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Bobbio, Norberto, Matteucci, Nicola y Pasquino, Gianfranco; Diccionario de

Política, Siglo XXI, México, 2005.

Anarquismo

Por Cian Mario Bravo

I. Definición general.

Es imposible dar una definición completamente precisa de anarquismo, porque el


ideal designado con este término, aunque ha evolucionado notablemente en el
tiempo, siempre se manifestó y se manifiesta más que como algo cumplido y
elaborado, como una aspiración, un último objetivo al cual referirse llenándolo de
significados y de contenidos distintos, según el punto de vista desde el cual se lo
observe. El término anarquismo, al que frecuentemente se asimila el de
"anarquía", tiene un origen preciso en el griego sin gobierno: por tal razón con éste
se ha identificado siempre una sociedad libre de todo dominio político autoritario,
en la cual el hombre habría podido afirmarse sólo en virtud de la propia acción
ejercida libremente en un contexto sociopolítico en el que todos deberían ser
igualmente libres. Anarquismo significó, por esta razón, liberación de todo poder
superior, fuese éste de orden ideológico (religión, doctrinas políticas, etc.) o de
orden político (estructura administrativa jerarquizada), o de orden social
(pertenencia a una clase o casta determinada), o de orden económico (proopiedad
de los medios de producción) o, finalmente, de orden jurídico (la ley): a estos
motivos se les agrega el genérico impulso a la libertad que origina los apelativos
de libertarismo atribuidos al movimiento, y de libertarios, otorgado a los
adherentes. Una vez precisados estos datos, por anarquismo se entiende el
movimiento que asigna tanto al hombre individual como a la colectividad el
derecho de usufructo de toda libertad, sin límites de normas, de espacio y de
tiempo, fuera de los confines que surgen de la misma existencia del individuo: vale
decir la libertad de actuar sin ser "oprimidos” por ninguna autoridad, encontrando
únicamente los obstáculos que la naturaleza opone, es decir la “opinión”, el
"sentido común”, la voluntad de toda la comunidad, a los que el individuo, sin tener
que someterse, y por lo tanto sin constricciones, se adecúa en virtud de un acto de
la voluntad libre. Esta definición genérica, distintamente valorada por los diferentes
pensadores y movimientos adherentes al anarquismo, puede sintetizarse en las
palabras que el anarquista Sébasticn Faure escribió en los años de 1920 de
nuestro siglo en la Encyclopédie anarchiste: "La doctrina anárquica se resume en
una sola palabra: libertad."

II. Nacimiento y primer desarrollo del anarquismo.

El espíritu libertario, vale decir el anhelo de la libertad absoluta, es propio de toda


época histórica: incluso se puede aseverar que el anarquismo se presentó, si bien
