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Maldiciones generacionales

Presento tal cual un excelente trabajo realizado por el


apologista Pablo Santomauro.
¿Maldiciones Generacionales?3

Poco a poco en el campo evangélico nos vamos acostumbrando a definir cosas


inexistentes. ¿Cómo definir algo que no existe? De acuerdo a cómo lo han
imaginado aquellos que dicen que sí existe. He aquí una definición básica: Una
Maldición Generacional (ancestral o hereditaria) es un daño o perjuicio
proferido sobre un individuo una o más generaciones atrás y cuyo efecto es
transmitido a sus descendientes a través del tiempo.
Se supone que el individuo que está bajo una Maldición Generacional ha nacido
ya destinado a cometer ciertos pecados, o es propenso a sufrir ciertos males o
desgracias, y es dominado por un poder que ningún humano puede controlar. Es
por ello que se necesita un poder mayor, el de Dios, para romper o cancelar la
maldición.
Cosas como la pobreza, enfermedades, problemas de carácter y temperamento,
infidelidad, inconstancia, pereza, alcoholismo, drogas, adicción sexual,
depresión, negativismo, esterilidad, inestabilidad mental, obesidad, etc., de
acuerdo con esta teología, son pasados de generación a generación en una
familia. Los predicadores que trafican con las maldiciones generacionales, por lo
general están involucrados en la moderna guerra espiritual con la que embaucan
a muchos cristianos sin preparación bíblica. Ellos prometen liberarlo de
demonios y romper o cancelar estas maldiciones supuestamente proferidas
sobre sus antepasados y que han sido transmitidas a través de su árbol
genealógico.
Estilos de vida perpetuados
Cierta autora que promueve esta extraña teología, lista una serie de
declaraciones supuestamente formuladas por gente que está o ha estado bajo
el efecto de una maldición:
• Todos en mi familia han muerto a los 39 años. • Mis cuatro hermanas se han
divorciado. • Mi madre fue infiel y a pesar de aborrecer esa actitud, tengo una
relación con un
hombre casado. • Mis hermanos y hermanas "han tenido que casarse". • Cada
varón en mi familia ha sido alcohólico y mi hijo adolescente está bebiendo
mucho. • No veo progreso en mi vida espiritual.
20•He sido despedido de cada empleo, o las compañías donde he trabajado han
quebrado.
• No puedo disfrutar la vida, porque siento que pronto sucederá una desgracia y
así ocurre. [1]
La autora finaliza diciendo: "Para entender las maldiciones debemos darnos
cuenta que estamos lidiando con fuerzas poderosas que no podemos ver y que
nuestros sentidos no pueden entender."
En otras palabras, sin detenerse a pensar ni por un momento de que los males
descritos pueden ser patrones de conducta adquiridos, un efecto "natural" de
la Caída de la raza humana, una manifestación de la naturaleza pecaminosa del
ser humano en general, hábitos de un pésimo trabajador en particular, o
consecuencia de la crisis económica que predomina en el mundo, la autora del
artículo determina automáticamente que las personas afectadas por estas
cosas no son responsables de sus situaciones en absoluto, sino que son víctimas
de una maldición que los alcanza desde el pasado en su línea generacional.
Influencia Parental, no "Maldición Generacional"
No cabe duda que por regla general el carácter de los padres , así como la
influencia que ellos ejercen sobre los hijos, juega un papel primordial en la
personalidad y la conducta de los hijos y sucesivos descendientes. En muchas
familias podemos encontrar que el alcoholismo, por ejemplo, afecta a las
diferentes generaciones, que en cierta forma sólo están imitando la conducta y
los pecados de sus antecesores. Un padre borracho y jugador condena a su
familia a la pobreza y una vida miserable desde todo punto de vista. Si los hijos
imitan al padre, y los nietos al hijo, es claro que la pobreza y la desgracia se
perpetuarán en la familia. Pero no se deben confundir los malos hábitos
adquiridos por el ejemplo de los padres con una maldición que fue proferida por
alguien y que debe ser rota por medio de una invocación especial pronunciada
por un predicador especial.
¿Quién profiere la maldición?
