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Literatura y otros Discursos

Sociales Contemporáneos

Primer Parcial -
Literatura y Política
en las novelas de Beatriz Guido

Las novelas de Beatriz Guido “Fin de Fiesta” y “El Incendio y las Vísperas”
constituyen la descripción de la época vivida entre 1930-1953 desde la óptica de una mujer
de clase media alta, perteneciente a la ideología social-demócrata. La escritora refleja en
estas obras su opinión (sesgada) sobre la realidad social y política de la Argentina de
aquellos años, bajo un esquema de ficción.
El transcurso de la década de 1950 imprimió un giro en el campo literario vinculado
al debate político y social. En Argentina la alteración del campo cultural fue además activada
por la experiencia del surgimiento del peronismo. El crítico Noé Jitrik señalaba en “Seis
novelistas argentinos de la nueva promoción” (1959) nuevas prácticas y novedosas
perspectivas de toda una camada de escritores jóvenes, en la que incluía a Guido. Esta
generación de escritores se definía por algunos rasgos comunes: la toma de posición, la
temática, los procedimientos formales innovadores. La obra literaria era un objeto que
provoca al lector a participar en el debate, un movilizador de la conciencia. Todo esto,
reconocía el crítico, era producto de la experiencia peronista.
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El peronismo de acuerdo a las bases sociales que convocaba y a su movilidad


política, cuestionaba el lugar y el modo de producir la cultura, la emergencia ineludible de
la problemática social interpelaba a los escritores a cuestionarse el lugar de la literatura. La
narrativa de Beatriz Guido (1922-1988) emerge y se inscribe, con una posición
socialdemócrata, en este marco de debates políticos y culturales.
La publicación de Fin de Fiesta coincidió con el ascenso efectivo de A.Frondizi. La
figura central era Braceras, caudillo conservador del conurbano sur de Buenos Aires
durante la década de 1930. El personaje de Braceras era alusivo de Alberto Barceló,
intendente de Avellaneda en varias oportunidades y legislador nacional durante aquellos
años que recorrió a todo tipo de prácticas fraudulentas y delictivas durante su larga carrera
política. Sin escribir nunca su nombre, Beatriz Guido estaba señalando que el sistema
político corrupto y violento no moría, se transmutaba en la figura de Juan. D. Perón.
Bajo esta perspectiva, Beatriz Guido empezaba a participar de una nueva dimensión
que adquiría la literatura, ligada irrevocablemente a los debates públicos, tanto fue así que
el presidente Frondizi le envió una carta para felicitarla por Fin de Fiesta. “Su tema” le
escribía el mandatario,“tan estrechamente ligado a aspectos esenciales de la realidad
argentina contemporánea como también la profundidad de su enfoque humano y la
excelente técnica narrativa, me han puesto en contacto con una destacable producción de
la novelística actual de nuestro país. Permítame felicitarla por su obra y alentarla a seguir.”
La intervención personal de un presidente en ejercicio sobre una obra literaria marca que
la literatura adquiría un alcance político significativo. El mismo Perón, desde su exilio en
España, salió al cruce para intervenir en el debate, certificó, con su opinión sobre la Obra,
la preponderancia del costado político por sobre el literario, por otro señaló a Guido la
estrechez de sus construcciones históricas y su acercamiento a los sectores más
reaccionarios.
Para muchos críticos literarios la novelística de Beatriz Guido se agota en una
problemática de raíces éticas, permaneciendo como una crítica moral de la decadencia de
las clases altas, pero desde el punto de vista de otro sector ideológico de las mismas clases
altas. El sociólogo y crítico Juan Carlos Portantiero en el ensayo “Realismo y realidad en la
narrativa argentina” (1961) describía a Fin de Fiesta en tanto narración propia de un sector
social -la burguesía nacional- que se miraba a sí misma, lamentando su incapacidad de
conducción. Un lamento que no le alcanzaba ni como compromiso ni como intención
valedera de develar una realidad. La Obra quería llegar a un estado de conciencia, pero se
trata de una responsabilidad puramente formal y retórica. El crítico y narrador David Viñas

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también dedicó algunos párrafos a Beatriz Guido en el ensayo “Literatura argentina y