con aspectos heterogéneos, ya en la antigüedad clásica, acompañando de varios
modos su desarrollo socio- cultural. Se observan tres formas diferenciadas de la
presentación del fenómeno: a] en primer lugar está la manifestación de un
anarquismo en un nivel puramente intelectual en autores de excepcional o de
mínimo relieve, que criticaron la autoridad política de su tiempo y examinaron la
eventualidad de construir sociedades antiautoritarias o por lo menos no
autoritarias: frecuentemente, pero no siempre, la presentación de concepciones
libertarias coincidió con propuestas genéricamente definibles como utópicas; b] en
segundo lugar, la aspiración anárquica se vinculó a afirmaciones de tono más o
menos vagamente religioso: se incluye en este ámbito todas las llamadas
milenaristas a una sociedad perfecta, en la cual la mediación entre lo humano y lo
divino no habría necesitado particulares ((pág. 29)) superestructuras autoritarias
sino que, eliminadas éstas, habría podido verificarse inmediatamente; c] en fin,
ambas manifestaciones, intelectualistas o fideístas, se confrontaron en
movimientos efectivos de tipo social, en general insurreccionales, que en algunas
ocasiones históricas coagularon múltiples fuerzas sociales, especialmente del
mundo agrícola, en una forma de protesta colectiva contestadora de las
autoridades políticas y de las estructuras sociales existentes. Baste pensar en las
repetidas y frecuentes revueltas medievales de los campesinos ingleses para
llegar hasta las afirmaciones decididamente libertarias del movimiento de los
cavadores [diggers] en la revolución del siglo XVII, o en las revueltas de los
campesinos alemanes guiados por Thomas Münzer, que se rebelaron a los
príncipes, o a las numerosas expresiones extremas de los movimientos
anabaptistas.
Las concepciones libertarias desembocaron irrevocablemente en el mundo político
sólo en el siglo XVIII, como primera forma de reacción y al mismo tiempo de
conjunción respecto del racionalismo ilustrado, provocando y ampliando la
discusión sobre el concepto de autoridad; ésta —y el ejemplo ilustrado es el del
propio Rousseau— es admitida en el campo político, pero luego es circunscrita y,
en último caso, rechazada en el plano individual. La contradicción ideal ínsita en
esa relación se mantiene intacta, si bien traducida en un plano de lucha política
efectiva durante la revolución francesa, en la cual el grupo de los jacobinos, que
afirmaba con mayor fuerza los principios de la autoridad y de la centralización, vio
surgir de su mismo seno fuerzas contestatarias libertarias, como por ejemplo los
enragés, los enfurecidos o, ya en el fin del ciclo revolucionario, algunos
conspicuos exponentes de la conspiración babouvista por la igualdad.

