Dirección de Promoción y Recreación de Saberes Maestría En Derechos Humanos Unidad Curricular:“El estado Democrático y social de derecho y justicia en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela”. Cohorte III- 2018-I Maestrante: José Félix Junior Bello Garcia; C.I: 14.288.754
COMPROBACION DE LECTURA: “PODER CONSTITUYENTE ANTONIO NEGRI”
El poder constituyente es teorizado por Antonio Negri como la traducción
jurídico-institucional revolucionaria de la necesidad de democracia absoluta que siempre ha inspirado y no deja de inspirar en la actualidad el deseo y la potencia de los sujetos políticos antagonistas. Además como una fuente principal del ordenamiento jurídico y constitucional, como concepto que no encuentra solución en el ordenamiento constitutivo ni en la estabilidad de las Constituciones históricamente válida. Desde esta contradicción, la apertura continua del proceso constituyente; da una respuesta que mina la continuidad del proceso de modernización constitucional y las figuras del poder de vez en cuando determinadas, la cual nos muestra en la historia de la modernidad, una alternativa permanente al perfeccionamiento de la forma-Estado. Prosiguiendo en sus estudios sobre las alternativas a la modernización capitalista en la historia del mundo occidental, insistiendo sobre la línea que, desde Maquiavelo a Spinoza y a Marx, se opone a la santificación de lo moderno, Negri define en su libro otro desarrollo constitucional, entre el Renacimiento y la actualidad post-socialista, ligando el desarrollo de la productividad social y el de la democracia política: una antimodernidad política y radicalmente democrática que vive, destruye y sobrevive creativamente a todas las formas del Estado. El poder constituyente es en la concepción de Antonio Negri la afirmación de la capacidad de relanzar como tensión utópico-práctica el proyecto de construcción de una sociedad radicalmente justa, democrática e igualitaria en cada uno de los ciclos de acumulación de capital que las clases dominantes han logrado organizar históricamente. Lejos de ser una anomalía temporal que debe ser reconducida mediante el despliegue del poder constituido y la soberanía del Estado, el poder constituyente es la invitación a mantener abierta la tensión revolucionaria para producir la positividad del proyecto político emancipador frente a la reproducción de las estructuras de poder y dominación secularmente constituidas. El poder constituyente es pues la energía popular e intelectual de las grandes tradiciones antagonistas (republicana, democrática, comunista) y de los grandes episodios revolucionarios de la edad moderna (Revolución renancentista, Revolución Inglesa, Revolución Americana, Revolución Francesa, Revolución Bolchevique) convertida en un proyecto cada vez más rico de construcción de una red de vínculos sociales que destruyen los mecanismos de exclusión, pobreza, explotación y sometimiento inherentes al capitalismo y a las distopías políticas que las elites y las clases dominantes han impuesto desde el siglo XVI.
Podemos concluir, embargo, quizás precisamente esa intención pedagógica
y ese interés auténtico por la actividad política se compaginen mal con la excesiva carga de unos planteamientos intelectuales difíciles de penetrar. resulta claro, ante la obra de un autor que desea sinceramente propagar ideas de carácter transformador, pero es difícil vislumbrar cómo pueden aplicarse sus formulaciones o, al menos, hacerse mínimamente ininteligibles para ser empleadas en un discurso político popular. Negri nos dice a lo largo de su texto lo que no es el poder constituyente, pero no nos explica qué es exactamente la multitud, o lo que es lo mismo, no nos indica cómo se hace presente. No siendo ni representación, ni unicidad, ni tampoco procedimiento (queda ausente reflexión alguna sobre las mayorías y su conformación, o acerca de los derechos y las minorías), la vaguedad de su propuesta resulta algo desalentadora. Negri es marxista, pero posmoderno, lo cual supone suprimir la idea del sujeto proletario como artífice de revoluciones. Sin embargo, hay algo que atrae irremisiblemente. Es toda una intuición, bien trasladada por su capacidad para construir una disertación que atraviesa el tiempo y el espacio recurriendo a los muy humanos dispositivos de las pasiones, los afectos y el deseo, e impelida siempre por una intensa vocación democrática. Se trata del rechazo a la división entre lo político y lo social que nos aliena del control de nuestras propias vidas. Y que apela, en última instancia, a la creencia de que la cooperación en pie de igualdad entre seres humanos, ya no es que sea su única salida para sobrevivir, sino que además es la que verdaderamente les puede conducir a la sobreabundancia de su constitución social