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"AÑO DE LA LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÓN E IMPUNIDAD"

FACULTAD DE DERECHO

ESCUELA PROFESIONAL DE DERECHO

Ciclo: V Sección: 1 Aula: F-100

TEMA:

- LAS OBLIGACIONES DE DAR: DEFINICIÓN. BIENES CIERTOS.

ASIGNATURA:

- Derecho Civil IV (Obligaciones)


DOCENTE:

- Rodriguez Iturregui, Sebastian Francesco


ALUMNOS:
- Cúneo Bossio, Henry
- Marchena Diez, Fernanda
- Pérez Muñoz, Segundo
- Rojas Terrones, Danuska
- Rojas Vargas, Ahsly

Chepén, 29 de abril de 2019

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CONTENIDO
INTRODUCCIÓN....................................................................................................................... 3
1. OBLIGACIONES DE DAR ............................................................................................... 4
1.1. Etimología. ................................................................................................................... 4
1.2. Consideraciones generales. ......................................................................................... 4
2. OBLIGACIONES DE DAR BIEN CIERTO .................................................................... 5
2.1. El Principio de Identidad. ........................................................................................... 5
2.2. La Obligación de dar bien cierto no admite sustitución. ......................................... 6
2.3. La Trasmisión de la Propiedad. ................................................................................. 6
2.3.1. La transferencia de la propiedad mueble.......................................................... 7
2.3.2. La transferencia de la propiedad inmueble. ..................................................... 7
3. DEBERES DEL DEUDOR ................................................................................................. 7
3.1. Deber de información sobre el estado del bien. ........................................................ 7
3.2. Deber de conservar el bien. ........................................................................................ 9
4. CONCURRENCIA DE ACREEDORES ........................................................................ 11
4.1. Consideraciones generales. ....................................................................................... 11
4.2. Concurrencia de acreedores de bien inmueble. ...................................................... 13
4.3. Concurrencia de acreedores de bien mueble. ......................................................... 16
4.4. Consecuencias al momento de aplicar la concurrencia de acreedores. ................ 19
4.5. Concurrencia de arrendatarios. ............................................................................... 21
5. PÉRDIDA DE UN BIEN CIERTO. ................................................................................. 21
6. LA TEORIA DEL RIESGO. ............................................................................................ 23
6.2. Inciso Primero. .......................................................................................................... 26
6.3. Inciso Segundo. .......................................................................................................... 26
6.4. Inciso Tercero. ........................................................................................................... 28
6.5. Inciso Cuarto. ............................................................................................................ 28
6.6. Inciso Quinto.............................................................................................................. 29
6.7. Inciso Sexto. ............................................................................................................... 31
7. PRESUNCIÓN DE CULPA DEL DEUDOR. ................................................................. 31
8. PÉRDIDA DEL BIEN EN OBLIGACIÓN PROVENIENTE DE DELITO O FALTA.
……………………………………………………………………………………………..32
9. GASTOS DE CONSERVACIÓN .................................................................................... 33
Bibliografía ................................................................................................................................ 37

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INTRODUCCIÓN
El hombre moderno vive en un mundo donde los recursos son escasos y sus necesidades
son ilimitadas. La escasez de dichos recursos puede ser conceptualizada como "la
insuficiencia de los bienes y/o servicios disponibles para satisfacer todos los deseos y
necesidades de los seres humanos" (Editorial Bruño e Instituto de Apoyo, 1997).

Cada individuo se concentra hoy en día en la producción de un solo bien o quizá de unos
cuantos bienes. El hecho de concentrarse en la producción de un solo bien o de unos
cuantos bienes se denomina especialización.

Cada persona posee distintas cualidades, lo que una persona produce fácilmente, a otra le
parece difícil, de acuerdo con Parkin, se dice que: "una persona tiene ventaja comparativa
en la producción de un bien en particular si esa persona puede producir el bien a un costo
de oportunidad menor que cualquier otra" (Parkin, 1995).

Al especializarse en la producción de aquellos bienes y servicios en los que se tienen


ventajas comparativas, se hace indispensable el intercambio de bienes y servicios entre
las personas, generando así la creación de actos jurídicos en base de la manifestación de
voluntad de cada persona dentro de la comunidad, pudiendo así crear, regular, modificar
o extinguir relaciones jurídicas; dichas relaciones jurídicas van a constituir obligaciones
entra las partes, materia que desarrollaremos en el presente trabajo de exposición desde
la perspectiva de las obligaciones de dar un bien cierto.

El término “Dar” significa entregar, trasmitir, transferir un objeto o cosa, la aplicación


conceptual dentro del ámbito jurídico tiene por objeto la entrega de un bien mueble o
inmueble por parte del deudor en favor y en provecho del acreedor.

Respecto a los bienes ciertos podríamos relacionarlos con aquellos bienes que se
encuentran total y absolutamente determinados, individualizados e identificados.
También analizaremos otras ideas relacionadas al tema como es el principio de identidad,
la concurrencia de acreedores del bien, sea mueble o inmueble, la teoría del riesgo, entre
otros, todo ello basado en los artículos de la legislación civil peruana vigente.

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1. OBLIGACIONES DE DAR
1.1. Etimología.
La palabra DAR deriva del Latín DARE que significa hacer entrega de una cosa o bien
que se debe. Dar significa entregar, trasmitir, transferir una cosa o bien.

Es importante señalar que la Obligación de dar consiste en la prestación (conducta O


actividad), el comportamiento debido que consiste en entregar una cosa. Entonces, la
conducta de dar; recae sobre un bien o cosa, es decir, el objeto de la prestación de dar está
constituido por un bien o una cosa.

La palabra DAR tiene varias acepciones:

 La de transferir o trasmitir la propiedad de un bien mueble o inmueble


 La de transferir el uso o posesión temporal de un bien mueble o inmueble
 La de restituir el bien mueble o inmueble a su propietario

1.2. Consideraciones generales.


Las obligaciones de dar son, a grandes dimensiones, aquellas que involucran la entrega
física o jurídica de un bien.

La obligación de dar tiene por objeto la entrega de un bien mueble o inmueble con el fin
de constituir sobre ellos (los bienes) derechos reales, la de transferir el uso o posesión del
bien y, o la restitución del bien a su dueño.

Por la obligación de dar el deudor se encuentra obligado a entregar el bien debido y el


acreedor adquiere la facultad de exigir la entrega de ese bien

El Código Civil Peruano de 1984 inicia el estudio de las obligaciones de dar en su artículo
1132, norma en el que se refiere a los bienes ciertos.

Antes de desarrollar la norma citada, consideramos necesario dar una idea de bien cierto.

Entendemos por bien cierto a aquel que al momento de generarse la obligación


(cualquiera sea su causa) se encuentra total y absolutamente determinado o
individualizado, es decir, que se ha instaurado con precisión qué deberá entregarse.

Tras lo considerado, podemos señalar que las obligaciones de dar bienes ciertos consisten
en la entrega de un bien determinado.

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2. OBLIGACIONES DE DAR BIEN CIERTO
2.1. El Principio de Identidad.
De antemano debemos considerar que este principio tiene una relevante relación con el
artículo 1132 del Código Civil Peruano, el cual prescribe lo siguiente:

Artículo 1132.- «El acreedor de bien cierto no puede ser obligado a recibir otro, aunque
éste sea de mayor valor».

Entonces, el mencionado artículo acoge el principio fundamental de identidad en las


obligaciones con prestaciones de dar, referente en que el acreedor de bien cierto no puede
ser obligado a recibir otro, aunque éste sea de mayor valor, recordemos que un bien cierto
es aquel bien que se encuentra total y absolutamente determinado, individualizado e
identificado (con todas sus características determinadas).

La obligación que recae en esta figura legal tiene por objeto la entrega de un bien que se
encuentra totalmente individualizado e identificado desde la formación y nacimiento de
la obligación. Desde que nace la obligación se conoce que es lo que se debe entregar, es
decir, desde que se constituye (nace o forma) la obligación el deudor conoce el bien que
debe entregar y el acreedor conoce el bien que exigirá se le entregue.

La obligación es de dar una cosa cierta cuando su objeto está identificado en su


individualidad, al tiempo de constituirse la obligación, es decir, lo que se debe es una cosa
que el acreedor y el deudor conocen desde el origen de la relación obligacional (Llambías,
2005).

Propondremos como ejemplo, para ilustrar el caso, que un deudor se ha obligado frente a
su acreedor a entregarle el día de mañana el auto usado marca Toyota, modelo Yaris, año
2000, de placa KQ-2426, número de motor “X” y número de chasis “Y”. En virtud de la
norma, es claro que el deudor no podrá entregar un vehículo distinto, ni siquiera un auto
de similares características, pero de diferentes números de placa, motor y chasis, o uno
que tuviera un valor mayor.

Desde que nace la obligación las partes conocen el bien debido, el bien que será materia
de la prestación, el bien que se debe entregar y que será entregado

La obligación de dar bien cierto se considera cumplida cuando el mismo bien


individualizado o determinado al momento del nacimiento de la obligación es entregado.

