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confronta lo nuevo con los conocimientos viejos. Tal como lo definió el poeta
Fernando Pessoa (Portugal, 1888-1935): “Ver es haber visto”.
El ojo humano no es un perceptor neutro, pasivo, automatizado e
inocente, sino un instrumento condicionado por un aprendizaje cultural y
un autoaprendizaje. Esto se debe a que la visión es siempre un fenómeno
socializado. Además de percibir luz, figuras y colores, al mirar reconocemos
formas, las formas que nuestra cultura ha definido como visibles; lo que
percibimos son organizaciones de significados.
La visión humana tiene una historia personal, aprendemos a leer las
imágenes casi al mismo tiempo que aprendemos a hablar en el proceso de
socialización de los primeros años de vida. Pero la visión también tiene una his-
toria social, condicionada por las convenciones de cada cultura y cada época.
En la percepción humana intervienen tres factores:
■ el factor fisiológico, determinado por las características biológicas de
1
R. Arnheim (1979).
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tanto en el plano orgánico como en el psicológico, que genera una determinada
escala de valores, expectativas, preferencias, aversiones, etcétera.
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manipuladores. 3 Uno de los rastros más notables de este modelo en los
textos actuales es el empleo del término lectura para designar las tareas
de análisis e interpretación de las imágenes aun cuando no se utilicen las
pautas de la alfabetización visual.
En las últimas décadas, una serie de propuestas provenientes del campo
de la educación plástica intentan recuperar el papel de la representación como
conocimiento y el de la observación sistemática como una actividad formativa.
Por ejemplo, la perspectiva del arte como disciplina destaca la importancia
de las imágenes de arte en tanto contenido de enseñanza y como portado-
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Uno de los propósitos fundamentales de la escuela es enseñar a los
alumnos a ver el mundo como seres conscientes y críticos de la realidad.
Para alcanzar este propósito, es necesario analizar las imágenes, es decir,
mostrar cómo han sido armadas, en qué contexto y con qué supuestos fue-
ron concebidas, qué efectos producen, que información transmiten, qué
ideologías las sustentan; y, para esto, con la mirada espontánea no basta.
En la escuela, aceptamos que la lectura de textos escritos requiere
habilidades intelectuales abstractas; por tanto, demanda un aprendizaje y
también cierto esfuerzo por parte del lector. En comparación, la observación
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cumpla la imagen en ese texto; esta puede incluirse como documento, como
ilustración, como ornamento, etcétera.
En el caso de las obras de arte, el epígrafe enuncia una serie de datos
tipificados, que conforman una especie de ficha técnica acerca de la obra.
Por lo general, contiene la siguiente información:
■ nombre del autor/a de la obra,
■ título de la obra,
■ fecha de realización,
■ técnica empleada,
y luego el ancho),
■ localización actual de la obra original.
intereses, su formación, sus ideas acerca del arte y la sociedad, etc. (véase, en
el capítulo 1, “¿Qué relación existe entre una imagen y su creador?”).
■ El título de la obra permite reflexionar y conversar acerca de sus
significados.
■ La técnica y los materiales empleados dan cuenta de determinadas
cualidades plásticas y efectos visuales que genera la obra (en relación con
este aspecto, véase “¿Qué es la pintura al óleo?”, en el capítulo 2).
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■ Conocer la época en que fue realizada la obra permite investigar
si esta implica una continuidad o una ruptura con los modos de pintar de
su tiempo y si forma parte de algún movimiento en particular. La fecha es
una pista para conocer el contexto histórico, cultural y social en que la obra
fue creada (véase, en el capítulo 1, “¿Qué relación existe entre una imagen
y el contexto en el que fue creada?”). También es posible buscar y observar
otras obras contemporáneas a esta o analizar imágenes posteriores que
llevan el mismo nombre y que refieren a esta pintura o la citan. Dedicamos
un desarrollo más extenso a este tema en el capítulo 6.
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1,30 m
■ cómo lo representa;
■ quién la creó;
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J. Fontcuberta (2002).
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Cada vez que seleccionamos una imagen y realizamos su análisis y su in-
terpretación, estamos enseñando estrategias y modos de mirar que podrán
transferirse a la observación de otras imágenes.
No existen un único método ni un conjunto de reglas fijas para ana-
lizar las imágenes, sino una multiplicidad de modos y recursos didácticos
para tratar cada componente y cada aspecto de las representaciones visuales.
Las estrategias didácticas y las buenas prácticas pueden ser leídas como
pautas o fuentes de inspiración para crear actividades a medida teniendo
en cuenta los contenidos que se enseñan y el grupo de alumnos a los que
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se enseña.
