente acerca de la
realidad material de la discapacidad, sino sobre el régimen más adecuado de asistencia para su mejor protección,
personal y patrimonial … sin que nadie por tanto haya podido abogar por que se adoptara ninguna medida o régimen
que pudiera considerarse más beneficioso para el demandado … no solamente la vista era el acto procesal útil para
ejercitar la defensa de fondo de la posición de la parte demandada, sino que no existe ningún otro trámite posterior
que pudiera compensar el perjuicio producido con su celebración inaudita parte. Tampoco, en fin …enerva la
indefensión ( art. 24.1 CE (RCL 1978, 2836) ) y pérdida del derecho a un proceso contradictorio ( art. 24.2 CE)
ocasionados … el elucubrar sobre el mayor o menor éxito de las alegaciones que podrían haberse vertido en el acto
por [el] Fiscal, cuestión que sólo le corresponde analizar al Juzgado competente, luego de permitir dicha intervención
y dictar la pertinente sentencia sobre el fondo».
Y al igual que apreciamos en el caso de la STC 31/2017, FJ 5 c), en el presente la Sección juzgadora en apelación,
«tampoco hace aplicación del art. 8.2 de la LEC ni de nuestra doctrina ( STC 199/2006 (RTC 2006, 199) )», y
minimiza la denuncia de indefensión bajo el argumento de la realidad acreditada por pruebas, de la discapacidad del
demandado,» argumento éste, por lo ya razonado, insuficiente para disculpar que no se repararan los derechos
fundamentales vulnerados a don J.M.F., que se denunciaron en la apelación».
c) La misma solución estimatoria que se acaba de explicar, sin embargo, no cabe extenderla a los derechos de defensa
( art. 24.1 CE) y a un proceso contradictorio ( art. 24.2 CE) que la demanda de amparo también pide, desde su
propia posición procesal, para el Fiscal actuante en el procedimiento de instancia.
Este último conoció con un mes de anticipación cuál era la fecha que se había señalado para la vista del juicio, sin
que se conozca con exactitud, porque no se ha explicitado en los distintos escritos procesales presentados, qué
imposibilidad tuvo ese día, fuese él u otro miembro de la Fiscalía de área de Vigo, para asistir a ese acto, aun cuando
sea notorio que dicha Fiscalía debe atender a un número relevante de órganos jurisdiccionales distintos situados en
diversas localidades. No corresponde a este Tribunal terciar en la controversia entre el órgano jurisdiccional y la
Fiscalía de área de Vigo, que debe ser resuelta, conforme a lo dispuesto en el art. 182.4.5 de la Ley de enjuiciamiento
civil, mediante la obligada coordinación de los señalamientos con el Ministerio Fiscal en aquellos procedimientos en
los que las leyes prevean su intervención; como sucede en el caso actual, en el que es clara la exigencia de que el
Fiscal esté presente en los trámites esenciales de las causas donde actúa como defensor judicial del demandado. Lo
que sí nos compete es proteger los derechos de la persona que, desde luego, no tiene responsabilidad alguna en que se
haya llegado a esa situación, y que se encuentra, como se ha constatado, en estado de indefensión.
4 Procede por todo ello estimar parcialmente la demanda de amparo que presenta el Fiscal ante este Tribunal, en
concreto en cuanto a la invocada lesión de los derechos a no padecer indefensión ( art. 24.1 CE (RCL 1978, 2836) )
y a un proceso con todas las garantías, en su vertiente de contradicción entre las partes ( art. 24.2 CE), cuyo titular es
el demandado don J.M.F., con desestimación de las demás pretensiones.
Se acuerda en su consecuencia la nulidad de las dos resoluciones impugnadas, y la retroacción del procedimiento al
momento inmediatamente anterior al de celebrarse el acto de la vista del proceso de incapacitación núm. 493-2014
del Juzgado a quo , para que ésta se lleve a cabo de manera que resulte respetuosa con los
derechos fundamentales infringidos.
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE CONFIERE
LA CONSTITUCIÓN DE LA NACIÓN ESPAÑOLA (RCL 1978, 2836) ,
Ha decidido
Estimar parcialmente el recurso de amparo interpuesto por el Fiscal ante el Tribunal Constitucional y, en su virtud:
1 Declarar que se ha vulnerado el derecho fundamental a no padecer indefensión ( art. 24.1 CE (RCL 1978, 2836) )
y a un proceso con todas las garantías ( art. 24.2 CE) de don J.M.F. en el proceso de incapacitación núm. 493-2014,
seguido ante el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción núm. 2 de Ponteareas.
2 Declarar la nulidad de la Sentencia dictada por el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción núm. 2 de Ponteareas,
el 9 de abril de 2015 (procedimiento 493-2014), y la nulidad de la Sentencia dictada por la Sección Primera de la
Audiencia Provincial de Pontevedra, el 8 de octubre de 2015 (JUR 2015, 250957) (rollo de apelación núm. 507-
2015).
3
Acordar la retroacción del procedimiento hasta el momento inmediatamente anterior al de celebrarse la vista del
proceso de incapacitación núm. 493-2014 ante el Juzgado a quo , para que ésta se lleve a cabo en términos que
resulten respetuosos con los derechos fundamentales declarados.
4 Desestimar el recurso en todo lo demás.
Publíquese esta sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid, a tres de julio de dos mil diecisiete.

PREGUNTA QUE HA DE RESPONDER EL ALUMNO


¿POR QUÉ LA INTERVENCIÓN DE ABOGADO ES UNA EXIGENCIA ESTRUCTURAL DEL PROCESO?
SILABO A DESARROLLAR POR EL PROFESOR
EL DERECHO DE DEFENSA ES UNA GARANTÍA CONSTITUCIONAL QUE SE CONVIERTE EN UNA
EXIGENCIA ESTRUCTURAL DEL PROCESO

RECURSO DE AMPARO NÚM. 5034/2004


PONENTE: DON PABLO PÉREZ TREMPS
Recurso de amparo contra Auto de 02-07-2004, del Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Cerdanyola del Vallés,
por el que se desestima el recurso de reposición interpuesto contra Auto de 19-04-2004, por el que se inadmite el
incidente de nulidad de actuaciones contra Auto de 22-09-2003, dictado en la pieza de medidas cautelares del juicio
verbal sobre alimentos y custodia de menor, por haberse celebrado la vista sin la comparecencia del demandante de
amparo tras haber solicitado asistencia jurídica gratuita. Violación de los derechos a
la defensa y asistencia de letrado y a la tutela judicial efectiva: otorgamiento de amparo .
La Sección Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, Presidente, don
Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 5034-2004, promovido por don R. K. L., representado por el Procurador de
los Tribunales don Pedro Moreno Rodríguez y bajo la dirección del Letrado don Raúl García Barroso, contra el Auto
del Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Cerdanyola del Vallés de 2 de julio de 2004, por el que se desestima el
recurso de reposición interpuesto contra el Auto de 19 de abril de 2004, por el que se inadmite el incidente de nulidad
de actuaciones contra el Auto de 22 de septiembre de 2003, dictado en la pieza de medidas cautelares del juicio verbal
núm. 643-2002. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Pablo Pérez Tremps, quien
expresa el parecer de la Sección.
I. ANTECEDENTES
1 Mediante escrito registrado en este Tribunal el 8 de febrero de 2005, el Procurador de los Tribunales don Pedro
Moreno Rodríguez, en nombre y representación de don R. K. L., y bajo la dirección del Letrado don Raúl García
Barroso, interpuso recurso de amparo contra las resoluciones mencionadas en el encabezamiento de esta Sentencia.
2 El recurso tiene su origen en los siguientes antecedentes:
a) El recurrente fue demandado en solicitud de guarda y custodia y pensión de alimentos respecto de su hijo menor,
pidiéndose la adopción de medidas cautelares mientras no recayera Sentencia, dando lugar al juicio verbal núm. 643-
2002, que fue tramitado por el Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Cerdanyola del Vallés. El 11 de junio de 2003
el recurrente fue emplazado para que compareciera en el procedimiento por medio de Procurador y con
la asistencia de Abogado y contestara por escrito a la demanda. Igualmente, en esa misma fecha fue citado para que
compareciera en la vista oral de medidas cautelares que debía celebrarse el 19 de septiembre de 2003, señalando que
debía concurrir por sí mismo asistido de Abogado y Procurador.
b) El Colegio de Abogados de Sabadell remitió al Juzgado un escrito notificando que el recurrente había solicitado el
reconocimiento del derecho a la justicia gratuita e interesando la suspensión del proceso. Por providencia de 27 de
junio de 2003 se acordó suspender el plazo para contestar a la demanda. El 30 de septiembre de 2003 se notificó al
recurrente la resolución del reconocimiento provisional del derecho a la asistencia jurídica gratuita, con la
designación, también provisional, de los profesionales del turno de oficio. El procedimiento finalizó por Sentencia de
7 de julio de 2004, que fue confirmada en apelación por Sentencia de la Sección Decimoctava de la Audiencia
Provincial de Barcelona de 22 de septiembre de 2005 [ JUR 2006, 51313] .
c) En la pieza de separada de medidas cautelares, el 19 de septiembre de 2003 se celebró la vista a la que había sido
citado el recurrente, quien no compareció, acordándose por Auto de 22 de septiembre de 2003 la adopción de diversas
medidas cautelares respecto de la guarda y custodia y la contribución por alimentos al menor. El recurrente interpuso
incidente de nulidad de actuaciones alegando que se le había causado indefensión, ya que una vez acordada la
suspensión del plazo para contestar a la demanda por estar pendiente la designación de profesionales del turno de
oficio debía haberse suspendido también la tramitación de la pieza de medidas cautelares. Por Auto de 19 de abril de
2004 se desestimó el incidente, argumentando que existía una designación de Abogado del turno de oficio el 18 de
septiembre de 2003 y que la ausencia del acto de comparecencia se debía a su exclusiva voluntad pues constaba
debidamente citado en forma. El recurrente, atendiendo a la expresa mención sobre su recurribilidad, interpuso
recurso de reposición que fue desestimado por Auto de 2 de julio de 2004, insistiendo en que no existió indefensión,
toda vez que la incomparecencia del recurrente a la vista de las medidas cautelares fue voluntaria.
3 El recurrente aduce en su demanda de amparo que se han vulnerado sus derechos a la tutela judicial efectiva (art.
24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ) y a la asistencia letrada (art. 24.2 CE), ya que el órgano judicial, a pesar de que había
suspendido el plazo para la contestación de la demanda en tanto se procedía a la designación de los profesionales del
turno de oficio, que no fue notificada al recurrente hasta el 30 de septiembre de 2003, no suspendió la vista de
medidas cautelares, en que también es preceptiva la intervención de Abogado y Procurador, que se celebró el 19 de
septiembre de 2003 sin la asistencia del recurrente, impidiendo hacer efectivo su derecho a la asistencia letrada y
causando una efectiva indefensión.
4 La Sección Segunda de este Tribunal, por providencia de 10 de enero de 2007, acordó, de conformidad con lo
dispuesto en el art. 50.3 LOTC ( RCL 1979, 2383) , conceder al recurrente y al Ministerio Fiscal el plazo común de
diez días para que alegaran respecto de la causa de inadmisión de carencia manifiesta de contenido de la demanda
(art. 50.1.c LOTC). El recurrente, mediante sendos escritos registrados el 1 de febrero y el 3 de mayo de 2007, reiteró
que concurrían las vulneraciones aducidas en su demanda. El Ministerio Fiscal, mediante sendos escritos registrados
el 2 de febrero y el 30 de abril de 2007, interesó la admisión a trámite de la demanda de amparo.
5 La Sección Segunda de este Tribunal, por providencia de 23 de julio de 2008, acordó la admisión a trámite del
recurso de amparo y dirigir comunicación al órgano judicial competente para el emplazamiento a quienes hubieran
sido parte en este procedimiento para que pudieran comparecer en el mismo.
6 La Secretaría de Justicia de la Sala Primera de este Tribunal, por diligencia de ordenación de 18 de marzo de 2009,
acordó, de conformidad con el art. 52 LOTC ( RCL 1979, 2383) , dar vista de las actuaciones al Ministerio Fiscal y
a las partes personadas por plazo común de veinte días para que presentaran las alegaciones que estimasen
pertinentes.
7 El Ministerio Fiscal, por escrito registrado el 7 de mayo de 2009, interesó que se otorgara el amparo por
vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ), en relación con el derecho a
la asistencia letrada (art. 24.2 CE), con anulación de las resoluciones impugnadas y retroacción de actuaciones al
momento de la citación para la comparecencia. A esos efectos, destaca que en el procedimiento se ha producido un
conflicto de negligencias: por un lado, la del demandado que conociendo la fecha de la comparencia no asistió a la
misma y, por otro, la del órgano judicial, que conociendo la solicitud de profesionales del turno de oficio, cuya
presencia era preceptiva en la comparecencia, no suspendió ésta a pesar de que sí había suspendido el procedimiento
principal. El Ministerio Fiscal considera que en dicho conflicto el más relevante es el del órgano judicial que no tuteló
las consecuencias de una situación de carencia de asistencia letrada que resultaba imprescindible, por lo que la
comparecencia del recurrente sin dicha asistencia lo único que hubiera motivado es el rechazo a la posibilidad de
participación.
8 El recurrente, por escrito registrado el 28 de abril de 2009, presentó alegaciones ratificándose en lo expuesto en la
demanda de amparo.
9 La Sala Primera de este Tribunal, mediante providencia de 29 de junio de 2009, al efecto previsto en el art.
52.2 LOTC ( RCL 1979, 2383) , aprecia que para la resolución de este recurso es aplicable doctrina consolidada del
Tribunal Constitucional y, en consecuencia, defiere la misma a la Sección Segunda.
10 La Presidenta del Tribunal Constitucional, en el ejercicio de las competencias que le atribuye el art. 15 LOTC
( RCL 1979, 2383) , por Acuerdo de 30 de junio de 2009, de conformidad con lo dispuesto en el Acuerdo del Pleno
del Tribunal Constitucional de 20 de enero de 2005, designó al Magistrado don Manuel Aragón Reyes para completar
la Sección Segunda.
11 Por providencia de fecha 14 de julio de 2009, se señaló para deliberación y fallo de la Sentencia el día 16 del
mismo mes y año.
II. FUNDAMENTOS JURÍDICOS
1 El objeto de este recurso es determinar si se han vulnerado al recurrente sus derechos a la tutela judicial efectiva
(art. 24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ) y a la defensa y a la asistencia letrada (art. 24.2 CE) por haberse celebrado la
vista de medidas cautelares sin su comparecencia, estando pendiente la designación de profesionales del turno de
oficio por la solicitud del derecho de asistencia jurídica gratuita, y a pesar de que el propio órgano judicial ya había
suspendido el plazo para contestar a la demanda por ese mismo motivo.
2 Este Tribunal ha reiterado que el derecho a la defensa y a la asistencia letrada (art. 24.2 CE [ RCL 1978, 2836] )
se proyecta no sólo para el proceso penal sino también para el resto de los procesos, con las salvedades oportunas, y
que su finalidad es la de asegurar la efectiva realización de los principios de igualdad de las partes y de contradicción
que impone a los órganos judiciales el deber positivo de evitar desequilibrios entre la respectiva posición procesal de
las partes, o limitaciones en la defensa que puedan inferir a alguna de ellas un resultado de indefensión, prohibido en
todo caso por el art. 24.1 CE. Del mismo modo se ha destacado que en los supuestos en que la intervención de
Letrado sea preceptiva, esta garantía constitucional se convierte en una exigencia estructural del proceso tendente a
asegurar su correcto desenvolvimiento, cuyo sentido es satisfacer el fin común a toda asistencia letrada que es el de
lograr el adecuado desarrollo del proceso como mecanismo instrumental introducido por el legislador con miras a una
dialéctica procesal efectiva que facilita al órgano judicial la búsqueda de una Sentencia ajustada a Derecho. La
conexión existente entre el derecho a la asistencia letrada y la institución misma del proceso determina incluso que la
pasividad del titular del derecho deba ser suplida por el órgano judicial para cuya propia actuación, y no sólo para el
mejor servicio de los derechos e intereses del defendido, es necesaria la asistencia del Letrado (por todas, STC
225/2007, de 22 de octubre [ RTC 2007, 225] , F. 3).
En atención a ello, este Tribunal ha considerado vulnerado el derecho a la defensa y a la asistencia letrada (art. 24.2
CE), así como a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE) en supuestos en que, siendo preceptiva la intervención de
Abogado y habiéndose solicitado su nombramiento, no se tramitó dicha solicitud ni se suspendió el procedimiento,
generando con ello una indefensión material al recurrente (así, SSTC 225/2007, de 22 de octubre, o 189/2006, de 19
de junio [ RTC 2006, 189] ).
3 En el presente caso, como se ha expuesto con más detalle en los antecedentes, en las actuaciones han quedado
acreditados los siguientes extremos: en primer lugar, que el recurrente, demandado en un juicio verbal sobre
alimentos y custodia de su hijo menor de edad, fue emplazado para que, por un lado, compareciera en el
procedimiento y contestara por escrito a la demanda y, por otro, compareciera en la vista oral de medidas cautelares.
En ambos casos se le hizo la advertencia de que tenía que comparecer asistido por Abogado y Procurador. En
segundo lugar, consta que el recurrente solicitó ante el Colegio de Abogados correspondiente el reconocimiento
del derecho a la justicia gratuita, lo que provocó que dicho Colegio solicitara del Juzgado la suspensión del proceso,
siendo acordada en relación con el trámite de contestación de la demanda. En tercer lugar, el 19 de septiembre de
2003 se celebró la vista oral sobre la adopción de medidas cautelares sin que compareciera el recurrente, a quien no
se notificó hasta el 30 de septiembre de 2003 la resolución del reconocimiento provisional del derecho a
la asistencia jurídica gratuita y la designación provisional de los profesionales del turno de oficio. Y, por último,
también queda acreditado que, tras acordarse por Auto de 22 de septiembre de 2003 la adopción de diversas medidas
cautelares, el órgano judicial desestimó el incidente de nulidad de actuaciones interpuesto con el argumento de que
existía una designación de Abogado del turno de oficio el 18 de septiembre de 2003 y que la ausencia del acto de
comparecencia se debía a su exclusiva voluntad pues constaba debidamente citado en forma.
Pues bien, partiendo de la base de que, tal como también ha destacado el Ministerio Fiscal y así se pone de manifiesto
en las actuaciones, la notificación al recurrente de la resolución del reconocimiento provisional del derecho a la
asistencia jurídica gratuita, con la designación de los profesionales del turno de oficio, se produjo el 30 de septiembre
de 2003, la decisión del órgano judicial de celebrar la vista oral sobre la adopción de medidas cautelares el 19 de
septiembre de 2003, sin la presencia del recurrente y sin que se hubiera notificado el nombramiento de profesionales
de oficio, supone la vulneración del derecho de defensa y a la asistencia letrada (art. 24.2 CE [ RCL 1978, 2836] ),
causando una efectiva indefensión (art. 24.1 CE) al recurrente.
En efecto, al órgano judicial le constaba, por un lado, que el recurrente había cursado una solicitud de reconocimiento
del derecho a la asistencia gratuita, lo que incluso había provocado que se acordara la suspensión del plazo para la
contestación de la demanda y, por otro, que para dicho acto era también preceptiva la asistencia de Abogado, tal como
se había hecho constar expresamente en la cédula de emplazamiento. En este contexto, el argumento utilizado por el
órgano judicial de que la ausencia del acto de comparecencia se debía a la exclusiva voluntad del recurrente, pues
constaba debidamente citado en forma, en nada modifica la conclusión de que se ha producido una vulneración
del derecho a la defensa y a la asistencia letrada. Como ha destacado el Ministerio Fiscal, más allá de la legítima
confianza del recurrente, lego en Derecho, en que la suspensión acordada alcanzaba también a la pieza separada de
suspensión, el hecho de la comparecencia del recurrente sin la asistencia letrada lo único que hubiera motivado es el
rechazo a su posibilidad de participación, por el carácter preceptivo de la intervención de Abogado en este acto.
4 El reconocimiento del derecho a la defensa y a la asistencia letrada del recurrente conlleva la anulación de las
resoluciones judiciales impugnadas. Sin embargo, frente a lo solicitado por el recurrente y el Ministerio Fiscal, y
como ya ha destacado en ocasiones semejantes este Tribunal (por todas, STC 70/2005, de 4 de abril [ RTC 2005,
70] , F. 5), no cabe ordenar la retroacción de actuaciones para la celebración de una nueva comparecencia sobre la
adopción de medidas cautelares, pues, como también se ha expuesto en los antecedentes, el procedimiento ya finalizó
por Sentencia de 7 de julio de 2004, que fue confirmada en apelación por Sentencia de la Sección Decimoctava de la
Audiencia Provincial de Barcelona de 22 de septiembre de 2005 ( JUR 2006, 51313) .
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE CONFIERE LA
CONSTITUCIÓN DE LA NACIÓN ESPAÑOLA,
Ha decidido
Otorgar a don R. K. L. el amparo solicitado y, en consecuencia:
1º Reconocer sus derechos a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ) y a la defensa y a la
asistencia letrada (art. 24.2 CE).
2º Declarar la nulidad de los Autos del Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Cerdanyola del Vallés de 22 de
septiembre de 2003, de 19 de abril de 2004 y de 2 de julio de 2004, dictados en la pieza de medidas cautelares del
juicio verbal núm. 643-2002
Publíquese esta Sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid, a dieciséis de julio de dos mil nueve.-Jorge Rodríguez-Zapata Pérez.-Manuel Aragón Reyes.-Pablo
Pérez Tremps.-Firmado y rubricado.

PREGUNTA QUE HA DE RESPONDER EL ALUMNO


¿POR QUÉ EL DERECHO DE DEFENSA ES UNA GARANTÍA CONSTITUCIONAL QUE SE
CONVIERTE EN UNA EXIGENCIA ESTRUCTURAL DEL PROCESO?

SILABO A DESARROLLAR POR EL PROFESOR

CARACTERÍSTICAS DEL CONTRADICTORIO COMO MANIFESTACIÓN DEL DERECHO


DE DEFENSA

RECURSO DE AMPARO NÚM. 2508/2004


PONENTE: DON ROBERTO GARCÍA-CALVO Y MONTIEL
Recurso de amparo contra Sentencia, de 24-03-2004, de la Sección Sexta de la Audiencia Provincial de Madrid,
recaida en apelación, y contra Sentencia, de 18-12-2003, del Juzgado de Instrucción núm. 10 de Madrid, dictada en
procedimiento de juicio de faltas. Vulneración del derecho fundamental a la asistencia letrada: inexistencia.
Vulneración del derecho fundamental a la defensa: existencia: otorgamiento parcial de amparo.
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas Baamonde, Presidenta, don
Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don Jorge Rodríguez-Zapata Pérez y don Manuel
Aragón Reyes, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 2508-2004, promovido por don Francisco Z. A., representado por el
Procurador de los Tribunales don Pablo José Trujillo Castellano y asistido por el Abogado don Miguel Ángel Álvarez
Marcet, contra la Sentencia núm. 180/2004 de la Sección Sexta de la Audiencia Provincial de Madrid, de fecha 24 de
marzo de 2004 ( JUR 2004, 254274) , recaída en el rollo de apelación núm. 50-2004, y contra la dictada en el día 18
de diciembre de 2003 por el Juzgado de Instrucción núm. 10 de los de Madrid, en el procedimiento de juicio de faltas
núm. 1385-2003. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Roberto García-Calvo y
Montiel, quien expresa el parecer de la Sala.
I. ANTECEDENTES
1 Mediante escrito registrado en este Tribunal el día 20 de abril de 2004, don Francisco Z. A. manifestó su intención
de interponer recurso de amparo contra las resoluciones indicadas en el encabezamiento de esta Sentencia, solicitando
a tal efecto el nombramiento de Abogado y Procurador del turno de oficio.
2 La Secretaría de Justicia de la Sección Segunda de este Tribunal dictó diligencia de ordenación el día 28 de abril de
2004 mediante la que acordó conceder plazo de diez días para que acreditara haber gozado de asistencia jurídica
gratuita en la vía judicial previa, así como que aportara copia de la Sentencia dictada en el recurso de apelación,
acreditando la fecha de su notificación.
3 El demandante presentó escrito de fecha 19 de mayo de 2004 manifestando no haber tenido asistencia jurídica
gratuita ni en el Juzgado de Instrucción ni en la Audiencia Provincial, siendo precisamente dicha falta de Abogado lo
que ha motivado su indefensión, ante lo que reiteró de nuevo su petición anterior.
4 La Secretaría de Justicia de la Sala Primera del Tribunal dictó diligencia de ordenación de 24 de mayo de 2004,
requiriendo a la Sección Sexta de la Audiencia Provincial de Madrid para que en el plazo de diez días remitiera
testimonio de la Sentencia recaída en el rollo de apelación núm. 50-2004, dimanante del juicio de faltas núm. 1385-
2003, haciendo constar la fecha de su notificación a la representación procesal del recurrente en amparo.
5 Incorporado dicho testimonio, la Secretaría dictó nueva diligencia de ordenación acordando librar despacho al
Colegio de Abogados de Madrid para que, si procedía, y a la vista de los escritos presentados por el recurrente, se
designara al citado Procurador y Letrado del turno de oficio que le representara y defendiera, respectivamente, en el
presente recurso de amparo. Y, al mismo tiempo, acordando requerir a la Sección Sexta de la Audiencia Provincial de
Madrid y Juzgado de Instrucción núm. 10 de dicha capital, para que en el plazo de diez días remitieran,
respectivamente, testimonio del rollo de apelación núm. 50-2004 y procedimiento de juicio de faltas núm. 1385-2003.
6 Recibidos despacho y testimonios, la Secretaría de Justicia dictó diligencia de ordenación de fecha 17 de
septiembre de 2004, acordando tener por recibidas las actuaciones remitidas por la Sección Sexta de la Audiencia
Provincial de Madrid y del Juzgado de Instrucción núm. 10 de los de Madrid, así como el despacho del Colegio de
Abogados de Madrid, por el que se participaba que correspondía la designación en turno de oficio al Procurador don
Pablo José Trujillo Castellano, para la representación del recurrente, y al Letrado don Miguel Ángel Álvarez Marcet,
para su defensa, a los que se tuvo por designados. En esta misma resolución se concedió, asimismo, un plazo de
veinte días a los indicados profesionales para que, a la vista de la documentación obrante en este Tribunal,
formulasen, en su caso, la correspondiente demanda de amparo; escrito procesal éste que tuvo su entrada en este
Tribunal el 20 de octubre de 2004.
7 El recurso tiene su origen en los siguientes antecedentes, que a continuación se exponen sucintamente:
a) Interpuesta denuncia contra el demandante de amparo por una supuesta agresión realizada por éste sobre la madre
de su ex mujer, el Juzgado de Instrucción núm. 10 de los de Madrid incoó procedimiento de juicio de faltas núm.
1385-2003, procediéndose al señalamiento del juicio.
b) En fecha anterior a dicho señalamiento el actor se personó en el Juzgado, solicitando que le fuera entregado
testimonio completo de las actuaciones, facilitándose en el acto la copia requerida.
c) En el acto del juicio oral el denunciado, que ejercía su autodefensa, solicitó que se le permitiera hacer preguntas a
la denunciante y hacer alegaciones, manifestando la Juez de Instrucción que no se le permitía hacer preguntas directas
a la denunciante por no comparecer asistido de Letrado. Asimismo solicitó la incorporación a las actuaciones de
determinada prueba documental, así como que fuera admitido como prueba documental y que fuera reproducido un
soporte informático que contenía, al parecer, la grabación de lo sucedido, admitiendo la Magistrada la incorporación
de la prueba documental propuesta y rechazando la petición de reproducción del soporte informático, por desconocer
su relación con los hechos.
d) Tras las alegaciones del Fiscal y del Letrado de la denunciante, fue concedida la palabra para alegaciones al
demandante, procediendo a efectuar una calificación jurídica de los hechos tras dar lectura a un escrito que llevaba
redactado, solicitando finalmente a la Magistrado que le concediese licencia para querellarse por calumnias e injurias
contra la denunciante y la representante del Ministerio Fiscal.
e) Al dar lectura al acta, el demandante solicitó que se hiciera constar que la queja que había formulado hacía
referencia a la vulneración de sus derechos constitucionales.
f) El Juzgado dictó Sentencia de fecha 18 de diciembre de 2003, condenando al demandante de amparo, como autor
de una falta de lesiones, a la pena de cuatro fines de semana de arresto y costas.
g) Con fecha 10 de enero de 2004 el demandante de amparo interpuso lo que denominó «recurso de reforma y
subsidiario de apelación» contra la Sentencia anterior, dictándose Sentencia por la Sección Sexta de la Audiencia
Provincial de Madrid de fecha 24 de marzo de 2004 ( JUR 2004, 254274) , desestimando el recurso interpuesto.
h) Notificada la Sentencia al demandante, éste presentó escrito ante la Audiencia Provincial de fecha 7 de abril de
2004 solicitando que le fueran designados Procurador y Letrado de oficio, a fin de no quedar sumido en indefensión,
dictándose por la Sala providencia de fecha 14 de abril de 2004 denegando lo solicitado, toda vez que la Ley no
exige defensa y representación en juicios de faltas en el trámite de apelación, además de que el recurso había quedado
resuelto por Sentencia de 24 de marzo anterior.
8 La demanda de amparo invoca la violación de su derecho a la autodefensa en relación con la Sentencia dictada por
el Juzgado de Instrucción y la vulneración de su derechoa la asistencia letrada en relación con esta misma resolución
y con la dictada por la Sección Sexta de la Audiencia Provincial.
En el primer caso alega el demandante que el pronunciamiento judicial no vino precedido de un debate pleno y
contradictorio sobre todos los aspectos de la denuncia y la acusación, al no haber dejado la Magistrada de instancia
que el recurrente, que ejercía su propia autodefensa, formulara preguntas a la denunciante, ni haberle advertido de
que las mismas podría realizarlas por mediación de la propia Magistrada. Por esta razón, la decisión judicial se ha
fundado en pruebas respecto de las cuales no se ha producido la debida contradicción, todo lo cual constituye una
vulneración de su derecho a la autodefensa.
De otro lado, aduce el recurrente que los invocados derechos han resultado también vulnerados al haber sido
desconocida su petición de asistencia letrada, que había efectuado alegando su carencia de medios económicos,
máxime cuando la autodefensa ejercitada se manifestó incapaz de compensar la ausencia de Abogado.
Por otrosí, solicitó la suspensión de la ejecución de la Sentencia impugnada, por entender que la ejecución causaría
un perjuicio que haría perder al amparo su finalidad.
9 La Sección Segunda de este Tribunal acordó, por medio de providencia de 27 de diciembre de 2005, la admisión a
trámite de la demanda de amparo y, a tenor de lo previsto en el art. 51 LOTC ( RCL 1979, 2383) , dirigir atenta
comunicación al Juzgado de Instrucción núm. 10 de los de Madrid para que emplazara a quienes hubieran sido parte
en ese procedimiento para comparecer en este proceso constitucional.
Con la misma fecha se dictó providencia incoando la pieza separada de suspensión en la que, tras las diligencias
procedentes, se dictó Auto, de fecha 27 de febrero de 2006 ( JUR 2006, 116566) , acordando la suspensión de la
ejecución de las Sentencias dictadas por la Sección Sexta de la Audiencia Provincial de Madrid de 24 de marzo de
2004 ( JUR 2004, 254274) , y del Juzgado de Instrucción núm. 10 de los de Madrid de 18 de diciembre de 2003,
exclusivamente en lo relativo a la condena al recurrente a la pena de cuatro fines de semana de arresto.
10 Seguidamente, por diligencia de ordenación de 15 de julio de 2005, se dispuso dar vista de las actuaciones y un
plazo común de veinte días para alegaciones al Ministerio Fiscal y a las partes personadas.
11 La representación procesal del demandante de amparo presentó sus alegaciones ante el Registro de este Tribunal el
día 12 de mayo de 2006, en las que reitera y ratifica las alegaciones ya contenidas en la demanda.
12 El Ministerio Fiscal, en escrito registrado el 25 de mayo de 2006, presentó alegaciones solicitando la denegación
del amparo solicitado.
Con respecto al primer punto alega el Fiscal que parece se está invocando el derecho a la prueba, o acaso el derecho a
un proceso con todas las garantías o el derecho de defensa (art. 24.2 CE [ RCL 1978, 2836] ). Sin embargo, en
relación con el derecho a la prueba, no se cumple ninguna de las exigencias requeridas por la doctrina constitucional
para admitir la violación de este derecho y, en lo atinente al derecho a un proceso equitativo, ha sido respetado por el
Juzgado de Instrucción al tiempo de la celebración del juicio de faltas. Ello es así porque, a la vista del contenido del
acta del juicio y de las resoluciones impugnadas, el modo de conducir el interesado su propia defensa obliga a
desterrar cualquier hipótesis de indefensión, ya que revela un actuar indiligente que no le puede ser excusado por el
mero hecho de su falta de pericia en materia jurídica. Y es que, en este caso, tras serle comunicado al demandante por
la Magistrada que no podía formular preguntas directas por no estar asistido de Letrado, no sólo no pidió a aquélla
que por su intermediación se efectuaran las preguntas requeridas, o bien que se hicieran constar en el acta cuáles
serían las que habría dirigido a la denunciante, sino que, como presupuesto previo, no interesó del juzgador cuál sería
el modo de plantear indirectamente dichas preguntas. Tampoco puede sostenerse que la falta de Letrado constituyera
la base de la supuesta indefensión que denuncia, pues la multiplicidad de recursos de los que hizo gala en la vista oral
imposibilitaban racionalmente a la Magistrada para llevarle a considerar que en el juicio se daba una situación de
desigualdad o desequilibrio entre la defensa legal y la defensa técnica del denunciante. Fue por tanto su culpable
indiligencia la única responsable de que no se efectuaran durante la vista oral las preguntas que pretendía dirigir a la
denunciante, empleando para ello la intermediación de la propia Magistrada, tras comunicarle ésta que directamente
no podía formularlas.
Desde la perspectiva del derecho a la prueba, tampoco puede sostenerse que los órganos judiciales hubieran
rechazado su práctica sin motivación, o con una motivación incongruente, arbitraria o irrazonable, puesto que en el
juicio se denegó la formulación directa de preguntas a la denunciante con base en el hecho de no acudir con Letradoy
en evitación de la posible alteración del orden, dado el comportamiento manifiestamente hostil y reivindicativo que
exhibió en todo momento el denunciado; con respecto al soporte informático, no se permitió su reproducción al
desconocerse su contenido y si éste guardaba relación alguna con los hechos; y, finalmente, en relación con las
restantes pruebas, su admisión no hubiera tenido influencia alguna en el resultado del fallo.
En cuanto al motivo atinente a la falta de asistencia letrada, tanto en la instancia como en la apelación, cierto es que el
hecho de que la intervención de Letrado no sea preceptiva en un proceso determinado con arreglo a las normas
procesales no priva al justiciable del derecho a la defensa y a la asistencia letrada que le reconoce el art. 24.2 CE. Sin
embargo, por lo que se refiere al caso presente, durante la celebración del juicio oral en la instancia, el recurrente no
solicitó en momento alguno le fuera designado Letrado del turno de oficio, ni tampoco la Magistrada estimó
procedente su nombramiento, al no considerar la existencia de desequilibrio alguno entre las partes procesales. En la
segunda instancia, la cuestión aparece aún con mayor claridad, pues el denominado «recuso de reforma y subsidiario
de apelación» que presentó contra la Sentencia del Juzgado de Instrucción compone un complejo conglomerado de
todo tipo de argumentaciones de carácter jurídico que permiten descartar la hipótesis de una indefensión padecida por
la dificultad de plantear ante los órganos judiciales cuantas pretensiones se hubieran estimado procedentes.
Al margen de ello, la petición de Letrado de oficio que se esgrime también por el recurrente como muestra de la
lesión de su derecho, afirmando no haber obtenido respuesta de la Audiencia Provincial, resulta una alegación
gratuita y alejada absolutamente de la verdad, pues dicha petición se planteó en fecha 7 de abril de 2004, y por tanto
con posterioridad a que se dictara la Sentencia de apelación, cuyo contenido el actor pretendía combatir, ignorando el
significado de la preclusión de los trámites procesales, como si al resultarle adversa una resolución judicial, la
Audiencia Provincial hubiera debido anularla y conceder al recurrente una suerte de «segunda oportunidad» en la que
acudir ya con la asistencia de un Letrado. No obstante, y a los efectos del derecho a la tutela judicial efectiva, ha de
añadirse que tan peregrina solicitud fue debidamente contestada, mediante providencia de fecha 14 de abril de 2004,
en la que se le daba adecuada respuesta a lo pedido.
13 Por providencia de 22 de marzo de 2007 se señaló para deliberación y votación de la presente Sentencia el día 27
de dicho mes y año.
II. FUNDAMENTOS JURÍDICOS
1 El problema jurídico central que plantea este proceso constitucional de amparo consiste en determinar si la
Sentencia de fecha 18 de diciembre de 2003, dictada por el Juzgado de Instrucción núm. 10 de los de Madrid, y la
Sentencia dictada en apelación por la Sección Sexta de la Audiencia Provincial de Madrid, resultan contrarias al
derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ), en relación con los derechos fundamentales a
la autodefensa y a la asistencia letrada del demandante de amparo (art. 24.2 CE).
La parte demandante de amparo estima que se ha producido una lesión de los derechos fundamentales indicados,
indicando que la decisión judicial de primera instancia se ha fundado en pruebas respecto de las cuales no se ha
producido la debida contradicción al no haber permitido la Juez de Instrucción que el recurrente, que ejercía su propia
autodefensa, formulara preguntas a la denunciante, ni haberle advertido de que las mismas podría realizarlas por
mediación de la propia Magistrada. De otro lado, alega el recurrente que los invocados derechos han resultado
también vulnerados al haber sido desconocida su petición de asistencia letrada, que había efectuado alegando su
carencia de medios económicos, máxime cuando la autodefensa ejercitada se manifestó incapaz de compensar la
ausencia de Abogado. No comparte esta tesis el Ministerio Fiscal, que interesa de este Tribunal la desestimación del
amparo solicitado
2 Alega el demandante, en primer lugar, la violación del derecho a la tutela judicial efectiva por cuanto durante el
acto del juicio oral, en el que compareció como denunciado y optó por la autodefensa, se le impidió ejercer la misma,
en cuanto ni le fue permitido interrogar a la parte denunciante ni le fueron admitidas las pruebas que propuso.
Este Tribunal ha declarado en numerosas ocasiones que el derecho fundamental a obtener la tutela judicial efectiva,
reconocido en el art. 24.1 CE ( RCL 1978, 2836) , comporta la exigencia de que en ningún momento pueda
producirse indefensión, lo que, puesto en relación con el reconocimiento del derecho de defensa, en el apartado 2 del
mismo precepto constitucional, cuya violación denuncia el demandante de amparo, significa que en todo proceso
judicial debe respetarse el derecho de defensa contradictoria de las partes contendientes ( STC 143/2001, de 18 de
junio [ RTC 2001, 143] , F. 3). Esta exigencia requiere del órgano jurisdiccional un indudable esfuerzo a fin de
preservar los derechos de defensa en un proceso con todas las garantías, ofreciendo a las partes contendientes el
derecho de defensa contradictoria, mediante la oportunidad de alegar y probar procesalmente sus derechos o intereses
( SSTC 25/1997, de 11 de febrero [ RTC 1997, 25] , F. 2; 102/1998, de 18 de mayo [ RTC 1998, 102] , F.
2; 18/1999, de 22 de febrero [ RTC 1999, 18] , F. 3; 109/2002, de 6 de mayo [ RTC 2002, 109] , F. 2). Y ello ha de
garantizarse en todo proceso judicial, también en el juicio de faltas ( SSTC 54/1985, de 18 de abril [ RTC 1985,
54] , y 225/1988, de 28 de noviembre [ RTC 1988, 225] ), tanto cuando las partes comparezcan por sí mismas
(autodefensa), como cuando lo hagan con la asistencia de Letrado, si optaren por esta posibilidad, o la misma fuere
legalmente impuesta ( SSTC 12/2006, de 16 de enero [ RTC 2006, 12] , F. 3; 93/2005, de 18 de abril [ RTC 2005,
93] , F. 3; 143/2001, de 18 de junio [ RTC 2001, 143] , F. 3; y 29/1995, de 6 de febrero [ RTC 1995, 29] , F. 3).
De modo más concreto, hemos afirmado que precisamente la preservación de los derechos fundamentales y, en
especial, la regla o principio de interdicción de indefensión «reclaman un cuidadoso esfuerzo del órgano
jurisdiccional por garantizar la plena efectividad de los derechos de defensa de ambas partes ( STC 226/1988, de 28
de noviembre [ RTC 1988, 226] ), por lo que corresponde a los órganos judiciales velar porque en las distintas fases
de todo proceso se dé la necesaria contradicción entre las partes que posean estas idénticas posibilidades de alegación
y prueba y, en definitiva, que ejerciten su derecho de defensa en cada una de las instancias que lo componen. Este
deber se agudiza, desde luego, en el proceso penal, dada la trascendencia de los intereses en juego ( SSTC 41/1997,
de 10 de marzo [ RTC 1997, 41] ; 102/1998, de 8 de junio [ RTC 1998, 102] ; y 91/2000, de 4 de mayo [ RTC
2000, 91] ), de forma que, aun en el caso de falta de previsión legal, no queda liberado el órgano judicial, e incluso al
propio Ministerio público, "de velar por el respeto del derecho de defensa del imputado, más allá del mero respeto
formal de las reglas procesales" ( STC 112/1989, de 19 de junio [ RTC 1989, 112] ). Específica manifestación del
derecho de defensa son las facultades de alegar, probar e intervenir en la prueba ajena para controlar su correcta
práctica y contradecirla (por todas, SSTC 176/1988, de 4 de octubre [ RTC 1988, 176] ; 122/1995, de 18 de julio
[ RTC 1995, 122] ; y 76/1999, de 26 de abril [ RTC 1999, 76] ), y muy concretamente la de "interrogar o hacer
interrogar a los testigos que declaren contra él", facultad ésta que el art. 6.3 d) del Convenio Europeo de Derechos
Humanos ( RCL 1999, 1190, 1572) reconoce a todo acusado como regla general entre sus mínimos derechos; y de
un tenor similar es el art. 14.3 e) del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos ( RCL 1977, 893) ( SSTC
10/1992, de 16 de enero [ RTC 1992, 10] , y 64/1994, de 28 de febrero [ RTC 1994, 64] )» ( STC 12/2006, de 16
de enero [ RTC 2006, 12] , F. 3).
«La posibilidad de contradicción es, por tanto, una de las "reglas esenciales del desarrollo del proceso" ( SSTC
41/1997 [ RTC 1997, 41] , 218/1997, de 4 de diciembre [ RTC 1997, 218] , 138/1999, de 22 de julio [ RTC 1999,
138] , y 91/2000 [ RTC 2000, 91] ), sin cuya concurrencia, debemos reiterar, la idea de juicio justo es una simple
quimera. Se trata de un derecho formal ( STC 144/1997, de 15 de septiembre [ RTC 1997, 144] ) cuyo
reconocimiento no depende de la calidad de la defensa que se hubiera llegado a ejercer ( STC 26/1999, de 8 de
marzo [ RTC 1999, 26] ), de manera que puede afirmarse que ningún pronunciamiento fáctico o jurídico puede
hacerse en el proceso penal si no ha venido precedido de la posibilidad de contradicción sobre su contenido, pues,
como hemos señalado en anteriores ocasiones: "el derecho a ser oído en juicio en defensa de los propios derechos e
intereses es garantía demasiado esencial del Estado de Derecho como para matizarlo o ponerle adjetivos" (STC
144/1997, de 15 de septiembre)» ( SSTC 12/2006, de 16 de enero [ RTC 2006, 12] , F. 3; 93/2005, de 18 de abril
[ RTC 2005, 93] , F. 3; y 143/2001, de 18 de junio [ RTC 2001, 143] , F. 3).
3 La aplicación de las anteriores precisiones al supuesto que analizamos lleva directamente a la estimación del
amparo solicitado, en razón de la limitada, insuficiente y desigual intervención que se dio al demandante en el juicio
de faltas en el que estaba ejerciendo su derecho a la autodefensa, y ello pese a que expresó reiteradamente su voluntad
de interrogar a la denunciante para contradecir su testimonio, que resultó al cabo, como se desprende de la simple
lectura de la Sentencia dictada por la Juez de Instrucción, la prueba de cargo esencial para sustentar la condena.
Aunque la Audiencia Provincial argumenta que el demandante no estuvo indefenso porque, aunque se le prohibió
interrogar a la denunciante no consta que no se le permitiera formular preguntas pertinentes a través de la Magistrada
que dirigía los debates, lo cierto es que la simple lectura del acta de la vista oral pone de relieve que pese a que lo
solicitó expresa e insistentemente, al recurrente se le prohibió interrogar a la denunciante con el único argumento de
que no compareció asistido de Letrado. De otro lado, siendo cierto que no consta que se le prohibiera formular
preguntas a través de la Magistrada, lo verdaderamente relevante es que ésta debía haber velado por el respeto
del derecho de defensa del imputado, ofreciéndole expresamente tal posibilidad de modo que hubieran quedado
salvaguardados el principio de contradicción y el derecho de defensa. No consta, sin embargo, que tal posibilidad
fuera ofertada al demandante de amparo, ni que la Audiencia Provincial abordara el problema que le fue planteado
desde esta perspectiva, sino desde un enfoque puramente rituario y formalista.
De este modo, es claro que el pronunciamiento judicial condenatorio no ha venido precedido de un debate pleno y
contradictorio sobre todos los aspectos de la denuncia y de la acusación, y se ha fundado en pruebas respecto de las
cuales no se ha producido la debida contradicción. El Juzgado primero, y la Audiencia Provincial posteriormente,
fundamentaron su fallo condenatorio precisamente en pruebas de cargo (el testimonio de la denunciante), en cuya
práctica se impidió tomar parte al demandante, produciendo una limitación de los derechos de defensa de la parte en
un proceso con todas las garantías, limitación proscrita en el art. 24.2 CE ( RCL 1978, 2836) , todo lo cual conduce
a la estimación de este primer motivo de amparo.
4 La conclusión es distinta, sin embargo, en relación con la vulneración del derecho de defensa por falta
de asistencia letrada, que se imputa tanto a la Sentencia dictada por el Juzgado de Instrucción como a la dictada por la
Audiencia Provincial.
En los supuestos en que la intervención de Letrado no sea legalmente preceptiva la garantía de la asistencia letrada no
decae como derecho fundamental de la parte procesal. A este respecto ha de tenerse en cuenta que el hecho de poder
comparecer personalmente ante el Juez o Tribunal no obliga a las partes a actuar personalmente, sino que les faculta
para elegir entre la autodefensa o la defensa técnica, dejándose a su libre disposición la opción por una u otra
(así, SSTC 199/2003, de 10 de noviembre [ RTC 2003, 199] , F. 5; 215/2002, de 25 de noviembre [ RTC 2002,
215] , F. 4; y 222/2002, de 25 de noviembre [ RTC 2002, 222] , F. 2).
Este derecho constitucional a la asistencia letrada –en los casos en que la intervención de Abogado no sea legalmente
preceptiva, especialmente si afecta a procedimientos penales– exige que, cuando se opte por la defensa técnica de un
Abogado de oficio por carencia de medios económicos y se ponga de manifiesto esa circunstancia con las debidas
formalidades legales ante el órgano judicial, éste se pronuncie expresamente sobre su pertinencia, ponderando si los
intereses de la justicia así lo exigen. Para ello debe atender el órgano judicial a las concretas circunstancias del caso,
con especial atención a la mayor o menor complejidad del debate procesal, a la cultura y conocimientos jurídicos del
solicitante [ STC 233/1998, de 1 de diciembre ( RTC 1998, 233) , F. 3 b)] y a si la contraparte cuenta con una
asistencia técnica de la que pueda deducirse una situación de desigualdad procesal ( STC 22/2001, de 29 de enero
[ RTC 2001, 22] , F. 4). Y todo ello porque, como ha sido reiterado, los órganos judiciales tienen la función de
asegurar la efectiva realización de los principios de igualdad de las partes y de contradicción, lo que les impone el
deber positivo de evitar desequilibrios entre la respectiva posición procesal de las partes o limitaciones en la defensa
que puedan causar a alguna de ellas resultado de indefensión ( STC 199/2003, de 10 de noviembre [ RTC 2003,
199] , que cita, a su vez las SSTC 38/2003, de 27 de febrero [ RTC 2003, 38] , F. 5; 47/1987, de 22 de abril [ RTC
1987, 47] , F. 2, y 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC 1998, 233] , F. 3).
En estos casos, indicábamos en la citada STC 199/2003 ( RTC 2003, 199) , F. 5, «la exigencia de que el interesado
solicite formalmente ante el órgano judicial la designación de Letrado de oficio ( SSTC 22/2001, de 29 de enero
[ RTC 2001, 22] , F. 2, y 145/2002, de 15 de julio [ RTC 2002, 145] , F. 3) se deriva de que lógicamente –si el
contenido de este derecho se concreta en la posibilidad de optar por la autodefensa o por la asistencia técnica– sólo a
través de la emisión expresa de su voluntad de ser asistido de Letrado podrá el órgano judicial proceder a su
designación. Esta solicitud, además, debe realizarse por el interesado lo más tempranamente que pueda con el fin de
evitar en la medida de lo posible la suspensión de actos judiciales, que implicaría la afectación a otros intereses
constitucionalmente relevantes, principalmente el derecho a un procedimiento sin dilaciones indebidas del resto de
partes procesales ( SSTC 47/1987, de 22 de abril [ RTC 1987, 47] , F. 3; 216/1988, de 14 de noviembre [ RTC
1988, 216] , F. 3); todo ello sin olvidar, tanto la incidencia negativa que pueda tener en el deber de colaboración con
la Administración de Justicia de otros participantes en dichos actos, como testigos y peritos, por las molestias
innecesariamente causadas con sus desplazamientos a los Juzgados para actos que sean finalmente suspendidos,
cuanto criterios de eficiencia en el gasto público y en la organización judicial, por la inversión de medios económicos
y personales de la Administración de Justicia en la celebración de actos procesales fallidos».
En el supuesto que ahora analizamos, como el Fiscal pone de relieve, el demandante no solicitó ni hizo en ningún
momento manifestación alguna relativa a la designación de Letrado de oficio a lo largo de todo el proceso, ni en la
primera ni en la segunda instancia, por lo que la ausencia de intervención de Letrado de oficio que defendiera al
recurrente fue debida únicamente a su propia falta de diligencia. De hecho, únicamente se dirigió al órgano judicial de
apelación solicitando la designación de profesionales de oficio una vez ya terminado el proceso penal. Y el
demandante recibió una respuesta razonable y razonada sobre este particular, que se pronunció precisamente sobre el
contenido esencial del derecho a la asistencia letrada en supuestos como el presente, en que la intervención de
Abogado no es preceptiva: la Sala ponderó en el caso concreto, en atención a las circunstancias concurrentes, que el
interés de la justicia no exigía dicha designación, habida cuenta que el proceso penal ya había finalizado. No hubo,
pues, vulneración del derecho a la asistencia letrada ni, en cuanto a la respuesta judicial recibida, del derecho a la
tutela judicial efectiva, por lo que este motivo del recurso, al contrario que el anterior, debe ser desestimado.
5 Puesto que en el presente caso la estimación del amparo se fundamenta en el quebrantamiento de garantías
procesales esenciales de una de las partes, ello ha de conducir a la anulación de las Sentencias recurridas y a la
retroacción de las actuaciones judiciales al momento del juicio oral, éste incluido, para que, con respeto del derecho a
la autodefensa, se celebre nueva vista por los hechos comprendidos en la denuncia interpuesta por el solicitante de
amparo, de modo que pueda dictarse por el Juzgado otra sentencia acorde con la citada garantía
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE CONFIERE LA
CONSTITUCIÓN DE LA NACIÓN ESPAÑOLA,
Ha decidido
Otorgar parcialmente el amparo solicitado por Francisco Z. A. y, en su virtud:
1º Reconocer su derecho de defensa (art. 24.2 CE [ RCL 1978, 2836] ).
2º Anular la Sentencia del Juzgado de Instrucción núm. 10 de los de Madrid, de fecha 18 de diciembre de 2003
dictada en el juicio de faltas núm. 1385-2003, y la Sentencia de la Sección Sexta de la Audiencia Provincial de
Madrid, de fecha 24 de marzo de 2004 ( JUR 2004, 254274) , dictada en el rollo de apelación núm. 50-2004.
3º Retrotraer las actuaciones al momento del juicio oral, éste incluido, a fin de que se celebre nueva vista por los
hechos comprendidos en la denuncia interpuesta por el solicitante de amparo, de modo que pueda dictarse por el
Juzgado nueva Sentencia respetuosa con el derecho fundamental reconocido.
Publíquese esta Sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid, a veintisiete de marzo de dos mil siete.–María Emilia Casas Baamonde.–Javier Delgado Barrio.–
Roberto García-Calvo y Montiel.–Jorge Rodríguez-Zapata Pérez.–Manuel Aragón Reyes.–Firmado y rubricado.

PREGUNTA QUE HA DE RESPONDER EL ALUMNO


¿CÓMO SE HA DE CONSIDERAR EL CONTRADICTORIO?
SIN CONTRADICTORIO EL PROCESO ¿QUÉ ES?
EL RECONOCIMIENTO DEL CONTRADICTORIO ¿DE QUE NO DEPENDE
NINGÚN PRONUNCIAMIENTO DEL JUEZ PUEDE SER REALIZADO SI NO LE HA PRECEDIDO
¿QUÉ?

SILABO A DESARROLLAR POR EL PROFESOR


EL DERECHO DE CONTRADECIR REGLA BÁSICA DEL PROCESO Y DEL DERECHO DE
DEFENSA

RECURSO DE AMPARO NÚM. 1888/2000


PONENTE: DON ROBERTO GARCÍA-CALVO Y MONTIEL

Voto particular formulado por el Magistrado don Jorge R.-Zapata.


Recurso de amparo contra Sentencia de 29-07-1998, dictada por la Sección Primera de la Sala de lo Penal de la
Audiencia Nacional y contra Sentencia de 03-03-2000, dictada por la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, que
confirmó en casación la anterior, en virtud de las cuales el recurrente fue condenado como autor de un delito contra la
salud pública por tráfico de sustancia que causa grave daño a la salud en cantidad de notoria importancia. Vulneración
de los derechos fundamentales a la defensa y a la presunción de inocencia: existencia: otorgamiento de amparo.
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas Baamonde, Presidenta, don
Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón
Reyes y don Pablo Pérez Tremps, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 1888/2000, promovido por don José Manuel P. B., representado por el
Procurador de los Tribunales don Santiago Tesorero Díaz y asistido por la Abogada doña Victoria Guerra Gaspar,
contra la Sentencia núm. 53/1998, de 29 de julio de 1998, dictada por la Sección Primera de la Sala de lo Penal de la
Audiencia Nacional en el rollo núm. 13/94, sumario núm. 13/94 del Juzgado Central de Instrucción número 1, y
contra la Sentencia núm. 279/2000, de 3 de marzo de 2000 ( RJ 2000, 1112) , dictada por la Sala de lo Penal del
Tribunal Supremo, en el recurso de casación núm. 258/99. Ha intervenido el Ministerio Fiscal y han sido partes don
Jesús Miguel C. O., representado por el Procurador de los Tribunales don Carlos Ibáñez de la Cadiniere con la
asistencia del Abogado don Manuel María Salgado Cobo; don Manuel S. P., representado por la Procuradora de los
Tribunales doña Esther R. P. y asistido jurídicamente por el Abogado don Jaime Sanz de Bremond y Mayans; y don
José Luis C. G., representado por el Procurador de los Tribunales don Argimiro Vázquez Guillén y dirigido por el
Abogado don Fernando Muñoz Pérez. Ha sido Ponente el Magistrado don Roberto García-Calvo y Montiel, quien
expresa el parecer de la Sala.
I. ANTECEDENTES
1 Mediante escrito presentado en el Registro General de este Tribunal el día 31 de marzo de 2000, don Santiago
Tesorero Díaz, Procurador de los Tribunales, en nombre y representación de don José Manuel P. B., interpuso recurso
de amparo contra las resoluciones judiciales a las que se ha hecho mención en el encabezamiento de esta Sentencia.
2 El recurso tiene su origen en los siguientes antecedentes, que a continuación se exponen sucintamente:
a) El Juzgado Central de Instrucción núm. 1 incoó sumario núm. 13/94, por delito contra la salud pública contra, entre
otros, el demandante de amparo. Concluida la instrucción sumarial y celebrado el juicio oral, se dictó Sentencia por la
Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, de fecha 29 de julio de 1998, en el rollo 13/94, por
la que se condenó al solicitante de amparo (entre otras personas), como autor responsable de un delito contra la salud
pública (sustancias que causan grave daño a la salud), agravado por cantidad de notoria importancia, a las penas de
ocho años y un día de prisión y multa de ciento diez millones de pesetas, con suspensión de todo cargo público,
profesión, oficio y derecho de sufragio durante el tiempo de la condena.
b) En lo que ahora interesa, la Sentencia declara probado que uno de los condenados entró en contacto con un tercero
(don Manuel B. T.) con el propósito de llevar a cabo una operación de introducción de cocaína en España traída de
Colombia, por medio de una nave. En las diversas reuniones preparatorias estuvo presente otro procesado, don Daniel
B. C. Esta embarcación fue desviada por razones técnicas hacia Cabo Verde, saliendo a su encuentro una embarcación
a la que transbordó la sustancia, que a su vez la transbordó a una tercera nave, ya en aguas portuguesas. Entre los
tripulantes de esta última nave estaba el demandante de amparo, quien entregó aquella mercancía a otra persona
encargada de supervisar el desembarco y traslado por carretera a España.
La Sentencia sustentó la condena del demandante de amparo en la circunstancia de que formó parte de la tripulación
de la tercera nave que recibió y cargó la cocaína procedente de la otra embarcación, ocupándose de su desembarco e
introducción en Portugal. Para ello, la Audiencia Nacional se basó en las declaraciones sumariales de un procesado
«arrepentido» (don Daniel B. C., hijo de don Manuel B. T.), conocido también de los otros coprocesados, que relató
durante el plenario la presencia en la embarcación del solicitante de amparo y reconociéndole en la misma Sala.
Asimismo, se reproducen en la Sentencia las declaraciones sumariales de don Manuel B. T. (que había fallecido
asesinado al tiempo del plenario) en las que señala al recurrente como aquel a quien hizo entrega de la cocaína en la
tercera embarcación. Añadió la Audiencia que consideró directo el testimonio del Sr. B. T., ya que él iba a bordo de la
nave que transbordó la droga a aquella en la que estaba el demandante de amparo, y vio a este último.
La Audiencia recuerda en el fundamento de derecho noveno de su Sentencia que ese testimonio del fallecido, que
tuvo por directo y principal, se trae a colación como prueba de cargo y así se valora, en tanto se ha sometido a los
principios y garantías del art. 730 LECrim ( LEG 1882, 16) , tal y como desarrolló con mayor precisión en los
fundamentos tercero (en el que se examinan las declaraciones autoinculpatorias e inculpatorias de otros coprocesados
del arrepentido, y la propia figura del arrepentido en el proceso penal), cuarto (entrando a valorar la prueba
consistente en esas declaraciones del procesado arrepentido, trayendo a colación la aplicación a estos casos de la
doctrina del Tribunal Supremo sobre el valor de las declaraciones de coimputados y aplicación del art. 714 LECrim),
y quinto (donde se examinaron las declaraciones sumariales del fallecido Sr. B. T., señalando que su declaración se
prestó con todas las garantías, y se dieron lectura de las mismas en el plenario). Por su parte, en el fundamento de
derecho decimoprimero se hacía referencia al arrepentido, haciendo constar, de un lado, que reconoció los hechos que
se le imputaban y confesó su participación en los mismos «y la de otros»; y, por otro lado, su negativa a contestar a
las preguntas de la defensa, sostuvo la Audiencia Nacional, está amparada por su derecho constitucional a no declarar
(art. 24.2 CE [ RCL 1978, 2836] en relación con el art. 520.2.a LECrim).
c) El demandante de amparo interpuso recurso de casación contra dicha Sentencia, como también hicieron otros
condenados por la misma. Los recursos fueron resueltos por la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo
mediante Sentencia de fecha 3 de marzo de 2000 ( RJ 2000, 1112) , desestimando dicho recurso en lo que al
solicitante de amparo se refiere.
En lo que ahora interesa, en la Sentencia de casación se afirma con toda claridad que las declaraciones del arrepentido
se prestaron sin haberse respetado el derecho de los procesados a interrogar a los testigos, celebrándose la prueba de
este testigo de cargo desconociendo el derecho de los recurrentes a que tuviere lugar «de acuerdo con el principio de
contradicción». Sin embargo, el Tribunal Supremo considera que, «con absoluta abstracción de lo que se hubiese
podido deducir de la declaración del procesado arrepentido, el Tribunal de instancia tuvo a su alcance una actividad
probatoria lícitamente realizada de la que pudo fundar de modo no arbitrario ni irrazonable, mediante un proceso
lógico que esta Sala no está en condiciones de censurar, el convencimiento de que este recurrente [el demandante de
amparo] participó en la operación de tráfico enjuiciada». Tales pruebas son, en primer lugar, la declaración del
fallecido Manuel B. T. que, a juicio de la Sala, reúne todos los requisitos necesarios para que pudiese ser valorada por
el Tribunal de instancia y, en segundo lugar, otros hechos, «plenamente acreditados o fácilmente presumibles», que
igualmente pudo tener en cuenta para contrastar su veracidad: «la realidad del viaje de la motonave Del Sur desde
Colombia, con un importante cargamento de cocaína, la avería en las máquinas que obligó a dejar la motonave en
Cabo Verde y a transbordar la droga a otro barco, la evidente necesidad en que se encontraban los tripulantes de este
segundo buque de llevar a tierra la mercancía en uno más pequeño y menos expuesto a levantar sospechas en las
autoridades o funcionarios portugueses, etc.».
3 La demanda de amparo alega la vulneración del derecho a un proceso judicial con todas las garantías (art. 24.2 CE
[ RCL 1978, 2836] ), y del derecho a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE). Ambas invocaciones se refieren, de
una parte, a la irregular prueba anticipada consistente en la lectura de las declaraciones del fallecido Sr. B. T., y, de
otra, a la imposibilidad de tener por prueba de cargo las vertidas en el juicio oral por su hijo, Sr. B. C. Respecto de las
primeras, sostiene el recurrente que dichas declaraciones se prestaron dos años antes del juicio oral donde se les dio
lectura, y en un sumario distinto (el sumario núm. 15/92, instruido por el Juzgado Central de Instrucción núm. 5), sin
que, ni en aquella ocasión ni cuando se aportaron al sumario núm. 13/94, del que trajeron causa las Sentencias que se
recurren en amparo, se diera a la defensa oportunidad de someterlas a contradicción. En lo que hace a la segunda, el
propio Tribunal Supremo ha reconocido su invalidez como prueba al no haberse practicado con respeto al principio
de contradicción, ya que el Sr. B. C. se negó a contestar a las preguntas de la defensa del recurrente.
4 La Sección Segunda de este Tribunal acordó, por providencia de 29 de enero de 2001, la admisión a trámite de la
demanda de amparo y, al tenor de lo previsto en el art. 51 LOTC ( RCL 1979, 2383) , dirigir atenta comunicación a
la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo y a la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional para la remisión de
actuaciones y emplazamiento a quienes hubieran sido parte en este procedimiento para comparecer en el mismo.
Mediante escrito que tuvo su entrada en este Tribunal el 16 de febrero de 2001, el Procurador de los Tribunales don
Carlos Ibáñez de la Cadiniere, en nombre y representación de don Jesús Miguel C. O., con la asistencia del Abogado
don Manuel María Salgado Cobo, se personó en el proceso de amparo. También lo hizo, mediante escrito registrado
el 23 de febrero de 2001, don Manuel S. P., representado por la Procuradora de los Tribunales doña Esther R. P. y
asistido por el Abogado don Jaime Sanz de Bremond y Mayans. En fecha 28 de febrero de 2001, quedó registrado en
este Tribunal el escrito de personación de don José Luis C. G., representado por el Procurador de los Tribunales don
Argimiro Vázquez Guillén y dirigido por el Abogado don Fernando Muñoz Pérez.
5 Seguidamente, por diligencia de ordenación de 21 de marzo de 2001, la Sección Segunda acordó tener por
personado a los indicados Procuradores en la representación invocada y, por su parte, a tenor de lo dispuesto en el art.
52 LOTC ( RCL 1979, 2383) , acordó dar vista de las actuaciones y un plazo común de veinte días para alegaciones
al Ministerio Fiscal y a las partes personadas.
6 El Ministerio Fiscal, en escrito registrado el 20 de abril de 2001, presenta también alegaciones en las que solicita la
desestimación de la demanda de amparo.
Aduce el Fiscal que la cuestión planteada en la demanda de amparo se centra en la validez, como prueba de cargo, de
la declaración sumarial del fallecido Manuel B. T., traída al juicio mediante su lectura en el momento de la prueba
documental. Tales declaraciones, afirma el Fiscal, fueron propuestas en el escrito de acusación del Ministerio Fiscal
en la prueba documental, y fueron leídas en el acto del juicio oral a instancia del propio Ministerio público, sin que
ninguna de las defensas pusiera óbice ni manifestara su protesta. En sus respectivos informes las defensas pudieron
exponer los argumentos que estimasen convenientes para menoscabar la credibilidad de Manuel B. T. (por las
relaciones con los coimputados o las razones que pudiera tener para declarar falsamente contra ellos), o acreditar lo
erróneo de los hechos que narra con contrapruebas o contradicciones con otros hechos acreditados. Ciertamente, en
las declaraciones no intervinieron los abogados de los coimputados, concretamente del demandante de amparo, lo que
no puede atribuirse a negligencia o falta de celo del Juez instructor, ya que lo previsible era que acudiese al acto del
juicio oral como imputado, por lo que no era planteable la aplicación de lo establecido en los arts. 448 y
449 LECrim ( LEG 1882, 16) . La prueba fue traída a juicio conforme a lo dispuesto en el art. 730 LECrim, ya que
su reproducción era imposible por el fallecimiento del testigo. En el análisis de esta prueba, la Sentencia de la
Audiencia Nacional la valora como verosímil, lo que implica su coherencia interna y en contraste con datos objetivos
que no la contradicen; afirma su coincidencia con la declaración sumarial de José Luis C. G. en los hechos que éste
reconoce ante el Juez, su abogado y los demás abogados personados. Como se aprecia, añade el Fiscal, los elementos
externos de contraste vienen a corroborar la verosimilitud y exactitud de la declaración de Manuel B. T. y a fundar la
credibilidad que se le ha dado por parte de la Audiencia Nacional y del Tribunal Supremo.
Seguidamente, y tras citar la doctrina constitucional que considera aplicable al caso, relativa a supuestos de
declaraciones sumariales de personas fallecidas antes del juicio oral, afirma que en este caso nos encontramos ante
una prueba de imposible reproducción en el juicio oral, prestada ante autoridad judicial competente, independiente y
con capacidad para generar actos de prueba, prestada en todas las ocasiones con asistencia de Letrado, conocida por
las defensas a través de su propuesta como prueba documental en la calificación del Fiscal, traída al juicio oral
mediante lectura íntegra de todas las declaraciones, conforme al mecanismo legal previsto para estas situaciones en el
art. 730 LECrim, no impugnada en el momento del juicio por ninguna de las defensas, con posibilidad de
contradicción puesto que, al ser propuesta en el escrito de acusación, las defensas podían haber propuesto prueba
dirigida a desvirtuar su credibilidad o exactitud y pudieron argumentar en el acto del juicio en su contra exponiendo
razones torcidas en el declarante, desconocimiento, contradicciones o inexactitudes en los hechos que declaraba o
lagunas insalvables en las declaraciones que disminuyeran o eliminaran su fuerza persuasiva ante el Tribunal. Por
todo lo cual considera que esta prueba no vulnera el derecho fundamental a un proceso con todas las garantías.
Alega también el Ministerio Fiscal que la utilización de declaraciones prestadas en la fase de investigación, mediante
su lectura en el acto del juicio, no es contraria, por sí misma, a los párrafos 3 d) y 1 del art. 6 CEDH ( RCL 1979,
2421) ( SSTEDH de 24 de noviembre de 1986 [ TEDH 1986, 14] , asunto Unterpertinger ; de 19 de febrero de
1991 [ TEDH 1991, 23] , asunto Isgró ; de 26 de abril de 1991 [ TEDH 1991, 29] , asunto Asch ; de 26 de marzo
de 1996 [ TEDH 1996, 20] , asunto Doorson , entre otros). En estos casos el Tribunal Europeo de Derechos
Humanos tiene muy en cuenta el comportamiento procesal del demandante y su letrado ( STEDH de 10 de junio de
1996 [ TEDH 1996, 27] , asunto Pullar , en el que el Letrado, aunque no tuvo la oportunidad de interrogar al testigo,
no hizo ninguna objeción durante la vista a que la declaración pudiera ser usada ni impugnó su exactitud).
Finalmente, en cuanto la alegación de vulneración del derecho a la presunción de inocencia, contemplado en el art.
24.2 CE ( RCL 1978, 2836) , viene vinculada en la demanda a la estimación de la vulneración del derecho a un
proceso con todas las garantías, al no existir esta vulneración tampoco cabe hablar ya de aquélla, pues no resulta
cierta la premisa de que falte prueba de cargo suficiente y prestada con todas las garantías.
7 Con fecha 3 de abril de 2002 registró sus alegaciones en el Registro General de este Tribunal la representación de
don Jesús Miguel C. O.
En su escrito interesa que se le tenga por adherido a la demanda de amparo formulada por la representación del
demandante de amparo y, en su virtud, que se declare la vulneración de sus derechos a un proceso con todas las
garantías en relación con el derecho de contradicción, y a la presunción de inocencia, declarándose la nulidad de las
Sentencias dictadas por la Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional y por la Sala Segunda del
Tribunal Supremo de fechas respectivas 29 de julio de 1998 y 3 de marzo de 2000 ( RJ 2000, 1112) .
8 La representación procesal de don José Luis C. G. registró sus alegaciones el día 17 de abril de 2001. En las mismas
se limitó a adherirse plena e íntegramente a los motivos desarrollados por el demandante de amparo.
9 Las representaciones procesales del demandante de amparo y don Manuel S. P. no presentaron escrito de
alegaciones.
10 Por providencia de fecha 17 de noviembre de 2005 se acordó señalar para deliberación y votación de la presente
Sentencia el día 21 de dicho mes y año, en que comenzó habiendo finalizado en el día de hoy.