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2.2. La Obligación de dar bien cierto no admite sustitución.
Esto quiere decir que el deudor solo cumple o se libera de la obligación entregando el
bien debido y el acreedor solo puede exigir que se le entregue el bien previamente
determinado al momento de constituirse la obligación.

Esta norma recoge el Principio de Identidad en las obligaciones, en virtud del cual el
acreedor de un bien cierto no puede ser obligado a recibir otro, aunque sea este de mayor
valor. Esta norma constituye una regla de protección al acreedor.

Dentro de este principio, va de manera tácita el derecho del acreedor para obligar al
deudor a la entrega del bien, si no lo hace de manera voluntaria, puede exigirle por medio
de la fuerza pública.

Según este principio el deudor solo está obligado a entregar el bien establecido y no se
liberará de la obligación entregando otro distinto aunque sea de mayor valor y, por otro
lado el acreedor tampoco puede obligar al deudor que le entregue otro bien aunque sea de
menor valor.

Sin pretensión de dañar o minimizar lo anterior, la norma le concede al acreedor la


posibilidad de aceptar un bien cierto distinto si lo considera conveniente. Si el acreedor
decide aceptar un bien diferente al acordado en su origen, no habría problema conceptual
alguno, en tanto se estaría configurando, dentro de lo previsto por el Código Civil
Peruano, una dación en pago, figura contenida en los artículos 1265 y 1266 del
mencionado Código. No obstante ello, consideramos que se trataría de una novación
objetiva.

Por último, debemos advertir que el principio de identidad no es de exclusividad de los


bienes ciertos, ni de las obligaciones de dar, pues resulta común a toda clase de
obligaciones.

2.3. La Trasmisión de la Propiedad.


La obligación de dar bien cierto está constituida por la prestación, conducta,
comportamiento que consiste en transferir, trasmitir o entregar un bien mueble o in-
mueble, que se encuentra plenamente o totalmente determinado - individualizado con sus
características propias y únicas desde el surgimiento de la obligación; en consecuencia,
el deudor se encuentra obligado a entregar ese bien y no otro al acreedor, y el acreedor

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tiene la facultad de exigir que se le entregue ese bien y no otro. Estas obligaciones se
cumplen entregando el bien pactado o convenido y no otro.

2.3.1. La transferencia de la propiedad mueble.


La transmisión o transferencia de la propiedad de un bien mueble se cumple mediante la
traditio, es decir, mediante la entrega real del bien (Artículo 947 del Código Civil).

Tratando de ilustrar lo mencionado ejemplificamos la transferencia de propiedad un bien


mueble cierto de la siguiente manera:

“X” le entrega (obligación de dar) a “Y” un carro marca Nissan, modelo Sentra color
negro, de placa AQM 999, con cuatro puertas, año 2010.

Uno es propietario - uno recién adquiere la propiedad de un bien mueble - cuando se lo


hayan entregado y haya recibido el bien. Debe existir una entrega real y física del bien.

2.3.2. La transferencia de la propiedad inmueble.


La transmisión o transferencia de la propiedad de un bien inmueble se efectúa por la sola
obligación de enajenar. La transmisión de la propiedad inmueble es consensual. No se
requiere de la entrega real o material del bien, es decir, basta el simple consentimiento o
voluntad de transferir o entregar el bien inmueble.

La sola obligación del deudor de enajenar el bien hace al acreedor propietario del bien
(Artículo 949 del Código Civil).

Tratando de ilustrar lo mencionado ejemplificamos la transferencia de un bien inmueble


cierto:

X se obliga - se compromete frente a Y a transferirle su casa ubicada en calle Las garzas


130 San isidro, de 3 pisos, inscrita en la ficha 2234 de los registros públicos de lima. Esta
sola obligación de enajenar (entregarle su casa), hace a Y propietario del bien.

3. DEBERES DEL DEUDOR


3.1. Deber de información sobre el estado del bien.
El artículo 1133 del Código Civil Peruano prescribe lo siguiente con respecto al deudor:

Artículo 1133.- «El obligado a dar un conjunto de bienes ciertos informará sobre su estado
cuando lo solicite el acreedor».

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La norma citada tiene como fin proteger el legítimo interés que pudiese tener el acreedor
que desea conocer el estado de conservación del bien mientras se encuentra en poder del
deudor, es decir, antes de su entrega.

El bien debe ser entregado en el estado y condición en el que se encuentre al momento de


contraerse la obligación. Recae sobre el deudor un deber de brindar información sobre el
estado del bien durante toda la vigencia de la relación obligatoria. Se trata de un deber
accesorio del deudor; "son maneras de colaboración orientadas a hacer posible y efectiva
la prestación" (Ossola, 2001).

No obstante, es un deber que alcanza a cualquier obligación con prestación de dar bien
cierto y no exclusivamente, como parece desprenderse del artículo 1133, a las
obligaciones de dar "un conjunto" de bienes ciertos.

Por otro lado, si bien es cierto el artículo 1133 establece que el deber de informar surge a
pedido del acreedor, creemos apropiado que, de acuerdo con el principio de la buena fe,
el deudor estaría obligado a informar al acreedor, aun si no le fueron solicitadas, todas
aquellas circunstancias relevantes para la ejecución de la prestación, para así poder
permitir al acreedor evitar un posible daño.

El deber de informar en las relaciones obligatorias con prestación de dar bien cierto, se
presenta tanto antes de contraer la relación obligatoria como una vez constituida, pero
antes de la entrega.

Antes de contraer la relación obligatoria (relaciones obligatorias de fuente autónoma),


juegan un papel esencial los deberes de información "básicos para la formación de una
voluntad negocial libre y responsable; así se dice (desde un punto de vista muy general y
por ello sujeto después necesariamente a múltiples precisiones) que, mientras se negocia,
cada una de las partes está obligada a comunicar a la otra las circunstancias de que tenga
(o debiera tener) conocimiento y que, de ser conocidas por la otra parte, la llevarían a no
contratar o a no hacerlo en los mismos términos, siempre y cuando la ignorancia de esta
última esté justificada" (Gómez, 1994). Tratándose de una relación obligatoria con
prestación de dar el posible deudor deberá informar al posible acreedor sobre el estado y
cualidades del bien.

Esta obligación de informar del posible deudor encuentra su fundamento en un


desequilibrio de conocimientos (asimetría informativa) entre las partes, en tal sentido,

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quien está en posesión de la cosa, está en mejor situación de conocer el estado en el cual
se encuentra.

Pero como señala Llobet Aguado "esta obligación de información debe ponerse en
relación con la diligencia empleada por el acreedor de la información", esto significa que
el adquirente debe observar una determinada diligencia dirigida a que sus intereses no se
vean perjudicados; esta diligencia se manifiesta en solicitar a la otra parte la información
necesaria con relación al bien y en la propia inspección del bien, "si omite esta carga de
informarse, incurrirá en negligencia, por lo que después no podrá alegar su propio
desconocimiento de tal o cual punto sobre el cual tuvo la posibilidad de informarse"
(Llobet, 1996).

La misma obligación de informar como la carga de informarse, existe una vez contraída
la relación obligatoria con prestación de dar y mientras no se efectúe la entrega del bien.

3.2. Deber de conservar el bien.


El artículo 1134 establece claramente que la obligación de dar involucra también la de
conservar el bien:

Artículo 1134.- «La obligación de dar comprende también la de conservar el bien hasta
su entrega.

El bien debe entregarse con sus accesorios, salvo que lo contrario resulte de la ley, del
título de la obligación o de las circunstancias del caso».

Como bien señala Salvat, las relaciones obligatorias con prestación de dar engendran dos
obligaciones a cargo del deudor:

a) La obligación de conservar la cosa, o mejor dicho, de velar por su conservación,


para poder entregarla al acreedor cuando llegue el momento;
b) La obligación de entregarla (Salvat, 1935).

El deber de conservar la cosa comprende el efectuar todos aquellos actos que son
indispensables para mantenerla en buen estado y para preservarla de daños y desperfectos
que podría padecer.

Actuar con prudencia y diligencia para evitar daños tiene un costo: el costo de precaución
o de prevención. En tal sentido, la conservación del bien supone incurrir en costos de
precaución o de prevención. Debe advertirse, sin embargo, que si bien de acuerdo con el

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artículo 1134 del Código Civil, el deber de conservación concierne al deudor, los costos
que se generan no necesariamente corresponden a éste, como se establece en el artículo
1141.

El Código Civil peruano no establece el grado de diligencia que debe observar en la


conservación y custodia del bien debido, como si ocurre con su similar legislación
española que la establece "en torno al canon objetivo de diligencia media, a través del
estándar normal del «buen padre de familia»" (Díez-Picazo, 1986).

