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I. NOCIONES GENERALES
b) Posición del Código Civil: A tenor del artículo 1319 del Código Civil que
expresa que: “Toda obligación resultante de un acto o declaración de
voluntad consiste en dar, hacer o no hacer alguna cosa”. Tal precepto
legal no contiene propiamente una definición, pero resalta los tres
aspectos objetivos de la obligación: dar, hacer o no hacer alguna cosa, de
evidente raigambre romana.
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derecho responden a relaciones jurídicas procedentes de manifestaciones
económicas distintas; las obligaciones comerciales surgen de hechos
inspirados en un interés específico, el derecho comercial es universal y el
local el civil, aquél progresivo y éste estático; la relación jurídica civil
muere en los sujetos de la relación mientras que la relación jurídica
comercial tiene proyecciones en la colectividad; la unificación pretendida
no responde a ninguna necesidad real.
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Proyecto de Código Civil, que: “Si la obligación es una necesidad o una
relación jurídica o un vínculo patrimonial, etc., es la doctrina la que debe
investigarlo; en el Código lo único que interesa precisar con claridad es el
concepto objetivo de la misma y ese propósito lo consideramos conseguido
con la redacción que hemos adoptado en el artículo 1319”.
2. ELEMENTOS DE LA OBLIGACIÓN.
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delito y varias otras figuras de causas. La realidad jurídica diaria hizo que
se estimara insuficiente esa clasificación trimembre (de tres miembros), o,
mejor dicho, que se precisaran esas otras figuras. Dícese que Justiniano
(en sus Instituciones) al tratar de las fuentes de las obligaciones, se refiere
al contrato y al cuasi contrato; al delito y al cuasi delito. Procede
observar que modernamente existe cierto consenso en el sentido de que
esa clasificación cuatrimembre (de cuatro miembros), que adiciona al
contrato y al delito las figuras del cuasi contrato y del cuasi delito. 3)
Clasificación de las fuentes de la obligación en el Derecho moderno: el
movimiento codificador del derecho civil, culminante con la promulgación
el 24 de marzo de 1804 del Código Civil francés (que en 1807 cambio su
denominación a la de Código de Napoleón), aceptó plenamente la referida
división cuatrimembre originada del Derecho romano (Las Instituciones del
Código de Justiniano), pero adicionando una nueva fuente: la ley, para
justificar el origen de obligaciones que no tienen por causa las otras
fuentes. Surge entonces la siguiente clasificación de las fuentes de las
obligaciones: la ley, el contrato, el cuasi contrato, el delito y el cuasi
delito (es la denominada clasificación quíntuple).
b) Posición del Código Civil: Resulta ilustrativo leer lo que dice la exposición
de motivos del Proyecto de Código Civil (explicada por el profesor
Federico Ojeda Salazar), que dice: “La parte resultante que enumera y
clasifica las fuentes de las obligaciones, ha quedado suprimida. Sin
necesidad de hacer la enumeración que nunca podría ser taxativa, hemos
agrupado las fuentes de las obligaciones en tres apartados que son: a) Las
que provienen de contratos; b) Las que proceden de hechos lícitos sin
convenio; y, c) Las que se derivan de hechos ilícitos. Esta separación
determina la fuente inmediata y directa de la obligación, dejando a la
doctrina que señale o establezca si la ley y el contrato son las únicas
fuentes verdaderas de las obligaciones o si fuera de éstas o dentro de
éstas existen otras, como piensan y afirman connotados autores”. Nótese
que en la evolución doctrinal sobre las fuentes de las obligaciones,
prácticamente han desaparecido las figuras denominadas cuasi contratos y
cuasi delitos, substituidas, puede decirse, por las denominaciones hechos
lícitos sin convenio y hechos y actos ilícitos. Ello se debió a una fuerte
reacción contra aquellas figuras: el cuasi contrato (actos o hechos
lícitamente voluntarios en los cuales falta el común acuerdo de las partes,
como en la gestión de negocios); y, el cuasi delito (hechos y actos ilícitos
surgidos sin intención del autor, pero con culpa y sin que sea tipificante de
un delito). Estas figuras han sido consideradas antitécnicas y de muy difícil
determinación práctica. La doctrina moderna se inclina a sustituir esas
clásicas denominaciones por las más comprensivas y amplias de lo lícito y
lo ilícito (hechos lícitos y hechos y actos ilícitos). Consúltese el Libro V,
Primera Parte, Títulos V, VI y VII, del Código Civil vigente.
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a) Gestión de negocios (negotiorum gestio): 1) Definición: Conocida también
en la doctrina italiana como representación sin poder. Llámase así la
intervención de un tercero en negocios ajenos sin mandato del dueño
(dominus negotii). Se considera como fuente de obligaciones
extracontractual, pues crea derecho y obligaciones tanto para el gestor
como para el dueño por lo que se le denominó cuasi contrato desde el
Derecho romano. El gestor está obligado a actuar de acuerdo con los
intereses del dueño, terminar la gestión y rendir cuentas; el dueño debe
reembolsar los gastos y sus intereses, si la gestión fue útil o la ratificó
(esta ratificación produce los efectos del mandato expreso y opera
retroactivamente), en ambos casos debe cumplir las obligaciones que a su
cargo se derivan del negocio gestionado. A este respecto nuestro Código
Civil (artículo 1605) manifiesta que: “El que sin convenio se encarga
voluntariamente de los negocios de otro, está obligado a dirigirlos y
manejarlos útilmente y en provecho del dueño”. Es decir, por ejemplo,
que una persona puede comparecer en nombre de otra, como gestor de
negocios, en un contrato de compraventa si en el mismo está adquiriendo
el bien objeto del contrato; no obstante, éste –el gestor de negocios–
jamás podrá actuar como tal si en dicho contrato traslativo de dominio se
está enajenando algún bien del dueño, ya que la función de la gestión de
negocios será siempre en provecho de este último y no en pérdida de
algún derecho o bien constitutivo del patrimonio del mismo (véanse los
artículos 1605 al 1615 del Código Civil). 2) Fundamento: La gestión de
negocios se fundamenta en el hecho de que una persona se ocupa de los
intereses de otra persona, sin haber recibido mandato para ello. 3)
Elementos: 1° Subjetivo o personal: El elemento subjetivo o personal en la
gestión de negocios está conformada por: el gestor, que es la persona que
se encarga voluntariamente de los negocios de otra persona, sin haber
recibido mandato para ello; y, el dueño del negocio, que es la persona
titular del negocio o pluralidad de negocios en los que interviene el
gestor; y, 2° Objetivo o real: Está constituido por el negocio jurídico, que
no es más que el acto de una o más voluntades que pretenden algún
efecto jurídico reconocido por la ley. 4) Efectos: Podemos distinguir dos
efectos: 1° El dueño del negocio tiene una acción directa (actio directa
negotiorum) contra el gestor, para demandarle las cuentas de su gestión,
cuando éste verifique operaciones distintas del giro habitual de sus
negocios, cuando el gestor hubiere pospuesto el interés del dueño al suyo
propio, o cuando el gestor inició la gestión contra la voluntad manifiesta o
presunta del dueño; y, 2° El gestor de negocios tiene una acción contraria
(actio contraria negotiorum gestorum) para hacerse pagar (indemnización)
los gastos necesarios y útiles que hubiere hecho y los perjuicios que
hubiere sufrido en el desempeño de la gestión.
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(artículo 1616) clasifica como enriquecimiento sin causa: “La persona que
sin causa legítima se enriquece con perjuicio de otra, está obligada a
indemnizarla en la medida de su enriquecimiento indebido”; es decir, que
el enriquecimiento ilegítimo es el pago de lo indebido, obligando al que
recibió una cosa a la que no tenía derecho y que se le entregó por error a
devolverla. Si el que se enriqueció procedió de buena fe en la creencia de
su derecho al pago, sólo está obligado a devolver lo equivalente a su
enriquecimiento; pero si procedió de mala fe debe abonar el interés legal
o los frutos percibidos a los dejados de percibir, así como responder por el
deterioro de la cosa que se produzca por su causa (véanse los artículos
1616 al 1628 del Código Civil). 2) Fundamento: El fundamento del
enriquecimiento sin causa parte de la teoría conforme a la cual nadie
puede enriquecerse con perjuicio de otro. La consecuencia es la obligación
de indemnizar a aquél en cuyo perjuicio se verifica este enriquecimiento.
Esta obligación está sancionada por una condictio sine causa. 3)
Elementos: En el principio general que regula el Código Civil, debemos
determinar la relación que existe entre el enriquecimiento y el
empobrecimiento. Los elementos lógicamente son los siguientes: 1° Que
haya empobrecimiento de un patrimonio; 2° Que exista enriquecimiento
de otro; y, 3° Que no exista una causa que justifique ese desplazamiento
patrimonial.