II. FUNDAMENTOS JURÍDICOS


1 La presente demanda de amparo se dirige contra la Sentencia de la Sección Primera de la Sala de lo Penal de la
Audiencia Nacional de 29 de julio de 1998 y contra la Sentencia de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo de 3 de
marzo de 2000 ( RJ 2000, 1112) , que confirmó en casación la anterior, en virtud de las cuales el recurrente fue
condenado como autor de un delito contra la salud pública de tráfico de sustancia que causa grave daño a la salud en
cantidad de notoria importancia, imponiéndosele las penas de ocho años y un día de prisión mayor y accesoria de
suspensión de todo cargo público, profesión y oficio durante el tiempo de la condena.
Como ha quedado expuesto con detalle en los antecedentes, el solicitante de amparo aduce vulneraciones del derecho
fundamental a un proceso judicial con todas las garantías (art. 24.2 CE [ RCL 1978, 2836] ), y del derecho a la
presunción de inocencia (art. 24.2 CE), atribuyendo dichas lesiones, en primer término, a la Sentencia dictada por la
Audiencia Nacional y de forma derivada, en cuanto no las reparó, a la Sentencia dictada en casación. El Ministerio
Fiscal se opone a la estimación del amparo, por las razones que quedaron expuestas en los antecedentes.
A las referidas quejas se suma la representación procesal de don José Luis C. G., cuyo escrito de alegaciones se limita
a adherirse plena e íntegramente a los motivos desarrollados por el recurrente de amparo, en consonancia con nuestra
doctrina de que por vía de la adhesión al recurso de amparo no cabe plantear pretensiones distintas a las que
fundamentan la demanda del recurrente, reduciéndose esa intervención adhesiva a la facultad de alegar sin restricción
dialéctica alguna ex art. 52.1 LOTC ( RCL 1979, 2383) (por todas, STC 203/2005, de 18 de julio [ RTC 2005,
203] , F. 1), y debiendo considerarse como una declaración favorable a la concesión del amparo solicitado por el
recurrente.
En lo que se refiere al escrito de alegaciones presentado por la representación de don Jesús Miguel C. O., excede de
lo que pudiera considerarse como una simple adhesión a la demanda de amparo. Se trata, en verdad, de un completo
recurso de amparo en cuyo examen no podemos entrar por no haber sido presentado en el plazo establecido en el art.
44.2 de la Ley Orgánica de este Tribunal. Dicho plazo es preclusivo, sin que pueda incumplirse a través de la
utilización de un trámite de alegaciones que no está previsto para la interposición extemporánea de unas pretensiones
que no fueron planteadas en su momento procesal oportuno mediante la presentación de la correspondiente demanda
de amparo. Como ha declarado este Tribunal en anteriores ocasiones (por todas, STC 118/2004, de 12 de julio [ RTC
2004, 118] , F. 1), «las alegaciones presentadas por los codemandados o coprocesados tienen la importante limitación
de que no resulta posible en dicho trámite erigirse en auténticos recurrentes de amparo, esgrimiendo una pretensión
propia frente al acto, disposición o resolución impugnados originariamente por el demandante principal, ya que ello
supondría permitir la presentación de auténticas demandas de amparo una vez vencidos los plazos legales dispuestos
para el ejercicio de la acción ante la jurisdicción constitucional». Conviene señalar, además, que este demandado de
amparo formuló su propio recurso de amparo contra las Sentencias más arriba mencionadas, que fue inadmitido a
trámite por este Tribunal.
2 La demanda denuncia la vulneración del derecho fundamental a un proceso con todas las garantías y del derecho a
la presunción de inocencia (art. 24.2 CE [ RCL 1978, 2836] ), porque la condena se funda exclusivamente en las
declaraciones sumariales de un coimputado fallecido, prestadas sin contradicción, que fueron traídas al juicio oral
mediante su lectura, al amparo del art. 730 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal ( LECrim [ LEG 1882, 16] ), por
lo que en ningún momento se pudo interrogar al único testigo de cargo, y sin que exista ninguna otra prueba que las
avale. El demandante de amparo cuestiona tanto la validez de la prueba de cargo practicada como la suficiencia de la
misma para enervar la presunción de inocencia, habida cuenta su carácter de única prueba, para fundamentar la
condena.
Nuestro análisis se llevará a cabo desde la perspectiva de este derecho fundamental, pues la alegación relativa al
derecho a un proceso con todas las garantías por vulneración de la garantía de contradicción en la práctica de la
prueba es puramente instrumental respecto de aquél, ya que, conforme a reiterada jurisprudencia de este Tribunal,
nuestro control en materia de presunción de inocencia consiste, esencialmente, en comprobar que haya existido
actividad probatoria de cargo practicada con todas las garantías, a través de la cual sea posible considerar
razonablemente acreditado el hecho punible y la participación del acusado en el mismo (por todas, SSTC 31/1981,
de 28 de julio [ RTC 1981, 31] , F. 3; 189/1998, de 28 de septiembre [ RTC 1998, 189] , F. 2; 209/2001, de 22 de
octubre [ RTC 2001, 209] , F. 4; 155/2002, de 22 de julio [ RTC 2002, 155] , F. 7).
3 En cuanto a la validez de la prueba practicada, se queja de que se trata de declaraciones prestadas en la fase de
instrucción sin su presencia o la de su Letrado y que no fueron ratificadas en el acto del juicio habida cuenta el
fallecimiento del coimputado, por lo que en ningún momento han podido ser sometidas a contradicción, careciendo
de las garantías que permitirían considerarlas auténticos actos de prueba.
Importa desde ahora destacar que esta prueba fue la única en que se fundamentó la condena del demandante. Es cierto
que, en la primera instancia, la Audiencia Nacional sustentó su convicción sobre la participación en los hechos del
demandante tanto en la declaración del procesado arrepentido, don Daniel B. C., como en la de su padre, don Manuel
B. T. El primero, tanto en su declaración sumarial como, luego, en el propio juicio oral, identificó plenamente al
demandante de amparo como «el tripulante que iba en el pesquero portugués al que se transborda la mercancía». El
segundo declaró en el sumario exactamente en el mismo sentido. Sin embargo, la Sala Segunda del Tribunal
Supremo, al resolver el recurso de casación, indicó que la negativa del coimputado don Daniel B. C., ya formulada en
el sumario y reiterada en el acto del juicio oral, a responder a las preguntas de los Letrados que defendían a los
acusados contra los que acababa de declarar, dio lugar a una situación en que fue desconocido el derecho del
solicitante de amparo a que la prueba testifical de cargo se celebrase de acuerdo con el principio de contradicción, lo
que determinaba su ineptitud para fundar la convicción sobre la culpabilidad del recurrente. Ello no obstante, la Sala
afirmó que, «aun haciendo abstracción del testimonio incriminador de don Daniel B. C., subsiste contra este
recurrente otra prueba del mismo sentido en la que pudo fundar el Tribunal de instancia la convicción sobre su
culpabilidad. Esta otra prueba impide que la posible invalidez de la manifestación del coimputado pudiese dejar sin
base alguna aquella convicción». Dicha prueba, estableció el Tribunal Supremo, «no es otra que la declaración
prestada por don Manuel B. T. –padre de don Daniel B. C.– ante el Juzgado Central núm. 5 el día 15 de diciembre de
1992, con asistencia de Abogado y de un representante del Ministerio Fiscal». Esta declaración realizada ante el Juez
de Instrucción fue incorporada al juicio oral mediante su lectura en el momento de la prueba documental, lo que
posibilitó, según el Alto Tribunal, que aquellas manifestaciones fuesen sometidas a una contradicción ciertamente
limitada, pero real.
4 Sentado el objeto del presente amparo constitucional, nuestro punto de partida ha de ser nuestra reiterada
afirmación, en una línea jurisprudencial ya muy consolidada e iniciada en la STC 31/1981, de 28 de julio ( RTC
1981, 31) , de que sólo pueden considerarse pruebas que vinculen a los órganos de la justicia penal las practicadas en
el juicio oral, tal y como establece el art. 741 LECrim ( LEG 1882, 16) , pues el procedimiento probatorio ha de
tener lugar necesariamente en el debate contradictorio que en forma oral se desarrolle ante el mismo Juez o Tribunal
que ha de dictar Sentencia; de manera que la convicción sobre los hechos enjuiciados se alcance en contacto directo
con los medios de prueba aportados a tal fin por las partes (por todas, SSTC 195/2002, de 28 de octubre [ RTC 2002,
195] , F. 2; y 206/2003, de 1 de diciembre [ RTC 2003, 206] , F. 2).
Ahora bien, junto a ello, también hemos reiterado «que esa idea no puede entenderse de manera tan radical que
conduzca a negar toda eficacia probatoria a las diligencias judiciales y sumariales practicadas con las formalidades
que la Constitución y el ordenamiento procesal establecen, siempre que puedan constatarse en el acto de la vista y en
condiciones que permitan a la defensa del acusado someterlas a contradicción» (por todas, SSTC 10/1992, de 16 de
enero [ RTC 1992, 10] , F. 2; y 187/2003, de 27 de octubre [ RTC 2003, 187] , F. 3).
Lo anterior resulta claro en los supuestos en que, bien sea por la fugacidad de las fuentes de prueba, bien por su
imposible o muy difícil reproducción en el juicio oral mediante el correspondiente medio probatorio, sea necesario
dotar al acto de investigación sumarial practicado con las debidas garantías del valor de la llamada prueba anticipada
y la preconstituida, supuestos en los cuales el juzgador podrá fundar en tales actos la formación de su convicción, sin
necesidad de que sean reproducidos en el juicio oral ( STC 148/2005, de 6 de junio [ RTC 2005, 148] , F. 2).
Junto a ello, y en este mismo sentido, este Tribunal ha admitido también tal posibilidad, a través de las previsiones de
los artículos 714 y 730 de la Ley de enjuiciamiento criminal, siempre que «el contenido de la diligencia practicada en
el sumario se reproduzca en el acto del juicio oral mediante la lectura pública del acta en la que se documentó, o
introduciendo su contenido a través de los interrogatorios ( STC 2/2002, de 14 de enero [ RTC 2002, 2] , F. 7), pues
de esta manera, ante la rectificación o retractación del testimonio operada en el acto del juicio oral (art. 714 LECrim),
o ante la imposibilidad material de su reproducción (art. 730 LECrim), el resultado de la diligencia accede al debate
procesal público ante el Tribunal, cumpliendo así la triple exigencia constitucional de toda actividad probatoria:
publicidad, inmediación y contradicción» ( STC 155/2002, de 22 de julio [ RTC 2002, 155] , F. 10). De esta forma
se posibilita que el contenido de la diligencia se someta a confrontación con las demás declaraciones de los
intervinientes en el juicio oral ( STC 187/2003, de 27 de octubre [ RTC 2003, 187] , F. 3). Así, por ejemplo, y en lo
que ahora nos concierne, en los supuestos de imposibilidad del testigo de acudir al juicio oral por fallecimiento
( SSTC 10/1992, de 10 de enero [ RTC 1992, 10] , F. 4; 41/1991, de 25 de febrero [ RTC 1991, 41] ; 209/2001,
de 22 de octubre [ RTC 2001, 209] , F. 4; 148/2005, de 6 de junio [ RTC 2005, 148] , F. 2). Bien es cierto, como
decíamos en la STC 10/1992, de 28 de octubre, F. 2, «que la constatación en el juicio de estas diligencias sumariales
debe hacerse no como una simple fórmula retórica y de estilo, sino en condiciones que permitan a las partes
someterlas a contradicción, evitando formalismos de frecuente uso forense ( STC 22/1988 [ RTC 1988, 22] ); todo
ello con el fin, precisamente, de permitir a la defensa del acusado someter las actuaciones sumariales a una efectiva
contradicción en el acto de la vista».
Más en concreto, y en relación con la eficacia probatoria de las declaraciones testificales prestadas durante la fase de
instrucción, posteriormente incorporadas al juicio oral, se ha puesto de manifiesto reiteradamente la trascendencia
constitucional del respeto al principio de contradicción en salvaguarda del derecho de defensa, a la luz de lo dispuesto
en los tratados y acuerdos internacionales sobre derechos y libertades fundamentales ratificados por España (art.
10.2 CE [ RCL 1978, 2836] ), entre ellos el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y
Libertades Fundamentales ( RCL 1979, 2421) (CEDH), y la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos
Humanos que, de conformidad con lo dispuesto en el art. 10.2 de nuestra Constitución, ha de servir de criterio
interpretativo en la aplicación de los preceptos constitucionales tuteladores de los derechos fundamentales.
En este contexto, se ha de señalar que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha declarado que la incorporación
al proceso de declaraciones que han tenido lugar en fase de instrucción no lesiona en todo caso los derechos
reconocidos en los párrafos 3 d) y 1 del art. 6 CEDH, siempre que exista una causa legítima que impida la declaración
en el juicio oral, y que se hayan respetado los derechos de defensa del acusado; esto es, siempre que se dé al acusado
una ocasión adecuada y suficiente de contestar los testimonios de cargo e interrogar a su autor bien cuando se prestan,
bien con posterioridad ( SSTEDH de 20 de noviembre de 1989 [ TEDH 1989, 21] , casoKostovski , § 41; 15 de
junio de 1992 [ TEDH 1992, 51] , caso Lüdi , § 47; 23 de abril de 1997 [ TEDH 1997, 25] , caso Van Mechelen y
otros, § 51). Como el Tribunal Europeo ha declarado recientemente ( Sentencia de 27 de febrero de 2001 [ TEDH
2001, 96] , caso Lucà , § 40), «los derechos de defensa se restringen de forma incompatible con las garantías del art.
6 cuando una condena se funda exclusivamente o de forma determinante en declaraciones hechas por una persona que
el acusado no ha podido interrogar o hacer interrogar ni en la fase de instrucción ni durante el plenario» ( SSTC
209/2001, de 22 de octubre [ RTC 2001, 209] , F. 4; y 148/2005, de 6 de junio [ RTC 2005, 148] , F. 2).
5 La anterior doctrina nos ha llevado a declarar que el principio de contradicción es una de las «reglas esenciales del
desarrollo del proceso» ( SSTC 41/1997, de 10 de marzo [ RTC 1997, 41] ; 218/1997, de 4 de diciembre [ RTC
1997, 218] ; 138/1999, de 22 de julio [ RTC 1999, 138] ; y 91/2000, de 30 de marzo [ RTC 2000, 91] , todas ellas
citadas en la STC 155/2002, de 22 de julio [ RTC 2002, 155] , F. 10) y, de modo más específico, en relación con el
derecho a interrogar o hacer interrogar a los testigos de la acusación, como manifestación del principio de
contradicción, que se satisface dando al acusado una ocasión adecuada y suficiente para discutir un testimonio en su
contra e interrogar a su autor en el momento en que declare o en un momento posterior del proceso ( SSTC 2/2002,
de 14 de enero [ RTC 2002, 2] , F. 4; 57/2002, de 11 de marzo [ RTC 2002, 57] , F. 3; 155/2002, de 22 de julio
[ RTC 2002, 155] , F. 10). Así pues, la garantía de contradicción no requiere, inexcusablemente, que la declaración
sumarial haya sido prestada con contradicción real y efectiva en el momento de llevarse a cabo, pues cumplir tal
exigencia no siempre es legal o materialmente posible. «Es la posterior posibilidad de confrontación en el acto del
juicio oral la que cumple la exigencia constitucional de contradicción y suple cualquier déficit que, conforme a las
previsiones legales, haya podido observarse en la fase sumarial» ( SSTC 155/2002, de 22 de julio [ RTC 2002,
155] , F. 10; y 206/2003, de 1 de diciembre [ RTC 2003, 206] , F. 2). En definitiva, no existe vulneración del
principio de contradicción cuando, «aun existiendo una falta de contradicción inicial, ésta tiene lugar con
posterioridad de modo que se posibilita ulteriormente un ejercicio suficiente del derecho de defensa» ( STC
187/2003, de 27 de octubre [ RTC 2003, 187] , F. 4).
Asimismo, también hemos declarado que «el principio de contradicción se respeta, no sólo cuando el demandante (su
dirección letrada) goza de la posibilidad de intervenir en el interrogatorio de quien declara en su contra, sino también
cuando tal efectiva intervención no llega a tener lugar por motivos o circunstancias que no se deben a una actuación
judicial constitucionalmente censurable» (STC 187/2003, de 27 de octubre, F. 4).
En este caso, el fallecido don Manuel B. T. prestó declaraciones judiciales en diversos momentos: el 15 de diciembre
de 1992 (folios 7933 y ss.); de 21 de diciembre de 1992 (folio 7927) en la que identifica al demandante de amparo; de
4 de mayo de 1994 (folios 7955 y ss.) ratificando las anteriores y ampliándolas; y de 6 de julio de 1994 (folio 8008)
ratificando la anterior. Su fallecimiento se produjo, por disparos de armas de fuego, el 12 de septiembre de 1994. El
demandante de amparo, por su parte, fue detenido el 21 de junio de 1995 (folio 8164); en su primera comparecencia
judicial en Santiago de Compostela, asistido de Abogado, manifestó que no deseaba declarar (folio 8166); su primera
declaración con contenido ante el Juzgado Central de Instrucción núm. 1 fue el 23 de junio de 1995 (folio 8209), con
la asistencia de Letrado de su designación; y la personación en la causa, con designación de Abogado y Procurador,
fue el 26 de junio de 1995 (folio 8236). Todo lo anterior pone de relieve que fue imposible que el Letrado de su
designación pudiera interrogar en ningún momento a don Manuel B. T., fallecido casi un año antes y que, por lo
tanto, no puede imputarse su falta de intervención en tales declaraciones a una actuación constitucionalmente
reprochable del órgano judicial.
Ahora bien, no obstante lo anterior, la limitada contradicción a que pudo someterse posteriormente la declaración de
B. T., habida cuenta que fue la única prueba sobre la que se sustentó la acusación, unido a la circunstancia de que la
inicial falta de contradicción no fue imputable al órgano judicial, permiten afirmar que la mera lectura de las
declaraciones en el acto del plenario no ofrecieron una ocasión adecuada para ejercer de forma completamente
satisfactoria el derecho de defensa.
6 Al margen de los términos en que se produjo la incorporación de las declaraciones del fallecido en la vista oral,
donde, pese a respetarse lo previsto en el art. 730 LECrim ( LEG 1882, 16) , se produjo el déficit de contradicción
ya referido, con su directa incidencia en el derecho de defensa y, por ende, en la validez de dicha prueba que ello
plantea, no puede perderse de vista que, en realidad, y desde una nueva perspectiva, la única prueba de cargo contra el
demandante consistió en la lectura de las declaraciones incriminatorias efectuadas por un coimputado en contra de
otro.
Y, en relación con la suficiencia de las declaraciones de los coimputados para enervar la presunción de inocencia,
constituye doctrina reiterada de este Tribunal que, si bien su valoración es legítima desde la perspectiva
constitucional, dado su carácter testimonial, carecen de consistencia plena como prueba de cargo cuando, siendo
únicas, no resultan mínimamente corroboradas por otras pruebas; y que la exigencia de corroboración se concreta en
dos ideas: por una parte, que no ha de ser plena, sino mínima, y, por otra, que no cabe establecer qué ha de entenderse
por corroboración en términos generales, más allá de que la veracidad objetiva de la declaración del coimputado ha
de estar avalada por algún hecho, dato o circunstancia externa, debiendo dejar al análisis caso por caso la
determinación de si dicha mínima corroboración se ha producido o no. Debe añadirse que la corroboración mínima
resulta exigible no en cualquier punto, sino en relación con la participación del recurrente en los hechos punibles que
el órgano judicial considera probados, y que los diferentes elementos de credibilidad objetiva de la declaración –
como pueden ser la inexistencia de animadversión, el mantenimiento o no de la declaración o su coherencia interna–
carecen de relevancia como factores externos de corroboración (entre las últimas, SSTC 17/2004, de 23 de febrero
[ RTC 2004, 17] , F. 3; 118/2004, de 12 de julio [ RTC 2004, 118] , F. 2; 147/2004, de 13 de septiembre [ RTC
2004, 147] , F. 2; o 55/2005, de 14 de marzo [ RTC 2005, 55] , F. 1).
En este caso, la Sala Segunda del Tribunal Supremo indica que el Tribunal de instancia pudo tener en cuenta, para
contrastar la veracidad del testimonio del testigo fallecido reproducido en el juicio oral, determinados hechos
plenamente acreditados o fácilmente presumibles: «la realidad del viaje de la motonave Del Sur desde Colombia, con
un importante cargamento de cocaína, la avería en las máquinas que obligó a dejar la motonave en Cabo Verde y a
transbordar la droga a otro barco, la evidente necesidad en que se encontraban los tripulantes de este segundo buque
de llevar a tierra la mercancía en uno más pequeño y menos expuesto a levantar sospechas en las autoridades o
funcionarios portugueses, etc.».
De lo anteriormente expuesto se desprende que la única prueba de cargo en que se sustenta la condena fue la
declaración del coimputado fallecido, sin que en las resoluciones judiciales se exprese ningún hecho, circunstancia o
dato, externo a tal declaración, que pueda corroborar su contenido en términos constitucionales, siquiera
mínimamente.
Los elementos de juicio puestos de manifiesto por el Tribunal Supremo podían ser legítimamente tenidos en cuenta
por el órgano judicial para avalar la credibilidad y coherencia interna del relato del coimputado fallecido, pero
ninguno de ellos individualmente considerados, ni todos en su conjunto, permiten considerar corroborada, en los
términos exigidos por nuestra jurisprudencia, la participación del recurrente en los hechos que se le atribuyen.
Especialmente si se tiene en cuenta el déficit de garantías que, dado su fallecimiento, presenta en este caso concreto la
declaración del coimputado, lo que –desde la perspectiva de la suficiencia de la prueba de la que partimos, como
señalábamos en la STC 17/2004, de 23 de febrero ( RTC 2004, 17) , F. 5, y en la hipótesis de que la lectura de las
mismas en el acto del juicio pudiera ser considerada válida– hace que nuestro control respecto de la existencia de
corroboración haya de ser especialmente intenso.
En efecto, la realidad del viaje de la motonave «Del Sur» desde Colombia, con un importante cargamento de cocaína,
la avería en las máquinas que obligó a dejar la motonave en Cabo Verde y a transbordar la droga a otro barco, y la
necesidad, finalmente, de emplear un barco más pequeño para llevar la sustancia a tierra, nada prueban en relación
con la participación del demandante de amparo en los hechos, que es el objeto de la corroboración.
Por todo lo expuesto, hemos de concluir que, junto al derecho de defensa, también se ha vulnerado en este caso
el derecho a la presunción de inocencia del demandante, pues la única prueba de cargo en que apoyó su condena fue
la declaración del coimputado, sin que en las resoluciones judiciales se advierta la existencia de factores externos de
corroboración de dicha declaración que permitan considerar mínimamente adverada su participación en los hechos
por los que se le condena, por lo que no ha existido actividad probatoria de cargo suficiente para enervar dicha
presunción.
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE CONFIERE LA
CONSTITUCIÓN DE LA NACIÓN ESPAÑOLA,
Ha decidido
Otorgar amparo a don José Manuel P. B. y, en su virtud:
coimputado –asesinado después de prestar su declaración y antes de celebrarse el juicio oral– ha vulnerado los
derechos de defensa y a la presunción de inocencia de dicho recurrente (art. 24.2 CE [ RCL 1978, 2836] ).
La Sentencia vincula sustancialmente la vulneración del derecho de defensa a que la declaración incriminatoria de la
fase sumarial no estuvo sometida a contradicción ya que cuando se prestó todavía no estaba personado el ahora
recurrente y por tanto no pudo estar presente en ella su Abogado. Pero, como hemos dicho en las SSTC 80/2003, de
28 de abril ( RTC 2003, 80) (F. 6), y 187/2003, de 27 de octubre ( RTC 2003, 187) (F. 4), «el principio de
contradicción se respeta, no sólo cuando el demandante (su dirección letrada) goza de la posibilidad de intervenir en
el interrogatorio de quien declara en su contra, sino también cuando tal efectiva intervención no llega a tener lugar
por motivos o circunstancias que no se deben a una actuación judicial constitucionalmente censurable». Así lo
apreciamos en el caso enjuiciado por la STC 57/2002, de 11 de marzo ( RTC 2002, 57) , en el que la declaración
sumarial del coimputado que incriminaba al allí demandante de amparo fue prestada antes de que éste se personara en
la causa debido a que se encontraba huido. En el mismo sentido se pronuncia la STC 115/1998, de 1 de junio ( RTC
1998, 115) , para un caso en el que el demandante se encontraba en rebeldía, o la STC 174/2001, de 26 de julio
( RTC 2001, 174) , respecto a declaraciones prestadas en una instrucción sumarial declarada secreta.
En el presente caso la Sentencia mayoritaria (F. 5) señala que el demandante de amparo fue detenido el 21 de junio de
1995, compareciendo a presencia judicial el 23 de junio de 1995, y personándose en la causa, con designación de
Abogado y Procurador, el 26 de junio de 1995, lo que «pone de relieve que fue imposible que el letrado de su
designación pudiera interrogar en ningún momento a don Manuel B. T., fallecido casi un año antes».
Pareciera así que el demandante de amparo tuvo conocimiento de los hechos que se le imputaban y que declaró a
presencia judicial cuando ya había muerto su acusador. Sin embargo, tal y como resulta de las actuaciones judiciales,
el demandante de amparo ya había prestado con anterioridad una declaración a presencia judicial, el 30 de diciembre
de 1992 (folio 7951), día en que fue decretada su prisión (folio 7976). Por tanto ya desde ese momento tuvo
conocimiento de la imputación que se derivaba de la declaración incriminatoria de Manuel B. T. y pudo, en
consecuencia, haber pedido que éste prestara nueva declaración. Por otra parte, la afirmación de que la personación
en las actuaciones judiciales del ahora demandante de amparo se produjo el 26 de junio de 1995 debe matizarse en la
medida en que ya el 25 de mayo de 1994, representado por el Procurador Sr. Lorente Zurdo, promovió un incidente
de nulidad de actuaciones que fue parcialmente estimado por Auto de 22 de junio de 1994 (folio 7966), cuyo objeto
fue precisamente obtener la anulación de dos declaraciones de la misma persona, Manuel B. T., el 25 de abril de 1994
y el 4 de mayo de 1994, a lo que accedió el Auto del Juzgado Central de Instrucción núm. 5, de 22 de junio de 1994,
justamente por haberse practicado sin comunicarse a las demás partes. Sin embargo, el recurrente no puso reparo a la
prestada cuando todavía no estaba personado, declaración que fue precisamente la que los órganos judiciales
valoraron como prueba de cargo.
Como dijimos en la STC 200/1996, de 3 de diciembre ( RTC 1996, 200) (F. 3), lo que nuestra doctrina garantiza no
es la contradicción efectiva, sino la posibilidad de contradicción, lo que conlleva ciertamente la necesidad de que al
interrogatorio sean citadas la totalidad de las partes personadas que puedan verse inculpadas por las declaraciones del
coimputado. Pero no hay lesión de alcance constitucional cuando no pudo el Juez de Instrucción citar a la
representación del recurrente por la sencilla razón de que la constitución material y formal en parte del demandante
en amparo no sucedió hasta después de que el coimputado hubiera prestado ya declaración.
Es también reiterada doctrina de este Tribunal que para poder apreciar la queja de indefensión es preciso que la
situación en la que el ciudadano se haya visto colocado no sea debida a una actitud voluntariamente aceptada por él o
imputable a su propio desinterés, pasividad, malicia o falta de la necesaria diligencia ( SSTC 68/1986, de 27 de
mayo [ RTC 1986, 68] ; 103/1993, de 22 de marzo [ RTC 1993, 103] ; 334/1993, de 15 de noviembre [ RTC
1993, 334] ; 91/2000, de 30 de marzo [ RTC 2000, 91] , F. 2, y 191/2001, de 1 de octubre [ RTC 2001, 191] , F.
2). Corresponde a las partes intervinientes actuar con la debida diligencia, sin que pueda alegar indefensión quien se
coloca a sí mismo en tal situación o quien no hubiera quedado indefenso de haber actuado con la diligencia
razonablemente exigible ( STC 178/2003, de 13 de octubre [ RTC 2003, 178] , F. 4).
Puesto que considero válida la declaración sumarial prestada por el coimputado fallecido, su lectura en el acto del
juicio oral posibilitó que las manifestaciones que se contenían en la misma fueran sometidas a una contradicción en
términos constitucionalmente suficientes, en atención a que su muerte impedía ya hacerlo de otra forma ( SSTC
41/1991, de 25 de febrero [ RTC 1991, 41] ; 209/2001, de 22 de octubre [ RTC 2001, 209] , F. 4; y 148/2005, de 6
de junio [ RTC 2005, 148] , F. 2).
La Sentencia mayoritaria entiende que, además de lo ya dicho, la declaración incriminatoria del coimputado Manuel
B. T. no resulta suficiente para enervar la presunción de inocencia, considerando que las Sentencias impugnadas no
expresan ningún hecho, circunstancia o dato, externo a la declaración del coimputado fallecido que corrobore
mínimamente su contenido, en lo tocante a la participación en los hechos del demandante de amparo.
Sin embargo, lo cierto es que la Sentencia del Tribunal Supremo toma en consideración, como elementos de
corroboración externa de la declaración del coimputado fallecido, determinados hechos plenamente acreditados en las
actuaciones judiciales: «la realidad del viaje de la motonave "Del Sur", desde Colombia, con un importante
cargamento de cocaína, la avería en las máquinas que obligó a dejar la motonave en Cabo Verde y a transbordar la
droga a otro barco, la evidente necesidad en que se encontraban los tripulantes de este segundo buque de llevar a
tierra la mercancía en uno más pequeño y menos expuesto a levantar sospechas en las autoridades y funcionarios
portugueses, etc.».
El criterio de la mayoría niega a los anteriores datos la entidad suficiente para erigirse en elementos externos de
corroboración, por considerar que no vienen referidos a la participación en los hechos del recurrente. Sin embargo no
comparto esta apreciación. El coimputado Manuel B. T. implicó al ahora demandante de amparo como partícipe en la
operación de adquisición y transporte de ochocientos kilogramos de cocaína desde Colombia a España realizada en el
año 1990 y que fue objeto de enjuiciamiento por la Audiencia Nacional. Pues bien, el fallecido no realizó una
imputación genérica sobre la participación del recurrente en la operación delictiva, sino que concretó la intervención
de éste, consistente en que tras haber sufrido una avería el buque en el que se transportaba la droga, se trasladó una
segunda embarcación a Cabo Verde, desde cuyas aguas se dirigió a Peniche, en la costa de Portugal, en donde, a su
vez, se transbordó a un pesquero de cuya tripulación formaba parte el recurrente, al que entregaron todo el alijo de
cocaína, procediéndose tras ello a entregar la droga a otro procesado –José Luis P. A.–, para su traslado a Ourense.
Todos estos datos, que conforman el aspecto fáctico de la participación del demandante de amparo, están plenamente
acreditados mediante prueba directa y no son objeto de cuestionamiento, estando dotados de fuerza suficiente para
erigirse en elementos externos de corroboración de la declaración inculpatoria del coimputado Manuel B. T. y que,
desde luego, van más allá de la corroboración mínima que nuestra doctrina exige para dotar de suficiencia, como
prueba de cargo, a las declaraciones de los coimputados.
Se debió denegar el recurso de amparo y, por ello, disiento.
Reiterando el respeto al criterio de la mayoría, formulo mi Voto particular, en Madrid, a dieciséis de enero de dos mil
seis.
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez–Firmado y rubricado.

PREGUNTAS QUE HA DE RESPONDER EL ALUMNO


¿POR QUÉ EL DERECHO A CONTRADECIR ES UNA DE LAS REGLAS ESENCIALES DEL DESARROLLO
DEL PROCESO?
¿CUÁNDO SE CUMPLE LA EXIGENCIA CONSTITUCIONAL DE CONTRADICCIÓN?
¿CUÁNDO NO EXISTE VULNERACIÓN DEL PRINCIPIO DE CONTRADICCIÓN?
¿SE RESPETA EL PRINCIPIO DE CONTRADICCIÓN CUANDO EL DERECHO DE DEFENSA NO LLEGA A
TENER LUGAR POR MOTIVOS O CIRCUNSTANCIAS QUE NO SE DEBEN A UNA ACTUACIÓN JUDICIAL
CONSTITUCIONALMENTE CENSURABLE?

SILABO A DESARROLLAR POR EL PROFESOR


EL DERECHO A LA DEFENSA MEDIANTE LA EXIGENCIA DE ASISTENCIA DE ABOGADO

RECURSO DE AMPARO NÚM. 5667/2004


PONENTE: DON EUGENI GAY MONTALVO
Recurso de amparo contra el Auto de 01-09-2004 del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey
(Madrid) dictado en procedimiento de juicio verbal aprobando de modo definitivo la tasación de costas. Vulneración
del derecho fundamental a la defensa y a la asistencia de letrado: existencia: otorgamiento de amparo.
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez, Presidente, don
Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y
don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 5667-2004, promovido por don Ángel Martín Gutiérrez, Procurador de los
Tribunales, en nombre y representación de los cónyuges don Jesús P. D. y doña María Rosa S. S., asistidos por el
Abogado don José Javier Roger Reino, contra el Auto de 1 de septiembre de 2004 del Juzgado de Primera Instancia
núm. 4 de Arganda del Rey (Madrid) dictado en el procedimiento de juicio verbal núm. 122-2001 aprobando de modo
definitivo la tasación de costas, por vulneración del derecho fundamental a la defensa y asistencia letrada (art.
24.2 CE [ RCL 1978, 2836] ). Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Eugeni Gay
Montalvo, quien expresa el parecer de la Sala.
I. ANTECEDENTES
1 Por escrito registrado en este Tribunal el 20 de septiembre de 2004 don Ángel Martín Gutiérrez, Procurador de los
Tribunales, en nombre y representación de los cónyuges don Jesús P. D. y doña María Rosa S. S., interpuso recurso
de amparo contra la resolución judicial citada en el encabezamiento de la Sentencia.
2 Los hechos más relevantes de los que trae causa la demanda son los siguientes:
a) El 4 de mayo de 2001 los actuales recurrentes formularon demanda de juicio verbal ante el Juzgado de Primera
Instancia núm. 4 de Arganda del Rey, interesando la suspensión de obra nueva contra la empresa Zarza 25, S. C. La
demanda fue desestimada por Sentencia de 15 de junio de 2001, confirmada por la de la Audiencia Provincial de
Madrid de fecha 16 de junio de 2003 ( JUR 2003, 255521) .
b) En ejecución de Sentencia se inició trámite de tasación de costas con traslado a las partes de su resultado mediante
diligencia de ordenación de 29 de marzo de 2004 del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey.
c) Don Jesús P. D. compareció ante el Juzgado mediante escrito de 15 de abril de 2004, en el que puso de manifiesto
que había tenido conocimiento casual de la tasación de costas; que desde primeros de abril estaba intentando
contactar con su Abogado y sistemáticamente la secretaria le informaba de que estaba reunido; que posteriormente
había ido al Colegio de Abogados y le dijeron que las costas serían impugnables por excesivas; que el día 7 de abril
denunció ante la Comisión Deontológica del Colegio al Abogado que le llevaba el caso y que, por todo ello, solicitaba
la suspensión del plazo concedido y que se le designara un Abogado de oficio, sin gratuidad (art. 440.2 LOPJ [ RCL
1985, 1578, 2635] ) a fin de que en el plazo que restaba pudiera el nuevo Letrado impugnar, en su caso, la tasación.
d) El 21 de abril de 2004 se presentó en el Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey escrito por el
Abogado de los demandantes de amparo que había sido denunciado, mediante el que solicitaba el desglose de los
documentos acompañados al escrito de la demanda que dio origen al procedimiento por necesitarlos para otros usos.
e) Por providencia de 5 de mayo 2004 el Juzgado rechazó el desglose «a la vista de lo manifestado por su cliente»,
acordó interrumpir el plazo que había conferido a las partes para impugnar la tasación de costas, requiriendo a don
Jesús P. D. «a fin de que acredite en el término de tres días que ha verificado la solicitud de Letrado de oficio en el
Despacho del Colegio de Abogados de esta población».
f) El 13 de mayo de 2004 el Sr. P. D. registró en el Juzgado escrito en el que, en cumplimiento del requerimiento
judicial, señaló que el impreso a que «se refiere el Juzgado es el que figura como anexo en el Reglamento de
Asistencia Gratuita ( RCL 2003, 2047, 2316) », aclarando que en su escrito de 15 de abril de 2004 no pedía
asistencia jurídica gratuita, reiterando «respetuosamente al Juzgado lo manifestado en aquel escrito».
g) Mediante providencia de 24 de junio de 2004 el Juzgado acordó
«No haber lugar a la designación de abogado de oficio sin gratuidad solicitado por el demandante al no tener ningún
turno previsto para este supuesto el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares, por lo que se acuerda reanudar el
plazo de impugnación de la tasación de costas de 29 de marzo de 2004, por lo que le restan tres días para impugnar».
h) El 5 de julio de 2004 don Jesús P. D. presentó un nuevo escrito al Juzgado en el que señalaba que, al margen de
cómo se organice el citado Colegio, es posible pedir Abogado de oficio sin gratuidad, pues así lo prevén el artículo
440.2 LOPJ, con carácter general, y en el orden civil el artículo 33.2 LECiv ( RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001,
1892) cuando su intervención sea preceptiva, señalando que para ello no tiene que rellenar un impreso con sus datos
económicos, pues el Abogado que se le designe le defenderá pagándole él mismo la retribución. Señalaba en dicho
escrito que la no tutela del derecho fundamental a la defensa genera la nulidad de pleno derecho (art. 238.3 LOPJ y
art. 225.4 LECiv), citaba la STC 114/1998 ( RTC 1998, 114) y afirmaba su legítimo interés en el examen de las
costas, no sólo por lo elevado de su importe, sino porque debían rechazarse de plano las pretendidas por una parte que
nunca tuvo legitimación pasiva para ser codemandada, incurriendo en mala fe al no advertirlo en su momento, y
porque su ex Letrado incurría además en responsabilidad civil. Por todo lo expuesto, textualmente interesaba:
« Ruego al Juzgado, por tercera vez, me designen letrado defensor.
Otrosí 1. Solicito la nulidad de las resoluciones que, por no tener abogado, no he podido en su caso recurrir.
Otrosí 2. Solicito testimonio de la respuesta negativa del Colegio de Abogados de Alcalá de Henares.
Otrosí 3. Ruego que los plazos para impugnación de la tasación comiencen cuando le conste al Juzgado la
designación de mi Abogado».
i) El 2 de julio de 2004 el Letrado al que había denunciado el ejecutado presentó escrito en el Juzgado renunciando a
la representación letrada del Sr. P. D., y solicitando la suspensión de los plazos procesales para que designaran un
nuevo Letrado en el plazo que al efecto sea otorgado.
j) Por providencia de 1 septiembre 2004 el Juzgado dispuso:
«Dada cuenta, por presentado el anterior escrito de fecha 5 de julio de 2004, por el Sr. D. Jesús P. D., únase a los
autos de su razón, y en cuanto a lo solicitado, se tienen por hechas las manifestaciones en él contenidas, y estese a lo
resuelto en resolución de 24 de junio de 2004.
Por presentado el anterior escrito de fecha 27 de julio de 2004, por la Procuradora Sra. Salcedo López, únase a los
autos de su razón, teniéndose por renunciado al LetradoSr. Barquín Cortés en su dirección letrada, y en cuanto a lo
demás solicitado, estése a lo ya resuelto en el curso del presente procedimiento.
Transcurrido el plazo concedido a la parte actora para la impugnación de la tasación de costas, y no habiendo
verificado dicha impugnación, estése a la resolución que a continuación se dicte».
k) La tasación de costas se aprobó con fecha de ese mismo día; es decir, 1 de septiembre de 2004, en virtud de Auto
del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey, por haber transcurrido el plazo sin haberse impugnado.
3 El 20 de septiembre de 2004 se registró en este Tribunal Constitucional demanda de amparo contra esta última
resolución por don Jesús P. D. y doña María Rosa S. S., por entender que se aprobó la tasación de costas con
vulneración del derecho a la defensa y a la asistencia letrada tutelados en el art. 24.2 CE ( RCL 1978, 2836) y que,
como consecuencia de ello, se incurre en la vulneración de otros derechos contenidos en el art. 24 CE como el de
obtener una tutela judicial efectiva, la prohibición de indefensión y el derecho a un proceso con todas las garantías.
Señalan en su escrito que pidieron defensa de oficio sin gratuidad lo que permite el art. 33 LECiv ( RCL 2000, 34,
962 y RCL 2001, 1892) cuando su intervención sea preceptiva pero también cuando, no siéndolo, la parte contraria
haya comunicado al Tribunal que actuará defendida por Abogado, señalando este mismo precepto que las peticiones
se harán de acuerdo con la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita, pero sin necesidad de acreditar el derecho a obtener
dicha asistencia, siempre que el solicitante se comprometa a pagar los derechos y honorarios de los profesionales que
se designen. Distinguen entre el patrocinio de oficio y el carácter gratuito y citan la STC 114/1998 ( RTC 1998,
114) que estima la demanda de amparo por hallarse el incidente de tasación de costas necesitado de asistencia
profesional. De todo ello concluyen que el hecho de que el Colegio de Abogados no tuviera el turno exigido y sí un
turno de oficio único organizado simplemente por especialidades, resulta incompatible con el precepto constitucional
y que se ha vulnerado, en todo caso, su derecho a la defensa y a la asistencia letrada y solicitan en el suplico de la
demanda de amparo que se declare la nulidad del Auto de 1 de septiembre de 2004 del Juzgado de Primera Instancia
núm. 4 de Arganda del Rey, y que se repongan las actuaciones en el estado en que se encontraban el día 15 de abril de
2004, fecha en que solicitaron, por primera vez, abogado de oficio sin gratuidad; mediante otrosí solicitan igualmente
la suspensión de la ejecución del Auto combatido.
4 Por providencia de 1 de junio de 2006, la Sección Tercera de la Sala Segunda del Tribunal Constitucional acordó,
de conformidad con lo dispuesto en el artículo 50.3 LOTC ( RCL 1979, 2383) , conceder a los demandantes de
amparo y al Ministerio Fiscal un plazo común de diez días para que formularan alegaciones en relación con la
carencia manifiesta de contenido constitucional de la demanda [art. 50.1 c) LOTC].
5 Por escrito registrado en este Tribunal Constitucional, con fecha de 21 de junio de 2006, los demandantes de
amparo se ratificaron en la demanda.
6 El 28 de junio de 2006 el Ministerio Fiscal registró escrito en el que interesaba la admisión a trámite del presente
recurso.
7 Por providencia de 19 de septiembre de 2006 la Sala Segunda del Tribunal constitucional acordó la admisión a
trámite de la demanda y formar la correspondiente pieza separada de suspensión, concediendo, de conformidad con el
artículo 56 LOTC ( RCL 1979, 2383) , un plazo común de tres días al Ministerio Fiscal y a la parte recurrente a fin
de que realizaran las alegaciones que estimasen pertinentes sobre dicha suspensión. En esta misma providencia se
acordó dirigir atenta comunicación al Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey a fin de que, en un
plazo que no excediera de diez días, remitiera certificación de las actuaciones correspondientes al juicio verbal núm.
122-2001, advirtiéndole de que previamente emplazarse a quienes hubieran sido parte en el procedimiento, salvo a la
parte recurrente en amparo, para que en el plazo de diez días pudiesen comparecer, por si así lo desearan, en el
presente recurso de amparo.
8 Por escrito registrado el 29 de septiembre de 2006 la parte recurrente reiteró la suspensión solicitada alegando que
la empresa que reclama las costas a los recurrentes en amparo no tardaría en extinguirse, resultando a partir de
entonces difícil y costoso pedir la devolución de lo que tienen que abonar a quienes fueron socios de dicha empresa.
Igualmente se aducía que la suspensión solicitada evitaría dos procesos paralelos, el ejecutivo en el Juzgado civil,
donde se había solicitado ya «una barbaridad de intereses» y, simultáneamente el proceso de amparo constitucional.
Por escrito registrado en el Tribunal Constitucional el 5 de octubre 2006 el Ministerio Fiscal interesó la denegación
de la suspensión solicitada.
9 Por Auto de 23 de octubre de 2006 la Sala Segunda del Tribunal Constitucional acordó denegar la suspensión
solicitada. Contra este Auto se formuló por los demandantes de amparo recurso de súplica, que fue informado en
sentido denegatorio por el Fiscal en dictamen de 29 de noviembre de 2006. Por Auto de la Sala Segunda de 15 de
enero de 2007 se acordó desestimar dicho recurso de súplica.
10 La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, por diligencia de ordenación de 27 de febrero de 2007, de
conformidad con el art. 52.1 LOTC ( RCL 1979, 2383) , acordó conferir a la parte recurrente y al Ministerio Fiscal
trámite de alegaciones por un plazo común de veinte días.
11 El 3 de abril de 2007 se registró en este Tribunal Constitucional escrito del Ministerio Fiscal interesando la
estimación del amparo.
En primer lugar, el Ministerio Fiscal precisa que, aun cuando se impugna expresamente el Auto de 1 de septiembre de
2004, el amparo debiera extenderse igualmente a las providencias del mismo Juzgado de 24 de junio y de 1 de
septiembre de 2004, por ser ellas antecedente y consecuencia del Auto impugnado, y en las que ya se habría
producido la vulneración de los derechos de defensa y asistencia letrada tutelados en los arts. 24 1 y 2 CE ( RCL
1978, 2836) .
En cuanto al fondo de la cuestión, señala el Ministerio Fiscal que desde el primer momento estaba claro que los
demandantes de amparo formularon ante el Juzgado una petición que tenía plena cobertura legal, la de que les fuera
designado Letrado por la vía de la Asistencia Jurídica Gratuita pero comprometiéndose a satisfacer los honorarios del
Abogado, tal y como previene el art. 33.2 LECiv ( RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001, 1892) . Considera que la
providencia del Juzgado que acordaba suspender el trámite de impugnación de costas interesando a la parte
solicitante que verificara la designación de Letrado del Colegio de Abogados es respetuosa con los derechos del art.
24 CE, pero que a partir de ese momento se entra en una fase de confusión donde el órgano judicial y el Colegio de
Abogados parecen confundir la petición cuando lo que se interesa es simplemente la designación de un Letrado cuyos
emolumentos se satisfagan por la parte.
Considera que la respuesta del órgano judicial no es satisfactoria con los derechos fundamentales alegados en amparo
por dos motivos. De un lado porque cuando la parte pone de manifiesto al Juzgado la respuesta del Colegio de
Abogados, el órgano judicial no tiene en cuenta que el art. 33.2 LECiv, párrafo segundo, prevé que la tramitación de
estas solicitudes lo será de conformidad con lo dispuesto en la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita ( RCL 1996, 89) .
Pero, de otro lado, porque la respuesta dada por el órgano judicial al remitirse a lo que ya había ordenado previamente
y que se ceñía a que el que la parte accediera a la asistencia letrada mediante el procedimiento de asistencia jurídica
gratuita, ya no era posible porque el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares no tenía establecido tal turno, es
sencillamente una respuesta de naturaleza puramente formal y que difícilmente cumple con el deber de protección y
tutela del derecho fundamental en juego. Con ello se generaron unas consecuencias gravosas para la parte afectada,
ya que una vez reanudado el trámite de impugnación de costas no pudo impugnarlas, pues por decisión del Juzgado
carecía de asistencia letrada y defensa, aprobándose sin oposición las costas con el correspondiente perjuicio
económico para ella.
A su juicio, la situación producida conecta fácilmente con una constante jurisprudencia constitucional exigiendo la
igualdad de armas que prohíbe la indefensión, en especial en relación con situaciones en que existe una carencia de
posibilidad real de defensa, lo que se prevé incluso para aquellos procesos en los que, como en el caso de autos, no
fuera necesaria la presencia de Letrado o Procurador ( STC 199/2003 [ RTC 2003, 199] ). En el presente caso,
resalta el Ministerio Fiscal, estamos en ejecución de Sentencia y en trámite de tasación de costas, habiendo litigado
ambas partes (antes de denunciar a su Letrado los demandantes de amparo) con Abogado y Procurador, requiriendo el
trámite de tasación de una capacitación técnica jurídica evidente y encontrando la petición de los demandantes
cobertura legal en el art. 33.2 LECiv, que se remite a la tramitación regulada en la LAJG en sus artículos 9 y ss.
El Ministerio público pone de manifiesto que la respuesta judicial que se ofrece al escrito de la parte de 13 de mayo
de 2004 (donde se pone en conocimiento del Juzgado que el impreso que le han entregado en el Colegio de Abogados
para instar la designación de abogado es el de justicia gratuita y reitera que ha manifestado su deseo de litigar con el
pago de la remuneración económica) es fulminante y extraña, pues afirma, sin que haya constancia alguna al menos
en la documentación obrante ante el Tribunal Constitucional, de que no existe tal turno, refiriéndose, según parece, al
de designación de letrado de oficio de pago en el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares y declara reabrir el
plazo cuando sólo quedaban tres días, a efectos de impugnación de la tasación de costas. Es ésta una respuesta que
lesiona el derecho a la defensa y la asistencia letrada, con esa mera referencia a un turno cuya realidad normativa se
concreta en los artículos 9 y ss. de la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita, considerando que ni siquiera la invocación
de una posible negligencia de la parte en la tramitación de la petición salvaría la infracción constitucional.
En relación con el escrito de 5 de junio 2004 alega, además, el Ministerio público que no se cumplen las mínimas
exigencias de motivación pues en dicho escrito se efectuaban tres peticiones al Juzgado (referidas en antecedentes) y
se indicaban razones concretas por las que interesaba la asistencia letrada en la impugnación de la tasación de costas
que no han sido atendidas. En la misma fecha el Juzgado emite dos resoluciones; la providencia de 1 de septiembre
de 2004 se remite a lo acordado en la providencia de 24 de mayo, con lo que no ofrece respuesta debidamente
motivada a dicho escrito pues por tal no puede entenderse la remisión a una providencia que no resolvió las
cuestiones nuevas que se planteaban y en consecuencia no protegió debidamente el derecho a la defensa y a
la asistencia letrada con infracción del artículo 24 CE. Y además el Auto de 1 de septiembre de 2004 concluye el
proceso, cerrándolo, con la aprobación de la tasación de costas que la parte no pudo contradecir por considerar el
Juzgado que no se habían impugnado en tiempo, sin que ni siquiera el órgano judicial considerara las alegaciones
que, en última instancia, como autodefensa, alegaba la parte en su escrito de 5 de junio de 2004.
12 El 30 de marzo de 2007 los demandantes de amparo registraban escrito reiterando las alegaciones contenidas en la
demanda de amparo en su integridad.
13 Por providencia de 18 de octubre de 2007, se acordó para deliberación y votación de esta Sentencia el día 22 del
mismo mes y año.

