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RESUMEN DE DERECHO CIVIL III

I. NOCIONES GENERALES

1. CONCEPTO DEL DERECHO DE OBLIGACIONES. POSICIÓN DEL CÓDIGO CIVIL.

a) Concepto del derecho de obligaciones: Es la rama del Derecho Civil que


trata de las relaciones entre deudor y acreedor, en todas sus especies, de
los derechos personales que se concentran en la exigencia ajena de hacer
o de no hacer, de dar o no dar algo.

b) Posición del Código Civil: A tenor del artículo 1319 del Código Civil que
expresa que: “Toda obligación resultante de un acto o declaración de
voluntad consiste en dar, hacer o no hacer alguna cosa”. Tal precepto
legal no contiene propiamente una definición, pero resalta los tres
aspectos objetivos de la obligación: dar, hacer o no hacer alguna cosa, de
evidente raigambre romana.

2. CARACTERES DEL DERECHO DE OBLIGACIONES. PATRIMONIALIDAD DE LA


PRESTACIÓN. CORRIENTE UNIFICADORA DEL DERECHO CIVIL Y MERCANTIL EN
MATERIA DE OBLIGACIONES.

a) Caracteres del derecho de obligaciones: 1) Compromete al deudor en lo


personal: el deudor está determinado por su identidad personal; el
obligado a la prestación puede ser José Rodríguez o Francisco Sánchez, en
cuanto a que son ellos mismos y nadie más, sino ellos, quienes soportan el
débito. 2) Compromete todo el patrimonio del deudor: si éste no paga, el
acreedor podrá hacer efectiva la obligación, trabar ejecución y embargar
cualesquiera de los bienes afectables que figuren en el activo patrimonial
del deudor en el momento del secuestro, pues es un principio el hecho de
que es el deudor quien debe responder de sus deudas con la totalidad de
su patrimonio. 3) Puede ser transmitida sólo mediante un contrato que se
llama cesión o asunción de deudas.

b) Patrimonialidad de la prestación: Como vimos anteriormente el derecho


de obligaciones, personal o de crédito, compromete todo el patrimonio del
deudor; si el obligado no paga, el acreedor podrá hacer efectiva la
obligación afectando la totalidad del patrimonio del deudor.

c) Corriente unificadora del derecho civil y mercantil en materia de


obligaciones: La corriente o tendencia actual es la de volver a la
unificación del derecho privado de las obligaciones, pero subordinando el
derecho civil al mercantil o comercial, que es más evolutivo y más ágil. No
obstante, las razones principales que invocan algunos juristas para
oponerse a la unificación pueden resumirse así: las normas de uno y otro

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derecho responden a relaciones jurídicas procedentes de manifestaciones
económicas distintas; las obligaciones comerciales surgen de hechos
inspirados en un interés específico, el derecho comercial es universal y el
local el civil, aquél progresivo y éste estático; la relación jurídica civil
muere en los sujetos de la relación mientras que la relación jurídica
comercial tiene proyecciones en la colectividad; la unificación pretendida
no responde a ninguna necesidad real.

II. NATURALEZA DE LA OBLIGACIÓN

1. DEFINICIÓN DE LA OBLIGACIÓN. EVOLUCIÓN HISTÓRICA. CONCEPCIONES


SUBJETIVA Y PATRIMONIAL.

a) Definición de la obligación: Es la relación jurídica en virtud de la cual una


persona (deudor) debe una determinada prestación a otro (acreedor), que
tiene la facultad de exigirla, constriñendo a la primera a satisfacerla.
b) Evolución histórica: El derecho romano fue el escultor del derecho de
obligaciones; y, para éste la obligación era una liga de Derecho, vinculum
juris, que constriñe a una persona para con otra, a dar, a hacer o a no
hacer alguna cosa. Antiguamente la obligación se designaba con el término
nexum o nexus, de nectere, que significaba atar, vincular, después
hallamos empleada, con cierta generalidad, la palabra obligatio (de ob y
ligare), con la cual se está dando a entender que su esencia está en la
sujeción del deudor a los poderes o derechos del acreedor. Del lado activo
de la obligación se encuentra un creditum o nomen, que le corresponde al
acreedor (creditor); y, del lado positivo, un debitum, que constituye el
deber jurídico del deudor (debitor). Sin embargo, en la actualidad ha
surgido la tendencia de conceptualizar a la obligación como una relación y
no como el derecho romano lo conceptuó al decir que ésta era un vínculo,
y que el hacer énfasis en el aspecto activo y en el pasivo de la obligación,
no son meramente cuestiones de terminología. Aparte que en la
actualidad se trata de erradicar toda idea de sometimiento personal del
deudor. En suma, el derecho romano vio en la obligación un vínculo entre
personas; pero el moderno (en especial el germánico), tiende a destacar el
compromiso objetivo de crédito o deuda, estimándolo más bien que como
una voluntad ligada a otra, como un vínculo entre dos patrimonios,
considerados como personalidades abstractas.

c) Concepciones subjetiva y patrimonial: 1) Concepción subjetiva: como


dijimos anteriormente (derecho romano), esta concepción ve en la
obligación un vínculo entre personas, existiendo un sometimiento personal
del deudor para con el acreedor. 2) Concepción objetiva o patrimonial:
que considera el derecho del acreedor como un derecho sobre los bienes
del deudor, es decir, sobre su patrimonio. A este respecto, expresa el
profesor Federico Ojeda Salazar, en su meritoria exposición de motivos del

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Proyecto de Código Civil, que: “Si la obligación es una necesidad o una
relación jurídica o un vínculo patrimonial, etc., es la doctrina la que debe
investigarlo; en el Código lo único que interesa precisar con claridad es el
concepto objetivo de la misma y ese propósito lo consideramos conseguido
con la redacción que hemos adoptado en el artículo 1319”.

2. ELEMENTOS DE LA OBLIGACIÓN.

a) Elemento subjetivo o personal (sujetos): El elemento subjetivo o personal


en toda obligación determinada, tiene dos polos: el activo y el pasivo. Al
primero se le denomina sujeto activo o acreedor, por ser el titular del
derecho subjetivo creado por el surgimiento de la obligación. Al segundo
se le denomina sujeto pasivo o deudor, porque su actitud, desde el
nacimiento hasta la extinción de la obligación, se contrae a observar una
conducta que sólo tenga por objeto el cumplimiento de aquellos a que se
obligó.

b) Elemento objetivo o real (objeto o prestación): En la actualidad se admite


generalmente que el elemento real u objetivo de la obligación lo
constituye la prestación, o sea, aquella conducta o comportamiento a que
el deudor se comprometió y que el acreedor está legalmente capacitado a
exigir de él (dar, hacer o no hacer alguna cosa).

c) Elemento formal (relación jurídica): Se ha considerado admisible que el


contenido de la relación de la deuda sea uno y el de la responsabilidad
otro, citando al efecto el caso en que la responsabilidad aparece limitada,
o concretada a determinados objetos del patrimonio. Del problema de la
distinción entre el débito y la responsabilidad, si no se puede decir que
carece en absoluto de interés práctico, cabe, por lo menos, decir que no
tiene aquel que exigiría una investigación más amplia por nuestra parte,
dada sobre todo la circunstancia de que para nuestro sistema jurídico civil
la distinción no tiene relevancia particular.

3. FUENTES DE LA OBLIGACIÓN. POSICIÓN DEL CÓDIGO CIVIL.

a) Fuentes de la obligación: 1) Definición: son aquellos elementos por cuya


virtud una persona aparece constreñida u obligada a realizar una
determinada prestación (acerca de cuáles han de ser esos elementos a los
que el derecho objetivo vincula aquella consecuencia jurídica es sobre lo
que gira todo el contenido de dicha teoría de las fuentes. 2) Clasificación
de las fuentes de la obligación en el Derecho romano: se considera, según
las Instituciones de Gayo, como fuente de la obligación: el contrato, el

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delito y varias otras figuras de causas. La realidad jurídica diaria hizo que
se estimara insuficiente esa clasificación trimembre (de tres miembros), o,
mejor dicho, que se precisaran esas otras figuras. Dícese que Justiniano
(en sus Instituciones) al tratar de las fuentes de las obligaciones, se refiere
al contrato y al cuasi contrato; al delito y al cuasi delito. Procede
observar que modernamente existe cierto consenso en el sentido de que
esa clasificación cuatrimembre (de cuatro miembros), que adiciona al
contrato y al delito las figuras del cuasi contrato y del cuasi delito. 3)
Clasificación de las fuentes de la obligación en el Derecho moderno: el
movimiento codificador del derecho civil, culminante con la promulgación
el 24 de marzo de 1804 del Código Civil francés (que en 1807 cambio su
denominación a la de Código de Napoleón), aceptó plenamente la referida
división cuatrimembre originada del Derecho romano (Las Instituciones del
Código de Justiniano), pero adicionando una nueva fuente: la ley, para
justificar el origen de obligaciones que no tienen por causa las otras
fuentes. Surge entonces la siguiente clasificación de las fuentes de las
obligaciones: la ley, el contrato, el cuasi contrato, el delito y el cuasi
delito (es la denominada clasificación quíntuple).

b) Posición del Código Civil: Resulta ilustrativo leer lo que dice la exposición
de motivos del Proyecto de Código Civil (explicada por el profesor
Federico Ojeda Salazar), que dice: “La parte resultante que enumera y
clasifica las fuentes de las obligaciones, ha quedado suprimida. Sin
necesidad de hacer la enumeración que nunca podría ser taxativa, hemos
agrupado las fuentes de las obligaciones en tres apartados que son: a) Las
que provienen de contratos; b) Las que proceden de hechos lícitos sin
convenio; y, c) Las que se derivan de hechos ilícitos. Esta separación
determina la fuente inmediata y directa de la obligación, dejando a la
doctrina que señale o establezca si la ley y el contrato son las únicas
fuentes verdaderas de las obligaciones o si fuera de éstas o dentro de
éstas existen otras, como piensan y afirman connotados autores”. Nótese
que en la evolución doctrinal sobre las fuentes de las obligaciones,
prácticamente han desaparecido las figuras denominadas cuasi contratos y
cuasi delitos, substituidas, puede decirse, por las denominaciones hechos
lícitos sin convenio y hechos y actos ilícitos. Ello se debió a una fuerte
reacción contra aquellas figuras: el cuasi contrato (actos o hechos
lícitamente voluntarios en los cuales falta el común acuerdo de las partes,
como en la gestión de negocios); y, el cuasi delito (hechos y actos ilícitos
surgidos sin intención del autor, pero con culpa y sin que sea tipificante de
un delito). Estas figuras han sido consideradas antitécnicas y de muy difícil
determinación práctica. La doctrina moderna se inclina a sustituir esas
clásicas denominaciones por las más comprensivas y amplias de lo lícito y
lo ilícito (hechos lícitos y hechos y actos ilícitos). Consúltese el Libro V,
Primera Parte, Títulos V, VI y VII, del Código Civil vigente.

4. OBLIGACIONES PROVENIENTES DE HECHOS LÍCITOS SIN CONVENIO.

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a) Gestión de negocios (negotiorum gestio): 1) Definición: Conocida también
en la doctrina italiana como representación sin poder. Llámase así la
intervención de un tercero en negocios ajenos sin mandato del dueño
(dominus negotii). Se considera como fuente de obligaciones
extracontractual, pues crea derecho y obligaciones tanto para el gestor
como para el dueño por lo que se le denominó cuasi contrato desde el
Derecho romano. El gestor está obligado a actuar de acuerdo con los
intereses del dueño, terminar la gestión y rendir cuentas; el dueño debe
reembolsar los gastos y sus intereses, si la gestión fue útil o la ratificó
(esta ratificación produce los efectos del mandato expreso y opera
retroactivamente), en ambos casos debe cumplir las obligaciones que a su
cargo se derivan del negocio gestionado. A este respecto nuestro Código
Civil (artículo 1605) manifiesta que: “El que sin convenio se encarga
voluntariamente de los negocios de otro, está obligado a dirigirlos y
manejarlos útilmente y en provecho del dueño”. Es decir, por ejemplo,
que una persona puede comparecer en nombre de otra, como gestor de
negocios, en un contrato de compraventa si en el mismo está adquiriendo
el bien objeto del contrato; no obstante, éste –el gestor de negocios–
jamás podrá actuar como tal si en dicho contrato traslativo de dominio se
está enajenando algún bien del dueño, ya que la función de la gestión de
negocios será siempre en provecho de este último y no en pérdida de
algún derecho o bien constitutivo del patrimonio del mismo (véanse los
artículos 1605 al 1615 del Código Civil). 2) Fundamento: La gestión de
negocios se fundamenta en el hecho de que una persona se ocupa de los
intereses de otra persona, sin haber recibido mandato para ello. 3)
Elementos: 1° Subjetivo o personal: El elemento subjetivo o personal en la
gestión de negocios está conformada por: el gestor, que es la persona que
se encarga voluntariamente de los negocios de otra persona, sin haber
recibido mandato para ello; y, el dueño del negocio, que es la persona
titular del negocio o pluralidad de negocios en los que interviene el
gestor; y, 2° Objetivo o real: Está constituido por el negocio jurídico, que
no es más que el acto de una o más voluntades que pretenden algún
efecto jurídico reconocido por la ley. 4) Efectos: Podemos distinguir dos
efectos: 1° El dueño del negocio tiene una acción directa (actio directa
negotiorum) contra el gestor, para demandarle las cuentas de su gestión,
cuando éste verifique operaciones distintas del giro habitual de sus
negocios, cuando el gestor hubiere pospuesto el interés del dueño al suyo
propio, o cuando el gestor inició la gestión contra la voluntad manifiesta o
presunta del dueño; y, 2° El gestor de negocios tiene una acción contraria
(actio contraria negotiorum gestorum) para hacerse pagar (indemnización)
los gastos necesarios y útiles que hubiere hecho y los perjuicios que
hubiere sufrido en el desempeño de la gestión.

b) Enriquecimiento sin causa o ilegítimo: 1) Definición: Es considerado como


una de las fuentes extracontractuales de las obligaciones. El Código Civil

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(artículo 1616) clasifica como enriquecimiento sin causa: “La persona que
sin causa legítima se enriquece con perjuicio de otra, está obligada a
indemnizarla en la medida de su enriquecimiento indebido”; es decir, que
el enriquecimiento ilegítimo es el pago de lo indebido, obligando al que
recibió una cosa a la que no tenía derecho y que se le entregó por error a
devolverla. Si el que se enriqueció procedió de buena fe en la creencia de
su derecho al pago, sólo está obligado a devolver lo equivalente a su
enriquecimiento; pero si procedió de mala fe debe abonar el interés legal
o los frutos percibidos a los dejados de percibir, así como responder por el
deterioro de la cosa que se produzca por su causa (véanse los artículos
1616 al 1628 del Código Civil). 2) Fundamento: El fundamento del
enriquecimiento sin causa parte de la teoría conforme a la cual nadie
puede enriquecerse con perjuicio de otro. La consecuencia es la obligación
de indemnizar a aquél en cuyo perjuicio se verifica este enriquecimiento.
Esta obligación está sancionada por una condictio sine causa. 3)
Elementos: En el principio general que regula el Código Civil, debemos
determinar la relación que existe entre el enriquecimiento y el
empobrecimiento. Los elementos lógicamente son los siguientes: 1° Que
haya empobrecimiento de un patrimonio; 2° Que exista enriquecimiento
de otro; y, 3° Que no exista una causa que justifique ese desplazamiento
patrimonial.

c) Declaración unilateral de la voluntad: 1) Definición: En los actos jurídicos


la declaración unilateral de voluntad ha sido considerada como fuente de
obligaciones de carácter restringido; sólo es reconocida como tal en los
casos expresos señalados por el Código Civil, éstos son: oferta al público
que adopta las formas de oferta de venta; promesa de recompensa simple
y en concurso; y, títulos al portador que omiten el nombre de su titular,
que por ello pueden transmitirse por simple tradición o entrega (véanse
los artículos 1629 al 1644 del Código Civil). Conviene aclarar, que también
el testamento se ha considerado como un acto unilateral de voluntad que
genera efectos jurídicos antes de la aceptación de los mismos por el
beneficiario, aunque, en este caso, sólo habrán de actualizarse a la
muerte del testador, quien en cualquier momento puede revocar o
modificar su voluntad sin que esté sujeto a más plazo que su propia
supervivencia (consúltese el artículo 935 del Código Civil). 2)
Antecedentes históricos: El derecho antiguo –hecha especial referencia al
Derecho romano–, fue renuente en términos absolutos a considerar la
declaración unilateral de voluntad como fuente de obligaciones. Se exigía
el consenso de por lo menos dos personas para la creación de un vínculo
obligatorio, a través, generalmente, del contrato, área en que ahora se
estima que con mayor énfasis la declaración unilateral de voluntad puede
producir efectos jurídicos. Así, pues, el Derecho romano contemplaba
como fuentes de las obligaciones derivadas de actos o hechos lícitos no
convencionales: la ley y los cuasi contratos; y de estos últimos eran únicas
fuentes principales la negotiorum gestio (gestión de negocios) y la

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condictio sine causa (enriquecimiento sin causa). Mas ahora, tanto la
doctrina como la legislación han abierto sus puertas a la teoría de la
declaración unilateral de voluntad como fuente de obligaciones, en ciertos
casos que con mayor o menor amplitud regula el derecho positivo en aras
de la seguridad de los negocios jurídicos. 3) Concepciones doctrinarias: 1°
Tesis Unilateralista Radical: o sea la que le atribuye a la voluntad
unilateral la fuerza vinculante de todas las obligaciones que puedan nacer
de un negocio jurídico, tanto los unilaterales como los bilaterales; 2° Tesis
Unilateral Moderada o Restringida: que la acepta sólo para casos de
naturaleza excepcional en que así lo exija el interés del tráfico jurídico; y,
3° Tesis Negativa: que niega que de la voluntad unilateral puedan nacer
obligaciones; es la concepción bilateralista que descansa en la fuerza
tradicional de las instituciones del Derecho romano. 4) Posición del Código
Civil: El Código Civil, dentro del título relativo a la obligaciones
provenientes de hechos lícitos sin convenios, admite en forma expresa que
la declaración unilateral de la voluntad es fuente de obligaciones, en los
casos siguientes: 1° Oferta al público: que se tipifica en el sentido que la
persona que ofrezca al público objetos en determinado precio, queda
obligada a sostener su ofrecimiento (artículo 1629); 2° Promesa de
recompensa: que se tipifica en el sentido que quien hace oferta por la
prensa u otro medio de difusión, de remunerar una prestación o un hecho,
contrae la obligación de cumplir lo prometido (artículos 1630 al 1637); y,
3° Títulos al portador: aquellos que no están expedidos a favor de persona
determinada, contengan o no la cláusula “al portador”, que se transmiten
por la simple tradición y obligan al emisor a pagar a cualquiera que le
presente y entregue el título, salvo que hubiera sido notificado
judicialmente para retener el pago (artículos 1638 al 1644; asimismo, con
relación a estos artículos, véanse los artículos 436 al 440 del Código de
Comercio).