III. La evolución histórica del anarquismo.

Con la revolución francesa y con el desarrollo industrial nace y se afirma un


anarquismo al que se le puede dar el apelativo de “moderno", y que está presente
todavía en el debate político de nuestra época. Una primera indicación de este
cambio es la afirmación del término anarquía en un sentido positivo que se
contrapone al uso, casi exclusivo hasta ese momento, en el sentido de caos, de
desorden. Con dichas características, pero siempre acompañada de la negación
absoluta del presente social, que asume un significado de ruptura revolucionaria
(más todavía, la negatividad pura será a veces el único componente evidenciado),
el anarquismo acoge nuevas formas de elaboración teórica y de aplicación
práctica que se acentúan cada vez más con el pasar de los años. En el campo del
debate doctrinal, el momento de partida de un verdadero "pensamiento anárquico”
puede fijarse a fines del siglo XVIII, en una obra famosa y popular, a pesar de ser
complicada y abstrusa: Enquiry concerning political justice de William Godwin, en
la cual los temas que serán típicos de todo el anarquismo, el rechazo de la
autoridad gubernamental y de la ley, se ubican en una dinámica dominada por la
razón y por un justo equilibrio entre necesidad y voluntad, que desembocan en la
exigencia de una total libertad ético-política, realizable solamente en un régimen
de abjuración de la propiedad privada y por lo tanto comunitario. Interpretados de
varios modos y elaborados ulteriormente, estos principios suministran el punto de
partida para el desarrollo posterior de toda la corriente ideal que, en el proseguirse
del tiempo, se remite al anarquismo comunista, al cual varios pensadores o
simples propagandistas agregarán paso a paso nuevos elementos. Si en Godwin
el anarquismo todavía no se presenta como una concepción completa en sí
misma, en el curso del siglo XIX adquiere una organicidad tal, como expresión y
punto de encuentro de un debate ideal, que halla en la realidad social una
inmediata correspondencia y se presenta en todo caso como anarquismo político,
social, y sólo raramente mantiene íntegra la caracterización exclusiva o
prevalentemente ética que predominaba en su primera presentación histórica. En
esta tarea y evolución en la que participan pensadores, políticos y "organizadores”
diferentes entre sí como —citando sólo a los principales— Proudhon y Bakunin,
Stirner y Malatesta, Kropotkin y Tolstoi, etc., se configuran algunas divisiones
fundamentales cuyos momentos de disensión, a pesar de los intentos a este
propósito, no se eliminaron nunca. La escisión básica es entre anarquismo
individualista y anarquismo comunista. El primero, que tiene como fundador a Max
Stirner apoya todo sobre el individuo que, a través de su "egoísmo" y la fuerza que
de éste resulta, se afirma a sí ((pág. 30)) mismo y a su libertad solamente en una
condición existencial totalmente desprovista de cualquier componente autoritario,
en contraposición, pero también en equilibrio, con todas las otras fuerzas y
egoísmos de los otros individuos, únicos en su obrar, en vista del último objetivo:
la realización completa del Yo en una sociedad no organizada e independiente de
cualquier vínculo superior. El anarquismo comunista, que en efecto representa
históricamente un paso adelante respecto del individualista, ve, por el contrario, la
plena realización del Yo sólo en la sociedad donde cada individuo sería inducido a
sacrificar una parte de la libertad personal, precisamente la económica, en
beneficio de la libertad social: esta última puede alcanzarse en una organización
comunitaria de los medios de producción y del trabajo, y en una subdivisión
también común de los productos ("a cada uno según sus propias necesidades”),
aun salvaguardando en ésta los principios fundamentales del anarquismo, vale
decir el ejercicio de las más amplias libertades, tanto para el individuo como para
el conjunto de los individuos en una sociedad. Como subcategoría de anarquismo
comunista, o estadio más atrasado, se puede considerar al colectivista (teorizado
por Bakunin y afirmado especialmente en España), que propone el comunitarismo
del trabajo y de la producción, con la colocación en común de todos los medios
necesarios para ésta, pero dejando a cada uno el gobierno individual de los
resultados del trabajo personal. En el cuadro de las corrientes señaladas, se
atraviesan y se interponen otras subdivisones, que acentúan más o menos los
aspectos sociales (con netos vínculos con el mundo del trabajo y en particular con
el proletariado) o privilegian los módulos ideal-políticos, es decir los temas
relativos al estado, al gobierno o, más genéricamente, a la autoridad. Todas estas
corrientes, que por cierto no deben acogerse con rigidez esquemática sino
examinándolas en sus relaciones reciprocas y en su devenir histórico, plasmaron
el sustrato dentro del cual se ha movido el mundo que, hasta nuestros días, se ha
remitido al anarquismo.

