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Autores 3

GEOGRAFÍA, PAISAJE E IDENTIDAD


4 Autores

BIBLIOTECA NUEVA UNIVERSIDAD


MANUALES Y OBRAS DE REFERENCIA
Serie Psicología
Dirigida por Gualberto Buela-Casal
Autores 5

Clara Copeta y Rubén Lois (Eds.)

GEOGRAFÍA, PAISAJE
E IDENTIDAD

BIBLIOTECA NUEVA
6 Autores

Cubierta: A. Imbert

© Los autores, 2009


© Editorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid, 2009
Almagro, 38
28010 Madrid
www.bibliotecanueva.es
ISBN: 978-84-9742-914-6
Depósito Legal: M-6.651-2009
Impreso en Lavel, S. A.
Impreso en España - Printed in Spain

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nicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de propiedad
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intelectual (arts. 270 y sigs., Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org)
vela por el respeto de los citados derechos.
ÍNDICE
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Presentación, Rubén C. Lois González ........................................................... 11

Introducción, Clara Copeta ........................................................................... 15

La identidad: nueva categoría descriptiva del territorio y del paisaje,


Clara Copeta ................................................................................................ 17
El don de Humboldt: el concepto de paisaje, Franco Farinelli .................... 43
Especificidad, tipicidad e identidad en los sistemas socioeconómicos lo-
cales, Maria Fiori ........................................................................................ 83
Geografía de Italia y objetivo fotográfico. Consideraciones al margen
de una experiencia editorial, Bruno Vecchio ........................................... 51
El Gargano: una conocida subregión turística del sur de Italia con una
marcada identidad territorial, Isabella Varraso ...................................... 103
Dinámicas urbanas creativas y sostenibles: el surgimiento y la afirma-
ción de las redes sociales «blandas» y «mixtas», Marina Marengo ......... 129
Gerolamo Venerio y la época de la Restauración, Francesco Micelli ......... 141
Demógrafos, fascismo, política de natalidad. Nodos problemáticos y
perspectivas de investigación, Anna Treves .............................................. 147
La calle: el icono de Italia en la literatura de viaje alemana entre el
Setecientos y el Ochocientos, Teodoro Scamardi ................................... 161
Conversaciones de coexistencia. Los lugares y políticas de dos áreas ru-
rales de la Apulia, Valeria Monno ............................................................. 181
Dinámicas de identidad y uso del suelo en las descripciones normativas:
área natural y protegida de Gravina di Puglia (Italia), Adele Celino,
Angela Colonna y Grazia Concilio .............................................................. 207
Mundo paradójico: diez motivos de la inutilidad de la educación geo-
gráfica, Andrea Bissanti .............................................................................. 221
Apéndice. Nuevas identidades territoriales del presente: una perspecti-
va desde la Península Ibérica, Rubén Lois y Miguel Pazos ...................... 231
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Presentación
Rubén C. Lois González

A pesar de los recortes presupuestarios a los que se ha visto sometida la edu-


cación superior en ese país, este libro intenta mostrar que, gracias a la incesante
actividad de un conjunto de investigadores de indudable talento y enorme en-
tusiasmo, la Geografía italiana sigue gozando de buena salud y está capacitada
para aportar interesantes ideas al panorama internacional. Hace unos meses me
interesé por la realización de un congreso internacional de geógrafos en la Goia-
nia, Brasil. Entre los invitados al acto figuraba el incansable y prolífico Paul
Claval. Sea como fuere, lo que de verdad me llamó la atención fue la conferencia
de un joven profesor de la región del Paraná llamado Marcos Aurelio Saquet. La
ponencia versaba sobre las concepciones del territorio manejadas por los mejores
teóricos de la Geografía europeos aparecidos en los últimos años. Para poder dar
forma a su investigación, avalada por un libro titulado Abordagens e concepções
de territorio (2007), el joven brasileño había permanecido en Europa en una
estancia de investigación algunos meses. Sin embargo, lejos de decantarse por
Alemania o Francia, prefirió concentrarse, residir e investigar en Italia. Según
Saquet, escuelas de pensamiento como las formadas por Giuseppe Dematteis o
Franco Farinelli justificaban su decisión.
Verdaderamente, tanto en la modificación del concepto de territorio, como
en la delimitación de la vieja noción de paisaje, las nuevas generaciones de geó-
grafos italianos tienen mucho que decir en España. En cuanto al territorio, desde
el comienzo de los años 70, se puede hablar —con el auge de la interpretación
neomarxista y gramsciana del espacio y con el desarrollo de la Geografía democrá-
tica de corte utópico y anarquista, protagonizados por Lucio Gambi en Milán,
Massimo Quaini en Génova, Pasquale Coppola en Nápoles, Vincenzo Guarrasi
en Palermo y Franco Farinelli en Bolonia— de una refundación global de la
ciencia geográfica. Lo que se trataba de poner de manifiesto al principio era que
12 Rubén C. Lois González

había problemas reales que debían imponer a las disciplinas académicas una nue-
va organización del conocimiento. En los 60 y 70, los problemas que convenía
destacar eran las nuevas contradicciones en las relaciones de poder entre las clases
sociales y su reflejo espacial. Lo interesante para el caso es que, desde entonces,
esa intención crítica ya no dejaría de influir en el devenir de la disciplina.
En un primer momento, los aspectos sociológicos y políticos del paisaje
ocuparán fundamentalmente a algunos autores encabezados por el periodista e
historiador Emilio Sereni (1961) y por el geógrafo Eugenio Turri (1974). Ellos
iniciarán los acercamientos al paisaje desde la óptica del materialismo histórico,
aceptando que el territorio refleja las condiciones materiales de la historia me-
diante su organización económico-social. Sin duda, su aportación será de gran
importancia. Sin embargo, pronto se pondrá de manifiesto que esos primeros
planteamientos no eran suficientes para hacer frente de modo crítico a la polié-
drica cuestión del paisaje.
Reducir el paisaje al espacio en el que tiene lugar y se refleja la lucha de clases
resultaba empobrecedor por, al menos, tres razones. En primer lugar, y así lo
harían ver algunos humanistas liderados por Rosario Assunto —entre los que
han destacado Massimo Venturi Ferriolo o Raffaele Milani—, porque al hacerlo
se dejaba de lado el origen artístico, y, por tanto, subjetivo y muy humano, del
concepto. Para subsanar este primer error sin caer en el esteticismo, el filósofo
Venturi Ferriolo escribirá una Etiche del paesaggio (2002) digna de mención, y
el autor del segundo capítulo de este libro, el geógrafo Franco Farinelli (2003),
hará una pirueta que le permitirá aceptar el origen artístico de la noción sin olvi-
dar la importancia política que adquiere desde tiempos de Humboldt.
Reducir el paisaje a la lucha de clases también resultaba empobrecedor desde
la nueva coyuntura socioeconómica. En la sociedad del bienestar el problema
no consistía tanto en denunciar las presiones espaciales a las que se sometía al
proletariado como en identificar a los actores no institucionales —la sociedad
civil—, las redes y su capacidad o incapacidad de «hablar» o de «hacerse oír»
en una esfera situada más allá del Estado o del Mercado. Uno de los grandes
promotores en Italia de este tipo de estudios será Giuseppe Dematteis. A su lado
conviene recordar el esfuerzo del grupo de investigadores formado desde finales
de los años 80 por Marina Faccioli, Paola Morelli, Claudio Cerreti y Alessandro
Gallo. Y, en el presente libro, a estos aspectos dedica su atención, entre otros,
Marina Marengo (2005).
Por fin, reducir el paisaje a la lucha de clases también caía en el reduccionis-
mo desde una perspectiva sociopolítica porque deja de lado conflictos regionales
o entre centro y periferia. En este sentido, también Italia tenía mucho que decir.
La culminación del proceso de unificación (1859-1861) promovió la creación
de un nuevo marco para la educación. La Ley Casati, promulgada primeramente
para el Piamonte (1859), y, sobre todo, el Reglamento de 1867, incluyeron ya
a la Geografía en la educación primaria. La rapidez de esa inclusión vino dada
por las necesidades políticas del momento: se hacía preciso difundir y afianzar
rápidamente la conciencia de la nacionalidad. Desde aquellos años, los italianos,
Presentación 13

y entre ellos, muy especialmente, la clase política dedicada a cuestiones admi-


nistrativas, serán especialmente sensibles al tema de la identidad local, regional
y nacional. Pero serán los investigadores de las universidades los que, desde los
años 80, y gracias al aval de la nueva «Europa de las regiones», explorarán con
nuevos bríos el problema de la identidad. La socióloga Loredana Sciolla (1986)
y el antropólogo Francesco Remotti (1995), ambos de la Universidad de Turín,
se convertirán en autores de referencia en este sentido. Y las aportaciones que
hacen al presente libro algunas de las grandes promotoras de la Geografía local
y regional italiana —me refiero a las profesoras de la Universidad de Bari, Clara
Copeta (1992) y Maria Fiori (2003)—, reflejan el vigor con el que el tema se está
tratando entre los geógrafos de la península.
Resumiendo, algunos de los problemas más interesantes que la Geografía
contemporánea relaciona con el paisaje son presentados y analizados en este li-
bro. La profundidad de las reflexiones y los estudios concretos sobre identidad,
territorio y redes sociales, explican el valor del mismo fuera de Italia. El tomo
se cierra, además, con un «epílogo para españoles» que introduce el tema de la
identidad en nuestra geografía y que, espero, sea del agrado de los lectores.

Bibliografía

Almagia, Roberto, «La geografia in Italia dal 1860 al 1960», L’Universo, Florencia, Ins-
tituto Geográfico Militar, 1961, págs. 419-432.
Baldacci, Osvaldo, «Organizzazione degli studi e delle ricerche», «Un sessantenio di
ricerca geografica italiana», Memorie della Societa Geografica Italiana, Roma, 1964,
vol. XXVI, págs. 33-59.
De Matteis, Giuseppe, «Nodi e reti nello sviluppo locale», en A. Magnaghi (ed.), Il
territorio dell’abitare, Milán, Angeli, 1990, págs. 249-268.
De Matteis, G.; Clementi, A. y Palermo P. C. (eds.), Ambienti insediativi e contesti
locali, Bari, Laterza, 1996.
Copeta, Clara, Dal Paesaggio al Piano Paesistico, Bari, Adriatica, 1992.
Corna-Pellegrini, G. y Brusa, C. (cood.), La ricerca geografica in Italia, 1960-1980,
Varese, Ask Edizioni, 1980.
Farinelli, Franco, «Il paesaggio, i soggetto, il luogo» en Geografia. Un’introduzine ai
modeli del mondo, Turín, Einaudi, 2003, págs. 38-123.
Fiori, Maria, Identità territoriale per lo sviluppo e l’imprenditorialità. Applicazioni geoeco-
nomiche d’una metodologia quali-quantitativa, Bari, WIP Edizioni Scientifiche,
2003.
Marengo, Marina (a cargo de), La dimensione locale. Esperienze di ricerca e questioni me-
todologiche : atti del seminario internazionale, Facoltà di Lettere di Arezzo, Università
di Siena, Arezzo, 16-18 settembre 2005, Roma, Aracne, 2005.
Milani, Raffaele, L’arte del paesaggio, Bolonia, Il Mulino, 2003 (edición en castellano,
Madrid, Biblioteca Nueva, 2008).
Remotti, Francesco, Contro l’identità, Bari, Laterza, 1995.
14 Rubén C. Lois González

Saquet, Marcos Aurelio, Abordagens e concepções de territorio, São Paulo, UNESP,


2007.
Sereni, Emilio, Storia del paesaggio agrario italiano, Bari, Laterza, 1961.
Sciolla, Loredana (ed.), Identità, Turín, Rosenberg & Sellier, 1986.
Turri, Eugenio, Antropologia del paesaggio, Milán, Edizioni di Comunità, 1974.
Venturi Ferriolo, Massimo, Etiche del paesaggio. Il progetto del mondo umano, Roma,
Editori Riuniti, 2002.
Introducción
Clara Copeta

En este libro algunos investigadores italianos (geógrafos, urbanistas y un lite-


rato) y dos geógrafos españoles presentan sus consideraciones y su manera de leer
e interpretar el territorio. La pluralidad de los mundos a la que nos enfrentamos
nos hace tomar conciencia de las diversidades que se corresponden con nuestras
ideologías y modalidades interpretativas. Por ello, el volumen representa una
ocasión para reflexionar sobre los modos de pensar y hacer geografías.
F. Farinelli expone un concepto de paisaje bastante complejo e innovador. El
autor afirma que el paisaje presupone la modernidad, es decir, el período mismo
durante el cual Von Humbolt lo formuló coincide con el origen de la «sociedad
civil», que en aquel período, en Alemania, se opone al mundo aristocrático-feu-
dal. El propio Humbolt es quien, según Farinelli, transforma el concepto de pai-
saje todavía en boga, o sea estético y pictórico, en un saber estratégico capaz de
transformar la cultura burguesa mediante nuevos instrumentos conceptuales.
F. Micelli se dirige, al contrario, hacia el pasado, dedicando su artículo a Ge-
rolamo Venerio, un estudioso de la región italiana del Firuli que vivió durante la
época de la Restauración, es decir, durante los siglos xviii-xix. Este estudioso re-
cogió datos estadísticos relativos a las condiciones meteorológicas, registrando así
durante cuarenta años las temperaturas y la pluviosidad en la ciudad de Udine.
B. Vecchio investiga sobre una relación que, a menudo, se descuida en Geo-
grafía: la relación entre la fotografía y la Geografía misma. El autor considera la
fotografía como un documento/monumento y desde esta óptica repasa el catálo-
go histórico del estudio fotográfico Alinari en Florencia. Parte de dos tipologías
de imágenes: el territorio y el ambiente junto a las estructuras agrarias tradi-
cionales y la ciudad. Descubre que esta última fue fotografiada de manera más
habitual y presenta una perspectiva monumental que respeta los cánones de la
«bella vista».
16 Clara Copeta

A. Treves dirige su mirada hacia el período del fascismo (años 20-30) analizan-
do las políticas de natalidad del régimen y las problemáticas vinculadas con éste. A
partir de estas políticas demográficas se desarrollaron las ciencias demográficas.
Por su parte, la identidad territorial interesa a tres autoras desde una perspecti-
va diferente: I. Varraso, M. Fiori y la abajo firmante. I. Varraso reconoce la identi-
dad territorial en una subregión turística de la región Pulla: el Gargano. La autora
analiza el concepto de bien turístico que, desde su punto de vista, es tan sólo per-
cibido como bien productivo a disposición del turista; además, enfoca su atención
en el Gargano desde el punto de vista del patrimonio cultural, medioambiental,
arquitectónico, por lo tanto, hace falta hablar de un turismo cultural como el gran
contenedor de la capacidad de animar las motivaciones del turista. Un examen
de los lugares turísticos presentes en dicho territorio completa este capítulo. M.
Fiori se pregunta si también la Geografía Económica puede disfrutar de manera
proficua del concepto de identidad territorial. Desde luego, la respuesta es positiva:
el discurso sobre la identidad ofrece nuevos pretextos y métodos para crear cono-
cimientos y competencias. Yo misma intento leer la identidad del territorio y del
paisaje con un método que, sobre todo, intenta resaltar sus características.
M. Marengo se detiene en la nueva relación que se ha creado en la sociedad
posmoderna entre la esfera pública y la esfera privada, de hecho la sociedad civil
recubre hoy en día un nuevo papel: el de la intermediación entre las dos esferas.
T. Scamardi, docente de literatura, muestra que en el imaginario colectivo
alemán el lugar que más representa a Italia es la calle. A través de la observación
y de la representación de una aparente casualidad del flujo de vida cotidiana,
así como se manifiesta en las calles, el escritor-viajero define cada vez su idea de
Italia. El análisis se realiza en textos de autores que se posicionan entre finales
del setecientos y principios del ochocientos y que abarcan los grandes centros
culturales del sur: Nápoles y Palermo. Pero se podrían hacer consideraciones pa-
recidas, salvando las distancias oportunas, estudiando otros períodos históricos y
otras realidades geográficas.
Las especialistas en ordenación del territorio, A. Celino, A. Colonna y G.
Concilio, afirman que las imágenes del territorio empleadas para representar
la actividad de planificación resultan ineficaces para la construcción de estra-
tegias de acciones adecuadas. Una lectura objetiva del territorio no consigue
siempre representar su complejidad, desde aquí surge la necesidad de una lectura
interpretativa.
V. Monno, también especialista en ordenación del territorio, se interesa en
su artículo por definir una Geografía de la transición que, desde su punto de
vista, se realiza a través de tentativas de conversación y de coexistencia entre
lugares y políticas.
A. Bissanti, de manera irónica y aguda, indica las razones por las que en el
colegio no se debería estudiar Geografía.
Como conclusión, Rubén Lois y Miguel Pazos retoman la problemática te-
rritorio/identidad, adelantada en mi aportación y en las de Varraso y Fiori, para
poner de manifiesto la situación de la disciplina geográfica en el caso español.
La identidad: nueva categoría descriptiva
del territorio y del paisaje**
Clara Copeta
Università degli Studi di Bari

1. EL CONCEPTO DE IDENTIDAD

Con esta aportación se quiere analizar el territorio y el paisaje a través del


concepto de identidad, que de esta forma quiere convertirse en categoría descrip-
tiva. Se ha intentado interpretar el territorio del Municipio de Corato (BA), en
el marco del Documento Programático Preliminar del Plan Urbanístico General
(agosto 2002) y el paisaje del Parque de la Alta Murgia.
Primero hay que preguntarse cómo entender el concepto de identidad. Con
este propósito podemos hacer referencia a E. Rambaldi (1979), que afirma que
ésta sería el producto de un proceso de diferenciación. Identidad significaría
buscar en la diferencia el principium individuationis. Incluso G. Paba (1998) nos
recuerda que tan sólo la revelación de la diferencia permite encontrar las iden-
tidades; diferencia entre individuo e individuo (…), entre lugar y lugar, mundo
y mundo (…). Entonces diferenciación en sentido horizontal entre identidad e
identidad, pero diferenciación interna y vertical también. Diferencia y no esci-
sión en la relación interna y vertical de la identidad consigo misma. Identidad
como residuo, fundamento ontológico, o bien como límite, punto de aproxima-
ción, horizonte y objetivo.
La identidad nace, pues, en la búsqueda de la diferencia; sin embargo, es
necesario esbozar brevemente la relación Identidad/ Geografía.
La vida de un concepto es compleja, sufre continuos cambios, y está sujeta a
reformulaciones que responden a un nuevo contexto ideológico. En Geografía,
* Traducción de Angela Siliberti.
18 Clara Copeta

esto es interesante en tanto en cuanto está fuertemente relacionado con nociones


como las de lugar y paisaje. Por ejemplo, hace poco más de un siglo, P. Vidal de
la Blache, en su Tableau de Géographie de la France (1908), sostenía que «une
contrée est une (sic) reservoir où dorment des énergies dont l’emploi dépend
de l’homme. Cest lui qui en la pliant à son image, met en lumière son individua-
lité … Ce mot de personnalité appartient au domaine de la Géographie humaine
(pág. 8)». Por este motivo se transforma en une individualité géographique que
es propia de cada lugar y que deriva de acontecimientos geológicos y climáticos,
de la flora y de la fauna. Tenemos, pues, por un lado, una reivindicación disci-
plinar, y, por otro, una identidad marcada por la sustancialidad del suelo, por la
fisicidad, la ruralidad1.
Si para Vidal de la Blache la individualidad se vincula con los lieux, para los
geógrafos humanos —hasta los años 50-60— la identidad/homogeneidad está
relacionada con el concepto de región, que a su vez está caracterizada por fenó-
menos físicos y económicos; ésta es sustancialmente autoreferencial.
En los años 70 y 80, la new humanistic geography coloca la identidad, en
cambio, en relación con el lugar (place) que recibe una nueva definición. Se habla
por un lado de representación territorial, determinada por ciertas características
ambientales, culturales, históricas, paisajísticas, con las que un grupo social se
identifica (Copeta, 1992). Algunos autores norteamericanos, como Yi Fu-Tuan,
afirman que la identidad humana presupone la identidad con su propio pla-
ce que así se convierte en símbolo de sosiego y seguridad. Por consiguiente se
ve esta identidad como un proceso descriptivo, relacional, contingente y, sobre
todo, social.
Vidal de la Blache relaciona la identidad con su lieu, los geógrafos humanos
con la región, y los geógrafos humanistas con el place y su valor simbólico, que se
exterioriza también en el sense of place. Ni que decir tiene que esta nueva visión
del concepto de identidad está inspirada en las teorías de algunos sociólogos, por
lo general de extracción fenomenológica (Berger y Luckmann, 1974), que afir-
man que la identidad ya no es sustancial y tampoco personal, sino una construc-
ción en la misma medida social e individual, que puede considerarse como un
conjunto de relaciones y representaciones, que utiliza (Sciolla, 1988) un sistema
de símbolos significativos (ej. lenguaje), y que se desarrolla en una pluralidad de
mundos de la vida (Berger y Luckmann, 19832).

1
En los mismo años, G. Simmel elaboraba una teoría del «sentimiento de la subjetividad».
Él afirma que está en el confín que construye la identidad. La selección (del espacio que define
la identidad) representa «una actividad del alma», entonces no se trata de un dato físico sino
arbitrario y subjetivo.
2
Incluso el estructuralista C. Levi-Strauss en 1980 manifestó ciertas dudas acerca de la sus-
tancialidad del concepto de identidad: «cada sociedad la (identidad) descompone en una multitud
de elementos cuya síntesis… constituye un problema…» (pág. 13). Se supone que la identidad
también posee relaciones de incertidumbre (pág. 14). La sensación es que la identidad no consiste
en el hecho de postularla o afirmarla, sino en el hecho de rehacerla, reconstruirla, y que cualquier
utilización de la noción de identidad empieza con una crítica de la misma noción» (pág. 309).
La identidad: nueva categoría descriptiva del territorio y del paisaje 19

Actualmente se asiste a una nueva reformulación del concepto y sobre todo


a un nuevo uso. Si hasta hoy la geografía era la única disciplina territorial en
utilizar este concepto, estableciendo una relación bastante consolidada, en los
últimos años, la planificación territorial ha reivindicado un uso proyectual, in-
cluyéndola en un enfoque que valoriza las nociones de territorio, eficacia, comu-
nidad, identidad3 (Cinà, 2000).
Este enfoque territorialista ha sido admitido, y es el hecho más interesante,
por las leyes urbanísticas de la Regione Toscana (L.r. 16 gennaio 1995, n. 5, art.
24), cuya reglamentación se denomina Estatuto de los Lugares4 y de la Regione
Liguria (L.r. 4 settembre 1997, n. 36, art. 18, 25), cuyo dictado normativo se
denonima Descripción Fundacional.
Estas leyes han sido ejecutadas sólo a escala comunal y/o provincial, y apun-
tan, entre muchas cosas, al redescubrimiento de la identidad del territorio y de su
carácter evolutivo, su afirmarse como centro de un nuevo proyecto social (Cinà,
2000, pág. 12). Además, los lugares se convierten en un input del proyecto.
El mismo G. Cinà (2000) nos pone en guardia sobre las nuevas referencias
conceptuales, en cuanto que las formas y los medios para operar los análisis y
las síntesis interpretativas no están claramente expresados, y, además, manifiesta
dudas, no acerca de las intenciones de las leyes, sino acerca de los términos de su
operatividad. Por ejemplo la Descripción Fundacional debería construir saberes
técnicos, saberes comunes, pero, como demuestran los primeros planes redacta-
dos, emergen objetivas dificultades de parte de los proyectistas al construir una
Descripción Fundacional según el dictado normativo (después de la experiencia
de 150 planes) (ibíd.).
Se puede añadir que los conceptos utilizados de lugar e identidad no es-
tán explicitados nunca, se diría más bien que son parte del registro lexical; y su
identidad corresponde a sus invariantes estructurales; además, no se hace nunca
referencia a la identidad tal y como la viven los habitantes.
En el caso examinado, la identidad se entiende como categoría descriptiva
del territorio, como lectura alternativa, que puede encontrar su utilidad, como

3
El mismo autor observa que las nociones de comunidad e identidad son las más contro-
vertidas (pág. 11).
4
La presente ley, de reforma de los principios y de las modalidades para el gobierno
del territorio, orienta la acción de los poderes públicos y endereza las actividades públicas y
privadas a favor del desarrollo sostenible en Toscana, asegurando la transparencia de los pro-
cesos decisionales y la participación activa de los ciudadanos en las elecciones del gobierno
del territorio.
Además, la Ley Regional Toscana 5/1995 prevé en el plan estructural un Estatuto de los
Lugares. Éste garantiza, fijando ciertas constantes estructurales, un correcto marco ambien-
tal, historico-cultural y relacional del territorio. Dichas constantes han de ser puestas bajo
tutela a fin de garantizar el desarrollo sostenible, la transparencia de los procesos decisionales
y la participación de los ciudadanos.
El Estatuto de los Lugares es un acto constitutivo de los principios objetivos, valores y re-
laciones entre comunidad y territorio. Representa instancias de codificación de los caracteres
identitarios del patrimonio territorial.
20 Clara Copeta

acabamos de decir, en un Documento Programático Preliminar del Plan Urba-


nístico General.
Por lo tanto, menciónese primero la Ley Regional núm. 20 de la Regione Pu-
glia del 27 de julio de 2001 «Normas generales de gobierno y uso del territorio»,
esencialmente los artículos 1 y 9, que son una declaración de intenciones.

Art. 1.–Finalidades.
La Regione Puglia persigue los objetivos de la protección de los valores
ambientales históricos y culturales del territorio, y también el objetivo de su
recalificación, conducentes al desarrollo sostenible de la comunidad regional.
Art. 9.–Contenidos del Plan Urbanístico General.
Previsiones estructurales.
… Identifican las lineas fundamentales de la ordenación de todo territorio
comunal, derivadas del reconocimiento de la realidad socio-económica de la
identidad ambiental, histórica y cultural del asentamiento, considerando tam-
bién las áreas a valorar y proteger por sus aspectos ecológicos, paisajísticos y
productivos singulares.

Este dictado normativo es más pobre que los anteriormente mencionados:


faltan referencias a la organización de los ánalisis territoriales y ambientales y,
sobre todo, los concernientes a la participación de los ciudadanos.
Por lo tanto, para el análisis identitario del territorio del Municipio de Co-
rato nos hemos inspirado en el concepto de identidad tal y como ha sido ex-
presado por el antropólogo F. Remotti (1995), que merece la pena enunciar
brevemente:

• La identidad es en realidad una invención: se basa en decisiones y se orga-


niza de diferentes modos; así pues, de alguna forma siempre se construye,
se inventa;
• de esto deriva que incluso los confines se basan en decisiones;
• hay que negociarla continuamente;
• se ciñe a las particularidades (aunque no coincida con éstas);
• se alimenta de fuentes escritas: la descripción es algo que define la
identidad;
• es un recurso;
• es una exigencia irremediable, pero siendo sólo identidad, muere; sola,
corre el riesgo de ser demasiado selectiva y hacer que se pierda la apertura
a la alteridad;
• existe tensión entre identidad y alteridad, en cuanto que la primera se
construye a daño de la segunda.

Se puede añadir aun que es un devenir, un proceso, y que está relacionada


con la memoria.
La identidad: nueva categoría descriptiva del territorio y del paisaje 21

Para hacer operativo este concepto y aplicarlo tanto al territorio como al


paisaje cabe definir un iter metodológico

• que empiece en la observación directa;


• que permita que emerjan las características objetivadas (las constantes) a
través de una operación de selección de lo observado;
• que describa peculiaridades del territorio.

Luego, a través de entrevistas directas, se intentará explorar el sense of place,


el vínculo de los habitantes con su propio territorio, y se evidenciarán las au-
torrepresentaciones territoriales, paisajísticas y los lugares simbólicos (Copeta,
1992).
Un último parámetro consiste en considerar las relaciones identidad/alteri-
dad según la siguiente tipología (Remotti, 1995):

• la identidad niega la alteridad (territorios museizados);


• la identidad reconoce la alteridad;
• junto a la identidad se admite la inevitabilidad de la alteridad;
• la alteridad es coesencial: la identidad está hecha también de alteridad;
• se puede perder la identidad (ej. vacíos semánticos, atopia).

2. DESCRIPCIÓN DEL TERRITORIO DEL MUNICIPIO DE CORATO

El área del Municipio de Corato (alrededor de 170 km2) está situada en una
franja territorial prevalentemente cárstica denominada Murgias Bajas y en ligero
declive: desde cota 614 m (Masseria Pennacchio, parte de la cual se encuentra en
pequeña área de las Murgias Altas) hasta cota 232 m del centro urbano, a 144
m por encima de la carretera provincial para Trani —confín comunal— hacia la
costa adriática (fig. 1). Esta variedad altitudinal permite delinear tres áreas con
otras tantas identidades:

• el centro urbano;
• el cinturón verde que rodea parte del centro urbano;
• el área de las Murgias Altas que se encuentra en el homónimo Parque
Nacional.

2.1. El centro urbano

El centro urbano (fig. 2) de la ciudad de Corato (46.796 habitantes, según el


último Censo) presenta una fuerte heterogeneidad. Por ello es posible diferenciar
en su interior tres subáreas con matices diferentes: a) el centro histórico, b) la
ciudad del siglo xix y c) la periferia atópica.
22 Clara Copeta

Figura 1.—Los límites administrativos del Ayuntamiento de


Corato (Bari)

Las constantes que hay que considerar para todo centro urbano son:

• altitud;
• morfología;
• sistemas viarios internos del centro urbano;
• formas urbanas (del centro histórico y de la ciudad del siglo xix);
• identidad arquitectónica;
• lugares públicos (analizados según las categorías: lugares simbólicos/luga-
res atópicos);
• identidad productiva.
La identidad: nueva categoría descriptiva del territorio y del paisaje 23

Figura 2.—El centro urbano de Corato (Bari)

2.1.1. El centro histórico

La ciudad de Corato fue sede de una colonia agrícola romana, y por ende se
construyó según un esquema viario ortogonal. Alrededor del año 1000 el Borgo
Casale (es decir, el antiguo núcleo de Corato) obtuvo la atribución de Civitas.
En esa época era un centro fortificado con una cinta muraria con cuatro torres
y algunas puertas de acceso, las viviendas se encontraban en la planta baja con
sólo uno o dos espacios.
Hacia el siglo xiv se derribó en parte la muralla, para construirla después
externamente, de modo que dejara mayor espacio a la urbanización. En el si-
glo xvii continuó la ampliación de los muros y eso dio origen al Stradone (Ave-
24 Clara Copeta

nida), arteria viaria que aún delimita el centro histórico casi en forma de círculo,
con un radio de unos 160 metros5.
Dejamos la descripción del centro histórico y de la vida socioeconómica al
ingeniero Giannuzzi, ingeniero comunal de la ciudad de Altamura, que, a prin-
cipios del siglo xix, la describió de esta forma:

El municipio de Corato yace en un lugar bajo y húmedo de manera que


no hay ningún edificio que no disfrute de su pozo, para sacar aguas manantia-
les. Todos los edificios que lo componen (…) están situados en un estrato de
arena roja (…). Abundan los viñedos, y el vino, capital de la industria que es
sostén de las familias más distinguidas; el vino se conserva en su mayor parte
en bodegas que se extienden bajo las calles. Como es sabido, toda la gente de
clase baja de aquellas poblaciones (…) es sucia porque está acostumbrada a
arrojar la basura (…) ante la puerta de sus viviendas (Galise, 1995).

En 1868 el ingeniero C. Rosalba, en su relación del Plan de ordenación te-


rritorial, se expresó aún en estos términos: «La ciudad de Corato (…) está com-
puesta por una parte central de la antigua construcción, rodeada por una amplia
avenida en la que se levantan los principales edificios y que reúne dos principales
y espaciosas plazas denominadas del Plebiscito y de San Domenico, en la carre-
tera de Trani (…). Las calles eran angostas y en el medio de éstas discurría un
riachuelo descubierto de aguas pútridas, de trecho en trecho eran interceptadas
por arcos con viviendas sobrepuestas que impedían el paso de los pocos rayos de
sol. (…) estaban enmarcados por viviendas imposibles, en gran parte sometidas
al plano callejero, y de grutas subterráneas (…) en esas casuchas no se podía
encerrar ni siquiera a las bestias. En ellas, en cambio, vivía gente muy particular,
nativos que se transmitían las casas de padre a hijo. Los que no pertenecían a
esta clase dificilmente vivían en estos lugares: los últimos eslabones de la cadena
social, mujeres de mala vida, etc.»
El centro histórico era tan compacto que fue necesario, al menos para los
planificadores de la época, realizar algunas «hendiduras» que facilitaran las co-
municaciones. De esta forma la calle Duomo dividió en dos partes el centro
histórico y este corte fue apoyado también por el ingeniero C. Rosalba: «Además
de este trabajo (…..) queda todavía el de abrir la comunicación más fácil a la
Iglesia Madre por la parte trasera, que está próxima al Stradone Principal»6. Esta
hendidura fue completada tan sólo en los años 20 del siglo pasado.
Pero a causa de la presencia de este corte, la zona oeste del núcleo antiguo se
derrumbó completamente, de hecho, éste estuvo llenísimo hasta los años 20 y en
cambio hoy aparece completamente abandonado y degradado.

5
En los mismos siglos se creó un área de expansión extra-urbana hacia el sureste.
6
Este Stradone acabó por aislar mayormente el centro histórico, porque constituía una
barrera entre el «viejo» y el «nuevo».
La identidad: nueva categoría descriptiva del territorio y del paisaje 25

Es necesario recordar que en 1922 se produjeron graves daños al centro his-


tórico, a causa del levantamiento de la falda freática, como consecuencia de aña-
das de lluvias muy abundantes y por la falta de una red de alcantarillado adecua-
da. Cinco edificios se derrumbaron, 484 sufrieron daños (entre ellos, edificios de
valor), 214 fueron demolidos total o parcialmente (Tandoi, 1997).
El centro histórico sufre todavía las consecuencias del desastre: áreas apla-
nadas a consecuencia de los edificios demolidos, ruinas, construcciones inesta-
bles, etc. Un centro histórico, pues, afectado por la degradación urbana y social,
en el que, sin embargo, conviven algunos edificios históricos notables que C.
Gelao (1999) define como «emergencias arquitectónicas», como el Palazzo de
Mattis, el Palazzo Nuovo, el Palazzo Gentile, la Iglesia Madre, que se remontan
todos al 1600.
En conclusión: esta visión negativa se ha atenuado en los últimos años, en
cuanto que calle Duomo y calle Roma ya poseen un cierto aliciente comercial
y algunos edificios antiguos se encuentran en fase de restauración. Seguramente
queda todavía mucho por hacer (recuperación con la sustitución de las construc-
ciones y rehabilitación de edificios históricos, reforma de calles y lugares públi-
cos, etc.), pero la resemantización del área podría empezar aquí mismo.

2.1.2. La ciudad del siglo XIX. La ciudad del ingeniero Camillo Rosalba

La burguesía naciente produjo edificios neoclásicos: Palazzo Addario, Pala-


zzo la Monica Nuovo, Palazzo Lops, Palazzo Gioia, todos del siglo xix, más allá
del Stradone; pero este territorio necesitaba un «ajuste general» así que se decidió
valerse de un Plan Regulador (uno de los primeros en Italia después de la unifi-
cación) cuya redacción se la confiaron al ingeniero C. Rosalba en 1868.
A él se debe la característica identitaria más relevante de la ciudad «nueva»,
es decir, su forma decagonal que abrazó sea la ya existente, sea la futura urbani-
zación. «La planta general fue concebida como una gran fortaleza para defender
la ciudad, pero con esa variedad que mejor se ajusta a la monotonía de las formas
de un tablero de ajedrez.»
Además de esto, él preveía realizar una condición «mejorada de las viviendas
y el alejamiento de los residuos urbanos que aseguran la importante finalidad
que Ustedes se proponen. La pavimentación de las calles con inclinaciones regu-
ladas (…) enderezamiento de las calles tortuosas. La zona únicamente habitable
y que mejor se ajusta a las conveniencias del comercio y de fácil construcción es
la que resulta de la figura poligonal que constituye los extremos de la construc-
ción actual». Además ha sido necesario desarollar el área de las viviendas hacia
el noreste «que posee una mayor extensión para las nuevas viviendas y plazas a
su alrededor, que en otro punto se encuentra entre las comunicaciones de las
ciudades cercanas de Trani, Ruvo y Andria».
«Hacen falta plazas, calles espaciosas y rectas. Pero esto no es suficiente, hace
falta que el plano esté bien diseñado, con gusto y brío, para que se encuentre
26 Clara Copeta

al mismo tiempo orden y originalidad, euritmia y variedad, aquí las calles se


ramifican en forma de estrella, como la pata de un gallo, por un lado y de espiga
por otro, en forma de abanico, paralelas, por todas partes trivios y cuadrivios, en
diversas posiciones con una multitud de plazas.»
Ésta era la intención del ingeniero C. Rosalba acerca de la morfología urbana
y viaria; la morfología arquitectónica de los edificios que, con el paso del tiempo,
han ocupado las partes no ocupadas del decágono es más variada: alguna alusión
al Liberty, a la arquitectura oficial del fascismo y, sobre todo, a la arquitectura
«tradicional», de hecho cabe recordar que, hasta hace unos veinte años, Corato
era una ciudad campesina, por eso las viviendas, incluso en su estilo arquitectó-
nico, deben adecuarse a la actividad económica prevalente.
La ciudad de Corato, a finales de los años 20 del siglo pasado, alcanzó
los 50.000 habitantes, pero hubo que esperar a los años 50 del siglo pasado para
la formulación de un nuevo Plan Regulador confiado a los ingenieros M. Zocca
y F. Leone (1957). Al principio éstos propusieron limitar las demoliciones, en el
interior del centro histórico, sólo a los edificios en ruina, pero también propu-
sieron enderezar la expansión urbana en modo radial (a lo largo de las carreteras
provinciales y estatales). Sin embargo, permitieron la demolición de los edificios
históricos, que se sustituyeron con «los modernos» de mayor altura (21 metros),
y que redujeron el carácter compacto de la arquitectura de la ciudad.
Este Plan Regulador tenía previsto, también, lejos del centro urbano, asen-
tamientos de carácter popular: las Unrra Casas (el actual barrio Belvedere; véase
más abajo).
Por lo tanto, además de la complejidad urbanística del centro del siglo xix,
existe otro orden de consideraciones que hay que subrayar, consideraciones su-
geridas por F. Choay (1995): «la ciudad, ejerce un doble poder maravilloso sobre
sus habitantes, que se arraigan en el espacio y en el tiempo (…) por eso los mis-
mo que la edificaban, la vivían».
Lo que acabamos de decir, hace que sea necesario relevar el arraigamien-
to, uno de cuyos signos puede ser la fiesta patronal de san Cataldo, que dura
tres días: 19, 20 y 21 de agosto. Para esta ocasión los emigrantes originarios
de Corato regresan de Turín y Grenoble (Francia), es decir, de las dos ciudades
que hospedan el mayor número de emigrantes. Es por este motivo precisamente
por lo que se estableció un hermanamiento entre la ciudad de Corato y la de
Grenoble.
Otro signo son esos lugares que ya se han convertido en lugares simbólicos
con los que se identifican los habitantes: el Stradone, Piazza S. Bolivar, Piaz-
za Vittorio Emanuele, Piazza Cesare Battisti, Piazza Plebiscito. De la misma
forma se han individuado lugares escasamente frecuentados por el público a
causa de la degradación social, lugares que resultan ser vacíos semánticos: Piazza
Buonarroti, Piazza Cannizzzaro, Piazza dei Bambini, Piazza d’Acquisto, Piazza
Mentana.
La identidad: nueva categoría descriptiva del territorio y del paisaje 27

2.1.3. La periferia atópica

Más allá del límite definido por el decágono del ingeniero Camillo Rosalba,
se encuentran asentamientos de carácter popular, y las ya mencionadas Unrra Ca-
sas, que se remontan a los años 50. La periferia de Corato comparte la suerte de
las áreas periféricas de otros centros urbanos (las áreas denominadas «167»): que
son atópicas y poseen escasos servicios, motivo por el que la ciudad está obligada
a gravitar alrededor del centro urbano. De hecho, el municipio de Corato se está
expandiendo a lo largo de todos los ejes viarios, creando apéndices sin peculiari-
dades arquitectónicas y sin memoria. Tal vez exista una excepción: el núcleo de
San Elia (a lo largo de la vía de San Elia hasta el cruce con la calle Massarenti),
que presenta signos de una naciente identidad (semantización del territorio).
Este núcleo presenta varios servicios: un banco, varios supermercados y esta-
blecimientos comerciales, centros escolares. El elemento catalizador es la escuela
primaria Alcide De Gasperi, que favorece las interacciones sociales quedando
abierta, desde las 18:00 hasta las 22:30, para fomentar actividades sociales y de-
portivas para sus alumnos y ex alumnos. En cambio existen dos lugares públicos:
la Piazza Almirante y la Villa Comunale, de los cuales el primero es un lugar de
degradación social, y el segundo carece del mobiliario urbano mínimo. Ambos
son escasamente frecuentados, no cumplen su vocación y son vacíos semánticos.
Mas allá de la periferia continua, se encuentra un segundo asentamiento de
casas recientes que corroe esa suerte de cinturón verde de olivares y viñedos que
abraza con amplitud desigual la ciudad de Corato. Existen además empresas
agroalimentarias y artesanales. La presencia de estos edificios es tan apremiante
que la residencia señorial de los Addario (en vía delle Macine), antaño rodeada
de espacios verdes, hoy aparece ahogada por el cemento.
La interfaz entre la periferia urbana y la parte degradada del cinturón verde
representa un área de transición que se identifica con la atopia que avanza y que
desnaturaliza.

2.2. El cinturón verde

Esta área se identifica con el territorio caracterizado por una altitud entre
los 300 m y los 400 m. El suelo es cársico, por eso carece de cursos de agua de
superficie; existen por otra parte numerosos cauces secos (los lame, ej. Lama di
Pietro, Lama Porcara, etc.) donde se encuentran reductos de bosques, otrora
abundantes, hoy en cambio reducidos a pequeñas manchas (por ejemplo el bos-
que comunal Difesa).
Este territorio está recorrido desde hace siglos por tratturi: «arterias que al-
canzaban y alcanzan todavía la ciudad y las antiguas granjas (masserie), que aún
conservan su antigua funcionalidad y cultivos agrarios que siguen siendo los
mismos desde hace siglos» (Galise, 1995).
28 Clara Copeta

El suelo es más fértil que el del Murgias Altas y entonces aquí se encuentran los
cultivos más ricos7: olivares (48%), sembrados (18%) y viñedos (13%).
Los que trabajan en la agricultura residen la mayor parte en el centro urbano, ya
que dichos cultivos no necesitan de la presencia continua del hombre.
Las constantes de esta área son:

• altitud;
• morfología;
• uso del suelo;
• edificios;
• redes viarias, la antigua que consiste en tratturi y la moderna que consiste
en carreteras estatales y provinciales;
• identidad productiva.

Además de la fertilidad del suelo, algunos edificios califican el área. Son an-
tiguas, majestuosas masserias, a veces fortificadas, que se remontan la mayoría al
siglo xvii y xviii: Addario, Cafaro, Mancini, Spada, Polvere delle Rose, Torre del
Vento, etc.
Como ya hemos dicho, parte del cinturón verde, es decir, la parte donde se
insinúa la periferia del centro urbano, sufre una pérdida de identidad.

2.3. Área de la Alta Murgia

Esta área se halla en el parque de la Alta Murgia, que es un espacio protegido,


y ello en sí constituye un gran recurso. Este territorio está destinado tradicio-
nalmente a los pastos, sin embargo, presenta áreas cerealistas debidas al cambio
de uso del suelo, a causa del despedregamiento (moledura mecánica de las rocas
calizas que afloran).
El conjunto, según afirma Tommaso Fiore (1978), «da la impresión de un
área desolada, sombría, lóbrega, desesperada» en cuanto que los edificios son
elementos aislados y discontinuos, pero esta desesperación, en cambio, en verano
se convierte en el «paraíso de nuestros sueños» donde reina «la casa del encanto»
(Castel del Monte).
Este territorio calcáreo determina la forma de vivir de los escasos habitantes
que siguen afincados en sus granjas (masserie).
Las constantes que este territorio revela son:

• el aislamiento/la ausencia de cualquier, aunque mínimo, centro urbano,


que hoy se ha convertido en una característica positiva rara, no común;

7
Datos de 1990 proporcionados por la Oficina de Agricultura del Ayuntamiento de Corato.
La identidad: nueva categoría descriptiva del territorio y del paisaje 29

• edificios típicos: masseria, jazzi8, mungituri9, piscinas (para la recuperación


de las aguas pluviales), neviera (depósitos para amontonar la nieve del in-
vierno, ej. san Magno), paredes en seco (como límite de la propiedad);
• la cobertura vegetal: tanto la espontánea (seudoestepa mediterránea) como
la debida a la obra del hombre y áreas limitadas de repoblación;
• formas del suelo: todas la formas cársicas: dolinas, puli 10, pozos, barran-
cos, inghiottitoi 11;
• altitud: desde 400 m hasta 612 m.

Esta área, sin embargo, presenta evidentes signos de degradación que con-
trastan su identidad, es decir, el despedregamiento (resultato de una política de
incentivos públicos-CEE y Regione Puglia) que ha desbarajustado irremedia-
blemente la facies del territorio, provocando un daño irreversible; las cavas, que
abandonadas y no saneadas muy a menudo se convierten en vertederos a cielo
abierto; los fangos de depuración y residuales y los vertederos abusivos, debidos al
difícil control del territorio.
Los elementos puntuales que indican identidad/calidad presentes en el terri-
torio son: la Iglesia de san Magno, tumbas en forma de túmulo (en san Magno),
Masseria Cimadomo, Masseria Piede Piccolo, Masseria Torre di Nebbia Vecchia,
Piscina dell’Antica (en el Masseria Cimadomo), Masseria Musci.
El elemento de la zona que indica calidad/identidad es el Bosque Straccia
Cappello. Al lado de estos elementos cabe destacar el área de san Magno indica-
da por los habitantes de Corato como su autorrepresentación territorial.

2.4. Para concluir

Algunas mutaciones se verificaron en un breve plazo en el campo económico


y en el urbanístico; las otras constantes, en cambio, necesitan plazos más largos
para manifestar sus cambios. Por lo que concierne a la población cabe observar
los datos estadísticos sacados de los censos desde 1961 hasta 2001.

Tabla I

Años 1961 1971 1981 1991 2001


Población residente 39.452 38.579 41.198 42.750 44.257
Población activa 12.042 10.043 11.663 13.125 13.380

8
Refugios para los animales, construidos con recintos de paredes en seco.
9
Los antiguos mungituri, que de costumbre eran anejos de los jazzi, están construidos con
piedras y tienen forma de ocho.
10
Cavidad cársica cuyo techo se ha derrumbado.
11
Hendiduras naturales donde se recolectan las aguas de superficie; son típicas de los terre-
nos cársicos.
30 Clara Copeta

Años 1961 1971 1981 1991 2001


Empleados en la agricultura 6.360 3.651 2.588 1.822 1.187
Industria manufacturera, de
2.839 3.338 4.879 4.296 3.982
la construcción, etc
Comercio y servicios 2.789 3.054 4.996 7.007 8.216
Fuente: Istat, Censo de la Población y de las Viviendas.

Por lo tanto, en los últimos cuarenta años la situación ha cambiado comple-


tamente, la ciudad rural es cada vez más manufacturera y terciaria. Para el futuro
próximo es posible imaginar una agricultura aún más especializada, relacionada
con un sector agroalimentario complementario, lo que puede suponer un refuer-
zo de la comercialización de estos productos.
En esos mismos años la identidad urbanística y arquitectónica ha cambiado
al mismo ritmo; lo que una vez era un centro compacto, hoy está diseminado,
sin servicios periféricos, con escasas áreas verdes y que, además, carece de lugares
de agregación que puedan favorecer la integración social y de esta forma poner
en marcha procesos de semantización del territorio. Sobre todo en este caso cabe
pronosticar recalificaciones territoriales y ambientales, que esperamos sean pre-
vistas en el nuevo Plan Urbanístico General.

3. ANÁLISIS DEL PAISAJE DEL PARQUE DE LA ALTA MURGIA

Para hacer el análisis del paisaje del parque natural de la Alta Murgia hemos
empezado tomando en cuenta algunas consideraciones tratadas en la Conven-
ción Europea del Paisaje (ratificada en Florencia en el año 2000) que propone
por primera vez una política adecuada al reconocimiento, valoración y protec-
ción del paisaje.
Nos han interesado por su innovación los siguientes apartados:

• la cualidad del paisaje constituye un elemento esencial porque no se refiere


solamente a los paisajes excepcionales sino también a aquellos que, para los
distintos grupos sociales, constituyen el cuadro de sus vidas cotidianas;
• la participación de los ciudadanos en los procesos de identificación y valo-
ración de sus paisajes (más allá de la autorrepresentación) que además son
un componente esencial del patrimonio natural y cultural;
• la identidad paisajística está relacionada con los procesos anteriormente
mencionados.

A partir de estas consideraciones se puede deducir la base conceptual que


hemos utilizado para realizar el presente análisis, es decir:

• el concepto de paisaje;
La identidad: nueva categoría descriptiva del territorio y del paisaje 31

• las autorrepresentaciones;
• el concepto de identidad;
• el paisaje se entiende como un concepto relacional, en el sentido que se
discute la relación sujeto/objeto. Esta se puede entender como una des-
cripción del modo en el cual se consigue «vivir» y «poseer» dicho paisaje;
• las autorrepresentaciones se entienden como una proyección de la identidad
de los valores simbólicos y de la experiencia vivida, a nivel territorial, de un
determinado grupo social. Éstas se configuran a través de entrevistas con los
usuarios directos y actuan como una forma de comunicación no verbal;
• la identidad se entiende también como un concepto relacional, en nuestro caso
se utiliza como categoría interpretativa y se convierte en sinónimo de calidad.

Si bien la identidad se forma a partir de la toma de decisiones, se trata de


una construcción social y es posible determinar en cada momento su núcleo ya
que está constituido por constantes que son fundamentales para hacer operativo
el concepto mismo.
Intentaremos registrar la identidad del paisaje del parque de la Alta Murgia,
en primer lugar con la identificación de las constantes que constituyen su estruc-
tura. Tal selección se basa en el estudio histórico-cartográfico, archivístico y en el
reconocimiento directo del territorio.
La primera característica que asume la cualidad de constante es:

• el aislamiento, es decir, la ausencia de centros urbanos mínimos; en el


pasado esta constante tenía una connotación negativa mientras que hoy
puede reconsiderarse y convertirse en una característica «no común».

Y además:

• construcciones típicas (masías, jazzi 12, ordeñaderos, cisternas, muros de pie-


dra sin argamasa, etc.);
• tipos de suelo (por ejemplo, todas las formas típicas del carsismo);
• la cobertura vegetal (tanto la espontánea como la debida a la obra del
hombre).

3.1. Las Unidades del Paisaje13

En una primera lectura del paisaje es preciso concretar las unidades que se-
gún P. Castelnovi (1997) sirven para desarrollar «el carácter de “elemento” de
la estructura mayor» y tienen que ser «reconocibles para pertenecer a catego-

12
Antiguo cobertizo para ovinos.
13
El análisis del paisaje de la Alta Murgia se refiere a la zona individuada por la Conferencia
de Servicios del 93 y comprende una superficie de casi 20.000 hectáreas.
32 Clara Copeta

rías tipológicas». Éstas son útiles para «describir grandes secuencias de paisaje»
(pág. 92).
El paisaje de la Alta Murgia constituye una sola unidad, pero, pese a ello, es
posible individuar tres subáreas:

• la subárea en la Fosa Bradánica, que comprende una parte muy limitada.


El elemento característico es la llanura de la Fosa Bradánica (casi 400 m de
altitud), que tiene como fondo las colinas Murgianas (casi 700 m). El cul-
tivo de cereales es típico de esta área; el cultivo de tabaco es muy reciente
y está ubicado en áreas muy limitadas;
• la segunda comprende los territorios de los pueblos de la Alta Murgia:
Poggiorsini, Altamura, Spinazzola y Minervino (desde 450 m hasta 600 m
de altitud). Se caracteriza por la presencia abundante de roca calcárea y el
predominio del cultivo de cereales que gracias a las compensaciones de la
Comunidad Europea en base a las leyes regionales (n. 984 de 1977 y n. 34
de 1981) se ha difundido en áreas que antes estaban reservadas a los pastos
matosos y arbolados (zonas de seudoestepa mediterránea);
• la tercera comprende el borde exterior de la zona del parque donde el te-
rritorio degrada hacia la costa adriática (de 300 a casi 400 m de altitud).
Hasta hace pocos años se llamaba la Apulia del Árbol por la abundancia
de cultivos arbóreos (olivares, viñedos, almendrales), hoy tal definición
se adapta sólo a un territorio limitado a causa del despiedramiento, aún
existen zonas de bosques, esencialmente de encinas.

3.2. La lectura de los signos

La lectura es la relación que hace de nexo entre un signo y un sujeto. U. Eco


nos recuerda, con un poco de ironía, que ésta es una interpretación, con todos
sus límites. De hecho, es preciso tener en cuenta que cualquier texto presupone,
por una parte, la ambigüedad del mensaje y del contenido (por ejemplo, los sig-
nos del territorio que van desapareciendo, que ya sólo son restos o que han mu-
tado sus funciones convirtiéndose en ambiguos), por otra, los prejuicios distor-
sionados del receptor, es decir, todo lo que definimos como ideología, objetivo
y contexto cultural. Las presuposiciones irreales también son las connotaciones
aleatorias, además de los errores de interpretación.
Por lo demás, aún es preciso tener en cuenta que cada objeto se reviste de
sentido y que la sociedad convierte el uso del objeto en el significado del mismo
(Barthes, 1966). ¡Entonces la semantización es fatal! Pero, además de esto, es
fundamental subrayar que los significados no son estables a lo largo del tiempo
y no existe uno definitivo.
La lectura de los signos característicos de un determinado paisaje es compleja
y arriesgada; de todos modos, se intentará aplicar un método de lectura —en
parte inspirado en U. Eco— a las construcciones presentes en la zona del Parque
La identidad: nueva categoría descriptiva del territorio y del paisaje 33

de la Alta Murgia. El tipo de lectura que se ha efectuado es solamente positivo


y no exhaustivo.
Para una lectura más detallada es preciso hacer una identificación de los
signos y de su significado actual puesto que no son estables durante el correr del
tiempo y además no existe un significado definitivo. Como afirma U. Eco (1977)
«la historia con su vitalidad voraz vacía y llena las formas, las priva y las enriquece
de significados». El grupo social puede hacer revivir las formas y los sistemas de
significado aunque —como se explicará más adelante— hay formas extensas que
han perdido la potencia semántica original, y aparecen como mensajes intensos
y demasiado complejos respecto a las informaciones que transmiten: un sentido
pequeño para un cuerpo grande. Cuando sea posible, se relacionarán los signos
con su función actual y para esto nos inspiraremos en U. Eco, el cual afirma
que cada construcción se caracteriza por una función principal y por una o más
funciones secundarias: las funciones principales son denotativas, las funciones
secundarias son connotativas; la diferencia no es de tipo aseológico pero sí que
lo es en el sentido de que las funciones secundarias se apoyan en las funciones
denotativas. Este vínculo signo-función nos ayudará a hacer consideraciones, ya
sea sobre la actualización de la función de signo, en el caso de las construcciones,
ya sea sobre la evolución de la estructura de los mismos (de tipo simbólico o
estructural).
Los signos seleccionados son:

• signos de la antropización histórica;


• signos de la morfología;
• signos de la vegetación;
• signos de atopía;
• signos del degrado.

3.3. Los signos de la antropización histórica

El estudio de las construcciones no puede prescindir de una breve descrip-


ción del sistema de asentamiento y de las relaciones socioeconómicas de la área
murgiana.
Territorio destinado tradicionalmente al pastoreo con una extensa área de
cultivo de cereales, la Alta Murgia aparece visiblemente marcada por la oposición
entre llenos urbanos y vacíos agrícolas, donde las grandes concentraciones urba-
nas están colocadas casi en forma de círculo alrededor del altiplano, destinadas a
subrayar una relación dialéctica basada esencialmente en la estructura latifundis-
ta de la Murgia y en las funciones de tipo comercial, así como en la organización
presente en los centros urbanos.
La impresión de área desolada formada por extensiones pastoreo-cerealistas
se interrumpe por la presencia de elementos puntuales como masserie (masías)
y jazzi, también éstos aislados y discontinuos, los complejos diseños de piedra
34 Clara Copeta

(constituidos por cisternas, ordeñaderos, muros de piedra sin argamasa) a veces


numerosos, que en su conjunto constituyen un complicado sistema de estructu-
ración especial en el cual cada elemento, natural o construido, aparece insertado
coherentemente en una especie de unión entre tierra y hombre. En el ámbito
de esta articulación el nombre masseria viene comúnmente atribuido a todos
los asentamientos rurales presentes en el territorio —excepto construcciones de
tipología y de función muy diferentes como los jazzi o trulos14— prescindiendo
de la distinta organización de los espacios y de las edificaciones o de la presen-
cia y diversa combinación de elementos definidos, como la torre o el recinto15,
aquí están congregados desde complejos formados por pocas habitaciones en un
único piso hasta las construcciones de dos y raramente tres pisos de altura, rea-
lizados en un cuerpo único o en partes distintas especializadas según la función,
como la cisterna para la recogida del agua de la lluvia, distintos tipos de pozos
de abastecimiento, los trulos utilizados para el depósito del material agrícola,
los pajares; construido siguiendo el desnivel del terreno y destinado al amparo
de los rebaños, el jazzo está dotado, en general, de largas techumbres en la parte
superior destinadas a cubrir el redil —en comunicación directa con los corrales
para acoger el ganado— y, en la inferior, de ordeñaderos y distintas estructuras
de servicio.
En esta estructura articulada, la presencia del jazzo asume una apariencia dis-
criminatoria en la lectura espacial del altiplano; dependiendo de la relación y la
combinación entre masía y jazzo, asi podemos entrever «dos “regiones” murgia-
nas»; entonces, supongamos la destinación económica que prevale del complejo
arquitectónico y del reflejo del territorio del cual forma parte, es decir, si está
destinado a la explotación extensiva de las praderías en agro de Altamura, o a una
producción cerealista más ancha en agro de Gracina. Es en la relación entre masía
y jazzo donde se definen de modo más visible acciones emergentes del hombre,
en la «desolada» Murgia, la retícula territorial de un sistema agro-pastoral, que
se ha modelado con el pasar del tiempo y también enriquecido con una estruc-
tura singular de asentamientos permanentes y temporales. El mismo sistema ha
adquirido un carácter de «modernidad» con la facilidad de movimiento, el ciclo
de los trabajos agrarios y la mecanización que, a menudo, ha producido efectos
nocivos en las antiguas estructuras del territorio y en su visibilidad, destruyendo
los signos sedimentarios con el tiempo e introduciendo construcciones comple-
tamente extirpadas del contexto (por ejemplo, recintos altos de cimiento, naves
industriales, etc.).
Para los signos construidos, a través de la combinación de las funciones pri-
marias y de las funciones secundarias descritas anteriormente, hemos llegado
a una lectura que contempla cinco casos distintos, pero que de algún modo se
puede extender y articular según la tipología de manufacturado/producción.

14
Vivienda de piedra de forma circular y techo cónico típica de Apulia.
15
G. Fuzio G., Las masías fortificadas de la Apulia, en castillos, torres y obras fortificadas
de Apulia, Bari, De Vita R., 1974.
La identidad: nueva categoría descriptiva del territorio y del paisaje 35

Tipología A:
• coexistencia de las dos funciones primarias;
• permanencia de las funciones secundarias en una medida razonable;
• permanencia de las funciones secundarias bajo condiciones de enrique-
cimiento.

En la masía-agroturismo, donde ha permanecido la función original agríco-


la/económica, se ha sobrepuesto la función turístico/receptiva, que ha permitido
la conservación de los elementos arquitectónicos de la forma original, y se han
aprovechado una serie de nuevos valores ecológico/ambientales aportados por
los outsiders (turistas).

Tipología B:
• pérdida del sentido de la función primaria;
• permanencia de las funciones secundarias en una medida razonable.

Torre Quadra, residencia nobiliaria veraniega, situada en el centro de un


vasto latifundio de Bitonto, también era la referencia de una serie de activida-
des agrícolas. La función original, bajo la presión del progreso tecnológico, ha
cambiado hacia una destinación de restauración más próspera (restaurante o sala
de banquetes), que ha dado más importancia a algunas tipologías específicas,
conservando inalterado el conjunto arquitectónico armónico.
La masseria Martucci, en Altamura, restaurada por completo y donde algu-
nos elementos de servicio han sido restaurados, como el jardín mediterráneo, el
pozo, el jazzo, modificando su destinación agrícola original y convirtiéndose así
en un centro de estudios y documentación sobre el territorio de la alta Murgia.

Tipología C:
• pérdida de la función primaria;
• pérdida de casi todas las funciones secundarias;
• sustitución de las funciones secundarias bajo condiciones de enrique-
cimiento.

Castel del Monte, grande forma sin un significado más que el cultural/tes-
timonial, ha perdido todas las funciones para las cuales fue concebido (residen-
cia de caza o residencia real); se ha perdido o se ha alterado el sentido de su
forma plano/volumétrica (el mandala16); su arquitectura ha sido restaurada, la
UNESCO lo ha reconocido como Patrimonio de la Humanidad, se ha quedado
como el imponente museo de sí mismo.

16
Signo mágico.
36 Clara Copeta

Tipología D:
• pérdida de la función primaria;
• sustitución con otra función primaria;
• alteración de las funciones secundarias bajo signos de enriquecimiento.

Es el caso del Jazzo de la Ficocchia en Rivo, que se ha convertido en punto de


encuentro parroquial, que han modificado el sentido y el aspecto adaptándolo a las
propias necesidades litúrgicas mediante elementos simbólicos (cruces, altares…).
La Masseria Nací, donde algunos locales que en su origen estaban destinados
al refugio de los animales se han transformado en salas de baile, con los elemen-
tos de decoración correspondientes.

Tipología E:
• cambio de la función primaria —sólo uso temporal;
• conservación de la función secundaria;
• signos de riqueza: nuevo valor ecológico/ambiental.

La masía de san Magno —Cimadomo, en Corato—, conserva, por ejem-


plo, la función residencial sólo para períodos limitados de tiempo, mientras que
continúa el uso de los establos y el cuidado de los animales. Otro ejemplo es la
masía Musci, también en Corato, completamente restaurada, y donde la función
primaria ha sido sustituida por la residencial veraniega. Un ejemplo posterior,
análogo a los dos primeros es la masía Torre di Nebbia Vecchia (Torre de Niebla
Vieja), en Corato, actualmente en fase de recuperación.

Tipología F:
• restos de manufacturados.

Son los signos que van desapareciendo, probablemente porque la función


original no se podía sustituir, o mejor, eran manufacturados funcionales para un
sistema económico social y así, hasta hoy, no traducibles temporalmente. Muros
de piedra sin argamasa, trulos, ceñuelos y bancales aparecen hoy como formas
que carecen de función, cuya supervivencia, se debe, por desgracia, al estado de
inmovilidad que está atravesando el territorio murgiano.

3.4. Los signos de la morfología

Vamos a intentar hacer una breve descripción de la morfología peculiar de la zona.


Las características del territorio son el resultado de largos procesos de erosión, prin-
cipalmente a causa de las aguas pluviales que a través del anhídrido carbónico deshacen
el carbono de calcio del cual están compuestas las rocas calcáreas, dando lugar al fenó-
meno del carsismo. El carsismo se caracteriza por el número y las formas de superficie,
y también por la presencia de una extensa vascularización hipogea. Las «zonas cársicas»
La identidad: nueva categoría descriptiva del territorio y del paisaje 37

son las formas cársicas de superficie más difundidas, mientras que las «dolinas» o puli17
son más vistosas y morfológicamente más típicas; y entre las formas subterráneas (po-
zos, voragini18, grutas y cavernas), lo son los inghiottitoi (engullideros).

Tipología A:
• permanencia de la función principal;
• atribución de más funciones secundarias.

El pulo de Altamura, ha conservado a lo largo del tiempo una característica


particular debida a su destacada geomorfología, ya que tiene superpuesta una
serie de valores añadidos (hacer «escalada libre», ser la meta de excursiones de
domingo…) y, al mismo tiempo, ha perdido su valor reconocido porque lo usan
también como «cementerio» de automóviles viejos.

Tipología B:
• pérdida de la función principal;
• atribución de una función secundaria bajo signos de enriquecimiento.

La Gruta de Lamalunga, una ancha y articulada forma calcárea subterránea,


donde ha sido descubierto el hombre de Altamura, el fósil de un hombre que vivió
hace, aproximadamente, 200.000 o 400.000 años, y una serie de restos arqueoló-
gicos, que testimonian que la función principal de la cavidad fue la de vivienda.

3.5. Los signos vegetales

La flora espontánea de esta área está formada por zonas de bosques de fresnos
y robles y por formaciones subestépicas de herbáceos. El cultivo típico es el de
cereales. Se consideran signos atípicos las áreas de reforestación de coníferas y las
plantaciones recientes, como el tabaco. Un caso ambiguo es el de los sembrados
sobre terrenos que han sido despedrados.

3.6. Los signos atípicos

En el caso de que una o más invariables de la identidad se pierdan o sean


menos relevantes se hablará de signos atípicos. Son signos que tienen un impacto
visual negativo como, por ejemplo, los signos de la modernidad que no van de
acuerdo con el paisaje murgiano (muros de contención de cemento, urbaniza-
ciones modernas, voluminosos cobertizos de cemento usados como refugio para
animales, áreas de reforestación de coníferas, senderos asfaltados, etc.).

17
Antigua cueva cársica cuyo techo ha cedido y actualmente es un agujero enorme.
18
Fosa natural.
38

Esquema 1.—Criterios de valoración


Cualidad/Identidad Relevancia Vulnerabilidad Criticidad
• Pastos matosos arbolados, con
rocas calcáreas superficiales
Áreas Auto-representaciones • Complejos de chalés modernos • Despiedramiento
• Bosques talares
• Colina murgiana
• Puli, dolinas, deslizamientos, • Construcciones de Ente Reforma
desmoronamientos, • Cobertizos y otras construcciones • Embalses
engullideros en cemento artificiales en cemento
• Masías, jazzi, capillas, neveras, cisternas, • Masías, jazzi, capillas, muros de • Antenas
Puntos Auto-representaciones
apostaderos, piedra sin argamasa, en ruinas o • Canteras
ordeñaderos en buen estado modificados estructuralmente abandonadas
de conservación, túmulos • Torcas y engullideros recubiertos • Descargas
• Puntos panorámicos • Canteras en uso
• Canalizaciones de
• Praderías
cemento conectadas
Líneas • Sistemas de muros de piedra sin argamasa Auto-representaciones • Muros sin argamasa en ruinas
a los embalses
• Cañadas reales, cañadas y veredas
artificiales
Clara Copeta
La identidad: nueva categoría descriptiva del territorio y del paisaje 39

3.7. Los signos de la degradación

Una posterior tipología de signos presentes en el paisaje murgiano son los


de la degradación, que se manifiestan de distintos modos y a través de procesos
complicados y articulados de los cuales no se conoce la repercusión efectiva en el
territorio, pero se puede intentar hacer, aunque sea, una breve descripción.

a) El despiedramiento. En los últimos años al fenómeno de la extracción


de piedra se le ha unido el del despiedramiento, un proceso que consiste en la
excavación, más o menos profunda, de los terrenos calcáreos y en la fracturación
mecánica del material que se obtiene. Desde una política de incentivos públicos
(CEE-Regione), el fenómeno del despiedramiento ha reducido de modo rele-
vante la superficie pastoral del entero altollano, alterando irremediablemente la
facies (el paisaje). (Daño irreversible.)
b) Los canteros. La extracción está muy difundida. Las canteras abandona-
das, en vez de ser saneadas ecológicamente como se debería, según la normativa
regional, se utilizan como descargas a cielo abierto. (Es posible hacer interven-
ciones de recuperación.)
c) Los embalses artificiales. Los embalses artificiales y el relativo sistema de ca-
nales nacieron a causa de la «variante tecnológica» para la red hidráulica de la cuen-
ca de Capo d’Acqua. Tales infraestructuras, cuya construcción causa un notable
impacto ambiental, en particular visual, están inutilizadas. (Daño irreversible.)
d) Los fangos y las descargas abusivas. A causa de su aislamiento, que no
facilita el control, la Alta Murgia es un receptáculo de fangos para depuración y
reutilización, transgrediendo el plano regional de sanamiento de las aguas (DGR
455/83), además de recibir descargas abusivas de residuos de diferentes géneros.
(Es posible hacer intervenciones de recuperación.)
e) Los servicios militares. Una consideración aparte se merecen los servicios
militares. Esta categoría es ambigua y por eso se ha decidido mencionarla en
último lugar. Su ambigüedad reside en que, por una parte, casi 14.000 hectáreas
de territorio murgiano han sido destinadas a polígonos militares permanentes
(deliberación núm. 400 de 1976); por otra parte, se puede afirmar que, en cierta
manera, han preservado el paisaje.

3.8. Los criterios de valoración

Después de haber conducido el análisis puntual de los signos que identifican


el estado actual del paisaje, éstos tienen que clasificarse según algunas categorías
de valoración, que son: 1) Cualidad-Identidad; 2) Relevancia; 3) Vulnerabilidad;
4) Criterio.
Naturalmente la segmentación adoptada no es «exclusiva», en el sentido de que
un signo que indica claramente identidad (criterio cualidad/identidad) puede re-
40 Clara Copeta

sultar ser «vulnerable» a causa de su estado de conservación y de su escasa accesibi-


lidad (véase, por ejemplo, el Jazzo Seicarri, en agro de Andria). Además estas cate-
gorías de valoración están atadas a las correspondientes acciones de intervención:

a) Cualidad-identidad:
• rareza (por ejemplo, Pulo, Pulicchio, Castel del Monte, túmulos en
Corato…);
• gran naturalidad (ej.: prados de matorrales con material calcáreo super-
ficial, Lama Poggiorssini, bosques de robles o encinas, zonas de seudo-
estepa mediterránea, colinas murgianas, etc.);
• vistas panorámicas (ej.: panorama del Castillo Garagnone).

Acción: tutela y valoración.

b) Relevancia:
• el significado de los signos y de la memoria, de su carácter de imagen co-
lectiva, auto-representación paisajística (por ejemplo, área de san Magno
en agro de Corato, etc.).

Acciones: favorecer el reconocimiento y la tutela.

c) Vulnerabilidad:
• signos de identidad frágil y escasa intensidad informativa (ej.: complejos de
segundas casas modernas, masías y jazzi completamente abandonados).

Acciones: recuperación.

d) Análisis crítico:
• presencia de implantes alterantes, degradación física, modificación del as-
pecto del paisaje y de las condiciones de naturalidad (ej.: despiedramiento,
canteras no recuperadas, etc.).

