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LA SINFONÍA Y SUS MAYORES

REPRESENTANTES
INTRODUCCIÓN

Se suele decir que la sinfonía es una “sonata escrita para orquesta”. Es una
composición de grandes proporciones que tiende a utilizar prácticamente todas las
posibilidades de la orquesta. Su planteamiento suele ser similar al de la sonata,
aunque en vez de los tres movimientos que normalmente tiene ésta, la sinfonía
suele tener cuatro: un movimiento inicial más o menos rápido (allegro) seguido de
un segundo movimiento más lento (adagio o andante). El tercer movimiento suele
ser algo más rápido de nuevo (generalmente un minuetto) y el cuarto movimiento
es mucho más rápido (presto o vivo). El hecho de que la orquesta puede generar
multitud de timbres, da lugar a que cada uno de los movimientos resulte más
largo, ya que los desarrollos pueden ser más extensos. Esto dio lugar a finales del
siglo XIX a composiciones mastodónticas que necesitaban orquestas sinfónicas de
grandes proporciones. Es frecuente añadirle algún apelativo o nombre a la
sinfonía, delimitando algún lugar, o algún carácter definido. Un apelativo usado en
ciertas ocasiones es el de Sinfonía concertante. Este término define a una sinfonía
donde existen ciertos solistas; es decir, es una sinfonía que se comporta casi
como un concierto, ya que posee dichos solistas que interpretan sus cadencias
facultativas. El término lo utilizó Mozart en su obra Sinfonía concertante para violín
y viola en Mi bemol mayor
LA SINFONÍA Y SUSMAYORES REPRESENTANTES

Sinfonía

Una sinfonía es un tipo de composición musical para la orquesta (aunque


actualmente es común encontrar sinfonías para pocos instrumentos), dividida en
cuatro movimientos, cada uno con un momento y estructura diferente. Son
famosas las sinfonías de Haydn, Mozart y Beethoven en el período clásico. La
forma de la sinfonía ha variado con el tiempo entre el período clásico, el romántico
y el siglo XX, por ejemplo, las contemporáneas de Arthur Threisher son de tres
movimientos.

El tamaño de la orquesta no es necesaria para interpretar una sinfonía, en


general, ha crecido con el tiempo: mientras una orquesta de cámara con un par de
docenas de instrumentos es suficiente para interpretar una sinfonía de Haydn, una
de Gustav Mahler puede requerir varios centenares de intérpretes.

La sinfonía probablemente alcanzó su madurez con Beethoven y Stravinsky. Sus


sinfonías solían tener un primer movimiento Allegro de forma sonata, un
movimiento lento (a veces en forma de tema y variaciones), un movimiento con
ritmo ternario (usualmente un scherzo, anteriormente lo común era un minué y
trío), para finalizar con otro movimiento rápido (rondó). (Existen sinfonías con un
último movimiento escrito como forma sonata).

La sinfonía nace en Italia, en 1730, y se convierte en el género más demandado e


importante de esta época, aparecía como primera pieza de un concierto público y
cumplía un carácter unificador.

En un principio se interpretaban sin que tuviera relación con lo que se interpretara


después.

Toma aspectos de las oberturas de las óperas francesas e italianas, su estructura


sigue el modelo de Koch: allegro, andante y lírico, allegro ritmo de danza,
(minueto), con estilo homofónico y sin división entre solista y orquesta como
ocurría en el concierto.
Esta estructura se da también en conciertos, suite orquestal y algunas sonatas de
Corelli.

Es a Stamitz a quien se atribuye la aplicación del esquema forma de sonata al


primer movimiento.

Su forma sigue el modelo de Koch (forma binaria extendida), se divide en 3 o 4


Movs, y su estilo es homofónico. Su principal representante es Sammartini.

Mayores representantes de sinfonistas destacados de todos los tiempos

Hay una larga lista de compositores que han abordado el género sinfónico. De
entre ellos destacan unos cuantos cuyo valor se caracteriza por ofrecer un ciclo
sinfónico completo de alta calidad, coherente con su línea vital y en el que, aunque
puedan destacarse algunas sinfonías, todo el ciclo es de elevada calidad. Los
compositores que han frecuentado con más fortuna el género han sido:

Franz Joseph Haydn: frecuentemente considerado como "el padre de la


sinfonía", sus 104 sinfonías compuestas entre 1757 y 1795 constituyen la mejor
referencia para conocer la evolución de esta forma musical, que tuvo su origen en
la obertura italiana de ópera. Su interés no es solo histórico: esta impresionante
serie, tomada en su conjunto, representa una cumbre de la producción musical de
Occidente. Aunque merezca la pena oír todo el ciclo completo, destacan grupos
de sinfonías, como las "Sturm und Drang" o las sinfonías Londres.

