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II.

William Cobbett

Extiende su influencia a lo largo de los años que van desde el final de las guerras hasta la
aprobación del proyecto de ley de reforma. Decir que no fue un pensador sistemático en ningún
sentido, no significa afirmar que no constituyese una influencia intelectual seria. Cobbett creó la
cultura intelectual radical, en razón de que encontró el tono, el estilo y los argumentos que podían
conducir al tejedor, al maestro de escuela y al carpintero de navío un discurso común. A partir de la
diversidad de quejas e intereses formuló un discurso radical.

Por lo general argumentaba de forma sólida, prescindiendo de figuras literarias, prefiriendo


una experiencia asequible a todos. La afinidad de Cobbett con su público era tan palpable que
parece que uno pudiese alargar el brazo y tocarlo. Había una intención detrás de cada palabra, y
reiteradas explicaciones en el lenguaje mas sencillo posible. Por otra parte, es fácil mostrar que
Cobbett tenía algunas ideas muy estúpidas y contradictorias, y algunas deslizaba argumentos
falaces, pero tales demostraciones no vienen al caso, a menos que se comprenda la verdaderamente
profunda influencia democrática que la actitud de Cobbett tuvo sobre su público.

No es cierto que Cobbett no utilizase estrategias para "atraer la curiosidad". Si bien trataba a
sus lectores como iguales, trataba a ministros obispos y lores como algo menos. Otro de los
recursos de los que se valía fue el de la analogía casera, que comunmente aprovechaba con
ejemplos de la vida rural. Estableciendo una fuerte conexión con los receptores objetivos de su
mensaje por causa de las imágenes de las que se valía para comunicar. Recurrente fue también la
personalización de los temas políticos; personalización que se centra en el propio Cobbett. Pero si
bien Cobbett era su propio sujeto, lo manejaba con una objetividad poco corriente. Su egoísmo le
superaba hasta el punto de que el lector tiene conciencia, no del ego de Cobbett, sino de una
sensibilidad vigilante, que se expresa de forma sencilla, con la que le anima a identificarse. Se le
pide que mire, no a Cobbett, sino junto con Cobbett:

la tarde era muy hermosa y en el mismo momento que llegué a lo alto de la colina y entré en
la calle , la gente salía de la iglesia y se iba hacia su casa. Constituía una bella visión. La
gente desharrapada no va a la iglesia. En resumen, apareció ante mí la indumentaria y la
belleza de la ciudad; y ví a muchas muchachas muy, muy bonitas; y además las vi con sus
mejores galas. Me acuerdo de las muchachas en el Pays de Caux y, verdaderamente, pienso
que aquellas de Tendterden se les parecen...

Cobbett obligaba siempre a sus lectores, con la inmediatez de su visión, la confusión entre
reflexión y descripción, la sólidez del detalle y la sensación física del lugar, a identificarse con su
propio punto de vista. "Punto de vista" es la denominación adecuada, porque Cobbett se sitúa con
firmeza en algún marco físico y luego se dirigía desde lo que captaban sus sentidos hacia las
conclusiones generales.

Creó, a partir de la lucha del movimiento en favor de la reforma, algo parecido a un


martirologio y una demonología, y él mismo fue la figura central del mito. Mito que exigía además
que William Cobbett fuese visto como un simple inglés, excepcionalmente beligerante y
perseverante, pero no especialmente dotado; un hombre como pudiese pensar el lector que él mismo
era: La patrona mandó a su hijo a buscar un poco de nata para mí, y era un chico igual que yo a su
edad, e iba vestido del mismo modo, su principal prenda era un guardapolvo azul, descolorido por
el uso, remendado, con trozos de tela nueva...

La personalización de la política se adaptaba muy bien al pragmático acercamiento de una


audiencia que estaba sólo despertando a la conciencia política. También tenía un valor oportunista
en el sentido de que, al fijar la atención en circunstancias efímeras y en quejas particulares y al
renunciar a los absolutos teóricos, permitía que los realistas y los republicanos, los deístas y los
hombres de iglesia, se comprometiesen en un movimiento común. Aunque no debe olvidarse, que
Cobbett ayudó a crear el anti-intelectualismo y el oportunismo teórico -emascarado de empirícismo
práctico- que seguía siendo una importante característica del movimiento obrero inglés.

La curiosa forma en que Cobbett se había desplazado gradualmente desde el toysmo hacia el
radicalismo entrañaba un cierto oportunismo en su actitud. Había sido capaz de evitar el prejuico
antigalo y antijacobino de los años de guerra. Fue capaz de renegar de la Revolución francecsa y
Tom Paine como cosas en cuya defensa no había tomado parte. Finalmente como el mismo
reconoció, llegó a aceptar muchos de los argumentos de Paine, pero siempre escapó al
instransigente rechazo jacobino de cualquier forma de principio hereditario, y de este modo fue
capaz de presentarse a sí mismo a la vez como un reformador radical y como constitucionalista.