Acciones: recuperación, minimización, atribución de un nuevo significado.

Para poner ejemplos sobre el análisis desarrollado y la aplicación de los crite-


rios de valoración se adjunta el Esquema 1 (pág. 38).
La identidad: nueva categoría descriptiva del territorio y del paisaje 41

Figura 3.—Territorio del Parque de la Alta Murgia

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Regione Liguria: L.r. 4 settembre 1997, núm. 36.


Regione Puglia: L.r. 27 luglio 2001, núm. 20.
Regione Toscana: L.r. 16 gennaio 1995, núm. 5.
El don de Humboldt: el concepto de paisaje*
Franco Farinelli
Università degli studi di Bologna

Se necesitan tres, no sólo dos cosas, para que un paisaje pueda existir: no
tan sólo un sujeto que mira y algo que es mirado, sino también el máximo de
horizonte posible, y, por lo tanto, una altura que lo favorezca, a no ser que el
ambiente sea del todo llano. La última condición es la más significativa. Por
sorprendente que parezca, es sólo a comienzos del siglo xix —con la Erdkunde
de Ritter— cuando la descripción geográfica del mundo empezó a incluir, y de
manera sistemática, la de las formas del relieve, ignoradas casi del todo hasta el
siglo xvii. Y antes de la segunda mitad del siglo xviii, es decir, antes de que los
barómetros a presión llegaran a ser instrumentos fiables, a muy pocas personas
se les había ocurrido medir la altura de un monte (Dainville, 1962). Por eso, el
paisaje presupone no sólo la modernidad, sino también la domesticación de los
montes, su inclusión en la ecúmene, que sólo tuvo lugar, precisamente, entre los
siglos xviii y xix.
Precisamente por todo ello, el sujeto del paisaje, el hombre que mira desde lo
alto el panorama de abajo, es un sujeto históricamente determinado. En ámbito
geográfico eso coincide con el nacimiento de la «sociedad civil», de la opinión
pública que se opone, en Alemania, al mundo aristocrático-feudal.
El concepto de paisaje empieza a formar parte del análisis geográfico gracias a
Alexander von Humboldt, uno de los representantes, junto a Ritter, de la Erdkun-
de1. En el segundo volumen de su obra maestra, Cosmos, aparecido en Berlín en
1847, o sea un año antes de los motines que conducirían a la burguesía al poder,
esboza la historia de los modelos que han dominado, desde los orígenes, la visión

* Traducido por Nicola Nesta.


1
Es decir, geografía.
44 Franco Farinelli

del mundo por parte de la humanidad. Y toda su reconstrucción se desarrolla al-


rededor del papel estratégico desempeñado por el modelo de paisaje. A propósito
de eso, Humboldt (1845, págs. 4-6, 8-10, 17-20, 24, 66-7, 71) distingue tres
estadios del conocimiento, tres etapas de la relación cognoscitiva entre el hombre
y su ambiente, valederas no sólo desde el punto de vista de la filogenia, es decir,
de la historia de la estirpe humana en su conjunto, sino también desde el de la
ontogenia, la historia de cada individuo.
El primer estadio es el de la sugestión (Eindruck), que nace en el ánimo
humano como manifestación original, sentimiento primigenio ante la grandio-
sidad y la belleza de la naturaleza. Su forma cognoscitiva es precisamente la del
paisaje, que corresponde con el mundo entendido como armónica totalidad de
tipo estético-sentimental a la que todo análisis racional (todavía) es ajeno, y que,
por lo tanto, sólo tiene que ver con la facultad psíquica del sujeto.
Eindruck es una palabra compuesta y sencilla sólo en apariencia. Druck sig-
nifica precisamente impresión y vale incluso para la de las letras de imprenta en
las hojas de papel blancas. En cambio, para Humboldt atañe a la sensibilidad del
sujeto que mira: la hoja blanca es su alma y las características del paisaje son los
moldes que en ella se imprimen. Pero también la otra mitad del término tiene
igual importancia, el prefijo Ein. Significa «uno», pero, en realidad, tiene una
doble función. Por un lado, se refiere a la singularidad e individualidad del sujeto
que mira y, mirando, desencadena el proceso del conocimiento. Al mismo tiem-
po, señala la aptitud del sujeto para reducir a unidad la pluralidad de impresiones,
así que, ya desde el principio —aunque sólo a nivel estético y de la impresión—,
el ámbito cognoscitivo se configura como una totalidad, un todo predispuesto a
la revelación del orden «escondido bajo la piel de los fenómenos».
La tarea del estadio siguiente, el Einsicht, es decir el análisis, consiste en des-
articular la totalidad sentimental e iniciar su traducción en términos científicos.
De hecho, en el vocablo Ein-sicht, el prefijo, en apariencia idéntico, expresa lo
contrario de lo expresado en Ein-druck. Sicht quiere decir aquí «vista», mirada
estrechamente conectada con la elaboración reflexiva y el pensamiento racional.
Y la unicidad vehiculada por el prefijo no afecta al sujeto, sino al objeto, se refiere
a la concentración del pensamiento en un solo elemento entre los presentes, en
forma de totalidad, a la íntima impresión de partida. En el estadio intermedio,
el del análisis científico, ya no hay paisaje (sentimiento, impresión estética), ni,
por consiguiente, totalidad, sino solamente una disección fría y racional de cada
componente.
Sin embargo, el eclipse de la totalidad es momentáneo y sólo tiene que ver
con el segundo nivel del conocimiento. Se restablece completamente en el tercer
y último estadio, que Humboldt identifica con el concepto de Zusammenhang,
de totalidad constituida por el estar juntos (Zusammen) en una relación de mu-
tua interdependencia de todos los elementos anteriormente analizados. Se trata
de la síntesis, del punto de llegada, del término extremo del procedimiento cog-
noscitivo. En él, en virtud de la mediación constituida por el examen analítico,
la totalidad original es transformada y restablecida ya no a nivel estético y de
El don de Humboldt: el concepto de paisaje 45

la impresión sentimental, sino científico. Para Humboldt, el desarrollo de cada


conocimiento no es sino traducción en términos finalmente científicos de una
impresión auroral, la expresada precisamente por el paisaje, que no es absoluta-
mente científica, sin la que, sin embargo, toda la ciencia sería imposible.
En el lenguaje de la ciencia actual, el Zusammenhang de Humboldt corres-
ponde con la complejidad, o, mejor dicho, con la complejidad global. Y no
caben dudas de que, cuando verdaderamente se haga la historia del pensamiento
global, a Humboldt le tocará un puesto de absoluto relieve.

1. EL PAISAJE ES EL ICONO

Hay una analogía patente entre la tríplice articulación cognoscitiva de Hum-


boldt y la tríplice articulación de Peirce a propósito de la relación entre signo y
objeto, ya que, prestando atención, existe una correspondencia puntual entre
los estadios de la primera y los modos de la segunda. Pero, en el caso del primer
nivel —el del paisaje y del icono— se trata de una verdadera coincidencia, de
una identidad programática. Y precisamente en esa identidad se fundamentaba
la estrategia de Humboldt, cuya intención era la transformación del hombre de
gusto en observador de la naturaleza.
Su objetivo era arrancar a la burguesía alemana de los «vacuos juegos poéti-
cos», como más tarde diría Franz Mehring (1910, trad. it. pág. 164), para dotar-
la, en cambio, de un saber capaz de garantizarle, con el conocimiento científico,
el control del mundo. Pero todo eso precisamente a partir de la «distinta edu-
cación literaria» de las «más altas clases populares», de «todos los rangos cultos»
(Humboldt, 1845, pág. 18). La última expesión traduce las palabras alemanas
die Gebildeten, que literalmente significa «los que se han formado en la imagen
(Bild), en los cuadros». Y Cuadros de la naturaleza (Ansichten der Natur) se lla-
mará la obra, publicada por primera vez en Tubinga en 1808, que convencerá a
la entera burguesía europea para que estudiara el mundo físico. Con esta obra el
concepto de paisaje se transforma, por vez primera, de concepto estético en con-
cepto científico, pasa de la literatura artística y poética a la geografía, se carga de
un significado inédito y literalmente revolucionario, desde el punto de vista de la
historia del conocimiento. Todavía hoy día el término Ansicht (al pie de la letra:
veduta) tiene dos sentidos: lo que se ve y lo que se piensa, lo cual confirma su sen-
tido unitario, su original inseparabilidad, su absoluta coincidencia funcional.
El ámbito en el que se inserta la realización del proyecto humboldtiano es
el del complejo de la esfera pública burguesa. Georg Forster fue el primero que
introdujo en Alemania, en los umbrales de la última década del siglo xviii, el
moderno concepto de opinión pública: con él Humboldt se fue a París en 1790,
para conocer la revolución republicana. Forster volvió convencido del jacobi-
nismo y de la oportunidad, en tierra alemana, de la experiencia de Francia: el
fracaso de la insurrección de Maguncia, en la que participó en primera línea,
precedió por pocos meses a su muerte. En cambio, Humboldt no se dedicó a la
46 Franco Farinelli

revolución política, sino a la cultural, precisamente centrada en el concepto de


paisaje y la mudanza estructural de su función, de estética a científica: mudanza
que podía realizarse sólo a partir de la imagen artística, la única imagen de la na-
turaleza entonces conocida por la burguesía. Se trataba de conducir al protago-
nista de la dimensión pública literaria, al conocedor de la obra de arte, hacia una
visión del mundo que pudiera evolucionar en comprensión científica del propio
mundo, yendo más allá de la simple contemplación. Se trataba de transformar la
cultura burguesa partiendo de su matriz estética, de mudar el sabor pictórico y
poético, al que esa cultura estaba limitada, en ciencia de la naturaleza, apta para
el dominio y no sólo para la simple representación. El paisaje, la veduta pictóri-
ca fue, con Humboldt, el instrumento de esta transformación. Al fin y al cabo,
opina Humboldt, estratega del pensamiento crítico burgués, que la entrada en
el ámbito del conocimiento científico presupone atravesar totalmente el «rei-
no de la apariencia estética». Y precisamente el concepto de paisaje, que todos
los burgueses conocen porque conocen los cuadros y las demás descripciones
artísticas, es concebido como el vehículo más apto para garantizar ese tránsito
(Farinelli, 1991).
De muchacho, Georg Forster había acompañado a James Cook en su su-
gundo viaje por el mundo. Y cuando Humboldt indicó el origen de su ardiente
deseo de visitar los países tropicales, recordó, además de las descripciones de las
islas de los mares del sur por parte de su amigo, los cuadros de Hodges, que él vio
en Londres, en la residencia del virrey indiano Warren Hastings, y que retratan
las riberas del Ganges. Aún era la época en la que, proponiendo las palabras de
Heinrich von Kleist (s. d., pág. 76), los exploradores circunnavegaban el globo
terrestre «para ver si acaso no estuviera más abierto en algún punto por su parte
trasera».

2. LA MIRADA DE HUMBOLDT
Y LA ASTUCIA DE LO PINTORESCO

Pero Humboldt nunca consiguió ir a India. Para los ingleses era impensable
que un acusón alemán, con ser gran amigo del rey de Prusia, vagara tranqui-
lamente por sus dominios. Entonces, al final, Humboldt se dirigió al mundo
tropical de América, empleando toda la conspicua herencia materna en el último
gran viaje privado de exploración científica, después del cual la organización
de la batida del globo llegó a ser, a esos niveles, asunto de Estado. Entre 1799
y 1804 penetró en la cuenca del Orinoco y en las Andas, remontando por el
istmo americano y Cuba hasta Washington, ciudad que el presidente Jefferson
acababa de proyectar y construir. Como se expresó Chateaubriand (s. d., pág.
60), el primer romántico francés, en América Humboldt «lo ha pintado todo
y lo ha escrito todo». Más tarde, Antonello Gerbi (1995, pág. 453) explicaría
que con Humboldt el pensamiento de Occidente realiza finalmente la pacífica
conquista y anexa idealmente a su mundo, al único Cosmos, esas razones que
El don de Humboldt: el concepto de paisaje 47

hasta entonces habían sido casi sólo objeto de curiosidad, asombro y derrisión.
Por lo tanto, una verdadera revolución de la mirada, que recoge y explota la lec-
ción de los «viajeros pintorescos» especialmente atraídos, inmediatamente antes
de la Revolución Francesa, por los volcanes mediterráneos, a cuya «fascinación
de serpientes de cascabel» ni siquiera Goethe (1903, trad. it., págs. 168-200)
logró sustraerse. Ya para ellos el mundo consistía, al pie de la letra, en una serie
de cuadros, su descripción dependía de la preliminar reducción de las facciones
terrestres a un conjunto de ilustraciones artísticas. Así, por ejemplo, Jean Hoüel
(1782, pág. 2) describe la partida de la costa de Campania hacia Sicilia: «a cada
paso nuevos objetos se ofrecían a nuestra vista. Muy pronto el Vesubio a la dere-
cha, Pozzuoli y Baia a la izquierda, se acercaron debido al alejamiento de nuestro
barco de la costa, formando un único cuadro con la ciudad de Nápoles».
Es precisamente ésta la imagen pintoresca, como se explica bajo el relativo
lema en la Encyclopédie de Diderot y Dalambert: una imagen en la que el golpe
de vista impresiona mucho, «según la intención del pintor», pero, al mismo
tiempo, los objetos se distinguen con facilidad, a costa de reducir al mínimo
el estorbo de la presencia humana. La función de esta última sólo consiste en
hacer apreciables, por lo contrario, las incomensurables dimensiones de la es-
cena natural que funge de fondo. Por tanto, basta con un par de figuritas para
dejar casi todo el primer plano a la minuciosa y precisa representación de las
exóticas formas animales y vegetales, de las inusitadas (para el lector europeo)
morfologías, cuya representación es el objetivo real del artista. En los magníficos
in-folios de los viajes en el Reino de Nápoles y las islas del Hoüel y del Saint-Non
las imágenes pintorescas acompañan sistemáticamente al texto, según una rela-
ción orgánica que hace inseparables a éste de aquéllas. El monumental relato de
la hazaña americana de Humboldt, en 35 volúmenes, fue completado con dos
atlas, uno geográfico y el otro compuesto de vedutas: las Vues des Cordillères et
monuments des peuples indigènes de l’Amerique, publicadas en París en 1810. Tales
incisiones en colores, en las que canon pintoresco e ilustración científica se unen,
fueron el instrumento más sutil y nervioso de la estrategia humboldtiana, porque
precisamente con ellas, para Humboldt, el paisaje coincide.
Ábrase, por ejemplo, en correspondencia de la tabla central, que representa
el Chimborazo visto desde el altiplano de Tapia. Higos chumbos, cactos, rocas
y llamas, además de algunos indígenas con vestidos variopintos, resaltan en la
llanura dominada por el volcán que entonces se creía que era, con sus 6.500
metros aproximadamente, la montaña más alta del mundo. Su mole se recorta
poderosa sobre el azul cobalto del cielo, hecha aun más vívida por el cándido
capucho que orna la cumbre y baja, por la ladera, hasta desaparecer, con un
borde absolutamente rectilíneo, por debajo de una cierta cota: el límite de las
nieves perpetuas, que Humboldt sitemáticamente detecta y que más que otras
cosas apremia hacer observar al espectador, extasiado por la belleza de la escena
y la brillantez de los colores. (Para estos dibujos vale lo mismo que para los
esquemas geométricos, a los que hemos recurrido al principio: ninguna repro-
ducción puede sustituir a la visión directa; y no para no ceder, en este caso, a
48 Franco Farinelli

su contenido implícito, sino, al contrario, para poder ser seducidos, siguiendo


las intenciones de Humboldt.)

3. UNA «NEBLINOSA LEJANÍA»

El propio Goethe, en las Afinidades electivas, reconoce la extraordinaria ha-


bilidad de Humboldt y su capacidad de seducción. La historia de sus relaciones
no es nada simple y está llena de silencios, divergencias y acuerdos. Por ejemplo
Goethe, a diferencia de Humboldt, nunca admitirá el uso de instrumentos que
ayuden en la indagación de la naturaleza, y sostendrá que a ésta sólo le basta
con su ojo tal como es, sin recurrir a ninguna prótesis. Pero ambos están de
acuerdo en un punto: la presencia, en cada vista del paisaje, cada vez que se mira
el mundo desde el punto de vista paisajístico, de cierta bruma al horizonte, de
una progresiva pérdida de claridad y limpidez del aire conforme la distancia va
aumentando. No se trata de un simple fenómeno atmosférico que depende de
condiciones peculiares de naturaleza climática y metereológica, como de buenas
a primeras se podría pensar, sino de un dato cultural y político. Para el Goethe
del Viaje a Italia, el horizonte aparece brumoso porque en su mirada influyen los
cuadros de los paisajistas que estuvo admirando en Alemania antes de su partida,
entre los cuales se encuentran algunos de los artistas tomados como modelos
por Humboldt en el Cosmos: Anibal Carracci, Ruysdael, Everdingen, Poussin,
Claude Lorrain (Hard, 1969). En el caso de Humboldt, la cuestión es aún más
complicada, porque lo que en Goethe no es del todo consciente y en cualquier
caso no intencional, obedece, en cambio, a un proyecto preciso y deliberado y
sigue el curso de una metáfora calculada y coherente.
Para Humboldt, al igual que para los burgueses conciudadanos suyos, la fas-
cinación por los países tropicales depende, ante todo, del hecho de que allí está
completamente ausente el despótico poder aristocrático-feudal que, al contrario,
domina en la patria. Precisamente porque ese poder, que es máximo en llanu-
ra, se atenúa y va desapareciendo en los relieves, la montaña alemana es tanto
para Humboldt como para su amigo Schiller, la casa de la libertad, una especie
de versión doméstica de los trópicos. Y es en la cumbre de la montaña donde
la «neblinosa lejanía» se manifiesta y provoca «un embrujo lleno de misterio»,
una impresión que se refleja grave y présaga en el espíritu y los sentimientos: la
imagen de lo «sensible-infinito» (Humboldt, 1845, pág. 38), es decir, del carác-
ter fatalmente incompleto de lo que vemos, estructuralmente inconcluso de lo
que sabemos, programáticamente partisano (aunque tienda a la totalidad) de lo
que hacemos. También para Humboldt —como para Goethe— la bruma que
envuelve las cosas en lejanía es indicadora de la dependencia de la descripción
literaria de la representación pictórica, pero, al mismo tiempo, es mucho más.
Para Humboldt, estratega, o mejor, político del conocimiento, ella es metáfora
de toda intención proyectiva, de cada proyectualidad político-social, siempre en
el horizonte y nunca alcanzada, y por eso indeterminada en sus formas menos
El don de Humboldt: el concepto de paisaje 49

cercanas. Tal como Humboldt explota la ambivalencia del término «paisaje», en


el que significado y significante son indistinguibles, de la misma manera objeto y
concepto presentan, en el primer estadio de su estrategia cognoscitiva, la misma
forma vaga e indefinida (Farinelli, 1991).
De forma y estadio del conocimiento, de fase de una estrategia y vehículo de
una tensión, el paisaje pasa a ser, de golpe y sin explicación, un simple conjunto
de objetos en 1919, con los «fundamentos» de la Landschaftskunde (que hay que
traducir, por tanto, como «geografía del paisaje») de Siegfried Passarge. Como se
deduce de este texto, dado que el paisaje es la única forma de realidad asequible
al geógrafo, equivale a la propia realidad geográfica. Y ya está. El estado del alma
y la etapa cognitiva, entonces lo invisible y lo existente (lo que no se puede tocar
ni contar), de esa forma llegan a ser la cosa, visible y existente, a la vista y al tacto
del geógrafo. La Primera Guerra Mundial fue la ocasión o, más bien, el móvil
de esa repentina mudanza ontológica. El instrumento fue la cámara fotográfica,
un medio que reduce a dato instantáneo y objetivamente producido lo que antes
era, en cambio, el resultado de un proceso subjetivamente fundado y consciente-
mente determinado desde el punto de vista social. Y así es que la conciencia del
carácter procesal y social del conocimiento (no tan sólo del geográfico) padecie-
ron el mismo destino que la bruma que los representaba: desaparecieron de la
vista y, por eso, cesaron de existir.

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Especificidad, tipicidad e identidad
en los sistemas socioeconómicos locales.
Aplicación de una metodología para el levantamiento
de las relaciones geográficas entre empresas*
Maria Fiori**
Università degli Studi di Bari

1. LOS SISTEMAS SOCIOECONÓMICOS LOCALES


ENTRE IDENTIDAD Y CONEXIÓN CON LAS REDES GLOBALES

En la última parte del siglo pasado, y no sólo en el ámbito geográfico, se sub-


siguieron reflexiones, a veces contrapuestas y alternativas, sobre las transforma-
ciones socioeconómicas en curso. En un primer momento se depositó confianza
y se manifestó cierto interés en los procesos de «globalización» y reducción de las
diversidades. Sin embargo, muy pronto el debate se enriqueció con la literatura
y la producción científica sobre lo «local», el lugar, sus valores, sus instituciones,
sus reglas, la identidad (Sforzi, 2000).
La ciencia económica, con sus orientaciones marginalistas y utilitaristas, la
regional science, la geografía cuantitativa, habían concebido un hombre racional
«librado» de su propia comunidad y cultura, es decir, de los vínculos de una
identidad geográfica. El fenómeno de la atopía, nada nuevo en realidad, se im-
puso con fuerza significativa y ganó relevancia social en la segunda mitad del

* Traducción por Nicola Nesta.


** El proyecto para la experimentación del modelo Markusen (1994) lo propone M. Fiori,
autora de los epígrafes 1-5; las entrevistas las ha realizado S. Pastano, autora de los epígrafes 6-7.
Las conclusiones pertenecen a las dos.
52 Maria Fiori

siglo xx. La crisis de la territorialidad está ampliamente difundida en las ciencias


de la posguerra y, durante los años 60 surgió primero como un asunto norteame-
ricano, a raíz de la «ultra movilidad» y la marginalización de las culturas locales,
ya que se las creía incapaces de adaptarse a la transformación.
El sucesivo progreso científico y, sobre todo, tecnológico habría tenido que
producir un mundo más estable y ordenado. Pero el mundo y las vidas hu-
manas, plasmados por los caracteres dicotómicos y dualistas de globalización
e identidad, terminan por parecerse poco a estas previsiones (Giddens, 1994).
Desde unos cuantos puntos de vista (por ejemplo, el de las tecnologías de la co-
municación), la sociedad se ha desterritorializado en la network society, la «aldea
global» de McLuhan. Desde otros, ha habido una oleada de expresiones tajantes
de identidad colectiva, de retos a la globalización también, a nivel de la espe-
cificidad cultural y de la voluntad de control de sus propias vidas y ambientes
(Castells, 1999). Es también por eso por lo que en las investigaciones geográficas
se detectan modalidades para la observación de más variables idóneas, complejas,
diferentes de las simplemente numéricas del reduccionismo cuantitativo, a las
que, de todas maneras, siempre es útil acudir. Sobresale, una vez más, la con-
ciencia de un «dispositivo simbólico» de los lugares, antes empobrecido por una
reducción del actuar territorial y un extrañamiento de los actores locales (Turco,
1994, pág. 380).
Los conceptos de identidad y localidad que se van desarrollando en las úl-
timas décadas son casi del todo nuevos. No tienden a una reivindicación de
provincialismos ni a una exaltación de diversidades, sino que aspiran a distinguir
y valorar hábitos y prácticas de cada día, que a menudo son muy poco visibles,
en las que se articulan relaciones sociales y económicas, y que definen sus pecu-
liaridades y su existencia en el territorio. No se trata de la tradición stricto sensu,
del pasado histórico, sino de la perspectiva bajo la cual vivir el presente y mirar
al futuro, una actitud con la que hacer frente a los cambios económicos sin des-
estructurar la sociedad. (Sforzi, 2000).
En los procesos en curso este «localismo económico» no puede ser limitado a
la zona industrial, sino que hay que referirlo a una general «habilidad autoorgani-
zadora de un sistema con una relevante especialización, enraizado en la cultura y
la vocación económica de un territorio» (Landini, 1997, pág. 10). Entonces, no
hay sólo una «atmósfera industrial», sino que hay que tener en cuenta también
otras formas de especialización territorial. La separación espacial de la cadena del
valor produjo territorios especializados en una operación o en una fase del proce-
so de producción. Además, hay otras formas de sistemas locales, muy a menudo
deseados, cuyas premisas son la atmósfera cultural y social y la identidad.
Frecuentemente, se trata de sistemas rurales, cuyas relaciones económico-
productivas y socioculturales se convierten en factores de competitividad: sus
efectos tienen consecuencias en muchos sectores (agrícola, agroalimenticio, ar-
tesanía, turismo, educación), los cuales integran sus propias rentas y sostienen la
desestacionalización. Premisas de esas formas son la sociedad y/o la comunidad
local y las prácticas reflexivas (Ferrao y Lopes, 2003). El análisis de las relaciones
Especificidad, tipicidad e identidad en los sistemas socioeconómicos locales… 53

reales de carácter geográfico que ese tipo particular de empresas desencadena


en el espacio necesita una metodología ad hoc, construida a partir de realidades
territoriales concretas.

2. ¿QUÉ FENÓMENOS HAY QUE CONSIDERAR


COMO INDICADORES DE REALIDADES LOCALES
CONCRETAS? ¿CUÁLES SON LOS APLICABLES A OTROS
SISTEMAS SOCIOECONÓMICOS Y A UNA ESCALA
ESPACIAL MÁS AMPLIA?

El concepto de identidad es típicamente, pero no únicamente, geográfico.


También tiene que ver con otras disciplinas, cuya numerosidad viene dada en
función de sus formas de manifestación: local, nacional, territorial, social, étni-
ca, de género, económica y otras. Por supuesto hay geógrafos que, desde hace
tiempo, se ocupan de la identidad y de los «modos inmateriales de pensar y vivir»
(Cloke, Philo y Sadler, 1991), pero el nacimiento de una geografía de la identi-
dad y de un debate sobre ella es un fenómeno bastante reciente en las revistas es-
pecializadas. Ese debate quizás sea más enraizado en la investigación económica
y sociológica. De todos modos, la Geografía Económica cuenta con medios con
los que tratar los fenómenos de identidad. Más aspectos de ese fenómeno se pue-
den destacar por medio del concepto de lugar y, de hecho, existe una geografía
económica identitaria de los lugares.
Entonces, ¿qué hay que observar para una «lectura» de los sistemas locales y
para una comparación entre diferentes «sistemas identitarios», particularmente
en el sur de Italia? Gran atención se dedica in primis a las prácticas difundidas y
colectivas. «Cada sociedad produce territorios, espacios marcados por la práctica,
por las representaciones de la vida humana» (Bailly y Beguin, 1998, pág. 16),
saberes tácitos y patentes, pegados a las experiencias concretas locales y a las
capacidades específicas determinadas por los operadores económicos, sociales e
institucionales, conocimientos técnicos y científicos, producidos en las empre-
sas, en las sociedades-comunidades y en las universidades.
En particular, las prácticas alimenticias suscitan cada vez más interés. La cir-
culación de valores gastronómicos es, al fin y al cabo, una comparación, en la
que es posible observar un flujo de comunicación asimétrico (Caldo y Guarrasi,
1994), entre culturas con papel dominante y otras que, aun siendo, en aparien-
cia, subalternas, logran dar vida a especificidades que, en los mercados de hoy,
que exigen diversificación, llegan a ser ventajas competitivas. Uno de los fenóme-
nos en los que esto se muestra con más claridad es el turismo enogastronómico,
que marca el paso del turismo suelo consumidor al de renta-agrícola implementa-
dor (Innocenti, 2002, pág. 32).
Aunque no tengan que depender en absoluto de una historia inmemorial,
las prácticas de las que se cree que se pueden sacar indicadores de identidad para
un sistema local tienen, obviamente, un origen. Así, hay procesos históricos de
54 Maria Fiori

tradición económica que han conducido a la formación del sistema económico


identitario. «Cada nueva unidad empieza a la fuerza su propia historia individual
con analogías y diferencias estructurales con sus padres.»
«Todo bicho viviente parte con una estructura inicial que condiciona el cur-
so de sus interacciones y delimita los cambios estructurales que esas interacciones
provocan en él. Al mismo tiempo, todo bicho viviente nace en un lugar parti-
cular, en un ambiente… con su propia dinámica estructural, separada, al nivel
operativo, del ser viviente… En esa congruencia estructural, una perturbación
del ambiente no contiene en sí la especificación de sus efectos en el ser viviente,
sino que es la relación con su propia estructura la que determina su propia trans-
formación con relación a la perturbación.» Ese proceso no es evolutivo, «no hay
supervivencia del más idóneo, sí que hay supervivencia del idóneo» (Maturana y
Varela, 1987, págs. 71, 87).
A diferencia del funcionamiento de un organismo, en el que el punto central
es el propio organismo, para el funcionamiento de un sistema social humano
es central la actividad dialógica, el dominio lingüístico y los medios de comu-
nicación, los que se pueden dividir en dos grandes familias, cuyos límites se
hacen cada vez menos netos: los medios de comunicación interpersonal y los
de comunicación de masas. Entre los temas relativos al dominio lingüístico se
inserta el problema de la participación. Hoy en día estamos asistiendo —lo cual
prueba el papel creciente de la identidad— al relanzamiento de las fórmulas de
la democracia y de la finanza pública «de participación» en una «concentración
estable» en la actividad de apropiación y gestión (Berdoulay y Entrkin, 1998)
de los recursos territoriales. Es conveniente prestar atención a la concentración
de intereses, ya que en ella también —y sobre todo— se produce la identidad.
Con respecto a eso hace falta observar las relaciones conflictivas entre diferentes
identidades, que no son las diferentes clases socio-espaciales, sino las internas a
una misma clase socio-espacial, en el uso de los recursos territoriales: naturales,
antrópicos y simbólicos.
La tradición, los símbolos y las prácticas —como ya dijimos antes— para
llegar a ser identidad no tienen que existir desde tiempos inmemoriales. Más
que una investigación sobre el origen y la duración histórica de una tradición,
conviene prestar atención a fenómenos como la apropiación y el ejercicio de la
tradición, de símbolos y prácticas con las que plasmar el futuro y participar en
la construcción de un proyecto compartido, caracterizado por una gestión y un
control de los recursos a nivel local. Una tradición que desde el punto de vista
multiescalar no sea subalterna, ni desaparezca, con respecto a otros niveles de
gestión y control.
Especificidad, tipicidad e identidad en los sistemas socioeconómicos locales… 55

3. METODOLOGÍAS: PREMISAS EPISTEMOLÓGICAS


Y PARADIGMAS PARA EL ANÁLISIS DE LOS SISTEMAS
ECONÓMICOS IDENTITARIOS

Dado el asunto en cuestión, hay que preguntarse ante todo a qué paradigmas
una geografía de las identidades, y de las identidades económicas, puede hacer
referencia y, por lo tanto, qué instrumentos hay que utilizar. Hay muchas afini-
dades con las llamadas aproximaciones críticas al racionalismo (Roszac, 1973).
Es posible y necesario captar instrumentos de una plétora de corrientes y aproxi-
maciones: de estudios geográficos, económicos y sociológicos de perspectiva hu-
manística, de estudios sobre las relaciones sociales, aunque no comunitarios, de
los estudiosos radicales, del pensamiento sistémico, de la complejidad y, no por
último, de la geografía cuantitativa. Con respecto a esta última, más que a los
modelos que se desarrollan y se completan en la sola dimensión lógico-formal,
hay que hacer referencia a los probabilistas y constructivistas, en los que la «for-
malización parte de los comportamientos observados y registrados». De hecho,
una geografía de la identidad no tiene que ser antitética a los «análisis» positivis-
tas de la cuantitativa spatial science, que, con su representar un punto de vista in-
completo (Robinson, 1998, pág. 407), en todo caso ofrece elementos útiles para
la interpretación, el control de los resultados y la representación de los datos.
Los métodos para hacer frente al momento identitario de la geografía eco-
nómica se definen en esas prácticas cognoscitivas que se realizan en las «técnicas
del análisis cuantitativo» (Robinson, 1998, pág. 411), en los cuestionarios (en-
trevistas formales), en las entrevistas no direccionales (encuestas informales), en
la observación participante, en la actividad hermenéutica. Con estas prácticas es
posible observar fenómenos-indicadores de tipicidad, a saber: la concentración
de los consumos y de la producción, la presencia de símbolos locales en las suso-
dichas actividades, el papel que algunas prácticas económicas y algunos bienes,
prevalentemente alimenticios, desempeñan en las imágenes y proyectos de las
comunidades locales.
La literatura geográfica brinda una serie diversificada de instrumentos y
métodos, cuya organización, de todos modos nunca rígida, es necesaria para
comparar sistemas locales identitarios diferentes y colocarlos en un contexto
territorial más amplio, para poder individuar con más fiabilidad las relaciones
entre el comportamiento de la empresa privada y el crecimiento y desarro-
llo regional. Instrumentos y metodologías constituyen un núcleo de interés
—importante, pero no exclusivo— de este trabajo, en el que el caso industrial
presentado constituye una primera etapa esencial para experimentar y difundir
en un determinado territorio una metodología para el levantamiento de las
relaciones espaciales que procede, sobre todo —cuando no únicamente—, de
la literatura anglosajona.
56 Maria Fiori

4. PUNTO DE PARTIDA CIENTÍFICA Y DESCRIPCIÓN


DE LA INVESTIGACIÓN

Sólo en la última década se hicieron más numerosos y consistentes los


estudios dirigidos a desarrollar una metodología eficaz y capaz de evidenciar
las relaciones espaciales entre el comportamiento de la empresa (y ya no,
sobre todo —cuando no solamente—, entre instalaciones materiales) y cre-
cimiento y desarrollo regional. Otra novedad en la investigación es la puesta
a punto, mejor dicho, la investigación de campo dirigida no sólo a conocer
estas relaciones, sino también a definir una metodología aplicable con la mis-
ma eficacia en ambientes geográficos diferentes. Entre estos estudios destaca
el procedimiento propuesto por Markusen (1994, véase también Dicken y
Malmberg, 2001), que se puede considerar un protocolo de investigación
muy útil (Fiori, 2003).
Ese procedimiento prevé una serie determinada de etapas por seguir para po-
der obtener indicaciones cualitativas, comparables en el espacio y en el tiempo,
sobre las relaciones espaciales desencadenadas en un territorio por comporta-
mientos y estrategias de empresa, por medio de entrevistas semiestructuradas y
en profundidad, que enfocan en particular la historia de la empresa, el contexto
operativo, las relaciones con el mercado, la tecnología y los procesos de produc-
ción, las relaciones con la mano de obra, el comportamiento de la competencia,
etc. La metodología permite entrar en la especificidad territorial mucho más que
lo que permiten levantamientos de tipo cuantitativo. Además, permite entender
el punto de vista de los actores que actúan en el territorio en cuestión y que se
pueden considerar concausa de comportamientos espaciales, organización y reor-
ganización territorial.
Se utilizan los datos estadísticos para elegir, de manera no arbitraria, los casos
de estudio: ellos tienen una función de control sobre las indicaciones obtenidas.
Además, a la hora de seleccionar una empresa, el modelo de Markusen indica
una serie de etapas en las que hay que motivar las elecciones hechas; el primer
trámite es la selección de la industria-clave, a partir de la estructura industrial del
territorio que se está estudiando.
Aquí se presentan los resultados de una observación de campo conducida a
partir del modelo de referencia, que hizo más rápida y segura la elección de un
caso de estudio representativo, y algunas modificaciones que se hicieron para
concertarlo con el territorio de aplicación.

5. EL CONTEXTO

Por lo que concierne, particularmente, al tejido económico territorial, un


elemento indicador es, por supuesto, la ocupación. En el sur de Italia nada me-
nos que un 15,7% de la ocupación manufacturera se concentra en las industrias
Especificidad, tipicidad e identidad en los sistemas socioeconómicos locales… 57

alimenticias, de bebidas y tabaco, con un índice de especialización1 de 1,7%


(ISTAT, 2001), y un 15,7% de los encargados sobre el total de los encargados de
las industrias manufactureras (véase tabla 1). Si se compara la estructura de ex-
portaciones del sur con la nacional, se obtiene una prueba más de la importancia
de los productos agroalimenticios, de las bebidas y los tabacos. Esos productos
tienen, de hecho, un peso netamente mayor en las regiones meridionales que en
el total de los bienes exportados (13,5% frente a un 7,2% a nivel nacional).
Ahora bien, veamos la tabla 2; el tejido productivo de las regiones meridio-
nales es particularmente pulverizado: un 49,3% de las unidades manufactureras
locales tiene un solo empleado (un 34,5% en el centro-norte); un 40,2% perte-
nece a la categoría 2-9 empleados (un 46,6% en el centro-norte); un 6,1% cuen-
ta, en cambio, con 10-19 empleados (10,9% en el resto de la nación). El resto
se concentra en la categoría 20-49 (3,9% en el sur frente a un 7% en el centro-
norte), mientras que las unidades locales con una cantidad mayor de empleados
tiene un peso marginal con respecto del total (0,5% en el sur contra un 1,1% en
las regiones centro-septentrionales).
Por tanto es oportuno enfocar las empresas más pequeñas, considerando su
importancia (en términos de numerosidad) en el sur más que en el resto del país.
La extensión de los resultados obtenidos del análisis del comportamiento de una
gran empresa meridional al resto del territorio posiblemente implique un efecto
de distorsión de la imagen del sistema, dados los caracteres del tejido productivo
meridional.
Arraigo e internacionalización de las empresas meridionales. La pulverización
del tejido empresarial italiano y, en particular, del sur es uno de los mayores pun-
tos débiles de la estructura productiva de Italia. Por lo general, la capacidad de
ampliar los horizontes comerciales fuera del territorio nacional se relaciona con
la dimensión de una empresa. Esta teoría ha encontrado aplicación a nivel mun-
dial, sobre todo a partir de los años 80, marcados por el continuo crecimiento
de las dimensiones industriales. Sin embargo, la carrera de las adquisiciones no
afectó a las empresas italianas, que siguieron caracterizándose por una dimensión
mediana o pequeña.
Por otra parte, diversas investigaciones empíricas sobre el caso italiano do-
cumentan que las empresas pequeñas y medianas, no obstante su escasa dimen-
sión, ya forman parte de la economía internacional. Unos estudiosos atribuyen
el aumento del nivel de internacionalización a la consolidación de los «distritos
industriales»2 en las últimas décadas, y, en particular, a la importancia que en
ellos adquirieron las relaciones informales entre empresas, un tipo de relaciones

1
Relación entre el peso porcentual del sector en el sur y el peso análogo en Italia. El valor
del índice superior a la unidad indica una relativa especialización del territorio en ese sector; el
valor inferior a la unidad, por el contrario, indica una especialización débil o escasa del territorio
en cuestión con respecto a Italia.
2
Sólo 21 de los 160 sistemas locales formalmente reconocidos en toda Italia, a 1 de abril
de 2005, se encuentran en el sur. A veces, se trata de realidades productivas dinámicas y vivaces,
pero todavía muy poco difundidas en relación con el norte del país.
58 Maria Fiori

que alcanzaron tanta eficiencia como para compensar las desventajas que pro-
ceden de las carencias de las estructuras formales (estatales). Claro está, por lo
que atañe al nivel de internacionalización, que encuestas de diferentes fuentes
subrayan una creciente apertura del sur al comercio exterior, registrando un dis-
creto crecimiento de la cuota de exportación en el total nacional, en particular,
en los últimos ocho años. A pesar de todo eso, sólo un 14,5% de las pequeñas y
medianas empresas meridionales trabaja fuera de los límites nacionales (el valor
correspondiente en el norte del país es, más o menos, un 24,5%).
El fenómeno de las empresas pequeñas organizadas en distritos afecta prin-
cipalmente al norte-este y al centro, mientras que en el sur sólo atañe a pocas
áreas. El desarrollo de sistemas de redes locales, de hecho, no es posible por todas
partes, ya que exige condiciones: tradiciones artesanales y comerciales, conso-
lidadas a lo largo del tiempo; autonomía económica y político-administrativa;
dimensiones de los asentamientos y estructuras sociales favorables al espíritu co-
munitario y a la cooperación de las empresas entre ellas, de ellas con los trabaja-
dores y las administraciones locales; disponibilidad de capital social (confianza,
cooperación), etc.
Las producciones artesanas nunca faltaron en el sur, pero muy a menudo
no lograron consolidarse; a veces, desaparecieron tras el nacimiento de grandes
instalaciones industriales, localizadas por la intervención del Estado, sobre todo
a partir de finales de los años 50 del siglo xx, provocada por un general atraso
socioeconómico que hizo que la mano de obra abandonara tanto la agricultura
de subsistencia como las actividades artesanales.
Las inversiones fueron destinadas, sobre todo, a la construcción de grandes
instalaciones en las industrias básicas, siderúrgica y química, que cambiaron to-
talmente el aspecto de Tarento y de su provincia, y de otras ciudades meridiona-
les también, liberando de la miseria a millones de ciudadanos. A pesar de todo,
los límites de la elección pública fueron considerables. De hecho, apostando a las
industrias productoras de bienes a gran escala, las ventajas mayores las obtuvie-
ron las ya existentes y boyantes industrias del norte, gracias al abastecimiento de
acero para automóviles y electrodomésticos o de petróleo refinado para la moto-
rización. Las empresas del norte, entonces, obtuvieron de ello los indispensables
abastecimientos básicos y los bienes intermedios necesarios para sus produccio-
nes —y, además, la oportunidad de destinar maquinarias, instalaciones y bienes
de consumo al mercado meridional que iba creciendo y diversificándose a raíz
del aumento de las rentas—. La integración territorial y económica tuvo lugar
por medio de relaciones sobre todo extrarregionales: Tarento estaba más «cerca»
de Génova que de Bari; el área de Siracusa y Catania más cerca de Milán que de
Palermo. No hay que olvidar los caracteres físicos y morfológicos y la insulari-
dad, que contribuyeron mucho en la carencia de infraestructuras e integración.
En el norte la presencia de un gran mercado regional en el valle del Po, con sus
difundidas infraestructuras de transporte, y la mayor proximidad a los grandes
mercados alemán y francés permitieron a los mejores artesanos crecer y especia-
lizarse. En el sur, en cambio, las escasas infraestructuras de transporte estaban
Especificidad, tipicidad e identidad en los sistemas socioeconómicos locales… 59

más dirigidas a consentir rápidas comunicaciones con el norte que a conectar las
diferentes regiones del sur entre ellas (Viesti, 2003).
El eje norte-sur favoreció la penetración por parte de las empresas del norte
en el mercado meridional y, desgraciadamente, desde entonces la situación in-
fraestructural no ha mudado mucho. Diversos estudiosos afirman que el desa-
rrollo económico y la integración de las regiones meridionales necesitan tanto la
consolidación de una industrialización dirigida lo más posible a los recursos y las
estructuras preexistentes in loco, como una política de transportes que aumente
la conectividad de las redes, mejore la conexión de los sistemas urbanos menores,
revalorice la función del sistema ferroviario secundario y valorice los retículos
viales menores.
El caso de la provincia de Tarento presenta una dicotomía interesante. Es la
provincia más industrial de Apulia en términos de gran industria (piénsese en la
ILVA Laminati Piani, ex ITALSÍDER), pero las relaciones espaciales de este tipo
de instalaciones la acercan al exterior más que a su territorio interior. Para «leer»
el tejido económico-empresarial del traspaís de esa importante ciudad portua-
ria, entonces, no es adecuado el criterio de la empresa o de la clase de empresas
líder. Al igual que en el resto del sur, con la salvedad de la industria de base y las
actividades portuarias, la red constructora se compone de empresas pequeñas y
medianas. La provincia de Tarento cuenta con el 12% de las empresas activas de
Apulia, un valor menor del que Apulia, en conjunto, representa con respecto del
sur (20,0%), y ése, a su vez, repercute por casi 1/3 en el total de Italia (Union-
camere, 2005).
Además, al considerar las unidades estadísticas territoriales europeas (NUTS),
y, en particular, el nivel 3 (análogo a las provincias italianas), se constata que la
provincia de Tarento, junto a la de Lecce, se encuentra en la tipología 2, la penúl-
tima de 11 cluster, individuados sobre la base de veinte indicadores estadísticos.
La tipología 2 incluye 46 provincias, situadas sobre todo en Italia y España, y se
caracteriza por un nivel de desarrollo económico bastante contenido, una pro-
pensión tecnológica muy reducida (medida en términos de despachos/habitante
y despachos high tech/habitante), índices de accesibilidad extremadamente bajos,
saldo migratorio negativo, probablemente relacionado con la situación negativa
del mercado del trabajo (la tasa de paro, 20,1% en 1995, subió al 20,9 en 2000).
Además, marca un empeoramiento con respecto tanto de Italia (que en ese pe-
ríodo pasó de un 11,9% a un 10,6) como de los países de la Unión Europea, que,
en conjunto, registran un 10,5% en 1995 y un 8,3% en 2000. Por lo demás, se
encuentra en una condición de debilidad mayor que las otras tres provincias de
Apulia (Bari, su capital, Foggia y Bríndisi), que forman parte de la tipología 3
(UNIONCAMERE, 2004).
También es verdad que, para elegir las empresas por entrevistar, Markusen
sugiere enfocar las empresas líder, entre otras cosas, con el fin de restringir la
numerosidad de los casos, ya que las industrias más grandes constituyen nor-
malmente una minoría. Pero por razones de adaptación al contexto territorial en
cuestión, no se ha seguido ese criterio, y la selección se hizo en el ámbito de la ca-
60 Maria Fiori

tegoría dimensional comprendida entre 1 y 50 empleados, dado que un 99,5%


de las unidades manufactureras del sur forma parte de esta clase —aunque esto
complique el problema de la numerosidad de los casos por detectar.
El criterio de la producción identitaria y además cuantitativamente signi-
ficativa con respecto a las demás puede solucionar el problema, ya que la pro-
ducción de café entra en la categoría de «producción de alimentos y bebidas»,
que ya hemos visto «fuerte» en el sur, tanto en el número de empleados como
en el de empresas, dentro de una red cuyos nudos (cada empresa) son muy pe-
queños (ya hemos visto que más de un 99,0% tiene un número de empleados
entre 1 y 49).
La empresa Moncafé S.n.c., en Faggiano, en la provincia de Tarento, se dis-
tingue por una producción (la torrefacción del café, una subclase de lo manu-
facturero) que se puede considerar un signo de identidad geográfica transescalar
(nacional y local), aunque se pueda definir a la vez de atípica, vista su correspon-
dencia con una práctica alimenticia tradicional, y que, sin embargo, no utiliza
productos de la actividad agrícola local. Por razones de brevedad, a continuación
sólo se hará referencia a algunos de los datos empleados a la hora de seleccionar
la industria-clave, mientras que en la segunda fase se presentan los resultados
principales del trabajo de campo.
A nivel geográfico-económico es interesante analizar la producción manufac-
turera del café: no sólo porque la bebida tiene una tradición enraizada y difun-
dida por todo el territorio nacional (en este sentido puede ser identitaria), sino
también porque la torrefacción del café forma parte de las empresas manufactu-
reras, difundidas en el territorio y con dimensión pequeña. En la provincia de
Tarento, 11 industrias resultan inscritas en el Registro de las Empresas, con un
número de empleados que va de los 31 de la Caffè Ninfole, la única sociedad
anónima, a 13.

6. EL CASO DE ESTUDIO

Entre las empresas interesantes para la investigación, la Moncafé S.n.c. se


presentó particularmente disponible. Se trata de una empresa que produce y
comercializa café torrefacto (el código Ateco de este sector es 15.86.0, al que
le corresponde un índice de especialización de 1,69), situada en Faggiano, un
pueblo con 3.513 habitantes. Se tratarán los puntos-clave relativos a este caso
siguiendo la pauta del modelo de referencia.
En la Moncafé S.n.c. trabajan (además de los 2 socios) 8 empleados y 3
agentes de negocios, su mercado de referencia es el internacional. Como veremos

3
Un primer nivel de datos oficiales sobre las empresas se consigue por medio del sitio de las
cámaras de comercio italianas, www.infoimprese.it/, donde se puede encontrar la nómina por
orden alfabético de todas las empresas italianas activas, inscritas en el Registro de las Empresas, y
clasificadas según los códigos de actividades económicas Ateco.
Especificidad, tipicidad e identidad en los sistemas socioeconómicos locales… 61

más adelante, no obstante su fuerte propensión a la exportación, la empresa está


fuertemente enraizada en el territorio en el que se sitúa desde hace casi veinte
años, por medio del intercambio de informaciones con actores provinciales y re-
gionales, la participación en un consorcio, el empleo de personal exclusivamente
local, las relaciones con los bancos provinciales (y nacionales, también). El estu-
dio de este caso industrial, entonces, fue particularmente interesante, sobre todo
bajo el punto de vista geográfico, por la presencia de dos aspectos espacialmente
opuestos, pero, al mismo tiempo, complementarios, que representan los mayo-
res factores de éxito para la empresa: apertura a los mercados internacionales y
arraigo territorial.
La estructura organizadora de la industria. La Moncafè S.n.c. es una industria
que produce y comercializa el tradicional café exprés italiano desde 1986. El es-
tablecimiento industrial cubre una superficie de 7.243 metros cuadrados (2.010
de área cubierta). El estudio de este caso industrial fue llevado a cabo a través
de una serie de entrevistas, seleccionando a los informadores-clave con base en
los diferentes tipos de preguntas que fue necesario hacer para reconstruir los
comportamientos espaciales y estratégicos de la empresa. Como indica explícita-
mente Markusen, individuar a los sujetos más idóneos para ofrecer informacio-
nes conlleva problemas considerables a causa de la especialización funcional que
brinda perspectivas muy diferentes incluso y posibles divergencias de opiniones
especialmente en las empresas más grandes. Considerando las dimensiones de la
industria en cuestión (en términos de empleados) y la especialización media de
las funciones ha sido posible ganar informaciones cualitativamente notables y de
buena fuente, entrevistando a un número de sujetos contenido.
Para seleccionar a los informadores-clave no se puede prescindir del análisis
de la estructura organizadora de la empresa, sin tener en cuenta la dimensión
industrial. La primera visita al establecimiento de la Moncafè sirvió precisamen-
te para reconstruir el organigrama (fig. 1). Éste presenta una estructura pluri-
funcional. El criterio básico de división del trabajo, al nivel dependiente de la
dirección, es la especialización según funciones, es decir, un grupo de procesos
direccionales de la misma clase económico-técnica. Los niveles organizadores
fundamentales corresponden a los siguientes órganos: la dirección general; la
dirección de los departamentos funcionales; las unidades operativas.
En el primer nivel se encuentra el gestor único: responsable de las activida-
des, conduce la empresa, elaborando decisiones estratégicas y coordinando la
acción de las diferentes áreas funcionales. Además, es responsable de la gestión
económico-financiera de la industria y de la gestión del personal. En el nivel
intermedio, las direcciones de los departamentos funcionales están especializadas
en la gestión de las diversas funciones: adquisiciones, ventas, producción, admi-
nistración, marketing. Al mismo nivel se encuentra el responsable de calidad de
la Moncafè.
Hay que subrayar que la empresa para hacer frente de manera eficaz a la
competencia de las industrias líder en la producción de café, tanto en el mercado
nacional como en el exterior, en 1998 implementó el sistema de calidad según la
62 Maria Fiori

norma UNE-EN ISO 9002, actualizado en 2002 según la nueva norma UNE-
EN ISO 9001:2000. Con respecto a eso, el responsable calidad se ocupa de todas
las actividades necesarias para alcanzar los objetivos de calidad industriales, se-
gún los requisitos establecidos por las susodichas normas.

Figura 1.—Organigrama de la Moncafé S.n.c.

GESTOR ÚNICO

VENTAS ADMINISTRACIÓN
ADQUISICIONES MARKETING
Y PERSONAL

CALIDAD PRODUCCIÓN

Almacén Almacén
Confección
Materias Primas Productos Completos

El departamento encargado de la administración dirige el sistema de levanta-


miento contable y es responsable de la documentación (recibida y emitida) y de
los procedimientos de facturación, conforme a las directivas concordadas con el
gestor único.
El responsable de producción se ocupa de actividades relacionadas con la
producción y la manutención de las máquinas y de los medios productivos.
De ese departamento dependen también las unidades operativas, cuyas tareas
son prevalentemente directivas. Es el propio encargado de la producción quien
dirige, de hecho, la actividad de confección, el almacén de materias primas y
de productos completos. En calidad de responsable de confección organiza las
partidas completas previstas por los ciclos de fabricación. Como responsable del
almacén de materias primas dirige la aceptación de las materias recibidas y su
entrega a la producción. Al ser responsable del almacén de productos completos,
se ocupa del almacenamiento, conservación y embalaje del output, y, además,
de las expediciones.
Al responsable de ventas competen todas las actividades comerciales de la in-
dustria. Se ocupa de ganar nuevos contratos y gestionar las campañas promocio-
nales. El responsable de la oficina de adquisiciones es el encargado de seleccionar
los nuevos proveedores y realizar las adquisiciones en función de las peticiones
Especificidad, tipicidad e identidad en los sistemas socioeconómicos locales… 63

que proceden de las áreas funcionales pertinentes. El responsable de marketing


coordina, conforme a las directivas concordadas con el gestor único, cada activi-
dad que tenga que ver con: productos (calidad, envase); política de precios (des-
cuentos, ofertas, etc.); promociones; distribución (organización de los canales de
venta nacionales e internacionales); comunicación con el cliente tanto potencial
como adquirido (tacitas de colección, diversos gadgets, ferias, propagandas, mar-
keting directo, mitin, folletos).
La demanda: clientes locales, nacionales e internacionales. Después de recons-
truir el organigrama de la Moncafè, fue posible especificar a los informadores por
entrevistar, al fin de obtener una tablilla relacional que se pareciera mucho a la
propuesta por Markusen.
Primero, se sometió a una entrevista al responsable de ventas, con el fin de
reconstruir la estructura de la demanda por medio de preguntas relativas a los
clientes locales y extra-locales. Una peculiaridad emergió ya a partir de las prime-
ras respuestas, es decir, una gran apertura de la empresa a los mercados exteriores,
a diferencia de la mayoría de las empresas italianas de dimensiones pequeñas,
que consideran, en cambio, el mercado local como área principal de comerciali-
zación de sus productos.
Con el paso del tiempo, la Moncafè ha llegado a ser una de las mayores
torrefacciones de café de Apulia, con un volumen de ventas que en 2004 al-
canzó los 3.032.000 euros, sobre todo gracias a las exportaciones hacia nada
menos que 25 países, europeos y no (fig. 2), y a la redistribución en el mercado
nacional (fig. 3). Se trata sobre todo de países en los que la competencia es muy
poca o, incluso, no existe para nada. Aquí la empresa consigue un alto nivel de
imagen, contando mucho con las inversiones en promoción y realizando estra-
tegias de penetración en los mercados, diferenciadas según las características
de la demanda.

Figura 2.—Los mercados exteriores de la Moncafè S.n.c.

Grecia: Atenas, Ioanina, Patras, Corfú, Bielorrusia: Minsk


Igoumenitsa Rusia: Moscú
Reino Unido: Londres, Leeds, Chesterfield Georgia: Tiflis
Alemania: Colonia Egipto: Sharm el Sheikh, Hurghada
Albania: Tirana, Durazzo, Valona Arabia Saudita: Jedda, Riad
Rep. de Macedonia: Ohrid Emiratos Árabes Unidos: Abu Dabi
Kosovo: Pristina, Peje, Prizren Qatar
Montenegro: Bielo Polje Omán
Rumanía: Brasov, Arad Bahréin
Hungría: Miskolc Kuwait
Eslovaquia: Bratislava Australia: Melbourne
Polonia: Gabin Estados Unidos: Chicago, Nueva York,
Turquía: Estambul, Bodrum Miami
Canadá: Montreal
Fuente: www.moncafe.it-Moncafé nel mondo/
64 Maria Fiori

Hace falta precisar que la empresa produce, en su mayor parte, café en grano
para las exigencias del mercado extra-doméstico (cafeterías, restaurantes, hoteles,
etc.), pero a partir del año 2001 instaló una máquina automática para la confec-
ción de la molienda de 250 gramos, ampliando las ventas a la Gran Distribución
Organizada (GDO). La producción anual en 2004 alcanzó los 582.000 kg, de
los cuales un 98,2% es destinado al canal Ho.Re.Ca. (un acrónimo que significa
hotel, restaurante y cáterin) y un 1,8%, al mercado doméstico.
Las regiones del sur de Italia absorben el 43% (42% Apulia; 0,4% Lucania;
0,6% Calabria) del segmento de mercado Ho.Re.Ca, mientras las del centro-
norte sólo el 3% (2% Las Marcas; 1% Lombardía). Un 54% del café en grano
está destinado, entonces, a los mercados exteriores. Los mayores países adquiren-
tes, en orden decreciente de importancia (siempre considerando el canal Ho.Re.
Ca), son: Albania, Kosovo, República de Macedonia, Egipto, Estados Unidos,
Reino Unido, Hungría, Emiratos Árabes Unidos, Grecia, Canadá, Qatar, Mon-
tenegro, Rumanía, Eslovaquia, Rusia, Georgia. También por lo que concierne al
canal de la GDO, el mercado principal de referencia es el exterior, con un peso
del 62%; los mayores importadores de café molido son: Hungría, Estados Uni-
dos, Emiratos Árabes Unidos y Qatar. La última parte (38%) está destinada, en
cambio, al mercado de Apulia.
Para servir a sus clientes de la manera más eficiente, la Moncafè se vale de
canales de distribución diferenciados según las áreas geográficas. Los agentes di-
rectos entregan el café a la mayoría de los mercados de Apulia y Lucania. En
el resto de Italia hay concesionarios exclusivistas, generalmente uno por cada
región cliente (con la salvedad de los dos concesionarios de Apulia de Bari y
Lecce), con su propia red de adquirentes.
La forma de expansión a los mercados exteriores es la exportación indirec-
ta (internacionalización comercial), ya que la empresa no cuenta con estable-
cimientos de producción o filiales de venta al extranjero, ni ha llegado a unos
acuerdos de colaboración con actores extranjeros. La distribución, entonces, se
desarrolla por medio de importadores exclusivistas de la marca en cada país;
éstos, a su vez, distribuyen los productos a los concesionarios regionales para
garantizar una cobertura vasta.
Para adoptar la estrategia de la exportación indirecta es necesario contar con
un amplio margen competitivo con respecto a la competencia, así que los com-
pradores se dirijan directamente a los productores. A la segunda entrevista se
sometió al gestor único de la Moncafè y se obtuvo que la industria intenta con-
servar una ventaja competitiva constante, modificando la relación calidad/precio
según las exigencias de los clientes y maximizando asistencia y servicios como la
manutención ordinaria de las maquinarias para el café.
Una correcta aproximación al mercado permitió a la empresa extender su
propia red de venta, con consecuencias importantes en la performance econó-
mica. Primero, la actividad de exportación consintió reducir la incidencia de los
costes fijos unitarios relacionados con una serie de actividades (marketing, actua-
lización de procesos, etc.), aumentando, de tal manera, las ganancias. Además,
Especificidad, tipicidad e identidad en los sistemas socioeconómicos locales… 65

las economías de diversificación geográfica redujeron los riesgos procedentes de


posibles fluctuaciones de la demanda interior.
Proveedores locales y extra-locales. La entrevista a la que se sometió al respon-
sable de la oficina de adquisiciones ha sido muy útil a la hora de reconstruir la
estructura de la oferta de la empresa. Las informaciones que se recogieron en este
sector evidenciaron relaciones con proveedores tanto meridionales como sep-
tentrionales. Las importaciones del extranjero sólo atañen a las materias primas
(dado que, como se sabe, los terrenos y el clima italianos no son nada idóneos
para el cultivo de los cafetales).
Las clases de café crudo, que la Moncafè utiliza (principalmente la clase ará-
bica y robusta), las compra por medio de sociedades broker suizas que importan
directamente de algunos de los países productores de café: Brasil, Colombia,
Camerún, Vietnam, Indonesia, etc.
Las bobinas para la realización de los paquetes empleados en la confección
del café tostado proceden de una industria de Salerno. Las válvulas para guardar
el aroma, en cambio, son adquiridas en Bolonia, pero es en el establecimiento
de la Moncafè donde se aplican a cada paquete. Los cartones para el almacenaje
y transporte del producto completo son adquiridos en Corato (Ba). Todas las
instalaciones del establecimiento proceden de empresas situadas en Bolonia y
Parma. La producción es totalmente automatizada y dirigida por un software rea-
lizado por una empresa de Módena. La mano de obra (que incluye el trabajo téc-
nico, administrativo y los agentes de comercio) se recluta a nivel provincial (con
la salvedad de un agente de comercio y un técnico de la provincia de Brindisi).
Por lo que concierne a los recursos financieros, las aportaciones de los dos
socios constituyen el capital total. La empresa se dirige a los servicios financieros
proporcionados por institutos de crédito situados en el norte de Italia y filiales,
también, en la provincia de Tarento y, además, ha establecido relaciones con
bancos locales, sobre todo por servicios de caja y tesorería.
En el análisis de los proveedores no hay que pasar por alto las administracio-
nes públicas y las asociaciones locales, muy importantes porque proporcionan
servicios y reglamentos. La Cámara de Comercio de Tarento, la Cámara de Co-
mercio italo-oriental de Bari y el Centro Exterior Apulia, de hecho, desempe-
ñan un papel institucional pujante para el desarrollo de la empresa, por medio
de la planificación de acontecimientos y ferias y la erogación de servicios de
información.
El escenario competitivo. Pasando al análisis del cuadro competitivo, se debe
subrayar que la competencia en el mercado italiano sólo la constituyen torrefac-
ciones locales y nacionales, debido a la consolidada tradición italiana del café
expreso, que defiende a la empresa de los rivales extranjeros. La situación es
diferente en el mercado internacional, donde la Moncafè tiene que enfrentarse a
competidores no sólo italianos, sino también extranjeros.
Como ya se ha dicho, una de las estrategias que todavía garantiza el éxito de
la empresa en el extranjero —y que le permite no preocuparse demasiado por
los productores de café más grandes— es la inserción en mercados vírgenes, en
66 Maria Fiori

los que la competencia todavía está poco aguerrida o, incluso (en algunas áreas),
ausente.
Analicemos ahora el escenario competitivo en los diferentes mercados de
desemboque de la empresa. Los principales competidores activos en el mercado
regional son torrefacciones tanto de Apulia —Ninfole, situada en la propia pro-
vincia de Tarento, Saicaf, ubicada en Bari, Quarta Caffè y Valentino, colocadas
en Lecce— como del norte de Italia —Portioli, Milán; Illy, Trieste; Mokarabia
y Segafredo, Bolonia.
Si se considera el mercado del sur de Italia en conjunto, a los competidores
que se acaba de mencionar hay que añadir la empresa de Bari, Battista caffè,
Moak en Ragusa, Caffè Guglielmo en Catanzaro y la torrefacción Hausbrandt
con sede en Trieste y activa en el sur por medio de concesionarios (al igual que
las empresas septentrionales susodichas).
Los mayores competidores de la Moncafè en el centro-norte son: Romcaffè
(Macerata), Caffè Saquella (Pescara), Caffè Gimoka (Sondrio), Caffè Hardy
(Milán), Pellini (Verona), Portioli, Mokarabia y Moak. En los mercados exteriores
la empresa de Faggiano compite tanto con algunos de los mayores producto-
res italianos (Lavazza, Illy, Segafredo, Portioli, Kimbo, etc.) como con empresas
extranjeras, entre las cuales las más temibles son: Nescafé (con sede en Suiza),
Starbuck Coffe (situada en los Estados Unidos), Elite Cafè (situada en Holanda),
Don Café (con sede en Albania) y Kraft food-Jacobs (con sede en Alemania).
Las asociaciones de categoría. La Moncafè forma parte de la asociación nacio-
nal de categoría Caffè Trieste, que reúne diversas empresas italianas con relaciones
directas o indirectas con el café (las que trabajan con café no molido, las que se
ocupan de expediciones, empresas de café). A nivel local, en cambio, está ins-
crita en la Asociación de los Industriales de Tarento (Assindustria), que resulta
determinante para la reunión de las exigencias comunes de las empresas de toda
la provincia y la difusión de informaciones de sector, a través de la organización
de congresos y mítines con los participantes.
Las economías de aglomeración y las relaciones de colaboración. En su trabajo
Markusen utiliza el término «arraigo» para indicar a la red de relaciones espa-
ciales a nivel local que la empresa establece con otras empresas/organizaciones:
una red que la «ancla» en el territorio en el que se encuentra. Estas relaciones
se explican con las economías de aglomeración o bien se basan en confianza y
colaboración. Los procesos de aglomeración, como se sabe, se deben sobre todo
al funcionamiento de las economías externas (o externalidad), de memoria mar-
shalliana. Mientras que las economías interiores implican ventajas en términos
de reducción de los gastos de la empresa debido al aumento de las cantidades
producidas, las economías exteriores no dependen de las características de la
empresa, sino de su localización. Las economías de aglomeración se clasifican
en economías de urbanización y economías de localización. Las primeras brindan
ventajas conectadas con las relaciones que pueden establecerse entre actividades
económicas de sectores diferentes por estar localizadas en el mismo sitio: cercanía
del mercado de venta de los productos o de compra de los factores productivos;
Especificidad, tipicidad e identidad en los sistemas socioeconómicos locales… 67

infraestructuración del territorio; disponibilidad de servicios de consultoría y


asistencia, financieros y legales; disponibilidad de informaciones; mayor posibili-
dad de encontrar los input necesarios para la producción —y, sobre todo, fuerzas
vivas— en la cantidad y de la calidad necesarias.
En cambio, las economías de localización proceden de la presencia de empre-
sas conectadas, que pertenecen al mismo sector industrial o bien al mismo sis-
tema de producción o al mismo proceso productivo. Los factores determinantes
de esas economías son: centralidad con respecto del abanico de demanda; dispo-
nibilidad de trabajadores especializados; desarrollo de empresas especializadas en
el abastecimiento de servicios o productos de cierto tipo a las demás empresas;
atmósfera industrial competitiva (Dicken y Lloyd, 1993).
Con las entrevistas realizadas fue posible observar que la Moncafè disfru-
ta sobre todo de las ventajas relacionadas con las economías de urbanización.
La empresa está emplazada en la zona industrial de Faggiano, el área contiene
unas 30 empresas y es contigua a la de San Giorgio Jonico: juntas, componen un
tejido industrial global de unas 80 industrias que pertenecen a sectores diferen-
tes. La elección de la localización por parte de los dos socios tuvo lugar tras un
cuidadoso análisis del territorio, de las vías de comunicación y de los servicios
integrados para las empresas.
Desde el punto de vista de los transportes, la cercanía al puerto de Tarento,
Terminal Container facilita considerablemente las actividades de importación-
exportación de la empresa. Los puertos de Bari y Brindisi, empleados para al-
gunas exportaciones hacia los países del este, comunican bien con Faggiano.
Además, la Monacafè sólo dista 1 kilómetro del centro urbano de Faggiano y del
de San Giorgio Jonico, obteniendo ventajas en términos de servicios públicos y
financieros.
De las respuestas salió que no se trata de un verdadero «distrito industrial»,
correspondiente a criterios definidos por la norma, ya que las empresas ubica-
das en la zona industrial no tienen una especialización industrial parecida. Sin
embargo —lo cual es muy importante en un contexto del sur de Italia— en los
últimos años se van consolidando las relaciones basadas en confianza y colabo-
ración. En 2004, de hecho, se fundó un consorcio llamado CO.IMPRE, con
sede en la mencionada área industrial de Faggiano, compuesto por 26 industrias
locales que pertenecen a diferentes sectores de producción: entre ésas, la Monca-
fè. El objetivo del consorcio es el de acrecentar las economías de aglomeración y
administrar un centro direccional (hoy día ya realizado), en el que cada empresa
participante pueda tener oficinas y dirigir la formación del personal. Además, se
prevé la realización de bancos, correos y de una Cámara de Comercio. Cada dos
meses el consorcio organiza encuentros con delegaciones extranjeras para per-
mitir que las empresas establezcan acuerdos bilaterales con actores extranjeros.
Después de un año de actividad, de todas maneras, hay que tener en cuenta que
muchas buenas intenciones todavía están por definir.
Es interesante que la empresa en cuestión mantiene importantes relaciones
de colaboración también a nivel regional, es decir, con industrias ubicadas en las
68 Maria Fiori

provincias de Bari y Lecce y activas en el sector alimenticio. No existen acuerdos


escritos con estas últimas, ni vínculos contractuales, sino simples relaciones in-
formales que aspiran a activar sinergias exclusivamente en el campo del comercio
con el extranjero. Las ventajas económicas (que proceden de las relaciones con
las empresas de Apulia) se consiguen por medio de la planificación común de
acontecimientos feriales y mítines, el compartir de transportes (groupage) y el
cambio recíproco de informaciones sobre los clientes internacionales.

