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EL DECLIVE DEL HEROÍSMO TRADICIONAL

Y EL SIMBOLISMO DE LA VACIEDAD

Sin relato que lo glorifique, el Héroe no es Héroe


Tzvetan Todorov

I. LOS PRIMEROS HÉROES DE LA LITERATURA ÉPICA

Desde los inicios de la historia, el hombre ha necesitado de dioses,


semi-dioses, héroes (estas dos últimas categorías a menudo se
asimilan), así como de víctimas. A través de los actos de los dioses y
héroes dados a conocer al público por la tradición épica oral o escrita,
se edificó un modelo de conducta que contribuye a que los hombres
no trasgredan los límites que la sociedad establece, a veces en forma
autoritaria, o a veces más democrática. Esos confines siempre son
recordados a los hombres cuando se apartan de los parámetros
aceptados por la sociedad o se rebelan contra el orden dado.
El primer héroe de la historia literaria nació en los años 2500 antes
de nuestra era y llevaba el nombre de Gilgamesh. Si bien es un
personaje mítico, que la leyenda coloca en la ciudad mesopotámica de
Uruk, se pretende que habría existido y sido el quinto rey de Uruk
hacia el año 2650 antes de nuestra era(1). En realidad, Gilgamesh no
es muy conocido en la tradición occidental aunque su leyenda
coincida con la primera transcripción del Diluvio, el cual antecede al
reino del rey sumerio. Su caída en el olvido fue tal que la ideología
judeocristiana pudo apropiarse de la historia del Diluvio y
transformarla en el símbolo bíblico que pretende explicar el origen de
la odisea humana.
En la leyenda, Gilgamesh era un monarca orgulloso de su fuerza y
belleza y que, por ser rey y pensar que era omnipotente, infringe las
normas impuestas por los dioses a la humanidad. Actúa soberbia y
despiadadamente para con su pueblo, pero su actitud despótica
excede el umbral de tolerancia de los jueces divinos. Su desprecio
hacia el principio de ponderación es también un reto a la muerte, ya
que se cree inmortal. Los dioses toman entonces la decisión de
castigarlo para poner un freno a su hybris y tiranía. En vista de ello,

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crean Enkidu, un ser que fabrican a partir de arcilla y cuya fuerza


equipara la de Gilgamesh. La intención de las autoridades divinas es
hacer de Enkidu un contrincante de Gilgamesh capaz de dar a este
último una lección y así inculcarle los límites del principio de “justo
medio” dentro de los cuales todo hombre mortal debe confinarse.
Desafortunadamente para los dioses, los dos rivales se convierten no
en enemigos sino en los mejores amigos del mundo. Se divierten
ostentando su fuerza inigualable al luchar contra poderosos
personajes del mundo y vencerlos(2), por lo que los dioses deciden
provocar la muerte de Enkidu, devenido en el alma mater de
Gilgamesh, enviándolo de regreso a la tierra de la que había surgido.
Es perdiendo a su inseparable amigo que Gilgamesh entiende por
primera vez el dolor que la muerte puede producir en un ser, y decide
emprender la travesía de las Aguas de la Muerte para descubrir el
remedio contra el óbito, buscando para ello al anciano más longevo
del mundo, quien vive en el jardín del sol. Este Noah bíblico, llamado
“Utnapishtim”(3), es el único en tener la llave del reino de la
inmortalidad. Narra a su huésped Gilgamesh la historia secreta del
diluvio y cómo Enki, el rey del Océano primordial que encierra al
mundo en sí, salvó a la humanidad al hacer de él, Utnapishtim, el
sobreviviente de la catástrofe acuática. En otros términos, la
inclinación de Enki hacia el hombre(4) lo había conducido a revelar al
anciano el designio infausto que sus homólogos, los dioses Enlil y
Anu, tenían previsto para la Tierra y a enseñarle cómo escapar de este
destino y recrear la humanidad. Todo eso le cuenta Utnapishtim a
Gilgamesh, además de instruirle la manera de llegar a las plantas
divinas de la inmortalidad. Pero el héroe mesopotámico nunca pudo
apoderarse de ellas ni, por consecuencia, acceder al estatuto de
inmortal, dado que, en el momento de cogerlas, las plantas le fueron
sustraídas(5). Pese a ello, Gilgamesh no cayó en la desesperación. Más
bien, su peregrinaje lo llevará a aceptar y entender su condición de
mortal(6). Reconocerá que la única inmortalidad es la que coincide con
la celebridad adquirida en base a la instauración de un gobierno
bueno y justo, al empeño en hacer primar los intereses del pueblo por
encima de todo, y a la edificación de monumentos y construcciones
arquitectónicas propias a la civilización humana. A fin de
recompensarle por haber retomado el camino de la humildad y dado,
dentro de esta línea de redención, la prosperidad a la ciudad de Uruk,
los dioses le concedieron la gloria que le permitió mantenerse vivo en
la memoria histórica de su pueblo, un recuerdo que además se
Interpretaciones políticas de la literatura y la filosofía - 3 -