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condictio sine causa (enriquecimiento sin causa). Mas ahora, tanto la
doctrina como la legislación han abierto sus puertas a la teoría de la
declaración unilateral de voluntad como fuente de obligaciones, en ciertos
casos que con mayor o menor amplitud regula el derecho positivo en aras
de la seguridad de los negocios jurídicos. 3) Concepciones doctrinarias: 1°
Tesis Unilateralista Radical: o sea la que le atribuye a la voluntad
unilateral la fuerza vinculante de todas las obligaciones que puedan nacer
de un negocio jurídico, tanto los unilaterales como los bilaterales; 2° Tesis
Unilateral Moderada o Restringida: que la acepta sólo para casos de
naturaleza excepcional en que así lo exija el interés del tráfico jurídico; y,
3° Tesis Negativa: que niega que de la voluntad unilateral puedan nacer
obligaciones; es la concepción bilateralista que descansa en la fuerza
tradicional de las instituciones del Derecho romano. 4) Posición del Código
Civil: El Código Civil, dentro del título relativo a la obligaciones
provenientes de hechos lícitos sin convenios, admite en forma expresa que
la declaración unilateral de la voluntad es fuente de obligaciones, en los
casos siguientes: 1° Oferta al público: que se tipifica en el sentido que la
persona que ofrezca al público objetos en determinado precio, queda
obligada a sostener su ofrecimiento (artículo 1629); 2° Promesa de
recompensa: que se tipifica en el sentido que quien hace oferta por la
prensa u otro medio de difusión, de remunerar una prestación o un hecho,
contrae la obligación de cumplir lo prometido (artículos 1630 al 1637); y,
3° Títulos al portador: aquellos que no están expedidos a favor de persona
determinada, contengan o no la cláusula “al portador”, que se transmiten
por la simple tradición y obligan al emisor a pagar a cualquiera que le
presente y entregue el título, salvo que hubiera sido notificado
judicialmente para retener el pago (artículos 1638 al 1644; asimismo, con
relación a estos artículos, véanse los artículos 436 al 440 del Código de
Comercio).
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ilícitos suelen clasificarse así: delito, que es una acción antijurídica,
típica, culpable y sancionada con una pena (por ejemplo: el robo, el
hurto, etc.); y, cuasi delito, que es un acto ilícito que, sin ser delito, está
prohibido por la ley (por ejemplo: el daño a las personas, o en sus bienes
por acción personal, por poner en movimiento máquinas o maquinarias que
por su velocidad, por su naturaleza explosiva o inflamable, o por otras
causas análogas, causen daño a las personas o a las cosas). Por último,
conviene aclarar que no todos los hechos ni los actos humanos son
jurídicos. Muchos de ellos son irrelevantes para el Derecho. Son jurídicos
cuando con ellos se realiza la hipótesis o supuesto jurídico contenido en la
norma positiva.
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a la otra, para compensar los daños y perjuicios causados). Es conveniente
aclarar, que la acción para pedir la reparación de los daños o perjuicios
derivados de la responsabilidad civil, prescribe en un año, contado desde
el día en que el daño se causó, o en que el ofendido tuvo conocimiento del
daño o perjuicio, así como de quien lo produjo (véanse los artículos 1645
al 1673 del Código Civil).
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la civilización en su aspecto científico. El dueño, poseedor, usuario de
automóviles y otras máquinas crea en su propio provecho, y en contra de
terceros, un peligro nuevo por el que debe responder en caso de que el
daño se produzca; y ello, asimismo, independientemente de que en la
producción haya mediado o no su culpa o su negligencia; pues, lo mismo
que en el caso de los accidentes de trabajo, la culpabilidad se presumen
siempre y será el propietario quien, para eximirse de responsabilidad,
tendrá que probar que el siniestro estuvo ocasionado por la culpa de la
víctima. En suma, podemos decir que la responsabilidad objetiva, sin
culpa o por el riesgo creado, es la tendencia relativamente moderna que
se aparta del fundamento forzoso en culpa o dolo para exigir el
resarcimiento de los daños y perjuicios.
e) Posición del Código Civil: Los hechos y actos ilícitos son el delito que casi
siempre apareja responsabilidad civil y los daños que se causan sin malicia
ni intención de producirlos. La acción civil proveniente de los delitos está
regulada en el Código Penal (artículos 112 al 122); pero el principio
general de responsabilidad lo declara el artículo 1645 de nuestro Código
Civil: todo daño debe repararse; y tanto daño origina el que
intencionalmente lo produce como el que sin intención también lo causa
por omisión, descuido o imprudencia. En ese orden de ideas, existen,
como ya vimos, dos clases de responsabilidad civil por el elemento o dato
en que se afinca la necesidad de resarcir los daños: 1° La responsabilidad
subjetiva, cuando éstos han sido causados por una conducta culpable,
antijurídica y dañosa, que tiene por fuente el hecho ilícito y por soporte
esa noción subjetiva de la culpa; y, 2° La responsabilidad objetiva, si los
daños provienen de una conducta lícita jurídica, inculpable, consistente
en aprovechar un objeto peligroso que crea riesgo de daños,
responsabilidad fincada en dicho riesgo y que por consiguiente se llama
responsabilidad objetiva, por tener su apoyo en un elemento externo
como en el riesgo creado. De ello se sigue que, en nuestro derecho
positivo, la responsabilidad civil (la obligación de indemnizar) tiene dos
posibles causas o fuentes: el hecho ilícito y el riesgo creado.
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aplicables también a la obligaciones en que intervienen más de dos
personas como sujeto activo o como sujeto pasivo.
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comercial la solidaridad se presume; no necesita ser expresa como lo
manda el Código Civil, en virtud de lo regulado en el artículo 674 del
Código de Comercio que establece: “En las obligaciones mercantiles los
codeudores serán solidarios, salvo pacto expreso en contrario. Todo fiador
de obligación mercantil, aunque no sea comerciante, será solidario con el
deudor principal y con los otros fiadores, salvo lo que se estipule en el
contrato”. Lo anterior no excluye el derecho de repetir que reconoce el
artículo 1358 del Código Civil. También es especialidad que el Código de
Comercio sólo regule la presunción de la mancomunidad solidaria en el
sujeto pasivo de la obligación (deudores), no así en el sujeto activo
(acreedores).
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obligaciones que cada parte puede exigir a la otra hasta el agotamiento
del nexo jurídico.
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pueden efectuarse parcialmente, o no puede efectuarse en esa forma por
no permitirlo la naturaleza de la prestación (por ejemplo: la compraventa
de un semoviente, en lo que al propietario se refiere, puesto que la
obligación del comprador –pagar el precio– puede ser divisible si se pactó
por mensualidades; si se convino el pago del precio al contado, esta
obligación también deviene indivisible). Al igual que respecto a la
obligación divisible, el Código Civil, en concordancia al criterio que aplicó
aquélla, dispone (artículo 1373, parte conducente) que: “Las obligaciones
son... indivisibles si las prestaciones no pueden ser cumplidas sino por
entero”. Nótese la poca fortuna con que fue redactado ese precepto legal.
Y, precisando, el artículo 1376 del Código Civil ha previsto que: “La
obligación se considera indivisible: 1° Cuando tiene por objeto la entrega
de un cuerpo cierto; 2° Cuando uno solo de los deudores está encargado
de ejecutar la prestación; y, 3° Cuando las partes convienen
expresamente en que la prestación no pueda satisfacerse parcialmente o
cuando por la naturaleza de la obligación sea imposible su cumplimiento
parcial”. Consúltense los artículos 1373 al 1379 del Código Civil.
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ángulo, la cosa vendida). 2) Obligaciones accesorias: Son aquellas
obligaciones creadas en adición a una obligación principal, o sea,
complementaria de ésta o, en ciertos casos muy especiales, sustitutivas
por equivalencia (por ejemplo: en el contrato de mutuo –entrega de dinero
u otras cosas fungibles, con el cargo de devolver igual cantidad, artículo
1942 del Código Civil–, con garantía de un bien inmueble, obligación
accesoria es la obligación resultante de la hipoteca, adicional a la
principal).
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persona ocupa solamente el polo activo (acreedor) o bien el polo pasivo
(deudor), o a la inversa, sin que haya entrecruce de prestaciones (por
ejemplo: en el contrato gratuito de depósito, la persona –depositario– que
recibe la cosa para su guarda y conservación –artículo 1974 del Código
Civil–, tiene solamente la calidad de deudor porque debe conservar y
devolver la cosa, en tiempo oportuno, sin que el dueño de la misma –
depositante– tenga alguna obligación a favor de aquél). 2) Obligaciones
bilaterales o recíprocas: Son denominadas así las obligaciones en las cuales
las personas que intervienen en las mismas, creándolas, tienen a la vez la
calidad de acreedor y de deudor de determinadas prestaciones (por
ejemplo: en el contrato de suministro de energía eléctrica, la empresa es
acreedora por el valor del consumo mensual suministrado, y es deudora
porque está obligada a proporcionar al consumidor e fluido eléctrico, a su
vez, el consumidor es acreedor porque tiene derecho a recibir ese
suministro, y deudor porque debe pagar cada mes el valor del consumo
que hizo de energía eléctrica).
1. EL PAGO.
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extracontractuales o contractuales, se establecen para ser cumplidas por
el deudor de las mismas. De ahí que si el cumplimiento no se hace
voluntariamente, la ley establezca no sólo los medios judiciales para que
el acreedor exija el cumplimiento, sino también las responsabilidades de
orden pecuniario en que incurre el deudor. En ese orden de ideas, diremos
que el pago es el cumplimiento de la prestación que constituye el objeto
de la obligación, ya sea ésta una obligación de hacer o un obligación de
dar. Nuestra legislación civil, al igual que la generalidad de la doctrina,
toma como sinónimos los vocablos pago y cumplimiento.