Figura 3.—Red de relaciones de una empresa productora de café en el espacio local y extra-
local

Competidores
Mokarabia, Segafredo, Portioli, Illy, Hausbrandt, Lavazza,
Kimbo, Romcaffè, Caffè Saquella, Caffè Gimoka,
Pellini, Moak, Caffè Guglielmo, Battista caffè, etc.
Competidores extranjeros (sólo en los mercados
exteriores)
Proveedores Ninfole, Saicaf, Quarta caffè, Clientes
Valentino, Portioli, Illy,
Materias primas Ho.Re.Ca:
Mokarabia, Segafredo
Clientes nacionales 4%
Embalajes Clientes extranjeros
Trabajo técnico, Moncafè Ho.Re.Ca:
54%
admin., agentes S.n.c. 42%
Instalaciones de comercio 42

Tecnología Cartones para GDO:


informática almacenaje 38% -c GDO:
Clientes extranjeros
Bancos

Cámaras de
Comercio

Centro exterior
Apulia
Assindustria
Consorcio CO.IMPRE

A pesar de una considerable propensión a la exportación, el arraigo y el em-


peño de la Moncafè en la región son patentes. Todo eso, debido sobre todo a los
comunes orígenes de Apulia del personal empleado en la industria y de los dos
Especificidad, tipicidad e identidad en los sistemas socioeconómicos locales… 69

socios, interesados entonces en contribuir al desarrollo local por medio de su


actividad, según afirman los sujetos entrevistados. El interés en el desarrollo del
territorio resulta, además, de la acogida de numerosos estudiantes universitarios
y de institutos técnicos (instrucción superior para alumnos de 14 a 18 años) de
la provincia de Tarento, que se dirigen a la empresa para visitar el establecimiento
y acrecentar sus conocimientos industriales.
Después de analizar todas las entradas que constituyen la tablilla relacional
creada por Markusen, es posible visualizar gráficamente las relaciones interiores y
las exteriores a la región (Apulia) en la que se sitúa la empresa (fig. 3). Destacan,
además, las relaciones de colaboración (entradas en negritas) y las de cambio
simple.
Dimensión temporal y dinámicas empresariales. La empresa fue fundada en
1986, como ya se ha dicho, por los dos socios, gracias a una consolidada ex-
periencia de distribuidores y de encargados de la manutención de máquinas
profesionales-automáticas para expreso (en oficinas, bancos y empresas privadas)
y de concesionarios de productos Nestlé foodservice. En los primeros años, los
recursos dedicados a la actividad de la Moncafè fueron limitados, dado que la
actividad de los distribuidores automáticos (vending) iba extendiéndose. Torre-
facción, almacenaje y distribución del café se realizaban, de hecho, en un peque-
ño local situado en el centro de Pulsano (otro pequeño pueblo en la provincia
de Tarento).
Debido a la crisis del sector de la distribución automática en 1990 (cam-
bio de tipo 24, según el modelo Markusen), los dos socios decidieron ceder esa
actividad y potenciar las inversiones en la torrefacción de café. Conociendo el
canal vending en el business del café y ganando informaciones importantes por
medio de los contactos con los viejos proveedores, ahora competidores, los socios
obtuvieron muy buenos resultados en el mercado tanto local como exterior (al
principio, en Grecia y Albania).
En 1994 la productividad de la Moncafè creció debido a la adquisición
de instalaciones nuevas, pero en 1997 fue necesario transferir las oficinas y la
producción entera al amplio establecimiento ubicado en la zona industrial de
Faggiano, debido al aumento de la demanda. Entre otras cosas, la elección se
debió a la extensión continua de este área en términos de vías de comunicación,
servicios, aparcamientos, carreteras, nacimientos de nuevas empresas (cambio de
tipo 15).
Aproximadamente dos veces a la semana, la empresa dirige container en im-
portación y exportación, y a diferencia de cuando las conexiones tenían lugar
con los polos logísticos de Salerno, Nápoles y Gioia Tauro, la ubicación actual
permite explotar del todo el puerto de Tarento-Terminal Container, muy bien

4
Cambios ocurridos dentro del sector productivo que pueden modificar el pattern localiza-
dor de la empresa.
5
Cambios ocurridos en la economía regional que influyen o han influido en los costes y la
capacidad de acción de la empresa.
70 Maria Fiori

conectado. Por lo que concierne a los cambios en la estrategia de la empresa e


internos a la estructura empresarial (cambio de tipo 3), hay que poner de relieve
que, en los últimos años, se amplió la plantilla con técnicos cualificados y obre-
ros muy jóvenes, con el mismo espíritu dinámico de la empresa.
También los mercados de desemboque experimentaron un ciclo de creci-
miento relevante. En los primeros tres años de actividad la Moncafè tenía rela-
ciones con clientes exclusivamente regionales; luego, el management adoptó una
estrategia de extensión a los mercados exteriores. Es posible ahora completar el
gráfico insertando en la columna central los elementos dinámicos útiles para
comprender la dimensión temporal de la empresa (fig. 4):

Figura 4.—Red de relaciones de una empresa productora de café en el espacio local y extra-
local

Competidores
Mokarabia, Segafredo, Portioli, Illy, Hausbrandt, Lavazza,
Kimbo, Romcaffè, Caffè Saquella, Caffè Gimoka,
Pellini, Moak, Caffè Guglielmo, Battista caffè, etc.
Competidores extranjeros (sólo en los mercados
exteriores)
Proveedores Ninfole, Saicaf, Quarta caffè, Clientes
Valentino, Portioli, Illy,
Materias primas Ho.Re.Ca:
Mokarabia, Segafredo
Clientes nacionales 4%
Embalajes Moncafè S.n.c. Clientes extranjeros
Trabajo técnico, Ho.Re.Ca:
1986 – fundación 54%
admin., agentes 42%
Instalaciones de comercio 1989 – extensión a
los mercados
exteriores
Tecnología Cartones para 1990 – cesión GDO:
informática almacenaje distrib. máquinas 38% -c GDO:
automát. expreso Clientes extranjeros
1994 – adquisición
Bancos nuevas instalaciones
1997 – traslado en
la zona industrial de
Cámaras de Faggiano
Comercio 2002 – ampliación
orgánico
Centro exterior
Apulia
Assindustria
Consorcio CO.IMPRE

Asociación Caffè Trieste

Asociaciones de Categoría
Especificidad, tipicidad e identidad en los sistemas socioeconómicos locales… 71

Acontecimientos-clave de la Moncafè S.n.c:

• fundación en 1986;
• desde 1989 adopta una estrategia de extensión a los mercados exteriores;
• en 1990 los socios ceden la actividad de distribución de máquinas auto-
máticas para expreso;
• en 1994 los socios adquieren nuevas instalaciones;
• en 1997 la empresa se traslada en la zona industrial de Faggiano;
• en 2002 se amplía el orgánico.

7. COMPORTAMIENTOS ESTRATÉGICOS
DE ÉXITO DE LA MONCAFÈ S.N.C

Sistemas productivos innovadores y flexibles. Para obtener una producción


flexible y cualitativamente alta, la Moncafè ha realizado diversas innovaciones en
el proceso, asegurándose un ahorro en algunos tipos de costes y garantizándole
al cliente una buena relación de calidad/precio.
Con respecto a eso, la empresa aplica, en el ámbito del área productiva, el
Variety Reduction Program (VRP). Este sistema permite reducir los componentes
del producto y las variedades inútiles. Las diferentes mezclas de café cocido las
evidencia un etiquetador computadorizado que, a la hora de confeccionar, im-
prime el nombre en los paquetes, los cuales pueden ser —entonces— estándares.
El VRP se aplica también a los cartones, predispuestos para cualquier mezcla a
través de una plantilla imprimida que el operador marca en la última fase de la
confección según las diferentes cualidades. De esta manera se obtiene un ahorro
en los costes de los materiales, existencias de almacén menores, gastos generales
reducidos, energía, instalaciones y mano de obra directa.
La Moncafè dispone de una moderna instalación de torrefacción y confec-
ción del café, que permite realizar una producción suelta (Lean Production). La
unidad central computadorizada dirige el programa productivo y acciona las
maquinarias automatizadas (Computer Integrated Manufacturing). Este sistema
exige, por parte de los empleados en la producción, una capacidad para adap-
tarse a las diferentes tareas (multiskilling) y mucha profesionalidad, pasando de
funciones de transformación directa de los materiales a funciones de control
de las instalaciones. La producción suelta permite variar las cantidades y tipos
de producto con facilidad y rapidez, sin programar de nuevo o modificar las
instalaciones.
La base de la flexibilidad productiva es el sistema del just in time, que se
utiliza para reducir los costes de espera de los materiales, haciendo que lleguen
a la línea de producción en el momento oportuno y reduciendo las provisiones.
La implementación del just in time implicó muchas dificultades para la empresa.
La amplia serie de mezclas ofrecida por la Moncafè y las diferentes marcas que
posee (Moncafè, Caffè Sampietro y Caffè Mediterraneo) crean problemas en la
72 Maria Fiori

estandarización de la producción y la reducción de los tiempos de equipamiento


de las instalaciones (start-up).
Una característica connatural al tipo de producto obliga a la empresa a
producir en previsión o para el almacén, para el mercado local: las mezclas de
café cocido, antes de ser distribuidas a los clientes, tienen que ser almacenadas
y madurar aproximadamente durante 35-40 días, a fin de mejorar las cualida-
des organolépticas. Eso implica muy altos gastos de gestión de las provisiones,
almacenaje y gastos financieros. Por lo que concierne, en cambio, al output
destinado al mercado de la Italia centro-septentrional y al exterior, la produc-
ción es bajo pedido del cliente. La maduración tiene lugar en el transporte y
termina en los almacenes de los concesionarios exclusivistas de los productos
de la empresa.
El sistema del just in time potencia notablemente el papel de los diferentes
proveedores, que tienen que respetar los estándares de calidad nuevos y cada
vez más exigentes. En la Moncafè, los proveedores están envueltos activamente,
junto a los dependientes industriales (comakership), para asegurar una nivelación
de la producción (trabajando casi en falta de provisiones) y una cantidad de ma-
terias primas y semiacabados, que no interrumpan la cadena productiva, a no ser
que se trate de casos raros y excepcionales.
Para hacer su estructura empresarial cada vez más flexible y contestar con
rapidez y gastos sostenibles a las demandas del mercado, muchas veces la Mon-
cafè tuvo que tomar decisiones de make or buy: realizar dentro de la empresa la
producción (make) o dejar a un sujeto externo las actividades no estratégicas para
la empresa (outsourcing). La única actividad que la empresa elegió externalizar
es la producción de café descafeinado en sobres (DEK), debido al alto coste de
las instalaciones de descafeinización y de la cuota marginal de mercado que este
producto representa.
Antes de la adquisición (en 2004) de una nueva instalación automatizada
para la producción de los barquillos monodosis de café, la empresa se dirigía a
sujetos externos con respecto a esta actividad también. Los barquillos eran con-
feccionados con la marca de la empresa por grandes industrias que trabajaban
por cuenta de terceros. Dado el coste relevante de las instalaciones de produc-
ción en atmósfera controlada de los barquillos, los socios prefirieron ponderar
cuidadosamente el peso de este segmento de mercado y su importancia estraté-
gica, antes de invertir.
La Calidad Total. En el listado de las estrategias de éxito de la Moncafè, una
de las más importantes es la instalación, implementación y certificación del sis-
tema Calidad Total, conseguido en 1998, según los requisitos establecidos por
la norma UNE-EN ISO 9002, actualizada en 2002, según la norma UNE-EN
ISO 9001:2000.
La decisión de conseguir esta certificación permitió a la empresa desarro-
llar su propia competitividad en el mercado tanto nacional como internacional,
y probó una notable habilidad para adaptarse al contexto ambiental mudable,
entonces flexibilidad por parte del management. De hecho, los comercios están
Especificidad, tipicidad e identidad en los sistemas socioeconómicos locales… 73

considerablemente condicionados por la capacidad de proporcionar un produc-


to de calidad constante, a sabiendas de que los mayores clientes realizan una
selección cada vez más esmerada de sus propios proveedores, según precisos es-
tándares de calidad. La Calidad Total aspira a cumplir con las exigencias del
cliente, pero hay que subrayar que el cliente no es sólo el consumidor final del
producto. Cada miembro de la empresa tiene sus clientes, es decir, los que reci-
ben el resultado de su trabajo en el proceso de administración. Por ello, la calidad
no significa sólo un atributo del producto, sino que envuelve todas las funciones
empresariales, exigiendo una redefinición profunda de estrategias, organización
y lógicas de acción. De tal manera, la Moncafè pudo reforzar su propia imagen
en los mercados, ganando nuevos clientes, y obtuvo muchas veces la posibilidad
de adjudicarse contratas en entes y administraciones públicas.
Claro está, la certificación conlleva unos gastos (gastos de prevención; gastos
de valoración; gastos debidos a defectos internos; gastos debidos a defectos exter-
nos), pero según van creciendo los costes de calidad, se reducen otros costes, gra-
cias al mejoramiento de las prestaciones y una explotación mayor de los recursos
empresariales. La implementación y la certificación del sistema de Calidad Total
exigió involucrar en la empresa a consultorías, laboratorios especializados y orga-
nismos de control y de prueba, o sea:

• Soluzione Qualità (Bari), consultoría direccional, para actividades relacio-


nadas con la planificación e implementación del sistema Calidad Total;
• Laboratorios técnicos especializados y centros SIT (Sistema Nacional de Ca-
librado), para el calibrado de un instrumento y las pruebas;
• Certiagro (Certiqulity), ente acreditado Sincert, miembro CISQ e IQ-Net, para
controles de inspección relativos a la aplicación de los procedimientos.

Diferentes aproximaciones a los mercados-objetivo italianos y exteriores. Una


empresa activa sistemáticamente en el mercado global debe analizar y seleccionar
las características de los mercados-objetivo (grupos de consumidores a los que
quiere dirigir sus propios esfuerzos de marketing), para hacer una elección entre
dos tipologías de aproximaciones. La primera conduce a la aplicación de la estra-
tegia de agregación e implica la consideración del mercado total de manera uni-
taria, al igual que en un mercado de masas, en el que las partes componentes son
semejantes e indiferenciadas. La segunda, en cambio, consiste en la segmentación
del mercado, realizada después de individuar a grupos de potenciales adquirentes
(segmentos) con demandas homogéneas (Stanton, Varaldo, págs. 59-67).
En relación con esto, la Moncafè aplica aproximaciones totalmente diferen-
tes al mercado italiano y al exterior. El mercado del café en Italia es demasiado
variado y heterogéneo y la empresa no puede considerarlo una entidad unifor-
me. Por eso emplea una estrategia de segmentación, clasificando a los clientes
según su poder adquisitivo, la colocación geográfica y el target (se realiza una
segmentación sólo dentro del canal Ho.Re.Ca, que, como ya hemos dicho antes,
absorbe un 98,2% de la producción anual).
74 Maria Fiori

La empresa desarrolla un específico marketing mix para cada uno de los seg-
mentos individuados, brindando una notable variedad de mezclas, a las que apli-
ca precios diferentes. Las exigencias heterogéneas de los clientes nacionales se
satisfacen también por medio del abastecimiento de equipos y letreros luminosos
con los logos de las diferentes marcas registradas y la oferta de unos gadgets y
accesorios para cafeterías y restaurantes.
La situación es muy diferente en los mercados exteriores, en los que los clien-
tes son homogéneos tanto en términos estructurales como de gustos. Al no haber
una cultura enraizada del café, en los países extranjeros no se percibe la diferente
calidad de las mezclas y eso permite a la empresa aplicar una estrategia de agre-
gación del mercado.
Sin embargo, hay diferencias en las aproximaciones utilizadas por los im-
portadores que crean la red de venta en los diferentes países. Esas diferencias
atañen a la importancia atribuida a los elementos que componen el marke-
ting mix (producto, precio, distribución, comunicación). Por ejemplo, es muy
interesante evidenciar las peculiaridades de los importadores de café de los
países del este de Europa y de los anglosajones. Los primeros prestan atención
a los servicios para los clientes y a la comunicación, los segundos, en cambio,
se concentran exclusivamente en la venta del producto, sin preocuparse por
reforzar la imagen de la marca o bien dedicar más tiempo y recursos a los ser-
vicios de posventa.
La comunicación publicitaria. El café representa un mercado con alta inten-
sidad de marketing. Las actividades de comunicación, para las empresas que as-
piran a ganar o mantener cuotas relevantes de mercado, alcanzan niveles muy
altos en relación a las facturaciones desarrolladas y constituyen un medio indis-
pensable para aumentar la fuerza de la marca. La Moncafè, según afirma el res-
ponsable de marketing, gasta una parte relevante de sus ganancias en las expensas
promocionales y utiliza canales diferentes para alcanzar a los clientes potenciales
y reforzar su imagen ante los clientes adquiridos. En particular:

• periódicamente, la empresa transmite en Italia y en algunos países extran-


jeros anuncios televisivos, actualizados según la campaña promocional;
• un empuje notable a la obtención de confirmaciones inmediatas es la co-
municación realizada por medio de insertos, artículos y páginas publici-
tarias en revistas especializadas en el sector, a saber Madein Italy food &
beverage, Bargiornale, Mixer y Bar Business;
• no se utiliza la tecnología informática sólo en el ámbito del proceso pro-
ductivo, sino también para la realización de una actividad de marketing
innovador (web marketing). De hecho, en 1995 la Moncafè creó un sitio
web (www.moncafe.it), actualizado por completo en 2005, que contiene
todas las informaciones necesarias sobre la empresa y sus productos. La
empresa dispone de Internet como un escaparate telemático y, además,
telemáticamente dirige gran parte de las relaciones con los clientes (sobre
todo extranjeros) y, a veces, con algunos proveedores;
Especificidad, tipicidad e identidad en los sistemas socioeconómicos locales… 75

• en los últimos años, la oficina de marketing de la empresa de Faggiano ha


ido dirigiéndose cada vez más al deporte (fútbol, balonvolea, baloncesto,
vela), patrocinando acontecimientos de carácter nacional e internacional,
históricamente monopolio publicitario de las grandes empresas;
• un empuje notable a la actividad comercial de la empresa lo brinda la
participación en ferias y la organización de mítines en el extranjero. Desde
hace unos años está presente con su pabellones en la mayor parte de los
acontecimientos feriales del sector tanto en Italia como en algunos países
extranjeros (Estados Unidos, Grecia, Albania y Alemania);
• para consolidar su marca, la Moncafè destina gran parte de su presupuesto
anual a la adquisición de letreros luminosos y accesorios, entregados en
comodato gratuito a cafeterías, hoteles y restaurantes.

8. CONSIDERACIONES FINALES Y CONCLUSIONES

El extraordinario desarrollo tecnológico, tanto en los sistemas de comunica-


ción y transporte como en los modos de producción, y el derribo de las barreras
artificiales a la circulación internacional de bienes, servicios, capitales y conoci-
miento contribuyen a trazar una nueva geografía de las relaciones globales.
Hoy en día la unidad de espacio, tiempo y acción parece posible, pero si los
lugares son virtualmente indiferentes, lo que hace la diferencia es precisamente
la peculiaridad geográfica. El conjunto de relaciones entre empresas y entre éstas
y otros sujetos pone de relieve, de hecho, el papel del territorio y de la locali-
zación como ocasión para disfrutar las ventajas competitivas a largo plazo. La
competitividad depende, por supuesto, de la organización interior de la empresa,
pero para explicitarla son esenciales los atributos del territorio, que explican las
diferentes elecciones espaciales, y en particular:

• las condiciones de los factores: cada lugar cuenta con cierta disponibilidad
de factores productivos (materias primas, fuerzas vivas, transportes, etc.),
necesarios para competir;
• las condiciones de la demanda: cuanto más exigente es la demanda inte-
rior de productos y servicios, más incita a perseguir objetivos cualitativos
elevados;
• las industrias conectadas o de soporte: éstas pueden ser estimulantes
para el intercambio de conocimientos tecnológicos y la circulación de las
informaciones;
• la rivalidad entre empresas: importante por inducirlas a introducir inno-
vaciones y acrecentar su eficiencia.

Las relaciones espaciales que envuelven a las empresas pueden ser simple-
mente el resultado de la contigüidad (como en los tradicionales modelos de
aglomeración) o bien indicar relaciones de colaboración basadas en la confian-
76 Maria Fiori

za, y no de simple intercambio. En este último caso, que ocurre sobre todo en
los distritos industriales, las empresas comparten principalmente informaciones,
personal e instalaciones.
La geógrafa Ann Markusen, después de numerosos estudios e investigaciones de
campo, propuso un modelo de análisis basado en las entrevistas —quizás se pueda
definir como un verdadero protocolo— que permite evidenciar tanto el arraigo de
una empresa en la economía local como las relaciones con el extranjero. Elemento
central de este método es el soporte gráfico, en el que las industrias aparecen activas
en dos dimensiones: la primera coincide con la cadena productiva (en la que pri-
mero adquieren input y por último ceden output), la segunda, con las relaciones de
competición y/o cooperación con los competidores y las organizaciones.
Se aplicó este modelo al caso «Moncafè S.n.c», lo cual permitió analizar el
comportamiento empresarial teniendo en cuenta el contexto operativo, la tecno-
logía y los procesos productivos, sin pasar por alto la dimensión temporal.
La apertura de la empresa al extranjero, a pesar de sus dimensiones peque-
ñas, permite evaluar algunas de las posibles estrategias con que también otras
empresas pequeñas y medianas pueden dirigirse al mercado internacional, supe-
rando las dificultades que dependen de sus recursos limitados. Claro está, hay
que tener en cuenta las peculiaridades de los diferentes sectores económicos, sin
hacer generalizaciones a priori. Algunos comportamientos observados pueden
ser ejemplos muy buenos para muchos tipos de empresas industriales. Además,
no obstante la importancia de la estrategia de internacionalización comercial,
la empresa mantiene fuertes raíces en el territorio en que se ubica, a través del
intercambio de informaciones y las relaciones informales con actores económi-
cos locales. El análisis de este caso fue muy intersante por permitir evidenciar
dos aspectos espaciales opuestos, pero, a la vez, complementarios: arraigo en el
territorio y apertura a los mercados internacionales6.

GLOSARIO

Empresa activa: empresa inscrita en el Registro de las Empresas que ejerce su


actividad y no resulta tener procedimientos concursados en acto.
Índice de natalidad (empresarial): es el número de empresas inscritas en los
registros de las Cámaras oficiales de Comercio, Industria, Agricultura y Ar-
tesanía, con salvedad de las agrícolas, en un sector temporal dado, cada 100
existentes a comienzos del período.
Empleados: personas que trabajan en una unidad jurídico-económica (empresa,
institución), como trabajadores independientes o dependientes (a tiempo

6
Se lo agradecemos al gestor único de la Moncafè, el señor Leonardo Sampietro. Un agra-
decimiento particular al responsable de marketing de la empresa, Alessandro Sampietro, por su
colaboración activa, el soporte constante y la confianza en la realización del presente trabajo.
Especificidad, tipicidad e identidad en los sistemas socioeconómicos locales… 77

fijo, a tiempo parcial o con contratos para la formación y trabajo), también


en caso de ausencia temporal del trabajo.
Norte de Italia: Piamonte, Valle de Aosta, Liguria, Lombardía, Trentino-Alto
Adigio, Véneto, Friul-Venecia Julia, Emilia Romania.
Norte Oeste: Piamonte, Valle de Aosta, Liguria, Lombardía.
Norte Este: Trentino-Alto Adigio, Véneto, Friul-Venecia Julia, Emilia Romania.
Centro: Toscana, Umbría, Las Marcas, Lacio.
Sur de Italia: Abruzos, Molise, Campania, Lucania, Apulia, Calabria, Sicilia,
Cerdeña.
Sur: Abruzos, Molise, Campania, Lucania, Apulia, Calabria.
Islas: Sicilia, Cerdeña.

Tabla 1.—La especialización sectorial de las empresas manufactureras del sur de Italia

empleados
Índice
Clases / tot. índ.
de
de actividades económicas manufact.
especialización
(%)
Clases con índice de especialización > 1
Fabricación de coque, refinerías de petróleo, tratamiento
1.3 2,60
de combustibles nucleares
Industrias alimenticias, de bebidas y tabaco 15,7 1,70
Fabricación de medios de transporte 8,3 1,47
Fabricación de productos del labrado de minerales no
7,3 1,42
metalíferos
Industria de la madera y de los productos de madera 4,7 1,29
Industrias del curtido, fabric. productos de cuero y afines 4,7 1,12
Industrias textil y de la confección 12,6 1,02
Clases con índice de especialización < 1
Fabric. máquinas eléctricas y equipo eléctrico y óptico 8,7 0,91
Fabric. productos de metal 15,5 0,90
Fabric. papel; imprenta e industria editorial 4,3 0,81
Fabric. de muebles 4,0 0,77
Fabric. productos químicos, fibras sintéticas y artificiales 3,0 0,72
Fabric. artículos de goma y materias plásticas 3,0 0,68
Fabric. máquinas y equipo mecánico; arreglo 5,5 0,45
Otras industrias manufactureras 5,4 0,83
Fuente: Basada en Istat, Censo General de Industria y Servicios, 2001.
78 Maria Fiori

Tabla 2.—Estructura dimensional del sector manufacturero: unidades locales por clases de
empleados (%)

1 2-9 10-19 20-49 50 y más Total


Abruzos 40,6 42,6 8,5 7,1 1,3 100,0
Molise 46,1 40,7 6,5 5,9 0,8 100,0
Campania 50,1 38,5 6,6 4,3 0,5 100,0
Apulia 46,5 41,2 7,2 4,7 0,4 100,0
Lucania 48,8 40,0 6,1 4,0 1,1 100,0
Calabria 56,7 37,2 4,0 1,9 0,2 100,0
Sicilia 53,0 40,1 4,4 2,3 0,3 100,0
Cerdeña 48,1 43,4 5,5 2,6 0,5 100,0
Centro-norte 34,5 46,6 10,9 7,0 1,1 100,0
Sur 49,3 40,2 6,1 3,9 0,5 100,0
Italia 38,0 45,1 9,7 6,3 1,0 100,0

Fuente: Basada en Istat, Censo General de Industria y Servicios, 2001.

Tabla 3.—Sectores especializados en la división de las industrias alimenticias y de bebidas


en el sur (I Trimestre de 2005)

Cuota
Div. Gr. Denominación Empleados
localiz.
15 Industrias alimenticias y de bebidas
15 41 Producción de aceites y grasas brutas 3.204 4,1
15 97 Producción de malta 22 4
15 4 Producción de aceites y grasas animales y vegetales 850 3,6
15 93 Producción de vino 8.950 3,4
15 42 Producción de aceites y grasas refinadas 281 3
15 5 Industria lechero-caseosa y de los helados 113 2,9
Producción de productos para la alimentación de
15 7 998 2,9
los animales
Elaboración y conservación de pescado y produc-
15 2 1.911 2,8
tos de pescado
15 83 Producción de azúcar 221 2,7
Elaboración de semillas de cereales y productos de
15 6 224 2,5
almidón
15 32 Producción de zumos de frutas y hortalizas 310 2,3
15 3 Elaboración y conservación de frutas y hortalizas 856 2,2
Especificidad, tipicidad e identidad en los sistemas socioeconómicos locales… 79

Tabla 3 (cont.).—Sectores especializados en la división de las industrias alimenticias y de


bebidas en el sur (I Trimestre de 2005)

Cuota
Div. Gr. Denominación Empleados
localiz.
15 9 Industria de bebidas 303 2,1
Producción de pastas alimenticias, cuscús y pro-
15 85 5.308 2
ductos farináceos parecidos
15 61 Elaboración de las semillas de cereales 2.556 1,9
Producción de productos de panadería y pastelería
15 81 26.341 1,9
fresca
Industria de las aguas minerales y bebidas sin
15 98 1.198 1,9
alcohol
15 86 Elaboración de té y café 1.200 1,6
15 87 Producción de condimentos y especias 157 1,6
15 89 Producción de otros productos alimenticios 1.808 1,5
Producción y refrigeración de carnes de aves y
15 12 365 1,4
conejos
Elaboración y conservación de fruta y hortalizas
15 33 4.811 1.4
n.c.a.
Producción de pan bizcocho, galletas y productos
15 82 2.072 1,4
de pastelería seca
15 91 Producción de bebidas alcohólicas destiladas 666 1,4
15 92 Producción de alcohol etílico de fermentación 103 1,3
15 96 Producción de cerveza 100 1,2
15 52 Producción de helados 1.374 1,1
Producción de cacao en polvo, chocolate, carame-
15 84 920 1,1
los y confiterías
Producción de piensos para la alimentación de los
15 71 642 1
animales de criadero

Fuente: Basada en Cámara de Comercio, Tarento, 2005.


80 Maria Fiori

Figura 5.—Los mercados de la Moncafè S.n.c. en Italia

Fuente: www.moncafe.it-Moncafè Italia/


Especificidad, tipicidad e identidad en los sistemas socioeconómicos locales… 81

Figura 6.—Los mercados exteriores de la Moncafè S.n.c.

Fuente: www.moncafe.it-Moncafè nel mondo/

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Viesti, G., Abolire il Mezzogiorno, Roma-Bari, Laterza, 2003.
Geografía de Italia y objetivo fotográfico.
Consideraciones al margen de una experiencia editorial*
Bruno Vecchio
Università degli Studi di Firenze (Italia)

1. PRÓLOGO

Este trabajo nace de una empresa editorial en la que se me hizo participar:


la redacción de la obra Historia y sus imágenes. Italia desde la Unidad hasta hoy
día (La storia e le sue immagini. L’Italia dall’unità ad oggi), coordinada por dos
historiadores de la Universidad de Turín, Massimo Fippo y Piergiorgio Zunnino,
y publicada por el editor Garzanti/Grandi Opere en Milán entre finales de 2002
y comienzos de 2003.
La obra se vale —para esbozar una síntesis de la historia de Italia en el período
en cuestión— del material de los Archivos Alinari. Estos archivos no contienen
sólo el repertorio de esta famosa familia de fotógrafos florentinos, sino también
una serie riquísima de otros fondos fotográficos que se adquirió al correr del
tiempo o bien caídos en suerte a la gestión de la actual Sociedad Alinari; entre
otras cosas, el archivo fotográfico del Touring Club italiano1.
Una de las peculiaridades de esta obra con respecto a las demás que se publi-
caron en Italia en los últimos años o décadas sobre temas análogos es la de com-

* Traducción por Nicola Nesta.


1
De todos modos, ya a finales de los años 70 del siglo xx, el archivo de la Sociedad Alinari
administraba —entre otras cosas— los fondos de cinco firmas fotográficas «históricas»: Brogi, An-
derson, Mannelli, Chauffourier, Fiorentini. Véase Settimelli y Zevi, 1977, pág. 8. En la actualidad
se estima que el patrimonio fotográfico en las manos de los Alinari contiene seis millones de piezas.
En el texto y las notas a continuación citaremos, a fines de concisión, la obra redactada por el in-
frascrito sin indicar al autor (o sea, a Vecchio, 2002), sino con la sola referencia a las páginas.
84 Bruno Vecchio

prender —al principio— una sección muy amplia (más de doscientas páginas)
claramente dedicada a «Territorio y paisaje». La sección está dividida, a su vez,
en seis subsecciones: «Campos»; «Montañas»; «Mares y costas»; «Ciudades y áreas
urbanizadas»; «Vías de comunicación y medios de transporte»; «Traumas territo-
riales»; y ha sido coordinada por el infrascrito. En el texto a continuación voy a
profundizar en algunas consideraciones teóricas y metodológicas que la partici-
pación en el trabajo y, en particular, la composición de las secciones redactadas
por mí mismo, desencadenaron en mí. Principalmente voy a recordar unas cues-
tiones relacionadas con la especificidad del medio fotográfico en geografía; para
concluir, voy a explicar los criterios que han orientado —para la construcción de
algunas secciones— el uso del material fotográfico disponible.

2. SOBRE LA ESPECIFICIDAD DEL MEDIO FOTOGRÁFICO:


CIMIENTOS DEL DEBATE

Vamos a discutir si la extrordinaria capacidad de los medios icónicos para


«poner en forma» la percepción común en el mundo contemporáneo es una
peculiaridad de nuestra época, o bien, por el contrario, un rasgo característico
de un largo período de la civilización humana (sólo espaciado por paréntesis de
relativa mayor importancia del logos) y, entonces, hoy lo percibido no es sino el
advenimiento de nuevas modalidades de comunicación icónica que hacen super-
valorar la divergencia con el pasado2.
Lo que parece difícil de rebatir es el hecho de que en la comunicación «los medios
materiales son fuertes, fortísimos y, tras su activación, quedan en nosotros como a priori
kantianos, dispuestos a modelar, a poner en forma nuestra experiencia sensorial» (Ma-
rra, 2001, pág. 8). Desde este punto de vista, si hoy en día la fotografía puede parecer
un medio relativamente obsoleto respecto a las imágenes dinámicas cada vez más fre-
cuentes, por un lado, no se debe olvidar el papel que desempeñó en el siglo xix, ya que
preparó la pista para las innovaciones contemporáneas en campo icónico3, y, entonces,
la naturaleza de «a priori kantiano» que adquirió durante mucho tiempo4. Y por otro
lado, no se puede absolutamente afirmar que el rol «persuasivo» de las fotografías sea
hoy marginal, si se piensa en la tirada local de las revistas populares o de revistas más
elitistas en papel cuché. Basta con eso para hacer irrenunciable la aproximación crítica
a la fuente, también en el caso de las imágenes fotográficas.

2
Con respecto a esto, véase Farinelli, 1992; en particular, págs. 72-73.
3
Un análisis sintético de las distintas opiniones sobre el nivel de inovación de la fotografía
respecto a las formas preexistentes de representación figurativa se encuentra en De Vecchi, 200,
en particular, II, 1.
4
Convenientemente F. Zevi (1977, pág. 255) recuerda que los módulos de reproducción fo-
tográfica de ambientes con características, en sentido lato, «monumentales» rellenan al principio
de la era televisiva también el nuevo medio, por ejemplo, con las fotografías Alinari propuestas
hasta los años 60 del siglo pasado como imágenes para los Intervalli (descansos) entre un progra-
ma y otro de la televisión pública italiana.
Geografía de Italia y objetivo fotográfico. Consideraciones al margen… 85

Con respecto a esta aproximación crítica recordemos ante todo el examen


meticuloso de Jacques Le Goff sobre el camino que la historiografía de las últi-
mas décadas se abrió para salir de la presunción positivista de la objetividad del
«documento»; y entonces su advertencia de que «no existe un documento objeti-
vo, inocuo, primario», que cada documento es «monumento» también, es decir,
recuerdo de sí mismo, que una sociedad quiere perpetuar intencionalmente y
según determinadas modalidades (Le Goff, 1978, págs. 38-46). De estos asertos
sacamos el corolario de que la fotografía, obviamente, al ser un documento,
teóricamente pide una aproximación crítica parecida; y quizás la pida aún más
un grupo de fotografías —particularmente importantes en los orígenes de la
fotografía italiana—, es decir, las que más logran acreditar la suposición de que
sean «reproducción objetiva» del mundo, a raíz de la atmósfera positivista en que
se colocan y sus caracteres intrínsecos a la vez.
En realidad —lo recordó Gabriele D’Autilia en el prefacio a un reciente
trabajo suyo sobre el uso de la fotografía en historia— el documento fotográfico
comparte de lleno las características de los demás documentos: tiene una «inelu-
dible naturaleza ambigua» al ser «vehículo de mensajes intencionales y no inten-
cionales a la vez» (D’Autilia, 2001, pág. XI); por lo tanto, es esencial aproximarse
críticamente tanto a él como a los otros documentos. Mejor dicho, más a él,
dada la mayor ilusión de objetiva asepticidad que la fotografía puede brindar.
Por eso, la contextualización en las dinámicas socioculturales es irrenunciable
también en el sector de la imagen fotográfica: esa contextualización, que algunos
autores propenden a subrayar como típica y característica del posmodernismo,
de la que, por el contrario, otros recuerdan la plena operatividad, también en el
saber de la fase «moderna»5.
La línea historiográfica más vigorosa , que opina que, por lo general, «la bús-
queda de los indicios debe apoyarse en un fuerte proceso cognoscitivo», según
D’Autilia, se transfunde, en el campo específico de la fotografía, en la recomen-
dación para que se organice una comparación entre la intuición del historiador y
la ineludible ambigüedad del documento fotográfico, que quizás se pueda reali-
zar por medio de la que Rudolf Arnheim define «llena experiencia perceptiva».

5
Véase —bajo el aspecto específicamente geográfico— la discusión que escribe Dear, 2001.
Sin embargo, supuesto que la práctica de la contextualización —y, entonces, de la desobjetiva-
ción— es una praxis nada nueva, a la que la modernidad ya está acostumbrada, nunca se podría
insistir bastante en la oportunidad de esa contextualización-desobjetivación, porque la re-objeti-
vación —por lo menos como la percepción de la obtención de verdades indiscutibles, que hacen
obsoleto el debate precedente— siempre está dispuesta a recuperar su puesto otra vez. En el ensa-
yo de Dear (pág. 2) el partial, incremental truth es considerado, también por los autores modernos,
como una meta a la que aspirar. Pero, en otra parte, A. Giddens (1990, págs. XXX-XXXIII) recordó
convenientemente que, a diferencia de las ciencias naturales, en las ciencias sociales esa posible
verdad incremental se obtiene restaurando a nivel teórico todos los debates que tuvieron lugar
desde el origen de un determinado saber. Entonces, la eventual verdad parcial e incremental es
algo que —en el mejor de los casos— sólo puede obtenerse comparándose tendencialmente con
la entera tradición de un determinado saber. En relación con esto, véanse las recientes reflexiones
de Guarrasi, 2001.
86 Bruno Vecchio

3. SOBRE EL MEDIO FOTOGRÁFICO EN GEOGRAFÍA

Éste es el contexto general que define el carácter de la fotografía como do-


cumento. Sin embargo, no hay que pasar por alto la relación específica entre la
fotografía y la tradición de los estudios geográficos.
Tiempo atrás, Peppino Ortoleva escribió, con respecto al papel subordinado
al que la imagen fotográfica fue largo rato relegada en el campo de los estudios
teóricos, que eso sucedió a causa de cuatro motivos:

• la fotografía es incompatible con el flujo temporal;


• reproduce a un número infinito, y por eso difícil de administrar, de
individuos;
• es difícil de traducir a palabra escrita (lo que, sobre todo, exigen los
historiadores);
• «Tras los entusiasmos positivistas, la cultura occidental ha ido a la búsque-
da de estructuras profundas, en detrimento de la apariencia sensible.»

Por todos estos motivos, concluye que la foto ha sido descuidada por his-
toriadores, sociólogos y economistas durante mucho tiempo (Ortoleva, 1983,
pág. 1152)6.
Aquí interesa subrayar el hecho de que algunos de esos que, largo y tendido,
se percibieron como límites de la fuente fotográfica por la sensibilidad foto-
gráfica, durante el mismo período de tiempo se invirtieron en ventajas por la
tradición geográfica; o, por lo menos, en caracteres que la geografía no juzgaba
limitativos.
Prescindiendo del segundo motivo citado por Ortoleva, que no representa
problema ninguno en geografía (porque la geografía se orienta tradicionalmente
a encuadres en que los hombres son apéndices del espacio fotografiado o faltan
del todo); prescindiendo de todo eso, una historia crítica de la geografía permite
afirmar que el primer y el tercer motivo no crean problemas al paradigma posi-
tivista, y el cuarto motivo es justo el efecto de un movimiento (la búsqueda de
estructuras profundas) al que la geografía ha sido ajena durante mucho tiempo.
Con respecto al primer y al tercer carácter descritos por Ortoleva, véase lo
que recuerda Franco Farinelli (1987, pág. 11): según afirma la regla del «fenome-
nismo», en virtud del que apariencia y sustancia de las cosas coinciden, la llama-
da «geografía del paisaje» disfruta de suerte constante en la geografía positivista.
En el sentido de que lo que aparece («el paisaje») inmediatamente dice todo
sobre lo que es. Pues, entonces, el paisaje llega a ser «toda la geografía». «La idea
6
Por otra parte, respecto al contexto en que escribía Ortoleva, el actual se ha cambiado,
cuando no, volcado. Por lo que concierne a Italia, muchas obras recientes sobre este tema lo de-
muestran; entre ellas destaca, prescindiendo de la que nos ocupa, el vigésimo volumen (2004) de
los Annali de la Storia d’Italia (Anales de la historia de Italia) por Einaudi, dedicado a la imagen
fotográfica, que constituye la continuación del análogo de 1979 (el segundo de la serie Anales).
Geografía de Italia y objetivo fotográfico. Consideraciones al margen… 87

de paisaje sirve, al fin y al cabo, para indicar, de manera sintética, el conjunto


de los “hechos geográficos” que hay que tener en cuenta y por los que no es ni
siquiera necesaria la específica enumeración, ya que se imponen por sí mismos
al ser directamente observables en el tour d’horizon» (Zerbi, 1993, pág. 37). Con
respecto a la geografía italiana, aún en los años 50 el ejemplo de investigación
geográfica sobre las migraciones, propuesto por Ferdinando Milone para los ita-
lianos que se fueron a trabajar a las minas de Bélgica, encontró fuertes resisten-
cias en el mileu académico, sobre todo por la dificultad de incluir la investigación
misma en ese paradigma «paisajístico». Así que al final se compartirá la opinión
de que los geógrafos sí que pueden estudiar las migraciones, pero sólo porque
ellas tienen consecuencias directas en la transformación del «paisaje» (Rinauro,
2004, págs. 507-514).
Si la apariencia de las cosas es tan crucial para la geografía de la primera mitad
del siglo xx, no sorprende el que «en la aparente empírica inmediatez de la “vista”
fotográfica encuentra su forma de expresión nueva y favorita, la que más que
otras satisface su falta de irreflexiva objetividad» (Farinelli, 1987, pág. 12).
Falta de dimensión temporal de la foto y carencia de bagaje argumentativo,
que son tan dañosos a la hora de acreditar la fuente fotográfica para los historia-
dores, no pueden tener el mismo efecto en los geógrafos.
Desde este punto de vista, el talante tradicional de la geografía hacia la
fotografía —vista como objetiva representación de la realidad— es adecuado
para comprender bien aquellas iniciativas que, hacia las postrimerías del siglo
xix y en la primera mitad del siglo xx, aspiran a utilizar el medio fotográfico
como una oportunidad decisiva para obras garrafales de inventario del «estado
del mundo». La obra de Alinari (o del Touring club nacional) en escala de Italia
se puede leer en este sentido, aunque —claro está— no es la única; en el campo
del inventario global, por ejemplo, es relevante el caso del banquero y filántropo
francés Albert Kahn (1860-1940), el fundador de la empresa de las Archives de
la Planète (Archivos del planeta), un inmenso repertorio fotográfico (y cinema-
tográfico también) global; para construirlo financia entre 1909 y 1931 servicios
de filmación en 50 países, valiéndose de la dirección científica del geógrafo Jean
Brunhes (Kahn et Al., 1978; Kahn y Grendi Hirschkoff, 1986)7.
Por lo demás, las argumentaciones que quieren demostrar que la fotografía
es también intencionalidad no logran infirmar esa presunción de objetividad
de la fotografía. Prescindiendo del hecho de que el debate sobre la contextuali-
zación del documento sólo maduró unos treinta años antes; prescindiendo de
eso, para la específica fuente fotográfica las argumentaciones sobre la intencio-
nalidad en el uso del medio —que podrían contradecir la opinión de que «la
fotografía es realidad»— con su ser notorias, van a ser poco relevantes hasta
que la práctica fotográfica sea sobre todo patrimonio de profesionales, hasta
que —debido también a la difusión de masas de la fotografía autónoma rela-
cionada con el desarrollo turístico (Urry, 1995, págs. 195-198)— esté patente

7
Debo la indicación de la vicisitud de los Archives a la cortesía de Ola Söderström.
88 Bruno Vecchio

la diferencia entre la instantánea sacada por el hombre de la calle y la misma


instantánea sacada por un profesional. Todo eso vale —una vez más, y por lo
menos en Italia— hasta mediados del siglo xx: al final de esa época se difunden
considerablemente las cámaras no profesionales8. Sólo en este caso podrá creerse
en cierta medida patrimonio compartido la aserción de que no toda cámara y
no todo fotógrafo —como también no todo ojo humano— «lee el mundo» de
la misma manera9, por el único hecho de que reproduce los mismos contornos
físicos de lo fotografiado10.
Entonces, durante décadas predominó una condición que nos parece posi-
ble describir como difundido desconocimiento de la opinión pública respecto a
la fotografía como documento/monumento. En este desconocimiento contri-
buyó involuntariamente la escasa atención de los historiadores a esa fuente. En
estas condiciones, la construcción de los conocimientos sobre aquella particular
declinación de la fotografía, es decir la fotografía «geográfica» ha sido dejada en
manos de pocas y aisladas intervenciones11.
Con respecto a eso, en Italia destaca el pequeño volumen publicado a me-
diados de los años 70 por Giorgio Bergami y Tonino Bettanini, con el objetivo
de ofrecer una deconstrucción de la foto geográfica contemporánea y que, en
efecto, propone un amplio abanico de lecturas dirigidas de ella, que aspiran a
argumentar la no neutralidad de elecciones que, a primera vista, podrían parecer
técnicas (Bergami y Bettanini, 1975).
No se puede pasar por alto, en el sector específico de la contextualización de
los fotógrafos en cuyos archivos hemos trabajado, los florentinos Alinari, el enfo-

188
Permanece, por ejemplo, casi hasta finales de los años 50 —por experiencia personal del
infrascrito— la presencia sistemática, en algunas calles del centro de Bolonia, de fotógrafos pro-
fesionales, que efigian a los transeúntes y venden las relativas fotos. Contra la objeción de que
esa práctica continúa o está todavía de moda en otros lugares, se puede contestar que disminuyó
sensiblemente, y que, de todas maneras, se encuentra en lugares de turismo de masas (un fenó-
meno al que Bolonia, por lo menos en los años 50, es totalmente ajena) y/o en sitios donde al clic
fotográfico se añade la posibilidad de puestas en escena particulares (piénsese en los pájaros, a los
que se puede atraer con cantidades de alpiste).
199
Por el contrario, es verdad que grandes empresas fotográficas, como las dirigidas por Albert
Kahn, presuponen, por parte del fotógrafo, no sólo habilidad técnica, sino también una cuidado-
sa obra de «educación del ojo»: Brunhes (y Kahn también) solía repetir que «ne voit pas qui veut»
(o sea que para ver no basta con quererlo, sino que hace falta saberlo hacer); y con respecto a los
Alinari, véase lo que escribe F. Zevi (infra en el texto). Pero me parece que la máxima de Brunhes
sobrentiende la idea de que es difícil captar el significado del fenómeno fotografiado; y sin embar-
go, tras haberlo captado, es incontrovertible, no depende de la contingencia de las condiciones en
que actúa el ojo (tanto el biológico como el mecánico-químico).
10
Particularmente con respecto a la «vista», léase la comparación de Berque (1995, págs. 18
y 20-21) entre dos fotos de Tréport en Normandía, sacadas respectivamente por un turista anó-
nimo y por Gabriele Basilico.
11
En prueba de eso se puede consultar en cualquier buscador de internet las expresiones:
geographical photography o bien geography and photography: lo obtenido será un test de la gran
desproporción entre páginas dedicadas a las prestaciones técnicas del medio fotográfico y páginas
dedicadas a la contextualización sociocultural de la práctica fotográfico-geográfica.
Geografía de Italia y objetivo fotográfico. Consideraciones al margen… 89

que propuesto por Filippo Zevi12. Zevi explica que los Alinari desde la fundación
de la firma (mediados del siglo xix) hasta los años 20 del siglo xx desarrollan una
subterránea y eficaz obra de educación técnico-cultural en sus numerosos opera-
dores, con el fin de que los productos de su firma adquieran caracteres estándar,
que tengan en cuenta la personalidad de cada fotógrafo. Entre estos caracteres es
relevante la elección de una «lectura de perspectiva del ambiente» que procede
«del patrimonio de la cultura absorbida, aunque —claro está— sin darse cuenta,
en la convivencia diaria con el Renacimiento»; como uno, en Florencia, se puede
esperar (Zevi, 1977, pág. 249). Además, esos caracteres tienden, justo en virtud
de su frecuencia continua, a proponerse como «objetivos», rasgos propios de lo
efigiado: es «el carácter industrial de la producción de este código que elimina
la parte del sujeto» (Farinelli, 1980, pág. 22). Entonces, si una consecuencia del
«fenomenismo» de cierta versión de la geografía (y de una más general forma
mentis de la que puede ser expresión) es su subvaloración de la intencionalidad
del documento fotográfico, quizás las elecciones técnicas y culturales de los Ali-
nari sean capaces de consolidar esta subvaloración.
Por supuesto, tan pronto como se adquiera conciencia del hecho de que el
material Alinari —aunque no sea mediato por la cultura de los autores y tienda a
un inventario «científico»— es de todas maneras e inevitablemente una represen-
tación orientada, se puede gozar al máximo de las potencialidades de su Archivo.
Entonces puede que, para los fines de las específicas preguntas que se ponen a
la documentación, también la repetitividad de los módulos de composición de
Alinari tenga ventajas documentales relevantes.
Otras ventajas del archivo Alinari proceden —como ya se recordó— de su
acoger también material con características diferentes; como el del fotógrafo ro-
mano Brogi; su patrimonio, «en comparación de la cifra de los Alinari, a trechos
casi parece ser un esbozo o algo artesanal». Y llega incluso a mostrar «el trabajo
de los obreros, algo improbable en una foto Alinari» (Farinelli, 1980, pág. 23);
y descuidar las diversas adquisiciones recientes de los Archivos Alinari de fondos
de fotógrafos contemporáneos13.
Al fin y al cabo, la fotografía ha sido, durante largo tiempo, perjudicada, por
un lado, por la escasa atención que muchas de las ciencias sociales le dedicaron,
por otro lado, por el uso acrítico que de ella se hace en otros ámbitos; a pesar de
eso, según la experiencia del infrascrito con los Archivos Alinari, estamos conven-
cidos de que es un recurso precioso con tal de que se la trate crítica y adecuada-
mente y tenga un valor didáctico y documental notable.

12
En los años 70 Filippo Zevi sucede en la propiedad de la empresa Alinari, luego
revendida.
13
Citemos, entre los más empleados, los fondos de los fotógrafos Tatge y Zannier.
90 Bruno Vecchio

4. SOBRE LOS CRITERIOS DE USO DEL MATERIAL ALINARI:


LOS CAMPOS

Veamos ahora la enunciación de unos importantes criteros que hemos adop-


tado en el uso del material Alinari y luego pongamos ejemplos.
Las líneas indicadas por la dirección científica de la obra eran más o menos
las expuestas a continuación:

• estructura predeterminada del discurso. Tanto por lo que atañe al tema ge-
neral «Territorio y ambiente», como por lo que concierne a la subdivisión
general en subsecciones, la gama de asuntos prevista era bastante rígida.
El autor, por ejemplo, tuvo que gastar muchas argumentaciones, sobre
todo en la sección «Campos» para defender la elección —que él estimaba
irrenunciable— de una amplia exposición de tipologías regionales, por
eso eminentemente sincrónicas, de los fenómenos, que desempeñara un
papel incisivo junto a la consueta narración diacrónica de las vicisitudes
italianas por medio de la imagen;
• subordinación de la imagen al texto explicativo y viceversa. Esta línea
—por el contrario compartida del todo por el infrascrito— hizo que la
obra, en su totalidad, apareciera realmente diferente de una antología de
«bonitas imágenes» fotográficas, conforme a los módulos acreditados por
muchas publicaciones parecidas y por diversas publicaciones Alinari14.
Con estas premisas el criterio adoptado en la sección «Territorio y paisaje»
no podía sino ser el de acudir a las certidumbres de la reflexión geográfico-
económica y geográfico-social, proponiendo en el texto una suma de tales
certidumbres —forzadamente concisa— de las que luego queda por pro-
bar la posibilidad de manifestación en la iconografía.

En las subsecciones, editadas por el infrascrito, la sucesión de los asuntos fue


entonces muy similar a la de un manual de geografía humana de la Italia desde
mediados del siglo xix hasta hoy día (o sea, una sinopsis de historia territorial).
En cada una de las subsecciones, a un enfoque inicial más o menos amplio del
problema investigado, relativo a las estructuras (agrarias, urbanas, de transpor-
tes), existentes en Italia en el año de la Unidad (1861), le siguió una exposición
diacrónica de los cambios mayores.
El primer problema con el que nos topamos es el tema con el que, por tra-
dición, el geógrafo tiene que medirse: la forma del territorio (que generalmente
definimos con el término paisaje) informa perfectamente (y, conforme nos acer-
quemos a nuestros días informa cada vez menos) acerca de los fenómenos que
actúan sobre el territorio. Por lo que, aspectos patentemente análogos pueden

14
Con respecto a eso, véase el prólogo de los directores de la obra, página V.
Geografía de Italia y objetivo fotográfico. Consideraciones al margen… 91

remitir a estructuras diferentes, formas distintas pueden celar analogías sustan-


ciales de funcionamiento.
Por consiguiente, reforzado en mi intención por la dirección científica del
trabajo, opté por adoptar una «mirada cartesiana», que trabaja conforme el «pa-
radigma de la huella». Según ese paradigma, se buscan «en el paisaje las mani-
festaciones de estructuras ocultadas que se intenta revelar» (Debarbieux, 1992,
pág. 275).
Es una vez más D’Autilia quien escribe: «Primer documento “objetivo” para
la cultura positivista que lo produjo […], la fotografía constituye un instrumen-
to extraordinario del historiador, con que él estudia mentalidades, emociones,
cariños, es decir lo más impalpable que la historia nos ha entregado» (D’Autilia,
2001, pág. XII). Ampliando esta afirmación ad usum geographiae, es posible ha-
blar, por lo general, de posibilidades de sacar lo inmaterial, y, además, admitir
que también el geógrafo puede derivar inspiración e instrucción de las fotos,
según las mismas líneas: de lo perceptible, llegar hasta la argumentación —y,
tendencialmente, a la reconstrucción— de lo imperceptible.
De esta tesis procede nuestro forzamiento, a veces extremo, sobre las fuen-
tes fotográficas utilizadas, para que ellas expresen una sola —la que en dicha
circunstancia más interés tenía— de las múltiples informaciones que podrían
brindar.
Quizás el caso más significativo (de todos modos, el que más impresionó
a su autor) sea —en la subsección «Campos»— el de la clasificación de la Italia
agrícola en grandes reparticiones regionales (práctica preliminar a la descripción
de las transformaciones agropastoriles del último siglo y medio).
En el caso en cuestión se trató de explotar la reflexión historiográfica más
reciente para que se individuaran, en el material fotográfico disponible, los in-
dicios que permitían atribuir cada una de las agriculturas a uno u otro de estos
tipos regionales.
En virtud de ese proceso, la dimensión visible —entonces, la más notable-
mente propia del medio fotográfico— ha sido sobremanera desclasada y rele-
gada a un papel muy subordinado a la satisfacción del fin elegido: construir esa
regionalización.
La regionalización agrícola, en efecto, ha sido construida y basada en lo
que la dimensión visible de las agriculturas percibe como extremadamente le-
jano, pero, al mismo tiempo —según nosotros— eficaz para una comprensión
real de éstas. Estamos hablando de la clasificación según «estructuras agrarias»
tradicionales.
De esta manera, se ha evidenciado una fuerte unidad —que, claro está, a
muchos les podrá parecer opinable15— entre estructuras agrarias paisajística-
mente muy variadas, como las de la Italia centro-septentrional. Esta extrema

15
Pero, entre los estudiosos que autorizan la consideración unitaria de estos campos recorde-
mos Giorgetti, 1974 (quien dedica a ellos, entre otras cosas, el capítulo V de su obra, titulado «La
evolución contractual en las áreas parceladas») y Bellicini, 1989.
92 Bruno Vecchio

variedad ha sido reunida bajo el único título «Campos italianos de media y pe-
queña gestión de la Italia centro-septentrional» (págs. 10-15), individuando el
sentido unitario en el hecho de que esos camps remontan a la medieval «Italia de
los comunes» (y, luego, de las señorías ciudadanas), puesto que ésos ejercieron
con mayor continuidad su acción sobre el campo circunstante y ése fue plasma-
do «por los centros urbanos, sus capitales, por la organización del trabajo agrí-
cola que logran conseguir» (pág. 10). Llanura aluvial del valle del Po y véneta de
Piamonte a Friul-Venecia Julia, llanura aluvial de Emilia y de Romaña, colinas
de la Toscana interior, de Las Marcas y de Umbría, es decir, la mayor parte de
la llanura y de las colinas de la Italia centro-septentrional (o sea, la «Italia de los
comunes»), están reunidas en una única amplísima categoría de campos, que
prescinde tanto del gran abanico de formas jurídicas de la contratación agraria
(alquiler, aparcería, pequeña propiedad), como de la gran gama de cultivos prac-
ticada (por lo menos, los permitidos por caracteres climáticos a medio camino
entre el subcontinental y el submediterráneo), como, en fin, de las formas del
hábitat (del hábitat de los centros de población diseminados al verdadero hábitat
diseminado). Todos esos caracteres, con su ser diferentes, aparecen a la vez en la
tipología socioeconómica deseada.
Al lado de esta sustancial unidad de significado (pero no de formas) de las
estructuras agrarias centro-septentrionales, destaca la fragmentación de las es-
tructuras agrarias tradicionales de la Italia centro-meridional.
Aquí, la dimensión visible y paisajística adquiere un sentido explicativo ma-
yor, la interpretación de las estructuras agrarias tradicionales le debe mucho más
a la observación de las formas, caracteres patentemente diferentes remiten a dife-
rencias sustanciales. Las imágenes del sur rural, entregadas por los reformadores
ilustrados dieciochescos y de la primera mitad del siglo xix, y luego por los refor-
madores meridionalistas sucesivos a la unificación italiana son tan contrapuestas
entre ellas como para fundar en el imaginario común una oposición evidente
—es decir, paisajística— entre latifundio (págs. 22-23) y «jardín mediterráneo»
(págs. 20-21, véase fig. 1), una oposición que corresponde realmente a una dis-
criminación socioeconómica también.
Quien quiera argumentar, desde el punto de vista iconográfico, estos rasgos
contrapuestos de la agricultura del centro-sur tiene que hacerse cargo —y eso es
lo que hemos tratado de hacer— de que otras distinciones en la agricultura del
centro-sur (más sutiles de coger desde el punto de vista paisajístico, pero igual-
mente sustanciales desde el punto de vista estructural) son esenciales, aunque
hayan sido relevadas mucho más tarde por los estudiosos y la literatura científica
del sector.
Es el caso de la distinción, realizada (por primera vez en 1944) por el meri-
dionalista Manlio Rossi Doria por lo que concierne al latifundio, entre la versión
«capitalista» y la «campesina» de él: una distinción que atañe no tanto a la forma
paisajística, sino a sus estructuras sociales. Es el caso —aún más— de esa estruc-
tura que en el volumen hemos definido «pequeña y mediana gestión de media
intensidad de cultivo de la Italia centro-meridional».
Geografía de Italia y objetivo fotográfico. Consideraciones al margen… 93

Figura 1.— Cesare Pezzini, Vista de los alrededores de Bagheria (Palermo), 1934. (Touring
Club Italiano/Gestión Archivos Alinari, Milán). Sacada de Vecchio, 2002. Reproducción
autorizada

Esta última estructura —que recuerda, en cierta medida y frecuentemente


también en los aspectos paisajísticos, la de los campos «de los comunes» del
centro-norte— ha sido reconocida muy tarde como fenómeno significativo para
los campos del centro-sur. Un reconocimiento pleno de ella se encuentra sólo en
la reflexión que empezó en la mitad de los años 80 y en torno al historiador Piero
Bevilacqua y la revista Meridiana. Este reconocimiento se registra en la Historia
de la agricultura italiana en la edad contemporánea (Storia dell’agricoltura italiana
in età contemporanea), bajo la dirección de Bevilacqua y publicada por Marsilio
entre 1989 y 1991, específicamente en el ensayo de Angelo Massafra y Saverio
Russo (1989).
El lento reconocimiento de esta estructura se debe a diversos motivos. Por
un lado, está el carácter mucho más fragmentado de estas presencias de «pequeña
gestión» respecto al centro-norte; por el otro, la afirmación gradual y en épocas
más recientes de estas pequeñas gestiones, a raíz tanto de una menor fortaleza
de las burguesías de la provincia meridional respecto a las de la «Italia de los co-
munes», como de una «acumulación campesina» facilitada por las migraciones
a larga distancia del último siglo. La unión de estos dos fenómenos (lentitud en
la formación y en la fragmentación espacial) hizo que la evidencia del hecho y
su consideración como algo único apareciera más tarde. Así que, en 1944, en la
mencionada obra, Manlio Rossi Doria cita esta estructura agraria, que él consi-
94 Bruno Vecchio

dera atípica en el sur de Italia, sólo como característica de Irpinia, de la región


de Benevento y del Cilento septentrional (todas en Campania) y de la región de
Cosenza en Calabria (Rossi Doria, 1956, pág. 7). En cambio, hemos tratado de
describir, desde el punto de vista iconográfico, la presencia de tal estructura en
ámbitos mucho más amplios de los reconocidos por el ilustre meridionalista16.
De todos modos, hemos intentado dar una énfasis particular a estas presencias
de «pequeño cultivo» meridional (y entonces, la gama de las estructuras agrarias
italianas aparece más compleja), porque compartimos la opinión de que ellas
logran ahuyentar la imagen de un sur «diferente», inevitablemente sujeto a su
condición de «infierno» agro-ambiental (el latifundio) o de paraíso (el «jardín
mediterráneo»). Lo cual nunca es superfluo, y aún menos cuando cierta vulgata
sociológica tiende a reforzar el concepto de una diversidad irremediable del sur
respecto al norte17.
Una dificultad encontrada en el discurso sobre las estructuras agrarias tradi-
cionales depende del hecho de que algunas declinaciones regionales significativas
de ellas han sido fotografiadas en años bastante recientes, y no en el siglo xix.
Sin embargo, la inercia del paisaje —cuando no de las estructuras—, que hace
patente su existencia, ha permitido construir igualmente y sin demasiados da-
ños y vacíos un equipo iconográfico convincente. Piénsese, por ejemplo, en la
representación del latifundio capitalista centro-meridional (págs. 22-23): si para
el «Campo romano» se pudo utilizar una foto de Giacomo Brogi del año 1920,
para el latifundio de la Calabria jonia se debió retroceder en el tiempo hasta
llegar a una foto de Toni Nicolini del año 1963 y para el de la Sicilia interior a
una foto de Italo Zannier del año 1968. En todos estos casos la fecha bastante
reciente no daña la eficacia de la demostración.

5. SOBRE LOS CRITERIOS DE USO DEL MATERIAL ALINARI:


LAS CIUDADES

Las modalidades de exposición de la iconografía en el ámbito del discurso


científico que se quiso promover han sido bastante diferentes por lo que atañe al
fenómeno urbano. En los Archivos Alinari, la ciudad —en sentido lato— está mu-
cho más fotografiada que el campo; por eso, el problema no fue tanto el de hacer
una complicada búsqueda de documentación «rara» (que, en casos de espacios no

16
Nuestro comentario, según afirman Massafra y Russo, 1989, reconoce la presencia de los
campos de pequeña y mediana gestión y media intensidad de cultivo, en contextos numerosos y
pulverizados; piénsese, por ejemplo, en los «desde los Abruzos septentrionales adriáticos y de las
cuencas interiores hasta la mayoría de las colinas de Lacio y Campania, desde la Murgia de los
trulli hasta el Salento occidental [Apulia ndr], desde la Calabria tirrénica hasta Cosenza, desde
Messina hasta el extremo occidente de Sicilia»; pág. 19.
17
Se alude aquí al conocido debate sobre el diferencial de civicness entre centro-norte y sur de
Italia, desarrollado por Robert Putnam (1933). Para una consideración de ese debate en términos
de «explicación geográfica» remitimos a Vecchio, 2004, págs. 298-300.
Geografía de Italia y objetivo fotográfico. Consideraciones al margen… 95

urbanizados hizo necesaria una búsqueda en fuentes exteriores a esos archivos18),


sino que, con respecto a esa documentación —superabundante— se llevó a cabo
una fuerte selección. Ya lo hemos dicho, los Alinari dedican gran atención al mo-
numento o a la perspectiva monumental. A ésa, y no raramente, se le subordina
también el campo y se tiende a reproducir cánones de la «bella vista», a veces
también en las situaciones menos urbanas que se pueda imaginar (véase, por ejem-
plo, la imagen del Gennargentu, en Cerdeña, de 1910; pág. 55). Entonces, en las
ciudades, el problema no fue tanto el de ir a la búsqueda de una documentación
escasa, sino el de defenderse de la base monumentalista querida por la abundante
iconografía, para buscar las instantáneas que diesen una idea del funcionamiento
de las ciudades italianas en la época deseada (siglo xix o xx), y no sólo de su forma
edilicia (útil, sobre todo, para intuir cómo ellas eran vividas en el pasado).
Las líneas de acción para alcanzar esta meta han sido diversas. Veámoslas
rápidamente:
Explotar las fotos en las que los fotógrafos Alinari renuncian a la técnica de
la eliminación de la presencia humana y, sobre todo, del trabajo; y eso porque
esta técnica no es practicable, al tratarse de ciudades diferentes de las «Ciudades
del silencio» tan numerosas en Italia entre 19 y 20 siglos19. Véase la imagen de
Messina en un día de mercado (pág. 105), elegida por ser funcional a nuestra
voluntad de enseñarla como una de las principales ciudades italianas de la época.
Una calidad cuya conciencia ha sido borrada o, por lo menos, sensiblemente re-
ducida por la involución económica y social de la ciudad tras el terrible terremo-
to de 1908 (Gambi, 1960, pág. 6). O bien la otra imagen, la del barrio S. Lucía
en Nápoles. En esa ciudad, de todas maneras, sería muy difícil —incluso para los
operadores Alinari— coger un contexto carente de toda humanidad20.
Explotar el conjunto de fotos que atañen a los Archivos Alinari, pero que no se
deben precisamente a los Alinari, y que permiten obtener indicios (e, incluso, algo
más que indicios) sobre el funcionamiento urbano. Es el caso de una bonita ima-
gen de Anderson que reproduce Verona desde lo alto (pág. 102; véase fig. 2), con
los molinos flotantes en el Ádige, indicio único, pero importante, de los tráficos de
la ciudad en una instantánea sacada en una escala que excluye la humanidad del
campo visual y anticipa, en cierta medida, el estilo de las fotos aéreas. Es el caso,
sobre todo, de las muchísimas imágenes del fotógrafo Brogi sobre sitios urbanos

18
Véanse, por ejemplo, para la sección «Montañas» las imágenes de las reforestaciones del
siglo xx (págs. 60-61) y, para la sección «Traumas territoriales», las imágenes de los derrumbes
(Isenburg, 2002, págs. 194-195).
19
El poeta Gabriele D’Annunzio define las «ciudades del silencio» como esas ciudades ita-
lianas importantes y prósperas en el pasado, pero a los márgenes del desarrollo moderno y, por
consiguiente, casi vacías en su época. El segundo libro de las Laudi (1904) contiene muchos
poemas dedicados a cada una de estas ciudades.
20
Para otras instantáneas del Nápoles del siglo pasado que corroboran este carácter suyo, véanse
págs. 109 (la avenida Umberto o «Rettofilo», que lleva a la Estación central) y 113 (la Estación
central). Para otras instantáneas de Nápoles con ese carácter, pero ajenas de la parte «Territorio»,
editada por nosotros, véanse las imágenes de las págs. 342 y 343.
96 Bruno Vecchio

Figura 2.—Empresa fotográfica Anderson, Panorama de Verona, aproximadamente1890.


(Archivos Alinari/Archivo Anderson, Florencia). Sacada de Vecchio, 2002. Reproducción
autorizada

Figura 3.—Empresa fotográfica Giacomo Brogi, Palacio de los Seguros en Plaza Venecia,
Roma, 1911
Geografía de Italia y objetivo fotográfico. Consideraciones al margen… 97

con cierta movida, como la plaza Cordusio en Milán (pág. 109), Plaza Venecia en
Roma (pág. 114; véase fig. 3), plaza De Ferrari en Génova (pág. 115).
Aceptar la privación de presencia humana que la foto deriva del encuadre
en escala pequeña, ya que el fenómeno que se quiere demostrar es argumenta-
ble también sin presencia humana visible, admite entonces su ausencia. Éste es,
de modo particular, el caso de las fotos que conciernen al crecimiento urbano
italiano en la segunda posguerra: porque el fenómeno que se quiere argumentar
es la acción del rendimiento urbano sobre la conformación de los nuevos ba-
rrios (así que éstos pueden ser leídos como la «concreción, la solidificación del
rendimiento»; pág. 128). Por consiguiente, la brutal materialidad del fenómeno
que se quiere evocar, el hecho de que ése explota y condiciona las formas de la
socialidad, no sólo no padece la presencia de un conjunto iconográfico parecido,
sino que goza de la presentación de un espacio carente de seres humanos o casi.
Véanse las imágenes que completan el capítulo «Las ciudades de la posguerra en
los años setenta» (págs. 126-129) y, en particular, la imagen de los barrios Prati
y Flaminio en Roma, fotografiados desde Monte Mario, una imagen que, desde
este punto de vista, presenta —una vez más— sustancialmente las características
de una foto aérea (pág. 129)21.

6. CONCLUSIÓN

Al comienzo del ensayo hemos comprobado cómo la fotografía, igual que


las demás familias de fuentes, es «monumento» y «documento» a la vez. De lo
dicho hasta aquí resulta que la hemos utilizado casi sólo en su primer aspecto.
Y, correspondientemente, hemos insistido en el hecho de que nuestra narración
acredita la susodicha mirada «cartesiana» al paisaje (paisaje como manifestación
de estructuras escondidas, todavía por descifrar). Sabemos que el paisaje no es
sólo eso (es decir, lo visible del territorio)22, pero ésta fue la perspectiva elegida
para la ocasión. Una argumentación sobre la fotografía como expresión de cierta
visión del mundo prescindía de la tarea que nos habíamos fijado: la descripción
del territorio italiano y su evolución.
Por eso, aunque en el título de la sección se hable de paisaje, nunca se ha
creído poder hacer saltar a la vista sistemáticamente la subjetividad de la mira-
da (fotográfica). Muy frecuentemente se ha aspirado —arbitrariamente, claro
está— a depurar la fotografía de su intencionalidad, para ver lo que el objetivo
fotográfico permite ver, independientemente de esa intención.

21
De la misma serie, pero ajenas de las secciones realizadas por nosotros, véanse las imágenes
de las págs. 356 y 357.
22
Es suficiente aquí una referencia a los clásicos de la materia: Farinelli, 1981; Cosgrove,
1984; Cosgrove y Daniels, 1988; Berque, 1990; Duncan, 1990.
98 Bruno Vecchio

Sólo en pocos casos el carácter de la instantánea dejaba transparentar tan


patentemente la idea del fotógrafo y fue en estos casos cuando creímos no poder,
en absoluto, pasar en silencio la circunstancia.
Por ejemplo, piénsese en el caso de una finca en el campo florentino aproxi-
madamente en 1900, en cuya efigie la finalidad celebrativa es particularmente
evidente (pág. 15), con los exponentes de tres generaciones de la familia del
aparcero que se reúnen armoniosamente en el jardín y se dedican al descanso o
al trabajo del telar: en definitiva, un ejemplo de versión del siglo xx de la famosa
pintura del siglo xiv, Efectos del buen gobierno en el campo, pintado en la Casa
Consistorial de Siena por Ambrogio Lorenzetti.
Otro caso es la serie de fotos sacadas por el equipo de fotógrafos Villani en
época fascista, que presentan en versiones nuevas la tradicional monumentaliza-
ción y eliminación del campo visual de las personas, en función de la voluntad
del que encarga la obra: enseñar la irrelevancia de la humanidad común frente a
los símbolos edilicios del totalitarismo.
En estos casos, entonces, hemos descrito, breve pero explícitamente,
las peculiares técnicas iconográficas del operador. En este sentido se trata de
excepciones.
Pero en otros casos, la intencionalidad —aunque nosotros no la citamos—
trasluce claramente. Es imposible, por ejemplo, no vislumbrarla en los numero-
sos casos de otras fotografías sacadas en los veinte años de régimen fascista por el
Instituto Luce23 con finalidades didácticas (finalidades que traslucen la humani-
dad, en este caso presente, aunque dispuesta con ordenación); reproducen tanto
la inauguración de la nueva Estación central de Milán (pág. 159), como la de
un complejo de viviendas de protección oficial en Bolonia (pág. 118), como una
obra de reforestación en Calabria, con los obreros vivazmente concentrados en
las terrazas y armoniosamente diseminados por la pendiente (pág. 60).
Prescindiendo de estos veinte años, nos parece que reflejan con toda eviden-
cia —y también sin nuestras explícitas sugerencias— nuevas y diferentes inten-
cionalidades del Instituto Luce. Piénsese en las instantáneas del año 1947, con
las que el Instituto documenta la pobreza de los «arrabales» (es decir, los barrios
«sub-integrados») en Roma, consecuencia previsible del «pico sanativo» celebra-
do por la retórica fascista en los años anteriores (pág. 119)24. Piénsese también
en la representación del Instituto de unos episodios centrales de la reforma terri-

23
El Instituto Luce, todavía existente, nació en 1924 (entonces, casi tiene la misma edad que
el régimen fascista) con finalidades de educación, información y propaganda, revelándose muy
eficaz en utilizar los medios de comunicación de masas para sostener al régimen. Hace normal,
por ejemplo, la praxis de los «cineperiódicos», noticiarios de proyección obligatoria en los cines en
conexión con las películas en programación. La función de claro sostén a los gobiernos en cargo
sigue también tras la caída del fascismo. El archivo fotográfico del Instituto actualmente contiene
más o menos tres millones de instantáneas.
24
Sobre la estrecha relación entre las demoliciones en el casco viejo de Roma y el nacimiento
de los «arrabales» en las periferías, véase Insolera, 1971, págs. 136-151. De la misma serie, pero
externas a las secciones que hemos ido detallando, véanse las imágenes de las págs. 570 y 571.
Geografía de Italia y objetivo fotográfico. Consideraciones al margen… 99

torial de los años 1949 y siguientes (pág. 35), como la «entrega de los terrenos a
los campesinos» en Cassino en 1951, con los cartelones izados por los presentes
que repiten «¡Viva el pequeño campesino propietario!» (ibíd.).
Confiamos en que el lector, más allá de la presencia o la ausencia de nuestras
invitaciones explícitas en el volumen y consciente de las reflexiones que hemos
propuesto, pueda, en muchos casos, estimar autónomamente el sentido de las
fotografías propuestas también como «monumento», y no sólo como simple y
más o menos aséptico documento.