IV. Objetivos, medios y tácticas.

Se pueden examinar los momentos de mayor atención e intervención del


anarquismo deduciéndolos tanto de su presentación histórica como de su
conducta frente a los problemas actuales. Pueden señalarse tres subcategorías
que se refieren respectivamente a: a] los objetivos, que pueden ser I] negativos, o
bien II] constructivos; b] los medios; c] las tácticas.

a, I] Objetivos negativos.
Éstos son sin duda los frutos críticamente más elaborados, presentes en todo
tiempo del anarquismo, y pueden centrarse en la negación que el anarquismo
efectúa de A] la autoridad, B] el estado. C] la ley.
A] El anarquismo rechaza toda autoridad, en cuanto señala en ella la fuente
de los males del hombre: la autoridad que se rechaza es tanto la sobrehumana
como la humana. Encabeza la serie la autoridad divina, es decir el poder
sobrenatural del que se hace descender toda otra facultad de mando, que se
niega no tanto como consecuencia de un razonamiento filosófico sino simplemente
porque es un poder y como tal condicionante del hombre en sus elecciones y en
sus acciones voluntarias: como corolario nace el rechazo de toda religión, en
cuanto ideología, “noble mentira” justificadora de una arbitrariedad que se ejercita
con intenciones represivas y con resultados que escapan del mundo moral para
asumir estructuras terrenas y coercitivas en la vida del individuo y en la de la
comunidad. Históricamente dependiente de la autoridad divina, pero asumiendo
una plena autonomía en épocas modernas contemporáneas, está la autoridad
política, identificada con los que tienen en las manos la gestión del poder político y
que se expresa en los vértices del gobierno y, descendiendo hacia niveles cada
vez más bajos, en todas las apariciones del poder en escala nacional, que forman
la estructura del estado, es decir en las instituciones. La autoridad política,
expresión de la autoridad o del poder económico según la interpretación del
anarquismo de algún modo vinculado con el análisis marxista, es la causa
primigenia de la opresión del hombre en el estado de sociedad, y como tal debe
ser combatida en el plano ideal y en los hechos. De aquí nace la firme oposición
del anarquismo a todo poder político organizado, institucional o voluntariamente,
como es el caso de la asociación política por excelencia, el partido, mientras que
algunas corrientes admitirán la organización sindical en un plano horizontal. En
efecto, en la organización política el ((pág. 31)) individuo —a causa de una
coerción o de un propio acto voluntario— cede una parte de libertad a beneficio de
la colectividad, y así como en un nivel superior se rechaza cualquier concepción
contractualista, en un nivel más bajo tampoco se admiten las tesis asociacionistas,
con la única excepción de las mutualistas, para las cuales el individuo no se priva
de nada que le pertenezca sino que en una especie de donación cede a la
comunidad algo que tiende, por el contrario, a exaltar su libertad de individuo.
B] Vinculado con la conducta señalada del anarquismo frente a la autoridad,
está su rechazo del estado. Éste, en toda su organización piramidal-burocrática,
es el órgano represivo por excelencia que priva al individuo de toda libertad
otorgándose únicamente a sí mismo la capacidad de actuar y, sobre todo, la
posibilidad de definir dicha libertad imponiendo una serie de "obligaciones” y de
comportamientos a los que el individuo no puede escapar y que por lo tanto el
anarquismo se propone combatir. En cuanto órgano de represión pura, el estado
es visto por el a. con una capacidad de intervención global en la vida de cada
individuo, en su acción económica, en su existencia social como así también en su
misma capacidad de desarrollo ético e independiente. El estado no es sólo causa
de todo el mal social: es también el productor del orden económico existente y, en
la época moderna, del capitalismo; este último puede sobrevivir sólo porque se
apoya en la base político-organizativa que le suministran las estructuras estatales.
De ese modo el a. (por ejemplo en la interpretación de Bakunin y de sus epígonos)
invierte completamente el análisis marxista de la relación existente entre las
estructuras económicas y las superestructuras políticas.
C] Finalmente, como consecuencia de su actitud hacia el estado, la
