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12.

Semana (…Teología II Profesor: Abel Velasco)


Regeneración, Nuevo nacimiento

12.1. Regeneración; Nacer de Nuevo

Regeneración El sustantivo gr. apsaneinilap sólo aparece dos


veces en el NT (Mt. 19.28, ―el tiempo en que todo sea renovado‖; Tit.
3.5). Mateo lo emplea escatológicamente, para referirse a la
restauración de todas las cosas, recordándonos que la renovación del
individuo forma parte de una renovación cósmica más amplia. En Tito
vemos el término aplicado con referencia individual.
En las demás partes se usan diferentes términos para expresar el
cambio que efectúa el Espíritu Santo. einnpeg (con pnegµoin, Jn. 3.3, 7)
significa ―engendrar‖ o ―dar a luz a‖, y se utiliza en Jn. 1.13; 3.3–8; 1
Jn. 2.29; 3.9; 4.7; 5.1, 4, 18. En 1 P. 1.3, 23 aparece la voz
einnpegpnp—―volver a engendrar‖ o ―hacer nacer de nuevo‖—. Estos
términos se emplean para describir el acto inicial de la renovación. Las
voces pnpµpaneglal (Ro. 12.2; Tit. 3.5), con el verbo pnpµpaneeg (2 Co.
4.16; Col. 3.10), denotan un hacer de nuevo o renovación. Las
referencias indican que el uso de estas dos palabras no se limita a la
renovación inicial, sino que se extiende al proceso resultante. Podemos
notar, con referencia al resultado del nuevo nacimiento, términos como
µpanig µµalal, ‗nueva criatura‘ (2 Co. 5.17; Gá. 6.15), y µpanel pnµosegael,
‗nuevo hombre‘ (Ef. 2.15; 4.24). Dos veces tenemos el término
lontegeaeaµieg, ‗dar vida juntamente con‘ (Ef. 2.5; Col. 2.13), que nos
da la idea de un cambio, no solamente tan dramático como el
nacimiento, sino tan dramático como la resurrección. paeµoieg (Stg.
1.18) denota dar a luz.
Al estudiar estos términos notamos que todos indican un cambio
drástico y dramático, cambio que podemos comparar con el nacimiento,
el nuevo nacimiento, la nueva creación o aun la resurrección. En el
contexto correspondiente varios de ellos indican que el cambio es
permanente y que produce efectos de largo alcance en el sujeto.

I. Presentación veterotestamentaria
El concepto de la regeneración está más prominente en el NT que
en el AT. Muchos pasajes veterotestamentarios plantean el concepto de
la renovación nacional, pensamiento que está presente en las
declaraciones relativas al nuevo pacto y a la ley escrita en el corazón de
los hombres, o a la recepción de corazones nuevos por los hombres (Jer.

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24.7; 31.31s; 32.38s; Ez. 11.19; 36.25–27, y el pasaje relativo al ―valle
que estaba lleno de huesos secos‖, 37.1–14).
Aunque es la nación a la que se refieren estas escrituras, una
nación puede ser renovada solamente cuando sus individuos cambian.
En consecuencia, en el concepto mismo de una renovación nacional
encontramos el pensamiento de que los individuos reciben ―corazones
nuevos‖. Otros pasajes se refieren más directamente al individuo (cf. Is.
57.15). Notamos especialmente el Sal. 51, en el que la plegaria de
David se expresa en el vv. 10. Si consideramos la seriedad con que se
ve el pecado y sus efectos, tal como se expresan en este salmo, poco
nos sorprenderá encontrar algo más que una mera alusión a la
necesidad de la renovación individual.

II. Presentación neotestamentaria


Debemos considerar esta doctrina en el contexto del hombre
pecador (Jn. 3.6; Ef. 2.1–3.5). Se considera que los efectos del pecado
sobre la naturaleza humana son tan serios que, sin el nuevo nacimiento,
el pecador no puede ver el reino de Dios, y mucho menos entrar en él
(Jn. 3.3, 5; cf. 1 Co. 2.6–16).
La iniciativa de la regeneración se le adjudica a Dios (Jn. 1.13);
viene de arriba (Jn. 3.3, 7) y por el Espíritu (Jn. 3.5, 8). La misma idea
aparece en Ef. 2.4–5; 1 Jn. 2.29; 4.7; etc. Este acto divino es decisivo y
de una vez por todas. Se emplean aoristos en Jn. 1.13; 3.3, 5, 7. El uso
del tiempo perfecto indica que este simple acto inicial lleva consigo
efectos de largo alcance, como en 1 Jn. 2.29; 3.9; 4.7; 5.1, 4, 18. Los
resultados perdurables de que nos hablan estos pasajes son hacer el
bien, no cometer pecados, amarnos los unos a los otros, creer que Jesús
es el Cristo, y vencer al mundo. Estos resultados indican que en asuntos
espirituales el hombre no es del todo pasivo. Es pasivo en el nuevo
nacimiento, ya que Dios actúa en él. Pero el resultado de este acto es
una actividad de grandes alcances; en forma activa se arrepiente, cree
en Cristo, y, a partir de ese momento, anda en novedad de vida.
Jn. 3.8 nos recuerda que mucho en relación con este tema es
inescrutable. Y, sin embargo, debemos tratar de averiguar qué es lo que
realmente le ocurre al individuo en el nuevo nacimiento. Podríamos
afirmar con seguridad el que no hay cambio alguno en la personalidad
en sí, ya que la persona sigue siendo la misma. Pero ahora se encuentra
regida de manera diferente. Antes del nuevo nacimiento el pecado regía
al hombre, y lo hacía rebelarse contra Dios; ahora el Espíritu lo controla
y lo dirige hacia Dios. El hombre regenerado camina según el Espíritu,
vive en el Espíritu, es llevado por el Espíritu, y se le ordena que sea
lleno del Espíritu (Ro. 8.4, 9, 14; Ef. 5.18). No es perfecto; tiene que