5. OBLIGACIONES QUE PROCEDEN DE HECHOS Y ACTOS ILÍCITOS.

a) Concepto de hecho y acto ilícito: 1) Hecho ilícito: Primeramente, diremos


que hecho es toda acción u omisión, engendrada por la actividad humana
o puramente natural, que es objeto del acto jurídico; y, éste es ilícito
cuando es contrario a las leyes de orden público o a las buenas
costumbres. 2) Acto ilícito: Previamente, diremos que acto jurídico es una
manifestación exterior de voluntad, bilateral o unilateral, cuyo fin directo
consiste en engendrar, con fundamento en una regla de Derecho o en una
institución jurídica, a cargo o en provecho de una o varias personas, un
estado; es decir, una situación jurídica permanente y general, o por el
contrario, un efecto de Derecho limitado, relativo a la formación,
modificación o extinción de una relación jurídica; y, éste es ilícito cuando
los efectos que la norma establece son contrarios a la voluntad de los
autores, pues su conducta es sancionada y nace la obligación de restituir
la cosa y reparar el daño material y moral causado. Los actos jurídicos

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ilícitos suelen clasificarse así: delito, que es una acción antijurídica,
típica, culpable y sancionada con una pena (por ejemplo: el robo, el
hurto, etc.); y, cuasi delito, que es un acto ilícito que, sin ser delito, está
prohibido por la ley (por ejemplo: el daño a las personas, o en sus bienes
por acción personal, por poner en movimiento máquinas o maquinarias que
por su velocidad, por su naturaleza explosiva o inflamable, o por otras
causas análogas, causen daño a las personas o a las cosas). Por último,
conviene aclarar que no todos los hechos ni los actos humanos son
jurídicos. Muchos de ellos son irrelevantes para el Derecho. Son jurídicos
cuando con ellos se realiza la hipótesis o supuesto jurídico contenido en la
norma positiva.

b) Responsabilidad civil: Es la situación jurídica que obliga a algunos a


responder del daño causado por sus propios hechos ilícitos, los de otros
sujetos a él y por sus cosas y animales. La responsabilidad civil se
distingue de la penal en que puede darse con culpa o sin ella, el daño
producido es de carácter privado y su efecto se agota en la reparación;
mientras que la responsabilidad penal implica culpa, el daño es de
carácter social y además de la reparación implica la aplicación de una
pena. Para que nazca la obligación de reparar se requiere además de la
responsabilidad del sujeto la existencia del daño que es la lesión de un
derecho subjetivo valorable en dinero, por otra parte, el daño puede ser
producido por hecho o abstención del propio responsable o de otro sujeto
a aquel que tenga obligación de elegir o vigilar (culpa en eligende, culpa
in vigilando) o por cosas o animales de su propiedad. A este respecto
expone nuestra ley sustantiva civil (artículo 1645) que: “Toda persona que
cause daño o perjuicio a otra, sea intencionalmente, sea por descuido o
imprudencia, está obligada a repararlo, salvo que demuestre que el daño
o perjuicio se produjo por culpa o negligencia inexcusable de la víctima”;
asimismo, el artículo 1434 de la citada ley nos indica que: “Los daños que
consisten en las pérdidas que el acreedor sufre en su patrimonio, y los
perjuicios, que son las ganancias lícitas que deja de percibir, deben ser
consecuencia inmediata y directa de la contravención, ya sea que se hayan
causado o que necesariamente deban cuasarse –estos daños se denominan
compensatorios–”. En ese orden de ideas y atendiendo a lo contemplado
en Código Civil, la responsabilidad civil puede ser: extracontractual,
cuando el carácter de la norma transgredida (el tipo de antijuricidad
dado) es una norma de observación general (por ejemplo: quien da muerte
a una persona por acción u omisión lícitas y en virtud de su imprudencia,
negligencia o impericia; será responsable penalmente del delito de
homicidio culposo y, consecuentemente, lo será también civilmente); y,
contractual, es la proveniente de la transgresión de una cláusula
particular, de una norma jurídica de observancia individual, de un
contrato u otro acto jurídico de derecho privado (por ejemplo: si en un
contrato de promesa se establece una cláusula de indemnización, la parte
que no cumpla con su respectiva obligación deberá pagar la suma pactada

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a la otra, para compensar los daños y perjuicios causados). Es conveniente
aclarar, que la acción para pedir la reparación de los daños o perjuicios
derivados de la responsabilidad civil, prescribe en un año, contado desde
el día en que el daño se causó, o en que el ofendido tuvo conocimiento del
daño o perjuicio, así como de quien lo produjo (véanse los artículos 1645
al 1673 del Código Civil).

c) Abuso de derecho: Aun cuando la terminología ha sido combatida por ser,


como dijo Marcel Planiol, una logomaquia (discusión en que se atiende a
las palabras y no al fondo del asunto), pues abuso y derecho son términos
que se excluyen por ser antagónicos, ya que si se ejercita un derecho
subjetivo no se abusa, pues el abuso empieza donde el derecho termina;
sin embargo, con esta denominación nuestro Código Civil (artículos 1653 y
1654) plasma esta idea cuando establece que: “El exceso y mala fe en el
ejercicio de un derecho, o la abstención del mismo, que cause daños o
perjuicios a las personas o propiedades, obliga al titular a indemnizarlos./
Si la persona que reclama la indemnización ha contribuido a causar el
daño o perjuicio, la obligación de repararlo se deducirá en proporción a su
participación en él” (véase también el artículo 18 de la Ley del Organismo
Judicial). Esta postura reconoce que el ejercicio del derecho tiene un
límite no jurídico sino moral; la teoría de los llamados actos de emulación,
se fundó en la intención de dañar a terceros con el ejercicio del derecho
sin utilidad para el titular, actualmente se considera que no es necesaria
la intención de dañar (teoría subjetiva) sino que basta el daño, si el
ejercicio no produce utilidad al titular. Por ejemplo: en el caso de quien,
so pretexto de lo absoluto de su derecho dominical, destruye o
desnaturaliza un bien de su pertenencia en perjuicio de otro o del interés
social.

d) Teoría subjetiva y teoría objetiva o del riesgo creado: 1) Teoría subjetiva:


Esta teoría expone que la responsabilidad es la fundada en el proceder
culposo o doloso del responsable; y por ello opuesta a la responsabilidad
objetiva. 2) Teoría objetiva o del riesgo creado: Ahora bien, en el Derecho
moderno, que empezó a desarrollarse hacia el último tercio del siglo XIX,
frente al concepto tradicional de la responsabilidad subjetiva, surgió la
teoría, ya acogida por la generalidad de las legislaciones, de la
responsabilidad objetiva, llamada también responsabilidad sin culpa, cuya
primera manifestación en la práctica fue tal vez la regulada en las leyes
de accidentes de trabajo (véase el artículo 1649 del Código Civil), según
las cuales el patrono responde por los daños físicos que reciben los
trabajadores en la realización de sus labores o como consecuencia de
ellas, con entera independencia de que haya mediado culpa o negligencia
y aun cuando se hayan producido por imprudencia o la culpa no grave de
la propia víctima. Esta forma de responsabilidad objetiva es llamada
también responsabilidad por el riesgo creado. Claro es, que esta teoría ha
adquirido en su aplicación un creciente desarrollo debido a los avances de

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la civilización en su aspecto científico. El dueño, poseedor, usuario de
automóviles y otras máquinas crea en su propio provecho, y en contra de
terceros, un peligro nuevo por el que debe responder en caso de que el
daño se produzca; y ello, asimismo, independientemente de que en la
producción haya mediado o no su culpa o su negligencia; pues, lo mismo
que en el caso de los accidentes de trabajo, la culpabilidad se presumen
siempre y será el propietario quien, para eximirse de responsabilidad,
tendrá que probar que el siniestro estuvo ocasionado por la culpa de la
víctima. En suma, podemos decir que la responsabilidad objetiva, sin
culpa o por el riesgo creado, es la tendencia relativamente moderna que
se aparta del fundamento forzoso en culpa o dolo para exigir el
resarcimiento de los daños y perjuicios.

e) Posición del Código Civil: Los hechos y actos ilícitos son el delito que casi
siempre apareja responsabilidad civil y los daños que se causan sin malicia
ni intención de producirlos. La acción civil proveniente de los delitos está
regulada en el Código Penal (artículos 112 al 122); pero el principio
general de responsabilidad lo declara el artículo 1645 de nuestro Código
Civil: todo daño debe repararse; y tanto daño origina el que
intencionalmente lo produce como el que sin intención también lo causa
por omisión, descuido o imprudencia. En ese orden de ideas, existen,
como ya vimos, dos clases de responsabilidad civil por el elemento o dato
en que se afinca la necesidad de resarcir los daños: 1° La responsabilidad
subjetiva, cuando éstos han sido causados por una conducta culpable,
antijurídica y dañosa, que tiene por fuente el hecho ilícito y por soporte
esa noción subjetiva de la culpa; y, 2° La responsabilidad objetiva, si los
daños provienen de una conducta lícita jurídica, inculpable, consistente
en aprovechar un objeto peligroso que crea riesgo de daños,
responsabilidad fincada en dicho riesgo y que por consiguiente se llama
responsabilidad objetiva, por tener su apoyo en un elemento externo
como en el riesgo creado. De ello se sigue que, en nuestro derecho
positivo, la responsabilidad civil (la obligación de indemnizar) tiene dos
posibles causas o fuentes: el hecho ilícito y el riesgo creado.

III. CLASIFICACIÓN DE LAS OBLIGACIONES

1. CON RELACIÓN AL SUJETO.

a) Simples o sencillas: Son aquellas obligaciones en que existe un solo sujeto


activo o acreedor (por ejemplo: quien da a otro cien quetzales en calidad
de préstamo); y un solo sujeto pasivo o deudor (por ejemplo: quien recibe
dicha cantidad y se obliga a devolverla en el tiempo y forma convenidos).
Los artículos 1320 al 1333 del Código Civil, parecen referirse a esta clase
de obligaciones por estar expresados en singular al referirse a deudor y a
acreedor. Mas, no debe olvidarse que esas disposiciones legales son

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aplicables también a la obligaciones en que intervienen más de dos
personas como sujeto activo o como sujeto pasivo.

b) Mancomunadas: Llamadas también múltiples, colectivas o compuestas.


Son aquellas en que la titularidad de la obligación –titularidad activa,
pasiva o ambas–, corresponde a dos o más persona. Se tipifica una
obligación de esta clase cuando, por ejemplo, tres personas copropietarias
de una casa la dan en arrendamiento (alquiler) a dos o más personas
conjuntamente. A este respecto expresa nuestro Código Civil (artículo
1347) que: “Hay mancomunidad cuando en la misma obligación son varios
los acreedores o varios los deudores”. La mancomunidad puede
presentarse en dos formas, que son: 1) Mancomunidad simple o a prorrata:
Se dice que existe mancomunidad simple o a prorrata (a parte o porción
fija), cuando por razón de la obligación creada entre más de dos personas,
la prestación, en su aspecto negativo o deudor, se presenta en forma tal
que cada obligado lo está únicamente en la parte o proporción que le
corresponde según los términos de la relación obligatoria. El Código Civil
(artículo 1348), dispone que: “Por simple mancomunidad no queda
obligado cada uno de los deudores a cumplir íntegramente la obligación,
ni tiene derecho cada uno de los acreedores para exigir el total
cumplimiento de la misma. En este caso, el crédito o la deuda se
consideran divididos en tantas partes como acreedores o deudores haya, y
cada parte constituye una deuda o un crédito separados”. 2)
Mancomunidad solidaria: Se ha dicho que son obligaciones solidarias (o
mancomunadamente solidarias) aquellas en que, existiendo varios
acreedores o deudores (o unos y otros), cada acreedor puede exigir y cada
deudor debe entregar íntegramente la prestación, de tal forma que la
obligación queda totalmente extinguida por la reclamación de un solo
acreedor y el pago de un solo deudor, sin perjuicio del posterior abono o
resarcimiento que el cobro o el pago determinen entre el que lo realiza y
sus cointeresados (véase el artículo 1358 del Código Civil). A tenor del
artículo 1352 del Código Civil: “La obligación mancomunada es solidaria
cuando varios deudores están obligados a una misma cosa, de manera que
todos o cualquiera de ellos pueden ser constreñidos al cumplimiento total
de la obligación, y el pago hecho por uno solo libera a los demás; y es
solidaria con respecto a los acreedores cuando cualquiera de ellos tiene el
derecho de exigir la totalidad del crédito, y el pago hecho a uno de ellos
libera al deudor”. En dicho precepto legal quedan englobadas las tres
clases generalmente reconocidas en la doctrina y la legislación, de
solidaridad en materia de obligaciones: 1° Solidaridad activa: en que
existen varios acreedores y un solo deudor; 2° Solidaridad pasiva: cuando
un acreedor está ante varios deudores; y, 3° Solidaridad mixta: si existe
pluralidad de acreedores y de deudores. Sin embargo, es conveniente
aclarar que en materia civil la solidaridad no se presume; debe ser expresa
por convenio de las partes o por disposición de la ley (véase el artículo
1353 del Código Civil). A contrario sensu, en materia mercantil o

102
comercial la solidaridad se presume; no necesita ser expresa como lo
manda el Código Civil, en virtud de lo regulado en el artículo 674 del
Código de Comercio que establece: “En las obligaciones mercantiles los
codeudores serán solidarios, salvo pacto expreso en contrario. Todo fiador
de obligación mercantil, aunque no sea comerciante, será solidario con el
deudor principal y con los otros fiadores, salvo lo que se estipule en el
contrato”. Lo anterior no excluye el derecho de repetir que reconoce el
artículo 1358 del Código Civil. También es especialidad que el Código de
Comercio sólo regule la presunción de la mancomunidad solidaria en el
sujeto pasivo de la obligación (deudores), no así en el sujeto activo
(acreedores).

2. CON RELACIÓN AL OBJETO.

a) Obligaciones específicas y genéricas: Estas obligaciones se caracterizan,


unas y otras, porque la determinación o indeterminación de la prestación,
o de lo que ésta en realidad involucra como esencia de su contenido,
resultan determinantes para su cumplimiento voluntario o forzoso. 1)
Obligaciones específicas: Son aquellas obligaciones en las cuales su objeto
está individual y precisamente determinado a manera que el cumplimiento
sólo puede resultar por el hacer o no hacer o por el dar una cosa cierta,
identificada en su estricta y verdadera identidad (por ejemplo: en la
compraventa de un automóvil identificado por la marca y números de
registro, motor y serie, y otras características que lo individualicen aún
más, el vendedor debe cumplir su obligación entregando al comprador ese
y no otro automóvil). 2) Obligaciones genéricas: Son aquellas obligaciones
en las que la prestación queda constituida con relación a cosa
indeterminada en su especie (por ejemplo: la compraventa de un quintal
de azúcar, dicho sólo así, y aún expresando de qué ingenio procederá). En
síntesis, y como su nombre lo indica, la prestación está referida a un
género, sin incidir propiamente en una especie dentro del mismo. Sin
mencionarlas por su nombre, el Código Civil, trata de estas obligaciones
en el artículo 1321, al disponer que: “En las obligaciones de dar cosa
determinada únicamente por su especie, la elección corresponde al
deudor, salvo pacto en contrario. El deudor cumplirá eligiendo cosas de
regular calidad, y de la misma manera procederá el acreedor, cuando se
le hubiere dejado la elección”.

b) Obligaciones conjuntivas o conjuntas: Es conjuntiva la obligación en que el


deudor está obligado a prestar varios hechos o entregar varias cosas a la
vez y no se libera de su compromiso mientras no cumpla todas las
conductas requeridas. Debe prestar todo un conjunto de comportamientos
y por eso se llaman conjuntivas las obligaciones que tiene tal contenido.
Tal situación es la frecuente en los contratos típicos y complejos; como la
compraventa, el arrendamiento, la sociedad, en que existe un cúmulo de

103
obligaciones que cada parte puede exigir a la otra hasta el agotamiento
del nexo jurídico.

c) Obligaciones alternativas y facultativas: 1) Obligaciones alternativas: Son


las que tienen por objeto dos o más prestaciones independientes y
distintas unas de otras en el título; de modo que la elección que debe
hacerse entre ellas quede desde el principio indeterminada. El obligado
alternativamente por varias prestaciones sólo ha de cumplir íntegramente
una de ellas. La elección le pertenece en principio al deudor; pero, de ser
imposible una de dos o todas menos una, se debe la posible al acreedor. Si
la elección es del acreedor, éste puede optar –en caso de desaparecer la
alternativa por culpa del deudor– por la subsistente o por el valor de la
frustrada (véanse los artículos 1334 al 1340 del Código Civil). 2)
Obligaciones facultativas: La obligación facultativa tiene un solo y único
objeto, pero por concesión especial del acreedor, el deudor puede
entregar otra prestación determinada si así lo desea. Es una facultad que
concede el acreedor a su deudor, prevista de antemano en el contrato, de
libertarse con una prestación determinada y diferente de la que es el
objeto de la obligación (véanse los artículos 1341 al 1346 del Código Civil).
3) Diferencias entre ambas: Un examen superficial podría inducirnos a
confundir las obligaciones facultativas con las alternativas, puesto que en
ambas el deudor se puede libertar a su elección, con el pago de una cosa u
otra. Sin embargo, mientras en la alternativa ambas prestaciones son
objeto de la obligación, de modo que si una de las dos se pierde por caso
fortuito o fuerza mayor, la deuda se concentra en la otra; en la obligación
facultativa, el objeto de la obligación es uno solo y el deudor está
facultado, si es que así lo desea, a pagar con algo diverso, previsto de
antemano, que el acreedor admite como pago en vez del objeto mismo de
la obligación.

d) Obligaciones divisibles e indivisibles: 1) Obligaciones divisibles: Son


aquellas obligaciones que admiten debido cumplimiento a través de la
ejecución parcial de las mismas sin ser afectada la esencia de la relación
obligatoria (por ejemplo: en una compraventa de cualquier objeto, si el
precio convenido es pagadero por abonos mensuales). Apegándose a la
doctrina moderna, el Código Civil (artículos 1373 parte conducente, y
1374) dispone que: “Las obligaciones son divisibles cuando su objeto es
susceptible de cumplirse parcialmente.../ El deudor no puede obligar al
acreedor a recibir por partes el pago de una deuda aunque ésta sea
divisible, salvo convenio”. De lo anterior se deduce que la divisibilidad de
la obligación (el ser jurídicamente posible su cumplimiento por partes) ha
de surgir en virtud de un pacto contractual, o bien, cuando de la
obligación en sí se infiera tácitamente que por su naturaleza el
cumplimiento es divisible, tomándose en cuenta además los términos del
vínculo obligatorio. 2) Obligaciones indivisibles: Son aquellas obligaciones
cuyo cumplimiento (en virtud de pacto o por disposición de la ley) no

104
pueden efectuarse parcialmente, o no puede efectuarse en esa forma por
no permitirlo la naturaleza de la prestación (por ejemplo: la compraventa
de un semoviente, en lo que al propietario se refiere, puesto que la
obligación del comprador –pagar el precio– puede ser divisible si se pactó
por mensualidades; si se convino el pago del precio al contado, esta
obligación también deviene indivisible). Al igual que respecto a la
obligación divisible, el Código Civil, en concordancia al criterio que aplicó
aquélla, dispone (artículo 1373, parte conducente) que: “Las obligaciones
son... indivisibles si las prestaciones no pueden ser cumplidas sino por
entero”. Nótese la poca fortuna con que fue redactado ese precepto legal.
Y, precisando, el artículo 1376 del Código Civil ha previsto que: “La
obligación se considera indivisible: 1° Cuando tiene por objeto la entrega
de un cuerpo cierto; 2° Cuando uno solo de los deudores está encargado
de ejecutar la prestación; y, 3° Cuando las partes convienen
expresamente en que la prestación no pueda satisfacerse parcialmente o
cuando por la naturaleza de la obligación sea imposible su cumplimiento
parcial”. Consúltense los artículos 1373 al 1379 del Código Civil.

e) Obligaciones positivas y negativas: En esta clase de obligaciones la


distinción radica en que la voluntad sea actuante o pasiva. Puede
afirmarse que toda obligación es, por razón de la prestación de que se
trate, positiva y negativa: 1) Obligaciones positivas: Se define como
aquella obligación en la cual se requiere que la voluntad del deudor sea
manifestada en forma activa para el debido cumplimiento de la misma.
Sus variedades son: 1° Obligaciones de dar: son aquellas en las que la
voluntad del deudor se manifiesta, en el proceso de cumplimiento,
procurando dar y dando alguna cosa (véanse los artículos 1320 y 1321 del
Código Civil); y, 2° Obligaciones de hacer: son aquellas en las que la
voluntad del deudor se manifiesta realizando o ejecutando algo (véanse
los artículos 1323 al 1325 del Código Civil). 2) Obligaciones negativas: Es
aquella obligación en que la voluntad del deudor, lejos de manifestarse
activamente, debe contraerse a una abstención en el dar o en el hacer
alguna cosa (por ejemplo: si el propietario de un terreno se obliga a no
levantar pared en la parte que colinda con otra propiedad, para que ésta
no pierda determinada vista del paisaje). Este tipo de obligaciones se
encuentran reguladas en los artículos 1326 al 1328 del Código Civil y se
conocen como obligaciones de no hacer.

f) Obligaciones principales y accesorias: El Código Civil no trae un concepto


de esta clase de obligaciones. Ello resultaría innecesario si se considera
que las disposiciones legales sobre obligaciones se refieren en principio a
la obligaciones principales. 1) Obligaciones principales: Son aquellas
obligaciones que surgen a la vida jurídica con un determinado fin que
generalmente sólo guarda relación con él mismo y no depende de otro
para su legal existencia creadora del vínculo obligacional (por ejemplo: en
la compraventa la obligación de entregar el precio convenido, y desde otro

105
ángulo, la cosa vendida). 2) Obligaciones accesorias: Son aquellas
obligaciones creadas en adición a una obligación principal, o sea,
complementaria de ésta o, en ciertos casos muy especiales, sustitutivas
por equivalencia (por ejemplo: en el contrato de mutuo –entrega de dinero
u otras cosas fungibles, con el cargo de devolver igual cantidad, artículo
1942 del Código Civil–, con garantía de un bien inmueble, obligación
accesoria es la obligación resultante de la hipoteca, adicional a la
principal).

