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La teoría del amor de Platón es una de las propuestas filosóficas que más interés han
generado de este pensador de la Antigua Grecia.
El mundo del amor y de las relaciones personales ya es, de por sí, algo a lo que le
prestamos mucha importancia, y cuando este ámbito se une al de los planteamientos
de una de las grandes figuras de la filosofía el resultado es un legado teórico que atrae
todas las miradas. Sin embargo, este filósofo concebía el amor de un modo muy
característico, ya que lo vinculaba a su teoría sobre el conocimiento y las ideas.
A continuación, veremos cuáles son las principales características de la teoría del
amor de Platón y de qué manera se relacionaba con su filosofía.
El dualismo de Platón
¿Y qué tiene que ver lo anterior con la teoría del amor de Platón? Pues está muy
relacionado, porque para este filósofo el amor puede ser entendido como el
estado de éxtasis y a la vez de moderada frustración que se experimenta al saber
que hay algo más allá de lo físico que nos llama pero que, a la vez, no nos será
entregado totalmente, ya que por mucho que no lo queramos seguimos encadenados
al mundo de lo material, el lugar en el que disfrutar de las cosas depende en buena
parte de nuestra proximidad en el tiempo y el espacio ellas y en el que es casi
imposible mantenernos al margen de la influencia que ejerce sobre la estética, las
apariencias.
La concepción platónica del amor es, por consiguiente, el de un impulso que nos
lleva a querer ir más allá de lo material en nuestra experimentación de algo, en
el acceso a su belleza, que para el pensador tiene que ver con su cercanía a la verdad
y no por su estética.
En el caso de las personas, esta belleza pertenece a un plano espiritual que intuimos
pero que no podemos llegar a hacer nuestro, ya que por algo no es algo material. Lo
que caracteriza al amor es, por tanto, la búsqueda de lo verdadero y lo puro, que tiene
que ver con la esencia misma de la belleza y que pertenece a un plano de existencia
totalmente separado de lo físico.
Así pues, en la vida mortal el amor platónico está lleno de frustración, ya que a pesar
de que se intuye la belleza, es imposible experimentarla directamente a causa de
las limitaciones de lo material.
Según Aristófanes
“Hasta ahora los hombres han ignorado enteramente el poder del amor; porque si lo
conociesen, le levantarían templos y altares magníficos, y le ofrecerían suntuosos
sacrificios, y nada de eso se hace, aunque sería muy conveniente”[1].
Con estas palabras empieza su discurso Aristófanes, poeta que se basará en el aspecto
mitológico del Dios del amor. A ellas se añade la concepción de que Eros, el dios del
amor, es quien derrama más beneficios sobre los hombres, por ser su protector y
médico y por curar los males que impiden al género humano llegar a la cumbre de la
felicidad. Felicidad que luego se conocerá como reencuentro-unión con el bien amado.
“En otro tiempo la naturaleza humana era muy diferente de lo que es hoy. Primero había
tres clases de géneros: los dos sexos que hoy existen y uno tercero compuesto de estos
dos, del cual solo se conserva su nombre. Todos los hombres tenían formas redondas, la
espalda y los costados colocados en círculo, cuatro brazos, cuatro piernas, dos
fisonomías unidas a un cuello circular y perfectamente semejantes, una sola cabeza que
reunía estos dos semblantes opuestos entre sí. Cuando estos deseaban caminar ligeros, se
apoyaban sucesivamente sobre sus ocho miembros…”[3].
“… La diferencia de estas tres especies de hombres, nace de la que hay entre sus
principios. El sol produce el sexo masculino, la tierra el femenino y la luna el compuesto
de ambos, que participa de la tierra y del sol. Los cuerpos eran robustos y vigorosos y de
corazón animoso y por esto concibieron la atrevida de escalar el cielo y combatir con los
dioses y como consecuencia de esto, Júpiter[4] los separó en dos, los dividió en dos partes
iguales…”[5]
“…Júpiter mandó a Apolo[6] que curase las heridas, que colocase el semblante del lado
indicado y la mitad del cuello del lado donde se había hecho la separación, y que cosiese
los cortes de la piel…”[7]