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que hacerse en especie y hubiere imposibilidad de entregar la misma
cantidad y calidad, el deudor satisfará el valor que la cosa tenga en el
tiempo y lugar señalados para el pago, salvo que se haya fijado precio al
celebrarse el contrato (véase el artículo 1397 del Código Civil).
d) Pago por el deudor y pago por tercero. Legitimación para recibir el pago:
1) Pago por el deudor y pago por tercero: Implícita, no explícitamente, el
Código Civil consagra el principio de que el pago ha de hacerlo es deudor.
En efecto, el artículo 1380, con el que se inicia el capítulo concerniente al
cumplimiento de las obligaciones, dispone que el pago puede ser
ejecutado por un tercero, tenga o no interés y ya sea consintiéndolo o
ignorándolo el deudor. En consecuencia, el pago (cumplimiento de la
obligación) puede hacerlos el deudor (principios general) o un tercero
(principio excepcional), caso este último en que puede efectuarse
consintiéndolo el deudor, es decir, con previo conocimiento y con su
anuencia, o ignorándolo, esto es, cuando el tercero actúa sin el
consentimiento previo y anuencia del deudor. 2) Legitimación para recibir
el pago: El pago, necesariamente, debe hacerse al acreedor o a quien
tenga mandato (apoderado o mandatario) o representación legal (padres
en ejercicio de la patria potestad, tutor o personero de una persona
jurídica colectiva). El pago hecho a quien no tuviere facultad de recibirlo,
es válido si el acreedor lo ratifica o se aprovecha de él (véase el artículo
1384 del Código Civil). Conviene aclarar, que la doctrina en torno a los
elementos personales es uniforme, y reconoce que dos son los sujetos a
distinguir con claridad: 1° El que paga (sujeto activo), denominado solvens
(pagador); y, 2° El que recibe (sujeto pasivo), denominado accipiens o
destinatario (acreedor).
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invalide la imputación hecha por el acreedor./ No expresándose a qué
deuda debe hacerse la imputación, se entenderá aplicado al pago a la que
sea de plazo vencido; si hay varias de plazo vencido, a la que fuere más
onerosa para el deudor; si son de igual naturaleza, a la más antigua; y si
todas son iguales, el pago se imputará proporcionalmente./ El que debe
capital e intereses no puede, sin consentimiento del acreedor, aplicar el
pago al capital antes que a los intereses, ni éstos antes que a los gastos”.
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concluido el plazo a que se refiere el punto “2°” de este procedimiento, o
en la propia audiencia de prueba, si se hubiere señalado (artículo 140 de
la LOJ); y, 5° La resolución es apelable y se plateará en el término de tres
días (artículos 140 de la LOJ; y, 602 del CPCYM). Para concluir, podemos
señalar que la consignación goza de un trámite incidental sui generis, y
decimos esto último por cuanto el incidente se abre sin requerirse
existencia de un juicio o negocio principal, cual es el espíritu que deja
traslucir la Ley del Organismo Judicial en su artículo 135. (véanse los
artículos 1408 al 1414 del Código Civil).
c) Pago con subrogación: Se entiende por tal el que hace un tercero, a quien
se transmiten los derechos del acreedor. Nuestro Código Civil regula a la
subrogación en la transmisión de las obligaciones (artículo 1453): “La
subrogación tiene lugar cuando el acreedor sustituye en el tercero que
paga, todos los derechos, acciones y garantías de la obligación”; de lo
anterior se colige que nuestra ley sustantiva civil no estima que sea una
forma de pago, sino que la cataloga como una forma de transmisión de
obligaciones. La subrogación puede ser voluntaria (o convencional) o
legal. En cuanto a la primera, puede ser consentida, sea por el acreedor
sin intervención del deudor (lo que sucede cuando el acreedor recibe el
pago de un tercero, a quien transmite expresamente todos sus derechos
respecto de la deuda), sea por el deudor (como ocurre cuando éste paga la
deuda de una suma de dinero con otra cantidad que ha tomado prestada, y
subroga al prestamista en los derechos y acciones del acreedor primitivo) –
véanse los artículos 1453 y 1455, numeral 3°, del Código Civil–. La
subrogación legal se produce sin dependencia de la cesión expresa del
acreedor: 1° Cuando el que es acreedor paga a otro acreedor que le es
preferente; 2° Cuando el tercero que paga tiene interés jurídico en el
cumplimiento; 3° Cuando el tercero interesado en la obligación paga con
anuencia del deudor; y, 4° Cuando un heredero paga con sus bienes
propios alguna deuda de la herencia –véanse los artículos 1455, 1456 y
1457 del Código Civil–.
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nuestro Código Civil (artículo 1416) expresa que: “El deudor puede hacer
cesión de bienes a sus acreedores cuando se encuentre en la imposibilidad
de continuar sus negocios o de pagar sus deudas”. La cesión de bienes
puede ser: 1) Extrajudicial: Aquí se ponen de acuerdo el deudor con sus
acreedores y realizan un contrato en escritura pública, fijándose las bases
y el procedimiento, y cuyos efectos son la extinción de las deudas (artículo
1418, numeral 4°, del Código Civil) y el rescate de los bienes (artículo
1421 del Código Civil). 2) Judicial: Que se hace en un tribunal competente
y el procedimiento es el establecido para el concurso voluntario de
acreedores –artículos 347 al 370, inclusive el 392, del Código Procesal Civil
y Mercantil–, y cuyos efectos están contenidos en el artículo 1418 del
Código Civil (véanse también los artículos 1419, 1420 y 1422 del citado
cuerpo legal). Conviene aclarar, que las diferencias existentes entre la
dación en pago y el pago por cesión de bienes son las siguientes: 1° En la
dación en pago el deudor no se encuentra insolvente; en el pago por
cesión de bienes el deudor debe estar insolvente; 2° En la dación en pago
se transmite la propiedad del bien; en el pago por cesión de bienes no se
transmite la propiedad de los bienes, sólo se da la posesión; 3° En la
dación en pago no se extiende a todo el patrimonio y no hay varios
acreedores; en el pago por cesión de bienes se extiende a todo el
patrimonio y son varios los acreedores; y, 4° En la dación en pago la
obligación queda cumplida y se extingue sin necesidad de aprobación
judicial; en el pago por cesión de bienes las deudas quedan extinguidas,
aunque lo que alcance cada acreedor no baste para el pago completo,
desde el momento en que se aprueba la cesión.
1. INCUMPLIMIENTO.
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Civil). Conforme al Código Civil, en la culpa tiene papel relevante: la
ignorancia, impericia o negligencia del deudor (elemento subjetivo); y en
el caso resultante de cualesquiera de esas causas, el no oportuno y debido
cumplimiento de la obligación (elemento objetivo). Dispone el Código Civil
(artículo 1425) que: “La responsabilidad por culpa debe graduarse
atendiendo a la naturaleza de la obligación y a las circunstancias de las
personas, de tiempo y de lugar”. Necesariamente, esa graduación de la
culpa debe hacerla el juez. La prueba de la culpa está imputada al deudor
(véase nuevamente el artículo 1423 del Código Civil); sin embargo, el
deudor no es responsable de la falta de cumplimiento de la obligación por
caso fortuito o fuerza mayor, a no ser que en el momento en que
ocurriere, hubiere estado en mora (véase el artículo 1426 del Código
Civil).