II. FUNDAMENTOS JURÍDICOS


1 Los demandantes de amparo imputan al Auto de 1 de septiembre de 2004 del Juzgado de Primera Instancia núm. 4
de Arganda del Rey (Madrid), dictado en el procedimiento de juicio verbal núm. 122-2001 y que aprueba de modo
definitivo la tasación de costas, la vulneración del derecho fundamental a la defensa y a la asistencia de Letrado (art.
24.2 CE [ RCL 1978, 2836] ) y, como resultado de ello, la del derecho a una tutela judicial efectiva sin indefensión
(art. 24.1 CE).
El Ministerio Fiscal interesa la estimación del amparo por considerar que, en efecto, se ha vulnerado el derecho a
la defensa y a la asistencia letrada, pero también el derecho a una tutela judicial efectiva al dictarse resoluciones
judiciales que no ofrecen motivación alguna respecto de pretensiones realizadas por los demandantes de amparo.
2 Antes de proceder al análisis de las vulneraciones denunciadas conviene acotar cuáles son las resoluciones objeto
del presente amparo.
El Ministerio Fiscal considera que, aunque las partes impugnan el Auto del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de
Arganda del Rey (Madrid), de 1 de septiembre, deben entenderse también comprendidas en el recurso la providencia
dictada en el mismo día por el mismo órgano judicial, en la que se remite a lo acordado en su anterior providencia de
24 de junio de 2004, así como esta última, en la que se declaraba no haber lugar a la designación de Abogado de
oficio sin gratuidad por no existir un turno previsto para este supuesto en el Colegio de Abogados de Alcalá de
Henares y se reanudaba el plazo de impugnación.
En el presente caso es cierto que en el encabezamiento de su demanda los recurrentes de amparo impugnan
exclusivamente el Auto de 1 de septiembre de 2004, pero en el suplico no piden únicamente su anulación, sino que
también solicitan, de modo expreso, la reposición de las actuaciones al estado en que se encontraban los autos el día
15 de abril de 2004, fecha en la que solicitaron por primera vez Abogado de oficio sin gratuidad. De este modo
impugnan, aunque sea de modo indirecto, las resoluciones a las que alude el Ministerio público y también la
providencia de 5 de mayo de 2004 del mismo Juzgado, posterior a la fecha en que los recurrentes consideran que
comienzan las infracciones constitucionales. De ahí que, en aras de respetar el principio dispositivo y el de
congruencia de las resoluciones judiciales, el examen de este Tribunal Constitucional abarcará todas las resoluciones
temporales posteriores a la solicitud de Abogado de oficio sin gratuidad, es decir, incluida la providencia de 5 de
mayo de 2004 aludida.
3 La cuestión de fondo que se suscita en el caso que ahora se trae a nuestro enjuiciamiento consiste en determinar si
el órgano judicial ha vulnerado el derecho a la defensa y a la asistencia jurídica letrada (art. 24.2 CE [ RCL 1978,
2836] ) y, en consecuencia, impedido el ejercicio el derecho a una tutela judicial efectiva sin indefensión de los
demandantes de amparo (art. 24.1 CE) por no atender la petición de éstos relativa al nombramiento de Abogado de
oficio sin gratuidad para su defensa.
Para abordarla debemos recordar que la exigencia de asistencia letrada no tiene un alcance único ni un contenido
unívoco en todos los supuestos en que está reconocida constitucionalmente, sino que se encuentra vinculada a la
diferente función que como garantía constitucional ha de cumplir en cada uno de dichos supuestos ( STC 199/2003,
de 10 de noviembre [ RTC 2003, 199] , F. 4). Y que por ello hemos advertido que no es correcto extrapolar al
proceso civil, sin más matizaciones, la doctrina elaborada respecto de la asistencia letrada en el proceso penal, donde
la especial proyección de la asistencia letrada se sustenta en la complejidad técnica del debate y en la relevancia del
bien jurídico protegido que puede verse afectado, justificando en tales casos la exigencia de que se acentúe la
obligación jurídico-constitucional de los órganos judiciales ( SSTC 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC 1998, 233] ,
F. 3; 162/1999, de 27 de septiembre [ RTC 1999, 162] , F. 3).
No obstante es doctrina reiterada de este Tribunal que entre el haz de garantías que integran el derecho a un proceso
justo, «se incluye el derecho a la defensa y a la asistencia letrada que el art. 24.2 CE reconoce no sólo para el proceso
penal sino también para el resto de los procesos, con las salvedades oportunas, y cuya finalidad es la de asegurar la
efectiva realización de los principios de igualdad de las partes y de contradicción que impone a los órganos judiciales
el deber positivo de evitar desequilibrios entre la respectiva posición procesal de las partes, o limitaciones en la
defensa que puedan inferir a alguna de ellas un resultado de indefensión, prohibido en todo caso en el inciso final del
art. 24.1 CE» ( SSTC 152/2000, de 12 de junio [ RTC 2000, 152] , F. 3, 211/2003, de 1 de diciembre [ RTC 2003,
211] , F. 6, 18/2006, de 30 de enero [ RTC 2006, 18] , F. 2). Se trata de un derecho que, aun cuando conectado en
su finalidad con el derecho a la defensa y no sufrir indefensión, se erige en derecho fundamental autónomo,
estructural e instrumental al principio de igualdad de las partes ( STC 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC 1998,
233] , F. 3).
Del mismo modo hemos señalado que en el supuesto de que la intervención de Letrado sea preceptiva, esta garantía
constitucional se convierte en una exigencia estructural del proceso tendente a asegurar su correcto desenvolvimiento
( STC 42/1982, de 5 de julio [ RTC 1982, 42] , F. 2), cuyo sentido es satisfacer el fin común a toda asistencia
letrada que es el de «lograr el adecuado desarrollo del proceso como mecanismo instrumental introducido por el
legislador con miras a una dialéctica procesal efectiva que facilita el órgano judicial la búsqueda de una Sentencia
ajustada a Derecho» ( SSTC 47/1987, de 22 de abril [ RTC 1987, 47] , F. 3; 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC
1998, 233] , F. 3; 189/2006, de 19 de junio [ RTC 2006, 189] , F. 2). Y que en estos casos «la conexión existente
entre el derecho a la asistencia letrada y la institución misma del proceso determina incluso que la pasividad del
titular del derecho deba ser suplida por el órgano judicial para cuya propia actuación, y no sólo para el mejor servicio
de los derechos e intereses del defendido, es necesaria la asistencia del Letrado» (con numerosas citas, STC
189/2006, de 19 de junio, F. 2), debiendo los órganos judiciales considerar la ausencia de Letrado «como un requisito
subsanable» ( STC 53/1990, de 26 de marzo [ RTC 1990, 53] ) ofreciendo al interesado una oportunidad de reparar
tal omisión ( STC 11/2003, de 27 de enero [ RTC 2003, 11] , F. 3).
4 Pero incluso cuando la intervención de Letrado no es preceptiva en un proceso determinado con arreglo a las
normas procesales, ello no priva al justiciable del derecho a la defensa y asistencia letrada reconocido en el art.
24.2 CE ( RCL 1978, 2836) . Como hemos señalado en numerosas ocasiones, el carácter no preceptivo o necesario
de la intervención del Abogado en ciertos procedimientos «no obliga a las partes a actuar personalmente, sino que les
faculta para elegir entre la autodefensa o la defensa técnica; permaneciendo, en consecuencia, el derecho de asistencia
letrada incólume en tales casos, cuyo ejercicio queda a la disponibilidad de las partes, lo cual conlleva, en principio,
el derecho del litigante que carece de recursos económicos para sufragar un Letrado de su elección, a que se le provea
de Abogado de oficio, si así lo considera conveniente a la mejor defensa de sus derechos» ( SSTC 211/2003, de 1 de
diciembre [ RTC 2003, 211] , F. 6; 262/2005, de 24 de octubre [ RTC 2005, 262] , F. 2 y 18/2006, de 30 de enero [
RTC 2006, 18] , F. 2), siendo procedente el nombramiento de abogado de oficio «cuando se solicite y resulte
necesario» ( SSTC 152/2000, de 12 de junio [ RTC 2000, 152] , F. 3 y 262/2005, de 24 de octubre [ RTC 2005,
262] , F. 2).
En este sentido hemos afirmado que el derecho constitucional exige que se ponga de manifiesto «esa circunstancia
con las debidas formalidades legales ante el órgano judicial y que éste se pronuncie expresamente sobre su
pertinencia, ponderando si los intereses de la justicia así lo exigen» ( SSTC 199/2003, de 10 de noviembre [ RTC
2003, 199] , F. 5, 65/2007, de 27 de marzo [ RTC 2007, 65] , F. 4). La exigencia de que el interesado solicite
formalmente ante el órgano judicial la designación de Letrado de oficio se deriva de que lógicamente –si el contenido
de este derecho se concreta en la posibilidad de optar por la autodefensa o por la asistencia técnica– sólo a través de
la emisión expresa de su voluntad de ser asistido de Letrado podrá el órgano judicial proceder a su designación. Esta
solicitud, además, debe realizarse por el interesado lo más tempranamente que pueda, con el fin de evitar en la
medida de lo posible la suspensión de actos judiciales, que implicaría la afectación a otros intereses
constitucionalmente relevantes, principalmente el derecho a un procedimiento sin dilaciones indebidas del resto de
partes procesales y, todo ello, sin olvidar tanto la incidencia negativa que pueda tener en el deber de colaboración con
la Administración de Justicia de otros participantes en dichos actos, como testigos y peritos, por las molestias
innecesariamente causadas con sus desplazamientos a los Juzgados para actos que sean finalmente suspendidos,
cuanto criterios de eficiencia en el gasto público y en la organización judicial, por la inversión de medios económicos
y personales de la Administración de Justicia en la celebración de actos procesales fallidos ( SSTC 199/2003, de 10
de noviembre [ RTC 2003, 199] , F. 5, 65/2007, de 27 de marzo [ RTC 2007, 65] , F. 4).
Por su parte, la necesidad constitucional de asistencia letrada viene determinada por la finalidad que este derecho
cumple. De este modo, si lo que se trata es de garantizar la igualdad de las partes y la efectiva contradicción para el
correcto desarrollo del debate procesal, «será constitucionalmente obligada la asistencia letrada allí donde la
capacidad del interesado, el objeto del proceso o su complejidad técnica hagan estéril la autodefensa que el mismo
puede ejercer mediante su comparecencia personal, lo que será determinable, en cada caso concreto, atendiendo a la
mayor o menor complejidad del debate procesal y a la cultura y conocimientos jurídicos del comparecido
personalmente, deducidos de la forma y nivel técnico con que haya realizado su defensa ( STC 47/1987 [ RTC 1987,
47] , fundamento jurídico 3)» ( STC 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC 1998, 233] , F. 3).
Ahora bien, siendo cierto lo anterior, no lo es menos –y este Tribunal también lo ha señalado así reiteradamente– que
quien alegue indefensión como consecuencia de la vulneración del derecho a la asistencia letrada no ha de haber
provocado dicha situación con su falta de diligencia, así como que dicha indefensión debe ser real y efectiva; de
forma que la situación de indefensión generada por la falta de defensa técnica no resulte ser consecuencia directa del
proceder de la parte y además la autodefensa del litigante debe haberse revelado como insuficiente y perjudicial para
el mismo, impidiéndole articular una protección adecuada de sus derechos e intereses legítimos en el proceso. En
suma, resulta preciso que «se haya producido un menoscabo real y efectivo de su derecho de defensa», como señalan
las SSTC 22/2001, de 29 de enero ( RTC 2001, 22) , F. 2, 222/2002, de 25 de noviembre ( RTC 2002, 222) , F. 2,
y 215/2003, de 1 de diciembre ( RTC 2003, 215) , F. 3, entre otras.
5 Una correcta traslación de la doctrina exige advertir que en el caso que ahora se somete a nuestro enjuiciamiento no
estamos ante un supuesto en el que el interesado solicita el nombramiento de un Letrado de asistencia jurídica
gratuita y éste se deniega por el órgano judicial ( SSTC 47/1987, de 22 de abril [ RTC 1987, 47] , o 92/1996, de 27
de mayo [ RTC 1996, 92] , entre otras muchas), sino que el presente supuesto resulta novedoso por cuanto lo que se
solicitaba era el nombramiento de un Abogado de oficio sin gratuidad.
Esta posibilidad se contempla legalmente en el art. 33 de la Ley de Enjuiciamiento Civil ( RCL 2000, 34, 962 y RCL
2001, 1892) (LECiv) cuando, tras declarar que «fuera de los casos de designación de oficio previstos en la Ley de
Asistencia Jurídica Gratuita ( RCL 1996, 89) , corresponde a las partes contratar los servicios del procurador y del
abogado que les hayan de representar y defender en juicio» (art. 33.1 LECiv), establece inmediatamente a
continuación la posibilidad de asistencia de oficio sin gratuidad al señalar que «no obstante, el litigante que no tenga
derecho a la asistencia jurídica gratuita podrá pedir que se le designe abogado, procurador o ambos profesionales,
cuando su intervención sea preceptiva o cuando, no siéndolo, la parte contraria haya comunicado al Tribunal que
actuará defendida por abogado y representada por procurador. Estas peticiones se harán y decidirán conforme a lo
dispuesto en la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita, sin necesidad de acreditar el derecho a obtener dicha asistencia,
siempre que el solicitante se comprometa a pagar los honorarios y derechos de los profesionales que se le designen»
(art. 33.2 LECiv).
Existen supuestos, así pues, en los que por carecerse de medios económicos se tiene derecho a la asistencia jurídica
gratuita y otros, como el ahora enjuiciado, en los que, aun disponiendo de medios, de lo que se carece es de Abogado.
Pero ambos casos encuentran acomodo dentro del derecho fundamental a la asistencia letrada proclamado en el
artículo 24.2 CE ( RCL 1978, 2836) por cuanto, incluso cuando la asistencia no es preceptiva, como hemos dicho,
ello no obliga al interesado a actuar personalmente, sino que dicho derecho le faculta para elegir entre la autodefensa
o la defensa técnica. Y en tal defensa técnica encuentra cobijo no sólo el Abogado de confianza, sino también el
Letrado de oficio, que será gratuito cuando se carece de medios económicos, o sin gratuidad, cuando, teniéndolos, de
lo que se carece es de Abogado. En el presente caso no cabe duda de que, tal y como se manifiesta en los
antecedentes, en todo momento la opción de los demandantes de amparo no fue por la autodefensa, sino por la
defensa y asistencia técnica, sin gratuidad, porque así lo consideraron conveniente para la defensa de sus derechos.
En estos casos, en aplicación de la doctrina general, también es procedente el nombramiento de Abogado de oficio
cuando «se solicite» y «resulte necesario». Es decir, son también dos los requisitos simultáneamente exigidos.
En primer lugar, la manifestación de voluntad deviene también exigible cuando el Abogado de oficio solicitado es sin
gratuidad. En este sentido debe tenerse en cuenta que el derecho a la asistencia de oficio de este tipo remite en su
configuración legal a la regulación contenida en la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita y, con independencia de la
gratuidad o no de la asistencia, su razón de ser en ambos casos es idéntica. Asimismo, ha de constar la solicitud de
designación de Letrado sin gratuidad como petición autónoma respecto del beneficio de justicia gratuita que, en su
caso, pudiera haberse inicialmente instado pues únicamente de este modo es posible exigir al órgano judicial una
actuación concreta respeto de esta singular opción que no se confunda con la más general de la asistencia jurídica
gratuita (evitando así estrategias procesales de dilatación de plazos), y porque sólo con tal advertencia específica, en
tiempo y forma legal, le es posible a dicho órgano realizar una adecuada ponderación de las circunstancias del caso a
la hora de valorar la existencia real de indefensión que tiene la obligación constitucional de evitar.
En segundo lugar, también cuando la asistencia requerida es «sin gratuidad» ha de nombrarse sólo cuando «resulte
necesaria». Necesidad que debe valorarse caso por caso, en atención a las circunstancias concretas, subjetivas y
objetivas, a las que antes nos hemos referido, pues únicamente cuando exista un riesgo de indefensión real y éste
finalmente se traduzca en un menoscabo real y efectivo del derecho a la igualdad de las partes y a la defensa, no
debida a su propia actuación, sino a la actividad u omisión judicial, la denegación de dicha asistencia adquiere
relevancia constitucional.
6 En el presente caso, la solicitud formal de Abogado de oficio sin gratuidad se realizó tras denunciar al Abogado que
les había llevado el tema durante el proceso, poniendo tal circunstancia en conocimiento del órgano judicial y
solicitando desde el primer momento su pretensión de Abogado de oficio no gratuito con total claridad.
Como consta en los antecedentes de esta Sentencia, don Jesús P. D. compareció mediante escrito de 15 de abril de
2004 ante el Juzgado para poner de manifiesto que había tenido conocimiento casual de la tasación de costas, que
desde primeros de abril estaba intentando contactar con su Abogado, que había denunciado ante la Comisión
Deontológica al Abogado que llevaba el caso y que en el Colegio de Abogados le habían informado de que las costas
podrían impugnarse por excesivas, motivos por los que solicitaba la suspensión del plazo concedido y que se le
designara un «abogado de oficio, sin gratuidad (art. 440.2 LOPJ [ RCL 1985, 1578, 2635] ) a fin de que en el plazo
que resta pueda el nuevo letrado impugnar, en su caso, la tasación». Precepto el señalado que, antes de la reforma
llevada a cabo en la Ley Orgánica del Poder Judicial por la Ley Orgánica 19/2003, de 23 de diciembre ( RCL 2003,
3008) , declaraba que «salvo que la Ley disponga otra cosa, las partes podrán designar libremente a sus
representantes y defensores entre los Procuradores y Abogados que reúnan los requisitos exigidos por las Leyes» (art.
440.1 LOPJ) pero que «se designarán de oficio, con arreglo a lo que en aquéllas se establezca, a quien lo solicite o se
niegue a nombrarlos, siendo preceptiva su intervención. La defensa de oficio tendrá carácter gratuito para quien
acredite insuficiencia de recursos para litigar en los términos en que establezca la Ley» (art. 440.2 LOPJ).
Prueba del conocimiento judicial y de que se podría producir un supuesto de indefensión es que se dictó la
providencia de 5 de mayo 2004 por la que el Juzgado acuerda interrumpir el plazo que había conferido a las partes
para impugnar la tasación de costas, requiriendo a don Jesús P. D. «a fin de que acredite en el término de tres días que
ha verificado la solicitud de Letrado de oficio en el Despacho del Colegio de Abogados de esta población». Con
semejante proceder el Juzgador actuó de conformidad con el derecho a la tutela judicial efectiva y realizó las
actuaciones necesarias para preservar el derecho constitucional de defensa y de asistencia jurídica de los ahora
demandantes de amparo, de ahí que hayamos de convenir con el Ministerio Fiscal en que esta providencia, al
contrario de lo que se pretende en la demanda de amparo con la retroacción de actuaciones a un momento anterior, no
merece reproche constitucional alguno desde la perspectiva del art. 24 CE ( RCL 1978, 2836) y, por lo tanto, en
relación con esta concreta providencia, la demanda de amparo debe ser desestimada.
A partir de este momento, como también detecta el Ministerio Fiscal, los hechos acaecidos no se pueden determinar
con absoluta claridad. En la demanda de amparo se dice que siguiendo lo indicado en la providencia de 5 de mayo,
los ahora recurrentes fueron a la delegación del Colegio de Abogados de Alcalá en Arganda del Rey y allí les dieron
un impreso de solicitud de asistencia jurídica gratuita para rellenarlo con los datos económicos que en dicho impreso
se piden y que, por ello, mediante escrito de 13 de mayo, contestaron a la providencia de 5 de mayo de 2004 haciendo
ver al órgano judicial que el impreso obtenido era el que consta como anexo en el Reglamento de asistencia jurídica
gratuita, reiterando su petición de Abogado pagando ellos los honorarios. Pero lo cierto es que este Tribunal
Constitucional debe limitarse, de conformidad con el art. 44.1 b) LOTC ( RCL 1979, 2383) a los hechos y a los
actos procesales que se reflejan en las actuaciones, sin entrar a interpretar o valorar los mismos en el sentido
pretendido.
Sobre dicha base, lo cierto es que de lo único que hay constancia es de dos actos procesales. De un lado, el escrito al
que se refieren los demandantes de amparo, de 13 de mayo de 2004, pero en el que, a diferencia de lo expresado en la
demanda de amparo, textualmente se dice: «en relación con la providencia del 15/5/2004 el impreso a que se refiere
el Juzgado es el que figura como anexo en el Reglamento de Asistencia Gratuita. Pero en mi escrito con fecha 15 de
abril de 2004 yo no pedía asistencia jurídica gratuita. Reitero respetuosamente al Juzgado lo manifestado en aquel
escrito». De otro lado, la providencia de 24 de junio de 2004 en la que el Juzgado acuerda: «no haber lugar a la
designación de abogado de oficio sin gratuidad solicitado por el demandante al no tener ningún turno previsto para
este supuesto el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares, por lo que se acuerda reanudar el plazo de impugnación
de la tasación de costas de 29 de marzo de 2004».
De la lectura del escrito de los demandantes de amparo surge la duda de si cumplieron el encargo judicial y su deber
de solicitar ante el Colegio de Abogados la asistencia letrada no gratuita, asumiendo el compromiso de hacerse cargo
del costo de la misma. Y ello por cuanto en dicho escrito no adjuntan prueba alguna del cumplimiento de «verificar»
dicha solicitud, que era lo estrictamente exigido en la providencia de 5 de mayo de 2004; petición que se
correspondía en perfección con lo estipulado para tales supuestos en el art. 33.2 LECiv ( RCL 2000, 34, 962 y RCL
2001, 1892) en la remisión que contiene a la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita para su obtención, con la salvedad
de la carencia de medios económicos y la exigencia expresa del compromiso de pago de quien requiera dicha
asistencia letrada. De ser así, cabría concluir que es a la propia parte demandante de amparo a quien le es imputable la
falta de asistencia letrada que luego se aduce como vulneración judicial del derecho fundamental.
Pero lo cierto es que el órgano judicial en la siguiente actuación procesal de la que se tiene constancia, la providencia
de 24 de junio de 2004, cuando declara no haber lugar a la petición de asistencia letrada sin gratuidad, no lo hace
basándose en el incumplimiento de lo ordenado en su anterior providencia ni porque, a la vista de las circunstancias,
y en su tarea de ponderación, considerara que la petición era claramente abusiva o estaba preordenada a dilatar los
plazos, supuestos estos para los que expresamente el art. 16 de la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita ( RCL 1996,
89) permite que el órgano judicial pueda computar los plazos en los estrictos términos legalmente previstos y con
todas las consecuencias que de ello se deriven. Por el contrario rechaza la petición por un motivo concreto y muy
distinto: la inexistencia de un turno previsto para este supuesto en el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares, y
por ello es por lo que acuerda reanudar el plazo de impugnación de la tasación de costas.
7 Con independencia del incumplimiento del deber por parte del Colegio de Abogados de hacer efectivo el derecho a
la asistencia jurídica no gratuita, olvidando su naturaleza de corporación de Derecho público llamada a hacer efectivo
el derecho constitucional de la asistencia letrada, es esta respuesta judicial la que, desde una óptica constitucional,
únicamente debemos examinar y la que impide a este Tribunal apreciar una falta de diligencia de la parte, máxime
teniendo en cuenta que la propia singularidad de la petición pudo llevar a una efectiva confusión de la asistencia que
se reclamaba en el Colegio de Abogados y que, desde el primer momento, y por tres veces, los demandantes de
amparo hicieron manifiesta su opción por la asistencia técnica y no por la autodefensa. Y es precisamente dicha
respuesta judicial, como certeramente advierte el Ministerio Fiscal, la que inicia una serie de actuaciones que lesionan
los derechos alegados por los demandantes de amparo.
Desde el punto de vista del derecho a la asistencia letrada de los demandantes de amparo esta providencia de 24 de
junio de 2004 carece de toda ponderación de las circunstancias concurrentes para verificar si la situación de
indefensión podía producirse y el rechazo de la asistencia solicitada mediante una respuesta vinculada a la propia
organización y actuación del Colegio en esta materia (inexistencia de turno específico) lesionaba
el derecho fundamental en juego. Conviene al efecto simplemente recordar que nos encontramos procesalmente en
ejecución de Sentencia, en el trámite de tasación de costas, que requiere una capacitación técnica jurídica evidente, y
de un juicio verbal civil en el que ambas partes habían litigado con Abogado y Procurador. La denegación de
la asistencia, a su vez, supuso la reapertura del plazo de tres días de impugnación de la tasación de costas que
restaban y resultó fatal en sus consecuencias para la parte afectada, ya que reanudado el trámite de impugnación en
costas, dicha parte carecía, por la decisión del Juzgado, de asistencia letrada y defensa, sin que pudiera impugnar la
tasación de costas, que transcurrido el plazo se aprobó sin oposición con el correspondiente perjuicio económico por
la parte indefensa.
Pero la lesión del derecho de asistencia letrada se reitera y se amplía, afectando también al derecho a una tutela
judicial efectiva sin indefensión (art. 24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ), en las siguientes actuaciones judiciales. Así,
ante la reapertura de los plazos y el rechazo de la petición de asistencia no gratuita, los demandantes de amparo
muestran su disconformidad mediante escrito de 5 de julio 2004, en el que, además de indicar las razones concretas
por las que interesan la asistencia letrada, efectúan tres peticiones al Juzgado: nulidad de actuaciones por falta de
Abogado, testimonio de la respuesta negativa del Colegio de Abogados y que el comienzo de los plazos se reanude
cuando le conste al Juzgado la designación de Abogado.
8 Frente a tales pretensiones, el Juzgado reacciona dictando dos resoluciones judiciales el mismo día. La primera, la
providencia de 1 de septiembre de 2004, en la que se remite a lo acordado en la providencia de 24 de junio «en
cuanto a las peticiones del escrito de don Jesús P. D. de 5 de julio de 2004» y en la que además se declara que
«transcurrido el plazo concedido a la parte actora para su impugnación, y no habiendo verificado dicha impugnación»
deberá estarse a la «resolución que a continuación se dicte». Resolución que se dicta ese mismo día y se concreta en
el Auto de 1 de septiembre, expresamente impugnado por los demandantes de amparo, por el que se aprueba de modo
definitivo la tasación de costas al haber transcurrido el plazo concedido sin haberse impugnado.
La providencia de 1 de septiembre de 2004 consuma la lesión del derecho a la asistencia letrada, no sólo por no tener
en cuenta que la contraparte había tenido Abogado y Procurador, lo mismo que los demandantes de amparo hasta la
denuncia de su Abogado, y que se trataba de una tasación de costas en ejecución de Sentencia de cierta complejidad
técnica, sino que, además, por negar la posibilidad de autodefensa habida cuenta de que, a pesar de que los
demandantes alegaban varios motivos en el escrito para entender que las costas eran excesivas, los mismos fueron
ignorados por el Juzgador de plano, como prueba el hecho de que la razón para dar por finalizado el plazo de
impugnación sea de modo exclusivo la de que dicha impugnación no se había realizado. Tal proceder, por añadidura,
supone que el Juzgador, al no contestar a las cuestiones nuevas planteadas en el escrito de la parte (en especial, la
relativa al testimonio de la respuesta negativa del Colegio de Abogados, pues se podría entender que las otras habrían
sido desestimadas tácitamente), incurre, además, en la vulneración autónoma del derecho a una resolución motivada
( ex art. 24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ).
9 Así los datos, lo cierto es que los recurrentes no obtuvieron la asistencia letrada sin gratuidad solicitada, no
pudieron realizar una impugnación técnica de las costas aunque adujeron los motivos por los que consideraban que
eran impugnables, y al final el órgano judicial las aprobó de modo definitivo, precisamente, por entender que no se
habían impugnado en plazo. Esta situación, con independencia de que fuera legalmente preceptiva
la asistencia letrada (como mantienen los demandantes de amparo y podría deducirse de la Ley de Enjuiciamiento
Civil) o fuera no preceptiva (como afirma el Ministerio Fiscal), condujo a un efectivo desequilibrio en la defensa de
las partes (recuérdese que la contraparte asistía con Abogado), en un proceso en el cual, a pesar de que en algún
escrito los demandantes parecen demostrar una mínima preparación jurídica (en especial, el escrito de 5 de junio de
2004), lo cierto es que el objeto del proceso, impugnación de costas en ejecución de sentencia, y las propias
circunstancias que condujeron a la denegación de la asistencia letrada (inexistencia de turno específico), supusieron
un menoscabo real y efectivo en la defensa de la parte y un perjuicio manifiesto, no sólo por no haber podido
accionar contra la falta de respuesta judicial a sus motivaciones de autodefensa, sino, sobre todo, porque finalmente
se tuvieron las costas por no impugnadas, sin posibilidad de contradecir las mismas.
Se confirma, con ello, que la falta de asistencia letrada lesionó el principio de igualdad de partes y el derecho a la
contradicción, finalidad a la que sirve el derecho fundamental, produciéndose una real y efectiva situación de
indefensión material, requisito que insoslayablemente ha de concurrir para que quepa apreciar infracción del art.
24.1 CE ( RCL 1978, 2836) (STC 152/2000, de 12 de junio, F. 3, por todas), revelándose además la autodefensa
desplegada inadecuada e insuficiente, incluso aunque «efectividad» no pueda «confundirse con el éxito de la
pretensión so pena de transmutar la función desempeñada por los abogados en el seno de un proceso en una
irrealizable obligación de resultados» ( STC 206/2001, de 13 de julio [ RTC 2001, 206] , F. 4). Y como
consecuencia, se vulneró igualmente el derecho a la tutela judicial efectiva también alegado por quienes ahora acuden
en amparo.
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE CONFIERE LA
CONSTITUCIÓN DE LA NACIÓN ESPAÑOLA,
Ha decidido
Estimar la demanda de amparo formulada por don Jesús P. D. y doña Maria Rosa S. S. y, en consecuencia:
1º Declarar que se ha vulnerado a los demandantes de amparo su derecho a la asistencia letrada (art. 24.2 CE [ RCL
1978, 2836] ) y a la tutela judicial efectiva sin indefensión (art. 24.1 CE).
2º Restablecerlos en sus derechos y, a tal fin, declarar la nulidad de la providencia de 24 de junio de 2004, la de 1 de
septiembre y el Auto de esta misma fecha del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey, retrotrayendo
las actuaciones al momento procesal anterior a la primera a fin de que por el órgano judicial se dicte resolución
respetuosa con el derecho de los demandantes de amparo a su derecho de defensa y asistencia letrada y con
su derecho a una tutela judicial efectiva.
Publíquese esta Sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid, a veintidós de octubre de dos mil siete.–Guillermo Jiménez Sánchez.–Vicente Conde Martín de
Hijas.–Elisa Pérez Vera.–Eugeni Gay Montalvo.–Ramón Rodríguez Arribas.–Pascual Sala Sánchez.–Firmado y
rubricado.

PREGUNTA QUE HA DE RESPONDER EL ALUMNO


EL DERECHO A LA DEFENSA MEDIANTE LA EXIGENCIA DE ASISTENCIA DE ABOGADO ¿QUÉ
LIMITACIONES DESEA IMPONER?

SILABO A DESARROLLAR POR EL PROFESOR


LA NECESIDAD CONSTITUCIONAL DE ASISTENCIA DE ABOGADO VIENE DETERMINADA POR LA
FINALIDAD QUE ESTE DERECHO CUMPLE

RECURSO DE AMPARO NÚM. 5667/2004


PONENTE: DON EUGENI GAY MONTALVO
Recurso de amparo contra el Auto de 01-09-2004 del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey
(Madrid) dictado en procedimiento de juicio verbal aprobando de modo definitivo la tasación de costas. Vulneración
del derecho fundamental a la defensa y a la asistencia de letrado: existencia: otorgamiento de amparo.
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez, Presidente, don
Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y
don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 5667-2004, promovido por don Ángel Martín Gutiérrez, Procurador de los
Tribunales, en nombre y representación de los cónyuges don Jesús P. D. y doña María Rosa S. S., asistidos por el
Abogado don José Javier Roger Reino, contra el Auto de 1 de septiembre de 2004 del Juzgado de Primera Instancia
núm. 4 de Arganda del Rey (Madrid) dictado en el procedimiento de juicio verbal núm. 122-2001 aprobando de modo
definitivo la tasación de costas, por vulneración del derecho fundamental a la defensa y asistencia letrada (art.
24.2 CE [ RCL 1978, 2836] ). Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Eugeni Gay
Montalvo, quien expresa el parecer de la Sala.
I. ANTECEDENTES
1 Por escrito registrado en este Tribunal el 20 de septiembre de 2004 don Ángel Martín Gutiérrez, Procurador de los
Tribunales, en nombre y representación de los cónyuges don Jesús P. D. y doña María Rosa S. S., interpuso recurso
de amparo contra la resolución judicial citada en el encabezamiento de la Sentencia.
2 Los hechos más relevantes de los que trae causa la demanda son los siguientes:
a) El 4 de mayo de 2001 los actuales recurrentes formularon demanda de juicio verbal ante el Juzgado de Primera
Instancia núm. 4 de Arganda del Rey, interesando la suspensión de obra nueva contra la empresa Zarza 25, S. C. La
demanda fue desestimada por Sentencia de 15 de junio de 2001, confirmada por la de la Audiencia Provincial de
Madrid de fecha 16 de junio de 2003 ( JUR 2003, 255521) .
b) En ejecución de Sentencia se inició trámite de tasación de costas con traslado a las partes de su resultado mediante
diligencia de ordenación de 29 de marzo de 2004 del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey.
c) Don Jesús P. D. compareció ante el Juzgado mediante escrito de 15 de abril de 2004, en el que puso de manifiesto
que había tenido conocimiento casual de la tasación de costas; que desde primeros de abril estaba intentando
contactar con su Abogado y sistemáticamente la secretaria le informaba de que estaba reunido; que posteriormente
había ido al Colegio de Abogados y le dijeron que las costas serían impugnables por excesivas; que el día 7 de abril
denunció ante la Comisión Deontológica del Colegio al Abogado que le llevaba el caso y que, por todo ello, solicitaba
la suspensión del plazo concedido y que se le designara un Abogado de oficio, sin gratuidad (art. 440.2 LOPJ [ RCL
1985, 1578, 2635] ) a fin de que en el plazo que restaba pudiera el nuevo Letrado impugnar, en su caso, la tasación.
d) El 21 de abril de 2004 se presentó en el Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey escrito por el
Abogado de los demandantes de amparo que había sido denunciado, mediante el que solicitaba el desglose de los
documentos acompañados al escrito de la demanda que dio origen al procedimiento por necesitarlos para otros usos.
e) Por providencia de 5 de mayo 2004 el Juzgado rechazó el desglose «a la vista de lo manifestado por su cliente»,
acordó interrumpir el plazo que había conferido a las partes para impugnar la tasación de costas, requiriendo a don
Jesús P. D. «a fin de que acredite en el término de tres días que ha verificado la solicitud de Letrado de oficio en el
Despacho del Colegio de Abogados de esta población».
f) El 13 de mayo de 2004 el Sr. P. D. registró en el Juzgado escrito en el que, en cumplimiento del requerimiento
judicial, señaló que el impreso a que «se refiere el Juzgado es el que figura como anexo en el Reglamento de
Asistencia Gratuita ( RCL 2003, 2047, 2316) », aclarando que en su escrito de 15 de abril de 2004 no pedía
asistencia jurídica gratuita, reiterando «respetuosamente al Juzgado lo manifestado en aquel escrito».
g) Mediante providencia de 24 de junio de 2004 el Juzgado acordó
«No haber lugar a la designación de abogado de oficio sin gratuidad solicitado por el demandante al no tener ningún
turno previsto para este supuesto el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares, por lo que se acuerda reanudar el
plazo de impugnación de la tasación de costas de 29 de marzo de 2004, por lo que le restan tres días para impugnar».
h) El 5 de julio de 2004 don Jesús P. D. presentó un nuevo escrito al Juzgado en el que señalaba que, al margen de
cómo se organice el citado Colegio, es posible pedir Abogado de oficio sin gratuidad, pues así lo prevén el artículo
440.2 LOPJ, con carácter general, y en el orden civil el artículo 33.2 LECiv ( RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001,
1892) cuando su intervención sea preceptiva, señalando que para ello no tiene que rellenar un impreso con sus datos
económicos, pues el Abogado que se le designe le defenderá pagándole él mismo la retribución. Señalaba en dicho
escrito que la no tutela del derecho fundamental a la defensa genera la nulidad de pleno derecho (art. 238.3 LOPJ y
art. 225.4 LECiv), citaba la STC 114/1998 ( RTC 1998, 114) y afirmaba su legítimo interés en el examen de las
costas, no sólo por lo elevado de su importe, sino porque debían rechazarse de plano las pretendidas por una parte que
nunca tuvo legitimación pasiva para ser codemandada, incurriendo en mala fe al no advertirlo en su momento, y
porque su ex Letrado incurría además en responsabilidad civil. Por todo lo expuesto, textualmente interesaba:
« Ruego al Juzgado, por tercera vez, me designen letrado defensor.
Otrosí 1. Solicito la nulidad de las resoluciones que, por no tener abogado, no he podido en su caso recurrir.
Otrosí 2. Solicito testimonio de la respuesta negativa del Colegio de Abogados de Alcalá de Henares.
Otrosí 3. Ruego que los plazos para impugnación de la tasación comiencen cuando le conste al Juzgado la
designación de mi Abogado».
i) El 2 de julio de 2004 el Letrado al que había denunciado el ejecutado presentó escrito en el Juzgado renunciando a
la representación letrada del Sr. P. D., y solicitando la suspensión de los plazos procesales para que designaran un
nuevo Letrado en el plazo que al efecto sea otorgado.
j) Por providencia de 1 septiembre 2004 el Juzgado dispuso:
«Dada cuenta, por presentado el anterior escrito de fecha 5 de julio de 2004, por el Sr. D. Jesús P. D., únase a los
autos de su razón, y en cuanto a lo solicitado, se tienen por hechas las manifestaciones en él contenidas, y estese a lo
resuelto en resolución de 24 de junio de 2004.
Por presentado el anterior escrito de fecha 27 de julio de 2004, por la Procuradora Sra. Salcedo López, únase a los
autos de su razón, teniéndose por renunciado al LetradoSr. Barquín Cortés en su dirección letrada, y en cuanto a lo
demás solicitado, estése a lo ya resuelto en el curso del presente procedimiento.
Transcurrido el plazo concedido a la parte actora para la impugnación de la tasación de costas, y no habiendo
verificado dicha impugnación, estése a la resolución que a continuación se dicte».
k) La tasación de costas se aprobó con fecha de ese mismo día; es decir, 1 de septiembre de 2004, en virtud de Auto
del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey, por haber transcurrido el plazo sin haberse impugnado.
3 El 20 de septiembre de 2004 se registró en este Tribunal Constitucional demanda de amparo contra esta última
resolución por don Jesús P. D. y doña María Rosa S. S., por entender que se aprobó la tasación de costas con
vulneración del derecho a la defensa y a la asistencia letrada tutelados en el art. 24.2 CE ( RCL 1978, 2836) y que,
como consecuencia de ello, se incurre en la vulneración de otros derechos contenidos en el art. 24 CE como el de
obtener una tutela judicial efectiva, la prohibición de indefensión y el derecho a un proceso con todas las garantías.
Señalan en su escrito que pidieron defensa de oficio sin gratuidad lo que permite el art. 33 LECiv ( RCL 2000, 34,
962 y RCL 2001, 1892) cuando su intervención sea preceptiva pero también cuando, no siéndolo, la parte contraria
haya comunicado al Tribunal que actuará defendida por Abogado, señalando este mismo precepto que las peticiones
se harán de acuerdo con la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita, pero sin necesidad de acreditar el derecho a obtener
dicha asistencia, siempre que el solicitante se comprometa a pagar los derechos y honorarios de los profesionales que
se designen. Distinguen entre el patrocinio de oficio y el carácter gratuito y citan la STC 114/1998 ( RTC 1998,
114) que estima la demanda de amparo por hallarse el incidente de tasación de costas necesitado de asistencia
profesional. De todo ello concluyen que el hecho de que el Colegio de Abogados no tuviera el turno exigido y sí un
turno de oficio único organizado simplemente por especialidades, resulta incompatible con el precepto constitucional
y que se ha vulnerado, en todo caso, su derecho a la defensa y a la asistencia letrada y solicitan en el suplico de la
demanda de amparo que se declare la nulidad del Auto de 1 de septiembre de 2004 del Juzgado de Primera Instancia
núm. 4 de Arganda del Rey, y que se repongan las actuaciones en el estado en que se encontraban el día 15 de abril de
2004, fecha en que solicitaron, por primera vez, abogado de oficio sin gratuidad; mediante otrosí solicitan igualmente
la suspensión de la ejecución del Auto combatido.
4 Por providencia de 1 de junio de 2006, la Sección Tercera de la Sala Segunda del Tribunal Constitucional acordó,
de conformidad con lo dispuesto en el artículo 50.3 LOTC ( RCL 1979, 2383) , conceder a los demandantes de
amparo y al Ministerio Fiscal un plazo común de diez días para que formularan alegaciones en relación con la
carencia manifiesta de contenido constitucional de la demanda [art. 50.1 c) LOTC].
5 Por escrito registrado en este Tribunal Constitucional, con fecha de 21 de junio de 2006, los demandantes de
amparo se ratificaron en la demanda.
6 El 28 de junio de 2006 el Ministerio Fiscal registró escrito en el que interesaba la admisión a trámite del presente
recurso.
7 Por providencia de 19 de septiembre de 2006 la Sala Segunda del Tribunal constitucional acordó la admisión a
trámite de la demanda y formar la correspondiente pieza separada de suspensión, concediendo, de conformidad con el
artículo 56 LOTC ( RCL 1979, 2383) , un plazo común de tres días al Ministerio Fiscal y a la parte recurrente a fin
de que realizaran las alegaciones que estimasen pertinentes sobre dicha suspensión. En esta misma providencia se
acordó dirigir atenta comunicación al Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey a fin de que, en un
plazo que no excediera de diez días, remitiera certificación de las actuaciones correspondientes al juicio verbal núm.
122-2001, advirtiéndole de que previamente emplazarse a quienes hubieran sido parte en el procedimiento, salvo a la
parte recurrente en amparo, para que en el plazo de diez días pudiesen comparecer, por si así lo desearan, en el
presente recurso de amparo.
8 Por escrito registrado el 29 de septiembre de 2006 la parte recurrente reiteró la suspensión solicitada alegando que
la empresa que reclama las costas a los recurrentes en amparo no tardaría en extinguirse, resultando a partir de
entonces difícil y costoso pedir la devolución de lo que tienen que abonar a quienes fueron socios de dicha empresa.
Igualmente se aducía que la suspensión solicitada evitaría dos procesos paralelos, el ejecutivo en el Juzgado civil,
donde se había solicitado ya «una barbaridad de intereses» y, simultáneamente el proceso de amparo constitucional.
Por escrito registrado en el Tribunal Constitucional el 5 de octubre 2006 el Ministerio Fiscal interesó la denegación
de la suspensión solicitada.
9 Por Auto de 23 de octubre de 2006 la Sala Segunda del Tribunal Constitucional acordó denegar la suspensión
solicitada. Contra este Auto se formuló por los demandantes de amparo recurso de súplica, que fue informado en
sentido denegatorio por el Fiscal en dictamen de 29 de noviembre de 2006. Por Auto de la Sala Segunda de 15 de
enero de 2007 se acordó desestimar dicho recurso de súplica.
10 La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, por diligencia de ordenación de 27 de febrero de 2007, de
conformidad con el art. 52.1 LOTC ( RCL 1979, 2383) , acordó conferir a la parte recurrente y al Ministerio Fiscal
trámite de alegaciones por un plazo común de veinte días.
11 El 3 de abril de 2007 se registró en este Tribunal Constitucional escrito del Ministerio Fiscal interesando la
estimación del amparo.
En primer lugar, el Ministerio Fiscal precisa que, aun cuando se impugna expresamente el Auto de 1 de septiembre de
2004, el amparo debiera extenderse igualmente a las providencias del mismo Juzgado de 24 de junio y de 1 de
septiembre de 2004, por ser ellas antecedente y consecuencia del Auto impugnado, y en las que ya se habría
producido la vulneración de los derechos de defensa y asistencia letrada tutelados en los arts. 24 1 y 2 CE ( RCL
1978, 2836) .
En cuanto al fondo de la cuestión, señala el Ministerio Fiscal que desde el primer momento estaba claro que los
demandantes de amparo formularon ante el Juzgado una petición que tenía plena cobertura legal, la de que les fuera
designado Letrado por la vía de la Asistencia Jurídica Gratuita pero comprometiéndose a satisfacer los honorarios del
Abogado, tal y como previene el art. 33.2 LECiv ( RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001, 1892) . Considera que la
providencia del Juzgado que acordaba suspender el trámite de impugnación de costas interesando a la parte
solicitante que verificara la designación de Letrado del Colegio de Abogados es respetuosa con los derechos del art.
24 CE, pero que a partir de ese momento se entra en una fase de confusión donde el órgano judicial y el Colegio de
Abogados parecen confundir la petición cuando lo que se interesa es simplemente la designación de un Letrado cuyos
emolumentos se satisfagan por la parte.
Considera que la respuesta del órgano judicial no es satisfactoria con los derechos fundamentales alegados en amparo
por dos motivos. De un lado porque cuando la parte pone de manifiesto al Juzgado la respuesta del Colegio de
Abogados, el órgano judicial no tiene en cuenta que el art. 33.2 LECiv, párrafo segundo, prevé que la tramitación de
estas solicitudes lo será de conformidad con lo dispuesto en la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita ( RCL 1996, 89) .
Pero, de otro lado, porque la respuesta dada por el órgano judicial al remitirse a lo que ya había ordenado previamente
y que se ceñía a que el que la parte accediera a la asistencia letrada mediante el procedimiento de asistencia jurídica
gratuita, ya no era posible porque el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares no tenía establecido tal turno, es
sencillamente una respuesta de naturaleza puramente formal y que difícilmente cumple con el deber de protección y
tutela del derecho fundamental en juego. Con ello se generaron unas consecuencias gravosas para la parte afectada,
ya que una vez reanudado el trámite de impugnación de costas no pudo impugnarlas, pues por decisión del Juzgado
carecía de asistencia letrada y defensa, aprobándose sin oposición las costas con el correspondiente perjuicio
económico para ella.
A su juicio, la situación producida conecta fácilmente con una constante jurisprudencia constitucional exigiendo la
igualdad de armas que prohíbe la indefensión, en especial en relación con situaciones en que existe una carencia de
posibilidad real de defensa, lo que se prevé incluso para aquellos procesos en los que, como en el caso de autos, no
fuera necesaria la presencia de Letrado o Procurador ( STC 199/2003 [ RTC 2003, 199] ). En el presente caso,
resalta el Ministerio Fiscal, estamos en ejecución de Sentencia y en trámite de tasación de costas, habiendo litigado
ambas partes (antes de denunciar a su Letrado los demandantes de amparo) con Abogado y Procurador, requiriendo el
trámite de tasación de una capacitación técnica jurídica evidente y encontrando la petición de los demandantes
cobertura legal en el art. 33.2 LECiv, que se remite a la tramitación regulada en la LAJG en sus artículos 9 y ss.
El Ministerio público pone de manifiesto que la respuesta judicial que se ofrece al escrito de la parte de 13 de mayo
de 2004 (donde se pone en conocimiento del Juzgado que el impreso que le han entregado en el Colegio de Abogados
para instar la designación de abogado es el de justicia gratuita y reitera que ha manifestado su deseo de litigar con el
pago de la remuneración económica) es fulminante y extraña, pues afirma, sin que haya constancia alguna al menos
en la documentación obrante ante el Tribunal Constitucional, de que no existe tal turno, refiriéndose, según parece, al
de designación de letrado de oficio de pago en el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares y declara reabrir el
plazo cuando sólo quedaban tres días, a efectos de impugnación de la tasación de costas. Es ésta una respuesta que
lesiona el derecho a la defensa y la asistencia letrada, con esa mera referencia a un turno cuya realidad normativa se
concreta en los artículos 9 y ss. de la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita, considerando que ni siquiera la invocación
de una posible negligencia de la parte en la tramitación de la petición salvaría la infracción constitucional.
En relación con el escrito de 5 de junio 2004 alega, además, el Ministerio público que no se cumplen las mínimas
exigencias de motivación pues en dicho escrito se efectuaban tres peticiones al Juzgado (referidas en antecedentes) y
se indicaban razones concretas por las que interesaba la asistencia letrada en la impugnación de la tasación de costas
que no han sido atendidas. En la misma fecha el Juzgado emite dos resoluciones; la providencia de 1 de septiembre
de 2004 se remite a lo acordado en la providencia de 24 de mayo, con lo que no ofrece respuesta debidamente
motivada a dicho escrito pues por tal no puede entenderse la remisión a una providencia que no resolvió las
cuestiones nuevas que se planteaban y en consecuencia no protegió debidamente el derecho a la defensa y a
la asistencia letrada con infracción del artículo 24 CE. Y además el Auto de 1 de septiembre de 2004 concluye el
proceso, cerrándolo, con la aprobación de la tasación de costas que la parte no pudo contradecir por considerar el
Juzgado que no se habían impugnado en tiempo, sin que ni siquiera el órgano judicial considerara las alegaciones
que, en última instancia, como autodefensa, alegaba la parte en su escrito de 5 de junio de 2004.
12 El 30 de marzo de 2007 los demandantes de amparo registraban escrito reiterando las alegaciones contenidas en la
demanda de amparo en su integridad.
13 Por providencia de 18 de octubre de 2007, se acordó para deliberación y votación de esta Sentencia el día 22 del
mismo mes y año.

II. FUNDAMENTOS JURÍDICOS


1 Los demandantes de amparo imputan al Auto de 1 de septiembre de 2004 del Juzgado de Primera Instancia núm. 4
de Arganda del Rey (Madrid), dictado en el procedimiento de juicio verbal núm. 122-2001 y que aprueba de modo
definitivo la tasación de costas, la vulneración del derecho fundamental a la defensa y a la asistencia de Letrado (art.
24.2 CE [ RCL 1978, 2836] ) y, como resultado de ello, la del derecho a una tutela judicial efectiva sin indefensión
(art. 24.1 CE).
El Ministerio Fiscal interesa la estimación del amparo por considerar que, en efecto, se ha vulnerado el derecho a
la defensa y a la asistencia letrada, pero también el derecho a una tutela judicial efectiva al dictarse resoluciones
judiciales que no ofrecen motivación alguna respecto de pretensiones realizadas por los demandantes de amparo.
2 Antes de proceder al análisis de las vulneraciones denunciadas conviene acotar cuáles son las resoluciones objeto
del presente amparo.
El Ministerio Fiscal considera que, aunque las partes impugnan el Auto del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de
Arganda del Rey (Madrid), de 1 de septiembre, deben entenderse también comprendidas en el recurso la providencia
dictada en el mismo día por el mismo órgano judicial, en la que se remite a lo acordado en su anterior providencia de
24 de junio de 2004, así como esta última, en la que se declaraba no haber lugar a la designación de Abogado de
oficio sin gratuidad por no existir un turno previsto para este supuesto en el Colegio de Abogados de Alcalá de
Henares y se reanudaba el plazo de impugnación.
En el presente caso es cierto que en el encabezamiento de su demanda los recurrentes de amparo impugnan
exclusivamente el Auto de 1 de septiembre de 2004, pero en el suplico no piden únicamente su anulación, sino que
también solicitan, de modo expreso, la reposición de las actuaciones al estado en que se encontraban los autos el día
15 de abril de 2004, fecha en la que solicitaron por primera vez Abogado de oficio sin gratuidad. De este modo
impugnan, aunque sea de modo indirecto, las resoluciones a las que alude el Ministerio público y también la
providencia de 5 de mayo de 2004 del mismo Juzgado, posterior a la fecha en que los recurrentes consideran que
comienzan las infracciones constitucionales. De ahí que, en aras de respetar el principio dispositivo y el de
congruencia de las resoluciones judiciales, el examen de este Tribunal Constitucional abarcará todas las resoluciones
temporales posteriores a la solicitud de Abogado de oficio sin gratuidad, es decir, incluida la providencia de 5 de
mayo de 2004 aludida.
3 La cuestión de fondo que se suscita en el caso que ahora se trae a nuestro enjuiciamiento consiste en determinar si
el órgano judicial ha vulnerado el derecho a la defensa y a la asistencia jurídica letrada (art. 24.2 CE [ RCL 1978,
2836] ) y, en consecuencia, impedido el ejercicio el derecho a una tutela judicial efectiva sin indefensión de los
demandantes de amparo (art. 24.1 CE) por no atender la petición de éstos relativa al nombramiento de Abogado de
oficio sin gratuidad para su defensa.
Para abordarla debemos recordar que la exigencia de asistencia letrada no tiene un alcance único ni un contenido
unívoco en todos los supuestos en que está reconocida constitucionalmente, sino que se encuentra vinculada a la
diferente función que como garantía constitucional ha de cumplir en cada uno de dichos supuestos ( STC 199/2003,
de 10 de noviembre [ RTC 2003, 199] , F. 4). Y que por ello hemos advertido que no es correcto extrapolar al
proceso civil, sin más matizaciones, la doctrina elaborada respecto de la asistencia letrada en el proceso penal, donde
la especial proyección de la asistencia letrada se sustenta en la complejidad técnica del debate y en la relevancia del
bien jurídico protegido que puede verse afectado, justificando en tales casos la exigencia de que se acentúe la
obligación jurídico-constitucional de los órganos judiciales ( SSTC 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC 1998, 233] ,
F. 3; 162/1999, de 27 de septiembre [ RTC 1999, 162] , F. 3).
No obstante es doctrina reiterada de este Tribunal que entre el haz de garantías que integran el derecho a un proceso
justo, «se incluye el derecho a la defensa y a la asistencia letrada que el art. 24.2 CE reconoce no sólo para el proceso
penal sino también para el resto de los procesos, con las salvedades oportunas, y cuya finalidad es la de asegurar la
efectiva realización de los principios de igualdad de las partes y de contradicción que impone a los órganos judiciales
el deber positivo de evitar desequilibrios entre la respectiva posición procesal de las partes, o limitaciones en la
defensa que puedan inferir a alguna de ellas un resultado de indefensión, prohibido en todo caso en el inciso final del
art. 24.1 CE» ( SSTC 152/2000, de 12 de junio [ RTC 2000, 152] , F. 3, 211/2003, de 1 de diciembre [ RTC 2003,
211] , F. 6, 18/2006, de 30 de enero [ RTC 2006, 18] , F. 2). Se trata de un derecho que, aun cuando conectado en
su finalidad con el derecho a la defensa y no sufrir indefensión, se erige en derecho fundamental autónomo,
estructural e instrumental al principio de igualdad de las partes ( STC 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC 1998,
233] , F. 3).
Del mismo modo hemos señalado que en el supuesto de que la intervención de Letrado sea preceptiva, esta garantía
constitucional se convierte en una exigencia estructural del proceso tendente a asegurar su correcto desenvolvimiento
( STC 42/1982, de 5 de julio [ RTC 1982, 42] , F. 2), cuyo sentido es satisfacer el fin común a toda asistencia
letrada que es el de «lograr el adecuado desarrollo del proceso como mecanismo instrumental introducido por el
legislador con miras a una dialéctica procesal efectiva que facilita el órgano judicial la búsqueda de una Sentencia
ajustada a Derecho» ( SSTC 47/1987, de 22 de abril [ RTC 1987, 47] , F. 3; 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC
1998, 233] , F. 3; 189/2006, de 19 de junio [ RTC 2006, 189] , F. 2). Y que en estos casos «la conexión existente
entre el derecho a la asistencia letrada y la institución misma del proceso determina incluso que la pasividad del
titular del derecho deba ser suplida por el órgano judicial para cuya propia actuación, y no sólo para el mejor servicio
de los derechos e intereses del defendido, es necesaria la asistencia del Letrado» (con numerosas citas, STC
189/2006, de 19 de junio, F. 2), debiendo los órganos judiciales considerar la ausencia de Letrado «como un requisito
subsanable» ( STC 53/1990, de 26 de marzo [ RTC 1990, 53] ) ofreciendo al interesado una oportunidad de reparar
tal omisión ( STC 11/2003, de 27 de enero [ RTC 2003, 11] , F. 3).
4 Pero incluso cuando la intervención de Letrado no es preceptiva en un proceso determinado con arreglo a las
normas procesales, ello no priva al justiciable del derecho a la defensa y asistencia letrada reconocido en el art.
24.2 CE ( RCL 1978, 2836) . Como hemos señalado en numerosas ocasiones, el carácter no preceptivo o necesario
de la intervención del Abogado en ciertos procedimientos «no obliga a las partes a actuar personalmente, sino que les
faculta para elegir entre la autodefensa o la defensa técnica; permaneciendo, en consecuencia, el derecho de asistencia
letrada incólume en tales casos, cuyo ejercicio queda a la disponibilidad de las partes, lo cual conlleva, en principio,
el derecho del litigante que carece de recursos económicos para sufragar un Letrado de su elección, a que se le provea
de Abogado de oficio, si así lo considera conveniente a la mejor defensa de sus derechos» ( SSTC 211/2003, de 1 de
diciembre [ RTC 2003, 211] , F. 6; 262/2005, de 24 de octubre [ RTC 2005, 262] , F. 2 y 18/2006, de 30 de enero [
RTC 2006, 18] , F. 2), siendo procedente el nombramiento de abogado de oficio «cuando se solicite y resulte
necesario» ( SSTC 152/2000, de 12 de junio [ RTC 2000, 152] , F. 3 y 262/2005, de 24 de octubre [ RTC 2005,
262] , F. 2).
En este sentido hemos afirmado que el derecho constitucional exige que se ponga de manifiesto «esa circunstancia
con las debidas formalidades legales ante el órgano judicial y que éste se pronuncie expresamente sobre su
pertinencia, ponderando si los intereses de la justicia así lo exigen» ( SSTC 199/2003, de 10 de noviembre [ RTC
2003, 199] , F. 5, 65/2007, de 27 de marzo [ RTC 2007, 65] , F. 4). La exigencia de que el interesado solicite
formalmente ante el órgano judicial la designación de Letrado de oficio se deriva de que lógicamente –si el contenido
de este derecho se concreta en la posibilidad de optar por la autodefensa o por la asistencia técnica– sólo a través de
la emisión expresa de su voluntad de ser asistido de Letrado podrá el órgano judicial proceder a su designación. Esta
solicitud, además, debe realizarse por el interesado lo más tempranamente que pueda, con el fin de evitar en la
medida de lo posible la suspensión de actos judiciales, que implicaría la afectación a otros intereses
constitucionalmente relevantes, principalmente el derecho a un procedimiento sin dilaciones indebidas del resto de
partes procesales y, todo ello, sin olvidar tanto la incidencia negativa que pueda tener en el deber de colaboración con
la Administración de Justicia de otros participantes en dichos actos, como testigos y peritos, por las molestias
innecesariamente causadas con sus desplazamientos a los Juzgados para actos que sean finalmente suspendidos,
cuanto criterios de eficiencia en el gasto público y en la organización judicial, por la inversión de medios económicos
y personales de la Administración de Justicia en la celebración de actos procesales fallidos ( SSTC 199/2003, de 10
de noviembre [ RTC 2003, 199] , F. 5, 65/2007, de 27 de marzo [ RTC 2007, 65] , F. 4).
Por su parte, la necesidad constitucional de asistencia letrada viene determinada por la finalidad que este derecho
cumple. De este modo, si lo que se trata es de garantizar la igualdad de las partes y la efectiva contradicción para el
correcto desarrollo del debate procesal, «será constitucionalmente obligada la asistencia letrada allí donde la
capacidad del interesado, el objeto del proceso o su complejidad técnica hagan estéril la autodefensa que el mismo
puede ejercer mediante su comparecencia personal, lo que será determinable, en cada caso concreto, atendiendo a la
mayor o menor complejidad del debate procesal y a la cultura y conocimientos jurídicos del comparecido
personalmente, deducidos de la forma y nivel técnico con que haya realizado su defensa ( STC 47/1987 [ RTC 1987,
47] , fundamento jurídico 3)» ( STC 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC 1998, 233] , F. 3).
Ahora bien, siendo cierto lo anterior, no lo es menos –y este Tribunal también lo ha señalado así reiteradamente– que
quien alegue indefensión como consecuencia de la vulneración del derecho a la asistencia letrada no ha de haber
provocado dicha situación con su falta de diligencia, así como que dicha indefensión debe ser real y efectiva; de
forma que la situación de indefensión generada por la falta de defensa técnica no resulte ser consecuencia directa del
proceder de la parte y además la autodefensa del litigante debe haberse revelado como insuficiente y perjudicial para
el mismo, impidiéndole articular una protección adecuada de sus derechos e intereses legítimos en el proceso. En
suma, resulta preciso que «se haya producido un menoscabo real y efectivo de su derecho de defensa», como señalan
las SSTC 22/2001, de 29 de enero ( RTC 2001, 22) , F. 2, 222/2002, de 25 de noviembre ( RTC 2002, 222) , F. 2,
y 215/2003, de 1 de diciembre ( RTC 2003, 215) , F. 3, entre otras.
5 Una correcta traslación de la doctrina exige advertir que en el caso que ahora se somete a nuestro enjuiciamiento no
estamos ante un supuesto en el que el interesado solicita el nombramiento de un Letrado de asistencia jurídica
gratuita y éste se deniega por el órgano judicial ( SSTC 47/1987, de 22 de abril [ RTC 1987, 47] , o 92/1996, de 27
de mayo [ RTC 1996, 92] , entre otras muchas), sino que el presente supuesto resulta novedoso por cuanto lo que se
solicitaba era el nombramiento de un Abogado de oficio sin gratuidad.
Esta posibilidad se contempla legalmente en el art. 33 de la Ley de Enjuiciamiento Civil ( RCL 2000, 34, 962 y RCL
2001, 1892) (LECiv) cuando, tras declarar que «fuera de los casos de designación de oficio previstos en la Ley de
Asistencia Jurídica Gratuita ( RCL 1996, 89) , corresponde a las partes contratar los servicios del procurador y del
abogado que les hayan de representar y defender en juicio» (art. 33.1 LECiv), establece inmediatamente a
continuación la posibilidad de asistencia de oficio sin gratuidad al señalar que «no obstante, el litigante que no tenga
derecho a la asistencia jurídica gratuita podrá pedir que se le designe abogado, procurador o ambos profesionales,
cuando su intervención sea preceptiva o cuando, no siéndolo, la parte contraria haya comunicado al Tribunal que
actuará defendida por abogado y representada por procurador. Estas peticiones se harán y decidirán conforme a lo
dispuesto en la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita, sin necesidad de acreditar el derecho a obtener dicha asistencia,
siempre que el solicitante se comprometa a pagar los honorarios y derechos de los profesionales que se le designen»
(art. 33.2 LECiv).
Existen supuestos, así pues, en los que por carecerse de medios económicos se tiene derecho a la asistencia jurídica
gratuita y otros, como el ahora enjuiciado, en los que, aun disponiendo de medios, de lo que se carece es de Abogado.
Pero ambos casos encuentran acomodo dentro del derecho fundamental a la asistencia letrada proclamado en el
artículo 24.2 CE ( RCL 1978, 2836) por cuanto, incluso cuando la asistencia no es preceptiva, como hemos dicho,
ello no obliga al interesado a actuar personalmente, sino que dicho derecho le faculta para elegir entre la autodefensa
o la defensa técnica. Y en tal defensa técnica encuentra cobijo no sólo el Abogado de confianza, sino también el
Letrado de oficio, que será gratuito cuando se carece de medios económicos, o sin gratuidad, cuando, teniéndolos, de
lo que se carece es de Abogado. En el presente caso no cabe duda de que, tal y como se manifiesta en los
antecedentes, en todo momento la opción de los demandantes de amparo no fue por la autodefensa, sino por la
defensa y asistencia técnica, sin gratuidad, porque así lo consideraron conveniente para la defensa de sus derechos.
En estos casos, en aplicación de la doctrina general, también es procedente el nombramiento de Abogado de oficio
cuando «se solicite» y «resulte necesario». Es decir, son también dos los requisitos simultáneamente exigidos.
En primer lugar, la manifestación de voluntad deviene también exigible cuando el Abogado de oficio solicitado es sin
gratuidad. En este sentido debe tenerse en cuenta que el derecho a la asistencia de oficio de este tipo remite en su
configuración legal a la regulación contenida en la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita y, con independencia de la
gratuidad o no de la asistencia, su razón de ser en ambos casos es idéntica. Asimismo, ha de constar la solicitud de
designación de Letrado sin gratuidad como petición autónoma respecto del beneficio de justicia gratuita que, en su
caso, pudiera haberse inicialmente instado pues únicamente de este modo es posible exigir al órgano judicial una
actuación concreta respeto de esta singular opción que no se confunda con la más general de la asistencia jurídica
gratuita (evitando así estrategias procesales de dilatación de plazos), y porque sólo con tal advertencia específica, en
tiempo y forma legal, le es posible a dicho órgano realizar una adecuada ponderación de las circunstancias del caso a
la hora de valorar la existencia real de indefensión que tiene la obligación constitucional de evitar.
En segundo lugar, también cuando la asistencia requerida es «sin gratuidad» ha de nombrarse sólo cuando «resulte
necesaria». Necesidad que debe valorarse caso por caso, en atención a las circunstancias concretas, subjetivas y
objetivas, a las que antes nos hemos referido, pues únicamente cuando exista un riesgo de indefensión real y éste
finalmente se traduzca en un menoscabo real y efectivo del derecho a la igualdad de las partes y a la defensa, no
debida a su propia actuación, sino a la actividad u omisión judicial, la denegación de dicha asistencia adquiere
relevancia constitucional.
6 En el presente caso, la solicitud formal de Abogado de oficio sin gratuidad se realizó tras denunciar al Abogado que
les había llevado el tema durante el proceso, poniendo tal circunstancia en conocimiento del órgano judicial y
solicitando desde el primer momento su pretensión de Abogado de oficio no gratuito con total claridad.
Como consta en los antecedentes de esta Sentencia, don Jesús P. D. compareció mediante escrito de 15 de abril de
2004 ante el Juzgado para poner de manifiesto que había tenido conocimiento casual de la tasación de costas, que
desde primeros de abril estaba intentando contactar con su Abogado, que había denunciado ante la Comisión
Deontológica al Abogado que llevaba el caso y que en el Colegio de Abogados le habían informado de que las costas
podrían impugnarse por excesivas, motivos por los que solicitaba la suspensión del plazo concedido y que se le
designara un «abogado de oficio, sin gratuidad (art. 440.2 LOPJ [ RCL 1985, 1578, 2635] ) a fin de que en el plazo
que resta pueda el nuevo letrado impugnar, en su caso, la tasación». Precepto el señalado que, antes de la reforma
llevada a cabo en la Ley Orgánica del Poder Judicial por la Ley Orgánica 19/2003, de 23 de diciembre ( RCL 2003,
3008) , declaraba que «salvo que la Ley disponga otra cosa, las partes podrán designar libremente a sus
representantes y defensores entre los Procuradores y Abogados que reúnan los requisitos exigidos por las Leyes» (art.
440.1 LOPJ) pero que «se designarán de oficio, con arreglo a lo que en aquéllas se establezca, a quien lo solicite o se
niegue a nombrarlos, siendo preceptiva su intervención. La defensa de oficio tendrá carácter gratuito para quien
acredite insuficiencia de recursos para litigar en los términos en que establezca la Ley» (art. 440.2 LOPJ).
Prueba del conocimiento judicial y de que se podría producir un supuesto de indefensión es que se dictó la
providencia de 5 de mayo 2004 por la que el Juzgado acuerda interrumpir el plazo que había conferido a las partes
para impugnar la tasación de costas, requiriendo a don Jesús P. D. «a fin de que acredite en el término de tres días que
ha verificado la solicitud de Letrado de oficio en el Despacho del Colegio de Abogados de esta población». Con
semejante proceder el Juzgador actuó de conformidad con el derecho a la tutela judicial efectiva y realizó las
actuaciones necesarias para preservar el derecho constitucional de defensa y de asistencia jurídica de los ahora
demandantes de amparo, de ahí que hayamos de convenir con el Ministerio Fiscal en que esta providencia, al
contrario de lo que se pretende en la demanda de amparo con la retroacción de actuaciones a un momento anterior, no
merece reproche constitucional alguno desde la perspectiva del art. 24 CE ( RCL 1978, 2836) y, por lo tanto, en
relación con esta concreta providencia, la demanda de amparo debe ser desestimada.
A partir de este momento, como también detecta el Ministerio Fiscal, los hechos acaecidos no se pueden determinar
con absoluta claridad. En la demanda de amparo se dice que siguiendo lo indicado en la providencia de 5 de mayo,
los ahora recurrentes fueron a la delegación del Colegio de Abogados de Alcalá en Arganda del Rey y allí les dieron
un impreso de solicitud de asistencia jurídica gratuita para rellenarlo con los datos económicos que en dicho impreso
se piden y que, por ello, mediante escrito de 13 de mayo, contestaron a la providencia de 5 de mayo de 2004 haciendo
ver al órgano judicial que el impreso obtenido era el que consta como anexo en el Reglamento de asistencia jurídica
gratuita, reiterando su petición de Abogado pagando ellos los honorarios. Pero lo cierto es que este Tribunal
Constitucional debe limitarse, de conformidad con el art. 44.1 b) LOTC ( RCL 1979, 2383) a los hechos y a los
actos procesales que se reflejan en las actuaciones, sin entrar a interpretar o valorar los mismos en el sentido
pretendido.
Sobre dicha base, lo cierto es que de lo único que hay constancia es de dos actos procesales. De un lado, el escrito al
que se refieren los demandantes de amparo, de 13 de mayo de 2004, pero en el que, a diferencia de lo expresado en la
demanda de amparo, textualmente se dice: «en relación con la providencia del 15/5/2004 el impreso a que se refiere
el Juzgado es el que figura como anexo en el Reglamento de Asistencia Gratuita. Pero en mi escrito con fecha 15 de
abril de 2004 yo no pedía asistencia jurídica gratuita. Reitero respetuosamente al Juzgado lo manifestado en aquel
escrito». De otro lado, la providencia de 24 de junio de 2004 en la que el Juzgado acuerda: «no haber lugar a la
designación de abogado de oficio sin gratuidad solicitado por el demandante al no tener ningún turno previsto para
este supuesto el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares, por lo que se acuerda reanudar el plazo de impugnación
de la tasación de costas de 29 de marzo de 2004».
De la lectura del escrito de los demandantes de amparo surge la duda de si cumplieron el encargo judicial y su deber
de solicitar ante el Colegio de Abogados la asistencia letrada no gratuita, asumiendo el compromiso de hacerse cargo
del costo de la misma. Y ello por cuanto en dicho escrito no adjuntan prueba alguna del cumplimiento de «verificar»
dicha solicitud, que era lo estrictamente exigido en la providencia de 5 de mayo de 2004; petición que se
correspondía en perfección con lo estipulado para tales supuestos en el art. 33.2 LECiv ( RCL 2000, 34, 962 y RCL
2001, 1892) en la remisión que contiene a la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita para su obtención, con la salvedad
de la carencia de medios económicos y la exigencia expresa del compromiso de pago de quien requiera dicha
asistencia letrada. De ser así, cabría concluir que es a la propia parte demandante de amparo a quien le es imputable la
falta de asistencia letrada que luego se aduce como vulneración judicial del derecho fundamental.
Pero lo cierto es que el órgano judicial en la siguiente actuación procesal de la que se tiene constancia, la providencia
de 24 de junio de 2004, cuando declara no haber lugar a la petición de asistencia letrada sin gratuidad, no lo hace
basándose en el incumplimiento de lo ordenado en su anterior providencia ni porque, a la vista de las circunstancias,
y en su tarea de ponderación, considerara que la petición era claramente abusiva o estaba preordenada a dilatar los
plazos, supuestos estos para los que expresamente el art. 16 de la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita ( RCL 1996,
89) permite que el órgano judicial pueda computar los plazos en los estrictos términos legalmente previstos y con
todas las consecuencias que de ello se deriven. Por el contrario rechaza la petición por un motivo concreto y muy
distinto: la inexistencia de un turno previsto para este supuesto en el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares, y
por ello es por lo que acuerda reanudar el plazo de impugnación de la tasación de costas.
7 Con independencia del incumplimiento del deber por parte del Colegio de Abogados de hacer efectivo el derecho a
la asistencia jurídica no gratuita, olvidando su naturaleza de corporación de Derecho público llamada a hacer efectivo
el derecho constitucional de la asistencia letrada, es esta respuesta judicial la que, desde una óptica constitucional,
únicamente debemos examinar y la que impide a este Tribunal apreciar una falta de diligencia de la parte, máxime
teniendo en cuenta que la propia singularidad de la petición pudo llevar a una efectiva confusión de la asistencia que
se reclamaba en el Colegio de Abogados y que, desde el primer momento, y por tres veces, los demandantes de
amparo hicieron manifiesta su opción por la asistencia técnica y no por la autodefensa. Y es precisamente dicha
respuesta judicial, como certeramente advierte el Ministerio Fiscal, la que inicia una serie de actuaciones que lesionan
los derechos alegados por los demandantes de amparo.
Desde el punto de vista del derecho a la asistencia letrada de los demandantes de amparo esta providencia de 24 de
junio de 2004 carece de toda ponderación de las circunstancias concurrentes para verificar si la situación de
indefensión podía producirse y el rechazo de la asistencia solicitada mediante una respuesta vinculada a la propia
organización y actuación del Colegio en esta materia (inexistencia de turno específico) lesionaba
el derecho fundamental en juego. Conviene al efecto simplemente recordar que nos encontramos procesalmente en
ejecución de Sentencia, en el trámite de tasación de costas, que requiere una capacitación técnica jurídica evidente, y
de un juicio verbal civil en el que ambas partes habían litigado con Abogado y Procurador. La denegación de
la asistencia, a su vez, supuso la reapertura del plazo de tres días de impugnación de la tasación de costas que
restaban y resultó fatal en sus consecuencias para la parte afectada, ya que reanudado el trámite de impugnación en
costas, dicha parte carecía, por la decisión del Juzgado, de asistencia letrada y defensa, sin que pudiera impugnar la
tasación de costas, que transcurrido el plazo se aprobó sin oposición con el correspondiente perjuicio económico por
la parte indefensa.
Pero la lesión del derecho de asistencia letrada se reitera y se amplía, afectando también al derecho a una tutela
judicial efectiva sin indefensión (art. 24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ), en las siguientes actuaciones judiciales. Así,
ante la reapertura de los plazos y el rechazo de la petición de asistencia no gratuita, los demandantes de amparo
muestran su disconformidad mediante escrito de 5 de julio 2004, en el que, además de indicar las razones concretas
por las que interesan la asistencia letrada, efectúan tres peticiones al Juzgado: nulidad de actuaciones por falta de
Abogado, testimonio de la respuesta negativa del Colegio de Abogados y que el comienzo de los plazos se reanude
cuando le conste al Juzgado la designación de Abogado.
8 Frente a tales pretensiones, el Juzgado reacciona dictando dos resoluciones judiciales el mismo día. La primera, la
providencia de 1 de septiembre de 2004, en la que se remite a lo acordado en la providencia de 24 de junio «en
cuanto a las peticiones del escrito de don Jesús P. D. de 5 de julio de 2004» y en la que además se declara que
«transcurrido el plazo concedido a la parte actora para su impugnación, y no habiendo verificado dicha impugnación»
deberá estarse a la «resolución que a continuación se dicte». Resolución que se dicta ese mismo día y se concreta en
el Auto de 1 de septiembre, expresamente impugnado por los demandantes de amparo, por el que se aprueba de modo
definitivo la tasación de costas al haber transcurrido el plazo concedido sin haberse impugnado.
La providencia de 1 de septiembre de 2004 consuma la lesión del derecho a la asistencia letrada, no sólo por no tener
en cuenta que la contraparte había tenido Abogado y Procurador, lo mismo que los demandantes de amparo hasta la
denuncia de su Abogado, y que se trataba de una tasación de costas en ejecución de Sentencia de cierta complejidad
técnica, sino que, además, por negar la posibilidad de autodefensa habida cuenta de que, a pesar de que los
demandantes alegaban varios motivos en el escrito para entender que las costas eran excesivas, los mismos fueron
ignorados por el Juzgador de plano, como prueba el hecho de que la razón para dar por finalizado el plazo de
impugnación sea de modo exclusivo la de que dicha impugnación no se había realizado. Tal proceder, por añadidura,
supone que el Juzgador, al no contestar a las cuestiones nuevas planteadas en el escrito de la parte (en especial, la
relativa al testimonio de la respuesta negativa del Colegio de Abogados, pues se podría entender que las otras habrían
sido desestimadas tácitamente), incurre, además, en la vulneración autónoma del derecho a una resolución motivada
( ex art. 24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ).
9 Así los datos, lo cierto es que los recurrentes no obtuvieron la asistencia letrada sin gratuidad solicitada, no
pudieron realizar una impugnación técnica de las costas aunque adujeron los motivos por los que consideraban que
eran impugnables, y al final el órgano judicial las aprobó de modo definitivo, precisamente, por entender que no se
habían impugnado en plazo. Esta situación, con independencia de que fuera legalmente preceptiva
la asistencia letrada (como mantienen los demandantes de amparo y podría deducirse de la Ley de Enjuiciamiento
Civil) o fuera no preceptiva (como afirma el Ministerio Fiscal), condujo a un efectivo desequilibrio en la defensa de
las partes (recuérdese que la contraparte asistía con Abogado), en un proceso en el cual, a pesar de que en algún
escrito los demandantes parecen demostrar una mínima preparación jurídica (en especial, el escrito de 5 de junio de
2004), lo cierto es que el objeto del proceso, impugnación de costas en ejecución de sentencia, y las propias
circunstancias que condujeron a la denegación de la asistencia letrada (inexistencia de turno específico), supusieron
un menoscabo real y efectivo en la defensa de la parte y un perjuicio manifiesto, no sólo por no haber podido
accionar contra la falta de respuesta judicial a sus motivaciones de autodefensa, sino, sobre todo, porque finalmente
se tuvieron las costas por no impugnadas, sin posibilidad de contradecir las mismas.
Se confirma, con ello, que la falta de asistencia letrada lesionó el principio de igualdad de partes y el derecho a la
contradicción, finalidad a la que sirve el derecho fundamental, produciéndose una real y efectiva situación de
indefensión material, requisito que insoslayablemente ha de concurrir para que quepa apreciar infracción del art.
24.1 CE ( RCL 1978, 2836) (STC 152/2000, de 12 de junio, F. 3, por todas), revelándose además la autodefensa
desplegada inadecuada e insuficiente, incluso aunque «efectividad» no pueda «confundirse con el éxito de la
pretensión so pena de transmutar la función desempeñada por los abogados en el seno de un proceso en una
irrealizable obligación de resultados» ( STC 206/2001, de 13 de julio [ RTC 2001, 206] , F. 4). Y como
consecuencia, se vulneró igualmente el derecho a la tutela judicial efectiva también alegado por quienes ahora acuden
en amparo.
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE CONFIERE LA
CONSTITUCIÓN DE LA NACIÓN ESPAÑOLA,
Ha decidido
Estimar la demanda de amparo formulada por don Jesús P. D. y doña Maria Rosa S. S. y, en consecuencia:
1º Declarar que se ha vulnerado a los demandantes de amparo su derecho a la asistencia letrada (art. 24.2 CE [ RCL
1978, 2836] ) y a la tutela judicial efectiva sin indefensión (art. 24.1 CE).
2º Restablecerlos en sus derechos y, a tal fin, declarar la nulidad de la providencia de 24 de junio de 2004, la de 1 de
septiembre y el Auto de esta misma fecha del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey, retrotrayendo
las actuaciones al momento procesal anterior a la primera a fin de que por el órgano judicial se dicte resolución
respetuosa con el derecho de los demandantes de amparo a su derecho de defensa y asistencia letrada y con
su derecho a una tutela judicial efectiva.
Publíquese esta Sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid, a veintidós de octubre de dos mil siete.–Guillermo Jiménez Sánchez.–Vicente Conde Martín de
Hijas.–Elisa Pérez Vera.–Eugeni Gay Montalvo.–Ramón Rodríguez Arribas.–Pascual Sala Sánchez.–Firmado y
rubricado.