3. CON RELACIÓN AL VÍNCULO.

a) Obligaciones naturales y civiles: 1) Obligaciones naturales: La obligación


natural es una obligación jurídica que consiste en la necesidad de prestar
una conducta a favor de un acreedor, quien puede obtener y conservar lo
que el deudor le pague, pero no puede exigirlo por medio de la fuerza
pública. El Código Civil, en el artículo 1614, al disponer que: “Cuando sin
conocimiento del obligado a prestar alimentos, los diese un extraño,
tendrá derecho éste a reclamarlos de aquél, a no constar que los dio por
motivo de piedad y sin ánimo de reclamarlos”, ha tipificado las
características de la obligación natural. Es menester, conforme a ese
precepto legal, para que surja tal obligación (natural), además de la falta
de conocimiento del obligado, que conste en alguna forma que quien dio
los alimentos lo hizo inducido por un sentimiento de piedad y sin albergar
el ánimo de reclamarlos posteriormente, aspectos subjetivos cuya
constancia o existencia la ley exige. Otro ejemplo de obligación natural
encuéntrase en el artículo 2145 del Código Civil, que dispone: “No hay
acción para reclamar lo que se gane en apuestas o juegos. El que pierde
no puede repetir lo que haya pagado voluntariamente, a no ser que haya
mediado dolo, o que fuere menor o inhabilitado para administrar sus
bienes”. Son, por lo tanto, circunstancias que han de concurrir para
tipificar en ese caso una obligación natural; que el perdidoso en apuestas
o en juegos, pague voluntariamente, sin instancia expresa; que no hay
mediado dolo, o sea engaño que influya sobre la voluntad; y, que no sea
menor o inhabilitado para administrar sus propios bienes. 2) Obligaciones
civiles: Llamadas también patrimoniales, propiamente dichas o perfectas.
Son aquellas que surgen a la vida jurídica con los requisitos necesarios
para su validez y exigibilidad. O dicho en otras palabras, son aquellas
obligaciones que están plenamente reconocidas por el Derecho, en el
sentido de ir acompañadas de toda la gama de recursos que el mismo
posee para exigir este cumplimiento. A ellas se refiere esencialmente todo
el estudio del derecho de obligaciones (por ejemplo: el señor Juan Pérez
se reconoce deudor, por mil quetzales, del señor Pedro García, conforme
a los términos del documento respectivo).

b) Obligaciones unilaterales y bilaterales o recíprocas: 1) Obligaciones


unilaterales: Son denominadas así las obligaciones en las cuales una

106
persona ocupa solamente el polo activo (acreedor) o bien el polo pasivo
(deudor), o a la inversa, sin que haya entrecruce de prestaciones (por
ejemplo: en el contrato gratuito de depósito, la persona –depositario– que
recibe la cosa para su guarda y conservación –artículo 1974 del Código
Civil–, tiene solamente la calidad de deudor porque debe conservar y
devolver la cosa, en tiempo oportuno, sin que el dueño de la misma –
depositante– tenga alguna obligación a favor de aquél). 2) Obligaciones
bilaterales o recíprocas: Son denominadas así las obligaciones en las cuales
las personas que intervienen en las mismas, creándolas, tienen a la vez la
calidad de acreedor y de deudor de determinadas prestaciones (por
ejemplo: en el contrato de suministro de energía eléctrica, la empresa es
acreedora por el valor del consumo mensual suministrado, y es deudora
porque está obligada a proporcionar al consumidor e fluido eléctrico, a su
vez, el consumidor es acreedor porque tiene derecho a recibir ese
suministro, y deudor porque debe pagar cada mes el valor del consumo
que hizo de energía eléctrica).

c) Obligaciones condicionales: Son generalmente definidas como aquellas


obligaciones cuya eficacia depende de la realización o falta de realización
(no-realización) de un acontecimiento futuro e incierto o “del
acontecimiento que constituye la condición”, según expresa el artículo
1269 del Código Civil (por ejemplo: la donación de una casa bajo la
condición de que el donatario se reciba de médico y cirujano).
Consúltense los artículos 1269 al 1278 del Código Civil.

d) Obligaciones a plazo: Son aquellas obligaciones cuya eficacia y debido


cumplimiento se postergan a una fecha, cierta o incierta, en que debe
ocurrir (caso excepcional) un suceso necesariamente futuro (por ejemplo:
el pagar una cantidad de dinero seis meses de firmado el contrato).
Nótese que en las obligaciones condicionales el suceso que tipifica la
condición puede o no ocurrir, y por lo tanto la obligación puede o no tener
eficacia, plenos efectos, aunque formalmente tenga validez lega. En
cambio, en las obligaciones a plazo, el vencimiento de éste
necesariamente tiene que ocurrir y la eficacia de la obligación tiene
necesariamente que surgir por el simple hecho de llegar la fecha o
momento en que deba cumplirse. Consúltense los artículos 1279 al 1283
del Código Civil.

IV. CUMPLIMIENTO DE LAS OBLIGACIONES.

1. EL PAGO.

a) Definición: Previamente a definir lo que es pago, debemos conceptualizar


lo que se entiende por cumplimiento de la obligación, que constituye un
deber jurídico calificado, pues es evidente que las obligaciones, sean

107
extracontractuales o contractuales, se establecen para ser cumplidas por
el deudor de las mismas. De ahí que si el cumplimiento no se hace
voluntariamente, la ley establezca no sólo los medios judiciales para que
el acreedor exija el cumplimiento, sino también las responsabilidades de
orden pecuniario en que incurre el deudor. En ese orden de ideas, diremos
que el pago es el cumplimiento de la prestación que constituye el objeto
de la obligación, ya sea ésta una obligación de hacer o un obligación de
dar. Nuestra legislación civil, al igual que la generalidad de la doctrina,
toma como sinónimos los vocablos pago y cumplimiento.

b) Naturaleza jurídica del pago: Para algunos autores, el cumplimiento o


pago de la obligación es sólo y simplemente un hecho. Un hecho que
produce la extinción de la obligación (tal el caso de un carpintero que se
obliga a construir una mesa por un precio determinado, y la entrega; aquí,
la entrega de la mesa y el consiguiente pago del precio son considerados
simples hechos). Para otros autores, el pago o cumplimiento de la
obligación constituye siempre un negocio jurídico en razón de tener por
objeto, en todos los casos, producir efectos jurídicos (extinción de la
obligación, y los derivados de esa extinción). Para la doctrina ecléctica,
que como tal tiende a conjugar los criterios discrepantes, el pago es a
veces nada más un hecho (como en el contrato de prestación de servicios),
y a veces constituye en realidad un negocio jurídico (como en el contrato
de promesa de venta, en que se cumple la obligación otorgando el
contrato de compraventa prometido). El criterio ecléctico, por su
amplitud y comprensión, es considerado generalmente como el aceptable
para determinar la naturaleza jurídica del pago o cumplimiento de las
obligaciones.

c) Clases: 1) Pago en moneda extranjera: En principio diremos que todo pago


en efectivo o dinero debe hacerse en moneda nacional; sin embargo, si el
pago tuviere que hacerse en moneda extranjera, cumplirá el deudor con
entregar su equivalencia en moneda nacional, al tipo de cambio que rija
en la plaza el día del pago (véanse los artículos 1395 y 1396; la Ley
Monetaria, Decreto N° 203 del Congreso; y, la Ley de Especies Monetarias,
Decreto N° 139-96 del Congreso). 2) Pago con cheque: El pago hecho por
medio de cheque, queda sujeto a la condición de que éste se haga
efectivo a su presentación. En ese sentido, estipula nuestro Código de
Comercio (artículo 410) que: “Los títulos de crédito (incluido aquí el
cheque) dados en pago se presumen recibidos bajo la condición: salvo
buen cobro, cualquiera que sea el motivo de la entrega” (véanse los
artículos 1394 del Código Civil; y, 494 al 543 del Código de Comercio).
Conviene aclarar que, quien entrega un cheque sin provisión de fondos
cuando constituya un ardid o engaño para alcanzar un beneficio ilegítimo,
en perjuicio de otro, es responsable del delito de estafa mediante cheque
(artículo 268 del Código Penal), sin perjuicio de las responsabilidades
civiles en que incurre por tal acción. 3) Pago en especie: Si el pago tuviere

108
que hacerse en especie y hubiere imposibilidad de entregar la misma
cantidad y calidad, el deudor satisfará el valor que la cosa tenga en el
tiempo y lugar señalados para el pago, salvo que se haya fijado precio al
celebrarse el contrato (véase el artículo 1397 del Código Civil).

d) Pago por el deudor y pago por tercero. Legitimación para recibir el pago:
1) Pago por el deudor y pago por tercero: Implícita, no explícitamente, el
Código Civil consagra el principio de que el pago ha de hacerlo es deudor.
En efecto, el artículo 1380, con el que se inicia el capítulo concerniente al
cumplimiento de las obligaciones, dispone que el pago puede ser
ejecutado por un tercero, tenga o no interés y ya sea consintiéndolo o
ignorándolo el deudor. En consecuencia, el pago (cumplimiento de la
obligación) puede hacerlos el deudor (principios general) o un tercero
(principio excepcional), caso este último en que puede efectuarse
consintiéndolo el deudor, es decir, con previo conocimiento y con su
anuencia, o ignorándolo, esto es, cuando el tercero actúa sin el
consentimiento previo y anuencia del deudor. 2) Legitimación para recibir
el pago: El pago, necesariamente, debe hacerse al acreedor o a quien
tenga mandato (apoderado o mandatario) o representación legal (padres
en ejercicio de la patria potestad, tutor o personero de una persona
jurídica colectiva). El pago hecho a quien no tuviere facultad de recibirlo,
es válido si el acreedor lo ratifica o se aprovecha de él (véase el artículo
1384 del Código Civil). Conviene aclarar, que la doctrina en torno a los
elementos personales es uniforme, y reconoce que dos son los sujetos a
distinguir con claridad: 1° El que paga (sujeto activo), denominado solvens
(pagador); y, 2° El que recibe (sujeto pasivo), denominado accipiens o
destinatario (acreedor).

2. FORMAS ESPECIALES DE PAGO.

a) Imputación de pagos: En caso de pluralidad de obligaciones entre un


mismo acreedor y un mismo deudor, es preciso saber a cuál de dichas
obligaciones se refiere el pago, en el caso de que por ser de igual especie
las prestaciones debidas, no pueda deducirse del hecho mismo del pago
(por ejemplo: entre varias prestaciones pecuniarias de igual cantidad). Se
requiere entonces la designación o imputación del pago a una de esas
varias deudas iguales. Es decir, en otras palabras, que la imputación del
pago no es más que la facultad que corresponde al deudor de varias
deudas con respecto a un mismo acreedor para determinar a cuál de ellas
debe afectarse el pago que realice, todo ello dentro de las condiciones
determinadas por la ley. Así, pues, dispone el Código Civil (artículos 1404
al 1407) que: “El deudor de diversas obligaciones a favor del mismo
acreedor, tiene derecho a declarar al hacer el pago, a qué deuda debe
aplicarse./ Si el deudor, no obstante la imputación hecha por él, aceptare
recibo del acreedor imputando el pago a alguna deuda especialmente, no
puede pedir que se aplique a otra, a menos que hubiere causa que

109
invalide la imputación hecha por el acreedor./ No expresándose a qué
deuda debe hacerse la imputación, se entenderá aplicado al pago a la que
sea de plazo vencido; si hay varias de plazo vencido, a la que fuere más
onerosa para el deudor; si son de igual naturaleza, a la más antigua; y si
todas son iguales, el pago se imputará proporcionalmente./ El que debe
capital e intereses no puede, sin consentimiento del acreedor, aplicar el
pago al capital antes que a los intereses, ni éstos antes que a los gastos”.

b) Pago por consignación: Llámase así al que se hace depositando


judicialmente la suma adeudada, lo cual puede tener lugar: 1° Cuando el
acreedor se negare a recibir la cantidad o cosa que se le debe; 2° Cuando
el acreedor fuere incapaz de recibir el pago y careciere de representación
legal; 3° Cuando el acreedor no se encuentre en el lugar en que debe
hacerse el pago y no tuviere en dicho lugar apoderado conocido; 4°
Cuando fuere dudoso el derecho del acreedor y concurrieren otras
personas a exigir el pago, o cuando el acreedor fuere desconocido; 5°
Cuando la deuda fuere embargada o retenida en poder del deudor, y éste
quisiere exonerarse del depósito; 6° Cuando se hubiere perdido el título
de la deuda; 7° Cuando el rematario o adjudicatario de bienes gravados
quiera redimirlos de las cargas que pesan sobre ellos; y, 8° En cualquier
otro caso en que el deudor no puede hacer directamente un pago válido.
Es preciso aclarar, que ofrecimiento de pago y consignación son dos
instituciones distintas, aunque se encuentren estrechamente ligadas la una
a la otra. El ofrecimiento no es realmente pago, aunque tenga que ver con
él, por el contrario, lo es la consignación. El ofrecimiento es no solamente
anterior, sino también necesariamente previo a la consignación. No hay
consignación legalmente posible sin el previo ofrecimiento del pago. El
ofrecimiento y la consignación son dos instituciones jurídicas íntimamente
relacionadas, pero independientes. El ofrecimiento sin la subsiguiente
consignación es totalmente ineficaz a los efectos del pago, la consignación
sin el previo ofrecimiento lo es igualmente. El ofrecimiento de pago no
tiene señalada una forma determinada en nuestra legislación civil. Debe
hacerse, desde luego, de manera que conste fehacientemente, con la
intervención notarial o con la de dos testigos idóneos. Conviene aclarar
también, que el trámite procesal del pago por consignación se encuentra
normado en los artículos 568 al 571 del Código Procesal Civil y Mercantil;
y, 135 al 140 de la Ley del Organismo Judicial. Dicho procedimiento puede
resumirse de la siguiente manera: 1° Se debe presentar memorial ante
juez competente, con todos los requisitos de una primera solicitud
(artículo 61 del CPCYM); 2° Promovido el incidente, el juez dará audiencia
al consignatario por el plazo de dos días (artículo 138 de la LOJ); 3° Si las
partes pidieren apertura a prueba o el juez lo considera necesario –esto
sólo si el incidente se refiere a cuestiones de hecho–, se señalará la
recepción de las pruebas en no más de dos audiencias que se verificarán
dentro de los diez días hábiles siguientes (artículo 139 de la LOJ); 4° El
juez, sin más trámite, resolverá el incidente dentro de tercer día de

110
concluido el plazo a que se refiere el punto “2°” de este procedimiento, o
en la propia audiencia de prueba, si se hubiere señalado (artículo 140 de
la LOJ); y, 5° La resolución es apelable y se plateará en el término de tres
días (artículos 140 de la LOJ; y, 602 del CPCYM). Para concluir, podemos
señalar que la consignación goza de un trámite incidental sui generis, y
decimos esto último por cuanto el incidente se abre sin requerirse
existencia de un juicio o negocio principal, cual es el espíritu que deja
traslucir la Ley del Organismo Judicial en su artículo 135. (véanse los
artículos 1408 al 1414 del Código Civil).

c) Pago con subrogación: Se entiende por tal el que hace un tercero, a quien
se transmiten los derechos del acreedor. Nuestro Código Civil regula a la
subrogación en la transmisión de las obligaciones (artículo 1453): “La
subrogación tiene lugar cuando el acreedor sustituye en el tercero que
paga, todos los derechos, acciones y garantías de la obligación”; de lo
anterior se colige que nuestra ley sustantiva civil no estima que sea una
forma de pago, sino que la cataloga como una forma de transmisión de
obligaciones. La subrogación puede ser voluntaria (o convencional) o
legal. En cuanto a la primera, puede ser consentida, sea por el acreedor
sin intervención del deudor (lo que sucede cuando el acreedor recibe el
pago de un tercero, a quien transmite expresamente todos sus derechos
respecto de la deuda), sea por el deudor (como ocurre cuando éste paga la
deuda de una suma de dinero con otra cantidad que ha tomado prestada, y
subroga al prestamista en los derechos y acciones del acreedor primitivo) –
véanse los artículos 1453 y 1455, numeral 3°, del Código Civil–. La
subrogación legal se produce sin dependencia de la cesión expresa del
acreedor: 1° Cuando el que es acreedor paga a otro acreedor que le es
preferente; 2° Cuando el tercero que paga tiene interés jurídico en el
cumplimiento; 3° Cuando el tercero interesado en la obligación paga con
anuencia del deudor; y, 4° Cuando un heredero paga con sus bienes
propios alguna deuda de la herencia –véanse los artículos 1455, 1456 y
1457 del Código Civil–.

d) Dación en pago: La dación en pago (datio in solutum) es el acto jurídico


mediante el cual el deudor entrega al acreedor una prestación diferente
de la debida, con el consentimiento de éste. Recibe también la dación en
pago la denominación de adjudicación en pago. Esta modalidad requiere el
consentimiento del acreedor. De acuerdo con nuestro Código Civil
(artículo 1386): “No se puede obligar al acreedor a aceptar cosa distinta
de la que se le debe, aunque el valor de la ofrecida sea igual o mayor,
salvo disposición especial de la ley”. Como vemos, el principio contenido
en la norma transcrita, rompe la forma especial de pago aquí tratada.

e) Pago por cesión de bienes: Es la dejación o abandono que un deudor hace


de todos sus bienes a sus acreedores, cuando se encuentra en la
imposibilidad de pagar sus deudas. Es una forma de pago. Así, pues,

111
nuestro Código Civil (artículo 1416) expresa que: “El deudor puede hacer
cesión de bienes a sus acreedores cuando se encuentre en la imposibilidad
de continuar sus negocios o de pagar sus deudas”. La cesión de bienes
puede ser: 1) Extrajudicial: Aquí se ponen de acuerdo el deudor con sus
acreedores y realizan un contrato en escritura pública, fijándose las bases
y el procedimiento, y cuyos efectos son la extinción de las deudas (artículo
1418, numeral 4°, del Código Civil) y el rescate de los bienes (artículo
1421 del Código Civil). 2) Judicial: Que se hace en un tribunal competente
y el procedimiento es el establecido para el concurso voluntario de
acreedores –artículos 347 al 370, inclusive el 392, del Código Procesal Civil
y Mercantil–, y cuyos efectos están contenidos en el artículo 1418 del
Código Civil (véanse también los artículos 1419, 1420 y 1422 del citado
cuerpo legal). Conviene aclarar, que las diferencias existentes entre la
dación en pago y el pago por cesión de bienes son las siguientes: 1° En la
dación en pago el deudor no se encuentra insolvente; en el pago por
cesión de bienes el deudor debe estar insolvente; 2° En la dación en pago
se transmite la propiedad del bien; en el pago por cesión de bienes no se
transmite la propiedad de los bienes, sólo se da la posesión; 3° En la
dación en pago no se extiende a todo el patrimonio y no hay varios
acreedores; en el pago por cesión de bienes se extiende a todo el
patrimonio y son varios los acreedores; y, 4° En la dación en pago la
obligación queda cumplida y se extingue sin necesidad de aprobación
judicial; en el pago por cesión de bienes las deudas quedan extinguidas,
aunque lo que alcance cada acreedor no baste para el pago completo,
desde el momento en que se aprueba la cesión.