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aquél en que venzan o sean exigibles. Se exceptúan de lo dispuesto en
este artículo los títulos de crédito y las obligaciones y contratos en que
expresamente se haya pactado lo contrario” –el subrayado es nuestro–. 2)
El cumplimiento anormal o forzoso: Más que una clase es un efecto
derivado del incumplimiento imputable al deudor, no producido por fuerza
mayor o mora del acreedor. El cumplimiento forzoso tiene por objeto que
la obligación, aunque tardíamente, con retardo, sea cumplida
primordialmente en la forma pactada, o bien según lo estipulado entre las
partes previendo el incumplir del deudor, o lo dispuesto en la ley. En ese
orden de ideas, se hace necesario distinguir si se trata de obligaciones
específicas o genéricas (véanse los artículos 1323, 1381 y 1433 del Código
Civil). 3) El cumplimiento por equivalencia: Éste también es un efecto
derivado del incumplimiento imputable al deudor. Pude suceder que el
deudor, por culpa imputable a él, quede colocado en situación de serle
imposible el cumplimiento de la obligación, y por consecuencia no pueda
el acreedor recurrir al cumplimiento forzoso de la misma. En tal caso, la
ley permite que el acreedor pueda atacar, dígase así, el patrimonio del
deudor mediante el resarcimiento de los daños y perjuicios, cuya base
legal, en forma más amplia, en lo concerniente a las obligaciones de
carácter personal y de acuerdo con el Código Civil, radica en la figura
denominada prenda general patrimonial, que es contemplada en el
artículo 1329 al disponer que: “La obligación personal queda garantizada
con los bienes enajenables que posea el deudor en el momento de exigirse
su cumplimiento”. Asimismo, dispone el Código Civil (artículo 1433) que:
“Establecida legalmente la situación de mora, el deudor está obligado a
pagar al acreedor los daños y perjuicios resultantes del retardo, y corren
a su cargo todos los riesgos de la cosa”. Nótese que en esta previsión
legal, los daños y perjuicios a pagar por el deudor han de ser los
resultantes del retardo, no del incumplimiento de la obligación, porque
ésta se supone exigible, incluso después de cuando debió ser cumplida y
no se cumplió. 4) Incumplimiento no imputable al deudor: Se da cuando el
incumplimiento de la obligación ocurre por causa no imputable al deudor;
éste no es responsable por razón de tal circunstancia, ya se tipifique el
incumplimiento temporal o el definitivo, caso este último que produce la
extinción de la obligación. Esa causa no imputable al deudor es precisa
terminológicamente, en la doctrina y en la ley, con las denominaciones de
caso fortuito y causa (o fuerza) mayor (véase nuevamente el artículo 1426
del Código Civil). El caso fortuito es el suceso que no ha podido preverse o
que, previsto, no ha podido evitarse. Los casos fortuitos, lo mismo que los
de fuerza mayor, pueden ser producidos por la naturaleza o por el hecho
del hombre. Para algunos autores no existe diferencia ni teórica ni
práctica entre el hecho fortuito y la fuerza mayor, ya que esta última
también es consecuencia de un hecho imprevisible. Jurídicamente, la
distinción entre una y otra tiene escasa importancia, ya que ambas pueden
ser justificativas del incumplimiento de una obligación. Otros autores
estiman que el caso fortuito guarda mayor relación con los hechos de la
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naturaleza (por ejemplo: el desbordamiento de un río, los terremotos, las
tempestades, las pestes, los incendios); en tanto que la fuerza mayor se
origina en hechos lícitos o ilícitos del hombre (por ejemplo: la guerra, la
coacción material y otros similares). Nuestra legislación sustantiva civil
sigue el criterio primeramente planteado, al considerar ambas figuras con
iguales efectos en cuanto eximen la responsabilidad al deudor por falta de
cumplimiento de la obligación. Si bien el Código Civil no define o precisa
el concepto de caso fortuito o fuerza mayor, puede afirmarse que los
contempla al disponer: “Cuando las condiciones bajo las cuales fuere
contraída la obligación cambiaren de manera notable, a consecuencia de
hechos extraordinarios imposibles de prever y de evitar, haciendo su
cumplimiento demasiado oneroso para el deudor, el convenio podrá ser
revisado mediante declaración judicial (artículo 1330)”; “Si la obligación
de hacer resultare imposible sin culpa del deudor, la obligación queda
extinguida (artículo 1325, primera parte); y, “La pérdida o deterioro de la
cosa objeto de la obligación antes de la entrega, se regirá por las reglas
siguientes: 1° Si se pierde sin culpa del deudor, la obligación quedará sin
efecto y se devolverá lo que se hubiere recibido por cuenta del
convenio;... 3° Si la cosa se deteriora sin culpa del deudor, el acreedor
podrá rescindir el convenio o recibir la cosa en el estado en que se
encuentre, con indemnización de daños y perjuicios en ambos casos, o
disminución proporcional del precio si lo hubiere (artículo 1331)”.
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porque en el ejercicio del derecho de retención, el acreedor simplemente
se resiste a entregar uno o más bienes del deudor, hasta que éste le haga
pago, sin que por la retención adquiera ningún derecho sobre los bienes.
El Código Civil reconoce el derecho de retención en los casos siguientes:
1° Al mandatario, quien podrá retener las cosas que son objeto del
mandato hasta que el mandante realice la indemnización y reembolso a
que está obligado (artículos 1713 al 1715); 2° Al comprador, cuando éste
fuere perturbado en la posesión o hubiere motivo justificado para temer
que lo será, podrá el juez autorizarlo para retener la parte del precio que
baste a cubrir la responsabilidad del vendedor, salvo que este último haga
cesar la perturbación o garantice el saneamiento (artículos 1828 y 1829);
3° Al comprador, quien tiene derecho de retener el precio mientras se le
demora la entrega de la cosa (artículo 1832); 4° Al comodatario, quien no
puede retener la cosa en seguridad ni en compensación de lo que le debe
el comodante, pero si la deuda procede de gastos extraordinarios e
indispensables en beneficio de la misma cosa, podrá retenerla en calidad
de depósito mientras no se le haga el pago (artículo 1971); 5° Al
depositario, quien podrá retener la cosa depositada mientras no se le
hayan pagado o garantizado los gastos o los daños y perjuicios a que se
refiere el artículo 1981 del Código Civil (artículo 1982); y, 6° Al
constructor de una obra mueble, quien tiene derecho de retenerla
mientras no se le pague, y su crédito será cubierto preferentemente con el
precio de dicha obra (artículo 2026). Obsérvese, con base en los preceptos
legales anteriormente referidos, que la legislación sustantiva civil
guatemalteca no sistematizó el derecho de retención, concretándose a
enumerar casuísticamente y en forma dispersa los casos en que un
acreedor puede ejercerlo; en cambio, en la ley mercantil, la institución
está sistematizada en la parte general que el Código de Comercio dedica a
las obligaciones y contratos mercantiles (Libro IV, Título I, Capítulo
Único), el cual, en sus artículos 682 y 687, expresa que: “El acreedor cuyo
crédito sea exigible, podrá retener los bienes muebles o inmuebles de su
deudor que se hallaren en su poder, o de los que tuviere la disposición por
medio de títulos de crédito representativos./ El que ejercite el derecho
de retención queda obligado a pagar las costas, los daños y perjuicios: 1°
Si no entabla la demanda dentro del término legal. 2° Si se declara
improcedente la demanda”; asimismo contempla un caso aislado (artículo
870), concerniente al contrato de hospedaje, al regular que: “Los
equipajes y efectos del huésped responden preferentemente al hotelero
por el importe del hospedaje y a ese efecto podrán ser retenidos por éste
mientras no se le pague lo que el huésped adeude”. 3) Derecho real de
hipoteca: Que se constituye sobre bienes inmuebles, para garantizar con
ellos la efectividad de un crédito en dinero a favor de otra persona.
Generalmente el inmueble gravado es propiedad del deudor; pero también
una persona que no es la deudora puede constituir hipoteca sobre un
inmueble suyo para responder de la deuda de otra persona (véanse los
artículos 822 al 879 del Código Civil). 4) Derecho real de prenda: Contrato
116
por el cual el deudor de una obligación, cierta o condicional, presente o
futura, entrega al acreedor una cosa mueble o un crédito en seguridad de
que la obligación ha de ser cumplida (véanse los artículos 880 al 916 del
Código Civil). 5) Derecho real de anticresis: Es el concedido al acreedor
por el deudor, o un tercero por él, poniéndole en posesión de un inmueble
y autorizándolo a percibir los frutos para imputarlos anualmente sobre los
intereses del crédito si son debidos; y en caso de exceder, sobre el capital
e intereses, o sobre el capital solamente si no se deben intereses. Esta
figura jurídica se encontraba regulada en el artículo 2008 (y subsiguientes)
del Código Civil de 1933 (Decreto legislativo 1932), así como en los
artículos 904 al 912 del Proyecto de Código Civil para la República de
Guatemala, presentado por el connotado jurista guatemalteco Licenciado
Federico Ojeda Salazar, y que comprendía el Capítulo V (De la anticresis),
Título V (Derechos reales de garantía), del Libro II (De los bienes, de la
propiedad y demás derechos reales) de dicho proyecto; sin embargo, la
Comisión Revisora (integrada por los Licenciados Arturo Peralta Azurdia y
José Vicente Rodríguez, y el Doctor Mario Aguirre Godoy) que estudió y
dictaminó sobre el mencionado proyecto de ley, suprimió el capítulo
relacionado con la anticresis, porque ésta había sido una institución que
no tenía aplicación práctica en nuestro medio y por estimarse que otros
contratos, por ejemplo el fideicomiso, podían sustituirla con mayor
ventaja. 6) Anotación preventiva: Es el asiento temporal y provisional de
un título en el Registro de la Propiedad, como garantía precautoria de un
derecho o de una futura inscripción (véanse los artículos 1124, 1125, 1126,
1139, 1149 al 1166 del Código Civil; y, 526 del Código Procesal Civil y
Mercantil). 7) Embargo preventivo de bienes: En su acepción procesal, es
preventivo cuando tiene por finalidad asegurar los bienes durante la
tramitación del juicio. Es ejecutivo, cuando su objeto es dar efectividad a
la sentencia ya pronunciada (véase el artículo 527, así como los artículos
297 al 312, todos del Código Procesal Civil y Mercantil).
117
disponer que: “Por el contrato de fianza una persona se compromete a
responder por las obligaciones de otra”; es decir, vista de otra manera,
que es una obligación accesoria que uno contrae para seguridad de que
otro pagará lo que debe o cumplirá aquello a que se obligó, tomando sobre
sí el fiador, verificarlo él en el caso de que no lo haga el deudor principal,
el que directamente estipuló para sí. La fianza puede ser personal
(responsabilidad personal patrimonial ilimitada del fiador, hasta el monto
de la obligación o hasta el monto o modalidad en que se comprometió); o
real, cuando el fiador limita su responsabilidad constituyendo prenda o
hipoteca (responsabilidad patrimonial limitada del fiador) –artículos 2101 y
2103 del Código Civil–. Aunque la ley tipifique la fianza como un contrato
especial, no cabe duda que su objeto radica esencialmente en garantizar
el cumplimiento de una obligación. Tiene, por regla general, naturaleza
de garantía personal, que se transforma en real, excepcionalmente,
cuando se presta constituyendo prenda o hipoteca.
