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I. Presentación veterotestamentaria
El concepto de la regeneración está más prominente en el NT que
en el AT. Muchos pasajes veterotestamentarios plantean el concepto de
la renovación nacional, pensamiento que está presente en las
declaraciones relativas al nuevo pacto y a la ley escrita en el corazón de
los hombres, o a la recepción de corazones nuevos por los hombres (Jer.
12.1
24.7; 31.31s; 32.38s; Ez. 11.19; 36.25–27, y el pasaje relativo al ―valle
que estaba lleno de huesos secos‖, 37.1–14).
Aunque es la nación a la que se refieren estas escrituras, una
nación puede ser renovada solamente cuando sus individuos cambian.
En consecuencia, en el concepto mismo de una renovación nacional
encontramos el pensamiento de que los individuos reciben ―corazones
nuevos‖. Otros pasajes se refieren más directamente al individuo (cf. Is.
57.15). Notamos especialmente el Sal. 51, en el que la plegaria de
David se expresa en el vv. 10. Si consideramos la seriedad con que se
ve el pecado y sus efectos, tal como se expresan en este salmo, poco
nos sorprenderá encontrar algo más que una mera alusión a la
necesidad de la renovación individual.
12.2
crecer y progresar (1 P. 2.2), pero en cada departamento de su
personalidad está siendo encaminado hacia Dios.
Podemos definir la regeneración como un acto drástico que el
Espíritu Santo lleva a cabo en la naturaleza humana caída, que hace que
cambie totalmente la concepción que esa persona tiene. Ahora podemos
describirlo como un nuevo hombre que busca, encuentra, y sigue a Dios
en Cristo.
III. Los medios de la regeneración
En 1 P. 3.21 se relaciona estrechamente el bautismo con el
ingreso en un estado de salvación, y en Tit. 3.5 tenemos la referencia al
lavado de la regeneración. 1 P. 1.23 y Stg. 1.18 mencionan la Palabra
de Dios como el medio por el que se llega al nuevo nacimiento. Muchas
personas, sobre la base de estos pasajes, afirman que estos son los
canales necesarios por medio de los cuales nos llega la regeneración.
Con 1 Co. 2.7–16 en mente, debemos preguntarnos si la Palabra de Dios
es un medio de regeneración que actúa de esta forma. Aquí se nos
enseña claramente que el hombre natural se encuentra en un estado tal
que no puede recibir las cosas del Espíritu de Dios. Una intervención
divina que haga que el hombre natural sea receptivo a la Palabra de
Dios debe anteceder a la acción de escuchar la Palabra de manera
salvadora. Cuando así ocurre, la Palabra de Dios hace que la nueva vida
adquiera expresión. Resulta claro que el nuevo nacimiento de 1 P. 1.23;
Stg. 1.18 se concibe en sentido más integral que en Juan. Juan hace
una distinción entre la regeneración y la fe que ella trae aparejada (p.
ej. Jn. 1.12–13; 1 Jn. 5.1); Pedro y Santiago, al incluir la referencia a la
Palabra como medio, indican que están pensando en todo el
procedimiento por medio del cual Dios orienta a los hombres hacia una
fe consciente en Cristo.
También podemos considerar este asunto en función de la
concepción y el nacimiento. El Espíritu Santo implanta o engendra nueva
vida por acción directa sobre el alma. Posteriormente se llega al
nacimiento (paeµoieg, Stg. 1.18) por medio de la palabra. einnpeg (1 P.
1.23) puede tener el significado de nacimiento, además del de
engendrar.
Hay otras objeciones bíblicas a la idea de que el bautismo otorga,
por sí mismo, gracia regeneradora. Considerar el bautismo de este
modo ex opere operato contradice otras escrituras, especialmente la
protesta profética contra el abuso de los ritos sacerdotales, y las críticas
de Pablo acerca del punto de vista judío relativo a la circuncisión (cf. Ro.
2.28s; 4.9–12). Vemos casos de conversión sin bautismo (Hch. 10.44–
48; 16.14–15). Este último caso es especialmente interesante porque se
menciona el momento en que Lidia abre su corazón, antes del bautismo,
12.3
hecho que se menciona específicamente. Si alguien pretende aducir que
la situación es diferente en el caso de los cristianos de generaciones
subsiguientes, la actitud de Pablo respecto a criterios similares relativos
a la circuncisión debería servir para definir la cuestión. La gracia
regeneradora proviene del Espíritu, que la proporciona directamente a
los pecadores perdidos. La Palabra de Dios le da expresión mediante la
fe y el arrepentimiento. El *bautismo da testimonio de la unión
espiritual con Cristo en su muerte y resurrección, por cuyo medio
recibimos nueva *vida, pero no la proporciona automáticamente si no
hay *fe de por medio.
12.4