universalizará, ya que en el siglo XX arqueólogos descubrirán no sólo


las ruinas de Uruk sino también, en el Mar del Norte, una joya con la
figura del rey sumerio estrangulando a dos leones(7), ratificando con
ello el coraje de este monarca legendario.

Se podría argüir en contra de la presencia de un personaje como


Gilgamesh en el panteón mundial de los héroes castrenses y afirmar
que sus peripecias se inscriben más bien dentro de un proyecto
individualista, puesto que el protagonista de la historia emprende una
búsqueda de orden existencial. Pero las preocupaciones que lo
afligen, a pesar de ser rey, coinciden con las que han tenido los
hombres a lo largo de los milenios. Y el accionar de Gilgamesh, luego
de su proceso de redención, influyó decisivamente en la forma de
gobernar su pueblo y de lograr la prosperidad en su nombre. Así que,
aun si antes de su reconversión se diferenciaba radicalmente de un
héroe de la posterior gesta griega, el cual se dedicaba más a la
perpetuación de su nombre, al recuerdo de su lugar de origen en la
Memoria de la historia y al reconocimiento de los dioses que lo
protegen, Gilgamesh tuvo una participación activa en la consolidación
de su ciudad transformándola en un bastión, construyendo
gigantescas murallas que permitieron contener a sus enemigos
exteriores, en particular a los provenientes de Kish, otra potencia al
norte de la baja Mesopotamia(8). No es difícil imaginarse que este
proceso de reedificación de Uruk ocupa un espacio importante en la
mente de la gente de entonces pues el relato de Gilgamesh empieza
con la revelación de que la ciudad está en plena reconstrucción. Es
evidente que este periodo es trascendental, ya que representa una
ruptura entre las dinastías que preceden el advenimiento del reino de
Gilgamesh y las que sucederán a este último(9). Estamos en un
periodo en que los reyes anteriores a Gilgamesh eran tiranos,
totalmente ajenos a la causa de sus súbditos, una actitud que, como
hemos visto, atrajo al inicio del reino de nuestro héroe sumerio la
atención de los dioses, quienes intervinieron a fin de impedir que
Gilgamesh continuara hostigando a su pueblo. Ello significa que el
relato de Gilgamesh se inscribe dentro de un cambio de paradigma,
que lleva a la reformulación de las relaciones dirigente-pueblo e
individuo-sociedad. Pero no solamente se están definiendo las pautas
y responsabilidades sociales que incumben a cada ciudadano y
gobernante frente a sus compatriotas. La historia de Gilgamesh pone
al descubierto el surgimiento de una toma en consideración del sujeto
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en sí, solo en el mundo aunque rodeado de dioses. Gilgamesh es un


hombre asaltado por problemas existenciales fundamentados en su
condición de mortal y en el carácter contingente de su vida, y a los
que, aun siendo rey, no puede escapar. En ese sentido, aunque fuera
en un primer momento equiparado a un Dios inmortal, Gilgamesh
ofrece a sus prójimos una imagen un tanto reconfortante de la vida en
el mundo en la medida en que se convierte en un humano con sus
debilidades y miedos. En otras palabras, al poner de relieve los
sentimientos de desasosiego y ansiedad que lo afectan y al lograr
vencerlos, el rey de Uruk presenta un modelo sociopsicológico viable
que lleva a que la gente se identifique con él, lo respete y, de esa
manera, sea más propensa a aceptar su situación de dominada y el
statu quo.