V. INCUMPLIMIENTO DE LAS OBLIGACIONES

1. INCUMPLIMIENTO.

a) Definición: El incumplimiento no es más que la inejecución de obligaciones


o contratos. Nuestro Código Civil (artículo 1423), a este respecto, expresa
que: “El incumplimiento de la obligación por el deudor se presume por
culpa suya mientras no pruebe lo contrario”. De lo expresado por norma
transcrita, se hace necesario estudiar, en su orden: 1) El dolo: Es toda
sugestión o artificio que se emplee para inducir a error o mantener en él a
alguna de las partes (véase el artículo 1261 del Código Civil). El Código
Civil, en el desarrollo del capítulo relativo al incumplimiento de las
obligaciones (Libro V, Primera Parte, Título II, Capítulo VII), no hace
referencia expresa al dolo. Sí trata de él en las disposiciones relativas a
los vicios de la declaración de voluntad, considerando el dolo como una
causa de anulabilidad del negocio jurídico (véanse los artículos 1257 al
1268 del Código Civil). 2) La culpa: Consiste en una acción u omisión,
perjudicial a otro, en que se incurre por ignorancia, impericia o
negligencia pero sin propósito de dañar (véase el artículo 1424 del Código

112
Civil). Conforme al Código Civil, en la culpa tiene papel relevante: la
ignorancia, impericia o negligencia del deudor (elemento subjetivo); y en
el caso resultante de cualesquiera de esas causas, el no oportuno y debido
cumplimiento de la obligación (elemento objetivo). Dispone el Código Civil
(artículo 1425) que: “La responsabilidad por culpa debe graduarse
atendiendo a la naturaleza de la obligación y a las circunstancias de las
personas, de tiempo y de lugar”. Necesariamente, esa graduación de la
culpa debe hacerla el juez. La prueba de la culpa está imputada al deudor
(véase nuevamente el artículo 1423 del Código Civil); sin embargo, el
deudor no es responsable de la falta de cumplimiento de la obligación por
caso fortuito o fuerza mayor, a no ser que en el momento en que
ocurriere, hubiere estado en mora (véase el artículo 1426 del Código
Civil).

b) Clases: 1) Incumplimiento imputable al deudor: Este incumplimiento se


tipifica cuando, para el surgimiento del mismo, la conducta del deudor,
manifestada o evidente en el sentido que no cumplirá la prestación
debida, es determinante en la no extinción normal de la obligación. Esa
conducta del deudor puede obedecer: al deliberado propósito del deudor
de incumplir la obligación, que se manifiesta en un consciente actuar o no
actuar que tiende a ese objeto (incumplir), tipificándose la figura que se
denomina dolo; o a una negligente actitud del deudor, que lleva en último
grado al incumplimiento de la obligación, tipificándose la figura que se
denomina culpa. El Incumplimiento no definitivo de la obligación lleva al
estudio de la mora. Si el deudor incumple temporal o defectuosamente la
prestación debida, esa circunstancia (tal incumplimiento), debe constar
fehacientemente, en la forma que la ley determina. Nótese que en caso la
obligación no pueda ser definitivamente cumplida por el deudor, la mora
no tiene relevancia alguna; sí la tiene, cuando la obligación puede ser
cumplida, aunque con retardo. Generalmente se acepta la definición de la
mora como el retraso culpable en el cumplimiento de la obligación. Esto
es, que haya transcurrido el tiempo previsto, en el contrato o en la ley,
para que el deudor cumpliere la obligación. La mora, por lo general, se
estudia respecto a la conducta del deudor, en los casos que la misma lleva
al no cumplimiento temporal de la obligación (mora del deudor); pero,
también la conducta del acreedor, caso menos frecuente, puede hacer
que el deudor, contra su voluntad de cumplir, se vea compelido a no
poder cumplir la obligación en tiempo (mora del acreedor) –véanse los
artículos 1428 y 1429 del Código Civil–. Es importante hacer notar que
(según el artículo 1430 del Código Civil): “El requerimiento para constituir
en mora al deudor o al acreedor, debe ser judicial o notarial. La
notificación de la demanda de pago equivale al requerimiento”. Conviene
aclarar, que en materia mercantil el requerimiento para constituir la mora
no es necesario, en virtud de lo regulado en el artículo 677 del Código de
Comercio, que dice: “En las obligaciones y contratos mercantiles se
incurre en mora, sin necesidad de requerimiento, desde el día siguiente a

113
aquél en que venzan o sean exigibles. Se exceptúan de lo dispuesto en
este artículo los títulos de crédito y las obligaciones y contratos en que
expresamente se haya pactado lo contrario” –el subrayado es nuestro–. 2)
El cumplimiento anormal o forzoso: Más que una clase es un efecto
derivado del incumplimiento imputable al deudor, no producido por fuerza
mayor o mora del acreedor. El cumplimiento forzoso tiene por objeto que
la obligación, aunque tardíamente, con retardo, sea cumplida
primordialmente en la forma pactada, o bien según lo estipulado entre las
partes previendo el incumplir del deudor, o lo dispuesto en la ley. En ese
orden de ideas, se hace necesario distinguir si se trata de obligaciones
específicas o genéricas (véanse los artículos 1323, 1381 y 1433 del Código
Civil). 3) El cumplimiento por equivalencia: Éste también es un efecto
derivado del incumplimiento imputable al deudor. Pude suceder que el
deudor, por culpa imputable a él, quede colocado en situación de serle
imposible el cumplimiento de la obligación, y por consecuencia no pueda
el acreedor recurrir al cumplimiento forzoso de la misma. En tal caso, la
ley permite que el acreedor pueda atacar, dígase así, el patrimonio del
deudor mediante el resarcimiento de los daños y perjuicios, cuya base
legal, en forma más amplia, en lo concerniente a las obligaciones de
carácter personal y de acuerdo con el Código Civil, radica en la figura
denominada prenda general patrimonial, que es contemplada en el
artículo 1329 al disponer que: “La obligación personal queda garantizada
con los bienes enajenables que posea el deudor en el momento de exigirse
su cumplimiento”. Asimismo, dispone el Código Civil (artículo 1433) que:
“Establecida legalmente la situación de mora, el deudor está obligado a
pagar al acreedor los daños y perjuicios resultantes del retardo, y corren
a su cargo todos los riesgos de la cosa”. Nótese que en esta previsión
legal, los daños y perjuicios a pagar por el deudor han de ser los
resultantes del retardo, no del incumplimiento de la obligación, porque
ésta se supone exigible, incluso después de cuando debió ser cumplida y
no se cumplió. 4) Incumplimiento no imputable al deudor: Se da cuando el
incumplimiento de la obligación ocurre por causa no imputable al deudor;
éste no es responsable por razón de tal circunstancia, ya se tipifique el
incumplimiento temporal o el definitivo, caso este último que produce la
extinción de la obligación. Esa causa no imputable al deudor es precisa
terminológicamente, en la doctrina y en la ley, con las denominaciones de
caso fortuito y causa (o fuerza) mayor (véase nuevamente el artículo 1426
del Código Civil). El caso fortuito es el suceso que no ha podido preverse o
que, previsto, no ha podido evitarse. Los casos fortuitos, lo mismo que los
de fuerza mayor, pueden ser producidos por la naturaleza o por el hecho
del hombre. Para algunos autores no existe diferencia ni teórica ni
práctica entre el hecho fortuito y la fuerza mayor, ya que esta última
también es consecuencia de un hecho imprevisible. Jurídicamente, la
distinción entre una y otra tiene escasa importancia, ya que ambas pueden
ser justificativas del incumplimiento de una obligación. Otros autores
estiman que el caso fortuito guarda mayor relación con los hechos de la

114
naturaleza (por ejemplo: el desbordamiento de un río, los terremotos, las
tempestades, las pestes, los incendios); en tanto que la fuerza mayor se
origina en hechos lícitos o ilícitos del hombre (por ejemplo: la guerra, la
coacción material y otros similares). Nuestra legislación sustantiva civil
sigue el criterio primeramente planteado, al considerar ambas figuras con
iguales efectos en cuanto eximen la responsabilidad al deudor por falta de
cumplimiento de la obligación. Si bien el Código Civil no define o precisa
el concepto de caso fortuito o fuerza mayor, puede afirmarse que los
contempla al disponer: “Cuando las condiciones bajo las cuales fuere
contraída la obligación cambiaren de manera notable, a consecuencia de
hechos extraordinarios imposibles de prever y de evitar, haciendo su
cumplimiento demasiado oneroso para el deudor, el convenio podrá ser
revisado mediante declaración judicial (artículo 1330)”; “Si la obligación
de hacer resultare imposible sin culpa del deudor, la obligación queda
extinguida (artículo 1325, primera parte); y, “La pérdida o deterioro de la
cosa objeto de la obligación antes de la entrega, se regirá por las reglas
siguientes: 1° Si se pierde sin culpa del deudor, la obligación quedará sin
efecto y se devolverá lo que se hubiere recibido por cuenta del
convenio;... 3° Si la cosa se deteriora sin culpa del deudor, el acreedor
podrá rescindir el convenio o recibir la cosa en el estado en que se
encuentre, con indemnización de daños y perjuicios en ambos casos, o
disminución proporcional del precio si lo hubiere (artículo 1331)”.

2. PROTECCIÓN DE LAS OBLIGACIONES.

a) Concepto: El derecho ha creado diversas formas o figuras que tienden a


garantizar y proteger el interés legítimo del acreedor, cuando la actitud y
el actuar o no actuar del deudor no se adecúan al cumplimiento previsto,
esperado y adecuado. Esas figuras constituyen efectivas garantías para la
protección de las obligaciones. Las garantías pueden ser reales, personales
y procesales.

b) Garantías de naturaleza real: 1) Arras: Se denominan arras a las cosas, y


en especial el dinero, que se entregan como señal o garantía del
cumplimiento de una obligación. Dispone el Código Civil (artículos 1442)
que: “Las arras dadas en garantía del cumplimiento de una obligación,
constituyen el equivalente de los daños y perjuicios provenientes de la
inejecución, siempre que mediare culpa; y si el incumplimiento
procediere de quien las recibió, éste deberá restituir el doble de lo que
hubiere recibido”. 2) Derecho de retención: Entiéndase por derecho de
retención aquella facultad que la ley otorga en ciertos casos al acreedor
para mantener en su poder un bien propiedad del deudor, negándose a
entregarlo en tanto su crédito no sea cubierto por éste. Aparentemente,
esta figura podría apreciarse como la legalización en ciertos casos, y
excepcionalmente, del principio enunciado afirmándose que nadie puede
hacerse justicia por sí mismo. En realidad y jurídicamente, no es así,

115
porque en el ejercicio del derecho de retención, el acreedor simplemente
se resiste a entregar uno o más bienes del deudor, hasta que éste le haga
pago, sin que por la retención adquiera ningún derecho sobre los bienes.
El Código Civil reconoce el derecho de retención en los casos siguientes:
1° Al mandatario, quien podrá retener las cosas que son objeto del
mandato hasta que el mandante realice la indemnización y reembolso a
que está obligado (artículos 1713 al 1715); 2° Al comprador, cuando éste
fuere perturbado en la posesión o hubiere motivo justificado para temer
que lo será, podrá el juez autorizarlo para retener la parte del precio que
baste a cubrir la responsabilidad del vendedor, salvo que este último haga
cesar la perturbación o garantice el saneamiento (artículos 1828 y 1829);
3° Al comprador, quien tiene derecho de retener el precio mientras se le
demora la entrega de la cosa (artículo 1832); 4° Al comodatario, quien no
puede retener la cosa en seguridad ni en compensación de lo que le debe
el comodante, pero si la deuda procede de gastos extraordinarios e
indispensables en beneficio de la misma cosa, podrá retenerla en calidad
de depósito mientras no se le haga el pago (artículo 1971); 5° Al
depositario, quien podrá retener la cosa depositada mientras no se le
hayan pagado o garantizado los gastos o los daños y perjuicios a que se
refiere el artículo 1981 del Código Civil (artículo 1982); y, 6° Al
constructor de una obra mueble, quien tiene derecho de retenerla
mientras no se le pague, y su crédito será cubierto preferentemente con el
precio de dicha obra (artículo 2026). Obsérvese, con base en los preceptos
legales anteriormente referidos, que la legislación sustantiva civil
guatemalteca no sistematizó el derecho de retención, concretándose a
enumerar casuísticamente y en forma dispersa los casos en que un
acreedor puede ejercerlo; en cambio, en la ley mercantil, la institución
está sistematizada en la parte general que el Código de Comercio dedica a
las obligaciones y contratos mercantiles (Libro IV, Título I, Capítulo
Único), el cual, en sus artículos 682 y 687, expresa que: “El acreedor cuyo
crédito sea exigible, podrá retener los bienes muebles o inmuebles de su
deudor que se hallaren en su poder, o de los que tuviere la disposición por
medio de títulos de crédito representativos./ El que ejercite el derecho
de retención queda obligado a pagar las costas, los daños y perjuicios: 1°
Si no entabla la demanda dentro del término legal. 2° Si se declara
improcedente la demanda”; asimismo contempla un caso aislado (artículo
870), concerniente al contrato de hospedaje, al regular que: “Los
equipajes y efectos del huésped responden preferentemente al hotelero
por el importe del hospedaje y a ese efecto podrán ser retenidos por éste
mientras no se le pague lo que el huésped adeude”. 3) Derecho real de
hipoteca: Que se constituye sobre bienes inmuebles, para garantizar con
ellos la efectividad de un crédito en dinero a favor de otra persona.
Generalmente el inmueble gravado es propiedad del deudor; pero también
una persona que no es la deudora puede constituir hipoteca sobre un
inmueble suyo para responder de la deuda de otra persona (véanse los
artículos 822 al 879 del Código Civil). 4) Derecho real de prenda: Contrato

116
por el cual el deudor de una obligación, cierta o condicional, presente o
futura, entrega al acreedor una cosa mueble o un crédito en seguridad de
que la obligación ha de ser cumplida (véanse los artículos 880 al 916 del
Código Civil). 5) Derecho real de anticresis: Es el concedido al acreedor
por el deudor, o un tercero por él, poniéndole en posesión de un inmueble
y autorizándolo a percibir los frutos para imputarlos anualmente sobre los
intereses del crédito si son debidos; y en caso de exceder, sobre el capital
e intereses, o sobre el capital solamente si no se deben intereses. Esta
figura jurídica se encontraba regulada en el artículo 2008 (y subsiguientes)
del Código Civil de 1933 (Decreto legislativo 1932), así como en los
artículos 904 al 912 del Proyecto de Código Civil para la República de
Guatemala, presentado por el connotado jurista guatemalteco Licenciado
Federico Ojeda Salazar, y que comprendía el Capítulo V (De la anticresis),
Título V (Derechos reales de garantía), del Libro II (De los bienes, de la
propiedad y demás derechos reales) de dicho proyecto; sin embargo, la
Comisión Revisora (integrada por los Licenciados Arturo Peralta Azurdia y
José Vicente Rodríguez, y el Doctor Mario Aguirre Godoy) que estudió y
dictaminó sobre el mencionado proyecto de ley, suprimió el capítulo
relacionado con la anticresis, porque ésta había sido una institución que
no tenía aplicación práctica en nuestro medio y por estimarse que otros
contratos, por ejemplo el fideicomiso, podían sustituirla con mayor
ventaja. 6) Anotación preventiva: Es el asiento temporal y provisional de
un título en el Registro de la Propiedad, como garantía precautoria de un
derecho o de una futura inscripción (véanse los artículos 1124, 1125, 1126,
1139, 1149 al 1166 del Código Civil; y, 526 del Código Procesal Civil y
Mercantil). 7) Embargo preventivo de bienes: En su acepción procesal, es
preventivo cuando tiene por finalidad asegurar los bienes durante la
tramitación del juicio. Es ejecutivo, cuando su objeto es dar efectividad a
la sentencia ya pronunciada (véase el artículo 527, así como los artículos
297 al 312, todos del Código Procesal Civil y Mercantil).

c) Garantías de naturaleza personal: 1) Cláusula de indemnización: La


cláusula de indemnización (terminología usada por el Código Civil),
tradicionalmente ha sido denominada cláusula penal (de la expresión
latina stipulatio poene); y, se refiere al supuesto en que una persona,
para asegurar el cumplimiento de una obligación, se sujeta a una pena o
multa de retardar o no ejecutar la obligación. Siguiendo ese orden de
ideas, nuestro Código Civil (artículo 1436) expresa que: “Las partes
pueden fijar anticipadamente una cantidad que deberá pagar el que deje
de cumplir la obligación, o no la cumpla de la manera convenida, o
retarde su cumplimiento, la cual, en tales casos, compensa los daños y
perjuicios”. En cuanto a sus características, éstas se encuentran
enmarcadas en los artículos 1387, primera parte, y 1436 al 1442 del
Código Civil. 2) Fianza: Más que como medio para garantizar una
obligación, se estudia la fianza como un contrato especial de garantía, en
sistemática seguida por el Código Civil (artículo 2100, primer párrafo), al