118
acreedores cuyos créditos sean anteriores al negocio impugnado, pueden
ejercitar la acción revocatoria”. La forma y características de la acción
pauliana se encuentran enmarcadas en el artículo citado y del 1291 al
1300 de dicho cuerpo legal. En cuanto a los efectos de la acción
revocatoria en el ámbito registral, expresa el Código Civil (artículo 1147,
numeral 2°) que: “Las acciones rescisorias o resolutorias no perjudicarán
a tercero que haya inscrito su derecho, exceptuándose: ...2° La acción
revocatoria de enajenación en fraude de acreedores, cuando el tercero
haya sido cómplice en el fraude o el derecho lo haya adquirido a título
gratuito. En los dos casos del inciso 2° no perjudicará a tercero la acción
revocatoria que no se hubiere entablado dentro de un año, contado desde
el día de la enajenación fraudulenta”.
b) Regulación legal: Todo lo relacionado con este punto está regulado en los
artículos 1443 al 1452 del Código Civil.
2. SUBROGACIÓN.
119
a) Nota aclaratoria: Según la ubicación que le dé el derecho positivo, esta
figura es estudiada o como modalidad o forma especial del pago (pago con
subrogación), o como una modalidad de la transmisión de las obligaciones,
criterio este último adoptado por el Código Civil. Sin embargo,
didácticamente la subrogación es estudiada como una forma especial de
pago y que en el presente trabajo, quedó tratada en el Capítulo IV
(Cumplimiento de las Obligaciones), Punto 2 (Formas especiales de pago),
Literal “c)” (Pago con subrogación). Ahora bien, lo interesante e
importante de tratar esta figura jurídica dentro de este capítulo, es el
hecho de exponer las diferencias existentes entre la cesión de derechos y
la subrogación, que son: 1° La cesión de derechos es forzosamente un
contrato. La subrogación no, salvo los casos de subrogación convencional;
2° En la cesión de derechos el acreedor siempre transmite
voluntariamente su crédito al cesionario. Mientras que en la subrogación
legal el acreedor se ve desplazado, incluso contra su voluntad, del crédito
al ser desinteresado por el pago recibido; 3° En la cesión de derechos no
existe forzosamente un pago (por ejemplo: la cesión gratuita). En la
subrogación media forzosamente un pago; 4° En la cesión de derechos se
puede sujetar a un plazo suspensivo el pago del precio. En la subrogación
debe hacerse el pago, pues no existe mientras no la hay; 5° La cesión de
derechos es una operación de especulación, el cesionario podrá cobrar la
integridad del crédito aun cuando hubiese pagado una cantidad menor por
él. El tercero subrogante sólo podrá obtener el monto del pago que
efectuó y éste es un efecto reconocido generalmente por los tratadistas;
y, 6° La cesión de créditos impone el cumplimiento de la forma y de las
acciones publicitarias de notificación al deudor y de la fecha cierta para
que produzca efectos. La subrogación no está sujeta a tales requisitos.
3. TRANSMISIÓN DE DEUDAS.
120
b) Regulación legal: Todo lo relativo al presente punto está regulado en los
artículos 1459 al 1468 del Código Civil.
1. COMPENSACIÓN.
c) Regulación legal: Todo lo relativo con este punto está regulado en los
artículos 1469 al 1477 del Código Civil.
2. NOVACIÓN.
121
cambio en el objeto de la obligación cuanto al de las personas obligadas:
al del anterior deudor por otro a al del acreedor precedente por uno
distinto.
b) Clases: Las clases de novación que la doctrina admite, son las siguientes:
1) Novación subjetiva: Puede ser activa: si el acreedor y deudor convienen
posteriormente en un cambio de acreedor (por ejemplo: si “A” se obligó a
pagar a “B” la cantidad de mil quetzales, y después convienen que, en
lugar de “B”, el acreedor sea “C”); y, pasiva: si acreedor y deudor
convienen posteriormente en un cambio de deudor (por ejemplo: si “A” se
obligó a pagar a “B” la cantidad de mil quetzales, y después convienen
que, en lugar de “A” el deudor sea “C”). 2) Novación objetiva: Ocurre
cuando acreedor y deudor convienen en modificar sustancialmente la
obligación original, o en sustituirla por otra nueva (por ejemplo: si “A” se
obligó a pagar a “B” la cantidad de mil quetzales, y ambos convienen
después que “A” entregará a “B”, o bien seiscientos quetzales y una
máquina de escribir, o bien, en lugar de dicha cantidad –mil quetzales–
una motocicleta). Nuestro Código Civil admite solamente la novación
objetiva, en su aspecto más característico, al disponer (artículo 1478)
que: “Hay novación cuando deudor y acreedor alteran sustancialmente la
obligación sustituyéndola por otra. La novación no se presume; es
necesario que la voluntad de efectuarla resulte claramente del nuevo
convenio, o que la antigua y la nueva obligación sean de todo punto
incompatibles”. Resulta lógico que el Código Civil no admita la novación
subjetiva, puesto que, como se anotó, regula expresamente la cesión de
derechos (cambio de acreedor) y la transmisión de deudas (sustitución de
deudor).
3. REMISIÓN.
122
en beneficio del deudor, liberándolo del vínculo obligatorio. Así, pues, la
remisión es el acto del acreedor extintivo de la obligación, por el cual éste
–el acreedor– renuncia voluntariamente, y por lo general en forma
gratuita, a todo o parte de su derecho contra el deudor, y que puede
efectivizarse mediante la entrega del documento original en que constare
la deuda, si no hubiere sido pagada, o por cualquier otro procedimiento
fehaciente. La remisión –llamada asimismo condonación de la deuda o,
como se decía en nuestro viejo derecho civil, quitamiento– de la deuda
hecha al deudor principal, libera a los fiadores; pero no a la inversa.
Desde el punto de vista gramatical, ambos términos, remisión y
condonación, vienen a tener el mismo significado; remitir (en su concepto
de perdonar), eximir, condonar, libertar de una obligación. Asimismo,
puede ser definida la remisión de la deuda como el convenio entre
acreedor y deudor, mediante el cual, voluntaria y espontáneamente, el
acreedor condona generosamente al deudor, de la obligación contraída
por éste. En ese orden de ideas, nuestra ley sustantiva civil (artículo 1489)
expresa que: “La remisión de la deuda hecha por el acreedor y aceptada
por el deudor, extingue la obligación”.
4. CONFUSIÓN.
b) Efectos: Son efectos de esta figura jurídica, según el Código Civil: 1° Que
la confusión verificada en el deudor principal aprovecha a los fiadores
(artículo 1497); 2° Que la confusión verificada en la persona del fiador no
extingue la obligación principal ni la de los demás fiadores (artículo 1498);
3° Que si concurre la calidad de acreedor en uno de varios deudores
123
simplemente mancomunados, no quedan libres los demás sino en la parte
que correspondía a su codeudor (artículo 1499); y, 4° Que los créditos y
deudas del heredero que no hayan sido instituidos a título universal, no se
confunden con las deudas y créditos hereditarios (artículo 1500).
c) Regulación legal: Todo lo relacionado con este punto está regulado en los
artículos 1495 al 1500 del Código Civil.
b) Términos legales: Nuestro Código Civil menciona entre los términos legales
más importantes de prescripción, los siguientes: 1° La prescripción
extintiva se verifica en todos los casos no mencionados en disposiciones
especiales, por el transcurso de cinco (5) años, contados desde que la
obligación pudo exigirse; y si ésta consiste en no hacer, desde el acto
contrario a la obligación (artículo 1508, asimismo véanse los artículos 1509
al 1512 y el 1516); 2° Prescribe en un año la responsabilidad civil
proveniente de delito o falta y la que nace de los daños o perjuicios
causados en las personas. La prescripción corre desde el día en que
recaiga sentencia firme condenatoria, o desde aquel en que se causó el
daño. Sin embargo, si se tratare de funcionarios o empleados públicos, la
responsabilidad civil de éstos prescribirá en un término de veinte (20) años
(artículos 155 de la Constitución; y, 1513 del Código Civil); 3° Prescriben
124
en dos (2) años: los honorarios, sueldos, salarios, jornales y otras
retribuciones por prestación de cualquier servicio; la acción de cualquier
comerciante para cobrar el precio de los objetos vendidos; la acción de los
dueños de hoteles y toda clase de casas de hospedaje para cobrar el
importe de las pensiones y la de los fondistas y demás personas que
suministran alimentos, para cobrar el precio de éstos; y, las pensiones,
rentas y alquileres y cualesquiera otras prestaciones periódicas no
cobradas a su vencimiento, ya se haga el cobro en virtud de acción real o
de acción personal. En estos casos la prescripción corre desde el día en
que el acreedor puede exigir el pago (artículo 1514); 4° La obligación de
rendir cuentas que tienen todos los que administran bienes ajenos, y la
acción para cobrar el saldo de ellos, prescriben por el término de tres (3)
años (artículo 1515); 5° La obligación garantizada con hipoteca prescribirá
a los diez (10) años contados desde el vencimiento de la obligación o de la
fecha en que se tuviere como vencido en virtud de lo estipulado (artículo
856); 6° El término para aceptar la herencia es de seis (6) meses a contar
de la muerte del testador, si el heredero se encuentra en el territorio de
la República y de un (1) año si está en el extranjero (artículo 1031); 7° La
acción revocatoria prescribe en un (1) año, contado desde la celebración
del negocio o desde la fecha en que se verificó el pago o se hizo la
renuncia del derecho (artículo 1300); 8° El derecho de pedir la nulidad
relativa dura dos (2) años contados desde el día en que se contrajo la
obligación, salvo los casos en que la ley fije término distinto. Si la nulidad
se fundare en violencia o temor grave, el término es de un (1) año,
contado de la fecha en que la violencia cesó o el temor grave ha debido
razonablemente desaparecer (artículo 1312); 9° La acción para pedir la
rescisión dura un (1) año, contado desde la fecha de la celebración del
contrato, salvo que la ley fije otro término en casos especiales (artículo
1585); 10° La acción para recobrar lo indebidamente pagado prescribe en
un (1) año, contado de la fecha en que se hizo el pago indebido (artículo
1628); 11° La acción para pedir la reparación de los daños o perjuicios a
que se refiere el Título VII, Capítulo Único, del Libro V del Código Civil,
prescribe en un (1) año, contado desde el día en que el daño se causó, o
en que el ofendido tuvo conocimiento del daño o perjuicio, así como de
quien lo produjo (artículo 1673); 12° La acción para exigir el cumplimiento
de la promesa, deberá entablarse dentro de los tres (3) meses siguientes
al vencimiento del plazo convencional o legal (artículo 1684); 13° Puede
también estipularse en el contrato que la venta se rescindirá a solicitud
del vendedor si dentro de un término fijado hubiere quién dé más por la
cosa. Este término no podrá exceder en ningún caso de seis (6) meses si se
tratare de inmuebles o de tres (3) si se tratare de otros bienes, y se
contará de la fecha de la celebración del contrato (artículo 1847); y, 14°
La acción para pedir la reducción o rescisión de la donación dura seis (6)
meses, contados desde el día en que sobrevino el motivo de la reducción o
rescisión (artículo 1879).