anarquía condena la ley, vale decir toda forma de legislación, en cuanto expresión
práctica de una voluntad de represión de la máquina estatal. La ley es el
instrumento de opresión del que se sirve la organización política del presente para
coartar específicamente las libertades que la autoridad, como tal, reprime
genéricamente. La legislación se rechaza, en consecuencia, como forma de
contención de una condición social de libertad y como medio de engaño que los
fuertes emplean contra los débiles o, para las corrientes del anarquismo social, los
ricos contra los pobres, los capitalistas contra los proletarios. Esto no quiere decir
que el anarquismo rechace cualquier defensa del organismo social existente; en
efecto, admite formas de jurisdicción libres y espontáneas que surgen de las
mismas exigencias de situaciones concretas y que deben interpretarse como
verdaderas intervenciones terapéuticas frente a los males sociales y que tienen
por objeto la “curación" de dichos males y no su persecución o condena.
a, II] Objetivos positivos o constructivos.
Estos parten de dos presupuestos: en primer lugar, de toda la crítica negativa
respecto del mundo existente ya señalada; en segundo lugar, de la comprobación
de que si el hombre debe vivir sin estado y puede vivir sin gobierno, debe también
desarrollar su existencia en cualquier sociedad, dando lugar a la aceptación
conceptual de ésta y, consecuentemente, a la posibilidad de referirse a una futura
"sociedad anárquica”. Esta nueva sociedad tiene como fundamento y como única
condición esencial la liberación del individuo de cualquier imposición externa en el
nivel individual y social: el único vínculo que todavía condiciona el comportamiento
individual es la "opinión", vale decir la actitud —igualmente libre y autónoma— de
todas las otras mónadas que constituyen la sociedad. En un marco de este tipo
pueden surgir todas aquellas formas de vida social organizada, que con una
contradicción sólo aparente han sido definidas como "organizaciones” anárquicas
y que afectan: A] el campo económico, B] el campo social.
A] Se presentan diversas propuestas de una nueva estructuración
económica que generalmente se refieren a una gestión comunitaria o comunista
de la sociedad: se puede afirmar que todas están basadas en el elemento
cooperativo, es decir en la libre asociación de individuos para fines productivos o
de distribución de los bienes producidos, con la eliminación de toda dirección
autoritaria a través de la instauración de una autogestión desde abajo,
determinando en consecuencia los objetivos comunes e indicando los medios
técnicos (necesariamente "autoritarios”) para lograr dichos fines concretos. De la
forma ((pág. 32)) cooperativa originaria, de base, se pasa a construcciones cada
vez más amplias a través de figuras sucesivas y mayormente articuladas de
federación.
B] La base social de la organización anárquica, paralela a la económica,
está construida, según las corrientes, por el mismo individuo o por el núcleo
familiar: éstos, unidos en un cierto territorio geográfico y con intereses y
actividades colectivas y afines, constituyen la comuna [la commune], dentro de la
cual todos son iguales y las decisiones se asumen por iniciativa de todos, en una
especie de democracia directa que es, sin embargo incompleta porque no posee
la institución de la representación (aun en sus formas más delegadas). La unión
de las comunas da lugar a la federación, en el ámbito de la cual las relaciones de
mediación son análogas, y así se tiene, cada vez en una escala geográfica más
amplia, la federación de las federaciones, hasta alcanzar la meta ideal, es decir la
federación anárquica universal, una especie de objetivo final al cual aspira como
una meta de deseable (más que posible) realización. Si éstos son los aspectos
positivos generales del anarquismo, entendidos como proyectos de solución global
de los problemas de la humanidad, es oportuno observar que el anarquismo
propone también una serie completa de objetivos intermedios que pueden
llamarse, impropiamente, de acción social y que son siempre de realización
inmediata o de persecución a corto plazo: pero estos últimos coinciden más bien
con los medios, a través de los cuales el mismo anarquismo piensa realizarse.