En lo que refiere al segundo párrafo del artículo 1134, el precepto no hace sino recoger
los principios establecidos por el artículo 888 del Código Civil, en lo referente a las partes
de un bien que se consideran sus accesorios. Esta norma señala que «son accesorios los
bienes que, sin perder su individualidad, están permanentemente afectados a un fin
económico u ornamental con respecto a otro bien». El segundo párrafo del mencionado
artículo acoge el antiguo principio jurídico de que lo accesorio sigue la suerte de lo
principal, de modo tal que si un deudor se halla obligado a entregar un bien cierto, deberá
hacerlo junto a sus accesorios. La normativa civil establece como excepciones si lo
contrario resultase de la propia ley, del título de la obligación o de las circunstancias del
caso.

Resulta fácil imaginar ejemplos de los dos primeros supuestos señalados en la parte
final del artículo 1134 (la ley o el título de la obligación); pero no lo es tanto
imaginar uno correspondiente al tercer supuesto (circunstancias del caso). Por lo que
creemos necesario mencionar un ejemplo para comprender el significado e interpretación
que la ley da a este término:

Si un laboratorio químico vende uno de sus locales a otro laboratorio químico, sin
establecerse en el contrato si se deberán entregar o no los implementos e instalaciones
propias del rubro o actividad que estaba desarrollándose en dicho local, de las
circunstancias del caso (por ser también un laboratorio el comprador del local) deberá
entenderse que se incluyen tales implementos o accesorios dentro de los bienes a entregar.
Lo contrario podría presumirse si quien adquiere dicho local no es otro laboratorio, sino
un almacén de mercaderías textiles, por ejemplo.

Otro ejemplo respecto de las circunstancias del caso nos lo brinda el distinguido jurista
Manuel Augusto Olaechea, cuando expresa que la subordinación económica o la
aplicación permanente a un fin, no son principios estereotipados. Una casa que tiene

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estatuas en su jardín, no se sabe si tendrá esos objetos en calidad de accesorios. Habría
que ajustarse a un contrato, a un acuerdo de partes, porque en el Perú no hay la costumbre
de tener jardines con estatuas. Pero, contrariamente, si se comprara un castillo de la época
de Luis XIV, todas las cosas adheridas a él, como las arañas de luz, las cortinas y las
estatuas, formarán parte integrante del castillo.

4. CONCURRENCIA DE ACREEDORES
4.1. Consideraciones generales.
Otro de los puntos relativos a las obligaciones de dar bienes ciertos es el de la
concurrencia de acreedores. Éste se encuentra regulado en los artículos 1135 y 1136, en
los que se determina un orden de prioridad para los casos materia de bienes inmuebles y
bienes muebles, respectivamente. Podríamos decir que es la figura jurídica por la que un
mismo deudor se obliga a entregar un mismo bien a varios - diversos - acreedores.

Ejemplo de concurrencia de acreedores:

Un deudor A se obliga a entregar una cosa determinada (bien cierto) a B, C y a D.

Producida la concurrencia de acreedores, debe determinarse cuál es el acreedor que debe


ser preferido en la entrega. No obstante, como señala Hernández Gazzo: "Consideramos
que las normas de concurrencia de acreedores no solo determinan a quién se debe preferir
en la entrega, sino que, fundamentalmente, buscan establecer a quién se debe preferir para
asignarle el goce exclusivo del derecho reclamado sobre el bien objeto de la
concurrencia" (Hernández Gazzo, 1993).

Las normas citadas podrían entenderse referidos sólo al orden de preferencia para la
transmisión de propiedad, en caso de existir diversos acreedores. Sin embargo, el ámbito
de ambas normas es distinto, ya que sus preceptos se aplican, en términos generales, a la
concurrencia de acreedores respecto de las obligaciones de dar, vale decir, a todos
aquellos casos en que por cualquiera de las fuentes de las obligaciones (los contratos, la
voluntad unilateral o la ley), una persona se encuentre obligada a entregar el mismo bien,
en calidad de deudor, a diversos acreedores, los que no necesariamente pueden tener
títulos o derechos similares sobre el bien.

Los acreedores, en consecuencia, podrían actuar con títulos de distinta naturaleza, pero lo
relevante será que todos ellos tengan derecho a que el deudor les entregue el mismo bien,

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ya sea para el ejercicio de cualquiera de los atributos de la propiedad (uso o goce) o ya
sea la propiedad misma.

El ejercicio de estos mecanismos de preferencia en las normas no es otra que la de


establecer a quién, entre los diversos acreedores, se va a elegir para el goce exclusivo del
derecho reclamado.

De esta manera, si nos referimos a la finalidad genérica de los artículos 1135 y 1136 del
Código Civil, diríamos que simplemente ellos determinan a quién va a entregarse el bien,
pero dicha entrega, por el carácter de los contratos celebrados entre el deudor y los
diversos acreedores, determinará que uno de ellos, aquel a quien se le entregue el bien,
ejerza sobre el mismo todos los derechos de propietario.

Aquí vemos como los artículos de concurrencia de acreedores, si bien no tienen como
finalidad regir la transferencia de dominio, en el supuesto que hemos mencionado tienen
directa relación con este tema, ya que las normas relativas a la transferencia de propiedad,
los artículos 947 y 949, no están aisladas, sino que deben concordarse con los numerales
1135 y 1136.

Indudablemente estos conceptos también se aplican cuando la concurrencia de acreedores


comprende la constitución de derechos reales distintos al de propiedad, tales como los
derechos de uso, habitación, usufructo, superficie, servidumbre o posesión, o derechos
reales de garantía, como la hipoteca, la prenda o la anticresis, o incluso, cuando estemos
en presencia de cualquier otro título diverso, que implique haberse obligado a entregar un
mismo bien a más de un acreedor.

Antes de desarrollar los artículos 1135 y 1136 en los que se regula la concurrencia de
acreedores, debemos determinar qué es un documento de fecha cierta, pues dicho término
resulta importante en la aplicación de los citados artículos.

Primero, diremos que un documento de fecha cierta es aquel sobre el cual recaiga una
constancia o manifestación de un funcionario público competente que dé fe de la fecha
de realización o suscripción del mismo, y que tal fe revista validez.

También son documentos que revisten fecha cierta los presentados en un proceso judicial,
en el sentido de que la fecha de su presentación le otorgará certidumbre, con las
constancias de recepción (sellos y rúbrica del Secretario) que aparezcan en ellos.

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Adicionalmente serían aquellos documentos privados susceptibles de inscribirse en los
Registros Públicos.

La fecha en la que conste la presentación de dichos documentos en un proceso judicial o


en los Registros Públicos, determinará que a partir de allí ella sea cierta. Dicho en
términos más sencillos, hoy se puede presentar en un proceso un documento privado de
hace tres años, pero ello no determina que se considere que la fecha en que se extendió
ese documento sea la de hace tres años. La fecha cierta recién sería la correspondiente al
día de su presentación, y lo mismo ocurriría respecto a los Registros Públicos.

Es necesario señalar que de los instrumentos públicos, las escrituras públicas no son los
únicos instrumentos que pueden contener una fecha que revista certidumbre. Esto, debido
a que las normas relativas a los notarios públicos otorgan a estos funcionarios como
atribución principal la de dar fe pública de determinados actos en los cuales participan a
petición de los particulares.

De lo expresado anteriormente podemos concluir en que documentos de fecha cierta son


aquellos en los que haya intervenido un notario público dando fe de la misma, tales como
las escrituras públicas, las minutas con fecha o firmas legalizadas y los contratos privados
con fecha o firmas legalizadas.

De existir en la concurrencia de acreedores documentos privados de fechas distintas y


ninguno de ellos de fecha cierta, deberá preferirse al que tenga fecha más antigua.

También haremos mención de la buena fe como requisito que deben poseer los
acreedores. La buena fe se justifica por el sentido moral de que la ley debe proteger la
lealtad de quien contrata, consiste en el hecho en que el adquirente ignore la existencia
de una obligación anterior o precedente del mismo deudor para transferir a otra persona
el mismo bien mueble, es decir, que el adquirente ignore la existencia de la primera
obligación sobre el mismo mueble.

4.2. Concurrencia de acreedores de bien inmueble.


El artículo 1135 del Código Civil dispone que cuando el bien es inmueble y concurren
diversos acreedores a quienes el mismo deudor se ha obligado a entregarlo, se prefiere
primero al acreedor de buena fe cuyo título fue primeramente inscrito. Si no ha habido
inscripción, se prefiere al acreedor que tenga el título de fecha cierta más antigua. Si

13 | P á g i n a
ninguno de los acreedores tiene título de fecha cierta, lo que no constituye un supuesto
recóndito, será preferido aquél cuyo título revista mayor antigüedad.

Como se infiere, este supuesto no reviste problemas y simplemente debe seguirse el orden
de prelación previsto. Después de todo, al ser todos los inmuebles bienes registrables,
esto es susceptibles de inscripción en los Registros Públicos, resulta lógico que se le dé
preeminencia a quien inscribió, con buena fe, pues en este caso la ley protege a aquel que
cuida con mayor diligencia sus derechos.

Así, en el supuesto en que la obligación de dar se origina como consecuencia de una


obligación de transferencia de propiedad, aquel que ha inscrito su derecho en los
Registros ha tenido la diligencia de convertir su propiedad relativa en absoluta.