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El Gargano: una conocida subregión turística del sur de
Italia con una marcada identidad territorial*
Isabella Varraso
Università degli Studi di Foggia

1. CONCEPTO DE FUENTE TURÍSTICA

Las demandas y las expectativas del turista, en relación a las áreas de desti-
nación, comprenden, por lo general, aspectos conectados a las características de
los sitios, a los elementos naturales o históricos, a las formas de acogida, a las
particularidades de la población, todos estos, requisitos que delinean un perfil
de identidad territorial y, por el mismo motivo, representan una fuente turística
para los territorios, sea por sí misma, por la organización en la cual están inser-
tados o por la posible valorización propuesta.
Segun Fregonese y Muscarà (1995, pág. 68) «el concepto de fuente corres-
ponde al de un bien disponible o que puede convertirse en disponible para el
consumo de un “objeto” que ya ha sido incluido, por tradición, por costumbre, o
a través de los medios de comunicación, en la lista de los “bienes”, es decir, de lo
que es consumible o está disponible para el consumo, conviene o es interesante
consumir. En esta primera definición aparece claro que el concepto de fuente no
corresponde a un dato que no muta a lo largo del tiempo (…) Entre el hombre y
las fuentes se entromete la historia, al menos bajo tres perfiles distintos: tecnoló-
gico, económico y cultural. No es demasiado importante establecer cuál de estas
tres condiciones de la productividad de las fuentes es prioritaria. Es muy proba-
ble que la adquisición “cultural” de un bien, en el cuadro de las fuentes, pueda

* Traducción de Maria del Remei Erro Mas.


104 Isabella Varraso

tener mayor relieve respecto a las otras dos condiciones. Sin duda, se necesitan
las tres condiciones que antes mencionaba».
Por lo tanto, para estos autores, un elemento se transforma en fuente o en un
bien turístico sólo si viene percibido como bien productivo y está a disposición
del turista; si hay instrumentos técnicos que permiten su utilización y modali-
dades tecnológicas y sociales adecuadas para actualizar una fuente que, de no
ser así, sería sólo potencial; si es económicamente accesible, y si conlleva costes
soportables. El gran campo de las fuentes turísticas está subdividido en cuatro
partes:

• los bienes ambientales de tipo natural (por ejemplo: los paisajes naturales,
el mar, las condiciones climáticas, etc.);
• los bienes ambientales de tipo cultural (por ejemplo: castillos o museos,
centros históricos o los paisajes rurales);
• las estructuras de recepción (por ejemplo: hoteles o campings, los estable-
cimientos públicos o las tiendas);
• estructuras de todo tipo (por ejemplo: las calles o medios de transporte,
los sistemas de descontaminación, las oficinas de turismo o las estaciones
metereológicas) (Fregonese y Muscarà, 1995, pág. 71).

A estas categorías se están acercando cada vez más, y con fuerza, más variables
culturales que tienen en cuenta las usanzas, costumbres, tradiciones y artesanías
locales. Con lo cual, por ejemplo, una clasificación diferente considera la subdi-
visión de las fuentes turísticas en naturales y culturales; estas últimas en materia-
les: los elementos histórico-artísticos, museos o gastronomía; y extra-materiales:
los valores culturales, danzas o artes antiguas (Pellegrini, 2000, págs. 25-28).
Estratégico, dentro de las decisiones relacionadas con las iniciativas de promo-
ción, es el modo de entender la atracción turística. Una interpretación de las fuen-
tes turísticas que puede tener algunas consecuencias interesantes para la investiga-
ción geográfica es la propuesta por Leiper (1990) en Richards (2002). Leiper usa la
definición de MacCannell, para el cual es «una atracción empírica entre un turista,
un lugar (sight, emergenza) y un índice, una parte de información del lugar destaca-
do» (1976, pág. 41, cursiva del autor)1, y la replantea en términos de sistema. Así,
«una atracción turística es un sistema que comprende tres elementos: un turista, un
lugar y un índice» (1990, pág. 370, cursiva del autor). Esta definición sugiere que
la atracción asume importancia por el hecho de que se señala la presencia de ésta,
y así, adquiere significado aunque le falten los significantes.
Leiper, además, elabora un modelo más general, sustituyendo el concepto de
‘lugar’ por el de ‘núcleo’. Por lo tanto, él afirma: «una atracción turística es un
sistema formado por tres elementos: un turista o elemento humano, un núcleo o

1
Para entender mejor el significado de los términos en la lengua original, se hace refencia a
la definición de MacCannell que afirma «an empirical relationship between a tourist, a sight, and
a marker –a piece of information about a sight».
El Gargano: una conocida subregión turística del sur de Italia… 105

elemento central, y un índice o elemento informativo. Empieza a existir cuando


los tres elementos están conectados». El elemento central, o núcleo del sistema,
se entiende como «cada aspecto o característica de un lugar que un viajero pre-
tende visitar o que visita efectivamente» (Leiper, 1990, págs. 371-372, cursiva
del autor). Entonces produce un campo magnético movido por fuerzas centrífu-
gas, y los turistas no son «arrastrados» hacia un lugar, sino «son “empujados” (…)
hacia lugares o eventos por las propias motivaciones que necesitan satisfacer»
(Leiper, 1990, pág. 380).
El estudioso define los núcleos según las razones que solicitan la visita a los
lugares, y las jerarquiza: un núcleo primario es un atributo de un lugar (como un
sitio, un lugar, una persona, o un elemento cultural) que influye en la decisión
de ir allí a visitarlo; un núcleo secundario es un lugar famoso antes de la visita,
pero no tan significativo como para inducir a pensar un itinerario prefijado; un
nucleo terciario es lo que se descubre una vez llegado al destino. También clasifi-
ca los índices a partir de la modalidad de transmisión de la información relativa
a un lugar destacado y distingue: los señaladores generadores, que son bits de
informaciones recogidas, antes del viaje, en el lugar de donde se parte; señalado-
res de tránsito, que se encuentran por la calle; señaladores contiguos, que están
ubicados en el núcleo al cual se refieren, o sea, en el destino. Más aún, se sugiere
con nexos relacionales entre motivación, tipo de núcleo visitado y tipo de índice
encontrado y se observa cuándo «es necesario al menos un índice generador, que
presente atracciones para constituir un núcleo primario y con ello motivar a un
individuo a emprender un viaje turístico» (1990, pág. 379, cursiva del autor).
Es un modelo que, recurriendo a un análisis semiótico, consigue encuadrar
el concepto de atracción de lugares simbólicos en la óptica posmoderna de los
signos, y para el cual los lugares, considerados como manifestaciones capaces de
transmitir significados, están sujetos a un uso, y, por lo tanto, a un consumo so-
cial (Richards, 2002, pág. 1049). Es una interpretación dúctil para comprender
«las modalidades con que los lugares de destino atraen al turista, la naturaleza y
las formas que asumen las visitas a las etapas del trayecto (…), la estructura y el
funcionamiento de los sistemas de atracción en las regiones de destino» (Dredge,
1999, pág. 780), aunque no reflexiona sobre el significado de los lugares desta-
cados y no presta demasiada atención a los problemas relacionados con la pre-
sentación de los mensajes que dan los índices (Pearce, 1999, pág. 81). El uso de
informaciones geográficas, por parte de los medios de comunicación, presenta
aspectos delicados por las oportunidades y los riesgos que conlleva, entre otros,
por ejemplo, en términos de construcción de mapas mentales, una comunica-
ción no atenta, puede inducir o confirmar estereotipos (Bhattacharyya, 1997;
Dilley, 1986; Hay e Israel, 2001; Liepens, 1996).
Desde el punto de vista geográfico, la propuesta de concebir las fuentes de
manera sistemática y articuladas en núcleo, es interesante, porque permite co-
nectarse conceptualmente a la organización de redes y a su jerarquía y tener en
cuenta, relacionando, los distintos ámbitos territoriales de acción y las motiva-
ciones de los turistas. Además, las relaciones estrechas entre la estructura jerár-
106 Isabella Varraso

quica de los núcleos y las articulaciones de los índices mediante escalas espaciales
de intervención, dan líneas guía para la construcción de itinerarios, y proponen
una clave operativa para dirigir proyectos de intervención locales. Se convierte
en crucial, desde esta óptica, la percepción de los lugares, la voluntad de promo-
verlos y la proyectación de las líneas de crecimiento/desarrollo, también asume
un papel importante la figura de los operadores turísticos que, a través de la
información, pueden orientar los itinerarios turísticos, y también empeñarse en
invertir las tendencias.
Una aplicación empírica del modelo propuesto por Leiper la efectúa Richards
(2002) para estudiar el sistema de atracciones culturales. «La investigación indica
una fuerte relación entre el origen geográfico de los turistas, sus características
socio-demográficas, modalidades de viaje y uso de los índices. Estos últimos
varían según algunos factores, como la motivación, la edad y la educación de los
participantes; el uso de los índices depende, probablemente, del capital cultural
y de los instrumentos de consumo disponibles» (pág. 1062). De hecho es una
confirmación de la importancia, también en este ámbito, de los estudios geográ-
ficos sobre comportamientos espaciales conducidos por los procesos perceptivos,
y sobre los vínculos y la incidencia que los lugares de partida tienen sobre los
lugares de destino.
La investigación, además, demuestra el efecto de las indicaciones, de las
agencias al clasificar la atracción cultural en «alta» y «popular», en las decisiones
de los turistas, influyendo, así, en algunos segmentos de mercado; para termi-
nar: «indica la existencia de una dualidad entre efectos estructuralizantes de una
atracción turística y la reproducción y desarrollo de estos elementos a través de
las prácticas de los turistas» (Richards, 2002, pag. 1062).
A partir de lo que se ha dicho hasta ahora, entre otras cosas, la creciente
exigencia de gestión, con fines turísticos, del patrimonio y de las fuentes patri-
moniales que: «en el sentido puro del término (…) es todo lo que tiene que ver
con las tradiciones, lugares y valores culturales, que grupos influyentes presumen
de salvaguardar por doquier del mundo. En un sentido más amplio, el patrimo-
nio consiste en aquel particular sentido de pertenencia y continuidad que cada
individuo percibe de manera diferente. En la dimensión del presente y a nivel
personal, esta percepción, se puede adquirir sólo a través de la comprensión de las
propias raíces. El sitio, junto a su patrimonio, representa el resultado apreciable
de la necesidad de continuidad, que se basa en la idea de conservación del de-
sarrollo turístico» (Millar, 1989, pág. 241 en la trad. ital.). Se trata entonces de
fuentes sujetas a procesos de reproducción social, como ya se ha visto, que una
gestión atenta permitirá seguir de modo adecuado y, por qué no, poner un ob-
jetivo a la promoción. También es una relación que se une a la propuesta de Ray
(1998, 1999) de desarrollo turístico local, solicitado y sostenido, organizando
de modo oportuno la dotación de fuentes y de técnicas, y también de elementos
materiales e inmateriales, que pertenecen al sistema cultural de una localidad y
que componen el «repertorio de desarrollo» del grupo humano a quien, poco a
poco, afecta.
El Gargano: una conocida subregión turística del sur de Italia… 107

Exagerando, es un punto de vista según el cual se le da un significado cul-


tural a la entera dotación de las características físicas y antrópicas de un terri-
torio, y esto, piensa Millar (1989, pag. 241 en la trad. ital.), refiriéndose sólo
a los aspectos materiales de las fuentes, «no solo da fuerzas al análisis y a la
mejor comprensión del patrimonio cultural, natural y arquitectónico heredado
del pasado, en todas sus múltiples y únicas manifestaciones, sino que también
permite establecer las prioridades de gestión, evitando que errores de valoración
provoquen la pérdida irreparable de fuentes (…)». Como consecuencia lógica,
la interpretación es el punto de partida de donde deriva la presentación de las
diversas actividades propuestas a una clientela variada, presentación que «a través
de guías, oficinas de información y reconstrucciones históricas, divierte y educa
al visitante. También, ofrece la oportunidad de ver: el presente a la luz del pasa-
do, un punto de partida para el futuro y, a veces, la ocasión de abandonarse a la
nostalgia». Contribuye, además, a concienciar a la población de la importancia
de la tutela de las propias «riquezas».
El turismo cultural se convierte en un gran contenedor de la capacidad de
animar las motivaciones del turista, pero corre el peligro, si no se precisa, de ser
un contenedor demasiado genérico para encanalar intervenciones prefijadas. Es
también por este motivo que se están desarrollando muchos estudios que prestan
mucha atención a los segmentos de mercado que tratan y gestionan este tipo de
turismo y a la variedad de intereses que lo generan. Son ámbitos de investigación
que facilitan el análisis de las manifestaciones espaciales que el turismo cultural
produce.
«El turista cultural es el que visita, o pretende visitar, una atracción del tu-
rismo cultural, galeria de arte, museo o lugares históricos, asiste a una represen-
tación o a un festival, o participa en una serie de actividades durante el curso
del propio viaje, independientemente del motivo principal del mismo» (Mac-
Kercher, 2002, pág. 30). Se trata de una definición vaga que no ayuda a tener
en cuenta las distintas modalidades donde, precisamente, el turismo cultural se
manifiesta. MacKercher (2002) añade que una mejor comprensión del fenóme-
no se alcanza considerando dos elementos que, según él, orientan la decisión: la
centralidad del objetivo del viaje y la profundidad de la experiencia cultural que
se quiere alcanzar. La primera variable tiene en cuenta la finalidad principal que
empuja al turista a ir a un lugar, mientras que la segunda considera la especiali-
zación de los intereses del turista (Stebbins, 1996), y el nivel de escala espacial de
la atracción turística, que tal como se conoce entre geógrafos, está estrechamente
relacionada a la distancia del destino y da privilegio al «vecino», por lo que sitios
nacionales y locales suscitan un sentimiento de vínculo personal cada vez más
fuerte, con consecuencias en la profundidad de la experiencia del visitante (Ti-
mothy, 1997).
Por lo tanto, se construye un modelo de turismo cultural poniendo al lado,
sobre una escala continua bidimensional, estas dos variables que de esta manera
son graduadas (fig. 1). De hecho, «la importancia (o centralidad) del turismo
cultural, en algunos casos, es la razón principal de escoger un determinado lugar,
108 Isabella Varraso

mientras que, juega un papel menos importante en otras. Tal vez la visita a un
lugar destacado sea una necesidad (reuniones familiares,…) y no tenga ningún
papel significativo en la elección del destino, aunque el turista participará en
las actividades del turismo cultural una vez esté en el sitio. Analogamente, la
profundidad de la experiencia variará de una experiencia débil, superficial o de
simple visita, a una experiencia muy profunda, orientada al aprendizaje» (Mac-
Kercher, 2002, pág. 32).

Figura 1.—Clasificación del turismo cultural

profundo Turista cultural Turista


curioso cultural
decidido

experiencia
buscada Turista Turista Turista
cultural cultural cultural
ocasional indiferente de
«visita»

superficial

bajo alto

importancia del turismo cultural en la


decisión de visitar un lugar

Fuente: MacKercher, 2002, pág. 32.

El autor distingue cinco tipos de turistas culturales:

• El turista cultural decidido (alta centralidad/profundidad de experiencia):


este tipo de turista cultural tiene una profunda experiencia y está motiva-
do para ir a un lugar y conocer otras culturas o herencias históricas;
El Gargano: una conocida subregión turística del sur de Italia… 109

• El turista cultural de «visita» (alta centralidad/superficialidad de la expe-


riencia): uno de los motivos principales para ir a un lugar es el de conocer
otras culturas o herencias históricas, pero este tipo de turista tiene una
experiencia superficial, busca el entretenimiento;
• El turista cultural indiferente (modesta centralidad/superficialidad de la
experiencia): los motivos del turismo cultural juegan un papel limitado
en la decisión de visitar un lugar, a este tipo de turista le atrae el lugar de
destino de modo superficial;
• El turista cultural ocasional (baja centralidad/superficialidad de la ex-
periencia): el turismo cultural no desarrolla un papel significativo en el
proceso de selección del lugar de visita, pero una vez en el sitio/lugar, la
persona participa de las actividades del turismo cultural, obteniendo una
experiencia superficial;
• El turista cultural curioso (baja centralidad/profundidad de la experien-
cia): el turismo cultural tiene un papel inapreciable o nulo en la decisión
de visitar un lugar, pero cuando este tipo de turista se encuentra visitando
una atracción cultural obtiene una profunda experiencia.

Las primeras cuatro tipologías comprenden la mayor parte de las manifesta-


ciones de turismo cultural, mientras la figura del turista cultural curioso es anó-
mala respecto a las categorías precedentes. «La combinación de turistas culturales
variará de un lugar a otro y de una atracción a otra en un mismo sitio. Esta
mezcla se verá influenciada por un cierto número de factores: por la posición
del lugar de destino respecto a la oferta, su fama en relación al turismo cultural
o histórico y el tipo de turista que consigue atraer. Es de esperar que los lugares
conocidos por sus bienes culturales o históricos atraigan un número mayor de
turistas decididos y de «visita», mientras los lugares sin una fuerte fama, atraeran
más al turista cultural indiferente y ocasional» (MacKercher, 2002, pág. 33).
Una comprobación, de esta propuesta de tipología, la han hecho en Hong
Kong utilizando cuestionarios estructurados (MacKercher y Du Cros, 2003). El
estudio, entre otros, identifica el factor de la distancia, ya sea física o cultural,
como uno de los principales motivos que diferencian los comportamientos de
los turistas; demuestra también como en el ámbito de una misma tipología de
turismo hay distintas maneras de entender la visita a un lugar y se perciben en el
análisis de las múltiples motivaciones.
De todos modos, de lo que se ha dicho hasta ahora, se subraya que es fun-
damental el conocimiento de las fuentes turísticas y de su organización espacial
para valorar la capacidad de impacto, para examinar los indicadores actuales y
pensar en los futuros.
110 Isabella Varraso

2. LUGARES DESTACADOS Y TURÍSTICOS DEL GARGANO

En la hipótesis de considerar fuente turística sólo el bien que puede ser apre-
ciado por el turista o el excursionista porque es famoso o lo han hecho accesible,
y que los sistemas de atracción turística están en estrecha relación con los instru-
mentos informativos que los señalan, se ha querido ver cuáles eran los lugares
destacados del Gargano propuestos en las principales fuentes de información
turística más accesibles, y cómo se manifiestan en el espacio turístico que se esta
analizando2.
El área objeto de estudio es capaz de satisfacer la más variada demanda de
viajes: naturales, culturales, religiosos, balnearios, de diversión, etc. Pero el te-
rritorio percibido por el futuro huésped potencial de la «Montaña del sol» (para
usar la sugestiva expresión de Acquaviva y Eisermann, 1971) se concreta en una
imagen con un nivel de definición de calidad decididamente inferior respecto a
la potencial, porque no siempre es nítida y, a menudo, es imprecisa: por ejemplo,
no se conocen los límites de los diferentes ámbitos espaciales (costero, forestal,
lacustre, orográfico, etc.) o no se tiene la justa percepción de las distancias, espe-
cialmente de las áreas internas.
El turista potencial empieza su viaje mucho antes de la partida efectiva, a tra-
vés de la recogida de información relativa al lugar que desea visitar. Empieza así a
formarse un mapa mental de la zona de interés en el que empieza a fijar/señalar:
algunos lugares destacados y turísticos, con las principales posiciones relativas y
las distancias respecto a puntos de referencia conocidos (Fiori, 1995). No siem-
pre se puede dedicar mucho tiempo a esta fase, y, en consecuencia, se buscan ins-
trumentos capaces de informar de modo rápido, como Internet, documentales,
cd-rom, guías turísticas. Además, el visitante, una vez en el lugar, será inducido
a ver los lugares destacados señalados en los documentos disponibles, por lo que,
lo que no aparece en las guías no se puede clasificar como fuente turística efectiva
porque dificilmente será famosa, y por consiguiente poco apreciada.
Para intentar entender qué idea se puede generar del Gargano el turista po-
tencial, a través de instrumentos de observación indirecta, se han considerado las
guías y los mapas turísticos del área más difundidos y fáciles de encontrar durante
el hipotético viaje. En particular, se han analizado las siguientes publicaciones:

Berthoud, G., Tuttogargano 2002, Foce Varano, G. Campanozzi, 2002.


Parchi Nazionali d’Italia. Gargano. Storia, natura, itinerari, mete turistiche, informazioni
utili, «Le Guide di Airone», Milán, Mondadori, 1996.
Puglia, «Guida d’Italia», Milán, TCI, 1978, rest. 1996, en particular págs. 199-232.
2
Este párrafo, junto a la recogida de datos sobre los lugares turísticos destacados del Gargano
y las correspondientes elaboraciones de los mapas, representados en las figuras 2, 3, 4, 5 y 6, ha
sido desarrollado por Nicolò Episcopo, diplomado en Economía y Gestión de Servicios Turísticos
por la Facultad de Economía de la Università de los Studi de Foggia, con la conformidad de la
autora.
El Gargano: una conocida subregión turística del sur de Italia… 111

Puglia. Dal Gargano al Salento con le città d’arte, i castelli, le cattedrali, «Guide d’Italia»,
Milán, TCI, 1998, en particular págs. 84-94.

Y las siguientes representaciones en mapas:

Carta regionale della Puglia e della Basilicata, scala 1:250 000, Florencia, Istituto Geo-
grafico Militare, 1982.
Il Gargano. Carta turistica e nautica, scala 1:80 000, Florencia, Litografia Artistica Car-
tografica, 1987;
Il Parco Nazionale del Gargano, «Le Carte Guida di Airone», Parco Nazionale del Garga-
no, scala 1:100.000, Milán, Mondadori, 2002.
Parchi Nazionali d’Italia. Gargano. La mappa del Parco Nazionale con i nuovi confini e le
Isole Tremiti, scala 1:250 000, Milán, Mondadori, 1996 (adjunta a la publicación
Parchi Nazionali d’Italia. Gargano, «Le Guide di Airone»).

De la lectura de este material se han tomado, recogiéndolos en una lista, los


lugares turísticos señalados en los mapas y en las descripciones de las guías. Se
ha decidido no considerar en la presente investigación el territorio de las islas
Tremiti, porque habría que añadir otro elemento de variabilidad a causa de los
aspectos particulares que manifiesta el turismo de las pequeñas islas.
A las dos grandes y generales clases de lugares destacados, antrópicos y físicos, se
ha unido una tercera que tiene en cuenta los lugares físicos y antrópicos del espacio
costero, a causa de la importancia que se les ha atribuido desde las fuentes tomadas en
consideración. Por lo tanto, las categorías consideradas han sido las siguientes:

• Lugares destacados antrópicos: castillos, catedrales, iglesias, abadías, edifi-


cios históricos, masías, puntos de interés arqueológico;
• Lugares destacados físicos: arboledas y áreas forestales, pinedas, áreas de
interés ambiental, particulares manifestaciones cársicas (grutas, dolinas),
senderos, puntos panorámicos;
• Lugares destacados del espacio costero: grutas marinas, bahías, torres de
avistamiento, marinas y asentamientos turísticos.

Se ha decidido hacer una lista de los lugares citados, agrupándolos en las


categorías mencionadas, según la modalidad con que, normalmente, el turista
recoge y utiliza las informaciones, recurriendo a la sucesión espacial dada por las
propuestas y sugerida en las guías, en nuestro caso los textos consultados. En esta
ocasión se han tomado como referencia los dos itinerarios turísticos propuestos
por la publicacion del TCI de 1998. La selección ha sido dictada por la obser-
vación de tales trayectos que, respecto a los otros disponibles, siguen un criterio
más claro al considerar los lugares destacados, ya sean costeros o internos, y per-
miten visitar una amplia parte, la más fácilmente recorrible de la subregión.
El primer itinerario (de 228 km) sigue el litoral del promontorio. Parte desde
Foggia y sigue hasta Manfredonia, Mattinata, Vieste, Pechici, Rodi Garganico.
112 Isabella Varraso

Después de llegar a la localidad de Torre Mileto, gira hacia Lesina y Poggio Im-
periale y, para acabar, conduce hacia el interior, alcanzando Sannicandro Garga-
nico, donde concluye.
El segundo (de 175 km) transcurre por el interior del Gargano. Empieza
en Sannicandro Garganico, donde se había interrumpido el anterior, y se dirige
hacia Cagnano Varano, Ischitella, Vico del Gargano; atraviesa la Foresta Umbra
hasta el Monte S. Angelo, y llega a S. Giovanni Rotondo, a S. Marco in Lamis y
a Rignano Garganico, para después volver a Foggia.
Las dos categorías de fuentes, las antrópicas y las físicas, se han recogido en
una lista, aquí se sintetizan en dos fichas, en las cuales, los lugares importantes se
nombran a medida que se van encontrando al recorrer los itinerarios menciona-
dos. El Cuadro 1 hace referencia a los sitios destacados señalados en el itinerario
costero, el Cuadro 2 registra los lugares del itinerario del interior. Los lugares
destacados de la costa, por etapas de costa, empezando de noroeste a sudeste, se
encuentran en los Cuadros 3, 4 y 5.
Por lo general, se ha intentado tener en cuenta todas las indicaciones que
ponen de relieve las distintas fuentes, y no sólo las indicaciones comunes a las
publicaciones. A menudo durante el curso del trabajo se ha notado como el nú-
mero de lugares destacados señalados es inferior a los existentes y conocidos de
manera directa.
Cuadro 1.—Lugares destacados físicos y antrópicos del Gargano*
SIPONTO.—Centro turístico balnear, surgido en el mismo lugar que la antigua Sipontum; Iglesia
de S. María Maggiore (s. xii); Iglesia de S. Leonardo (s. xi), a pocos kilómetros de Siponto en la
S.S. 89.
MANFREDONIA.—Instalación medieval del castillo (1256) y de los muros de las torres que aún
están presentes; Museo Nazionale del Gargano en el interior del castillo; puerto destinado a fun-
ciones turísticas; catedral (1680, barroco local); iglesias de: S. Domenico (s. xiv), S. Francesco y
S. Benedetto.
MASSERIA IL CASTELLO.—Antigua masía situada en el camino entre Manfredonia y Mattinata.
CAPPELLA MADONNA DELLA LIBERA.—Capilla ubicada en los alrededores de Mattinata.
MATTINATA.—Centro histórico; sede del antiguo asentamiento de Matinum; a pocos kilómetros
de la población, en el Monte Sarraceno, restos de una necrópoli de la Edad de Bronce.
VALLONE DI VIGNANOTICA.—Por la carretera litoral entre Mattinata y Vieste; vegetación de
tipo mediterráneo; tajo de roca blanquísima; arena blanca.
BAIA DELLE ZAGARE.—Se abre entre una selva de farallones; posee una estructura receptiva.
CALA DELLA PERGOLA.—Pequeña y sugestiva cala a casi 25 km al noreste de Mattinata.
PUGNOCHIUSO.—Sugestiva bahía; centro de vacaciones, sigue a la Cala di Pergola hacia el
norte.
SPIAGGIA DI PORTOGRECO.—Playa de los alrederores de una torre construida para los
avistamientos.
TESTA DEL GARGANO.—El punto más oriental del Adriático.
El Gargano: una conocida subregión turística del sur de Italia… 113

Cuadro 1 (cont.).—Lugares destacados físicos y antrópicos del Gargano*

PIZZOMUNNO.—Singular monolito de roca modelada por el viento, ubicado en la playa de


Vieste.
VIESTE.—Centro histórico de gran relieve, núcleo histórico construido en la península de S. Fra-
cesco; castillo sueco (1240); catedral (s. xi); museo arqueológico; restos de asentamientos y ha-
llazgos del período entre los siglos iv y ii a.C.; interesante y numerosa presencia, en su territorio,
de grutas marinas.
ISOLA DEL FARO DI S. EUFEMIA.—Isla situada delante de Vieste; gruta con inscripciones del
año 1000.
S. MARIA DI MERINO.—A pocos kilómetros de Peschici; gruta con preciosos restos de la Edad
de Bronce.
MADONNA DI LORETO.—Iglesia, a 2 km de Peschici, donde se recogen los exvotos de los
marineros.
PESCHICI.—Centro que surge sobre un acantilado en forma de pico (90 m.); puerto de pequeñas
dimensiones; pequeño castillo (s. xiii); a poca distancia de la zona habitada, ruinas de la iglesia de
S. María di Calena (s. xii) que perteneció a la abadía benedictina de las islas Tremiti.
MASSERIA MARTUCCI.—Actualmente incorporada a la Iglesia de S. María di Calena.
RODI GARGANICO.—Centro de referencia del cultivo de cítricos del Gargano; pineda; tajos de
roca blanquísima; ciudad vieja; Iglesia de la Madonna della Libera (1826); Iglesia de S. Pietro
(s. xiii).
TORRE MILETO.—Torre de vigilancia; pequeña zona habitada con playa equipada.
LAGO DI VARANO.—Lago costero de 10 km de largo y 7,5 km de ancho, profundidad media de
3,7 m; perímetro 36,8 km; alimentado por manantiales subacuáticos; las orillas están cubiertas
por cañizares y una pineda; interesante para la pesca y caza; al oeste conectado al mar mediante la
desembocadura del canal-puerto de Caporale; en los parajes de su costa hay una base para hidro-
aviones activa durante la Segunda Guerra Mundial.
MADONNA DELL’ELIO.—Iglesia (s. xi) ubicada casi a mitad de camino entre los lagos de Lesina
y Varano.
LAGO DI LESINA.—Lago costero, 22 km de largo, 5 km de ancho, 50 km de perímetro; aguas
poco profundas, 1,5 m., abundantes de anguilas; orillas con cañizares que, entre otros, protegen
una conspicua fauna migratoria; escenario natural desfigurado por la abusiva construcción de
segundas residencias.
LESINA.—Surge sobre una pequeña península situada en el lago homónimo; antiguo refugio de los
habitantes de Lucera; edificio episcopal; Iglesia de S. Giovanni in Piano; importante sitio prehis-
tórico al este del centro habitado.
TORRE FORTORE.—Marina del centro de Lesina, situada en la costa oeste del lago; presencia de
áreas humedas; por desgracia conocida por la desfiguración de cemento.
PUNTA PIETRE NERE.—Interesante lugar destacado por su geología de los alrededores de Torre
Fortore; abundante pineda al abrigo de las dunas costeras; en la playa hay un barco varado.
TORRE SCAMPAMORTE.—Situada en la zona costera entre el mar y la orilla norte del lago de
Lesina, casi a mitad del istmo; ejemplo de sutil fusión de paisaje y naturaleza.
POGGIO IMPERIALE.—Pequeño centro que surge en la cima de una colina; palacio de la nobleza
(segunda mitad de 1800) del noble Palacio Imperial.
114 Isabella Varraso

Cuadro 1 (cont.).—Lugares destacados físicos y antrópicos del Gargano*


MADONNA DELL’INCORONATA.—Iglesia (1833) de camino entre Poggio Imperiale y
Apricena.
APRICENA.—Centro agrícola; canteras para la extracción del mármol; castillo federiciano; palacio
de baronía (1658); Iglesia de San Martino (s. xvii).
CASTEL PAGANO.—Restos de un complejo federiciano al sudeste de Apricena.
SANNICANDRO GARGANICO.—Pobladísimo centro del Gargano; castillo (reconstruido en el
s. xv); interesantes masías en los alrededores del camino entre Sannicandro y Torre Mileto.
* Las citaciones siguen la sucesión espacial del itinerario costero propuesto por TCI, 1998.

Cuadro 2.—Lugares destacables físicos y antrópicos del Gargano*

PASSO INGARANO.—Sugestivo punto panorámico (274 m. s.l.m.) donde el panorama va desde


el lago de Lesina hasta las islas Tremiti.
CAGNANO VARANO.—Ciudad vieja; palacio de baronía; Iglesia de San Nicola; masías.
CARPINO.—situado en una zona de viejos olivos; restos de un castillo normando; Iglesia medie-
val de S. Cirillo (puerta lateral del s. xv); en el territorio municipal restos de un establecimiento
termal romano.
ISCHITELLA.—Antiguo barrio medieval; callejuelas con escaleras empinadas; castillo del 1600;
palacio del 1700; Convento de S. Francesco; edificio Ventrella del 1700; iglesias del Purgatorio
(s. xviii) y de S. Eustachio (estilo románico).
VICO DEL GARGANO —Grupo de colinas de origen medieval; castillo del 1300; Monasterio
trapense de Maratea, antigua almazara.
FORESTA UMBRA.—11.000 hectareas de bosque; áreas edificadas; por el interior de la arboleda
selva corre la S.S 528; reserva de corzos y gamos; lago pequeño artificial; manifestaciones cársicas;
abundacia de biodiversidad.
MONTE SANT’ANGELO.—Centro enrocado sobre un saliente rocoso que da al golfo de Man-
fredonia; en una gruta, según la tradición religiosa, apareció el arcángel Miguel; antiguamente
(especialmente en el período histórico de las cruzadas) y en la actualidad meta de peregrinaje del
mundo cristiano; Santuario de san Michele Arcangelo, construido sobre la gruta de la aparición;
castillo normando ampliado por los suecos, y las dinastías de Anjou y de los Borbones; Tumba de
Rotari (s. xii); Iglesia de S. Maria Maggiore (siglos xi-xiii); museo de artes y tradiciones populares
del Gargano «Giovanni Tancredi», ubicado en el ex convento de S. Francesco; iglesias de: S. Bene-
deto (1340), S. Antonio Abate (s. xii), S. Francesco (1351), S. Pietro (1894).
S. MARIA DEGLI ANGELI.—Iglesia pequeña del 1300 situada en posición panorámica a 30 mi-
nutos de camino al oeste de Monte S. Angelo.
S. MARIA DI PULSANO.—Iglesia (s. vi) que se inserta en un escenario rico en tajos y grutas na-
turales, a 9,5 km a suroeste de Monte S. Angelo.
ABBAZIA DELLA TRINITÀ.—Ruinas de una abadía del siglo xi.
GRAVA DI CAMPOLATO.—Cavidad cársica muy importante que llega a 304 m de profundidad;
presencia de un curso de agua subterráneo.
PANTANO DI S. EGIDIO.—Engullidero; viejo ejemplo lacustre hoy saneado, queda una depósito
rectangular.
El Gargano: una conocida subregión turística del sur de Italia… 115

Cuadro 2 (cont.).—Lugares destacables físicos y antrópicos del Gargano*


SAN GIOVANNI ROTONDO.—Pobladísimo centro, famoso por la presencia de la tumba de
san Pio; Iglesias de S. Giovanni (antigua de epoca incierta), de S. Onofrio (s. xiv), de S. Orsola
(s. xvii); hospital «Casa sollievo della sofferenza»; pintoresco vía crucis.
CONVENTO DI S. MATTEO.—Convento (VI s.), situado en el bosque Defensa de S. Matteo, a
3 km de S. Marco in Lamis, donde se conserva la estatua del santo.
GROTTA DI MONTENERO.—Interesante fenómeno cársico al noroeste del Convento de
S. Matteo.
SAN MARCO IN LAMIS.—Centro que surge en una ancha cuenca cársica circundada de bosques;
Chiesa Matrice (s. xvi); edificio Abacial (s. xvii).
DOLINA POZZATINA.—Es una de las dolinas más grandes de Italia (diametro 2 km, profundidad
100 m), ubicada a los alrededores del camino entre S. Marco in Lamis y Sannicandro Garganico.
MADONNA DI STIGNANO.—Santuario (s. xvi) a 4 km al oeste de S. Marco in Lamis por el
camino hacia S. Severo; claustro con un pozo de 1576.
RIGNANO GARGANICO.—Denominado Balcón de Puglia (590 m s.l.m.) por el magnífico pa-
norama que se puede disfrutar desde aquí y que va desde el lago de Lesina hasta más allá del Golfo
de Manfredonia; castillo (s. xi); Iglesia S. Maria (s. xii).
GROTTA PAGLICCI.—Situada al sur de Rignano Garganico; excavaciones con restos de homo
sapiens; en los alrededores se halla una masía homónima.
* Las citaciones siguen la sucesión espacial del itinerario de tierra adentro propuesto por el TCI,
1998.

Cuadro 3.—Centros de interés de la costa del Gargano (recorrido de costa Torre Fortore-
Peschici)

TORRES
• Torre Fortore
• Torre Scampamorte
• Torre dei Signori
• Torre Mileto
• Torre di Calarossa
• Torre Monte Pucci

MARINAS Y ASENTAMIENTOS TURÍSTICOS


• Marina de Lesina
• Torre Mileto
• Capoiale
• Playa del Sole
• San Menaio
• Calenella
116 Isabella Varraso

Cuadro 4.—Sitios destacables de la costa del Gargano (recorrido por la costa Peschici-
Mattinatella)
GRUTAS
• Gruta di Manacore
• Gruta dell’acqua
• Gruta Saracena
• Gruta Architiello S. Felice
• Gruta Calda
• Gruta Sfondata Grande
• Gruta Sanguinaria
• Gruta Due Porte
• Gruta Sfondata Piccola
• Gruta dei Marmi
• Gruta della Pergola
• Gruta dei Sogni
• Gruta de Vignanotica
• Gruta dei Colombi
• Gruta Bucata Merlata
• Gruta dei Pipistrelli
• Gruta Campana Grande
• Gruta Grotta dei Marmi
• Gruta del Serpente
• Gruta Arco Maggiore
• Gruta Due Finestre
TORRES
• Torre di Calalunga
• Torre Usmai
• Torre di Sfinale
• Torre di Porticello
• Torre Papagno
• Torre del Ponte
• Torre di Portonuovo
• Torre Gattarella
• Torre di S. Felice
• Torre di Campi
• Torre di Portogreco
El Gargano: una conocida subregión turística del sur de Italia… 117

Cuadro 4 (cont.).—Sitios destacables de la costa del Gargano (recorrido por la costa Peschici-
Mattinatella)
• Torre dell’Aglio
• Torre di Pugnochiuso
• Torre del Segnale
BAHÍAS
• Bahía de Monacora
• Bahía de Campi
• Bahía de Pugnochiuso
• Bahía de Vignanotica
• Bahía de le Zagare
MARINAS Y ASENTAMIENTOS TURISTICOS
• Punta de Manacore
• Playa de Scialmarino
• Playa San Lorenzo
• Pizzomunno
• Playa del Castello
• Playa di Porto Nuovo
• Cala de San Felice
• Torre di Campi
• Torre di Portogreco
• Pugnochiuso
• Cala Pergola
• Bahía de le Zagare
• Mattinatella

Cuadro 5.—Lugares destacables de la costa del Gargano (recorrido de costa Mattintella-


Playa di Siponto)

TORRES
• Torre Quintadamo
• Torre di Porto
• Torre Varcaro
• Torre di Monaco
MARINAS Y ASENTAMIENTOS TURÍSTICOS
• Puerto de Mattinata
• Playa de Siponto
118 Isabella Varraso

Figura 2.—Gargano: emergencias turísticas antrópicas

Confini Gargano
Centro abiato
Palazzo storico
Cattedrale-Abbazia
Castello
Zona archeologica
Chiesa
Museo
Masseria
FOGGIA

Figura 3.—Gargano: emergencias turísticas físicas

Confini Gargano
Confini Parco Nazionale

Aree boseviche e forestal


Pinete
Aree di interesse ambientale
Dolina
Punto panoramico

Passo FOGGIA
El Gargano: una conocida subregión turística del sur de Italia… 119

Figura 4.—Emergencias costeras del Gargano: trecho de costa Torre Fortore-Peschici

CAPOIALE
TORRE
FORTORE

PESCHICI

CAPOIALE

Grotta
Torre
Baia
Marine ed
insediamenti turistici

Figura 5.—Emergencias costeras del Gargano: trecho de costa Peschici-Mattinatella

PESCHICI

Grotta
Torre
Baia
Marine ed
insediamenti turistici

MATTINATELLA
120 Isabella Varraso

Figura 6.—Emergencias costeras del Gargano (trecho de costa Mattinatella-Lido de Siponto)

MATTINATELLA

Grotta
Torre
Baia
Marine ed
insediamenti turistici

LIDO DI
SIPONTO
El Gargano: una conocida subregión turística del sur de Italia… 121

Figura 7.—Gargano: distribución espacial de los trabucchi – Antiguo instrumento para


pescar, constituido por una suerte de puente de madera proyectado hacia el mar (Aliota,
2002, pág. 33).
122 Isabella Varraso

Figura 8.—Distribución de los tipos de casa rural (la línea rasgueada define el confín de
la casa rural del Tavoliere: 1. Casa elemental; 2. Masía gargánica; 3. Casa de campomasía;
4. Masía con torres de defensa; 5. Masía de campo y de ovejas del tipo del Tavoliere; 6. Casa
de campo; 7. Casa de campo con «ascre»; 8. «Sciale» (pequeño restaurante en los escollos);
9. Palacio; 10. Viviendas troglodíticas; 11. Casas de veraneo; 12. Áreas con construcciones
rurales nuevas; 13. Centros de población; 14. Masías con garitas colgantes; 15. Recientes
complejos de relevancia turística particular (Baldacci, 1970, pág. 61)
El Gargano: una conocida subregión turística del sur de Italia… 123

Figura 9.—Distribución de los tipos de mansiones provisionalmente pobladas: 1. Área pre-


valente de la cabaña totalmente de madera y paja; 2. De la cabaña con base de piedras y techo
de paja o mollido de pajas; 3. De la cabaña con tablones laterales y techo de teja de madera;
4. De la cabaña en piedra; 5. De la «casita», de la «torre» y de la «cueva»; 6. Áreas con cuevas
naturales y artificiales utilizadas para el refugio del ganado (Baldacci, 1970, pág. 63)

1
2
3
4
CTG 5
6
124 Isabella Varraso

Figura 10.—Cuevas y barrancos gargánicos. I. Cuevas; II. Barrancos; III. Áreas con car-
sismo muy difundido; IV. Áreas con cuevas naturales y artificiales permanentemente po-
bladas (Baldacci, 1957).

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Dinámicas urbanas creativas y sostenibles: el surgimiento
y la afirmación de las redes sociales «blandas» y «mixtas»
Marina Marengo
Universidad de Siena-Arezzo

La transición hacia las sociedades postindustriales o posmodernas exi-


ge una transformación radical de la relación entre esfera pública y privada
en toda escala territorial. Esta afirmación nos obliga a tomar en considera-
ción las cuestiones de ciudadanía, en sentido amplio, y de sociedad civil.
El espacio «residuo» existente entre el Estado y el mercado ha dejado su-
ficiente margen de maniobra para la formación de una esfera intermedia,
así como para su individuación y planteamiento teórico: este margen —o
intersticio, si queremos— es indispensable para que aquélla pueda obtener
una correcta legitimación (el droit de cité de los franceses) en las socieda-
des modernas «maduras». Sin referirnos a ideologías específicas, podemos
constatar un hecho concreto y tangible, sobre todo en el ámbito local:
hoy la sociedad civil puede ser considerada como lugar de intermediación
entre la esfera pública y la privada y puede desempeñar el papel de «piedra
angular» en la redefinición de la ciudadanía, de la participación social, y
puede también dar vida a nuevas formas de organización, sociedad y pro-
yectos sociales, locales o no. La sociedad civil era considerada, hasta hace
pocos lustros, como una especie de «franja arcaica», residuo de la sociedad
feudal: hoy en día, la «tercera esfera» se está transformando en una zona
creativa, una «periferia societal» en la que se elaboran y proponen nuevos
modos de producción, de relaciones, de gestión y de regulación.

Esta breve introducción nos permite presentar el objetivo de esta contribu-


ción, en la que trataremos de reflexionar sobre la potencialidad de los sistemas
130 Marina Marengo

locales en lo que respecta a recursos tanto de creatividad como de creación de


redes relacionales blandas y mixtas, cuya plasticidad se adapta a las necesidades
locales, a los recursos endógenos existentes, y a las capacidades de captar y reutili-
zar recursos externos al sistema local, adaptándolos al contexto local en cuestión
y a los actores interesados.

1. LA DIMENSIÓN LOCAL Y LAS CUESTIONES DE COMPLEJIDAD:


LAS REDES «FUERTES»Y LAS REDES «DÉBILES»

Reflexionar sobre la diversidad de las redes de sujetos en un contexto local


significa intentar penetrar en la complejidad: complejidad local no siempre
reconocida o fácilmente reconocible, sobre todo a causa de una oposición lo-
cal/global que generalmente remite dicha complejidad a la dimensión global
en vez de a la local, percibida y representada como más «simple» y con menos
«espesor» relacional, además de económico y cultural.

Aparte de la antinomia global/local, existe otro tipo de contraposición que


crea confusión y dificulta la individuación y el funcionamiento de los sujetos,
actores y redes locales: la oposición fuerte/débil. Por lo general, cuando hablamos
de sujetos, actores o redes «fuertes», nos referimos casi siempre a sujetos o redes
institucionales, o de carácter económico/financiero. En el caso de las redes de
creatividad, nos hallamos frente a entidades reticulares ancladas o que quieren an-
clarse en territorio local, pero que no son específicamente institucionales (incluso
si a menudo están unidas a instituciones o se intersecan con ellas), o que no están
expresamente reconocidas por su «valor económico» (aunque a menudo contri-
buyen a crear riqueza, en sentido estricto y en sentido amplio, a nivel local).
Considerando la oposición «fuerza/debilidad» en las redes locales, podemos
comenzar nuestro recorrido desde una primera división aproximativa que se des-
prende de lo afirmado más arriba. En un sistema local existen, o mejor dicho,
pueden ser individuados, dos grandes tipos de redes relacionales que es posible
definir como:

• redes institucionales: que poseen la capacidad y el poder de «normalizar»


y ejercen control en ámbito local;
• redes no institucionales: poseen capacidad/poder propositivo, pero ne-
cesitan obtener la legitimidad por parte de las redes institucionales para
desempeñar/adquirir un papel oficial en el contexto local y concretar
sus capacidades propositivas (lo que sería pasar de la capacidad propo-
sitiva a la capacidad creativa, a la concreción y al reconocimiento de tal
creatividad).

Esta primera subdivisión aproximativa de las redes locales nos remite inme-
diatamente a dinámicas verticales, y más específicamente, top down en el primer
Dinámicas urbanas y sostenibles: el surgimiento y la afirmación de las redes… 131

caso, y dinámicas horizontales y verticales de tipo bottom up en el segundo. Si


tratamos de superar esta primera repartición «reticular», nos encontramos frente
a una pluralidad de sujetos y actores locales, de redes y de interacciones existen-
tes o posibles entre sujetos, actores y redes que nos obligan, en cualquier caso,
a reflexionar sobre la complejidad de la dimensión relacional y reticular local.
Y las oposiciones redes/sujetos/actores, «fuertes» y «débiles», o institucionales/no
institucionales, pierden buena parte de su plenitud y de su fuerza, dejando que
surjan las especificidades de lo local, cuyos confines espaciales y relacionales no
son ya tan definibles ni presentan contornos tan bien trazados. Y sobre todo, nos
envía al concepto y al papel de la «tercera esfera», la «cívica».
El métissage de actores locales nos induce, de este modo, a reflexionar sobre
la existencia, las características y el funcionamiento de un tercer tipo de redes
locales, las «mixtas». Éstas están constituidas y construidas por actores tanto
institucionales como no institucionales. La interacción entre estos dos tipos de
actores, y las intersecciones con las dos redes precedentes, constituyen la norma
con el fin de construir, realizar y gestionar proyectos locales de origen sea ne-
tamente endógeno o exógeno, o sea, una vez más, mixto. Estas redes surgen a
menudo como reacción a estímulos externos a los ámbitos locales, como pueden
ser proyectos europeos o proyectos regionales (Marengo, Racine 2004; Peruzzi,
Marengo, 2004). Los estímulos externos invitan o, en ciertos casos, obligan a
los sujetos locales —tanto institucionales como no institucionales— a recues-
tionar su concepción y gestión de lo local. También cambian sus consecuencias
el papel y el funcionamiento de los dos tipos anteriores de red, de tal modo que
los nuevos tipos de relaciones —flujos bidireccionales, ya sea top down o bottom
up— puedan no sólo nacer, sino también afirmarse y perdurar.
Gracias a tales dinámicas relacionales, los actores «mudos», que no poseen
la fuerza y/o la legitimidad necesaria para ser escuchados, pueden al fin «hacer
oír su voz» y reivindicar un papel activo en el contexto local. El concepto de
actor mudo nos redirige directamente a los diversos tipos de redes, ya que los
actores/redes institucionales (o que manifiestan un poder económico/financiero
y regulador local) se pueden considerar «hablantes», ya que no sólo poseen el
poder de actuar, sino que también están en situación de transmitir la informa-
ción con los medios de comunicación locales de los que disponen. Los actores
no institucionales, en este punto de la reflexión, se verían reducidos a «actores
mudos», que no están en situación de transmitir la información con medios de
comunicación locales. Tal incapacidad de «hablar» o de «hacerse oír» podría ser
una realidad perfectamente comprobada a falta de dinámicas sociales emergentes
de la «tercera esfera».
132 Marina Marengo

2. HACIA UN MODELO SLOW SOCIAL:


EL PAPEL DE LAS REDES «BLANDAS»

La subdivisión de los actores en «mudos/hablantes» nos repropone una con-


traposición limitante y limitada del contexto local, de los actores/ sujetos y redes
que contribuyen a construir un contexto social local. La multiplicidad de los
actores y redes existentes hace que este último no pueda reducirse a una mera
oposición entre ellos y nos obliga, por el contrario, a reflexionar en términos de
complejidad, de espesor de lo local, induciéndonos a adentrarnos en los «estratos»
(diacrónicos y sincrónicos) que constituyen una sociedad y un sistema local.
En los últimos años, la reacción contra las tendencias homogeneizantes exó-
genas ha hecho emerger en el ámbito local conjuntos de actores convencidos de
la necesidad:

• de salvaguardar las particularidades locales (ambientales, económicas, so-


ciales, culturales);
• de responder a nuevos tipos de necesidades locales a las que las redes insti-
tucionales (locales o no) no están en situación de responder con suficiente
rapidez (su función normalizadora hace que sean estructuralmente más
lentas y sin capacidad de adaptarse a los cambios locales);
• de querer prestar voz a actores/sujetos poco escuchados por no estar en
grado de ejercer poder o, en todo caso, suficiente presión sobre los actores
institucionales.

El surgimiento de tales entidades sociales y la adquisición por su parte de un


peso social, y a menudo también económico, en la sociedad local, ha provocado
modificaciones en los comportamientos o en los modos de gobierno locales, en
el sentido de que las relaciones esencialmente top down, en las que la mayor parte
de los actores no institucionales no podían explicitar ninguna función porque
no tenían la capacidad de actuar, se han transformado gradualmente y se han
abierto a las nuevas iniciativas manifestadas por la sociedad local. Incluso no ha-
biendo alcanzado un equilibrio entre relaciones top down y bottom up, la apertura
al diálogo y a la escucha por parte de los actores institucionales ha llevado a una
complicación de las redes locales ya que:

• se ha reconocido el valor de las reivindicaciones/propuestas/competencias


de actores —sujetos— redes, surgidas de la necesidad de responder a nue-
vas necesidades/aspiraciones de los habitantes, así como de la voluntad de
participar en la construcción y en la gestión del contexto local;
• se han realizado algunas elecciones de partnership entre actores institucio-
nales y no institucionales;
• por parte de los actores institucionales, se ha elegido ceder la gestión
de determinadas producciones o servicios a los actores no instituciona-
Dinámicas urbanas y sostenibles: el surgimiento y la afirmación de las redes… 133

les. Esto ha sucedido a menudo tras haber reconocido su incapacidad


y su falta de competencia para actuar en determinados campos de lo
social y lo cultural, pero también de la producción y la valorización
de los recursos económicos locales. Llegado el caso, los actores institu-
cionales intervienen en un momento dado a petición de los actores no
institucionales, cuando éstos entienden que no tienen bastante fuerza
en la transmisión de sus creaciones/producciones (sociales, culturales,
económicas);
• se han abierto nuevas formas de diálogo y de escucha recíproca entre los
diversos tipos y niveles de relaciones, con el fin de obtener una mayor efi-
cacia, y también para proyectar/construir mejor la sociedad local.

De estas reflexiones se puede deducir fácilmente el debilitamiento del papel


de control social de las instituciones. La necesidad de encontrar nuevos modos
relacionales locales y de proporcionar espacio y voz a actores «cívicos» —desde
el simple ciudadano al comité de barrio, a las asociaciones, a las cooperativas
sociales— permite comprender que «la institucionalización no es un proceso
irreversible, a pesar del hecho de que las instituciones, una vez formadas, tengan
tendencia a perdurar. Diversas razones históricas pueden provocar una reducción
del alcance de las acciones institucionalizadas» (Berger y Luckman, 1996, pág.
114). Y con la reducción del alcance de las instituciones se reduce en parte tam-
bién su legitimidad (hecho grave, ya que, en sí mismas, las instituciones son los
«lugares» de legitimación de las innovaciones y las nuevas propuestas). La debili-
tación de las instituciones, si por un lado crea desorientación, por otro permite el
surgimiento de nuevas propuestas, de nuevos modelos no legitimados pero que
pueden desempeñar un papel no sólo propositivo, sino incluso revolucionario,
en el sentido del alcance social de las nuevas propuestas, del consenso obtenido
en el contexto local, de los cambios visibles e invisibles en los ámbitos locales
(en los niveles territorial y social). En este sentido, los cambios en proceso des-
empeñan un papel político esencial, otorgando/devolviendo la voz a actores que
tienen capacidad de proponer nuevos proyectos de sociedad local, ya provengan
de redes institucionales o no institucionales.
El profundo cambio de los actores/sujetos en los contextos locales, tras dece-
nios de «estandarización» y de uniformación en las instituciones— que a menu-
do han esperado las exigencias y respondido a las necesidades de las sociedades,
locales o no— pone de manifiesto la importancia siempre creciente que asumen
las redes «blandas» (no institucionales), que poseen una gran capacidad plástica
y que están en situación de recibir rápidamente los cambios y las necesidades de
las sociedades locales, además de estar en grado de valorar los recursos locales
con el fin de hacer «públicos» los nuevos modos de producción y de socializa-
ción. La flexibilidad o la plasticidad que les es propia a los actores/sujetos/redes
no institucionales permite el surgimiento, la afirmación y la legitimación de los
recursos de creatividad local. La interacción entre redes institucionales y no ins-
titucionales puede, sucesivamente, permitir a las creatividades locales ser cono-
134 Marina Marengo

cidas y reconocidas, no sólo localmente, sino también en contextos territoriales


jerárquicamente más elevados.
En consonancia con la recuperación ética del slow, de todo lo que po-
dríamos definir como al alcance del individuo, en lo que respecta a su persona
y su bienestar ya sea material o inmaterial, proponemos definir las relaciones
sociales, las redes y los nuevos modelos sociales locales emergentes slow social.

3. LA PLASTICIDAD DE LAS REDES BLANDAS

Antes de argumentar sobre la capacidad de adaptación de las redes no institu-


cionales, nos parece indispensable reflexionar sobre la que hoy se define como la
«crisis de los vínculos sociales». François Ascher nos ayuda en esta argumentación
ya que sostiene que «… hace falta distinguir diversos fenómenos. El primero de
ellos nos sitúa frente a una realidad específica: no existe una desaparición de los
vínculos sociales, sino su profunda transformación. La sociedad pasa efectiva y
progresivamente de un tejido social constituido por vínculos poco numerosos, no
elegidos, pero duraderos y sólidos, a un tejido social constituido por vínculos nu-
merosos, pero débiles. Este nuevo tejido social no es necesariamente menos sólido
que el precedente, pero su solidez reside más en su flexibilidad que en el espesor de
sus fibras. Y es por tanto un error considerar la desaparición progresiva del tejido
social precedente como disolución de la sociedad…» (Ascher, 2000, pág. 174).
La crisis de la solidaridad y del tejido social preexistente y debilitado se mani-
fiesta, en primer lugar, en una transformación, una adaptación «desde abajo», es
decir, a partir de los ciudadanos. Los nuevos modos relacionales menos visibles y
no institucionalizados —o que no se benefician de la plena legitimidad de parte
de las instituciones existentes-—, han surgido con el fin de responder a las necesi-
dades y a las aspiraciones de los ciudadanos que reivindican una carencia de apoyo
social de proximidad —de barrio, de distrito, de ayuntamiento, etc.—. Se trata,
pues, sobre todo, de nuevos vínculos que tienen que ver con la cotidianidad, en
el sentido de acciones concretas, pero también, por ejemplo, de información o
de formación. El mismo François Ascher explicita a este respecto algunas de las
nuevas formas de solidaridad urbana. Estas reflexiones demuestran que los ciuda-
danos, mucho antes que las instituciones públicas, se han atrevido a «ir mas allá»
y proponer un modelo «maduro» de relaciones sociales: «… esta solidaridad es
también diferente de la del período precedente, ya que es cada vez menos el resul-
tado de una co-presencia en un mismo barrio y, por el contrario, es cada vez más
la conciencia de intereses colectivos de los habitantes de una misma aglomeración.
Se trata de una solidaridad de tipo “reflexivo” que junto a Francis Godard hemos
definido como “tercera solidaridad”, para poder insertarla como prolongación de
las dos formas de solidaridad —mecánica y orgánica— distinguidas por Emile
Durkheim» (2000, pág. 174).
En los ámbitos locales, aunque no exclusivamente, los fenómenos de nuevas
solidaridades, de creaciones de nuevos tipos de relaciones sociales, menos visibles
Dinámicas urbanas y sostenibles: el surgimiento y la afirmación de las redes… 135

pero más intensas, permite que contribuyan a la creación y al refuerzo del nuevo
tejido social no sólo pocos individuos detentores de un poder o de un modelo,
sino también el conjunto de los actores locales interesados. En este movimiento,
el asociacionismo local adquiere un papel de mayor y mayor peso, en el sentido
de que, además de desarrollar una acción «nuclear» para las nuevas relaciones
entretejidas, la asociación puede contribuir a inscribir la red local en la dimen-
sión «visible», gracias a la creación de lugares de encuentro, de planificación, de
intercambio y, por qué no, de confrontación —también necesaria en cualquier
sociedad que no sea estática sino portadora de creatividad—. La debilidad de las
relaciones no institucionales, no siempre visibles y conocidas, puede, por tanto,
transformarse en un elemento de fuerza, porque la no-institucionalización per-
mite una gran adaptación a las necesidades y a las aspiraciones de la sociedad
local. Los procesos innovadores, los inputs procedentes de los ciudadanos, tienen
mucho que decir en estas redes y en estos lugares, porque la capacidad de adap-
tación/acomodación al cambio es su rasgo distintivo. Y esto también gracias a los
actores que contribuyen a la creación y perduración de tales redes.

4. DESVENTAJAS DE LAS REDES «BLANDAS»

Hasta el momento hemos argumentado y tratado de entender el papel po-


sitivo y propositivo de las redes blandas en la creación de nuevos proyectos de
sociedad local. Sin embargo, no debemos olvidar la cruz de la moneda, sobre
todo en la fase actual de redefinición de sociedades locales por parte de los ciuda-
danos. Se trata de la necesaria búsqueda de equilibrio entre dos modos opuestos
de concebir la acción social, de los diferentes tiempos y modos de actuar y de
reaccionar a los cambios cada vez más visibles y desestabilizantes, tanto en el
ámbito local como global.
La «esfera intermedia» entre Estado y mercado, que hemos mencionado al
principio, ha cobrado una importancia cada vez mayor como «nuevo motor»
de la sociedad, de manera inversamente proporcional a la pérdida de funciones
y dinamismo del Estado-Providencia. Se trata ciertamente de una importancia
relativa, pues las relaciones entre el sector social público y la esfera intermedia
han asumido frecuentemente la forma de mutuos y recíprocos acomodamientos.
Al enfrentarse a los rápidos y consistentes cambios sociales y a la incapacidad del
sector público de responder a las necesidades emergentes, las instituciones públi-
cas a menudo han elegido financiar a «proveedores» privados de servicios. Esta
elección ha permitido al Estado no ampliar demasiado su campo de intervención
social, pero también, en un cierto sentido, «ceder» a la capacidad de adaptación
y a las competencias que muestra el sector privado. Esta elección ha provocado
que las instituciones públicas llegasen a financiar la esfera privada de la socie-
dad, no obstante, casi siempre sin una acción reguladora eficaz o un concierto
efectivo entre público/financiador y privado/proveedor de servicios. Esta falta de
claridad en las relaciones entre las dos redes sociales a menudo crea problemas
136 Marina Marengo

de dependencia económica y también de «chantaje político» o, es más, de elec-


ciones consideradas por parte del público como «nepotísticas» con respecto a lo
privado: todo esto con perjuicio de la continuidad de los servicios ofrecidos y
quizá también de su calidad. Las relaciones de acomodación mutua y recíproca,
a pesar de los mecanismos perversos y negativos para la sociedad civil —por
ejemplo, el uso instrumental y predefinido de financiación pública que roba
espacio a nuevas iniciativas—, constituyen, no obstante, el primer paso hacia
nuevas formas relacionales y de colaboración entre el sector público y el sector
privado. «No es casualidad, por ejemplo, que la atención hacia los “proveedores
privados de bienes públicos” aumente a la vez que aumentan los intentos de
insertar mecanismos reguladores del Welfare fundados sobre la competición eco-
nómica o sobre formas de planificación participativa» (Ranci, 1999, pág. 30).
Las consideraciones de Costanzo Ranci nos conducen a otras sobre las relaciones
entre los sectores sociales público y privado. La crisis del Welfare moderno ha
reducido las capacidades de intervención directa del sector social público: esta
realidad ha abierto un pasaje para el sector social privado, que se amplía cada vez
más. Este último, de «componente residual» y de «buena voluntad» de los ciu-
dadanos, se está convirtiendo en partner de pleno derecho de un sector público
en busca de una nueva identidad, nuevos objetivos y también nuevas funciones
que desempeñar.

5. LAS REDES «MIXTAS»: ¿UN COMPROMISO SOCIAL


O UN NUEVO MODELO DE WELFARE LOCAL?

Las políticas de Welfare se están dirigiendo, en algunos casos bastante rápida-


mente, hacia formas «mixtas»: la reciente difusión de convenciones entre orga-
nismos privados y Estado, así como la colaboración entre instituciones públicas
y privadas, constituyen ya una realidad irrenunciable.
El Welfare mix, aun siendo, desde un cierto punto de vista, el aspecto más
innovador de las relaciones entre el Estado y los organismos privados, muestra
todavía numerosas «debilidades» debidas a su «juventud», en particular desde
el punto de vista de su definición teórica. Estas «fisuras» se deben a dos modos
opuestos de concebir el Welfare (Ranci, 1999):

• el modelo «residual», en el que el Estado no mantiene más que la respon-


sabilidad social y financiera de salvaguardar algunas de las necesidades
fundamentales de los ciudadanos, y en el que los organismos privados son
llamados a desempeñar un papel principal;
• el modelo institucional, en el que el Estado asume siempre mayores res-
ponsabilidades en el ámbito de políticas sociales «universalizantes».

En realidad, las modalidades relacionales entre las redes sociales públicas y


privadas son mucho más complejas. Pueden variar según los contextos, las cul-
Dinámicas urbanas y sostenibles: el surgimiento y la afirmación de las redes… 137

turas y también los ámbitos institucionales preexistentes. La complejidad que


emerge del examen de estas relaciones no puede en ningún caso reducirse a
transacciones económicas —financiación pública de organismos privados— sino
que, por el contrario, exige una acción reguladora por parte del Estado, que, no
obstante, está aún por definir o redefinir completamente.
La «esfera cívica» es el terreno en el que se desarrolla la economía solidaria:
esta última se centra en la participación de los actores y en la complementarie-
dad entre lo económico y lo social. Esta complementariedad permite crear (o
dirigirse hacia) relaciones contractuales fundadas en el concierto entre diferentes
partners. La economía solidaria abre camino a la experimentación social y a la
definición de nuevos modelos de producción social, cultural y económica: cede
así a los ciudadanos la iniciativa de decisiones colectivas en lo que respecta a sus
actividades económicas y a la organización de la sociedad local. De este modo es
posible crear, por hibridación, una zona intermedia entre la economía de merca-
do, solidaria y pública: todo esto asociando a los usuarios de los servicios ofreci-
dos. El objetivo de la economía solidaria es el de instaurar un partnership entre
grupos sociales e instituciones públicas. Las tensiones actuales nos demuestran
que, aunque ya en proceso, este cambio en la concepción de lo social está todavía
en fase experimental: los «derechos adquiridos» sea por el sector social público,
sea por el privado, tradicionalmente partner del primero, vuelven tortuoso el fe-
nómeno de la hibridación. Todo esto no impide que, cuando el modelo de Wel-
fare mix ha conseguido encontrar un equilibrio por lo menos parcial, se hayan
reducido tensiones sociales locales, mientras que los impulsos a la innovación y
a la experimentación de nuevos modos relacionales se han ganado ya el consenso
de los actores sociales locales.

6. DE LAS VENTAJAS A LOS RIESGOS DEL MÉTISSAGE


RELACIONAL: UNA CONCLUSIÓN (MUY) PROVISIONAL

Una gestión más equilibrada de las relaciones locales y una continuidad en la


interacción entre redes institucionales y no institucionales pueden, sin embargo,
conducir a una nueva rigidez relacional y al riesgo de nuevos cierres. El ejemplo
de ciertas colaboraciones entre entes y asociaciones locales nos indica que las
redes «mixtas» (en las que la interacción entre actores de las diversas redes es el
lado esencial que ha permitido la construcción y el funcionamiento de la nue-
va red) pueden correr el riesgo de encallarse, de institucionalizarse, de volverse
menos plásticas y de no poder responder a las necesidades/aspiraciones de los
habitantes.
Podremos afirmar que las redes «mixtas», que se sitúan, como hemos visto,
en el nivel intermedio entre las institucionales y las no-institucionales, necesitan
mantenerse en un cierto nivel de «riesgo», deben solicitar periódicamente una
nueva obtención de legitimidad por parte de los actores de las otras dos redes
con el fin de evitar su endurecimiento y su cierre. Su papel de mediadoras entre
138 Marina Marengo

las redes institucionales y no-institucionales exige que se beneficien, a todos los


efectos, de una legitimidad plena, a pesar de los cambios que puedan tener lugar
en el contexto local, desde el punto de vista institucional o no institucional. De
este modo las redes «mixtas» podrían mantener activo su papel de mediación
(sin demasiado riesgo de formalización y normalización), ejercer un poder de
control sobre las posibles desviaciones de las otras dos redes (cambios políticos,
formación de lobbies sociales, culturales, etc.), además de desempeñar un papel
de legitimación de las capacidades creativas y de sensibilización a la normaliza-
ción de las innovaciones.

BIBLIOGRAFÍA

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Gerolamo Venerio y la época de la Restauración
Francesco Micelli
Universidad de Trieste

1. INTRODUCCIÓN

Gerolamo Venerio (1778-1844) es una figura importante y compleja en una


época de bruscos cambios políticos: del Antiguo Régimen a la experiencia de Na-
poleón, desde esta última a la época de la Restauración. Su filantropía, su pasión
por la ciencia, su interés por la agricultura parecieran anticipar muchos de los
comportamientos de los sectores dirigentes del Friuli, particularmente de aque-
llos que, desde 1846, confluyen en la Associazione Agraria Friulana (Sociedad
Agraria). El vínculo con las generaciones iluministas parece importante ya que,
al menos en parte, ayuda a entender el modo en que es percibida la experiencia
del Reino de Italia; por otro lado, justifica la intensa actividad científica en los
años de la Restauración.
El legado de Antonio Zanon (1696-1770) y de Fabio Asquini (1726-1818)
ha sido completamente aceptado. Para Venerio, en efecto, la investigación cientí-
fica y la reflexión humanística tienen la misma, idéntica, significación, pues am-
bas son el resultado del bienestar general, del progreso de toda la sociedad. El rol
de la burguesía y de la nueva nobleza es promover nuevos modos de convivencia,
guiar a los sectores subalternos para que éstos alcancen objetivos de bienestar
cada vez más ambiciosos, pero también legitimar las desigualdades, considera-
das como principio y fuerza de la transformación. Para Venerio, la «filosofía de
la estadística» es también uno de los instrumentos necesarios para describir e
interpretar la realidad: tanto en el ámbito de la meteorología como del análisis
social, la «filosofía de la estadística» es utilizada indistintamente para conocer el
estado del tiempo en Udine y deducir las condiciones de vida en el distrito de
Palmanova. Desde puntos de vista diferentes según los casos, el conocimiento
142 Franceso Midelli

científico permite conocer, por ejemplo, las condiciones de la agricultura, ya que


su modernización permite acabar con la miseria en la campiña friulana, así como
promover un proceso de prosperidad y de incipiente industrialización.
A mitad de camino entre iluminismo y positivismo, Venerio conserva la fe
católica y la confianza en las instituciones de beneficencia de la Iglesia. Desde este
punto de vista, su filantropía no es difícil de entender: para ello es necesario ad-
mitir la interacción entre conservación y progreso, consolidada en oposición a los
desastres de las Guerras Napoleónicas y en armonía con las ideas que, al menos en
un primer momento, Austria había defendido durante el Reino Lombardo-Véne-
to1. Los cargos públicos que Venerio, con cierta renuencia, acepta, confirman, por
un lado, la hipótesis de una sustancial adhesión a la política de los Hasburgo; por
otro, sugieren ampliar la investigación para encuadrar una generación y una época
de suma importancia en el estudio no sólo de la geografía italiana, sino también
de otros aspectos de nuestro presente. El grupo de estudiosos que junto a Vene-
rio desarrolla sus actividades en el ámbito de la Accademia di Udine (Academia
de Udine) acoge con entusiasmo la investigación meteorológica que le ha hecho
famoso, atribuyéndole una legítima importancia en la lucha contra la miseria y las
enfermedades endémicas que aquejan a la región, y contra la desorganización del
territorio y el atraso de las técnicas agrícolas utilizadas en el Friuli.