Ante esta pregunta, los promotores de la doctrina de las Maldiciones
Ancestrales tienen para contestar sólo tres opciones:
1) Un humano. El ejemplo más claro de un humano profiriendo una maldición es
el de Noé maldiciendo y profetizando sobre Canaán (Gén. 9:25) y sus
descendientes. En este caso, la maldición es enunciada por un profeta de Dios
(pregonero de justicia) hablando directamente bajo la guía y la autoridad de
Dios, lo que equivale a decir que fue Dios el que pronunció la profecía. Los
descendientes de Canaán fueron los habitantes de la tierra del mismo nombre,
la que finalmente fue conquistada por los israelíes quienes en el proceso
eliminaron, redujeron y asimilaron, dependiendo del caso, a los canaanitas. La
evidencia muestra que estas tribus fueron castigadas por
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su propio pecado, no el de su patriarca histórico. Algunos comentaristas de
renombre destacan que el texto para nada implica que la maldición fue más allá
de Canaán.
2) La segunda opción es que la maldición es proferida por Satanás mismo. El
problema con esto es que cuando revisamos la Biblia, que debe ser nuestra guía
en materia de fe y práctica, en ningún lugar vemos a Satanás o a sus demonios
proferir maldiciones sobre las personas. Uno busca en vano para encontrar en la
Escritura alguna instancia en donde el diablo y sus huestes tengan poder para
traer males proferidos a manera de maldición sobre las personas y su
descendencia.
3) La tercera opción es Dios. En realidad, en la Biblia vemos que sólo Dios tiene
el derecho y el poder de invocar una maldición (Deut. 28:15-68), aunque en
ciertas ocasiones concede a los humanos el derecho de pronunciarla, pero
siempre con su aval (Gén: 27:29). Si bien cualquiera puede proferir una
maldición con sus labios, de ahí a que se cumplan hay un largo trecho. El
Proverbio 26:2 establece que una maldición dañina dirigida hacia una víctima
inocente es totalmente inefectiva. El único que maldice de verdad, vale la pena
repetirlo, es Dios. La maldición de Dios, aunque el término suene feo por la
fuerza de la costumbre, es una revelación de Su justicia que afirma Su derecho
a exigir completa obediencia de los humanos.
Una vez confrontados con las opciones, los proponentes de las maldiciones
ancestrales no tienen más remedio que aceptar que el único ser de quien vienen
las maldiciones es Dios, pero para justificar su metodología agregan, sin ninguna
base bíblica, que son Satanás y los demonios los que se encargan de que la
maldición perdure. En otras palabras, si me permiten el sarcasmo, Dios necesita
la ayuda de los ángeles caídos para perpetuar la maldición.
La pregunta de rigor es, si Dios emplaza una maldición, ¿puede un humano
cancelarla, sea cual fuere la fórmula que use para hacerlo?
Un concepto erróneo de maldición
El concepto de maldición que estos predicadores manejan está relacionado con
los poderes mágicos ocúlticos y la superstición pagana, equivalente a un hechizo
o un encantamiento que llevado al ridículo es similar al embrujamiento que
convirtió al hermoso príncipe en un sapo. Este tipo de absurdidades no existe.
La gente involucrada en la brujería, la santería o el vudú manejan estos
conceptos mientras clavan agujas en un muñeco, le suenan la maraca al enfermo
o bailan alrededor del "cliente" sacudiendo la pobre gallina.
Veamos cómo se define "maldición" en las propias palabras de aquellos que
enseñan el concepto de Maldiciones Generacionales:
"¿Qué es una maldición? Es aborrecer, detestar, execrar, vituperar, condenar a
una persona o cosa. Es atar a alguien con palabras o blasfemias. Una maldición
es una
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fuerza demoníaca puesta sobre una persona o una familia a través de: palabras,
o por voluntad y acción de alguien. Las acciones pueden incluir a los propios
padres involucrados en actividades de ocultismo." [2]
Ignacio García comenta refutando esta definición:
"La primera parte (hasta antes del primer punto y seguido) es correcta, porque
está copiada de un diccionario bíblico; el resto ya es de su propia cosecha.
