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Preguntas frecuentes

PREGUNTAS SOBRE LA LABOR ARTÍSTICA

¿Qué libros te influyeron más cuando eras pequeño?


¿Cómo te convertiste en artista?
¿Cómo definirías la palabra «ilustración»?
¿Cuándo y por qué utilizas el humor en tus libros?
¿Cómo creas un álbum ilustrado?
¿Empiezas por las palabras o por las imágenes?
¿Qué proceso sigues hasta que la ilustración está acabada?
¿Te implicas mucho en el diseño de tus libros?
¿Qué artistas han influido en tu obra?
¿Qué consejo le darías a alguien que aspire a dedicarse a la ilustración?

¿Qué libros te influyeron más cuando eras pequeño?


De algún modo me resulta difícil responder a esta pregunta porque lo que más influye
sobre mi obra probablemente son las cosas que más doy por supuestas. Algo tan simple
como el haber tenido a mi disposición pintura y lápices puede que haya sido más
importante que cualquier libro (mi padre era arquitecto y a mi madre le gustaba pintar
personajes de Disney gigantes en las paredes de nuestro dormitorio). Por lo general, tuve
una infancia muy feliz llena de imágenes e historias.
Mi madre nos leía en voz alta a mi hermano y a mí cuando éramos pequeños, y no se
limitaba a un tipo de libros concreto. Mi familia no era especialmente «literaria», por lo
que leíamos cualquier cosa que pudiéramos tener a mano siempre que hubiera una
historia sin que nos orientaran o censuraran demasiado (lo mismo que con la televisión y
el cine). Una de las historias que nos leyó mamá y que realmente perdura entre mis
recuerdos fue Rebelión en la granja de George Orwell, supongo que pensó que se trataba
de un libro para niños. Ninguno de nosotros supo ver la sátira sobre la política soviética,
pero todos pensamos que era una historia fantástica, y el hecho de que no tuviera un final
feliz fue algo que me sorprendió, me inquietó y, según recuerdo, ¡me dejó muy
satisfecho! Aún pienso mucho en Rebelión en la granja como un punto de referencia
tanto para mis textos como mis ilustraciones: es un libro simple, absurdo y veraz.
Además consigue una cierta universalidad más allá de cualquier referencia satírica
concreta, con comentarios sobre la naturaleza humana en todas partes, como se demuestra
en el hecho de que lo disfrutara tanto cuando era pequeño. Mirando hacia atrás, uno de
mis primeros álbumes ilustrados, Los conejos, tiene un cierto aire orwelliano,
probablemente como resultado de esa influencia tan temprana.
Por lo que respecta a álbumes ilustrados, había un libro de poemas de terror llamado The
Headless Horseman Rides Tonight con textos de Jack Prelutsky y escalofriantes
ilustraciones en tinta y pluma de Arnold Lobel. Aún recuerdo las imágenes con bastante
viveza, he tomado prestado el libro de la biblioteca muchas veces. Me atraía cualquier
cosa que tuviera que ver con monstruos, el espacio exterior o los robots. El primer libro
que compré, con los ahorros de toda mi vida a la edad de siete años, fue un libro ilustrado
sobre dinosaurios. No me cansaba nunca de ojearlo, copiar los dibujos y memorizar los
nombres de todos los dinosaurios.
Luego estaba The Mysteries of Harris Burdick de Chris Van Allsburg, un libro que aún
admiro como adulto porque me parece un álbum infantil experimental ideal: es una serie
completa de frases fragmentarias y de extraños dibujos singulares que jamás acaban de
explicarse del todo. También me gustó Fungus the Bogeyman de Raymond Briggs, pero
no descubrí (y me dejé influir por) muchos otros libros suyos hasta que me hice mayor.
Asimismo, guardo varias imágenes de Quentin Blake en mi cabeza, especialmente una de
una rana propulsada con mermelada, y era un fanático de todo lo que hacía Roald Dahl.
Más adelante, cuando tenía unos diez o doce años, recuerdo que me impresionó El
hobbit y la trilogía de libros de John Christopher sobre un mundo futuro invadido siglos
atrás por gigantescos robots centinelas que todo el mundo aceptaba ya como
normales:The White Mountains, The City of Gold and Lead, The Pool of Fire. Como
adolescente me influyeron sobre todo los relatos breves de Ray Bradbury, que eran como
sueños extraños o cuentos de hadas para adultos y probablemente consolidaron mi interés
en la ciencia ficción y la fantasía como método para comunicar ideas. Mis preferidos
eran The Silver Locusts y The Illustrated Man, y en varios aspectos mi libro Cuentos de
la periferiaes un guiño a esas antologías.
Visualmente, me influyeron más el cine y la televisión. Las primeras películas de La
guerra de las galaxias, por sus diseños más que por la historia, y ciertas películas de
fantasía como The Dark Crystal (con la que me obsesioné cuando tenía unos diez años).
También miraba a menudo Dr Who, Star Trek y series de ese tipo, aunque nunca llegué a
ser un gran seguidor. Me interesaba mucho más La dimensión desconocida, una vez más,
porque era fantasía enmarcada en el «mundo real» con una estructura parecida a la de las
fábulas, en mi opinión. Uno de los motivos por los que hago álbumes ilustrados es que
siguen interesándome sobre todo las historias filosóficas breves: los álbumes ilustrados
son perfectos para ese tipo de cosas.
Así pues, creo que todas esas cosas influyeron en mí, ésas y muchas más. Algunas son
conscientes, pero lo más probable es que haya otras que no: simplemente notas que una
ilustración o una historia «funciona» porque parece buena, y esa sensación surge de una
mezcla de experiencia vital de primera mano y de los modelos de narración e
imaginación que proporcionan los libros, la televisión, el cine y otras fuentes como la
cultura, el arte y la lengua. No suelo discriminar entre «arte mayor» y «cultura popular»,
simplemente es algo que resulta interesante y memorable.

