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2.

Los procedimientos de reforma de la Constitución en Uruguay:

a) ¿Existen límites sobre el contenido de las normas constitucionales?:

El artículo 331 dispone cinco procedimientos por los cuales se podrá


reformar, total o parcialmente, la Constitución. El tema consiste en determinar
si por dichos mecanismos, es decir, si cumpliéndose todos los requisitos
formales establecidos para reformar la Constitución, es o no posible modificar
cualquiera de sus normas o principios. Naturalmente, la discusión se ha situado
en la posibilidad o no, de cambiar alguno de los “dogmas constitucionales”
como podría ser la forma republicana de gobierno o el reconocimiento de los
derechos esenciales o el principio de separación de poderes, etc.
Nos preguntamos si las reglas básicas del sistema constitucional
uruguayo, aunque no haya disposición expresa que diga que son “pétreas” o
irreformables, pueden o no sustituirse. En el terreno de la realidad, pensamos
que existe –salvo algunas patologías excepcionales- consenso en Uruguay de
que ninguna solución que contradiga a esas reglas básicas habrían de triunfar
de intentarse su implantación utilizándose cualquiera de los mecanismos de
reforma del Art. 331.
Volviendo a la controversia jurídica, exponemos en síntesis los
argumentos de la tesis que sostiene que, jurídicamente, no es posible modificar
los principios básicos de la Constitución, aún cuando se cumplieran todos los
requisitos de procedimiento de algunos de los mecanismos mencionados en el
artículo 331:

1º) Partiendo de la postura jusnaturalista se afirma que tales principios


se han convertido en inmutables en el constitucionalismo uruguayo, y que ello,
de algún modo, a quedado positivamente consagrado en el artículo 72. estos
principios básicos de la Constitución se han convertido en “derechos y deberes
y garantías inherentes a la personalidad humana o que derivan de la forma
Republicana de gobierno”.
2º) Estos principios básicos (derechos fundamentales, separación de
poderes, etc), vienen desde la Constitución de 1830, producto de un “Poder
Constituyente originario” (supra Nº1, ap. “c”) y dicho Poder “originario” tiene
mayor jerarquía jurídica que el Poder Constituyente “derivado”, que es el
establecido en el art. 331; mayor jerarquía que se basa en la circunstancia de
que el primero, “el originario”, fue el “creador” y el Poder Constituyente
derivado, un “producto creado”.
3º) El art. 331, si bien dice que la Constitución “podrá ser reformada
total o parcialmente”, para los partidarios de esta tesis, sin embargo, no está
autorizado en rigor, que se cambien las normas básicas o fundamentales.
Agregan para fundamentarlo que una cosa es “reformar” (hacerle
modificaciones pero manteniendo su esencia) y otra cosa es “cambiarla”,
transfórmala radicalmente, lo que significa mucho más que una reforma.

Quienes sostienen la tesis contraria consideran que la expresión


“podrá ser reformada total o parcialmente” es inequívoca, resultando artificio el
esfuerzo por distinguir el concepto de “reformar” del concepto de “cambiar” o

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“transformar radicalmente”. Resultado de ello sostienen que no hay norma, por
más básica que sea, que no pueda modificarse, eliminarse, adicionarse, etc,
todo lo cual ingresa dentro del alcance de “reformar”.
Igualmente se rechaza que el “Poder Constituyente originario” tenga
más jerarquía jurídica que el llamado “Poder Constituyente derivado”.
No parece adecuado convertir el deseo de mantener en la Constitución
ciertos valores que deseamos (república, libertad, igualdad, justicia social,
separación de poderes, etc) en tesis jurídica. Más bien, confiamos en el mejor
control que pueden tener los valores constitucionales que realmente queremos
mantener: es el control popular, que seguramente no aprobaría en un plebiscito
(última y definitiva etapa de cualquiera de los procedimientos de reforma
constitucional), ninguna de las descolocadas soluciones que cambien la
esencia de nuestra forma de gobierno, el reconocimiento de los derechos
fundamentales, etc.

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