117
disponer que: “Por el contrato de fianza una persona se compromete a
responder por las obligaciones de otra”; es decir, vista de otra manera,
que es una obligación accesoria que uno contrae para seguridad de que
otro pagará lo que debe o cumplirá aquello a que se obligó, tomando sobre
sí el fiador, verificarlo él en el caso de que no lo haga el deudor principal,
el que directamente estipuló para sí. La fianza puede ser personal
(responsabilidad personal patrimonial ilimitada del fiador, hasta el monto
de la obligación o hasta el monto o modalidad en que se comprometió); o
real, cuando el fiador limita su responsabilidad constituyendo prenda o
hipoteca (responsabilidad patrimonial limitada del fiador) –artículos 2101 y
2103 del Código Civil–. Aunque la ley tipifique la fianza como un contrato
especial, no cabe duda que su objeto radica esencialmente en garantizar
el cumplimiento de una obligación. Tiene, por regla general, naturaleza
de garantía personal, que se transforma en real, excepcionalmente,
cuando se presta constituyendo prenda o hipoteca.

d) Garantías de naturaleza procesal: 1) Acción subrogatoria u oblicua:


Llamada también indirecta, es aquella que permite a los acreedores
ejercer todos los derechos y acciones de su deudor, con excepción de las
inherentes a su persona. Tiene como finalidad la defensa, por vía judicial,
de sus propios intereses pecuniarios. Se ha dicha, por algunos autores, que
es una acción de integración patrimonial, en virtud que mediante ella el
patrimonio del deudor se incrementa con ciertos bienes que por
inactividad de él podrían no llegar a su patrimonio, en perjuicio del
acreedor. En efecto, un deudor puede a su vez ser acreedor o heredero de
otra persona, o por cualquier título estar en posibilidad legal de
incrementar su patrimonio, y no lo hace, por negligencia, indiferencia u
otra razón. En tal caso, un acreedor de esa persona puede encontrarse en
situación que para el debido cumplimiento de la obligación a su favor, el
incremento patrimonial de su deudor sea necesario, pues de otro modo
podría quedar impago, en razón de la insuficiencia o falta de bienes del
deudor. Un ejemplo claro de esta institución, se encuentra plasmado en el
Código Procesal Civil y Mercantil (artículo 455, primer párrafo) que
estipula: “Pueden promover el proceso sucesorio los que tengan interés en
la herencia, tales como el cónyuge supérstite, los herederos, el Ministerio
Público (de conformidad con el artículo 1 del Decreto N° 25-97, debe
entenderse que se refiere a la Procuraduría General de la Nación), los
legatarios, los acreedores, el albacea o por otro concepto similar” (el
subrayado es nuestro). 2) Acción revocatoria o pauliana: Es la que
corresponde a los acreedores a efectos de que sean revocados todos los
actos que en su perjuicio haya realizado dolosa o fraudulentamente el
deudor, con el propósito de reducir sustancialmente su patrimonio a tal
manera que el o los acreedores no puedan hacer efectiva la prestación a
que tengan derecho. El Código Civil (artículo 1290) tipifica esta figura al
disponer que: “Todo acreedor puede pedir la revocación de los negocios
celebrados por el deudor en perjuicio o fraude de sus derechos. Sólo los

118
acreedores cuyos créditos sean anteriores al negocio impugnado, pueden
ejercitar la acción revocatoria”. La forma y características de la acción
pauliana se encuentran enmarcadas en el artículo citado y del 1291 al
1300 de dicho cuerpo legal. En cuanto a los efectos de la acción
revocatoria en el ámbito registral, expresa el Código Civil (artículo 1147,
numeral 2°) que: “Las acciones rescisorias o resolutorias no perjudicarán
a tercero que haya inscrito su derecho, exceptuándose: ...2° La acción
revocatoria de enajenación en fraude de acreedores, cuando el tercero
haya sido cómplice en el fraude o el derecho lo haya adquirido a título
gratuito. En los dos casos del inciso 2° no perjudicará a tercero la acción
revocatoria que no se hubiere entablado dentro de un año, contado desde
el día de la enajenación fraudulenta”.

e) Nota aclaratoria final: Por último, es menester aclarar, que en la


actualidad no existe criterio unificado, ni en la doctrina ni en la
legislación, para el desarrollo sistemático de la materia relativa a la
protección o garantías de las obligaciones. Nuestra legislación civil, tanto
sustantiva como adjetiva, y mercantil contiene varias garantía protectoras
de las obligaciones, pero dispersas en sus respectivos articulados. Es por
ello, que diremos que las únicas que tienen ubicación conceptual en la
parte general del derecho de obligaciones, son las arras, el derecho de
retención, la cláusula de indemnización, la fianza, la acción subrogatoria u
oblicua y la acción revocatoria o pauliana.

VI. TRANSMISIÓN DE LAS OBLIGACIONES

1. CESIÓN DE DERECHOS O DE CRÉDITOS.

a) Concepto: En doctrina, esta figura es denominada cesión o transmisión del


crédito. Es la transferencia de una parte a otra del derecho que le
compete contra su deudor, con entrega adicional de título, cuando exista.
Se rige por la compraventa, si es por precio; por la permuta, si se recibe
un derecho equivalente; y por la donación, cuando se realiza
gratuitamente. El Código Civil (artículo 1443) reconoce que: “El acreedor
puede ceder sus derechos sin el consentimiento del deudor, salvo que
haya convenio en contrario o que no lo permita la ley o la naturaleza del
derecho. En la cesión se observarán las disposiciones relativas al negocio
jurídico que les dé origen, en lo que no estuvieren modificadas en este
capítulos”.

b) Regulación legal: Todo lo relacionado con este punto está regulado en los
artículos 1443 al 1452 del Código Civil.

2. SUBROGACIÓN.

119
a) Nota aclaratoria: Según la ubicación que le dé el derecho positivo, esta
figura es estudiada o como modalidad o forma especial del pago (pago con
subrogación), o como una modalidad de la transmisión de las obligaciones,
criterio este último adoptado por el Código Civil. Sin embargo,
didácticamente la subrogación es estudiada como una forma especial de
pago y que en el presente trabajo, quedó tratada en el Capítulo IV
(Cumplimiento de las Obligaciones), Punto 2 (Formas especiales de pago),
Literal “c)” (Pago con subrogación). Ahora bien, lo interesante e
importante de tratar esta figura jurídica dentro de este capítulo, es el
hecho de exponer las diferencias existentes entre la cesión de derechos y
la subrogación, que son: 1° La cesión de derechos es forzosamente un
contrato. La subrogación no, salvo los casos de subrogación convencional;
2° En la cesión de derechos el acreedor siempre transmite
voluntariamente su crédito al cesionario. Mientras que en la subrogación
legal el acreedor se ve desplazado, incluso contra su voluntad, del crédito
al ser desinteresado por el pago recibido; 3° En la cesión de derechos no
existe forzosamente un pago (por ejemplo: la cesión gratuita). En la
subrogación media forzosamente un pago; 4° En la cesión de derechos se
puede sujetar a un plazo suspensivo el pago del precio. En la subrogación
debe hacerse el pago, pues no existe mientras no la hay; 5° La cesión de
derechos es una operación de especulación, el cesionario podrá cobrar la
integridad del crédito aun cuando hubiese pagado una cantidad menor por
él. El tercero subrogante sólo podrá obtener el monto del pago que
efectuó y éste es un efecto reconocido generalmente por los tratadistas;
y, 6° La cesión de créditos impone el cumplimiento de la forma y de las
acciones publicitarias de notificación al deudor y de la fecha cierta para
que produzca efectos. La subrogación no está sujeta a tales requisitos.

b) Regulación legal: Todo lo relacionado con este punto se encuentra


regulado en los artículos 1453 al 1458 del Código Civil.

3. TRANSMISIÓN DE DEUDAS.

a) Concepto: Es el contrato mediante el cual un nuevo deudor asume las


obligaciones de una deuda ya existente, remplazando al que hasta
entonces había sido deudor. Es decir, que la transmisión de la deuda (o
asunción de la deuda) ocurre cuando una persona sustituye a otra en la
posición o calidad de deudor, liberando al primitivo del nexo obligatorio, y
manteniéndose la identidad de la obligación y las garantías del crédito,
salvo las puramente personales y las reales otorgadas por un tercero si no
media el consentimiento de éste. Nuestro Código Civil (artículos 1459 y
1460) a este respecto dice que: “La sustitución del deudor en una
obligación personal y su liberación, se verifican por convenio entre el
acreedor y el tercero que se sustituye./ La sustitución también puede
convenirse entre el deudor y el tercero, siempre que el acreedor
consienta expresa o tácitamente”.

120
b) Regulación legal: Todo lo relativo al presente punto está regulado en los
artículos 1459 al 1468 del Código Civil.

VII. EXTINCIÓN DE LAS OBLIGACIONES

1. COMPENSACIÓN.

a) Concepto: Se ha definido esta figura como la extinción, hasta el límite de


la menor, de dos deudas, existentes en sentido inverso entre las mismas
personas. Constituye, pues, una de las formas de extinción de las
obligaciones. En ese sentido, nuestro Código Civil (artículo 1469) expresa
que: “La compensación tiene lugar cuando dos personas reúnen la calidad
de deudores y acreedores recíprocamente y por su propio derecho”. Esto
es, surge la compensación cuando una persona acreedora de otra,
deviene, por distinta relación jurídica, deudor de su deudor, quien a su
vez deviene acreedor de su acreedor. Un ejemplo aclarará esa situación.
Si “A” es acreedor de “B” por dos mil quetzales, y, posteriormente, “B”,
por compra de un crédito u otra causa, se transforma en acreedor de “A”
por igual cantidad, dos mil quetzales, las acreedurías de ambos quedan
compensadas y las respectivas obligaciones se extinguen. Como se puede
ver, no es necesario, para que opere la compensación, que las cantidades
o cosas debidas sean iguales.

b) Clases: Doctrinariamente se distinguen tres clases de compensación: 1)


Legal: Que tiene lugar cuando dos personas reúnen la calidad de deudores
y acreedores recíprocamente y por su propio derecho (en terminología del
artículo 1469 del Código Civil). 2) Judicial: Que es la declarada por el juez
cuando, no cumplidos al iniciarse el juicio los requisitos necesarios para su
existencia, se cumplen en el transcurso del mismo. 3) Convencional: Que
tiene lugar cuando los interesados acuerdan la compensabilidad de sus
créditos, aún no teniendo los requisitos que la ley exige para su
compensación.

c) Regulación legal: Todo lo relativo con este punto está regulado en los
artículos 1469 al 1477 del Código Civil.

2. NOVACIÓN.

a) Concepto: Es una de las formas de extinción de las obligaciones,


consistente en la sustitución de una obligación preexistente, que se
extingue, por otra nueva que se crea. Así, pues, la novación supone una
obligación anterior que le sirve de causa y que es, precisamente, la que,
con sus accesorias, queda extinguida. La novación tanto puede referirse al

121
cambio en el objeto de la obligación cuanto al de las personas obligadas:
al del anterior deudor por otro a al del acreedor precedente por uno
distinto.

b) Clases: Las clases de novación que la doctrina admite, son las siguientes:
1) Novación subjetiva: Puede ser activa: si el acreedor y deudor convienen
posteriormente en un cambio de acreedor (por ejemplo: si “A” se obligó a
pagar a “B” la cantidad de mil quetzales, y después convienen que, en
lugar de “B”, el acreedor sea “C”); y, pasiva: si acreedor y deudor
convienen posteriormente en un cambio de deudor (por ejemplo: si “A” se
obligó a pagar a “B” la cantidad de mil quetzales, y después convienen
que, en lugar de “A” el deudor sea “C”). 2) Novación objetiva: Ocurre
cuando acreedor y deudor convienen en modificar sustancialmente la
obligación original, o en sustituirla por otra nueva (por ejemplo: si “A” se
obligó a pagar a “B” la cantidad de mil quetzales, y ambos convienen
después que “A” entregará a “B”, o bien seiscientos quetzales y una
máquina de escribir, o bien, en lugar de dicha cantidad –mil quetzales–
una motocicleta). Nuestro Código Civil admite solamente la novación
objetiva, en su aspecto más característico, al disponer (artículo 1478)
que: “Hay novación cuando deudor y acreedor alteran sustancialmente la
obligación sustituyéndola por otra. La novación no se presume; es
necesario que la voluntad de efectuarla resulte claramente del nuevo
convenio, o que la antigua y la nueva obligación sean de todo punto
incompatibles”. Resulta lógico que el Código Civil no admita la novación
subjetiva, puesto que, como se anotó, regula expresamente la cesión de
derechos (cambio de acreedor) y la transmisión de deudas (sustitución de
deudor).

c) Efectos: Son efectos de la novación, conforme al Código Civil: 1° Extinguir


las garantías y obligaciones accesorias, a menos que el acreedor y deudor
convengan expresamente en la reserva, la cual no tendrá validez si la
garantía la hubiere prestado un tercero que no acepte expresamente la
nueva obligación (artículo 1479); y, 2° La novación no altera el orden y
preferencia de las garantías constituidas por el deudor cuando se trata de
bienes de su propiedad o bienes de terceros que hayan prestado su
consentimiento para la nueva obligación (artículo 1480). Los artículos
1481, 1482 y 1485 del Código Civil prevén los casos de modificación de la
obligación original, que no constituyen novación.

d) Regulación legal: Todo lo concerniente a este punto está regulado en los


artículos 1478 al 1488 del Código Civil.

3. REMISIÓN.

a) Concepto: De la misma manera que el titular de un crédito puede


transmitir el mismo a favor de un tercero, puede también disponer de él

122
en beneficio del deudor, liberándolo del vínculo obligatorio. Así, pues, la
remisión es el acto del acreedor extintivo de la obligación, por el cual éste
–el acreedor– renuncia voluntariamente, y por lo general en forma
gratuita, a todo o parte de su derecho contra el deudor, y que puede
efectivizarse mediante la entrega del documento original en que constare
la deuda, si no hubiere sido pagada, o por cualquier otro procedimiento
fehaciente. La remisión –llamada asimismo condonación de la deuda o,
como se decía en nuestro viejo derecho civil, quitamiento– de la deuda
hecha al deudor principal, libera a los fiadores; pero no a la inversa.
Desde el punto de vista gramatical, ambos términos, remisión y
condonación, vienen a tener el mismo significado; remitir (en su concepto
de perdonar), eximir, condonar, libertar de una obligación. Asimismo,
puede ser definida la remisión de la deuda como el convenio entre
acreedor y deudor, mediante el cual, voluntaria y espontáneamente, el
acreedor condona generosamente al deudor, de la obligación contraída
por éste. En ese orden de ideas, nuestra ley sustantiva civil (artículo 1489)
expresa que: “La remisión de la deuda hecha por el acreedor y aceptada
por el deudor, extingue la obligación”.

b) Regulación legal: Todo lo relacionado a este punto se encuentra


reglamentado en los artículos 1489 al 1494 del Código Civil.

4. CONFUSIÓN.

a) Concepto: Llamada más ampliamente como confusión de derechos, es una


de las formas típicas de extinción de las obligaciones. Tiene lugar cuando
se reúne en una misma persona, por sucesión universal o cualquier otra
causa, la calidad de acreedor y deudor; así como también cuando una
tercera persona sea heredera del acreedor y del deudor. Más
sencillamente se define como el modo de extinguir una obligación cuando
en una misma persona se reúnen las cualidades de acreedor y deudor,
siempre que tal reunión no se proyecte sobre entidades patrimoniales
autónomas. Adaptándose a ese concepto, el Código Civil (artículo 1495)
dispone que “La reunión de una misma persona de la calidad de acreedor
y deudor, extingue la obligación”. Como vimos, los casos más frecuentes
de confusión ocurren en el derecho sucesorio, aunque pueden ocurrir en el
campo de los derechos reales, tal el caso de las servidumbres y del
usufructo y la nuda propiedad, y en el ámbito del derecho mercantil, por
razón de las múltiples situaciones que las operaciones comerciales e
industriales pueden provocar.

b) Efectos: Son efectos de esta figura jurídica, según el Código Civil: 1° Que
la confusión verificada en el deudor principal aprovecha a los fiadores
(artículo 1497); 2° Que la confusión verificada en la persona del fiador no
extingue la obligación principal ni la de los demás fiadores (artículo 1498);
3° Que si concurre la calidad de acreedor en uno de varios deudores

123
simplemente mancomunados, no quedan libres los demás sino en la parte
que correspondía a su codeudor (artículo 1499); y, 4° Que los créditos y
deudas del heredero que no hayan sido instituidos a título universal, no se
confunden con las deudas y créditos hereditarios (artículo 1500).

c) Regulación legal: Todo lo relacionado con este punto está regulado en los
artículos 1495 al 1500 del Código Civil.

5. PRESCRIPCIÓN EXTINTIVA, NEGATIVA O LIBERATORIA.

a) Concepto: Es el medio de liberarse de una obligación por el transcurso del


tiempo que la ley determina; y que es variable según se trate de bienes
muebles o inmuebles. La prescripción extintiva, negativa o liberatoria
impide el ejercicio de la acción para exigir el cumplimiento de una
obligación. Generalmente se da cuando el acreedor no ejerce su derecho
de crédito durante el tiempo que en cada caso señala la ley. Para que
empiece a correr el tiempo de prescripción se requiere que la deuda sea
exigible por haberse llegado el plazo o realizado la condición, es decir,
que se trate de una deuda vencida, que el acreedor no la hubiera exigido,
para que opere se requiere que el deudor no hubiere renunciado al plazo
transcurrido, reconociendo el derecho del acreedor y que en caso de
demanda judicial el deudor no oponga la excepción de prescripción, pues
el juez no puede invocarla ex officio. Nuestro Código Civil no la define; sin
embargo, establece en su artículo 1501 que: “La prescripción extintiva,
negativa o liberatoria, ejercitada como acción o como excepción por el
deudor, extingue la obligación. La prescripción de la obligación principal
produce la prescripción de la obligación accesoria”. Es decir, que ésta
puede ejercitarse como acción (demandando ante juez competente que
sea declarada), o como excepción (a manera de defensa en juicio iniciado
para que se cumpla una obligación que por el transcurso del tiempo ha
prescrito).

b) Términos legales: Nuestro Código Civil menciona entre los términos legales
más importantes de prescripción, los siguientes: 1° La prescripción
extintiva se verifica en todos los casos no mencionados en disposiciones
especiales, por el transcurso de cinco (5) años, contados desde que la
obligación pudo exigirse; y si ésta consiste en no hacer, desde el acto
contrario a la obligación (artículo 1508, asimismo véanse los artículos 1509
al 1512 y el 1516); 2° Prescribe en un año la responsabilidad civil
proveniente de delito o falta y la que nace de los daños o perjuicios
causados en las personas. La prescripción corre desde el día en que
recaiga sentencia firme condenatoria, o desde aquel en que se causó el
daño. Sin embargo, si se tratare de funcionarios o empleados públicos, la
responsabilidad civil de éstos prescribirá en un término de veinte (20) años
(artículos 155 de la Constitución; y, 1513 del Código Civil); 3° Prescriben

124
en dos (2) años: los honorarios, sueldos, salarios, jornales y otras
retribuciones por prestación de cualquier servicio; la acción de cualquier
comerciante para cobrar el precio de los objetos vendidos; la acción de los
dueños de hoteles y toda clase de casas de hospedaje para cobrar el
importe de las pensiones y la de los fondistas y demás personas que
suministran alimentos, para cobrar el precio de éstos; y, las pensiones,
rentas y alquileres y cualesquiera otras prestaciones periódicas no
cobradas a su vencimiento, ya se haga el cobro en virtud de acción real o
de acción personal. En estos casos la prescripción corre desde el día en
que el acreedor puede exigir el pago (artículo 1514); 4° La obligación de
rendir cuentas que tienen todos los que administran bienes ajenos, y la
acción para cobrar el saldo de ellos, prescriben por el término de tres (3)
años (artículo 1515); 5° La obligación garantizada con hipoteca prescribirá
a los diez (10) años contados desde el vencimiento de la obligación o de la
fecha en que se tuviere como vencido en virtud de lo estipulado (artículo
856); 6° El término para aceptar la herencia es de seis (6) meses a contar
de la muerte del testador, si el heredero se encuentra en el territorio de
la República y de un (1) año si está en el extranjero (artículo 1031); 7° La
acción revocatoria prescribe en un (1) año, contado desde la celebración
del negocio o desde la fecha en que se verificó el pago o se hizo la
renuncia del derecho (artículo 1300); 8° El derecho de pedir la nulidad
relativa dura dos (2) años contados desde el día en que se contrajo la
obligación, salvo los casos en que la ley fije término distinto. Si la nulidad
se fundare en violencia o temor grave, el término es de un (1) año,
contado de la fecha en que la violencia cesó o el temor grave ha debido
razonablemente desaparecer (artículo 1312); 9° La acción para pedir la
rescisión dura un (1) año, contado desde la fecha de la celebración del
contrato, salvo que la ley fije otro término en casos especiales (artículo
1585); 10° La acción para recobrar lo indebidamente pagado prescribe en
un (1) año, contado de la fecha en que se hizo el pago indebido (artículo
1628); 11° La acción para pedir la reparación de los daños o perjuicios a
que se refiere el Título VII, Capítulo Único, del Libro V del Código Civil,
prescribe en un (1) año, contado desde el día en que el daño se causó, o
en que el ofendido tuvo conocimiento del daño o perjuicio, así como de
quien lo produjo (artículo 1673); 12° La acción para exigir el cumplimiento
de la promesa, deberá entablarse dentro de los tres (3) meses siguientes
al vencimiento del plazo convencional o legal (artículo 1684); 13° Puede
también estipularse en el contrato que la venta se rescindirá a solicitud
del vendedor si dentro de un término fijado hubiere quién dé más por la
cosa. Este término no podrá exceder en ningún caso de seis (6) meses si se
tratare de inmuebles o de tres (3) si se tratare de otros bienes, y se
contará de la fecha de la celebración del contrato (artículo 1847); y, 14°
La acción para pedir la reducción o rescisión de la donación dura seis (6)
meses, contados desde el día en que sobrevino el motivo de la reducción o
rescisión (artículo 1879).