realidad política” (1964). Para Viñas Fin de Fiesta daba cuenta del papel desenmascarador
del peronismo para con las clases tradicionales, pero la denuncia tenía un carácter
insuficiente, porque se disipaba en detalles morales y costumbristas de la oligarquía.
Efectivamente, en las obras vemos varios pasajes que narran las costumbres, como
en la escena que Inés alimenta a Pablo: “No tarda en regresar a la buhardilla con una botella
de champan francés, varias latas de caviar y crackers americanas” (El Incendio y la
Vísperas, Cap. III, pág.79) o “desenvuelve los marfiles, las lacas, los corales, el ajedrez de
ébano y jade. Utiliza un ejército de sirvientes; y como si se tratara de una boda, pide ayuda
a la Confitería Paris”. (El Incendio y la Vísperas, Cap. XVII, pág. 234).
Igualmente en el capítulo III, página 89, nos encontramos con la descripción de los
valores morales, cuando Pablo le dice a Inés que los cuatros amantes pertenecen a su
imaginación, y ella piensa “las mujeres de ciertas condición tienen la virtud de parecer
siempre vírgenes, después de ser poseídas por varios hombres”.
En Fin de Fiesta la autora nos ilustra claramente esa conciencia de clase superior de sus
protagonistas: “Le agradecí que no me hubiera ofendido con sus confidencias. Este
pensamiento me avergonzaba; había tratado todo el tiempo de sentirme igual a él. Pero mi
conciencia de clase se mantenía, a pesar de todo, incorruptible. Guastavino era alguien que
dependía de mi abuelo; alguien a quien mi abuelo dirigía casi sin hablar, con una sola
mirada.” (Fin de Fiesta, Cap. VI, pág. 60).
La novela, según Viñas, no criticaba los valores de esa clase, sino que enjuiciaba a
sus hijos por no haber sabido emplearlos. "Hoy, escribir sobre el recuerdo de las infamias
de la oligarquía" -subrayaba- "es engrandecerla a través de lo mejor que le queda, de ahí
que la simple descripción se convierta en la exaltación que esa clase estimula y agradece".
La miseria moral de sus protagonistas señala la connivencia del punto de vista del narrador
con los estratos que tenían el poder, de manera que "la imagen del mundo que se formula
a través de Beatriz Guido es la típica pauta de una rama segundona codiciosa, ágil, sin
mayores escrúpulos, 'modernistas' y dispuesta a negociar". Era, pues, una escritura
engañosa e ineficaz, que situaba sus límites en la propia clase.
Es notable como los propios protagonistas de Fin de Fiesta no siguen una línea de
pensamiento, una ideología: Guastavino es el asesino a sueldo de Braseritas: “Yo no
entiendo nada…(pero) Tenés razón; hay asesinos y asesinos. Una cosa es matar a los
Valenzuela y otra a un senador, en el Senado, por querer descubrir a unos cuantos ladrones
imperialistas” (Fin de Fiesta, Cap. XII, pág. 112); y Adolfo Peñas Braseras sólo tiene

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conciencia de su superioridad, sin saber exactamente cuáles son sus valores: “Nos dijeron
que es demócrata progresista. Adolfo no atinó a responder, pero se prometió buscar en la
Historia de los partidos políticos en la Argentina.” (Fin de Fiesta, Cap. XVI, pág. 137). No
hay en las novelas un discurso que convenza, una ideología que nos atrape por su
acercamiento a la razón o a la verdad, tan sólo hay descripción de escenas y hechos desde
una perspectiva de clase alta. Tan sólo inicialmente Adolfo se siente mal por los
fusilamientos simulados, o por la muerte del Senador Bordabehere; luego esos escrúpulos
son sepultados por la búsqueda del bienestar propio.
Beatriz Guido es el antiperonismo en forma de novela retratado desde una visión
femenina.Trabajó los bordes de la mentira, la pura invención, la historia sensacionalista en
busca de un impacto en pleno centro de la credulidad. Construyó siempre una máquina de
ficciones autoconsciente, pero dentro del contorno de lo real-histórico.
En sus reflexiones sobre el significado de El Incendio y las Vísperas, la autora
expresó: “"Yo me deslumbré con los obreros de Perón también”; “Odio en primer lugar a
Perón, por su falta de rigor en las estructuras filosóficas”; "En El Incendio le hago juego a
la derecha. Tienen razón aquellos que me criticaron. Intenté pintar lo que puede hacer una
clase para defender la tierra; se hacen peronistas para que no les parcelen el Parque de la
Ancianidad; ahí sí hice política de clase. Critiqué tanto lo de Perón, torturas, etc. que se me
fue de las manos, me pudo mi clase" y “Cada peronista que he conocido dice: el peronismo
salvará al país del socialismo y eso me deshace”.
Fin de Fiesta presagiaba el peronismo como lo otro –y lo nuevo– frente al
agotamiento del modelo conservador y acumulación fraudulenta de poder. El Incendio y las
Vísperas concentraba la crítica al autoritarismo estatal con un muy poco disimulado
desprecio de clase, en el incendio del Jockey Club, dejando afuera el sujeto real del
peronismo, que en la novela se limita a sirviente y criados de la oligarquía. En la dedicatoria
de esta Obra, Beatriz homenajea a su padre, “que murió por delicadeza”. Se entiende que
su pudor consistió en irse antes de sucumbir a las humillaciones de clase que suponía la
historia argentina.
Como vimos, el peronismo movió los cimientos de una sociedad, donde el ascenso
de algunos estamentos causó conmoción en los escritores y pensadores de la época, y por
supuesto que la Literatura reflejó esos cambios sociopolíticos. Después de haber leído
textos como “Operación Masacre” o “La noche de los lápices” la lectura de las obras de
Beatriz Guido nos habilitan una perspectiva nueva, otros intereses, otra ideología.

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Bienvenida sea la diferencia, y que sirva para nutrirnos y crecer en democracia y en


pluralidad de voces, en puntos de vista diferentes de una misma realidad.

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BIBLIOGRAFÍA

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