Como vemos, dentro del contexto de la literatura épica antes


expuesto, que está impregnado de un mensaje político, un héroe,
aunque esté rozando las fronteras del reino divino, no es un dios. Es
un mortal cuyo estatuto suele colocarse por encima del promedio
humano por las proezas que realiza. Sin embargo, no todos los
guerreros que mueren heroicamente son declarados héroes, sino sólo
los que los dioses designan como tales. En el marco de su teoría del
mito de las razas, Hesíodo expone esta idea al dividir las razas en
cuatro categorías: oro, plata, bronce y hierro. La época de oro equivale
a una era paradisiaca, de Dikè (justicia); la de plata encarna la
decadencia y la impiedad, por lo que Zeus le puso fin; la de bronce se
confunde con la hybris (la desmesura); y la del hierro es inherente al
desorden, la violencia y la muerte. Para Hesíodo, los hombres de la
raza del bronce están imbuidos de la hybris militar. Son hombres
fuertes, brutales, temerarios, que inspiran el terror, como Ares. Su
única preocupación es hacer la guerra y por lo tanto mueren en la
guerra(10). Al unirse después de su deceso a los difuntos del Hades, se
hunden en el anonimato(11), lo cual es, para los griegos, la peor de las
calamidades, pues el sueño de cada uno de ellos es perennizar su
imagen por medio de la memoria (Mnemosine) que los aedas
mantienen viva al difundir oralmente las hazañas protagonizadas por
los hombres ejemplares. Curiosamente, Hesíodo sitúa a los héroes
entre la raza de bronce y la del hierro y señala que al morir también
caen en el olvido aunque algunos logran escapar al nefasto anonimato
y acceder a la isla de los bienaventurados en el más allá. Si pueden
obviar este funesto destino es porque Zeus, en tanto “padre de los
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guerreros dioses”, concede la gracia a esos anèr (guerreros), término


que, en Grecia, es prácticamente sinónimo de héroe(12).
El poeta Homero es representativo de este periodo de perpetuación
del recuerdo por medio de la narración oral, siendo la Ilíada el apogeo
del recuerdo de héroes y de la gesta antigua que Aquiles el aqueo,
Héctor el troyano, y en menor medida Áyax, dan a conocer a través de
sus proezas. Cada uno simboliza un heroísmo propio, poniendo en
evidencia una variedad de modelos que corresponde a la naturaleza
caleidoscópica del humano, de la política y, en consecuencia, de la
guerra. Por ejemplo, en lo que atañe a este último aspecto, la actitud
de Aquiles e Ulises ilustran dos modos de combate totalmente
diferentes, a saber: una forma de guerra convencional y una no-
convencional. Aquiles es el perfecto soldado joven, heroico, con coraje,
que representa a la guerra regular y pelea dentro de un marco
normativo bien determinado en que acuerda con su adversario dónde
y cuándo se dará el enfrentamiento. Por su lado, Ulises, de mayor
edad, más político, revela ser el verdadero predecesor de Sun Tsu y de
la guerra asimétrica cuando, para contrabalancear el exceso de fuerza
del enemigo, recurre al uso de estratagemas (como el del caballo de
Troya) y emboscadas, que coinciden con un modelo de guerra
irregular(13).
Asimismo, la causa a la que los héroes de la guerra de Troya se
unen tiene para cada uno una significación diferente: si bien encarna
la excelencia y, por ende, la búsqueda de la gloria, Héctor, adversario
de Aquiles, sirve un ideal ligado a la patria. Aquiles, por su lado,
ofrece un lado del heroísmo que se inscribe dentro de los parámetros
actuales del individualismo. Ello lo lleva a adoptar puntos de vista
que tienden a sobreponer su amor-propio y orgullo por encima de la
causa común. Colérico, prefiere renunciar a las generosas
reparaciones ofrecidas por Agamenón, rey de Mecenas y comandante
de los aqueos, quien lo había ofendido. Y si bien Agamenón, yendo
contra su condición de rey, no tuvo reparo en inclinarse ante Aquiles,
su subordinado, éste no eximió al rey aqueo de la culpa que le
incumbía por haberlo vejado. Al rechazar los honores concedidos por
Agamenón, Aquiles revela una forma de heroísmo radical marcado por
el maniqueísmo, pues el sentido de honor que lo habita excluye que
se coloque en una posición intermedia. Es decir toma todo o nada, se
sitúa arriba o abajo, y no transige cuando del honor se trata. Son
esos rasgos de radicalismo muy corto de luces que conceden al
heroísmo, tal como lo concibe Aquiles, un halo de individualismo.
- 6 - Declive del heroísmo

