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ATEiSMO Y MONOTEiSMo! EI monoteismo es un ateismo Schelling El ateismo no sdlo es una invencion especifica de Occidente, sino que también debe considerarse como aquel elemento en el que Occidente propiamente se inventa. Con facilidad, eso que llamamos “Grecia” podria ser atravesado o mezclado con un numero considerable de conductas religiosas: lo que como minimo se mantiene es que, ante todo, lo que distingue © incluso constituye, lo “griego”, es un espacio de vida y de pensamiento que no da forma ni delimitacién a la presencia divina (salvo a aquella de los dioses de la ciudad o los de la especulacién, que precisamente no son mas que presencias). En este sentido, los griegos son ante todo descendientes de Jenéfanes que, mucho antes que Platén, se burla del antro- pomorfismo de los dioses y por lo tanto se encuentra ya al- canzado por la invencién del ateismo. (Claro que durante ese tiempo los dioses de los misterios continian sus destinos subterraneos -otra historia que dejo de lado, pero que mas adelante también vuelve a encontrarse con el monoteismo.) 1. Escrito para la revista italiana L’espressione (Npoles, Cronopio, 2005) asi como para Santiago Zabala (ed.), Weaking Philosophy: Festschrift in Honour of Professor Gianni Vattimo, McGill-Queen’s University Press, 2006. Con modificaciones, fue pronunciada en la apertura del coloquio “Heid le danger et la promesse”, organizado en Strasburgo en noviembre del afio 2004 por el “Parlement des philosophes”. 29 La declosion Esta invencién del ateismo responde a un cambio del pa- tadigma general: un orden del mundo dado y recibido de modo destinal (ya sea que uno ponga el acento del lado de la asignacién o del lado de la orientacién) es sustituido por el régimen de una construccién del mundo a partir de la pre- gunta sobre su principio o sobre sus principios. Que se em- piece a hablar de “naturaleza”, en el sentido de un sistema de elementos, de principios y de consecuencias, significa que el mundo ya no se reparte entre presencias de cualidades y es- tatutos diversos (mortales, inmortales, bajos, altos, impuros, puros), sino entre la totalidad de lo dado y el orden de las condiciones de aquello que simplemente ya no puede ser la recepcidn, sino que debe, de lo dado, dar a cambio la razén. Esa razén puede ser llamada “divina”. Su divinidad, sin em- bargo, no sostiene sino la excelencia de su posicion axiolégica y no un desvio intrinseco de su naturaleza: por el contrario, esa naturaleza, de derecho, se muestra como accesible al mor- tal, aunque sea mis allé de su muerte (o, por el contrario y preferiblemente, su muerte deberia volverse la via real* de ese acceso). Cuando Platén escribe “ho theos”, como ocurre, esa designacién del “dios” en singular y sin nombre propio vuelve la traduccion casi imposible para nosotros, ya que de- bemos elegir entre sacar el sustantivo y hablar de “divino”, o bien mantenerlo y hablar de un “dios”, persona unica de la cual Platén no tiene idea alguna -es ocasién de decirlo, y en todos los sentidos de la palabra. En el theos de Platén, podemos decir que los dioses des- aparecen (atin si el mismo Platén puede nombrarlos en plural pocas lineas después del theos singular). Es decir que el para- digma del universo dado, ordenado y animado —aquello que se llamard una mitologia para sustituir a una fisiologia y a una cosmologia— ha dejado de funcionar, y que sus representacio- * Royale, adjetivo que deriva de “rey” o “realeza”. (N. de la T] Ateismo y monotcismo nes y sus historias fundadoras no son ya reconocidas como modelos plasticos del mundo sino sdlo como ficciones. Los dioses se van con sus mitos. Pero si esas ficciones sdlo se hicieron propiamente valer por sus figuras, sus caracteres y sus escenarios, es decir por la tropa espectacular de sus personajes divinos tomados en sus propiedades, genealogias, avatares, furores y deseos, en- tonces también es posible decir que el theos unico, privado de imagen y de nombre, representa en realidad una invencién e incluso la invencién del “dios” en general. No hay “el dios” ni “lo divino”, ni tampoco puede haber “los dioses”: en el inicio no hay eso, o no hay exactamente eso mientras exista el pueblo o la especie de las figuras inmortales. Existen los compaiieros inmortales de los mortales, y no la distancia on- tolégica que va a medir, en adelante, la palabra de “dios”. De- bemos considerar, entonces, que la invencién del “ateismo” es contempordnea y correlativa de la invencién del “teismo”. Ambos términos, en efecto, tienen su unidad en el paradigma de lo principial. Nunca un dios —lldmese Urano, Isis 0 Baal- tuvo ni posicién ni naturaleza de principio. Los dioses actuaban, hablaban u observaban desde la otra orilla de a muerte: no hacian pasar a los mortales a esa orilla 0, silo hacian, no lo hacian sin mantener, al mismo tiempo, abier- to y amenazador, el rio que fluia entre las orillas como habia fluido, por ejemplo, entre Diana y Acteén, y como continuaria fluyendo entre los hombres y sus sombras muertas. Por el contrario, el principio -o los principios, aunque el singular es aqui necesario y exigible por principio-, no tiene otra funcién que la de tender un puente entre las orillas. Tal es la funcién légica que sustituye a la ficcién mitica: la doble posicién de una alteridad radical (dios y hombre ya no estén juntos en el mundo) y de una relacién de lo mismo con lo otro (el hombre es llamado hacia el dios). 31

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