b] Los medios. Son muy diferentes, si bien históricamente tuvieron una notable
interdependencia entre ellos. Incluso apoyándose en presupuestos
antiorganizativos, una amplia parte del anarquismo (con el auspicio de Enrico
Malatesta) acogió la posibilidad de la organización como fundamento para el
progreso y la difusión de las mismas doctrinas anárquicas, que debe agregarse a
la propaganda tradicional (o a la específica, pero rechazada por muchos, llamada
"de" y "con los hechos") y que debe usarse con el respeto de determinados
vínculos libertarios, como por ejemplo el llamado a la autogestión desde abajo o la
sustitución de los órganos dirigentes centrales (como comités centrales o consejos
directivos) con simples comités de correspondencia. El dato organizativo tuvo
siempre en el anarquismo una explícita referencia social, muy distinto por ejemplo
del que propone el marxismo; en efecto el anarquismo se remitió a las masas,
jamás a la clase; mucho menos aún a la clase obrera, considerada una verdadera
y propia aristocracia incapaz de querer obtener la propia libertad porque está ya
integrada en el "sistema" y es usuaria de numerosos privilegios; sí en cambio al
lumpenproletariado de las ciudades y sobre todo del campo, que vive en los
márgenes de la sociedad burguesa y en condiciones de miseria material y moral y
por lo tanto listos a sublevarse contra las estructuras del poder. Organización y
propaganda, unidas o separadas según las interpretaciones, son las bases
necesarias para las tres formas de acción anárquicas que caracterizaron todo el
movimiento y que suscitaron la atención teórica: A] la educación; B] la rebelión; C]
la revolución.
A] En la sociedad autoritaria la educación representa la primera forma de
intervención represiva sobre el hombre: es lógico, por lo tanto, que el anarquismo
haya tratado de recoger todos aquellos elementos libertarios aplicables primero al
niño y luego al adulto, en condiciones de formar ética y culturalmente al hombre,
pero sin constreñir su inteligencia y su espíritu dentro de esquemas fijos
establecidos a priori. La educación y, más genéricamente, toda la pedagogía
libertaria trataron de construir una escuela libre de vínculos con la sociedad
represiva y capaz de contribuir a la creación de un hombre sin inhibiciones hacia sí
mismo que actuase frente a la sociedad libre de cualquier esquema impuesto.
Pero la educación, entendida no ya como un elemento de formación individual sino
como un verdadero proceso de difusión de ideas anárquicas en la sociedad,
representó uno de los mayores momentos de intervención del anarquismo que,
especialmente en sus expresiones pacifistas basadas en el concepto de amor y de
no violencia (fue el caso de Lev Tolstoi), concedió amplísimo espacio a todas
aquellas motivaciones que de alguna manera implicaban la posibilidad o la
necesidad de dar una libre formación al niño o, más ampliamente, al hombre que
vive en una sociedad: nacieron incluso concepciones que recibieron la
denominación de “educacionismo" porque justamente ((pág. 33)) en el factor
educativo encontraban el principio y el fin de su acción.
B] Una característica del anarquismo que se manifiesta en su exterioridad
violenta o por lo menos no pacífica, es el fenómeno de la rebelión (cercano, pero
no necesariamente conectado, al fenómeno paralelo de la insurrección): la
rebelión es la manifestación imprevista y violenta, la mayor parte de las veces en
forma irracional, de una acción destructiva contra el orden constituido. Dichas
acciones, justamente por la impulsividad y por la falta de organicidad con que se
producen, pueden incluso obtener un éxito inmediato, es decir, como sucede en el
caso de la insurrección (pero a la cual precede una respectiva teorización),
pueden originar la revolución verdadera: pero la mayoría de las veces tiene sólo
un fin destructivo inmediato y su presentación coincide con su misma
desaparición, en cuanto tienden a eliminarse al mismo tiempo a sí mismas y al
opositor autoritario contra quien se levantan. Las rebeliones libertarias, frecuentes
en todas las épocas históricas, raramente han sido "productivas” para el
movimiento y por el contrario suscitaron con mucha frecuencia reacciones
contrarias que han sido dañinas para todo el anarquismo.
C] La forma más orgánica de intervención antiautoritaria es seguramente la
revolución, predicada y propagada por numerosos pensadores y múltiples
movimientos y grupos anárquicos que vieron en ella la posibilidad de rescate de la
opresión autoritaria. Se trata de una contradicción íntima de todo el
antiautoritarismo, porque la revolución por sí misma es seguramente autoritaria,
intentando obtener con la fuerza lo que la razón, la opinión y el consenso no
pudieron procurar: en efecto, el anarquismo tuvo conciencia de esa contradicción y
el concepto enunciado de revolución (derribamiento de la autoridad para la
instauración de la nueva condición ideal) coincidió con el de rebelión, manteniendo
las características de la inmediatez y de la impaciencia revolucionaria, para las
cuales los fines deben alcanzarse inmediatamente y los objetivos de la
transformación social pueden realizarse en el brevísimo arco de la revolución-
revuelta. Es evidente el elemento utópico de tal concepción revolucionaria, por lo
cual ésta fue, y es, más que efectiva, puramente ideal, y más que política,
puramente intelectual y abstracta, imaginable en todo momento, siempre lista a
desencadenarse, pero jamás manifiesta si no en la reducida configuración de la
rebelión o de la insurrección.