PREGUNTAS QUE HA DE RESPONDER EL ALUMNO


¿CUÁNDO ES CONSTITUCIONALMENTE OBLIGADO EL DERECHO DE DEFENSA?
¿QUÉ ES LO ESTÉRIL PARA EL EJERCICIO DEL DERECHO DE DEFENSA?
¿QUÉ ES LO DETERMINABLE EN CADA CASO CONCRETO?

SILABO

EL DERECHO A LA DEFENSA NO TIENE UN ALCANCE ÚNICO NI UN CONTENIDO UNÍVOCO EN


TODOS LOS SUPUESTOS

Recurso de Amparo núm. 5667/2004


Ponente: Don Eugeni Gay Montalvo
Recurso de amparo contra el Auto de 01-09-2004 del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey
(Madrid) dictado en procedimiento de juicio verbal aprobando de modo definitivo la tasación de costas. Vulneración
del derecho fundamental a la defensa y a la asistencia de letrado: existencia: otorgamiento de amparo.
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez, Presidente, don
Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y
don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 5667-2004, promovido por don Ángel Martín Gutiérrez, Procurador de los
Tribunales, en nombre y representación de los cónyuges don Jesús P. D. y doña María Rosa S. S., asistidos por el
Abogado don José Javier Roger Reino, contra el Auto de 1 de septiembre de 2004 del Juzgado de Primera Instancia
núm. 4 de Arganda del Rey (Madrid) dictado en el procedimiento de juicio verbal núm. 122-2001 aprobando de modo
definitivo la tasación de costas, por vulneración del derecho fundamental a la defensa y asistencia letrada (art.
24.2 CE [ RCL 1978, 2836] ). Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Eugeni Gay
Montalvo, quien expresa el parecer de la Sala.
I. ANTECEDENTES
1 Por escrito registrado en este Tribunal el 20 de septiembre de 2004 don Ángel Martín Gutiérrez, Procurador de los
Tribunales, en nombre y representación de los cónyuges don Jesús P. D. y doña María Rosa S. S., interpuso recurso
de amparo contra la resolución judicial citada en el encabezamiento de la Sentencia.
2 Los hechos más relevantes de los que trae causa la demanda son los siguientes:
a) El 4 de mayo de 2001 los actuales recurrentes formularon demanda de juicio verbal ante el Juzgado de Primera
Instancia núm. 4 de Arganda del Rey, interesando la suspensión de obra nueva contra la empresa Zarza 25, S. C. La
demanda fue desestimada por Sentencia de 15 de junio de 2001, confirmada por la de la Audiencia Provincial de
Madrid de fecha 16 de junio de 2003 ( JUR 2003, 255521) .
b) En ejecución de Sentencia se inició trámite de tasación de costas con traslado a las partes de su resultado mediante
diligencia de ordenación de 29 de marzo de 2004 del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey.
c) Don Jesús P. D. compareció ante el Juzgado mediante escrito de 15 de abril de 2004, en el que puso de manifiesto
que había tenido conocimiento casual de la tasación de costas; que desde primeros de abril estaba intentando
contactar con su Abogado y sistemáticamente la secretaria le informaba de que estaba reunido; que posteriormente
había ido al Colegio de Abogados y le dijeron que las costas serían impugnables por excesivas; que el día 7 de abril
denunció ante la Comisión Deontológica del Colegio al Abogado que le llevaba el caso y que, por todo ello, solicitaba
la suspensión del plazo concedido y que se le designara un Abogado de oficio, sin gratuidad (art. 440.2 LOPJ [ RCL
1985, 1578, 2635] ) a fin de que en el plazo que restaba pudiera el nuevo Letrado impugnar, en su caso, la tasación.
d) El 21 de abril de 2004 se presentó en el Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey escrito por el
Abogado de los demandantes de amparo que había sido denunciado, mediante el que solicitaba el desglose de los
documentos acompañados al escrito de la demanda que dio origen al procedimiento por necesitarlos para otros usos.
e) Por providencia de 5 de mayo 2004 el Juzgado rechazó el desglose «a la vista de lo manifestado por su cliente»,
acordó interrumpir el plazo que había conferido a las partes para impugnar la tasación de costas, requiriendo a don
Jesús P. D. «a fin de que acredite en el término de tres días que ha verificado la solicitud de Letrado de oficio en el
Despacho del Colegio de Abogados de esta población».
f) El 13 de mayo de 2004 el Sr. P. D. registró en el Juzgado escrito en el que, en cumplimiento del requerimiento
judicial, señaló que el impreso a que «se refiere el Juzgado es el que figura como anexo en el Reglamento de
Asistencia Gratuita ( RCL 2003, 2047, 2316) », aclarando que en su escrito de 15 de abril de 2004 no pedía
asistencia jurídica gratuita, reiterando «respetuosamente al Juzgado lo manifestado en aquel escrito».
g) Mediante providencia de 24 de junio de 2004 el Juzgado acordó
«No haber lugar a la designación de abogado de oficio sin gratuidad solicitado por el demandante al no tener ningún
turno previsto para este supuesto el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares, por lo que se acuerda reanudar el
plazo de impugnación de la tasación de costas de 29 de marzo de 2004, por lo que le restan tres días para impugnar».
h) El 5 de julio de 2004 don Jesús P. D. presentó un nuevo escrito al Juzgado en el que señalaba que, al margen de
cómo se organice el citado Colegio, es posible pedir Abogado de oficio sin gratuidad, pues así lo prevén el artículo
440.2 LOPJ, con carácter general, y en el orden civil el artículo 33.2 LECiv ( RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001,
1892) cuando su intervención sea preceptiva, señalando que para ello no tiene que rellenar un impreso con sus datos
económicos, pues el Abogado que se le designe le defenderá pagándole él mismo la retribución. Señalaba en dicho
escrito que la no tutela del derecho fundamental a la defensa genera la nulidad de pleno derecho (art. 238.3 LOPJ y
art. 225.4 LECiv), citaba la STC 114/1998 ( RTC 1998, 114) y afirmaba su legítimo interés en el examen de las
costas, no sólo por lo elevado de su importe, sino porque debían rechazarse de plano las pretendidas por una parte que
nunca tuvo legitimación pasiva para ser codemandada, incurriendo en mala fe al no advertirlo en su momento, y
porque su ex Letrado incurría además en responsabilidad civil. Por todo lo expuesto, textualmente interesaba:
« Ruego al Juzgado, por tercera vez, me designen letrado defensor.
Otrosí 1. Solicito la nulidad de las resoluciones que, por no tener abogado, no he podido en su caso recurrir.
Otrosí 2. Solicito testimonio de la respuesta negativa del Colegio de Abogados de Alcalá de Henares.
Otrosí 3. Ruego que los plazos para impugnación de la tasación comiencen cuando le conste al Juzgado la
designación de mi Abogado».
i) El 2 de julio de 2004 el Letrado al que había denunciado el ejecutado presentó escrito en el Juzgado renunciando a
la representación letrada del Sr. P. D., y solicitando la suspensión de los plazos procesales para que designaran un
nuevo Letrado en el plazo que al efecto sea otorgado.
j) Por providencia de 1 septiembre 2004 el Juzgado dispuso:
«Dada cuenta, por presentado el anterior escrito de fecha 5 de julio de 2004, por el Sr. D. Jesús P. D., únase a los
autos de su razón, y en cuanto a lo solicitado, se tienen por hechas las manifestaciones en él contenidas, y estese a lo
resuelto en resolución de 24 de junio de 2004.
Por presentado el anterior escrito de fecha 27 de julio de 2004, por la Procuradora Sra. Salcedo López, únase a los
autos de su razón, teniéndose por renunciado al LetradoSr. Barquín Cortés en su dirección letrada, y en cuanto a lo
demás solicitado, estése a lo ya resuelto en el curso del presente procedimiento.
Transcurrido el plazo concedido a la parte actora para la impugnación de la tasación de costas, y no habiendo
verificado dicha impugnación, estése a la resolución que a continuación se dicte».
k) La tasación de costas se aprobó con fecha de ese mismo día; es decir, 1 de septiembre de 2004, en virtud de Auto
del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey, por haber transcurrido el plazo sin haberse impugnado.
3 El 20 de septiembre de 2004 se registró en este Tribunal Constitucional demanda de amparo contra esta última
resolución por don Jesús P. D. y doña María Rosa S. S., por entender que se aprobó la tasación de costas con
vulneración del derecho a la defensa y a la asistencia letrada tutelados en el art. 24.2 CE ( RCL 1978, 2836) y que,
como consecuencia de ello, se incurre en la vulneración de otros derechos contenidos en el art. 24 CE como el de
obtener una tutela judicial efectiva, la prohibición de indefensión y el derecho a un proceso con todas las garantías.
Señalan en su escrito que pidieron defensa de oficio sin gratuidad lo que permite el art. 33 LECiv ( RCL 2000, 34,
962 y RCL 2001, 1892) cuando su intervención sea preceptiva pero también cuando, no siéndolo, la parte contraria
haya comunicado al Tribunal que actuará defendida por Abogado, señalando este mismo precepto que las peticiones
se harán de acuerdo con la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita, pero sin necesidad de acreditar el derecho a obtener
dicha asistencia, siempre que el solicitante se comprometa a pagar los derechos y honorarios de los profesionales que
se designen. Distinguen entre el patrocinio de oficio y el carácter gratuito y citan la STC 114/1998 ( RTC 1998,
114) que estima la demanda de amparo por hallarse el incidente de tasación de costas necesitado de asistencia
profesional. De todo ello concluyen que el hecho de que el Colegio de Abogados no tuviera el turno exigido y sí un
turno de oficio único organizado simplemente por especialidades, resulta incompatible con el precepto constitucional
y que se ha vulnerado, en todo caso, su derecho a la defensa y a la asistencia letrada y solicitan en el suplico de la
demanda de amparo que se declare la nulidad del Auto de 1 de septiembre de 2004 del Juzgado de Primera Instancia
núm. 4 de Arganda del Rey, y que se repongan las actuaciones en el estado en que se encontraban el día 15 de abril de
2004, fecha en que solicitaron, por primera vez, abogado de oficio sin gratuidad; mediante otrosí solicitan igualmente
la suspensión de la ejecución del Auto combatido.
4 Por providencia de 1 de junio de 2006, la Sección Tercera de la Sala Segunda del Tribunal Constitucional acordó,
de conformidad con lo dispuesto en el artículo 50.3 LOTC ( RCL 1979, 2383) , conceder a los demandantes de
amparo y al Ministerio Fiscal un plazo común de diez días para que formularan alegaciones en relación con la
carencia manifiesta de contenido constitucional de la demanda [art. 50.1 c) LOTC].
5 Por escrito registrado en este Tribunal Constitucional, con fecha de 21 de junio de 2006, los demandantes de
amparo se ratificaron en la demanda.
6 El 28 de junio de 2006 el Ministerio Fiscal registró escrito en el que interesaba la admisión a trámite del presente
recurso.
7 Por providencia de 19 de septiembre de 2006 la Sala Segunda del Tribunal constitucional acordó la admisión a
trámite de la demanda y formar la correspondiente pieza separada de suspensión, concediendo, de conformidad con el
artículo 56 LOTC ( RCL 1979, 2383) , un plazo común de tres días al Ministerio Fiscal y a la parte recurrente a fin
de que realizaran las alegaciones que estimasen pertinentes sobre dicha suspensión. En esta misma providencia se
acordó dirigir atenta comunicación al Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey a fin de que, en un
plazo que no excediera de diez días, remitiera certificación de las actuaciones correspondientes al juicio verbal núm.
122-2001, advirtiéndole de que previamente emplazarse a quienes hubieran sido parte en el procedimiento, salvo a la
parte recurrente en amparo, para que en el plazo de diez días pudiesen comparecer, por si así lo desearan, en el
presente recurso de amparo.
8 Por escrito registrado el 29 de septiembre de 2006 la parte recurrente reiteró la suspensión solicitada alegando que
la empresa que reclama las costas a los recurrentes en amparo no tardaría en extinguirse, resultando a partir de
entonces difícil y costoso pedir la devolución de lo que tienen que abonar a quienes fueron socios de dicha empresa.
Igualmente se aducía que la suspensión solicitada evitaría dos procesos paralelos, el ejecutivo en el Juzgado civil,
donde se había solicitado ya «una barbaridad de intereses» y, simultáneamente el proceso de amparo constitucional.
Por escrito registrado en el Tribunal Constitucional el 5 de octubre 2006 el Ministerio Fiscal interesó la denegación
de la suspensión solicitada.
9 Por Auto de 23 de octubre de 2006 la Sala Segunda del Tribunal Constitucional acordó denegar la suspensión
solicitada. Contra este Auto se formuló por los demandantes de amparo recurso de súplica, que fue informado en
sentido denegatorio por el Fiscal en dictamen de 29 de noviembre de 2006. Por Auto de la Sala Segunda de 15 de
enero de 2007 se acordó desestimar dicho recurso de súplica.
10 La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, por diligencia de ordenación de 27 de febrero de 2007, de
conformidad con el art. 52.1 LOTC ( RCL 1979, 2383) , acordó conferir a la parte recurrente y al Ministerio Fiscal
trámite de alegaciones por un plazo común de veinte días.
11 El 3 de abril de 2007 se registró en este Tribunal Constitucional escrito del Ministerio Fiscal interesando la
estimación del amparo.
En primer lugar, el Ministerio Fiscal precisa que, aun cuando se impugna expresamente el Auto de 1 de septiembre de
2004, el amparo debiera extenderse igualmente a las providencias del mismo Juzgado de 24 de junio y de 1 de
septiembre de 2004, por ser ellas antecedente y consecuencia del Auto impugnado, y en las que ya se habría
producido la vulneración de los derechos de defensa y asistencia letrada tutelados en los arts. 24 1 y 2 CE ( RCL
1978, 2836) .
En cuanto al fondo de la cuestión, señala el Ministerio Fiscal que desde el primer momento estaba claro que los
demandantes de amparo formularon ante el Juzgado una petición que tenía plena cobertura legal, la de que les fuera
designado Letrado por la vía de la Asistencia Jurídica Gratuita pero comprometiéndose a satisfacer los honorarios del
Abogado, tal y como previene el art. 33.2 LECiv ( RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001, 1892) . Considera que la
providencia del Juzgado que acordaba suspender el trámite de impugnación de costas interesando a la parte
solicitante que verificara la designación de Letrado del Colegio de Abogados es respetuosa con los derechos del art.
24 CE, pero que a partir de ese momento se entra en una fase de confusión donde el órgano judicial y el Colegio de
Abogados parecen confundir la petición cuando lo que se interesa es simplemente la designación de un Letrado cuyos
emolumentos se satisfagan por la parte.
Considera que la respuesta del órgano judicial no es satisfactoria con los derechos fundamentales alegados en amparo
por dos motivos. De un lado porque cuando la parte pone de manifiesto al Juzgado la respuesta del Colegio de
Abogados, el órgano judicial no tiene en cuenta que el art. 33.2 LECiv, párrafo segundo, prevé que la tramitación de
estas solicitudes lo será de conformidad con lo dispuesto en la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita ( RCL 1996, 89) .
Pero, de otro lado, porque la respuesta dada por el órgano judicial al remitirse a lo que ya había ordenado previamente
y que se ceñía a que el que la parte accediera a la asistencia letrada mediante el procedimiento de asistencia jurídica
gratuita, ya no era posible porque el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares no tenía establecido tal turno, es
sencillamente una respuesta de naturaleza puramente formal y que difícilmente cumple con el deber de protección y
tutela del derecho fundamental en juego. Con ello se generaron unas consecuencias gravosas para la parte afectada,
ya que una vez reanudado el trámite de impugnación de costas no pudo impugnarlas, pues por decisión del Juzgado
carecía de asistencia letrada y defensa, aprobándose sin oposición las costas con el correspondiente perjuicio
económico para ella.
A su juicio, la situación producida conecta fácilmente con una constante jurisprudencia constitucional exigiendo la
igualdad de armas que prohíbe la indefensión, en especial en relación con situaciones en que existe una carencia de
posibilidad real de defensa, lo que se prevé incluso para aquellos procesos en los que, como en el caso de autos, no
fuera necesaria la presencia de Letrado o Procurador ( STC 199/2003 [ RTC 2003, 199] ). En el presente caso,
resalta el Ministerio Fiscal, estamos en ejecución de Sentencia y en trámite de tasación de costas, habiendo litigado
ambas partes (antes de denunciar a su Letrado los demandantes de amparo) con Abogado y Procurador, requiriendo el
trámite de tasación de una capacitación técnica jurídica evidente y encontrando la petición de los demandantes
cobertura legal en el art. 33.2 LECiv, que se remite a la tramitación regulada en la LAJG en sus artículos 9 y ss.
El Ministerio público pone de manifiesto que la respuesta judicial que se ofrece al escrito de la parte de 13 de mayo
de 2004 (donde se pone en conocimiento del Juzgado que el impreso que le han entregado en el Colegio de Abogados
para instar la designación de abogado es el de justicia gratuita y reitera que ha manifestado su deseo de litigar con el
pago de la remuneración económica) es fulminante y extraña, pues afirma, sin que haya constancia alguna al menos
en la documentación obrante ante el Tribunal Constitucional, de que no existe tal turno, refiriéndose, según parece, al
de designación de letrado de oficio de pago en el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares y declara reabrir el
plazo cuando sólo quedaban tres días, a efectos de impugnación de la tasación de costas. Es ésta una respuesta que
lesiona el derecho a la defensa y la asistencia letrada, con esa mera referencia a un turno cuya realidad normativa se
concreta en los artículos 9 y ss. de la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita, considerando que ni siquiera la invocación
de una posible negligencia de la parte en la tramitación de la petición salvaría la infracción constitucional.
En relación con el escrito de 5 de junio 2004 alega, además, el Ministerio público que no se cumplen las mínimas
exigencias de motivación pues en dicho escrito se efectuaban tres peticiones al Juzgado (referidas en antecedentes) y
se indicaban razones concretas por las que interesaba la asistencia letrada en la impugnación de la tasación de costas
que no han sido atendidas. En la misma fecha el Juzgado emite dos resoluciones; la providencia de 1 de septiembre
de 2004 se remite a lo acordado en la providencia de 24 de mayo, con lo que no ofrece respuesta debidamente
motivada a dicho escrito pues por tal no puede entenderse la remisión a una providencia que no resolvió las
cuestiones nuevas que se planteaban y en consecuencia no protegió debidamente el derecho a la defensa y a
la asistencia letrada con infracción del artículo 24 CE. Y además el Auto de 1 de septiembre de 2004 concluye el
proceso, cerrándolo, con la aprobación de la tasación de costas que la parte no pudo contradecir por considerar el
Juzgado que no se habían impugnado en tiempo, sin que ni siquiera el órgano judicial considerara las alegaciones
que, en última instancia, como autodefensa, alegaba la parte en su escrito de 5 de junio de 2004.
12 El 30 de marzo de 2007 los demandantes de amparo registraban escrito reiterando las alegaciones contenidas en la
demanda de amparo en su integridad.
13 Por providencia de 18 de octubre de 2007, se acordó para deliberación y votación de esta Sentencia el día 22 del
mismo mes y año.

II. FUNDAMENTOS JURÍDICOS


1 Los demandantes de amparo imputan al Auto de 1 de septiembre de 2004 del Juzgado de Primera Instancia núm. 4
de Arganda del Rey (Madrid), dictado en el procedimiento de juicio verbal núm. 122-2001 y que aprueba de modo
definitivo la tasación de costas, la vulneración del derecho fundamental a la defensa y a la asistencia de Letrado (art.
24.2 CE [ RCL 1978, 2836] ) y, como resultado de ello, la del derecho a una tutela judicial efectiva sin indefensión
(art. 24.1 CE).
El Ministerio Fiscal interesa la estimación del amparo por considerar que, en efecto, se ha vulnerado el derecho a
la defensa y a la asistencia letrada, pero también el derecho a una tutela judicial efectiva al dictarse resoluciones
judiciales que no ofrecen motivación alguna respecto de pretensiones realizadas por los demandantes de amparo.
2 Antes de proceder al análisis de las vulneraciones denunciadas conviene acotar cuáles son las resoluciones objeto
del presente amparo.
El Ministerio Fiscal considera que, aunque las partes impugnan el Auto del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de
Arganda del Rey (Madrid), de 1 de septiembre, deben entenderse también comprendidas en el recurso la providencia
dictada en el mismo día por el mismo órgano judicial, en la que se remite a lo acordado en su anterior providencia de
24 de junio de 2004, así como esta última, en la que se declaraba no haber lugar a la designación de Abogado de
oficio sin gratuidad por no existir un turno previsto para este supuesto en el Colegio de Abogados de Alcalá de
Henares y se reanudaba el plazo de impugnación.
En el presente caso es cierto que en el encabezamiento de su demanda los recurrentes de amparo impugnan
exclusivamente el Auto de 1 de septiembre de 2004, pero en el suplico no piden únicamente su anulación, sino que
también solicitan, de modo expreso, la reposición de las actuaciones al estado en que se encontraban los autos el día
15 de abril de 2004, fecha en la que solicitaron por primera vez Abogado de oficio sin gratuidad. De este modo
impugnan, aunque sea de modo indirecto, las resoluciones a las que alude el Ministerio público y también la
providencia de 5 de mayo de 2004 del mismo Juzgado, posterior a la fecha en que los recurrentes consideran que
comienzan las infracciones constitucionales. De ahí que, en aras de respetar el principio dispositivo y el de
congruencia de las resoluciones judiciales, el examen de este Tribunal Constitucional abarcará todas las resoluciones
temporales posteriores a la solicitud de Abogado de oficio sin gratuidad, es decir, incluida la providencia de 5 de
mayo de 2004 aludida.
3 La cuestión de fondo que se suscita en el caso que ahora se trae a nuestro enjuiciamiento consiste en determinar si
el órgano judicial ha vulnerado el derecho a la defensa y a la asistencia jurídica letrada (art. 24.2 CE [ RCL 1978,
2836] ) y, en consecuencia, impedido el ejercicio el derecho a una tutela judicial efectiva sin indefensión de los
demandantes de amparo (art. 24.1 CE) por no atender la petición de éstos relativa al nombramiento de Abogado de
oficio sin gratuidad para su defensa.
Para abordarla debemos recordar que la exigencia de asistencia letrada no tiene un alcance único ni un contenido
unívoco en todos los supuestos en que está reconocida constitucionalmente, sino que se encuentra vinculada a la
diferente función que como garantía constitucional ha de cumplir en cada uno de dichos supuestos ( STC 199/2003,
de 10 de noviembre [ RTC 2003, 199] , F. 4). Y que por ello hemos advertido que no es correcto extrapolar al
proceso civil, sin más matizaciones, la doctrina elaborada respecto de la asistencia letrada en el proceso penal, donde
la especial proyección de la asistencia letrada se sustenta en la complejidad técnica del debate y en la relevancia del
bien jurídico protegido que puede verse afectado, justificando en tales casos la exigencia de que se acentúe la
obligación jurídico-constitucional de los órganos judiciales ( SSTC 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC 1998, 233] ,
F. 3; 162/1999, de 27 de septiembre [ RTC 1999, 162] , F. 3).
No obstante es doctrina reiterada de este Tribunal que entre el haz de garantías que integran el derecho a un proceso
justo, «se incluye el derecho a la defensa y a la asistencia letrada que el art. 24.2 CE reconoce no sólo para el proceso
penal sino también para el resto de los procesos, con las salvedades oportunas, y cuya finalidad es la de asegurar la
efectiva realización de los principios de igualdad de las partes y de contradicción que impone a los órganos judiciales
el deber positivo de evitar desequilibrios entre la respectiva posición procesal de las partes, o limitaciones en la
defensa que puedan inferir a alguna de ellas un resultado de indefensión, prohibido en todo caso en el inciso final del
art. 24.1 CE» ( SSTC 152/2000, de 12 de junio [ RTC 2000, 152] , F. 3, 211/2003, de 1 de diciembre [ RTC 2003,
211] , F. 6, 18/2006, de 30 de enero [ RTC 2006, 18] , F. 2). Se trata de un derecho que, aun cuando conectado en
su finalidad con el derecho a la defensa y no sufrir indefensión, se erige en derecho fundamental autónomo,
estructural e instrumental al principio de igualdad de las partes ( STC 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC 1998,
233] , F. 3).
Del mismo modo hemos señalado que en el supuesto de que la intervención de Letrado sea preceptiva, esta garantía
constitucional se convierte en una exigencia estructural del proceso tendente a asegurar su correcto desenvolvimiento
( STC 42/1982, de 5 de julio [ RTC 1982, 42] , F. 2), cuyo sentido es satisfacer el fin común a toda asistencia
letrada que es el de «lograr el adecuado desarrollo del proceso como mecanismo instrumental introducido por el
legislador con miras a una dialéctica procesal efectiva que facilita el órgano judicial la búsqueda de una Sentencia
ajustada a Derecho» ( SSTC 47/1987, de 22 de abril [ RTC 1987, 47] , F. 3; 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC
1998, 233] , F. 3; 189/2006, de 19 de junio [ RTC 2006, 189] , F. 2). Y que en estos casos «la conexión existente
entre el derecho a la asistencia letrada y la institución misma del proceso determina incluso que la pasividad del
titular del derecho deba ser suplida por el órgano judicial para cuya propia actuación, y no sólo para el mejor servicio
de los derechos e intereses del defendido, es necesaria la asistencia del Letrado» (con numerosas citas, STC
189/2006, de 19 de junio, F. 2), debiendo los órganos judiciales considerar la ausencia de Letrado «como un requisito
subsanable» ( STC 53/1990, de 26 de marzo [ RTC 1990, 53] ) ofreciendo al interesado una oportunidad de reparar
tal omisión ( STC 11/2003, de 27 de enero [ RTC 2003, 11] , F. 3).
4 Pero incluso cuando la intervención de Letrado no es preceptiva en un proceso determinado con arreglo a las
normas procesales, ello no priva al justiciable del derecho a la defensa y asistencia letrada reconocido en el art.
24.2 CE ( RCL 1978, 2836) . Como hemos señalado en numerosas ocasiones, el carácter no preceptivo o necesario
de la intervención del Abogado en ciertos procedimientos «no obliga a las partes a actuar personalmente, sino que les
faculta para elegir entre la autodefensa o la defensa técnica; permaneciendo, en consecuencia, el derecho de asistencia
letrada incólume en tales casos, cuyo ejercicio queda a la disponibilidad de las partes, lo cual conlleva, en principio,
el derecho del litigante que carece de recursos económicos para sufragar un Letrado de su elección, a que se le provea
de Abogado de oficio, si así lo considera conveniente a la mejor defensa de sus derechos» ( SSTC 211/2003, de 1 de
diciembre [ RTC 2003, 211] , F. 6; 262/2005, de 24 de octubre [ RTC 2005, 262] , F. 2 y 18/2006, de 30 de enero [
RTC 2006, 18] , F. 2), siendo procedente el nombramiento de abogado de oficio «cuando se solicite y resulte
necesario» ( SSTC 152/2000, de 12 de junio [ RTC 2000, 152] , F. 3 y 262/2005, de 24 de octubre [ RTC 2005,
262] , F. 2).
En este sentido hemos afirmado que el derecho constitucional exige que se ponga de manifiesto «esa circunstancia
con las debidas formalidades legales ante el órgano judicial y que éste se pronuncie expresamente sobre su
pertinencia, ponderando si los intereses de la justicia así lo exigen» ( SSTC 199/2003, de 10 de noviembre [ RTC
2003, 199] , F. 5, 65/2007, de 27 de marzo [ RTC 2007, 65] , F. 4). La exigencia de que el interesado solicite
formalmente ante el órgano judicial la designación de Letrado de oficio se deriva de que lógicamente –si el contenido
de este derecho se concreta en la posibilidad de optar por la autodefensa o por la asistencia técnica– sólo a través de
la emisión expresa de su voluntad de ser asistido de Letrado podrá el órgano judicial proceder a su designación. Esta
solicitud, además, debe realizarse por el interesado lo más tempranamente que pueda, con el fin de evitar en la
medida de lo posible la suspensión de actos judiciales, que implicaría la afectación a otros intereses
constitucionalmente relevantes, principalmente el derecho a un procedimiento sin dilaciones indebidas del resto de
partes procesales y, todo ello, sin olvidar tanto la incidencia negativa que pueda tener en el deber de colaboración con
la Administración de Justicia de otros participantes en dichos actos, como testigos y peritos, por las molestias
innecesariamente causadas con sus desplazamientos a los Juzgados para actos que sean finalmente suspendidos,
cuanto criterios de eficiencia en el gasto público y en la organización judicial, por la inversión de medios económicos
y personales de la Administración de Justicia en la celebración de actos procesales fallidos ( SSTC 199/2003, de 10
de noviembre [ RTC 2003, 199] , F. 5, 65/2007, de 27 de marzo [ RTC 2007, 65] , F. 4).
Por su parte, la necesidad constitucional de asistencia letrada viene determinada por la finalidad que este derecho
cumple. De este modo, si lo que se trata es de garantizar la igualdad de las partes y la efectiva contradicción para el
correcto desarrollo del debate procesal, «será constitucionalmente obligada la asistencia letrada allí donde la
capacidad del interesado, el objeto del proceso o su complejidad técnica hagan estéril la autodefensa que el mismo
puede ejercer mediante su comparecencia personal, lo que será determinable, en cada caso concreto, atendiendo a la
mayor o menor complejidad del debate procesal y a la cultura y conocimientos jurídicos del comparecido
personalmente, deducidos de la forma y nivel técnico con que haya realizado su defensa ( STC 47/1987 [ RTC 1987,
47] , fundamento jurídico 3)» ( STC 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC 1998, 233] , F. 3).
Ahora bien, siendo cierto lo anterior, no lo es menos –y este Tribunal también lo ha señalado así reiteradamente– que
quien alegue indefensión como consecuencia de la vulneración del derecho a la asistencia letrada no ha de haber
provocado dicha situación con su falta de diligencia, así como que dicha indefensión debe ser real y efectiva; de
forma que la situación de indefensión generada por la falta de defensa técnica no resulte ser consecuencia directa del
proceder de la parte y además la autodefensa del litigante debe haberse revelado como insuficiente y perjudicial para
el mismo, impidiéndole articular una protección adecuada de sus derechos e intereses legítimos en el proceso. En
suma, resulta preciso que «se haya producido un menoscabo real y efectivo de su derecho de defensa», como señalan
las SSTC 22/2001, de 29 de enero ( RTC 2001, 22) , F. 2, 222/2002, de 25 de noviembre ( RTC 2002, 222) , F. 2,
y 215/2003, de 1 de diciembre ( RTC 2003, 215) , F. 3, entre otras.
5 Una correcta traslación de la doctrina exige advertir que en el caso que ahora se somete a nuestro enjuiciamiento no
estamos ante un supuesto en el que el interesado solicita el nombramiento de un Letrado de asistencia jurídica
gratuita y éste se deniega por el órgano judicial ( SSTC 47/1987, de 22 de abril [ RTC 1987, 47] , o 92/1996, de 27
de mayo [ RTC 1996, 92] , entre otras muchas), sino que el presente supuesto resulta novedoso por cuanto lo que se
solicitaba era el nombramiento de un Abogado de oficio sin gratuidad.
Esta posibilidad se contempla legalmente en el art. 33 de la Ley de Enjuiciamiento Civil ( RCL 2000, 34, 962 y RCL
2001, 1892) (LECiv) cuando, tras declarar que «fuera de los casos de designación de oficio previstos en la Ley de
Asistencia Jurídica Gratuita ( RCL 1996, 89) , corresponde a las partes contratar los servicios del procurador y del
abogado que les hayan de representar y defender en juicio» (art. 33.1 LECiv), establece inmediatamente a
continuación la posibilidad de asistencia de oficio sin gratuidad al señalar que «no obstante, el litigante que no tenga
derecho a la asistencia jurídica gratuita podrá pedir que se le designe abogado, procurador o ambos profesionales,
cuando su intervención sea preceptiva o cuando, no siéndolo, la parte contraria haya comunicado al Tribunal que
actuará defendida por abogado y representada por procurador. Estas peticiones se harán y decidirán conforme a lo
dispuesto en la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita, sin necesidad de acreditar el derecho a obtener dicha asistencia,
siempre que el solicitante se comprometa a pagar los honorarios y derechos de los profesionales que se le designen»
(art. 33.2 LECiv).
Existen supuestos, así pues, en los que por carecerse de medios económicos se tiene derecho a la asistencia jurídica
gratuita y otros, como el ahora enjuiciado, en los que, aun disponiendo de medios, de lo que se carece es de Abogado.
Pero ambos casos encuentran acomodo dentro del derecho fundamental a la asistencia letrada proclamado en el
artículo 24.2 CE ( RCL 1978, 2836) por cuanto, incluso cuando la asistencia no es preceptiva, como hemos dicho,
ello no obliga al interesado a actuar personalmente, sino que dicho derecho le faculta para elegir entre la autodefensa
o la defensa técnica. Y en tal defensa técnica encuentra cobijo no sólo el Abogado de confianza, sino también el
Letrado de oficio, que será gratuito cuando se carece de medios económicos, o sin gratuidad, cuando, teniéndolos, de
lo que se carece es de Abogado. En el presente caso no cabe duda de que, tal y como se manifiesta en los
antecedentes, en todo momento la opción de los demandantes de amparo no fue por la autodefensa, sino por la
defensa y asistencia técnica, sin gratuidad, porque así lo consideraron conveniente para la defensa de sus derechos.
En estos casos, en aplicación de la doctrina general, también es procedente el nombramiento de Abogado de oficio
cuando «se solicite» y «resulte necesario». Es decir, son también dos los requisitos simultáneamente exigidos.
En primer lugar, la manifestación de voluntad deviene también exigible cuando el Abogado de oficio solicitado es sin
gratuidad. En este sentido debe tenerse en cuenta que el derecho a la asistencia de oficio de este tipo remite en su
configuración legal a la regulación contenida en la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita y, con independencia de la
gratuidad o no de la asistencia, su razón de ser en ambos casos es idéntica. Asimismo, ha de constar la solicitud de
designación de Letrado sin gratuidad como petición autónoma respecto del beneficio de justicia gratuita que, en su
caso, pudiera haberse inicialmente instado pues únicamente de este modo es posible exigir al órgano judicial una
actuación concreta respeto de esta singular opción que no se confunda con la más general de la asistencia jurídica
gratuita (evitando así estrategias procesales de dilatación de plazos), y porque sólo con tal advertencia específica, en
tiempo y forma legal, le es posible a dicho órgano realizar una adecuada ponderación de las circunstancias del caso a
la hora de valorar la existencia real de indefensión que tiene la obligación constitucional de evitar.
En segundo lugar, también cuando la asistencia requerida es «sin gratuidad» ha de nombrarse sólo cuando «resulte
necesaria». Necesidad que debe valorarse caso por caso, en atención a las circunstancias concretas, subjetivas y
objetivas, a las que antes nos hemos referido, pues únicamente cuando exista un riesgo de indefensión real y éste
finalmente se traduzca en un menoscabo real y efectivo del derecho a la igualdad de las partes y a la defensa, no
debida a su propia actuación, sino a la actividad u omisión judicial, la denegación de dicha asistencia adquiere
relevancia constitucional.
6 En el presente caso, la solicitud formal de Abogado de oficio sin gratuidad se realizó tras denunciar al Abogado que
les había llevado el tema durante el proceso, poniendo tal circunstancia en conocimiento del órgano judicial y
solicitando desde el primer momento su pretensión de Abogado de oficio no gratuito con total claridad.
Como consta en los antecedentes de esta Sentencia, don Jesús P. D. compareció mediante escrito de 15 de abril de
2004 ante el Juzgado para poner de manifiesto que había tenido conocimiento casual de la tasación de costas, que
desde primeros de abril estaba intentando contactar con su Abogado, que había denunciado ante la Comisión
Deontológica al Abogado que llevaba el caso y que en el Colegio de Abogados le habían informado de que las costas
podrían impugnarse por excesivas, motivos por los que solicitaba la suspensión del plazo concedido y que se le
designara un «abogado de oficio, sin gratuidad (art. 440.2 LOPJ [ RCL 1985, 1578, 2635] ) a fin de que en el plazo
que resta pueda el nuevo letrado impugnar, en su caso, la tasación». Precepto el señalado que, antes de la reforma
llevada a cabo en la Ley Orgánica del Poder Judicial por la Ley Orgánica 19/2003, de 23 de diciembre ( RCL 2003,
3008) , declaraba que «salvo que la Ley disponga otra cosa, las partes podrán designar libremente a sus
representantes y defensores entre los Procuradores y Abogados que reúnan los requisitos exigidos por las Leyes» (art.
440.1 LOPJ) pero que «se designarán de oficio, con arreglo a lo que en aquéllas se establezca, a quien lo solicite o se
niegue a nombrarlos, siendo preceptiva su intervención. La defensa de oficio tendrá carácter gratuito para quien
acredite insuficiencia de recursos para litigar en los términos en que establezca la Ley» (art. 440.2 LOPJ).
Prueba del conocimiento judicial y de que se podría producir un supuesto de indefensión es que se dictó la
providencia de 5 de mayo 2004 por la que el Juzgado acuerda interrumpir el plazo que había conferido a las partes
para impugnar la tasación de costas, requiriendo a don Jesús P. D. «a fin de que acredite en el término de tres días que
ha verificado la solicitud de Letrado de oficio en el Despacho del Colegio de Abogados de esta población». Con
semejante proceder el Juzgador actuó de conformidad con el derecho a la tutela judicial efectiva y realizó las
actuaciones necesarias para preservar el derecho constitucional de defensa y de asistencia jurídica de los ahora
demandantes de amparo, de ahí que hayamos de convenir con el Ministerio Fiscal en que esta providencia, al
contrario de lo que se pretende en la demanda de amparo con la retroacción de actuaciones a un momento anterior, no
merece reproche constitucional alguno desde la perspectiva del art. 24 CE ( RCL 1978, 2836) y, por lo tanto, en
relación con esta concreta providencia, la demanda de amparo debe ser desestimada.
A partir de este momento, como también detecta el Ministerio Fiscal, los hechos acaecidos no se pueden determinar
con absoluta claridad. En la demanda de amparo se dice que siguiendo lo indicado en la providencia de 5 de mayo,
los ahora recurrentes fueron a la delegación del Colegio de Abogados de Alcalá en Arganda del Rey y allí les dieron
un impreso de solicitud de asistencia jurídica gratuita para rellenarlo con los datos económicos que en dicho impreso
se piden y que, por ello, mediante escrito de 13 de mayo, contestaron a la providencia de 5 de mayo de 2004 haciendo
ver al órgano judicial que el impreso obtenido era el que consta como anexo en el Reglamento de asistencia jurídica
gratuita, reiterando su petición de Abogado pagando ellos los honorarios. Pero lo cierto es que este Tribunal
Constitucional debe limitarse, de conformidad con el art. 44.1 b) LOTC ( RCL 1979, 2383) a los hechos y a los
actos procesales que se reflejan en las actuaciones, sin entrar a interpretar o valorar los mismos en el sentido
pretendido.
Sobre dicha base, lo cierto es que de lo único que hay constancia es de dos actos procesales. De un lado, el escrito al
que se refieren los demandantes de amparo, de 13 de mayo de 2004, pero en el que, a diferencia de lo expresado en la
demanda de amparo, textualmente se dice: «en relación con la providencia del 15/5/2004 el impreso a que se refiere
el Juzgado es el que figura como anexo en el Reglamento de Asistencia Gratuita. Pero en mi escrito con fecha 15 de
abril de 2004 yo no pedía asistencia jurídica gratuita. Reitero respetuosamente al Juzgado lo manifestado en aquel
escrito». De otro lado, la providencia de 24 de junio de 2004 en la que el Juzgado acuerda: «no haber lugar a la
designación de abogado de oficio sin gratuidad solicitado por el demandante al no tener ningún turno previsto para
este supuesto el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares, por lo que se acuerda reanudar el plazo de impugnación
de la tasación de costas de 29 de marzo de 2004».
De la lectura del escrito de los demandantes de amparo surge la duda de si cumplieron el encargo judicial y su deber
de solicitar ante el Colegio de Abogados la asistencia letrada no gratuita, asumiendo el compromiso de hacerse cargo
del costo de la misma. Y ello por cuanto en dicho escrito no adjuntan prueba alguna del cumplimiento de «verificar»
dicha solicitud, que era lo estrictamente exigido en la providencia de 5 de mayo de 2004; petición que se
correspondía en perfección con lo estipulado para tales supuestos en el art. 33.2 LECiv ( RCL 2000, 34, 962 y RCL
2001, 1892) en la remisión que contiene a la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita para su obtención, con la salvedad
de la carencia de medios económicos y la exigencia expresa del compromiso de pago de quien requiera dicha
asistencia letrada. De ser así, cabría concluir que es a la propia parte demandante de amparo a quien le es imputable la
falta de asistencia letrada que luego se aduce como vulneración judicial del derecho fundamental.
Pero lo cierto es que el órgano judicial en la siguiente actuación procesal de la que se tiene constancia, la providencia
de 24 de junio de 2004, cuando declara no haber lugar a la petición de asistencia letrada sin gratuidad, no lo hace
basándose en el incumplimiento de lo ordenado en su anterior providencia ni porque, a la vista de las circunstancias,
y en su tarea de ponderación, considerara que la petición era claramente abusiva o estaba preordenada a dilatar los
plazos, supuestos estos para los que expresamente el art. 16 de la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita ( RCL 1996,
89) permite que el órgano judicial pueda computar los plazos en los estrictos términos legalmente previstos y con
todas las consecuencias que de ello se deriven. Por el contrario rechaza la petición por un motivo concreto y muy
distinto: la inexistencia de un turno previsto para este supuesto en el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares, y
por ello es por lo que acuerda reanudar el plazo de impugnación de la tasación de costas.
7 Con independencia del incumplimiento del deber por parte del Colegio de Abogados de hacer efectivo el derecho a
la asistencia jurídica no gratuita, olvidando su naturaleza de corporación de Derecho público llamada a hacer efectivo
el derecho constitucional de la asistencia letrada, es esta respuesta judicial la que, desde una óptica constitucional,
únicamente debemos examinar y la que impide a este Tribunal apreciar una falta de diligencia de la parte, máxime
teniendo en cuenta que la propia singularidad de la petición pudo llevar a una efectiva confusión de la asistencia que
se reclamaba en el Colegio de Abogados y que, desde el primer momento, y por tres veces, los demandantes de
amparo hicieron manifiesta su opción por la asistencia técnica y no por la autodefensa. Y es precisamente dicha
respuesta judicial, como certeramente advierte el Ministerio Fiscal, la que inicia una serie de actuaciones que lesionan
los derechos alegados por los demandantes de amparo.
Desde el punto de vista del derecho a la asistencia letrada de los demandantes de amparo esta providencia de 24 de
junio de 2004 carece de toda ponderación de las circunstancias concurrentes para verificar si la situación de
indefensión podía producirse y el rechazo de la asistencia solicitada mediante una respuesta vinculada a la propia
organización y actuación del Colegio en esta materia (inexistencia de turno específico) lesionaba
el derecho fundamental en juego. Conviene al efecto simplemente recordar que nos encontramos procesalmente en
ejecución de Sentencia, en el trámite de tasación de costas, que requiere una capacitación técnica jurídica evidente, y
de un juicio verbal civil en el que ambas partes habían litigado con Abogado y Procurador. La denegación de
la asistencia, a su vez, supuso la reapertura del plazo de tres días de impugnación de la tasación de costas que
restaban y resultó fatal en sus consecuencias para la parte afectada, ya que reanudado el trámite de impugnación en
costas, dicha parte carecía, por la decisión del Juzgado, de asistencia letrada y defensa, sin que pudiera impugnar la
tasación de costas, que transcurrido el plazo se aprobó sin oposición con el correspondiente perjuicio económico por
la parte indefensa.
Pero la lesión del derecho de asistencia letrada se reitera y se amplía, afectando también al derecho a una tutela
judicial efectiva sin indefensión (art. 24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ), en las siguientes actuaciones judiciales. Así,
ante la reapertura de los plazos y el rechazo de la petición de asistencia no gratuita, los demandantes de amparo
muestran su disconformidad mediante escrito de 5 de julio 2004, en el que, además de indicar las razones concretas
por las que interesan la asistencia letrada, efectúan tres peticiones al Juzgado: nulidad de actuaciones por falta de
Abogado, testimonio de la respuesta negativa del Colegio de Abogados y que el comienzo de los plazos se reanude
cuando le conste al Juzgado la designación de Abogado.
8 Frente a tales pretensiones, el Juzgado reacciona dictando dos resoluciones judiciales el mismo día. La primera, la
providencia de 1 de septiembre de 2004, en la que se remite a lo acordado en la providencia de 24 de junio «en
cuanto a las peticiones del escrito de don Jesús P. D. de 5 de julio de 2004» y en la que además se declara que
«transcurrido el plazo concedido a la parte actora para su impugnación, y no habiendo verificado dicha impugnación»
deberá estarse a la «resolución que a continuación se dicte». Resolución que se dicta ese mismo día y se concreta en
el Auto de 1 de septiembre, expresamente impugnado por los demandantes de amparo, por el que se aprueba de modo
definitivo la tasación de costas al haber transcurrido el plazo concedido sin haberse impugnado.
La providencia de 1 de septiembre de 2004 consuma la lesión del derecho a la asistencia letrada, no sólo por no tener
en cuenta que la contraparte había tenido Abogado y Procurador, lo mismo que los demandantes de amparo hasta la
denuncia de su Abogado, y que se trataba de una tasación de costas en ejecución de Sentencia de cierta complejidad
técnica, sino que, además, por negar la posibilidad de autodefensa habida cuenta de que, a pesar de que los
demandantes alegaban varios motivos en el escrito para entender que las costas eran excesivas, los mismos fueron
ignorados por el Juzgador de plano, como prueba el hecho de que la razón para dar por finalizado el plazo de
impugnación sea de modo exclusivo la de que dicha impugnación no se había realizado. Tal proceder, por añadidura,
supone que el Juzgador, al no contestar a las cuestiones nuevas planteadas en el escrito de la parte (en especial, la
relativa al testimonio de la respuesta negativa del Colegio de Abogados, pues se podría entender que las otras habrían
sido desestimadas tácitamente), incurre, además, en la vulneración autónoma del derecho a una resolución motivada
( ex art. 24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ).
9 Así los datos, lo cierto es que los recurrentes no obtuvieron la asistencia letrada sin gratuidad solicitada, no
pudieron realizar una impugnación técnica de las costas aunque adujeron los motivos por los que consideraban que
eran impugnables, y al final el órgano judicial las aprobó de modo definitivo, precisamente, por entender que no se
habían impugnado en plazo. Esta situación, con independencia de que fuera legalmente preceptiva
la asistencia letrada (como mantienen los demandantes de amparo y podría deducirse de la Ley de Enjuiciamiento
Civil) o fuera no preceptiva (como afirma el Ministerio Fiscal), condujo a un efectivo desequilibrio en la defensa de
las partes (recuérdese que la contraparte asistía con Abogado), en un proceso en el cual, a pesar de que en algún
escrito los demandantes parecen demostrar una mínima preparación jurídica (en especial, el escrito de 5 de junio de
2004), lo cierto es que el objeto del proceso, impugnación de costas en ejecución de sentencia, y las propias
circunstancias que condujeron a la denegación de la asistencia letrada (inexistencia de turno específico), supusieron
un menoscabo real y efectivo en la defensa de la parte y un perjuicio manifiesto, no sólo por no haber podido
accionar contra la falta de respuesta judicial a sus motivaciones de autodefensa, sino, sobre todo, porque finalmente
se tuvieron las costas por no impugnadas, sin posibilidad de contradecir las mismas.
Se confirma, con ello, que la falta de asistencia letrada lesionó el principio de igualdad de partes y el derecho a la
contradicción, finalidad a la que sirve el derecho fundamental, produciéndose una real y efectiva situación de
indefensión material, requisito que insoslayablemente ha de concurrir para que quepa apreciar infracción del art.
24.1 CE ( RCL 1978, 2836) (STC 152/2000, de 12 de junio, F. 3, por todas), revelándose además la autodefensa
desplegada inadecuada e insuficiente, incluso aunque «efectividad» no pueda «confundirse con el éxito de la
pretensión so pena de transmutar la función desempeñada por los abogados en el seno de un proceso en una
irrealizable obligación de resultados» ( STC 206/2001, de 13 de julio [ RTC 2001, 206] , F. 4). Y como
consecuencia, se vulneró igualmente el derecho a la tutela judicial efectiva también alegado por quienes ahora acuden
en amparo.
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE CONFIERE LA
CONSTITUCIÓN DE LA NACIÓN ESPAÑOLA,
Ha decidido
Estimar la demanda de amparo formulada por don Jesús P. D. y doña Maria Rosa S. S. y, en consecuencia:
1º Declarar que se ha vulnerado a los demandantes de amparo su derecho a la asistencia letrada (art. 24.2 CE [ RCL
1978, 2836] ) y a la tutela judicial efectiva sin indefensión (art. 24.1 CE).
2º Restablecerlos en sus derechos y, a tal fin, declarar la nulidad de la providencia de 24 de junio de 2004, la de 1 de
septiembre y el Auto de esta misma fecha del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey, retrotrayendo
las actuaciones al momento procesal anterior a la primera a fin de que por el órgano judicial se dicte resolución
respetuosa con el derecho de los demandantes de amparo a su derecho de defensa y asistencia letrada y con
su derecho a una tutela judicial efectiva.
Publíquese esta Sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid, a veintidós de octubre de dos mil siete.–Guillermo Jiménez Sánchez.–Vicente Conde Martín de
Hijas.–Elisa Pérez Vera.–Eugeni Gay Montalvo.–Ramón Rodríguez Arribas.–Pascual Sala Sánchez.–Firmado y
rubricado.

PREGUNTAS QUE HA DE RESPONDER EL ALUMNO


¿POR QUÉ LA EXIGENCIA DE ASISTENCIA DE ABOGADO NO TIENE UN ALCANCE ÚNICO NI UN
CONTENIDO UNÍVOCO EN TODOS LOS SUPUESTOS?

¿QUÉ ES LO QUE NO ES CORRECTO?

SILABO

LA ASISTENCIA PRECEPTIVA DE ABOGADO ES UNA GARANTÍA CONSTITUCIONAL QUE SE


CONVIERTE EN UNA EXIGENCIA ESTRUCTURAL DEL PROCESO
RECURSO DE AMPARO NÚM. 5667/2004
PONENTE: DON EUGENI GAY MONTALVO
Recurso de amparo contra el Auto de 01-09-2004 del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey
(Madrid) dictado en procedimiento de juicio verbal aprobando de modo definitivo la tasación de costas. Vulneración
del derecho fundamental a la defensa y a la asistencia de letrado: existencia: otorgamiento de amparo.
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez, Presidente, don
Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y
don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 5667-2004, promovido por don Ángel Martín Gutiérrez, Procurador de los
Tribunales, en nombre y representación de los cónyuges don Jesús P. D. y doña María Rosa S. S., asistidos por el
Abogado don José Javier Roger Reino, contra el Auto de 1 de septiembre de 2004 del Juzgado de Primera Instancia
núm. 4 de Arganda del Rey (Madrid) dictado en el procedimiento de juicio verbal núm. 122-2001 aprobando de modo
definitivo la tasación de costas, por vulneración del derecho fundamental a la defensa y asistencia letrada (art.
24.2 CE [ RCL 1978, 2836] ). Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Eugeni Gay
Montalvo, quien expresa el parecer de la Sala.
I. ANTECEDENTES
1 Por escrito registrado en este Tribunal el 20 de septiembre de 2004 don Ángel Martín Gutiérrez, Procurador de los
Tribunales, en nombre y representación de los cónyuges don Jesús P. D. y doña María Rosa S. S., interpuso recurso
de amparo contra la resolución judicial citada en el encabezamiento de la Sentencia.
2 Los hechos más relevantes de los que trae causa la demanda son los siguientes:
a) El 4 de mayo de 2001 los actuales recurrentes formularon demanda de juicio verbal ante el Juzgado de Primera
Instancia núm. 4 de Arganda del Rey, interesando la suspensión de obra nueva contra la empresa Zarza 25, S. C. La
demanda fue desestimada por Sentencia de 15 de junio de 2001, confirmada por la de la Audiencia Provincial de
Madrid de fecha 16 de junio de 2003 ( JUR 2003, 255521) .
b) En ejecución de Sentencia se inició trámite de tasación de costas con traslado a las partes de su resultado mediante
diligencia de ordenación de 29 de marzo de 2004 del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey.
c) Don Jesús P. D. compareció ante el Juzgado mediante escrito de 15 de abril de 2004, en el que puso de manifiesto
que había tenido conocimiento casual de la tasación de costas; que desde primeros de abril estaba intentando
contactar con su Abogado y sistemáticamente la secretaria le informaba de que estaba reunido; que posteriormente
había ido al Colegio de Abogados y le dijeron que las costas serían impugnables por excesivas; que el día 7 de abril
denunció ante la Comisión Deontológica del Colegio al Abogado que le llevaba el caso y que, por todo ello, solicitaba
la suspensión del plazo concedido y que se le designara un Abogado de oficio, sin gratuidad (art. 440.2 LOPJ [ RCL
1985, 1578, 2635] ) a fin de que en el plazo que restaba pudiera el nuevo Letrado impugnar, en su caso, la tasación.
d) El 21 de abril de 2004 se presentó en el Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey escrito por el
Abogado de los demandantes de amparo que había sido denunciado, mediante el que solicitaba el desglose de los
documentos acompañados al escrito de la demanda que dio origen al procedimiento por necesitarlos para otros usos.
e) Por providencia de 5 de mayo 2004 el Juzgado rechazó el desglose «a la vista de lo manifestado por su cliente»,
acordó interrumpir el plazo que había conferido a las partes para impugnar la tasación de costas, requiriendo a don
Jesús P. D. «a fin de que acredite en el término de tres días que ha verificado la solicitud de Letrado de oficio en el
Despacho del Colegio de Abogados de esta población».
f) El 13 de mayo de 2004 el Sr. P. D. registró en el Juzgado escrito en el que, en cumplimiento del requerimiento
judicial, señaló que el impreso a que «se refiere el Juzgado es el que figura como anexo en el Reglamento de
Asistencia Gratuita ( RCL 2003, 2047, 2316) », aclarando que en su escrito de 15 de abril de 2004 no pedía
asistencia jurídica gratuita, reiterando «respetuosamente al Juzgado lo manifestado en aquel escrito».
g) Mediante providencia de 24 de junio de 2004 el Juzgado acordó
«No haber lugar a la designación de abogado de oficio sin gratuidad solicitado por el demandante al no tener ningún
turno previsto para este supuesto el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares, por lo que se acuerda reanudar el
plazo de impugnación de la tasación de costas de 29 de marzo de 2004, por lo que le restan tres días para impugnar».
h) El 5 de julio de 2004 don Jesús P. D. presentó un nuevo escrito al Juzgado en el que señalaba que, al margen de
cómo se organice el citado Colegio, es posible pedir Abogado de oficio sin gratuidad, pues así lo prevén el artículo
440.2 LOPJ, con carácter general, y en el orden civil el artículo 33.2 LECiv ( RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001,
1892) cuando su intervención sea preceptiva, señalando que para ello no tiene que rellenar un impreso con sus datos
económicos, pues el Abogado que se le designe le defenderá pagándole él mismo la retribución. Señalaba en dicho
escrito que la no tutela del derecho fundamental a la defensa genera la nulidad de pleno derecho (art. 238.3 LOPJ y
art. 225.4 LECiv), citaba la STC 114/1998 ( RTC 1998, 114) y afirmaba su legítimo interés en el examen de las
costas, no sólo por lo elevado de su importe, sino porque debían rechazarse de plano las pretendidas por una parte que
nunca tuvo legitimación pasiva para ser codemandada, incurriendo en mala fe al no advertirlo en su momento, y
porque su ex Letrado incurría además en responsabilidad civil. Por todo lo expuesto, textualmente interesaba:
« Ruego al Juzgado, por tercera vez, me designen letrado defensor.
Otrosí 1. Solicito la nulidad de las resoluciones que, por no tener abogado, no he podido en su caso recurrir.
Otrosí 2. Solicito testimonio de la respuesta negativa del Colegio de Abogados de Alcalá de Henares.
Otrosí 3. Ruego que los plazos para impugnación de la tasación comiencen cuando le conste al Juzgado la
designación de mi Abogado».
i) El 2 de julio de 2004 el Letrado al que había denunciado el ejecutado presentó escrito en el Juzgado renunciando a
la representación letrada del Sr. P. D., y solicitando la suspensión de los plazos procesales para que designaran un
nuevo Letrado en el plazo que al efecto sea otorgado.
j) Por providencia de 1 septiembre 2004 el Juzgado dispuso:
«Dada cuenta, por presentado el anterior escrito de fecha 5 de julio de 2004, por el Sr. D. Jesús P. D., únase a los
autos de su razón, y en cuanto a lo solicitado, se tienen por hechas las manifestaciones en él contenidas, y estese a lo
resuelto en resolución de 24 de junio de 2004.
Por presentado el anterior escrito de fecha 27 de julio de 2004, por la Procuradora Sra. Salcedo López, únase a los
autos de su razón, teniéndose por renunciado al LetradoSr. Barquín Cortés en su dirección letrada, y en cuanto a lo
demás solicitado, estése a lo ya resuelto en el curso del presente procedimiento.
Transcurrido el plazo concedido a la parte actora para la impugnación de la tasación de costas, y no habiendo
verificado dicha impugnación, estése a la resolución que a continuación se dicte».
k) La tasación de costas se aprobó con fecha de ese mismo día; es decir, 1 de septiembre de 2004, en virtud de Auto
del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey, por haber transcurrido el plazo sin haberse impugnado.
3 El 20 de septiembre de 2004 se registró en este Tribunal Constitucional demanda de amparo contra esta última
resolución por don Jesús P. D. y doña María Rosa S. S., por entender que se aprobó la tasación de costas con
vulneración del derecho a la defensa y a la asistencia letrada tutelados en el art. 24.2 CE ( RCL 1978, 2836) y que,
como consecuencia de ello, se incurre en la vulneración de otros derechos contenidos en el art. 24 CE como el de
obtener una tutela judicial efectiva, la prohibición de indefensión y el derecho a un proceso con todas las garantías.
Señalan en su escrito que pidieron defensa de oficio sin gratuidad lo que permite el art. 33 LECiv ( RCL 2000, 34,
962 y RCL 2001, 1892) cuando su intervención sea preceptiva pero también cuando, no siéndolo, la parte contraria
haya comunicado al Tribunal que actuará defendida por Abogado, señalando este mismo precepto que las peticiones
se harán de acuerdo con la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita, pero sin necesidad de acreditar el derecho a obtener
dicha asistencia, siempre que el solicitante se comprometa a pagar los derechos y honorarios de los profesionales que
se designen. Distinguen entre el patrocinio de oficio y el carácter gratuito y citan la STC 114/1998 ( RTC 1998,
114) que estima la demanda de amparo por hallarse el incidente de tasación de costas necesitado de asistencia
profesional. De todo ello concluyen que el hecho de que el Colegio de Abogados no tuviera el turno exigido y sí un
turno de oficio único organizado simplemente por especialidades, resulta incompatible con el precepto constitucional
y que se ha vulnerado, en todo caso, su derecho a la defensa y a la asistencia letrada y solicitan en el suplico de la
demanda de amparo que se declare la nulidad del Auto de 1 de septiembre de 2004 del Juzgado de Primera Instancia
núm. 4 de Arganda del Rey, y que se repongan las actuaciones en el estado en que se encontraban el día 15 de abril de
2004, fecha en que solicitaron, por primera vez, abogado de oficio sin gratuidad; mediante otrosí solicitan igualmente
la suspensión de la ejecución del Auto combatido.
4 Por providencia de 1 de junio de 2006, la Sección Tercera de la Sala Segunda del Tribunal Constitucional acordó,
de conformidad con lo dispuesto en el artículo 50.3 LOTC ( RCL 1979, 2383) , conceder a los demandantes de
amparo y al Ministerio Fiscal un plazo común de diez días para que formularan alegaciones en relación con la
carencia manifiesta de contenido constitucional de la demanda [art. 50.1 c) LOTC].
5 Por escrito registrado en este Tribunal Constitucional, con fecha de 21 de junio de 2006, los demandantes de
amparo se ratificaron en la demanda.
6 El 28 de junio de 2006 el Ministerio Fiscal registró escrito en el que interesaba la admisión a trámite del presente
recurso.
7 Por providencia de 19 de septiembre de 2006 la Sala Segunda del Tribunal constitucional acordó la admisión a
trámite de la demanda y formar la correspondiente pieza separada de suspensión, concediendo, de conformidad con el
artículo 56 LOTC ( RCL 1979, 2383) , un plazo común de tres días al Ministerio Fiscal y a la parte recurrente a fin
de que realizaran las alegaciones que estimasen pertinentes sobre dicha suspensión. En esta misma providencia se
acordó dirigir atenta comunicación al Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey a fin de que, en un
plazo que no excediera de diez días, remitiera certificación de las actuaciones correspondientes al juicio verbal núm.
122-2001, advirtiéndole de que previamente emplazarse a quienes hubieran sido parte en el procedimiento, salvo a la
parte recurrente en amparo, para que en el plazo de diez días pudiesen comparecer, por si así lo desearan, en el
presente recurso de amparo.
8 Por escrito registrado el 29 de septiembre de 2006 la parte recurrente reiteró la suspensión solicitada alegando que
la empresa que reclama las costas a los recurrentes en amparo no tardaría en extinguirse, resultando a partir de
entonces difícil y costoso pedir la devolución de lo que tienen que abonar a quienes fueron socios de dicha empresa.
Igualmente se aducía que la suspensión solicitada evitaría dos procesos paralelos, el ejecutivo en el Juzgado civil,
donde se había solicitado ya «una barbaridad de intereses» y, simultáneamente el proceso de amparo constitucional.
Por escrito registrado en el Tribunal Constitucional el 5 de octubre 2006 el Ministerio Fiscal interesó la denegación
de la suspensión solicitada.
9 Por Auto de 23 de octubre de 2006 la Sala Segunda del Tribunal Constitucional acordó denegar la suspensión
solicitada. Contra este Auto se formuló por los demandantes de amparo recurso de súplica, que fue informado en
sentido denegatorio por el Fiscal en dictamen de 29 de noviembre de 2006. Por Auto de la Sala Segunda de 15 de
enero de 2007 se acordó desestimar dicho recurso de súplica.
10 La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, por diligencia de ordenación de 27 de febrero de 2007, de
conformidad con el art. 52.1 LOTC ( RCL 1979, 2383) , acordó conferir a la parte recurrente y al Ministerio Fiscal
trámite de alegaciones por un plazo común de veinte días.
11 El 3 de abril de 2007 se registró en este Tribunal Constitucional escrito del Ministerio Fiscal interesando la
estimación del amparo.
En primer lugar, el Ministerio Fiscal precisa que, aun cuando se impugna expresamente el Auto de 1 de septiembre de
2004, el amparo debiera extenderse igualmente a las providencias del mismo Juzgado de 24 de junio y de 1 de
septiembre de 2004, por ser ellas antecedente y consecuencia del Auto impugnado, y en las que ya se habría
producido la vulneración de los derechos de defensa y asistencia letrada tutelados en los arts. 24 1 y 2 CE ( RCL
1978, 2836) .
En cuanto al fondo de la cuestión, señala el Ministerio Fiscal que desde el primer momento estaba claro que los
demandantes de amparo formularon ante el Juzgado una petición que tenía plena cobertura legal, la de que les fuera
designado Letrado por la vía de la Asistencia Jurídica Gratuita pero comprometiéndose a satisfacer los honorarios del
Abogado, tal y como previene el art. 33.2 LECiv ( RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001, 1892) . Considera que la
providencia del Juzgado que acordaba suspender el trámite de impugnación de costas interesando a la parte
solicitante que verificara la designación de Letrado del Colegio de Abogados es respetuosa con los derechos del art.
24 CE, pero que a partir de ese momento se entra en una fase de confusión donde el órgano judicial y el Colegio de
Abogados parecen confundir la petición cuando lo que se interesa es simplemente la designación de un Letrado cuyos
emolumentos se satisfagan por la parte.
Considera que la respuesta del órgano judicial no es satisfactoria con los derechos fundamentales alegados en amparo
por dos motivos. De un lado porque cuando la parte pone de manifiesto al Juzgado la respuesta del Colegio de
Abogados, el órgano judicial no tiene en cuenta que el art. 33.2 LECiv, párrafo segundo, prevé que la tramitación de
estas solicitudes lo será de conformidad con lo dispuesto en la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita ( RCL 1996, 89) .
Pero, de otro lado, porque la respuesta dada por el órgano judicial al remitirse a lo que ya había ordenado previamente
y que se ceñía a que el que la parte accediera a la asistencia letrada mediante el procedimiento de asistencia jurídica
gratuita, ya no era posible porque el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares no tenía establecido tal turno, es
sencillamente una respuesta de naturaleza puramente formal y que difícilmente cumple con el deber de protección y
tutela del derecho fundamental en juego. Con ello se generaron unas consecuencias gravosas para la parte afectada,
ya que una vez reanudado el trámite de impugnación de costas no pudo impugnarlas, pues por decisión del Juzgado
carecía de asistencia letrada y defensa, aprobándose sin oposición las costas con el correspondiente perjuicio
económico para ella.
A su juicio, la situación producida conecta fácilmente con una constante jurisprudencia constitucional exigiendo la
igualdad de armas que prohíbe la indefensión, en especial en relación con situaciones en que existe una carencia de
posibilidad real de defensa, lo que se prevé incluso para aquellos procesos en los que, como en el caso de autos, no
fuera necesaria la presencia de Letrado o Procurador ( STC 199/2003 [ RTC 2003, 199] ). En el presente caso,
resalta el Ministerio Fiscal, estamos en ejecución de Sentencia y en trámite de tasación de costas, habiendo litigado
ambas partes (antes de denunciar a su Letrado los demandantes de amparo) con Abogado y Procurador, requiriendo el
trámite de tasación de una capacitación técnica jurídica evidente y encontrando la petición de los demandantes
cobertura legal en el art. 33.2 LECiv, que se remite a la tramitación regulada en la LAJG en sus artículos 9 y ss.
El Ministerio público pone de manifiesto que la respuesta judicial que se ofrece al escrito de la parte de 13 de mayo
de 2004 (donde se pone en conocimiento del Juzgado que el impreso que le han entregado en el Colegio de Abogados
para instar la designación de abogado es el de justicia gratuita y reitera que ha manifestado su deseo de litigar con el
pago de la remuneración económica) es fulminante y extraña, pues afirma, sin que haya constancia alguna al menos
en la documentación obrante ante el Tribunal Constitucional, de que no existe tal turno, refiriéndose, según parece, al
de designación de letrado de oficio de pago en el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares y declara reabrir el
plazo cuando sólo quedaban tres días, a efectos de impugnación de la tasación de costas. Es ésta una respuesta que
lesiona el derecho a la defensa y la asistencia letrada, con esa mera referencia a un turno cuya realidad normativa se
concreta en los artículos 9 y ss. de la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita, considerando que ni siquiera la invocación
de una posible negligencia de la parte en la tramitación de la petición salvaría la infracción constitucional.
En relación con el escrito de 5 de junio 2004 alega, además, el Ministerio público que no se cumplen las mínimas
exigencias de motivación pues en dicho escrito se efectuaban tres peticiones al Juzgado (referidas en antecedentes) y
se indicaban razones concretas por las que interesaba la asistencia letrada en la impugnación de la tasación de costas
que no han sido atendidas. En la misma fecha el Juzgado emite dos resoluciones; la providencia de 1 de septiembre
de 2004 se remite a lo acordado en la providencia de 24 de mayo, con lo que no ofrece respuesta debidamente
motivada a dicho escrito pues por tal no puede entenderse la remisión a una providencia que no resolvió las
cuestiones nuevas que se planteaban y en consecuencia no protegió debidamente el derecho a la defensa y a
la asistencia letrada con infracción del artículo 24 CE. Y además el Auto de 1 de septiembre de 2004 concluye el
proceso, cerrándolo, con la aprobación de la tasación de costas que la parte no pudo contradecir por considerar el
Juzgado que no se habían impugnado en tiempo, sin que ni siquiera el órgano judicial considerara las alegaciones
que, en última instancia, como autodefensa, alegaba la parte en su escrito de 5 de junio de 2004.
12 El 30 de marzo de 2007 los demandantes de amparo registraban escrito reiterando las alegaciones contenidas en la
demanda de amparo en su integridad.
13 Por providencia de 18 de octubre de 2007, se acordó para deliberación y votación de esta Sentencia el día 22 del
mismo mes y año.

