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r_grandez@yahoo.com
N°366-2019
MOVILIDAD SOCIAL
Una empresa para ser prospera y derramar beneficios (tanto para sus socios como para
la sociedad) debe considerar como aspectos básicos y fundamentales: rentabilidad y
sostenibilidad. Y la rentabilidad como un incentivo a corto plazo para ir escalando posiciones en
el mercado y en sus clientes; y la sostenibilidad, porque tiene que tener un norte y pensar en el
futuro, tener un horizonte concreto para ir evolucionando, transformándose en pasos concretos
para irse adaptándose a los rápidos cambios tecnológicos y los que acompañan a este proceso,
como son los cambios demográficos y sus diversas tonalidades, la posición de los recursos
naturales, la transformación de las ciudades, cambio climático y la gobernabilidad democrática
acompañada de una ciudadanía en ascenso, más proclive a una participación activa en las
decisiones públicas como fuente promisoria para alcanzar la igualdad.
Las sociedades también tienen lo suyo, combinan su satisfacción con la inmediatez, con
los resultados tempranos aunque estos no siempre suelen alcanzar una rentabilidad social
expresada en la satisfacción de sus necesidades mínimas elementales, como es la alimentación y
cobertura social de calidad; de ahí que gran parte de la sociedad y sus ciudadanos alcanzan un
alto grado de insatisfacción y lo tienen que manifestar de algún modo y de alguna forma:
reclamos, protestas e inseguridad son expresiones diarias y de diferentes magnitudes a pesar de
tener a un Estado que manifiesta un gran sentido al diálogo, muestra tolerancia (a veces
cobardía) y se pavonea de sus logros inmediatos que no logra resaltar por la inmadurez de una
clase política y de instituciones escasamente comunicadoras. En el corto plazo no hay
rentabilidad y allí se va perdiendo el sentido más elemental de la existencia misma: el ser
humano y su existencia, su futuro. La sostenibilidad social pierde importancia porque la
insatisfacción ciudadana, a corto plazo, le envuelve en su propia trama y en sus indefiniciones y
pierde el sentido de ir definiendo su propia trayectoria como sociedad progresista que quiere
asistir a un futuro con prosperidad de la mano con ciudadanos comprometidos. Entonces, sin
rentabilidad social y sin sostenibilidad, es muy poco lo que se puede esperar para el futuro.
De acuerdo a los resultados definitivos del censo 2017, en la Amazonía la migración neta,
entendida aquellos territorios que “expulsan” y “atraen” tuvo resultados, en apariencia, positiva.
Así, los departamentos que mayor población “expulsaron” fueron Amazonas (10 mil personas) y
Loreto (7 mil personas) como consecuencia de una insatisfacción social y material que no logra
pasar la franja roja de un estado y de sus instituciones que no interpretaron las necesidades
públicas más urgentes de la población y cómo satisfacerlas. En el otro extremo, se presenta
Madre de Dios cuyo territorio “atrajo” a 1 mil personas, y si bien es un espacio con virtudes
naturales excelentes, su atractivo no precisamente son esas. La minería informal, la depredación
indiscriminada de su territorio y de un tráfico ilegal de personas son, en el extremo, su principal
atractivo. San Martin y Ucayali, son los atractivos naturales de la amazonia y tienen un dominio
sobre su territorio, juntos atrajeron a 20 mil personas en el periodo intercensal 2007-2017 y
tienen un estilo de crecimiento, si bien parecido, no son iguales: la generación del empleo, una
mejor plataforma social, una base productiva y una cobertura en infraestructura básica le
empuñaron a ciudades como Pucallpa y Tarapoto como la mejor opción, de mejora social y de
compromiso articulado para con sus ciudadanos. Y este avance es un proceso, todavía inmaduro,