Entonces, podríamos concluir en que la solución adoptada por el legislador privilegia la


seguridad jurídica, que es el in sobre el cual se construye la publicidad registral y, en
general, el Derecho mismo.

Para mejorar la comprensión de esta normativa, ejemplificaremos la concurrencia de


acreedores de bien inmueble de la siguiente manera:

Deudor A se compromete a entregar BIEN INMUEBLE DETERMINADO (casa sito en


Calle Las garzas 100 San isidro, inscrita en la ficha 2478 de los registros públicos de
lima, inmueble de 167 m2 de 3 pisos) a acreedor B, C y D

Es decir

El deudor se obliga a entregar ese bien inmueble a diversos acreedores será preferido para
que se le entregue el bien al acreedor de buena fe que primero inscribe el bien en los
registros públicos.

Ejemplo:

Deudor A se obliga a entregar el bien inmueble determinado (casa sito en Calle Las
garzas 100 San isidro, inscrita en la ficha 2478 de los registros públicos de lima,
inmueble de 167 m2 de 3 pisos) a B y para ello el día 26.07.09 celebran un contrato
privado ante notario.

Ese mismo deudor A se obliga a entregar ese mismo inmueble (casa sito en Calle Las
garzas 100 San isidro, inscrita en la ficha 2478 de los registros públicos de lima,
inmueble de 167 m2 de 3 pisos) a C y este el día 22.09.09 lo inscribe en registros públicos.

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En este caso será preferido para que se le entregue el bien C por haber actuado de manera
diligente

Si el deudor A se obliga a transferir ese bien inmueble (casa sito en Calle Las garzas 100
San isidro, inscrita en la ficha 2478 de los registros públicos de lima, inmueble de 167
m2 de 3 pisos) a varios acreedores pero ninguno lo inscribe en registros públicos en este
caso será preferido el acreedor cuyo título conste en documento de fecha cierta más
antigua.

Ejemplo:

Deudor A se obliga a entregar bien inmueble (casa sito en Calle Las garzas 100 San
isidro, inscrita en la ficha 2478 de los registros públicos de lima, inmueble de 167 m2 de
3 pisos) a M y para ello suscriben un documento privado el día 11.11.04,

Pero así mismo, ese deudor A se obliga a entregar ese inmueble (casa sito en Calle Las
garzas 100 San isidro, inscrita en la ficha 2478 de los registros públicos de lima,
inmueble de 167 m2 de 3 pisos) a P y con este celebran un documento ante notario
mediante escritura pública con fecha 11.12.09.

En este caso se da preferencia al acreedor P aunque la fecha del documento sea posterior
al de M porque es el que tiene un derecho que consta en documento de fecha cierta más
antigua

Si el deudor A se obliga a entregar ese inmueble cierto (casa sito en Calle Las garzas 100
San isidro, inscrita en la ficha 2478 de los registros públicos de lima, inmueble de 167
m2 de 3 pisos) a varios acreedores y ninguno de ellos lo inscribe o a ninguno de ellos
otorgo un documento de fecha cierta y todos tienen documento de fecha incierta
(documentos privados con fecha determinada) será preferido el acreedor cuto título de
transferencia conste en el documento de fecha más antigua

Ejemplo:

Si deudor A se obliga a entregar el bien inmueble (casa sito en Calle Las garzas 100 San
isidro, inscrita en la ficha 2478 de los registros públicos de lima, inmueble de 167 m2 de
3 pisos) a Z y para ello celebran un documento privado el día 28.03.09

Ese mismo deudor A se obliga a entregar el bien inmueble cierto (casa sito en Calle Las
garzas 100 San isidro, inscrita en la ficha 2478 de los registros públicos de lima,

15 | P á g i n a
inmueble de 167 m2 de 3 pisos) a C y con el celebran un documento privado el día
17.03.09

En este caso será preferido el acreedor C cuyo título consta en documento de fecha más
antigua.

4.3. Concurrencia de acreedores de bien mueble.


El artículo 1136 resuelve el conflicto que se genera entre acreedores a quienes el mismo
deudor se ha obligado a entregar el mismo bien. Este conflicto se resuelve estableciendo
los criterios de oponibilidad. El artículo 1135 se refiere a la concurrencia de acreedores
sobre un mismo bien inmueble y el 1136 sobre un mismo bien mueble.

Cuando se da una concurrencia de acreedores sobre bien mueble será preferido:

1.- El acreedor de buena fe a quien el deudor hizo tradición del bien, aunque su título sea
de fecha posterior.

2.- Si el deudor no hizo tradición del bien, es preferido el acreedor de buena fe cuyo título
conste de documento de fecha cierta más antigua.

3.- Si los títulos no constan de documento de fecha cierta, es preferido el acreedor de


buena fe cuyo título sea de fecha anterior.

Nos inclinamos a pensar que deberían seguirse, para el caso de los bienes muebles
registrables, los mismos principios de protección al acreedor diligente que en el supuesto
de los bienes inmuebles. En este caso, sin embargo, nos encontraríamos ante un nuevo
problema, ya que ambos acreedores podrían ser considerados como diligentes: el prime-
ro, por haber tenido la precaución de exigir que se le haga entrega del bien, y el segundo,
por haber tenido la diligencia de inscribir primero su derecho en los Registros Públicos.

La problemática que se puede presentar en el caso de bienes muebles se encuentra


circunscrita al tema de los bienes muebles registrables y no registrables.

Si se tratase de un bien no registrable o registrable pero que no se encuentre registrado,


no habría obstáculos conceptuales que aconsejaran no aplicar el orden de prelación
consignado en el artículo 1136.

Sin embargo, podría argumentarse que debería ser preferido aquél que inscribió primero
su derecho, porque al inscribirlo él resulta oponible erga omnes.

16 | P á g i n a
En el caso de los bienes muebles registrados a nuestro entender pueden adoptarse cuanto
menos dos interpretaciones distintas que, como tales, acarrean consecuencias jurídicas
diferentes.

La primera, la seguridad jurídica que los Registros permiten alcanzar, le daría


preeminencia, respecto de aquel a quien le fue entregado el bien, al derecho de quien
inscribió su título. Desde esa perspectiva se preferiría al Registro sobre la posesión, por
considerar que esta última constituye un signo de recognoscibilidad de derechos que
brinda una información imperfecta y, por ende, menos segura que la del Registro. Los
defensores de esta posición tienen como argumento que la información hecha pública por
posesión no puede generar confianza plena en todos los casos, por basarse en la
apariencia.

No obstante que no cuestionamos la esencia de ese argumento, nos inclinamos por una
interpretación distinta, esto es por la adoptada en la norma contenida en el artículo 1136.

Así, consideramos que debe tener preferencia aquel a quien en efecto se le entregó el bien
cierto registrable, y ello por una sencilla razón. Este sujeto ha sido más diligente que aquél
que registró el bien.

Admitimos, como ya lo expresamos, que el Registro es el signo de recognoscibilidad de


derechos que puede generar mayor confianza y certidumbre. Sin embargo, por la
naturaleza de los bienes de que se trata, esto es bienes muebles, la posesión de los mismos
se vuelve indispensable para la adquisición del derecho.

El Derecho debe dar preferencia a la diligencia del sujeto que sí se preocupó porque se le
entregue el bien mueble, independientemente de si éste era o no registrable.

Para mejorar la comprensión de esta normativa, ejemplificaremos la concurrencia de


acreedores de bien mueble de la siguiente manera:

1.- Si el deudor se obliga a entregar un bien mueble a diversos acreedores se preferirá al


acreedor de buena fe a quien el deudor le entregó el bien aunque el título donde conste su
derecho sea un documento de fecha posterior.

Ejemplo:

17 | P á g i n a
DEUDOR (X) el día 22.03.09 entregó UN BIEN MUEBLE DETERMINADO (auto marca
Toyota modelo Yaris año 2018, color negro) al ACREEDOR (Y) pero recién el día
31.03.19 suscribieron el contrato

Ese mismo deudor (X) el día 27.03.09 celebró un contrato privado con el acreedor (K)
comprometiéndose a entregarle ese auto marca Toyota modelo Yaris año 2018, color
negro. Ese mismo deudor (X) el día 28.03.19 ante el Notario se comprometió con el
acreedor (M) a entregarle ese auto marca Toyota modelo Yaris año 2018, color negro.

En este caso el acreedor que será preferido, es decir, a quien se le entregara o tiene derecho
a que se le entregue el bien es el acreedor (Y) pues a este se le entregó, se le hizo entrega
física del bien mueble.

2. - Si el deudor no hizo entrega del bien a ningún acreedor sino que otorgó un documento
o celebro un contrato comprometiéndose a entregar el mismo bien a diversos acreedores
se preferirá al acreedor cuyo título conste en documento de fecha anterior prefiriéndose
en este caso al acreedor cuto título conste en documento de fecha cierta más antigua.