¿CÓMO TE CONVERTISTE EN ARTISTA?


De pequeño, siempre me interesó el dibujo, aunque eso es algo que creo que es propio de
casi todos los niños y niñas. La única diferencia es que yo no dejé de hacerlo. El impulso
que me llevó a escribir historias y a crear imágenes es esencialmente el mismo que me
lleva a hacerlo como adulto, aunque ahora puedo aportar mucha más experiencia a la
tarea y ser más crítico acerca del proceso.
Mis padres siempre nos animaron con entusiasmo a mi hermano y a mí fueran cuales
fueran nuestros intereses cuando éramos niños. Por eso, del mismo modo que mi
hermano estaba obsesionado con recoger piedras desde que tenía seis años (y ahora es
geólogo), yo siempre quise ser artista. A medida que crecía, también me gustaba escribir
poemas e historias, que a veces ilustraba, y de vez en cuando pintaba y esculpía.
Durante mucho tiempo no estuve muy seguro de si uno podía realmente ganarse la vida
como artista y me interesé por otras cosas como la historia y las ciencias mientras estuve
en el instituto. Consideré seriamente la posibilidad de estudiar biotecnología antes de
entrar en la universidad, pero a la vez me impliqué mucho con la pintura y la escritura
(mis principales aficiones como adolescente eran escribir historias de ciencia ficción y
pintar paisajes del natural).
Finalmente me licencié en la Universidad de Western Australia en Bellas Artes y
Literatura Inglesa después de decidir que ésas eran las áreas que más me atraían. No
obstante, mis estudios fueron muy académicos y consistieron sobre todo en teoría y
crítica del arte y la literatura en lugar de ser clases prácticas, por lo que en ese momento
tenía muchas ganas de comprobar si podía ganarme la vida como artista free-lance. Ya
había hecho algunas ilustraciones como estudiante para ganar algún dinero: dibujaba para
revistas, periódicos, portadas, pósters musicales, panfletos y publicaciones, en la mayoría
de los casos dentro del campus, además de vender alguno de mis extraños cuadros. Con
esos trabajitos aprendí casi todas las técnicas que domino actualmente.
También me impliqué bastante en un par de revistas de ciencia ficción de corta tirada,
Aurealis y Eidolon. Empecé en el instituto cuando mandé una imagen de un canguro
robot en una de esas publicaciones. Para mi sorpresa, la publicaron (aunque jamás
publicaron ninguno de mis escritos). Más o menos durante la misma época también gané
un premio de ilustración de ciencia ficción en los EUA (una vez más, después de mandar
mis trabajos) lo que me hizo pensar en la posibilidad de que ése podía ser un camino
profesional posible.
Durante diez años, además de estudiar, participé como artista y editor en la revista
Eidolon de Perth, donde apenas me pagaban (bueno, 20 dólares por ilustración), pero me
sentía muy recompensado porque me permitió conocer a muchos otros escritores y
artistas con intereses similares a los míos, y realmente aprendí diferentes maneras de
ilustrar trabajando con una variedad de textos que supuso en sí misma un verdadero reto.
Mi nivel de dibujo y de conceptualización se desarrollaron sobre todo como resultado de
mis trabajos para ésa y otras revistas: en total produje unas doscientas historias, a menudo
bastante experimentales. Cuando miro hacia atrás, no creo que pudiera haber encontrado
un ámbito más amplio de temas para poner a prueba mi nivel que el área de las revistas
ficción especulativa (historias sobre tiempo, espacio, muerte, historia, filosofía, arte,
sexualidad, matemáticas, ética, terror y muchas más cosas) normalmente ambientadas en
otro mundo (pasado, futuro o interplanetario) que no es el nuestro.