125
c) Efectos: Son efectos o consecuencias jurídicas de la prescripción extintiva:
1° El principal efecto es que extingue la obligación principal y por lo tanto
también la accesoria (artículo 1501 del Código Civil); 2° Las personas
impedidas de administrar sus bienes, pueden reclamar contra sus
representantes legales, cuyo dolo o negligencia hubiere sido causa de la
prescripción (artículo 1502 del Código Civil); y, 3° Los que tienen
capacidad para obligarse pueden renunciar la prescripción ya adquirida,
pero no el derecho de prescribir para lo sucesivo (artículo 1503 del Código
Civil).

d) Interrupción: La prescripción se interrumpe: 1° Por demanda judicial


debidamente notificada o por cualquier providencia precautoria
ejecutada, salvo si el acreedor desistiere de la acción intentada, o el
demandado fuere absuelto de la demanda, o el acto judicial se declare
nulo; 2° Si la persona a cuyo favor corre la prescripción, reconoce
expresamente, de palabra o por escrito, o tácitamente por hechos
indudables, el derecho de la persona contra quien prescribe; y, 3° Por el
pago de intereses o amortizaciones por el deudor, así como por el
cumplimiento parcial de la obligación por parte de éste. Conviene aclarar,
que el efecto de la interrupción es inutilizar para la prescripción todo el
tiempo corrido antes de ella (véanse los artículos 1506 y 1507 del Código
Civil).

e) Suspensión: No corre el término para la prescripción: 1° Contra los


menores y los incapacitados, durante el tiempo que estén sin
representante legal constituido; 2° Entre padres e hijos, durante la patria
potestad; 3° Entre los menores e incapacitados y sus tutores, mientras
dure la tutela; 4° Entre los copropietarios, mientras dure la indivisión; y,
5° Entre los cónyuges, durante el matrimonio; y entre hombre y mujer,
durante la unión de hecho (véase el artículo 1505 del Código Civil).

f) Diferencia con la caducidad y con la prescripción adquisitiva, positiva o


usucapión: 1) Con la caducidad: 1° La caducidad fija de antemano el
tiempo durante el cual puede la acción ser ejercitada útilmente. La
prescripción tiene como fin extinguir un derecho por no haber sido
ejercitado por el titular; 2° A la caducidad no se le aplican la suspensión
ni la interrupción. En cambio a la prescripción si se le aplica la
interrupción y la suspensión; y, 3° La caducidad se aplica más que todo en
lo procesal, ya que extingue actos procesales. La prescripción extingue
derechos y obligaciones. 2) Con la prescripción adquisitiva, positiva o
usucapión: Por la prescripción adquisitiva, positiva o usucapión se
adquieren derechos (por ejemplo: el derecho por el cual el poseedor de un
bien inmueble adquiere la propiedad de él por la continuación de la
posesión durante el tiempo y las condiciones fijadas por la ley). En
cambio, por la prescripción extintiva, negativa o liberatoria el deudor o

126
constreñido se libera de alguna obligación (por ejemplo: la obligación
garantizada con hipoteca se extingue por el transcurso del tiempo
señalado en la ley, sin que el acreedor hipotecario exija el cumplimiento
de tal obligación). Conviene aclarar, que la prescripción extintiva,
negativa o liberatoria, la caducidad y la prescripción adquisitiva, positiva
o usucapión gozan de las siguientes similitudes o semejanzas: 1° Sus
efectos se producen siempre por el transcurso del tiempo que es siempre
determinado en la ley; 2° Todas se deben solicitar ante juez competente;
y, 3° Todas aparecen reguladas tanto en el derecho sustantivo (civil) como
en el derecho adjetivo (procesal).

127
RESUMEN DE DERECHO CIVIL IV

GENERALIDADES DEL NEGOCIO JURÍDICO

1. EL NEGOCIO JURÍDICO CIVIL.

a) Definición: En la moderna literatura jurídica se da este nombre a todo


acto voluntario y lícito realizado de conformidad con una norma jurídica
que tenga por finalidad directa y específica crear, conservar, modificar,
transferir o extinguir derechos y obligaciones dentro de la esfera del
Derecho Privado.

b) El negocio jurídico como especie del acto jurídico: El concepto de acto


jurídico ha sido en los últimos tiempos motivo de amplia especulación
doctrinal, abarcando campos tan amplios como el Derecho Público y el
Derecho Privado, tanto en su aspecto patrimonial como el familiar.
Nuestro Código Civil considera al acto jurídico tanto desde el punto de
vista patrimonial (contratos, declaración unilateral de voluntad) como el
familiar (matrimonio, reconocimiento de hijos, adopción) y desde luego
aquella parte que funde ambas nociones en el testamento y la sucesión
intestada. La expresión “negocio jurídico”, dice Puig Peña, ha ganado el
favor de la doctrina e incluso el de las legislaciones. En Francia tardaron
mucho en adoptar el término “negocio jurídico”, y todavía muchos
tratadistas emplean la frase, ya en ellos tradicional, de “acto jurídico”. En
Italia hubo también dudas al principio; pero ya es general la expresión
“negocio jurídico”, cosa que también sucede en nuestra patria. Como
vemos por lo expresado por el maestro español Federico Puig Peña, la
expresión “acto jurídico” fue por mucho tiempo sinónimo de “negocio
jurídico”; pero en la actualidad legislaciones como la francesa, la italiana,
la alemana y, por qué no decirlo, la guatemalteca aceptaron la frase
“negocio jurídico” para encuadrar aquí todos los actos voluntarios lícitos,
que tienen por fin inmediato establecer entre las personas relaciones
jurídicas, crear, modificar, transferir, conservar o extinguir derechos; y,
concibiendo como “acto jurídico”, todo acontecimiento del hombre en el
cual interviene su voluntad en forma directa y que, por la motivación que
hace de un supuesto jurídico, produce consecuencias de derecho.
Entendiéndose así, que el “negocio jurídico” es producto del “acto
jurídico”, cuya acepción es mucho más amplia en la actualidad.

c) El negocio jurídico como género del contrato: El Código Civil guatemalteco


considera al contrato como especie del negocio jurídico. Así el contrato se
halla inmerso en el orden jurídico y aunque los contratantes no lo
establezcan, las consecuencias de sus declaraciones de voluntad implican
la actualización de todas las consecuencias legales y no sólo las queridas,
esta concepción puede compaginarse con la idea del contrato como norma

128
individualizada en cuanto, en caso de incumplimiento, se está ante un
hecho ilícito y se puede obtener el fin querido o su equivalente por medio
de la ejecución forzosa.

2. NOCIONES GENERALES DEL NEGOCIO JURÍDICO CONTRACTUAL.

a) Concepto y definición de contrato: Previamente a definir qué es el


contrato es necesario señalar que el término analizado tiene en la práctica
jurídica diversas acepciones como norma individualizada, como documento
y, en el derecho mexicano, como acto jurídico. Asimismo, que el contrato
es una institución jurídica que excede los límites de la esfera civil,
existiendo además contratos mercantiles, laborales, administrativos, etc.;
es decir, que en un sentido amplio por contrato o relación contractual se
considera como contrato todo acuerdo de voluntades, tanto en el Derecho
Privado como en el Derecho Público con contenido patrimonial o
extrapatrimonial. El contrato en su significación semántica (es decir, del
significado de la palabra), es el pacto o convenio entre las partes sobre
materia o cosa determinada, y a cuyo cumplimiento pueden ser
compelidas. Son variadas las tendencias de los tratadistas del derecho civil
para definir al contrato; algunos lo identifican con la convención o pacto,
otros los separan y otros los combinan. De donde se deduce que no es fácil
definir al contrato civil, a pesar de su aparente sencillez.
Etimológicamente deriva del latín contractu, que deriva a su vez de
contrahere, que significa reunir, lograr concentrar. En ese orden de ideas,
podemos definir al contrato civil diciendo que es aquel acuerdo de
voluntades divergentes anteriormente, por medio del cual las partes
crean, modifican o extinguen una relación jurídica de carácter
patrimonial. Por último, diremos que el Código Civil (artículo 1517) da una
definición de contrato en sentido estricto, al decir que: “Hay contrato
cuando dos o más personas convienen en crear, modificar o extinguir una
obligación”. Hay que tomar en consideración que el Código Civil no
diferencia al contrato de la convención, es decir, que borra toda
diferencia legal entre los mismos dejando todo en simple terminología.

b) Evolución histórica: En Roma ya existía un numerus clausus de contractus


(contratos nominados), pero no una categoría general de contrato, y los
demás acuerdos eran nudum pactum (pactos), es decir, sin ninguna
eficacia jurídica. Mas tarde se logró dar cierta eficacia jurídica a los
simples acuerdos mediante formas solemnes, como la stipulatio, tipo de
promesa sometida a reglas muy estrictas (denominados contratos verbis).
En este mismo sentido apareció la forma literal (o sea, los contratos
litteris), por la cual se inscribía en el libro (codex) de contabilidad
doméstica del deudor la obligación, y la forma real (el mutuum o
préstamo de consumo, el contrato de fiducia, el comodato o préstamo de
uso, el depósito y la prenda), por la que al entregar un bien surgía la
obligación de restituirlo. Todo lo anterior no son más que ritos y

129
procedimientos usuales, que otorgaban una vinculación jurídica a la
obligación que mediante ellas se constituía, pero esa vinculación provenía
de la forma, y no del propio acuerdo de voluntades. Con los años se
concretaron y especificaron en Roma los contenidos contractuales, que
eran los más básicos para una sociedad como la romana: compraventa,
arrendamiento de bienes y servicios, mandato y sociedad. Junto a ellos se
desarrollaron los contratos innominados, que podían estar dentro de
alguna de estas clases: do ut des, facio ut facias, do ut facias y facio ut
des. En este momento de la historia seguía sin perfilarse la figura del
contrato y sólo podemos hablar de contenidos contractuales, unos típicos y
otros innominados, pero en ningún caso la voluntad era suficiente para
obligarse. La llegada del Derecho de los pueblos germanos implicó un
retroceso respecto a la incipiente evolución hacia la categoría de
contrato, por cuanto estas comunidades mezclaban un fuerte elemento
formal con elementos simbólicos, e incluso el miedo a la venganza privada
era una de las razones para que se procediera al cumplimiento de los
acuerdos. Una influencia mucho más modernizadora supuso la del Derecho
canónico, que mantenía la obligación de veracidad y la de respetar la
palabra dada. En la recepción del Derecho canónico se pretendía ir
“vistiendo” los nudum pactum romanos, hasta llegar a los pacta vestita.
Hay que tener en cuenta que la figura actual del contrato, tal como la
conocemos, no deriva de los contractus romanos, sino de los pactos. Así,
en las Decretales del papa Gregorio IX (1234) se sancionaba la
obligatoriedad de respetar los pactos cuando se adoptaran mediante
juramento. El problema en este caso derivaba de que los pactos se debían
cumplir, no por su fuerza obligatoria, sino por subordinarse al juramento
del que emanaba el auténtico vínculo jurídico, por lo que no quedaba
clara la solución cuando se hiciera un pacto inválido a la luz del Derecho,
unido a un juramento válido. En el ámbito del Derecho mercantil existían
los tribunales de comercio para juzgar todas las materias que le
concernieran y su jurisprudencia fue la primera en reconocer que solus
consensus obligat (basta el acuerdo para obligar). Por las exigencias del
tráfico mercantil, no se podía vincular la eficacia jurídica de los pactos al
cumplimiento de ciertas formalidades y por ello es claro que en esta rama
del Derecho se comenzara a admitir la eficacia de los simples pactos. En la
edad moderna, los teóricos del Derecho natural, que en cierta medida
secularizaron las ideas previas al Derecho canónico, admitieron sin reserva
la voluntad como fuente de obligaciones. Fue Hugo Grocio quien, en su
obra “De iure bello ac pacis” (Sobre el derecho de la guerra y la paz,
1625), fundó todo su sistema en la “necesidad de cumplir las propias
promesas”. Aparece por tanto el contrato como categoría donde el pilar
básico es la simple voluntad de obligarse. Estas ideas se mostraron en
consonancia con el pensamiento individualista y revolucionario de todos
los juristas que influyeron en la redacción del Código de Napoleón (1804),
como Loysel, Domat o Pothier. Hemos de recordar que en esta época el
contrato era una institución tan valorada, que incluso se situaba en el

130
fundamento constitutivo de la sociedad política (el contrato social) o se
hablaba del matrimonio como contrato matrimonial. Fruto de todas estas
influencias, el artículo 1134 de dicho Código afirma: “las convenciones
formuladas conforme a las exigencias de la legalidad adquieren fuerza de
ley entre las partes”. Este artículo supone una definición de la moderna
categoría del contrato, que además gozaba de grandes virtudes para los
revolucionarios, pues rompía obstáculos para la contratación del Antiguo
Régimen y favorecía a la clase en ascenso, la burguesía, reforzando la
dinámica del desarrollo industrial. De este modo se llegó al concepto de
contrato hoy vigente que ha pasado a todos los códigos modernos y que
puede sintetizarse con palabras sencillas en la fórmula antes citada:
acuerdo de voluntades destinado a producir efectos jurídicos. En la
actualidad se habla de la crisis de la figura del contrato, o más bien, de la
crisis de los presupuestos que originaron el contrato. De hecho, el acuerdo
que representa la base del contrato, se suponía que debía tener lugar
entre voluntades libres e iguales, lo cual no es del todo cierto hoy en día.
La realidad social muestra que la libertad, a la hora de contratar, no
existe o está muy limitada en casos. Por ejemplo, en los contratos de
suministros de gas, agua, electricidad, en los que es habitual que operen
compañías en régimen de monopolio, o en otros, donde solo se alcanza
una cierta capacidad para elegir entre unos muy reducidos oferentes (por
ejemplo: las compañías aéreas). Por otro lado, la igualdad no existe
tampoco entre un empleador y alguien que necesita trabajar para ganar su
sustento o entre un banco y una persona necesitada de un préstamo. De
todo ello se deduce que si bien la figura general del contrato sigue
vigente, se han creado otras modalidades de acuerdo como son los
contratos en masa, forzosos, normados o normativos. También los
legisladores han acogido esta problemática dictando leyes que en muchos
aspectos limitan la antigua autonomía contractual donde sólo la voluntad
dictaba el contenido de los pactos y compromisos, como las leyes en
defensa de la competencia o las de protección de consumidores.

c) Principios de la contratación: 1) Consensualismo o consentimiento: Es el


acuerdo de voluntades que por su etimología proviene de sentire cum:
sentir juntos, querer la misma cosa. En materia contractual el
consentimiento es un requisito básico del contrato, y supone: una
pluralidad de partes con capacidad para contraer un acuerdo, que forman
una única voluntad contractual (unión de las voluntades singulares que
deben ser libres y conscientes) y se manifiesta a través de una declaración
expresa y tácita, de tal forma que exista concordancia entre la voluntad
interna y la declarada. La capacidad para prestar consentimiento no es
universal, habiendo siempre restricciones que suelen englobar a los
menores no emancipados, sordomudos que no sepan leer o escribir, y a los
locos o dementes, por considerarse en todos estos casos que el
consentimiento no puede ser del todo libre y consciente. Por otro lado,
también hay una serie de supuestos en los que se excluye el