Ejemplo:

Deudor (X) no entrega el BIEN MUEBLE DETERMINADO auto marca Toyota modelo
Yaris año 2018, color negro) a ningún acreedor, pero,

Ese deudor (X) mediante escritura pública de fecha 28.08.19 se compromete entregar ese
auto marca Toyota modelo Yaris año 2018, color negro al acreedor (P)

Y ese mismo deudor (X) mediante escritura pública de fecha 31.08.19 se compromete
entregar ese auto marca Toyota modelo Yaris año 2018, color negro al acreedor (K) y
ese mismo deudor (X) mediante documento privado de fecha 22.03.19 se compromete a
entregar ese auto marca Toyota modelo Yaris año 2018, color negro a (G)

En este caso será preferido P quien tiene un título donde consta su transferencia en
documento de fecha cierta más antigua.

3.- Si el deudor no entrega un mismo bien mueble a ningún acreedor y tampoco suscribe
con ningún acreedor un documento de fecha cierta será preferido el acreedor cuyo título
donde conste su transferencia sea de fecha más antigua

Ejemplo:

18 | P á g i n a
Deudor (X) no entrega el BIEN MUEBLE DETERMINADO (auto marca Toyota modelo
Yaris año 2018, color negro) a ningún acreedor, pero; ese deudor (X) mediante
documento privado de fecha 31.05.19 se compromete entregar ese auto marca Toyota
modelo Yaris año 2018, color negro al acreedor (L). Ese mismo deudor (X) mediante
documento privado de fecha 11.06.19 se compromete entregar ese auto marca Toyota
modelo Yaris año 2018, color negro al acreedor (Ñ)

En este caso será preferido L quien tiene un título donde consta su transferencia en
documento de fecha más antigua.

La regla es: cuando se trate de documentos de fecha cierta se preferirá al de fecha cierta
más antigua y si se trata de documentos privados se preferirá al documento de fecha más
antigua

Por otro lado, debemos precisar que entendemos a la buena fe a la que hacen referencia
tanto el artículo 1135 como el artículo 1136, como sinónima de desconocimiento o
ignorancia, pero siempre y cuando en ellos no haya mediado un actuar negligente por
parte del acreedor. De lo contrario, ese acreedor no podría participar en la concurrencia.
Veamos un ejemplo.

Pablo vende a Segundo el automóvil X el cual es entregado. Posteriormente Pablo vende


el mismo automóvil a Pedro, transferencia que es inscrita en el Registro Vehicular ¿cuál
de los derechos prevalecerá? ¿El de Segundo o el de Pedro?

Si aplicáramos el artículo 1136, en la medida que se trata de un bien mueble, tendríamos


que el derecho de Segundo prevalecerá sobre el de Pedro, es decir, que prevalecerá la
posesión sobre el Registro, lo que resultaría técnicamente absurdo porque contradice el
principio de seguridad jurídica. Veamos ahora un caso distinto.

Pablo vende a Segundo el automóvil X, transferencia inscrita en el Registro Vehicular.


Posteriormente Pablo vende el mismo automóvil a Pedro a quien entrega el bien.

En este caso será preferido Segundo, no precisamente porque el Registro prevalezca sobre
la posesión, sino que conforme al artículo 2012 del Código Civil, la inscripción hace
perder a Pedro la buena fe.

4.4. Consecuencias al momento de aplicar la concurrencia de acreedores.


Por otra parte, del análisis efectuado se desprende que siempre habrá, como consecuencia
de la aplicación de los artículos 1135 y 1136 del Código Civil, un solo acreedor que sería
19 | P á g i n a
preferido para la entrega del bien. Sin embargo, consideramos necesario distinguir según
el título o causa eficiente del acreedor preferido.

Si el acreedor preferido recibe el bien a título de propietario, dicho acreedor no tendrá


problema en el futuro; pero los demás acreedores verán frustradas sus expectativas
referentes a la adquisición de sus respectivos derechos relativos al bien objeto de la
prestación de dar.

Consideramos lógico que el deudor de dicho bien deberá responder, al haber inejecutado
culposa o dolosamente las obligaciones que contrajo respecto de tales acreedores, por una
indemnización de daños y perjuicios.

En el supuesto de que el acreedor preferido en la concurrencia tuviese un título que


implicase únicamente el derecho de posesión, uso o disfrute temporal del bien, y otro de
los acreedores (de los no preferidos) tuviese un título que le diese derecho a la propiedad
del bien, al finalizar el plazo de posesión, uso o disfrute del bien, tal como fue establecido
en la obligación, por parte del acreedor preferido, éste deberá entregar el bien al acreedor
no preferido, quien desde este momento lo poseerá como le corresponde, es decir en
calidad de propietario.

Resulta necesario, en este punto, efectuar una precisión. Es evidente que el propietario-
acreedor tuvo que soportar la preferencia de otro acreedor para la entrega inmediata del
bien; y por ello tendrá derecho, al igual que cualquier otro acreedor de los no preferidos
en los órdenes prelatorios del Código Civil (artículos 1135 y 1136), a demandar del
deudor que incumple el pago una indemnización por los daños y perjuicios sufridos por
culpa o dolo de tal deudor. Sin embargo, en caso de que el acreedor-propietario
postergado se vea beneficiado con el pago de una renta por parte del acreedor preferido
para la entrega inmediata, dicho acreedor-propietario deberá descontar los montos
recibidos por concepto de renta del monto total de la indemnización que pudiese
demandar al deudor por concepto de los daños y perjuicios sufridos. Situación diversa es
la que afrontaría el acreedor-propietario postergado, en caso de que el acreedor preferido
para la entrega inmediata fuese solamente comodatario del bien, ya que en tal calidad no
pagaría suma alguna por la posesión del bien. Es evidente que en este último caso el lucro
cesante del acreedor y, por consiguiente, la indemnización que podría exigir al deudor,
sería sin deducción alguna.

20 | P á g i n a
4.5. Concurrencia de arrendatarios.
Para concluir el análisis de los artículos 1135 y 1136, nos queda un último comentario
que se centra en la convivencia de estos preceptos legales con el artículo 1670 del Código
Civil, el cual recoge una norma especial referida a la concurrencia de arrendatarios.

En el artículo 1670 se establece que cuando se arrienda un mismo bien a dos o más
personas, se prefiere al arrendatario de buena fe cuyo título ha sido primeramente inscrito,
o, en defecto de inscripción, al que ha empezado a poseerlo. Si ninguno ha empezado a
poseerlo, se prefiere al arrendatario cuyo título sea de fecha cierta más antigua, y, en su
defecto, simplemente al que tenga el título de fecha más antigua.

La citada norma puede llegar a colisionar con lo establecido en los artículos 1135 y 1136,
los cuales, como bien sabemos, son de aplicación general a la multiplicidad de
obligaciones de dar o contratos susceptibles de generar dichas obligaciones.

Cabe imaginar un supuesto en el cual estuviésemos ante una concurrencia de acreedores


en la que algunos de ellos sean arrendatarios, y los restantes cuenten con títulos de distinta
naturaleza. En este caso habría que aplicar únicamente las reglas generales de los artículos
1135 y 1136, y abstenernos de hacerlo con relación al artículo 1670, el cual sólo sería
aplicable cuando la totalidad de los acreedores que concurran para la entrega de un bien
sean arrendatarios.

5. PÉRDIDA DE UN BIEN CIERTO.

El artículo 1137 del Código Civil Peruano de 1984 recoge algunos supuestos en los cuales
la ley considera que se pierde un bien cierto a cuya entrega se ha obligado un deudor con
su acreedor. Se entiende que la pérdida origina diversas consecuencias, desarrolladas más
adelante, cuando explicaremos los supuestos contemplados por el artículo 1138, relativo
a la teoría del riesgo:

Artículo 1137.- «La pérdida del bien puede producirse:

1.- Por perecer o ser inútil para el acreedor por daño parcial.

2.- Por desaparecer de modo que no se tenga noticias de él o, aun teniéndolas, no se


pueda recobrar.

3.- Por quedar fuera del comercio».

21 | P á g i n a
El primer caso, contemplado por el inciso primero del artículo 1137, es aquel en el cual
el bien perece o sea inútil para el acreedor por daño parcial. El perecimiento de un bien
puede revestir diversas características. En los casos de seres vivos, se entiende claramente
cuál es el sentido del perecimiento, pues coincide con la muerte física. Sin embargo, el
concepto no es tan claro en el caso de los bienes que no son seres vivos. Un vehículo
perecerá, obviamente, cuando se destruya. En todo caso, lo cierto es que el concepto no
puede aplicarse con excesiva rigidez.

Debemos señalar, además, que para efectos prácticos, en el Derecho peruano puede no
tener mayor importancia distinguir la destrucción total de la destrucción parcial, ya que
el daño parcial del bien, que lo hace inútil para el acreedor, también es un supuesto de
pérdida.

Se trataría del caso en que no se produce el perecimiento o destrucción total del bien.
Aunque este no se destruye totalmente sufre un daño parcial que lo hace inútil para el
acreedor. Podría entenderse como un ejemplo de esta situación, el que un automóvil sufra
un accidente, a consecuencia del cual se destruya toda la parte delantera, inutilizándose
el motor y otras piezas fundamentales del vehículo. En este caso sería posible sostener
que no ha habido una destrucción total, y que por lo tanto el bien no habría perecido, pero
será igualmente claro que el daño ocasionado al vehículo es de tal magnitud que lo hará
totalmente inútil para el acreedor. Esta hipótesis también está prevista, como equivalente
a pérdida, por el mismo inciso primero del artículo 1137 del Código Civil.