c] Las tácticas. Históricamente el anarquismo hizo palanca sobre algunos


momentos tácticos de intervención que originaron verdaderas teorizaciones que
puede sintetizarse así: A] voluntarismo; B] espontaneísmo; C] extremismo; D]
asambleísmo y movimentismo. Se observa que dichos componentes se
manifestaron casi siempre unitariamente o por lo menos vinculados y
entrecruzados entre ellos, en cuanto contribuían todos juntos a formar el
fenómeno al que se le puede asignar el nombre de "acción” libertaria.
A] El anarquismo, rechazando la conciencia de clase marxiana, basa su
tesis de intervención política únicamente en la libre elección individual; en
consecuencia, en la voluntad de cada individuo: las varias voluntades se unifican
por una especie de "espíritu vital”, de pasión colectiva, emotiva y racional al mismo
tiempo, que amalgamando las intenciones de acción de los individuos y generando
un comportamiento colectivo abre una perspectiva de actos comunes.
B] Las voluntades individuales, unificadas como se ha dicho, se
caracterizan en un modo social y revolucionariamente antiautoritario
espontáneamente: el impulso a la destrucción (o "alegría” de la destrucción, según
Bakunin), que es propia del individuo, comporta espontáneamente la tentativa
destructiva y revolucionaria que, por lo tanto, no exige una larga y particular
predisposición sino que nace natural y sin esfuerzo por el solo hecho de que en el
presente existe la autoridad. El espontaneísmo, pues, para el anarquismo está en
la base de todo movimiento y de cualquier eventualidad de acción: ésta tiene una
razón de ser sólo cuando emana de exigencias sociales, políticas o simplemente
intelectuales, tan sentidas como para manifestarse fuera de sí mismas, sin
necesidad de una estructura que determine sus objetivos o de una dirección que
guíe su camino. La organización señalada, aceptada por algunos antiautoritarios,
tiene sólo la finalidad de facilitar el desarrollo de las elecciones nacidas
espontáneamente o, ((pág. 34)) a lo sumo, coordinarlas hacia el objetivo libertario
final.
C] Las propuestas de rebelión espontaneístas obligan al movimiento
anárquico, tanto en el campo social como en el terreno político, a proponerse
siempre objetivos que van más allá del presente, que superan la realidad no por
una construcción futura que parte de ésta sino por una subversión en el porvenir
que logre la abolición de lo que existe, sustituido por una nada antiautoritaria que
deviene el todo de la racionalidad anárquica. Son propias del anarquismo las
múltiples elecciones extremistas destructoras de las condiciones presentes,
independientemente de la efectiva gestión de éstas y en forma autónoma de la
posibilidad de cumplir en el plano práctico lo que se afirma ‘‘extremistamente’' en
el plano teórico: sirvan de ejemplo las tesis sostenidas por los hermanos Cohn-
Bendit en Extremismo, remedio de la enfermedad senil del comunismo, 1968.
D] Para el anarquismo es el mismo “movimiento" espontáneo el que crea
las condiciones del ulterior progreso del ideal que se quiere afirmar: el
movimentismo constituye una manera de privilegiar a la acción por sí misma, el
remitirse a todo lo que sucedió concretamente apuntando no a un objetivo
inmediato, concreto, sino a la realización súbita de una finalidad abstracta. A pesar
de la conexión existente con la realidad y el propósito ultrarrevolucionario, el
movimentismo esconde, efectivamente, tentativas meramente insurreccionales,
con la continua persecución de nuevas acciones locales, espontáneas o por el
estilo. El movimiento se sostiene y se organiza a través de la utilización del
instrumento asamblear. El asambleísmo, en teoría, es la forma democrática
perfecta que concede al individuo y a la totalidad el modo de expresar
completamente las propias capacidades sin imponerse sobre las opiniones y las
valoraciones de los otros. En la realidad histórica y sociológica es un instrumento
capaz de funcionar sólo cuando hay un grupo pequeño de dirigentes, una élite
(mejor si oculta), en condiciones de preordenar y programar los trabajos de la
asamblea, vale decir de forzar las opiniones de los demás y de inducir a la "base”
a aceptar lo que haya preordenado la misma élite. Ésta es, ciertamente, otra de
las contradicciones intestinas de todo el movimiento antiautoritario, comprobada
histórica y teóricamente por el mismo Bakunin y por todos sus seguidores hasta
nuestra época. Bakunin, aun actuando en las organizaciones oficiales del
proletariado (la I Internacional), en ellas y sobre ellas introdujo siempre núcleos de
"fidelísimos", de élites, caracterizados por el sectarismo y por el sigilo, que tenían
la finalidad de definir la línea de acción de las mismas organizaciones y, más
generalmente, de todo el movimiento autoritario.

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