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En los barrios marginales, la vida entera pasa a ser definida por ese terror fundante, ese
terror que nos recuerda que vivimos constantemente sobre la precariedad, sobre un piso
siempre apunto de desfondarse a la pobreza extrema, el consumo desmesurado, el
suicidio, el hambre, y todo lo que se puede resumir en la única lógica habilitada por el
capitalismo actual para los marginales: resistir la vida hoy, intentar no morir mañana.
Ahora bien, esta precariedad y este terror anímico marcan una ruptura con la pobreza tal
cual la conocíamos hasta finales del siglo XX, y ahí es donde quiero poner la lupa. El
terror anímico, es “un terror que no tiene agentes nítidos ni agentes concretos” es un terror
1
Colectivo Juguetes Perdidos, 2017, La gorra coronada, ed. Tinta Limón.
que tiene mucho de temor a la inconsistencia, a des-existir, y es un terror donde la
violencia aparece redefinida por las formas de subjetivar del neoliberalismo: Es desde
este suelo, como fondo de época, que cualquier roce puede generar quilombo; y esto si
es un axioma casi inevitable: cualquier cosa puede desarmar el frágil equilibrio
cotidiano. Quilombos que son violencia latente circulando y que enfrentarlos te vuelve
cuidador y propietario de tu vida: pura individualidad paranoica y solitaria. (Ídem, p.
19)
Si ponemos en relación estas ideas, junto a la más básica definición del Goce otorgada
por Lacan como “satisfacción de la pulsión”, “hundido en un campo central de
inaccesibilidad, de oscuridad, de opacidad”, podemos armar una serie de interrogantes
compartidos sobre la violencia: ¿podríamos pensar el goce como satisfacción de esta
pulsión “paranoica y solitaria” de supervivencia? ¿Podemos pensar el terror anímico
como una violencia especifica en relación al goce? ¿Cómo se relaciona la categoría de
goce con las pulsiones que ponen en juego las formas de subjetivación neoliberal?
Sin intenciones de dar respuesta a estas preguntas, pero si con la de abrir un espacio de
reflexión, me vuelvo a Un esfuerzo de poesía, como punta pie de inicio. Dice Adilson
Sebastião Silva2, al respecto del texto de Miller, la poesía es una poiesis, es creación, un
saber hacer, la posibilidad de nuevos modos de vida, es decir, recupera el sentido griego
de poiesis, de la misma manera que recupera Castoriadis el de autopoiesis del sujeto.
Retomando ese sentido, interpreta el psicoanalista brasilero, que “si una sesión de análisis
es un esfuerzo de poesía (en tanto poiesis)… Atravesar un análisis es liberar al sujeto de
la ignorancia de su goce. Es colocarlo frente a su goce” (Adilson, 2014) Siguiendo esta
lectura, me pregunto entonces, ¿Podrá significar que el análisis al enfrentar al sujeto con
su goce, al liberarlo de su ignorancia, puede servir para combatir el terror anímico?
¿Puede el análisis en tanto esfuerzo de poesía, en tanto liberación del sujeto de su
ignorancia, sacar del fondo oscuro y opaco la matriz de paranoia y soledad que habita en
las subjetividades contemporáneas, en las formas de vida que habitan los barrios donde
la precariedad totalitaria rige las pulsiones?
En una línea similar, refiriéndose a los cursos de Lacan sobre el goce, señala Jorge
Aleman3 que
el afán de "deconstruir" al sujeto cartesiano, ha impulsado a distintos filósofos a intentar
"recuperar" la cuestión de la subjetividad a través de problemáticas narrativas o
gramaticales, o a través de la constitución de las "identidades sociales". Pero
precisamente todas estas operaciones se sostienen únicamente en el campo del sentido.
Por el contrario, el rasgo que siempre se presenta en el Curso de Lacan sobre el goce es
“nunca tratar el fenómeno que se nos da en la experiencia, exclusivamente en el campo
del sentido” (Miller, 1999)
2
Adilson, Sebastião Silva (2014) “Poesis. Una construcción hacia el bien decir del síntoma”,
Consecuencias Revista Digital de Psicoanálisis, arte y pensamiento, Nº 12, Mayo.
3
Intervención realizada con motivo de la Presentación del Libro de Jacques-Alain Miller, "Los signos del
goce", organizada por la Biblioteca del Campo Freudiano de Madrid en el Cirulo de Bellas Artes el día 20
de marzo de 1999. http://wapol.org/ornicar/articles/alm0079.htm
Con este breve recorrido, y recuperando nuestra intención de intercambio interdisciplinar,
quiero abrir la pregunta a la posibilidad de utilizar el goce como herramienta analítica que
nos permita ir más allá del sentido, más allá de la ignorancia del sujeto sobre sí mismo,
para desentrañar cómo operan las formas de subjetivación neoliberal en las ideas de terror
anímico y precariedad totalitaria. Porque la investigación de Juguetes Perdido, puede
pensarse también como una forma compleja y muy específica de rastrear cómo se da una
suerte de “alienación” hoy, cómo es que los sujetos se alienan en las prácticas individuales
de la supervivencia en la precariedad totalitaria, cómo esa práctica refuerza una
subjetividad individual, desconfiada, arrinconada, temerosa y violenta. Podríamos pensar
que el terror anímico y la precariedad totalitaria vienen a satisfacer una pulsión del
goce alojado en ese “fondo opaco”, en ese fondo de des-existencia, donde la violencia del
neoliberalismo se vuelve pura ignorancia para el propio sujeto. Para finalizar-iniciando,
¿podrá el psicoanálisis, a través de la problemática del goce, abrirnos un diálogo a las
ciencias sociales sobre cómo pensar estas nuevas violencias y nuevas subjetividades por
fuera del excluyente campo del sentido, en el terreno de los cuerpos que se desfondan?