II. FUNDAMENTOS JURÍDICOS


1 Los demandantes de amparo imputan al Auto de 1 de septiembre de 2004 del Juzgado de Primera Instancia núm. 4
de Arganda del Rey (Madrid), dictado en el procedimiento de juicio verbal núm. 122-2001 y que aprueba de modo
definitivo la tasación de costas, la vulneración del derecho fundamental a la defensa y a la asistencia de Letrado (art.
24.2 CE [ RCL 1978, 2836] ) y, como resultado de ello, la del derecho a una tutela judicial efectiva sin indefensión
(art. 24.1 CE).
El Ministerio Fiscal interesa la estimación del amparo por considerar que, en efecto, se ha vulnerado el derecho a
la defensa y a la asistencia letrada, pero también el derecho a una tutela judicial efectiva al dictarse resoluciones
judiciales que no ofrecen motivación alguna respecto de pretensiones realizadas por los demandantes de amparo.
2 Antes de proceder al análisis de las vulneraciones denunciadas conviene acotar cuáles son las resoluciones objeto
del presente amparo.
El Ministerio Fiscal considera que, aunque las partes impugnan el Auto del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de
Arganda del Rey (Madrid), de 1 de septiembre, deben entenderse también comprendidas en el recurso la providencia
dictada en el mismo día por el mismo órgano judicial, en la que se remite a lo acordado en su anterior providencia de
24 de junio de 2004, así como esta última, en la que se declaraba no haber lugar a la designación de Abogado de
oficio sin gratuidad por no existir un turno previsto para este supuesto en el Colegio de Abogados de Alcalá de
Henares y se reanudaba el plazo de impugnación.
En el presente caso es cierto que en el encabezamiento de su demanda los recurrentes de amparo impugnan
exclusivamente el Auto de 1 de septiembre de 2004, pero en el suplico no piden únicamente su anulación, sino que
también solicitan, de modo expreso, la reposición de las actuaciones al estado en que se encontraban los autos el día
15 de abril de 2004, fecha en la que solicitaron por primera vez Abogado de oficio sin gratuidad. De este modo
impugnan, aunque sea de modo indirecto, las resoluciones a las que alude el Ministerio público y también la
providencia de 5 de mayo de 2004 del mismo Juzgado, posterior a la fecha en que los recurrentes consideran que
comienzan las infracciones constitucionales. De ahí que, en aras de respetar el principio dispositivo y el de
congruencia de las resoluciones judiciales, el examen de este Tribunal Constitucional abarcará todas las resoluciones
temporales posteriores a la solicitud de Abogado de oficio sin gratuidad, es decir, incluida la providencia de 5 de
mayo de 2004 aludida.
3 La cuestión de fondo que se suscita en el caso que ahora se trae a nuestro enjuiciamiento consiste en determinar si
el órgano judicial ha vulnerado el derecho a la defensa y a la asistencia jurídica letrada (art. 24.2 CE [ RCL 1978,
2836] ) y, en consecuencia, impedido el ejercicio el derecho a una tutela judicial efectiva sin indefensión de los
demandantes de amparo (art. 24.1 CE) por no atender la petición de éstos relativa al nombramiento de Abogado de
oficio sin gratuidad para su defensa.
Para abordarla debemos recordar que la exigencia de asistencia letrada no tiene un alcance único ni un contenido
unívoco en todos los supuestos en que está reconocida constitucionalmente, sino que se encuentra vinculada a la
diferente función que como garantía constitucional ha de cumplir en cada uno de dichos supuestos ( STC 199/2003,
de 10 de noviembre [ RTC 2003, 199] , F. 4). Y que por ello hemos advertido que no es correcto extrapolar al
proceso civil, sin más matizaciones, la doctrina elaborada respecto de la asistencia letrada en el proceso penal, donde
la especial proyección de la asistencia letrada se sustenta en la complejidad técnica del debate y en la relevancia del
bien jurídico protegido que puede verse afectado, justificando en tales casos la exigencia de que se acentúe la
obligación jurídico-constitucional de los órganos judiciales ( SSTC 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC 1998, 233] ,
F. 3; 162/1999, de 27 de septiembre [ RTC 1999, 162] , F. 3).
No obstante es doctrina reiterada de este Tribunal que entre el haz de garantías que integran el derecho a un proceso
justo, «se incluye el derecho a la defensa y a la asistencia letrada que el art. 24.2 CE reconoce no sólo para el proceso
penal sino también para el resto de los procesos, con las salvedades oportunas, y cuya finalidad es la de asegurar la
efectiva realización de los principios de igualdad de las partes y de contradicción que impone a los órganos judiciales
el deber positivo de evitar desequilibrios entre la respectiva posición procesal de las partes, o limitaciones en la
defensa que puedan inferir a alguna de ellas un resultado de indefensión, prohibido en todo caso en el inciso final del
art. 24.1 CE» ( SSTC 152/2000, de 12 de junio [ RTC 2000, 152] , F. 3, 211/2003, de 1 de diciembre [ RTC 2003,
211] , F. 6, 18/2006, de 30 de enero [ RTC 2006, 18] , F. 2). Se trata de un derecho que, aun cuando conectado en
su finalidad con el derecho a la defensa y no sufrir indefensión, se erige en derecho fundamental autónomo,
estructural e instrumental al principio de igualdad de las partes ( STC 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC 1998,
233] , F. 3).
Del mismo modo hemos señalado que en el supuesto de que la intervención de Letrado sea preceptiva, esta garantía
constitucional se convierte en una exigencia estructural del proceso tendente a asegurar su correcto desenvolvimiento
( STC 42/1982, de 5 de julio [ RTC 1982, 42] , F. 2), cuyo sentido es satisfacer el fin común a toda asistencia
letrada que es el de «lograr el adecuado desarrollo del proceso como mecanismo instrumental introducido por el
legislador con miras a una dialéctica procesal efectiva que facilita el órgano judicial la búsqueda de una Sentencia
ajustada a Derecho» ( SSTC 47/1987, de 22 de abril [ RTC 1987, 47] , F. 3; 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC
1998, 233] , F. 3; 189/2006, de 19 de junio [ RTC 2006, 189] , F. 2). Y que en estos casos «la conexión existente
entre el derecho a la asistencia letrada y la institución misma del proceso determina incluso que la pasividad del
titular del derecho deba ser suplida por el órgano judicial para cuya propia actuación, y no sólo para el mejor servicio
de los derechos e intereses del defendido, es necesaria la asistencia del Letrado» (con numerosas citas, STC
189/2006, de 19 de junio, F. 2), debiendo los órganos judiciales considerar la ausencia de Letrado «como un requisito
subsanable» ( STC 53/1990, de 26 de marzo [ RTC 1990, 53] ) ofreciendo al interesado una oportunidad de reparar
tal omisión ( STC 11/2003, de 27 de enero [ RTC 2003, 11] , F. 3).
4 Pero incluso cuando la intervención de Letrado no es preceptiva en un proceso determinado con arreglo a las
normas procesales, ello no priva al justiciable del derecho a la defensa y asistencia letrada reconocido en el art.
24.2 CE ( RCL 1978, 2836) . Como hemos señalado en numerosas ocasiones, el carácter no preceptivo o necesario
de la intervención del Abogado en ciertos procedimientos «no obliga a las partes a actuar personalmente, sino que les
faculta para elegir entre la autodefensa o la defensa técnica; permaneciendo, en consecuencia, el derecho de asistencia
letrada incólume en tales casos, cuyo ejercicio queda a la disponibilidad de las partes, lo cual conlleva, en principio,
el derecho del litigante que carece de recursos económicos para sufragar un Letrado de su elección, a que se le provea
de Abogado de oficio, si así lo considera conveniente a la mejor defensa de sus derechos» ( SSTC 211/2003, de 1 de
diciembre [ RTC 2003, 211] , F. 6; 262/2005, de 24 de octubre [ RTC 2005, 262] , F. 2 y 18/2006, de 30 de enero [
RTC 2006, 18] , F. 2), siendo procedente el nombramiento de abogado de oficio «cuando se solicite y resulte
necesario» ( SSTC 152/2000, de 12 de junio [ RTC 2000, 152] , F. 3 y 262/2005, de 24 de octubre [ RTC 2005,
262] , F. 2).
En este sentido hemos afirmado que el derecho constitucional exige que se ponga de manifiesto «esa circunstancia
con las debidas formalidades legales ante el órgano judicial y que éste se pronuncie expresamente sobre su
pertinencia, ponderando si los intereses de la justicia así lo exigen» ( SSTC 199/2003, de 10 de noviembre [ RTC
2003, 199] , F. 5, 65/2007, de 27 de marzo [ RTC 2007, 65] , F. 4). La exigencia de que el interesado solicite
formalmente ante el órgano judicial la designación de Letrado de oficio se deriva de que lógicamente –si el contenido
de este derecho se concreta en la posibilidad de optar por la autodefensa o por la asistencia técnica– sólo a través de
la emisión expresa de su voluntad de ser asistido de Letrado podrá el órgano judicial proceder a su designación. Esta
solicitud, además, debe realizarse por el interesado lo más tempranamente que pueda, con el fin de evitar en la
medida de lo posible la suspensión de actos judiciales, que implicaría la afectación a otros intereses
constitucionalmente relevantes, principalmente el derecho a un procedimiento sin dilaciones indebidas del resto de
partes procesales y, todo ello, sin olvidar tanto la incidencia negativa que pueda tener en el deber de colaboración con
la Administración de Justicia de otros participantes en dichos actos, como testigos y peritos, por las molestias
innecesariamente causadas con sus desplazamientos a los Juzgados para actos que sean finalmente suspendidos,
cuanto criterios de eficiencia en el gasto público y en la organización judicial, por la inversión de medios económicos
y personales de la Administración de Justicia en la celebración de actos procesales fallidos ( SSTC 199/2003, de 10
de noviembre [ RTC 2003, 199] , F. 5, 65/2007, de 27 de marzo [ RTC 2007, 65] , F. 4).
Por su parte, la necesidad constitucional de asistencia letrada viene determinada por la finalidad que este derecho
cumple. De este modo, si lo que se trata es de garantizar la igualdad de las partes y la efectiva contradicción para el
correcto desarrollo del debate procesal, «será constitucionalmente obligada la asistencia letrada allí donde la
capacidad del interesado, el objeto del proceso o su complejidad técnica hagan estéril la autodefensa que el mismo
puede ejercer mediante su comparecencia personal, lo que será determinable, en cada caso concreto, atendiendo a la
mayor o menor complejidad del debate procesal y a la cultura y conocimientos jurídicos del comparecido
personalmente, deducidos de la forma y nivel técnico con que haya realizado su defensa ( STC 47/1987 [ RTC 1987,
47] , fundamento jurídico 3)» ( STC 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC 1998, 233] , F. 3).
Ahora bien, siendo cierto lo anterior, no lo es menos –y este Tribunal también lo ha señalado así reiteradamente– que
quien alegue indefensión como consecuencia de la vulneración del derecho a la asistencia letrada no ha de haber
provocado dicha situación con su falta de diligencia, así como que dicha indefensión debe ser real y efectiva; de
forma que la situación de indefensión generada por la falta de defensa técnica no resulte ser consecuencia directa del
proceder de la parte y además la autodefensa del litigante debe haberse revelado como insuficiente y perjudicial para
el mismo, impidiéndole articular una protección adecuada de sus derechos e intereses legítimos en el proceso. En
suma, resulta preciso que «se haya producido un menoscabo real y efectivo de su derecho de defensa», como señalan
las SSTC 22/2001, de 29 de enero ( RTC 2001, 22) , F. 2, 222/2002, de 25 de noviembre ( RTC 2002, 222) , F. 2,
y 215/2003, de 1 de diciembre ( RTC 2003, 215) , F. 3, entre otras.
5 Una correcta traslación de la doctrina exige advertir que en el caso que ahora se somete a nuestro enjuiciamiento no
estamos ante un supuesto en el que el interesado solicita el nombramiento de un Letrado de asistencia jurídica
gratuita y éste se deniega por el órgano judicial ( SSTC 47/1987, de 22 de abril [ RTC 1987, 47] , o 92/1996, de 27
de mayo [ RTC 1996, 92] , entre otras muchas), sino que el presente supuesto resulta novedoso por cuanto lo que se
solicitaba era el nombramiento de un Abogado de oficio sin gratuidad.
Esta posibilidad se contempla legalmente en el art. 33 de la Ley de Enjuiciamiento Civil ( RCL 2000, 34, 962 y RCL
2001, 1892) (LECiv) cuando, tras declarar que «fuera de los casos de designación de oficio previstos en la Ley de
Asistencia Jurídica Gratuita ( RCL 1996, 89) , corresponde a las partes contratar los servicios del procurador y del
abogado que les hayan de representar y defender en juicio» (art. 33.1 LECiv), establece inmediatamente a
continuación la posibilidad de asistencia de oficio sin gratuidad al señalar que «no obstante, el litigante que no tenga
derecho a la asistencia jurídica gratuita podrá pedir que se le designe abogado, procurador o ambos profesionales,
cuando su intervención sea preceptiva o cuando, no siéndolo, la parte contraria haya comunicado al Tribunal que
actuará defendida por abogado y representada por procurador. Estas peticiones se harán y decidirán conforme a lo
dispuesto en la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita, sin necesidad de acreditar el derecho a obtener dicha asistencia,
siempre que el solicitante se comprometa a pagar los honorarios y derechos de los profesionales que se le designen»
(art. 33.2 LECiv).
Existen supuestos, así pues, en los que por carecerse de medios económicos se tiene derecho a la asistencia jurídica
gratuita y otros, como el ahora enjuiciado, en los que, aun disponiendo de medios, de lo que se carece es de Abogado.
Pero ambos casos encuentran acomodo dentro del derecho fundamental a la asistencia letrada proclamado en el
artículo 24.2 CE ( RCL 1978, 2836) por cuanto, incluso cuando la asistencia no es preceptiva, como hemos dicho,
ello no obliga al interesado a actuar personalmente, sino que dicho derecho le faculta para elegir entre la autodefensa
o la defensa técnica. Y en tal defensa técnica encuentra cobijo no sólo el Abogado de confianza, sino también el
Letrado de oficio, que será gratuito cuando se carece de medios económicos, o sin gratuidad, cuando, teniéndolos, de
lo que se carece es de Abogado. En el presente caso no cabe duda de que, tal y como se manifiesta en los
antecedentes, en todo momento la opción de los demandantes de amparo no fue por la autodefensa, sino por la
defensa y asistencia técnica, sin gratuidad, porque así lo consideraron conveniente para la defensa de sus derechos.
En estos casos, en aplicación de la doctrina general, también es procedente el nombramiento de Abogado de oficio
cuando «se solicite» y «resulte necesario». Es decir, son también dos los requisitos simultáneamente exigidos.
En primer lugar, la manifestación de voluntad deviene también exigible cuando el Abogado de oficio solicitado es sin
gratuidad. En este sentido debe tenerse en cuenta que el derecho a la asistencia de oficio de este tipo remite en su
configuración legal a la regulación contenida en la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita y, con independencia de la
gratuidad o no de la asistencia, su razón de ser en ambos casos es idéntica. Asimismo, ha de constar la solicitud de
designación de Letrado sin gratuidad como petición autónoma respecto del beneficio de justicia gratuita que, en su
caso, pudiera haberse inicialmente instado pues únicamente de este modo es posible exigir al órgano judicial una
actuación concreta respeto de esta singular opción que no se confunda con la más general de la asistencia jurídica
gratuita (evitando así estrategias procesales de dilatación de plazos), y porque sólo con tal advertencia específica, en
tiempo y forma legal, le es posible a dicho órgano realizar una adecuada ponderación de las circunstancias del caso a
la hora de valorar la existencia real de indefensión que tiene la obligación constitucional de evitar.
En segundo lugar, también cuando la asistencia requerida es «sin gratuidad» ha de nombrarse sólo cuando «resulte
necesaria». Necesidad que debe valorarse caso por caso, en atención a las circunstancias concretas, subjetivas y
objetivas, a las que antes nos hemos referido, pues únicamente cuando exista un riesgo de indefensión real y éste
finalmente se traduzca en un menoscabo real y efectivo del derecho a la igualdad de las partes y a la defensa, no
debida a su propia actuación, sino a la actividad u omisión judicial, la denegación de dicha asistencia adquiere
relevancia constitucional.
6 En el presente caso, la solicitud formal de Abogado de oficio sin gratuidad se realizó tras denunciar al Abogado que
les había llevado el tema durante el proceso, poniendo tal circunstancia en conocimiento del órgano judicial y
solicitando desde el primer momento su pretensión de Abogado de oficio no gratuito con total claridad.
Como consta en los antecedentes de esta Sentencia, don Jesús P. D. compareció mediante escrito de 15 de abril de
2004 ante el Juzgado para poner de manifiesto que había tenido conocimiento casual de la tasación de costas, que
desde primeros de abril estaba intentando contactar con su Abogado, que había denunciado ante la Comisión
Deontológica al Abogado que llevaba el caso y que en el Colegio de Abogados le habían informado de que las costas
podrían impugnarse por excesivas, motivos por los que solicitaba la suspensión del plazo concedido y que se le
designara un «abogado de oficio, sin gratuidad (art. 440.2 LOPJ [ RCL 1985, 1578, 2635] ) a fin de que en el plazo
que resta pueda el nuevo letrado impugnar, en su caso, la tasación». Precepto el señalado que, antes de la reforma
llevada a cabo en la Ley Orgánica del Poder Judicial por la Ley Orgánica 19/2003, de 23 de diciembre ( RCL 2003,
3008) , declaraba que «salvo que la Ley disponga otra cosa, las partes podrán designar libremente a sus
representantes y defensores entre los Procuradores y Abogados que reúnan los requisitos exigidos por las Leyes» (art.
440.1 LOPJ) pero que «se designarán de oficio, con arreglo a lo que en aquéllas se establezca, a quien lo solicite o se
niegue a nombrarlos, siendo preceptiva su intervención. La defensa de oficio tendrá carácter gratuito para quien
acredite insuficiencia de recursos para litigar en los términos en que establezca la Ley» (art. 440.2 LOPJ).
Prueba del conocimiento judicial y de que se podría producir un supuesto de indefensión es que se dictó la
providencia de 5 de mayo 2004 por la que el Juzgado acuerda interrumpir el plazo que había conferido a las partes
para impugnar la tasación de costas, requiriendo a don Jesús P. D. «a fin de que acredite en el término de tres días que
ha verificado la solicitud de Letrado de oficio en el Despacho del Colegio de Abogados de esta población». Con
semejante proceder el Juzgador actuó de conformidad con el derecho a la tutela judicial efectiva y realizó las
actuaciones necesarias para preservar el derecho constitucional de defensa y de asistencia jurídica de los ahora
demandantes de amparo, de ahí que hayamos de convenir con el Ministerio Fiscal en que esta providencia, al
contrario de lo que se pretende en la demanda de amparo con la retroacción de actuaciones a un momento anterior, no
merece reproche constitucional alguno desde la perspectiva del art. 24 CE ( RCL 1978, 2836) y, por lo tanto, en
relación con esta concreta providencia, la demanda de amparo debe ser desestimada.
A partir de este momento, como también detecta el Ministerio Fiscal, los hechos acaecidos no se pueden determinar
con absoluta claridad. En la demanda de amparo se dice que siguiendo lo indicado en la providencia de 5 de mayo,
los ahora recurrentes fueron a la delegación del Colegio de Abogados de Alcalá en Arganda del Rey y allí les dieron
un impreso de solicitud de asistencia jurídica gratuita para rellenarlo con los datos económicos que en dicho impreso
se piden y que, por ello, mediante escrito de 13 de mayo, contestaron a la providencia de 5 de mayo de 2004 haciendo
ver al órgano judicial que el impreso obtenido era el que consta como anexo en el Reglamento de asistencia jurídica
gratuita, reiterando su petición de Abogado pagando ellos los honorarios. Pero lo cierto es que este Tribunal
Constitucional debe limitarse, de conformidad con el art. 44.1 b) LOTC ( RCL 1979, 2383) a los hechos y a los
actos procesales que se reflejan en las actuaciones, sin entrar a interpretar o valorar los mismos en el sentido
pretendido.
Sobre dicha base, lo cierto es que de lo único que hay constancia es de dos actos procesales. De un lado, el escrito al
que se refieren los demandantes de amparo, de 13 de mayo de 2004, pero en el que, a diferencia de lo expresado en la
demanda de amparo, textualmente se dice: «en relación con la providencia del 15/5/2004 el impreso a que se refiere
el Juzgado es el que figura como anexo en el Reglamento de Asistencia Gratuita. Pero en mi escrito con fecha 15 de
abril de 2004 yo no pedía asistencia jurídica gratuita. Reitero respetuosamente al Juzgado lo manifestado en aquel
escrito». De otro lado, la providencia de 24 de junio de 2004 en la que el Juzgado acuerda: «no haber lugar a la
designación de abogado de oficio sin gratuidad solicitado por el demandante al no tener ningún turno previsto para
este supuesto el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares, por lo que se acuerda reanudar el plazo de impugnación
de la tasación de costas de 29 de marzo de 2004».
De la lectura del escrito de los demandantes de amparo surge la duda de si cumplieron el encargo judicial y su deber
de solicitar ante el Colegio de Abogados la asistencia letrada no gratuita, asumiendo el compromiso de hacerse cargo
del costo de la misma. Y ello por cuanto en dicho escrito no adjuntan prueba alguna del cumplimiento de «verificar»
dicha solicitud, que era lo estrictamente exigido en la providencia de 5 de mayo de 2004; petición que se
correspondía en perfección con lo estipulado para tales supuestos en el art. 33.2 LECiv ( RCL 2000, 34, 962 y RCL
2001, 1892) en la remisión que contiene a la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita para su obtención, con la salvedad
de la carencia de medios económicos y la exigencia expresa del compromiso de pago de quien requiera dicha
asistencia letrada. De ser así, cabría concluir que es a la propia parte demandante de amparo a quien le es imputable la
falta de asistencia letrada que luego se aduce como vulneración judicial del derecho fundamental.
Pero lo cierto es que el órgano judicial en la siguiente actuación procesal de la que se tiene constancia, la providencia
de 24 de junio de 2004, cuando declara no haber lugar a la petición de asistencia letrada sin gratuidad, no lo hace
basándose en el incumplimiento de lo ordenado en su anterior providencia ni porque, a la vista de las circunstancias,
y en su tarea de ponderación, considerara que la petición era claramente abusiva o estaba preordenada a dilatar los
plazos, supuestos estos para los que expresamente el art. 16 de la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita ( RCL 1996,
89) permite que el órgano judicial pueda computar los plazos en los estrictos términos legalmente previstos y con
todas las consecuencias que de ello se deriven. Por el contrario rechaza la petición por un motivo concreto y muy
distinto: la inexistencia de un turno previsto para este supuesto en el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares, y
por ello es por lo que acuerda reanudar el plazo de impugnación de la tasación de costas.
7 Con independencia del incumplimiento del deber por parte del Colegio de Abogados de hacer efectivo el derecho a
la asistencia jurídica no gratuita, olvidando su naturaleza de corporación de Derecho público llamada a hacer efectivo
el derecho constitucional de la asistencia letrada, es esta respuesta judicial la que, desde una óptica constitucional,
únicamente debemos examinar y la que impide a este Tribunal apreciar una falta de diligencia de la parte, máxime
teniendo en cuenta que la propia singularidad de la petición pudo llevar a una efectiva confusión de la asistencia que
se reclamaba en el Colegio de Abogados y que, desde el primer momento, y por tres veces, los demandantes de
amparo hicieron manifiesta su opción por la asistencia técnica y no por la autodefensa. Y es precisamente dicha
respuesta judicial, como certeramente advierte el Ministerio Fiscal, la que inicia una serie de actuaciones que lesionan
los derechos alegados por los demandantes de amparo.
Desde el punto de vista del derecho a la asistencia letrada de los demandantes de amparo esta providencia de 24 de
junio de 2004 carece de toda ponderación de las circunstancias concurrentes para verificar si la situación de
indefensión podía producirse y el rechazo de la asistencia solicitada mediante una respuesta vinculada a la propia
organización y actuación del Colegio en esta materia (inexistencia de turno específico) lesionaba
el derecho fundamental en juego. Conviene al efecto simplemente recordar que nos encontramos procesalmente en
ejecución de Sentencia, en el trámite de tasación de costas, que requiere una capacitación técnica jurídica evidente, y
de un juicio verbal civil en el que ambas partes habían litigado con Abogado y Procurador. La denegación de
la asistencia, a su vez, supuso la reapertura del plazo de tres días de impugnación de la tasación de costas que
restaban y resultó fatal en sus consecuencias para la parte afectada, ya que reanudado el trámite de impugnación en
costas, dicha parte carecía, por la decisión del Juzgado, de asistencia letrada y defensa, sin que pudiera impugnar la
tasación de costas, que transcurrido el plazo se aprobó sin oposición con el correspondiente perjuicio económico por
la parte indefensa.
Pero la lesión del derecho de asistencia letrada se reitera y se amplía, afectando también al derecho a una tutela
judicial efectiva sin indefensión (art. 24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ), en las siguientes actuaciones judiciales. Así,
ante la reapertura de los plazos y el rechazo de la petición de asistencia no gratuita, los demandantes de amparo
muestran su disconformidad mediante escrito de 5 de julio 2004, en el que, además de indicar las razones concretas
por las que interesan la asistencia letrada, efectúan tres peticiones al Juzgado: nulidad de actuaciones por falta de
Abogado, testimonio de la respuesta negativa del Colegio de Abogados y que el comienzo de los plazos se reanude
cuando le conste al Juzgado la designación de Abogado.
8 Frente a tales pretensiones, el Juzgado reacciona dictando dos resoluciones judiciales el mismo día. La primera, la
providencia de 1 de septiembre de 2004, en la que se remite a lo acordado en la providencia de 24 de junio «en
cuanto a las peticiones del escrito de don Jesús P. D. de 5 de julio de 2004» y en la que además se declara que
«transcurrido el plazo concedido a la parte actora para su impugnación, y no habiendo verificado dicha impugnación»
deberá estarse a la «resolución que a continuación se dicte». Resolución que se dicta ese mismo día y se concreta en
el Auto de 1 de septiembre, expresamente impugnado por los demandantes de amparo, por el que se aprueba de modo
definitivo la tasación de costas al haber transcurrido el plazo concedido sin haberse impugnado.
La providencia de 1 de septiembre de 2004 consuma la lesión del derecho a la asistencia letrada, no sólo por no tener
en cuenta que la contraparte había tenido Abogado y Procurador, lo mismo que los demandantes de amparo hasta la
denuncia de su Abogado, y que se trataba de una tasación de costas en ejecución de Sentencia de cierta complejidad
técnica, sino que, además, por negar la posibilidad de autodefensa habida cuenta de que, a pesar de que los
demandantes alegaban varios motivos en el escrito para entender que las costas eran excesivas, los mismos fueron
ignorados por el Juzgador de plano, como prueba el hecho de que la razón para dar por finalizado el plazo de
impugnación sea de modo exclusivo la de que dicha impugnación no se había realizado. Tal proceder, por añadidura,
supone que el Juzgador, al no contestar a las cuestiones nuevas planteadas en el escrito de la parte (en especial, la
relativa al testimonio de la respuesta negativa del Colegio de Abogados, pues se podría entender que las otras habrían
sido desestimadas tácitamente), incurre, además, en la vulneración autónoma del derecho a una resolución motivada
( ex art. 24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ).
9 Así los datos, lo cierto es que los recurrentes no obtuvieron la asistencia letrada sin gratuidad solicitada, no
pudieron realizar una impugnación técnica de las costas aunque adujeron los motivos por los que consideraban que
eran impugnables, y al final el órgano judicial las aprobó de modo definitivo, precisamente, por entender que no se
habían impugnado en plazo. Esta situación, con independencia de que fuera legalmente preceptiva
la asistencia letrada (como mantienen los demandantes de amparo y podría deducirse de la Ley de Enjuiciamiento
Civil) o fuera no preceptiva (como afirma el Ministerio Fiscal), condujo a un efectivo desequilibrio en la defensa de
las partes (recuérdese que la contraparte asistía con Abogado), en un proceso en el cual, a pesar de que en algún
escrito los demandantes parecen demostrar una mínima preparación jurídica (en especial, el escrito de 5 de junio de
2004), lo cierto es que el objeto del proceso, impugnación de costas en ejecución de sentencia, y las propias
circunstancias que condujeron a la denegación de la asistencia letrada (inexistencia de turno específico), supusieron
un menoscabo real y efectivo en la defensa de la parte y un perjuicio manifiesto, no sólo por no haber podido
accionar contra la falta de respuesta judicial a sus motivaciones de autodefensa, sino, sobre todo, porque finalmente
se tuvieron las costas por no impugnadas, sin posibilidad de contradecir las mismas.
Se confirma, con ello, que la falta de asistencia letrada lesionó el principio de igualdad de partes y el derecho a la
contradicción, finalidad a la que sirve el derecho fundamental, produciéndose una real y efectiva situación de
indefensión material, requisito que insoslayablemente ha de concurrir para que quepa apreciar infracción del art.
24.1 CE ( RCL 1978, 2836) (STC 152/2000, de 12 de junio, F. 3, por todas), revelándose además la autodefensa
desplegada inadecuada e insuficiente, incluso aunque «efectividad» no pueda «confundirse con el éxito de la
pretensión so pena de transmutar la función desempeñada por los abogados en el seno de un proceso en una
irrealizable obligación de resultados» ( STC 206/2001, de 13 de julio [ RTC 2001, 206] , F. 4). Y como
consecuencia, se vulneró igualmente el derecho a la tutela judicial efectiva también alegado por quienes ahora acuden
en amparo.
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE CONFIERE LA
CONSTITUCIÓN DE LA NACIÓN ESPAÑOLA,
Ha decidido
Estimar la demanda de amparo formulada por don Jesús P. D. y doña Maria Rosa S. S. y, en consecuencia:
1º Declarar que se ha vulnerado a los demandantes de amparo su derecho a la asistencia letrada (art. 24.2 CE [ RCL
1978, 2836] ) y a la tutela judicial efectiva sin indefensión (art. 24.1 CE).
2º Restablecerlos en sus derechos y, a tal fin, declarar la nulidad de la providencia de 24 de junio de 2004, la de 1 de
septiembre y el Auto de esta misma fecha del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey, retrotrayendo
las actuaciones al momento procesal anterior a la primera a fin de que por el órgano judicial se dicte resolución
respetuosa con el derecho de los demandantes de amparo a su derecho de defensa y asistencia letrada y con
su derecho a una tutela judicial efectiva.
Publíquese esta Sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid, a veintidós de octubre de dos mil siete.–Guillermo Jiménez Sánchez.–Vicente Conde Martín de
Hijas.–Elisa Pérez Vera.–Eugeni Gay Montalvo.–Ramón Rodríguez Arribas.–Pascual Sala Sánchez.–Firmado y
rubricado.

PREGUNTAS QUE HA DE RESPONDER EL ALUMNO


¿POR QUÉ LA ASISTENCIA PRECEPTIVA DE ABOGADO ES UNA GARANTÍA CONSTITUCIONAL QUE SE
CONVIERTE EN UNA EXIGENCIA ESTRUCTURAL DEL PROCESO?

¿CUÁL ES EL SENTIDO DE LA ASISTENCIA PRECEPTIVA DE ABOGADO


LA CONEXIÓN EXISTENTE ENTRE EL DERECHO A LA ASISTENCIA LETRADA Y LA INSTITUCIÓN
MISMA DEL PROCESO ¿QUÉ DETERMINA?

SILABO

LA FALTA DE DEFENSA DE ABOGADO NO RESULTE SER CONSECUENCIA DIRECTA DEL


PROCEDER DE LA PARTE

Recurso de Amparo núm. 5667/2004


Ponente: Don Eugeni Gay Montalvo
Recurso de amparo contra el Auto de 01-09-2004 del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey
(Madrid) dictado en procedimiento de juicio verbal aprobando de modo definitivo la tasación de costas. Vulneración
del derecho fundamental a la defensa y a la asistencia de letrado: existencia: otorgamiento de amparo.
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez, Presidente, don
Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y
don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 5667-2004, promovido por don Ángel Martín Gutiérrez, Procurador de los
Tribunales, en nombre y representación de los cónyuges don Jesús P. D. y doña María Rosa S. S., asistidos por el
Abogado don José Javier Roger Reino, contra el Auto de 1 de septiembre de 2004 del Juzgado de Primera Instancia
núm. 4 de Arganda del Rey (Madrid) dictado en el procedimiento de juicio verbal núm. 122-2001 aprobando de modo
definitivo la tasación de costas, por vulneración del derecho fundamental a la defensa y asistencia letrada (art.
24.2 CE [ RCL 1978, 2836] ). Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Eugeni Gay
Montalvo, quien expresa el parecer de la Sala.
I. ANTECEDENTES
1 Por escrito registrado en este Tribunal el 20 de septiembre de 2004 don Ángel Martín Gutiérrez, Procurador de los
Tribunales, en nombre y representación de los cónyuges don Jesús P. D. y doña María Rosa S. S., interpuso recurso
de amparo contra la resolución judicial citada en el encabezamiento de la Sentencia.
2 Los hechos más relevantes de los que trae causa la demanda son los siguientes:
a) El 4 de mayo de 2001 los actuales recurrentes formularon demanda de juicio verbal ante el Juzgado de Primera
Instancia núm. 4 de Arganda del Rey, interesando la suspensión de obra nueva contra la empresa Zarza 25, S. C. La
demanda fue desestimada por Sentencia de 15 de junio de 2001, confirmada por la de la Audiencia Provincial de
Madrid de fecha 16 de junio de 2003 ( JUR 2003, 255521) .
b) En ejecución de Sentencia se inició trámite de tasación de costas con traslado a las partes de su resultado mediante
diligencia de ordenación de 29 de marzo de 2004 del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey.
c) Don Jesús P. D. compareció ante el Juzgado mediante escrito de 15 de abril de 2004, en el que puso de manifiesto
que había tenido conocimiento casual de la tasación de costas; que desde primeros de abril estaba intentando
contactar con su Abogado y sistemáticamente la secretaria le informaba de que estaba reunido; que posteriormente
había ido al Colegio de Abogados y le dijeron que las costas serían impugnables por excesivas; que el día 7 de abril
denunció ante la Comisión Deontológica del Colegio al Abogado que le llevaba el caso y que, por todo ello, solicitaba
la suspensión del plazo concedido y que se le designara un Abogado de oficio, sin gratuidad (art. 440.2 LOPJ [ RCL
1985, 1578, 2635] ) a fin de que en el plazo que restaba pudiera el nuevo Letrado impugnar, en su caso, la tasación.
d) El 21 de abril de 2004 se presentó en el Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey escrito por el
Abogado de los demandantes de amparo que había sido denunciado, mediante el que solicitaba el desglose de los
documentos acompañados al escrito de la demanda que dio origen al procedimiento por necesitarlos para otros usos.
e) Por providencia de 5 de mayo 2004 el Juzgado rechazó el desglose «a la vista de lo manifestado por su cliente»,
acordó interrumpir el plazo que había conferido a las partes para impugnar la tasación de costas, requiriendo a don
Jesús P. D. «a fin de que acredite en el término de tres días que ha verificado la solicitud de Letrado de oficio en el
Despacho del Colegio de Abogados de esta población».
f) El 13 de mayo de 2004 el Sr. P. D. registró en el Juzgado escrito en el que, en cumplimiento del requerimiento
judicial, señaló que el impreso a que «se refiere el Juzgado es el que figura como anexo en el Reglamento de
Asistencia Gratuita ( RCL 2003, 2047, 2316) », aclarando que en su escrito de 15 de abril de 2004 no pedía
asistencia jurídica gratuita, reiterando «respetuosamente al Juzgado lo manifestado en aquel escrito».
g) Mediante providencia de 24 de junio de 2004 el Juzgado acordó
«No haber lugar a la designación de abogado de oficio sin gratuidad solicitado por el demandante al no tener ningún
turno previsto para este supuesto el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares, por lo que se acuerda reanudar el
plazo de impugnación de la tasación de costas de 29 de marzo de 2004, por lo que le restan tres días para impugnar».
h) El 5 de julio de 2004 don Jesús P. D. presentó un nuevo escrito al Juzgado en el que señalaba que, al margen de
cómo se organice el citado Colegio, es posible pedir Abogado de oficio sin gratuidad, pues así lo prevén el artículo
440.2 LOPJ, con carácter general, y en el orden civil el artículo 33.2 LECiv ( RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001,
1892) cuando su intervención sea preceptiva, señalando que para ello no tiene que rellenar un impreso con sus datos
económicos, pues el Abogado que se le designe le defenderá pagándole él mismo la retribución. Señalaba en dicho
escrito que la no tutela del derecho fundamental a la defensa genera la nulidad de pleno derecho (art. 238.3 LOPJ y
art. 225.4 LECiv), citaba la STC 114/1998 ( RTC 1998, 114) y afirmaba su legítimo interés en el examen de las
costas, no sólo por lo elevado de su importe, sino porque debían rechazarse de plano las pretendidas por una parte que
nunca tuvo legitimación pasiva para ser codemandada, incurriendo en mala fe al no advertirlo en su momento, y
porque su ex Letrado incurría además en responsabilidad civil. Por todo lo expuesto, textualmente interesaba:
« Ruego al Juzgado, por tercera vez, me designen letrado defensor.
Otrosí 1. Solicito la nulidad de las resoluciones que, por no tener abogado, no he podido en su caso recurrir.
Otrosí 2. Solicito testimonio de la respuesta negativa del Colegio de Abogados de Alcalá de Henares.
Otrosí 3. Ruego que los plazos para impugnación de la tasación comiencen cuando le conste al Juzgado la
designación de mi Abogado».
i) El 2 de julio de 2004 el Letrado al que había denunciado el ejecutado presentó escrito en el Juzgado renunciando a
la representación letrada del Sr. P. D., y solicitando la suspensión de los plazos procesales para que designaran un
nuevo Letrado en el plazo que al efecto sea otorgado.
j) Por providencia de 1 septiembre 2004 el Juzgado dispuso:
«Dada cuenta, por presentado el anterior escrito de fecha 5 de julio de 2004, por el Sr. D. Jesús P. D., únase a los
autos de su razón, y en cuanto a lo solicitado, se tienen por hechas las manifestaciones en él contenidas, y estese a lo
resuelto en resolución de 24 de junio de 2004.
Por presentado el anterior escrito de fecha 27 de julio de 2004, por la Procuradora Sra. Salcedo López, únase a los
autos de su razón, teniéndose por renunciado al LetradoSr. Barquín Cortés en su dirección letrada, y en cuanto a lo
demás solicitado, estése a lo ya resuelto en el curso del presente procedimiento.
Transcurrido el plazo concedido a la parte actora para la impugnación de la tasación de costas, y no habiendo
verificado dicha impugnación, estése a la resolución que a continuación se dicte».
k) La tasación de costas se aprobó con fecha de ese mismo día; es decir, 1 de septiembre de 2004, en virtud de Auto
del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey, por haber transcurrido el plazo sin haberse impugnado.
3 El 20 de septiembre de 2004 se registró en este Tribunal Constitucional demanda de amparo contra esta última
resolución por don Jesús P. D. y doña María Rosa S. S., por entender que se aprobó la tasación de costas con
vulneración del derecho a la defensa y a la asistencia letrada tutelados en el art. 24.2 CE ( RCL 1978, 2836) y que,
como consecuencia de ello, se incurre en la vulneración de otros derechos contenidos en el art. 24 CE como el de
obtener una tutela judicial efectiva, la prohibición de indefensión y el derecho a un proceso con todas las garantías.
Señalan en su escrito que pidieron defensa de oficio sin gratuidad lo que permite el art. 33 LECiv ( RCL 2000, 34,
962 y RCL 2001, 1892) cuando su intervención sea preceptiva pero también cuando, no siéndolo, la parte contraria
haya comunicado al Tribunal que actuará defendida por Abogado, señalando este mismo precepto que las peticiones
se harán de acuerdo con la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita, pero sin necesidad de acreditar el derecho a obtener
dicha asistencia, siempre que el solicitante se comprometa a pagar los derechos y honorarios de los profesionales que
se designen. Distinguen entre el patrocinio de oficio y el carácter gratuito y citan la STC 114/1998 ( RTC 1998,
114) que estima la demanda de amparo por hallarse el incidente de tasación de costas necesitado de asistencia
profesional. De todo ello concluyen que el hecho de que el Colegio de Abogados no tuviera el turno exigido y sí un
turno de oficio único organizado simplemente por especialidades, resulta incompatible con el precepto constitucional
y que se ha vulnerado, en todo caso, su derecho a la defensa y a la asistencia letrada y solicitan en el suplico de la
demanda de amparo que se declare la nulidad del Auto de 1 de septiembre de 2004 del Juzgado de Primera Instancia
núm. 4 de Arganda del Rey, y que se repongan las actuaciones en el estado en que se encontraban el día 15 de abril de
2004, fecha en que solicitaron, por primera vez, abogado de oficio sin gratuidad; mediante otrosí solicitan igualmente
la suspensión de la ejecución del Auto combatido.
4 Por providencia de 1 de junio de 2006, la Sección Tercera de la Sala Segunda del Tribunal Constitucional acordó,
de conformidad con lo dispuesto en el artículo 50.3 LOTC ( RCL 1979, 2383) , conceder a los demandantes de
amparo y al Ministerio Fiscal un plazo común de diez días para que formularan alegaciones en relación con la
carencia manifiesta de contenido constitucional de la demanda [art. 50.1 c) LOTC].
5 Por escrito registrado en este Tribunal Constitucional, con fecha de 21 de junio de 2006, los demandantes de
amparo se ratificaron en la demanda.
6 El 28 de junio de 2006 el Ministerio Fiscal registró escrito en el que interesaba la admisión a trámite del presente
recurso.
7 Por providencia de 19 de septiembre de 2006 la Sala Segunda del Tribunal constitucional acordó la admisión a
trámite de la demanda y formar la correspondiente pieza separada de suspensión, concediendo, de conformidad con el
artículo 56 LOTC ( RCL 1979, 2383) , un plazo común de tres días al Ministerio Fiscal y a la parte recurrente a fin
de que realizaran las alegaciones que estimasen pertinentes sobre dicha suspensión. En esta misma providencia se
acordó dirigir atenta comunicación al Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey a fin de que, en un
plazo que no excediera de diez días, remitiera certificación de las actuaciones correspondientes al juicio verbal núm.
122-2001, advirtiéndole de que previamente emplazarse a quienes hubieran sido parte en el procedimiento, salvo a la
parte recurrente en amparo, para que en el plazo de diez días pudiesen comparecer, por si así lo desearan, en el
presente recurso de amparo.
8 Por escrito registrado el 29 de septiembre de 2006 la parte recurrente reiteró la suspensión solicitada alegando que
la empresa que reclama las costas a los recurrentes en amparo no tardaría en extinguirse, resultando a partir de
entonces difícil y costoso pedir la devolución de lo que tienen que abonar a quienes fueron socios de dicha empresa.
Igualmente se aducía que la suspensión solicitada evitaría dos procesos paralelos, el ejecutivo en el Juzgado civil,
donde se había solicitado ya «una barbaridad de intereses» y, simultáneamente el proceso de amparo constitucional.
Por escrito registrado en el Tribunal Constitucional el 5 de octubre 2006 el Ministerio Fiscal interesó la denegación
de la suspensión solicitada.
9 Por Auto de 23 de octubre de 2006 la Sala Segunda del Tribunal Constitucional acordó denegar la suspensión
solicitada. Contra este Auto se formuló por los demandantes de amparo recurso de súplica, que fue informado en
sentido denegatorio por el Fiscal en dictamen de 29 de noviembre de 2006. Por Auto de la Sala Segunda de 15 de
enero de 2007 se acordó desestimar dicho recurso de súplica.
10 La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, por diligencia de ordenación de 27 de febrero de 2007, de
conformidad con el art. 52.1 LOTC ( RCL 1979, 2383) , acordó conferir a la parte recurrente y al Ministerio Fiscal
trámite de alegaciones por un plazo común de veinte días.
11 El 3 de abril de 2007 se registró en este Tribunal Constitucional escrito del Ministerio Fiscal interesando la
estimación del amparo.
En primer lugar, el Ministerio Fiscal precisa que, aun cuando se impugna expresamente el Auto de 1 de septiembre de
2004, el amparo debiera extenderse igualmente a las providencias del mismo Juzgado de 24 de junio y de 1 de
septiembre de 2004, por ser ellas antecedente y consecuencia del Auto impugnado, y en las que ya se habría
producido la vulneración de los derechos de defensa y asistencia letrada tutelados en los arts. 24 1 y 2 CE ( RCL
1978, 2836) .
En cuanto al fondo de la cuestión, señala el Ministerio Fiscal que desde el primer momento estaba claro que los
demandantes de amparo formularon ante el Juzgado una petición que tenía plena cobertura legal, la de que les fuera
designado Letrado por la vía de la Asistencia Jurídica Gratuita pero comprometiéndose a satisfacer los honorarios del
Abogado, tal y como previene el art. 33.2 LECiv ( RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001, 1892) . Considera que la
providencia del Juzgado que acordaba suspender el trámite de impugnación de costas interesando a la parte
solicitante que verificara la designación de Letrado del Colegio de Abogados es respetuosa con los derechos del art.
24 CE, pero que a partir de ese momento se entra en una fase de confusión donde el órgano judicial y el Colegio de
Abogados parecen confundir la petición cuando lo que se interesa es simplemente la designación de un Letrado cuyos
emolumentos se satisfagan por la parte.
Considera que la respuesta del órgano judicial no es satisfactoria con los derechos fundamentales alegados en amparo
por dos motivos. De un lado porque cuando la parte pone de manifiesto al Juzgado la respuesta del Colegio de
Abogados, el órgano judicial no tiene en cuenta que el art. 33.2 LECiv, párrafo segundo, prevé que la tramitación de
estas solicitudes lo será de conformidad con lo dispuesto en la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita ( RCL 1996, 89) .
Pero, de otro lado, porque la respuesta dada por el órgano judicial al remitirse a lo que ya había ordenado previamente
y que se ceñía a que el que la parte accediera a la asistencia letrada mediante el procedimiento de asistencia jurídica
gratuita, ya no era posible porque el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares no tenía establecido tal turno, es
sencillamente una respuesta de naturaleza puramente formal y que difícilmente cumple con el deber de protección y
tutela del derecho fundamental en juego. Con ello se generaron unas consecuencias gravosas para la parte afectada,
ya que una vez reanudado el trámite de impugnación de costas no pudo impugnarlas, pues por decisión del Juzgado
carecía de asistencia letrada y defensa, aprobándose sin oposición las costas con el correspondiente perjuicio
económico para ella.
A su juicio, la situación producida conecta fácilmente con una constante jurisprudencia constitucional exigiendo la
igualdad de armas que prohíbe la indefensión, en especial en relación con situaciones en que existe una carencia de
posibilidad real de defensa, lo que se prevé incluso para aquellos procesos en los que, como en el caso de autos, no
fuera necesaria la presencia de Letrado o Procurador ( STC 199/2003 [ RTC 2003, 199] ). En el presente caso,
resalta el Ministerio Fiscal, estamos en ejecución de Sentencia y en trámite de tasación de costas, habiendo litigado
ambas partes (antes de denunciar a su Letrado los demandantes de amparo) con Abogado y Procurador, requiriendo el
trámite de tasación de una capacitación técnica jurídica evidente y encontrando la petición de los demandantes
cobertura legal en el art. 33.2 LECiv, que se remite a la tramitación regulada en la LAJG en sus artículos 9 y ss.
El Ministerio público pone de manifiesto que la respuesta judicial que se ofrece al escrito de la parte de 13 de mayo
de 2004 (donde se pone en conocimiento del Juzgado que el impreso que le han entregado en el Colegio de Abogados
para instar la designación de abogado es el de justicia gratuita y reitera que ha manifestado su deseo de litigar con el
pago de la remuneración económica) es fulminante y extraña, pues afirma, sin que haya constancia alguna al menos
en la documentación obrante ante el Tribunal Constitucional, de que no existe tal turno, refiriéndose, según parece, al
de designación de letrado de oficio de pago en el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares y declara reabrir el
plazo cuando sólo quedaban tres días, a efectos de impugnación de la tasación de costas. Es ésta una respuesta que
lesiona el derecho a la defensa y la asistencia letrada, con esa mera referencia a un turno cuya realidad normativa se
concreta en los artículos 9 y ss. de la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita, considerando que ni siquiera la invocación
de una posible negligencia de la parte en la tramitación de la petición salvaría la infracción constitucional.
En relación con el escrito de 5 de junio 2004 alega, además, el Ministerio público que no se cumplen las mínimas
exigencias de motivación pues en dicho escrito se efectuaban tres peticiones al Juzgado (referidas en antecedentes) y
se indicaban razones concretas por las que interesaba la asistencia letrada en la impugnación de la tasación de costas
que no han sido atendidas. En la misma fecha el Juzgado emite dos resoluciones; la providencia de 1 de septiembre
de 2004 se remite a lo acordado en la providencia de 24 de mayo, con lo que no ofrece respuesta debidamente
motivada a dicho escrito pues por tal no puede entenderse la remisión a una providencia que no resolvió las
cuestiones nuevas que se planteaban y en consecuencia no protegió debidamente el derecho a la defensa y a
la asistencia letrada con infracción del artículo 24 CE. Y además el Auto de 1 de septiembre de 2004 concluye el
proceso, cerrándolo, con la aprobación de la tasación de costas que la parte no pudo contradecir por considerar el
Juzgado que no se habían impugnado en tiempo, sin que ni siquiera el órgano judicial considerara las alegaciones
que, en última instancia, como autodefensa, alegaba la parte en su escrito de 5 de junio de 2004.
12 El 30 de marzo de 2007 los demandantes de amparo registraban escrito reiterando las alegaciones contenidas en la
demanda de amparo en su integridad.
13 Por providencia de 18 de octubre de 2007, se acordó para deliberación y votación de esta Sentencia el día 22 del
mismo mes y año.