125
c) Efectos: Son efectos o consecuencias jurídicas de la prescripción extintiva:
1° El principal efecto es que extingue la obligación principal y por lo tanto
también la accesoria (artículo 1501 del Código Civil); 2° Las personas
impedidas de administrar sus bienes, pueden reclamar contra sus
representantes legales, cuyo dolo o negligencia hubiere sido causa de la
prescripción (artículo 1502 del Código Civil); y, 3° Los que tienen
capacidad para obligarse pueden renunciar la prescripción ya adquirida,
pero no el derecho de prescribir para lo sucesivo (artículo 1503 del Código
Civil).
126
constreñido se libera de alguna obligación (por ejemplo: la obligación
garantizada con hipoteca se extingue por el transcurso del tiempo
señalado en la ley, sin que el acreedor hipotecario exija el cumplimiento
de tal obligación). Conviene aclarar, que la prescripción extintiva,
negativa o liberatoria, la caducidad y la prescripción adquisitiva, positiva
o usucapión gozan de las siguientes similitudes o semejanzas: 1° Sus
efectos se producen siempre por el transcurso del tiempo que es siempre
determinado en la ley; 2° Todas se deben solicitar ante juez competente;
y, 3° Todas aparecen reguladas tanto en el derecho sustantivo (civil) como
en el derecho adjetivo (procesal).
127
RESUMEN DE DERECHO CIVIL IV
128
individualizada en cuanto, en caso de incumplimiento, se está ante un
hecho ilícito y se puede obtener el fin querido o su equivalente por medio
de la ejecución forzosa.
129
procedimientos usuales, que otorgaban una vinculación jurídica a la
obligación que mediante ellas se constituía, pero esa vinculación provenía
de la forma, y no del propio acuerdo de voluntades. Con los años se
concretaron y especificaron en Roma los contenidos contractuales, que
eran los más básicos para una sociedad como la romana: compraventa,
arrendamiento de bienes y servicios, mandato y sociedad. Junto a ellos se
desarrollaron los contratos innominados, que podían estar dentro de
alguna de estas clases: do ut des, facio ut facias, do ut facias y facio ut
des. En este momento de la historia seguía sin perfilarse la figura del
contrato y sólo podemos hablar de contenidos contractuales, unos típicos y
otros innominados, pero en ningún caso la voluntad era suficiente para
obligarse. La llegada del Derecho de los pueblos germanos implicó un
retroceso respecto a la incipiente evolución hacia la categoría de
contrato, por cuanto estas comunidades mezclaban un fuerte elemento
formal con elementos simbólicos, e incluso el miedo a la venganza privada
era una de las razones para que se procediera al cumplimiento de los
acuerdos. Una influencia mucho más modernizadora supuso la del Derecho
canónico, que mantenía la obligación de veracidad y la de respetar la
palabra dada. En la recepción del Derecho canónico se pretendía ir
“vistiendo” los nudum pactum romanos, hasta llegar a los pacta vestita.
Hay que tener en cuenta que la figura actual del contrato, tal como la
conocemos, no deriva de los contractus romanos, sino de los pactos. Así,
en las Decretales del papa Gregorio IX (1234) se sancionaba la
obligatoriedad de respetar los pactos cuando se adoptaran mediante
juramento. El problema en este caso derivaba de que los pactos se debían
cumplir, no por su fuerza obligatoria, sino por subordinarse al juramento
del que emanaba el auténtico vínculo jurídico, por lo que no quedaba
clara la solución cuando se hiciera un pacto inválido a la luz del Derecho,
unido a un juramento válido. En el ámbito del Derecho mercantil existían
los tribunales de comercio para juzgar todas las materias que le
concernieran y su jurisprudencia fue la primera en reconocer que solus
consensus obligat (basta el acuerdo para obligar). Por las exigencias del
tráfico mercantil, no se podía vincular la eficacia jurídica de los pactos al
cumplimiento de ciertas formalidades y por ello es claro que en esta rama
del Derecho se comenzara a admitir la eficacia de los simples pactos. En la
edad moderna, los teóricos del Derecho natural, que en cierta medida
secularizaron las ideas previas al Derecho canónico, admitieron sin reserva
la voluntad como fuente de obligaciones. Fue Hugo Grocio quien, en su
obra “De iure bello ac pacis” (Sobre el derecho de la guerra y la paz,
1625), fundó todo su sistema en la “necesidad de cumplir las propias
promesas”. Aparece por tanto el contrato como categoría donde el pilar
básico es la simple voluntad de obligarse. Estas ideas se mostraron en
consonancia con el pensamiento individualista y revolucionario de todos
los juristas que influyeron en la redacción del Código de Napoleón (1804),
como Loysel, Domat o Pothier. Hemos de recordar que en esta época el
contrato era una institución tan valorada, que incluso se situaba en el
130
fundamento constitutivo de la sociedad política (el contrato social) o se
hablaba del matrimonio como contrato matrimonial. Fruto de todas estas
influencias, el artículo 1134 de dicho Código afirma: “las convenciones
formuladas conforme a las exigencias de la legalidad adquieren fuerza de
ley entre las partes”. Este artículo supone una definición de la moderna
categoría del contrato, que además gozaba de grandes virtudes para los
revolucionarios, pues rompía obstáculos para la contratación del Antiguo
Régimen y favorecía a la clase en ascenso, la burguesía, reforzando la
dinámica del desarrollo industrial. De este modo se llegó al concepto de
contrato hoy vigente que ha pasado a todos los códigos modernos y que
puede sintetizarse con palabras sencillas en la fórmula antes citada:
acuerdo de voluntades destinado a producir efectos jurídicos. En la
actualidad se habla de la crisis de la figura del contrato, o más bien, de la
crisis de los presupuestos que originaron el contrato. De hecho, el acuerdo
que representa la base del contrato, se suponía que debía tener lugar
entre voluntades libres e iguales, lo cual no es del todo cierto hoy en día.
La realidad social muestra que la libertad, a la hora de contratar, no
existe o está muy limitada en casos. Por ejemplo, en los contratos de
suministros de gas, agua, electricidad, en los que es habitual que operen
compañías en régimen de monopolio, o en otros, donde solo se alcanza
una cierta capacidad para elegir entre unos muy reducidos oferentes (por
ejemplo: las compañías aéreas). Por otro lado, la igualdad no existe
tampoco entre un empleador y alguien que necesita trabajar para ganar su
sustento o entre un banco y una persona necesitada de un préstamo. De
todo ello se deduce que si bien la figura general del contrato sigue
vigente, se han creado otras modalidades de acuerdo como son los
contratos en masa, forzosos, normados o normativos. También los
legisladores han acogido esta problemática dictando leyes que en muchos
aspectos limitan la antigua autonomía contractual donde sólo la voluntad
dictaba el contenido de los pactos y compromisos, como las leyes en
defensa de la competencia o las de protección de consumidores.