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crecer y progresar (1 P. 2.2), pero en cada departamento de su
personalidad está siendo encaminado hacia Dios.
Podemos definir la regeneración como un acto drástico que el
Espíritu Santo lleva a cabo en la naturaleza humana caída, que hace que
cambie totalmente la concepción que esa persona tiene. Ahora podemos
describirlo como un nuevo hombre que busca, encuentra, y sigue a Dios
en Cristo.
III. Los medios de la regeneración
En 1 P. 3.21 se relaciona estrechamente el bautismo con el
ingreso en un estado de salvación, y en Tit. 3.5 tenemos la referencia al
lavado de la regeneración. 1 P. 1.23 y Stg. 1.18 mencionan la Palabra
de Dios como el medio por el que se llega al nuevo nacimiento. Muchas
personas, sobre la base de estos pasajes, afirman que estos son los
canales necesarios por medio de los cuales nos llega la regeneración.
Con 1 Co. 2.7–16 en mente, debemos preguntarnos si la Palabra de Dios
es un medio de regeneración que actúa de esta forma. Aquí se nos
enseña claramente que el hombre natural se encuentra en un estado tal
que no puede recibir las cosas del Espíritu de Dios. Una intervención
divina que haga que el hombre natural sea receptivo a la Palabra de
Dios debe anteceder a la acción de escuchar la Palabra de manera
salvadora. Cuando así ocurre, la Palabra de Dios hace que la nueva vida
adquiera expresión. Resulta claro que el nuevo nacimiento de 1 P. 1.23;
Stg. 1.18 se concibe en sentido más integral que en Juan. Juan hace
una distinción entre la regeneración y la fe que ella trae aparejada (p.
ej. Jn. 1.12–13; 1 Jn. 5.1); Pedro y Santiago, al incluir la referencia a la
Palabra como medio, indican que están pensando en todo el
procedimiento por medio del cual Dios orienta a los hombres hacia una
fe consciente en Cristo.
También podemos considerar este asunto en función de la
concepción y el nacimiento. El Espíritu Santo implanta o engendra nueva
vida por acción directa sobre el alma. Posteriormente se llega al
nacimiento (paeµoieg, Stg. 1.18) por medio de la palabra. einnpeg (1 P.
1.23) puede tener el significado de nacimiento, además del de
engendrar.
Hay otras objeciones bíblicas a la idea de que el bautismo otorga,
por sí mismo, gracia regeneradora. Considerar el bautismo de este
modo ex opere operato contradice otras escrituras, especialmente la
protesta profética contra el abuso de los ritos sacerdotales, y las críticas
de Pablo acerca del punto de vista judío relativo a la circuncisión (cf. Ro.
2.28s; 4.9–12). Vemos casos de conversión sin bautismo (Hch. 10.44–
48; 16.14–15). Este último caso es especialmente interesante porque se
menciona el momento en que Lidia abre su corazón, antes del bautismo,

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hecho que se menciona específicamente. Si alguien pretende aducir que
la situación es diferente en el caso de los cristianos de generaciones
subsiguientes, la actitud de Pablo respecto a criterios similares relativos
a la circuncisión debería servir para definir la cuestión. La gracia
regeneradora proviene del Espíritu, que la proporciona directamente a
los pecadores perdidos. La Palabra de Dios le da expresión mediante la
fe y el arrepentimiento. El *bautismo da testimonio de la unión
espiritual con Cristo en su muerte y resurrección, por cuyo medio
recibimos nueva *vida, pero no la proporciona automáticamente si no
hay *fe de por medio.

Bibliografía. J. Guhrt, ―Regeneración‖, °DTNT, t(t). III, pp.


158ss; J. Dey, ―Regeneración‖, °DTB, 1967, cols. 882–888; L. Berkhof,
Teología sistemática, 1972, pp. 555–572; F. Lacueva, Doctrinas de la
gracia, 1975, pp. 31ss; J. Baillie, Regeneración y conversión, 1956; W.
Eichrodt, Teología del Antiguo Testamento, 1975, pp. 460ss.
Artículos sobre la regeneración por J. V. Bartlet (HDB), J. Denney
(DCG), A. Ringwald et al., NIDNTT 1, pp. 176–188. La mayoría de las
obras sobre teología sistemática se ocupan de este tema: nótense esp.
Hodge (t. 3, pp. 1–40) y Berkhof (pp. 465–479); T. Boston, Human
Nature in its Fourfold State, 1720, pp. 131–168; B. Citron, The New
Birth, 1951.

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