II. FUNDAMENTOS JURÍDICOS


1
Los demandantes de amparo imputan al Auto de 1 de septiembre de 2004 del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de
Arganda del Rey (Madrid), dictado en el procedimiento de juicio verbal núm. 122-2001 y que aprueba de modo
definitivo la tasación de costas, la vulneración del derecho fundamental a la defensa y a la asistencia de Letrado (art.
24.2 CE [ RCL 1978, 2836] ) y, como resultado de ello, la del derecho a una tutela judicial efectiva sin indefensión
(art. 24.1 CE).
El Ministerio Fiscal interesa la estimación del amparo por considerar que, en efecto, se ha vulnerado el derecho a
la defensa y a la asistencia letrada, pero también el derecho a una tutela judicial efectiva al dictarse resoluciones
judiciales que no ofrecen motivación alguna respecto de pretensiones realizadas por los demandantes de amparo.
2 Antes de proceder al análisis de las vulneraciones denunciadas conviene acotar cuáles son las resoluciones objeto
del presente amparo.
El Ministerio Fiscal considera que, aunque las partes impugnan el Auto del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de
Arganda del Rey (Madrid), de 1 de septiembre, deben entenderse también comprendidas en el recurso la providencia
dictada en el mismo día por el mismo órgano judicial, en la que se remite a lo acordado en su anterior providencia de
24 de junio de 2004, así como esta última, en la que se declaraba no haber lugar a la designación de Abogado de
oficio sin gratuidad por no existir un turno previsto para este supuesto en el Colegio de Abogados de Alcalá de
Henares y se reanudaba el plazo de impugnación.
En el presente caso es cierto que en el encabezamiento de su demanda los recurrentes de amparo impugnan
exclusivamente el Auto de 1 de septiembre de 2004, pero en el suplico no piden únicamente su anulación, sino que
también solicitan, de modo expreso, la reposición de las actuaciones al estado en que se encontraban los autos el día
15 de abril de 2004, fecha en la que solicitaron por primera vez Abogado de oficio sin gratuidad. De este modo
impugnan, aunque sea de modo indirecto, las resoluciones a las que alude el Ministerio público y también la
providencia de 5 de mayo de 2004 del mismo Juzgado, posterior a la fecha en que los recurrentes consideran que
comienzan las infracciones constitucionales. De ahí que, en aras de respetar el principio dispositivo y el de
congruencia de las resoluciones judiciales, el examen de este Tribunal Constitucional abarcará todas las resoluciones
temporales posteriores a la solicitud de Abogado de oficio sin gratuidad, es decir, incluida la providencia de 5 de
mayo de 2004 aludida.
3 La cuestión de fondo que se suscita en el caso que ahora se trae a nuestro enjuiciamiento consiste en determinar si
el órgano judicial ha vulnerado el derecho a la defensa y a la asistencia jurídica letrada (art. 24.2 CE [ RCL 1978,
2836] ) y, en consecuencia, impedido el ejercicio el derecho a una tutela judicial efectiva sin indefensión de los
demandantes de amparo (art. 24.1 CE) por no atender la petición de éstos relativa al nombramiento de Abogado de
oficio sin gratuidad para su defensa.
Para abordarla debemos recordar que la exigencia de asistencia letrada no tiene un alcance único ni un contenido
unívoco en todos los supuestos en que está reconocida constitucionalmente, sino que se encuentra vinculada a la
diferente función que como garantía constitucional ha de cumplir en cada uno de dichos supuestos ( STC 199/2003,
de 10 de noviembre [ RTC 2003, 199] , F. 4). Y que por ello hemos advertido que no es correcto extrapolar al
proceso civil, sin más matizaciones, la doctrina elaborada respecto de la asistencia letrada en el proceso penal, donde
la especial proyección de la asistencia letrada se sustenta en la complejidad técnica del debate y en la relevancia del
bien jurídico protegido que puede verse afectado, justificando en tales casos la exigencia de que se acentúe la
obligación jurídico-constitucional de los órganos judiciales ( SSTC 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC 1998, 233] ,
F. 3; 162/1999, de 27 de septiembre [ RTC 1999, 162] , F. 3).
No obstante es doctrina reiterada de este Tribunal que entre el haz de garantías que integran el derecho a un proceso
justo, «se incluye el derecho a la defensa y a la asistencia letrada que el art. 24.2 CE reconoce no sólo para el proceso
penal sino también para el resto de los procesos, con las salvedades oportunas, y cuya finalidad es la de asegurar la
efectiva realización de los principios de igualdad de las partes y de contradicción que impone a los órganos judiciales
el deber positivo de evitar desequilibrios entre la respectiva posición procesal de las partes, o limitaciones en la
defensa que puedan inferir a alguna de ellas un resultado de indefensión, prohibido en todo caso en el inciso final del
art. 24.1 CE» ( SSTC 152/2000, de 12 de junio [ RTC 2000, 152] , F. 3, 211/2003, de 1 de diciembre [ RTC 2003,
211] , F. 6, 18/2006, de 30 de enero [ RTC 2006, 18] , F. 2). Se trata de un derecho que, aun cuando conectado en
su finalidad con el derecho a la defensa y no sufrir indefensión, se erige en derecho fundamental autónomo,
estructural e instrumental al principio de igualdad de las partes ( STC 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC 1998,
233] , F. 3).
Del mismo modo hemos señalado que en el supuesto de que la intervención de Letrado sea preceptiva, esta garantía
constitucional se convierte en una exigencia estructural del proceso tendente a asegurar su correcto desenvolvimiento
( STC 42/1982, de 5 de julio [ RTC 1982, 42] , F. 2), cuyo sentido es satisfacer el fin común a toda asistencia
letrada que es el de «lograr el adecuado desarrollo del proceso como mecanismo instrumental introducido por el
legislador con miras a una dialéctica procesal efectiva que facilita el órgano judicial la búsqueda de una Sentencia
ajustada a Derecho» ( SSTC 47/1987, de 22 de abril [ RTC 1987, 47] , F. 3; 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC
1998, 233] , F. 3; 189/2006, de 19 de junio [ RTC 2006, 189] , F. 2). Y que en estos casos «la conexión existente
entre el derecho a la asistencia letrada y la institución misma del proceso determina incluso que la pasividad del
titular del derecho deba ser suplida por el órgano judicial para cuya propia actuación, y no sólo para el mejor servicio
de los derechos e intereses del defendido, es necesaria la asistencia del Letrado» (con numerosas citas, STC
189/2006, de 19 de junio, F. 2), debiendo los órganos judiciales considerar la ausencia de Letrado «como un requisito
subsanable» ( STC 53/1990, de 26 de marzo [ RTC 1990, 53] ) ofreciendo al interesado una oportunidad de reparar
tal omisión ( STC 11/2003, de 27 de enero [ RTC 2003, 11] , F. 3).
4 Pero incluso cuando la intervención de Letrado no es preceptiva en un proceso determinado con arreglo a las
normas procesales, ello no priva al justiciable del derecho a la defensa y asistencia letrada reconocido en el art.
24.2 CE ( RCL 1978, 2836) . Como hemos señalado en numerosas ocasiones, el carácter no preceptivo o necesario
de la intervención del Abogado en ciertos procedimientos «no obliga a las partes a actuar personalmente, sino que les
faculta para elegir entre la autodefensa o la defensa técnica; permaneciendo, en consecuencia, el derecho de asistencia
letrada incólume en tales casos, cuyo ejercicio queda a la disponibilidad de las partes, lo cual conlleva, en principio,
el derecho del litigante que carece de recursos económicos para sufragar un Letrado de su elección, a que se le provea
de Abogado de oficio, si así lo considera conveniente a la mejor defensa de sus derechos» ( SSTC 211/2003, de 1 de
diciembre [ RTC 2003, 211] , F. 6; 262/2005, de 24 de octubre [ RTC 2005, 262] , F. 2 y 18/2006, de 30 de enero [
RTC 2006, 18] , F. 2), siendo procedente el nombramiento de abogado de oficio «cuando se solicite y resulte
necesario» ( SSTC 152/2000, de 12 de junio [ RTC 2000, 152] , F. 3 y 262/2005, de 24 de octubre [ RTC 2005,
262] , F. 2).
En este sentido hemos afirmado que el derecho constitucional exige que se ponga de manifiesto «esa circunstancia
con las debidas formalidades legales ante el órgano judicial y que éste se pronuncie expresamente sobre su
pertinencia, ponderando si los intereses de la justicia así lo exigen» ( SSTC 199/2003, de 10 de noviembre [ RTC
2003, 199] , F. 5, 65/2007, de 27 de marzo [ RTC 2007, 65] , F. 4). La exigencia de que el interesado solicite
formalmente ante el órgano judicial la designación de Letrado de oficio se deriva de que lógicamente –si el contenido
de este derecho se concreta en la posibilidad de optar por la autodefensa o por la asistencia técnica– sólo a través de
la emisión expresa de su voluntad de ser asistido de Letrado podrá el órgano judicial proceder a su designación. Esta
solicitud, además, debe realizarse por el interesado lo más tempranamente que pueda, con el fin de evitar en la
medida de lo posible la suspensión de actos judiciales, que implicaría la afectación a otros intereses
constitucionalmente relevantes, principalmente el derecho a un procedimiento sin dilaciones indebidas del resto de
partes procesales y, todo ello, sin olvidar tanto la incidencia negativa que pueda tener en el deber de colaboración con
la Administración de Justicia de otros participantes en dichos actos, como testigos y peritos, por las molestias
innecesariamente causadas con sus desplazamientos a los Juzgados para actos que sean finalmente suspendidos,
cuanto criterios de eficiencia en el gasto público y en la organización judicial, por la inversión de medios económicos
y personales de la Administración de Justicia en la celebración de actos procesales fallidos ( SSTC 199/2003, de 10
de noviembre [ RTC 2003, 199] , F. 5, 65/2007, de 27 de marzo [ RTC 2007, 65] , F. 4).
Por su parte, la necesidad constitucional de asistencia letrada viene determinada por la finalidad que este derecho
cumple. De este modo, si lo que se trata es de garantizar la igualdad de las partes y la efectiva contradicción para el
correcto desarrollo del debate procesal, «será constitucionalmente obligada la asistencia letrada allí donde la
capacidad del interesado, el objeto del proceso o su complejidad técnica hagan estéril la autodefensa que el mismo
puede ejercer mediante su comparecencia personal, lo que será determinable, en cada caso concreto, atendiendo a la
mayor o menor complejidad del debate procesal y a la cultura y conocimientos jurídicos del comparecido
personalmente, deducidos de la forma y nivel técnico con que haya realizado su defensa ( STC 47/1987 [ RTC 1987,
47] , fundamento jurídico 3)» ( STC 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC 1998, 233] , F. 3).
Ahora bien, siendo cierto lo anterior, no lo es menos –y este Tribunal también lo ha señalado así reiteradamente– que
quien alegue indefensión como consecuencia de la vulneración del derecho a la asistencia letrada no ha de haber
provocado dicha situación con su falta de diligencia, así como que dicha indefensión debe ser real y efectiva; de
forma que la situación de indefensión generada por la falta de defensa técnica no resulte ser consecuencia directa del
proceder de la parte y además la autodefensa del litigante debe haberse revelado como insuficiente y perjudicial para
el mismo, impidiéndole articular una protección adecuada de sus derechos e intereses legítimos en el proceso. En
suma, resulta preciso que «se haya producido un menoscabo real y efectivo de su derecho de defensa», como señalan
las SSTC 22/2001, de 29 de enero ( RTC 2001, 22) , F. 2, 222/2002, de 25 de noviembre ( RTC 2002, 222) , F. 2,
y 215/2003, de 1 de diciembre ( RTC 2003, 215) , F. 3, entre otras.
5 Una correcta traslación de la doctrina exige advertir que en el caso que ahora se somete a nuestro enjuiciamiento no
estamos ante un supuesto en el que el interesado solicita el nombramiento de un Letrado de asistencia jurídica
gratuita y éste se deniega por el órgano judicial ( SSTC 47/1987, de 22 de abril [ RTC 1987, 47] , o 92/1996, de 27
de mayo [ RTC 1996, 92] , entre otras muchas), sino que el presente supuesto resulta novedoso por cuanto lo que se
solicitaba era el nombramiento de un Abogado de oficio sin gratuidad.
Esta posibilidad se contempla legalmente en el art. 33 de la Ley de Enjuiciamiento Civil ( RCL 2000, 34, 962 y RCL
2001, 1892) (LECiv) cuando, tras declarar que «fuera de los casos de designación de oficio previstos en la Ley de
Asistencia Jurídica Gratuita ( RCL 1996, 89) , corresponde a las partes contratar los servicios del procurador y del
abogado que les hayan de representar y defender en juicio» (art. 33.1 LECiv), establece inmediatamente a
continuación la posibilidad de asistencia de oficio sin gratuidad al señalar que «no obstante, el litigante que no tenga
derecho a la asistencia jurídica gratuita podrá pedir que se le designe abogado, procurador o ambos profesionales,
cuando su intervención sea preceptiva o cuando, no siéndolo, la parte contraria haya comunicado al Tribunal que
actuará defendida por abogado y representada por procurador. Estas peticiones se harán y decidirán conforme a lo
dispuesto en la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita, sin necesidad de acreditar el derecho a obtener dicha asistencia,
siempre que el solicitante se comprometa a pagar los honorarios y derechos de los profesionales que se le designen»
(art. 33.2 LECiv).
Existen supuestos, así pues, en los que por carecerse de medios económicos se tiene derecho a la asistencia jurídica
gratuita y otros, como el ahora enjuiciado, en los que, aun disponiendo de medios, de lo que se carece es de Abogado.
Pero ambos casos encuentran acomodo dentro del derecho fundamental a la asistencia letrada proclamado en el
artículo 24.2 CE ( RCL 1978, 2836) por cuanto, incluso cuando la asistencia no es preceptiva, como hemos dicho,
ello no obliga al interesado a actuar personalmente, sino que dicho derecho le faculta para elegir entre la autodefensa
o la defensa técnica. Y en tal defensa técnica encuentra cobijo no sólo el Abogado de confianza, sino también el
Letrado de oficio, que será gratuito cuando se carece de medios económicos, o sin gratuidad, cuando, teniéndolos, de
lo que se carece es de Abogado. En el presente caso no cabe duda de que, tal y como se manifiesta en los
antecedentes, en todo momento la opción de los demandantes de amparo no fue por la autodefensa, sino por la
defensa y asistencia técnica, sin gratuidad, porque así lo consideraron conveniente para la defensa de sus derechos.
En estos casos, en aplicación de la doctrina general, también es procedente el nombramiento de Abogado de oficio
cuando «se solicite» y «resulte necesario». Es decir, son también dos los requisitos simultáneamente exigidos.
En primer lugar, la manifestación de voluntad deviene también exigible cuando el Abogado de oficio solicitado es sin
gratuidad. En este sentido debe tenerse en cuenta que el derecho a la asistencia de oficio de este tipo remite en su
configuración legal a la regulación contenida en la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita y, con independencia de la
gratuidad o no de la asistencia, su razón de ser en ambos casos es idéntica. Asimismo, ha de constar la solicitud de
designación de Letrado sin gratuidad como petición autónoma respecto del beneficio de justicia gratuita que, en su
caso, pudiera haberse inicialmente instado pues únicamente de este modo es posible exigir al órgano judicial una
actuación concreta respeto de esta singular opción que no se confunda con la más general de la asistencia jurídica
gratuita (evitando así estrategias procesales de dilatación de plazos), y porque sólo con tal advertencia específica, en
tiempo y forma legal, le es posible a dicho órgano realizar una adecuada ponderación de las circunstancias del caso a
la hora de valorar la existencia real de indefensión que tiene la obligación constitucional de evitar.
En segundo lugar, también cuando la asistencia requerida es «sin gratuidad» ha de nombrarse sólo cuando «resulte
necesaria». Necesidad que debe valorarse caso por caso, en atención a las circunstancias concretas, subjetivas y
objetivas, a las que antes nos hemos referido, pues únicamente cuando exista un riesgo de indefensión real y éste
finalmente se traduzca en un menoscabo real y efectivo del derecho a la igualdad de las partes y a la defensa, no
debida a su propia actuación, sino a la actividad u omisión judicial, la denegación de dicha asistencia adquiere
relevancia constitucional.
6 En el presente caso, la solicitud formal de Abogado de oficio sin gratuidad se realizó tras denunciar al Abogado que
les había llevado el tema durante el proceso, poniendo tal circunstancia en conocimiento del órgano judicial y
solicitando desde el primer momento su pretensión de Abogado de oficio no gratuito con total claridad.
Como consta en los antecedentes de esta Sentencia, don Jesús P. D. compareció mediante escrito de 15 de abril de
2004 ante el Juzgado para poner de manifiesto que había tenido conocimiento casual de la tasación de costas, que
desde primeros de abril estaba intentando contactar con su Abogado, que había denunciado ante la Comisión
Deontológica al Abogado que llevaba el caso y que en el Colegio de Abogados le habían informado de que las costas
podrían impugnarse por excesivas, motivos por los que solicitaba la suspensión del plazo concedido y que se le
designara un «abogado de oficio, sin gratuidad (art. 440.2 LOPJ [ RCL 1985, 1578, 2635] ) a fin de que en el plazo
que resta pueda el nuevo letrado impugnar, en su caso, la tasación». Precepto el señalado que, antes de la reforma
llevada a cabo en la Ley Orgánica del Poder Judicial por la Ley Orgánica 19/2003, de 23 de diciembre ( RCL 2003,
3008) , declaraba que «salvo que la Ley disponga otra cosa, las partes podrán designar libremente a sus
representantes y defensores entre los Procuradores y Abogados que reúnan los requisitos exigidos por las Leyes» (art.
440.1 LOPJ) pero que «se designarán de oficio, con arreglo a lo que en aquéllas se establezca, a quien lo solicite o se
niegue a nombrarlos, siendo preceptiva su intervención. La defensa de oficio tendrá carácter gratuito para quien
acredite insuficiencia de recursos para litigar en los términos en que establezca la Ley» (art. 440.2 LOPJ).
Prueba del conocimiento judicial y de que se podría producir un supuesto de indefensión es que se dictó la
providencia de 5 de mayo 2004 por la que el Juzgado acuerda interrumpir el plazo que había conferido a las partes
para impugnar la tasación de costas, requiriendo a don Jesús P. D. «a fin de que acredite en el término de tres días que
ha verificado la solicitud de Letrado de oficio en el Despacho del Colegio de Abogados de esta población». Con
semejante proceder el Juzgador actuó de conformidad con el derecho a la tutela judicial efectiva y realizó las
actuaciones necesarias para preservar el derecho constitucional de defensa y de asistencia jurídica de los ahora
demandantes de amparo, de ahí que hayamos de convenir con el Ministerio Fiscal en que esta providencia, al
contrario de lo que se pretende en la demanda de amparo con la retroacción de actuaciones a un momento anterior, no
merece reproche constitucional alguno desde la perspectiva del art. 24 CE ( RCL 1978, 2836) y, por lo tanto, en
relación con esta concreta providencia, la demanda de amparo debe ser desestimada.
A partir de este momento, como también detecta el Ministerio Fiscal, los hechos acaecidos no se pueden determinar
con absoluta claridad. En la demanda de amparo se dice que siguiendo lo indicado en la providencia de 5 de mayo,
los ahora recurrentes fueron a la delegación del Colegio de Abogados de Alcalá en Arganda del Rey y allí les dieron
un impreso de solicitud de asistencia jurídica gratuita para rellenarlo con los datos económicos que en dicho impreso
se piden y que, por ello, mediante escrito de 13 de mayo, contestaron a la providencia de 5 de mayo de 2004 haciendo
ver al órgano judicial que el impreso obtenido era el que consta como anexo en el Reglamento de asistencia jurídica
gratuita, reiterando su petición de Abogado pagando ellos los honorarios. Pero lo cierto es que este Tribunal
Constitucional debe limitarse, de conformidad con el art. 44.1 b) LOTC ( RCL 1979, 2383) a los hechos y a los
actos procesales que se reflejan en las actuaciones, sin entrar a interpretar o valorar los mismos en el sentido
pretendido.
Sobre dicha base, lo cierto es que de lo único que hay constancia es de dos actos procesales. De un lado, el escrito al
que se refieren los demandantes de amparo, de 13 de mayo de 2004, pero en el que, a diferencia de lo expresado en la
demanda de amparo, textualmente se dice: «en relación con la providencia del 15/5/2004 el impreso a que se refiere
el Juzgado es el que figura como anexo en el Reglamento de Asistencia Gratuita. Pero en mi escrito con fecha 15 de
abril de 2004 yo no pedía asistencia jurídica gratuita. Reitero respetuosamente al Juzgado lo manifestado en aquel
escrito». De otro lado, la providencia de 24 de junio de 2004 en la que el Juzgado acuerda: «no haber lugar a la
designación de abogado de oficio sin gratuidad solicitado por el demandante al no tener ningún turno previsto para
este supuesto el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares, por lo que se acuerda reanudar el plazo de impugnación
de la tasación de costas de 29 de marzo de 2004».
De la lectura del escrito de los demandantes de amparo surge la duda de si cumplieron el encargo judicial y su deber
de solicitar ante el Colegio de Abogados la asistencia letrada no gratuita, asumiendo el compromiso de hacerse cargo
del costo de la misma. Y ello por cuanto en dicho escrito no adjuntan prueba alguna del cumplimiento de «verificar»
dicha solicitud, que era lo estrictamente exigido en la providencia de 5 de mayo de 2004; petición que se
correspondía en perfección con lo estipulado para tales supuestos en el art. 33.2 LECiv ( RCL 2000, 34, 962 y RCL
2001, 1892) en la remisión que contiene a la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita para su obtención, con la salvedad
de la carencia de medios económicos y la exigencia expresa del compromiso de pago de quien requiera dicha
asistencia letrada. De ser así, cabría concluir que es a la propia parte demandante de amparo a quien le es imputable la
falta de asistencia letrada que luego se aduce como vulneración judicial del derecho fundamental.
Pero lo cierto es que el órgano judicial en la siguiente actuación procesal de la que se tiene constancia, la providencia
de 24 de junio de 2004, cuando declara no haber lugar a la petición de asistencia letrada sin gratuidad, no lo hace
basándose en el incumplimiento de lo ordenado en su anterior providencia ni porque, a la vista de las circunstancias,
y en su tarea de ponderación, considerara que la petición era claramente abusiva o estaba preordenada a dilatar los
plazos, supuestos estos para los que expresamente el art. 16 de la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita ( RCL 1996,
89) permite que el órgano judicial pueda computar los plazos en los estrictos términos legalmente previstos y con
todas las consecuencias que de ello se deriven. Por el contrario rechaza la petición por un motivo concreto y muy
distinto: la inexistencia de un turno previsto para este supuesto en el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares, y
por ello es por lo que acuerda reanudar el plazo de impugnación de la tasación de costas.
7 Con independencia del incumplimiento del deber por parte del Colegio de Abogados de hacer efectivo el derecho a
la asistencia jurídica no gratuita, olvidando su naturaleza de corporación de Derecho público llamada a hacer efectivo
el derecho constitucional de la asistencia letrada, es esta respuesta judicial la que, desde una óptica constitucional,
únicamente debemos examinar y la que impide a este Tribunal apreciar una falta de diligencia de la parte, máxime
teniendo en cuenta que la propia singularidad de la petición pudo llevar a una efectiva confusión de la asistencia que
se reclamaba en el Colegio de Abogados y que, desde el primer momento, y por tres veces, los demandantes de
amparo hicieron manifiesta su opción por la asistencia técnica y no por la autodefensa. Y es precisamente dicha
respuesta judicial, como certeramente advierte el Ministerio Fiscal, la que inicia una serie de actuaciones que lesionan
los derechos alegados por los demandantes de amparo.
Desde el punto de vista del derecho a la asistencia letrada de los demandantes de amparo esta providencia de 24 de
junio de 2004 carece de toda ponderación de las circunstancias concurrentes para verificar si la situación de
indefensión podía producirse y el rechazo de la asistencia solicitada mediante una respuesta vinculada a la propia
organización y actuación del Colegio en esta materia (inexistencia de turno específico) lesionaba
el derecho fundamental en juego. Conviene al efecto simplemente recordar que nos encontramos procesalmente en
ejecución de Sentencia, en el trámite de tasación de costas, que requiere una capacitación técnica jurídica evidente, y
de un juicio verbal civil en el que ambas partes habían litigado con Abogado y Procurador. La denegación de
la asistencia, a su vez, supuso la reapertura del plazo de tres días de impugnación de la tasación de costas que
restaban y resultó fatal en sus consecuencias para la parte afectada, ya que reanudado el trámite de impugnación en
costas, dicha parte carecía, por la decisión del Juzgado, de asistencia letrada y defensa, sin que pudiera impugnar la
tasación de costas, que transcurrido el plazo se aprobó sin oposición con el correspondiente perjuicio económico por
la parte indefensa.
Pero la lesión del derecho de asistencia letrada se reitera y se amplía, afectando también al derecho a una tutela
judicial efectiva sin indefensión (art. 24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ), en las siguientes actuaciones judiciales. Así,
ante la reapertura de los plazos y el rechazo de la petición de asistencia no gratuita, los demandantes de amparo
muestran su disconformidad mediante escrito de 5 de julio 2004, en el que, además de indicar las razones concretas
por las que interesan la asistencia letrada, efectúan tres peticiones al Juzgado: nulidad de actuaciones por falta de
Abogado, testimonio de la respuesta negativa del Colegio de Abogados y que el comienzo de los plazos se reanude
cuando le conste al Juzgado la designación de Abogado.
8 Frente a tales pretensiones, el Juzgado reacciona dictando dos resoluciones judiciales el mismo día. La primera, la
providencia de 1 de septiembre de 2004, en la que se remite a lo acordado en la providencia de 24 de junio «en
cuanto a las peticiones del escrito de don Jesús P. D. de 5 de julio de 2004» y en la que además se declara que
«transcurrido el plazo concedido a la parte actora para su impugnación, y no habiendo verificado dicha impugnación»
deberá estarse a la «resolución que a continuación se dicte». Resolución que se dicta ese mismo día y se concreta en
el Auto de 1 de septiembre, expresamente impugnado por los demandantes de amparo, por el que se aprueba de modo
definitivo la tasación de costas al haber transcurrido el plazo concedido sin haberse impugnado.
La providencia de 1 de septiembre de 2004 consuma la lesión del derecho a la asistencia letrada, no sólo por no tener
en cuenta que la contraparte había tenido Abogado y Procurador, lo mismo que los demandantes de amparo hasta la
denuncia de su Abogado, y que se trataba de una tasación de costas en ejecución de Sentencia de cierta complejidad
técnica, sino que, además, por negar la posibilidad de autodefensa habida cuenta de que, a pesar de que los
demandantes alegaban varios motivos en el escrito para entender que las costas eran excesivas, los mismos fueron
ignorados por el Juzgador de plano, como prueba el hecho de que la razón para dar por finalizado el plazo de
impugnación sea de modo exclusivo la de que dicha impugnación no se había realizado. Tal proceder, por añadidura,
supone que el Juzgador, al no contestar a las cuestiones nuevas planteadas en el escrito de la parte (en especial, la
relativa al testimonio de la respuesta negativa del Colegio de Abogados, pues se podría entender que las otras habrían
sido desestimadas tácitamente), incurre, además, en la vulneración autónoma del derecho a una resolución motivada
( ex art. 24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ).
9 Así los datos, lo cierto es que los recurrentes no obtuvieron la asistencia letrada sin gratuidad solicitada, no
pudieron realizar una impugnación técnica de las costas aunque adujeron los motivos por los que consideraban que
eran impugnables, y al final el órgano judicial las aprobó de modo definitivo, precisamente, por entender que no se
habían impugnado en plazo. Esta situación, con independencia de que fuera legalmente preceptiva
la asistencia letrada (como mantienen los demandantes de amparo y podría deducirse de la Ley de Enjuiciamiento
Civil) o fuera no preceptiva (como afirma el Ministerio Fiscal), condujo a un efectivo desequilibrio en la defensa de
las partes (recuérdese que la contraparte asistía con Abogado), en un proceso en el cual, a pesar de que en algún
escrito los demandantes parecen demostrar una mínima preparación jurídica (en especial, el escrito de 5 de junio de
2004), lo cierto es que el objeto del proceso, impugnación de costas en ejecución de sentencia, y las propias
circunstancias que condujeron a la denegación de la asistencia letrada (inexistencia de turno específico), supusieron
un menoscabo real y efectivo en la defensa de la parte y un perjuicio manifiesto, no sólo por no haber podido
accionar contra la falta de respuesta judicial a sus motivaciones de autodefensa, sino, sobre todo, porque finalmente
se tuvieron las costas por no impugnadas, sin posibilidad de contradecir las mismas.
Se confirma, con ello, que la falta de asistencia letrada lesionó el principio de igualdad de partes y el derecho a la
contradicción, finalidad a la que sirve el derecho fundamental, produciéndose una real y efectiva situación de
indefensión material, requisito que insoslayablemente ha de concurrir para que quepa apreciar infracción del art.
24.1 CE ( RCL 1978, 2836) (STC 152/2000, de 12 de junio, F. 3, por todas), revelándose además la autodefensa
desplegada inadecuada e insuficiente, incluso aunque «efectividad» no pueda «confundirse con el éxito de la
pretensión so pena de transmutar la función desempeñada por los abogados en el seno de un proceso en una
irrealizable obligación de resultados» ( STC 206/2001, de 13 de julio [ RTC 2001, 206] , F. 4). Y como
consecuencia, se vulneró igualmente el derecho a la tutela judicial efectiva también alegado por quienes ahora acuden
en amparo.
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE CONFIERE LA
CONSTITUCIÓN DE LA NACIÓN ESPAÑOLA,
Ha decidido
Estimar la demanda de amparo formulada por don Jesús P. D. y doña Maria Rosa S. S. y, en consecuencia:
1º Declarar que se ha vulnerado a los demandantes de amparo su derecho a la asistencia letrada (art. 24.2 CE [ RCL
1978, 2836] ) y a la tutela judicial efectiva sin indefensión (art. 24.1 CE).
2º Restablecerlos en sus derechos y, a tal fin, declarar la nulidad de la providencia de 24 de junio de 2004, la de 1 de
septiembre y el Auto de esta misma fecha del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Arganda del Rey, retrotrayendo
las actuaciones al momento procesal anterior a la primera a fin de que por el órgano judicial se dicte resolución
respetuosa con el derecho de los demandantes de amparo a su derecho de defensa y asistencia letrada y con
su derecho a una tutela judicial efectiva.
Publíquese esta Sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid, a veintidós de octubre de dos mil siete.–Guillermo Jiménez Sánchez.–Vicente Conde Martín de
Hijas.–Elisa Pérez Vera.–Eugeni Gay Montalvo.–Ramón Rodríguez Arribas.–Pascual Sala Sánchez.–Firmado y
rubricado.

PREGUNTA QUE HA DE RESPONDER EL ALUMNO


LA FALTA DE DEFENSA TÉCNICA NO RESULTE SER CONSECUENCIA DIRECTA DEL PROCEDER DE LA
PARTE ¿CON QUÉ SE VINCULA?

SILABO

AUNQUE EL DERECHO A LA ASISTENCIA DE ABOGADO Y A LA DEFENSA SE HA


VINCULADO ESPECIALMENTE AL PROCESO PENAL Y SÓLO EN MENOR MEDIDA AL RESTO DE
PROCESOS, ES INDUDABLE QUE TAMBIÉN DESPLIEGA TODO EL POTENCIAL DE SU CONTENIDO
EN RELACIÓN CON TODOS ELLOS

RECURSO DE AMPARO NÚM. 3493/2007


PONENTE: DON PABLO PÉREZ TREMPS
Recurso de amparo contra contra el Auto del Juzgado de Primera Instancia núm. 1 de Colmenar Viejo, de 21-03-
2007, por el que se declara no haber lugar a tener por preparado el recurso de apelación interpuesto contra la
Sentencia de 12-12-2006, dictada en procedimiento sobre incapacitación. Vulneración del derecho fundamental a
la defensa y asistencia de letrado: existencia: otorgamiento de amparo .
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por don Pascual Sala Sánchez, Presidente, don Javier
Delgado Barrio, don Manuel Aragón Reyes, don Pablo Pérez Tremps y doña Adela Asua Batarrita, Magistrados, ha
pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 3493-2007, promovido por don F. J. L. F., representado por la Procuradora de
los Tribunales doña Estrella Moyano Cabrera, bajo la dirección del Letrado don Emilio Fernández Hermosa, contra el
Auto del Juzgado de Primera Instancia núm. 1 de Colmenar Viejo, de 21 de marzo de 2007, por el que se declara no
haber lugar a tener por preparado el recurso de apelación interpuesto contra la Sentencia de 12 de diciembre de 2006,
dictada en el procedimiento núm. 135-2005, sobre incapacitación. Ha comparecido la Agencia Madrileña para la
Tutela de Adultos. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Pablo Pérez Tremps, quien
expresa el parecer de la Sala
I. ANTECEDENTES
1 Mediante escrito registrado en este Tribunal el 18 de abril de 2007, don F. J. L. F. manifestó su intención de
interponer recurso de amparo contra las resoluciones citadas en el encabezamiento de esta Sentencia, solicitando la
designación de Procurador y Letrado del turno de oficio. Una vez realizadas dichas designaciones, mediante escrito
registrado en este Tribunal el 23 de septiembre de 2008, la Procuradora de los Tribunales doña Estrella Moyano
Cabrera, en nombre y representación de don F. J. L. F., y bajo la dirección del Letrado don Emilio Fernández
Hermosa, interpuso demanda de amparo contra las resoluciones mencionadas en el encabezamiento.
2 La demanda de amparo tiene su origen en los siguientes antecedentes:
a) El Ministerio Fiscal instó la incapacitación del recurrente, interno en un centro penitenciario de Madrid, dando
lugar al procedimiento núm. 135-2005 tramitado por el Juzgado de Primera Instancia núm. 1 de Colmenar Viejo. En
dicha demanda se solicitaba que se nombrara como tutor a la Agencia Madrileña para la Tutela de Adultos. Por Auto
de 25 de febrero de 2005 se acordó, entre otros extremos, dar traslado de la demanda al recurrente «haciéndole saber
que puede comparecer en el proceso con su propia representación y defensa» y tener por nombrada a la Agencia
Madrileña para la Tutela de Adultos como defensor judicial. Este Auto, así como la demanda de incapacitación y la
documentación adjunta, le fueron entregados al recurrente el 2 de marzo de 2005 en el Centro Penitenciario,
emplazándole para que contestara en el plazo de veinte días y citándose para el reconocimiento médico forense.
b) El recurrente, mediante escrito de 3 de marzo de 2005, que encabezaba como «recurso de reposición al
procedimiento de incapacitación», señaló «que no necesito la tutela de ningún organismo encontrándome
perfectamente capaz de gobernar mi persona y mis bienes por mí mismo». Mediante providencia de 25 de mayo de
2005 se inadmitió a trámite el recurso por no expresarse la infracción supuestamente cometida. El recurrente,
mediante un segundo escrito de 15 de marzo de 2005, negó padecer ninguna patología que pudiera conllevar su
incapacitación, relatando una serie de hechos en que fundamentaba ser objeto de un acoso por parte de un grupo de
personas. Por diligencia de ordenación de 18 de marzo de 2005, notificada el 7 de abril de 2005, se acordó devolver
el escrito «por no haberse presentado en forma legal». El recurrente, en un tercer escrito de 28 de marzo de 2005,
solicitó que se suspendiera el procedimiento, ya que «necesito hablar con mi defensa antes», señalando también la
necesidad de la comparecencia de una determinada persona para testificar. Por providencia de 19 de abril de 2005 se
acordó unirlo a los autos sin más trámite. El recurrente fue reconocido por el médico forense el 7 de abril de 2005.
c) Una representante de la Agencia Madrileña para la Tutela de Adultos compareció el 8 de abril de 2005 para la
aceptación del cargo de defensor judicial, haciéndose entrega de la demanda y la documentación y emplazándose para
la contestación a la demanda en un plazo de veinte días. Mediante escrito de 12 de abril de 2004, la Agencia
Madrileña para la Tutela de Adultos, sin entrar al fondo de las causas de incapacitación, solicitó que el nombramiento
de defensor judicial y de tutor recayera en el Instituto Almeriense para la Tutela de Adultos, el que en comparecencia
de 15 de julio de 2005 no aceptó la asunción del cargo de defensor judicial al no tener el recurrente la residencia de
hecho en esa provincia. Esta negativa fue notificada el 20 de abril de 2005 a la Agencia Madrileña para la Tutela de
Adultos, «a los efectos oportunos» y, ante el silencio de ésta, fue reiterada el 3 de julio de 2006 para que contestara a
la demanda, lo que se verificó mediante escrito de 20 de julio de 2006.
d) La vista se celebró el 12 de diciembre de 2006, sin asistencia del recurrente y sin que conste que le fuera notificada
dicha convocatoria. Por Sentencia de 12 de diciembre de 2006 se acordó declarar incapaz al recurrente y nombrar
tutor a la Agencia Madrileña para la Tutela de Adultos. La Sentencia fue notificada personalmente al recurrente el 28
de febrero de 2007, quien por escrito registrado el 19 de marzo de 2007 comunicó al Juzgado no estar de acuerdo con
la incapacitación y que había solicitado el 5 de marzo de 2007 al Colegio de Abogados de Madrid el nombramiento
de Abogado y Procurador del turno de oficio para recurrir la Sentencia.
e) Por Auto de 21 de marzo de 2007 se acordó no haber lugar a tener por preparado el recurso de apelación, al
haberse presentado el anterior escrito fuera del plazo de cinco días desde la notificación de la Sentencia impugnada.
El Auto fue notificado al recurrente el 3 de abril de 2007, quien ese mismo día remitió un escrito reiterando que había
solicitado el 5 de marzo de 2007 al Colegio de Abogados de Madrid el nombramiento de Abogado y Procurador del
turno de oficio y, por tanto, dentro del plazo legal, adjuntando copia de la instancia cursada desde el centro
penitenciario. Por providencia de 26 de abril de 2006 se acordó la devolución del escrito al recurrente con la
indicación de que debía hacérsele saber «que, en su caso, el recurso de queja deberá presentarse en forma legal y con
los requisitos establecidos en el art. 495 de la LECiv ( RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001, 1892) ».
3 El recurrente aduce en su demanda de amparo que las resoluciones impugnadas han vulnerado, en primer lugar, sus
derechos a la defensa, asistencia letrada y a un proceso con todas las garantías (artículo 24.2 CE [ RCL 1978,
2836] ), ya que en los diversos escritos remitidos al Juzgado se evidenciaba la intención de personarse en el
procedimiento para oponerse a la pretensión de incapacitación, sin que se le hubieran designado profesionales del
turno del oficio y sin que resultara suficiente la designación de defensor judicial al existir un conflicto de intereses.
En segundo lugar, también aduce la vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (artículo 24.1 CE), desde la
perspectiva del derecho de acceso a los recursos, ya que en el plazo de cinco días desde que se le notificó la Sentencia
de instancia cursó instancia al Colegio de Abogados solicitando designación de Letrado de oficio, poniendo esa
circunstancia en conocimiento del Juzgado, lo que legalmente suponía la suspensión de plazos para recurrir en
apelación.
4 La Sección Segunda de este Tribunal, por providencia de 2 de diciembre de 2009, acordó admitir a trámite la
demanda de amparo y dirigir atenta comunicación a los órganos judiciales competentes para el emplazamiento a
quienes hubieran sido parte en este procedimiento para que pudieran comparecer en el mismo.
5 La Secretaría de Justicia de la Sala Primera de este Tribunal, por diligencia de ordenación de 23 de febrero de 2010,
tuvo por personada a la Agencia Madrileña para la Tutela de Adultos y acordó dar vista de las actuaciones al
Ministerio Fiscal y a las partes personadas por plazo común de veinte días para que pudieran presentar las
alegaciones que estimasen pertinentes.
6 La Agencia Madrileña para la Tutela de Adultos, por escrito registrado el 12 de abril de 2010, presentó sus
alegaciones sin establecer una pretensión concreta, pero destacando que en el procedimiento judicial consta una causa
de incapacitación «sin perjuicio de que el demandado hubiera podido personarse en los indicados autos de
incapacitación mediante su propia defensa y representación, ya en primera instancia o ya en sede de recurso».
7 El Ministerio Fiscal, por escrito registrado el 29 de marzo de 2010, interesó el otorgamiento del amparo. A esos
efectos señala, en primer lugar, que no ha existido la vulneración aducida del derecho de defensa y asistencia letrada
(artículo 24.2 CE [ RCL 1978, 2836] ), ya que el recurrente fue debidamente emplazado al procedimiento,
notificándose que podía comparecer con su propia representación y defensa, lo que, a pesar de mostrarse contrario a
la incapacitación, no realizó, provocando con ello el nombramiento de un defensor judicial. Por el contrario, el
Ministerio Fiscal considera que se ha producido la vulneración del derecho a un proceso con todas las garantías
(artículo 24.2 CE), ya que, en contradicción con lo previsto legalmente, no se realizó un examen personal del
presunto incapaz por el Juez. De ese modo, se ha omitido un trámite con indudable relevancia constitucional, en los
términos expuestos en la STC 174/2002 ( RTC 2002, 174) , que entronca con la garantía de audiencia a que se
refiere el artículo 12 de la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad de 13 de diciembre de
2006. En atención a ello solicita la nulidad de las resoluciones impugnadas con retroacción de actuaciones.
Subsidiariamente, considera el Ministerio Fiscal que también se ha producido una vulneración del derecho a la tutela
judicial efectiva (artículo 24.1 CE), desde la perspectiva del derecho de acceso a los recursos, al haberse denegado
tener por preparado el recurso de apelación, a pesar de que el recurrente cursó en plazo hábil solicitud de designación
de Letrado de oficio y así lo comunicó al órgano judicial.
8 El recurrente, por escrito registrado el 11 de marzo de 2010, presentó sus alegaciones ratificándose en su escrito de
demanda.
9 Por providencia de fecha 10 de febrero de 2011 se señaló para deliberación y fallo de la Sentencia el día 14 del
mismo mes y año.

II. FUNDAMENTOS JURÍDICOS


1 El objeto del presente recurso de amparo es determinar si en el procedimiento judicial de incapacitación del
recurrente se han vulnerado sus derechos a la defensa, asistencia letrada y proceso con todas las garantías (artículo
24.2 CE [ RCL 1978, 2836] ), por haberse seguido dicho procedimiento sin hacer posible su comparecencia
personal al no haberse facilitado la designación de profesionales del turno de oficio, o, subsidiariamente, del derecho
a la tutela judicial efectiva (artículo 24.1 CE), desde la perspectiva del derecho de acceso a los recursos, por haberse
denegado el tener por preparado el recurso de apelación contra la Sentencia de incapacitación.
2 Este Tribunal ha reiterado que entre el haz de garantías que integran el derecho a un proceso justo se incluye el
derecho a la defensa y a la asistencia letrada (artículo 24.2 CE [ RCL 1978, 2836] ), que debe ser reconocido no sólo
para el proceso penal sino también para el resto de los procesos y cuya finalidad es la de asegurar la efectiva
realización de los principios de igualdad de las partes y de contradicción, que impone a los órganos judiciales el deber
positivo de evitar desequilibrios entre la respectiva posición procesal de las partes o limitaciones en la defensa que
puedan inferir a alguna de ellas un resultado de indefensión. Igualmente se ha destacado que en el supuesto de que la
intervención de Letrado sea legalmente preceptiva, esta garantía constitucional se convierte en una exigencia
estructural del proceso tendente a asegurar su correcto desenvolvimiento, lo que determina que la pasividad del titular
del derecho deba ser suplida por el órgano judicial para cuya propia actuación, y no sólo para el mejor servicio de los
derechos e intereses del defendido, es necesaria la asistencia del Letrado, debiendo los órganos judiciales considerar
la ausencia de Letrado como un requisito subsanable, ofreciendo al interesado una oportunidad de reparar tal omisión
(por todas, STC 189/2006, de 19 de junio [ RTC 2006, 189] , F. 2).
También se ha señalado que en los casos en que la intervención de Letrado no es preceptiva con arreglo a las normas
procesales, ello no priva al justiciable del derecho a la defensa y asistencia letrada del artículo 24.2 CE, ya que no se
obliga a las partes a actuar personalmente, sino que se les faculta para elegir entre la autodefensa o la defensa técnica.
En consecuencia, el derecho de asistencia letrada permanece incólume en tales casos, quedando su ejercicio a la
disponibilidad de las partes, lo cual lleva consigo, en principio, el derecho del litigante que carece de recursos
económicos para sufragar un Letrado de su elección, a que se le provea de Abogado de oficio, si así lo considera
conveniente a la mejor defensa de sus derechos, cuando se solicite y resulte necesario. La exigencia de que el
interesado solicite formalmente ante el órgano judicial la designación de Letrado de oficio se deriva de que
lógicamente sólo a través de la emisión expresa de su voluntad de ser asistido de Letrado podrá el órgano judicial
proceder a su designación. Por otra parte, también se ha puesto de manifiesto que la necesidad constitucional de
asistencia letrada viene determinada por la finalidad que este derecho cumple. De este modo, será
constitucionalmente obligada la asistencia letrada allí donde la capacidad del interesado, el objeto del proceso o su
complejidad técnica hagan estéril la autodefensa que el mismo puede ejercer mediante su comparecencia personal, lo
que se determinará, en cada caso concreto, atendiendo a la mayor o menor complejidad del debate procesal y a la
cultura y conocimientos jurídicos del comparecido personalmente, deducidos de la forma y nivel técnico con que
haya realizado su defensa (por todas, STC 225/2007, de 22 de octubre [ RTC 2007, 225] , F. 4).
Por otra parte, y ya en relación con el procedimiento de incapacitación y la relevancia de los intereses que en él se
ventilan, este Tribunal ha puesto de manifiesto que el derecho a la personalidad jurídica del ser humano, consagrado
en el art. 6 de la Declaración Universal de Derechos Humanos ( LEG 1948, 1) , lleva implícito el reconocimiento
del derecho a la capacidad jurídica de la persona, por lo que toda restricción o limitación de su capacidad de obrar
afecta a la dignidad de la persona y a los derechos inviolables que le son inherentes, así como al libre desarrollo de la
personalidad (artículo 10.1 CE). En consecuencia, la declaración de incapacidad de una persona sólo puede acordarse
por Sentencia judicial en virtud de las causas establecidas en la Ley mediante un procedimiento en el que se respeten
de forma escrupulosa los trámites o diligencias exigidas legalmente que, en la medida en que van dirigidas a asegurar
el pleno conocimiento por el órgano judicial de la existencia de la causa y fundamento de su incapacitación, se erigen
en garantías esenciales del proceso de incapacitación, por lo que su omisión, en cuanto puede menoscabar o privar
real y efectivamente al presunto incapaz de su derecho de defensa, podría constituir una lesión del derecho a un
proceso con todas las garantías contraria al artículo 24.2 CE (por todas, STC 174/2002, de 9 de octubre [ RTC 2002,
174] , F. 5).
3 En el presente caso, como se ha expuesto más ampliamente en los antecedentes, han quedado acreditados los
siguientes extremos: en primer lugar, que al recurrente, interno en un centro penitenciario, le fue notificado el Auto de
25 de febrero de 2005, por el que se acordaba la admisión de la demanda de su incapacitación presentada por el
Ministerio Fiscal, haciéndole saber, entre otros extremos, por un lado, que podía comparecer en el proceso con su
propia representación y defensa, y por otro, que se tenía por nombrada a la Agencia Madrileña para la Tutela de
Adultos como defensor judicial. En segundo lugar, que el recurrente, al día siguiente de recibir dicha notificación,
dirigió un escrito al Juzgado, encabezado como recurso de reposición, señalando que no necesitaba la tutela de
ningún organismo y que se encontraba capaz para gobernar su persona y bienes. Este escrito fue respondido por el
Juzgado mediante providencia de 25 de mayo de 2005 inadmitiendo a trámite el recurso por no expresarse la
infracción supuestamente cometida. A este escrito siguió otro de 15 de marzo de 2005, en que el recurrente negaba
padecer ninguna patología que pudiera conllevar su incapacitación, y que le fue devuelto por diligencia de ordenación
de 18 de marzo de 2005 «por no haberse presentado en forma legal». El recurrente, en un tercer escrito de 28 de
marzo de 2005, solicitó que se suspendiera el procedimiento, ya que «necesito hablar con mi defensa antes»,
señalando también la necesidad de la comparecencia de una determinada persona para testificar. Este escrito fue
unido a los autos por providencia de 19 de abril de 2005 sin más trámite.
Igualmente, ha quedado acreditado en las actuaciones que, mientras el recurrente remitía escritos oponiéndose al
procedimiento, que eran sistemáticamente inadmitidos, por falta del cumplimiento de requisitos formales, o no
recibían respuesta, la Agencia Madrileña para la Tutela de Adultos, que había sido nombrada defensor judicial,
impugnó ese nombramiento, que tampoco fue aceptado por el Instituto Almeriense para la Tutela de Adultos, hasta
que finalmente la Agencia Madrileña contestó a la demanda de incapacitación mediante escrito de 20 de julio de
2006, una vez que ya se había realizado el reconocimiento médico forense del recurrente. Finalmente la vista se
celebró el 6 de septiembre de 2006 sin la comparecencia del recurrente, que no fue personalmente notificado y sin
que en ningún momento fuera oído sobre las causas de incapacitación alegadas ni sobre la propuesta de
nombramiento de tutor.
4 En atención a lo expuesto, debe concluirse que se ha producido la vulneración del derecho a la asistencia letrada y a
la defensa (artículo 24.2 CE [ RCL 1978, 2836] ) invocado por el recurrente. El órgano judicial, siendo manifiesta e
inequívoca la voluntad del recurrente de comparecer personalmente en el procedimiento de incapacitación, y aunque
éste no solicitó formalmente la designación de profesionales del turno de oficio, no ofreció al recurrente la
oportunidad de reparar esa omisión para que pudiera hacer efectiva su oposición a la demanda, generando con ello
una indefensión con relevancia constitucional.
En efecto, este caso presenta unas especiales circunstancias que no han sido ponderadas de manera adecuada por el
órgano judicial y que constitucionalmente, en evitación de generar una situación de efectiva indefensión al recurrente,
le obligaban a adoptar las medidas necesarias que posibilitaran al recurrente y, tal como era su voluntad expresa,
poder comparecer formalmente en el proceso con su propia defensa y representación para oponerse a la acción de
incapacitación instada por el Ministerio Fiscal. Singularmente, debería haberse procedido a instar el nombramiento de
Abogado y Procurador del turno de oficio o, en su defecto, al menos, haberse puesto en conocimiento del recurrente
la posibilidad de solicitar dicho nombramiento en caso de no poder hacerse cargo económicamente de los gastos de
unos profesionales de libre elección.
Esas especiales circunstancias tienen relación tanto con aspectos estructurales del proceso de incapacitación como
con situaciones singulares del desarrollo procedimental del concreto proceso que trae causa a este amparo. Así, en
primer lugar, hay que señalar la trascendental importancia que para el recurrente tenía el objeto de este
procedimiento. Como ya se expuso anteriormente, este Tribunal ha destacado en la citada STC 174/2002 ( RTC
2002, 174) que toda limitación o restricción de la capacidad jurídica de una persona, que es lo que está en juego en
el proceso de incapacitación, afectan a la dignidad de la persona y a los derechos inviolables que le son inherentes, así
como al libre desarrollo de la personalidad (artículo 10.1 CE).
Si bien el derecho a la asistencia letrada y a la defensa (artículo 24.2. CE) se ha vinculado especialmente al proceso
penal y sólo en menor medida al resto de procesos, es indudable que también despliega todo el potencial de su
contenido en relación con procedimientos como el de incapacitación no sólo por lo esencial de los derechos e
intereses que en el mismo se ventilan sino por la situación de presunta incapacidad del sometido a este procedimiento.
Esta conclusión también cabe extraerla del artículo 13 de la Convención sobre los derechos de las personas con
discapacidad de 13 de diciembre de 2006 ( RCL 2008, 950) («Boletín Oficial del Estado» 21 de abril de 2008), en
cuyo apartado primero, a los efectos de garantizar que las personas con discapacidad tengan acceso a la justicia en
igualdad de condiciones, se prevé la posibilidad de ajustes de procedimiento para facilitar el desempeño de las
funciones efectivas de estas personas como participantes directos e indirectos en todos los procedimientos judiciales.
En su apartado segundo se incluye, además, una apelación a la necesidad de que los Estados parte promuevan la
formación adecuada de los que trabajan en la Administración de Justicia a fin de asegurar que las personas con
discapacidad tengan acceso efectiva a la justicia.
5 Una segunda circunstancia de especial relevancia en el caso es que en el proceso sobre la capacidad de las personas
está previsto legalmente que las partes que deban comparecer lo hagan asistidas de abogado y representadas por
procurador [art. 750.1 de la Ley de enjuiciamiento civil (LECiv) ( RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001, 1892) ]. Dicho
de otra forma, este tipo de procedimientos se encuadra entre aquellos en los que la garantía constitucional de la
defensa letrada se convierte en una exigencia estructural del proceso tendente a asegurar su correcto
desenvolvimiento, lo que, como también se ha dicho anteriormente, ha llevado a este Tribunal a establecer que la
pasividad del titular del derecho deba ser suplida por el órgano judicial, ofreciendo al interesado una oportunidad de
reparar tal omisión ( STC 189/2006, de 19 de junio [ RTC 2006, 189] , F. 2).
El hecho, puesto de manifiesto por el Ministerio Fiscal en su informe, de que legalmente está previsto suplir la
ausencia de comparecencia del presunto incapaz a través del nombramiento de defensor judicial (artículo 758
LECiv), no implica que deba aplicarse la doctrina reiterada por este Tribunal de que en los casos en que la
intervención de Abogado no sea legalmente preceptiva es necesario que haya una solicitud formal que posibilite la
designación de profesionales del turno de oficio. Esta doctrina, como se ha expuesto más arriba, trae su origen en que
la Ley, en los casos en que no impone la actuación a través de Abogado y Procurador, faculta al ciudadano para elegir
entre la autodefensa o la defensa técnica, concluyendo de ello que, al quedar el ejercicio del derecho a la
disponibilidad de las partes, es necesario que el interesado solicite formalmente la designación de Letrado de oficio
para que el órgano judicial pueda proceder a instar dicho nombramiento. En los procesos de incapacitación, sin
embargo, la única posibilidad de hacer efectiva la personación del demandado en caso en de que quiera oponerse
personalmente a la pretensión de incapacidad es mediante Abogado y Procurador, estando vedada legalmente la
posibilidad de autodefensa. En este contexto, aunque el nombramiento de defensor judicial es una institución tendente
a garantizar los intereses del presunto incapaz supliendo su inactividad, no puede ser sustitutiva de la voluntad
manifiesta de éste de comparecer personalmente en el procedimiento. La comparecencia, hay que insistir en ello,
legalmente debe articularse con carácter preceptivo mediante Abogado y Procurador.
Por tanto, las características inherentes a los procesos sobre incapacitación de las personas y la exigencia legal de que
las partes que deban comparecer en dichos procesos lo hagan asistidas de Abogado y representadas por Procurador
imponen la necesidad de que los órganos judiciales, en aras de hacer efectivo el derecho a la asistencialetrada del
presunto incapaz, adopten las medidas necesarias para remover los obstáculos que impidan al interesado el poder
hacer efectiva su voluntad de comparecer en el procedimiento en defensa de sus intereses legítimos, extremando para
ello todas las cautelas.
6 En el proceso concreto del que trae causa este amparo, además, concurre una serie de circunstancias que también
resulta necesario ponderar. La primera es el hecho de que el recurrente estuviera interno en un centro penitenciario, lo
que aumenta las dificultades de asesoramiento y comunicación tanto con el Juzgado como con el eventual defensor
judicial. La segunda son los avatares, ya relatados, que sufrió la designación del defensor judicial institucional que
tuvo tal demora que provocó no sólo el desarrollo de actos procesales de esencial importancia, como el
reconocimiento médico forense del recurrente, en ausencia de cualquier tipo de defensor, sino que, ante los muy
diversos escritos remitidos por el recurrente, el Juzgado tampoco contaba con un defensor al que poder dirigirlos.
La tercera circunstancia, y la más significativa, es la existencia de muy reiterados escritos dirigidos por el recurrente
al Juzgado en los que era manifiesta tanto su voluntad de comparecer en el proceso de incapacitación para oponerse al
mismo, singularmente el recurso de reposición interpuesto contra el Auto de incoación del procedimiento y la
solicitud de prueba testifical, como alegaciones concretas sobre la situación de indefensión material que estaba
sufriendo al no poder ni siquiera entrar en contacto con su defensor judicial. Frente a dichos escritos la posición del
órgano judicial, como también se ha relatado, fue en el caso del recurso de reposición inadmitirlo por providencia de
25 de mayo de 2005 y en el del resto de escritos acordar su devolución o unirlos a las actuaciones sin más trámite.
Pues bien, en este contexto, y si bien es cierto que en la primera notificación se hizo saber al recurrente que «podía
comparecer con su propia defensa y representación», ello no colma, frente a lo sostenido por el Ministerio Fiscal en
sus alegaciones, las exigencias constitucionales mínimas impuestas al órgano judicial en cumplimiento de sus deberes
como garante de hacer posible al recurrente una efectiva tutela de sus derechos de defensa y asistencia letrada. El
órgano judicial, por la importancia de los intereses a dilucidar, la situación de presunta incapacidad, la exigencia legal
de que toda comparecencia se realice con asistencia de Abogado y Procurador, la situación de internamiento, las
dificultades para que se asumiera el cargo de defensor judicial y por los reiterados intentos del recurrente de oponerse
al procedimiento del que estaba siendo objeto, estaba constitucionalmente obligado, para hacer efectivo el derecho de
defensa y a la asistencia letrada (artículo 24.2 CE [ RCL 1978, 2836] ) y para evitar generar al recurrente una
situación de efectiva indefensión, a adoptar las medidas necesarias que hicieran posible al recurrente, tal como era su
voluntad expresa, comparecer formalmente en el proceso con su propia defensa y representación. Dichas medidas
podrían haber consistido bien directamente en instar el nombramiento de Abogado y Procurador del turno de oficio o,
en su defecto, al menos, haber puesto en conocimiento del recurrente que sólo podía hacer efectiva su comparecencia
en el proceso mediante la intervención de abogado y procurador, que podía designar libremente o, en caso de no
poder hacerse cargo económicamente de los gastos, solicitar el reconocimiento del derecho a la asistencia jurídica
gratuita para que le fueran designados dicho profesionales a través del turno de oficio.
Singularmente, esas medidas debieron haberse adoptado desde el momento mismo en que el recurrente remitió el
escrito de interposición del recurso de reposición contra el Auto de 25 de febrero de 2005 por el que se admitió a
trámite de la demanda, toda vez que su mera inadmisión por providencia de 25 de mayo de 2005, por no haberse
presentado con las formalidades debidas, entre ellas la falta de representación de procurador y de asistencia letrada,
pone de manifiesto que la no adopción de dichas medidas generó al recurrente una indefensión material concretada en
la pérdida de la posibilidad de oponerse a la resolución, que se perpetuó después al no haber podido comparecer con
su propia representación durante el proceso.
7
Por tanto, procede otorgar el amparo por la vulneración del derecho a la defensa y a la asistencia letrada del
recurrente, lo que determina, sin necesidad de entrar a analizar la vulneración aducida del derecho de acceso al
recurso, la nulidad de las resoluciones dictadas por el Juzgado a partir de la providencia de 25 de mayo de 2005 que
acuerda la inadmisión del recurso de reposición interpuesto contra el Auto de admisión de la demanda, así como la
retroacción de actuaciones a fin de que se provea respecto de dicho recurso con respeto
al derecho fundamental reconocido.
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE CONFIERE LA
CONSTITUCIÓN DE LA NACIÓN ESPAÑOLA,
Ha decidido
Otorgar a don F. J. L. F. el amparo solicitado y, en consecuencia:
1º Reconocer su derecho a la asistencia letrada (artículo 24.2 CE [ RCL 1978, 2836] ).
2º Anular la providencia del Juzgado de Primera Instancia núm. 1 de Colmenar Viejo, de 25 de mayo de 2005, así
como todas las resoluciones judiciales posteriores, dictadas en el procedimiento 135-2005.
3º Retrotraer las actuaciones al momento anterior al de dictarse la referida providencia, a fin de que se dicte una
nueva resolución respetuosa con el derecho fundamentalreconocido.
Publíquese esta Sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid, a catorce de febrero de dos mil once.—Pascual Sala Sánchez.—Javier Delgado Barrio.—Manuel
Aragón Reyes.—Pablo Pérez Tremps.—Adela Asua Batarrita.—Firmado y rubricado.

PREGUNTA QUE HA DE RESPONDER EL ALUMNO


AUNQUE EL DERECHO A LA ASISTENCIA DE ABOGADO Y A LA DEFENSA SE HA VINCULADO
ESPECIALMENTE AL PROCESO PENAL Y SÓLO EN MENOR MEDIDA AL RESTO DE PROCESOS, ES
INDUDABLE QUE TAMBIÉN DESPLIEGA TODO EL POTENCIAL DE SU CONTENIDO EN RELACIÓN CON
TODOS ELLOS ¿EN CONCRETO CON QUÉ PROCESO?
SILABO