Después de la universidad, me impliqué cada vez más en la literatura infantil y juvenil,
incluidos álbumes ilustrados, sobre todo porque algunos de los escritores relacionados
con la ciencia ficción también publicaban en esta área. También enviaba material a
menudo a varios editores expresando mi interés de realizar cualquier tipo de trabajo
relacionado con la ilustración, y es que ¡necesitaba dinero! Sabía pocas cosas sobre
álbumes ilustrados cuando me pidieron que ilustrara uno por primera vez, y tendí a
compartir los perjuicios de mucha gente según los cuales se trataba de un ámbito
estrictamente infantil y no una forma más de arte que permite una gran sofisticación
artística o intelectual.
Trabajar con Gary Crew en mis primeros libros (pequeñas historias de terror dentro de
una serie llamada After Dark y un elaborado libro ilustrado de ciencia ficción llamado
The Viewer) me llevó a pensar en los álbumes ilustrados de un modo más profundo. Gary
es un autor y académico muy versátil en el ámbito de la narrativa visual, y aboga por la
idea de que los álbumes infantiles son ideales para lectores mayores, y no sólo para niños.
Yo heredé ese interés y he trabajado desde entonces en varios textos ilustrados
experimentales en mayor o menor medida. No es que haya ganado mucho dinero con
ellos, no obstante, por lo que también he tenido que trabajar regularmente en otros
proyectos por encargo, especialmente portadas para novelas, para ganarme la vida. Más
recientemente, he empezado a trabajar en otros ámbitos además de la ilustración editorial,
entre ellos el teatro y la animación, y he pasado bastante tiempo escribiendo y pintando
para mí mismo.
Probablemente sería justo decir que para la mayoría de artistas resulta difícil hallar una
sola descripción definitiva de su trabajo, ya que surgen muchas oportunidades
inesperadas en un trabajo creativo como éste. Me doy cuenta de que constantemente
aprendo, entro en contacto con nuevas maneras de pensar y nuevas técnicas que me
permiten resolver diferentes problemas artísticos y eso consigue que la profesión no deje
de parecerme un reto, que no pierda interés.

¿CÓMO DEFINIRÍAS LA PALABRA «ILUSTRACIÓN »?


De hecho, no me acaba de gustar la palabra «ilustración». Sugiere algo derivado, una
elaboración visual de una idea gobernada por un texto. En el discurso de las «bellas
artes» a menudo puede encontrarse el término utilizado con un sentido despectivo, casi
como una oposición al dibujo serio o a la pintura, como cuando se dice que algo es «mera
ilustración». Es decir, algo esclavo, o sin contenido propio, algo que sólo puede ser
descriptivo.
Aún así, trabajando en este ámbito me doy cuenta de que las relaciones más interesantes
entre palabras e imágenes no son en absoluto descriptivas, sino más bien las que existen
entre los dos medios de expresión de forma independiente. En toda mi obra reciente, el
texto y las ilustraciones podrían operar narrativamente de forma aislada, pero al parecer
reaccionan de un modo similar y extraen nuevos significados de sus respectivos
contextos.
Debo decir que las ilustraciones son para mí el «texto» principal de mis libros y, aunque a
menudo empiezo escribiendo, suele ser una especie de andamio, o como una costura que
une todas las piezas de una prenda. Más recientemente he estado pensando mucho en la
narrativa visual sin texto. Me intriga la capacidad del lector de superponer sus propias
ideas y sentimientos a la experiencia visual sin que las palabras puedan llegar a distraerlo.

¿CUÁNDO Y POR QUÉ UT ILIZAS EL HUMOR EN T US LIBROS?