2. FILANTROPÍA Y CIENCIA. AGRICULTURA Y PROGRESO

Francesco Pelizzo en su estudio Notizie statistiche sul Friuli (Noticias estadís-


ticas sobre el Friuli), un texto que, aunque no fue publicado, era conocido por
los socios de la Academia de Udine, que en más de una oportunidad, entre 1830
y 1844, discutieron y comentaron el trabajo en las juntas directivas, transcribe
los datos meteorológicos elaborados por Gerolamo Venerio. Éstos están todavía
expresados en grados Reaumur y en pulgadas de París porque G. B. Bassi (1792-
1879) no ha publicado aún el trabajo de su amigo Venerio ni transformado
las medidas en grados centígrados2. La importancia que Pelizzo atribuye a las
condiciones de la atmósfera es resultado de una posible relación entre el clima y
las enfermedades endémicas. En efecto, el capítulo que recoge las observaciones
de Venerio lleva como título Delle stagioni considerate meteorologicamente e della
loro influenza sull’organismo animale (Sobre las estaciones consideradas metereoló-
gicamente y sobre su influencia en el organismo animal). Calor y frío, humedad y
sequía, junto a la calidad del aire y a la composición del suelo, podrían explicar
las fiebres intermitentes de la llanura, las enfermedades del aparato respiratorio
en las montañas, así como justificar la difusión de las epidemias3. Estas obser-

1
Pesendorfer, 1996, pág. 30.
2
Sobre la figura de Bassi véase, especialmente, Gentilli, 1996, pág. 323.
3
Pelizzo, BCU, ms. 852 II, 1-16. La tendencia a desarrollar este tipo de investigación es
común con el resto de Europa: véase, por ejemplo, Lepenies, 1991, pág. 111.
Gerolamo Venerio y la época de la Restauración 143

vaciones puntuales adquieren una significación más general cuando, tanto en el


caso de Pelizzo como en el de Venerio, denotan la influencia del pensamiento
de Melchiorre Gioia. En su Filosofia della statistica (Filosofía de la estadística)
(1838) todos los momentos de la vida social están relacionados con las condi-
ciones topográficas y, por consiguiente, con la temperatura y las precipitaciones.
Desde este punto de vista, las mediciones cotidianas que Venerio realizó por más
de cuarenta años (1802-1844) pueden ser consideradas como descubrimiento
y descripción del mundo, y además expresan la profunda convicción de estar
completando el gran libro de la naturaleza. En rigor, el descubrimiento y la
descripción del mundo se realizan como si éste fuese un gran libro, cuya lectura,
letra por letra, sílaba por sílaba, manifesta la racionalidad del diseño según el
cual ha sido construido. Este precepto constituye el fundamento de la seriedad y
atención que Venerio pone en la observación de los fenómenos meteorológicos y
en la calidad de los instrumentos de medición. No es casual que Venerio se haya
fotografiado junto a termómetros y barómetros que él mismo modifica y cuya
descripción precede siempre todas las tablas hombrotérmicas y de presión. Otro
punto de interés común que le une a Gioia es la investigación fenomenológica4.
En este tema, sin embargo, la posición de ambos estudiosos es diferente: Venerio
no infiere el clima de la floración de algunas plantas, sino que calcula el día y
la hora de la floración para cotejar los paisajes y los climas, para sugerir, llegado
el caso, nuevos cultivos. El significado práctico de este tipo de investigación
es evidente, antecede a la propagación de la colza en los campos de pastoreo,
contribuye a la difusión de la patata y ayuda a calcular los límites altimétricos
de los diferentes cultivos5. El razonamiento sobre los rayos y sobre la necesidad
de instalar pararrayos en los campanarios y en las iglesias está relacionado con
este tipo de investigación; también lo están la anotación de los 31 temblores
de tierra que se produjeron entre 1805 y 1843 o las mediciones barométricas
de precisión en el canal Ledra (de acuerdo con el trazado sugerido por Bassi)
y aquéllas realizadas para determinar la altura de los Alpes. Es evidente que el
conocimiento científico de Venerio está constantemente dirigido a la actividad
práctica-aplicada y tiene en cuenta el rol social y civil de la ciencia. La particular
atención hacia el progreso de la agricultura es, además, una característica común
de toda la intelectualidad friulana que se reconoce en la Academia de Udine. La
aplicación de la ciencia es pensada en función del mejoramiento de las clases
subalternas duramente golpeadas por las carestías y las epidemias. La actitud
solidaria de Venerio debe ser reconocida no sólo porque ofrece pan a los pobres,
sino también porque les ofrece tabaco. Esta anécdota merece consideración ya
que la relación de Venerio con la servidumbre y los empleados, con los huérfanos
y los mendigos reconoce una igualdad natural, el derecho de todos los individuos
a ser felices. Luigi Fabris, que pronuncia el elogio fúnebre de Venerio, rescata
este aspecto de su personalidad, sobre todo para subrayar la sobriedad de este

4
Gioia, 1839, págs. 88-93.
5
En orden a este punto de la investigación, véase Malignani, 1944, págs. 25-26.
144 Franceso Midelli

importante propietario virtuoso y la impronta cristiana que debería caracterizar


la relación entre propietarios y arrendatarios en la campiña friulana6.

3. CIENCIA Y OBSERVACIÓN: LA METEOROLOGÍA

Después de haber explicado brevemente el rol de Venerio en la época de la


Restauración, puede ser útil describir su actividad científica en el sector de los
estudios meteorológicos, reflexionar, desde este campo, acerca de su figura en re-
lación a Fabio Asquini (1726-1818), a Giovanni Clodig (1828-1898), a Giovan-
ni Marinelli (1846-1900) y a Arturo Malignani (1865-1939). El largo camino
de la meteorología, desde el iluminismo al positivismo que sigue al Risorgimento,
avanza sin rupturas. Sólo dos hechos interrumpen, en parte, esta continuidad:
en 1843, Venerio debe abandonar sus observaciones meteorológicas; en 1866,
Giovanni Clodig, profesor de física en el Instituto Técnico «A. Zanon» de Udine
comienza, en cambio, un nuevo ciclo de observaciones.
El comienzo de los estudios meteorológicos coincide, en Friuli, con la crea-
ción de la Società pratica di agricoltura (Sociedad práctica de agricultura). En
1765, en ocasión del discurso de inauguración de la Sociedad, Fabio Asquini
señala «la necesidad de instituir cuanto antes, las tablas meteorológicas». Las
observaciones que el mismo Asquini reúne o manda recoger entre 1782 y 1797
son recopiladas en el Giornale astro-meteorologico que el abad Giuseppe Toaldo
publica en Padua. El encuentro con Asquini estimula a Venerio a afrontar la
aventura científica: desde noviembre de 1802 y por cuarenta años, con la espo-
rádica ayuda de su hermano Antonio, Venerio mide la presión, la temperatura,
la humedad, la actividad eólica, las precipitaciones y el estado del tiempo de la
ciudad de Udine. La acción de los vientos en ausencia de eficientes anemómetros
es medida siguiendo una escala cualitativa: 0, calmo; 1, brisa suave; 2, poco vien-
to; 3, viento un poco vigoroso; 4, viento fuerte; 5, viento muy fuerte; 6, viento
violento. Para referirse a la calidad de los días, Venerio adopta una escala de 13
valores: magnífico, bellísimo, muy bello, bello, bello con nubes, bastante bonito,
inestable, más bien nublado, nublado con zonas despejadas, nublado con pocas
zonas despejadas, totalmente nublado o casi. La dificultad para alcanzar resulta-
dos constantes, utilizando los higrómetros a su disposición, le induce también a
obviar los datos de humedad, a clasificar los días simplemente como bellos, ines-
tables o cubiertos. Los resultados de su extraordinario trabajo fueron recopilados
por G. B. Bassi después de su muerte en un volumen de casi 500 páginas publi-
cado en 1851: constituye uno de los monumentos de la climatología mundial
y la base de todas las sucesivas investigaciones realizadas en el Friuli7. Giovanni
Marinelli en su Illustrazione del comune di Udine (Ilustración del ayuntamiento
de Udine), la primer guía del Friuli, publicada por la Società Alpina Friulana

6
Véase Fabris, 1843; Battistella, 1927, págs. 10-11 y también Malignani, 1944, pág. 9.
7
Véase Venerio, 1851; Gentili, 1964, pág. 12.
Gerolamo Venerio y la época de la Restauración 145

(Sociedad Alpina Friulana) en 1886, reconoce el mérito de Venerio y utiliza


sus observaciones meteorológicas para comenzar la descripción de la ciudad de
Udine, para definir según una concepción de la geografía todavía impregnada
de compromiso civil los primeros pasos de cualquier tipo de acción en un de-
terminado territorio8. En sus estudios altimétricos, Marinelli utiliza también las
observaciones de Venerio que, en el campo de la determinación de la altitud y en
la medición de los límites altimétricos de la vegetación es considerado el maestro
de las nuevas generaciones de naturalistas, geólogos y geógrafos friulanos.

4. CONCLUSIONES

La precisión de sus observaciones, la colaboración con estudiosos a nivel lo-


cal y europeo, la exclusión de «opiniones vulgares» y teorías aventuradas caracte-
rizan la actividad de Venerio y las contribuciones de G. B. Bassi. El observatorio
de Venerio, en la calle Savorgnana, guarda estrecha relación con el observatorio
astronómico del castillo de Udine donde Arturo Malignani, desde 1888 y has-
ta su muerte, realizó observaciones similares. Las investigaciones de Malignani
resuelven las carencias cognitivas desde 1917 a 1926, cuando la guerra destruye
la estación meteorológica de Udine e interrumpe por nueve años las revelacio-
nes oficiales. Esta tarea de observación que Malignani realiza en sustitución del
Estado sirvió para completar cien años de observaciones y, en general, para neu-
tralizar presuntas «tendencias» climáticas y «ciclos periódicos» imprecisos y no
justificados, para dar certeza científica frente a las diferencias entre los cuarenta
años de observaciones meteorológicas de Venerio en el siglo xix y los cuarenta
de Malignani entre finales del siglo xix y principios del xx. El fuerte legado de
la tradición, que indirectamente Joseph Gentili reconoce cuando compara el
sistema de plans cotés adoptado por Bassi para representar la temperatura media
diaria cada cinco días y la escala de 1 centímetro por mes en el eje de las abscisas
y 2 centímetros por día en el eje de las coordenadas, es evidente, también, en
las dos ediciones (1949 y 1962) de Il paesaggio terrestre (El paisaje terrestre). En
esta obra, su autor, el conocido geógrafo friulano Renato Biasutti, discípulo de
Giovanni Marinelli, recupera la representación gráfica con tres coordenadas y
curvas de nivel9. No es en sí importante este pormenor científico, sino cómo
ese detalle ha sido recuperado a partir de un patrimonio cognitivo, resultado del
trabajo de generaciones de estudiosos y de la abnegación de personajes como
Gerolamo Venerio.

8
Véase Marinelli, 1886, pág. 4 y Micelli, 1995, págs. 69-83.
9
Véase Gentili, 1966, págs. 326-327.
146 Franceso Midelli

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Demógrafos, fascismo, política de natalidad.
Nodos problemáticos y perspectivas de investigación*
Anna Treves
Università degli Studi di Milano

Como presupuesto para todo lo que pretendo analizar en estas páginas, qui-
siera antes que nada mencionar un dato ya suficientemente conocido acerca del
modo en que se trató el tema de la población en la Italia del fascismo y sobre el
cual varios estudiosos, en los últimos años, han realizado amplios y penetrantes
análisis (Ipsen, De Grazia): es decir, el enorme peso y relevancia que Mussolini
y el régimen fascista atribuyeron a la perspectiva de que también Italia llegara a
sufrir un derrumbe de la natalidad y de la población1. La perspectiva de que esto
ocurriera constituyó una auténtica pesadilla, y se percibió como una amenaza fa-
tal para las aspiraciones de fuerza y de potencia imperial de la grande proletaria.
Es en este contexto y sobre este trasfondo donde debe situarse el tema en
que concentraré mi reflexión, el de las relaciones entre los especialistas de de-
mografía y el régimen en los años 20 y 30. Fue un período en el que, por un
lado, la «escuela demográfica» italiana conoció una de las épocas de desarrollo
más fecundo —en todos los sentidos— y de mayor prestigio; y por otro lado, el
Estado-régimen hizo de la cuestión demográfica, de la propia política demográ-
fico-natalista, uno de los rasgos centrales sobre los que se caracterizó a sí mismo.
Así, entre las ciencias demográficas y el fascismo acabó necesariamente por deter-
minarse lo que podríamos definir como un sistema, cuando menos, significativo
de relaciones que, se pretendiese o no, terminó connotando de modo decisivo
en el imaginario de los italianos el perfil de las ciencias demográficas e incluso el

* Traducción Miguel Á. Cestao.


1
Este estudio retoma, con alguna que otra modificación y actualización, el texto publicado
en Popolazione e storia, 2003, 1.
148 Anna Treves

término mismo de demografía, y fue éste un factor que condicionaría por largo
tiempo y en profundidad los estudios de población de nuestro país en el período
sucesivo al del fascismo.
De la cuestión me ocupé ya en un volumen editado hace unos años, que
trataba la natalidad y la política italianas en el siglo xx (Treves, 2001). Lo que
intentaré hacer aquí es señalar algunas ideas interpretativas de fondo que parecen
desprenderse de aquel trabajo y señalar, a partir de ellas, una serie de temas que,
a mi modo de ver, se configuran como posibles filones de investigación, como
asuntos relevantes que permanecen abiertos.

1. COMO CONSECUENCIA DE LAS DECISIONES DEL DUCE

Los sucesos sobre los que pretendo reflexionar toman como punto de partida
un evento por entero político pero, al mismo tiempo, de notable relevancia por
sus efectos en el mundo académico. Me refiero, decirlo parecerá banal, al célebre
discurso llamado de la Ascensión, con el que, en mayo de 1927, Mussolini anun-
ció, como un cambio fundamental, la instauración de la política demográfico-
natalista, y la proclamó, incluso, «fundamento y coronación» de toda la política
del régimen. Porque, como él mismo dijo, abatir y dar la vuelta a la perspecti-
va de la caída demográfica constituía la condición previa indispensable para una
política italiana de potencia: política de potencia que del fascismo constituía la
propia razón de ser y la justificación histórica (y, a mi parecer, fue precisamente
esta centralidad deseada por Mussolini lo que hizo del natalismo fascista un
unicum en el panorama de las políticas natalistas establecidas en tantos países
durante aquellos años). Pero, decíamos, aquel acontecimiento supuso un giro
también en el terreno de los estudios demográficos: porque fue a partir de él, y
del clima que creó, cuando se realizó una auténtica explosión de investigaciones
dedicadas a analizar el tema específico de la natalidad, tema que, entre los diver-
sos ámbitos de análisis de la demografía, quizá había sido hasta aquel momento
el más escasamente indagado.
No puede escapársenos el significado de tal expansión. Los estudios, la evi-
dencia lo demuestra, siguieron a, no anticiparon, las decisiones de la política,
como, por otra parte, subrayan de modo completamente explícito dos acredi-
tados estudiosos, Livio Livi (1932) y Paolo Fortunati (1939). Y con efectos de
grande y perdurable alcance. A partir de aquel momento y durante todo el pe-
ríodo fascista, el de la natalidad siguió siendo, con diferencia, el filón principal al
que se dedicaron los estudios de población: lo evidencia muy bien, en los últimos
años del régimen, Livio Livi, haciendo notar que se había determinado dentro
de la ciencia demográfica un claro desequilibrio a favor de los estudios sobre la
natalidad (Livi, 1942).
Establecido que, al menos en mi opinión, fue sin duda el que acabamos de
mencionar el verdadero vínculo entre elección política y orientación de los estu-
dios, no he llegado a conclusiones seguras sobre un punto relevante: ¿qué papel
Demógrafos, fascismo, política de natalidad. Nodos problemáticos… 149

jugaron los estadistas-demógrafos en que Mussolini se viera inducido a esas reso-


luciones natalistas? O mejor dicho, ¿qué influencia tuvo Corrado Gini, que por
entonces, a mitad de los años 20, era de los más notables, si no el más notable
estudioso de estadística y demografía y que, ante todo, había sido nombrado
poco antes, por parte de Mussolini, presidente del Instituto Central de Esta-
dística (Istat)? Reflexionando tanto sobre las publicaciones de Gini como sobre
las carpetas de documentos preparativos para el discurso de la Ascensión, en las
cuales aparece una densa correspondencia entre Mussolini y el director del Istat,
he acabado convenciéndome de que, en realidad, Gini jugó en aquella decisión
un papel marginal. Un punto, naturalmente, abierto a la discusión.

2. CIENCIA Y RÉGIMEN

Sea como sea, aquella impresionante convergencia y concentración de los es-


tudios sobre temas de natalidad era la señal de que entre los estadistas-demógra-
fos y el fascismo estaba naciendo una especie de relación especial. Se puede decir
perfectamente que el apoyo entusiasta y convencido que la escuela demográfica
italiana en su conjunto manifestaba hacia la política demográfico-natalista del
régimen formaba en cierto modo un todo único con la actividad de estudio y de
investigación que dirigían sus exponentes; casi como si se tratase de momentos
desarrollados el uno en función del otro. Y es éste el aspecto gracias al cual se
entiende el valor que asumían las declaraciones de elogio al Duce y a su obra pro-
videncial, recurrentes con una cierta frecuencia en los mismos escritos científicos
de esos autores, o las teorizaciones elaboradas, en cuanto demógrafos, por parte
de un Corrado Gini (1941 y 1942) o también de un Stefano Somogy (1934)
acerca del régimen autoritario como forma ideal del Estado para poder llevar a
cabo con éxito una política natalista. Había, en todo ello, algo que iba más allá
de la expresión de un genérico asenso, como el que llegaba al fascismo desde un
amplio sector de la sociedad y de la gran mayoría de los intelectuales (Belardelli).
Creo que es justo ver en ello el resultado de la condición extraordinaria en que se
encontraban unos estudiosos que contemplaban cómo el régimen atribuía una
enorme centralidad a temas y decisiones a los que ellos mismos llegaban en el
ámbito científico.
De ello emerge una cuestión que se perfila como central en la historia de la
cultura demográfica italiana del siglo xx. Porque, como es sabido, fue justamente
durante el fascismo cuando la demografía tomó en Italia los ropajes de disciplina
cada vez más autónoma, independiente de la estadística. Proceso, se entiende,
que corresponde a los que tenían lugar al mismo tiempo en otros países, pero
que en Italia se desarrolló en el clima y el contexto del que estamos hablando,
asumiendo la marca específica y caracterizante de ese vínculo con el fascismo.
Porque el régimen encontraba en la obra de los demógrafos una confirmación
y una garantía científica de la validez de la propia política en un ámbito que
proclamaba como crucial; y tenía, por tanto, el mayor interés en hacer adquirir a
150 Anna Treves

la disciplina y a sus cultivadores un prestigio de primer orden. De ahí el floreci-


miento de cátedras, revistas y entidades de investigación. Se puede decir, en otras
palabras, que en Italia la demografía nació y en gran parte se definió como cien-
cia autónoma con y en función del fascismo, afirmándose como orgánica dentro
de un aspecto fundamental de su política y de su imagen, o situándose sin más
como ciencia del régimen. Es característica, en este sentido, la afirmación del
mencionado Livio Livi, según el cual se podía hablar en Italia de una auténtica
escuela demográfica no tanto porque presentase una unidad de posturas —fue-
ron muy ásperos, y quizá particularmente en aquel tiempo, los contrastes de
método y académicos— sino precisamente por el consenso otorgado al régimen
y a su política poblacionista (Livi, 1938a).
Todo ello configura otro de los nodos problemáticos, sobre el que espero se
puedan generar investigaciones, y que pertenece específicamente a la historia de
la materia. Se trata, obviamente, del consenso otorgado al régimen. Sería nece-
sario analizar el tipo de adhesión que dio cada uno de los estudiosos, captar en
los detalles la evidente diversidad. Sobre todo, sería necesario intentar analizar
de modo cuidadoso qué papel concreto ejerció para cada estudioso, en la elabo-
ración teórica y en la obra científica, la relación con el régimen, para Giorgio
Mortara, para Corrado Gini, para Livio Livi, así como para Paolo Fortunati o
para Mario De Vergottini (Dalla Zuanna). Sabiendo, en todo caso, que aquélla
fue una de las etapas más fecundas en la historia de las disciplinas demográficas
en Italia.
Lo que he dicho hasta ahora no significa, hay que remarcarlo, que los estu-
dios de los demógrafos-estadistas se modelaran de acuerdo con la propaganda
fascista, que se limitaran a alabar la natalidad, así como a recordar los méritos
de las provincias más prolíficas. Todo lo contrario. En aquel extraordinario
florecimiento de estudios, de datos y de reflexiones sobre los problemas de la
natalidad publicados entre las dos guerras —de particular relevancia son los
aparecidos durante los últimos años 30 en el ámbito de las investigaciones
coordinadas por Livio Livi— encontramos la continua demostración de la
irrelevancia y falsedad de toda una serie de lugares comunes propagandísticos.
Muchos estudios, por ejemplo, revelaron que no era cierto que la natalidad
rural se mantuviese siempre bastante más elevada que la urbana; subrayaron
con decisión que la disminución de los nacimientos ocurría sobre todo en las
zonas rurales, las tan ensalzadas zonas rurales, lugar, en la retórica fascista, de
toda la fecundidad y toda la bondad. Otros evidenciaron, a través del análisis
de los datos, que no a las zonas rurales sino a las urbanas tenía que atribuirse
el «mantenimiento» o, más aún, la leve recuperación de la natalidad producida
en los últimos años 30: los italianos volvían a tener algún hijo más precisamen-
te en las ciudades, las tan vilipendiadas ciudades, lugares por definición de la
infertilidad y de todo posible mal.
¿Una oposición al régimen por parte de los demógrafos? No, ciertamente.
Aquellos estudios, al menos por lo que, según mi opinión, se puede llegar a
afirmar, no constituían realmente una crítica, es decir, una rebelión contra el
Demógrafos, fascismo, política de natalidad. Nodos problemáticos… 151

régimen. No eran un signo de la falta de consenso. Por un lado, podían consti-


tuir la base documental mediante la cual el régimen podía justificar las propias
acciones. ¿Las estadísticas mostraban que los nacimientos seguían declinando?
Ello confirmaba que la política de sostenimiento de la natalidad era absoluta-
mente necesaria. Pero sobre todo aquellos estudios deben ser encuadrados en
lo que, como ha mostrado Carl Ipsen (1997), fue una clave caracterizante, un
hilo conductor permanente de la actitud de Mussolini con respecto a la política
natalista: la conciencia de su escasa eficacia, hasta tal punto que habló, algunos
años, de auténtico fracaso (era también, naturalmente, una forma de exhortar a
la acción). Si Mussolini mismo se empeñaba en declarar el fracaso de la política
de natalidad, bien podían hacerlo también los estudiosos.

3. AL FLANCO, NO A LA GUÍA DE LA POLÍTICA DEMOGRÁFICA

Lo que he dicho hasta ahora puede dar la impresión de un cuadro de rela-


ciones unívoco y compacto. Sin embargo, aparece un elemento de contradicción
que desplaza un poco el ángulo de observación, indicio de una realidad com-
pleja. En efecto, incluso con esa organicidad de los lazos entre demógrafos y
régimen, hasta casi el final de los años 30 no les es concedido un papel directo,
de dirigencia o de elaboración y de proyecto, en la concreta política demográfica,
como sucedía, en cambio, con los estudiosos de otros ámbitos, como el agrario
o el del saneamiento. El hecho es que los demógrafos, los demógrafos-estadistas,
desde Corrado Gini a Franco Savorgnan o Livio Livi, por citar sólo algunos, o a
los más aislados Giorgio Mortara o Marcello Boldrini, no entraron durante un
largo período —como técnicos, como estudiosos acreditados, si se puede usar
este término— en la organización del Estado. No les fue delegada la realización
de la política demográfico-natalista.
Por tanto, estas figuras dieron vida, efectivamente, a un extraordinario cre-
cimiento cuantitativo y cualitativo de los estudios y adquirieron un papel de
gran prestigio en el mundo intelectual y académico. Pero en esencia el régimen
les convocaba sólo para ilustrar y aplaudir las decisiones políticas, no para pre-
pararlas o gestionarlas; como si se esperase de ellos, tan sólo, una aportación en
términos de garantía intelectual o, simplemente, de imagen.
La hipótesis —es una hipótesis, tan sólo eso—, que creo poder avanzar para
explicar una realidad semejante, remite, de fondo, a una falta de tradición, de
buenos hábitos de pensamiento: una carencia observada en los propios autores,
en parte, que no habían alcanzado aún una elaboración científica sobre las políti-
cas de intervención, pero sobre todo en la clase política, que no advirtió, durante
un largo período, la exigencia de profundizar sobre las condiciones y las vías
para determinar dinámicas de incremento de la natalidad. Pero sobre las razones
y sobre el modo en que se vivía esta relación, que podríamos definir como de
vecindad teórica pero distancia práctica, entre régimen y demógrafos-estadistas,
estimo que todavía hay mucho que analizar.
152 Anna Treves

4. DENTRO DE LAS INSTITUCIONES.


EL NODO DEMOGRAFÍA-RAZA

Este equilibrio duró mucho tiempo, al menos hasta 1937-1938, cuando se


abrió una fase diversa, realmente crucial, más aún que la que gira en torno al dis-
curso de la Ascensión, para la historia de las relaciones entre escuela demográfica
italiana y régimen. Una fase que contempló el ingreso de muchos demógrafos
dentro, de un modo u otro, de las instituciones; y ello en el momento en que la
política demográfica se fusionaba estrechamente con la política de la raza.
Es necesario hacer alguna mención al contexto en el cual se desarrollaron
tales cambios. Durante años, desde 1933-1934 —desde que en Alemania la pro-
paganda del nazismo había empezado a magnificar lo que parecían éxitos ex-
traordinarios en lo referente a la natalidad alcanzados rápidamente por el nuevo
régimen—, Mussolini había expresado repetidamente la propia desilusión sobre
los resultados obtenidos por la política fascista. Había que hacer algo.
De modo que, en ese clima dominado por la confrontación con el modelo
alemán —y en el período en que se estaba acelerando el complejo acercamiento
a la Alemania nazi—, se llegó a lo que fue proclamado como un «vuelco» en
la situación, y que, ciertamente, marcó el inicio de un nuevo período en las
relaciones entre demógrafos y régimen. En marzo de 1937, diez años después
del discurso de la Ascensión, en una sesión del Gran Consejo del Fascismo, con
informe del ministro de Educación Nacional, Giuseppe Bottai, fue proclamado
el relanzamiento de la política demográfico-natalista bajo el signo de la política
familiar. Relanzamiento que se concretaría, poco tiempo después, en toda una
serie de disposiciones legislativas, entre las cuales, para nuestro análisis, tienen
particular interés la institución de los préstamos matrimoniales y la creación de
una Oficina Central Demográfica.
Los préstamos matrimoniales eran ayudas monetarias otorgadas a las parejas
a punto de casarse: la hipótesis que llevó a su establecimiento era que, gracias a
estas ayudas, las parejas se casarían en mayor número y sobre todo más jóvenes.
Se trataba en la conciencia de los legisladores de una medida de naturaleza estric-
tamente natalista porque todavía prevalecía por entonces la convicción de que la
edad del enlace era una variable de gran trascendencia en la determinación de los
niveles de fecundidad de un país. Los préstamos, con una forma en parte diver-
sa, habían sido introducidos en Alemania poquísimos meses después del acceso
al poder de Hitler y la propaganda nazi los presentaba insistentemente como el
instrumento central que había determinado en el país los fuertes incrementos de
la natalidad. En el cuadro de aquella fase histórica, creo que se puede decir que
la introducción de los préstamos en la política demográfica italiana adquirió el
carácter de síntoma de la creciente atención por la Alemania nazi, en meses en
que Mussolini aún se proclamaba distante a ella. Lo que, en todo caso, habría
que hacer notar aquí es que diferentes estudiosos italianos, de modo análogo a
los de otros países, en artículos publicados entre 1935 y 1936, habían manifes-
Demógrafos, fascismo, política de natalidad. Nodos problemáticos… 153

tado muchas dudas sobre la validez de los préstamos como instrumento de la


política natalista. ¿Una confirmación palpable de la marginalidad política de los
estudiosos? La cuestión es que los préstamos fueron propuestos, en la reunión
de marzo de 1937, por iniciativa, o al menos con la aquiescencia, de uno de los
demógrafos más reputados, Livio Livi.
Probablemente se puede leer este suceso como el primer signo de una mutación
en las relaciones entre demógrafos y política, relaciones en las cuales el papel prota-
gonista tocaba ya no a Corrado Gini sino al propio Livi. Veamos por qué. La otra
decisión del Gran Consejo que aquí nos interesa, y a la que ya me he referido antes,
fue la de crear una estructura de coordinación general de la política demográfica,
hasta aquel momento del todo inexistente: la Oficina Central Demográfica, que
fue instituida en junio de ese mismo año, 1937. Se trataba de un ente del Estado
al que se confiaban tanto las tareas políticas de centralización y organización de la
política en el ámbito demográfico como el estudio de los problemas demográficos.
Y precisamente a Livi —el único estudioso que, como tal, había secundado la
introducción de los préstamos— y, a través de él, a los numerosísimos estudiosos
que trabajaban en su recientemente fundado Comité de Asesoramiento para los
Estudios sobre Población (creado también en el mismo febrero de 1937) se les en-
comendaban las competencias de estudio y de investigación de la Oficina. Muchos
demógrafos —fueran o no conscientes de ello— entraban, por esa vía, dentro de
las instituciones; y entraban en ellas, en cierto modo, con el disfraz de técnicos, o
quizás de estudiosos acreditados, de estudiosos arropados por el beneplácito oficial.
Por primera vez, los estudiosos asumían potencialmente un papel en la preparación,
en la elaboración y en la gestión de la política demográfica. Se trataba, no cabe
duda, de un cambio crucial en la relación entre cultura demográfica y régimen.
Sobre ese cambio de 1937 habrá que seguir indagando, son muchos los pro-
blemas abiertos. ¿Existieron contactos a lo largo de 1937, y de qué tipo, entre
Livio Livi y Giuseppe Bottai, ese Bottai que no albergaba mucha simpatía por
los estudiosos de estadística (Dau Novelli)? Pero sobre todo hay que preguntarse
si aquella reunión en la cual se decidió la introducción en la política demográ-
fica de una medida a imitación del modelo típicamente alemán, constituía un
paso consciente, era un consciente acto político, en el camino que llevaría al
año siguiente al establecimiento de la política racista antihebrea. Una reunión
coordinada, como se ha dicho, por Bottai, que se convertiría en uno de los más
fervientes ejecutores de esa misma política.
Julio de 1938, publicación del Manifiesto de la raza, que daba inicio en Italia
a la persecución de la población hebrea; agosto de 1938, censo de los hebreos;
septiembre de 1938, destierro de los hebreos extranjeros y expulsión de docentes
y alumnos de las escuelas de todo orden y grado. Después de toda una serie de
titubeos o de aparentes titubeos, Mussolini embocaba con decisión el camino de
la política de la raza. Hay que recordar que la opción racista planteaba a Musso-
lini un problema considerable: el de demostrar que no era un imitador, sumiso
frente a la Alemania nazi. ¿Qué hizo? Tomó una decisión que para nuestro aná-
lisis es de total relevancia.
154 Anna Treves

Decidió afirmar que la opción racista no era sino el natural, el consecuente


desarrollo de la política demográfico-natalista que ya desde hacía dieciséis años,
como aseguraba, era uno de los más específicos emblemas del fascismo. ¿La po-
lítica demográfico-natalista no había sido siempre, proclamaba Mussolini, una
política en defensa de la suerte de la estirpe, de la raza italiana? Acreditar la po-
lítica racista como lógica desembocadura de la demográfica ofrecía argumentos
para reafirmar la originalidad fascista de la vía del racismo italiana. Además de
mediante las palabras y la propaganda, el régimen intentó acreditar la imagen
de la identificación entre las dos políticas también de otro modo. Lo hizo, en
particular, en la organización de la política estatal. El gesto más patente fue la
creación, en septiembre de 1938, de la Dirección General para la Demografía
y la Raza (que fue muy pronto llamada Demorazza), que tenía competencias
de estudio y de política en ambos campos. Como si contar habitantes y contar
hebreos a discriminar y perseguir fueran la misma cosa.
Es evidente que un planteamiento político semejante convocaba —en mayor
medida que a otros intelectuales— a los demógrafos-estadistas. Porque, además,
era también de su mundo de donde llegaba una tradición de interés por los pro-
blemas etnológicos, antropológicos, de la eugenesia, de la raza.
Se abre aquí el capítulo en extremo complicado de la confrontación entre
demógrafos-estadistas y régimen en los largos años de la política de la raza. Me li-
mitaré a evidenciar algunas cuestiones que me parecen de especial importancia.
Se podría suponer que los demógrafos se habían lanzado entonces al estudio de
los problemas de la raza. No lo hicieron. En otras palabras, no se dedicaron a estudiar
lo que el régimen indicaba como central, tal como habían hecho en su momento con
la natalidad. Siguieron ocupándose, tranquilamente, sobre todo de nacimientos, de
muertes, de bodas, de migraciones. Y al mismo tiempo, en su conjunto, no demos-
traron ni en sus escritos ni en declaraciones oficiales su entusiasmo o su aprobación
por la política racial. Ninguna referencia, para entendernos, a narices aguileñas. No
es poco. Aunque hubiera alguna excepción relevante a esta actitud general.
Al mismo tiempo, aceptaron, sin aparentes problemas, la combinación que
el régimen había impuesto entre política demográfica y política racial. ¿Qué pue-
de esto significar?
Un primer ejemplo. En septiembre de 1938, la Oficina Central Demográfica
fue transformada en la Dirección General para la Demografía y la Raza (Demo-
razza). El Comité de Estudios sobre la Población dirigido por Livio Livi, que
dependía de la Oficina Central, se convirtió automáticamente en dependiente
no ya de una entidad estatal ocupada tan solo de demografía y política de la po-
blación, sino de una entidad que además de ocuparse de demografía se ocupaba
también, y sobre todo, de raza. Livi permaneció en su cargo. Elección coherente,
por otra parte, con la de hacerse nombrar miembro del Consejo Superior para
la Demografía y la Raza, que era un órgano que agrupaba intelectuales para la
elaboración de la política racial. Y permanecieron en sus cargos también todos
los estudiosos que con Livi trabajaban en el Comité de Estudios. Salvo Stefano
Somogy que, siendo hebreo, fue expulsado.
Demógrafos, fascismo, política de natalidad. Nodos problemáticos… 155

Otro ejemplo. En las universidades, como consecuencia de un decreto fir-


mado por el ministro de Educación Nacional, Giuseppe Bottai, a las materias
de demografía se les atribuyó una nueva denominación, «Demografía general
y demografía comparada de la raza» o bien «Desarrollo de la población y polí-
tica de la raza». Varios estudiosos se encontraron enseñando esas nuevas mate-
rias, aceptaron enseñar esas materias. ¿Con qué ánimo lo hicieron? ¿Lo hicieron
tranquilamente y convencidos, con indiferencia más que con indignación? ¿Hay
huellas de alguna resistencia ante una disposición como ésta, de alguna tentativa
por parte de los estudiosos de demografía y estadística para trasladarse a otro tipo
de materias? En este caso, la correspondencia privada o la documentación depo-
sitada en los archivos universitarios podrán dar indicaciones interesantes.
Y hay más. Los demógrafos-estadistas de mayor notoriedad aceptaron es-
cribir —escribieron, debemos subrayarlo, sólo de demografía, no de racismo—
en la revista que representaba el órgano oficial de Demorazza, Razza e civiltá.
¿Hubo algún intento de negarse a escribir en esta revista? ¿Se les obligó a hacerlo?
¿De qué manera? ¿O en cambio fue una satisfacción o un honor para ellos ser
aceptados entre los colaboradores de la revista?
En definitiva, los demógrafos, los demógrafos-estadistas, decíamos, acepta-
ron de facto, en sus decisiones, la combinación que el régimen había impuesto
entre la política demográfica y la política racial. Se mostraron, en su comporta-
miento público, del todo indiferentes al ámbito general para el que trabajaban
o escribían. Aquéllos eran los lugares donde se producían la investigación y la
enseñanza demográfica. Y eso les bastaba. De esa manera los estudiosos en su
conjunto fueron garantes, con su autoridad científica, y por las vías que he evo-
cado, de los vínculos entre demografía y raza. Y quizá era sobre todo esto lo que
el régimen pretendía de ellos. Se volvieron, desde esta perspectiva, garantes de la
política de la raza.
Mientras tanto, algunos de los más ilustres demógrafos italianos estaban
siendo arrinconados, por ser hebreos. Dejaban el país, unos hacia el lejano Brasil,
otros hacia la difícil Palestina.
Quedan sin duda varios problemas abiertos. Los regímenes autoritario-tota-
litarios constriñen a los propios súbditos (súbditos, no ciudadanos) a una vida
dificilísima. Llevan necesariamente a ambigüedades, a incitar a elecciones que
en el fuero interno quizá no se aprueban; ponen a los seres humanos frente a
pruebas dramáticas; impulsan a la indiferencia. Los problemas abiertos tienen
que ver sobre todo, a mi parecer, con los itinerarios interiores, diferentes necesa-
riamente para cada uno de los estudiosos, con los sentimientos y las intenciones
que llevaron a aquellas decisiones y a aquellos comportamientos. Naturalmente
es difícil, a menudo imposible, entrar en el «fuero interno». Algo se entrevé en
un atormentado artículo de Livio Livi (1938 b), algo sabemos por Pierpaolo
Luzzatto Fegiz (Rinauro, 2002). Un filón de análisis que se podrá afrontar sólo
si se da acceso a los documentos de varios estudiosos, si es que sobre la confron-
tación con la política racial algunos de ellos dejaron alguna reflexión escrita; si,
sobre la cuestión, llegaron a reflexionar. Sólo en el caso de que pudiéramos hallar
156 Anna Treves

alguna luz sobre ese tipo de itinerarios, podremos quizá llegar a interpretaciones
más complejas y a responder a interrogantes de fondo. ¿Cómo interpretar ese
obstinado limitarse a tratar sólo de temas demográficos? ¿Se trató de una forma
consciente y deliberada de no colaborar con las opciones racistas? ¿De una cons-
ciente autoexclusión de las políticas raciales? ¿Era un modo de gritar el propio
no a esas políticas? ¿O se trató simplemente —como supongo que fue en la ma-
yoría de los casos— de una continuación del propio oficio indiferentes a cuanto
estaba sucediendo? Interrogantes que naturalmente no se formulan en el caso
de aquellas personas —pero fueron, ya se ha dicho, relativamente pocas— que
declararon explícitamente que aprobaban la política de la raza. Y luego está el
caso de Livio Livi. Como se ha visto, aceptó entrar en el Consejo Superior para
la Demografía y la Raza y siguió en su cargo de director del Comité de Estudios
también cuando éste pasó a depender de Demorazza: contribuyó con ello, cier-
tamente, con su autoridad, a respaldar la política racista. Pero, con su evidente
limitación investigadora al campo de la demografía, contribuyó quizá a salvar
de alguna manera la demografía de la contaminación con el racismo. ¿Se trató
de una elección consciente? ¿O por el contrario era esa que he manejado como
hipótesis una idea que ni siquiera llegó a rozarlo?

5. DESPUÉS DE LA GUERRA

Hay, en suma, todavía mucho que no entendemos sobre lo que ocurrió real-
mente durante las dos guerras en el mundo de los demógrafos, qué orientacio-
nes reales y qué tensiones internas había detrás de ciertos comportamientos y
decisiones públicas. Ello nada quita, sin embargo, a un dato de fondo: que en el
recuerdo, en el imaginario colectivo aquella fase consolidó más que nunca la idea
de la demografía como ciencia fascistoide. Es éste un legado que condicionó de
modo absolutamente determinante la evolución de los estudios demográficos en
Italia en la época sucesiva a la caída del fascismo. Se puede afirmar sin más, inclu-
so, que la experiencia, tan compleja, de la relación con el régimen, ha constituido
en cierta medida la clave de la historia de esta disciplina en nuestro país después
de la guerra, durante varios decenios.
Precisamente por esto, la senda principal para captar en profundidad los
caracteres y, sobre todo, el peso y la penetración del vínculo entre cultura de-
mográfico-estadística y fascismo, debería pasar en mi opinión a través de la ob-
servación de lo que sucedió tras la caída del fascismo, a través del análisis de los
acontecimientos, de los itinerarios de la cultura demográfica de la posguerra. Un
terreno que está todavía, en gran parte, por arar.
Me gustaría destacar tan sólo un tema. Caído el régimen, los demógrafos-
estadistas salieron de forma radical de la escena, perdieron el papel en cierto
modo público y de prestigio que habían disfrutado hasta aquel momento; o, más
aún, renunciaron a él. De un solo golpe, ése es el aspecto más elocuente, el que
más impacta, cambiaron sus intereses prioritarios, sus temas de estudio: no sólo,
Demógrafos, fascismo, política de natalidad. Nodos problemáticos… 157

durante muchos años, no se ocuparon ya de nacimientos, sino que además se


ocuparon bastante menos de demografía, dirigieron su atención cada vez más a la
estadística, en algún caso a la sociología o incluso a la antropología. Fue como un
cambio de piel. Es difícil no interpretar una transformación tan impresionante
como un indicio de hasta qué punto sentían pesar el hecho de que para la opi-
nión común la idea misma, el término mismo de demografía, estaba asociado de
modo inextricable con el recuerdo del régimen. No había remedio: pronunciar la
palabra demografía significó, aún muchos años después de la guerra, pronunciar
uno de los tantos nombres del fascismo. Decir demografía, y mejor no hablar
siquiera de política demográfica, corría el riesgo de sonar fascista, sonaba fascista.
Esta situación se prolongó durante mucho tiempo también después del período
de la inmediata posguerra. Los demógrafos, o mejor los ya anteriormente demó-
grafos, siguieron ocupándose poco de demografía, y poquísimo de natalidad,
al menos hasta mediados de los años 60, años de inflexión para la historia de la
demografía por tantas razones, incluida la desaparición casi simultánea de los
grandes maestros. Y siguieron, en todo caso, fuera de la escena pública al menos
hasta el congreso sobre población de Bucarest, en 1974.
Todo ello, es evidente, configura un juicio, una valoración, una interpre-
tación: una interpretación que los demógrafos mismos daban sobre su propio
pasado. Y es precisamente ese intento de distanciarse del pasado, hablando de
algo diferente, lo que nos ofrece la clave y la medida de hasta qué punto les había
resultado oneroso el nexo con el fascismo.
Otro aspecto que debe ser subrayado particularmente es que a la conciencia
de lo sucedido en el pasado, a la sensación de cuánto pesaba sobre ellos, corres-
pondió en los demógrafos no sólo en los primeros años de la posguerra, sino
durante un período larguísimo, en cierto sentido hasta ahora mismo un rechazo
a mirar hacia ese pasado, un negarse a reflexionar sobre la propia historia. Y eso
también en una fase como la que se inicia en los años 60, en la que se asistió a un
enorme incremento, casi a una explosión, de la historiografía sobre el fascismo,
y poco a poco se difundió la capacidad de razonar sobre ese período en términos
de «comprensión histórica y no de proceso». Fue tan radical la «autocensura» de
los demógrafos que se llegó a un paradójico olvido incluso de lo que ellos mis-
mos habían pensado y escrito. No puedo profundizar en este argumento, pero,
por increíble que pueda parecer, frente a las grandes transformaciones demográ-
ficas que estaba viviendo Italia en los años 50 y 60, se utilizaron bastante poco
los refinados instrumentos interpretativos creados en el período de entreguerras,
o incluso pareció que a veces se olvidaban los resultados alcanzados en el análisis
de la realidad, como, por ejemplo, los de las migraciones internas o la recupera-
ción de la natalidad de finales del los años 30 (Treves, 1976, 2003). Casi como
si los estudiosos ignorasen por completo la riquísima cultura demográfica de que
habían sido protagonistas. Pero, naturalmente, también en este caso se trata de
una interpretación, de una hipótesis de trabajo.
158 Anna Treves

6. UN AUSPICIO

Todo, en definitiva, induce a ver en los acontecimientos del período fascista


y en la experiencia, tan compleja, de la relación con el régimen, algo como el
eje de la historia de la cultura demográfica italiana a lo largo de gran parte del
siglo xx. Es por eso por lo que la conclusión a la deseo llegar «por obvia que pue-
da parecer» está en el auspicio de que los advenimientos de la población italiana
en el período de entreguerras, la historia de los demógrafos y la demografía y las
relaciones entre demografía y política en aquellos años, puedan en el futuro ser
estudiados ampliamente, y que la atención de los investigadores se dirija poco
a poco a reflexionar cada vez más sobre los años sucesivos al final del conflicto,
hasta llegar al menos hasta la gran inflexión de los años 70. En particular, sería
muy valiosa la aportación de estudios conducidos desde el punto de vista y con
la sensibilidad y las competencias específicas de los especialistas de las ciencias
demográficas.
Todo esto con la convicción de que la cultura demográfica no atañe solamen-
te a los especialistas, sino que, por el contrario, es un aspecto significativo del co-
nocimiento que una sociedad tiene sobre sí misma. También en este sentido, una
reflexión más amplia acerca del propio pasado por parte de los demógrafos puede
representar una contribución de importancia crucial, tanto más en un momento
en que el tema de la política en el terreno de la población y en particular en el de
la natalidad ha vuelto a revestir tanta relevancia en el debate público y político.

BIBLIOGRAFÍA

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La calle: el icono de Italia en la literatura
de viaje alemana entre el Setecientos y el Ochocientos*
Teodoro Scamardi
Universidad de Bari

1. MITO Y ANTI-MITO DE ITALIA EN ALEMANIA

Durante siglos Italia tuvo que desenvolver un papel importante en el desarro-


llo de la civilización europea, primero como centro del imperio y de la religión y
después como patria del humanismo y del renacimiento, conjuntamente con la
presencia de la Santa Sede como centro de la diplomacia internacional y a partir
del Setecientos, como patria de las artes. Todo esto dio vida a representaciones
míticas culminadas, entre los siglos xvii y xviii, durante el fenómeno cultural de
moda que fue El Viaje a Italia, en forma de Grand Tour, «a part of education»
(Bacon), para la formación del joven aristocrático europeo. En particular, por
lo que concierne a Alemania, a partir de la segunda mitad del Setecientos, Italia
ha dado vida a un sentido cultural, el «mito de Italia», que ha tenido hasta hace
poco tiempo, una fuerte incidencia en la cultura alemana, literaria, figurativa,
musical… Este mito forma parte de un programa cultural, el clasicismo de Wei-
mar, la deutsche Klassik, que representa la respuesta alemana a los problemas de la
modernidad. Si los ingleses respondieron con sus «revoluciones», desde la Glo-
riosa de 1688, a la de la agricultura y la industrial, y los franceses con la gran Re-
volución, los alemanes incapaces de encontrar una respuesta a los problemas de
la modernidad en el campo de la práctica política y social, la buscaron en todos
los ámbitos, partiendo de la reflexión teórica. A la destrucción de la modernidad,
responden con la búsqueda de la totalidad; a la disipación y el desorden, con la

* Traducción de Maria del Remei Erro Mas.


162 Teodoro Scamardi

búsqueda del equilibrio entre realidad interior y realidad exterior; a la relación


naturaleza y sociedad con la construcción de un orden de valores homogéneos.
En este orden confluyen, por una parte la herencia herderiana del vínculo orgá-
nico entre las partes y el todo, y por la otra, los valores de un cristianismo secu-
larizado. Italia —es esta la esencia del mito italiano de los alemanes— engloba
en sí misma algunas contradicciones de lo moderno en una síntesis armónica. Es
evidente que una perspectiva semejante necesitaba extrapolarse, concretamente
no ver los aspectos negativos de la realidad italiana —y vaya si habían—, así que,
como en todos los mitos, también en el mito de Italia, la Italia real aparece pero
no en su totalidad, tanto es así que la composición del icono poético que mejor
representa Italia, el famoso Kennst Du das Land wo die Zitronen blühen… (Co-
noce el país donde nacen los limones…), precede el viaje a Italia.
En el origen del mito, como se conoce, está Winckelmann, pero sin los cen-
tenares de relatos de viajes italianos hechos por viajeros a la vez desconocidos y
de obras de invención, naturalmente de valor desigual, que traducen los tópicos
periegéticos en tópicos literarios, el mito italiano probablemente no se hubiera
consolidado y no hubiera tenido la repercusión que de hecho ha tenido.
Las relaciones entre Italia y Alemania son complejas y particulares, hay cons-
tancia de ello en el refrán que dice «Los italianos admiran a los alemanes, pero no
los aman. Los alemanes aman a los italianos pero no los aprecian.» Como se pue-
de intuir también en estas palabras, el mito coexiste con el antimito; un mito con
valor negativo que ahonda sus raíces en el antipapismo de Lutero, que empieza
en Roma, acaba por abrazar toda Italia y que ha estado presente desde siempre
entre las clases populares (el mito italiano en su valencia positiva es esencialmen-
te un fenómeno culto), que se nutre de estereotipos, tópicos, clichés, prejuicios
que se quedan casi inmutados en los siglos y se perpetúan en los chismes de cer-
vecería o en los periódicos populares y en las revistas de nuestros días (italianos
de poco fiar, caóticos, timadores, ociosos, holgazanes, superficiales, que nunca
llevan a cabo una guerra con el mismo aliado con el cual habían empezado)1.
Entre las publicaciones que más representan el polo del antimito se encuentran,
a caballo entre los siglos xviii y xix, los volúmenes: England und Italien (Ingla-
terra e Italia) de Johann Wilhelm von Archenholtz2, las Erinnerungen von einer
Reise aus Liefland nach Rom und Neapel (Memorias de un viaje de Livonia a Roma
y Nápoles) de August von Kotzebue3, el volumen Italien wie es wirklich ist. Bericht
über eine merkwürdige Reise in den hesperischen Gefilden, als Warnungsstimme für
alle, welche sich dahin sehnen (Italia, como es en realidad. Relato de un viaje notable
en los Campos de la Hesperia, que sirva de orientación para todos aquellos que se

1
Véase, por último, el volumen de Gian Enrico Rusconi, Italia, Alemania, Europa. Desde el
estado de potencia a la «potencia civil», Turín, Einaudi, 2003.
2
Johann Wilhelm Archenholz, England und Italien, Carlsruhe, 1787.
3
August von Kotzebue, Erinnerungen von einer Reise aus Liefland nach Rom und Neapel,
Berlín, Frölich, 1805, edición de la cual se cita, con la indicación del volumen y del número de
la página entre paréntesis en el texto.
La calle: el icono de Italia en la literatura de viaje alemana entre el Setecientos… 163

mueren de ganas de ir) de Gustav Nicolai4, todas estas publicaciones provocaron


en su época un largo debate.
En el ámbito de la representación de Italia, y esto vale ya sea para la crea-
ción del mito o para su destrucción, el sitio que más concentra en sí mismo el
espíritu italiano, hasta convertirse en un icono, es a partir de la segunda mitad
del Setecientos, la calle. A través de la observación y la representación de la apa-
rente casualidad del flujo de la vida cotidiana como se manifiesta en la colorada
y abigarrada realidad callejera, el escritor-viajante tiene modo de definir, parte
por parte, su idea de Italia. Como es normal, en su mirada y su escritura operan
sobre el resultado final condicionamientos de varios tipos: desde los estereotipos
y prejuicios de la tradición a las propias aversiones personales; de los gustos
personales determinados por su experiencia de vida y de la propia formación
cultural a las grandes redes histórico-culturales. Por motivos de espacio, en mi
análisis me centraré en los decenios comprendidos entre finales del Setecientos
y principios del Ochocientos, examinando las páginas relativas en su mayoría a
los grandes centros urbanos del sur, Nápoles y Palermo, donde en la conciencia
de los alemanes de esos años, Italia «es más Italia» tanto que, como ya se sabe, de
Sicilia, Goethe dirá que «Italia sin Sicilia no grabaría ninguna imagen en el alma:
aquí se encuentra la clave de todo» (272)5.

2. LA CALLE ICONO DE ITALIA

La calle, por lo tanto, es el icono de Italia. No siendo así durante la época del
Grand Tour, cuando la atención del viajante está, por lo general, puesta al inventa-
rio de iglesias, monumentos, obras de arte, escritos latinos, curiosidades, y la per-
cepción de la realidad humana pasa a través del contacto con personajes públicos
en sitios representativos (academias, bibliotecas, conversaciones), pertenecientes a
la propia clase social (la del viajero), raramente a través de la observación de la vida
del día a día y de la gente común. Por lo tanto, no será de extrañar que las alusio-
nes de la calle de un Johann Caspar Goethe que viene a Italia en el 1740 y cuya
sensibilidad cultural se coloca en el ámbito del Grand Tour tienen que ver con su
materialidad o con la auto-representación de personajes importantes que desfilan
por las calles en carrozas o palanquines imponentes, tanto que «el caminar es muy
incomodo»6. Sólo de refilón vienen considerados otros aspectos que tenían que
ser relevantes como, por ejemplo, las tiendas «de cualquier tipo de víveres, como

4
Gustav Nicolai, Italien wie es wirklich ist. Bericht über eine merkwürdige Reise in den hespe-
rischen Gefilden, als Warningsstimme für alle, welche sich dahin sehnen, Leipzig, Otto Wigand’sche
Verlags-Expeditions, 1834.
5
Johann Wolfgang Goethe, Viaje a Italia, traducción de Manuel Scholz Rich, Ediciones
B, 20012, edición de la cual se cita, con la indicación en el texto del número de la página entre
paréntesis.
6
Johann Caspar Goethe, Viaggio in Italia (1740), con una introducción de Arturo Farinelli,
Reale Accademia d’Italia, 1932-X, vol. I, pág. 39.
164 Teodoro Scamardi

peces, carne, vino, etc.» que estropean «el panorama», o las freidurías callejeras
que con el «olor de las cosas fritas» molestan mucho a «la nariz alemana»7. Viene
registrado —pero esto tiene que ver con la particular, interesada, atención que el
luterano tiene para los aspectos más discutibles de la práctica católica— que, por
ejemplo, es en la calle donde en una «fosa o un agujero tapiado» se tiran «sin orden,
uno encima del otro, niños desamparados, de nuevo nacidos y muertos», por el
hecho de que «estos infelices muertos (…) delante del bautismo» no se merecen
mejor sepultura destinados como están al limbo8. Por lo que atañe a las carrozas
y los palanquines que llenan las calles napolitanas, éste es un dato que perdura en
el tiempo. También Archenholz, a distancia de decenios, anota que en Nápoles el
número de las carrozas sería el mismo que en París y que estas carrozas serían in-
cluso más pomposas, al estar tiradas por seis bellos caballos napolitanos y seguidas
de una «masa de servidores y lacayos vestidos ricamente» (362). También Kotzebue
tomará nota, con sarcasmo, de esta manía de los nobles napolitanos de ir siempre
y donde sea con la carroza:

Por estas partes, no hay peor desgracia en el mundo que ir a pie; y por eso, a
un pobre diablo que lo ha perdido todo en el juego, no se le dice que ya no tiene
nada para comer, mas se le compadece exclamando: «¡Pobrecito! Va a pie»9.

3. JOHANN WOLFGANG GOETHE,


LA CALLE Y LOS HOLGAZANES

Es en Weimar, gracias a la presencia de Goethe y no sólo por eso10, que nace


el mito italiano. El Viaje a Italia goethiano, que, por supuesto, no es posible
reducir a la dimensión de un simple diario de viaje, tiene un carácter compuesto
con una consciente estructuración épica (redactado a distancia de casi treinta
7
En pág. 40.
8
En pág. 41.
9
August von Kotzebue, ob. cit. pág. 128.

Un papel importante en la promoción del conocimiento de Italia en Alemania lo tuvo el
bibliotecario de Weimar, Christian Joseph Jagemann (1739-1804), que llegó a Weimar en 1774
después de más de quince años transcurridos en Italia, sobre todo en Toscana. Autor, además de
publicaciones literarias sobre la poesía italiana, de una gramática de la lengua italiana (Italienis-
che Sprachlehre zum Gebrauche derer. Welche die italienische Sprache gründlich erlernen wollen, Lip-
sia, 1792), de un diccionario de la lengua italiana y alemana (Nuevo diccionario Italiano-Alemán
y Alemán-Italiano. Primera parte, donde las palabras italianas se convierten en alemán, Lipsia, 1799;
segunda parte, donde las palabras alemanas se convierten en italiano, Lipsia, 1800), del volumen, en tres
tomos, Briefe über Italien (Cartas sobre Italia), también fue editor (y principal autor) de un diario,
La Gazzetta di Weimar, que salió en Weimar desde enero de 1787 hasta junio de 1788, en lengua
italiana, e informaba de todo lo que pasaba en Italia, desde la política hasta la literatura, desde la
búsqueda científica hasta las costumbres tradicionales. Sobre Jagemann, véase Maria Teresa Dal
Monte, Christian Joseph Jagemann: un italianista del setecientos en Alemania, Imola, Galeati, 1970 y
Teodoro Scamardi, «Christian Joseph Jagemann: Il carattere nazionale degli italiani e il cicisbeis-
mo», Bollettino del CIRVI, núm. 48, enero-junio 2003, págs. 221-248.
La calle: el icono de Italia en la literatura de viaje alemana entre el Setecientos… 165

años a partir del viaje refleja el consciente de Goethe, próximo a los setenta años,
que mira a su experiencia italiana con ojos diferentes respecto a aquellos de los
años 1786-1788). Más que el relato de un viaje, es una novela, la novela italiana
de Goethe, nueva también en la forma. En las primeras páginas son introduci-
dos, como en una ouverture, los temas que serán desarrollados durante el curso
de la narración, el primero de todos es el de la calle, sitio abierto, escenario de
la vida italiana, opuesto a interior, sitio cerrado, escenario de la vida alemana.
Esta oposición acompaña la otra, no menos productiva, entre sol (sur) y niebla
(norte) «…nosotros, los cimerios, apenas sabemos qué es el día. Envueltos en ti-
nieblas eternas, poco nos importa si es de día o de noche, puesto» (54). Llegado a
Torbole, sus costumbres mentales (de Goethe), sus criterios de evaluación vienen
puestos a dura prueba, precisamente por una escena callejera que a los ojos de
un alemán se presentaría como un oxímoron en la convivencia «natural» de ocu-
pación laboral y charla cotidiana, «actividades» que para un alemán formaban
—y forman— parte de ámbitos distintos y separados: «Las vecinas se pasan el
día entero corroteando a gritos, pero al mismo tiempo todas tienen quehaceres.
Aún no he visto aquí ninguna mujer ociosa» (35).
Análogamente en Verona:

Aquí la gente se entremezcla de forma muy animada por las calles en un


espectáculo muy alegre, en especial en aquellas vías donde se concentran los
comercios y los puestos de artesanos. Aquí las puertas de los talleres y las tien-
das nunca están cerradas, el establecimento permanece abierto de par en par,
de manera que desde fuera se ve hasta el fondo del mismo y se puede contem-
plar todo lo que allí sucede. Los sastres cosen, los zapateros tiran de la hebra
y pican, todo ello prácticamente en la calzada, incluso se diría que los talleres
forman parte de ésta. De noche, cuando están encendidas las luces, la imagen
rebosa vida.
Cuando hay mercado, las plazas están muy llenas, la cantidad de fruta y
verdura expuesta en él es inabarcable por la vista, hay todo el ajo y la cebolla
del mundo. Además se grita, bromea y canta durante todo el día; unos se aba-
lanzan sobre otros, se pelean, emiten exclamaciones de júbilo y ríen sin cesar.
El aire suave y los precios módicos de los alimentos permiten vivir con ligereza,
y a poco que puedan al aire libre.
Por las noches es cuando de verdad empiezan los cantos y el ruido. La can-
ción Mambrú se fue a la guerra se oye por doquier, luego un tímpano, después
de un violín. Se diría que se ejercitan en imitar mediante silbidos a cualquier
especie de pájaro, y los más singulares tonos ahogan otros sonidos en las calles
de la ciudad. Este sentimiento exuberante de la existencia que confiere el clima
benigno también se da entre la gente pobre, e incluso la sombra del pueblo
parece más luminosa y venerable (56).

Todos estos micrologismos quieren suministrar al lector una primera clave


de lectura de la realidad italiana fundada sobre el concepto de permeabilidad
166 Teodoro Scamardi

(porosidad dirá Benjamín en el mil novecientos) en contraposición a la rígi-


da delimitación de los espacios sociales y de su impermeabilidad en los países
nórdicos. Éste es un contacto inédito, donde confluyen análisis psicológico e
intuición antropológico-cultural, protegido de estereotipos y prejuicios —pero
no del mito—. Es en este cuadro que la tan pretendida suciedad de los italia-
nos —tópico obsesivo de la literatura de viaje sobre Italia— viene fuertemente
reajustada:

La falta de limpieza y comodidad en las casas, que a nosotros tanto nos


llama la atención, tiene el mismo origen: sus moradores siempre están fuera y
en su despreocupación no piensan en nada. Al pueblo todo le parece bien, el
ciudadano medio vive al día, el rico y distinguido se encierra en su casa, no tan
confortable como las del norte. Las reuniones mundanas se celebran en locales
públicos. Los vestíbulos y los pórticos están repletos de inmundicias, pero se
considera algo natural. El pueblo no retrocede ante nada. El rico podrá ser rico
y construirá palacios; y el noble, por su parte, gobernará, pero los claustros
o vestíbulos que construyen los pudientes son utilizados por el pueblo para
sus necesidades, y ninguna es más urgente que la de expulsar, lo más rápido
posible, todo aquello que han ingerido durante el día tan a menudo como han
podido. Si alguien se propone impedir esto no debe dárselas de gran señor, esto
es, no debe proceder como si una parte de su vivienda perteneciera al público,
sino cerrar sus puertas a cal y canto, y en paz. Con mayor motivo la gente no
se deja privar de su derecho a utilizar a su antojo los edificios públicos, y de eso
se quejan los extranjeros en toda Italia (57).

También esta evidencia es interpretada como expresión de la naturalidad de


la vida italiana en oposición a la civilización de las buenas maneras vista como
resultado de un freno progresivo del instinto natural. Cuando al inicio del viaje,
aún en Torbole, Goethe, teniendo que satisfacer ciertas necesidades fisiológicas,
se dirigió a un siervo, éste, con naturalidad, le indica la calle: «Qui abasso può
servirsi!» (¡Aquí abajo puede servirse!). No comprendiéndolo Goethe le pregun-
ta: «Dove?» (¿Dónde?), el siervo, un poco sorprendido, pero con amabilidad,
se lo rebate (el texto en italiano y la trascripción goethiana conservan el acento
veneto): «Da per tutto, dove vuol!» (¡Por todas partes, donde quiera!) (35). Pero
es en Nápoles donde la calle asume importancia: «la gente hace vida en la calle,
sentada al sol siempre que éste luce» (204). El napolitano está convencido de
tener el paraíso, y la idea que él se ha hecho del norte, y que Goethe refiere para
la edificación de sus compatriotas en italiano como prueba de su autenticidad,
se concentra en la frase: «Siempre nieve, casas de madera, gran ignorancia, pero
mucho dinero.» La calle, entonces, en Nápoles se identifica con la vida tout court.
Y esto no vale sólo para el pueblo:

Hoy, como todos los viernes, se ha celebrado el gran paseo de la nobleza,


donde cada cual luce sus carruajes y sus caballos. No hay nada más elegante
La calle: el icono de Italia en la literatura de viaje alemana entre el Setecientos… 167

que estos animales; por primera vez en mi vida se me ha alegrado el alma al


verlos (212).

El mismo sentido de infinito Goethe lo percibe, y nos lo cuenta así, «reco-


rriendo las calles y las plazas, en la Chiaja, en una noche de luna llena» (214).
Pero también la sensación, muy moderna, del individuo que desaparece en la
multitud y el sentido de la soledad vivida, pero no con angustia, sino como un
evento liberatorio, Goethe, que no había estado nunca en París ni en Londres,
los percibe por primera vez en Nápoles, de nuevo por la calle:

Cubrimos el trayecto en dos calesas, porque no nos atrevimos a guiarnos


nosotros mismos en medio de la confusión de la ciudad. El cochero va gri-
tando a cada momento «¡dejen paso, dejen paso!», a fin de que los asnos por-
tadores de leña o de basura, las calesas que vienen en dirección contraria, los
hombres que arrastran cargas o caminan libres, los niños y los ancianos tomen
las precauciones necesarias y se aparten para que nosotros podamos proseguir
nuestro vivo trote sin obstáculos (215).

Aquí las personas no saben absolutamente nada unas de otras, apenas se


dan cuenta de que corretean juntas todo el día arriba y abajo; viven en un
paraíso y van continuamente de un lado a otro, sin fijarse apenas en lo que
les rodea, y, sólo cuando el abismo infernal situado en su vecindad empieza a
causar estragos, recurren a la sangre de San Genaro, del mismo modo que el
resto del mundo se defiende o quisiera defenderse contra la muerte y el diablo
también con sangre.
Pasearse entre una multitud tan infinita y en movimiento continuo es muy
interesante y produce efectos benéficos. ¡Cómo fluye la masa indistinta y, sin
embargo, cómo encuentra cada uno su camino y su objetivo! En medio de tal
multitud y de una animación tan intensa me siento por primera vez realmente
tranquilo y solitario; cuanto más tumultuosas son las calles más sereno me
torno (232).

Los momentos cumbre de la reflexión goethiana sobre la modernidad, el


nexo entre el trabajo, la organización social y la necesidad de alegría para vivir
del individuo pasan a través de la descripción de escenarios callejeros. Me refiero
a las páginas, famosísimas, dedicadas al carnaval romano y al fenómeno de los
holgazanes napolitanos.
Empecemos con el carnaval romano. Goethe inicia el tratado con una des-
cripción de la calle. Nos dice cómo es de larga y nos señala la relación des-
equilibrada entre su amplitud y la altura de los edificios flanqueantes. Para los
peatones están reservadas las alzas del adoquinado en ambos lados, anchas desde
seis hasta ocho pies; el espacio que queda en el centro, que no supera en ninguna
parte los doce o catorce pasos, está reservado a las carrozas.
168 Teodoro Scamardi

Los domingos y días festivos reina una gran animación en el Corso. Al


atardecer, los romanos nobles y ricos acuden allí para pasear en carruaje du-
rante una hora u hora y media en apretadas filas. Los coches descienden del
palacio de Venecia por la izquierda y, cuando hace buen tiempo, pasan por
delante del obelisco, salen por la puerta del Popolo, siguen vía Flaminia y en
ocasiones llegan hasta el Ponte Molle.
Los que vuelven, ya sea temprano o tarde, circulan por el lado opuesto; así,
las dos hileras de carruajes pasan juntas en el orden más perfecto.
A las carrozas de los embajadores se les permite circular en ambos sentidos,
entre las dos hileras, un privilegio del que también gozaba «el Pretendiente»
que residía en Roma con el nombre de duque de Albania (523).

Cuando una campana del Campidoglio da la señal del inicio del carnaval
todos saben que, desde ese momento, se pueden abandonar a la locura:

A partir de ese momento, el circunspecto ciudadano romano, que durante


todo el año se guarda celosamente de cometer ningún desvarío, abandona sú-
bitamente toda su seriedad.
Los pavimentadores, que han estado trabajando hasta el último momento,
recogen sus utensilios y abandonan la labor para empezar a divertirse. Poco a
poco los ciudadanos van adornando los balcones y las ventanas con tapices; en
las aceras, a ambos lados de la calle, se colocan sillas delande de las casas; los
vecinos de condición más modesta y todos los niños salen a la calle, que poco a
poco ha ido adquiriendo el aspecto de gran sala de fiestas, una inmensa galería
decorada.
Al igual que todas las ventanas se hallan adornadas de tapices, también
las tribunas lo están de viejas tapicerías; las numerosas sillas incrementan la
impresión de estar en un salón, y el cielo, benigno, raras veces obliga a recordar
que se está al aire libre.
Así la calle resulta cada vez más habitable. Al salir de casa, no se tiene la
impresión de estar en plena calle y entre gente extraña, sino en un salón y entre
personas conocidas (526).

El desfile de máscaras también es una ruptura sociológica y puede que algo


más que eso: un estudio antropológico. Desde los hombres vestidos de mujer a
las mujeres vestidas de hombre, desde el abogado que agarra a los transeúntes
con máscara o sin ella, amenaza a diestro y siniestro con un proceso, enume-
rando los relatos de los crímenes más ridículos, pero también los más usuales,
con todos los detalles del caso, a las chicas que, disfrazadas de la mejor manera,
aprovechan la confusión para divertirse. Los atuendos corrientes de cualquier
estamento pueden servir también de disfrazes.

Palafreneros con grandes brochas cepillan la espalda de quien se les an-


toja. Los vetturini ofrecen sus servicios con su habitual impertinencia. Más
La calle: el icono de Italia en la literatura de viaje alemana entre el Setecientos… 169

graciosos son los vestidos de aldeanas, mujeres de Frascati, de pescadores, de


barqueros, de esbirros napolitanos, de griegos (529).

Los extranjeros que también forman parte del paisaje romano se levantan
disfrazados: «Los largos ropajes de las gentes del norte, los grandes botones, los
extravagantes sombreros redondos, todo llama la atención de los romanos, y así
el extranjero se convierte para ellos en un disfrazado» (530). Lo mismo vale para
los mozos panaderos alemanes que se veían deambular por la ciudad en estado de
embriaguez. Lo que se representa en la calle es la vida, la vida italiana, claro, pero
también la vida tout court. De la calle italiana Goethe deja al final de su tratado,
una vez llegado, por decirlo así, al miércoles de ceniza, una profunda lección de
vida, es decir:

Los placeres más intensos y mayores sólo aparecen y nos emocionan un


instante, como los caballos que pasan raudos ante nosotros y apenas dejan
huella en nuestra alma; y dado que la vida, como el Carnaval en Roma, es en
suma algo imposible de captar con la mirada, insatisfactorio y lleno de peli-
gros, desearíamos que esta indolente reunión de máscaras permitiera que todos
recordaran la importancia de cada placer momentáneo, con frecuencia de poca
importancia, que la existencia nos brinda (548).