El inciso segundo del precepto mencionado señala el caso en el cual el bien desaparezca
de modo tal que no se tenga noticias de él o, aun teniéndolas, no se pueda recobrar.

De este inciso podemos extraer claramente dos supuestos distintos. El primero es la


desaparición del bien, sin que se tenga noticias de él. Vamos a consignar un ejemplo, a
nuestro juicio ilustrativo. Si una persona se hubiese obligado a entregar a otra una pelota
de playa, y precisamente en la playa —evidentemente antes de la entrega—, jugando con
esa pelota, la misma se introduce en el mar y éste la arrastra, sin posibilidad de
recuperación, hasta perderse en el horizonte, se habrá configurado un supuesto en el cual
el bien ha desaparecido, sin tenerse noción de dónde puede estar, ya que las corrientes
marinas lo pueden haber hecho llegar a cualquier parte.

Un ejemplo del segundo supuesto de este mismo inciso segundo del artículo 1137 del
Código Civil Peruano, podría ser aquél en el cual un andinista se hubiese obligado frente

22 | P á g i n a
a otro —compañero de aventuras— a entregarle su reloj, resistente a golpes fuertes, y
especial para efectuar dicha actividad de alturas y temperaturas extremas. En una
excursión, al deudor se le cae el reloj a una grieta de una profundidad de 50 metros, en
las alturas de la Cordillera de los Andes. Luego de caído el artefacto, y utilizando
largavistas, los andinistas logran ubicar exactamente dónde se encuentra dicho bien. Sin
embargo, constatan que, pese a conocer su ubicación, resulta físicamente imposible
recuperarlo, por la inhóspita naturaleza de la zona y lo angosto de la grieta donde se
encuentra.

El inciso tercero del artículo 1137 del Código Civil Peruano establece que se considerará
perdido un bien cuando éste quede fuera del comercio. En realidad, los bienes se
encuentran fuera del comercio en razón de alguna norma legal que así lo prescriba.

Supongamos que se trata de cigarrillos, los cuales hoy en día pueden ser perfectamente
comercializados. Imaginemos que una persona se ha obligado ante otra a entregarle dos
cajas determinadas de cigarrillos, dentro de dos días. Si así fuese, y al día siguiente de
celebrado el contrato el gobierno a través de un decreto supremo prohibiese la venta y
comercialización de los cigarrillos, bajo cualquier modalidad, dentro del territorio de la
República, sería evidente que estos bienes habrían quedado fuera del comercio, razón por
la cual en virtud de lo establecido por el inciso bajo comentario del artículo 1137, debe
entenderse que dicho bien se ha perdido.

Antes de concluir nuestro desarrollo sobre el inciso tercero del artículo 1137 del Código
Civil Peruano, debemos señalar que consideramos también comprendido en este inciso al
supuesto en el cual un bien sea expropiado.

6. LA TEORIA DEL RIESGO.


Artículo 1138.- «En las obligaciones de dar bienes ciertos se observan, hasta su entrega,
las reglas siguientes:

1.- Si el bien se pierde por culpa del deudor, su obligación queda resuelta; pero el
acreedor deja de estar obligado a su contraprestación, si la hubiere, y el deudor queda
sujeto al pago de la correspondiente indemnización.

Si como consecuencia de la pérdida, el deudor obtiene una indemnización o adquiere un


derecho contra tercero en sustitución de la prestación debida, el acreedor puede exigirle
la entrega de tal indemnización o sustituirse al deudor en la titularidad del derecho

23 | P á g i n a
contra el tercero. En estos casos, la indemnización de daños y perjuicios se reduce en los
montos correspondientes.

2.- Si el bien se deteriora por culpa del deudor, el acreedor puede optar por resolver la
obligación, o por recibir el bien en el estado en que se encuentre y exigir la reducción de
la contraprestación, si la hubiere, y el pago de la correspondiente indemnización de
daños y perjuicios, siendo de aplicación, en este caso, lo dispuesto en el segundo párrafo
del inciso 1. Si el deterioro es de escasa importancia, el acreedor puede exigir la
reducción de la contraprestación, en su caso.

3.- Si el bien se pierde por culpa del acreedor, la obligación del deudor queda resuelta,
pero éste conserva el derecho a la contraprestación, si la hubiere. Si el deudor obtiene
algún beneficio con la resolución de su obligación, su valor reduce la contraprestación
a cargo del acreedor.

4.- Si el bien se deteriora por culpa del acreedor, éste tiene la obligación de recibirlo en
el estado en que se halle, sin reducción alguna de la contraprestación, si la hubiere.

5.- Si el bien se pierde sin culpa de las partes, la obligación del deudor queda resuelta,
con pérdida del derecho a la contraprestación, si la hubiere. En este caso, corresponden
al deudor los derechos y acciones que hubiesen quedado relativos al bien.

6.- Si el bien se deteriora sin culpa de las partes, el deudor sufre las consecuencias del
deterioro, efectuándose una reducción proporcional de la contraprestación. En tal caso,
corresponden al deudor los derechos y acciones que pueda originar el deterioro del
bien».

6.1. Aspectos Generales.

Hemos visto que desde el día que el deudor contrae la obligación de dar un bien cierto
hasta el día de su cumplimiento puede suceder, existe el riesgo o el peligro, que el bien
cierto que es insustituible (es decir el deudor está obligado a entregar ese bien y no otro)
se pierda (destruya total o parcialmente, se extravié o quede fuera del comercio) o se
deteriore. Esta pérdida o deterioro del bien puede deberse o imputarse a la culpa del
deudor, del acreedor o de ninguno de ellos, por eso resulta necesario que se determine
cuál de las partes (deudor o acreedor) asumirá, sufrirá o soportara las consecuencias
económicas derivadas de las consecuencias de la pérdida o deterioro del bien. Quien de
las partes sufrirá la pérdida de la contraprestación.

24 | P á g i n a
Esta teoría se aplica a las obligaciones con prestaciones reciprocas. Las obligaciones con
prestaciones reciprocas son aquellas relaciones obligacionales constituidas por dos
obligaciones

Ejemplo:

Deudor X se compromete entregar un bien cierto a Y a cambio de 1000 soles.

Obligación 1:

Deudor X se compromete a entregar un TV LG 21 pulgadas marca Sony al acreedor Y.


El deudor X tiene el deber de cumplir con dicha prestación de dar ese TV al acreedor Y,
y el acreedor Y tiene la facultad de exigir que se le entregue el bien.

Obligación 2: El acreedor Y tiene la obligación de entregar al deudor X los mil soles y


el deudor X tiene la facultad de exigir que se le entrega los 1000 soles.

En estas obligaciones con prestaciones reciprocas el deudor es al mismo tiempo deudor y


acreedor de la otra parte y el acreedor es al mismo tiempo acreedor y deudor de la otra
parte.

Esta teoría necesariamente se aplica a las obligaciones con prestaciones reciprocas donde
el deudor se encuentra obligado a entregar algo (TV) y a recibir algo ( 1000 soles) y el
acreedor obligado a recibir ( TV) y a dar algo ( 1000 soles); pues, en estos casos, si el
bien se pierde o deteriora se podrá determinar cuál de las partes deudor o acreedor sufrirá
económicamente las consecuencias por la pérdida o deterioro del bien o quien de las
partes sufrirá la pérdida de la contraprestación y, esto debido a la teoría del riesgo.

La teoría del riesgo no puede aplicarse a aquellas relaciones obligaciones donde no existe
obligaciones con prestaciones reciprocas, es decir, no puede aplicarse sobre aquellas
relaciones obligacionales constituidas por una sola obligación

Ejemplo:

Deudor X se obliga a entregar un TV a Y a cambio de nada, en este caso si el bien se


pierde o deteriora el deudor no sufrirá ningún menoscabo y el acreedor no sufrirá ningún
menoscabo.

25 | P á g i n a
6.2. Inciso Primero.
Analizando los diversos principios contenidos en el artículo 1138 del Código Civil
Peruano de 1984, advertimos que el inciso primero trata acerca del supuesto en el cual el
bien se pierda por culpa del deudor.

En este caso la ley considera que:

 La obligación queda resuelta, deduciéndose ello de que ya resultará imposible


ejecutar la prestación.
 El acreedor dejará de estar obligado a ejecutar su contraprestación, en el caso de
tratarse de un contrato con prestaciones recíprocas.
 El deudor estará sujeto al pago de una indemnización por los daños y perjuicios
que le hubiese causado al acreedor, de ser el caso.

Ejemplo:

Una persona se obliga ante otra a entregarle un automóvil. La noche anterior a su


entrega, decide dar una vuelta al barrio conduciendo el vehículo, y al hacerlo sufre un
accidente, causado por él mismo, ya que se produjo al haber cruzado una calle sin
observar la luz roja del semáforo.