El humor también es una forma excelente de llegar tanto a un público infantil como
adulto, ya que puede funcionar a varios niveles (siempre pienso en Los Simpsons como
un gran ejemplo de esto, aunque hay muchos otros, especialmente sátiras). Algo
anecdótico puede llegar a ser realmente «serio» en la medida que pone a prueba nuestro
conocimiento del mundo, abre nuevas ventanas en nuestros cerebros y rompe con la
pasividad de nuestro nivel de comprensión normal, especialmente cuando se introduce un
elemento absurdo en un contexto que nos es familiar. Es una especie de indagación
intelectual que me parece muy divertida y tentadora.
El otro aspecto que me gusta del humor es que no es tan didáctico. Lo que hace que algo
sea divertido o que valga la pena es que lo descubrimos por nuestros propios medios, en
lugar de que nos lo cuenten directamente. De un modo parecido, también puede evitar
que una historia o una pintura parezcan demasiado pretenciosas, y a veces puede permitir
que ciertas ideas profundas sean transmitidas con sencillez.

¿CÓMO CREAS UN ÁLBUM ILUSTRADO?


La mayoría de mis libros ilustrados me han supuesto más o menos un año de trabajo
(aunque en el caso de Emigrantes tardé cuatro o cinco años). La mayoría de ese tiempo
no es necesariamente productivo de un modo visible, ero eso es algo que ocurre con
muchos proyectos creativos, en mi opinión. Implica pasar mucho tiempo pensando
mientras haces otras cosas (lavando los platos, por ejemplo) y jugar con muchas ideas
que puede que funcionen y también puede que no, tomar muchas notas y llenar muchas
libretas de esbozos.
Tener una hoja de papel en blanco delante no estimula especialmente mi imaginación.
Podría empezar dibujando, pero todo terminaría pareciendo lo mismo, y lo más probable
es que se pareciera a cosas que ya he hecho antes. Por eso intento activamente absorber
ideas e influencias ajenas. Ésa es una lección clave que aprendí después de pasar años
ilustrando varias historias de ciencia ficción. Las buenas ideas no aparecen, tienes que ir a
buscarlas.
Investigar (leer, ver películas, jugar con diferentes medios) me libera de la parálisis
creativa que siento cuando las posibilidades son infinitas. Necesito puntos de referencia
concretos para desarrollar ideas, y también algún tipo de resistencia a mi «configuración
estilística predeterminada», de manera que sea capaz de pensar fuera del ámbito habitual
y de aprender así algo nuevo.
Pintar y dibujar, para mí, no significan creación sino transformación. No se trata tanto de
expresar temas preconcebidos o de dominar la mera enunciación, sino que es más bien un
proceso de descubrimiento ligeramente distraído, se trata de ver hacia dónde te llevan
ciertas líneas de pensamiento si decides seguirlas. Sé que voy por buen camino si me
siento poco familiarizado con lo que estoy haciendo, si noto que estoy quedando
sorprendido por la manera con la que esa mezcla de dibujos y palabras toman un nuevo
sentido y me veo capaz de dominarlo para afrontar lo que venga a base de dibujar y
dibujar.
¿EMPIEZAS POR LAS PA LABRAS O POR LAS IMÁ GENES?
En eso soy muy variable, ya que no existe una manera «correcta» de conseguir que surja
una historia o un conjunto de imágenes. Por lo general, tiendo a empezar con una o dos
imágenes que bien podrían ser esbozos o vagas imágenes mentales, pero que seguramente
tendrán poco o ningún sentido: un pez flotando por una calle, un chico alimentando a un
monstruo en un cobertizo o un búfalo de agua señalando algo. A continuación juego
mucho con las palabras para intentar «decir» algo sobre lo que ocurre, y al mismo tiempo
intento mantener el misterio.
Escribo muchas frases inconexas y las mezclo con dibujos minúsculos, todo eso puede
ocupar muchas páginas de una libreta de esbozos, aunque soy consciente de que tendré
que desecharlo casi todo más adelante. A menudo acabo escribiendo y dibujando mucho
material y luego tengo que reducirlo otra vez hasta encontrar las imágenes y palabras
esenciales. Sigo construyendo a partir de éstas y vuelvo a reducir. De algún modo es
como modelar y tallar, sólo que utilizo las ideas como materia prima.
Después de eso puedo decidir si vale la pena intentar hacer un libro con todo eso. ¿Es
interesante tanto a nivel conceptual como emocional? ¿Es original y no parece que cuente
algo fiel a la vida real? En muchos casos, la respuesta es «no» y todo acaba allí. Aun así,
me he dado cuenta de que a menudo acabo utilizando partes de proyectos abandonados
para crear proyectos nuevos.
Si la historia y el concepto parecen sólidos (como por ejemplo si a un editor le gusta),
haré una primera maqueta, una versión esbozada del libro con todas sus páginas en la
medida aproximada en la que se imprimirá. Normalmente estas maquetas están llenas de
dibujos fotocopiados y pedazos de papel con texto pegados con cinta adhesiva de quita y
pon para poder volver atrás e intercambiar partes, moverlas, elaborarlas o reducirlas. Lo
leo y lo releo constantemente para comprobar la fluidez, los contrastes y el diseño del
libro (la distribución de texto e imágenes). También está bien hacer una copia más
manejable y mandársela al editor para que pueda hacer sus comentarios, así como el
«manual de instrucciones» para el arte final y la historia a la que me refiero a través del
largo proceso de producción que, aunque no sea de forma continua, puede prolongarse
durante varios años. Durante ese periodo, la maqueta sirve para recordar el aspecto y la
esencia del proyecto.