Agregarle incoherencias de su peculio a la definición, provoca que los MG
(proponentes de las Maldiciones Generacionales) tengan dificultad para saber
de dónde proviene la maldición. Porque por un lado apoyan su doctrina con
Exodo 20:5, "...Yo visito la iniquidad de los padres a los hijos...", en donde es
Dios quien habla, pero luego invierten todo y dicen (como en el párrafo de
arriba) que ¡"la maldición es una fuerza demoníaca"! O sea: Dios maldice pero el
diablo le gana a maldecir." [3]
El significado bíblico de "maldición"
Ya dijimos que el único que realmente se reserva el derecho y poder de
maldecir es Dios. Pero una maldición de parte de Dios es totalmente diferente
al concepto pagano-ocúltico de la palabra. El primer uso de la palabra hebrea
ârarocurre en Génesis 3:17 (maldita será la tierra). Es un pronunciamiento de
juicio sobre aquellos que quebrantaron un pacto. Maldición, en el contexto
bíblico, es una expresión de la justicia de Dios que se aplica sobre alguien o algo
como consecuencia de una decisión personal e intencional de desobediencia
contra Dios, y que el hombre toma haciendo uso de su libre albedrío. Dios,
entonces, pone distancia entre El y el pecado.
Ejemplo: En Deuteronomio 28, Dios establece las increíbles bendiciones que
vendrán sobre el pueblo de Israel como resultado de la obediencia a los
mandamientos de Dios (Deut. 28:1-14), y luego como contraposición expresa lo
que ocurrirá como consecuencia de desobedecer voluntariamente esos
mandamientos (Deut. 28:15-68), lo que es equivalente a "haber dejado a
Jehová" (v. 20). Como vemos, una maldición de Jehová siempre conlleva el deseo
de que el bien sea derramado sobre los que lo aman y le obedecen. No tiene el
propósito primario de hacer el mal. Aún más, las maldiciones de Dios no
excluyen la posibilidad de arrepentimiento por parte de la persona, sino por el
contrario, son enunciadas con el fin de que evitemos pecar contra Dios.
¿Pasan las maldiciones de Dios a los descendientes?
Las maldiciones pronunciadas por Dios son directamente dirigidas a individuos o
naciones por pecados específicos, jamás son dirigidas a los descendientes de
una persona. El capítulo 18 del libro de Ezequiel es categórico respecto a la
errónea idea de que los hijos pagan por los pecados de los padres. Los judíos
sufrían del mismo error que los promotores de la doctrina de la Maldición
Generacional. Dios les dice en
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Ezequiel 18 que ya dejen de creer en eso: "... el hijo no llevará el pecado del
padre, ni el padre llevará el pecado del hijo ..." (ver también Jer. 31:29-30).
En realidad, parece increíble que Dios tenga que repetir un concepto que ya
había impartido al pueblo judío siglos antes: "Los padres no morirán por los
hijos, ni los hijos morirán por sus padres; cada uno morirá por su pecado" (Deut.
24:16).
En el capítulo 9 del Evangelio de Juan encontramos algo relacionado con el
concepto que venimos tratando: "Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de
nacimiento Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o
sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste,
ni sus padres; sino para que las obras de Dios se manifiesten en él" (Juan 9:
1-3). Los discípulos de Jesús aun seguían aferrados al mismo error que los
judíos en los tiempos de Ezequiel. Si en realidad los hijos pagaran por los
pecados de los padres, ésta hubiera sido la perfecta oportunidad para que
Jesús corroborara o expandiera sobre la doctrina. Sin embargo, su respuesta
fue directa y fulminante. Prácticamente les dijo que se bajaran del caballo de
tal absurdidad.
¿Apoyo escritural para la doctrina?
Por supuesto que los maestros de la Maldición Ancestral citan pasajes bíblicos
para apoyar la enseñanza. El favorito es el siguiente:
"...que visito [Dios] la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y
cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los
que me aman y guardan mis mandamientos." (Éxodo 20:5).
Este parece ser para ellos el pasaje que definitivamente establece que Dios
castiga a los descendientes de los pecadores. El problema es que:
1) La palabra "castigo" no aparece por ningún lado, ni aun en las repeticiones del
pasaje (Ex. 34:7; Núm. 14:18; Deut. 5:9).
2) El pasaje usa la palabra ""visitar." En hebreo es "paqad"; significa "visitar,
inspeccionar, interesarse en." Los rabinos judíos la traducen "... yo soy Jehová
tu Dios ... que reviso la iniquidad de los padres sobre los hijos ..."
3) Los expertos que produjeron la versión Septuaginta del Antiguo Testamento
del hebreo al griego usaron la palabra griega "episkeptomai", que significa
"observar, supervisar, cuidar, examinar de cerca."