Si como consecuencia de dicho accidente el auto se destruye totalmente (perece) o sufre


tales daños que lo hagan inútil para el acreedor (lo que también constituye un supuesto de
perecimiento), se habrá producido la pérdida del bien, y por lo tanto serán de aplicación
las consecuencias previstas por el inciso primero del artículo 1138 del CC.

En ese caso, el acreedor dejará de estar obligado a pagar la contraprestación que se había
comprometido a entregar a cambio del automóvil.

Resulta claro que para el supuesto en el cual el bien se pierda por culpa (concepto dentro
del cual se incluye obviamente al dolo) del deudor, la ley ha establecido el principio de
que éste sufre la pérdida de la contraprestación y queda sujeto al pago de la indemnización
correspondiente.

6.3. Inciso Segundo.

Se establece algunos principios destinados a que el acreedor vea satisfechos, de la manera


más expeditiva, sus derechos. En tal sentido, si el vehículo hubiese estado asegurado y el
deudor recibiese por concepto del accidente y del daño ocasionado al vehículo (que en

26 | P á g i n a
este caso sería un siniestro total) una indemnización, el acreedor podría exigir la entrega
de tal indemnización o sustituirse al deudor en la titularidad del derecho contra el tercero,
reduciéndose la indemnización de daños y perjuicios en los montos correspondientes.

Ejemplo:

Si suponemos que la cantidad que el acreedor del vehículo se había comprometido a


entregar al deudor como precio era de 16,000 nuevos soles, y el acreedor hubiese sufrido
daños y perjuicios generados por concepto de la falta de entrega del bien por parte del
deudor, por un monto de 5,000 nuevos soles.

Dicho acreedor tendría la oportunidad de hacerse cobro de esta última suma del monto
que la Compañía de Seguros deba pagar al deudor. En tal sentido, el deudor solamente
recibiría por concepto del siniestro la cantidad de 11,000 nuevos soles.

Los otros 5,000 nuevos soles corresponderían al acreedor. Todo esto, desde luego, en la
medida en que el siniestro estuviese cubierto por la póliza de seguros correspondiente.

El segundo párrafo citado también se refiere al caso en que exista concurrencia de culpas
entre el deudor y un tercero, lo que significa que el acreedor podría exigir directamente
la indemnización al tercero que contribuyó a causar el daño.

El inciso segundo del artículo 1138 contempla el caso en el cual el bien se deteriora por
culpa del deudor. La determinación en cada supuesto de si ha habido pérdidas —en los
términos del artículo 1137— o simplemente deterioro de la cosa, es una cuestión de hecho
sobre la que no conviene generalizar en abstracto, sino atenerse a las circunstancias del
caso, teniendo el deudor que proporcionar la prueba de esas circunstancias, según los
principios generales vigentes al respecto.

Si la cosa se hallase deteriorada en el momento de la entrega y el acreedor pretendiera


que no lo estaba cuando la obligación se convino, incumbe al deudor la prueba de que el
deterioro ya existía y que el acreedor lo tuvo en cuenta al contratar.

En el caso del artículo 1138, inciso segundo, se otorga al acreedor una opción entre:

(a) Resolver la obligación; o

(b) Recibir el bien en el estado en que se encuentre y exigir la reducción de la


contraprestación, si la hubiere.

27 | P á g i n a
En ambos supuestos será procedente una indemnización de daños y perjuicios, si éstos se
hubiesen producido en detrimento del acreedor.

El deterioro, para dar lugar a la resolución de la obligación, debe ser, por lo menos,
apreciable, ya que si el bien se hubiese deteriorado ligeramente, no debería haber lugar a
tal posibilidad.

El inciso segundo del artículo 1138 también otorga al acreedor los derechos a percibir la
indemnización por los daños y perjuicios sufridos, del monto que el deudor del bien
recibiese como indemnización por concepto del contrato de seguro concertado con alguna
Compañía de este ramo, o, de estar frente al supuesto, de exigir la reparación a un tercero
que hubiera contribuido con la culpa del deudor a ocasionar la pérdida del bien.

De lo señalado, resulta evidente que en el inciso segundo del artículo 1138 también se ha
adoptado el principio por el cual el riesgo de pérdida de la contraprestación lo sufrirá el
deudor.

6.4. Inciso Tercero.


El inciso tercero del artículo 1138 del Código Civil regula un supuesto distinto: aquél en
el cual el bien se pierde por culpa (evidentemente también se incluye al dolo) del acreedor.
En este caso el riesgo de pérdida de la contraprestación debe ser asumido por el acreedor,
ya que obedecería a su actuar culposo (o doloso) que la prestación se hubiera perdido
(comprendiendo dentro de la pérdida a cualquiera de los supuestos establecidos por el
artículo 1137).

Para el referido inciso tercero, la consecuencia de dicha pérdida será que la obligación
del deudor quede resuelta, conservando el deudor el derecho a recibir del acreedor
culpable, el pago de la correspondiente contraprestación (en caso de ser un contrato de
prestaciones recíprocas).

Adicionalmente, este inciso prescribe que si el deudor obtuviese algún beneficio con la
resolución de su obligación, su valor reduce la contraprestación a cargo del acreedor,
evitándose así que la imposibilidad beneficie al deudor más allá de lo que representaba el
valor del bien.

6.5. Inciso Cuarto.


El inciso cuarto del artículo 1138 contempla el supuesto en que el bien se deteriore por
culpa del acreedor, caso en el cual éste tendrá la obligación de recibirlo en el estado en

28 | P á g i n a
que se halle, sin reducción alguna de la contraprestación, si la hubiere. Solución lógica y
justa, sin duda.

6.6. Inciso Quinto.


El inciso quinto del artículo 1138 contempla el supuesto de pérdida del bien sin culpa de
las partes (acreedor ni deudor). Para este caso, la ley pudo optar entre cualquiera de los
siguientes tres principios:

(a) El riesgo de pérdida de la contraprestación lo sufre el deudor;

(b) El riesgo de pérdida de la contraprestación lo sufre el acreedor;

(c) El riesgo de pérdida de la contraprestación lo asumen, por igual, acreedor y deudor.

En el primer caso, si el bien se perdiese, el deudor nada recibiría, puesto que el acreedor
ya no estaría obligado a la ejecución de la contraprestación.

En el segundo caso, el acreedor, a pesar de no recibir nada, estaría obligado al pago del
íntegro de su contraprestación.

En el tercer caso, el acreedor, si bien no tendría que pagar el íntegro de su


contraprestación, sí debería sufragar la mitad de la misma o de su valor. En este sentido
se entendería que ambas partes asumirían el riesgo de la pérdida.

Reconociendo que ninguno de los principios mencionados constituye uno de justicia


absoluta, y que más bien este problema se resuelve con una norma legislativa, el Código
Civil Peruano de 1984 ha optado por el primero de ellos, vale decir, por aquel que sostiene
que en caso de pérdida del bien sin culpa de las partes, el riesgo de pérdida de la
contraprestación lo sufra el deudor.

La regla contenida en el inciso quinto del artículo 1138, en tanto se funda en la


interpretación de la voluntad presunta de las partes, es meramente dispositiva, lo que
implica que puede ser excluida por los contratantes si así lo prefieren. En ejercicio de su
autonomía privada, ellos podrían colocar el riesgo con cargo al acreedor, decidiendo que
éste se hallará sujeto a cumplir con su propia obligación, aunque un caso fortuito o de
fuerza mayor le impida a la otra parte cumplir con la suya, o, incluso, compartiendo los
riesgos entre acreedor y deudor.

Siguiendo con nuestro análisis del inciso quinto del artículo 1138 del Código Civil, vamos
a utilizar dos ejemplos para ilustrar el principio en él contenido.

29 | P á g i n a
Ejemplos:

1. Un deudor debe a su acreedor un automóvil, por el cual este último le va a pagar la


cantidad de 16,000 nuevos soles. Si antes de la entrega el bien se pierde por un acto en el
cual no hubiese mediado culpa alguna de los contratantes (por ejemplo, un atentado
terrorista), el deudor sufrirá la pérdida del bien, entendiéndose que su obligación queda
resuelta y que el acreedor nada le va a pagar.

Pero aquí queremos plantear un tema adicional; el de la transferencia de propiedad.

En este ejemplo, por ser un bien mueble el objeto de la prestación, será el deudor quien
sufra su pérdida, no en su calidad de deudor, sino como propietario del mismo (ya que en
virtud del artículo 947 del Código Civil, la propiedad mueble se transfiere con la entrega
del bien), y además, sufrirá la pérdida de la contraprestación, ya que el acreedor nada le
pagará.

2. Si tomando en cuenta la misma estructura del ejemplo anterior, el objeto de la


prestación del deudor de bien cierto no fuera un automóvil, sino una casa, y dicha casa se
destruyese (esta vez, por un terremoto), la pérdida como dueño no la soportaría el deudor,
sino el acreedor, pues aunque no le ha sido todavía entregado el bien, ya sería propietario
del mismo, debido a que el artículo 949 del Código Civil establece que la propiedad
inmueble se transfiere con la sola obligación de enajenar. Pero en este caso, el riesgo de
la contraprestación, de acuerdo al principio contenido en el inciso quinto del artículo 1138
del Código Civil, lo asumiría el deudor, al no recibir nada a cambio por parte del acreedor.