¿QUÉ PROCESO SIGUES HASTA QUE LA ILUSTRA CIÓN ESTÁ


ACABADA?
Voy esbozando hasta que doy con una línea bastante limpia en papel que luego pueda
trazar sobre otro soporte (normalmente papel de acuarela de gramaje medio, estirado e
imprimado con pintura acrílica) con grafito o papel de calco blanco. La mayoría de mis
ilustraciones no son muy grandes porque deben entrar en un escáner para ser
reproducidas, lo que exige un tamaño entre el A2 y el A1. Creo que es mejor trabajar a
una escala parecida a la que verá el lector final para que los detalles no acaben siendo
demasiado pequeños (la mayoría de las veces se reproduce una reducción de la
ilustración).
Normalmente pinto de oscuro a claro, por lo que trazo líneas blancas sobre una fondo gris
o marrón oscuro. También hago un pequeño esbozo de la imagen a color, muy rápido,
con pintura acrílica y pasteles sobre una fotocopia o un dibujo preliminar. A veces hago
dos con diferentes combinaciones de colores. Para empezar doy unas cuantas pinceladas
rápidas con acrílicos muy diluidos, y continuo el proceso editorial de los esbozos cuando
cambio de opinión (de ahí el uso de medios opacos, ya que permiten cubrir los
«errores»). Luego pinto sobre esas capas con pintura al óleo, cuyos colores tienen una
riqueza algo superior, y además seca más lentamente, algo que personalmente prefiero
porque soy un pintor más bien lento.
También utilizo otros medios, como por ejemplo el grattage, los pasteles, lápices de
color, gouache, acuarela, tinta y pluma, linóleo o bien hago composiciones (con objetos
encontrados), todo ello aplicado sobre papel, lienzo y madera. También suelo utilizar el
collage porque permite que elementos inesperados se introduzcan en una imagen para
crear una textura interesante, tanto a nivel de superficie física como de ideas.
Últimamente he estado experimentando con la combinación de técnicas tradicionales con
los nuevos medios digitales. Cada técnica sirve para expresar determinadas ideas y
efectos, y eso es lo que influye en mi elección junto a los varios experimentos que a
menudo incluyen la técnica mixta.

¿PARTICIPAS MUCHO EN EL DISEÑO DE TUS LIBROS?


Intento aportar tanto como puedo al diseño de mis libros, hasta el punto de haber rotulado
a mano libros como El árbol rojo y La cosa perdida. Considero que la tipografía y la
maquetación forman parte de la ilustración en muchos casos, y están tan abiertas a las
posibilidades de la composición y el estilo como lo está la pintura. Las palabras pueden
moverse, curvarse, romperse en pedazos, darse la vuelta y cortarse por lugares distintos.
Esto realmente puede cambiar el significado de una palabra o de una imagen
considerablemente hasta el punto de sugerir ciertas ideas.
Además de complementarse, texto e imagen jamás deben competir, ya que son cosas muy
distintas, por lo que tiendo a poner menos páginas muy llenas de texto cuando la
ilustración tiene un mayor significado, reduzco el texto adecuadamente y a veces incluso
lo suprimo del todo.
La ilustración de portada siempre es siempre lo último que hago, y es lo que considero
menos importante en lo que respecta a la historia, aunque es obvio que tiene su
importancia por otros motivos. Está allí para que el lector se interese en el contenido del
libro, especialmente por su aspecto diferente o poco habitual. Debe representar toda la
historia hasta cierto punto, ya que es la imagen que verán la mayoría de lectores cuando
aparezca en los estantes de las librerías, en las reseñas de periódicos y revistas e incluso
en el recuerdo del lector. ¡La gente realmente juzga los libros por las tapas!