Wolfgang Amadeus Mozart: Las sinfonías de Mozart están numeradas hasta 41


(aunque en realidad son más, ya que hubo interpolaciones posteriores a la
numeración, por lo que, según cómo se cuenten, llegan a ser unas 50). En el caso
de Mozart, las primeras 20 pueden considerarse como obras juveniles y con
escasa personalidad propia. Las más interesantes son las 21 últimas, siendo las
más importantes: la 25, y las llamadas «6 últimas», es decir, la 35, Haffner (1782),
la 36, Linz (1783), la 38, Praga (1786) -la 37 no existe en el catálogo- y la 39, en
mi bemol, la 40, en sol menor y la 41, Júpiter, compuestas en 1788.
Ludwig van Beethoven: compuso nueve sinfonías. El ciclo completo es una obra
maestra en sí, aunque destacan la 3.ª, Heroica, la 5.ª, la 6.ª, Sinfonía Pastoral, la
7.ª, la 8.ª, y la novena, la Sinfonía Coral. Durante algunos años se le atribuyó una
llamada "Sinfonía nº 0", descubierta a inicios del siglo XX y de la que hay registros
en disco de pasta, hasta que se le quitó la atribución beethoveniana, hacia los
años '60.

Franz Schubert: 9 sinfonías siendo las más célebres la n.º 8, denominada


"Inconclusa" (o "inacabada") por faltarle el tercero y cuarto movimientos, y la n.º 9,
denominada "La grande".

Johannes Brahms: 4 sinfonías. Brahms fue continuador de la obra sinfónica de


Beethoven (de hecho su primera sinfonía recibió el apodo de "10.ª de Beethoven".
Todo el ciclo es de gran calidad, destacando la 1.ª y la 4.ª.

Hector Berlioz: 4 sinfonías. El compositor francés es un caso especial del


sinfonismo. Sus sinfonías, majestuosas y revolucionarias, allanaron el terreno para
la aparición de nuevos géneros más propios del período romántico, influyendo en
compositores como Mahler o Richard Strauss. La Sinfonía fantástica, la
concertante Harold en Italia o la coral Romeo y Julieta son los más claros
ejemplos.

Antonín Dvořák: 9 sinfonías. Frecuentemente eclipsadas por la 9.ª (del Nuevo


Mundo), el ciclo sinfónico de Dvořák es una sorpresa de alta calidad y elevada
inspiración melódica. Son excepcionales la 6.ª, 7.ª y 8.ª.

Pyotr I. Tchaikovski: 6 sinfonías. Son especialmente importantes, y las más


conocidas, las tres últimas: 4.ª, 5.ª y 6.ª (Patética).

Gustav Mahler: 9 sinfonías y el Adagio de la inconclusa 'décima'. Mahler supone


una ruptura con el estilo sinfónico tradicional. A partir de él se da una gran crisis
en la sinfonía, siendo pocos los autores que destacan en este género (aunque
años después se volvió al interés por el mismo). Las sinfonías de Mahler hacen
uso de recursos muy variados, tanto en la temática, como en la instrumentación y
el tratamiento de las obras: voces solistas, coros, inversión del orden de los
movimientos, etc.

Anton Bruckner: 9 sinfonías (más dos sinfonías de juventud: la 0 y la 00). La obra


sinfónica de Bruckner es de concepción grandiosa. En ella abundan las melodías
inspiradas en la naturaleza, y en el misticismo religioso. Requieren grandes
orquestas y normalmente superan la hora de duración. Destacan la 4.ª y la 7.ª.

Dimitri Shostakóvitch: 15 sinfonías. La obra de Shostakovich es un verdadero


reflejo tanto del espíritu y el genio compositivo de su autor, como de la evolución
del siglo XX desde la perspectiva de la Rusia soviética. Su evolución va desde las
modernas y atrevidas primeras sinfonías, la vuelta al clasicismo y la tonalidad en
la 5.ª, el fervor patriótico en la 7.ª y 11.ª o la introspección personal en las dos
últimas.

Sergéi Prokófiev: 7 sinfonías. Estas obras son prueba del eclecticismo de su


autor, yendo desde obras con ritmos furiosos y atrevidas armonías, hasta otras de
corte más clásico. Destacan la 1.ª y la 5.ª.