131
consentimiento por existir una divergencia entre la voluntad interna (lo
querido en realidad) y la voluntad declarada, como son: el error, la
violencia física irresistible y la declaración emitida sin seriedad (por
ejemplo, la iocandi causa) o con reserva mental. Hay otro conjunto de
supuestos en los que, aun habiendo perfecta concordancia entre lo que se
quiere decir y lo que se dice, se entiende que el consentimiento ha sido
viciado por error, intimidación (al inspirar en uno de los contratantes el
temor racional y fundado de sufrir un mal inminente y grave en su persona
o bienes o en su cónyuge o parientes si no contrata), o por la utilización
de palabras o maquinaciones insidiosas para inducir al otro contratante a
celebrar el contrato. 2) Formalismo: Se llama así a los requisitos o
solemnidades que acompañan o revisten los contratos y que son
específicamente determinados por la ley. En algunos casos, también
especialmente previstos, su omisión puede acarrear hasta la nulidad del
contrato. De acuerdo con la tesis general imperante en el Derecho
positivo, rige el principio de libertad de las formas, es decir que las partes
pueden escoger la que estimen más conveniente, salvo cuando la ley
prescribe alguna determinada. Sin embargo, es menester aclarar que en
cuanto al principio de libertad de las formas, éste opera en lo que a
contratación mercantil se refiere, no así en la contratación civil puesto
que ésta es mucho más rigurosa y solemne en sus formas, que son siempre
establecidas en la ley. En ese orden de ideas, el autor alemán Rudolf Von
Ihering resume las ventajas e inconvenientes del formalismo de la manera
siguiente: 1° Ventajas: Es una garantía de seguridad. Que los pactos no se
concluyan con precipitación, pues la forma es una llamada de atención
sobre las consecuencias del acto. Los compromisos no quedan en la
memoria, se pueden probar, son precisos. Permite una inscripción de
registros, dando así una garantía a los terceros; y, 2° Inconvenientes:
Peligro es cuando a la suerte que corran los actos jurídicos, pues la
exigencia de la forma legal implica el riesgo de que el contrato sea
anulado cuando carezca de ella y no producirá los efectos jurídicos que las
partes esperaban, quedando una de ellas, probablemente de buena fue,
sometida al riesgo de ser sorprendida por la otra, conocedora de la
ineficacia del acto de la ausencia de forma. Incomodidad para la
celebración del acto. 3) Autonomía de la voluntad o de la libertad
contractual: Es la potestad que tienen los individuos para regular sus
derechos y obligaciones mediante el ejercicio de un libre arbitrio,
representada en convenciones o contratos que los obligue como la ley
misma y siempre que lo pactado no sea contrario a la ley, a la moral, al
orden público o a las buenas costumbres. Es decir, que la autonomía de la
voluntad no es más que la facultad que tienen las partes de todo contrato
para perfeccionar un convenio a su libre albedrío, quedando condicionada
dicha voluntad a factores y principios de orden legal, ético y social. 4)
Posición del Código Civil: En cuanto al principio del consensualismo o
consentimiento, nuestra ley sustantiva civil (artículos 1251, parte
conducente, 1252, 1253, 1254 y 1518) expresa que: “El negocio jurídico

132
requiere para su validez: ...consentimiento que no adolezca de vicio.../
La manifestación de voluntad puede ser expresa o tácita y resultar
también de la presunción de la ley en los casos en que ésta lo disponga
expresamente./ El silencio no se considerará como manifestación tácita
de voluntad sino en los casos en que existe, para la parte a quien afecta,
la obligación de explicarse./ Toda persona es legalmente capaz para hacer
declaración de voluntad en un negocio jurídico, salvo aquéllas a quienes
la ley declare específicamente incapaces./ Los contratos se perfeccionan
por el simple consentimiento de las partes, excepto cuando la ley
establece determinada formalidad como requisito esencial para su
validez”. En cuanto al principio de formalismo, el Código Civil
guatemalteco (artículos 1574 al 1578) establece que: “Toda persona puede
contratar y obligarse: 1° Por escritura pública; 2° Por documento privado
o por acta levantada ante el alcalde del lugar; 3° Por correspondencia; y,
4° Verbalmente./ El contrato cuyo valor exceda de trescientos quetzales,
debe constar por escrito. Si el contrato fuere mercantil puede hacerse
verbalmente si no pasa de mil quetzales./ Los contratos que tengan que
inscribirse o anotarse en los registros, cualquiera que sea su valor,
deberán constar en escritura pública. Sin embargo, los contratos serán
válidos y las partes pueden compelerse recíprocamente al otorgamiento
de escritura pública, si se establecieren sus requisitos esenciales por
confesión judicial del obligado o por otro medio de prueba escrita./
Deberán constar en escritura pública los contratos calificados
expresamente como solemnes (el mandato, la sociedad, la donación de
bienes inmuebles y la renta vitalicia), sin cuyo requisito esencial no
tendrán validez./ La ampliación, ratificación o modificación de un
contrato debe hacerse constar en la misma forma que la ley señala para el
otorgamiento del propio contrato”. Por último, en cuanto al principio de
la autonomía de la voluntad o de la libertad contractual, nuestra
Constitución Política de la República (artículos 5°, parte conducente, y 44)
establece que: “Toda persona tiene derecho a hacer lo que la ley no
prohibe; no está obligada a acatar órdenes que no estén basadas en ley y
emitidas conforme a ella.../ Los derechos y garantías que otorga la
Constitución no excluyen otros que, aunque no figuren expresamente en
ella, son inherentes a la persona humana. El interés social prevalece
sobre el interés particular (limitación al principio de la autonomía de la
voluntad). Serán nulas ipso jure las leyes y las disposiciones gubernativas
o de cualquier otro orden (los contratos, por ejemplo) que disminuyan,
restrinjan o tergiversen los derechos que la Constitución garantiza”.
Asimismo, este principio se encuentra consagrado en los artículos 1251 al
1256 del Código Civil, los cuales ya fueron expuestos anteriormente; y,
1593 al 1604 del mismo cuerpo legal.

3. ELEMENTOS DEL NEGOCIO JURÍDICO CONTRACTUAL.

133
a) Generalidades: Se denominan elementos del contrato a los requisitos o
condiciones que en éste deben concurrir para su existencia. Constituyen,
pues, estos elementos, las partes esencialmente integrativas del contrato.
Los elementos del contrato se clasifican corrientemente en esenciales,
naturales y accidentales.

b) Elementos esenciales: Son aquellos sin los cuales el contrato no puede


producirse (por ejemplo: el consentimiento, la capacidad negocial, el
objeto lícito y la causa).

c) Elementos naturales: Son los que le acompañan normalmente, como


derivados de su índole peculiar, y se sobrentienden por la ley, pero puede
ser excluidos por la voluntad de las partes.

d) Elementos accidentales: Son los que sólo existen cuando los contratantes
los agregan expresamente para limitar o modificar los efectos normales
del acto.

4. ELEMENTOS ESENCIALES DEL NEGOCIO JURÍDICO CONTRACTUAL.

a) Generalidades: Expresa el Código Civil (artículo 1251) que: “El negocio


jurídico requiere para su validez: capacidad legal del sujeto que declara
su voluntad, consentimiento que no adolezca de vicio y objeto lícito”. De
lo expuesto por el Código se deduce que los elementos esenciales o
comunes de todo negocio jurídico contractual son: la capacidad para
contratar, el consentimiento, el objeto y la causa (este último, sólo es
doctrinal, ya que, como se puede apreciar, no aparece en la norma legal
transcrita por las razones que se expondrán más adelante).

b) La capacidad legal del sujeto que declara su voluntad: Que no es más que
la facultad concedida por el Derecho para que un sujeto de derecho o
persona, sea susceptible de adquirir derechos subjetivos o contraer
obligaciones. Así, pues, el concepto de capacidad jurídica se identifica con
la personalidad, es así que el Código Civil (artículo 1°) establece que la
personalidad civil de las personas individuales se adquiere con el
nacimiento y se pierde con la muerte, o sea, que los seres humanos son
personas desde que nacen y por tanto tiene capacidad jurídica; sin
embargo, el mismo Código Civil (artículo 8°) especifica que: “La capacidad
para el ejercicio de los derechos civiles se adquiere por la mayoría de
edad. Son mayores de edad los que han cumplido dieciocho años. Los
menores que han cumplido catorce años son capaces para algunos actos
determinados por la ley”. En consecuencia, la incapacidad de ejercicio o
negocial supone la capacidad de goce, es decir, que el sujeto esté
legitimado para obrar pero por su menor edad o por otra causa legal o
natural esté privado de la posibilidad de atender personalmente de sus
negocios (véanse los artículos 9° al 14 del Código Civil).

134
c) El consentimiento que no adolezca de vicio: Esto implica la expresión
externa de las voluntades que coincidan con el objeto del acto, pues no
basta la expresión de voluntad unilateral si no hay acuerdo sobre la
materia o naturaleza del acto y sobre la identidad de la cosa (error
obstáculo) o sobre el negocio y la cosa a realizar. Sin embargo, el
consentimiento no debe adolecer de vicios, reputándose así todas aquellas
situaciones o sucesos que hacen que la expresión de la voluntad creadora
del negocio jurídico se vea afectada disminuyendo su eficacia, aun cuando
la falta de capacidad puede afectar a la voluntad e invalidar el negocio
jurídico; el Código Civil considera sólo como vicios de la declaración de
voluntad el error, el dolo, la simulación y la violencia (véanse los artículos
1251, 1257 al 1268, y 1284 al 1289). Como vimos anteriormente (artículo
1518 del Código Civil), los contratos se perfeccionan por el simple
consentimiento de las partes, salvo cuando la ley establece determinada
formalidad como requisito esencial para su validez. En consecuencia, una
vez dado ese consentimiento mutuo entre las partes, obliga a éstos al
cumplimiento de lo convenido, siempre que esté dentro de las
disposiciones legales relativas al negocio celebrado, debiéndose ejecutar
de buena fe y según la común intención de los contratantes. Se hace
necesario señalar aquí también que la persona que propone a otra la
celebración de un contrato fijándole un plazo para aceptar, queda ligada
por su oferta hasta la expiración del plazo –si no se ha fijado plazo, el
autor de la oferta queda desligado si la aceptación no se hace
inmediatamente–. Por último, es conveniente establecer que el efecto que
produce un contrato consentido por las partes es: la obligación de
concluirlo y a resarcir los daños y perjuicios resultantes de la inejecución
o contravención por culpa o dolo (véanse los artículos 1517 al 1537 del
Código Civil).

d) El objeto lícito: Declara sobre el tema el Código Civil (artículo 1538) que:
“No sólo las cosas que existen pueden ser objeto de los contratos, sino las
que se espera que existan; pero es necesario que las unas y las otras estén
determinadas, a lo menos, en cuanto a su género. La cantidad puede ser
incierta con tal que el contrato fije reglas o contenga datos que sirvan
para determinarla. Los hechos han de ser posibles, determinados y en su
cumplimiento han de tener interés los contratantes”; todo lo anterior en
el supuesto que consistan en la obligación de dar, hacer o no hacer alguna
cosa. En suma, podemos afirmar, con carácter más genérico, que son
susceptibles de constituir objeto de los contratos todas las cosas o bienes
en el comercio de los hombres y todos los servicios no contrarios a la ley o
a la moral.

e) La causa: En materia de obligaciones y contratos, se conoce como causa:


para unos autores, el fin mediato que se busca en el contrato o que
produce la obligación; para otros, posiblemente con mejor propiedad, el

135
propósito o razón que motivó a cada una de las partes a celebrar el
contrato. La causa constituye un elemento esencial, hasta el punto de
que, faltando la misma, el contrato no produce ningún efecto. La causa de
las obligaciones y contratos tiene que ser verdadera, lícita y no opuesta a
la moral y a las buenas costumbres. A este respecto, expresa el profesor
Federico Ojeda Salazar (Exposición de Motivos del Proyecto de Código Civil
de la República de Guatemala) que: “La causa que enumera el artículo
1406 del Código del 77, como requisito para la validez del contrato, la
suprimimos en el Proyecto. Tomada como el motivo jurídico, la obligación
de cada una de las partes tiene por causa la obligación de la otra, y en
este sentido se ha interpretado la causa en nuestro Código. A pesar de la
autonomía de esta circunstancia proclamada por eminentes autores
causalistas, la discusión con los no menos grandes civilistas que sostienen
su falsedad, sigue interminable y no se llega a una conclusión definitiva,
por lo que siguiendo el ejemplo de códigos tan importantes y modernos
como el alemán, el suizo de las obligaciones, el mexicano, el brasileño y
el peruano, decidimos no mencionarla, tomando en cuenta que en los
contratos onerosos la causa se confunde con el objeto y en los gratuitos,
con el consentimiento”.

5. FORMA DEL NEGOCIO JURÍDICO CONTRACTUAL. SISTEMAS DE CONTRATACIÓN.

a) Forma del negocio jurídico contractual: Se llama así a los requisitos o


solemnidades que acompañan o revisten a los negocios jurídicos
contractuales y que son específicamente determinados por la ley. En
algunos casos, también especialmente previstos, su omisión puede
acarrear hasta la nulidad del contrato.

b) Sistemas de contratación: Existen muchas clasificaciones con respecto a


los sistemas de contratación; sin embargo, en nuestra opinión los tres más
importantes son: 1) El sistema formalista: En el que se distinguen dos
períodos, el predominantemente religioso y el predominantemente civil;
se caracteriza por la exigencia rigurosa de determinadas formalidades
externas como requisito de la existencia del contrato. 2) El sistema
espiritualista: Que se desinteresa de las formas para tomar sólo en
consideración el consentimiento, de cualquier manera que se haya
manifestado. 3) El sistema ecléctico: Es el que prevalece en la actualidad
y aspira a mantener el conveniente equilibrio entre la necesidad de
asegurar la certeza y la seriedad del contrato y la de evitar que un
formalismo exagerado pueda ocasionar nulidades rigurosas susceptibles de
producir graves perjuicios a los contratantes. Es decir, que de acuerdo con
la tesis general imperante en el Derecho positivo, rige el principio de
libertad de las formas, es decir que las partes pueden escoger la que
estimen más conveniente, salvo cuando la ley prescribe alguna
determinada (como por ejemplo: en los casos de donaciones de bienes

136
inmuebles en que la ley exige que debe otorgarse y aceptarse por
escritura pública).

6. EFECTOS DEL NEGOCIO JURÍDICO CONTRACTUAL.

a) Entre las partes: Esencialmente, el efecto de los contratos consiste en la


creación, extinción o modificación de los derechos de las partes que
contratan y en surgimiento de obligaciones (véase el artículo 1517 del
Código Civil). Sin embargo, nuestra ley sustantiva civil (artículo 1534 –
Efectos del contrato–) expresa que: “Los que celebren un contrato, están
obligados a concluirlo y a resarcir los daños y perjuicios resultantes de la
inejecución o contravención por culpa o dolo”.

b) Con relación a terceros (contrato a favor y a cargo de tercero): Expone el


Código Civil (artículos 1530 al 1533), en relación con el tema, que: “Se
puede prometer por el hecho de un tercero con cargo de indemnización si
éste no cumple. La responsabilidad del promitente cesará desde el
momento en que el tercero acepte la obligación./ El que estipulare a
favor de un tercero tiene derecho a exigir el cumplimiento de la
obligación. El mismo derecho incumbe al tercero cuando así resulte del
fin contemplado en el contrato./ Cuando se dejare al tercero favorecido
por el contrato el derecho de reclamar la ejecución de lo pactado, no
dependerá del estipulante exonerar al deudor./ El estipulante puede
reservarse el derecho de subsistir al tercero designado en el contrato,
independientemente de la voluntad de éste y del otro contratante”.

c) Ejecución forzosa y resolución por incumplimiento: El cumplimiento


forzoso tiene por objeto que la obligación, aunque tardíamente, con
retardo, sea cumplida primordialmente en la forma pactada, o bien, según
lo estipulado entre las partes previendo el incumplir del deudor, o lo
dispuesto en la ley. A tal fin, se hace necesario distinguir si se trata de
obligaciones específicas o genéricas. Si se trata de una obligación
específica de dar, la cosa debida ha de estar todavía en el patrimonio del
deudor para que sea exigible. Si se trata de una obligación de hacer, ha de
determinarse si la misma es personalísima (por ejemplo: la obligación
adquirida por un científico de renombre para hacer un experimento sobre
materia de su especialidad), o no lo es (por ejemplo: la obligación
adquirida por el dueño de un aserradero para hacer un número
determinado de vigas de pino, con ciertas medidas). En el primer caso
(obligación específica y personalísima de hacer), la voluntad del deudor
tendiente al cumplimiento no puede ser suplida, y de ahí que, por el
incumplir, el acreedor no puede ser compelido a recibir la prestación o el
servicio de un tercero, por haber sido la calidad y circunstancias de la
persona del deudor motivo determinante al establecer la obligación,
conforme a lo dispuesto en el artículo 1381 del Código Civil. En este caso,
el incumplimiento culposo da derecho al acreedor a exigir el pago de los

137
daños y perjuicios resultantes del retardo, según el artículo 1433 del
citado cuerpo legal. En el segundo caso (obligación genérica), la
prestación debida pero incumplida por el deudor, puede ejecutarse por el
acreedor o por medio de un tercero, a costa del deudor, por ser
indiferente la calidad de quien inicialmente debió hacerla (artículo 1323
del Código Civil). Por tercero, y en casos muy especiales, puede tenerse al
juez que otorga una escritura pública en rebeldía de quien debió otorgarla
y no lo hizo en su oportunidad y posteriormente no acató el mandamiento
judicial de que compareciera a otorgarla.

7. INTERPRETACIÓN DEL NEGOCIO JURÍDICO CONTRACTUAL.

a) Generalidades: Interpretar significa desentrañar el sentido de una


expresión de voluntad. Los contratos (los actos jurídicos en general)
necesitan ser interpretados para establecer el alcance preciso de la
voluntad común contenida en sus cláusulas. Cuando las fórmulas utilizadas
por las partes contratantes son claras y congruentes no hay en realidad
problema de interpretación; éste surge cuando la expresión de voluntad es
ambigua, incierta o contradictoria.

b) Criterios doctrinarios: 1) Teoría de la voluntad real o interna: Si se opta


por proteger a los contratantes y respetar sus propósitos, debe predominar
la voluntad real o interna sobre los términos de la declaración, y no debe
considerárseles ligados por la voluntad declarada que no era el fiel reflejo
de sus deseos. 2) Teoría de la voluntad declarada: Como reacción a la tesis
anterior, surgió en Alemania y postulada por la Escuela Histórica, la teoría
de la voluntad declarada, que mantiene el punto de vista antitético (que
denota o implica antítesis, es decir, oposición de sentido entre dos
términos o dos proposiciones) al afirmar que, en caso de divergencia entre
la voluntad real y la cual ha sido exteriorizada, es esta última la que debe
predominar, puesto que ha sido la única que ha podido ser conocida, pues
la voluntad interna está fuera del campo del Derecho. La tesis tiende a
proteger a los terceros que confiaron en la declaración de voluntad y se
atuvieron a sus términos conocidos. 3) Teoría ecléctica: En nuestro país, el
artículo 1593 del Código Civil recoge la teoría de la voluntad real o interna
con las debidas limitaciones que reclama la protección de los intereses de
tercero y la salvaguarda de la seguridad de la contratación; el precepto
dice: “Cuando los términos o conceptos del contrato son claros y no dejan
lugar a duda sobre la intención de los contratantes, se estará al sentido
literal de sus cláusulas. Si las palabras fueren diferentes o contrarias a la
intención evidente de los contratantes, prevalecerá ésta sobre aquéllas”.
Como se ve, sólo deberá predominar la voluntad real de las partes sobre la
declarada, en el supuesto de que aquélla sea evidente; ello implica que
también la voluntad real fue exteriorizada, declarada de alguna manera, y
que existe una contradicción entre dos declaraciones o dos expresiones de
voluntad. No se requiere, conforme al sistema acogido por nuestro

138
legislador, que el intérprete sea un psicólogo ni que haga una labor de
investigación de una voluntad que no fue externada; deberá predominar la
voluntad real cuando sea evidente, cuando se haya manifestado con
transparencia y claridad, de modo que existan pruebas demostrativas de
tal realidad visible, objetiva.

c) Posición del Código Civil: Nuestro Código Civil sigue la posición de la


teoría ecléctica en relación con la interpretación de los contratos, tal y
como se desprende de lo expuesto por el Licenciado Federico Ojeda
Salazar (Exposición de Motivos del Proyecto de Código Civil de la República
de Guatemala): “Los preceptos que regulan la interpretación de los
contratos están desapareciendo de los códigos modernos y la doctrina se
orienta en el sentido de abandonarlos por su ineficacia, pues dada la
complejidad de elementos de las más diversas especies que reclama la
función interpretativa, aquellos preceptos pueden devenir arbitrarios, o
si se formulan en términos de gran generalidad, resultan inservibles, por
lo cual los más recientes códigos se abstienen de dar fórmulas sobre el
particular. (Puig Peña, tomo IV, 2, pág. 42). Por otra parte, se trata de
conocer la voluntad de los contratantes y esta finalidad subjetiva, que
consagra la autonomía de la voluntad hoy en crisis, debe ser sustituida
por la finalidad objetiva, que indaga cómo la conducta de las partes,
reflejada en el contrato, es entendida por la generalidad de las gentes
(Autor citado, pág. 41). Sin ignorar esta tendencia puesta en práctica por
los códigos de Alemania, Suiza, Argentina, Perú y Brasil, hemos tomado el
articulado del párrafo II, título XV del Código Civil del 77, tomando la
redacción de algunos preceptos del Código Civil mexicano que no suprimió
esta materia. La autonomía de la voluntad limitada con prescripciones
restrictivas en los contratos más usuales, hace desaparecer, en parte, el
defecto que los civilistas han encontrado en las reglas de interpretación
de los códigos de tipo clásico. Si lo que las partes han querido contraviene
a leyes de orden público o a principios de la legislación contractual, es
evidente que la voluntad averiguada y esclarecida, no puede dar vida al
contrato, ni éste surtir ningún efecto, como queda de manifiesto en el
capítulo relativo a la nulidad de los negocios jurídicos. Estimando que no
dañan la tendencia avanzada del Código las reglas de interpretación
contenidas en el capítulo V, las hemos conservado. Hacemos especial
mención del artículo 1600 del Proyecto, que se refiere a los contratos
cuyas cláusulas están preparadas en formularios impresos, como sucede
en los contratos de seguro, en la venta a plazos, etc., casos en los cuales
se dispone que las cláusulas oscuras, ambiguas o contradictorias, se
interpretarán a favor del otro contratante, aceptante del contrato”
(consúltense los artículos 1593 al 1604 del Código Civil).