Además, en base a la línea de raciocinio que acata, Aquiles prefiere


morir joven, heroicamente, cumpliendo con un destino divino
bendecido por Zeus, así como dejar su recuerdo vivo en la memoria de
la historia que tener una larga vida caracterizada por la banalidad y el
olvido(14). Considerando que los griegos no creían en la inmortalidad
del alma, como lo hacen los cristianos(15), y si descartamos la teoría de
la metempsícosis abordada por Pitágoras, la Memoria (Mnemosine) es
la cumbre del reconocimiento póstumo y eterno. No se puede evitar
pensar que la ambición rabiosa que tiene cada combatiente de figurar
en el repertorio de Mnemosine procede en cierta medida también de
una mentalidad individualista.
Los héroes griegos son complejos. Por un lado, sus actos recalcan
cualidades como el coraje, la solidaridad, el respeto ante la
experiencia de los ancianos, el cual llevaba a los más ilustres a no
dudar en recoger en las asambleas la opinión de Néstor, el sabio
anciano que había vivido tres generaciones. Por otro lado, Ulises es
tramposo. Aquiles es intolerante y un tanto caprichoso en su forma
de ofuscarse y de afrontar a Agamenón y a sus compañeros soldados
griegos; cruel cuando, luego de vengar la muerte de su amigo Patroclo
dada por Héctor, profanó el cadáver de éste al arrastrarlo detrás de su
carro a través del campo de batalla durante días, violando así las
normas rituales divinas y terrestres(16). Los dioses griegos no escapan
a la regla y tienen igualmente su lado poco glorioso. Hera, la esposa
de Zeus, es celosa y no duda en hacerle escenas en reuniones donde
asisten otros dioses y diosas. Poseidón es conocido por sus iras
desmedidas. Como se puede observar, los héroes y dioses son
proclives a caer a veces en la ambigüedad al no estar desprovistos de
los defectos inherentes a los humanos. Pero es justamente en base a
esas imperfecciones que los residentes del Monte Olimpo y sus
protegidos, los héroes, pueden aparecer más cercanos a los hombres.
Visto desde esta perspectiva, cumplen muy bien con su función si se
admite que el héroe simboliza un:

“sistema de valores considerado como ideal, una imagen a la


que cada uno participa vía un proceso inconsciente de
proyección e identificación”(17).

Esta definición del héroe es absolutamente congruente con el


contexto histórico en que se desarrolla la Ilíada. Si bien Homero no
era un historiador, lo cual indujo a J. Chadwick a decir que “Homero
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era un mentiroso”(18), y aun si el relato de la Guerra de Troya puede