EL DERECHO DE DEFENSA DEL ABOGADO SE HA DE EJERCER EN COMPATIBILIDAD


CON LAS LIMITACIONES IMPUESTAS LEGALMENTE

RECURSO DE AMPARO NÚM. 6363/2000


PONENTE: DON PABLO MANUEL CACHÓN VILLAR
Recurso de amparo contra Auto, de 05-06-2000, del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria núm. 4 de Andalucía, que
revocó el beneficio de libertad condicional del recurrente en amparo, contra providencias, de 29-06-2000 y de 07-07-
2000, que denegaron al recurrente en amparo que su Procurador y su Letrado pudieran personarse en su
representación y defensa en el expediente de revocación de libertad condicional mientras se encontrase sustraído a la
acción de la justicia y contra Auto, de 06-11-2000, de la Audiencia Provincial de Cádiz (Sección Primera),
confirmatorio de los anteriores. Vulneración de los derechos fundamentales a obtener la tutela efectiva de jueces y
tribunales y a la defensa y asistencia de letrado: existencia: otorgamiento de amparo.
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Pablo Cachón Villar, Presidente, don Vicente Conde
Martín de Hijas, don Guillermo Jiménez Sánchez, doña Elisa Pérez Vera y don Eugeni Gay Montalvo, Magistrados,
ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 6363-2000, promovido por don Aurelio L. B., representado por el Procurador
de los Tribunales don José Carlos C. B. y asistido por el Abogado don Antonio J. M., contra el Auto de 5 de junio de
2000 y contra las providencias de fechas 29 de junio de 2000 y de 7 de julio de 2000 que se dictaron en el expediente
núm. 111/1999 por el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria núm. 4 de Andalucía, con sede en El Puerto de Santa
María, y contra el Auto de 6 de noviembre de 2000, pronunciado en el rollo 12-2000 por la Sección Primera de la
Audiencia Provincial de Cádiz. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado D. Pablo Cachón
Villar, quien expresa el parecer de la Sala.
I. ANTECEDENTES
1 El día 1 de diciembre de 2000 se presentó ante este Tribunal por el Procurador señor C. B., en nombre y
representación de don Aurelio L. B., un escrito promoviendo recurso de amparo contra las resoluciones judiciales
mencionadas en el encabezamiento de la Sentencia.
2 De la demanda y de las actuaciones seguidas en el caso resulta lo siguiente:
a) Por Auto de 15 de noviembre de 1999 del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria núm. 4 de Andalucía, con sede en
El Puerto de Santa María, se aprobó la propuesta de libertad condicional adelantada en favor del interno don Aurelio
L. B., de nacionalidad italiana, condenado a cinco años de prisión por la comisión de un delito contra la salud pública.
En la citada resolución judicial se le impusieron las siguientes reglas de conducta: «1) Obligación de residir en el
domicilio que consta en el expediente, no pudiendo trasladar su residencia a otro lugar ni traspasar los límites de la
provincia donde aquél esté ubicado sin autorización de este Juzgado. 2) Obligación de quedar bajo custodia de la
persona que igualmente consta en el expediente. 3) Obligación de cumplir las normas impuestas en su caso por la
Junta de Tratamiento en el programa individualizado de seguimiento de la libertad condicional, bajo tutela de los
servicios sociales penitenciarios».
b) El día 13 de marzo de 2000 el liberado ingresó en el Centro Penitenciario de Sevilla en calidad de detenido, y
luego en prisión provisional, a disposición del Juzgado de Instrucción núm. 7 de Sevilla, por diligencias previas núm.
8372/1999, seguidas por un delito contra la salud pública. Tras la comunicación pertinente fue incoado expediente
para la revocación de la libertad condicional, informando el Ministerio Fiscal sobre su procedencia. Por Auto de 5 de
junio de 2000 el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria núm. 4 de Andalucía, sede de El Puerto de Santa María, dispuso
la revocación de la libertad condicional concedida al penado Aurelio L. B., debiendo cumplir el resto de la condena
impuesta en situación de internamiento en el centro penitenciario que correspondiera, sin perjuicio de computar el
tiempo pasado en libertad condicional a efectos de cumplimiento definitivo de la condena, y ordenó librar despacho a
la policía para su busca, captura, detención e inmediato ingreso en prisión. En los antecedentes de hecho de la citada
resolución judicial se hace constar que «el liberado condicional fue detenido en la localidad de El Puerto de Santa
María (Cádiz) existiendo indicios racionales de su participación en una red de distribución de droga». Su
razonamiento jurídico único consigna que «a la vista de las incidencias participadas por el Centro Penitenciario de
Sevilla y por el Juzgado número siete de los de dicha ciudad, que acreditan que el liberado, con la conducta que
documentan, no es acreedor de un pronóstico de reinserción social favorable, circunstancia determinante de la
concesión del beneficio de la libertad condicional y que ha desaparecido, por lo que procede, de conformidad con el
artículo 93 del Código Penal vigente ( RCL 1995, 3170 y RCL 1996, 777) y el 201 del Reglamento Penitenciario
( RCL 1996, 521, 1522) , la revocación de la libertad condicional de la que venía disfrutando el interno».
c) El Auto de 13 de junio de 2000 del Juzgado de Instrucción núm. 7 de Sevilla dispuso que el preso preventivo don
Aurelio L. B. fuese puesto en libertad y excarcelado. Enviado por el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria núm. 4 de
Andalucía exhorto para la notificación del Auto revocatorio del beneficio de libertad condicional, la diligencia no se
pudo efectuar por haber sido el preso puesto en libertad, por lo que se acordó librar órdenes de busca y captura en
fecha de 21 de junio de 2000. Por diligencia de 28 de junio de 2000 del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria núm. 4 de
Andalucía se hace constar que en fecha de 13 de junio de 2000 el Centro Penitenciario de Sevilla no había recibido
copia del Auto de revocación de la libertad condicional, por lo que el penado fue excarcelado, y por ello el día 21 se
dictó libramiento de la correspondiente orden de busca y captura. En esta situación permaneció el demandante,
desconociéndose su paradero, al ausentarse del domicilio designado en el expediente de libertad condicional.
d) El día 28 de junio de 2000 se presenta ante el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria núm. 4 de Andalucía un escrito
del Procurador de don Aurelio L. B. y firmado por Letrado solicitando la personación en el expediente 111/1999 de
libertad condicional, que fue rechazada por providencia de 29 de junio de 2000, en la que se hace constar lo siguiente:
«Dada cuenta y visto el contenido de la anterior diligencia, resultando que el condenado Aurelio L. B., al que le fue
revocada la libertad condicional por Auto de este Juzgado de fecha 5/6/2000, se encuentra sustraído a la acción de la
justicia y en situación de busca y captura por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, no ha lugar a admitir la
personación de Abogado y Procurador que actúen en su defensa, puesto que tal proceder constituye un fraude
procesal y un abuso de derecho, prescrito [sic] con carácter general para todo el Ordenamiento Jurídico en los
artículos 6.4 y 7.2 del Código Civil ( LEG 1889, 27) . En consecuencia, mientras continúe tal situación, y el
condenado no sea habido o voluntariamente reingrese en el Centro Penitenciario, no se dará vista de los autos, ni
ningún tipo de información sobre los mismos al abogado y procurador que dicen actuar en su nombre, así como
tampoco se les recibirá en las horas de audiencia de este Juzgado para asunto alguno que tenga relación con dicho
condenado».
Contra la anterior providencia el Procurador del penado presenta escrito impugnándola en súplica. El Juzgado de
Vigilancia Penitenciaria, por providencia de 7 de julio de 2000, dispone lo siguiente: «Dada cuenta.–El escrito que
antecede, presentado en el día de ayer, con su copia y la del poder general para pleitos, por el procurador señor G. J.,
ante el Juzgado de Guardia de esta ciudad, se unirá al expediente de su razón, estándose a lo acordado en providencia
dictada en el presente expediente en fecha 29 de junio de 2000, y a los únicos efectos de constancia».
e) La representación del penado deduce recurso de queja. El recurso se desestima por Auto de 6 de noviembre de
2000 de la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Cádiz. Tras la transcripción de particulares de la
fundamentación jurídica de las SSTC 87/1984 ( RTC 1984, 87) y 149/1986 ( RTC 1986, 149) el Auto añade lo
siguiente: «Si de acuerdo con los razonamientos expuestos no se causa perjuicio al imputado rebelde por obligársele a
comparecer en fase de instrucción, menos todavía cuando se ha dictado sentencia firme.–Es decir, ya no pude operar
como contrapeso la posibilidad de que se decrete, con carácter cautelar o no, una medida justificada ahora pero que
podrá no tener correspondencia con un fallo condenatorio; sino que nos encontramos ante una decisión firme que hay
que ejecutar. El poder coactivo del Estado se ha pronunciado en forma de sentencia y no hay más que llevar a cabo lo
mandado por ella.–En el supuesto enjuiciado, la puesta del reo a disposición del tribunal está justificada no por la
buena marcha del procedimiento, como en los casos examinados por el Tribunal Constitucional, sino para el
cumplimiento de su finalidad primordial. Ha dejado de ser un medio para asegurar que se logre el buen fin del juicio,
para pasar a constituir un fin en sí misma, la realización de lo resuelto en él.–Por tanto, estimamos que la decisión
impugnada es la correcta y no debe admitirse personación al reo hasta que se someta al juzgado».
3 El penado dedujo recurso de amparo ante este Tribunal Constitucional, invocando, como primer motivo, la
vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ) en el sentido de derecho de
acceso al proceso y a los recursos, sin que pueda producirse indefensión y del derecho a un proceso equitativo (art.
6.1 CEDH [ RCL 1999, 1190] ). Considera que siendo la publicidad la regla general de las actuaciones judiciales, y
el secreto de las mismas la excepción (arts. 120.1 CE y 232 LOPJ [ RCL 1985, 1578, 2635] ) –excepcionalidad que,
aun sin apoyarse para justificar su decisión en una norma concreta, la justifica con base en las SSTC 87/1984 ( RTC
1984, 87) y 149/1986 ( RTC 1986, 149) – la resolución judicial que impide la personación, la interposición de
recursos, la posibilidad de solicitar información del asunto y la de ser recibidos en audiencia, entraña una sanción
desproporcionada con respecto a la situación de hecho de la que se parte. El supuesto fáctico es una situación de
ausencia o rebeldía del liberado condicional y respecto a ello dice que para constituir al liberado en esa situación se
ha tramitado un proceso revocatorio en que no ha sido oído precisamente dicho liberado, sujeto pasivo del mismo. Se
ha pasado de una situación de libertad condicional a su revocación, sin haber oído ni dado traslado de las actuaciones
al liberado condicional, y ello cuando no había obstáculo alguno, pues en aquellos momentos se hallaba en situación
de preventivo –en la que estuvo desde el 16 de marzo de 2000 hasta el 13 de junio siguiente– habiéndose iniciado las
diligencias tendentes a la revocación de la libertad condicional el 30 de marzo de 2000, y siendo solicitada por el
Ministerio Fiscal la revocación de la libertad condicional con fecha de 30 de mayo siguiente, momentos en los que se
debió –y pudo hacerse sin impedimento– dar audiencia en el proceso de revocación y así se dice porque –según el
demandante– no puede decretarse la rebeldía sin que antes se haya revocado la decisión (Auto) que instauró la
situación de libertad condicional, constando que el sujeto pasivo de dicho proceso revocatorio no fue oído en el
mismo.
Con reproducción de las alegaciones que el demandante vertió en el recurso de queja promovido en la vía judicial,
argumenta que la libertad condicional es un derecho subjetivo del interno y que el derecho de defensa ha de
proyectarse no sólo en la fase declarativa del proceso penal sino también en su fase de ejecución. Por ello, ya desde el
principio se ha vulnerado su derecho de acceso al proceso. En este momento inicial, proyectado hacia el proceso
revocatorio, y después –lo que es objeto central de la demanda de amparo–, por impedir la decisión de la Audiencia,
convalidando la del Juzgado, el conocimiento de la decisión que cancela la libertad condicional, la interposición de
los recursos que procedan contra ella e, incluso, la posibilidad de recibir información del Juzgado o que los
profesionales que representan al demandante sean recibidos en audiencia por su titular. Si la situación de rebeldía ha
sido constituida previa revocación de la decisión que instaura la libertad condicional y esta última se decreta sin
audiencia del liberado, el Auto de la Audiencia Provincial de Cádiz –que impide la personación, la interposición de
recursos, la posibilidad de solicitar información del asunto y la de ser recibidos en audiencia los profesionales que
representan al demandante de amparo–, en su parecer, constituye una sanción desproporcionada con respecto a la
situación de hecho originaria y su consecuencia posterior (rebeldía), pues se ha llegado a dicha declaración de
ausencia tras un proceso revocatorio en el que se han infringido los derechos de audiencia del liberado condicional.
Las SSTC 87/1984 ( RTC 1984, 87) y 149/1986 ( RTC 1986, 149) , a las que se remite la Audiencia Provincial de
Cádiz, insisten en que se están refiriendo a un caso concreto acotado en el proceso ordinario y, de otra parte, la
doctrina que se contiene en ellas ha sido matizada posteriormente por la STC 91/2000 ( RTC 2000, 91) , F. 15, que
el recurrente reproduce en su escrito de demanda. Sigue argumentando que es verdad que el Tribunal provincial
justifica su decisión diciendo que si la doctrina del Tribunal Constitucional es la que expone –partiendo de un caso en
el que aún no hay sentencia– con más razón será aplicable a los casos en los que hay sentencia firme, pero a esta
conclusión hay que oponer, primero, la doctrina del Tribunal Constitucional (STC 91/2000) citada y, segundo, que no
debe olvidarse que el «status» del demandante era el de liberado condicional, es decir, se encontraba en una situación
material de libertad, «status» que llegó tras un proceso previsto en la Ley penal y penitenciaria y cuyas condiciones
deben regir –por el valor superior de la libertad en nuestro Ordenamiento jurídico– hasta que las decisiones sobre la
cancelación del mismo ganen firmeza. Desde esta perspectiva se habría vulnerado igualmente el derecho fundamental
a la libertad del demandante (art. 17.1 CE), por haber sido cancelado su estatuto de liberado condicional sin haberle
oído.
También, en el parecer del demandante, ha sido vulnerado el derecho a un proceso equitativo que consagra el art. 6.1
CEDH, y en este sentido cita la STEDH casoKhalfaoui c. Francia ( TEDH 1999, 68) y las que se citan en la
misma, señaladamente la STEDH caso Poitrimol c. Francia ( TEDH 1993, 53) , Sentencia esta última en la que se
declara que «la inadmisibilidad de un recurso, por motivos relacionados con la fuga del demandante, debía
considerase... una sanción desproporcionada, teniendo en cuenta el lugar primordial que los derechos a la defensa y el
principio de preeminencia del derecho ocupan en una sociedad democrática». Asimismo se dice en la Sentencia
caso Khalfoaui que las limitaciones impuestas para el acceso a un Tribunal «no podrán restringir el acceso abierto al
individuo de una forma o hasta un punto tal que el derecho se encuentre vulnerado en su sustancia misma», y añade
que tales limitaciones «sólo se conciliarían con el art. 6.1 si persiguen un objetivo legítimo y si existe una relación
razonable de proporcionalidad entre los medios empleados y el objetivo perseguido».
El demandante denuncia igualmente la vulneración del derecho de defensa por Abogado [arts. 24.2 CE y 6.3 c)
CEDH], invocando la STEDH caso Van Geyseghem c. Bélgica ( TEDH 1999, 2) , en el que el demandante
reprochaba al Tribunal de Apelación de Bruselas no haber autorizado a su Abogado a defenderle en su ausencia. El
Tribunal falló que hubo violación del Convenio de Roma, en concreto del art. 6.1 en relación con el art. 6.3 c). Por
otra parte, invoca la STS de 13 de octubre de 1998 ( RJ 1998, 8061) , en la que, en un supuesto de refundición de
condenas, se caracteriza el derecho de defensa como el más sagrado de los derechos relacionados con el proceso
judicial en cualquiera de sus fases, declarativa o de ejecución, y, finalmente, reseña el voto particular formulado
respecto de la STC 91/2000 ( RTC 2000, 91) , en el punto de que el art. 6.3 c) CEDH cabe interpretarse como que el
acusado puede defenderse por sí mismo, estando personalmente presente en el juicio, o por medio de un Abogado a
su elección, permaneciendo voluntariamente ausente, por lo que el Auto impugnado de la Audiencia Provincial de
Cádiz vulnera igualmente el derecho fundamental de defensa por Abogado.
Por último invoca la lesión del derecho a la libertad (art. 17.1 CE) en relación con el principio de legalidad, que se
anuda a la decisión de revocar el «status» de libertad condicional sin darle audiencia ni intervención al liberado
condicional en el proceso revocatorio, invocación que conecta con el principio de legalidad en la ejecución de las
penas (art. 3.2 CP [ RCL 1995, 3170 y RCL 1996, 777] ).
Finalmente concluye la demanda de amparo con la súplica de que «[se] dicte Sentencia que reponga al demandante
en sus derechos fundamentales vulnerados, decretando la nulidad de las resoluciones que han afectado a sus derechos,
incluyendo la nulidad de la decisión de revocación de la libertad condicional».
4 La Sección Tercera de este Tribunal, mediante providencia de 26 de marzo de 2001, acordó dar vista de las
actuaciones al demandante de amparo y al Ministerio Fiscal a fin de que, de conformidad con lo dispuesto en el art.
50.3 LOTC ( RCL 1979, 2383) , formulasen en el plazo de diez días alegaciones que estimaran oportunas en
relación a la eventual carencia manifiesta de contenido constitucional de la demanda.
Mediante escrito presentado el día 20 de abril de 2001 el demandante de amparo formuló alegaciones en las que se
interesaba la admisión a trámite del recurso, reproduciendo de forma breve la argumentación de la demanda.
El Ministerio Fiscal formuló alegaciones el 27 de abril de 2001 en las que interesa la inadmisión de la demanda por
carecer ésta de contenido constitucional [art. 50.1 c) LOTC], anticipando la argumentación que luego formularía y
que más adelante es reproducida.
5 Por providencia de 28 de junio de 2001 la Sala Segunda de este Tribunal acordó admitir a trámite la demanda de
amparo y, a tenor de lo dispuesto en el art. 51 LOTC ( RCL 1979, 2383) , requerir a la Sección Primera de la
Audiencia Provincial de Cádiz, para que, en el plazo de diez días, remitiera testimonio del rollo núm. 12-2000, así
como para que por dicho órgano judicial y por el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria de El Puerto de Santa María se
procediera a la práctica de los emplazamientos pertinentes.
6 Por escrito de 30 de noviembre de 2001 el demandante reitera las alegaciones vertidas en el escrito de demanda
aduciendo, en lo concerniente a la denuncia de lesión del derecho a la libertad, que la STEDH caso Streletz, Kessler
y Krenz ( TEDH 2001, 229) explica claramente que el art. 7 CEDH ( RCL 1999, 1190) contiene el principio de
legalidad en la ejecución de las penas, que también se ha desconocido en todo el proceso revocatorio.
7 El Fiscal ante el Tribunal Constitucional, en escrito de 5 de diciembre de 2001, solicitó la desestimación del recurso
de amparo. Recuerda la doctrina contenida en la STC 149/1986 ( RTC 1986, 149) , F. 2, respecto a la personación
por medio de Procuradores de los procesados en rebeldía en el sumario ordinario, como también lo manifestado por el
Tribunal Constitucional en su ATC 79/2001 ( RTC 2001, 79 AUTO) , FF. 2 y 3, en el supuesto de inadmisión de
recursos, por considerarlos en fraude de Ley, por parte de quienes pretendían accionar como querellantes en un
determinado proceso penal, estando en situación de rebeldía en otro diverso.
En el supuesto de autos, tanto el parámetro de la obligación de sujeción personal de los implicados en causas
criminales, como el fraude de Ley que implica impetrar la acción de la justicia y paralelamente sustraerse a la misma,
han sido utilizados por los órganos judiciales para imponer al demandante, que en su condición de penado se
encuentra evadido, la obligación de previa puesta a disposición de la autoridad judicial para poder personarse en el
expediente de revocación, y el objeto del amparo debe circunscribirse a ese extremo, marginándose las pretendidas
irregularidades acaecidas en el expediente, que no han sido analizadas en las resoluciones cuestionadas. El recurrente,
que se encontraba en situación de libertad condicional, en situación de penado extinguiendo una condena por delito
contra la salud pública, ingresó en prisión –al haberse decretado su prisión provisional– como imputado en un nuevo
ilícito de la misma naturaleza, acaecido tras la concesión de dicha libertad condicional y durante su vigencia. Ello
motivó que se le revocara dicho beneficio, revocación que no pudo notificársele, pues por un defecto de
comunicación habido fue puesto en libertad, al decretarse su libertad provisional en la última causa, sin que la
revocación del beneficio de libertad condicional fuera puesta en conocimiento a tiempo de la autoridad penitenciaria.
Tras su puesta en libertad el ahora demandante abandonó su domicilio, encontrándose sustraído a la acción de la
justicia y en situación de busca y captura por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, y, por tanto, en flagrante
incumplimiento de las condiciones a que se sujetó la concesión del beneficio.
Los criterios utilizados por los órganos judiciales para modular el derecho a la tutela judicial efectiva del ahora
demandante, exigiendo su comparecencia personal, han sido estimados como válidos por el Tribunal Constitucional,
aunque los supuestos fácticos y jurídicos examinados en tales precedentes no sean en todo coincidentes con los del
presente, pues tratamos de una causa criminal conclusa. Se mantiene la coincidencia en diversos extremos, como el
tratarse de personas sujetas a causa criminal que se hallan en situación de rebeldía, contumacia o fuga y que
pretenden actuar a través de representantes procesales. Obviamente la exigencia de efectiva puesta a disposición de la
autoridad de los penados no se contempla en la legislación penitenciaria al regular el régimen de recursos y quejas de
los penados internos en establecimientos penitenciarios, pues en éstos tal requisito concurre de modo inexorable.
Ahora bien, lo que sí cabe indicar es que para tales penados la evasión no es un hecho neutro, de nula trascendencia
en su ejecutoria, ya que, al margen de motivar su busca y captura, comporta la comisión de un nuevo ilícito penal
además de la sanción en el régimen de beneficios, permisos y recompensas, y ello es así porque los penados están
sujetos al cumplimiento coactivo de una condena. Los penados que en situación de libertad condicional se evaden se
encuentran en la misma situación de cumplimiento coactivo de una condena, aunque con una modalidad específica de
cumplimiento; cosa distinta es que en estos casos la evasión no tenga además las mismas consecuencias penales y
sancionadoras que para los internos.
Conviene detenerse –según el Ministerio Fiscal– en el estudio de los internos que, disfrutando de algún beneficio
penitenciario y concretamente de determinado grado, tercer grado o régimen abierto, aprovechan un permiso derivado
de dicho grado y se colocan en situación de fuga, situación que guarda evidente analogía con la presente; pues bien,
«tales internos, en virtud de lo previsto en el Reglamento Penitenciario, son regresados provisionalmente en grado, no
pudiendo analizar de nuevo su situación hasta que se produzca su efectivo ingreso en la prisión (art. 252 RP [ RCL
1996, 521, 1522] )». De ello se infiere que, «tratándose de penados que se encuentran extinguiendo su condena, su
deber de puesta a disposición personal de la autoridad es una exigencia ineludible derivada del principio de
cumplimiento coactivo de las condenas, cumplimiento que es así, coactivo, y que no queda en modo alguno al albur
de los penados». Por ello la exigencia de comparecencia personal en caso de penados que pretenden discutir su modo
de extinción de las condenas atiende a una finalidad de protección de un bien constitucionalmente legítimo, cual es el
cumplimiento coactivo de las condenas penales.
También cabe indicar que, dada la situación de contumacia, el cambio operado en el régimen de extinción penal
carece de toda virtualidad práctica, que sólo se alcanzará cuando el penado se persone o sea habido, sin que tal
exigencia comporte «prima facie» mayores perjuicios que los que se puedan originar al rebelde en fase de instrucción
o al acusador particular, pues el expediente en el que se pretende la personación es de sencillísima tramitación y las
causas de revocación están muy delimitadas. Además, en el concreto expediente la causa revocatoria tiene una
incontestable acreditación y no es en modo discutida, pues lo que se achaca es el no habérsele dado audiencia
personal, extremo que, dada la voluntaria decisión de evasión, aparece como de difícil atendimiento y remedio, y que
ignora que esa decisión adoptada por el demandante de evasión constituye una nueva causa de revocación. El
requisito que se impone al demandante viene a coincidir con la tacha que, en principio, parece esgrimir de oposición a
la resolución habida, y sólo en su mano está el remediar la indefensión, mediante el cumplimiento del requisito
impuesto, pudiendo examinar aquella y otras alegaciones con celeridad, dada la sencillez del procedimiento. La
situación, por lo tanto, parte de una postura que encierra una paradoja; en suma el demandante se duele de lo que
pretende sea tomado por válido, con olvido de que su indiscutible situación de penado comporta un deber de sujeción
personal para el cumplimiento de una pena.
En cuanto a la queja de no haberse autorizado a su Abogado a defenderle en su ausencia debe reconducirse a la
vulneración del art. 24.1 CE ( RCL 1978, 2836) ya analizada. Respecto de la invocación del derecho a la libertad
(art. 17.1 CE), amén de su no temporánea alegación que la hace incurrir en causa de inadmisión, también aparece
huérfana de sustento, pues las resoluciones judiciales cuestionadas en modo alguno han supuesto toma de decisión
respecto a dicho derecho, y la libertad del recurrente no aparece afectada dado el pleno disfrute de la misma en que se
encuentra. Debe indicarse al efecto que el estado del solicitante era el de penado, que se adoptó la medida de
«suspensión de la libertad condicional, decisión que no cuestiona y que alguno de sus escritos tilda de correcta y
digna de ser mantenida, y a la que ningún reproche constitucional dirige y tal era el estado personal existente cuando
tomó la decisión de evasión, y tal era su estado personal cuando se revocó la libertad condicional».
8 Por otrosí digo el recurrente interesó en su escrito de demanda la «suspensión de los efectos de la decisión de
revocación de la libertad condicional mientras se tramita esta demanda». En providencia de 28 de junio de 2001 la
Sala Segunda de este Tribunal ordenó formar pieza separada de suspensión cautelar. Evacuado el trámite de
alegaciones, la Sala Segunda acordó denegar la suspensión interesada en Auto 265/2001, de 15 de octubre. Contra
esta resolución el demandante interpuso recurso de súplica, que fue desestimado por Auto 16/2002, de 11 de febrero.
9 Por providencia de fecha 6 de noviembre de 2003, la Sala Segunda señaló el día 10 del mismo mes y año para
deliberación y fallo de la presente Sentencia.

II. FUNDAMENTOS JURÍDICOS
1 El recurso de amparo se dirige contra el Auto de 5 de junio de 2000 y contra las providencias de fechas 29 de junio
y 7 de julio de 2000, que se dictaron por el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria núm. 4 de Andalucía con sede en El
Puerto de Santa María, así como contra el Auto de 6 de noviembre de 2000 de la Audiencia Provincial de Cádiz,
Sección Primera.
El Auto de 5 de junio de 2000 revocó el beneficio de libertad condicional que al hoy demandante se le había
concedido por otro anterior de 15 de noviembre de 1999. Las restantes resoluciones judiciales deniegan al
demandante de amparo que su Procurador y su Letrado puedan personarse en su representación y defensa en el
expediente de revocación de libertad condicional mientras se encuentre sustraído a la acción de la justicia.
2 El demandante aduce diversas vulneraciones constitucionales. Invoca como primer motivo la lesión de su derecho a
la tutela judicial efectiva sin indefensión (art. 24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ), en sus vertientes de acceso al proceso y
a los recursos, conectándolo con el derecho a un proceso equitativo del art. 6.1 del Convenio europeo de derechos
humanos ( CEDH [ RCL 1999, 1190] ), puesto que, a partir de una situación en la que se ha pasado de la libertad
condicional a su revocación sin que se hubiera oído al interesado, entiende que se aplica una sanción
desproporcionada al negársele la personación en el proceso, el acceso a los recursos y la obtención de información
sobre las actuaciones. Además denuncia lesión de su derecho de defensa (art. 24.2 CE), exigible igualmente en la fase
de ejecución, pues, aun permaneciendo ausente, cabe que lo ejerciera por medio del Abogado de su elección.
Finalmente, con invocación del art. 17.1 CE, señala una vulneración del derecho a la libertad personal, que relaciona
con el principio de legalidad en la ejecución de las penas, lesión que derivaría de la revocación del beneficio de
libertad condicional sin previa audiencia del afectado.
El Ministerio Fiscal se opone a la pretensión de amparo. Considera que las resoluciones judiciales impugnadas han
tenido en cuenta tanto la sujeción personal de los implicados en causas criminales como el fraude de Ley que implica
impetrar la acción de la justicia y paralelamente sustraerse a la misma, parámetros que han sido estimados como
válidos por el Tribunal Constitucional. No siendo la evasión un hecho neutro en la ejecutoria de un penado, la
exigencia de comparecencia personal de los que pretenden discutir el modo de extinción de sus condenas atiende a la
finalidad de proteger un bien constitucionalmente legítimo, cual es el cumplimiento coactivo de las condenas penales.
El Fiscal tampoco asume la queja de indefensión, alegando que ésta se remediaría mediante el cumplimiento del
requisito de previa sujeción al órgano judicial impuesto al penado. Rechaza por último que las decisiones judiciales
impugnadas hayan supuesto una toma de decisión respecto al derecho a la libertad.
3 A la vista de las pretensiones deducidas hemos de tener en cuenta que, como hemos dicho en nuestras SSTC
115/2002, de 20 de mayo ( RTC 2002, 115) , F. 3, y 65/2003, de 7 de abril ( RTC 2003, 65) , F. 2, corresponde a
este Tribunal, en función de las circunstancias concurrentes en cada supuesto concreto sometido a su consideración,
determinar no sólo el orden del examen de las alegaciones, sino también si resulta necesario o conveniente
pronunciarse en la Sentencia sobre todas las lesiones de derechos constitucionales denunciadas en el caso de que se
haya apreciado la concurrencia de una de ellas.
En el presente caso nuestro enjuiciamiento debe realizarse dando prioridad a las concernientes a la denegación
judicial respecto de la petición de personación del demandante en el proceso por medio de Procurador y Abogado, así
como a la invocación del derecho a la defensa a través de Abogado, quejas todas que se apoyan en los dos apartados
del art. 24 CE ( RCL 1978, 2836) . Y ello porque su eventual estimación daría lugar no sólo a la anulación de las
resoluciones judiciales que denegaron la personación, sino también conllevaría la retroacción de las actuaciones
dentro del expediente donde se produjo la vulneración hasta un momento procesal en que el resto de las quejas
esgrimidas, relacionadas con el Auto de revocación de libertad condicional, pudieran ser examinadas por los órganos
judiciales competentes, después de que la parte ejerciese, en su caso, sus posibilidades procesales, salvaguardándose
así el carácter subsidiario del amparo constitucional ( SSTC 68/2002, de 21 de marzo [ RTC 2002, 68] , F.
1; 70/2002, de 3 de abril [ RTC 2002, 70] , F. 2). Además, como sugiere el Ministerio Fiscal, se impone el
enjuiciamiento conjunto de los motivos reseñados en primer término habida cuenta de su estrecha vinculación,
resultante de que la defensa a través de Letrado está posibilitada, caso de que constitucionalmente se admita, en el
supuesto enjuiciado, la personación del demandante ausente por medio de Letrado y Procurador.
4 Según nuestra doctrina el derecho a la tutela efectiva sin indefensión, consagrado en el art. 24.1 CE ( RCL 1978,
2836) , comporta la exigencia de que en todo proceso judicial debe respetarse el derecho de defensa, alcanzando su
máxima intensidad en el ámbito penal por la trascendencia de los intereses en presencia y los principios
constitucionales que entran en juego en dicho ámbito ( SSTC 102/1998, de 18 de mayo [ RTC 1998, 102] , F.
2; 68/2002, de 21 de marzo [ RTC 2002, 68] , F. 3). También hemos dicho que entre las garantías que integran el
derecho a un proceso justo se incluyen el derecho a la defensa y a la asistencia letrada, que el art. 24.2 CE consagra
de manera singularizada ( SSTC 92/1996, de 27 de mayo [ RTC 1996, 92] , F. 3; 105/1996, de 11 de junio [ RTC
1996, 105] F. 2; 145/2002, de 15 de julio [ RTC 2002, 145] , F. 3; 222/2002, de 25 de noviembre [ RTC 2002,
222] , F. 2), como igualmente el art. 6.3 c) CEDH ( RCL 1999, 1190) , en el que se reconoce el derecho «a
defenderse por sí mismo o a ser asistido por un defensor». Asimismo hemos destacado la íntima conexión que existe
entre el derecho de defensa y el de asistencia letrada ( SSTC 47/1987, de 22 de abril [ RTC 1987, 47] , F. 2; 9/1997,
de 14 de enero [ RTC 1997, 9] , F. 3), derecho que tiene como finalidad, al igual que todas las demás garantías que
conforman el derecho en el que se integran, el de asegurar la efectiva realización de los principios de igualdad de
partes y de contradicción, y que imponen a los órganos judiciales el deber positivo de evitar desequilibrios entre la
respectiva posición procesal de las partes o limitaciones en la defensa que puedan inferir a alguna de ellas resultado
de indefensión, prohibido por el precitado art. 24.1 CE.
Es también reiterada doctrina, que se recuerda en nuestras SSTC 91/2000, de 30 de marzo ( RTC 2000, 91) , F. 2,
y 191/2001, de 1 de octubre ( RTC 2001, 191) , F. 2, que para poder apreciar la queja de indefensión es preciso que
la situación en la que el ciudadano se haya visto colocado no sea debida a una actitud voluntariamente aceptada por él
o imputable a su propio desinterés, pasividad, malicia o falta de la necesaria diligencia ( SSTC 68/1986, de 27 de
mayo [ RTC 1986, 68] ; 103/1993, de 22 de marzo [ RTC 1993, 103] ; 334/1993, de 15 de noviembre [ RTC
1993, 334] ).
5 Como se relata más extensamente en los antecedentes de esta Sentencia, el demandante de amparo es un penado de
nacionalidad italiana condenado a cinco años de prisión por un delito contra la salud pública, y a quien, después de
permanecer en prisión algo más de tres años y tres meses, se le había concedido el beneficio penitenciario de libertad
condicional, situación de la que disfrutó hasta que fue detenido y, más tarde, constituido en prisión provisional por
Auto del Juzgado de Instrucción núm. 7 de Sevilla, dictado en unas diligencias penales en las que se investigaba un
delito contra la salud pública. Incoado en el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria competente expediente de revocación
del beneficio de libertad condicional, dicho órgano judicial lo concluye pronunciando Auto revocatorio que no llegó a
ser notificado al penado, ya que éste, después de que fuera puesto en libertad por el Juzgado de Instrucción, se
sustrajo a la acción de la justicia, por lo que fue dictada orden para su búsqueda y captura.
Hallándose en ignorado paradero, el demandante, sin comparecer en persona o someterse con carácter previo al
Juzgado de Vigilancia Penitenciaria, pretendió, no obstante, promover ante éste la defensa de sus intereses en el
expediente de revocación del beneficio mediante una personación con Procurador y Abogado, personación que fue
denegada por los órganos judiciales. Se invoca en la resolución judicial que cierra el proceso –el Auto de 6 de
noviembre de 2000 de la Audiencia Provincial de Cádiz– la doctrina que recogen nuestras SSTC 87/1984, de 27 de
julio ( RTC 1984, 87) , F. 5, y 149/1986, de 26 de noviembre ( RTC 1986, 149) , F. 2, por las que se negó el
amparo constitucional a procesados rebeldes que, sin comparecer ante el órgano judicial, pretendieron sin éxito la
personación de su Procurador y su Abogado en la causa penal.
Entonces dijimos que el derecho a la tutela judicial efectiva no es un derecho absoluto susceptible de ser ejercitado en
todo caso y al margen del proceso legalmente establecido, sino que se ha de ejercer dentro de éste y con
cumplimiento de los requisitos que cada caso requiera, interpretados de manera razonable y no pudiendo ser tales
que, de hecho, supriman o cercenen de manera sustancial el derecho de defensa.
Dicho esto, igualmente debe tenerse en cuenta que la compatibilidad con el derecho de defensa de las limitaciones
impuestas legalmente depende de las circunstancias del proceso particular y de la clase del proceso mismo ( STEDH
caso Khalfaouiz , de 14 de diciembre de 1999, § 37 [ TEDH 1999, 68] ). A este respecto es pertinente recordar que
en la desestimación de aquellos recursos de amparo se tuvo presente, en primer lugar, que, tratándose de la fase
sumarial de proceso por delito, la propia presencia del procesado rebelde (situación en la que se hallaban quienes
había recurrido en amparo) «puede ser conveniente y aun necesaria para el esclarecimiento de los hechos» ( STC
87/1984, de 27 de julio [ RTC 1984, 87] , F. 5, y en igual sentido STC 149/1986, de 26 de noviembre [ RTC 1986,
149] , F. 2), y, en segundo lugar, que es propio de nuestro proceso ordinario por delitos graves la suspensión del
curso de la causa –en especial en lo pertinente al señalamiento y celebración del juicio oral–, una vez concluido el
sumario y ya declarado en rebeldía el procesado al no hallarse a disposición del órgano judicial (arts. 840 y
841 LECrim [ LEG 1882, 16] ). Ello excluye que el acusado sea condenado en ausencia «y le permite ejercitar su
derecho de defensa cuando se proceda a su reapertura por haberse presentado o sea habido». La Ley procesal, pues,
es la que prohíbe terminantemente la celebración de un juicio en ausencia en esa clase de procesos, opción legal que
satisface las exigencias constitucionales pues, como se dijo en nuestra STC 91/2000, de 30 de marzo ( RTC 2000,
91) , F. 14, «al menos en los procesos penales por delito muy grave, aquellos en los que está en juego una imputación
que afecta a su dignidad personal y que comporta una seria privación de su libertad, la presencia en el acto del juicio
oral no es sólo un derecho fundamental, sino también una de las reglas esenciales del desarrollo del proceso, sin cuya
concurrencia la idea de juicio justo es una simple quimera».
Ahora bien, en supuestos como el presente, el condicionamiento judicial del ejercicio del derecho de defensa a la
comparecencia voluntaria o involuntaria del reo no viene impuesta por la literalidad de la norma legal. Tampoco
puede afirmarse que se infiera de las reglas esenciales que disciplinan la tramitación del expediente de revocación de
libertad condicional, como una fase o incidencia que es del proceso penal de ejecución, en la que se dilucida el
mantenimiento de los beneficios penitenciarios de quien ya no está amparado por la presunción de inocencia y sufrió
la reprobación que implica la condena penal. En fin, la presencia del penado no se justificaría en particulares ventajas
para la resolución de las cuestiones que pudiera plantear el penado en los recursos judiciales contra la revocación de
su libertad condicional, recursos que, junto al conocimiento de las actuaciones, integrarían el núcleo de sus
posibilidades procesales. De ahí que la cuestión que ahora nos ocupa presente rasgos que la singularizan respecto de
las resueltas en las SSTC 87/1984, de 27 de julio ( RTC 1984, 87) , y 149/1986, de 26 de noviembre ( RTC 1986,
149) . Por ello la aplicación de la doctrina contenida en ellas a este caso no resulta satisfactoria.
6 Tendremos que avanzar, pues, para la adecuada resolución de la cuestión constitucional que se nos plantea. Los
derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, y entre ellos los invocados por el demandante, no son
absolutos, de ahí que sea descartable de principio toda interpretación que postule en materia penal
un derechoincondicional a la defensa mediante Abogado, ya que, como en alguna ocasión se ha argumentado, ello
incitaría a los implicados en hechos delictivos a negarse a su presentación ante la justicia o a organizar su huida
mientras que sus Letrados pleitean por ellos.
Los derechos a no padecer indefensión y a ser defendido por Abogado, por lo tanto, pueden ceder ante los límites que
la propia Constitución expresamente imponga o ante los que de manera mediata o indirecta se infieran de la misma al
resultar justificados por la necesidad de preservar otros derechos o bienes jurídicamente protegidos ( SSTC 11/1981,
de 8 de abril [ RTC 1981, 11] , F. 7; 2/1982, de 29 de enero [ RTC 1982, 2] , F. 5). Debe tenerse en cuenta, al
efecto, que, con carácter general, en el proceso penal rige el principio de sujeción del acusado al procedimiento (art.
118 CE [ RCL 1978, 2836] ), y asimismo que quien ha sido condenado penalmente tiene un cualificado deber de
comparecer al llamamiento del Juzgado o Tribunal, siendo en principio razonable una interpretación de las normas
procesales que desanime acerca de la realización de posibles ausencias injustificadas, y es oportuno que insistamos
aquí en el interés general que subyace en que los pronunciamientos penales sean ejecutados en sus propios términos.
Dicho lo cual, este interés debe modularse con relación al derecho de defensa, garantía esencial de un proceso justo,
no debiendo olvidarse que, si bien la revocación de la libertad condicional se enmarca en el ámbito de ejecución de
una pena, y, por tanto, no es una decisión sobre la restricción de la libertad en sentido estricto, sin embargo afecta al
valor libertad en cuanto que modaliza la forma en que la ejecución de la restricción de la libertad se llevará a cabo
( SSTC 25/2000, de 31 de enero [ RTC 2000, 25] , F. 3, y 8/2001, de 15 de enero [ RTC 2001, 8] , F. 2). En esta
fase de ejecución del proceso penal el Estado sigue ejerciendo el «ius puniendi», que implica una profunda injerencia
en la libertad del imputado y en el núcleo más sagrado de sus derechos fundamentales ( STC 68/2002, de 21 de
marzo [ RTC 2002, 68] , F. 3), por lo que, aunque el reo ya no esté amparado por la provisional presunción de
inocencia, el derecho a ejercer su defensa se mantiene todavía como uno de los elementos esenciales de un proceso
equitativo, sin que, dada la orden de ingreso en prisión, la incomparecencia del penado pueda entenderse
necesariamente como una renuncia voluntaria a su derecho de defensa, como se recordó en nuestra STC 91/2000, de
30 de marzo ( RTC 2000, 91) , F. 15, en la que, con invocación de las SSTDEH casosPoitrimol , de 23 de
noviembre de 1993, § 38 ( TEDH 1993, 53) ; Lala , 22 de septiembre de 1994, § 27 ( TEDH 1994,
33) ; Guerin , de 29 de julio de 1998, §§ 44 y 45 ( TEDH 1998, 87) ; y Omar , de 29 de julio de 1998, §§ 40 a 44
( TEDH 1998, 88) , advertíamos que «cualquier otra sanción que pretenda anudarse a la incomparecencia ha de ser
proporcionada a la conducta que se sanciona y por consiguiente, no puede alterar las garantías básicas del proceso
justo».
En el presente caso los órganos judiciales impusieron al demandante, como condición previa para el ejercicio de su
derecho de defensa, su personal comparencia y sujeción ante el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria. Así pues, hemos
de preguntarnos si la exclusión condicionada del derecho de defensa del demandante es respuesta proporcionada a su
incomparecencia –teniendo en cuenta, por lo demás, que la propia personación del demandante conllevaba su
inmediato ingreso en prisión–, pues las limitaciones que se establezcan no pueden obstruir el derecho fundamental
más allá de lo razonable. Y es que todo acto o resolución que limite derechos fundamentales ha de asegurar que las
medidas limitadoras sean necesarias para conseguir el fin perseguido, ha de atender a la proporcionalidad entre el
sacrificio del derecho y la situación en que se halla aquel a quien se le impone y, en todo caso, ha de respetar su
contenido esencial (por todas, STC 14/2003, de 28 de enero [ RTC 2003, 14] , F. 9). En definitiva, tendremos que
determinar si la medida restrictiva de derechos fundamentales supera las exigencias del juicio de proporcionalidad,
debiendo comprobarse si contribuye a conseguir el objetivo propuesto (juicio de idoneidad); si además es necesaria,
en el sentido de que no exista otra medida más moderada para la consecución del tal propósito (juicio de necesidad);
y, finalmente, si la misma es ponderada o equilibrada, por derivarse de ella más ventajas o beneficios para el interés
general que perjuicios sobre otros bienes o valores en conflicto, lo que constituye el juicio de proporcionalidad en
sentido estricto [ SSTC 270/1996, de 16 de diciembre ( RTC 1996, 270) , F. 4 e); 37/1998, de 17 de febrero ( RTC
1998, 37) , F. 8; 186/2000, de 10 de julio ( RTC 2000, 186) , F. 6].
7 Sentadas las anteriores premisas, hemos de concluir que las resoluciones impugnadas no superan en este caso las
exigencias del principio de proporcionalidad.
En efecto, el juicio constitucional de proporcionalidad ha de partir de la correcta identificación de los valores o bienes
jurídicos concurrentes. En el presente caso tales valores o bienes jurídicos son, de un lado, el derecho de defensa (art.
24.2 CE [ RCL 1978, 2836] ) que invoca el demandante en su personal interés y, de otro lado, el innegable interés
general de que un condenado penalmente quede a disposición de los órganos judiciales a fin del adecuado
cumplimiento de su condena. Respecto de este último extremo hemos de señalar que, como este Tribunal ha tenido
ocasión de declarar, la persecución y castigo del delito constituye un bien digno de protección constitucional, a través
del cual se defienden bienes como la paz social y la seguridad ciudadana, reconocidos en los arts. 10.1 y 104.1 CE
[ SSTC 166/1999, de 27 de septiembre ( RTC 1999, 166) , F. 2; 127/2000, de 16 de mayo ( RTC 2000, 127) , F. 3
a); 292/2000, de 30 de noviembre ( RTC 2000, 292) , F. 9].
Pasando al examen de las resoluciones impugnadas que rechazaron la personación en nombre del penado, se advierte
que la providencia de 29 de junio de 2000 del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria no contempla en su integridad los
bienes jurídicos concurrentes, pues se detiene en la consideración de que la pretensión de personación del
demandante constituye un inadmisible fraude procesal y abuso del derecho. La providencia del mismo Juzgado de 7
de julio de 2000 se limita a remitirse a lo acordado por la anterior de 29 de junio. Por su parte, el Auto de 6 de
noviembre de 2000 de la Audiencia Provincial de Cádiz señala que en el caso que nos ocupa «la puesta del reo a
disposición del Tribunal está justificada no por la buena marcha del procedimiento... sino para el cumplimiento de su
finalidad primordial», puesto que «ha dejado de ser un medio para asegurar que se logre el buen fin del juicio, para
pasar a constituir un fin en sí misma, la realización de lo resuelto en él»; e indica, al efecto, que «el poder coactivo
del Estado se ha manifestado en forma de sentencia y no hay más que llevar a cabo lo mandado por ella». Con tales
consideraciones tampoco se satisfacen las exigencias constitucionales del principio de proporcionalidad, pues se
concibe la presencia del reo como un mero deber dirigido a la ejecución de la Sentencia en sus propios términos,
obviando con ello toda consideración acerca del invocado derecho de defensa, garantizado a través de la
contradicción en el expediente de revocación de la libertad condicional.
Es precisamente por las razones que acaban de exponerse por lo que debemos llevar a cabo el expresado juicio de
proporcionalidad. Ciertamente la medida cuestionada puede contribuir a la consecución de fines o bienes
constitucionalmente protegidos, a «objetivos legítimos» ( STEDH Khalfaoui , de 14 de diciembre, § 36 [ TEDH
1999, 68] ) conectados con el interés general y a los que antes se hizo mención; mas ello no es suficiente a los fines
del juicio de proporcionalidad, según se razona a continuación.
Así, no queda justificada la estricta necesidad de la medida (juicio de necesidad) en su relación con el derecho de
defensa. En primer lugar porque, atendiendo al aspecto puramente procesal en relación con la determinación de si
procede o no confirmar la revocación de la libertad condicional, es lo cierto que la personal presencia del reo no
aporta particulares ventajas para su resolución (con lo que la condición impuesta tendría sólo como objetivo la
inmediata ejecución de aquella decisión). En segundo lugar porque las exigencias legítimas de presencia del reo ante
el órgano judicial pueden ser aseguradas o estimuladas por otros medios distintos al de la pérdida del derecho de
defensa ( SSTEDH caso Khalfaoui , de 14 de diciembre de 1999, § 44 [ TEDH 1999, 68] ; caso Van Geysehgem ,
de 21 de enero de 1999, § 34 [ TEDH 1999, 2] ; caso Krombach , de 13 de febrero de 2001, § 89 [ TEDH 2001,
88] ), entre los cuales se significa por su eficacia que el evadido sea objeto de orden judicial de busca y captura,
concurriendo además la perspectiva de que su ausencia le comporte la pérdida de beneficios penitenciarios o, en su
caso, que incurra en nueva responsabilidad criminal por quebrantamiento de condena (art. 468 CP [ RCL 1995, 3170
y RCL 1996, 777] ).
Por otra parte conviene señalar que, a efectos de neutralizar una posible interferencia fraudulenta de la representación
del penado en los objetivos de averiguación del paradero de éste y su puesta a disposición judicial, propios del
proceso penal de ejecución, cabe imaginar otras decisiones que, modulando las posibilidades de defensa, sin embargo
no las hubieran excluido en su totalidad; como aquélla que permitiera la personación y la presentación de escritos, y
al mismo tiempo privara a la representación del penado del conocimiento del contenido de la ejecutoria en todo lo
que se estimara necesario para evitar conductas procesales espurias.
Por las razones expuestas, y a la vista de las circunstancias descritas –las particulares del presente caso y del proceso
judicial, conviene insistir–, no cabe entender que exista una estricta necesidad derivada del interés general, atinente a
la presencia del penado, que justifique la decisión judicial de excluir absolutamente el ejercicio
del derecho de defensa de éste durante la tramitación del expediente de revocación de libertad condicional.
En consecuencia la medida limitadora dispuesta judicialmente, y que se cuestiona en el presente recurso, es excesiva
respecto de lo que constituye el fin legítimo de asegurar la presencia del reo, y por ello debe ser estimada como una
reacción desproporcionada ante la impropia conducta procesal del demandante de amparo.
8 Los anteriores razonamientos nos conducen a considerar que las providencias de 29 de junio de 2000 y de 7 de julio
de 2000 del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria núm. 4 de Andalucía, y el Auto de 6 de noviembre de 2000 de la
Audiencia Provincial de Cádiz, que denegaron al Procurador y al Abogado del demandante la personación en el
expediente de revocación de libertad condicional, han lesionado el derecho del demandante a la tutela judicial
efectiva (art. 24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ), en su vertiente de derecho a no padecer indefensión, así como sus
derechos de defensa y a la asistencia de letrado (art. 24.2 CE), al haberle impedido defenderse en el proceso judicial y
ser asistido por el Abogado de su confianza. Por ello procede el otorgamiento del amparo de tales derechos
fundamentales, que no se extiende al Auto de 5 de junio de 2000, según los razonamientos expuestos en el
fundamento jurídico 3 de esta Sentencia.
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE CONFIERE LA
CONSTITUCION DE LA NACION ESPAÑOLA,
Ha decidido
Otorgar el amparo solicitado por don Aurelio L. B., y en su virtud:
1 Declarar que el recurrente en amparo ha visto vulnerado su derecho a la tutela judicial efectiva sin indefensión (art.
24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ) y sus derechos de defensa y de ser asistido de letrado (art. 24.2 CE).
2 Restablecerlo en sus derechos y, a tal fin, anular las providencias de 29 de junio de 2000 y de 7 de julio de 2000 del
Juzgado de Vigilancia Penitenciaria núm. 4 de Andalucía y el Auto de 6 de noviembre de 2000 de la Sección Primera
de la Audiencia Provincial de Cádiz, retrotrayendo las actuaciones al momento anterior a la providencia de 29 de
junio de 2000 del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria núm. 4 de Andalucía, a fin de que se dicte una nueva resolución
conforme con el contenido de los derechos fundamentales ahora vulnerados.
Publíquese esta Sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid, a diez de noviembre de dos mil tres.–Pablo Cachón Villar.–Vicente Conde Martín de Hijas.–
Guillermo Jiménez Sánchez.–Elisa Pérez Vera.–Eugeni Gay Montalvo.–Firmado y rubricado.

PREGUNTA QUE HA DE RESPONDER EL ALUMNO

¿EL DERECHO DE DEFENSA DEL ABOGADO SE HA DE EJERCER EN COMPATIBILIDAD CON


QUÉ?

SILABO
CASOS EN QUE LA ASISTENCIA DE ABOGADO ES PRECEPTIVA

RECURSO DE AMPARO NÚM. 450/2001


PONENTE: DON PABLO MANUEL CACHÓN VILLAR
Recurso de amparo contra Sentencia, de 07-11-2000, de la Audiencia Provincial de Madrid (Sección Decimoquinta),
desestimatoria del recurso de apelación interpuesto contra Sentencia, de 26-01-2000, del Juzgado de Instrucción núm.
4 de Torrejón de Ardoz, condenatoria del recurrente en amparo como autor de una falta de injurias y otra de malos
tratos. Vulneración del derecho fundamental a la defensa y a la asistencia de letrado: existencia: otorgamiento de
amparo.
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Pablo Cachón Villar, Presidente, don Vicente Conde
Martín de Hijas, don Guillermo Jiménez Sánchez, doña Elisa Pérez Vera y don Eugeni Gay Montalvo, Magistrados,
ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 450-2001, promovido por don Juan M. B., representado por la Procuradora
de los Tribunales doña Sofía S. B. y asistido por el Abogado don José Antonio O. A., contra la Sentencia de la
Sección Decimoquinta de la Audiencia Provincial de Madrid de 7 de noviembre de 2000 ( JUR 2001, 47650) , que
desestima el recurso de apelación interpuesto contra la Sentencia del Juzgado de Instrucción núm. 4 de Torrejón de
Ardoz de fecha 26 de enero de 2000, la cual había condenado, entre otros, al recurrente como autor de una falta de
injurias y otra de malos tratos. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado D. Pablo Cachón
Villar, quien expresa el parecer de la Sala.
ANTECEDENTES DE HECHO
1 Mediante escrito que tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal el día 26 de enero de 2001 el recurrente
solicitó se le designaran Abogado y Procurador de oficio para interponer recurso de amparo contra las resoluciones
que se indican en el encabezamiento. Una vez efectuada la designación, la Procuradora de los Tribunales doña Sofía
S. B., en nombre y representación de don Juan M. B., que actúa asistido por el Abogado don José Antonio O. A.,
formuló demanda de amparo contra las expresadas Sentencias.
2 Los hechos de que trae causa la pretensión de amparo son sustancialmente los que a continuación se exponen.
«a) El día 8 de julio de 1999 se produjeron determinados incidentes en Torrejón de Ardoz (Madrid) entre el
recurrente, su esposa, de la que estaba separado judicialmente, y la persona que acompañaba a ésta. Con motivo de
tales hechos el recurrente interpuso denuncia ese mismo día ante la comisaría de la policía de dicha localidad por
agresión. La denuncia dio lugar a la incoación de procedimiento de faltas por Auto del Juzgado de Instrucción núm. 4
de Torrejón de 13 de julio de 1999, que se tramitó con el núm. 366/1999. Igualmente el día 9 de julio de 1999 la
esposa del recurrente presentó denuncia en la misma comisaría por injurias y amenazas cometidas por el recurrente
contra ella y su acompañante. Esta denuncia dio lugar a la incoación de diligencias previas por Auto del Juzgado de
Instrucción núm. 4 de Torrejón de 10 de julio de 1999, que se tramitaron con el número 1008/1999. En el marco de
estas últimas diligencias se acordó tomar declaración al recurrente quien, asistido por Abogado del turno de oficio,
puso de manifiesto la existencia de una denuncia presentada por él, por esos mismos hechos. Acreditada la identidad
de hechos denunciados en ambos procedimientos se procedió por providencia de 16 de julio de 1999 a acumular el
procedimiento de faltas a las diligencias previas y, posteriormente, por Auto de 28 de septiembre de 1999, a acordar
que dichas diligencias se tramitaran por el procedimiento del juicio de faltas, que se registró con el núm. 558/1999.
b) El recurrente fue debidamente citado a juicio mediante comparecencia en el Juzgado de Instrucción, en el que se
le hizo entrega de cédula en la que expresamente se menciona que lo era en calidad de denunciante-denunciado y que
podría acudir asistido de Letrado, si bien éste no era preceptivo. No consta que en dicho momento hiciera solicitud
alguna sobre designación de asistencia letrada de oficio.
c) La celebración del juicio de faltas tuvo lugar el 26 de enero de 2000, compareciendo la esposa del recurrente y su
acompañante asistidos por Abogado y el recurrente sin dicha asistencia. En dicho acto el Ministerio Fiscal solicitó,
por un lado, la condena del acompañante de la esposa del recurrente como autor de una falta de lesiones a la pena de
multa de un mes y a que indemnizara al recurrente en la cantidad de 10.000 pesetas por los días de sanidad, y, por
otro, la condena del recurrente como autor de una falta de insultos a la pena de multa de 15 días y otra falta de malos
tratos en la persona del acompañante de su esposa a la pena de multa de 30 días. El Letrado de la esposa del
recurrente y su acompañante se adhirió a la solicitud del Ministerio Fiscal en cuanto a la condena del recurrente y
solicitó la libre absolución de sus representados. El recurrente solicitó ser absuelto y la condena del acompañante de
su esposa. En el acta del juicio oral no figura ninguna mención relativa a que el recurrente hubiera solicitado
designación de asistencia letrada de oficio, si bien en fase de informe se recoge que, no solamente solicitó su
absolución y la condena de contrario, sino también que «se le considere indefenso según el art. 7.3 LOPJ ( RCL
1985, 1578, 2635) ».
d) El Juzgado de Instrucción núm. 4 de Torrejón de Ardoz dictó Sentencia el 26 de enero de 2000. El relato de
hechos probados es el siguiente: «Hacia las 21.30 horas del día 8 de julio de 1999 doña Concepción S. G., que iba
acompañada por don Alberto G. P., se encontró en la calle Pozo de las Nieves de Torrejón de Ardoz a don Juan M. B.,
de quien está separada judicialmente por Sentencia dictada por el Juzgado núm. 1 de esta localidad de fecha 13 de
noviembre de 1998, manteniendo ambos una tensa relación, originándose una discusión verbal acerca del
cumplimiento del convenio regulador de la separación relativa al hijo menor en la que el señor M. llamó puta a la
señora S., que degeneró en agresión física, produciéndose un forcejeo en el que don Juan M. sufrió una escoración en
el antebrazo derecho, una erosión en el antebrazo izquierdo y un hematoma en la región frontal derecha, de la que fue
asistido en el Servicio Especial de Urgencia de la calle Madrid, lesiones que tardaron en curar dos días, y don Alberto
G. una contusión en la región cervical y en la pierna derecha, sin que precisara asistencia médica».
En virtud de dichos hechos se dictó el siguiente fallo: «Condeno a don Alberto G. P., como autor de una falta de
lesiones, a la pena de multa de un mes, a razón de una cuota diaria de 300 ptas., lo que suma un total de nueve mil
pesetas (9.000 ptas.), así como al pago de la mitad de las costas procesales. En caso de insolvencia responderá, según
lo establecido en el art. 53 del CP ( RCL 1995, 3170 y RCL 1996, 777) , con un día de privación de libertad por
cada dos cuotas diarias no satisfechas. Además indemnizará a don Juan M. B. en la cantidad de seis mil pesetas
(6.000 ptas.) por los dos días que tardó en curar. Condeno a don Juan M. B., como autor de una falta de injurias, a la
pena de multa de quince días, con una cuota diaria de 300 ptas., lo que suma un total de cuatro mil quinientas pesetas
(4.500 ptas.), y, como autor de una falta de malos tratos, a la pena de multa de quince días, con una cuota diaria de
300 ptas., lo que suma un total de cuatro mil quinientas pesetas (4.500 ptas.), así como al pago de la mitad de las
costas procesales. En caso de insolvencia responderá, conforme al art. 53 del CP, con un día de privación de libertad
por cada dos cuotas diarias no satisfechas».
e) El acompañante de la recurrente, por escrito suscrito por él mismo, recurrió en apelación alegando error en la
apreciación de las pruebas y en la aplicación de las normas jurídicas, solicitando su absolución.
Al recurrente se le notificó en el mismo día –23 de junio de 2000– tanto la Sentencia de instancia como el recurso de
apelación de la contraparte, concediéndosele un plazo de cinco días para interponer recurso de apelación y de diez
días para impugnar o adherirse al recurso planteado por la otra parte.
El recurrente interpuso recurso de apelación en forma manuscrita y con su exclusiva firma, presentado en fecha 29 de
junio de 2000. Alega, en primer lugar, que, aunque en las diligencias previas había sido asistido de Abogado del turno
de oficio, en la vista oral no pudo tener asistencia letrada de oficio por considerar el Juzgado que al ser un juicio de
faltas no era obligatoria la presencia de Abogado; y refiere que, ante su insistencia de ser asistido por Abogado de
oficio, «en virtud del art. 7.3 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, el Tribunal quedó sólo en incluirla en el acta».
Señala a continuación que «no entiende cómo, existiendo una denuncia personal de don Alberto G. P. ante ese
Juzgado, sea incluido en la vista oral como implicado en un juicio de faltas por injurias y malos tratos contra doña Mª
Concepción S. y no como testigo de las supuestas faltas». Dice seguidamente que a su entender ha habido «errores en
la aplicación de las normas jurídicas» por lo que «solicitaría una nueva vista con separación de los procedimientos», y
suplica se tenga por interpuesto el recurso de apelación «atendiendo a la petición del interesado». Por otrosí segundo
dice lo siguiente: «Que no disponiendo de bienes suficientes y metálico solicita le sea designado Abogado del turno
de oficio para la defensa de dicha apelación, siempre que se considere oportuna tal asignación».
El Juzgado de Instrucción núm. 4 de Torrejón de Ardoz acordó por providencia de 26 de julio de 2000, sin dar
respuesta alguna a la solicitud de designación de Abogado de oficio, lo siguiente: «Por presentado el anterior escrito
por Juan M. B., únase a los autos; se tiene por interpuesto en tiempo y forma recurso de apelación contra la sentencia
dictada, el cual se admite a trámite. Dese traslado del mismo a las demás partes personadas por el plazo común de
diez días, a fin de que si lo estiman conveniente presenten escrito de impugnación o adhesión y, una vez transcurrido
dicho plazo, elévense los presentes autos a la Audiencia Provincial, con todos los escritos presentados».
Ninguna de las partes procesales presentó escrito de impugnación o adhesión al recurso de apelación del contrario.
f) La Sección Decimoquinta de la Audiencia Provincial de Madrid, sin que aparezca en las actuaciones que tampoco
hubiera dado respuesta alguna a la solicitud de designación de Abogado de oficio para la defensa de la apelación,
dictó Sentencia en fecha 7 de noviembre de 2000. En ella se dice expresamente que «se aceptan los [hechos
probados] de la Sentencia apelada», confirmándose la Sentencia de instancia con desestimación de ambos recursos de
apelación. El fundamento jurídico único de dicha Sentencia de apelación es del tenor literal siguiente: «El examen del
acta del juicio y de los antecedentes relativos a la citación del segundo de los apelantes [señor M. B.] para que
acudiera al mismo obliga a desestimar su recurso. En efecto, consta que se le hizo saber que podía comparecer
asistido de letrado y que no lo hizo. Por lo que se refiere a la valoración de la prueba, es claro que hubo una
confrontación en la que ambos implicados llegaron a las manos, cierto que con desigual resultado, que se refleja en la
Sentencia, al condenar en un caso por falta de lesiones y en el otro por malos tratos, a tenor de la información médica,
que resulta correctamente apreciada. De otro lado, también debe considerarse acreditado que Juan M. dirigió a su
esposa la expresión ofensiva que se le atribuye, y ello en función de dos datos probatorios: que ella lo afirma y que
aquél reconoce haber increpado al que la acompañaba, para que dejara de hacerlo, elementos de juicio que perfilan un
contexto que, a tenor de los resultados, confiere plena verosimilitud a la afirmación inculpatoria recogida en la
Sentencia. En consecuencia, y por lo razonado, debe confirmarse la Sentencia».
3 El recurrente alega en la demanda de amparo, en primer lugar, la vulneración del derecho a la tutela judicial
efectiva sin indefensión, «contenido en el artículo 24.2, en relación con el 14, de la CE ( RCL 1978, 2836) ». Se
dice al efecto en la demanda que «el hoy recurrente, tanto en el juicio de faltas como en el citado recurso de su
apelación, no pudo defenderse técnicamente, por lo que no supo defender sus derechos, sobre todo el de la nulidad
del mismo y el privársele de Letrado que le asistiera, estando en condiciones de igualdad con la otra parte en el juicio,
que sí asistió con el asesoramiento de Letrado ya citado que la asistió, encontrándose nuestro representado en
inferioridad jurídica en su dicha defensa». Y se añade asimismo que, «al tener ya reconocido ese Tribunal la
necesidad de proveer de abogado de oficio en un juicio de faltas, su no nombramiento, como en el supuesto presente,
además de violar el citado derecho constitucional del artículo 24.2, el ya citado artículo 14, al no ser tratado con la
igualdad legalmente reconocida en el citado precepto 14».
Fundamenta el recurrente su segundo y último motivo de amparo, también relativo a la vulneración del art. 24.2 CE,
en el hecho de que en la Sentencia «fue rechazada su petición de nulidad del juicio sin motivación alguna, con lo que
se le privó de dicho derecho constitucional a que su desestimación sea debidamente motivada, conforme, entre otras,
tiene establecido ese Tribunal en su Sentencia núm. 89 de 1 de julio de 1986 ( RTC 1986, 89) ».
Suplica el recurrente en amparo de este Tribunal que «dicte Sentencia en la que, estimando el presente recurso de
amparo, así se le reconozca al recurrente y se le otorgue y, en su consecuencia, declare nulo el juicio de faltas citado,
retrotraiga las actuaciones a dicho momento y previamente a la celebración del subsiguiente se le nombre Abogado de
Turno para que le asista en él, conforme a Ley».
4 Por diligencia de ordenación de 7 de junio de 2001 se acordó que, antes de resolver sobre la admisibilidad del
recurso, se dirigiese atenta comunicación a la Sección Decimoquinta de la Audiencia Provincial de Madrid y al
Juzgado de Instrucción núm. 4 de Torrejón de Ardoz a fin de que remitiesen a la Sala Segunda de este Tribunal
certificación o fotocopia adverada de las actuaciones correspondientes al rollo núm. 384-2000 y al juicio de faltas
núm. 558/1999. Los testimonios de dichas actuaciones se recibieron, respectivamente, el 25 de junio y el 3 de julio de
2001.
5 La Sala Segunda de este Tribunal acordó por providencia de 9 de octubre de 2001 la admisión a trámite de la
demanda de amparo y, a tenor de lo previsto en el art. 51 LOTC ( RCL 1979, 2383) , dirigir atenta comunicación a
los órganos judiciales competentes para su constancia y emplazamiento a quienes hubieran sido parte en este
procedimiento a fin de comparecer en el recurso de amparo si les interesara.
Por providencia de la misma fecha se acordó formar la correspondiente pieza separada de suspensión y, de
conformidad con lo previsto en el art. 56 LOTC, conceder un plazo común de tres días al Ministerio Fiscal y al
solicitante de amparo para que alegaran lo que estimasen pertinente sobre la suspensión. Transcurrido el término
conferido, mediante Auto de 26 de noviembre de 2001 se acordó denegar la suspensión.
Por diligencia de ordenación de 19 de diciembre de 2001 se acordó dar vista de las actuaciones y un plazo común de
veinte días para alegaciones.
6 El recurrente presentó alegaciones mediante escrito registrado el 17 de enero de 2002, en el que reitera la existencia
de las vulneraciones aducidas en el escrito de interposición de la demanda.
El Ministerio Fiscal, mediante escrito registrado el 22 de febrero de 2002, interesó que se otorgara el amparo.
Considera, en primer lugar, que no se ha producido la vulneración aducida por la falta de designación de Abogado en
la instancia, ya que fue debida a la falta de diligencia del recurrente, que sólo alegó la indefensión en el momento de
las conclusiones. En segundo lugar, argumenta que la falta de designación de Abogado en la apelación –pese a la
solicitud expresa formulada por el recurrente– sí implica la vulneración del derecho fundamental a la asistencia
letrada. Dice, al efecto, que el escrito de apelación presentado carece de la calidad y precisión propia de los escritos
redactados por Abogados y, entre otras circunstancias, no alega vulneración de derechos fundamentales en la vista, no
es congruente con la petición de absolución propia y de condena de contrario que formuló en la vista y,
especialmente, nada dice en relación con el recurso de apelación presentado por el Abogado contrario y del que sería
lógico que se defendiera, defensa para la que solicitó el nombramiento de Abogado de oficio. En tercer lugar, señala
que «la alegación de lesión del art. 14 CE ( RCL 1978, 2836) no se encuentra desarrollada en la demanda de
amparo» y que «no se cita norma jurídica de la que se desprenda la existencia de una desigualdad ante la Ley, ni se
citan sentencias de contraste que avalen una desigualdad en la aplicación de la ley, por lo que debe estimarse como
una alegación retórica para afianzar su alegación principal». En virtud de todo lo expuesto interesa se declare la
nulidad de la Sentencia dictada en apelación con retroacción de las actuaciones al momento en que se solicitó el
nombramiento de Abogado de oficio en esa segunda instancia.
7 Por providencia de fecha 6 de noviembre de 2003, se señaló para deliberación y fallo de la Sentencia el día 10 del
mismo mes y año.

FUNDAMENTOS JURIDICOS
1 El presente recurso de amparo se dirige contra la Sentencia del Juzgado de Instrucción núm. 4 de Torrejón de
Ardoz, dictada el 26 de enero de 2000 en el juicio de faltas núm. 558/1999, y contra la Sentencia de la Sección
Decimoquinta de la Audiencia Provincial de Madrid, dictada el 7 de noviembre de 2000 ( JUR 2001, 47650) en el
rollo de apelación núm. 384-2000.
La primera de estas Sentencias condenó al ahora recurrente en amparo, como autor de una falta de injurias, a la pena
de multa de quince días con una cuota diaria de trescientas pesetas, y, como autor de una falta de malos tratos, a la
pena de multa de quince días con una cuota diaria de trescientas pesetas, así como al pago de la mitad de las costas
procesales. Asimismo dicha Sentencia condenó a un tercero, como autor de una falta de lesiones, a la pena de multa
de un mes, a razón de una cuota diaria de trescientas pesetas, así como al pago de la mitad de las costas procesales,
debiendo indemnizar al ahora recurrente en amparo (sujeto pasivo de las lesiones) en la cantidad de seis mil pesetas.
La segunda de las Sentencias desestimó el recurso de apelación interpuesto por quien ahora recurre en amparo (así
como también desestimó el recurso de apelación interpuesto por el otro condenado en la instancia), confirmando en
su integridad la expresada Sentencia del ya mencionado Juzgado de Instrucción.
2 En la demanda de amparo se alega, en primer lugar, que las mencionadas resoluciones vulneran el derecho a la
tutela judicial efectiva ya que, según afirma el recurrente, ni para el acto del juicio de faltas ni para el recurso de
apelación se procedió al nombramiento de Abogado de oficio por él solicitado, por lo que no pudo contar con apoyo
técnico en la defensa de sus derechos, ni se mantuvieron las condiciones de igualdad con la otra parte procesal, que sí
contó con asesoramiento de letrado. En tal sentido invoca el recurrente la infracción del art. 24.2 CE ( RCL 1978,
2836) en relación con el art. 14 CE.
En segundo lugar también se alega vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva en su dimensión de necesidad
de motivación de las resoluciones judiciales (art. 24.2 CE), basada en que la Sentencia de apelación rechazó su
petición de nulidad de actuaciones sin motivación alguna.
En definitiva, dado que la invocación del art. 14 CE no se sustenta sobre una argumentación autónoma sino solamente
sobre la referencia al art. 24.2 CE, en relación con el derecho a la asistencia letrada, el
único derecho fundamental que se invoca como realmente vulnerado es el derecho a la tutela judicial efectiva, bien
que con referencia a tres diferentes presupuestos fácticos: a) el primero, la omisión de la designación de Letrado de
oficio para el acto del juicio de faltas; b) el segundo, esa misma omisión respecto del recurso de apelación; y c) el
tercero, la inexistencia de motivación alguna que fundamente el rechazo en apelación de la solicitud de la nulidad del
juicio de faltas. Los dos primeros se refieren a la relevancia constitucional de la asistencia letrada de oficio en los
procedimientos en que la actuación del Letrado no es preceptiva y el último a la necesidad de motivación de las
resoluciones judiciales.
3 El Ministerio Fiscal rechaza la existencia de la primera vulneración en lo que se refiere a la falta de designación de
Abogado de oficio para el acto del juicio de faltas. Y ello porque tal omisión es imputable en realidad al propio
recurrente, ya que éste sólo puso de manifiesto al final de acto del juicio, en la fase de formulación de las
conclusiones, la indefensión que le producía el actuar sin asistencia letrada. Sin embargo considera que existe
vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva por la falta de designación de abogado de oficio en la apelación,
ya que en ese caso sí hubo una solicitud expresa en ese sentido en el escrito de recurso, constando además que dicho
escrito carece de la calidad propia de los que redactan los Abogados, pues ni contiene alegación alguna sobre
supuesta vulneración de derechos fundamentales en la vista, ni es congruente con la petición de absolución propia y
de condena de contrario que formuló en la vista, amén del hecho de que no da respuesta al recurso de apelación de
contrario.
4 Este Tribunal se ha pronunciado ya en varias ocasiones sobre la eventual relevancia constitucional de la ausencia de
asistencia letrada de oficio cuando ésta ha sido solicitada por una de las partes en los procedimientos en los que la
actuación de Letrado no es preceptiva, así como sobre en qué medida se vería afectado el derecho a la tutela judicial
efectiva (art. 24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ) y el derecho a la defensa y a la asistencia de Letrado (art. 24.2 CE).
A ese respecto ha de recordarse, por una parte, que este Tribunal ha reconocido la especial proyección que tiene la
exigencia de asistencia letrada en el proceso penal por la complejidad técnica de las cuestiones jurídicas que en él se
debaten y por la relevancia de los bienes jurídicos que pueden verse afectados [ SSTC 18/1995, de 24 de enero
( RTC 1995, 18) , F. 2 b); 233/1998, de 1 de diciembre ( RTC 1993, 233) , F. 3; 162/1999, de 27 de septiembre
( RTC 1999, 162) , F. 3]; y, por otra, que la exigencia de asistencia letrada no tiene un alcance único ni un contenido
unívoco en todos los supuestos en que está reconocida constitucionalmente, sino que está vinculada a la diferente
función que como garantía constitucional ha de cumplir en cada uno de dichos supuestos.
Así, el derecho del detenido a la asistencia letrada en las diligencias policiales y judiciales, reconocido en el art. 17.3
CE, adquiere relevancia constitucional como una de las garantías del derecho a la libertad protegido en el apartado
primero del propio artículo. En este sentido su función consiste en asegurar que los derechos constitucionales de
quien está en situación de detención sean respetados, que no sufra coacción o trato incompatible con su dignidad y
libertad de declaración y que tendrá el debido asesoramiento técnico sobre la conducta a observar en los
interrogatorios, incluida la de guardar silencio, así como sobre su derecho a comprobar, una vez realizados y
concluidos con la presencia activa del Letrado, la fidelidad de lo transcrito en el acta de declaración que se le presenta
a la firma (por todas, SSTC 196/1987, de 11 de diciembre [ RTC 1987, 196] , F. 5; 252/1994, de 19 de septiembre
[ RTC 1994, 252] , F. 4; 229/1999, de 13 de diciembre [ RTC 1999, 229] , F. 2).
Por el contrario, el derecho a la defensa y a la asistencia de Letrado reconocido en el art. 24.2 CE adquiere
relevancia constitucional en una doble dimensión, diferente a la expresada, según que, de acuerdo con su
configuración legal, dicha asistencia técnica sea preceptiva o potestativa. Todo ello en los términos que se expresan a
continuación.
5 En el supuesto en que la intervención de Letrado sea preceptiva esta garantía constitucional se convierte en una
exigencia estructural del proceso tendente a asegurar su correcto desenvolvimiento ( STC 42/1982, de 5 de julio
[ RTC 1982, 42] , F. 2), cuyo sentido es satisfacer el fin común a toda asistencia letrada, como es el lograr el
adecuado desarrollo del proceso como mecanismo instrumental introducido por el legislador con miras a una
dialéctica procesal efectiva que facilite al órgano judicial la búsqueda de una Sentencia ajustada a Derecho ( SSTC
47/1987, de 22 de abril [ RTC 1987, 47] , F. 3, y 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC 1998, 233] , F. 3, entre otras).
La conexión existente entre el derecho a la asistencia letrada y la institución misma del proceso determina que la
pasividad del titular del derecho deba ser suplida por el órgano judicial para cuya propia actuación, y no sólo para el
mejor servicio de los derechos e intereses del defendido, es necesaria la asistencia del Letrado ( SSTC 229/1999, de
13 de diciembre [ RTC 1999, 229] , F. 2; 101/2002, de 6 de mayo [ RTC 2002, 101] , F. 4; 145/2002, de 15 de
julio [ RTC 2002, 145] , F. 3).
En los supuestos en que la intervención de Letrado no sea legalmente preceptiva la garantía de la asistencia letrada no
decae como derecho fundamental de la parte procesal. A este respecto ha de tenerse en cuenta que el hecho de poder
comparecer personalmente ante el Juez o Tribunal no obliga a las partes a actuar personalmente, sino que les faculta
para elegir entre la autodefensa o la defensa técnica, dejándose a su libre disposición la opción por una u otra
(así, SSTC 215/2002, de 25 de noviembre [ RTC 2002, 215] , F. 4, y 222/2002, de 25 de noviembre [ RTC 2002,
222] , F. 2). Todo ello conlleva, en principio, el derecho del litigante carente de recursos económicos para sufragar un
Letrado de su elección a que se le provea de Abogado de oficio, si así lo considera conveniente a la mejor defensa de
sus derechos, siendo procedente el nombramiento de Abogado de oficio cuando se solicite y resulte necesario ( STC
152/2000, de 12 de junio [ RTC 2000, 152] , F. 3; y las ya citadas SSTC 215/2002, de 25 de noviembre [ RTC
2002, 215] , F. 4, y 222/2002, de 25 de noviembre [ RTC 2002, 222] , F. 2).
De ese modo el derecho constitucional a la asistencia letrada –en los casos en que la intervención de Abogado no sea
legalmente preceptiva, especialmente si afecta a procedimientos penales– exige que, cuando se opte por la defensa
técnica de un Abogado de oficio por carencia de medios económicos y se ponga de manifiesto esa circunstancia con
las debidas formalidades legales ante el órgano judicial, éste se pronuncie expresamente sobre su pertinencia,
ponderando si los intereses de la justicia así lo exigen. Para ello debe atender el órgano judicial a las concretas
circunstancias del caso, con especial atención a la mayor o menor complejidad del debate procesal, a la cultura y
conocimientos jurídicos del solicitante [ STC 233/1998, de 1 de diciembre ( RTC 1998, 233) , F. 3 b)] y a si la
contraparte cuenta con una asistencia técnica de la que pueda deducirse una situación de desigualdad procesal ( STC
22/2001, de 29 de enero [ RTC 2001, 22] , F. 4). Y todo ello porque, como ha sido reiterado, los órganos judiciales
tienen la función de asegurar la efectiva realización de los principios de igualdad de las partes y de contradicción, lo
que les impone el deber positivo de evitar desequilibrios entre la respectiva posición procesal de las partes o
limitaciones en la defensa que puedan causar a alguna de ellas resultado de indefensión ( STC 38/2003, de 27 de
febrero [ RTC 2003, 38] , F. 5, que cita, a su vez, las SSTC 47/1987, de 22 de abril [ RTC 1987, 47] , F. 2,
y 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC 1998, 233] , F. 3).
La exigencia de que el interesado solicite formalmente ante el órgano judicial la designación de Letrado de oficio
( SSTC 22/2001, de 29 de enero [ RTC 2001, 22] , F. 2, y 145/2002, de 15 de julio [ RTC 2002, 145] , F. 3) se
deriva de que lógicamente –si el contenido de este derecho se concreta en la posibilidad de optar por la autodefensa o
por la asistencia técnica– sólo a través de la emisión expresa de su voluntad de ser asistido de Letrado podrá el órgano
judicial proceder a su designación. Esta solicitud, además, debe realizarse por el interesado lo más tempranamente
que pueda con el fin de evitar en la medida de lo posible la suspensión de actos judiciales, que implicaría la
afectación a otros intereses constitucionalmente relevantes, principalmente el derecho a un procedimiento sin
dilaciones indebidas del resto de partes procesales ( SSTC 47/1987, de 22 de abril [ RTC 1987, 47] , F.
3; 216/1988, de 14 de noviembre [ RTC 1988, 216] , F. 3); todo ello sin olvidar, tanto la incidencia negativa que
pueda tener en el deber de colaboración con la Administración de Justicia de otros participantes en dichos actos,
como testigos y peritos, por las molestias innecesariamente causadas con sus desplazamientos a los Juzgados para
actos que sean finalmente suspendidos, cuanto criterios de eficiencia en el gasto público y en la organización judicial,
por la inversión de medios económicos y personales de la Administración de Justicia en la celebración de actos
procesales fallidos.
6 En atención a lo expuesto procede, en primer lugar, examinar la denunciada ausencia de designación e intervención
de Letrado de oficio en el acto del juicio de faltas. De la lectura de la cédula de notificación hecha al recurrente se
verifica que expresamente se le comunicó que «podrá acudir asistido de Letrado, si bien éste no es preceptivo».
Igualmente en las actuaciones se acredita que esta cédula de notificación le fue entregada en mano al recurrente en su
comparecencia ante el Juzgado de Instrucción y que ni en dicho momento ni hasta el acto del juicio de faltas hizo
manifestación alguna relativa a la designación de Letrado de oficio. Del mismo modo, en el acta del juicio de faltas
tampoco se documenta que haya habido solicitud ninguna en dicho sentido al comienzo del acto, apareciendo sólo la
mención en la fase de conclusiones e informes de que el recurrente solicitaba que «se le considere indefenso según el
art. 7.3 LOPJ ( RCL 1985, 1578, 2635) ».
Así pues, a pesar de que el recurrente en su recurso de apelación y en la demanda de amparo alegó que había
solicitado insistentemente la designación de Letrado de oficio, lo cierto es que en las actuaciones no aparece
acreditada dicha solicitud, sino únicamente una alegación –formulada al final del acto del juicio– referida a la
indefensión que, en su caso, le habría generado la ausencia de intervención de letrado de oficio. Es evidente que tal
alegación –formulada en la forma y momento procesal expresados– no implica una solicitud en legal forma y tiempo
oportuno de la designación de Letrado.
En consecuencia debe concluirse que la ausencia de intervención de Letrado de oficio que representara y defendiera
al recurrente en la primera instancia fue debida a su propia falta de diligencia. Ello es determinante para negar la
existencia de la vulneración aducida respecto del acto del juicio de faltas.
7 Procede examinar a continuación la falta de designación de Abogado de oficio en la segunda instancia. Se constata,
al efecto, que el recurrente en el escrito de apelación no sólo alegó la indefensión que le habría provocado la falta
de asistencia letrada de oficio en la primera instancia, sino que solicitó además, mediante otrosí segundo, que, no
disponiendo de medios suficientes, le fuera designado Abogado del turno de oficio para la defensa de dicha apelación.
Por tanto en este caso sí aparece documentada una solicitud formal y expresa, hecha además en tiempo oportuno, de
designación de Letrado de oficio; así pues, hay en este caso una actuación diligente del recurrente. Por el contrario,
cabe constatar que el Juzgado de Instrucción, a pesar de dicha solicitud, no proveyó nada en relación con ella,
acordando tener por presentado el recurso de apelación, dándole la tramitación correspondiente; y que, igualmente, la
Audiencia Provincial tampoco realizó ningún pronunciamiento sobre el particular, limitándose a dictar Sentencia.
La omisión de toda respuesta de los órganos judiciales sobre la solicitud formal de designación de Abogado de oficio
realizada por el recurrente en la segunda instancia es determinante para que deba declararse la existencia de la
vulneración aducida, en tanto que al recurrente se le ha privado del derecho a que, a través de una respuesta expresa,
se ponderara si en el caso concreto, en atención a las circunstancias concurrentes, el interés de la justicia exigía dicha
designación o no, lo que es el contenido esencial del derecho a la asistencia letrada en supuestos como el presente, en
que la intervención de Abogado no es preceptiva.
La estimación de este amparo por vulneración del derecho a la asistencia letrada, con los efectos de retroacción a que
en seguida aludiremos, hace innecesario el examen de la denunciada vulneración del derecho a la tutela judicial
efectiva por defecto de motivación de la Sentencia dictada en trámite de apelación.
8 El otorgamiento del amparo por la expresada vulneración del derecho fundamental a la asistencia letrada comporta
que para la reparación de la lesión producida, como ya se articulara en la STC 215/2002, de 25 de noviembre ( RTC
2002, 215) , F. 5, deba anularse no sólo la Sentencia de 7 de noviembre de 2000 ( JUR 2001, 47650) , dictada en
apelación por la Sección Decimoquinta de la Audiencia Provincial de Madrid, sino también la providencia de 26 de
julio de 2000 del Juzgado de Instrucción núm. 4 de Torrejón de Ardoz, por la que se tuvo por interpuesto en tiempo y
forma recurso de apelación contra la Sentencia de dicho Juzgado sin atender la solicitud del recurrente de que se le
designase un Abogado del turno de oficio para la defensa de dicha apelación, dado que, según alegaba, no disponía de
bienes suficientes. En virtud de ello la retroacción de actuaciones procesales ha de tomar como punto de referencia
temporal el de la adopción de la mencionada providencia, a fin de que sea sustituida por la correspondiente resolución
judicial que dé oportuna respuesta a la solicitud de designación de Abogado de oficio.
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, por la autoridad que le confiere la Constitución de la
Nación Española,
Ha decidido
Otorgar el amparo solicitado por don Juan M. B. y, en su virtud:
1º Declarar que ha sido vulnerado su derecho a la asistencia letrada (art. 24.2 CE [ RCL 1978, 2836] ).
2º Restablecerlo en su derecho y, a tal fin, anular la Sentencia de 7 de noviembre de 2000 ( JUR 2001, 47650) de la
Sección Decimoquinta de la Audiencia Provincial de Madrid, recaída en el rollo de apelación núm. 348-2000, y la
providencia de 26 de julio de 2000 del Juzgado de Instrucción núm. 4 de Torrejón de Ardoz, retrotrayendo las
actuaciones al momento procesal oportuno para que el Juzgado de Instrucción dicte la correspondiente resolución
judicial dando respuesta a la solicitud de designación de Abogado de oficio efectuada por el recurrente.
Publíquese esta Sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».

