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EUGENIO ESPINOZA.

Esta voz que “canta sin palabras” y que deja oír tan poco,
¿no es acaso la de las sirenas, de las que toda su seducción consiste en
el vacío que abren, en la inmovilidad fascinante que
provocan en aquellos que las escuchan? (1)

Michel Foucault

Buena parte de la obra de Eugenio Espinoza constituye una reflexión sobre la


pintura realizada desde la pintura misma, y con aquellos recursos que a ésta le son
propios. Una reflexión profundamente conceptualizada y analítica, focalizada en la
revisión de los planteamientos de algunos grandes hitos del arte moderno (en especial
los relacionados con paradigmas del arte geométrico y el constructivismo) y en el
desmontaje de la estructura de su lenguaje artístico. Sus pinturas sobre tela de
retículas de espíritu acentuadamente geométrico parecen ofrecer una crítica a la
aspiración del Minimalismo de oponer un inflexible racionalismo a toda forma de
sensualismo: las barras constructivistas de Espinoza están pintadas sobre telas
plegadas que expresan una situación paradójica entre el espacio virtual y el espacio
real, entre lo lineal y lo volumétrico, entre lo plano y lo profundo. La sensualidad y
ductilidad que emana de estas obras, que devienen toda una poética del pliegue, las
conecta con un interés por la maleabilidad y flexibilidad de la tela como material
artístico, del que participan los trabajos de artistas como Joseph Beuys y Robert
Morris.

“En el sentido espacial —escribe Rosalind Krauss—, la retícula declara la


autonomía de la esfera del arte. Allanada, geometrizada y ordenada, la retícula
es antinatural, antimimética y antirreal. Es la imagen del arte cuando éste vuelve
la espalda a la naturaleza. En la monotonía de sus coordenadas, la retícula sirve
para eliminar la multiplicidad de dimensiones de lo real, reemplazadas por la
extensión lateral de una única superficie”. (2) Eugenio Espinoza socava y subvierte
tales presupuestos estéticos, asociando a sus retículas, como hemos visto ya, el
espacio y el volumen reales; pero además, lo hace refiriendo y enfatizando en sus
cuadros de aliento rigurosamente constructivista el carácter físico, material y objetual
de los mismos. Sus obras de cuadrados monocromos sobre fondos igualmente
cuadrados y monocromos, realizados con planos de telas que se superponen y
mimetizan unos con otros, nos remiten a las pinturas de Malevich o de Albers y a su
autorreferencialidad; pero el artista la deconstruye, seduciendo hábilmente al
espectador y conduciéndole a abstraerse del purismo formal y sintético de la
composición para invitarle a tocarlas, a manipularlas: y aunque por mero prejuicio
cultural aquél se inhiba de hacerlo, mientras las mire, por simple asociación
cenestésica, habrá de experimentarlas mediante el sentido del tacto.
1. Michel Foucault, El pensamiento del afuera, Pre-Textos, Valencia, España, 1997,
p 62.
2. Rosalind E. Krauss, La originalidad de las vanguardias y otros mitos modernos,
Alianza Editorial, S.A., Madrid, 1996, p 23

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