haber sufrido no solamente aclimataciones históricas y culturales
sino también interpolaciones, tal como se sospecha, el aeda presenció
cambios sociopolíticos importantes(19). En la época en que Homero
supuestamente vivió, se había puesto en marcha el proceso de
colonización griega. El modelo de la ciudad en tanto centro de
decisión política estaba emergiendo(20) no sólo en la madre patria sino
que era también reproducido por los colonos en los territorios
conquistados. Además, según lo planteado en 1795 por Friedrich
August Wolf en sus Prolegómenos a Homero, la transcripción en forma
coherente de los poemas de Homero fue realizada por Pisístrato en el
siglo VI antes de nuestra era. Como sabemos, Pisístrato, gran
estratega y maestro de la política exterior, fomentó la colonización
militar y económica de Atenas en los territorios vecinos de Grecia.
Dentro de esta óptica, podemos considerar que la difusión tanto oral
como escrita de la gesta homérica convergía con un deseo de vigorizar
la fuerza combativa de los soldados griegos que estaban, en virtud de
la evolución política de esta época, expuestos a participar en una
guerra de conquista. No nos olvidemos tampoco que, dentro del
régimen educacional griego del que sobresalen valores como el coraje,
las virtudes políticas y la solidaridad, la tradición poética épica y oral
con su conjunto de héroes heredado de Homero ocupa un espacio
privilegiado(21). Fue durante siglos parte integrante de la paideia, o sea
del sistema de enseñanza de los griegos, y perduró hasta que Platón
la impugnara por ser enraizada en un contexto ficcional, mitológico, y
la reemplazara por un corpus educacional fundamentado en la
filosofía, ya que ésta correspondía más a la verdad en ese momento de
la historia. Es decir que la épica de Homero tuvo un alto contenido
político al ser promotora de valores que influirían en la organización
de la polis.

II. LA EVOLUCIÓN DEL HÉROE HASTA EL SIGLO XXI

La condición de héroe ha variado a lo largo de la historia. Como lo


hemos visto en la tradición occidental, el primer héroe fue asimilado a
Aquiles, de características fuertemente individualistas, que suplanta
al héroe sumerio, quien da más la imagen del héroe que termina
orientándose hacia la causa social. Los romanos tomaron prestado de
los griegos sus héroes (entre muchas otras cosas). Inspirándose de la
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Ilíada y la Odisea, hacen de Eneas, el protagonista de la obra La


Eneida que escribió Virgilio, un sobreviviente de la guerra de Troya.
Pero van más allá del heroísmo griego al dotarlo de un proyecto
nacional e histórico fundamentado en la formación del pueblo
romano(22).
Bajo la influencia de San Agustín (354-430 de nuestra era), el
cristianismo procuró remediar la paradoja que promovía de forma
simultánea al guerrero, emblema de la muerte, y a la fe cristiana,
supuestamente destinada a ser el vehículo de un ideal de pacifismo.
Se convirtió entonces al guerrero cristiano en “soldado de Cristo”(23), lo
cual conllevaba la fuerte connotación de mártir y/o santo. Agustín, si
bien consideraba que los héroes cristianos eran superiores a los
héroes paganos, no restaba a los romanos de la antigüedad el mérito
de haberse sacrificado por la Ciudad terrestre mientras, según él, los
cristianos lo hicieron por la Ciudad celeste(24). En el marco de su
análisis, se empeñó a establecer un paralelo entre los actos heroicos
de los paganos y los realizados por personajes del Evangelio,
aseverando que los cristianos eran superiores a los paganos en la
medida en que sobrepasaban a estos últimos gracias a la “verdad de
la religión”(25). Para Agustín, el político romano Titus Torquatus, que
fue tres veces cónsul en los años 347, 344 y 340 antes de nuestra
era, encarnó el modelo de abnegación absoluta al sacrificar a su
propio hijo, evidenciando con ello su capacidad de hacer prevalecer
sobre los intereses particulares una causa más noble que
encumbrara el nivel moral, ético y espiritual en general(26).
No obstante los mártires y caballeros, la documentación de la Edad
medieval en materia de héroes no es muy profusa. En Francia se
instaura luego del declive de la caballería un periodo de silencio en
cuanto a la actividad heroica. En el siglo XVII el héroe resurge bajo la
figura del “Rey de Guerra” quien se roba la fama en todos los campos:
social, político, militar(27). Luís XIV fue una ilustración de esa
tendencia. En la gesta del mismo siglo se asoman también
superhombres, que se ponen al servicio del rey, como el Cid del
dramaturgo Pierre Corneille(28). A partir de la instauración del Estado-
Nación, y sobre todo de la Revolución francesa, el héroe será el nuevo
patriota que se sacrifica en nombre de las instituciones, del territorio
y de los valores nacionales(29). Paradójicamente, tiene un fin trágico y
vergonzoso, puesto que, pese a ser un símbolo de la República,
termina en una fosa común(30). La guerra de Secesión americana ha
hecho del proceso de heroización un escenario manipulable a
Interpretaciones políticas de la literatura y la filosofía - 9 -