Esta descripción de una parcela de vida que otro observador hubiera repre-
sentado bajo un punto de vista folklorista de la vida meridional, se transforma
en la página goethiana, en una reflexión filosófica y en un inesperado posiciona-
miento afín a la Revolución Francesa y a la revolución tout court: «La libertad y
la igualdad sólo pueden ser saboreadas en el vértigo de la locura».
Pasemos ahora al fenómeno de los holgazanes napolitanos. No hay viajero,
entre el fin del Setecientos y el inicio del Ochocientos, que no dedique a éstos
alguna página. El punto de vista es bastante crítico, o mejor, despreciable. El
barón Montesquieu (172) habla de ellos como los «hombres más miserables de
la tierra», «sin arte ni parte, [que] viven de hortalizas y que van vestidos sólo
con unos calzones. Y se dejan instigar fácilmente»11 (Montesquieu piensa en
Lázaro Masianello, que en la mitad del Seiscientos había promovido la primera
insurrección popular violenta, que no fue muy aceptada por la aristocracia eu-
ropea). Las reflexiones de Goethe son de otro tipo. Para empezar responde a la
indicación de Volkmann sobre la presencia de 40.000 holgazanes en Nápoles,
registrada más tarde por otros viajeros, y lo hace no corrigiendo la cifra, sino
iniciando una crítica de principio:

Mis conocimientos adquiridos sobre la situación meridional me hicieron


sospechar que se trataba de una opinión propia de la gente del norte (350).

11
Montesquieu, Viaggio in Italia, Editori Laterza, 1990, pág. 222.
170 Teodoro Scamardi

Para verificar la afirmación de Volkmann sale a la calle. Y así, caminando


por ese «impresionante y laberíntico hormiguero» que son las calles de Nápoles,
empieza a «familiarizarse con las diversas figuras para enjuiciarlas y clasificarlas
según su porte, traje, conducta y ocupación» (350). Así descubre: «…aunque
encontré mucha gente mal vestida, no vi a nadie desocupado» (350): y si al-
guno por casualidad lo está, es debido al hecho de que así lo exige su actividad
laboral:

Los mozos de cuerda que cuentan con puestos privilegiados en las distintas
plazas y sólo esperan a que alguien solicite sus servicios; los caleseros con sus
mozos y criados, que se ven en las grandes plazas junto a sus calesas tiradas por
un solo caballo, cuidando sus animales y dispuestos a servir a quien los llame;
los marineros que fuman su pipa en el muelle, los pescadores echados al sol, tal
vez porque sopla un viento contrario que les impide hacerse a la mar. También
vi muchos que iban y venían, pero la mayoría de ellos mostraba algún signo
de su actividad. No vi ningún mendigo a excepción de personas muy viejas
o discapacitadas por deformaciones físicas. Cuanto más miraba en derreror y
con más atención me fijaba menos conseguía localizar verdaderos ociosos, ni
entre la clase baja y media; ni por la mañana ni durante el resto del día, sin
distinciones de edad o sexo (351).

Los campos más cercanos a Nápoles son una gran huerta y da alegría
ver las grandes cantidades de hortalizas que se transportan a la ciudad en
los días de mercado, y cómo esos hombres emprendedores vuelven a llevar
inmediatamente los desechos vegetales a los campos para acelerar el ciclo
natural.
Dado el increíble consumo de hortalizas, los troncos y hojas de coliflor,
brécol, alcachofas, repollos, lechugas y ajos constituyen la mayor parte de la
basura napolitana y son lo más solicitado. Sobre el lomo de un borrico se co-
locan dos grandes cestas flexibles, que no sólo se llenan hasta arriba, sino que
encima de cada una se amontona con mucho arte toda una pirámide. No hay
huerto que pueda subsistir sin ellos. Un mozo, un chico o a veces el patrón
mismo van y vienen tantas veces como haga falta del huerto a la ciudad, que
para ellos es una rica mina de ganancias a cualquier hora del día. Es fácil imagi-
narse con cuánta atención esos basureros van en busca de estiércol de caballos
y mulos (352).

Goethe anota las miles de ocupaciones de la calle, desde los vendedores de


limonada: «dan vueltas con toneles de agua helada, vasos y limones para hacer
en cualquier sitio limonada al instante, una bebida que ni el más pobre deja de
tomar», a otros que «andan con bandejas sobre las que llevan botellas con diver-
sos licores y copitas en forma de cono, metidas en anillos de madera para que no
se caigan» y aún otros que «llevan canastas llenas de toda clase de pastas dulces,
golosinas, limones y otras frutas», y «parece que todos quisieran contribuir y
La calle: el icono de Italia en la literatura de viaje alemana entre el Setecientos… 171

participar en la gran fiesta del placer que en Nápoles se celebra a diario» (352).
La reflexión final tiene paradoja:

Cierto es que a cada paso se ven personas mal vestidas e incluso andrajosas,
pero eso no implica que sean perezosas ni holgazanas. Hasta me atrevería a
defender la paradoja de que en Nápoles, comparativamente, la mayor parte de
la industria se halla en manos de la clase más baja (353).

Goethe no esconde que la distinta operatividad del norte tiene que ver con
las distintas condiciones climáticas que en el norte, inclementes, obligan «a la
previsión y el recaudo», e incitan, «las mujeres han de salar y ahumar para proveer
la cocina durante todo el año y los hombres deben almacenar reservas de leña,
frutas y forraje para los animales, por eso la mayoría de las horas y de los días de
buen clima se dedican al trabajo y no hay tiempo para disfrutarlos» (353).

No cabe duda de que los efectos de la naturaleza, invariables durante mi-


lenios, han determinado el carácter, en muchos aspectos digno de admiración,
de las naciones norteñas. En cambio, desde nuestra óptica, juzgamos con de-
masiada severidad a los pueblos meridionales, tan favorecidos por el clima
(…). Un mendigo napolitano podría muy bien despreciar el cargo de virrey
en Noruega o declinar la honra que la emperatriz de Rusia quisiera hacerle
nombrándole gobernador de Siberia (353).

Goethe es consciente de haber tocado un punto importante en la reflexión


sobre la organización moderna de la producción fundada en la división del tra-
bajo que conlleva la pérdida de la totalidad. Si tuviese tiempo —dice— con
placer ahondaría más en este aspecto de la vida napolitana —una empresa «que
precisaría mucho talento y algunos años de observación»— pero piensa que tal
investigación lo llevaría hasta la conclusión final de que «el llamado lazarone
no tiene ni un pelo más de holgazán que las demás clases sociales, y al mismo
tiempo se vería que todos, a su manera, no trabajan para simplemente vivir, sino
para disfrutar, y que incluso trabajando quieren gozar de la vida» (354). Para el
comentario de estas páginas goethianas cedo la palabra no a un crítico literario,
sino a un economista, a Luigi Enaudi, el cual, reseñando la traducción de estas
páginas napolitanas traducidas por Giustino Fortunato para la «Reforma social»
(marzo-abril 1918)12, escribía: «Hay, en estas cartas de Goethe, algunas páginas
que nos hacen venir a la mente la máxima ruskiniana: la verdadera realidad
no es el rédito ni el uso que hacemos de ello; es la vida que nosotros llevamos
en la producción del rédito.» Así que, después de haber resumido las páginas
goethianas y haber propuesto de nuevo las conclusiones que Goethe había saca-
do, continúa así:

12
La recensión Goethe, la leggenda del lazzarone napoletano e il valore del lavoro ahora se en-
cuentra en el volumen Lotte del lavoro, Torino, Enaudi, 1972, págs. 200-206.
172 Teodoro Scamardi

He aquí la filosofía de la vida de los napolitanos del siglo xviii. El acerca-


miento imprevisto entre las observaciones del soberano intelecto alemán y los
aforismos del esteta y reformador inglés puede que no sea casual. Los italianos
pensaron durante demasiado tiempo y muchos lo piensan aún ahora que sea
suficiente importar la industria del sur para elevar a los habitantes a un nivel
aún más alto de felicidad y de bienestar. En estos generosos tentativos hay un
error parcial. La industria da provecho en cuanto crece la masa de cosas útiles
pensadas para el hombre; no en cuanto crece inútilmente, inspirando el amor
del trabajo por el trabajo, provocando el afán de subir y crecer el «trabajo» del
hombre. La antigua sobriedad de deseos, el trabajo cumplido con el objetivo
de hacer la vida más bonita tendría que hacer honor. El problema social más
urgente no es aumentar la riqueza del hombre, sino recordarle el porqué tra-
baja y produce. Puede que los mercaderes, los hortelanos, y pescadores obser-
vados por Goethe sintieran más que los obreros de hoy de los establecimientos
del Ilva a Pozzuoli, la belleza del trabajo cumplido. No se tienen que tirar las
máquinas pero sí hacer la vida más bonita y deseable a los que gobiernan las
máquinas.

4. JUSTUS TOMMASINI Y LAS CALLES DE PALERMO

Demos ahora un salto hasta Palermo. Estamos en los años 20 del Ochocien-
tos. El viajante es Justus Westphal (Justus Tommasini), un geógrafo y matemáti-
co de Schwerin que había escogido Italia como segunda patria13. Tommasini nos
da, para empezar, una primera información breve sobre la estructura urbanística
de la ciudad, «un cuadrado subdividido por dos calles rectas que se encruzan en
ángulo recto a la mitad del itinerario, la calle Toledo o, como la prefieren llamar
los palermitanos el Cassaro, y la calle Maqueda, formando cuatro barrios de di-
mensiones bastante símiles, y los cuales al mismo tiempo están cruzados por
muchas callejuelas, la mayor parte torcidas y estrechas» (20). Mientras las dos
calles principales están formadas por una serie de edificios, las callejuelas internas
son «tan estrechas y sucias que si uno por casualidad se ha encontrado una vez
allí dentro yendo de paseo sin meta y sin ninguna necesidad, se guardará bien de
arriesgarse a ir allí una segunda vez» (20-21). Para darnos una idea de la ciudad,
Tommasini se pone en el lugar de un observador de la calle, se trata de la calle
Toledo, el actual Corso Vittorio Emmanuele, en las distintas horas del día: desde
las primeras luces del alba hasta la noche profunda. El punto de observación es,
como en muchas «metrópolis» de la segunda mitad del Ochocientos, el balcón
que da a la calle. Al alba, mientras la mayor parte de la gente aún duerme, se pue-
de ver un mozo o un obrero dirigiéndose a su dura jornada de trabajo. Se abre un
balcón y he aquí que se asoma «una bella mujer (…) en negligé» para tomar una

13
Justus Tommasini, Briefe aus Sizilien, Nicolaische Buchhandlung, Berlin und Stettin, 1825,
edición de la cual se cita, con la indicación del número de la página en el texto entre paréntesis.
La calle: el icono de Italia en la literatura de viaje alemana entre el Setecientos… 173

bocanada de aire fresco. Mientras llega la mañana, la ciudad empieza a despertar.


Mujeres de edad se dirigen a la iglesia, sea por costumbre, sea por aburrimiento;
entre ellas hay jóvenes cubiertas con un chal blanco, pero con una motivación
diferente —no faltar a una cita galante—. Si no quieres perderte la ocasión de
conocer a alguna mujer interesante tienes que coger el abrigo e ir a misa. No
hagas caso al rostro grave de la vieja que acompaña a la joven: llegada la ocasión
está dispuesta no a cerrar un ojo sino los dos. Mientras tanto se ha hecho de
día. Los cabreros han entrado en la ciudad con su rebaño e invitan a comprar su
leche: «Latte! Latte friscu! Chi vuol buon latte di capra!» (dialecto siciliano) (¡Le-
che, leche fresca! ¡Quién quiere leche buena de cabra!) Una sierva, en enaguas
y camisón, se asoma a la puerta de casa con un recipiente. El cabrero, con una
mano mantiene el recipiente debajo de la tetilla de la cabra mientras con la otra
la ordeña poniendo esmero en hacer mucha espuma: así da la impresión de que
el recipiente está lleno antes de que lo esté de verdad. Los señores del cuarto y
quinto piso, con una cuerdecilla, hacen bajar un recipiente dentro de una cesta
para después izarla con cuidado para que no caiga la leche. Los campesinos em-
pujan sus asnos con las canastas llenísimas de verduras ofreciendo sus productos:
«Carote! Oh che belle carote! Vrocculu! Cucuzze di stidda! Chi vuol finocchiu?
Lattuga, bella lattuga!» (dialecto siciliano) (¡Zanahorias! ¡Oh, qué zanahorias más
bonitas! ¡Brécoles! ¡Calabazas! ¿Quién quiere hinojo? ¡Lechuga, bonita lechuga!),
mientras el hortelano, por su parte, ofrece «Muluni di tavola! Puma d’amuri!
Pitrusinu! Oh che belle fraule! Che belle fraule!» o «Portogalli! Belli portogalli!»
(¡Melones! ¡Tomates! ¡Perejil! ¡Oh, qué fresas más bonitas! ¡Qué bonitas fresas!
¡Naranjas! ¡Naranjas bonitas!) Después de haber dado la vuelta por las calles,
los campesinos y los hortelanos llegan a su sitio en el mercado. Mientras tanto,
abren el bar y los propietarios sacan fuera las sillas para quien quiera tomarse
el café en el exterior. Durante el rito cotidiano del café se sientan, uno al lado
del otro, el marqués con el coronel, el abad con el mozo. Las amas de casa, para
refrescar, mojan la calle delante de la puerta de casa. Mientras, una después de
otra, abren todas las otras tiendas. La gente se levanta temprano, porque por la
tarde todos harán la siesta, así que, ya una hora después del alba, toda la ciudad
está en pleno movimiento. Quien tiene que vender algo, expone sus cosas sobre
una banqueta o una mesita. Los libreros ambulantes ofrecen su mercancía: libros
de iglesia, libros de oraciones y de edificación, clásicos latinos, también textos de
cancioncillas, en dialecto, que tratan sobre los hechos más disparatados: desde
la historia de un capitán de bandoleros hasta la descripción de la creación del
mundo y del Juicio Universal. Lisiados piden caridad exhibiendo sus malforma-
ciones y sus infortunios. Viejos inhábiles, pero también jóvenes con buena salud
y con pocas ganas de trabajar, piden limosna suplicándote que les des algo por
las llagas de Nuestro Señor y por la Virgen Santísima. Si los complaces, invocan
sobre ti la protección de los santos, robándote, si pueden, el pañuelo del bolsillo.
No sirve de nada alejar esta masa de pordioseros, porque no tienes tiempo de
alejarlos que ya los tienes de nuevo encima, como las moscas. Los aguadores dan
vueltas con un botellón de agua en una mano y en la otra limones, corren detrás
174 Teodoro Scamardi

de ti y te invitan chillando a grito pelado que aproveches su oferta: «Acqua, sig-


nori! Acqua frisca! Chi beve acqua con limune!» (siciliano) (¡Agua señores, agua
fresca! ¡Quién bebe agua con limón!) Y cuando te giras para mirarles a la cara,
están tranquilos y silenciosos como si nunca hubieran abierto boca. Mientras, un
batallón de soldados austriacos a la vuelta de una maniobra cruza la calle al ritmo
de una marcha militar mientras todos se paran para escuchar la música, atraídos
sobre todo por el redoble del tambor. Si no sabes escribir, puedes, con compen-
sación, hacerte escribir una carta o una súplica por un escribano callejero. Los
cocheros paran a los paseantes ofreciéndose para acompañarlos con su carroza, y
no es fácil deshacerse de su indiscreción. Está arraigada la costumbre del reposo
posmeridiano. Después de la siesta la vida de la calle empieza de nuevo con la
misma vitalidad de antes. Están muy difundidos los juegos de calle como el
juego de la petanca, que en Palermo se juega sustituyendo las bolas por naranjas
y, el juego más italiano, el juego de la morra. Otros se reúnen delante de los des-
pachos de billetes de lotería para jugar sus números con obstinación. A menudo
se piden los números que se van a jugar a los extranjeros porque son luteranos,
considerados herejes y, por lo tanto, de algún modo emparentados con el diablo
—ésta es una motivación a raíz de una argumentación aparentemente extraña,
porque revela cuan profundos son el prejuicio y la aversión hacia los protestantes
en tierra católica—, se les atribuye poderes ocultos (23 sg.). La calle también es
la pasarela de la nobleza:

Una multitud de equipajes más o menos elegantes con uno o dos servi-
dores en librea de pie en la parte posterior desfila por la calle Toledo en una
fila larga y, pasando por la Puerta cerca del mar, se dirige hacia el paseo por la
rambla. Jóvenes señoras acicaladas están sentadas con sus acompañantes en las
carrozas y hacen lo posible para mostrar el mejor lado al público, sobre todo
a los señores jóvenes que dejan traslucir su mismo deseo galopando con deli-
cadeza sobre sus caballos, generalmente no demasiado bonitos, o caminando
entre las filas de carrozas (40 sg.).

Solo el siroco consigue mantener en casa a la gente, nobles y plebeyos. «Di-


cen que las damas se estiran desnudas sobre las mesas de mármol para que las
siervas les tiren agua. Por todas partes se barren muy cuidadosamente las puertas
y las ventanas de las habitaciones y se moja continuamente el suelo», como re-
cuerda Georg Arnold Jacobi14. Las reuniones llamadas Conversaciones, se dan en
las casas privadas, por lo general en el Casino de los nobles donde uno se puede
sentir libre como en la propia casa, o en la Marina. Pero es de nuevo en la calle,
de paseo, posiblemente al atardecer, en la oscuridad, que se estrechan los amo-
res, tanto que «para favorecer mejor el placer y la intriga, hay costumbre de que
nadie, sea de la condición que sea, pueda traer consigo una luz. Los candelabros

14
Georg Arnold Jacobi, Briefe aus der Schweiz und Italien, Zweiter Band, bei Johann Fried-
rich Bohn, Lübeck und Leipzig, 1797, pág. 208.
La calle: el icono de Italia en la literatura de viaje alemana entre el Setecientos… 175

se apagan a Porta Felice, donde los domésticos esperan la vuelta de las carrozas,
y la reunión continúa durante una hora o dos en la oscuridad más absoluta»15.
También en Sicilia, un marido no se puede permitir de rehusar a la mujer el
paseo por la Marina, igualmente éste se ha convertido en costumbre. Los nobles
no renuncian a ello ni en caso de condiciones atmosféricas adversas: «Debajo
de tempestades violentas se veían nobles y burgueses cerca de la ciudad en sus
carrozas paradas; y también con la peor tramontana no había modo de disua-
dirles del paseo»16. Tommasini anota que la presencia de pretendientes o galanes
siguiendo a las damas que dan una vuelta por las tiendas elegantes para admirar
las novedades llegadas de París, un fenómeno, este de los cortejos, que en las
otras ciudades italianas en aquella época ya había desaparecido del todo17. Pero
no sólo hay pretendientes, por la calle se encuentra una masa de ociosos, que
por una compensación, están dispuestos a testimoniar en falso en las numerosas
causas y controversias ocasionadas a menudo por motivos fútiles e incentivadas
por abogados y notarios. También ellos, los artesanos, trabajan por la calle, en
las aceras agrupados según la especialidad, por una parte los sastres, por otra los
zapateros «cantan y charlan entre ellos desde una acera a la otra y cuando la voz
no basta, a causa del gran alboroto se recurre al lenguaje gestual excesivamente
expresivo» (34). A veces pasa que todo este alboroto se para de improvisto como
por milagro. Todos se quitan el sombrero y se arrodillan: se acerca un pequeño
cortejo que lleva el viático a un moribundo: «en la cabeza uno que toca el tam-
bor, después de él los chicos del coro dotados de incensarios y de candelas en-
cendidas» (35). Apenas se aleja el cortejo, he aquí que el jaleo empieza de nuevo
como antes y con mayor potencia que antes. Pero éste no es el único momento
en el cual la calle se convierte en sitio representante de la devoción popular. En la
ocasión de la procesión para la fiesta del santo patrón, largas filas de monjes y de
monaguillos avanzan con antorchas de cera mientras los chiquillos se desgreñan
para recoger en saquitos de papel la cera que gotea de las antorchas. El cortejo
se mete en marcha en medio de la confusión y del jaleo general y entonces llega
al palacio del arzobispo. Desde un balcón, el arzobispo, el cardinal Gravina mi-
rando hacia el santo, hace, por cuanto se lo permita su constitución, un inclino
al que le sigue una genuflexión por parte de la multitud, mientras en la plaza, se
oye un ruido ensordecedor de mortaretes (11). Las festividades en Sicilia duran
varios días: cinco en Palermo para santa Rosalía, cinco en Catania para santa
Ágata, siete en Siracusa para el Corpus Domini. En los días de fiesta la actividad
normal se suspende. Todo queda alterado: las horas de trabajo, de las comidas y
las de sueño. Se intenta alargar al máximo estos días de fiesta en los que todo está
permitido, y durante los cuales parece irse atrás en el tiempo durante la Edad
de Oro. Los extranjeros se quedan atónitos pero también sienten pena al ver
15
Patrick Brydone, Viaggio in Sicilia e a Malta 1770, Milán, Longanesi, 1968, pág. 185.
16
Johann Hainrich Bartels, Briefe über Kalabrien und Sizilien, Dritter Teil, bei Johann Chri-
stian Dieterich, Gottingen, 1792, pág. 553.
17
Teodoro Scamardi, Christian Joseph Jagemann: Il carattere nazionale degli italiani e il cici-
sbeismo, ob. cit.
176 Teodoro Scamardi

tanto empeño, tantos gastos, tanto arte malgastados en una apoteosis que dura
alguna hora. El pueblo, que ya ha tenido experiencia del terremoto y ha asistido
a la destrucción, en pocos minutos, de construcciones que habían resistido du-
rante siglos, ha aprendido a gozar del momento que pasa, un momento de joya
perfecta que sólo la fiesta, y una sola vez al año, es capaz de conceder. Desde el
primer día de fiesta, el isleño, que tan a menudo ha indignado al observador ex-
tranjero por su apatía y su indolencia, se convierte en otro hombre. Los mismos
preparativos de la fiesta se transforman en una fiesta y una animación alegre se
difunde por la ciudad. Para realizar las decoraciones de las calles, preparar la ilu-
minación, los decorados, los desfiles y los juegos teatrales y luego, al terminar la
fiesta, para desmontarlo todo sirven algunas semanas. Es increíble ver a todas las
clases sociales empeñadas en el mismo trabajo, cada una según sus capacidades y
economía. Durante las fiestas se desvelan todas las cualidades escondidas del sici-
liano o precisamente en esas ocasiones se puede captar su temperamento artístico
esencialmente decorativo y dramático: ama el fasto, el espectáculo es todo lo que
salta a los ojos y le habla a la imaginación. Tommasini describe la suntuosidad
con la cual viene organizada la procesión por las calles con riqueza de detalles:

Una larga procesión avanza solemne y con gran pomposidad por las calles,
sobre todo por la calle Toledo. En la cabeza una docena de tambores, que redo-
blan con fuerza, siguen ordenes de eclesiásticos con sus diferentes parámetros,
en la cima, coros de niños (…). Después sigue una música de jenízaros; la
efigie del santo de madera (no sé de qué santo se trata porque siendo profano
tengo poco en común con esta gente) la llevan encima de un palanquín ador-
nado abundantemente; encima de la efigie un baldaquín en velludo rojo con
recamados en oro sujetado por religiosos; luego más tambores y más religiosos
con antorchas de cera y para acabar un escuadrón de soldados austríacos (…).
Todas las iglesias de los parajes hacen repicar las campanas; la gente se arrodilla
por la calle o en los balcones engalanados con tapices rojos y rezan o gritan
hacia el santo: ¡Viva! (52 sg.).

El exceso de pompa exhibido en ocasión de una representación pública es


para el viajero extranjero la consecuencia inevitable de una naturaleza compleja
y excéntrica, pero también, a pesar de condiciones de vida míseras, solar y rica de
un gran espíritu de iniciativa. Pero volvamos a la descripción de la jornada paler-
mitana. La siesta dura hasta las cuatro. A esa hora se levantan y se visten, la cos-
tumbre dice que para la siesta se desnuden antes de acostarse. La calle Toledo se
reanima aunque el ruido no alcanza la intensidad de la mañana. Todos los habi-
tantes de un vecindario se precipitan a la calle y despachan sus tareas, también las
más íntimas, sin muchas formalidades y sin ningún pudor. Una masa de niños
pequeños y sucísimos empieza a hurgar entre los residuos que llenan las calles y
gritan, chillan, piden limosna mientras las mujeres ocupadas en hilar discuten
con las vecinas y, en el caso de que no opinen lo mismo que la otra, la discusión
se calienta y de modo extraordinario. Mientras, dos chicas bailan la tarantela. Al
La calle: el icono de Italia en la literatura de viaje alemana entre el Setecientos… 177

son del avemaría la gente que pasea empieza a ir a casa, pero la jornada aún no
ha terminado. Todas las tiendas se quedan abiertas e iluminadas como si fuera de
día, sobre todo las heladerías, que ofrecen de todo, desde la limonada al graniza-
do, desde el ponche granizado al jarabe de cidra, desde la crema de café al choco-
late. El mercado del pez, a pesar de la hora tardía, está animadísimo, más que de
día. Los vendedores ofrecen su mercancía con la voz ya ronca por haber gritado
todo el día: «Pisci spata! Oh che bel pisci spata! Mizzurru friscu! Chi vuol tunnu
buonu e friscu? Oh che palamitu! Che palamitu! Che bella cosa!» (49) (dialecto
siciliano) (¡Pez espada! ¡Oh, qué pez espada más bonito! ¡Merluza fresca! ¿Quién
quiere atún bueno y fresco? ¡Oh, qué sardina! ¡Qué sardina! ¡Qué bonito!) Can-
sado de la jornada, el viajero se dirige hacia casa; pero antes aún captura alguna
impresión sonora: el canto a más voces de mujeres en adoración delante de una
imagen de la virgen, puros acordes, claros, mientras alrededor ya no hay ruido y
un canto melancólico al son de una mandolina que cruza el silencio de la noche.
«Poco a poco —Tommasini concluye— la voz se aleja mientras aún se percibe,
sereno y tierno, el eco de los sonidos y nosotros nos dormimos totalmente felices
de saber que estamos en este paraíso de Trinaquia» (53).
Esta descripción de Palermo de Tommasini —y esto también vale para mu-
chos otros textos relativos a viajes de la primera mitad del Ochocientos— indica
un cambio de registro en la percepción y en la representación de Italia por parte
de un viajero extranjero. La crónica de un viaje de finales del Setecientos pro-
gramadamente vuelto hacia una representación «objetiva» del pueblo visitado se
transforma, casi inadvertidamente, en «relato». Los tópicos del viaje se convier-
ten en literarios, tópicos, que una larga tradición literaria e icnográfica nos ha
vuelto hasta demasiado familiares. A la Italia de las ruinas, la Italia de las artes,
le sigue la Italia de lo pintoresco y del color local, la tarantela y la mandolina, el
canto melancólico en la noche y el claro de luna. Y una vez más, todo esto pasa
a través de la representación de la calle.

5. AUGUST VON KOTZEBUE:


UNA ESCENA CALLEJERA EN NÁPOLES

En fin, para ilustrar otro momento de la deconstrucción del mito volvamos


a Nápoles, en algunas páginas de Kotzebue. «Nápoles me parece una gran casa
en la cual vive mucha gente, y las casas me parecen simples habitaciones donde
dormir, porque, aparte de dormir, todo lo demás que hacen normalmente los
seres humanos, sucede por la calle» (I, 180). Es en la calle que matan, despluman
y asan los pollos, y también es en la calle que éstos son comidos por los clientes.
Los aguadores disponen de una especie de quiosco muy rudimentario, cuatro
palos colorados, dorados, fijados en lo alto por astas puestas de través con un
motivo ornamental extraño: puños cerrados con el pulgar que sobresale entre
el índice y el mediano, un símbolo grosero en otra parte, aquí puede que sea
sólo apotropaico. La bebida consiste en agua helada con un añadido de zumo
178 Teodoro Scamardi

de limón. El vendedor es rapidísimo en verter el agua, añadir el limón, coger el


dinero y dar, cuando es necesario, el cambio, asediado por una multitud de tran-
seúntes. Cuando cae el atardecer, los quioscos se iluminan con 8, 10, a veces 12
linternas. Y, al contrario de lo normal, todo esto pasa en condiciones de limpieza
total.
Kotzebue entonces se difunde en la descripción de todos los géneros alimen-
tícios que se ven por la calle, calles siempre rebosadas, y no sólo de seres huma-
nos, también de cerdos, pollos, gallinas, terneras…:

Además de las vacas también hay muchas terneras que dan vueltas por
esta ciudad, y se trata de un tema muy especial. Las terneras son propiedad
de los franciscanos, los cuales como muchos otros monjes no sólo se nutren
del magnánimo pueblo, sino también dejan en sus manos el cuidado de las
propias terneras. A tal fin se limitan en aplicar en la frente de la ternera una
tarjeta cuadrada que representa a san Francisco. Dotadas con este pase, las
terneras van donde quieren, comen y duermen donde les apetece, sin que
nadie ose en ningún modo obstaculizarlas. Es más, cuando a una de estas
terneras le da por entrar en una casa y buscar allí un sitio para dormir, el
dueño de la casa lo considera un buen auspicio. Es increíble hasta qué punto
llega la imprudencia de los monjes en esta ciudad: sólo la estupidez de la
plebe la supera.

Y naturalmente la preparación, la cocción y el modo más apropiado para


comerlas:

(La cocinera) los hirvió durante poco más de cinco minutos, después escu-
rrió el agua, vertió encima la salsa de carne, encima esparció queso, y la comida
ya estaba hecha. El hijo, un niño de cinco años más o menos, a fuerza de gri-
tar había obtenido por adelantado algunos hilos de espaguetis medio crudos.
Mientras tanto el vecino se había levantado de su oficina y sin pedir permiso se
encendió la pipa en el fogón. Por un instante se temió que un cerdo y un asno
hicieran caer toda la cocina.
Comer una porción de espaguetis es un arte que se tiene que aprender
de los napolitanos: porque éstos, siendo tan largos, se tienen que coger con el
pulgar y el índice y, después de haber torcido el cuello para atrás y haber abier-
to la boca de par en par, se introducen desde lo alto. Antes de comerlos con
la cuchara, los extranjeros suelen desmenuzarlos con cuchillo y tenedor. Una
manera parecida de proceder pero va indiscutiblemente contra el uso nacional
(…). Lástima que no los dejen cocer lo bastante (…). Todo tiene que ser duro,
y para un extranjero absolutamente incomible (I, 183).

Al lado de la denuncia de las condiciones de extrema pobreza de las clases


populares, Kotzebue presenta una serie de tipos y momentos de la vida na-
politana («Algunas escenas callejeras napolitanas») (I, 201): el predicador de
La calle: el icono de Italia en la literatura de viaje alemana entre el Setecientos… 179

calle que se mueve de un lado al otro de la ciudad precedido por una bandera
y por un crucifijo, y que en ocasiones es utilizado por el Gobierno para que
difunda entre el pueblo ésta o esa voz; el golfillo que imita al predicador de
calle ofreciendo la propia interpretación por pocos céntimos debajo de los
señores; el pregonero de bálsamos milagrosos; el dentista de calle que atrae a
sus clientes con la representación en un teatrillo ambulante de un espectáculo
de marionetas; el juego de la morra; los banquillos para el juego de cartas; el
juego de la peonza, y no son necesariamente sólo los chicos los que se empeñan
en estos pasatiempos; también los acompañamientos fúnebres barrocos con
sus pintorescas confraternidades enmascaradas; los abogados, numerosísimos y
ocupadísimos; los músicos; los castrados; los policías reconocibles por su uni-
forme de amarillo y negro; los mercaderes armenios; los esclavos argelinos. Por
la calle no sólo se come, se bebe, se cocina, se ordeñan las vacas, se da de comer
a las terneras, se venden mercancías, se escriben cartas y súplicas, se despiojan,
mas también se hacen con gran desenvoltura necesidades corporales ocasiona-
les. Y todo esto con gran naturalidad infantil, animal: «Los napolitanos tienen
en común con las bestias el hecho de que tampoco esconden sus costumbres,
no tienen el sentido de lo que está bien, y por eso no se preocupan en ningún
caso de quien los está mirando» (II, 124). Nápoles se ha convertido por eso
en una gran cloaca única, insoportable para los ojos y la nariz de los extranje-
ros (II, 194). No hay entrada de edificio o de casa que se salve de estas malas
costumbres de los napolitanos. Para defenderse de estas costumbres, alguno,
fiándose de la mojigatería del pueblo ha tenido la idea de pintar en las paredes
cruces con la esperanza de que, como señal de respeto hacia el símbolo de la
cruz, se abstengan de ensuciar la pared. Este truco funciona a menudo, pero no
siempre. Para potenciar el efecto de disuasión al lado de la cruz hay quien ha
pintado, entre llamas, almas del purgatorio con los brazos levantados en señal
de súplica. Tal cuadro obtiene por lo general, el efecto deseado. Hay quien no
entiende las intenciones de lo pintado y se apresura en apagar las llamas con el
chorro de la propia orina18. El punto más alto de la deconstrucción del mito,
de ese aspecto del mito que llega hasta nosotros en el eslogan «italianos: buena
gente» —italianos amables, humanos, con un innato sentido de piedad hacia el
próximo, cordiales, fáciles de conmover—, Kotzebue lo alcanza en la descrip-
ción de una escena callejera, una crónica de viaje con la indicación detallada
del sitio, del día y de la hora en el cual los hechos presentados sucedieron:

18
En la pág. 195. Esta mala costumbre, no concierne sólo a Nápoles. Esto lo hacen hasta en
los porches de Raffaello en el Vaticano que servían «como las escaleras que conducen hasta allí, un
lieu d’aissance para quien le venga el estímulo de hacer las propias necesidades» (A. Kotzebue, ob.
cit., vol. III, pág. 16), pero no era menos para los antiguos habitantes de Pompeya que —como
recuerda Karl Philipp Moritz en su relato Viaggio di un tedesco in Italia (Reisen Schriften zur Kunts
und Mythologie, Fráncfort, Insel Verlag, 1981, vol. II, 263)— solían pintar en la fachada de la
casa una serpiente («Sacer est locus, non mejite pueri»), como Persio escribió: «La imagen de la
serpiente hacía el mismo efecto que hace hoy en día el crucifijo que en una ciudad italiana el
propietario pinta en la fachada de su casa para que no la ensucien.»
180 Teodoro Scamardi

Una escena atroz en Nápoles

Una mañana que andaba por una calle rebosada de gente, vi un grupo
de personas agrupado delante del taller de un zapatero en torno a una mujer
tumbada en el suelo hacia la cual se dirigían todas las miradas. Puesto que no
perdía ocasión para estudiar al pueblo, me aparté de la multitud, y vi una mu-
jer moribunda. Al mismo tiempo oí estas palabras provenientes de los labios
de muchos asistentes —que me sacudieron hasta las vísceras—, la mujer se es-
taba muriendo de hambre. La visión de aquella criatura sufriendo confirmaba
demasiado tal afirmación. Estaba cubierta muy mal, con pedazos de ropa, un
esqueleto miserable, y podría tener desde treinta hasta cuarenta años. Yacía so-
bre el adoquinado, justo en la entrada del taller del zapatero; al lado había una
vieja silla de paja, arrastrada allí, pero no creo que fuese para ella. Era evidente
que luchaba contra la muerte. Nadie pasaba más allá sin pararse un momento
para observar el espectáculo tremendo. Pero después cada uno tomaba de nue-
vo su camino sin prestar ayuda. Me empujaban cada vez más adelante por el
continuo ir y venir, y ahora me encontraba muy cerca de la moribunda. Con el
bolso en las manos, yo rezaba, ¡por el amor del cielo! —sí, angustiado nombré
hasta a la Virgen Santa— que alguien se moviera por compasión. ¡En vano! En
el taller del zapatero, que estaba abierto, había un maestro y dos aprendices.
Les ofrecí todo lo que tenía, para que llevaran dentro a la mujer y la tumbasen
sobre una cama. ¡Nada que hacer! —Uno de los aprendices hasta se puso a reír,
¡sí, en serio! A reír, puede que fuera porque hablo mal italiano—. Me consuela
creer que la moribunda aún consiguiera entender si no mis palabras, al menos
mis gestos, porque su mirada estaba puesta sobre mí —yo fui el último obje-
to sobre el cual se fijaron sus ojos que se estaban apagando—, justo después
¡expiró! Yo no quería creerlo; esperaba aún poder salvar a la pobre infeliz y
titubeando me alejé de ella; pero un pasante, supongo que era un médico, le
cogió el pulso, dijo tranquilamente «¡Esta muerta!», y siguió por su camino.
Después de esto yo también me tiré atrás, pero no me fui, quería ver como
acabaría. El cadáver se quedó allí por un buen cuarto de hora, con miles de
personas que estaban mirando con la boca abierta; hasta que al final llegaron
los policías, que se lo llevaron arrastrándolo. Y ahora denuncio tal atrocidad
delante de toda Europa, digo en voz alta: el 4 de diciembre de 1804, hacia las
diez de la mañana, en Nápoles, en la calle Giacomo, una de las más ajetreadas
de la ciudad, ¡¡¡una persona se ha muerto de hambre!!! —El rey se ha ido a
cazar esta mañana. He visto pasar veinte o treinta de sus perros— y todos bien
nutridos» (II, 92).
Conversaciones de coexistencia. Los lugares
y políticas de dos áreas rurales de la Apulia*
Valeria Monno
Politecnico di Bari, Taranto

RESUMEN

No hay duda de que las políticas de desarrollo sostenible local, con su énfasis
en la integración de valores y éticas problemáticas, han introducido en muchas
áreas rurales italianas una nueva sensibilidad y atención hacia el ambiente. Las
formas de coexistencia que se van componiendo en estas áreas, al oscuro de la
cultura de la reconciliación entre naturaleza y sociedad, no son tan claras. En este
trabajo exploro estas transformaciones, centrando la atención en el cambio de
las prácticas de coexistencia en dos áreas rurales de la Apulia: el valle del Ofanto
y la Tierra de las Gravinas del Arco Jónico; y hablo de estos lugares en términos
de geografía de la transición.
Marcando las diferencias del modo de entender la coexistencia, la geogra-
fía de estas dos áreas pone en evidencia cómo la integración de valores y éticas
conflictivas no se puede asimilar como un proceso lineal, ni como objetivo ya
existente en los procesos de producción de lugares. Las políticas de desarrollo
sostenible, desviando el concepto de integración como proceso de resolución
de los problemas ambientales aplicable en cualquier parte, parece que generan
y refuerzan límites y reproducen un concepto de naturaleza como área extrema
del desarrollo económico. Los nuevos paisajes sostenibles, en vez de animar el
desarrollo de formas alternativas de coexistencia, no son espacios de experimen-
tación política donde restablecer nuestro modo de vivir con la naturaleza.

* Traducción de Maria del Remei Erro Mas.


182 Valeria Monno

1. EXPLORAR TRANSICIONES

Hasta un observador distraído podría notar que los programas y las políticas
nacionales y europeas que promueven un desarrollo local sostenible han aplicado
en las áreas rurales de la Apulia dinámicas de producción de lugares inusuales en
estos territorios típicos por su adversidad a los cambios. Lenguajes e instrumentos
nuevos, tratados, prácticas e informes de los que actúan forman una transición
hacia la sostenibilidad componiendo geografías rurales complejas en evolución, ca-
racterizadas por una insólita sensibilidad y cuidado del ambiente. ¿Pero cuáles son
y qué diferencias hay entre los nuevos paisajes sostenibles que se están componien-
do en estas áreas? ¿Qué formas de coexistencia provoca la relación entre políticas
sostenibles y prácticas cotidianas de producción de los lugares?
Estas cuestiones se han formado mientras me preguntaba si sería posible una
política ambiental en mi región, en la que, la palabra naturaleza ha sido aceptada
recientemente en el diccionario local, y donde aún es difícil que la tengan en
cuenta en las políticas de desarrollo, se ha enfrentado con los procesos de institu-
ción de un parque regional en dos áreas rurales de la Apulia, precisamente en el
valle del Ofanto y la Tierra de las Gravinas del Arco Jónico, ambas en transición
hacia un desarrollo local sostenible.
En general, las lecturas son de transiciones hacia un desarrollo local sosteni-
ble como un camino lineal de integración entre naturaleza y sociedad, siempre
balanceándose entre la innovación y la continuidad (Coalizzo y Delidda, 2003).
Según Hajer y Fisher (1999) esto se debe al hecho de que la cultura de la integra-
ción, que está en la base de las políticas sostenibles, de ser un frame para la acción
se ha convertido en un frame de interpretación. Resumiendo, nos inducen a
interpretar la complejidad de los procesos de transformación ambiental a través
del policy framework, que está formado por las mismas políticas de desarrollo sos-
tenible. En la base de este comportamiento hay una excesiva valoración del papel
que desarrollan las políticas, que deberían actuar como agentes de cambio de los
contextos locales, y en este framework, se les consiente innovarse fundamental-
mente por imitación y adaptación. Una visión semejante, no sólo reduciría los
contextos a simples receptores, sino también los construiría y discriminaría, para
utilizar una frase de Lanzara (…), en términos de capacidades negativas. Al final,
si la aplicación de una política o un programa no consigue activar los contextos,
la culpa siempre es de una cultura local tan abstracta como despersonalizada.
Entonces, ¿cómo debemos explorar estos caminos, intentando evitar la tram-
pa del policy framework? Por supuesto, como dice Harvey (2004), la elección
de cualquier punto de partida para nuestras reflexiones, nunca es inocente. Mi
punto de partida se basa en dos conceptos: el de coexistencia y el de lugar en
el sentido de evento. Ésta me ha parecido la clave de lectura justa para introdu-
cirme en la complejidad de las transformaciones actuales en el valle del Ofanto
y en la Tierra de las Gravinas del Arco Jónico, dos lugares que no podía omitir
en mi investigación porque son delicados milieu de prospectivas sobrepuestas,
Conversaciones de coexistencia. Los lugares y políticas de dos áreas rurales de Apulia 183

distancias que comunican, divergencias y disparidades, de potenciales e intensi-


dades heterogéneas (Deleuze, 1997, pág. 50) en la búsqueda de formas nuevas
de coexistencia entre naturaleza y sociedad.
La percepción de milieu me ha inducido a adoptar una idea de lugar como
evento, es decir, como un momento en particular de una articulación particular
de una red de relaciones y prácticas sociales existentes y en proceso de cambio
(Massey, 2005). Cuando hablo de lugar me refiero a un mix de conexiones e
interconexiones entre diferentes trayectorias de relaciones y prácticas. En éste
hay relaciones que aún deben construirse y relaciones que no se van a realizar
nunca (Massey, 2005).
He elegido el concepto de coexistencia porque, al contrario que el de in-
tegración, no conlleva ninguna fusión o reconciliación entre éticas o valores
diferentes. La coexistencia, en cambio, conlleva una búsqueda intersticial, su-
mergida, discontinua y no siempre intencionada de formas diferentes de ges-
tión de conflictos (entre las cuales se puede comprender la integración). Este
concepto, no sólo me permite explorar una trayectoria específica de relaciones
y prácticas, también me permite entrar en los espacios between de diferentes
trayectorias donde emergen conexiones, interdependencias y gaps (Bradbury y
Lichtenstein, 2000).
Ambos conceptos se basan en una concepción de transformación como be-
coming (Deleuze y Guattari, 1994), es decir, como movimiento mediante el cual
una cosa o alguien se convierte en otro, mientras sigue siendo lo que es. Las
trayectorias no pueden asimilarse a una especie de trazado (Inglod, 2005) o su-
cesión lineal de puntos conectados por segmentos que conducen hacia una meta
predefinida. Una trayectoria nunca está cerrada. Es un espacio-tiempo abierto
al porvenir.
Es difícil representar textualmente el sentido de la existencia simultánea y
del movimiento no lineal que se asocia a los conceptos de coexistencia y de lugar
anteriormente mencionados. He intentado explicarlo en los párrafos siguien-
tes en términos de geografía de transición, que no es más que un conjunto de
«espacios-tiempo», de relaciones prácticas, dentro y entre las cuales se construyen
y aprenden posibilidades de coexistencia. Cada geografía se compone de cuatro
espacios-tiempo o de trayectorias, que han surgido a través de conversaciones
estratégicas en estas dos áreas rurales de la Apulia. El primer espacio-tiempo es
«Eglobale» y es común en ambas, el segundo coincide con la trayectoria local de
las prácticas y relaciones aplicadas de la sostenibilidad, el tercero es el espacio-
tiempo de la naturaleza y el cuarto es el del contacto. Este último es un espacio
que he explorado mediante experimentos de participación con el fín de construir
escenarios.
Antes de explicar estas dos geografías es necesario aclarar a lo que me refiero
cuando hablo de conversación estratégica, y para esto tengo en cuenta la idea de
investigación como conversación con una situación problemática. Esta conversa-
ción se desarrolla mediante entrevistas, observaciones directas y experimentos de
exploración. La conversación es lo que permite entrar en un contexto, porque es
184 Valeria Monno

un medio constituido donde el sí mismo y el otro se enfrentan y coexisten en una


situación problemática. Así, la conversación es un modo para hacer que un con-
texto sea explorable. El contexto, en mi investigación, son sólo esas trayectorias
que he sido capaz de interceptar y que, claramente, no van a cubrir todo sobre
su composición ni constitución. En el fondo, el contexto siempre es infinito
según Jedlowski (2003). Si el concepto de conversación me permite aclarar a lo
que me refiero con contexto y de relacionarme a él, también permite colocarme
en su interior como parte integrante, con todos mis sistemas, creencias, normas
y valores.
Lo estratégico en estas conversaciones no tiene nada que ver con la voluntad
de construir un futuro que quiere llegar a otra afirmación estática que se espera
realizar dentro de pocos años, y dentro del cual el futuro no es más que una ca-
dena de causas que conectan el pasado con el futuro. Pensar en el futuro sólo es
otra forma de aprovechar el tiempo de la experiencia que siempre está abierto a
los eventos que vendrán. El tiempo es producción y medio de creación, es crea-
tividad como posibilidad (Deleuze y Guattari, 1994).
Una geografía de la transición no pretende reflejar ni construir una imagen
unívoca de las transformaciones que se están realizando en el valle del Ofanto y
la Tierra de las Gravinas. Sólo es un modo de explorar aprendizajes sociales.
En los párrafos siguientes empiezo por trazar un breve perfil de dos áreas ru-
rales. Al mismo tiempo describo la geografía de la transición del valle del Ofanto
y de la Tierra de las Gravinas.

2. DOS ÁREAS RURALES EN TRANSICIÓN: UN BREVE PERFIL

2.1. El valle del Ofanto

El valle del río Ofanto desde siempre se ha considerado en Apulia una área de
transición entre ambientes y culturas distintas. Aunque no hay un mapa del valle,
éste coincide con un ambiente heterogéneo, entre las provincias de Foggia y Bari,
formado por pequeños y grandes municipios, estos últimos importantes por la
presencia de pequeñas y medianas empresas, y territorios agrícolas extensos a la
vez que profundamente diferentes. Desde los años 60 hasta los 90, el desarrollo
económico de esta área rural se ha caracterizado por el Intervento Straordinario
per il Mezzogiorno, instituido para reducir el gap de desarrollo entre norte y sur.
El Intervento Straordinario en el valle del Ofanto quería reforzar la agricultura
mediante la construcción de un sistema de infraestructuras hidráulicas necesarias
para combatir la escasez de agua de un valle y una región semiárida del sur.
El resultado de esta política fue la «domesticación» y la explotación sin límites
del río, determinado en gran parte por las actividades agrícolas, lo cual ha llevado
al río a una situación de crisis ambiental, al límite de la irreversibilidad. Cuando
cesó el Intervento Straordinario en los años 90, empieza una nueva temporada
de desarrollo auto-propulsivo caracterizada por un insólito fermento económico
Conversaciones de coexistencia. Los lugares y políticas de dos áreas rurales de Apulia 185

e institucional. La multitud de pequeñas y medianas empresas, que se habían


desarrollado años atrás a la sombra del sector agrícola, empiezan a conducir el
camino de transición del valle hacia un desarrollo local sostenible. La cultura del
desarrollo sostenible ha alcanzado al valle, aunque imperceptiblemente, a través
de iniciativas y programas nacionales y europeos, todos orientados a construir
nuevos territorios competitivos y sostenibles, todos formados sobre la cultura de
la integración. La mayor parte de los actores clave y de los Gobiernos locales ven
estos programas como oportunidades que no pueden dejar escapar.
A pesar de esto, el río sigue siendo utilizado sin ser impuesta ninguna norma,
sobre todo a causa de una planificación de desembocadura que nunca aplicaron
en la región. La temporada de los parques, que por fin se inauguró en Apulia con
la Ley Regional núm. 19 de 1997, ofreció una esperanza para reducir la presión
antrópica del río y tutelarlo. Pero estas esperanzas desvanecieron rápidamente:
en el caso del río Ofanto, el área destinada a parque regional coincidía sólo con
su desembocadura, por supuesto este hecho creó muchos debates. Llegados a
este punto mi tratado se orienta hacia el valle.

2.2. La Tierra de las Gravinas del Arco Jónico

La parte occidental del Arco Jónico está marcada por las gravinas, que son
profundos surcos calcáreos causados por la erosión del terreno y que conectan
las colinas de la Murgia con el mar Jónico. Por eso a la provincia de Taranto
la conocen como: la Tierra de las Gravinas. Ésta comprende un territorio de
trece municipios, la mayor parte de ellos son de pequeñas dimensiones, y todos
están caracterizados por una economía principalmente agrícola. Aquí también,
hasta los años 90, el desarrollo económico estaba marcado por el Intervento
Straordinario per il Mezzogiorno al cual se debe la ubicación en Taranto del
establecimiento siderúrgico Italsider, el actual ILVA. El establecimiento de Ta-
ranto hoy es uno de los más contaminantes del campo siderúrgico que han
sobrevivido a la reforma económica aplicada por los procesos de globalización
en Europa.
El asentamiento de la Italsider transformó el Arco Jónico en la periferia de
la zona industrial. Las actividades agrícolas al no poder competir con la gran in-
dustria se quedaron sin mano de obra necesaria para sostenerlas y fracasaron. La
crisis del sector siderúrgico de los años 80 y la privatización del establecimiento
en 1996, indujeron a los pequeños centros de la Tierra de las Gravinas a buscar
un nuevo camino de desarrollo. La agricultura, sobre todo en la zona entre la
Murgia y la costa, muy pronto volvió a representar una fuente de ingresos im-
portante para el área, pero, al mismo tiempo, se transformó en una práctica más
agresiva hacia el ambiente. Las prácticas agrícolas intensivas fragmentan ecosiste-
mas, sustraen agua de las faldas, usan pesticidas, se apropian de las gravinas, des-
piedran las zonas murgianas incentivadas por la política agrícola de comunidad,
comprometiendo, de modo irreversible, la morfología.
186 Valeria Monno

En toda el área parece difícil cancelar tantos años de monocultivos industria-


les y las relaciones de poder que los han acompañado. Los programas orienta-
dos a promover un desarrollo sostenible intentan aplicar una innovación. Quién
sabe, puede que entre una agricultura y una industria agresivas venga instituido
uno de los parques más extensos de la región. Ésta es la imagen que se me ha que-
dado grabada desde la primera vez, hace pocos años, que pasé por esta tierra.

3. ESPACIO-TIEMPO COMUNES. DESARROLLO LOCAL


SOSTENIBLE Y PARQUES

En términos políticos la integración de cada cosa, mente-cuerpo, natura-


leza-sociedad, pobre-rico, culturas distintas, no es una aspiración nueva. La
integración ha sido, y es aún, una fantasía que siempre ha ejercitado un poder
benigno en nuestras mentes: es la oportunidad de dar a nuestra racionalidad
el poder de guiar nuestras vidas en una prospectiva ética compartida. Es un
concepto que nos puede ofrecer los instrumentos operativos y precisos para
quitar de nuestro futuro aquella incertidumbre radical que actualmente ca-
racteriza nuestros tiempos, como algunos estudiosos han descrito: la segunda
modernidad.
Hoy esta palabra ha adquirido un papel dominante en nuestra sociedad neo-
liberal y fragmentada. Además, integración y fragmentación pueden conside-
rarse las dos caras de la misma moneda (Rosenau). Integrar significa reconciliar
mundos que nos parecen divididos e irreconciliables, con el objetivo de construir
formas de coexistencia no conflictivas. El paisaje del conflicto en una sociedad
fragmentada suscita miedo. Esto recuerda que la existencia de fronteras y con-
flictos marcados corren el riesgo de enfurecerse hasta un punto que se hacen
imposibles de resolver y que perduran…
La palabra parque, al menos en el sentido que se le ha atribuido en el pano-
rama legislativo nacional y regional italiano, sostiene un escenario de contrapo-
sición entre naturaleza y sociedad aunque está diluido por prácticas de participa-
ción dirigidas a mitigar los conflictos. De hecho, el parque es principalmente un
ámbito de protección de la naturaleza, una «excepción» en territorios expuestos
a prácticas de desarrollo económico insostenibles. En Apulia, la Ley Regional
19/1997 propone este modelo de intervención, pero aunque se abran procesos
de institución de parques, el diálogo limita la participación en las fases iniciales
del proceso y condiciona las posibilidades de interacción en torno a delimita-
ciones, ya predefinidas en la misma norma, de los ámbitos que se tienen que
proteger.
Así se entiende cómo la perspectiva de desarrollo local sostenible donde la
integración entre ambiente y desarrollo, que habla de la progresiva desaparición
de límites marcados y largas contraposiciones, ejerce una atracción particular
en nuestra sociedad cada vez más «limpia» y competitiva. En el frame del con-
flicto, la narrativa de la integración o del desarrollo sostenible sustituye otra
Conversaciones de coexistencia. Los lugares y políticas de dos áreas rurales de Apulia 187

hecha de límites maleables y permeables, de posibles reconciliaciones a través


de negociaciones y de la búsqueda del acuerdo. La idea que las sostiene es la de
un paisaje hecho de relaciones entre sociedad y naturaleza de tipo co-evolutivo,
sin ganadores ni perdedores, lo cual puede estar forjado mediante políticas fun-
dadas en la razón (deliberación) y en la racionalidad (coordinación) (Barber y
Bartlett, 2005) completamente conscientes e intencionales. Es un paisaje en el
cual la naturaleza se transforma en problema ambiental, donde habitantes lo-
cales trabajadores, eficientes y capaces pueden afrontar de un modo adecuado,
coordinando racionalmente las propias acciones para crear un bien construido
a través de un diálogo continuo razonable. Éste, también, es necesariamente un
paisaje cada vez más poblado de expertos, los únicos capaces de intervenir en los
problemas ambientales conjuntamente con los ciudadanos informados, cons-
cientes. En este paisaje cada abertura hacia lo que por tradición se ha excludido
es posible, porque es a través de un ambientalismo racional que los órganos de
protección ambiental podrán, a través de adaptaciones progresivas, transformar-
se en una norma implicada de la cultura local, en vez de quedarse en un simple
decreto del Gobierno (Barber y Barlett, 2005).
El principio de integración de las políticas ambientales EPI (Environmen-
tal Policy Integration) es la oposición operativa a esta idea, según la cual el am-
biente, siendo un ámbito de intervención transversal tendría que estar integra-
do en las políticas económicas europeas mediante un proceso de coordinación
y good governance. En la práctica de muchos programas e iniciativas como los
Leader, los Proyectos integrados territoriales (PIT), sectoriales (PIS) y pactos
territoriales, este principio ha demostrado algunas debilidades. Según algunos
críticos la integración concebida como proceso de coordinación racional entre
políticas sectoriales, no haría más que reproducir y reforzar la actual división
cognitiva existente y operativa entre ambiente y economía (Jordan, Schout y
Zito, 2004; Lenschow, 2002). Además, estableciendo que es el ambiente el que
se tiene que integrar en las políticas económicas, aclara de una vez por todas
que las reglas de inclusión y exclusión tiene que dictarlas el libre mercado.
Otros afirman, que los procesos de buena governance por mucho que sean
inclusivos no están exentos de relaciones de poder asimétricas. Éstas operarían
siempre a favor de la afirmación de la temática más persuasiva, o sea la del creci-
miento económico. La good governance sobrevalora las cuestiones de inclusividad
de los procesos de gobierno, cuando se habla de reconciliación entre economía y
ambiente, es sólo un modo de omitir la injusticia estructural de costes y benefi-
cios asociados a las decisiones.
En resumen, aplicar integraciones, en una perspectiva tan general como hui-
diza, en una buena governance no es suficiente para garantizar que las cuestio-
nes de justicia ambiental, social y económica sean entre ellas adecuadamente
equilibradas.
188 Valeria Monno

4. ¿DÓNDE ESTÁ EL OFANTO? UN RÍO ENTRE LA INDIFERENCIA,


EL AFECTO Y EL DESARROLLO

4.1. El espacio-tiempo de las mezclas de identidades:


comunidades de proyecto y nuevas relaciones de poder

En el valle del Ofanto la temporada del desarrollo local coincide con un pro-
ceso de fragmentación territorial favorecido por la irrupción de los programas
e iniciativas nacionales y europeas creados para su promoción. Este proceso va
acompañado de la aparición sobre la escena política de una nueva atención hacia
la naturaleza y las culturas originales, que hacen de medio para agregar intereses
diferentes a partir de un terreno de identidad común. Así en el valle del Ofanto
aparecen dos sectores: el agrícola, que atañe a la cultura rural de la Piana del Ta-
voliere, y la de la pequeña o mediana empresa que, por el contrario, se construye
en torno a la identidad laboriosa del contorno urbano del territorio Bari-Ofanto.
Ambas coaliciones de actores locales concernientes a la identidad ponen manos a
la obra para realizar nuevos proyectos de desarrollo.
Poco a poco, municipios, asociaciones de categoría, empresas y asociaciones
ambientalistas, algunos por simple conveniencia, otros por estar encantados con
nuevo esquema de desarrollo o porque estaban convencidos de proteger el am-
biente, acogían la nueva cultura del hacer y del proyecto. Esta cultura tiene una
cualidad: la de permitir a cada una de estas identidades luchar por sus propios
intereses sin tener que entrar en conflicto.
En el Valle del Ofanto estaba naciendo una nueva geografía de la diferencia
«cultural-ambiental» gracias a la creación de comunidades de proyecto que se
construyeron en torno a los programas nacionales y europeos. Lo que hay en
común entre la mayor parte de estas comunidades de proyecto es una activi-
dad dirigida principalmente a la promoción territorial que precisa una nueva
sensibilidad hacia las cualidades ambientales de los territorios. En estas comu-
nidades el territorio se transforma en un recurso ambiental indispensable para
un desarrollo económico competitivo que mira a lo típico y a la calidad de los
productos locales, ya sean agrícolas o artesanales. Los eslóganes más utilizados
en estos proyectos son: «El ambiente se come» y «Valorar los bienes culturales y
ambientales para un turismo rural», que representan este cambio de sensibilidad
hacia el ambiente, pero que pocas veces se corresponde con un cambio de com-
portamiento y cese en el abuso de los recursos ambientales.
Si se observa esta geografía, a través de las comunidades de proyecto, compone
un espacio de relaciones y prácticas que no están equiparadas. En el Valle la más
influyente y activa en la zona es la del «Pacto Territorial Barese-Ofantino norte»
que nació en el 1998 y que operó a través de su Agenzia di Sviluppo (Agencia
del Desarrollo) y más adelante, mediante sus cuatro agencias, para el Turismo,
para la Calidad del Ambiente, la de Internacionalización y la de Cohesión Social,
cuyos objetivos se construyeron a través de un largo proceso de participación de
Conversaciones de coexistencia. Los lugares y políticas de dos áreas rurales de Apulia 189

los actores clave. Ésta representa la nueva alianza entre instituciones públicas de
pequeñas y medianas empresas que crecieron en la sombra del desarrollo econó-
mico después de la guerra.
Con la aparición del Pacto como protagonista clave, la imagen del «Barese-
Ofantino norte» reemplaza la del paisaje fluvial del valle del Ofanto y en este
proceso sustituye un pasado rural con un futuro de desarrollo autopropulsivo
basado en la pequeña y mediana empresa. El reclamo de un ambiente fluvial
consigue catalizar un consenso en el plano político, pero en éste, el río es un
elemento marginal.
El Pacto Territorial, que sus componentes no dudan en definir como un «es-
tado nuevo», ofrece a los actores locales un espacio político capaz de catalizar los
viejos y nuevos intereses presentes en el área. Actúa como agente de cambio gra-
cias a su gran capacidad de negociación y coordinación, que habla correctamente
el lenguaje de los programas europeos, y actúa adoptando la lógica eficiente,
algo inusual en este territorio. Frente a una esfera pública en crisis, el Pacto se
convierte, junto a sus agencias, en la nueva cabina de control del desarrollo lo-
cal. Éste dispone de una organización capaz de organizar y gestionar relaciones
y prácticas en este extenso ámbito territorial. Pero mientras las relaciones entre
Pacto, actores económicos y Gobiernos locales se hacen más intensas, las de la
gente local y las asociaciones ambientalistas se debilitan.
En este nuevo grupo de relaciones y prácticas muy pronto la Agencia para la
Calidad Ambiental instituida por el Pacto se convierte en el nuevo gatekeeper de
las políticas ambientales en el área.
La agencia se propone integrar economía y ambiente creando un nuevo siste-
ma de calidades ambientales en el «estado nuevo». Claramente éste es un sistema
instrumental para promover el desarrollo económico, necesario para obtener los
fondos nacionales y europeos. El eslogan «el ambiente se come» se convierte
también en eslogan de la Agencia. Para su director, el futuro del «estado nuevo»
se pone en riesgo de conflictos y límites culturales que la cuestión ambiental co-
rre el peligro de agravar. El deber de la Agencia consiste sobre todo en la gestión
de los problemas ambientales. La construcción de cualquier estrategia ambiental
debe tratar de realizar un cuadro de nuevos conocimientos y de señaladores útiles
para hacer una lista y enumerar de modo preciso dichos problemas para poderlos
controlar y resolver.
Con este frame de acción, la Agencia, que se encarga aunque de modo in-
formal de la sexta provincia apulesa, recién formada por las ciudades de Andria,
Barletta y Trani, pone en marcha un proceso de Agenda 21 Local en el ámbito
de la cual aparece el primer informe sobre el estado del ambiente en el área va-
liéndose del apoyo de expertos y manteniendo una oportuna distancia crítica de
las asociaciones ambientalistas locales que criticarán duramente esta decisión.
Más adelante organiza los foros para la construcción de la «visión» de desarrollo
para el área.
Confirmando su voluntad de actuar como leadership, la Agencia limita el
proceso de participación a los actores clave que trabajan en el área. Los foros,
190 Valeria Monno

que pretenden construir una visión compartida capaz de ganar la aprobación de


todos, aunque son útiles para debatir las cuestiones ambientales no hacen más
que confirmar lo que ya se conoce. Los empresarios no quieren renunciar al uso
desvinculado del río y prefieren hablar de economía sostenible. Las asociaciones
ambientalistas insisten sobre la necesidad de extender el parque por todo el cur-
so fluvial y quieren que los recursos naturales sean reconocidos como un bien
común. El Pacto sigue sosteniendo que el ambiente, y por lo tanto el río, tiene
que ser concebido como un espacio de nueva proyección como resultado de los
procesos de governance.
La Agencia, en su papel de gestor de los problemas y mediador legítimo entre
instancias de desarrollo, defiende un concepto de parque «dúctil y suave» que
supere el significado vinculante propio de la Ley Nacional 349/90. En el fondo,
el problema «parque» es un problema de coordinación. Para la Agencia el parque
ya existe. Sólo que está extraviado en muchas prácticas: en algunos Planos Ur-
banísticos vigentes en algunos municipios del valle, existe como SIC en el que
los futuros instrumentos de planificación urbana tendrán que adaptarse, y existe
también como una serie de proyectos ya construidos en los cuales están previstas
una serie de acciones dirigidas a valorar el ambiente fluvial. El parque fragmen-
tado que ya existe puede hacerse realidad gracias a una actividad de coordinación
entre planos, programas y proyectos que la Agencia tiene la capacidad de poner
en práctica. Esta mentalidad también parece reforzada por la posición del nuevo
Gobierno regional, que aunque es muy activo sobre el plano de las políticas am-
bientales, sigue sin querer extender el perímetro del parque por todo el curso del
río, mirando, en cambio, a la institución del Parque de la Desembocadura.
Aunque la Agencia se propone como mediadora, tiene tendencia a fallar
en las cuestiones sustantivas, en nombre de un diálogo razonable que intenta
construir un acuerdo entre intereses múltiples. El miedo a que los problemas
paralicen la acción conlleva el enfrentamiento de las cuestiones sustantivas a las
cuestiones de procedimiento. Lo que cuenta en realidad son los procesos de inte-
racción porque se consideran la condición necesaria y suficiente para invertir las
modalidades de explotación insostenibles de los recursos naturales. Pero ¿cuál es
el futuro ambiental del valle? La Agencia persigue las lógicas que están en la base
de los programas, reconoce la visión del Pacto y la falta de alguna iniciativa que
sirva para explorar la naturaleza de los problemas ambientales del valle.

4.2. El espacio-tiempo del afecto y de las emociones: irrupciones


de la naturaleza entre resistencia y desencanto

Cuando era una adolescente y viajaba hacia el norte con mi familia, en un


punto preciso de la autopista, mi padre me decía: «¡Mira, el Ofanto!» Yo nunca
he conseguido ver ese río. Mi mirada me sugería que estaba simplemente cru-
zando una de las numerosas zonas áridas y con leves depresiones del terreno que
caracterizan la geomorfología de la Apulia. ¿Dónde estaba el río?
Conversaciones de coexistencia. Los lugares y políticas de dos áreas rurales de Apulia 191

He encontrado este río muchos años después, durante mis estudios de in-
geniería. Durante estos años la imagen del lecho árido se ha convertido en un
paisaje de agua abundante, recogida en muchos diques de aprovisionamiento
hídrico para la agricultura. La primera vez que, verdaderamente, vi el río fue en
los años 90, a través de los ojos de algunos ambientalistas del Centro de Educa-
zione Ambientale de San Ferdinando di Puglia que cité para entrevistarles sobre
el proceso de institución del Parque de la Desembocadura del Río Ofanto, un
proceso lleno de problemas y que todavía está bloqueado.
Antes de empezar a hablar del parque, la primera cosa que hicieron los am-
bientalistas fue enseñarme el Ofanto. Me acompañaron durante un pequeño
viaje virtual por las numerosas habitaciones de su sede, en todas, había repro-
ducciones de los ambientes del río. Aún había vida en el río, árboles y ambien-
tes protegidos donde vivía la nutria. Todo a mi alrededor me decía que era un
mundo que corría el peligro de ser erradicado definitivamente y que era preciso
aprender a amarlo y respetarlo.
Una vez acabado este viaje por el río empezamos a hablar del parque.
He vuelto a ver a aquellos activistas y a muchos más en numerosas ocasiones.
Para los activistas hablar del parque significaba escribir la historia del Ofanto
para hacerlo finalmente visible después de tantos años sin reglas y de transgre-
siones continuas en ese trozo de naturaleza. Querían volver a escribir esa historia
como una historia de explotación de la naturaleza que las relaciones, las fuerzas
del poder, entre técnicos políticos y economía local habían hecho posible. La
verdadera historia del río no es la famosa historia que han contado de una mo-
dernización hecha en nombre del interés público —la lucha contra la escasez
de agua— combatida en nombre de un bien común, es decir, el desarrollo de la
Apulia. Al contrario, ésa era una historia de traición del interés público a favor
del bien de pocos, una alianza entre políticos técnicos y economía local, los
cuales habían construido el acuerdo en torno a una democracia del agua, que
concentraba el poder en manos de pocos, así como distribuía el agua entre los
distintos diques. Esta alianza entre políticos técnicos y economía local, consi-
tuida en torno a los fondos puestos a disposición de la Cassa del Mezzogiorno,
había erosionado poco a poco toda forma de respuesta y de reivindicación de
justicia ambiental relacionada con el uso del río, al cual ésta había contrapuesto,
en una región atrasada en el desarrollo, por un lado, nuevas, aunque precarias,
oportunidades de trabajo relacionadas con la construcción de obras públicas y,
por otro lado, dejando que la explotación ilegal de las áreas protegidas siguiera
sin intervenciones drásticas.
Podría describir el proceso de explotación del río que recogí de la expli-
cación de los activistas como un campo de fuerzas hechas de acuerdos firmes
entre políticos, técnicos y economía local y de acuerdos débiles entre esta
alianza y las poblaciones que vivían en el valle, las cuales habían generado
en nombre del progreso una especie de indiferencia hacia el uso que se hacía
del río y hacia la sustitución lenta e invasiva de su experiencia por la de la
técnico-experta.
192 Valeria Monno

En realidad las asociaciones ambientalistas habían empezado a escribir esa


historia ya al comienzo de los años 90, cuando después de la aprobación de la
Ley Nacional para la Defensa del Territorio (183/1989) habían constituido un
grupo mixto de activistas y expertos con el objetivo de estudiar y hacer pro-
puestas de planificación de la cuenca. Esta decisión de usar una ley basada en la
idea del sometimiento de la naturaleza funcional a las exigencias del desarrollo,
aunque podría parecer una paradoja, representaba en ese momento histórico el
único modo de protestar contra un Gobierno regional que no quería escuchar
sus voces de activistas y, por lo tanto, tampoco la voz de la naturaleza.
La alianza entre activistas y expertos en temas de interés público, en cambio,
hubiera podido dar crédito a la voz de los ambientalistas. Pero los conocimien-
tos, así como las propuestas que habían generado los del grupo nunca se toma-
ron en consideración. El Gobierno regional así como la gente común, después de
años de indiferencia y de lenguajes técnicos-expertos, no consideraban válidas las
experiencias aportadas por los activistas. La alianza entre activistas y expertos se
había, por este motivo, perdido por el camino no consiguiendo destruir el hábito
(Bordieu) de aquella poderosa barrera del cambio creada con años de prácticas
y rutinas implícitas que habían sostenido aquella democracia del agua. Así que
a los activistas no les quedaba otra forma de acción que la protesta. Y nunca tu-
vieron dudas: continuaron la lucha para hacer escuchar la voz de la naturaleza,
porque aquella naturaleza devastada se merecía una revancha.
La temporada de los parques hubiera podido abrir nuevas ocasiones de tutela
ambiental sobre todo en el momento más alto de la difusión del concepto de de-
sarrollo sostenible y de muchas experiencias de planificación y gestión ambiental
basadas en la colaboración entre instituciones y comunidades locales, cuyos ecos
provenían de países muy lejanos. Por desgracia para los activistas, el períme-
tro demasiado reducido que había sugerido la Ley Regional cerraba cualquier
posibilidad de diálogo. A pesar de que el período del Intervento Straordinario
había concluido, la propuesta del parque regional limitado solamente a la des-
embocadura del río continuaba legitimando las relaciones de poder que habían
sostenido la alianza económico-política responsable del deterioro del río, y que
hubieran podido continuar apropiándose de la naturaleza.
Aceptar aquella propuesta hubiera significado traicionar a la naturaleza, por-
que forma parte del mundo en que vivimos. Aceptar aquella propuesta hubiera
significado traicionar la ética y las esperanzas que se habían sostenido durante
tantos años de batallas. Aceptar aquella propuesta hubiera significado legitimar
la misma alianza entre políticos, expertos y economía local que apoyaba esa pro-
puesta y que continuaba explotando el río. Pero además de esto, la falta de acep-
tación, por parte de las asociaciones, de la propuesta del parque denunciaba una
colisión profunda entre la idea institucional de parque y la de los activistas.
Para estos últimos, el parque no coincidía con un territorio que hace «ex-
cepción» a la regla de un desarrollo económico. El parque es un nuevo paradig-
ma de desarrollo surgido de una nueva concepción de ciudadanía ambiental. El
parque, para los ambientalistas, es una ocasión para experimentar una política
Conversaciones de coexistencia. Los lugares y políticas de dos áreas rurales de Apulia 193

de desarrollo local capaz de ofrecer una alternativa de desarrollo que requeriría


una voluntad política que los Gobiernos regionales que se sucedieron nunca
demostraron que tenían. El hecho de que el proceso institutivo del Parque de la
Desembocadura del Ofanto actualmente esté aún bloqueado es testimonio de la
falta de esa voluntad.
Una política ambiental tendría que haber contemplado la constitución de
diferentes espacios y formas de acción. En primer lugar, era necesario practicar
una política del afecto mediante la cual reconstruir una relación profunda entre
los habitantes del valle y el río. Esto se podía hacer, por un lado, a través de una
política de la memoria que reelaborase los viejos recuerdos de un río largo en el
cual se veraneaba en un río para vivir en el presente.
En segundo lugar, había que continuar presionando a las instituciones me-
diante una política subversiva y de diálogo. Las acciones rebeldes podían asumir
la forma de actos simbólicos como las replantaciones de áreas protegidas cultiva-
das ilegalmente, o de protestas organizadas contra las administraciones locales y
la falta de aplicación de normas vigentes que atañen a la tutela y la salvaguardia
del ambiente y del territorio. Para desarrollar un diálogo «equilibrado» con las
instituciones era necesario constituir una coalición entre los ciudadanos y las
pequeñas y grandes asociaciones para sostener la propuesta de que el parque
fluvial comprendiera una área mucho más extensa que la considerada por la Ley
Regional. Las actividades del Centro de Educación Ambiental junto a la funda-
ción del Comité para la Institución del Parque del Río Ofanto representan un
primer ejemplo de esta política.
La cultura de proyecto que está transformando la geografía cultural y am-
biental del valle ofrece una tercera posibilidad a los activistas. Esta cultura queda
marcada. Las asociaciones dejan a un lado la utopía «parque», renuncian a las
formas de política subversivas para intentar construir nuevas cooperaciones con
los Gobiernos locales dispuestos a dialogar. El nuevo objetivo es hacerse visibles
y creíbles como operadores capaces de actuar y promover proyectos de educa-
ción ambiental, de reconstrucción o protección de pequeños hábitats naturales,
mediante la producción en el ámbito de los LIFE. Éstas intentan construirse un
repertorio propio de prácticas con éxito y usarla como base para hacer presión a
los Gobiernos locales. A pesar de este esfuerzo, la mayor parte de los proyectos
que las asociaciones han ayudado a crear se quedan en los cajones de los Gobier-
nos locales o los dan a asociaciones no-profit en la fase de implementación. A fin
de cuentas siempre colocan a las asociaciones en los márgenes de la «política».
Después de haber abandonado la actividad a favor de la cultura del proyecto
y del diálogo, las asociaciones están desorientadas. El enorme trabajo desarrolla-
do para la sensibilización de las poblaciones locales hacia los temas ambientales
no parece haber causado ningún efecto. Hasta se ha perdido la cohesión de los
objetivos de la acción ambiental. Algunos sostienen que sería preciso volver a
una política de denuncia y de resistencia. Otros sostienen que la cultura del
proyecto ha cambiado el modo de ver el parque. Otros están convencidos de
que la sensación de desorientación está en las condiciones que han cambiado
194 Valeria Monno

del entorno. Otros dicen que se debe admitir que la temporada del desarrollo
sostenible ha permitido realizar el parque. Han pasado de hablar del parque para
hacer el parque a través de pequeños proyectos como «il Percorso Pero» que de-
muestra la posibilidad de hacer el parque y, por lo tanto, cambiar las prácticas de
producción de los lugares.
Todos están de acuerdo en que la creación del Pacto Territorial y de la Agen-
cia para la Calidad del Ambiente han debilitado toda política para la naturale-
za. ¿Qué autoridad puede tener esta Agencia tratándose de bienes comunes? Al
mismo tiempo todos son conscientes del hecho de que al haberse apoyado en
los Gobiernos locales, las asociaciones han perdido el contacto con la gente que
ahora les consideran «colapsadas» con la política y no más una vanguardia. Y las
asociaciones reconocen que ya no desempeñan este papel en el espacio de las
relaciones. ¿Quién cuidará del ambiente? Su futuro es oscuro, pero puede que
la vuelta de la idea de parque, en este caso parque de ideas, pueda abrir algún
camino a la esperanza.