4) El pasaje se cita en forma parcial. El contexto es la prohibición de la
idolatría por parte de Dios. La inferencia clara es que Dios visitará a las
sucesivas generaciones de aquellos que cayeron en el pecado de idolatría para
ver si continúan en los mismos pasos de sus ancestros. Esto es confirmado por
la cualificación, "de los que me
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aborrecen." En muchos casos, los hijos y descendientes inmediatos continúan en
rebeldía contra Dios. La advertencia no está dirigida a aquellos que andan en los
caminos del Señor.
5) La palabra "maldición" tampoco aparece en ningún lado, ni aun en las
repeticiones. Ellos quisieran ver la palabra "maldición" en lugar de "maldad",
pero ni el lenguaje ni el contexto les permite forzar el concepto dentro del
pasaje. La palabra de Exodo 20:25 es ‘âwon (generalmente traducida al español
como iniquidad, maldad, culpa o pecado), mientras que maldición es ârar, como
ya hemos visto.
Como vemos, tanto el castigo como la maldición sobre las generaciones
venideras está ausente del pasaje. Otro error de los maestros de la maldición
hereditaria es ignorar totalmente el resto del pasaje, donde se enfatiza la
misericordia de Dios sobre los que le aman y guardan sus mandamientos. Esto,
automáticamente cancela cualquier pretensión de que un cristiano esté marcado
por una maldición ancestral y deba ser liberado de ella.
Estimado lector, no se deje embaucar por aquellos que le inculcan ideas de que
usted ha sido afectado por una "maldición ancestral, hereditaria o
generacional", "línea sanguínea familiar", "iniquidad familiar", "líneas de
iniquidad", o cualquiera sea el mote que le apliquen a esta horrenda doctrina
pergeniada por humanos, no por Dios. Usted, como cristiano, debe afirmarse en
la verdad de que Cristo perdonó las iniquidades de muchos con su sacrificio en
la cruz (Isa. 53:11).
¿Por qué esta doctrina es tan popular?
En primer lugar, digamos que aquellos que se convierten a Cristo en esta
generación presente, traen consigo un pesado bagaje que la Nueva Era impuso
casi inconscientemente sobre ellos. Si bien la Nueva Era como movimiento se
diluyó a partir del decenio de los noventas, sus enseñanzas han permanecido y
aun influencian a la gente por diferentes medios, televisión, películas, revistas,
libros, música, educación pública, prácticas de la salud holísticas, etc.
Muchos libros de texto en las escuelas y aun universidades contienen
referencias a prácticas ocúlticas que despiertan la curiosidad de los
estudiantes. El paganismo resucitó de las cenizas en los ochentas para
quedarse. Los temas de la dimensión oculta como la brujería y la magia donde se
pueden manejar ciertas circunstancias y ciertos espíritus para crear una
realidad propia y traer o detener el mal con poderes sobrenaturales obtenidos
con fórmulas mágicas, hechizos, encantamientos, etc., son aceptados por la
juventud como una realidad. Es fácil ver como una doctrina que apoya la
existencia de tales invocaciones maléficas como las Maldiciones Generacionales,
pueda ser creída por gente moderna. Copulado esto con la ignorancia bíblica que
campea en ciertos círculos evangélicos, es natural que estos maestros cuenten
con la credibilidad de los cristianos no discipulados propiamente.
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¡Qué pena que no se les inculquen las verdades de la Palabra de Dios! ¿No es el
cristiano una nueva criatura en Cristo y las cosas viejas pasaron (2 Cor. 5:17)?
¿No hemos sido librados de la potestad de las tinieblas y trasladados al reino
de Jesucristo (Col. 1:13)? ¿Acaso no dice la Escritura que a los cristianos el
maligno [el diablo] no nos toca (1 Jn. 5:18)? ¿Puede el diablo y sus huestes
ejercer mayor influencia en un cristiano que la presencia del Espíritu Santo que
mora dentro de él? ¡De ninguna manera! Mayor es el que está en nosotros [Dios
Espíritu Santo] que el que está en el mundo [Satanás] (1 Jn. 4:4).