voluntad con la aparición de la fotografía en los teatros de guerra(31).


En el lado europeo, es durante la primera guerra mundial que la
fotografía procede a una selección discriminatoria de las perspectivas
en las que caen los soldados, convirtiendo al aparato fotográfico
Kodak en:

“el primer verdadero pintor de la guerra, el más feroz, más


auténtico”(32).

La carnicería de la Primera Guerra mundial metamorfoseó al


soldado en estadística así como saturó a la gente, que optó por
apartar la vista de sus muertos. Con los regímenes autoritarios, nazi,
fascista, estalinista, se rehabilitó la figura del héroe en la edificación
de un nuevo modelo sociopolítico(33).

III. EL FIN DE LOS HÉROES VIRTUOSOS Y EL SURGIMIENTO DE


LOS ÍDOLOS VANOS

Hoy en día, el inconsciente colectivo todavía tiene en mente un


arquetipo de héroe que no difiere mucho en su esencia de aquel que
predominaba en la época homérica. Reúne en sí las mismas dos
dimensiones: una constituida por el destino de un individuo al
servicio de una causa superior pero que no tiene otro remedio que
enfrentar su muerte en solitario; y otra conformada por la
trascendencia del héroe-sagrado que encarna el modelo a seguir en
materia de coraje, ardor en la batalla, aceptación de la muerte, y que
le otorga al grupo combatiente una identidad y un espacio en la
memoria histórica del país. Pero el héroe militar ya no está de moda.
La preferencia de la opinión pública tiende a inclinarse más hacia el
lado de la víctima que del combatiente. Con la introducción del
concepto de “cero muerto”, la gente eligió olvidarse de la muerte, un
fenómeno que CNN ha entendido a la perfección desde la primera
Guerra del Golfo por lo que sabe desde entonces escoger
cuidadosamente a sus muertos y a las escenas de muerte(34). Además,
el ethos militar que propugna valores como el coraje y el sacrificio
está siendo seriamente socavado por las nuevas tecnologías de guerra
que convierten al soldado en un simple operador de computadora,
que sólo necesita apretar un botón para, desde decenas de miles de
kilómetros de su lugar de actuación, matar directamente o mandar a
- 10 - Declive del heroísmo

matar vía una base militar al exterior de su territorio. En efecto, la


introducción de drones en la gestión de los problemas internacionales
cambia la naturaleza de la guerra (y, por ende, el concepto de
heroísmo) no sólo a nivel fenómenológico sino también esencial, dado
que:

“[la guerra] ya no se asemeja a aquella definida por Clausewitz,


quien la veía como un duelo entre dos entes donde cada uno de
ellos trata de imponer su voluntad al otro, sino que toma el
rostro de un combate que se desenvuelve con un solo atacante
sin contrapartida, eliminando así del corazón de la guerra la
noción de combate” (35).