¿QUÉ ARTISTAS HAN IN FLUIDO EN TU OBRA?


Soy bastante omnívoro en lo que respecta a influencias, y me gusta admitirlo
abiertamente. Los lectores de La cosa perdida a menudo reconocen mis parodias de
cuadros famosos de artistas como Edward Hopper y Jeffrey Smart, o ligeras referencias al
artista medieval Hieronymus Bosch y a los surrealistas españoles. Podría nombrar a
centenares de ilustradores, escritores, dibujantes de cómics, fotógrafos, cineastas y
artistas (tanto históricos como contemporáneos) que han influido sobre mí en virtud del
hecho que me interesa su obra, pero mi criterio cambia de vez en cuando. También
tendría que incluir, con el mismo nivel de importancia, influencias aparentemente banales
como calles de barrios residenciales, formaciones nubosas, conversaciones, la manera
cómo la pintura se desliza por un lienzo o se mezclan los colores, o la disposición de unos
objetos sobre una mesa o un paisaje: básicamente todo un reino más abstracto de
inspiración que tiene sus raíces en encuentros cotidianos y accidentes de percepción. Y
siempre hay algo por descubrir, incluso entre las cosas de siempre que ves cada día, el
material no se acaba. Tan sólo tienes que aplicar tu imaginación y mirar las cosas desde
un ángulo nuevo.

¿QUÉ CONSEJO LE DARÍ AS A ALGUIEN QUE ASP IRE A


DEDICARSE A LA ILUST RACIÓN?
Debes disfrutar con lo que haces, hasta el punto que sea un placer ir más allá de la
llamada del deber e intentar siempre que sea posible crear algo que supere lo meramente
«suficiente». También es importante demostrar que eres de fiar y que es fácil trabajar
contigo, como en cualquier otro trabajo: ésa es la razón principal por la que los clientes te
siguen dando trabajo. El trabajo casi siempre me llega porque otra persona me ha
recomendado, y muchos de los trabajos que hice por poco dinero mientras era estudiante
demostraron ser una valiosa inversión en ese sentido.
La comunicación es muy importante aunque tengas que pasar tanto tiempo trabajando
solo, y tienes que ser capaz de hablar sobre todo lo que haces de forma clara y
explicativa, de manera que los otros puedan comprender tus ideas, especialmente cuando
no son inmediatamente visibles. Al mismo tiempo debes estar abierto a discusiones y a
comprometerte, pero sin perder tu integridad artística. Creo que en la mayoría de los
casos estos son conceptos razonablemente compatibles.
Por supuesto, una cierta competencia técnica como artista es necesaria, pero no deja de
ser una herramienta para la realización de ideas. Sin una gran imaginación, tu habilidad
se limita a eso, a «estilo» y «efectos» sin un valor inherente. Resulta útil permanecer
interesado en todas las formas de arte más allá de una forma en concreto, así como tener
conocimientos de historia del arte e incluso de teoría artística. Esto a menudo se convierte
en la columna vertebral invisible del pensamiento artístico. Desarrollar una sensibilidad
visual y un cierto vocabulario, más allá de meras habilidades técnicas, significa que
puedes ser lo suficientemente versátil como para sobrellevar diferentes proyectos y
encontrar soluciones originales.
Si tuviera que dar otro consejo, éste sería que mientras estéis haciendo algo, incluso si no
sale bien, no estáis perdiendo el tiempo. El mayor logro de tanto trabajo creativo es
simplemente encontrar tiempo y dedicación para ello, especialmente cuando parece
difícil y más desagradable (casi todos los proyectos parece que llevan implícita una fase
de crisis de confianza). Las buenas ideas y el talento no valen mucho si no se aplican
trabajando realmente duro. Lo importante es llevar las cosas hasta el final a pesar de las
dificultades que puedan surgir.

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