4.3. El espacio-tiempo del contacto: comparación


de órdenes institucionales

El parque como territorio que hay que gobernar, el parque como experi-
mentación y el sistema de las calidades ambientales son los tres conceptos do-
minantes en la geografía de la transición del valle. El concepto de parque como
lugar privilegiado del desarrollo sostenible parece ofrecer alguna perspectiva de
reconciliación (Barbanente y Monno, 2005). Pero mirando bien la confronta-
ción entre valores ambientales y los de matriz económica, que se desarrolla prin-
cipalmente fuera de las actividades formales ya sea de la Agencia, de las asocia-
ciones ambientalistas o de los Gobiernos y entidades locales, desvela problemas
mucho más profundos y difícilmente reconciliables en el interior del concepto
de parque. Surge un profundo conflicto entre las formas institucionales que cada
concepto lleva en su interior.
La Agencia actúa siguiendo la lógica de construcción de una alternativa de
desarrollo local que coloca en el centro de las relaciones entre sociedad civil e
instituciones públicas a las comunidades de proyecto, responsables de la com-
petitividad territorial. El papel central atribuido a las comunidades de proyec-
to corresponde a una concepción del sistema de calidades ambientales, como
resultan de las negociaciones entre intereses. Para la Agencia, el espacio de las
relaciones es competitivo, plural y negociable por parte de esas comunidades de
proyecto, legitimadas en la acción del acuerdo que éstas consiguen crear en torno
a las propias acciones. Su forma de negociar tiene éxito, ya que no obliga a los
actores a transformar prácticas y rutinas consolidadas, sino que les permite que
se adapten y de este modo reducen los costes de posibles reformaciones y nuevas
organizaciones en los cambios globales o locales. En esta perspectiva no hay sitio
para mediaciones entre valores problemáticos sino sólo para negociaciones entre
Conversaciones de coexistencia. Los lugares y políticas de dos áreas rurales de Apulia 195

intereses. Su contacto con la gestión del ambiente es eficiente, lo cual no permite


explorar los límites y conflictos entre economía y ambiente.

Territorio competitivo

Gobiernos
Negociación locales
Negociación Comunidad
Sociedad de proyecto
civil

Las asociaciones conciben de modo distinto el espacio de las relaciones.


Para las asociaciones el único modo de tutelar a la naturaleza es a través de
una esfera pública habermasiana donde la sociedad civil y los actores locales se
enfrentan con las instituciones públicas que, como éstas afirman, tienen que
actuar como mediación y protección de la naturaleza como un bien común.
La pluralidad del territorio se considera un bien al que no se puede renunciar,
pero ésta se tiene que poder expresar en el ámbito de las instituciones públicas,
que son las únicas legitimadas para ejercer un papel de mediación entre valores
y éticas arraigadas.

El Parque del Ofanto como desarrollo


alternativo

Sociedad Instituciones
civil Presión Actores
Asociaciones públicas
y Negociación económicos
comunidades
de proyecto Mediación
196 Valeria Monno

En definitiva, las asociaciones piden a los Gobiernos locales responsabilidad


y transparencia como antídoto necesario para contrastar las redes de poder ocul-
tas que surgen o se consolidan, para más tarde, dar lugar a la experimentación.
Su modelo de esfera pública no consigue innovar en las prácticas locales porque
precisa aprendizajes transformativos a los cuales se asocian costes ciertos y bene-
ficios imposibles de cuantificar.
Aún es más dificil encontrar las formas de interacción de los Gobiernos loca-
les, siempre vulnerables a los cambios de leadership política. Este modelo, en el
caso del actual Gobierno regional, sitúa en el centro del proceso de la institución
pública, al que da el poder de decidir y de guiar. Sus interlocutores privilegia-
dos siguen siendo los actores económicos y los municipios. Las asociaciones, si
quieren jugar algun papel en el espacio de las relaciones de poder, no tienen más
elección que la de aceptar este modelo. La nueva governance, dirigida a garanti-
zar un camino de gobierno eficiente, no permite experimentaciones, no acepta
desafíos. Actúa.

El parque como tutela de los


recursos naturales

Información Región Municipios


Sociedad audiencia Negociación
Actores
civil económicos
Decisión
y dirección

5. EN UNA TIERRA ÁSPERA. LA TIERRA DE LAS GRAVINAS,


UN PARQUE EN UN MAR DE INSOSTENIBILIDAD

5.1. El espacio-tiempo de las mezclas de identidad:


¿el típico BUSINESS?

El desarrollo local también llega en esta área a través de los programas nacio-
nales y europeos, pero aquí encuentran un territorio que aún está bajo el efecto
de los impactos sociales, económicos y ambientales producidos por la monocul-
tura industrial. Aquí los Pactos Territoriales no funcionan a causa de la ausencia
de pequeñas o medianas empresas lo bastante robustas. En cambio, principal-
mente se usan los programas europeos como los Leader, PIT y PIS, generalmente
utilizados como fuente de financiación que sustituye la estatal. En un territorio
Conversaciones de coexistencia. Los lugares y políticas de dos áreas rurales de Apulia 197

donde falta una mentalidad empresarial y una clase dirigente, los PIT y los Leader no
ponen en marcha ningún tipo de desarrollo alternativo, ni tampoco un desarro-
llo local sostenible. Es difícil hablar de ambiente en este territorio tan débil bajo
el perfil político y socioeconómico por culpa de los gravísimos daños ambienta-
les que han creado la industria siderúrgica y la agricultura.
En la zona hay una opinión común sobre estos nuevos programas, dicen que
no son más que el típico business. De hecho la construcción de los proyectos se
sigue haciendo en habitaciones cerradas, y al poder de pocos. De todos modos,
la transición hacia un desarrollo local sostenible da visibilidad a trayectorias de
desarrollo, que ya existen en este territorio. El Arco Jónico quiere separarse de
Taranto, con la cual comparte, principalmente, los costes del desarrollo más
que los beneficios. En particular, las agregaciones territoriales que se forman
en torno a los Leader describen el intento de crear en la Tierra de las Gravinas
una identidad propia sin la cual es difícil trazar o reforzar caminos de desarrollo
alternativos a la industria.

5.2. El espacio-tiempo de las irrupciones de las Gravinas:


rendición (in)condicional

En la Tierra de las Gravinas, el clima de desinterés hacia los ambientes na-


turales y sus recursos, que han explotado año tras año de manera incondiciona-
da, se desvanece en 1995 cuando el Gobierno regional delinea como Lugar de
Interés Comunitario un territorio extenso que comprende la parte alta de las
Gravinas, territorios agrícolas extendidos y parte de centros históricos de 13 mu-
nicipios. Esta decisión produce entusiasmo y crea nuevos problemas en el área y
entre Gobierno regional y poblaciones locales. El parque llega a esta tierra como
la última de las muchas decisiones top-down, indiferente a los problemas y a las
esperanzas de ese territorio.
En un territorio donde la agricultura constituye un importante sector econó-
mico perciben el parque como una amenaza a las potencialidades de desarrollo
agrícola y turístico del área y como una inevitable vuelta a una condición de
dependencia absoluta del destino de Taranto.
Al contrario, todas las pequeñas y divididas asociaciones culturales y ambien-
tales, que actúan en el área, han acogido la decisión regional con entusiasmo.
La puesta en marcha del proceso de institución del parque les da la fuerza vital
necesaria para actuar en un territorio refractario y ver el ambiente como una cosa
que hay que proteger. Éstas se asocian y forman un Comité de Coordinación
y construyen relaciones fuertes con el Gobierno regional. La Coordinación se
convierte muy pronto en la longa manus del Gobierno regional en el área donde
las asociaciones trabajan duro para construir el acuerdo de la propuesta de par-
que regional. La búsqueda de un acuerdo induce a la Coordinación a abandonar
cualquier belicosidad en la afirmación de una ética de la naturaleza y a proponer
el parque como «sistema integrado de bienes culturales y ambientales» y símbolo
198 Valeria Monno

de una diversidad deseada de los procesos de desarrollo en el área, basada en una


antigua identidad rural para poner junto a las que ya existen, para promoverlas y
reforzarlas. Estos motivos aseguraban que tendrían un mayor éxito respeto a las
otras que se basaban en la naturaleza y que se insertarían mejor en los pliegues de
las relaciones de poder dominantes en el territorio para fracturarlas.
Después del cambio de coalición política al frente del Gobierno regional,
las relaciones entre Coordinación y región se interrumpen: por mucho que la
escuchen, la Coordinación está excluida de las negociaciones. La Coordinación,
por su parte, aunque critica el procedimiento regional, no combate nunca hasta
el fondo el proceso de institución del parque sino que intenta reforzar el acuerdo
que ha construido ampliando la base. Hace pocos meses, con la llegada del nue-
vo Gobierno regional la situación cambia.
El nuevo Gobierno regional ha decidido llevar a cabo todos los procesos ins-
titucionales de parques regionales que aún no se han concluido para demostrar
su vocación ambientalista. Así se instituye el Parque de la Tierra de las Gravinas,
en esos trozos de territorio que habían resistido a los precedentes cuatro años
de negociaciones entre región y municipios. Las asociaciones, naturalmente, no
querían aceptar esa propuesta. Pero el miedo de que la creciente presión que ejer-
citaban los agricultores sobre el Gobierno regional pudiera modificar la voluntad
política indujo a los ambientalistas a aceptar ese perímetro. Claramente desde el
punto de vista de los valores ambientales el parque es una derrota. Pero si una
decisión similar se proyecta en el contexto de las relaciones de poder que gobier-
nan aquel trozo de territorio, entonces aquel perímetro tiene que considerarse
un compromiso justo.
Entre otros, el Parque de las Gravinas es el parque regional más extenso.
Por mucho que la ley institucional deje márgenes anchos de negociación para
reducir ulteriormente su límite, el Parque sigue siendo un nuevo límite entre
viejo y nuevo. Hoy el desafío es otro. El nuevo desafío consiste en demostrar que
el Parque de las Gravinas, si se mira como construcción de un sistema de rela-
ciones complejo y articulado entre elementos paisajístico-ambiental y actuales y
futuros usos del territorio, puede funcionar, puede producir ingresos y gracias a
esto puede transformarse en el símbolo de un nuevo desarrollo local sostenible.
El Parque de las Gravinas puede arribar a la Bolsa Internacional del Turismo de
Milán dedicada a los parques y a las reservas naturales.

5.3. El espacio-tiempo del contacto: en búsqueda


de la identidad perdida

El parque y los programas Leader exponen la importancia de la (re)cons-


trucción de la identidad en un territorio frágil. Más concretamente, recuperar
la identidad perdida significa encontrar un fuerte vínculo con el territorio de las
gravinas (elemento característico del mismo) de modo que puedan desarrollar
un profundo sentido de pertenencia a una área homogénea y constituir una ver-
Conversaciones de coexistencia. Los lugares y políticas de dos áreas rurales de Apulia 199

dadera comunidad reconocible. Para (re)construir esta identidad se tendría que


admitir que hoy esta tierra está compuesta de al menos tres ámbitos: el primero
dotado de una fuerte identidad que coincide con el área donde están los trozos
de gravinas más importantes, el segundo caracterizado por una identidad débil
dentro de la cual el sentido de pertenencia a la tierra de las gravinas se ha conta-
minado a causa de los procesos de desarrollo urbano, y, por último, el ámbito de
la llanura y de la costa cuyo sentido de pertenencia ha sido cancelado por prácti-
cas de producción agrícola y procesos de desarrollo urbano insostenible.

Figura 1.—Ámbitos de identidad

Un proceso de recuperación de la identidad dirigido a abrir la «caja negra»


de los procesos de desarrollo local podría empezar a partir de este mapa del
territorio. El ámbito territorial caracterizado por la identidad fuerte podría re-
presentar el lugar donde experimentar una comunicación coevolutiva armoniosa
entre hombre y ambiente. Esta área se convertiría en el símbolo de un desarrollo
alternativo y centro de difusión de los debates sobre la identidad en toda el área.
En los otros ámbitos se necesitaría empezar un proceso de negociación de las
identidades, el único capaz de reconstruir un nuevo equilibrio, y también nuevas
reglas de desarrollo sostenible.
Ésta es la orientación que debería seguir una política dirigida a reconstruir el
sentido de pertenencia de los lugares. Una política igual haría participar a stakehol-
der y a los habitantes en los procesos de decisión para concienciarles de las dinámi-
cas de desarrollo aplicadas en el territorio. Al mismo tiempo, esta política tendría
que ayudar a las comunidades locales a auto-organizarse. Sólo a través de formas
200 Valeria Monno

de auto-organización se podrían definir objetivos de sostenibilidad compartidos a


nivel local y nuevas reglas de pertenencia. Sobre todo la auto-organizacion de las
comunidades locales tendría que mirar a construir visiones a largo plazo necesarias
para poder superar la disminución y la crisis de modo duradero y evitar la preva-
lencia de comportamientos utilitaristas que devastan el territorio.
Una política de la pertenencia precisaría, en cualquier caso, un fuerte com-
promiso en la sensibilización de las poblaciones locales hacia los temas ambienta-
les, promoviendo prácticas de educación ambiental que hicieran entender cuán
frágiles son los equilibrios entre sistemas paisajísticos y formas de desarrollo, y
cuáles son los costes sociales y ambientales que siguen a la ruptura de estos equi-
librios. Este escenario es el único capaz de oponerse a las modas actuales, que
causarán inevitablemente el deterioro social, económico y ambiental.

6. INTERPRETAR LA GEOGRAFÍA DE LA TRANSICIÓN

Hoy, el Valle del Ofanto y la Tierra de las Gravinas representan dos territorios
cuyos límites fuzzy no se pueden trazar sobre un plano euclídeo. Éstos forman
parte de la geografía mutante de una región, que está pasando por un proceso de
cambios, en la que son frecuentes señales de naturaleza y cultura original. Pero
¿dónde está la naturaleza? ¿Qué sitio le reservarán en el futuro?
Si quisiéramos interpretar la geografía de estas dos áreas rurales utilizando
el framework de la integración o del parque se podría concluir que la historia
del valle del Ofanto es una geografía que explica los límites del concepto de
integración y la fallida política de los parques, por cómo la han descrito en
muchos libros. La geografía de la Tierra de las Gravinas confirma, en cambio,
el fracaso de las políticas de desarrollo sostenible y de la integración cuando se
encuentran con una cultura local incapaz de aprender. En esta tierra, «gana» el
parque como proyecto top-down y de construcción de límites específicos entre
naturaleza y desarrollo. Las dos geografías indican cómo el camino hacia un
desarrollo local sostenible, de contornos tan vagos como inciertos, aunque in-
troduce lenguajes y maneras de proceder nuevas, y principios de tolerancia más
reducidos respecto a los ya existentes, hacia una explotación indiscriminada de
los recursos ambientales, es un proceso que reduce las diferencias existentes,
oculta los problemas de justicia ya sean de tipo social, económico o ambiental,
y reproduce con una forma nueva los límites y los problemas entre naturaleza y
sociedad. En ambas áreas, la cultura de la integración ha hecho suyas las luchas
para la protección de la naturaleza, vaciando su contenido y debilitándolas. El
concepto de parque está en un contenedor vacío que ya no es capaz de activar
algún tipo de cooperación o promover un esfuerzo colectivo para gestir econo-
mía y ambiente en una prospectiva de largo período. En ambas áreas, la cultura
de la integración aún está lejos de su realización. El impacto de la cultura de la
sostenibilidad en estos territorios al final, solamente produciría una moderni-
zación ecológica blanda.
Conversaciones de coexistencia. Los lugares y políticas de dos áreas rurales de Apulia 201

De todos modos las geografías de la transición, si se interpretan de este


modo, no nos dirían nada de nuevo sobre las formas de coexistencia que se van
componiendo a la sombra del desarrollo sostenible. Para explorarlas tenemos que
mirarlas como una multiplicidad y como un proceso de producción de sentido.
En el Valle del Ofanto existe una fuerte tensión entre instancias dirigidas a
construir nuevos espacios gobernables mediante las políticas sostenibles e instan-
cias dirigidas a tutelar la naturaleza como un bien común.
La búsqueda de espacios gobernables en las comunidades del proyecto en el
caso de la Agencia no introduce innovaciones radicales que atañen a la manera
de gestionar los problemas entre economía y ambiente como los nuevos lengua-
jes de reconciliación podrían inducir a pensar. Éstos se acercan a los viejos sin
implicar alguna tentativa de complicar los modos de coexistir con la naturaleza
que ya están arraigados en el territorio. Parece que el objetivo del nuevo lenguaje
no sea el de comunicar, sino el de inculcar mediante motes o eslóganes, «palabras
de orden», el modo predominante, ortodoxo de clasificar, organizar y explicar
el mundo (Bogue, 2004, pág. 71). Aquí la llamada a la naturaleza es solamente
instrumental para la construcción de acuerdos. La llamada a la naturaleza es una
llamada al orden. Las innovaciones que introduce son las de la privatización del
juicio moral.
Desde el punto de vista de los procesos de producción de sentido que acom-
pañan a la actividad de la Agencia, centrado así en la propia performance y en un
pequeño conjunto de factores capaces de remover las complicaciones que surgen
alrededor de su actuación, cae en la «trampa de la simplicidad» (Weick, 1979).
A menudo, cuando las organizaciones tienen éxito, tienden a simplificar la
propia representación, el ambiente que las rodea y sobre todo las cadenas de
causa-efecto que creen causar. Mientras sus capacidades para obtener el máximo
rendimiento aumentan, se reducen la capacidad de explorar y de aprender que
hay en las mismas y también en las que las rodean. Éstas se hacen cada vez más
expertas, pero menos capaces de aprender (Miller, 1993). En vez de explorar con-
ceptos, ésta más bien opta por su uso instrumental dirigido a integrar elementos
contrarios y resolver tensiones mediante una síntesis que busca lo comprimido,
soluciones eficientes y satisfagan a todos los que buscan un acuerdo como medio
que interrumpe las tensiones. Ciertamente introduce una mirada benigna hacia
la naturaleza como fuente de economía.
En cambio, el espacio de la naturaleza está habitado por agentes «éticos» (Yu,
2005), o sea agentes que intentan experimentar, aun estando en la turbulencia
de la transición. Según ellos, no se trata sólo de buscar soluciones complacientes,
sino también de desarrollar los problemas observados y vividos. Los problemas se
convierten en cuestiones que fuerzan a una mentalidad reflexiva, que fuerzan el
tener que pensar lo que aún no se ha pensado y a problematizar de nuevo el cam-
po de acción en el que se actúa. Estos agentes están abiertos al aprendizaje como
proceso que siempre implica aprender y desaprender lo que se da por descontado
(Argyris, 1991). Son agentes de la improvisación que sustituye la estrategia en el
sentido que ésta da a los actores las informaciones necesarias respecto a aquellas
202 Valeria Monno

que disponen para tomar decisiones que vayan más de acuerdo con lo que está
sucediendo, así como afirmó Weick: «to unterstand improvisation as strategy is
to understand the order within it and what we usually miss is that a little order
can go a long way» (1987, pág. 229).
Este modo de dar sentido a la realidad tiene implicaciones profundas con los
modos de concebir la coexistencia con la naturaleza. La integración, observada
a través de los ojos de las asociaciones ambientalistas del valle del Ofanto, no
es una condición necesaria y suficiente para poner en marcha un recorrido de
desarrollo que tutele el ambiente, ni la sostenibilidad es el verdadero desafío que
se tiene que enfrentar en él. El verdadero desafío en el valle es repensar las cate-
gorías de naturaleza y ambiente, así como nosotros las hemos concebido hasta
ahora, afrontando la turbulencia de las transformaciones a través de un proceso
de experimentación. La propuesta de repensar el parque como parque de ideas
parece dar énfasis a la voluntad de no renunciar a esta mentalidad activa y re-
flexiva al mismo tiempo. Ciertamente el dominio de la política tiene que quedar
siempre como un ámbito de negociación y contestación en continua tensión con
el ambiente biofísico. La tensión es algo siempre presente, cuyos extremos están
relacionados de modo que hace posible el funcionamiento de una síntesis de esas
relaciones sin reemplazarlas o atenuarlas. La ética de la responsabilidad y del bien
común, de algún modo, es el tratar de vivir juntos.
Para afrontar este desafío se precisa una voluntad política que acepte arries-
gar y que asuma la responsabilidad de nutrir espacios de aprendizaje cotidiano
donde una política en los lugares sea el resultado de prácticas intencionales y
emergentes.
El espacio-tiempo del contacto, con su mirada hacia el futuro, expone algu-
nos de los motivos por los cuales las diferentes trayectorias que pueblan el Valle
no han conseguido, hasta este momento, entrelazar y encontrar campos de po-
sible colaboración. El concepto de parque, una palabra que aparece en cada tra-
yectoria, y que por este motivo parece poder construir un punto de partida para
tejer nuevas relaciones y prácticas de cooperación dirigidas a la tutela del río, en
realidad, sólo de modo ficticio puede acercar posiciones distantes. En cada tra-
yectoria el concepto de parque está relacionado con otros conceptos y problemas
específicos que pretende resolver, en los cuales no existe ningún acuerdo. Ade-
más está relacionado con una prospectiva de esfera pública diferente. Cuando
se explora en el espacio-tiempo del contacto, el problema no se limita sólo al
existente entre naturaleza y sociedad, entre economía y ambiente. Éste atañe a
la geografía institucional, a las formas de democracia que deberían acompañar el
proceso de transición hacia la sostenibilidad.
Las asociaciones miran a la esfera pública habermasiana, la Agencia, en cam-
bio, a un espacio de interacción plural, el Gobierno regional a una democracia
deliberativa en la cual la participación de la sociedad civil en los procesos de
decisión es sólo periférica y la negociación con los actores políticos y económicos
clave del territorio se queda abierta. Este conflicto es el que representa diferentes
perspectivas de los procesos de producción de los lugares y las que deberían con-
Conversaciones de coexistencia. Los lugares y políticas de dos áreas rurales de Apulia 203

siderarse conocimientos válidos en ellos, más que los diferentes valores que posee
cada agente para impedir la creación de cualquier tipo de alianza entre ellos. Este
conflicto va más alla de la cuestión de las «reglas» a seguir en la interacción como
base de un diálogo abierto.
Es un modo de aprender a actuar y practicar en un terreno que no es común,
que puede obtenerse sólo si existe un deseo legítimo de desafiar los vínculos ins-
titucionales y las normas sociales, y compartir solidaridad, ayuda recíproca y una
ética del cuidado entre agentes distintos. Estas prácticas evitan expertos y proyectos
y pueden ayudar a buscar colectivamente vías de fuga del silencio y del aislamiento.
Esta forma de ética basada en trabajar y aprender colectivamente utiliza el terreno
no común que encontramos todos los días en la vida cotidiana.
Si las formas de acción e interacción en las que se basa la actividad de la
Agencia y del Gobierno pueden encontrarse fácilmente en el terreno de la nego-
ciación entre intereses, interrumpiendo cuestiones de aprendizaje de las relacio-
nes entre naturaleza y sociedad, el concebir la interacción propia del ambientalis-
mo que busca recorrer «terrenos no comunes» (Chatterton, 2006) mientras que
la práctica de una ética de la responsabilidad y del cuidado se quedan débiles.
Pero es gracias a un ambientalismo reflexivo que acepta la responsabilidad de su
juicio moral (Barman, 2006) y por esto no se rinde ni al parque, a toda costa, ni
a la lógica administrativa, para hacer que el espacio de posibilidades de repensar
al futuro del río en este valle se quede abierto a la experimentación y con ésta
a todas las tensiones que derivan de las cuestiones de justicia que acompañan
siempre a la producción de nuevas formas de coexistencia.
En la geografía ambiental de la Tierra de las Gravinas del Arco Jónico en
cambio, las relaciones y las prácticas en la base de los procesos de producción de
los lugares se han quedado impermeables a la cultura de la sostenibilidad. La eco-
nomía industrial y la lógica de los polos de crecimiento gozan aún de un poder
extremo en la prefiguración de futuros posibles. Pero en esta tierra, la lógica de la
reconciliación entre valores empieza a considerarse una condición necesaria para
introducir nuevas sensibilidades ambientales y facilitar la creación de una nueva
comunidad sostenible.
De todos modos, el perdurar de las fuertes relaciones de poder, aún dema-
siado estables, hace imposible pensar en algún tipo de integración que pueda
desarrollarse a través de una confrontación abierta entre diferentes éticas y va-
lores. Experimentar no forma parte del horizonte de la acción a corto plazo. Se
necesitan certidumbres, hechos que demuestren que otro desarrollo es posible.
La institución del parque se inscribe en esta necesidad de acciones concretas y
de «espacios de verdad». En esta búsqueda de hechos, el ambientalismo local no
se compromete a reflexionar de modo crítico sobre sus propias acciones. Aquí se
trata de una cuestión de instrumentos idóneos (Hajer, 1999).
Aquí también aprender es crucial, pero en este caso los espacios de aprendi-
zaje se tienen que promover y construir, más que valorizar.
Las debilidades de este uso excesivamente pragmático salen a la luz cuando
la mirada se proyecta al futuro. A la exigencia de la construcción de «espacios de
204 Valeria Monno

verdad» se opone la necesidad de construir una identidad y una comunidad de


la Tierra de las Gravinas a la cual corresponde una fuerte necesidad de participa-
ción. La construcción de la identidad, entendida como un proceso de produc-
ción de sentido, es el punto de partida para reescribir la historia de esta tierra y
dar vida a una comunidad reconocible. Pero la nueva identidad de la Tierra de
las Gravinas, si algún día se realizara, no se podrá hacer sin representar la iden-
tidad múltiple de los que la pueblan. La negociación entre valores y éticas dife-
rentes no puede interrumpirse, es más, es una condición indispensable para la
formación de una comunidad sostenible. Esto requiere espacios de participación
adecuados, donde los límites que separan, valores y creencias y normas arraiga-
das se puedan atravesar, transformar y conducir desde una visión común.

7. CONCLUSIONES

En este trabajo he explicado los primeros resultados de una labor de investi-


gación que intenta recoger los procesos de aprendizaje de nuevas formas de co-
existencia que se desarrollan en el «medio» de la transición hacia nuevos paisajes
sostenibles, es decir, hacia los nuevos paisajes éticos donde vivimos.
Esta prospectiva de investigación muestra como el dar un informe de estas
transiciones basándose únicamente en criterios inciertos de innovación y conti-
nuidad, centrándose sólo en los impactos de una o más políticas en un contexto
local abstracto es arriesgado porque hay peligro de no mostrar la riqueza y la
complejidad de la mentalidad y de la acción que caracterizan a estos paisajes,
también cuando parece que éstos ya no pueden ofrecer nada de nuevo, o simple-
mente nos aparecen como errores de una política. La geografía de la transición,
aunque en este ensayo sólo se haya esbozado, nos reconduce a lugares, que son
lugares donde vivir (Heiddeger, 1971).
Construir o deconstruir formas de coexistencia es una práctica compleja de
aprendizaje cotidiano y, como tal, diferente en cada lugar. Es una práctica in-
tencional e inconsciente al mismo tiempo, no lineal, contradictoria, llena de
conflictos, traiciones, alteraciones de los sentidos de pertenencia, de esperanzas
variables, de cambios de horizonte de futuro, que se desarrolla a través de en-
cuentros y alejamientos recursivos entre trayectorias que se desarrollan más allá
de lo local.
Los itinerarios que componen esta geografía cuentan, a través de su paralelis-
mo, cómo la integración no se puede entender como un valor ya existente de los
lugares ni como un proceso lineal. Cada intento de aplicación, mediante la esfera
de la razón y de lo racional, no hará más que producir otros gaps. Cada intento
de integración entre valores arraigados siempre es un campo de batalla. En la
geografía de la transición, el camino hacia la sostenibilidad local, de contornos
tan inciertos como ambiguos, es un proceso lleno de problemas y de correspon-
dientes, aunque diferenciados, y la participación es fundamental para afrontar la
incertidumbre radical que la acompaña.
Conversaciones de coexistencia. Los lugares y políticas de dos áreas rurales de Apulia 205

Las políticas de desarrollo sostenible, tratando la integración como un proce-


so de resolución de los conflictos ambientales, aplicable y reproducible donde sea
a través de procesos racionales y razonables, parecen crear y a la vez reforzar con-
tornos ya existentes, y reproducir en la práctica un concepto de naturaleza como
área límite del desarrollo económico. Los nuevos paisajes sostenibles no dan vida
a espacios de experimentación política donde reestablecer nuestro modo de vivir
con la naturaleza.

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Dinámicas de identidad y uso del suelo
en las descripciones normativas: área natural
y protegida de Gravina di Puglia (Italia)*
Adele Celino**
Politecnico di Bari
Angela Colonna***
Politecnico di Bari
Grazia Concilio
Universidad de la Basilicata

1. INTRODUCCIÓN

Las imágenes del territorio usadas para representar una actividad de planifi-
cación se revelan, a menudo, ineficaces en la formulación de estrategias de acción
adecuadas, tal vez debido a las categorías descriptivas utilizadas. Una lectura
«objetiva» y taxonómica no siempre puede representar la complejidad del territo-
rio investigado; de éste se necesitaría, probablemente, una lectura más selectiva,
dirigida e interpretativa.

* La presente contribución se refiere a la investigación «Sistemas de Soporte para instituir y


gestionar las Áreas Naturales Protegidas» financiada por el CNR (Consejo Nacional de las Inves-
tigaciones) (Agencia 2000, Proyecto Jóvenes Investigadores) coordinado por Grazia Concilio, en
el Politécnico de Bari.
** Departamento de arquitectura y urbanismo politécnico de Bari, calle Orbona 4, 70125
Bari, Italia. E-mail: celino@dau02.poliba.it, g.concilio@poliba.it.
*** Departamento de Arquitectura, Planificación e Infraestructura de Transporte, Universi-
dad de la Basilicata, calle santa Caterina, C.da Macchia Romana, Potenza, Italia.
208 Adele Celino, Angela Colonna y Grazia Concilio

Dar una respuesta a tal necesidad constituye el objetivo principal del estudio
presentado en esta contribución, dirigido a la construcción de una «descripción
normativa», es decir: de una descripción construida a partir de un cuadro cogni-
tivo con carácter prescriptivo. Durante el trabajo desarrollado para la institución
del área natural protegida de la Gravina en Apulia (un surco geológico en el sur
de Italia), el análisis y el proyecto han sido creados en mutua reciprocidad, pro-
duciendo precisamente una «descripción normativa». El proyecto ha sido creado
como instrumento de procedimiento (desde la definición de normas, prescrip-
ciones e indicaciones, hasta la definición de las maneras para establecer las reglas
de comportamiento que «producen» el territorio) y las comunidades instaladas
han sido consideradas como conjuntos mudables que de manera continua rees-
criben la forma de sus relaciones (Celino y cols., 2001).
Utilizando tal perspectiva se ha intentado estructurar la observación del área
de la Gravina con el fin de producir una imagen de identidad que incluyese
los aspectos dinámicos de las relaciones que la han definido y que aún hoy la
definen. En particular, el uso de «descripciones normativas» ha producido una
prescripción informada en la que la información se basa en juicios diagnósticos
y preventivos expresos en el ámbito de una visión dinámica de los procesos de
producción de las identidades.
Con el fin de reconstruir los aspectos dinámicos, las identidades han sido
explicitadas a través de los caracteres de invariancia y variancia que definen el
surco geológico de la Gravina, considerado como un elemento único en el siste-
ma territorial en el que se encuentra y con la condición de cremallera al confín
con otros territorios limítrofes.
Precisamente a través de los caracteres de invariancia y variancia han sido
delineadas dos posibles «descripciones normativas» a partir de dos diferentes
puntos de observación de la dinámica de la identidad: el primero se refiere a la
estructura y a los caracteres de las relaciones asentadas y a las relativas transfor-
maciones orientadas a la adaptación al contexto ambiental; el segundo, por el
contrario, se refiere a la forma de las relaciones ecológico/ambientales que se han
adaptado a las transformaciones antrópicas (Braudel, 1997).
La presente contribución, partiendo de la presentación del procedimiento
de producción utilizado para la construcción de las descripciones normativas,
se detiene en particular en la primera: «la integración de los recursos». Al de-
linear las principales características se detiene en la función desarrollada por el
recurso «agua» en el procedimiento del territorio (Bevilacqua, 1989). El sistema
del recurso «agua», de hecho, ha sido considerado un elemento fundamental
de la conexión ecológica y un importante factor en la formación histórica del
territorio.
Dinámicas de identidad y uso del suelo en las descripciones normativas… 209

2. CONSTRUIR LA DESCRIPCIÓN NORMATIVA DE LA GRAVINA

En el contexto italiano, las experiencias de planificación ambiental sostienen


un enfoque en el que se prefiere la referencia a investigaciones de tipo sensitivo
y fisiográfico —principalmente— «desde los cuales no se comprende del todo la
importancia del argumento de los recursos ambientales entendida como catego-
rías de las cuales buscar significados, valores y mutuas conexiones».
Por otra parte, las experiencias de inspiración ecosistémica localizan «ámbi-
tos caracterizados por específicos sistemas de relaciones entre componentes pai-
sajísticos heterogéneos que les confieren una identidad reconocible» y frecuente-
mente prestan escasa atención a los factores de transformación del territorio por
efecto del hombre, y otorgan a éstos la función de transformación de carácter
derrochador de los recursos territoriales (Sigismondi y Tedesco, 1990).
Ambos puntos de vista no son suficientes para representar una imagen del
territorio de Gravina en Apulia que se compone de complejas relaciones entre el
sistema asentado y el sistema natural. El ambiente físico y biológico de la Gravina,
de hecho, ha sido producido por las transformaciones de los agentes naturales y de
las actividades del hombre que allí vive desde hace milenios (Bevilacqua, 1996).
Aquí, la naturaleza y la historia se compenetran creando ambientes y paisajes a tra-
vés de procedimientos de ruptura y reequilibrio que concurren para determinar la
complejidad del área: «Como el agua ha esculpido la piedra calcárea, así el hombre
ha contribuido en el tiempo a modificar este particular ambiente. Porque cada
actividad económica desarrollada en el territorio ha llevado continuas modificacio-
nes del originario paisaje natural» (Castoro, Creanza y Perrone, 1997, pág. 25).
La salvaguarda de la Gravina lleva, de todos modos, a la observación de la
misma como elemento frágil, en lo que se refiere a su equilibrio interno, y como
posible elemento fuerte, si se mira como instrumento reconocible de la identidad
territorial.
Con el fin de restituir una imagen de las relaciones y de los mecanismos
de funcionamiento que caracterizan la relación entre el surco geológico y el te-
rritorio en el que está ubicado, es necesario identificar el sistema ambiental de
Gravina, en un sistema espacial más amplio que el propio surco geológico. En
la exploración de su identidad se ha intentado comprender la función que el
sistema desarrolla en el contexto territorial en el que está, y la manera en la que
se relaciona con éste (Caldwell y otros, 1994; Sedell y otros, 1994).
Por eso han sido consideradas, como caracteres estructurales del sistema, las
conexiones biótica, abiótica y antrópica (Spellerberg y Sawyer, 1999). Éstas han
permitido comprender y describir la función de cremallera que el sistema am-
biental en cuestión cumple en el territorio al que pertenece.
La separación de los elementos de invariancia y variancia de las formas y de
las funciones ha sido estudiada (fig. 1) en relación a la cantidad (con el valor
de extendido/escaso), a la calidad (con los valores de uniforme/diferente) y a la
dimensión temporal (con valores persistente/variable).
210 Adele Celino, Angela Colonna y Grazia Concilio

Figura 1.—Criterios de selección y orientación


Elementos de invariancia Elementos de variancia
Valor cuantitativo Extendido Escaso
Valor cualitativo Uniforme Diferente
Valor temporal Persistente Variable

La resultante que determina los elementos de invariancia/variancia ha hecho


posible la estructuración de las dos descripciones normativas que, con el fin de
constituir una fuerte orientación para la acción, se refieren a emergencias, nivel
crítico y potencial del sistema Gravina.
Las emergencias acogen dos significados en apariencia contradictorios: i) el
significado de excepcionalidad y ii) el significado de riesgo, y, por lo tanto, de
fragilidad. Las características de excepcionalidad y de fragilidad son frecuente-
mente complementarias y se convierten en los temas conductores en el procedi-
miento de identificación de los recursos del territorio por parte de las comunida-
des asentadas y de las elecciones de su valoración.
Nivel crítico y fragilidad indican los lugares (no sólo físicos) en los cuales
el sistema territorio presenta saltos, cortes o laceraciones; son los lugares de la
incomodidad de los sistemas abiótico, biótico y antrópico, donde las conexiones
del sistema territorio se han convertido en transitorias, donde el proyecto tiene
que crear cremalleras, nuevos nudos o soldaduras, tiene que reconstruir o cons-
truir el sistema territorio. En la Figura 2 se muestra la estructura del recorrido de
búsqueda de la descripción normativa.

Figura 2.—Estructura del procedimiento de construcción de la descripción normativa

CONSTRUCCIÓN
ORIENTADA Y
SELECTIVA DE LA
DESCRIPCIÓN
Emergencias INTERPRETACIÓN

Nivel Crítico ecodiferencia


CONSTRUCCIÓN DE
autoproducción del LAS HIPÓTESIS DE
Nivel Potencial territorio PERIMETR ACIÓN

ESTRUCTUR ACIÓN
DE LOS CRITERIOS HIPÓTESIS DE LA
DE SELECCIÓN Y NORMATIVA
ORIENTACIÓN
ORIENTAMIENTO
EXPLORACIÓN DIRECCIONES
Elem. de Variancia ESTRATEGIAS DE
ACCIÓN
Elem. de Invariancia

OBSERVACIÓN
Dinámicas de identidad y uso del suelo en las descripciones normativas… 211

El estudio del cuadro descriptivo normativo ha sugerido dos visiones: la «in-


tegración de los recursos» y la «red de fragmentos».
La primera descripción normativa, la integración de los recursos, tiende a coger
particularmente aquellos aspectos del territorio que lo capacitan para integrar re-
cursos diferentes: geomorfológicos, agrícolas, naturales, antrópicos, económicos,
aquellos típicos de la Gravina, aquellos del territorio interior y de la costa; alre-
dedor del sistema Gravina. Como si fuese una verdadera cremallera, diferentes
economías se funden y se suceden en una condición de continua investigación
de equilibrio con el sistema ambiental. Las potencias localizables en este territo-
rio, relativas al tema de la «ecodiferencia» están asociadas a la capacidad de recu-
perar la competencia tradicional, a involucrar los recursos en una perspectiva de
autoproducción del territorio útil, a proyectar las intervenciones y a valorar los
recursos que testifican las formas históricas de producción.
La segunda descripción normativa, la red de fragmentos, se refiere fundamen-
talmente a la exigencia de restablecer fragmentos de recursos que, esparcidos en
los márgenes (y no sólo en los márgenes más cercanos) de la incisión geológica,
a veces constituyen verdaderos supervivientes del complejo sistema ambiental en
el cual el sistema Gravina se introduce; a veces representan elementos de impor-
tancia histórica y/o simbólica.
De las dos descripciones normativas, la segunda se orienta principalmente
a reconocer, a través de los fragmentos, un sistema naturalista ambiental que
busca mecanismos de re-equilibrio respecto a la intervención antrópica desde
elementos con valor de testigo y da a la producción del territorio un nivel
potencial de reintegración funcional. La primera, por un lado, tiende a captar
la capacidad con la que el sistema antrópico interacciona con el sistema natu-
ralista/ambiental; la segunda apunta a hacer explícita la necesidad de potenciar
la capacidad del sistema natural de absorber las modificaciones impuestas por
el proceso asentado.

3. DESDE EL RECURSO «AGUA» A LA «INTEGRACIÓN


DE LOS RECURSOS»

El sistema del recurso «agua» es un elemento fundamental de la capacidad de


conexión ecológica y un importante factor en la formación histórica del territo-
rio. Puesto que ella es el elemento que conecta los sistemas de flora y fauna a las
estructuras de los asentamientos históricos, a las prácticas de uso del terreno, a
las infraestructuras de la movilidad y a las relaciones territoriales ha sido utilizada
en la descripción normativa «integración de los recursos» como matriz a través
de la cual hallar las normas.
212 Adele Celino, Angela Colonna y Grazia Concilio

3.1. El recurso agua en el sistema de la Gravina

En los procesos de los asentamientos antrópicos de los orígenes y en las fases


de transformación de los territorios en las diversas épocas premodernas, para los
territorios de las cuevas del Mediterráneo el agua constituyen el recurso primario
y su uso establece los modos de la «conquista ambiental». El sistema natural del
agua es tan importante en el proceso de producción del territorio que puede ser
considerado la matriz sobre la cual se forma el asentamiento antrópico.
El sistema natural del agua, que con el tiempo se modifica y se regula tanto
por los agentes naturales como por las acciones antrópicas indirectas, está inte-
grado y puesto en evidencia por las infraestructuras para la captación, recogida,
depósito y distribución, que junto con las prácticas de regularización del caudal
de agua y de saneamiento de los terrenos, constituyen las principales acciones
para el cuidado del territorio, tanto con finalidades productivas como para la
estancia. Se obtiene una marcada especificidad local en función no sólo de las
características naturales de los recursos presentes sino también de las capacida-
des, de las competencias y de las culturas que las comunidades asentadas han
producido en el tiempo referente a la puesta en evidencia de aquel recurso y de
la forma del paisaje antrópico del que proviene (Laureano, 2001).
El tema del agua y de los sistemas relativos concierne, además, a proble-
máticas decisivas para el cuidado del territorio, teniendo que echar las cuentas
con una práctica reciente, pero extensa y pesada, de pérdidas y de rapidísima
divergencia entre los tiempos del consumo y aquellos de la reproducción de los
mismos recursos.
Una vez más, la posibilidad de acceso al agua, superando también grandes
distancias, modifica el concepto de gestión del recurso por parte de las comuni-
dades. Éstas no se identifican de manera exclusiva con aquéllas asentadas en sus
proximidades, cambiando así las relaciones entre comunidad asentada y lugar.
El sistema relativo al recurso agua, definido físicamente por la cueva hidro-
gráfica, constituye un espacio geográfico atravesado por muchas líneas de con-
fines administrativos: de pertenencia, de ámbito, de propiedad, de gestión, de
manutención y de uso del recurso mismo sobre el cual se manifiestan intereses
múltiples y para los que se hace necesario concretar acciones que satisfagan a
los diferentes agentes y usuarios. El hecho de que con frecuencia se evidencien
conflictos entre las diferentes comunidades, los agentes económicos públicos y
privados acerca de la gestión, el uso, el soporte de los costes y la conservación/tu-
tela del recurso, hace de este ámbito un campo problemático sobre el cual medir
el grado de cooperación sistémica del territorio a escala local.
Las modificaciones más recientes, aquéllas todavía en curso, pueden ser de-
finidas por otra categoría foucaultiana: aquella del espacio del desplazamiento, o
sea de un espacio relacional donde los individuos y los objetos se encuentran y se
intercambian en un flujo horizontal y en una interferencia recíproca que conecta
las escalas local y global.
Dinámicas de identidad y uso del suelo en las descripciones normativas… 213

¿Qué quiere decir para nosotros realizar hoy, con conciencia, un espacio de
desplazamiento? ¿Qué quiere poder decir en relación al problema del uso de los
recursos, y del recuso agua en particular?

3.2. Los mapas de los topónimos

En algunos mapas representativos del funcionamiento del territorio de la


Gravina el área ha sido descrita como un «espacio relacional» en el cual el recur-
so agua juega una función fundamental. Tales mapas evidencian los caracteres
de mayor invariancia en el largo período premoderno y, antes que a una visión
estática actual, se refieren a una visión dinámica del territorio en condiciones
de demostrar cómo funciona y cómo se transforma de forma dinámica.
Para crear tales mapas han sido utilizados los topónimos; cada topónimo
representa determinadas características de lugares, más bien la relación entre
varias características (por ejemplo, la humedad del terreno, los cultivos, las
dimensiones de las empresas, etc.) que en aquel lugar se entrelazan. De esta
manera, ha sido posible representar el área de la Gravina como un espacio
atravesado por flujos de gran enlace (por ejemplo, aquéllos generados por la
economía silvestre-pastoril y cerealista, por la red de cañadas1, por las civili-
zaciones rupestres2, etc.). Las especificaciones de cada lugar son, por lo tanto,
definidas por las formas en las que se encuentran e interaccionan entre sí algu-
nos de estos flujos.
Utilizando tal representación, la identidad del territorio ha aparecido
como el resultado de las relaciones (los flujos mencionados anteriormente)
entre diferentes objetos (ríos, aire, ciudades…), que expresan, a su vez, rela-
ciones entre entidades más elementales (agua, aire, vegetación…). Las cua-
lidades del territorio no son la simple suma de las cualidades de los objetos
contenidos en el territorio (cualidades específicas y de posición: el centro
histórico, el bosque, el barranco, etc.), sino que son, más bien, las combina-
ciones entre los recursos del lugar y las prácticas de «conquista ambiental» y
de valorización de los recursos en un proceso de larga estratificación histórica
que llega hasta hoy.
Cada topónimo vuelve de manera sintética a una sola característica de un
lugar, seleccionada como principal (por ejemplo, la característica vinculada a la
presencia del agua y a su forma de empleo, a la morfología del embalse o a las
recaídas de la presencia del recurso en el contexto geográfico o antrópico). Cada
topónimo, sin embargo, aunque expresión de una sola cualidad del lugar, elegida
como preponderante o como ejemplo del conjunto, es, sin embargo, expresión
de cualidades relacionadas. Un topónimo sugiere las relaciones entre más carac-

1
Cañadas: senderos para la migración de las ovejas.
2
En Apulia, durante la Edad Media, en las cuevas pulleses se desarrolló la así llamada «civi-
lización rupestre» con aldeas enteras en tufo y cuevas decoradas con frescos.
214 Adele Celino, Angela Colonna y Grazia Concilio

terísticas del lugar: entre flujos que en aquel lugar definen cualidades específicas
y puntuales. El topónimo, a su vez, favorece relaciones en las cuales prevalece la
referencia a fenómenos naturales (hídricos, geólogicos, morfológicos, fáunicos,
florales) o a los procesos antrópicos (uso de los recursos, propiedad, genius loci,
infraestructuras, dedicación).

3.3. La descripción normativa «integración de los recursos»

La descripción normativa «integración de los recursos» se soporta sobre ca-


racteres persistentes en la identidad del sistema barranco en tiempos largos pre-
cedentes al corte moderno. En consecuencia, el trabajo está enfocado sobre el
estudio del sistema en calidad de:

• línea de corte, al límite entre paisajes diferentes;


• lugar de conexión, de encuentro y de integración de recursos diferentes
(agrícolas/ganaderos, urbanas/rurales, antrópicas/naturalistas);
• lugar de enlaces físicos: en el sistema de vías naturales desde el Adriático
hasta el Tirreno (en el interior del sistema de los barrancos y de las lamas
desde el Ofanto hasta el golfo de Taranto), en el sistema de corredores
ecológicos entre las zonas del interior y las salidas al mar, en el sistema de
carreteras y cañadas de la trashumancia3.

El torrente Gravina (cuya cueva es parte de la cueva hidrográfica del río


Bradano) se convierte en elemento primario del sistema del agua y del sistema
territorial de Gravina más en general. Este curso de agua puede ser interpretado
como el nudo que pone en relación diferentes situaciones territoriales: i) el siste-
ma territorial de la Morgia (un sistema de colinas al norte de la Gravina) y el del
río Bradano, ii) el sistema de los barrancos Pulleses y Luqueses que desembocan
en el Jonio y el sistema de las Áreas Protegidas de la Provincia de Bares, iii) el
sistema de «cañadas» y de la economía de la trashumancia, iv) sistema agro-
ganadero integrado por el «estrecho» y el sistema urbano (fig. 3).
El conjunto de topónimos y su distribución geográfica produce una ima-
gen del área de la Gravina en parte diferente a lo que hoy se puede ver; pero
que explica las actuales características del territorio. Se trata de una imagen que
muestra las relaciones y las redes entre la gran variedad de unidades ambientales
que forman el territorio.
La estructura general, aunque modificada, todavía se puede leer tanto en la
ordenación actual del paisaje como en el conjunto de las huellas que testimonian

3
La trashumancia ha representado una profunda tradición rural de las regiones en las cuales
existe un fuerte contraste entre áreas montañosas y llanuras. En el territorio de la Gravina también
tenía lugar la trashumancia cuando en octubre y mayo los pastores dirigían el ganado desde el
Abruzo, Molise y Campania hasta la Apulia.
Dinámicas de identidad y uso del suelo en las descripciones normativas… 215

aquella parte del pasado que ya es remoto. En la frontera entre Murgia y Fosa
Bradanica, el territorio de la Gravina se estructura como cremallera entre los dos
paisajes; a escala reducida, también la Gravina que la atraviesa tiene la misma
función de cremallera puesto que contiene características que son una síntesis de
ambos paisajes. Esta peculiaridad se revela en un útil instrumento para valorar
las transformaciones provocadas por el hombre en el área. Los asentamientos
preurbanos y urbanos de hecho se concentran a lo largo del surco de la Gravina
en una relación estrecha con el asentamiento difuso en el territorio; el carácter
de cremallera entre paisajes convierte, en los hechos antrópicos, la función del
enlace territorial a escala regional. El enlace ecoambiental de la Gravina se trans-
forma también en vía de enlaces entre pueblos y culturas, entre las zonas del
interior y las costeras (jónico, adriático, tirrénico).
La continuidad (en cuanto a permanencia) del asentamiento antrópico, des-
de edades muy remotas hasta la actualidad, es la señal de que, desde siempre, sus
distintos pobladores lo han considerado un lugar propicio para el desarrollo de
sus actividades, precisamente en virtud de la gran variedad de los paisajes natu-
rales. La actual ordenación, por lo tanto, es el resultado de una estratificación
producida durante tiempos muy largos.

Figura 3.—El sistema del territorio de la Gravina

Mar
Foggia
Adriático

Rio Ofanto Bari


Murguia

Torrente Gravina
Gravinain
CAMPANIA
Rio Bradano
A P UL IA
River
Taranto
BASILICATA
Lecce

Jonio
Tirreno
216 Adele Celino, Angela Colonna y Grazia Concilio

Figura 4.—Mapa del uso histórico del territorio

Zonas fértiles, húmedas pero sin estancamiento de agua; con larga tradición de
empresas agrícolas.
Terreno tufoso. Zona húmeda carente de asentamientos históricos.
Parconi. Tendencia al estancamiento de agua superficial: los terrenos han sido saneados
para el uso agrícola.
Zonas húmedas sin estancamiento de agua superficial, por lo que los terrenos han sido
saneados para el uso agrícola.
Dinámicas de identidad y uso del suelo en las descripciones normativas… 217

Zona filtro del agua encontrada por cursos que almacenan aguas pluviales. Terrenos
permeables y aguas poco profundas, que se pueden hallar a través de pozos. Terrenos
fértiles y antiguas presencias de asentamientos antrópicos.
Zona de depósito de los detritus, traídos por los cursos de agua pluvial en la
confluencia del torrente Petecchia y del torrente Gravina. Terrenos con mucha arcilla
que ha producido la actividad reductiva. Terrenos poco adecuados para el uso agrícola
y ausencia de asentamientos históricos antiguos, al contrario que la colindante zona de
Pietramagna.
Zona forestal en la extensión actual. Antiguamente reserva de caza y utilizada para la
recogida de leña.
Zona deforestada y posteriormente puesta en cultivo. Terreno muy fértil y presencia de
ricas empresas agrícolas.
Zona de terreno que ha sido, en el pasado, saneada y puesta en cultivo. Presencia de
pequeñas empresas añadidas a la bonificación hecha a través del cultivo y la crianza.
Zona con prevalente economía de crianza de suidos, que aprovechan la cercanía del
bosque. Presencia de iazzi.

En las formas precedentes a las transformaciones modernas, este territorio se


define: i) por la abundancia de agua superficial, con lagos y pantanos hoy des-
aparecidos pero que están en la memoria del área gracias a los topónimos mari-
cello (mar pequeño), pantano (pantano), pescara (pesquera), terra dei laghi (tierra
de los lagos); ii) por la presencia de amplias extensiones de bosques, defensas4 y
manchas5, reducidas de forma progresiva hasta ser hoy sólo partes residuales o
huellas muy reducidas; iii) por el predominio de una explotación agrícola de tipo
extensivo, a cultivo de cereales, estructurada sobre una división territorial que
favorece las grandes parcelas («masías6» y latifundios).
Documentos históricos describen el área como una superficie recubierta, en
gran parte, por bosques y manchas mediterráneas y definida, en virtud de la pre-
sencia de lamas y de terrenos arcillosos impermeables, por un discreto desarrollo
de las aguas superficiales como el lago de la pescara (pesquera) que representaba
un hábitat ideal para cigüeñas, cisnes y patos reales y para otras especies vincu-
ladas a los ambientes húmedos. La tierra asignada a la predominante crianza
ovina se revela poco adecuada para ello, y de forma progresiva es reajustada con
el inicio del cultivo de trigo y la plantación de vid.
En conclusión, el territorio de la Gravina puede ser considerado el lugar de
la «integración de los recursos».

4
Lugares donde está prohibida la entrada a los pastores.
5
El ambiente del Mediterráneo es evidente en el extenso crecimiento de la «mancha» a lo
largo de casi toda la costa, que surge de la destrucción de originales extensiones de acebo.
6
En la región de la Apulia, las «masías» son grandes centros agrícolas.
218 Adele Celino, Angela Colonna y Grazia Concilio

4. CONCLUSIONES

El uso y la valoración del recurso agua han producido (y producen todavía)


una «conquista ambiental» que tiene como característica general (y propia de
la cueva del Mediterráneo) una gran variedad: de culturas del asentamiento, de
uso de los recursos, de la producción del paisaje, de la producción de las econo-
mías, de la construcción de patrimonios de conocimientos y de técnicas para la
infraestructura del territorio. En particular, la gran variedad de infraestructuras
históricas asignadas al recurso agua testimonian la riqueza y la puntual especi-
ficación de cada una de ellas en relación a las situaciones locales individuales;
éstas han sido pensadas y planeadas en la óptica del ahorro energético y de la
minimización del derroche.
El estudio histórico del territorio pone en evidencia, por lo tanto, numerosos
problemas actuales; para hacer frente a extensas prácticas de derroche y de acele-
ración de los consumos, una lectura del territorio, como resultado estratificado
de los usos y de la valoración de los recursos (y del recurso agua en particular),
permite racionalizar el uso de los mismos recursos.
Las competencias descritas en la descripción normativa «integración de los
recursos» son estrategias que el territorio puede recuperar para: i) afrontar los
procesos globales de desertización actuales; ii) alcanzar un patrimonio articulado
de prácticas y conocimientos producidos de manera local y, por lo tanto, porta-
dores de diferencias; iii) afrontar de manera clara un problema complejo y global
como el uso del recurso agua y la distribución de la misma a escala global.
Con ese objetivo, podría resultar útil la recuperación y funcional nueva pues-
ta en funcionamiento de las infraestructuras históricas existentes en el territorio
(acueductos rurales, pozos y cisternas rurales y urbanas, manantiales, pozos que
sacan agua de faldas…).
Más en general, mirando a muchos territorios del área del Mediterráneo po-
demos observar y reconsiderar las formas tradicionales de competir, de entrar en
conflicto, de colaborar, de equilibrarse, de integrarse o de coexistir de la sociedad
campesina moderna. Estas tradiciones pueden ser el punto de partida para elabo-
rar una forma específica de integrar los recursos y reflexionar sobre las estrategias
compatibles de producción del territorio, capaces de activar procesos virtuosos
de reequilibrio, regeneración de los recursos empleados y su integración.

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This page intentionally left blank
Mundo paradójico: diez motivos
de la inutilidad de la educación geográfica
Andrea Bissanti
Universidad de Bari

Puede ser que alguno entre nosotros haya pensado, por un instante, en una
posible utilidad de la asignatura de Geografía en la escuela. Pero creo que todos,
o casi todos, hemos pensado mucho en la inutilidad de esta disciplina. Y creo
que ya estamos convencidos de esta inutilidad (y si hubiese alguien que no lo
estuviera siempre hay un ministro preparado para ayudarlo).
Yo también he pensado en ello y quiero indicar aquí, una decena de motivos
(no son todos), que hacen oportuna, hasta necesaria, la eliminación de la Geo-
grafía en la escuela.

1. PORQUE NUESTRO MUNDO SE HACE CADA VEZ


MÁS GRANDE Y SUS PARTES, SUS PAÍSES, ESTÁN CADA
VEZ MÁS LEJANOS, SEPARADOS, AISLADOS…

Es un proceso ya muy conocido e imposible de parar, debido al aumento,


siempre más acelerado, de las distancias económicas, temporales, funciona-
les… Como consecuencia de esto, los distintos países del mundo se «alejan»
cada vez más. Las relaciones de cualquier tipo (culturales, económicas, etc.)
y las migraciones entre ellos, son cada vez menos y más débiles. Los países
tienden cada vez más a cerrarse en sí mismos. Un proceso análogo se observa
en todos los antiguos nudos y articulaciones funcionales del espacio terrestre,
sean de la dimensión que sean: casas esparcidas, pueblos, ciudades pequeñas,
metrópolis, megalópolis, etc.
222 Andrea Bissanti

Hoy la escuela no tiene que formar a ciudadanos del mundo, sino que debe
formar a ciudadanos sólo de su barrio, de su pueblo o mejor aún, del trocito de
calle donde viven. Ciudadanos que miren sólo al espacio pequeño que los cir-
cunda. Se convierte entonces, en inútil una disciplina, como la Geografía, que
está caracterizada, en cambio, por un método sistemático, que tiende, desde su
óptica, a ver sobre todo los vínculos espaciales entre elementos, antrópicos y físi-
cos, en las escalas más variadas: desde el municipio al Estado y al mundo entero,
desde el pequeño valle al continente.
Se convierte en inútil una disciplina que no educa sobre las particularidades
locales, sino para la internacionalización, que —como Kant dijo— forma ciu-
dadanos del mundo.

2. PORQUE NUESTRO MUNDO SE HACE


CADA VEZ MENOS VARIADO Y MÁS UNIFORME

Ya es sólo un recuerdo aquella profunda variedad física-geográfica que carac-


terizaba la superficie, el caparazón de nuestro planeta. Una variedad que creaba
curiosidad, que inducía a preguntarse: ¿por qué aquí hay montañas y allí una
llanura? ¿Y por qué las montañas son diferentes? Aquí son altas y con formas
puntiagudas y allí son bajas y de formas suaves. ¿Por qué la temperatura dismi-
nuye al subir las montañas? (si en realidad nos «acercamos» al sol), ¿por qué aquí
hay un territorio constelado de lagos, un tranquilo paisaje de lagunas, y allí un
desierto rocoso o un manantial solitario y un paisaje ausente de agua? ¿Por qué
aquí hay vegetación abundante y allí pobre? ¿Por qué aquí hay forestación pluvial
y allí sabana?
Aún era mayor entonces la diversidad antrópica, siendo más atractiva, sor-
prendente y curiosa. Inducía a continuación a cuestionarse para después poder
formular una variedad de hipótesis. ¿Por qué no estaban por todas partes los
asentamientos humanos? Y, donde había un asentamiento, ¿por qué una densi-
dad de población, unas actividades económicas y una organización del territorio
diferentes? ¿Por qué aquí desarrollo y allí subdesarrollo?
Ahora toda aquella diversidad antrópica y física ha desaparecido y nuestro
mundo está nivelado. Ya no es necesaria una geografía de los «porqués», que
describa las variedades, explique sus causas, muestre las consecuencias e induzca
también a preguntarse qué es lo que se ha hecho y qué se puede hacer para eli-
minar o al menos reducir las diferencias, para cultivar plantas también allí donde
llueve poco, para ayudar a las actividades económicas a establecerse en áreas con
pocos recursos, y combatir el círculo vicioso del subdesarrollo.
Evidentemente, con su desaparición, se perdería un gran valor educativo,
que estaba relacionado con la diversidad antrópica y física de nuestro mundo.
Con la Geografía, de hecho, nos dábamos cuenta de que el espacio terrestre era
variado físicamente, maravillosamente diferente. Y nos dábamos cuenta de que
aún era más diferente desde un punto de vista antrópico. Empezaba así, la com-
Mundo paradójico: diez motivos de la inutilidad de la educación geográfica 223

prensión, la aceptación, el respeto de las diversidades, la comprensión interna-


cional, la solidaridad mundial: una finalidad educativa que se hacía cada vez más
importante, también porque en el pasado —como todos recordamos— nuestro
mundo parecía convertirse en algo cada vez más pequeño y interdependiente.
Aquella diversidad, además, tenía la función de que nosotros tuviéramos una
relación singular con lo especial de nuestro territorio que se diferenciaba de cual-
quier otro. Una relación de territorialidad personal, entendida como la relación
que un individuo tenía con su propio espacio geográfico.
Relaciones no sólo sentimentales, sino también existenciales, que ligaban a
cada uno de nosotros al espacio en el cual y con el cual habíamos vivido y cre-
cido, caminando junto a la historia y dejándonos impulsos recíprocos de creci-
miento. Una territorialidad personal que nos hacía sentir cómodos, por ejemplo,
cuando volvíamos a ese lugar porque allí encontrábamos nuestra historia, aque-
llo que habíamos sido y , también por eso, continuábamos siendo. La Geogra-
fía nos hacía entender todo esto. Pero también nos hacía entender que uno no
podía quedarse encerrado en una territorialidad personal, en un provincianismo
geográfico; nos hacía entender que a la territorialidad personal había que añadir,
solidamente, una territorialidad social, un internacionalismo geográfico. Que
teníamos que pasar del egocentrismo, al sociocentrismo; que de la compresión y
el amor hacia nuestro lugar, teníamos que pasar también a la comprensión y al
amor a los lugares de todos los seres humanos, al mundo, a la humanidad.

3. PORQUE SE HA COMPROBADO QUE YA NO HAY


PROBLEMAS QUE PRESENTEN ASPECTOS ESPACIALES

La Geografía se interesa mucho —todos lo sabemos y antes lo recordába-


mos— por la variada distribución de los elementos territoriales y de sus atribu-
tos. Ésta, entonces, desarrollaba en los alumnos la tendencia a considerar tam-
bién los aspectos espaciales de los fenómenos sociales, económicos y físicos. Por
ejemplo, temas y problemas como el desarrollo y el subdesarrollo, la planifica-
ción urbana, la localización industrial y los movimientos migratorios, además de
la utilización del suelo, el tráfico en las ciudades y entre las ciudades, la difusión
de las innovaciones, el proceso de terciarización, la desocupación, todos ellos
presentaban aspectos espaciales que no se podían descuidar y que precisamente
con la Geografía se ponían en evidencia de modo oportuno. Todos estos proble-
mas motivaban a los jóvenes porque eran importantes para sus vidas. La Geo-
grafía, introduciendo a los futuros ciudadanos del mundo en estos problemas de
extrema actualidad, jugaba un papel importante de orientación; y aún más, les
orientaba acostumbrándoles a la complejidad de los procesos de selección.
Tal finalidad educativa ha dejado de serlo cuando se ha descubierto que en
realidad ninguno de estos y otros problemas importantes presenta un compo-
nente espacial. No es verdad que los seres humanos se mueven. Se ha demos-
trado que quien hablaba de movilidad espacial de la población, o mejor, de
224 Andrea Bissanti

creciente movilidad espacial de la población se equivocaba. Cada uno se queda


en su pequeño gueto territorial, ¡cuidado, no se muevan! Y no es verdad que la
economía se diferencia espacialmente. Todo es igual, donde sea. No es verdad, a
pesar de lo que dicen, que las industrias se localicen y tengan un comportamien-
to espacial; es verdad, en cambio, que se distribuyen como la lluvia por toda la
superficie terrestre. ¿Para qué sirve entonces, una geografía de la industria o una
geografía de la economía en general? Y no es verdad, a pesar de lo que dicen, que
existan zonas con plena ocupación o casi, y otras con desocupación más o menos
fuerte. El mundo —como decíamos antes— es ahora casi igual en su totalidad;
ya no hay problemas de diferenciación espacial, de fenómenos físicos, humanos
y económicos.

4. PORQUE SE HA VISTO QUE LA CATEGORÍA ESPACIO


NO ES IMPORTANTE Y QUE DENTRO DE NOSOTROS
NO SE FORMAN IMÁGENES NI MAPAS MENTALES

Hasta hace pocos años, hombres y mujeres vivían en el espacio y en el tiem-


po. Necesitaban, por eso, construirse cuadros y escalas de referencia también
espaciales. Sin coordenadas espaciales, los seres humanos se perdían, sin puntos
de referencia, estaban perdidos. Nosotros estábamos colocados en el espacio y
teníamos que aprender a vernos colocados en él, y esto por varios motivos:
Para empezar teníamos que tener un mapa mental del mundo, no sólo de
nuestra casa, de nuestro barrio, de nuestra ciudad, de nuestra región, de nuestro
país, sino también del Mundo, de nuestro Mundo. Se suponía que si no hubié-
ramos tenido en la mente un mapa de ese tipo, hubiéramos sido incapaces de
movernos, no sólo físicamente, sino de una manera suficientemente racional.
Hechos y objetos, para estar ordenados, necesitaban como nosotros coordenadas
espaciales y temporales. Pensábamos, por ejemplo, en las aventuras y la vida de
Aníbal, de Caio Julio César o de Napoleón; en el desembarco de Normandía, en
la guerra de Vietnam, en Palestina, en la invasión de Afganistán, en el crecimien-
to económico de California o del Japón, en la tensión política de Nicaragua, en
la central termonuclear de Chernobyl y en los efectos de su explosión, asimismo
en hechos o eventos más pequeños y locales. Y bien, estábamos convencidos de
que los hechos y eventos tenían un «dónde» que sin un mapa mental se habrían
quedado en una especie de limbo espacial, no habrían nunca sido espacializados.
Y creíamos, entonces, que en la zona espacial no se podía construir un proceso
educativo, no se podía construir nada. Pensábamos, que era necesaria una educa-
ción espacial, una educación geográfica. Y que esta educación significase no sólo
saber moverse en el espacio, sino también saber representar y sabe manipular
mentalmente el territorio, que así se convertía en espacio geográfico.
Todo esto requería capacidad de comprender y comunicar informaciones
espaciales mediante el instrumento fundamental de observación indirecta del
territorio, que es el mapa geográfico (hay que recordar que sólo con la Geografía
Mundo paradójico: diez motivos de la inutilidad de la educación geográfica 225

se aprende en la escuela a leer y usar los mapas). Todo esto estaba comprendido
en el lenguaje gráfico, característico de la Geografía, aunque no sólo de ella. Y así
llegamos a otro «porqué».