La observación de imágenes se planifica como una actividad y, por lo
tanto, es preciso asignarle un tiempo y un espacio específicos dentro de las
tareas del aula. Las imágenes que se utilizarán serán seleccionadas teniendo
en cuenta el proyecto de enseñanza en el que se inscriben. Además de las
representaciones que proporcionan los libros de texto, es posible ampliar y
enriquecer el universo de las imágenes que se introducen en el aula mediante
catálogos, folletos de museos y exhibiciones, revistas, textos no escolares,
producciones originales de artistas, entre otros elementos.
Una vez que se han asignado el tiempo y el lugar, y se han seleccio-
nado una o varias imágenes, es necesario disminuir la velocidad, es decir,
desarrollar a un ritmo más pausado y consciente acciones que se realizan
todos los días de forma rápida y casi inconsciente. Los procesos de análisis
e interpretación implican desmenuzar, desarmar o deconstruir la imagen
para volver a armarla de otro modo. Aunque la imagen no cambia, en este
camino cambiará el modo de verla, entenderla y disfrutarla.
En la segunda parte de este libro, se ofrecen ejemplos de actividades
con imágenes particulares y con fines específicos. A continuación, se descri-
ben algunas estrategias generales para enseñar a mirar las representaciones
visuales en el aula.
Formular preguntas
Las preguntas pueden tener diversos objetivos: guiar la observación
de la imagen; entablar una conversación acerca de ella; reconocer y aprove-
char conocimientos previos de los alumnos, o despertar dudas e intereses.
Existen diferentes tipos de preguntas según su propósito y las habilidades
que deben ponerse en juego para responderlas.
■ Preguntas que orientan la observación. Sus respuestas se obtienen
este caso, se pide a los alumnos que agreguen elementos propios a los datos
imagen, de todas las observadas, les gustó menos?, ¿por qué?”; “¿Qué palabra
define mejor esta imagen: temor, angustia, soledad?, ¿por qué?”.
■ Preguntas acerca de conocimientos enseñados en la escuela. En este caso,
Otros datos que los alumnos pueden vincular con la observación provienen
de fuentes distintas de la escuela. Por ejemplo: “¿Qué lugar de la ciudad se
ve en la imagen?”; “¿A qué están jugando los niños de la fotografía?”.
■ Preguntas retóricas. El propósito de estas preguntas es motivar inquie-
tudes y nuevas miradas más que pedir una respuesta acabada o precisa. Por
ejemplo: “¿Podemos cambiar la sociedad en la que vivimos?”; “¿Se podrán
evitar las guerras?”.
■ Preguntas diferidas. Su respuesta requiere la búsqueda de otras
fuentes, como textos u otras imágenes. Por ejemplo: “¿Hasta qué año se
permitieron los baños en el Río de la Plata?”; “¿Quiénes gobernaban el país
cuando el pintor realizó esta obra?”; “¿Cómo se encendían los faroles que
se ven en el grabado?”.
Utilizar visores
Los visores son dispositivos que permiten fragmentar o acotar el espacio
que se observa. Pueden realizarse con marcos de diapositivas vacíos, rollos
de cartón de papel higiénico o papel de cocina, o bien troquelando formas
–círculos, triángulos o rectángulos– en un cartón plano. El tipo de visor y
su forma dependerán de las dimensiones y del tipo de imagen. También,
y teniendo en cuenta la escala de las imágenes de los libros de texto, esta
operación se consigue tapando parte de la imagen con las manos o con un
papel. Dividir y seleccionar el campo visual sirve para analizar cómo ha sido
construida la imagen.
tos las fotografías que los chicos observan en libros y otras publicaciones,
resulta sumamente útil proponerles que tomen fotografías desde distintos
ángulos y con diferentes planos.
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Pero, además, la música, los poemas y las películas son lenguajes
expresivos que mantienen numerosos puntos de afinidad con la imagen.
Musicalizar una imagen, leer poemas o cuentos y ver películas afines son
formas de desarrollar la sensibilidad y un modo de dialogar con la imagen
empleando el lenguaje del arte.
con una imagen. Las imágenes provocan, además, reacciones vinculadas con
el gusto. Ante una imagen –especialmente de arte–, una de las primeras
reacciones del espectador es considerar si le gusta o le disgusta.
Las imágenes nos ofrecen maneras de ver ciertos lugares y personajes
que amplían cualitativamente nuestra visión del mundo. Trabajar en forma
sistemática con ellas incita a los alumnos a expresar sus sentimientos, sus
ideas y sus conocimientos.
Por esto, conviene establecer momentos de observación autónoma
para propiciar un encuentro subjetivo y personal de los chicos con la imagen.
Con este objetivo, puede ser útil facilitar la creación de notas personales en
libretas, cuadernos, hojas pegadas y plegadas, rollos u otros soportes ela-
borados específicamente para este fin y promover la creación de registros
íntimos, que no necesariamente deban ser mostrados ni evaluados.
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