¿Puede el cristiano estar poseído por un demonio? ¡No! Las tinieblas no tienen
comunión con la luz (2 Cor. 6:14). Los cristianos somos el templo del Dios
viviente (2 Cor. 6:16). Esta es una referencia a la presencia del Espíritu Santo
en nuestros cuerpos. El Espíritu Santo no se corre hacia un lado para hacerle
lugar a un demonio. Walter Martin, el recordado apologista, lo ponía de esta
forma: "Cuando el demonio golpea a la puerta del corazón del cristiano, el
Espíritu Santo abre la puerta y le dice, ‘Mándate mudar’." A mí me agrada más
la expresión "Vete al diablo." Claro, sólo para esta ocasión, no como parte de mi
lenguaje habitual.
Otra razón para la popularidad de la doctrina de las maldiciones generacionales
es que la mayoría de la gente, siguiendo la corriente de la psicología moderna,
se rehusa a aceptar responsabilidad por sus propias faltas y pecados. Los
cristianos, en muchos casos, nos negamos a aceptar la verdad bíblica de que
somos tentados de nuestra propia concupiscencia y ni aun el diablo puede
obligarnos a pecar (Stg. 1:14). Hoy la iglesia, en gran parte, colabora en el plan
de victimización de la sociedad moderna. Todo el mundo es una víctima, ya sea
de las circunstancias, de nuestros padres, del ambiente, de la herencia
genética, de la sociedad, etc., y si bien en algunos casos puede haber una
medida de verdad en esto, la tendencia general es a pensar que nadie es
responsable por su propia conducta. Esto no es verdad, de lo contrario la
Escritura nos ha mentido en un sin número de pasajes que nos exhortan a una
conducta santa, y que vamos a dar cuenta ante el Tribunal de Cristo. Dios no
cree en el dicho "El Diablo me hizo hacerlo."
La motivación detrás de la teología
Al considerar que esta doctrina de las Maldiciones Generacionales surgió por
primera vez en el decenio de los ochentas, luego de miles de años en que
supuestamente los hombres y mujeres de Dios estuvieron en tinieblas con
respecto a estas cosas, corresponde analizar las causas por las cuales ciertos
predicadores la iniciaron y propagaron.
Este invento de los círculos carismáticos, neopentecostales, movimientos de
renovación y de la confesión positiva, cumple una función muy importante.
Antes, cuando oraban por la sanidad o la prosperidad económica de una persona
y el individuo no sanaba o no mejoraba su condición financiera, le echaban la
culpa a la poca fe de la persona o argumentaban que la persona estaba en
pecado. Ahora,
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para no hacer sentir mal a la persona, le dicen que sus problemas se deben a una
maldición heredada de sus padres o sus antecesores. !Magnífico! Por lo menos
de esta forma no ofenden la sensibilidad del individuo por un tiempo al menos.
Cuando luego de "romper" la maldición la persona sigue con su problema, de
nuevo tienen que recurrir a la excusa del pecado o de la poca fe, pero ya han
logrado mantener al incauto en sus redes por un poco más de tiempo, durante el
cual, con toda seguridad, lo exprimirán con los métodos de sacar dinero que
emplean en sus iglesias.
La guerra espiritual y la doctrina de la prosperidad van tomadas de la mano y
son usadas por los mismos falsos maestros. Además, otras fuentes de ganancias
para ellos son la publicación de una lista interminable de libros en el tema y las
conferencias o seminarios para romper maldiciones hereditarias, cuyo costo no
baja de entre los cien y doscientos dólares por cabeza en los EEUU.
Otra ventaja económica es que los diezmos de la congregación aumentarán en
forma considerable una vez que se les impresiona con el asunto de las
maldiciones. La autora de un artículo sobre maldiciones generacionales cita a
Malaquías 3:8-9, "¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y
dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos
sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado."
Y luego comenta: "Qué importante es enseñar a los niños desde pequeños a
diezmar y a los jóvenes que trabajan apartar su diezmo para Dios, esto ayuda a
romper cualquier maldición de pobreza y ser apartado el enemigo de sus vidas y
tener prosperidad." [4]
¡Vaya estratagema inteligente para colectar diezmos!

Nota personal: LOS DIEZMOS Y LAS OFRENDAS SEDAN POR AMOR Y


AGRADECIMIENTO A NUETRO DIOS ETERNO Y EN OBEDIENCIA A LO
QUE EL NOS A ORDENADO...

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