Jean Sibelius: 7 sinfonías. Profundamente inspiradas en los paisajes finlandeses


y en las referencias del folclore nacional, poseen una gran inspiración melódica y
un ambiente característico, siempre dentro de la tonalidad. Destacan la 2.ª y la 5.ª.

Ralph Vaughan Williams: 9 sinfonías. El paisaje y el folclore inglés también son


un referente de este ciclo sinfónico de altísima calidad. En este caso, aunque la
unidad y coherencia es grande, cada sinfonía tiene un lenguaje muy particular,
culminación de los distintos momentos compositivos del autor: desde la coral 1.ª,
la programática 2.ª (Londres), la pastoral 3.ª, las disonantes 4.ª y 6.ª, la mística 5.ª,
la fílmica 6.ª y las experimentales 8.ª y 9.ª.
Origen de la Sinfonía

La palabra sinfonía proviene del griego y significaba armonía de los sonidos,


consonancia. De ella pasó al latín en el término symphonia, significando armonía
instrumental, voces concertantes. En sentido amplio significaba “sonar juntos”.

Este nombre se aplicó originalmente a cualquier pieza de música concertante,


fuera vocal o instrumental. Así encontramos las "Symphoniae sacrae”, 1647-50, de
Schütz (1585-1672), que eran cantatas o sea obras para canto con
acompañamiento orquestal. Este concepto fue más tarde, restringido a las piezas
de música instrumental, especialmente las orquestales.

En un principio se llamaban sinfonías a las partes instrumentales de las obras


vocales y corales. En los madrigales de Monteverdi, 1619, encontramos que
empiezan con una introducción orquestal a la que llama sinfonía. También la
cantata de J.S. Bach, BWV 4, compuesta hacia 1708, empieza con una sinfonía
orquestal. En el Mesías de Haendel de 1742, se intercala un pequeño movimiento
orquestal entre otros corales y lo denomina sinfonía pastoral.

Especialmente el término sinfonía se aplicaba a las porciones instrumentales de


las introducciones de las óperas y la sinfonía clásica deriva de la sinfonia avanti
l’opera.

El proceso que se desarrolló a partir de las oberturas de las óperas es fácil de


comprender. Pronto se hicieron populares algunas de estas oberturas, sinfonías
de ópera, y se separaron de ellas interpretándose aisladamente. Este fue el primer
paso hacia la composición de verdaderas sinfonías, sin ninguna relación con la
ópera.

Vemos que el origen de los géneros obertura y sinfonía es el mismo,


introducciones orquestales de ópera. Más tarde se separarían de las óperas
formando dos géneros diferentes, pero separados de las óperas. La diferencia
fundamental entre ellos es que la obertura es una forma programática en un solo
movimiento y la sinfonía consta de varios movimientos en forma sonata.
De la obertura a la sinfonía

La obertura de las óperas nació al principio del siglo XVII, como preludio para
reclamar la atención del público, anunciando que el espectáculo iba a comenzar.
Por ello utilizaba los instrumentos de metal. Encontramos un ejemplo primitivo en
la toccata que se encuentra al principio del “Orfeo” de Monteverdi (1607).

Estos preludios operísticos se denominaron sinfonías en la ópera veneciana, entre


cuyos compositores encontramos a Cesti y Cavalli. Estaban compuestas de una
sección lenta de compás par y una sección rápida de compás impar.

Durante el Barroco aparece la Obertura francesa, introducida por Lully en el ballet


Alcidiane, (1658). Su forma es tripartita, consistiendo en una primera parte lenta
de expresión solemne, una segunda parte rápida y fugada, acabando con una
tercera parte, que en un principio era solo un retorno a la primera parte para los
acordes finales, para luego acabar tomando nuevamente el tema del principio.
Estas oberturas formaron parte de las suites.

Un tipo diferente de obertura se desarrolló en Nápoles. Es la sinfonía de la ópera


napolitana. Fue cultivada especialmente por Alessandro Scarlatti (1660-1725), el
padre de Domenico Scarlatti.

Esta llamada sinfonía se divide en tres movimientos. El primero es rápido y


concertante. El segundo es lento, cantable y con un instrumento solista. La tercera
parte es rápida, de carácter bailable y a menudo fugada.

Como vemos la obertura operística da lugar a dos géneros diferentes, la sinfonía y


la suite. En la primera se desarrolla únicamente la obertura, dividiéndola en varios
movimientos. En el caso de la suite, se conserva la obertura como tal, añadiéndole
movimientos de danza.

Esta sinfonía se separó de la ópera, interpretándose en conciertos en las llamadas


academias. Scarlatti, desde 1696, las componía directamente para las academias,
llamándolas Sinfonie.
La sucesión de movimientos de estas obras, se puede considerar como punto de
partida de la estructura de la sinfonía.