131
consentimiento por existir una divergencia entre la voluntad interna (lo
querido en realidad) y la voluntad declarada, como son: el error, la
violencia física irresistible y la declaración emitida sin seriedad (por
ejemplo, la iocandi causa) o con reserva mental. Hay otro conjunto de
supuestos en los que, aun habiendo perfecta concordancia entre lo que se
quiere decir y lo que se dice, se entiende que el consentimiento ha sido
viciado por error, intimidación (al inspirar en uno de los contratantes el
temor racional y fundado de sufrir un mal inminente y grave en su persona
o bienes o en su cónyuge o parientes si no contrata), o por la utilización
de palabras o maquinaciones insidiosas para inducir al otro contratante a
celebrar el contrato. 2) Formalismo: Se llama así a los requisitos o
solemnidades que acompañan o revisten los contratos y que son
específicamente determinados por la ley. En algunos casos, también
especialmente previstos, su omisión puede acarrear hasta la nulidad del
contrato. De acuerdo con la tesis general imperante en el Derecho
positivo, rige el principio de libertad de las formas, es decir que las partes
pueden escoger la que estimen más conveniente, salvo cuando la ley
prescribe alguna determinada. Sin embargo, es menester aclarar que en
cuanto al principio de libertad de las formas, éste opera en lo que a
contratación mercantil se refiere, no así en la contratación civil puesto
que ésta es mucho más rigurosa y solemne en sus formas, que son siempre
establecidas en la ley. En ese orden de ideas, el autor alemán Rudolf Von
Ihering resume las ventajas e inconvenientes del formalismo de la manera
siguiente: 1° Ventajas: Es una garantía de seguridad. Que los pactos no se
concluyan con precipitación, pues la forma es una llamada de atención
sobre las consecuencias del acto. Los compromisos no quedan en la
memoria, se pueden probar, son precisos. Permite una inscripción de
registros, dando así una garantía a los terceros; y, 2° Inconvenientes:
Peligro es cuando a la suerte que corran los actos jurídicos, pues la
exigencia de la forma legal implica el riesgo de que el contrato sea
anulado cuando carezca de ella y no producirá los efectos jurídicos que las
partes esperaban, quedando una de ellas, probablemente de buena fue,
sometida al riesgo de ser sorprendida por la otra, conocedora de la
ineficacia del acto de la ausencia de forma. Incomodidad para la
celebración del acto. 3) Autonomía de la voluntad o de la libertad
contractual: Es la potestad que tienen los individuos para regular sus
derechos y obligaciones mediante el ejercicio de un libre arbitrio,
representada en convenciones o contratos que los obligue como la ley
misma y siempre que lo pactado no sea contrario a la ley, a la moral, al
orden público o a las buenas costumbres. Es decir, que la autonomía de la
voluntad no es más que la facultad que tienen las partes de todo contrato
para perfeccionar un convenio a su libre albedrío, quedando condicionada
dicha voluntad a factores y principios de orden legal, ético y social. 4)
Posición del Código Civil: En cuanto al principio del consensualismo o
consentimiento, nuestra ley sustantiva civil (artículos 1251, parte
conducente, 1252, 1253, 1254 y 1518) expresa que: “El negocio jurídico
132
requiere para su validez: ...consentimiento que no adolezca de vicio.../
La manifestación de voluntad puede ser expresa o tácita y resultar
también de la presunción de la ley en los casos en que ésta lo disponga
expresamente./ El silencio no se considerará como manifestación tácita
de voluntad sino en los casos en que existe, para la parte a quien afecta,
la obligación de explicarse./ Toda persona es legalmente capaz para hacer
declaración de voluntad en un negocio jurídico, salvo aquéllas a quienes
la ley declare específicamente incapaces./ Los contratos se perfeccionan
por el simple consentimiento de las partes, excepto cuando la ley
establece determinada formalidad como requisito esencial para su
validez”. En cuanto al principio de formalismo, el Código Civil
guatemalteco (artículos 1574 al 1578) establece que: “Toda persona puede
contratar y obligarse: 1° Por escritura pública; 2° Por documento privado
o por acta levantada ante el alcalde del lugar; 3° Por correspondencia; y,
4° Verbalmente./ El contrato cuyo valor exceda de trescientos quetzales,
debe constar por escrito. Si el contrato fuere mercantil puede hacerse
verbalmente si no pasa de mil quetzales./ Los contratos que tengan que
inscribirse o anotarse en los registros, cualquiera que sea su valor,
deberán constar en escritura pública. Sin embargo, los contratos serán
válidos y las partes pueden compelerse recíprocamente al otorgamiento
de escritura pública, si se establecieren sus requisitos esenciales por
confesión judicial del obligado o por otro medio de prueba escrita./
Deberán constar en escritura pública los contratos calificados
expresamente como solemnes (el mandato, la sociedad, la donación de
bienes inmuebles y la renta vitalicia), sin cuyo requisito esencial no
tendrán validez./ La ampliación, ratificación o modificación de un
contrato debe hacerse constar en la misma forma que la ley señala para el
otorgamiento del propio contrato”. Por último, en cuanto al principio de
la autonomía de la voluntad o de la libertad contractual, nuestra
Constitución Política de la República (artículos 5°, parte conducente, y 44)
establece que: “Toda persona tiene derecho a hacer lo que la ley no
prohibe; no está obligada a acatar órdenes que no estén basadas en ley y
emitidas conforme a ella.../ Los derechos y garantías que otorga la
Constitución no excluyen otros que, aunque no figuren expresamente en
ella, son inherentes a la persona humana. El interés social prevalece
sobre el interés particular (limitación al principio de la autonomía de la
voluntad). Serán nulas ipso jure las leyes y las disposiciones gubernativas
o de cualquier otro orden (los contratos, por ejemplo) que disminuyan,
restrinjan o tergiversen los derechos que la Constitución garantiza”.
Asimismo, este principio se encuentra consagrado en los artículos 1251 al
1256 del Código Civil, los cuales ya fueron expuestos anteriormente; y,
1593 al 1604 del mismo cuerpo legal.
133
a) Generalidades: Se denominan elementos del contrato a los requisitos o
condiciones que en éste deben concurrir para su existencia. Constituyen,
pues, estos elementos, las partes esencialmente integrativas del contrato.
Los elementos del contrato se clasifican corrientemente en esenciales,
naturales y accidentales.
d) Elementos accidentales: Son los que sólo existen cuando los contratantes
los agregan expresamente para limitar o modificar los efectos normales
del acto.
b) La capacidad legal del sujeto que declara su voluntad: Que no es más que
la facultad concedida por el Derecho para que un sujeto de derecho o
persona, sea susceptible de adquirir derechos subjetivos o contraer
obligaciones. Así, pues, el concepto de capacidad jurídica se identifica con
la personalidad, es así que el Código Civil (artículo 1°) establece que la
personalidad civil de las personas individuales se adquiere con el
nacimiento y se pierde con la muerte, o sea, que los seres humanos son
personas desde que nacen y por tanto tiene capacidad jurídica; sin
embargo, el mismo Código Civil (artículo 8°) especifica que: “La capacidad
para el ejercicio de los derechos civiles se adquiere por la mayoría de
edad. Son mayores de edad los que han cumplido dieciocho años. Los
menores que han cumplido catorce años son capaces para algunos actos
determinados por la ley”. En consecuencia, la incapacidad de ejercicio o
negocial supone la capacidad de goce, es decir, que el sujeto esté
legitimado para obrar pero por su menor edad o por otra causa legal o
natural esté privado de la posibilidad de atender personalmente de sus
negocios (véanse los artículos 9° al 14 del Código Civil).
134
c) El consentimiento que no adolezca de vicio: Esto implica la expresión
externa de las voluntades que coincidan con el objeto del acto, pues no
basta la expresión de voluntad unilateral si no hay acuerdo sobre la
materia o naturaleza del acto y sobre la identidad de la cosa (error
obstáculo) o sobre el negocio y la cosa a realizar. Sin embargo, el
consentimiento no debe adolecer de vicios, reputándose así todas aquellas
situaciones o sucesos que hacen que la expresión de la voluntad creadora
del negocio jurídico se vea afectada disminuyendo su eficacia, aun cuando
la falta de capacidad puede afectar a la voluntad e invalidar el negocio
jurídico; el Código Civil considera sólo como vicios de la declaración de
voluntad el error, el dolo, la simulación y la violencia (véanse los artículos
1251, 1257 al 1268, y 1284 al 1289). Como vimos anteriormente (artículo
1518 del Código Civil), los contratos se perfeccionan por el simple
consentimiento de las partes, salvo cuando la ley establece determinada
formalidad como requisito esencial para su validez. En consecuencia, una
vez dado ese consentimiento mutuo entre las partes, obliga a éstos al
cumplimiento de lo convenido, siempre que esté dentro de las
disposiciones legales relativas al negocio celebrado, debiéndose ejecutar
de buena fe y según la común intención de los contratantes. Se hace
necesario señalar aquí también que la persona que propone a otra la
celebración de un contrato fijándole un plazo para aceptar, queda ligada
por su oferta hasta la expiración del plazo –si no se ha fijado plazo, el
autor de la oferta queda desligado si la aceptación no se hace
inmediatamente–. Por último, es conveniente establecer que el efecto que
produce un contrato consentido por las partes es: la obligación de
concluirlo y a resarcir los daños y perjuicios resultantes de la inejecución
o contravención por culpa o dolo (véanse los artículos 1517 al 1537 del
Código Civil).
d) El objeto lícito: Declara sobre el tema el Código Civil (artículo 1538) que:
“No sólo las cosas que existen pueden ser objeto de los contratos, sino las
que se espera que existan; pero es necesario que las unas y las otras estén
determinadas, a lo menos, en cuanto a su género. La cantidad puede ser
incierta con tal que el contrato fije reglas o contenga datos que sirvan
para determinarla. Los hechos han de ser posibles, determinados y en su
cumplimiento han de tener interés los contratantes”; todo lo anterior en
el supuesto que consistan en la obligación de dar, hacer o no hacer alguna
cosa. En suma, podemos afirmar, con carácter más genérico, que son
susceptibles de constituir objeto de los contratos todas las cosas o bienes
en el comercio de los hombres y todos los servicios no contrarios a la ley o
a la moral.