En cuanto a lo religioso, apenas hay en la historia inglesa otro escritor que haya hecho tantos
y tan fuertes ataques al clero anglicano. Y sin embargo, sin haber dado una explicación seria para
ello, con frecuencia Cobbett anunciaba su lealtad, no sólo al Trono y a la Constitución, sino también
a la iglesia oficial. Llegó a incluso a escribir acerca de "nuestro deber de mantener el odio hacia los
turcos y los judíos", porque la cristiandad era "parte integrante de la ley".

Tal oportunismo hacía imposible desarrollar cualquier teoría política sistemática a partir del
"cobbettismo". Siendo sus preocupaciones económicas coherentes con este tipo de evasiva.
Precisamente porque no desarrolló una crítica de un sistema político , ni siquiera de la legitimidad,
sino una invectiva contra la Vieja Corrupción, reduciendo el análisis económico a la polémica
contra el parasitismo o contra ciertos intereses creados. No pudiendo permitirse una crítica centrada
en la propiedad; exponía con muchas repeticionesm una demonología en la que los males del
pueblo eran consecuencia de los impuestos, la deuda nacional, el sistema monetario, y de las hordas
de parásitos. Además de ser deficiente en la teoría, algunas veces era sencillamente perjudicial en su
influencia inmediata sobre la estrategia política, mientras que en los asuntos personales y públicos
de ningún modo era siempre tan recto como pedía que lo fuesen los demás.

Sin embargo Cobbett parecía tener un instinto que revelaba la naturaleza real de las
relaciones de producción cambiantes, que juzgaba como contrarias a un pasado patriarcal
idealizado, y en parte contrarias a la afirmación del valor de cada trabajador individual, lo cual de
ningún modo es nostálgico. En segundo lugar Cobbett era la encarnación del "inglés libre por
nacimiento". Recogió todo el vigor de la traición del s. XVIII y lo proyectó hacia adelante, con
enfásis nuevo, en el s. XIX, conectando con pequeños productores agrícolas, los pañeros, sastres,
zapateros, etc.

Aunque se esforzaba por entender una sociedad comercial e industrializada, el principal


modelo de economía política que tenía en mente se basaba en la agricultura. Y en éste aceptaba una
estructura social en la que el propietario, el buen arrendatario, el pequeño terrateniente y el bracero,
todos tuviesen su parte, siempre que estas relaciones productivas y sociales estuviesen gobernadas
por ciertas obligaciones y sanciones mutuas.

Cobbett abominaba la caridad y la salvación moral. Así su History of the Protestant


"Reformation" se preocupó sobre todo de dar respaldo histórico a su idea de los derechos sociales.
Las tierras de la iglesia medieval eran administradas en nombre de los pobres. Ilegalmente
malversadas o dispersadasm sin embargo los pobres tenían todavía derecho sobre ellas, que, en
opinión de Cobbett, se reconocía por mediación de las viejas Poor Laws
(https://es.wikipedia.org/wiki/Poor_Laws). La revocación de aquellas leyes fue el último acto de
una serie vergonzosa de robos por la cuál se había defraudado a los pobres en sus derechos, acorde
a la perspectiva de Cobbett.
Este mito histórico, que supone la existencia de algún pacto social medieval entre la Iglesia
y la gentry, por un lado, y los trabajadores del campo por el otro, se utilizó para justificar demandas
de nuevos derechos sociales, del mismo modo que la teoría de la constitución libre del Rey Alfredo
y del yugo normando se había utilizado para justificar la existencia de nuevos derechos políticos.
De acuerdo con este punto de vista, la posesión de la tierra por parte de los terratenientes no era un
derecho absoluto, sino que dependía del cumplimiento de sus olbigaciones sociales.

La piedra de toque de Cobbett fue a la vez una barrera insuperable entre su clase de
economía política y la ideología de los utliltaristas de la clase media. Si las conclusiones de Malthus
conducían a predicar la emigración o las restricciones en el matrimonio de los pobres, entonces su
piedra de toque los declaraba culpables. Si los "filosofos escoceses" y Brougham no podían hacer
otra cosa que destruir los derechos que los pobres tenían bajo la antigua Poor Law, dejar que los
tejedores muriesen de hambre y aprobar el trabajo de los niños pequeños en fábricas, entonces su
piedra de toque proclamaba que eran unos canallas intrigantes.

Algunas veces se trata menos de un argumento que de una afirmación, una imprecación, un
arranque de sentimiento, pero era suficiente. Cobbett hizo más que cualquier otro autor para impedir
que los radicales y los cartistas se convirtiesen en los vivanderos de los utlilitaristas o de las ligas
contrarias a la Corn law (https://es.wikipedia.org/wiki/Leyes_del_Ma%C3%ADz). Alimentó la
cultura de una clase, cuyos males comprendía, pero cuyos remedios no pudo entender.

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