8. INEFICACIA DEL NEGOCIO JURÍDICO CONTRACTUAL.

139
a) Nulidad absoluta y relativa: Se habla de nulidad de los contratos con
referencia a las causas que privan de validez a los mismos por vicios
existentes ab initio (desde el comienzo); a diferencia de la resolución y
rescisión, que los extinguen por circunstancias sobrevinientes. El contrato
es nulo y carente de todo efecto jurídico cuando le falta alguno de los
elementos necesarios para su constitución; ya sea por falta de capacidad
de los contratantes, por falta de consentimiento, por falta de causa, por
ilicitud de la causa, por defecto de forma o por falta, imposibilidad,
ilicitud o indeterminabilidad de la prestación (objeto). A este respecto
nuestro Código Civil (artículo 1303) expresa que: “El negocio jurídico es
anulable: 1° Por incapacidad relativa de las partes o de una de ellas; y, 2°
Por vicios del consentimiento (el error, el dolo, la simulación y la
violencia).” La nulidad del negocio jurídico contractual, según nuestro
Código Civil, puede ser: 1) Nulidad absoluta: Hay nulidad absoluta en un
negocio jurídico, cuando su objeto sea contrario al orden público o
contrario a leyes prohibitivas expresas, y por la ausencia o no concurrencia
de los requisitos esenciales para su existencia (capacidad legal del sujeto
que declara su voluntad, consentimiento que no adolezca de vicio y objeto
lícito). Los negocios que adolecen de nulidad absoluta no producen efecto
ni son revalidables por confirmación (véanse los artículos 1251, 1301 y
1313 al 1318). 2) Nulidad relativa: La nulidad relativa se fundamenta en la
protección a un interés privado, por lo cual los negocios jurídicos surten
algunos efectos a pesar de que adolecen de algún vicio legal y pueden ser
convalidados mediante el transcurso del tiempo señalado para la
prescripción de la acción –dos años contados desde el día que se contrajo
la obligación– (véanse los artículos 1304 al 1318). Conviene aclarar, que la
nulidad puede ser declarada de oficio por el juez cuando resulte
manifiesta; puede también ser alegada por los que tengan interés o por la
Procuraduría General de la Nación (véanse los artículos 1302 del Código
Civil; y, 1 del Decreto N° 25-97 del Congreso).

b) Rescisión: Es una de las formas de extinción de los mismos por causas


sobrevinientes después del perfeccionamiento de aquéllos. En sentido más
concreto, la expresión hace referencia a la extinción del contrato
anulándolo por lesión. La rescisión contractual que se apoya en un
precepto legislativo o en cláusula de la convención, aparece como
subsidiaria en principio; a falta de otro medio para la subsistencia del
nexo o la reparación del perjuicio. En ese orden de ideas, nuestro Código
Civil (artículo 1579) expresa que: “Los contratos válidamente celebrados,
pendientes de cumplimiento, pueden rescindirse por mutuo
consentimiento o por declaración judicial en los casos que establece este
Código (véase el artículo 1927 del Código Civil)”. Consúltense también los
artículos 1580 al 1586, y 1844 al 1851 del Código Civil. Estos últimos
artículos, se refieren al pacto comisorio, es decir, a aquel que autoriza a
cada una de las partes contratantes a optar por la resolución del vínculo
obligatorio en el caso de que la otra parte haya incumplido la obligación

140
que le incumbía. Según afirma Raymundo Salvat M., “es la cláusula en
virtud de la cual se estipula que el contrato será resuelto si una de las
partes no cumple con sus obligaciones” (Tratado de derecho civil
argentino, Buenos Aires, 1928). En la legislación guatemalteca, el pacto
comisorio se da cuando: “Pueden las partes estipular en el contrato que la
venta se rescindirá si no se paga el precio en cierto día determinado. Sin
embargo, el comprador de bienes inmuebles podrá pagar el precio
después del día señalado mientras no hubiere incurrido en mora en virtud
de requerimiento”. Por último, es importante hacer mención que la
acción para pedir la rescisión dura un año, contado desde la fecha de la
celebración del contrato, salvo que la ley fije otro término en casos
especiales.

c) Resolución: Una de las acepciones gramaticales del verbo resolver es


deshacer, destruir. En consecuencia, resolver un contrato equivale a
deshacerlo o destruirlo. La resolubilidad de los actos jurídicos en general y
la de los contratos en particular, es consecuencia de la naturaleza del acto
(negocio jurídico) o de la condición resolutoria agregada al mismo por las
partes. La resolución del contrato concluye una de las formas de quedar
sin efecto este acto jurídico. La condición resolutoria puede ser no sólo
expresa, sino también tácita, pues como es sabido en los contratos
bilaterales si una de las partes no cumple, la otra puede pedir el
cumplimiento de lo convenido o la resolución del contrato. La resolución
produce efectos, unas veces, ex tunc (expresión latina que significa
“desde entonces”; se emplea para indicar que una ley, un acto, un
contrato, tienen efectos retroactivos al momento en que fueron
originados) y otras ex nunc (expresión latina que significa “desde ahora”; y
con ella se alude a que una ley, contrato o condición no tiene carácter
retroactivo, sino que producen sus efectos desde el momento de la
iniciación o perfeccionamiento de la relación jurídica). La resolución del
contrato tiene naturaleza judicial, siendo en todo caso su pretensión un
acto de carácter facultativo, puesto que puede ejercitarse o no por el
interesado. Siguiendo ese orden de ideas, nuestra ley sustantiva civil
(artículos 1535, 1536, 1537, 1581, 1582 y 1583) expresa que: “En todo
contrato bilateral hay condición resolutoria y ésta se realiza cuando
alguna de las partes falta al cumplimiento de la obligación en lo que le
concierne. El interesado puede pedir la resolución del contrato o reclamar
su ejecución, y en ambos casos, el pago de daños y perjuicios, si los
hubiere./ También se podrá pedir la resolución del contrato, aun después
de haber optado por reclamar el cumplimiento, si éste resultare
imposible con posterioridad a la demanda./ El que ha dado motivo para la
falta de cumplimiento o invalidez de un contrato, no podrá invocar en su
favor esa causa para pedir su resolución./ La condición resolutoria
convenida por los contratantes deja sin efecto el contrato desde el
momento en que se realiza, sin necesidad de declaración judicial./ La
resolución de un contrato por efecto de la condición resolutoria implícita,

141
debe ser declarada judicialmente./ Verificada o declarada la rescisión o
resolución de un contrato, vuelven las cosas al estado en que se hallaban
antes de celebrarse; en consecuencia, las partes deberán restituirse lo
que respectivamente hubieren recibido. Los servicios prestados deberán
justipreciarse ya sea para pagarlos o para devolver el valor de los no
prestados”.

d) Revocación: Constituye una de las formas de extinción de los contratos


mediante la anulación por quien se había obligado en forma unilateral. Es
especialmente aplicable a los contratos de donación y de mandato. Sin
embargo, es preciso diferenciar la revocación de la acción pauliana o
revocatoria, que es la que corresponde a los acreedores a efectos de que
sean revocados todos los actos que en su perjuicio haya realizado dolosa o
fraudulentamente el deudor. En ese orden de ideas, nuestro Código Civil
(artículo 1290) estipula que: “Todo acreedor puede pedir la revocación de
los negocios celebrados por el deudor en perjuicio o fraude de sus
derechos. Sólo los acreedores cuyos créditos sean anteriores al negocio
impugnado, pueden ejercitar la acción revocatoria”. Consúltense los
artículos 982, 983, 1290 al 1300, 1699, 1717 numeral 3°, 1718, 1719, 1721,
y 1866 al 1874 del Código Civil.

9. CLASIFICACIÓN DEL NEGOCIO JURÍDICO CONTRACTUAL.

a) Unilaterales y bilaterales: Los contratos, desde el punto de vista de las


obligaciones que generan, se clasifican en unilaterales o bilaterales. Si
generan obligaciones para ambas partes es bilateral o sinalagmático (por
ejemplo: la compraventa); si sólo generan obligaciones para una de las
partes y derechos para lo otra es unilateral (por ejemplo: la hipoteca). No
deben de confundirse los actos en que sólo interviene una voluntad (por
ejemplo: el testamento), o sea, los actos monosubjetivos con los actos
unilaterales, y aquellos en que intervienen dos o más voluntades o
plurisubjetivos (por ejemplo: la sociedad), con los actos bilaterales; ya
que una clasificación obedece al número de voluntades que intervienen en
el acto y la otra a las obligaciones que genera un contrato, aunque en
ocasiones también se les llama a los actos en que sólo interviene una
voluntad, actos unilaterales, y a los que intervienen dos, actos bilaterales.

b) Solemnes, formales y consensuales: Desde el punto de vista de la manera


en que puede o debe manifestarse la voluntad y por ende el
consentimiento, los contratos se clasifican en solemnes, formales o
consensuales. Cuando la ley exige una forma determinada y no otra
diferente para que se produzcan ciertas y determinadas consecuencias y
prevé que si no se satisface esa forma, no se producirá esas consecuencias
el acto se califica de solemne (por ejemplo: el mandato debe constar
siempre en escritura pública –artículo 1687, primer párrafo, del Código
Civil; véase también el artículo 1577 de dicha ley–). Cuando la ley exige

142
una forma determinada y no otra diferente para que se produzcan
determinadas consecuencias, pero esas consecuencias se producen
también aunque no se satisfaga la forma prevista y sólo se establece la
nulidad del contrato por la falta de tal forma, destruyéndola
retroactivamente esos efectos cuando se pronuncie por el juez la nulidad,
el contrato se clasifica y califica como formal (por ejemplo: cuando el
Código Civil, artículo 1576, establece que: “Los contratos que tengan que
inscribirse o anotarse en los registros, cualquiera que sea su valor,
deberán constar en escritura pública. Sin embargo, los contratos serán
válidos y las partes pueden compelerse –obligarse– recíprocamente al
otorgamiento de escritura pública, si se establecieren sus requisitos
esenciales por confesión judicial del obligado o por otro medio de prueba
escrita”). Cuando la ley no exige forma determinada para la validez de un
contrato, sino que deja a las partes la libertad más absoluta para darle la
forma que ellas determinen, el contrato será consensual, sin que esto
signifique que el contrato pueda celebrarse sin forma (por ejemplo: la
donación de bienes muebles, ya que la ley sólo especifica que deberá
otorgarse y aceptarse por escritura pública la donación de bienes
inmuebles –artículo 1862 del Código Civil–). Una subclasificación de este
tipo de contratos, desde el punto de vista de la entrega de la cosa como
un elemento constitutivo del contrato o como una obligación nacida del
contrato, es la siguiente: contratos reales y contratos consensuales.
Cuando la entrega de la cosa en los contratos en los que el contenido de la
prestación de alguna de las partes sea transmitir el dominio o el uso o
goce de un bien, sea indispensable para el perfeccionamiento del
contrato, se clasifica como real (por ejemplo: la prenda, el mutuo, el
comodato y el depósito). Si la entrega no es un elemento constitutivo del
contrato, sino que es una obligación que nace del mismo, se entiende que
el contrato se perfeccionó por el simple acuerdo de voluntades y se
clasifica como consensual (por ejemplo: la compraventa, el
arrendamiento), es decir, que basta el consentimiento de las partes para
que sea perfecto.

c) Gratuitos y onerosos (conmutativos y aleatorios): Los contratos, desde el


punto de vista de los provechos y gravámenes que genera, se clasifican en
gratuitos u onerosos. Si sólo genera provechos para una de las partes y
gravámenes para la otra, es gratuito (por ejemplo: la donación pura y
simple). Si genera provechos y gravámenes recíprocos, es oneroso (por
ejemplo: la compraventa). No deben confundirse los contratos unilaterales
con los gratuitos, ni los onerosos con los bilaterales. Una clasificación es
desde un punto de vista estrictamente jurídico y la otra es desde un punto
de vista económico; una atiende a las obligaciones y la otra a los
provechos y gravámenes que genera. Pueden existir contratos que sean
gratuitos y al mismo tiempo bilaterales, como el comodato, ya que no
obstante que se generan obligaciones para ambas partes, sólo existen
gravámenes para el comodante y provechos para el comodatario (véanse

143
los artículos 1957 al 1973 del Código Civil). También pueden existir
contratos que sean onerosos y al mismo tiempo unilaterales, como el
mutuo (véanse los artículos 1942 al 1956 del Código Civil). Asimismo, los
contratos, desde el punto de vista de la certeza de los provechos y
gravámenes que generan, se clasifican en conmutativos y aleatorios (ésta
es una subclasificación de los contratos onerosos). Si los provechos y
gravámenes que genera para las partes son ciertos y conocidos desde la
celebración misma del contrato, será conmutativo (por ejemplo: la
compraventa, la permuta, el arrendamiento). Si esos provechos y
gravámenes no son ciertos y conocidos al momento de celebrarse el
contrato, sino que dependen de circunstancias o condiciones fortuitas
posteriores a su celebración, será aleatorio (por ejemplo: la renta
vitalicia, las loterías y rifas, las apuestas y juegos, y la compraventa de
esperanza –véase el artículo 1805 del Código Civil–).

d) Típicos y atípicos: Desde el punto de vista de la reglamentación que haya


o deje de hacer un determinado ordenamiento de los contratos, se
clasifican en típicos o nominados y atípicos o innominados. Si la ley
reglamenta un contrato conceptuándolo y señalando sus elementos y
determinando sus consecuencias y, en su caso, sus causas de terminación,
se dice que el contrato es típico o nominado (por ejemplo: todos los
contratos que aparecen regulados en el Libro V, Segunda Parte –artículos
del 1674 al 2177–, del Código Civil guatemalteco). Si la ley no lo designa
con denominación especial ni es objeto de una reglamentación que lo
individualice y distinga de los demás, el contrato será atípico o
innominado (por ejemplo: el reconocimiento de deuda, la adjudicación de
bienes en pago de gananciales).

e) De libre discusión y de adhesión: El contrato de libre discusión es aquel en


que las partes examinan detalladamente las cláusulas o condiciones del
contrato, presentando consideraciones favorables y contrarias para ambas
(por ejemplo: la compraventa de un bien mueble –vehículo automotor–,
con pacto de reserva de dominio). El contrato de adhesión constituye una
típica y cada vez más frecuente modalidad de la contratación, que se
caracteriza por el hecho de que es una de las partes la que fija las
cláusulas o condiciones, iguales para todos, del contrato, cuya celebración
se propone, sin que quienes quieran participar en él tengan otra
alternativa que aceptarlo o rechazarlo en su totalidad; es decir, adherirse
o no a los términos del contrato preestablecido, sin posibilidad de discutir
su contenido (por ejemplo: los contratos de seguros, de transporte, de
suministro de agua potable, electricidad y otros servicios públicos –véase
el artículo 1520 del Código Civil–). No deben confundirse los contratos de
adhesión con las escrituras de adhesión, siendo estas últimas en la que
ambas partes realizan un negocio jurídico y convienen en que se rija por
las cláusulas de una escritura tipo que ha sido previamente redactada (por
ejemplo: las escrituras públicas que contienen empréstitos otorgados por

144
instituciones bancarias o de crédito, en nuestro medio, es muy común que
deben elaborarse de acuerdo a la minuta, extracto o borrador que se hace
del negocio jurídico a realizar, anotando las cláusulas o partes esenciales,
para copiarlo después y extenderlo con todas las formalidades necesarias a
su perfección).

f) Principales y accesorios: Desde el punto de vista de la dependencia o no


de la existencia de una obligación, los contratos se clasifican en
principales o accesorios. Los contratos principales son aquellos que su
existencia y validez no dependen de la existencia o validez de una
obligación preexistente o de un contrato previamente celebrado; es decir,
son contratos que tienen existencia por sí mismos (por ejemplo: la
compraventa, el arrendamiento, el mutuo, el comodato). Los contratos
accesorios son los que no existen por sí solos, sino que dependen de la
existencia de otro, llamado contrato principal (por ejemplo: la hipoteca,
la prenda y la fianza).

g) De tracto único y de tracto sucesivo: Desde el punto de vista del


cumplimiento en un solo acto o en un plazo determinado, de las
obligaciones de las partes, los contratos se clasifican en de tracto único,
de ejecución instantánea o instantáneos y de tracto sucesivo, de ejecución
sucesiva o de ejecución escalonada. Son contratos de tracto único, de
ejecución instantánea o instantáneos, aquellos en que las prestaciones de
las partes se ejecutan o se cumplen en un solo acto (por ejemplo: la
compraventa al contado). Los contratos de tracto sucesivo, de ejecución
sucesiva o de ejecución escalonada, son aquellos en que las prestaciones
de las partes o las de una de ellas se ejecutan o cumplen en un lapso
determinado (por ejemplo: el arrendamiento).

h) Individuales y colectivos: Los contratos individuales, son aquellos en que


interviene solo una voluntad (por ejemplo: el testamento); más que un
contrato es una verdadera declaración unilateral de voluntad. Los
contratos colectivos, son aquellos en que intervienen dos o más voluntades
(por ejemplo: el contrato de sociedad civil o mercantil).

DE LOS NEGOCIOS JURÍDICOS CIVILES EN PARTICULAR

A. CONTRATOS PREPARATORIOS.

1. DE PROMESA Y DE OPCIÓN.

a) Definición y naturaleza jurídica: 1) Contrato de promesa: Es aquel por el


cual una de las partes (unilateral) o ambas (bilateral) se obligan a concluir
en el futuro, entre ellas mismas o con un tercero, otro contrato, llamado
principal, definitivo o futuro. Es decir, que el objeto de la obligación es la

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