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Claudia Piñeiro

La imaginación al poder

¿Qué es la nueva política y cómo se manifiesta? ¿Es


ajena a las ideologías, es sólo marketing y tiranía de
las encuestas? ¿Puro pragmatismo sin límites? Con
personajes humanos sometidos a fuertes tensiones y
arrojados al circo mediático, Claudia Piñeiro
construye en Las maldiciones una novela que ancla en
la actualidad y también se remonta a las últimas
décadas de democracia en la Argentina.

Por Débora Mundani

Imagen: Rafael Yohai

“No hay nada más verdadero que la ficción. Una


novela es verdad porque yo te digo que es una novela
y la leés sabiendo que es una ficción pero ¿cuánto de
verdad hay en el discurso político?” plantea Claudia
Piñeiro. Ante esta incertidumbre, Pascal nos ofrece
una imagen: un hombre con las manos atadas y la boca
enmudecida, apenas como puede dice, “estoy hecho de
tal manera, que no puedo creer. ¿Qué quieres qué
haga?”, y una voz le responde: “aprende de quienes
han estado atados como ustedes y que ahora ponen en
juego todo lo que tienen. Sigue la manera como han
comenzado; haciéndolo todo como si creyeran”. En
otras palabras, Pascal propone: actúa como si creyeras
y la creencia llegará sola. No hay nada que perder.
Así como la modernidad de la mano de la razón
instrumental trajo aparejado un proceso de
secularización y desencanto, de un tiempo a esta parte,
la industria cultural se ocupó de reencantar el mundo y
como resultado de este proceso, las fronteras de la fe
se expandieron. Si la creencia sostiene la fantasía que
regula la realidad social, tal como lo plantea Zizek,
¿qué fantasía nos ofrece la nueva política? Esta
pregunta recorre Las maldiciones, la última novela de
Claudia Piñeiro, cuya nota aclaratoria además de la tan
mentada frase “cualquier parecido con la realidad es
mera coincidencia”, señala que “ni el escritor más
talentoso podría superar la imaginación de algunos
asesores de imagen y jefes de campaña”. ¿Nota
aclaratoria o contrato de lectura?
Después de haber incursionado en el mundo privado
de los countries con Las viudas de los jueves, el boom
inmobiliario en la Ciudad de Buenos Aires con Las
grietas de Jara y el funcionamiento de ciertas empresas
periodísticas en Betibú, Piñeiro nos ofrece una vez
más una novela que va de lo individual a lo colectivo y
de lo público a lo íntimo. Novela coral, Las
maldiciones cuenta la relación entre Fernando Rovira,
un empresario del sector inmobiliario devenido líder
de PRAGMA, un partido vecinal sin historia ni
estructura partidaria con aspiraciones a representar a
todo el país, y Román Sabaté, su secretario “más
privado”, integrante privilegiado del GAP: Grupo de
Amigos Personales, quien decide huir luego de haber
descubierto algo que traspasa los límites de la relación.
Contada desde un presente narrativo, como si de una
road movie se tratara, mientras Fernando Rovira lo
persigue, los protagonistas de los hechos dan su
versión como así también lo hacen quienes se ven
involucrados en la historia no tan secundariamente: la
madre de Rovira, bruja y sanadora; el tío de Román,
Adolfo, radical alfonsinista convencido de que “la
política es otro mundo ahora”; Sebastián Petit,
integrante del partido y amigo de Román con quien
comparte una pieza de pensión; y la China Sureda,
movilera de uno de los canales de noticias principales
que investiga la maldición que carga sobre los
gobernadores de la provincia de Buenos Aires.
¿Qué fantasía nos ofrece la nueva política? Un mundo
donde nada escapa a la lógica del marketing y la
rentabilidad: si para ganar una elección es necesario
romper una o varias maldiciones, habrá que hacerlo.
Todo vale con tal de conseguir los votos que aseguren
el triunfo. ¿Todo vale? A esa pregunta debe
enfrentarse Román Sabaté pero mientras él se debate
en esa duda Rovira avanza hacia su objetivo, así sea
imprescindible partir en dos la provincia de Buenos
Aires. Nada mejor que un slogan para esconder una
creencia. Ante el hecho irracional de la maldición:
ningún gobernador de la provincia de Buenos Aires
será elegido presidente por voto popular, el slogan
permite disimular la ausencia de un discurso
argumentativo. Sylvestre, el asesor de Rovira, lo sabe
muy bien y no se cansa de decirlo las veces que haga
falta: “la gente no necesita tantas explicaciones, solo
convicción”. Por eso ha creado un slogan a la medida
del éxito: “Vamos por dos Buenos Aires sustentables,
para dejar atrás una Buenos Aires imposible”.
Lejos de ser un estado íntimo, puramente mental, la
creencia encarna en las prácticas. La realidad social es
en última instancia una construcción ética: actuamos
“como si”. Como si creyéramos. ¿Pero acaso es
posible hoy desconocer que detrás del discurso
marketinero del bien común que sostiene la nueva
política, se esconde el bienestar de unos pocos? Una
de las formas que asumen los discursos sociales frente
a los sentidos dominantes es la del rechazo, un tipo
particular de rechazo al que Sloterdijk señala como
cinismo: un rechazo popular de la cultura oficial por
medio de la ironía y el sarcasmo. Este procedimiento
consiste en enfrentar “las patéticas frases de la
ideología oficial dominante con la trivialidad cotidiana
y exponerlas al ridículo, poniendo así de manifiesto,
tras la sublime noblesse de las frases ideológicas, los
intereses ególatras, la violencia, las brutales
pretensiones de poder”, recurso presente en más de
una de las novelas de Piñeiro que permite entablar
complicidad con el lector. “Yo no puedo creer que le
hayan puesto el mismo nombre-le dice Adolfo, el
radical alfonsinista, a su sobrino refiriéndose al GAP,
el grupo de apoyo y seguridad personal de Salvador
Allende- si no tienen nada que ver estos tipos con
políticos como Allende. No creo tío- le responde el
sobrino que no tiene idea de quién fue Salvador
Allende ni de la existencia de su grupo de seguridad-
si se lo pusieron debe ser por el buzo”. Guiño al lector,
llamado a la industria cultural: las marcas hablan por
nosotros mientras borran las huellas de otros signos.
“GAP, buzos, remeras”, le aclara el sobrino ante la
perplejidad del tío, quien se lamenta por el vacío
ideológico en el que han caído los partidos políticos.
¿Vacío ideológico o giro político?
Todas las sociedades, desde la más pequeña hasta las
más grandes, están atravesadas por relatos y la política
se nutre de ellos. No solo se nutre de ellos, sino como
dice uno de los personajes de la novela: quien tiene el
poder puede cambiar el relato. Aunque puede salir
mal, aclara también. Política, poder, discurso. Una
relación indisoluble en la que los medios de
comunicación tienen una importancia clave. Claudia
Piñeiro logra captar y darle cuerpo al relato de la
nueva política, un discurso sin significante, vacío de
contenido, hecho de pura imagen y ausencia de ideas.
La nueva política como una cuestión de fe. Y la fe no
requiere de argumentos. Actúa como si creyeras y la
creencia llegará sola. Pero cuando la fe se pone en
duda tambalea todo y solo las explicaciones alcanzan.

Las maldiciones Claudia Piñeiro Alfaguara 319 páginas


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