5. PORQUE QUEDA UN SOLO LENGUAJE, O MEJOR VARIOS,


PERO YA NO EL DE LAS INFORMACIONES ESPACIALES,
EL DE LA GRAFÍA, EL DE LA GEOGRAFÍA

En el pasado se creía que había un lenguaje de la grafía y que éste tenía


extrema importancia en la Geografía y para la Geografía. Y que sobre todo era
importante aquella parte de la representación gráfica, puramente geográfica, que
había sido denominada geo-grafía.
Grafía se definía como la parte desarrollada y afinada, es decir, educada, de
los aspectos visivo-espaciales de la inteligencia y de la comunicación humana o,
si se quiere, como sistema formal de representación humana de informaciones
espaciales que no se podían transmitir, de otro modo igual de eficaz e inme-
diato, con lenguajes verbales o numéricos. La Geografía, entonces, colaboraba,
por ejemplo, con el italiano y las matemáticas al desarrollar en los estudiantes
la «lateralidad» y la «numeración», pero sobre todo les tenía que hacer ganar y
solidificar habilidades conectadas a la grafía.
Los campos de la grafía, de la Geografía, de la competencia espacial, del saber
observar con óptica espacial, presentaban un claro interés formativo. Sostenían que
los alumnos tenían que aprender en la escuela el lenguaje gráfico; que tuvieran que
aprender la habilidad de moverse dentro de un espacio mental, sabiendo asumir
posiciones diferentes y, por lo tanto, sabiendo observar desde posiciones diferentes
—todo mentalmente— la superficie del suelo, los elementos presentes en él y, por lo
tanto, a sí mismos; que tuvieran que ganar la capacidad de representar mentalmente
el espacio, de observarlo mentalmente, de andar por él mentalmente y de relacionar
posiciones y trayectorias mentales con posiciones y caminos de la realidad.
Se sostenía que gráfico no significaba sólo lateralización, orientación, sino
también, por ejemplo, lógica espacial, saber «ver», a través de un medium/medio
cartográfico, un territorio y sus caminos, y saber decidir cómo moverse racional-
mente y económicamente en ese territorio; significaba saber disponer las plantas
en un jardín o los muebles en una habitación o saber ver antes, con los ojos de la
mente espacialmente educada, el resultado final; saber ver, por medio del plano,
lo que será una casa, y saber valorar críticamente dimensiones y organizaciones
espaciales; saber leer la organización de un territorio, saber captar los puntos
débiles y, para hacer esto, tener en mente un modelo de futura disposición total-
mente diferente, para compararlo con el actual; saber ver la economía del mundo
(y de sus partes), aunque como espacio-economía, es decir, saber ver cómo «fun-
ciona» y si articula espacialmente un sistema económico.
Por lo que atañe a la cartografía, sostenían que los mapas (de carreteras, te-
máticos, etc.) fueran instrumentos básicos para un conocimiento esencial del te-
226 Andrea Bissanti

rritorio. Y que fueran instrumentos esenciales también para la representación de


lo que queríamos que se convirtiera en un futuro en nuestro territorio (nuestro
hogar), de lo que no era, que no existía, pero que se quería que se convirtiera en
real. Instrumentos, que se podrían haber señalado entonces, como «cartografía
del futuro».
Pero qué queréis que os diga: los descubrimientos nos persiguen. Y han des-
cubierto que todos los que habían dado tanta importancia al lenguaje de la gra-
fía, y, en particular, al de la Geografía, se equivocaban. Este lenguaje no existe.
La Geografía ya no tiene su propio lenguaje.

6. PORQUE YA NO ES NECESARIO APRENDER EL SENTIDO


DEL ESPACIO GEOGRÁFICO NI ENTRENAR
LA IMAGINACIÓN GEOGRÁFICA

El tema se relaciona con el de los mapas mentales y el lenguaje de la Geo-


grafía. En el pasado sostenían que el territorio tenía que ser concreto, pero que el
espacio geográfico tenía que ser abstracto, tenía que ser un elemento subjetivo,
un complejo de operaciones lógicas, una abstracción que nosotros teníamos que
cumplir (en aquel entonces aprender a cumplir) para dar un sentido al territorio,
para comprenderlo y para poder obrar en él. La Geografía era una radiografía
que nosotros hacíamos del territorio, aprendiendo a ver el espacio geográfico
como la trama de relaciones espaciales, con la cual y de la cual, estaba tejido
nuestro territorio o, mejor dicho, que cada uno de nosotros tejía en el territorio
para interpretarlo, generando así, una percepción instruida del territorio mis-
mo, es decir, del espacio terrestre. Aprendiendo a ver lo que estaba detrás del
territorio y que contaba su historia y su disposición. Aprendiendo a ver no sólo
los significados geográficos del territorio (lo que era visible), sino también sus
significados (las causas, lo que sus significados mostraban). Aprendiendo a ver
conceptos, problemas y relaciones.
Entonces, había una capacidad de lectura del espacio geográfico entero, y era
esta capacidad de lectura la que nosotros como profesores de Geografía —ilu-
sionados— creíamos poder hacer aprender. Era una cualidad que podía definir-
se «sentido del espacio» o «imaginación geográfica», era una conceptualización
espacial, una competencia espacial que hoy es innata en todos, que cada uno
posee ahora al máximo nivel, pero que en el pasado estaba presente sólo de for-
ma elemental, mal definida. Y que, por lo tanto, tenía que ser educada, afinada,
aplicada de una manera consciente, haciendo explícita aquella Geografía que
antes, era sólo implícita en cada ser humano.
Todo esto, y más, es lo que se entendía entonces por «sentido del espacio»,
aquel sentido del espacio que según los programas de 1997, la Geografía tenía
que transmitir a los alumnos. Una finalidad educativa importante, muy vasta, en
la cual podían verse comprendidas todas las otras.
Mundo paradójico: diez motivos de la inutilidad de la educación geográfica 227

7. PORQUE TODOS LOS ELEMENTOS, ANTRÓPICOS Y FÍSICOS


ESTÁN DESVINCULADOS ENTRE ELLOS, AISLADOS.
YA NO FORMAN UN SISTEMA

He aquí otro motivo para eliminar la Geografía. Pues sí, porque en el pasado
se creía que el territorio era un sistema territorial, un sistema antropofísico, y
como tal se veía y se enseñaba a los alumnos. La Geografía también tenía que
hacer descubrir que el territorio estaba constituido por muchos elementos, an-
trópicos y físicos, todos vinculados entre ellos e inherentes, de modo directo o
indirecto. Porque así lo creían, en el pasado. La Geografía, entonces, tenía que
hacer descubrir que el territorio no era una simple suma de esos elementos, sino
que era un sistema territorial, una sistema antropofísico. Un sistema no estático,
sino movido, orientado por una propia dinámica interna (cambiaban, a lo largo
del tiempo, los elementos y las relaciones entre éstos) y por las relaciones que lo
vinculaban a otros sistemas territoriales.
Creían que todos los elementos, ya sea los antrópicos o los físicos, estaban
conectados entre sí, y que formaban un conjunto que actuaba y reaccionaba
sinérgicamente; y de esta creencia se deducía que:

• entre los elementos físicos y humanos no se veía dicotomía, sino conexión


y hasta interdependencia, en el sentido de que el ambiente físico actuaba,
dentro de ciertos límites, en el ambiente humano y éste a su vez en el
físico;
• cualquier acción, en cualquier elemento y de cualquier elemento, se pro-
yectaba en cadena en todos los otros componentes del sistema. Los com-
portamientos de cada uno de nosotros tenían efectos, positivos o negati-
vos, en todo el sistema, porque cada uno de nosotros, era parte activa del
sistema mismo y responsable de su funcionamiento.

¡Error, error gravísimo! Ningún elemento está vinculado a otros, son todos
aislados.

8. PORQUE HOMBRES Y MUJERES YA NO FORMAN PARTE


DEL SISTEMA ANTROPOFÍSICO

Es una clara consecuencia de lo anteriormente dicho. Antes se tenía la erró-


nea convicción de que los seres humanos eran un elemento de aquello que, en los
programas de 1979, se denominaba sistema antropofísico. Y la Geografía hacía
descubrir en las escuelas la existencia de este sistema y el hecho de que el elemen-
to humano, y así los alumnos mismos, formaban una parte activa y vital de él. Y
si se entendiera esto, si se tuviese esta conciencia del funcionamiento del sistema
territorial, se comprenderían las responsabilidades que los seres humanos tienen
228 Andrea Bissanti

hacia el ambiente que han de dejar en herencia a sus hijos. Responsabilidades,


de cada uno de nosotros, que se creía que habían aumentado considerablemente,
tal como habían crecido numerosamente nuestras posibilidades económicas y
tecnológicas de modificación y, a menudo, de deterioro y contaminación del
ambiente.

9. PORQUE YA NO HAY MÁS PROBLEMAS AMBIENTALES

Y éste es el gran descubrimiento, que ha resuelto el problema desde la raíz,


que por fin ha hecho desaparecer la exigencia de una educación ambiental. Aho-
ra queda muy lejano el recuerdo de la deterioración paisajística, de los grandes
desequilibrios ambientales, de las preocupaciones ecológicas, de la contamina-
ción que, de distintas formas, perturbaba el aire, la tierra, el agua; ¡hasta los
temores!, que los países industrializados empezaran a ver a los subdesarrollados
como grandes y acogedores cubos de basura para sus venenos industriales. Cuan-
do había problemas de este tipo, surgía también la necesidad de dar, sobre todo
en las escuelas, una correcta educación ambiental. Ahora ya no. Ahora en Italia y
en todo el mundo, el aire, el agua y la tierra son puros y, a pesar de lo que dicen,
el paisaje tiene por todas partes un aspecto placentero. Ya no es necesario, por
eso, una disciplina que dé una aportación esencial a la conciencia y educación
ambiental, gracias también a la observación directa de la tierra y a la indirecta
mediante las fuentes secundarias.

10. PORQUE HOY TODOS LOS JUICIOS SON ABSOLUTOS

La conciencia del funcionamiento sistemático del territorio, en el pasado


conducía a otra importante finalidad educativa. Si cada elemento de un sistema
territorial era el «producto» y también el resultado de las influencias que recibía
y de los vínculos que lo relacionaban con todos los otros elementos humanos y
físicos, se obtenía que no se podía efectuar un examen de cualquier elemento
extrayéndolo del entorno del cual formaba parte y en el cual «vivía».
Así se aprendía que siempre era necesario colocar lo que queríamos compren-
der, en el contexto ambiental en el cual éste se encontraba (y era ésta, una condi-
ción esencial de la programación educativa y didáctica). Se creía que era imposible
comprender otras formas diferentes de utilización del suelo, tipos de vida, paisajes,
actividades económicas, comportamientos humanos en general, etc., considerán-
dolos de un modo abstracto; se creía que no tendrían que confrontar, por ejemplo,
los modos de vida nuestros, como europeos, con los de los indígenas del Amazo-
nas, sino que serían vistos en la historia y en la Geografía dos ambientes físicos y
humanos profundamente diferentes. Así derivaba la relatividad de juicio hacia los
fenómenos físicos, de las acciones humanas, y —lo más importante desde el punto
de vista educativo— de los seres humanos mismos.
Mundo paradójico: diez motivos de la inutilidad de la educación geográfica 229

Pero todo este trabajo de educación mental y espiritual ha resultado inútil.


Hoy la palabra más frecuente es otra: educar en los juicios absolutos.
He aquí diez motivos (pero se podrían exponer más) por los que ya no nece-
sitamos la Geografía y ya no se necesitan profesores de Geografía. Nos podemos
ir. Están quitando, por motivos válidos, la Geografía de las escuelas secundarias.
Por desgracia, es verdad, la Geografía está muy presente en la escuela. Y con
los nuevos programas la Geografía empieza ya en el primer ciclo de primaria,
mientras que antes se impartía oficialmente en tercero de la misma etapa. Se ha
anticipado porque se creía que era necesaria y fundamental. ¡Error! Esperamos la
próxima revisión de los programas, con la esperanza de que la Geografía desapa-
rezca también de las escuelas primarias.
Pero saliendo de la paradoja y dejando la ironía, hay como mínimo otro
motivo por el cual algunos quieren eliminar la Geografía del curriculum escolar.
Hay otro porqué.
Porque son demasiados los que ignoran lo que es la Geografía y no conocen
ni aprecian los valores educativos.
Y esto, como geógrafo, me hace sentir culpable.
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Apéndice. Nuevas identidades territoriales del presente:
una perspectiva desde la Península Ibérica

Rubén Lois, Miguel Pazos


Universidad de Santiago de Compostela

1. INTRODUCCIÓN. LA GLOBALIZACIÓN
Y LA RESPUESTA IDENTITARIA

La noción de identidad constituye uno de los ámbitos de estudio más in-


teresantes para la Geografía Cultural en la actualidad. El reforzamiento de la
identidad individual y colectiva en el momento actual nace básicamente como
reacción a un complejo movimiento de ámbito e influencia planetarios, que se
conoce como «globalización». Definir qué es la globalización es una tarea com-
pleja, dada la creciente utilización del término hoy en día, no sólo en el en mun-
do académico sino por parte de los medios de comunicación y del gran público
en general. Afirmar que vivimos en un mundo globalizado se ha convertido en
un tópico que trata de reflejar los grandes cambios que se han producido en el
mundo, que afectan a los ámbitos económico, social y ambiental. La generali-
zación de medios de transporte cada vez más rápidos, la revolución que han su-
puesto las nuevas tecnologías de la información (en especial Internet), junto con
la creciente apertura de los mercados internacionales y el triunfo de un modelo
económico de corte neoliberal (reforzado tras la caída del Muro de Berlín) son
elementos que pueden definir bien el carácter de la globalización actual.
Este proceso tiene firmes partidarios y firmes detractores. Los partidarios de
la globalización afirman que abrir las economías de los distintos países y permi-
tir la libre circulación de flujos económicos y de información redundará en un
aumento de las oportunidades y del nivel de vida para todo el planeta. Según
232 Rubén Lois y Miguel Pazos

ellos, en el plano económico, se caminará entonces hacia un mercado global


único donde la producción agrícola, ganadera, industrial o de servicios de cada
espacio podrá ser puesta en valor. La globalización permitirá, por lo tanto, poder
comercializar y competir entre sí a los distintos territorios. En el plano social,
la libertad de circulación de información permitirá una mejor difusión de las
innovaciones y la progresiva generalización de la conciencia democrática y de
ciudadanía.
Los críticos, agrupados bajo la bandera de la «antiglobalización», señalan lo
erróneo de estos enfoques. Frente a esta visión optimista, los detractores de la
globalización apuntan que las diferencias entre países ricos y pobres aumentan
cada año que pasa. Entre las causas señalan el proteccionismo agrícola que prac-
tican los países desarrollados (contradiciendo los principios del libre mercado e
impidiendo a los países en vías de desarrollo comercializar sus productos). Indi-
can asimismo que las nuevas tecnologías ensanchan aún más las diferencias, ya
que el incremento de la productividad a ellas asociado se concentra en los países
más avanzados, mientras que la participación de los países del sur en la sociedad
de la información es meramente testimonial. Por otra parte, el control de la
información y de los flujos económicos refuerza, según los antiglobalizadores,
los mecanismos de dominación y crea una dependencia cada vez mayor de los
países del sur frente a los del norte. Por último, y he aquí lo más importante, esta
dependencia se traduciría en una pérdida creciente de las identidades tradicio-
nales de todo tipo. La creciente influencia de los países anglosajones lleva a una
pérdida de referencias culturales propias. En muchos países en vías de desarrollo,
el inglés gana cada vez más terreno, debido a la importancia del turismo y a la
presencia de compañías extranjeras. En el plano social, la difusión del liberalismo
económico de carácter laico (democracia occidental capitalista) implica la pérdi-
da de referentes seculares, como la familia y la religión (Castells, 2001).
En realidad, como señala Castells, el fin del patriarcado, como principal
sustento tradicional de la estructura social, junto con el progresivo abandono
de las prácticas religiosas está llevando a la pérdida de referentes para amplios
sectores de la población. Si a ello añadimos la creciente falta de legimitidad del
Estado-nación como entidad capaz de crear ciudadanos y agruparlos en torno
a una serie de valores y pautas culturales comunes, podremos comprender que
nos encontramos en un momento de incertidumbre, donde «el hombre se ve
desnudo ante el espejo» y se enfrenta a la difícil tarea de gestionar su libertad
y su identidad.
Ante estos cambios profundos y rápidos, que se han acelerado a partir de la
Segunda Guerra Mundial, los individuos desarrollan mecanismos de resistencia.
Según indica Castells, el desarrollo de la globalización y la evolución hacia una
sociedad de la información explica el paso del predominio de la «identidad le-
gitimadora» (basada en la protección del Estado-nación) a la hegemonía de la
«identidad de resistencia». Con este nombre se designa a una serie de movimien-
tos identitarios que, basados en conceptos tradicionales como religión, patria,
nación, localidad u otros más nuevos, desarrollan redes de solidaridad comunal,
Apéndice. Nuevas identidades territoriales del presente… 233

tratando de mantener el control sobre un espacio y un tiempo cada vez más a-


espaciales y a-temporales.
En el presente trabajo partimos de una necesaria reflexión teórica sobre el
concepto de identidad en la sociedad actual. La identidad surge como una cues-
tión central en una sociedad sacudida por cambios rápidos y profundos en sus
estructuras en las últimas décadas. Resulta especialmente interesante caracterizar
las diferentes clases de identidades, así como los diferentes tipos que podemos
encontrar en cada una de estas clases. Al final de nuestro encuadre teórico sin-
tetizaremos los principales grupos identitarios emergentes en la sociedad actual.
Una vez hecho esto, nos centraremos en la Península Ibérica (un espacio lo su-
ficientemente amplio y complejo en el sur de Europa), para mostrar de forma
práctica la aparición de diferentes identidades asociadas a distintos atributos o
conceptos presentados. Nos resultará especialmente interesante observar la rela-
ción de estas identidades con el territorio, ya sea obteniendo una base justificati-
va en función de aspectos geográficos u observando la proyección de los agentes
y los grupos identitarios sobre el espacio sobre el que desarrollan sus actividades.
Para ello se recurrirá a ejemplos de carácter práctico, apoyados en la base teórica
previamente desarrollada.

2. IDENTIDAD E IDENTIDADES EN LA SOCIEDAD ACTUAL

La noción de identidad hace referencia al sentimiento de adhesión que un


individuo o un colectivo de individuos experimentan hacia una serie de atribu-
tos geográficos, históricos, psicológicos, ambientales, lingüísticos, religiosos y, en
general, culturales, que se viven como propios, ya sea individual o colectivamen-
te. En la misma noción de identidad subyace, por lo tanto, el reconocerse en el
espejo de una serie de pautas culturales que ha ido desarrollando la sociedad a lo
largo de la historia. Castells afirma que «toda identidad es construida», precisa-
mente a partir de una serie de materiales (como él mismo los denomina), entre
los que se encuentran la Historia, la Geografía, la Biología, etc. A ellos añade
este autor la memoria colectiva, las fantasías personales, los aparatos de poder y
la religión (Castells, 2001).
Si asumimos esta premisa, cabe preguntarse quién construye la identidad y
para qué la construye. ¿Cuáles son los mecanismos que han explicado la forja
de identidades a lo largo de la historia? Como se deduce de lo mencionado
anteriormente, cabe distinguir en primer lugar entre una identidad individual y
una identidad colectiva. La primera presenta un claro perfil psicológico, y está
estrechamente ligada a la «representación del yo», que todo individuo tiene de sí
mismo. Sería, por lo tanto, una identidad creada por el propio individuo. Cas-
tells la denomina la «identidad del cuerpo» y Giddens la «dimensión de lo ínti-
mo» (Giddens, 1991). La inserción en la unidad familiar, el mundo de relaciones
personales construidas a lo largo del tiempo, el ámbito laboral y —también— la
noción de territorialidad son conceptos centrales que explican la progresiva con-
234 Rubén Lois y Miguel Pazos

formación de la identidad individual. Una identidad individual que evoluciona


hacia una autonomía cada vez mayor (el «yo reflexivo» de Giddens) dentro de las
democracias capitalistas occidentales, donde la libertad de pensamiento y la indi-
vidualidad se nos aparecen como conquistas históricas largamente anheladas.
Por su parte, la identidad colectiva es más compleja, ya que crea grupos o
comunas donde antes sólo había individuos. Por su relación con los atributos te-
rritoriales y sus implicaciones sobre el propio territorio, constituirán el objeto de
nuestro estudio. Estos grupos, cohesionados por una serie de atributos en los que
se reconocen como tales, se convierten en agentes sociales proactivos o reactivos,
en función de su carácter y su naturaleza, como veremos seguidamente.
Existen, según Castells, tres grandes grupos de identidades que se han ido
construyendo a lo largo de la historia.

2.1. Identidad legitimadora

Ha sido protagonista de la mayor parte de la historia, promocionada por ins-


tituciones de poder político o religioso. El principal organismo que la ha creado
ha sido el Estado, a través de la promulgación de leyes, patrones de comporta-
miento y normas de interés común para el conjunto de la sociedad. Podemos
afirmar que la identidad legitimadora ha creado sociedades civiles, en tanto en
cuanto que agrupaciones de ciudadanos de un Estado-nación, regidos y organi-
zados bajo unas normas de comportamiento comunes.
Uno de los ejemplos más claros de identidad legitimadora es el concepto de
ciudadanía francesa que emergió tras la Revolución de 1789. Bajo el lema de «Li-
bertad, Igualdad, Fraternidad», se construyó una identidad francesa basada en una
concepción moderna de ciudadanía, donde todos los ciudadanos eran libres, igua-
les ante la ley y debían trabajar juntos por la consecución del bienestar común.
Pero los ejemplos de identidades legitimadoras no tienen por qué necesariamente
orientarse hacia la construcción de sociedades más justas. Pensemos que la Ale-
mania nazi o la Unión Soviética de Stalin desarrollaron una marcada identidad
nacional basada en concepciones muy diferentes (entre sí y de la anterior) de lo que
debía ser la sociedad civil y su organización. Sin embargo, en ambos casos los apa-
ratos del poder promocionaron, impulsaron e impusieron una identidad nacional
muy marcada, legitimándola ante todos los alemanes y rusos del momento.
En la actualidad asistimos a una crisis de este tipo de identidades. La princi-
pal razón apuntada es la crisis del Estado-nación. En la sociedad de la informa-
ción, el control del espacio y del tiempo ya no corresponde al Estado, sino a los
flujos de capital, bienes, servicios y tecnología. En la sociedad pre-informacional,
la producción de identidad y el control social estaban muy localizados en el
poder político. Por el contrario, en la sociedad informacional, el Estado es «im-
potente», ya que no puede controlar la creciente influencia que ejercen los gran-
des agentes del capital (por encima de él) y los crecientes grupos de resistencia
organizados (por debajo del propio Estado).
Apéndice. Nuevas identidades territoriales del presente… 235

Entre los productores de identidad legitimadora, también podemos consi-


derar a la Iglesia. Tradicionalmente, la Iglesia ha tenido en una gran parte del
mundo tanta o más influencia que el Estado en la vida de los ciudadanos. En
los cinco continentes, «toda Religión ha trabajado por construir una forma de
teocracia» (extraído en una entrevista persona con Fernández Canosa, 2003), en
mayor o menor medida, y ha desarrollado estrechas alianzas con el poder civil,
muchas veces confundiéndose con él.
Antes de la separación entre Iglesia y Estado, dado que los miembros de las
jerarquías eclesiásticas contaban también con un elevado poder y posición en el
conjunto de la sociedad civil, las religiones estuvieron durante una gran parte de
la historia al servicio de la producción de identidades legitimadoras (y continúan
estándolo hoy en día en bastantes países).

2.2. Identidad de resistencia

En la sociedad de la información, lo característico ya no son las identidades


legitimadoras. Ello es debido a que el Estado-nación ya no absorbe el tiempo y
el espacio social como antes, y no es capaz de extender tan fácilmente sus redes
de poder. La globalización y el liberalismo económico han provocado que sean
ahora los grandes agentes del capital internacional los que marquen la pauta
y ejerzan una influencia cada vez mayor en el día a día de los ciudadanos. Las
grandes corporaciones bancarias y financieras, las principales empresas de tele-
comunicaciones y, en general, las empresas de comercio y servicios de todo tipo
están creando una sociedad diferente, en donde lo que cuentan son los flujos (de
personas, de mercancías, de información) y los agentes económicos imponen
cada vez más las reglas del juego.
Bajo estas premisas, en las sociedades occidentales laicas, basadas en la liber-
tad, el individualismo y el libre mercado, se produce una crisis de las identidades
tradicionales, basadas en conceptos reactivos como religión, patria o nación. Ello
tiende a generar un desconcierto en el individuo, que siente que progresivamen-
te va perdiendo sus referencias espacio-temporales, debido a la globalización,
la flexibilidad, la inestabilidad estructural en el trabajo y la crisis de la familia
patriarcal (que, según Castells, constituía la base de la seguridad, socialización,
sexualidad y del sistema de personalidad). Por ello, ante un mundo de flujos,
demasiado grande para controlarlo, los actores sociales pretenden reducirlo de
nuevo a su tamaño anterior. Ante las redes que disuelven el espacio y el tiempo,
la gente se ancla en los lugares y recuerda su memoria histórica. Ante el fin del
patriarcado, la gente afirma el valor trascendente de la familia y la comunidad.
Nos encontraríamos, en definitiva, como afirman Castells (2001) y Tomlin-
son (1999 y 2003), ante la aparición de numerosas «identidades de resisten-
cia». Según estos autores, los ciudadanos resisten en «comunas» o «grupos»
construidos mediante un proceso de reorganización a partir de estos conceptos
tradicionales, que han sido reeditados. Las identidades comunales pueden ser
236 Rubén Lois y Miguel Pazos

proactivas (feminismo o ecologismo) o reactivas (basadas en la religión, familia,


etnia, localidad o nación). Las primeras desarrollan nuevas identidades, basadas
en conceptos innovadores. Las segundas, por su parte, reeditan viejos valores
propios de la sociedad pre-informacional. En cualquier caso, las identidades de
resistencia son ya las protagonistas de nuestra sociedad, y tendrán una impor-
tancia creciente, organizándose bien en torno a un «patriarca» (una personali-
dad notable) o bien en redes difusas, horizontales y no jerarquizadas (en donde
sobresale Internet).
Desde el punto de vista territorial, estas nuevas identidades tienen importan-
tes consecuencias. Las identidades basadas en la nación o en la localidad parten en
gran medida de variables espaciales y geográficas (también históricas, socioeco-
nómicas o culturales). Por su parte, las identidades religiosas u otras (identidades
sexuales, ecologismo, etc.), agrupan a individuos que tienden a hacer suyo un
territorio y a asociarse a una porción del espacio terrestre en el que desarrollan
preferentemente su vida y sus actividades reivindicativas. En la medida en que
los agentes que producen estas identidades de resistencia sean capaces de organi-
zarse y transformar las estructuras sociales estarán configurando ya identidades
proyecto, de las que hablaremos a continuación.

2.3. Identidad proyecto

Según Touraine (1992), las identidades proyecto son creadas por actores so-
ciales que redefinen su posición social y buscan la transformación de toda la
estructura social. Cuando una identidad de resistencia consigue tener un apoyo
social lo suficientemente amplio está en condiciones de redefinir la norma cul-
tural, política, social o territorial, pasando de una posición de retaguardia a otra
de vanguardia. Desde luego, no todas las identidades de resistencia devienen
en identidades proyecto. En cierta medida, la creación de identidades proyecto
vendría a ser la plasmación del triunfo de identidades de resistencia, mediante
procesos de institucionalización progresiva, a través de plataformas, asociaciones
o partidos políticos.
El ejemplo más claro de identidad proyecto es el de los nacionalismos dentro
de Estados plurinacionales. Así, la independencia de Finlandia respecto de Rusia
puede ser leída como el triunfo de la «identidad proyecto finlandesa», tras una
evolución de décadas de lucha desde una «identidad de resistencia». Igualmente
podríamos citar el caso de Irlanda en relación con el Reino Unido.
Otro ejemplo de triunfo de identidad proyecto podría ser la homosexualidad
en España, tras la celebración de la primera boda gay el 11 de julio de 2005. La
homosexualidad, como expresión identitaria, ha sido una identidad de resisten-
cia durante toda su historia, reclamando los mismos derechos para los ciudada-
nos homosexuales que para los heterosexuales. La legalización del matrimonio
entre homosexuales en 2005 supone, por lo tanto, el paso de una «identidad de
resistencia» a una «identidad proyecto», donde la homosexualidad ha dejado de
Apéndice. Nuevas identidades territoriales del presente… 237

ser una opción marginada legalmente para ser apoyada y refrendada por el Esta-
do, exponente máximo de la legalidad.

3. IDENTIDADES Y TERRITORIO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA

La Península Ibérica constituye un espacio geográfico perfectamente indivi-


dualizado en el suroeste de Europa. Con cerca de 600.000 kilómetros cuadrados,
está integrada por España y Portugal, dos de los Estados-nación más antiguos del
continente. La Península Ibérica, por su localización y situación se nos presenta
como la herencia de múltiples pueblos y grupos étnicos que la han habitado a lo
largo de la historia, lo que le confiere una gran diversidad y un gran interés para
el análisis de las identidades.
En efecto, tanto en España como en Portugal son perfectamente visibles
las huellas romana, árabe, judía y cristiana. Esta última, tras la reconquista se
convirtió en la identidad legitimadora por excelencia, en estrecha alianza con las
monarquías castellana y portuguesa.
Su herencia diversa hace de la Península Ibérica un espacio particularmente
interesante, donde las identidades nacionales que se empiezan a construir desde
la Baja Edad Media y se refuerzan en las edades Moderna y Contemporánea uti-
lizan materiales geográficos, históricos y culturales muy diversos. Existen además
otros factores que hacen de la Península Ibérica un espacio sumamente atractivo
para el estudio de las identidades, y que nosotros desarrollaremos a continua-
ción en el presente capítulo, que construiremos a partir del análisis de diferentes
identidades.

3.1. La identidad exterior: los emigrantes

La expresión «identidad exterior» se refiere a la identificación que los ciuda-


danos que residen fuera de la Península Ibérica sienten en relación con España y
Portugal, respectivamente. Hay que tener en cuenta que los dos países enviaron
hacia el exterior emigrantes desde el mismo momento de la formación de los
imperios coloniales. En relación con el tema que nos ocupa, a nosotros nos re-
sulta de interés la emigración producida a lo largo del siglo xx, que alimenta la
existencia de una identidad exterior.
En efecto, tanto España como Portugal enviaron emigrantes a lo largo del
siglo xx, fundamentalmente a América (hasta 1960) y Europa Occidental (desde
1960 en adelante). Son conocidas las colonias de portugueses en Toronto (Ca-
nadá), Luxemburgo (donde el 25% de la población es de origen portugués) y
muchos otros países como Estados Unidos, Brasil, Francia, Alemania, Suiza, etc.
Los españoles emigraron en general a toda Latinoamérica y a buena parte de Eu-
ropa Occidental. Sin embargo, cabe destacar en España la existencia de regiones
con un perfil migratorio más marcado que otras.
238 Rubén Lois y Miguel Pazos

Es el caso de Galicia, de donde emigraron más de dos millones de personas a


lo largo del siglo xx. La emigración se dirigió en la primera mitad del siglo xx a
Cuba, Argentina (especialmente Buenos Aires) y Uruguay. Los países de la Plata
son considerados la quinta provincia gallega, lo que refleja la existencia de una
identidad exterior gallega, que trasciende a las fronteras físicas de la comunidad
autónoma (Lugilde, 2004). Rivas afirma que «La mayor ciudad gallega sigue
siendo Buenos Aires, y que el mayor cementario de Galicia se encuentra en
La Habana» (Rivas, 2001). Toda Latinoamérica continuó acogiendo emigrantes
gallegos, también en la segunda mitad del siglo xx, donde destacan Venezuela
y México. Pero es a partir de 1960 cuando la emigración cambia de rumbo y se
dirige a Europa Occidental: Alemania, Suiza, Francia, Reino Unido, etc., son los
principales destinos de los emigrantes (junto con Cataluña, el País Vasco y Ma-
drid dentro de España), que son reclutados como mano de obra para una sector
industrial en expansión.
El contingente humano emigrante constituye una auténtica diáspora que se
conoce como la «Galicia Exterior». Pero lo interesante es que una buena parte
de los emigrantes marchados después de 1950 mantienen fuertes relaciones y
visitan frecuentemente Galicia. Muchos de ellos retornan definitivamente en
cuanto se jubilan. Otros siguen residiendo el en país de acogida, ya que sus hijos
han nacido en Alemania, Suiza, Francia, Cataluña, País Vasco, etc.
La cuestión de la identidad múltiple aparece entonces como algo evidente.
En el caso de la emigración al extranjero, muchos de estos emigrantes y sus hi-
jos se consideran a la vez españoles y suizos, españoles y alemanes, españoles y
franceses, etc. Esto es sobre todo visible en el caso de los hijos de emigrantes que
ya han nacido en el país de destino, ya que la identidad múltiple se alimenta de
la identidad española y gallega en la vida doméstica (y social) y de la identidad
del país de acogida en la vida laboral. Por otra parte, los emigrantes al extranjero
tienden a identificarse como gallegos, y no tanto como españoles. De ello da
buena prueba la proliferación de Centros Gallegos por todo el mundo y la exal-
tación de la cultura, lengua y tradiciones de Galicia.
La identidad gallega en el exterior ha sido un factor clave en las últimas
elecciones al Parlamento de Galicia, donde el Censo de Residentes Ausentes
(CEAR), escrutado una semana después de la jornada electoral, ha decidido el
último escaño que ha hecho perder la mayoría absoluta al Partido Popular (en
el poder desde 1989). La ley electoral permite en la actualidad votar a más de
100.000 gallegos residentes en el extranjero (la gran mayoría en América y Eu-
ropa), mientras que los gallegos que residen fuera de Galicia, pero dentro de
España, se ven privados de su derecho al voto. Tras la incertidumbre vivida en las
pasadas elecciones, la legitimidad del voto emigrante está siendo ampliamente
cuestionada en la sociedad gallega hoy en día, arrojando también nuevas pregun-
tas sobre la identidad de la Galicia exterior.
Apéndice. Nuevas identidades territoriales del presente… 239

3.2. Los nacionalismos y la identidad en España. El caso de Galicia

Si bien Portugal es claramente un Estado unitario y bien cohesionado, en Es-


paña el debate territorial alimenta buena parte del discurso político desde finales
del siglo xix, momento en que nacen los nacionalismos vasco, catalán y gallego.
El debate territorial está estrechamente ligado a la cuestión de la identidad na-
cional. ¿Poseen todos los españoles la misma identidad territorial? La respuesta
a esta pregunta es no.
España es un Estado con unas fuertes tendencias centrífugas, como reacción
a una construcción nacional centralista y a una percepción muy generalizada de
relación causa-efecto entre centralismo y atraso económico (sobre todo en com-
paración con otros países europeos).
Debido a esto, en el siglo xix, en Cataluña y el País Vasco, los dos primeros
focos de industrialización del Estado, las respectivas burguesías comienzan a rei-
vindicar las identidades catalana y vasca frente a la identidad española, lideran-
do la constitución de partidos nacionalistas catalanes y vascos. La existencia de
lenguas propias (el catalán y el euskera), junto con la tradición de autogobierno
en el caso de Cataluña y los fueros en el País Vasco, actúan como principales
elementos de referencia o materiales (empleando palabras de Castells) que cons-
truyen identidades de resistencia frente a la identidad legitimadora española o
castellana. En esta época, en parelelo comienza a desarrollarse también el na-
cionalismo gallego, basado en gran medida en la la lengua y cultura gallegas.
Galicia, un país atlántico en un Estado mediterráneo, carecía de una burguesía
industrial como la vasca o catalana, y el nacionalismo recibirá aquí un fuerte
impulso por parte de los sindicatos agrarios y los intelectuales, siendo de carácter
más popular.
Las reinvindicaciones de autogobierno de estas tres comunidades autónomas
actuales encontraron eco en la aprobación de sendos estatutos de autonomía
durante la Segunda República Española (debido a lo cual Cataluña, el País Vas-
co y Galicia son denominadas hoy «nacionalidades históricas»). No obstante la
Guerra Civil supuso el desmantelamiento de la descentralización iniciada y su
paralización hasta 1978, año en que la nueva Constitución española, con la lle-
gada de la democracia, establece la comunidad autónoma como entidad político
administativa correspondiente a la escala regional.
España se divide hoy en día en 17 comunidades autónomas, entre las cua-
les se encuentran las tres nacionalidades mencionadas, que poseen tradición de
autogobierno y una lengua y cultura propias. El sentimiento de identidad en
ellas oscila entre el independentismo (lo que significa sentirse sólo catalán, sólo
vasco, sólo gallego), la doble identidad (en donde con frecuencia destaca ligera-
mente una de las dos identidades sobre la otra) o la identificación exclusivamente
con la nacionalidad española. De las tres nacionalidades históricas, es en el País
Vasco en donde encontramos el mayor porcentaje de independentistas, seguido
de Cataluña. En Galicia, el independentismo es muy minoritario. En palabras de
240 Rubén Lois y Miguel Pazos

Rivas: «En Galicia existe un fuerte sentimiento de identidad, pero no excluyente.


Cuando es nacionalista, el gallego prefiere un nacionalismo tranquilo. El 55% de
los gallegos se siente tan gallego como español: un 27% más gallego que español
y un 7,8 % únicamente gallego» (Rivas, 2001).
Por lo que se refiere a la identidad nacional del país, en España se advierte
una menor identificación de los ciudadanos que en el caso de otros Estados euro-
peos. Ello es debido en gran medida a la pervivencia de la memoria histórica en
relación con la Guerra Civil y la apropiación de la idea de España y los símbolos
españoles por parte del régimen de Franco. En efecto, el régimen totalitario de
Franco llevó al extremo la negación de los nacionalismos periféricos y la imposi-
ción de la ideología centralista, en un contexto de dictadura, represión y ausencia
de libertades. La asociación de la identidad española con esta etapa negativa
reciente de la historia de España provoca que la identidad española esté mucho
menos desarrollada y articulada si la comparamos con otros Estados de nuestro
entorno.

3.3. Identidad en áreas de frontera. El caso de la «Raia»


Galicia-Norte de Portugal. Pasado y presente

Galicia y el norte de Portugal tienen un importante pasado y una fuerte


identidad común. Ambas constituyeron la Gallaecia romana, en ambas nació
el gallego-portugués, que luego se separó en dos lenguas diferentes. En cuan-
to al paisaje, al clima, al tipo de poblamiento tradicional y a la organización
del espacio rural, la frontera no supone discontinuidad alguna. Sin embargo,
la existencia de una rígida frontera entre ambos espacios supuso una progresiva
difuminación de esta identidad conjunta, que sólo se comienza a retomar ahora
en el marco de la construcción europea.
En este apartado analizaremos la identidad histórica de frontera gallego-por-
tuguesa, con una especial referencia al Couto Mixto y los Pueblos Promiscuos
(una curiosa anomalía que pervivió hasta la segunda mitad del siglo xix), así
como la identidad de frontera actual, tras el ingreso de Portugal y España en la
Unión Europea.
La frontera entre Castilla y Portugal es una de las más antiguas y estables de
Europa. Estamos ante una «frontera ideal», ya que los dos Estados centralistas
abandonan deliberadamente sendas franjas de varias decenas de kilómetros si-
tuadas a los dos lados de la raya (Guichard, 1997), especialmente visible en el
sector fronterizo Alentejo-Extremadura. Así, a ambos lados de la frontera nos
encontramos fundamentalmente con comunidades rurales que desarrollan una
identidad propia, «de frontera», construida a partir del concepto mismo de raya
fronteriza, de la existencia de lazos de solidaridad recíprocos y basada la relación
de distancia que se mantiene con las dos capitales de Estado respectivas, Madrid
y Lisboa. Es, por tanto, una identidad de resistencia, basada en la oposición y en
la autonomía en relación con los dos Estados ibéricos.
Apéndice. Nuevas identidades territoriales del presente… 241

Frente a las identidades nacionales oficiales, se desarrollan «sociedades de


reconocimiento recíprocas» (Hily, 1997), en donde se establece un sistema or-
ganizativo coherente que une territorialidades diferentes. Esto se relaciona fun-
damentalmente con una de las principales actividades económicas a las que se
dedica la población, además de las labores agrarias: el contrabando y el paso
clandestino de personas.
Ante el abandono por parte del los dos Estados y la baja productividad de las
actividades agropecuarias (en gran medida los espacios fronterizos son áreas de
montaña), a lo largo de la historia estas dos actividades ilegales han ido constru-
yendo una identidad común para las aldeas «rayanas». La frontera no separa en
este caso, sino que une, creando historia local y memoria de la localidad. Hemos
afirmado que las identidades se construyen; pues bien, en este caso la «identidad
rayana» se va forjando no sólo a partir de acciones comunes llevadas a cabo por
portugueses y gallegos de ambos lados de la frontera, sino también por relatos,
mitos y leyendas asociados al contrabando y el paso de personas (como bien
refleja la película La ley de la frontera de Adolfo Aristarain, 1995). Como señala
Hily, la frontera unía y producía solidaridades, favoreciendo el intercambio de
recursos, creando una memoria colectiva asociada a la dureza en las condiciones
de vida y al riesgo, y organizando las representaciones sociales (1997).
Un aspecto curioso y muy interesante en la frontera entre Galicia y el norte
de Portugal es el del Couto Mixo y los Pueblos Promiscuos. Se trata de dos ejem-
plos en los cuales la existencia de la frontera disolvía las identidades nacionales
española y portuguesa. Pero lo interesante es que en este caso esta identidad
mixta que se generaba contaba con el reconocimiento legal de los dos Estados
ibéricos (García Mañá, 2000).
El Couto Mixto fue una pequeña circunscripción territorial compuesta por
tres parroquias, a caballo entre Portugal y España, que se mantuvo al margen de
los dos Estados hasta el Tratado de Lisboa, firmado en 1864. Esta pequeña «repú-
blica independiente» se mantuvo como un residuo de la sociedad feudal, ya que
históricamente tenía una dependencia mixta de las casas de Bragança (Portugal)
y Monterrei (España). La situación presentaba fuertes similitudes con Andorra,
pero la evolución fue diferente, ya que en el año mencionado la administración
del territorio se repartió entre Lisboa y Madrid (Salinas Valencia, 2002).
La personalidad del Couto Mixto venía dada por sus privilegios: sus habitan-
tes podían elegir nacionalidad (española, portuguesa o mixta), además de estar
exentos de prestar servicios a los ejércitos español o portugués. Los habitantes
del Couto Mixto también estaban exentos de pagar impuestos a los dos Estados,
y podían vender sus productos en las ferias de España y Portugal en régimen de
libre comercio. Políticamente, el Couto Mixto contaba con autogobierno, per-
sonificado en la figura del juez.
El Couto Mixto, debido a su situación periférica, a su aislamiento, a sus es-
pecificidades y a su carácter profundamente rural, era un espacio marginal. Des-
de el punto de vista antropológico, según García Mañá, se caracterizaba por su
endogamia y, según este autor, los habitantes tenían fama de rudos. La pobreza y
242 Rubén Lois y Miguel Pazos

la particular situación de este espacio se plasmaba en la falta de edificios públicos


y en la escasez de documentos escritos.
Otro fenómeno interesante en espacios de frontera en relación con la identi-
dad lo encontrábamos en los llamados «Pueblos Promiscuos». Soutelinho, Cam-
bedo y Lama de Arcos eran tres pueblos situados a caballo sobre la misma línea
de frontera. Ésta atravesaba incluso varias de las casas, dividiéndolas en una parte
portuguesa y otra española. Los vecinos de estas casas podían escoger entre tener
nacionalidad española o portuguesa, de modo que curiosamente la identidad
nacional era producto de una decisión consciente por parte del ciudadano. En el
proceso de regularización de las fronteras estatales de Portugal y España que im-
plicó la desaparición del Couto Mixto, los Pueblos Promiscuos pasaron a formar
parte de Portugal también mediante la firma del Tratado de Lisboa (1864).
Tras el ingreso de Portugal y España en la Unión Europea en 1986, el esce-
nario que se ha comenzado a dibujar es muy diferente. La libre circulación de
personas y mercancías sin los trámites y las esperas transfronterizas llevan hacia
una integración creciente entre Galicia y el norte de Portugal.
En el plano económico, tanto desde Galicia como desde el norte portugués
la desaparición de la frontera se ve como una oportunidad única de integración.
Desde Galicia existe la percepción de que Portugal es la prolongación lógica de
los mercados gallegos, lo que se pone de manifiesto en la expansión de numero-
sas empresas gallegas hacia el norte de Portugal. Así, la construcción del futuro
Parque de Actividades Logísticas de Salvaterra de Miño —un municipio limí-
trofe con Portugal— intenta aprovechar las sinergias de la nueva cooperación
transfronteriza en el plano económico.
También desde Portugal existe la percepción de estar en un momento crucial
para conseguir una mayor integración económica y caminar hacia un verdadero
mercado integrado entre ambos territorios. Además de producirse implantación
de empresas del norte de Portugal en Galicia, la región norte lusa se ve benefi-
ciada por la instalación de empresas gallegas, dada la mayor disponibilidad de
suelo industrial (que escasea o es muy caro en los alrededores de Vigo, la primera
localización industrial gallega).
Sin embargo, aunque la integración económica camina velozmente, facilita-
da por la mejora en las vías de comunicaciones, no sucede lo mismo en relación
con la integración social y cultural. La herencia de una tradición histórica en la
que Portugal y España se ignoraron mutuamente todavía es visible, a pesar de
que los flujos económicos ya no tienen en cuenta a los viejos Estados-nación.
Palmeiro Piñeiro (2005) incide en las representaciones divergentes a cada
lado de la frontera. Según este autor, en el lado gallego existe una perspectiva
«conquistadora», mientras que en el lado portugués se mantienen posiciones
de «carácter defensivo», como resultado de la amenaza que España supuso para
Portugal durante la mayor parte de su historia (existe un refrán en Portugal que
reza «da Espanha nem bom vento nem bo casamento»).
Además de ello, se percibe una escasa integración cultural y social, como resulta-
do de la importancia que aún tienen las identidades estatales. La puesta en marcha de
Apéndice. Nuevas identidades territoriales del presente… 243

convenios de cooperación entre España y Portugal es aún muy reciente (2003), y se


debe avanzar en la promoción de programas de intercambio cultural, que permitan
un mejor conocimiento mutuo entre gallegos y portugueses del norte. La potencia-
ción de medios de comunicación comunes, la promoción de la historia común o el
incentivo de redes sociales debe ser una prioridad para los agentes políticos.
Aun cuando compartimos este enfoque general, desde nuestro punto de vista
conviene destacar algunos avances en cuanto a la integración social y cultural
que se está produciendo entre Galicia y el norte de Portugal. Así, por ejemplo,
entre los municipios transfronterizos existe una incipiente gestión de servicios de
utilización común, como piscinas, guarderías o centros de salud (como sucede
entre municipios del Baixo Miño y el Vale do Minho).
En el plano de la movilidad de personas, existe un importante número de
profesionales de la salud gallegos que desempeñan su trabajo en hospitales y
centros de salud portugueses (médicos, enfermeros, etc.), debido a la ausencia
de cuadros médicos autóctonos en Portugal. Algo semejante, aunque a menor
escala, se puede detectar en la investigación universitaria, ya que nos podemos
encontrar con un pequeño número de gallegos trabajando en universidades
portuguesas (Universidade do Minho, Universidade de Tras-os-Montes e Alto
Douro), y de estudiantes de los dos países que realizan intercambios recíprocos.
Asimismo, se detecta un número creciente de portugueses del norte que trabajan
en el sector de la construcción en Vigo y sus entornos.
Esta permeabilidad fronteriza por motivos de trabajo o estudio, aunque tí-
midamente, implica el reforzamiento de los intercambios de personas y supone
un avance en el conocimiento mutuo. La construcción de redes de relación per-
sonal sobrepasa los ámbitos estrictamente laborales, y el conocimiento recíproco
entre gallegos y minhotos se materializa gracias a visitas de familiares, amigos, etc.,
a los trabajadores que desarrollan su actividad al otro lado de la frontera.
En cualquier caso, es necesario superar una situación en la que existe una
ignorancia mutua de las dinámicas socioculturales existentes a uno y otro lado
de la frontera. Palmeiro Piñeiro sugiere la necesidad de avanzar en la creación de
una identidad estratégica euro-regional auténtica, y apunta la necesidad de un
verdadero proceso botton-up.
Es indispensable la promoción de los agentes políticos pero también la par-
ticipación de las sociedades civiles, tomando en consideración la importancia
de la escala local. La agrupación de los municipios «rayanos» y la cooperación
transfronteriza debe ser una prioridad de actuación.
Tras el ingreso de Portugal y España en la Unión Europea, la iniciativa IN-
TERREG I, II y III (cuyo objetivo es reforzar la cooperación transfronteriza
transnacional e interregional) ha permitido la realización de varios proyectos sec-
toriales y transversales entre Galicia y el norte de Portugal. También los acuerdos
de cooperación multilaterales, bilaterales y a nivel regional y local han permitido
avanzar en la integración entre estos dos espacios.
Sin embargo, existe la sensación de que hasta ahora estos programas han
favorecido exclusivamente la promoción económica y la captación de fondos
244 Rubén Lois y Miguel Pazos

europeos. Como apunta Palmeiro Piñeiro, incluso «existe la sospecha de que son
en realidad los fondos europeos los que en gran medida sustentan la identidad y
la propia existencia de la región transfronteriza gallego-portuguesa».
Sería deseable, por lo tanto, avanzar hacia una identidad transfronteriza en-
tendida como una articulación de las diferencias, con un mayor acento en lo
cultural y social, partiendo de la propia ciudadanía y con una mayor base local.
En cierta medida, se trataría de retomar, en definitiva, la noción de identidad
solidaria de frontera a la que hacíamos alusión para el Couto Mixto, teniendo en
cuenta que el paso previo para una verdadera integración entre territorios debe
ser el conocimiento y el reconocimiento de los rasgos culturales mutuos.

3.4. La reactivación de las identidades locales

En paralelo al proceso de globalización, asistimos en la actualidad a una reac-


tivación de lo local (glocalización) (Beck, 1998). La identidad local constituye
un referente próximo en el que las comunas identitarias se reconocen, tratando
de reivindicar el espacio y el tiempo propios. Frente a lo global incógnito y
amenazante, lo local se nos aparece como un referente familiar, cálido, amable y
conocido, que nos libera de ansiedad y nos recuerda que podemos seguir contro-
lando el espacio y el tiempo.
Este apego por lo local se manifiesta en múltiples aspectos de la vida diaria,
mostrando la importancia de la autoidentificación de la población con un lugar
de nacimiento o residencia. Podemos observarlo bien si tomamos el caso de
los aficionados de los diferentes equipos de fútbol, en donde se produce una
identificación total con el equipo y la ciudad de donde procede el mismo. En
España ser aficionado «del Madrid» o «del Barcelona» constituye una categoría
identitaria que expresa dos universos completamente diferentes y antagónicos,
vinculados en ambos casos a una identidad local que trasciende incluso lo pura-
mente territorial.
Otro aspecto en el que la identidad local cobra cada vez más fuerza se rela-
ciona con la promoción y el marketing turístico. En España se ha superado ya el
clásico paradigma de sol y playa, de modo que cada vez cobra más importancia el
denominado turismo cultural. Por sus propias características, este tipo de turis-
mo se basa en los recursos monumentales, artísticos, culturales, etc., con los que
cuenta cada localidad. Pero además de contar con ellos, es necesario ponerlos en
valor, es decir, crear productos turísticos y promocionarlos (Santos Solla, 2002).
Conscientes de ello, así como de la importancia creciente del turismo dentro
de la economía, muchas administraciones municipales han puesto en marcha
sociedades municipales de gestión del turismo. Estas entidades se ocupan de la
planificación estratégica y el seguimiento del turismo y su impacto socioeconó-
mico, además de la promoción y difusión de la imagen de la ciudad.
Es aquí donde hay que situar el refuerzo de las identidades locales que pro-
mueven los poderes públicos. En un mundo de redes, las ciudades compiten
Apéndice. Nuevas identidades territoriales del presente… 245

por ofrecer una gama amplia y diversa de actividades culturales, capaz de atraer
turismo. También es necesario ofrecer una adecuada promoción de los produc-
tos turísticos, previamente diseñados y planificados, y puestos en valor a través
de campañas en Internet, en los medios de comunicación y en los principales
circuitos especializados del sector (ferias, certámenes, etc.). Todo esto no tendría
sentido sin la creación de una «imagen de marca» de la ciudad, que envuelve y
engloba todo lo demás.
La «imagen de marca» es un producto creado intencionadamente, basado en
un eslogan y una imagen (un logotipo) que trata de sintetizar la identidad de la
ciudad para hacerla llegar al turista y motivarlo para que la visite. Ciudades como
Santiago de Compostela, Salamanca, Barcelona o Bilbao han reforzado notable-
mente su imagen basándose en la promoción de sus respectivas identidades, a
través de sendas imágenes de marca. Es éste un proceso cada vez más habitual en
las ciudades españolas, que hacen suyo la mayor parte de las ciudades y pueblos
que deciden apostar por el turismo cultural.
Por último, cabe mencionar el fenómeno novedoso de la aparición de identi-
dades de resistencia en el interior de las ciudades (Know y Pinch, 2000). A nivel in-
fralocal asistimos al reforzamiento de la identidad de barrio como ejemplo extremo
del intento de recuperación del control sobre el espacio y el tiempo. El carácter de
resistencia se pone de relieve en el hecho de que esta identidad suele ser más fuerte
en los barrios de características más humildes y populares. Vallecas en Madrid, las
Cinco Mil Viviendas en Sevilla, Labañou en A Coruña o Coia en Vigo son sólo
algunos ejemplos de sectores urbanos que construyen su identidad a partir de rela-
tos, mitos, imágenes, vivencias compartidas y nuevas formas de expresión urbana
(música, graffittis, tribus urbanas propias, etc.). Estamos ante un fenómeno cada
vez más importante tanto desde el punto de vista cuantitativo como cualitativo,
que ha reflejado muy bien F. León de Aranoa en su película Barrio.

3.5. El mar y la identidad en la Península Ibérica

La Península Ibérica, como ya se ha mencionado, cuenta con más de 6.000


kilómetros de costa. La importancia del mar en la forja de la identidad portugue-
sa ha sido fundamental, y aunque no ha sucedido lo mismo en España, también
ha sido muy importante en algunas comunidades autónomas como Galicia.
En Portugal, la construcción de la identidad nacional se desarrolló desde el
siglo xv en relación con los descubrimientos. Ante las dificultades de las comuni-
caciones terrestres, el mar presentaba una infinidad de caminos abiertos y por ex-
plorar (Matoso, Magalhaes y Alçada, 1993). La serie de navegantes portugueses
que abrieron rutas de navegación en África, Asia y América, y los descubridores
y colonizadores que fueron incorporando nuevas tierras a la corona portuguesa
engrosaron los mitos de la nación portuguesa, un pequeño país en la periferia
de Europa necesitada de referencias de grandeza con que mostrarse al resto del
mundo.
246 Rubén Lois y Miguel Pazos

Tras la conquista de Ceuta en 1415, los navegantes portugueses se lanzaron a


la expansión a largo del litoral de África. El infante Don Henrique fundó la Es-
cuela de Navegación de Sagres. Allí reunió a cartógrafos, astrónomos, geógrafos,
pilotos y viajeros, con el fin de promover el estudio y la planificación de descu-
brimientos sistemáticos. El puerto de Lagos (Algarve) era utilizado como base
de operaciones, desde donde partían las expediciones hacia lo desconocido. Gil
Eanes dobla el cabo Bojador en 1434, y los navegantes portugueses continúan
sus avances perimetrales en torno a África. En 1488 Bartolomé Dias consigue
doblar el cabo de Buena Esperanza.
Tras el descubrimiento de América por Cristóbal Colón, los portugueses
prosiguen sus periplos marítimos. Vasco da Gama llega a Calicut en 1498 y Ál-
varez de Cabral navega hacia la India tocando las costas de Brasil. La expansión
marítima de los portugueses se consolida en Asia, donde fundan factorías co-
merciales en Goa, Timor Oriental y Macao, además de en África (Mozambique,
Angola, Cabo Verde, etc.) y, por supuesto, África.
Con el traslado del centro de gravedad de Europa hacia el norte desde finales
del siglo xvi y la pérdida de importancia de los países ibéricos en el concierto
europeo, la nostalgia por el imperio perdido y las conquistas marítimas comienza
a formar el mito identitario nacional por excelencia. Fernando Pessoa lo reflejó
muy bien en sus poemas «Mar portugués» («Ó mar salgado, quanto do teu sal
são lágrimas de Portugal!», «Tudo vale a pena se a alma não é pequena», «Quem
quer passar além do Bojador tem que passar além da dor», «Cumpriu-se o Mar
e o Império se desfez; Senhor falta cumprir-se Portugal.») El mar, de este modo,
aparece como metáfora identitatia de un imperio perdido, del momento de
máxima expansión de Portugal en el mundo, y se convierte en referente máximo
de la saudade nacional portuguesa.
En España, por su parte, el mar no presenta las mismas connotaciones iden-
titarias nacionales. Aunque la construcción nacional de España se apoyó igual-
mente en la formación de un imperio ultramarino (que obviamente se realizó
gracias al mar como «infraestructura de transporte»), el centralismo temprano y
el hecho de que la capital, Madrid, se encuentre en el centro del país, alejaron
al mar del protagonismo en la identidad nacional. Frente a la exaltación de los
navegantes portugueses y el mar, en la historiografía española el protagonismo
es para los conquistadores (Hernán Cortés, Pizarro, Cabeza de Vaca, etc.), y sus
acciones en tierra firme. Sin embargo, dada la diversidad de España y la impor-
tancia de las identidades regionales-autonómicas, el mar sí ha desempeñado un
papel clave en la identidad catalana o valenciana. El carácter claramente medite-
rráneo de estas dos comunidades autónomas (donde se destaca al agua, la luz, los
colores claros, el calor y la humedad) es continuamente glosado, en oposición a
la imagen seca, marrón y de interior que presenta Castilla.
En el otro lado del Atlántico, por su parte, resulta interesante el caso de Ga-
licia, cuya identidad siempre ha estado estrechamente vinculada al mar. El litoral
gallego es el más recortado de España. Galicia posee más de 1.000 kilómetros
de costa, más de la quinta parte del total español. Las buenas condiciones del
Apéndice. Nuevas identidades territoriales del presente… 247

litoral y su extensión explican la abundancia de puertos y la tradición con la que


cuenta la pesca, tanto de bajura como de altura. Galicia es una potencia europea
en pesca, y aunque la reconversión que atraviesa el sector lo está enfrentando con
importantes desafíos, a la importancia económica hay que añadir sobre todo la
dimensión simbólica.
En efecto, Galicia es citada como un «pueblo de agricultores y marineros»
por Castelao, y en torno a este papel clave de las actividades primarias y lógica-
mente del mar como referente existe consenso por parte de todos los partidos
políticos y agentes sociales (Lois González, Rodríguez González, Santos Solla y
Somoza Medina, 2001).
La importancia de la actividad pesquera en Galicia explica que un impor-
tante porcentaje de población activa en las comarcas marítimas se dedique a la
pesca. En ciertos casos se trata de pesca de bajura, realizada en las inmediaciones
de los puertos base. Pero es también importante la pesca de altura, en donde
es frecuente que las tripulaciones enroladas pasen varios meses en alta mar, sin
regresar a tierra. Como se puede comprender, la identidad de los pescadores de
altura se construye no sólo a partir de referentes convencionales aprehendidos en
tierra firme, sino también en gran medida a partir del mar y su significado como
un espacio libre, abierto, cosmopolita e internacional.
Pero la importancia del mar en la identidad gallega no se limita sólo a la for-
ma en cómo Galicia es percibida por pescadores y marineros, ni a la percepción
de Galicia como una potencia pesquera y marisquera. Además, el mar alcanza
una dimensión elevada en Galicia en relación con el papel clave que desempeñó
en la llegada y difusión de innovaciones, en la emigración, y en su rol de faci-
litador de intercambios de experiencias personales y vitales, en tiempos donde
los caminos terrestres estaban cerrados. Citando a M. Rivas: «El mar peleón de
los altos acantilados y el mar que penetra por las venas, tierra adentro. Nuestro
mejor camino. Casi todo llegó y se fue por el mar. ¿Quiénes somos, de dónde
venimos, a dónde vamos? (…) Sobre todo gracias al mar, el mejor camino de la
antigüedad, la humanidad gallega es (…) una tierra de llegada.»
Desde siempre, el mar ha permitido a los gallegos una enorme movilidad por
todo el mundo. Emigrantes, marineros, exiliados o trabajadores en general, los
gallegos han utilizado el mar para ir y para volver, para moverse por el planeta.
De ello da prueba el dicho popular: «Hay gallegos hasta en la Luna.» Este papel
clave del mar, además de conferir a Galicia una identidad propia, hace que ésta
sea cosmopolita y abierta al mundo, en relación con el hábito de viajar, el mes-
tizaje cultural y la relativización de las diferencias espaciales. Ello se relaciona de
nuevo con la dicotomía de la Galicia «interior» y la Galicia que se proyecta más
allá de sus fronteras, a través del mar, «exterior».
Según Rivas, la más hermosa definición de gallego la dio un viejo emi-
grante entrevistado en televisión. Le preguntaron: «¿Está usted orgulloso de
ser gallego?» El hombre miró al público, miró luego a la cámara y dijo: «Estoy
muy orgulloso porque gallego, gallego, lo puede ser cualquiera.» O esta otra
frase, de un marinero que ahora trabaja de operario de ferrocarril en Nueva
248 Rubén Lois y Miguel Pazos

Zelanda: «Vi tanto mundo que soy más gallego que nadie.» Galicia está y no
está en Galicia.

3.6. Identidades disidentes y control del espacio

Un importante grupo de identidades de resistencia se corresponden con las


denominadas identidades «disidentes» (Santos Solla, 2001). Según este autor,
disidente es toda persona que se aparta de caminos ortodoxos o mayoritarios. Es
difícil delimitar la disidencia, puesto que el sistema capitalista trata de ir inte-
grando progresivamente a capas cada vez más amplias de disidentes, tratando de
disminuir el carácter de amenaza que suponen para la estabilidad del mismo.
En sus investigaciones, Santos trabajó con dos grupos disidentes, los squatters
y los homosexuales, reflexionando sobre los principales rasgos de su identidad y
analizando los mecanismos mediante los cuales se proyectan sobre el territorio,
apropiándose de partes del mismo (empowerment). Este proceso es ya fácilmante
visible en la Península Ibérica, como veremos seguidamente.
Los squatters u okupas (en castellano) construyen su identidad a partir de dos
premisas fundamentales: el ataque y el rechazo a la propiedad privada, por una
parte, y la existencia de relaciones sociales y políticas horizontales, por otra. Or-
ganizados en comunas, hacen de la vivienda el centro de su reivindicación, y en
especial de las viviendas vacías, que ocupan libremente y sin que medie ningún
contrato de arrendamiento o título de propiedad. En muchos casos, al estar reco-
nocido el derecho a la vivienda en la Constitución Española de 1978, los jueces
terminan regularizando las situaciones de ocupación de facto.
Nos encontramos así con espacios urbanos en poder de los squatters. Santos
menciona los ejemplos de Free Town o Christiania en Copenhague, y determi-
nados sectores de ocupación en Ámsterdam. En Galicia, este autor cita la ocupa-
ción de las viviendas del barrio ferrolano de Caranza por parte de 500 familias,
ante la tardanza en la entrega de los pisos. Aunque no se trata de una ocupación
genuina, en Galicia se conocen procesos de ocupación en sectores de Santiago de
Compostela (donde destaca la «Casa Encantada»), A Coruña y Vigo. En la Pe-
nínsula Ibérica existen o existieron procesos de ocupación en Barcelona (Fábrica
HAMSA), Granada (Camino de Ronda), Madrid (El laboratorio) o Valencia
(Kasal Popular).
Por lo que se refiere a los colectivos de homosexuales, constituyen otro grupo
claro de disidentes, ya que en el núcleo de la identidad homosexual se encuentra
el cuestionamiento del género y del gran pilar en el que se ha basado la organi-
zación social a lo largo de la historia: el patriarcado. Es conocido el ejemplo del
barrio gay de San Francisco (Castells, 1986), en donde se ha producido un claro
proceso de empowerment.
En la Península Ibérica, el mejor ejemplo lo constituye el madrileño barrio
de Chueca, tal como menciona Santos. En este céntrico barrio madrileño en-
contramos una concentración de residencias de gays y locales de ocio de marca-
Apéndice. Nuevas identidades territoriales del presente… 249

do carácter homosexual que reflejan una clara ocupación del espacio. Santos se
muestra crítico con estos barrios homosexuales, elitizados y gentrificados, donde
se reproducen los mecanismos perversos de especulación y aumento del precio
del suelo que nos encontramos en el resto del territorio.
Sin embargo, el autor reconoce la importancia de estos barrios en la creación
de una identidad propia para este grupo. La facilidad para expresar un estilo de
vida propio y el reconocimiento social y público de la existencia de la homo-
sexualidad son aspectos muy a tener en cuenta. Para Myslik (1996), el poder
identificarse con un territorio tiene un gran significado emocional para indivi-
duos tradicionalmente marginados, reforzando asimismo su propia identidad de
resistencia.
A un nivel de análisis inferior, en la Península Ibérica se han generalizado
los «locales de ambiente» en las últimas dos décadas. Bares, restaurantes y pubs
exhiben banderas arcoiris que los identifican con las comunidades homosexuales,
contribuyendo a reforzar la identidad de los colectivos de gays y lesbianas. Estas
identidades homosexuales han sido tradicionalmente de resistencia, organizadas
en grupos y asociaciones enfrentados al orden legal establecido. Pero como de-
cíamos, la ley de matrimonios entre homosexuales recién promulgada abre un
nuevo horizonte en el que podemos hablar ya de una identidad proyecto, en tan-
to en cuanto la legalidad ampara y protege los derechos por los que los colectivos
de homosexuales han peleado desde posiciones de resistencia.

4. CONCLUSIONES

La globalización constituye un proceso de cambio imparable que afecta a


todos los ámbitos de la vida cotidiana (social, cultural, económico y ambiental).
El término es muy complejo y se enmarca en el tránsito hacia una nueva socie-
dad en donde el Estado-nación pierde cada vez más legitimidad, a favor de los
nuevos agentes, que controlan los flujos de información, capital y las pautas de
vida de los ciudadanos.
Frente a la importancia de los actores políticos, los nuevos actores son cada
vez más de carácter económico. Grandes empresas, corporaciones transnaciona-
les y multinacionales se hacen con el control del espacio y el tiempo, creando
un espacio por donde la información y el capital circula libremente, sin apenas
restricciones.
Las consecuencias de este nuevo tipo de sociedad son la pérdida de los re-
ferentes tradicionales que han guiado la vida del individuo en sociedad hasta
ahora. Los conceptos de religión, patria y nación ceden ante el empuje de una
identidad cada vez más desterritorializada, laica y aséptica (lo que algunos deno-
minan «pensamiento único», en donde el individuo se enfrenta a la difícil tarea
de la gestión de su propia libertad).
La crisis de las referencias identitarias tradicionales, la inestabilidad de los
mercados laborales y la pérdida del control sobre el espacio y el tiempo llevan a
250 Rubén Lois y Miguel Pazos

una sensación de ansiedad e inseguridad del individuo, que trata de paliarlas me-
diante la construcción de lo que Castells denomina «identidades de resistencia».
Frente a las tradicionales «identidades legitimadoras» (asociadas al poder de
los Estados y las Iglesias en el pasado), lo propio de la sociedad de la informa-
ción son estas nuevas identidades comunales, que agrupan a individuos unidos
en torno a un proyecto común, basado en una reedición de los tradicionales
conceptos ya mencionados. En algunos de estos casos, estas identidades de resis-
tencia dan lugar a identidades proyecto, como se ha mostrado en el artículo para
el caso de los homosexuales.
En el trabajo partimos de estas reflexiones teóricas para centrarnos en la Pe-
nínsula Ibérica como un escenario privilegiado de análisis. La diversidad históri-
ca y cultural de este espacio nos ha permitido mostrar la existencia de diferentes
grupos que han desarrollado diferentes identidades. En todos los ejemplos he-
mos reflexionado sobre identidades territoriales o con fuerte proyección espacial,
mostrando que en la Península Ibérica (y en especial en Galicia) se reproducen
los procesos señalados por la teoría. La identidad de los emigrantes, la identidad
que desarrollan los nacionalismos periféricos, la identidad en áreas fronterizas,
la reactivación de las identidades locales, la identidad marinera o las identidades
desarrolladas por grupos disidentes nos han servido para mostrar el dinamismo
de estas nuevas identidades con fuerte contenido espacial, que se oponen a la tra-
dicional influencia que había venido ejerciendo el Estado-nación como principal
productor de identidad en la sociedad occidental.

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COLECCIÓN MANUALES Y OBRAS DE REFERENCIA

Títulos publicados

Filosofía de la Psicología, Pedro Chacón (Ed.).


Manual de evaluación y tratamientos psicológicos, Gualberto Buela-Casal y Juan
Carlos Sierra.
Psicología social de los valores humanos. Desarrollos teóricos, metodológicos y aplica-
dos, María Ros y Valdiney V. Gouveia (Coords.)
Manual de prácticas de psicología deportiva, José Lorenzo González (Ed.).
Técnicas de modificación de conducta, José Olivares y Francisco X. Méndez.
Introducción a la Etología. El estudio comparado del comportamiento animal,
Fernando Peláez, Carlos Gil y Susana Sánchez.
La educación en la España contemporánea. Políticas educativas, escolarización y
culturas pedagógicas, Agustín Escolano.
Antropología filosófica. Las representaciones del sí mismo, Jacinto Choza.
La preparación fisíca en el fútbol, Carlos Lago.
Didáctica general, qué y cómo enseñar en la sociedad de la información, Martín
Rodríguez (Coord.).
Gimnasia artística: los fundamentos de la técnica, Francisco Sáez.
Diagnóstico en educación: Teoría, modelos y procesos, Luis M. Sobrado.
Análisis multivariado. Un manualpara investigadores, Andrés Catena (Coord.).
Psicología del género: implicaciones en la vida cotidiana, M.ª Pilar Matad (Coord.).
La formación continua laboral, Jaume Sarramona.
Bases pedagógicas de la educación especial, Rufino Cano (Coord.).
Manual de métodos y técnicas de investigación en ciencias del comportamiento,
Manuel M. Ramos, Andrés Catena y Humberto M. Trujillo.
Adquisición del conocimiento. Origen, evolución y método, José Antonio León.
Clase, trabajo y ciudadanía. Introducción a la existencia social, Armando F. Steinko.
Psicología diferencial, M.ª Pilar Matud, Rosario J. Herrero y Mónica Caballeira.
Didáctica de la Educación Física. Una perspectiva crítica y transversal, Antonio
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Manual de psicología infantil. Aspectos evolutivos e intervención psicopedagógica,
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