Como se desglosa de lo expuesto anteriormente, el héroe es


producto de su tiempo sociohistórico y el reflejo de un sistema de
valores que los relatos referentes a sus proezas ponen de relieve.
Desvela la naturaleza de las relaciones sociales y de un sistema
normativo que se forjan dentro una comunidad. O sea, contribuye de
forma decisiva en la proyección de un modelo o de un orden societal,
por lo que siempre ha sido un símbolo usado por las entidades que
gobiernan. Hoy en día sufrimos la profusión de nuevos íconos que no
tienen nada en común con los héroes de antaño motivados por sus
virtudes casi inimitables. Ya no son aquellos que coadyuvaban,
mediante un acto de sacrificio, a la construcción de la nación, de la
identidad colectiva y a la difusión de un patrón de virtudes que solía
fascinar a la gente. Al contrario, en la actualidad se propulsan bajo
los reflectores a modelos de falsa valentía, personajes de la farándula,
cantantes, grupos musicales y artistas, como aquella actriz que se
sometió a una ablación de los senos para combatir un cáncer
inexistente y que, por este acto, fue oficialmente declarada “heroína”.
Esos dizque actos de heroísmo, cuya promoción por los medios de
comunicación resulta ser intensa pero efímera vista la futilidad los
define, encajan muy bien en el contexto de búsqueda de placer vacío
que caracteriza a las masas. Se puede hasta afirmar que este tipo de
simbolismo responde además a la fuerte presencia, entre los
ciudadanos del mundo, de Thanatos, que se encarga de llenar el
abismo mental e intelectual creado por una ideología de consumismo
hueca(36). El dramaturgo alemán, Bertold Brecht, tenía razón cuando
ponía en la boca de la protagonista de su libro, La vie de Galilée, las
palabras siguientes: “pobres de los pueblos que necesitan héroes”(37).
Interpretaciones políticas de la literatura y la filosofía - 11 -

Planteado en otros términos, como lo hace J.P. Albert, ello se


transforma en:

“es triste que un país no tenga los recursos éticos y morales


suficientes y esté en la obligación de recurrir a elementos
externos para paliar la situación”.

Porque, así como el héroe es susceptible de poner de relieve valores


nobles, también puede ser un indicador de la desagregación de estos.
Es ahí donde la búsqueda de actividades orientadas hacia lo lúdico y
lo momentáneo revelan el estado de crisis sociocultural. Durkheim
señalaba al respecto que un rito que se reduce a sólo buscar la
diversión ha perdido su función y está amenazado(38). La actual
fábrica de héroes lo ilustra a la perfección.

Notas:

(1) La larga duración del tiempo de vida que se supone reinó


Gilgamesh apunta a que no se habría tratado de un solo rey, sino
más bien de una dinastía llamada Gilgamesh.
(2) Hércules vencerá los mismos peligros y criaturas malignas más

tarde en la mitología griega.


(3) Utnapishtim también es conocido como Ziusudra por los sumerios

y Atrahasis por los acadios.


(4) Enki tiene mucho en común con el Prometeo griego quien ayuda a

la humanidad con la técnica del fuego. El dios sumerio puede ser


considerado tanto como el protector como el reconciliador del hombre
con el medio adverso del agua y de la navegación.
(5) Histoire mondiale du déluge. Les énigmes de l’univers, Edition

Robert Laffont, Paris, 1978.


(6) En realidad, el relato de un Gilgamesh en pos de sí y su periplo a

través de los océanos de la Muerte simbolizan la búsqueda de la


inmortalidad del alma más que del cuerpo físico. Es el tema de un
proceso iniciador y de individuación común a la mitología, que
responde a la cuestión del sentido de la vida humana en el universo y
del cómo acomodarse con la idea de la muerte. Ver Jean Bottéro et
Samuel Noah Kramer, Lorsque les dieux faisaient l’homme. Mythologie
mésopotamienne, Editions Gallimard, Paris, 1989.
- 12 - Declive del heroísmo

(7) Ver Version française de Classics Revisited de Kenneth Rexroth,


traduite de l’américain par Nadine Bloch et Joël Cornuault, Éditions
Plein Chant, 1991, en:
http://www.bopsecrets.org/French/rexroth/cr/1.htm
(8) Ver Gilgamesh, Wikipedia, en:

http://fr.wikipedia.org/wiki/Gilgamesh
(9) Ver Jean Bottéro, L'Épopée de Gilgamesh: Le grand homme qui ne

voulait pas mourir, Editions Gallimard, Paris, 1992.