PREGUNTAS QUE HA DE RESPONDER EL ALUMNO


SI EL DERECHO DE DEFENSA ES PRECEPTIVA EE UNA GARANTÍA CONSTITUCIONAL SE CONVIERTE
¿EN QUÉ?
LA PRECEPTIVIDAD DEL DERECHO DE DEFENSA ¿QUÉ SENTIDO TIENE?
LA PASIVIDAD DEL TITULAR DEL DERECHO DE DEFENSA ¿QUÉ DETERMINA?

SILABO

LAS FORMAS DEL PROCESO NO PUEDEN OBSTACULIZAR EL DERECHO DE DEFENSA

Recurso de Amparo núm. 1304/1998


Ponente: Don Manuel Jiménez de Parga y Cabrera
Recurso de amparo contra Auto de 3 noviembre 1997 de la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo, que declaró
desierto el recurso de casación interpuesto contra Sentencia de 14 mayo 1997 del Tribunal Militar Territorial
Segundo, y contra Providencia de 17 febrero 1998, de la misma Sala, que mantiene lo acordado por el Auto: el
recurrente en amparo imputa al Auto incurrir en error en lo relativo al nombramiento del Procurador que le llevó a
declarar desierto el recurso. Vulneración de los derechos fundamentales a la defensa y asistencia letrada y a obtener la
tutela efectiva de jueces y tribunales: existencia: otorgamiento de amparo.
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por don Pedro Cruz Villalón, Presidente; don Manuel
Jiménez de Parga y Cabrera, don Pablo García Manzano, don Pablo Cachón Villar y don Fernando Garrido Falla,
Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 1304/1998, promovido por don Carlos A. G., representado por la Procuradora
de los Tribunales doña María del Angel S. A. y asistido del Letrado don Jesús N. J., contra el Auto de 3 de noviembre
de 1997 de la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo, que declaró desierto el recurso de casación preparado contra la
Sentencia de 14 de mayo de 1997, dictada por el Tribunal Militar Territorial Segundo en el sumario 22/8/1993, y
contra la providencia de la misma Sala de 17 de febrero de 1998, que mantiene lo acordado en el referido Auto. Ha
intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Manuel Jiménez de Parga y Cabrera, quien
expresa el parecer de la Sala.
I. Antecedentes
I. ANTECEDENTES
1 Mediante escrito presentado en el Registro de este Tribunal el día 24 de marzo de 1998, la Procuradora de los
Tribunales doña María del Angel S. A., en nombre y representación de don Carlos A. G., formuló recurso de amparo
contra el Auto y la providencia de la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo referidos en el encabezamiento de la
presente Sentencia.
2 Según se deduce de la demanda y de la documentación que se acompaña, el recurso se basa en los siguientes
hechos:
a) El demandante de amparo fue condenado en Sentencia de 14 de mayo de 1997, dictada por el Tribunal Militar
Territorial Segundo en el sumario 22/8/1993, seguido por delito de imprudencia del art. 159.2 del Código Penal
Militar ( RCL 1985, 2914 y ApNDL 2366) , a la pena de tres meses y un día de prisión.
b) Anunciada su intención de interponer recurso de casación contra la anterior Sentencia, el Tribunal Militar
Territorial Segundo citó al recurrente a una comparecencia, que tuvo lugar el 25 de septiembre de 1997, a fin de
notificarle en forma que tenía por preparado el recurso de casación y, al propio tiempo, emplazarle, por término de
quince días, para que compareciere ante la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo para hacer uso de su derecho. En
dicha comparecencia se le requirió para que, en ese acto, designare un Abogado y Procurador para su defensa y
representación, con la advertencia de que, en otro caso, le serían designados de los del turno de oficio del Colegio de
Madrid. El recurrente manifestó que se pondría en contacto con su Abogado de Sevilla y comunicaría su decisión lo
antes posible al Tribunal, manifestación que se consignó en el acta de la comparecencia.
c) El siguiente día 26 de septiembre de 1997, el recurrente comunicó, mediante un fax enviado al Tribunal Militar
Territorial Segundo, la decisión de designar para su defensa al Abogado don Jesús N. J., el mismo Letrado que le
había asistido en la instancia, previa solicitud de autorización al Ilustre Colegio de Abogados de Sevilla, e
interesando, para su representación, la designación de oficio del Procurador.
d) Con fecha de 30 de septiembre de 1997, el Tribunal sentenciador elevó a la Sala del Tribunal Supremo las
actuaciones y certificaciones a las que se refiere el art. 861 LECrim. La Sala de lo Militar del Tribunal Supremo,
mediante el Auto de fecha 3 de noviembre de 1997, declaró desierto el recurso de casación, por haber transcurrido el
término del emplazamiento, que expiró el 13 de octubre de 1997, sin que hubiere comparecido el recurrente. Señala la
Sala que aparece acreditado en los autos que el emplazamiento se verificó en legal forma y personalmente al
recurrente con fecha de 25 de septiembre de 1997, así como a su Procuradora señora V. R., el 17 de septiembre de
1997.
e) El Letrado del recurrente presentó, ante el Tribunal Militar Territorial Segundo, escrito de fecha de 29 de
diciembre de 1997, dirigido a la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo, interesando la nulidad del Auto de 3 de
noviembre de 1997, alegando el error padecido por la Sala al considerar que se hallaba debidamente representado por
Procurador, cuando, en realidad, se hallaba pendiente de que se le notificase su designación por el turno de oficio del
Colegio de Madrid, para que pudiere firmar el escrito de personación ante la Sala de lo Militar, por lo que entiende
que el plazo de personación se encontraba en suspenso en tanto no se proveyere su solicitud.
f) La Sala de lo Militar del Tribunal Supremo, por providencia de 17 de febrero de 1998, declaró no haber lugar a lo
solicitado, ordenando estar a lo acordado en el Auto de 3 de noviembre «al no haber comparecido el recurrente ante
esta Sala en el término que le fue conferido, bien en forma por medio de Abogado y Procurador, o solicitando se le
designaren del turno de oficio. Tampoco solicitó tal designación al preparar el recurso ni en el momento del
emplazamiento. Constando únicamente una comunicación por fax al Tribunal Militar Territorial Segundo que no
puede tenerse en cuenta, ni por la forma en que fue dirigida ni en cuanto a lo que interesa en la misma, que
contraviene lo preceptuado en el art. 27 de la Ley 1/1996 ( RCL 1996, 89) , de Asistencia Jurídica Gratuita...».
3 El demandante entiende vulnerado su derecho a la tutela judicial efectiva en su vertiente de derecho de acceso a los
recursos legalmente previstos, pues la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo ha incurrido en error al considerar que
tenía representación y defensa técnicas, cuando en realidad no se le había nombrado Procurador de oficio como había
solicitado. Estima que se le debió comunicar, antes de declarar desierto el recurso, que no podía acudir al Tribunal
Supremo con una postulación de carácter mixto o, en todo caso, permitirle la subsanación de tal defecto.
Solicita en la demanda la suspensión de la ejecución de la condena impuesta en la Sentencia del Tribunal Militar
Territorial Segundo.
4 Por providencia de fecha 25 de enero de 1999, la Sección Primera acordó conceder al Ministerio Fiscal y al
solicitante de amparo, de conformidad con lo dispuesto en el art. 50.3 LOTC ( RCL 1979, 2383 y ApNDL 13575) ,
un plazo de diez días para que formularen cuantas alegaciones estimasen convenientes, en relación con la posible
concurrencia del motivo de inadmisión previsto en el art. 50.1 c) LOTC, consistente en la carencia manifiesta de
contenido constitucional de la demanda.
5 Por escrito registrado en este Tribunal el día 16 de febrero de 1999, la representación del demandante de amparo da
por reproducidos los fundamentos de la demanda y reitera su petición de amparo.
6 El día 17 de febrero de 1999 se recibe el escrito de alegaciones del Ministerio Fiscal, en el que interesa la
inadmisión del recurso de amparo por la concurrencia de la causa que prevé el art. 50.1 c) LOTC. Entiende que la
queja por vulneración del derecho de acceso al recurso, que se infiere de la demanda, carece de
contenido constitucional, por cuanto las resoluciones que declaran desierto el recurso de casación, cuya interposición
pretendía el recurrente, ofrecen una motivación suficiente y están fundadas en causa legal debidamente razonada,
apreciando el Ministerio Fiscal que el sustento de la queja deriva de una mera discrepancia del recurrente con la
interpretación de las normas procesales.
7 Mediante providencia de 25 de octubre de 1999, la Sección Primera acuerda admitir a trámite la demanda de
amparo y dirigir sendas comunicaciones a la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo y al Tribunal Militar Territorial
Segundo a fin de que remitan testimonio de las actuaciones correspondientes al procedimiento del que trae causa el
presente recurso, con el emplazamiento de quienes hubieran sido parte en el mismo.
8 Mediante nueva providencia, la Sección acuerda la apertura de la pieza separada de suspensión y concede plazo de
alegaciones al respecto a la parte demandante y al Ministerio Fiscal. Recibidos los correspondientes escritos, la Sala
Primera acuerda, en Auto de 16 de diciembre de 1999, la suspensión de la ejecución de la pena privativa de libertad a
la que fue condenado el recurrente.
9 Recibidas las actuaciones, la Sala Primera acuerda dar vista de las mismas a las partes, con concesión de un plazo
común de veinte días para la presentación de las alegaciones previstas en el art. 52.1 LOTC (diligencia de ordenación
de 22 de noviembre de 1999).
10 Mediante escrito de 21 de diciembre de 1999, reitera la representación del recurrente su petición de amparo. Se
remite a lo ya argumentado en la demanda y solicita la nulidad de las resoluciones impugnadas y la retroacción de las
actuaciones al momento en que debió nombrársele Procurador de oficio, según lo interesado, o bien que se le nombre
Abogado y Procurador de oficio, si no se consideraba legalmente procedente una postulación de carácter mixto, o
bien que se le conceda un plazo para la subsanación del defecto formal.
11 El Fiscal, en su escrito de alegaciones, indica que el actor centra el recurso de amparo en la presunta violación del
art. 24.1 CE ( RCL 1978, 2836 y ApNDL 2875) , en su vertiente de derecho de acceso al recurso. Observa, sin
embargo, que están implicados otros derechos fundamentales como el de asistencia letrada, conectado, a su vez, con
el derecho a la asistencia jurídica gratuita.
Estima que, en el presente caso, aun cuando la decisión de la Sala de lo Militar de declarar desierto el recurso tiene la
cobertura legal del art. 878 LECrim, esto es, la falta de comparecencia del recurrente, la Sala efectuó, empero, una
interpretación rigorista de las normas procesales: de un lado, no admitió el fax enviado por el recurrente al Tribunal
como medio de comunicación; de otro, cometió un error patente en la aplicación de la norma del art. 27 de la Ley
1/1996, que prevé la necesidad de que el Abogado y Procurador tengan la misma condición –de oficio, o libremente
designados–. La autorización que prevé ese mismo precepto para que pueda existir una postulación de carácter mixto
es, precisamente, la circunstancia que el recurrente comunicó al Tribunal, es decir, la renuncia de su Abogado a
percibir honorarios. La privación al recurrente de su derecho de acceso al recurso resulta, en suma, de una
interpretación contraria a la efectividad de su derecho fundamental.
12 Por providencia de 15 de septiembre de 2000 se señaló para la deliberación y votación de la presente Sentencia el
día 18 de septiembre de 2000.

II. Fundamentos jurídicos


II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
1 En este recurso hemos de decidir si se ha producido la quiebra del derecho a la tutela judicial efectiva del quejoso,
con efecto de indefensión, en su vertiente de derecho de acceso a los recursos legalmente previstos.
Sin embargo la lectura de las resoluciones judiciales, que ahora se impugnan, nos lleva a la conclusión de que han
resultado afectados otros derechos, como el de asistencia letrada, conectado a su vez con el derecho a la justicia
gratuita (art. 119 CE [ RCL 1978, 2836 y ApNDL 2875] ). El Fiscal señala estas vinculaciones jurídicas, así como
que la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo ha efectuado una interpretación rigorista de las leyes procesales, con
un error patente –afirma– en la aplicación de la norma del art. 27 de la Ley 1/1996 ( RCL 1996, 89) , de Asistencia
Jurídica Gratuita.
Enmarcado así el objeto del recurso hay que recordar, en primer lugar, la doctrina de este
Tribunal Constitucional aplicable al caso.
2 La Constitución Española, en su art. 24.1, reconoce a todas las personas el derecho a obtener la tutela efectiva de
Jueces y Tribunales, lo que comprende, como este Tribunal ha afirmado con reiteración, el acceso a los recursos
legalmente previstos. Y, como señalamos en nuestra Sentencia 115/1984, de 3 de diciembre ( RTC 1984, 115) , al
exigirse en determinados casos que concurra la postulación procesal para que se produzca la actividad jurisdiccional,
se vulnera el art. 24.1 CE. Ocurre de tal forma cuando el órgano judicial, por acción u omisión, cierra a una persona
la posibilidad de suplir, por los medios que el ordenamiento jurídico facilita, su falta de postulación procesal, ya que
no sólo se limita, sino que se hace imposible, la plena satisfacción del derecho a la tutela judicial efectiva (F. 1). Los
órganos judiciales han de cuidar solícitamente de la defensa del justiciable en el proceso penal. La realización
efectiva del derecho de defensa impone, como ha puesto de manifiesto el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en
sus Sentencias de 9 de octubre de 1979 –asunto Airey–, de 13 de mayo de 1980 –caso Artico– y de 25 de abril de
1983 –caso Pakelli–, proporcionar asistencia letrada real y efectiva a los acusados ( STC 37/1988, de 3 de marzo
[ RTC 1988, 37] , F. 6).
Según tenemos establecido, «la asistencia de Letrado es, en ocasiones, un puro derecho del imputado; en otras, y
además (unida ya con la representación del Procurador), un requisito procesal por cuyo cumplimiento el propio
órgano judicial debe velar, cuando el encausado no lo hiciera mediante el ejercicio oportuno de aquel derecho,
informándole de la posibilidad de ejercerlo o incluso, cuando aun así mantuviese una actitud pasiva, procediendo
directamente al nombramiento de Abogado y Procurador. En ningún caso cabe transformar
un derecho fundamental que es, simultáneamente, un elemento decisivo del proceso penal, en un mero requisito
formal, que pueda convertirse en obstáculo insalvable para tener acceso a una garantía esencial, como es la del
recurso» (SSTC 42/1982, de 5 de julio, F. 2 y 29/1995, de 6 de febrero [ RTC 1995, 29] , F. 4). El art. 24.2 CE
incluye el derecho a la asistencia letrada entre el haz de garantías que integran el derecho a un juicio justo, garantías
que cobran proyección especial en el proceso penal (STC 42/1982, de 5 de julio, F. 3, y 37/1988, de 3 de marzo, F. 6).
Cuando la Ley exige la representación por Procurador, aunque este requisito no sea de idéntica naturaleza a la
exigencia de dirección letrada, tiende como ésta a garantizar la corrección técnica de los actos procesales, realizados
por profesionales con la finalidad de que la pretensión deducida pueda llegar a buen fin. Ahora bien, tanto la
presencia del Procurador como la del Letrado son requisitos de cumplimiento subsanable, y sólo cuando no hayan
sido subsanados tras haberse dado a la parte oportunidad para ello podrán servir como motivos de inadmisibilidad sin
lesionar el derecho a la tutela judicial efectiva (STC 133/1991, de 17 de junio [ RTC 1991, 133] , F. 2, ratificando
una línea jurisprudencial).
3 De acuerdo con esta doctrina constitucional, ha de examinarse si el órgano judicial, al declarar desierto el recurso
de casación del solicitante de amparo, ha producido una lesión en el derecho a la tutela judicial efectiva, en su
manifestación del derecho al acceso a los recursos legalmente establecidos. Es decir, hemos de resolver si conculca
dicho derecho la decisión de declarar desierto el mencionado recurso, que en este caso suponía, además, impedir el
sometimiento del fallo condenatorio y de la pena a un Tribunal Superior, derecho reconocido al condenado en un
proceso penal por el art. 14.5 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos ( RCL 1977, 893 y ApNDL
3630) ; una garantía específica de tal tipo de proceso que obliga a interpretar «en el sentido más favorable a un
recurso de este género todas las normas del Derecho procesal penal de nuestro ordenamiento» (SSTC 42/1982, de 5
de julio, F. 3; 76/1982, de 14 de diciembre [ RTC 1982, 76] , F. 5, y 140/1985, de 21 de octubre [ RTC 1985,
140] , F. 2, entre otras muchas).
Es cierto que las formas y los requisitos procesales cumplen un papel de capital importancia para la ordenación del
proceso, pero no toda irregularidad formal puede convertirse en un obstáculo insalvable para su prosecución ( STC
118/1987, de 8 de julio [ RTC 1987, 118] , F. 2). Incluso cuando la Ley exige la intervención de Letrado y
Procurador para dar validez a una actuación procesal, los órganos judiciales han de considerar su ausencia como un
requisito subsanable ( STC 53/1990, de 26 de marzo [ RTC 1990, 53] ), por lo que, hemos afirmado, no sólo ha de
dársele oportunidad al interesado de reparar tal omisión sino que, además, «la exigencia a la parte de tener un
defensor acentúa la obligación de los poderes públicos de garantizar la efectiva designación de Letrado»
(SSTC 91/1994, de 21 de marzo [ RTC 1994, 91] , F. 2, y 233/1998, de 1 de diciembre [ RTC 1998, 233] , F. 3).
En el presente caso, el condenado manifestó su intención de impugnar una Sentencia y también su voluntad de
disponer de Procurador por el turno de oficio, a efectos de la interposición del recurso de casación; petición que
formula directamente al Tribunal sentenciador, a través de un fax, al siguiente día de la celebración de una
comparecencia ante dicho órgano, que tenía como finalidad emplazarle ante la Sala de lo Militar del Tribunal
Supremo y en la que se le advirtió expresamente, tras requerirle para que nombrase Abogado y Procurador, que de no
efectuar tales nombramientos le serían designados de los del turno de oficio.
No puede estimarse que se respeta el derecho a la tutela judicial efectiva si se consideró que el medio concreto a
través del cual fue efectuada la solicitud resultó determinante de la pérdida de tal beneficio, y de la del propio recurso
de casación, cuando se constata que llegó a conocimiento del Tribunal. Y por ello resulta razonable que el ahora
quejoso confiara en una respuesta a dicha solicitud que le permitiera la formalización del recurso mediante
Procurador de oficio, o bien, en caso de su denegación, por uno de su libre designación, expectativa que vio frustrada
porque la única respuesta de la Sala del Tribunal Supremo fue la declaración de desierto aplicado al recurso por haber
transcurrido ya el término del emplazamiento. Pero es que, además, en el caso de que aquella solicitud no hubiere
llegado a conocimiento del órgano judicial, o no se le hubiere otorgado validez, debió procederse conforme se le
había advertido previamente al recurrente: efectuar las designaciones de oficio.
Tampoco resulta acorde con el derecho a la tutela judicial efectiva, según la doctrina de este Tribunal, antes expuesta,
sustentar, como se hace en la providencia de la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo, la denegación del
nombramiento de Abogado y Procurador en el carácter mixto de la postulación que se solicitaba, sin que previamente
se le hubiere dado respuesta alguna a la misma o se le diere oportunidad de remediar las posibles omisiones o
defectos formales de su solicitud.
Por todo ello procede otorgar el amparo para hacer posible el acceso al recurso de casación del ahora quejoso,
mediante nombramiento de Abogado y Procurador a fin de que procedan a interponerlo.
4 Respecto al alcance de nuestro pronunciamiento, el restablecimiento del derecho fundamental exige retrotraer las
actuaciones al momento anterior al de dictar el Auto de 3 de noviembre de 1997, con la finalidad de que el órgano
judicial pueda suplir la ausencia de iniciación del trámite de nombramiento de Procurador de oficio solicitado. Ello
implica, lógicamente, la declaración de nulidad de las resoluciones judiciales posteriormente adoptadas.
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE CONFIERE
LA CONSTITUCION ( RCL 1978, 2836 y ApNDL 2875) DE LA NACION ESPAÑOLA,
Ha decidido
Estimar el recurso de amparo promovido por don Carlos A. G. y, en consecuencia:
1º Reconocer al recurrente su derecho fundamental a la tutela judicial efectiva, sin indefensión.
2º Anular el Auto de 3 de noviembre de 1977 y la providencia de 17 de febrero de 1998 de la Sala de lo Militar del
Tribunal Supremo.
3º Retrotraer las actuaciones judiciales a fin de posibilitar a don Carlos A. G., a través de Procurador y
con asistencia de Abogado, la interposición del recurso de casación ante la referida Sala.
Publíquese esta Sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid, a dieciocho de septiembre de dos mil.–Pedro Cruz Villalón.–Manuel Jiménez de Parga y Cabrera.–
Pablo García Manzano.–Pablo Cachón Villar.–Fernando Garrido Falla.–Firmado y rubricado.

PREGUNTAS QUE HA DE RESPONDER EL ALUMNO

NO TODA IRREGULARIDAD FORMAL ¿EN QUÉ NO PUEDE CONVERTIRSE?


CUANDO LA LEY EXIGE LA INTERVENCIÓN DE ABOGADO PARA DAR VALIDEZ A UNA
ACTUACIÓN PROCESAL, EL TRIBUNAL ¿QUÉ HAN DE CONSIDERAR?
LOS PODERES PÚBLICOS ¿QUÉ HAN DE GARANTIZAR?

SILABO

EL DERECHO A LA ASISTENCIA DE ABOGADO HA DE PONERSE EN CONEXIÓN CON EL


DERECHO A UN PROCESO SIN DILACIONES INDEBIDAS

RECURSO DE AMPARO NÚM. 1492/2002


PONENTE: DON VICENTE CONDE MARTÍN DE HIJAS
Recurso de amparo contra Sentencia, de 05-11-2001, del Juzgado de Instrucción núm. 17 de Madrid, confirmada en
apelación por Sentencia, de 15-02-2002, de la Audiencia Provincial de Madrid (Sección Vigésimo Tercera), en autos
de juicio de faltas. Vulneración del derecho fundamental a la defensa y a la asistencia de letrado:
inexistencia: desestimación del amparo.
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Tomás S. Vives Antón, Presidente; don Pablo
Cachón Villar, don Vicente Conde Martín de Hijas, don Guillermo Jiménez Sánchez, doña Elisa Pérez Vera y don
Eugeni Gay Montalvo, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 1492/2002, promovido por don Antonio A. P., representado por el Procurador
de los Tribunales don Carlos D. F. y asistido por la Letrada doña María del Pilar B. A., contra la Sentencia del
Juzgado de Instrucción núm. 17 de Madrid, de 5 de noviembre de 2001, confirmada en apelación por Sentencia de la
Sección Vigésimo Tercera de la Audiencia Provincial de Madrid, de 15 de febrero de 2002, en autos de juicio de
faltas núm. 1481/2001. Ha comparecido y formulado alegaciones el Ministerio Fiscal. Ha actuado como Ponente el
Magistrado D. Vicente Conde Martín de Hijas, quien expresa el parecer de la Sala.
ANTECEDENTES
1 Mediante escrito presentado en el Registro General de este Tribunal el día 13 de marzo de 2002 doña María del
Pilar B. A., Letrada del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid y de don Antonio A. L., solicitó, en nombre y
representación de éste, la designación de Procurador del turno de oficio a fin de interponer recurso de amparo.
Por diligencia de ordenación de la Secretaría de la Sala Segunda del Tribunal Constitucional de 21 de marzo de 2002
se acordó conceder al recurrente por medio de la Letrada doña María del Pilar B. A. un plazo de diez días para que,
de conformidad con lo dispuesto en el art. 2.1 del Acuerdo del Pleno de este Tribunal, de 18 de junio de 1996 ( RCL
1996, 2046) , sobre asistencia jurídica gratuita en los procesos de amparo constitucional, acreditase que don Antonio
A. L. se ratificaba en el anterior escrito de fecha 13 de marzo de 2002, manifestando su propósito de recurrir en
amparo, aportando, a su vez, la documentación requerida en la mencionada diligencia de ordenación.
2 Cumplimentado el requerimiento efectuado, por nueva diligencia de ordenación de la Secretaría de la Sala Segunda
del Tribunal Constitucional de 18 de abril de 2002 se acordó dirigir atenta comunicación al Ilustre Colegio de
Abogados de Madrid, a fin de que, de conformidad con lo dispuesto en la Ley 1/1996, de 10 de enero ( RCL 1996,
89) , de asistencia jurídica gratuita, y en el Acuerdo del Pleno de este Tribunal, de 18 de junio de 1996 ( RCL 1996,
2046) , sobre asistencia jurídica gratuita en los procesos de amparo constitucional, designase, si así procediera,
Abogado y Procurador del turno de oficio que defendiese y representase, respectivamente, al recurrente en amparo,
acompañándose a dicha comunicación los documentos remitidos por el interesado.
Por diligencia de ordenación de la Secretaría de la Sala Segunda de este Tribunal de 9 de enero de 2003 se tuvo por
designados por el turno de oficio, como Procurador, a don Carlos D. F. y, como Abogada, a doña María del Pilar B.
A., haciéndoles saber a los mismos y al recurrente en amparo tal designación, y concediendo a los mencionados
profesionales un plazo de veinte días, a fin de que formalizasen la demanda de amparo con sujeción a lo dispuesto en
el art. 49 LOTC ( RCL 1979, 2383) .
3 La demanda de amparo fue formalizada mediante escrito registrado en fecha 5 de febrero de 2003, en el que se
recoge la relación de antecedentes fácticos que a continuación sucintamente se extracta:
a) El demandante de amparo y su compañera sentimental mantuvieron una gran discusión en su domicilio, al que
acudió la Policía Nacional. En presencia de los agentes de la policía su compañera le intentó agredir con unas tijeras,
que el demandante de amparo le logró quitar. Pese a los consejos de los agentes de la policía el recurrente en amparo
se negó a denunciar los hechos acaecidos.
b) Transcurridas unas horas, la compañera sentimental del recurrente en amparo, que se había ausentado del
domicilio, regresó al mismo, y le dijo que al día siguiente pasara a ver a la madre de su compañera por el bar que ésta
regentaba.
Al día siguiente su compañera sentimental y don Angel Luis A. R., ambos en connivencia, prepararon una trampa
para agredir al recurrente en amparo, a quien aquél amenazó verbalmente y le sacó unas tijeras de gran tamaño, las
mismas que el día anterior había utilizado su compañera sentimental, y un destornillador. El recurrente en amparo
pudo defenderse de la agresión y desarmar a don Angel Luis A. R., quien resultó lesionado.
c) El día del acto del juicio no se le permitió al recurrente en amparo explicar lo acontecido, así como que había
sido él quien había llamado a la policía para que acudiera al lugar de los hechos, ni tampoco se tomó declaración a los
dos agentes de la policía local, que habían sido citados a dicho acto.
d) El ahora demandante de amparo se encontraba en el momento del juicio privado de libertad y, por lo tanto,
imposibilitado de contactar con posibles testigos sobre los hechos acontecidos, manifestando en el acto del juicio su
interés en ser asistido por Letrado de oficio, solicitud que fue denegada por el órgano judicial.
e) El demandante de amparo solicitó la designación de oficio de profesionales que ostentaran su representación
y defensa para recurrir en apelación la Sentencia del Juzgado de Instrucción. La designación no fue la adecuada, ya
que sólo se le nombró Abogado para la defensa de sus intereses en el juicio de faltas. Al acudir el Abogado designado
al Juzgado para instruirse del juicio y para comprobar si existía o no señalamiento, pudo constatar que ya había
recaído Sentencia, que le fue notificada para poder recurrirla en el plazo de cinco días pese a que el Abogado no
estaba designado ante la Audiencia Provincial.
f) La Sentencia dictada en apelación por la Sección Vigésimo Tercera de la Audiencia Provincial de Madrid, de 15
de febrero de 2002, cuya fundamentación jurídica rebate el demandante de amparo, confirmó la del Juzgado de
Instrucción núm. 17 de Madrid, de 5 de noviembre de 2001, que le había condenado como autor criminalmente
responsable de dos faltas de lesiones, previstas y penadas en el art. 617.1 CP ( RCL 1995, 3170 y RCL 1996, 777) ,
a la pena, por cada una de ellas, de multa de sesenta días, con cuota diaria de quinientas pesetas y responsabilidad
civil subsidiaria en caso de impago de un día de privación de libertad por cada dos cuotas impagadas, al abono de las
costas procesales y a indemnizar a doña María Mercedes H.-G. L. y a don Angel Luis A. R. en la cantidad, a cada uno
de ellos, de treinta y cinco mil pesetas.
4 En cuanto a la fundamentación jurídica de la demanda de amparo se invoca en ésta, frente a las resoluciones
judiciales impugnadas, la vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ) y la
del derecho de defensa (art. 24.2 CE):
a) No consta en ningún momento que la cédula de citación llegara al ahora demandante de amparo, aunque sí al
centro penitenciario en el que se encontraba internado. Si compareció al acto del juicio de faltas fue, obviamente,
porque fue trasladado desde el centro penitenciario para practicar las diligencias oportunas. Al no constar, por tanto,
que la cédula llegara al recurrente en amparo al objeto de conocer cuál era el motivo del traslado al Juzgado, no
puede saberse si se ha cumplido la efectiva citación en los plazos legalmente previstos en el art. 692 LECrim ( LEG
1882, 16) , ni si se acompañaba una relación sucinta de los hechos objeto de denuncia, ni, en fin, si se recibió por el
solicitante de amparo en los plazos legalmente previstos. Tales irregularidades, no sólo suponen una vulneración de
las normas procesales, sino además una efectiva indefensión respecto de sus posibilidades de actuación en relación
con los hechos objeto del proceso.
b) Asimismo, aunque no es preceptiva la asistencia letrada en el juicio de faltas (art. 788 LECrim), el ahora
recurrente en amparo solicitó en el acto del juicio ser asistido por Letrado, lo que fue denegado por el Juzgado de
Instrucción, decisión con la que se lesionó su derecho de defensa. En este sentido, frente a la argumentación que al
respecto se contiene en la Sentencia de la Audiencia Provincial desestimando la queja del demandante de amparo,
afirma éste que, aun en el supuesto de que hubiera recibido personalmente la citación el día 29 de octubre de 2001, no
puede olvidarse que el día 1 de noviembre era fiesta y el día 4 domingo, existiendo un puente que abarcó desde el día
1 al 4 de noviembre, estando señalado el juicio para el día 5 de noviembre. De modo que, estando ingresado en el
centro penitenciario, sólo dispuso de dos días para solicitar la designación de Letrado de oficio y la suspensión del
juicio, preparar pruebas y contactar con posibles testigos.
c) Además no se le permitió manifestar su versión de los hechos en el acto del juicio, máxime cuando, debido a su
privación de libertad y a la circunstancia de no haberle sido notificada la primera de las faltas que se le imputaban, le
había resultado imposible presentar medios de prueba acreditativos de que los hechos no habían acontecido tal y
como contaron los denunciantes. Y esta falta de tutela prosiguió cuando, designado Letrado del turno de oficio para
interponer recurso de apelación contra la Sentencia del Juzgado de Instrucción, se imposibilitó a
dicho Letrado contactar con el recurrente en amparo y preparar las pruebas pertinentes a fin de aportarlas en el
recurso de apelación.
Concluye el escrito de demanda suplicando de este Tribunal Constitucional que, tras los trámites legales oportunos,
dicte Sentencia en la que se otorgue el amparo solicitado y se declare la nulidad de las Sentencias del Juzgado de
Instrucción núm. 17 de Madrid, de 5 de noviembre de 2001, y de la Sección Vigésimo Tercera de la Audiencia
Provincial de Madrid de 15 de febrero de 2002.
5 La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, por providencia de 3 de julio de 2003, acordó admitir a trámite la
demanda de amparo y, de conformidad con lo dispuesto en el art. 51 LOTC ( RCL 1979, 2383) , dirigir sendas
comunicaciones a la Sección Vigésimo Tercera de la Audiencia Provincial de Madrid y al Juzgado de Instrucción
núm. 17 de Madrid, a fin de que, en plazo que no excediera de diez días, remitieran, respectivamente, certificación o
fotocopia adverada de las actuaciones correspondientes al rollo de apelación núm. 37/2002 y al juicio de faltas núm.
1481/2001, debiendo emplazar previamente el Juzgado de Instrucción a quienes hubieran sido parte en el
procedimiento, a excepción del demandante de amparo, para que pudieran comparecer, si lo deseasen, en el presente
proceso de amparo.
6 Por diligencia de ordenación de la Secretaría de la Sala Segunda del Tribunal Constitucional de 11 de septiembre de
2003 se acordó dar vista de las actuaciones recibidas, por plazo común de veinte días, a la parte recurrente y al
Ministerio Fiscal para que, de conformidad con lo dispuesto en el art. 52.1 LOTC ( RCL 1979, 2383) , pudieran
formular las alegaciones que tuviesen por conveniente.
7 La representación procesal del demandante de amparo evacuó el trámite de alegaciones conferido mediante escrito
registrado en fecha 9 de octubre de 2003, en el que reiteró las efectuadas en el escrito de demanda.
8 El Ministerio Fiscal evacuó el trámite de alegaciones conferido mediante escrito registrado en fecha 13 de octubre
de 2003, en el que interesó la desestimación de la demanda de amparo con base en la argumentación que
seguidamente se extracta:
a) De las distintas quejas de indefensión cabe rechazar las atinentes a la no constancia de la citación, al obrar ésta en
las actuaciones y no haber sido puesta en duda ni en el escrito de apelación remitido personalmente por el
demandante de amparo ni en el formalizado por su Letrada. Igualmente no puede ser acogida la referida a que se le ha
vedado en el acto del juicio la exposición de su versión de los hechos, pues basta con examinar el acta del juicio para
constatar que depuso en el mismo tras conocer la versión fáctica de la denunciante, así como la queja relativa al
desconocimiento de la denuncia por la primera agresión, tanto por haber acudido la policía a su domicilio a
requerimiento de su compañera, hecho conocido por el recurrente en amparo y no negado por él, cuanto porque sobre
este hecho declaró lo que tuvo por oportuno en el plenario y expuso su versión en el escrito de apelación. Por último
también carecen de sustento las protestas de indefensión referidas a las presuntas dificultades que tuvo su Letrada
para formalizar el recurso de apelación, pues se le concedió el plazo íntegro y ninguna alegación al respecto fue
formulada en el escrito de interposición del recurso, no apreciándose dificultad alguna para que en el plazo de los
siete días de que dispuso la Letrada se hubiera entrevistado con el demandante de amparo y hubiera adecuado la
redacción del escrito al resultado de dicha entrevista, que si no se produjo fue por causas en absoluto imputables a los
órganos judiciales.
b) Respecto a las dificultades para proponer pruebas de descargo, que en ningún momento se intentaron practicar,
tendentes a acreditar el presunto comportamiento anterior a los hechos tanto de su compañera sentimental como del
otro lesionado, basta la lectura de la Sentencia de apelación para constatar que la Sala considera tales extremos, aun
dados por ciertos, irrelevantes y de nula virtualidad para el fallo del recurso.
c) Por lo que se refiere a la queja del recurrente en amparo relativa al no aplazamiento del juicio para que le
asistiera un Abogado, el Ministerio Fiscal, tras reproducir la doctrina recogida en la STC 145/2002, de 15 de julio
( RTC 2002, 145) , sobre el derecho a la asistencia letrada, sostiene que la respuesta que recibió de los órganos
judiciales no vulneró el mencionado derecho fundamental.
Tras recordar que tuvo asistencia letrada para interponer el recurso de apelación, señala que es cierto que el
demandante dispuso de los días 29 de octubre hasta el día 5 de noviembre para solicitar la asistencia letrada y se
abstuvo de hacerlo, sin que su ingreso en prisión pueda considerarse causa impeditiva suficiente, pues cuando recibió
la Sentencia de instancia al día siguiente efectuó idéntica petición, nombrándosele Abogado y Procurador del turno de
oficio, sin que, siendo igual su situación, explique por qué no lo hizo en los tres días de octubre que dispuso ni en los
cuatro días siguientes de noviembre, estando informado como estaba de que le asistía tal derecho. También cabe
constatar que, aun cuando se menciona haber padecido situación de indefensión por el no aplazamiento solicitado, el
demandante alude a que tal indefensión vino motivada más por su situación de prisión que por falta
de asistencia técnica, de cuya privanza, en el fondo, nada alega, sino que se limita a referirse a las dificultades para
contactar con testigos o preparar pruebas, sin otra especificación.
Los hechos a los que se contraía el juicio de faltas, dos episodios de agresión, fueron enjuiciados compareciendo los
intervinientes sin defensa técnica, sin que se presentaran o examinaran otras pruebas que las declaraciones de los
mismos y los partes médicos obrantes, y sin que de lo actuado fluya la existencia de testigo presencial alguno ajeno a
los intervinientes. Ninguno de ellos, y en concreto el demandante de amparo, manifestó la existencia de testigos ni en
sede policial, ni en el plenario, ni, en fin, en el recurso de apelación. La versión de los hechos mantenida por el
demandante a lo largo de sus declaraciones y escritos fue analizada por la Sentencia de apelación y, aun en la
hipótesis de su íntegra verosimilitud, se concluye en la Sentencia que el comportamiento del ahora demandante de
amparo hubiera sido igualmente acreedor del reproche penal impuesto.
Así las cosas cabe reseñar que la defensa técnica de la que disfrutó en segunda instancia no conllevó variación
sustancial en las posibilidades defensivas del ahora demandante, pues, dado el reconocimiento de intervención en los
hechos, aunque la agresión a su esposa la sitúa en hora y lugar distintos, su entendimiento de la legitimidad de su
conducta por realizarse en legítima defensa ha sido rechazado.
Por ello el Ministerio Fiscal entiende que no ha habido la indefensión material que en la demanda se denuncia, dada
la extemporaneidad de la petición de asistencia letrada, cuyo acogimiento hubiera supuesto un nuevo aplazamiento
del plenario, la igualdad de armas entre los intervinientes, la sencillez del asunto objeto de enjuiciamiento, tanto
desde el punto de vista fáctico como jurídico, el examen con detenimiento por los órganos judiciales de todas las
alegaciones fácticas y jurídicas del demandante y la existencia de una defensa técnica en segunda instancia
sustancialmente coincidente con las tesis de la autodefensa.
9 Por providencia de 27 de noviembre de 2003, se señaló para la deliberación y votación de la presente Sentencia el
día 1 de diciembre siguiente.

FUNDAMENTOS JURÍDICOS
1 La presente demanda de amparo tiene por objeto la impugnación de la Sentencia del Juzgado de Instrucción núm.
17 de Madrid de 5 de noviembre de 2001, confirmada en apelación por Sentencia de la Sección Vigésimo Tercera de
la Audiencia Provincial de Madrid de 15 de febrero de 2002, que condenó al recurrente en amparo, como autor de dos
faltas de lesiones previstas en el art. 617 del Código Penal ( RCL 1995, 3170 y RCL 1996, 777) (CP), a la pena, por
cada una de ellas, de multa de sesenta días, con cuota diaria de quinientas pesetas y responsabilidad civil subsidiaria
en caso de impago de un día de privación de libertad por cada dos cuotas impagadas, así como al abono de las costas
procesales y a indemnizar a cada uno de los dos perjudicados en la cantidad de treinta y cinco mil pesetas.
El demandante de amparo imputa a las resoluciones judiciales impugnadas la vulneración de los derechos a la tutela
judicial efectiva, sin indefensión (art. 24.1 CE [ RCL 1978, 2836] ), y a la defensa (art. 24.2 CE). Bajo la
invocación conjunta e indistinta de ambos derechos fundamentales aduce, en síntesis, que no existe constancia de que
hubiera sido debidamente citado al acto del juicio, pues no consta que la cédula de citación hubiera llegado a su
poder, sino únicamente al centro penitenciario en el que se encontraba interno; que no se accedió a suspender el acto
del juicio para atender a su petición de que se le designase Abogado del turno de oficio; y, en fin, que en dicho acto
no se le permitió manifestar su versión sobre los hechos enjuiciados, no habiéndole sido notificada la primera de las
faltas por las que ha sido condenado y habiéndole resultado imposible presentar medios de prueba al objeto de
acreditar que los hechos no habían acontecido como contaron los denunciantes.
El Ministerio Fiscal se opone a la estimación de la demanda de amparo. Sostiene, en primer término, que carecen de
todo sustento fáctico las quejas del recurrente en amparo relativas a no haber sido debidamente citado al acto del
juicio, al desconocimiento de la primera de las faltas por las que ha sido condenado, a las supuestas dificultades que
tuvo su Letrado para formalizar el recurso de apelación, y, en fin, a los denunciados obstáculos para proponer pruebas
de descargo. Por lo que se refiere a la queja relativa a la no suspensión del juicio para que le asistiera un Abogado,
entiende que en este caso, en atención a las circunstancias en el mismo concurrentes, no cabe apreciar una situación
material de indefensión, dada la extemporaneidad de la petición de asistencia letrada, la igualdad de armas entre los
intervinientes en el proceso, la sencillez del asunto objeto de enjuiciamiento, el examen con detenimiento por los
órganos judiciales de todas las alegaciones fácticas y jurídicas del demandante de amparo y, por último, la existencia
de una defensa técnica en segunda instancia sustancialmente coincidente con la tesis de la autodefensa.
Esta síntesis de las alegaciones del Fiscal pone de manifiesto que la controversia suscitada en el actual proceso tiene
un contenido no sólo jurídico, sino fáctico, al negarse en realidad la exposición de este signo del demandante. La
precisión de la realidad de los hechos acaecidos se concretará al abordar la ulterior fundamentación jurídica.
2 Delimitadas en los términos expuestos las cuestiones suscitadas con ocasión de la presente demanda de amparo, ha
de descartarse, en primer término, sin necesidad de una más detenida argumentación, la queja relativa a la posibilidad
de que la cédula de citación al acto del juicio no llegara al ahora demandante de amparo, pues carece del más mínimo
sustento fáctico. En efecto, como se recoge en la Sentencia de la Audiencia Provincial y pone de manifiesto el
examen de las actuaciones judiciales, al demandante de amparo, interno en el centro penitenciario de Soto del Real, le
fue personalmente entregada por el agente judicial el día 29 de octubre de 2001 la citación para que compareciese el
próximo día 5 de noviembre, a las 9.30 horas, ante el Juzgado de Instrucción núm. 17 de Madrid para la celebración
del juicio de faltas, figurando expresamente en la diligencia de citación que se le hizo también entrega de la oportuna
cédula, en la que se hace referencia a los hechos objeto de juicio, así como se le advierte de que en el acto del juicio
la acción podría dirigirse contra él, se le hace saber que deberá comparecer con todos los medios de prueba de los que
intentase valerse (testigos, documentos, peritos, etc., pudiendo solicitar que sean citados por el Juzgado) y que podrá
asistirse de Abogado si lo considerara conveniente, con apercibimiento, en fin, de la obligación que tiene de concurrir
a ese llamamiento.
3 El demandante de amparo denuncia también lo que, sin duda, constituye la queja central de su recurso: que el
Juzgado de Instrucción no accedió a suspender el acto del juicio ante la solicitud formulada en el mismo acto de que
le fuera designado Letrado de oficio que le defendiera. Tal decisión, en opinión del recurrente en amparo, ha
lesionado su derecho de defensa, pues, estando internado en un centro penitenciario, únicamente dispuso de dos días
desde que recibió la citación para el acto del juicio –29 de octubre de 2001–, para solicitar la designación
de Letrado de oficio y la suspensión del juicio, dado que los días 1 y 4 de noviembre fueron festivos.
El examen de la queja del recurrente en amparo requiere traer a colación la reiterada doctrina constitucional, según la
cual en el haz de garantías que integran el derecho a un proceso justo se incluyen el derecho a la defensa y a la
asistencia letrada que reconoce el art. 24.2 CE ( RCL 1978, 2836) , cuya finalidad es la de asegurar la efectiva
realización de los principios de igualdad de las partes y de contradicción que imponen a los órganos judiciales el
deber positivo de evitar desequilibrios entre la respectiva posición procesal de las partes o limitaciones en la defensa
que puedan inferir a alguna de ellas un resultado de indefensión, prohibido en todo caso por el inciso final del art.
24.1 CE. En tal sentido este Tribunal ha declarado también que el hecho de que la intervención de Letrado no sea
preceptiva en un proceso determinado con arreglo a las normas procesales, como acontece en el juicio de faltas, no
priva al justiciable del derecho a la defensa y a la asistencia letrada que le reconoce el art. 24.2 CE, pues el carácter
no preceptivo o necesario de la intervención del Abogado en ciertos procedimientos no obliga a las partes a actuar
personalmente, sino que les faculta a elegir entre la autodefensa o la defensa técnica, pero permaneciendo en
consecuencia incólume en tales casos el derecho de asistencia letrada, cuyo ejercicio queda a la disponibilidad de las
partes, lo cual conlleva en principio el derecho del litigante que carece de recursos económicos para sufragar un
Letrado de su elección a que se le provea de Abogado de oficio, si así lo considera conveniente a la mejor defensa de
sus derechos, siendo procedente el nombramiento de Abogado de oficio, cuando se solicite y resulte necesario.
De otra parte el derecho a la asistencia letrada ha de ponerse en conexión con el derecho a un proceso sin dilaciones
indebidas, de modo que el órgano judicial debe también tutelar el referido derecho de la parte contraria, el cual
merece la adecuada protección frente a solicitudes de nombramiento de oficio que, evidenciándose innecesarias para
una mayor efectividad de la defensa, puedan ser formuladas con el exclusivo propósito de dilatar la duración normal
del proceso y prolongar así una situación jurídica, cuyo mantenimiento se revela en el mismo momento de la
iniciación del proceso difícilmente sostenible.
Finalmente este Tribunal, en consonancia con la doctrina del Tribunal Europeo de Derechos Humanos ( SSTEDH de
9 de octubre de 1979 [ TEDH 1979, 3] – caso Airey –, y de 25 de abril de 1983 [ TEDH 1983, 6] – caso
Pakelli —) ha señalado reiteradamente que desde la perspectiva constitucional quien alegue indefensión como
consecuencia de la vulneración del derecho a la asistencia de Letrado no ha de haber provocado dicha situación con
su falta de diligencia, así como que dicha indefensión debe ser real y efectiva, de forma que la situación de
indefensión generada por la falta de defensa técnica no resulte ser consecuencia directa del proceder de la parte y
además la autodefensa del litigante debe haberse revelado como insuficiente y perjudicial para el mismo,
impidiéndole articular una protección adecuada de sus derechos e intereses legítimos en el proceso. En suma, resulta
preciso que se haya producido un menoscabo real y efectivo de su derecho de defensa (por todas, SSTC 216/1988, de
14 de noviembre [ RTC 1988, 216] , FF. 2 y 3; 208/1992, de 30 de noviembre [ RTC 1992, 208] , FF. 1 y
2; 276/1993, de 20 de septiembre [ RTC 1993, 276] , FF. 3 y 5; 22/2001, de 29 de enero [ RTC 2001, 22] , F.
2; 125/2002, de 25 de noviembre [ RTC 2002, 125] , FF. 4 y 5; 222/2002, de 25 de noviembre [ RTC 2002, 222] ,
F. 2).
4 En el presente caso, como resulta del examen de las actuaciones judiciales, tras haberse aplazado dos veces el juicio
de faltas ante la imposibilidad de citar al demandante de amparo por no localizarle, se efectuó un nuevo y tercer
señalamiento para el día 5 de noviembre de 2001, siendo aquél citado personalmente el día 29 de octubre de 2001 en
el centro penitenciario en el que se encontraba internado, con entrega de la cédula en la que se precisaban, como antes
se ha dejado constancia, los hechos objeto del juicio y las fechas en las que habían acontecido, la posibilidad de que
la acción pudiera dirigirse contra él, la obligación de comparecer con los medios de prueba de los que se intentara
valer, pudiendo solicitar del Juzgado la citación de testigos y peritos, así como la posibilidad de asistirse de Abogado
si lo considerara conveniente.
En el mismo acto del juicio el ahora demandante de amparo solicitó, según consta expresamente en el acta, «el
aplazamiento de la vista para que venga su Abogado». Petición a la que declaró no haber lugar el órgano judicial «al
no haberse solicitado con la antelación suficiente y no ser preceptiva la intervención de Abogado».
La Sentencia condenatoria del Juzgado de Instrucción le fue notificada al demandante de amparo el día 13 de
noviembre de 2001 en el centro penitenciario, y al día siguiente, el 14 de noviembre de 2001, solicitó la designación
de Abogado y Procurador del turno de oficio para recurrirla en apelación. Suspendido el procedimiento y efectuada la
designación de Letrado, se le otorgó un plazo de cinco días para interponer recurso de apelación contra la Sentencia
del Juzgado de Instrucción. En el escrito de formalización del recurso el Letrado no articuló ningún motivo con base
en la negativa del órgano judicial de instancia a la petición del demandante de amparo de aplazar el acto del juicio
para ser asistido por Letrado. No obstante, simultáneamente a la formalización del recurso de apelación, el
demandante de amparo presentó ante el Juzgado un escrito dirigido al Letrado que le había sido designado, en el que
se quejaba de que no se hubiera aplazado el juicio en primera instancia para que le fuese designado un Abogado que
le asistiera.
La Audiencia Provincial dio respuesta en su Sentencia a la queja planteada al respecto por el demandante de amparo,
en la que ratificó la decisión adoptada por el Juzgado de Instrucción, al considerar que «en la cédula de citación ya se
ponía en su conocimiento el derecho a ser asistido de letrado, y aunque desde el día en que fue citado a juicio y
entregada dicha cédula, hasta el día del juicio poco tiempo transcurrió, antes de dicho acto podía haber realizado la
petición y no reservarla para ese momento, porque con ello provocaba una suspensión que debe ser evitada».
5 Ha de descartarse, en primer término, el presupuesto sobre el que se asienta la queja del recurrente en amparo, que
vincula haber postergado al acto del juicio la solicitud de designación de Letrado a su situación de internamiento en
un centro penitenciario, pues en modo alguno puede considerarse en este caso su situación de privación de libertad
como impeditiva de haber podido instar la designación de asistencia letrada antes del acto del juicio, como lo revela
el hecho de que al día siguiente de serle notificada en el centro penitenciario la Sentencia del Juzgado de Instrucción
solicitó la designación de Abogado y Procurador de oficio para recurrirla en apelación, sin que al respecto se ofrezca
en la demanda de amparo razón o argumentación alguna mínimamente convincente de por qué el demandante de
amparo, siendo la misma su situación de privación de libertad, no actuó ante la celebración del juicio de faltas, pese a
estar expresamente advertido de la posibilidad de acudir al él asistido de Letrado, con la misma diligencia e
inmediatez que lo hizo al pretender recurrir en apelación la Sentencia del Juzgado de Instrucción. En esta misma línea
de razonamiento tampoco puede considerarse como obstáculo impeditivo del diligente actuar que del demandante de
amparo han requerido tanto el Juzgado de Instrucción como la Audiencia Provincial la circunstancia de que dos de los
siete días que mediaban desde la citación al juicio de faltas a la celebración de éste hubieran sido festivos, pues,
aunque breve, como se reconoce en la Sentencia de apelación, tal plazo no puede estimarse insuficiente para dirigir
un escrito al órgano judicial solicitando la designación de Letrado que asistiera al demandante de amparo.
En todo caso, desde la perspectiva constitucional que nos es propia, y de conformidad con la doctrina de la que se ha
dejado constancia en los fundamentos jurídicos precedentes, en este caso, en atención a las circunstancias
concurrentes en el mismo, no puede estimarse lesionado el derecho de defensa del demandante de amparo como
consecuencia de la negativa del Juzgado de Instrucción de aplazar la celebración del juicio de faltas para atender su
solicitud de designación de Letrado, dado que no cabe advertir una real y efectiva situación de indefensión derivada
de la referida decisión judicial.
Conclusión que se impone, en primer lugar, en atención a la propia naturaleza y escasa complejidad de los hechos
objeto del juicio –dos episodios de agresión–, tanto desde el punto de vista fáctico como desde el jurídico, para cuyo
enjuiciamiento se presentaron y examinaron como pruebas únicamente las declaraciones de los intervinientes y los
partes médicos que constaban en las actuaciones, sin que por ninguna de las partes se manifestase o identificara en
ningún momento del proceso la existencia de testigo presencial alguno que debería ser llamado al juicio. A lo que hay
que añadir, en segundo término, la igualdad de armas procesales de las partes, pues todas ellas actuaron en el juicio
sin defensa y asistencia letrada. En tercer lugar, la versión de los hechos ofrecida por el recurrente en amparo,
ampliamente examinada y contestada en ambas instancias, quien reconoció los hechos por los que fue condenado y
cuyas alegaciones exculpatorias, que en su opinión podrían justificar su actuación, fueron expresa y explícitamente
desestimadas por los órganos judiciales. Y, en fin, la consideración global de que la autodefensa del demandante de
amparo no se ha revelado como insuficiente y perjudicial para el mismo, como permite apreciar, en este caso, la
circunstancia de que la defensa técnica de la que disfrutó en la segunda instancia coincidió sustancialmente con las
tesis mantenidas en su autodefensa.
En atención a los precedentes razonamientos ha de concluirse, desde las limitadas pautas de control que nos
corresponde, que en este caso la decisión judicial de no aplazar la celebración del acto del juicio en la instancia, en
aras a la protección de otros bienes y derechos constitucionalmente relevantes, como el de no provocar dilaciones
indebidas en la causa, que este Tribunal ha señalado también como límite legítimo del derecho de defensa letrada, no
ha ocasionado la vulneración constitucionaldenunciada, por lo que también en este extremo ha de ser desestimada la
demanda de amparo.
6 Por último el demandante de amparo considera que se ha visto privado de una tutela judicial efectiva, al no
habérsele permitido ofrecer su versión de los hechos en el acto del juicio, al no notificársele la primera de las faltas
por las que fue condenado, al resultarle imposible presentar medios de prueba acreditativos de que los hechos no
habían acontecido como los refirieron los denunciantes y, en fin, al no haber podido contactar con él
el Letrado designado de oficio.
Las referidas quejas del recurrente en amparo carecen de la más mínima consistencia y base fáctica, por lo que
también en este punto, sin necesidad de una más detenida argumentación, ha de ser desestimada la demanda de
amparo. En efecto, basta la lectura del acta del juicio para constatar que el solicitante de amparo depuso en el mismo,
y ofreció su versión de cómo acontecieron los hechos, versión que reiteró en la fase de apelación ante la Audiencia
Provincial mediante el escrito que dirigió a su Abogado a través del Juzgado de Instrucción, y que fue examinado y
contestado también por el órgano judicial de apelación. De otro lado, sin necesidad de reiterar aquí y ahora la
conocida doctrina constitucional sobre el principio acusatorio en el juicio de faltas (por todas, SSTC 56/1994, de 24
de febrero [ RTC 1994, 56] ; 22/2001, de 29 de enero [ RTC 2001, 22] , F. 3), basta con señalar, para rechazar la
falta de notificación de la primera de las faltas por las que ha sido condenado, que en la cédula de citación se
especificaban los hechos objeto del juicio, con indicación de la fecha y lugar en el que habían acontecido, así como
que su compañera sentimental en el acto del juicio se ratificó en los hechos denunciados y que sobre los mismos
depuso el demandante de amparo en dicho acto. Igual suerte desestimatoria ha de correr la denunciada dificultad para
proponer pruebas de descargo, pues ni en el proceso «a quo», con ocasión del recurso de apelación ante la Audiencia
Provincial, ni en la demanda de amparo, se precisan e identifican los medios de prueba que se quisieron, y no
pudieron proponer, ni, menos aún, su trascendencia sobre la decisión final del pleito, debiendo resaltarse en este
extremo que las alegaciones exculpatorias ofrecidas por el demandante de amparo, que reconoció los hechos por los
que fue condenado, en opinión de los órganos judiciales, como se razona en la Sentencia de apelación, carecían de
toda virtualidad para evitar su condena. Y, en fin, al Letrado que le fue designado de oficio en la segunda instancia se
le concedió el plazo legalmente previsto para interponer el recurso de apelación, sin que conste, ni quepa deducir de
las actuaciones, ni al respecto se haya formulado queja alguna ante los órganos judiciales, la existencia de
impedimento alguno para contactar con su representado, sin que tampoco en la demanda de amparo se precise e
identifique algún obstáculo al respecto.
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE CONFIERE LA
CONSTITUCION DE LA NACION ESPAÑOLA,
Ha decidido
Desestimar la presente demanda de amparo de don Antonio A. P.
Publíquese esta Sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid, a uno de diciembre de dos mil tres.—Tomás S. Vives Antón.—Pablo Cachón Villar.-Vicente Conde
Martín de Hijas.—Guillermo Jiménez Sánchez.—Elisa Pérez Vera.—Eugeni Gay Montalvo.—Firmado y rubricado.

PREGUNTAS QUE HA DE RESPONDER EL ALUMNO


EL DERECHO DE DEFENDA ¿CUÁNDO HA DE PONERSE EN CONEXIÓN CONEL DERECHO A UN
PROCESO SIN DILACIONES?
QUIEN ALEGUE INDEFENSIÓN COMO CONSECUENCIA DE LA VULNERACIÓN DEL DERECHO DE
DEFENSA ¿NO HA DE HABER PROVOCADO?

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