La Suite

La palabra suite proviene del francés y significa sucesión o secuencia. En un


principio la suite estaba formada por una sucesión de parejas de danzas,
alternando una danza lenta de pasos con otra rápida de saltos. La suite se
mantuvo hasta mediados del siglo XVIII, dando paso a la serenata o divertimento.
De las antiguas danzas cortesanas que formaban parte de las suites solo se
conservó el minuetto.

En las óperas era costumbre intercalar secciones de ballet. Las suites tomaban la
obertura de la ópera y luego una serie de danzas del ballet. Estas suites
separadas del ballet se interpretaban como obras individuales. Más tarde se
compusieron suites independientes, sin relación con ninguna ópera. Recordemos
las suites de J. S. Bach.

De la Serenata a la Sinfonía

La serenata, del italiano sera, que significa al sereno o sea al aire libre, proviene
de la antigua suite, pierde el carácter de secuencia de danzas, quedando como
una serie de movimientos de música con carácter alegre, para interpretar al aire
libre. Es música de entretenimiento como nos indica su otro nombre en italiano,
divertimento.

La serenata instrumental tiene de 5 a 7 movimientos, empezando con una marcha


que acompañaba la entrada de los músicos. Luego seguían varios minuettos
mezclados con movimientos de sonata y movimientos con solista. Terminaba
despidiéndose los músicos con la repetición de la marcha de entrada.
Es fácil el paso de la serenata a la sinfonía, como podemos comprobar en el
siguiente ejemplo tomado de Mozart. Compuso la “Serenata Nº 2 Haffner” que en
un principio constaba de los movimientos siguientes, Marcha inicial, Allegro,
Minuetto, Andante, segundo Minuetto, Finale y Marcha. Eliminó las marchas y el
segundo Minuetto. Los cuatro movimientos restantes los agrupó, dando lugar a la
“Sinfonía Nº 35 en re mayor” (Sinfonía Haffner) KV 385.

La Pequeña Serenata Nocturna KV 525 del mismo Mozart, es un caso similar. En


su origen poseía un segundo minuetto. Al ser eliminado, su estructura quedó como
el de una pequeña sinfonía, pero conservando su carácter alegre de divertimento.

El fin del Barroco y comienzo del Clasicismo se sitúa a mediados del siglo XVIII.
La muerte de J. S. Bach en 1750 es un hecho fortuito, pero que no deja de ser
simbólico. Haendel muere nueve años más tarde. Durante estos años se produce
una total renovación en la música. Para el género Sinfonía será el principio de su
apogeo. La música vocal sería superada por la orquestal, por primera vez en la
historia.

Con esto se termina la primera parte de la obra, dedicada a conocimientos de


carácter general. En las próximas secciones se desarrollará la parte descriptiva,
destinada al análisis de la evolución del género a través de la historia. Su estudio
se divide por siglos, terminando con una recapitulación, definida como resumen y
síntesis de lo descrito.

Debido a la gran cantidad de obras escritas durante el siglo XVIII y considerando


la falta de diversidad entre muchas de ellas, solo se analizarán individualmente las
consideradas como más importantes y personales. En los siglos posteriores con
obras más particulares, el análisis será específico para cada una de ellas.
CONCLUSIÓN

Se llama sinfonía a una composición creada para ser interpretada por una
orquesta. Lo habitual es que una sinfonía se divida en cuatro movimientos que se
diferencian entre sí por la estructura y el tiempo. Existen, sin embargo, sinfonías
con otra cantidad de movimientos. Término que literalmente significa “sonar
juntos”; primitivamente indicó (1) una obertura, por ejemplo para una ópera y (2) la
sección instrumental de introducción o colocada entre los versos de una obra
coral. Desde la época de Haydn (llamado con cierta simplificación “el padre de la
sinfonía”) el término significa una obra orquestal, de carácter serio y longitud
correspondiente – con la forma de una sonata – para orquesta. La mayoría de las
sinfonías tienen 4 movimientos, otras son en 3; incluso en uno solo (pero
enlazando diferentes movimientos juntos) o bien en 5. Las sinfonías pueden tener
un nombre (por ejemplo, la Pastoral de Beethoven) o incluir partes vocales (como
la Coral, también de Beethoven). Las sinfonías, por otra parte, pueden ser
interpretadas por distintos tipos de orquestas. Hay algunas que son interpretadas
por más de un centenar de músicos, mientras que otras pueden ser ejecutadas
por apenas una decena.

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