(10) Ver Jean-Pierre Vernant, Mythe et pensée chez les Grecs, Editions

la Découverte, p.31.
(11) Ibid., pp.20-28.
(12) Ver Homère, Iliade. Préface de Pierre Vidal-Naquet, L’Iliade sans

travesti, Editions Gallimard, Paris, 1975, p.28.


(13) Ver La guerre des origines à nos jours. Achille et Ulysse: force et

ruse dans la Grèce antique. Jean-Vincent Holeindre. Grands Dossiers


Hors-série N° 1. Novembre-décembre 2012.
(14) Ver «L’idéal héroïque», «Les chemins de la connaissance», avec

Marie-France Rivière. Entrevue faite à Jean-Pierre Vernant; así como


el libro de Pierre Vidal-Nacquet, Le monde d’Homère, Editions Perrin,
France, 2002, pp.57-58.
(15) Ibid.
(16) Ver Hubert Laizé, Leçon littéraire sur l’Iliade d’Homère, Presses

Universitaires de France, 2000, Paris, pp.75-76.


(17) Ver P.-A. Deproost, L. Van Ypersele, M. Watthee-Delmotte, Héros et

Héroïsation. Approches théoriques. Héroïsation et questionnement


identitaire en Occident: Héroïsation/antihéroïsation-civilisation/
barbarie. Collectif. Cahiers électroniques de l'imaginaire, 2005, p.1.
(18) Ver Homère, Iliade. Préface de Pierre Vidal-Naquet, op.cit., p.16.
(19) Ibid., p.26.
(20) Ver Pierre Carlier, Homère, Editions Fayard, France, 1999, p.79.
(21) Ver L’idéal héroïque, Les chemins de la connaissance avec Marie-

France Rivière. Entrevue réalisée à Jean-Pierre Vernant.


(22) Ver Héros et Héroïsation. Approches théoriques. Op. cit., p.6.
(23) Ibid., p.7.
(24) Ver H. Inglebert, les héros romains, les martyrs et les ascètes: les

uirtutes et les préférences politiques chez les auteurs chrétiens latins


du IIIè au Vè siècle. Revue des Etudes Augustiniennes. Nº40. 1994,
pp.305-325.
(25) Ver les héros romains, les martyrs et les ascètes, op. cit., p.317.
(26) Ibid.
Interpretaciones políticas de la literatura y la filosofía - 13 -

(27) Ver Gérard Arboit, A nos morts, médiatiser la mort au champ


d’honneur: un enjeu mémoriel et politique. Quaderni nº62, hiver 2006-
2007, p.81.
(28) Ver Les héros entre mémoire et histoire en :

http://classes.bnf.fr/rendezvous/pdf/heros_1.pdf
(29) Ver Pierre Centlivres, Daniel Fabre et Françoise Zonabend, La

fabrique des héros, Editions de la Maison des sciences de l’homme,


Paris, 1998.
(30) Ver Gérard Arboit, A nos morts, médiatiser la mort au champ

d’honneur, op.cit., p.83.


(31) Ibid., p.86.
(32) Ibid.
(33) Ver Les héros entre mémoire et histoire, op.cit.
(34) Ver Gérard Arboit, A nos morts, médiatiser la mort au champ

d’honneur, op. cit.


(35) Ver Artículo de Joseph Confavreux, Attention, Philosophie de guerre

en Mediapart.fr., p.2.
(36) La expresión “ideología hueca” tiene por autor intelectual a

Fernando Bárcenas. Ver su artículo El heroísmo como símbolo estéril


en:
www.elnuevodiario.com.ni
(37) J.P. Albert atribuye lo enunciado a Hegel. Sin embargo, es en

Brecht, en su libro Galileo Galilei, que se puede encontrar lo dicho.


Ver Bertold Brecht. La vie de Galilée. Éditions L'Arche. 1997. P.118.
No he podido confirmar la autenticidad del origen de la frase que J.P.
Albert cita en Du Martyr a la Star. Les métamorphoses des héros
nationaux en La Fabrique des Héros en La Fabrique des Héros, op.
cit., p.16.
(38) Ver Jean Maisonneuve, Les conduites rituelles, Presses
Universitaires de France, Paris, 1988, p.20.

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