135
propósito o razón que motivó a cada una de las partes a celebrar el
contrato. La causa constituye un elemento esencial, hasta el punto de
que, faltando la misma, el contrato no produce ningún efecto. La causa de
las obligaciones y contratos tiene que ser verdadera, lícita y no opuesta a
la moral y a las buenas costumbres. A este respecto, expresa el profesor
Federico Ojeda Salazar (Exposición de Motivos del Proyecto de Código Civil
de la República de Guatemala) que: “La causa que enumera el artículo
1406 del Código del 77, como requisito para la validez del contrato, la
suprimimos en el Proyecto. Tomada como el motivo jurídico, la obligación
de cada una de las partes tiene por causa la obligación de la otra, y en
este sentido se ha interpretado la causa en nuestro Código. A pesar de la
autonomía de esta circunstancia proclamada por eminentes autores
causalistas, la discusión con los no menos grandes civilistas que sostienen
su falsedad, sigue interminable y no se llega a una conclusión definitiva,
por lo que siguiendo el ejemplo de códigos tan importantes y modernos
como el alemán, el suizo de las obligaciones, el mexicano, el brasileño y
el peruano, decidimos no mencionarla, tomando en cuenta que en los
contratos onerosos la causa se confunde con el objeto y en los gratuitos,
con el consentimiento”.
136
inmuebles en que la ley exige que debe otorgarse y aceptarse por
escritura pública).
137
daños y perjuicios resultantes del retardo, según el artículo 1433 del
citado cuerpo legal. En el segundo caso (obligación genérica), la
prestación debida pero incumplida por el deudor, puede ejecutarse por el
acreedor o por medio de un tercero, a costa del deudor, por ser
indiferente la calidad de quien inicialmente debió hacerla (artículo 1323
del Código Civil). Por tercero, y en casos muy especiales, puede tenerse al
juez que otorga una escritura pública en rebeldía de quien debió otorgarla
y no lo hizo en su oportunidad y posteriormente no acató el mandamiento
judicial de que compareciera a otorgarla.
138
legislador, que el intérprete sea un psicólogo ni que haga una labor de
investigación de una voluntad que no fue externada; deberá predominar la
voluntad real cuando sea evidente, cuando se haya manifestado con
transparencia y claridad, de modo que existan pruebas demostrativas de
tal realidad visible, objetiva.
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a) Nulidad absoluta y relativa: Se habla de nulidad de los contratos con
referencia a las causas que privan de validez a los mismos por vicios
existentes ab initio (desde el comienzo); a diferencia de la resolución y
rescisión, que los extinguen por circunstancias sobrevinientes. El contrato
es nulo y carente de todo efecto jurídico cuando le falta alguno de los
elementos necesarios para su constitución; ya sea por falta de capacidad
de los contratantes, por falta de consentimiento, por falta de causa, por
ilicitud de la causa, por defecto de forma o por falta, imposibilidad,
ilicitud o indeterminabilidad de la prestación (objeto). A este respecto
nuestro Código Civil (artículo 1303) expresa que: “El negocio jurídico es
anulable: 1° Por incapacidad relativa de las partes o de una de ellas; y, 2°
Por vicios del consentimiento (el error, el dolo, la simulación y la
violencia).” La nulidad del negocio jurídico contractual, según nuestro
Código Civil, puede ser: 1) Nulidad absoluta: Hay nulidad absoluta en un
negocio jurídico, cuando su objeto sea contrario al orden público o
contrario a leyes prohibitivas expresas, y por la ausencia o no concurrencia
de los requisitos esenciales para su existencia (capacidad legal del sujeto
que declara su voluntad, consentimiento que no adolezca de vicio y objeto
lícito). Los negocios que adolecen de nulidad absoluta no producen efecto
ni son revalidables por confirmación (véanse los artículos 1251, 1301 y
1313 al 1318). 2) Nulidad relativa: La nulidad relativa se fundamenta en la
protección a un interés privado, por lo cual los negocios jurídicos surten
algunos efectos a pesar de que adolecen de algún vicio legal y pueden ser
convalidados mediante el transcurso del tiempo señalado para la
prescripción de la acción –dos años contados desde el día que se contrajo
la obligación– (véanse los artículos 1304 al 1318). Conviene aclarar, que la
nulidad puede ser declarada de oficio por el juez cuando resulte
manifiesta; puede también ser alegada por los que tengan interés o por la
Procuraduría General de la Nación (véanse los artículos 1302 del Código
Civil; y, 1 del Decreto N° 25-97 del Congreso).
140
que le incumbía. Según afirma Raymundo Salvat M., “es la cláusula en
virtud de la cual se estipula que el contrato será resuelto si una de las
partes no cumple con sus obligaciones” (Tratado de derecho civil
argentino, Buenos Aires, 1928). En la legislación guatemalteca, el pacto
comisorio se da cuando: “Pueden las partes estipular en el contrato que la
venta se rescindirá si no se paga el precio en cierto día determinado. Sin
embargo, el comprador de bienes inmuebles podrá pagar el precio
después del día señalado mientras no hubiere incurrido en mora en virtud
de requerimiento”. Por último, es importante hacer mención que la
acción para pedir la rescisión dura un año, contado desde la fecha de la
celebración del contrato, salvo que la ley fije otro término en casos
especiales.
141
debe ser declarada judicialmente./ Verificada o declarada la rescisión o
resolución de un contrato, vuelven las cosas al estado en que se hallaban
antes de celebrarse; en consecuencia, las partes deberán restituirse lo
que respectivamente hubieren recibido. Los servicios prestados deberán
justipreciarse ya sea para pagarlos o para devolver el valor de los no
prestados”.
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una forma determinada y no otra diferente para que se produzcan
determinadas consecuencias, pero esas consecuencias se producen
también aunque no se satisfaga la forma prevista y sólo se establece la
nulidad del contrato por la falta de tal forma, destruyéndola
retroactivamente esos efectos cuando se pronuncie por el juez la nulidad,
el contrato se clasifica y califica como formal (por ejemplo: cuando el
Código Civil, artículo 1576, establece que: “Los contratos que tengan que
inscribirse o anotarse en los registros, cualquiera que sea su valor,
deberán constar en escritura pública. Sin embargo, los contratos serán
válidos y las partes pueden compelerse –obligarse– recíprocamente al
otorgamiento de escritura pública, si se establecieren sus requisitos
esenciales por confesión judicial del obligado o por otro medio de prueba
escrita”). Cuando la ley no exige forma determinada para la validez de un
contrato, sino que deja a las partes la libertad más absoluta para darle la
forma que ellas determinen, el contrato será consensual, sin que esto
signifique que el contrato pueda celebrarse sin forma (por ejemplo: la
donación de bienes muebles, ya que la ley sólo especifica que deberá
otorgarse y aceptarse por escritura pública la donación de bienes
inmuebles –artículo 1862 del Código Civil–). Una subclasificación de este
tipo de contratos, desde el punto de vista de la entrega de la cosa como
un elemento constitutivo del contrato o como una obligación nacida del
contrato, es la siguiente: contratos reales y contratos consensuales.
Cuando la entrega de la cosa en los contratos en los que el contenido de la
prestación de alguna de las partes sea transmitir el dominio o el uso o
goce de un bien, sea indispensable para el perfeccionamiento del
contrato, se clasifica como real (por ejemplo: la prenda, el mutuo, el
comodato y el depósito). Si la entrega no es un elemento constitutivo del
contrato, sino que es una obligación que nace del mismo, se entiende que
el contrato se perfeccionó por el simple acuerdo de voluntades y se
clasifica como consensual (por ejemplo: la compraventa, el
arrendamiento), es decir, que basta el consentimiento de las partes para
que sea perfecto.
143
los artículos 1957 al 1973 del Código Civil). También pueden existir
contratos que sean onerosos y al mismo tiempo unilaterales, como el
mutuo (véanse los artículos 1942 al 1956 del Código Civil). Asimismo, los
contratos, desde el punto de vista de la certeza de los provechos y
gravámenes que generan, se clasifican en conmutativos y aleatorios (ésta
es una subclasificación de los contratos onerosos). Si los provechos y
gravámenes que genera para las partes son ciertos y conocidos desde la
celebración misma del contrato, será conmutativo (por ejemplo: la
compraventa, la permuta, el arrendamiento). Si esos provechos y
gravámenes no son ciertos y conocidos al momento de celebrarse el
contrato, sino que dependen de circunstancias o condiciones fortuitas
posteriores a su celebración, será aleatorio (por ejemplo: la renta
vitalicia, las loterías y rifas, las apuestas y juegos, y la compraventa de
esperanza –véase el artículo 1805 del Código Civil–).
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instituciones bancarias o de crédito, en nuestro medio, es muy común que
deben elaborarse de acuerdo a la minuta, extracto o borrador que se hace
del negocio jurídico a realizar, anotando las cláusulas o partes esenciales,
para copiarlo después y extenderlo con todas las formalidades necesarias a
su perfección).
A. CONTRATOS PREPARATORIOS.
1. DE PROMESA Y DE OPCIÓN.
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