En este caso, el acreedor nada deberá pagar, pero el bien ya habría sido suyo al momento
en que se destruyó sin culpa de las partes.

Esta situación no tendría trascendencia alguna si el bien se hubiese destruido en su


totalidad, pues nada habría quedado de él, y por lo tanto quien hubiese sido su dueño no
podría obtener utilidad de los restos del mismo.

Sin embargo, al tratarse de una casa, sería evidente que el terreno de la misma quedaría
subsistente (ya que el terreno no se habría perdido).

En este caso tendríamos un problema jurídico. De acuerdo con las normas relativas a la
transferencia de propiedad, el acreedor de la casa es el propietario del terreno sobre el que
está construida, y habría adquirido la propiedad del mismo a cambio de nada (lo que
resultaría injusto). Pero la segunda parte del inciso quinto del artículo 1138 establece que
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en este caso corresponderán al deudor los derechos y acciones que hubiesen quedado
relativos al bien. Y es esto último lo que prevalece en la evaluación del tema puntual que
estamos analizando, pues la letra del precepto es clara e indubitable.

6.7. Inciso Sexto.


La solución planteada por el inciso sexto del artículo 1138 al tema del deterioro del bien
sin culpa de las partes, recoge el mismo principio que el inciso anterior, en el sentido de
que es el deudor quien asume el riesgo de la contraprestación como consecuencia del
deterioro, correspondiéndole los derechos y acciones que él pueda originar.

7. PRESUNCIÓN DE CULPA DEL DEUDOR.


La presunción establecida en el artículo 1139 del Código Civil Peruano resulta una iuris
tantum:

Artículo 1139.- «Se presume que la pérdida o deterioro del bien en posesión del deudor
es por culpa suya, salvo prueba en contrario». El sentido de la norma es adecuado, ya
que si la pérdida del bien se produce antes de la entrega, resultará usual que él esté en
posesión del deudor, y será este deudor, por tanto, quien se encuentre en contacto directo
con el bien, razón por la cual será consciente de las razones que llevaron a su pérdida o
deterioro; razones que, no está demás decirlo, en la mayoría de los casos serán
desconocidas por el acreedor.

Uno de los criterios de asignación de riesgo es la culpa, en tal sentido, se asigna el riesgo
de la pérdida o del deterioro del bien a la parte culpable; así, en el artículo 1138
apreciamos, que, en caso de pérdida o deterioro por culpa del deudor, éste asume el riesgo.
En caso de pérdida o deterioro por culpa del acreedor es éste quien lo asume.

Pero ¿Qué pasa si la pérdida o deterioro se produce sin culpa de las partes? En este caso
la culpa no puede ser el criterio de asignación del riesgo. La pregunta entonces es ¿quién
está en mejor posición para evitar la pérdida o el deterioro?. Siendo que el deudor es quien
está en posesión del bien, él es quien se encuentra en mejor situación para evitar la pérdida
y deterioro, por tanto, el artículo 1138 (incisos 5 y 6) le asigna el riesgo de la pérdida o
destrucción y el artículo 1139 lo hace a través de una presunción.

Corresponderá al deudor probar que la pérdida o el deterioro del bien no son por causas
que le son imputables.

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Por este motivo nos parece justo que el Código Civil haya establecido la presunción de
que la pérdida o deterioro obedezca a culpa del deudor. Naturalmente que el deudor, si la
pérdida o deterioro no se hubiese producido por su culpa, tendrá la oportunidad de
efectuar los descargos correspondientes, demostrando que actuó con la diligencia
ordinaria requerida, o que la pérdida o deterioro se debió a causas que no le son
imputables, o acaso fortuito, fuerza mayor o, incluso, a culpa del acreedor; todo ello por
admitir el precepto prueba en contrario.

Esta norma, por lo demás, es coherente con el artículo 1329 del Código Civil (Se presume
que la inejecución de la obligación, o su cumplimiento parcial, tardío o defectuoso,
obedece a culpa leve del deudor).

8. PÉRDIDA DEL BIEN EN OBLIGACIÓN PROVENIENTE DE DELITO O


FALTA.
Artículo 1140.- «El deudor no queda eximido de pagar el valor del bien cierto, aunque
éste se haya perdido sin culpa, cuando la obligación proviene de delito o falta. Esta regla
no se aplica si el acreedor ha sido constituido en mora».

El artículo se refiere a la obligación de restitución derivada de la comisión de delitos o


faltas conforme al Código Penal (por ejemplo, la devolución del bien robado). En este
caso se refiere al riesgo de la imposibilidad sobreviniente, pérdida del bien conforme al
artículo 1137 antes de la devolución. La consecuencia de la pérdida se refiere
concretamente a la prestación que se torna imposible, no se refiere, por obvias razones,
al riesgo de la contraprestación. En los casos del artículo 1138 hemos visto que se produce
un efecto liberatorio del deudor. Al tornarse imposible la prestación, el deudor (de la
prestación que se torna imposible) queda liberado.

En el caso de obligaciones restituidas derivadas de la comisión de delitos o faltas, el


deudor no se libera sino que la prestación se sustituye por su valor; es decir, el deudor
deberá entregar el valor de la prestación, siendo aplicable lo dispuesto en el artículo 1136.

De acuerdo con Yzquierdo Tolsada "no se trata de una nueva obligación, sino de una
transformación del objeto de la primitivamente asumida. No es que se extinga y nazca
otra nueva, sino que la primera se perpetúa, se produce lo que se llama una perpetuatio
obligationis. Proporcionar el equivalente pecuniario no tiene función resarcitoria, sino de
cumplimiento.

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Esto ocurre aun si el bien se hubiese perdido sin culpa del deudor, aunque creemos que
ello no ocurrirá si el bien se pierde por culpa del acreedor, al igual que si el acreedor
queda constituido en mora, conforme al artículo 1338 del Código Civil; en este caso el
deudor queda liberado de la prestación o de la entrega de su valor.

Como sabemos, las dos grandes fuentes de las obligaciones son la voluntad y la ley. En
el caso de la ley, existen disposiciones en el área civil que impiden efectuar determinados
actos, y algunas otras, en el campo penal, que sancionan la comisión de dichos actos por
constituir delitos o faltas.

Para efectos del artículo 1140 nos interesan los delitos y faltas contra el patrimonio.

Si la obligación proviniese de alguno de esos supuestos, no se aplicarían las normas del


inciso quinto del artículo 1138.Según lo establece el artículo 1140, la obligación del
deudor (en este caso, de quien comete el delito o la falta) no queda resuelta, sino que éste
se encontraría obligado no a devolver el bien, pues le será imposible hacerlo, sino a
devolver el valor del mismo.

La única excepción planteada por el artículo bajo comentario sería el caso en que el
acreedor hubiese sido constituido en mora por el deudor que ha cometido la falta o delito.

9. GASTOS DE CONSERVACIÓN
Artículo 1141.- «Los gastos de conservación son de cargo del propietario desde que se
contrae la obligación hasta que se produce la entrega. Si quien incurre en ellos no es la
persona a quien correspondía efectuarlos, el propietario debe reintegrarle lo gastado,
más sus intereses».

En efecto, el artículo 1141 asigna los gastos de conservación al propietario de la cosa, por
tanto, para determinar a quién le corresponden dichos gastos deberá establecerse si la
propiedad de la cosa ha sido transferida.

Debemos distinguir entre gastos de conservación y gastos de custodia. A su vez, los gastos
de conservación se diferencian en:

1) gastos ordinarios para la conservación y mantenimiento de la cosa

2) gastos extraordinarios para la conservación y mantenimiento de la cosa.

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Los gastos ordinarios son aquellos que se realizan para mantener el estado operativo
normal de la cosa (por ejemplo: mantenimiento periódico, la reposición de refacciones de
menor importancia, los trabajos de pintura, limpieza y supervisión).

Los gastos extraordinarios son aquellos que, siendo igualmente indispensables para la
conservación de la cosa, no son resultado del deterioro o desgaste inherente al uso natural
del bien (por ejemplo, rotura del tanque de agua elevado de la casa).

En tal sentido el artículo 1141 debió establecer, salvo pacto distinto, lo siguiente:

1) Los gastos de conservación ordinarios y los gastos de custodia corresponden a quien


se encuentra en posesión de la cosa (independientemente si se transfirió o no la
propiedad), en tal sentido, corresponderían al deudor.

2) Los gastos de conservación extraordinarios corresponderían al propietario de la cosa.

Los gastos de conservación deben ser asumidos, en una primera instancia, por el deudor,
ya que es éste quien se encuentra en posesión del bien, y quien mejor conoce lo necesario
para mantenerlo en un estado de conservación similar a aquél que tenía cuando surgió la
obligación de entregarlo al acreedor, sea tal deudor propietario del bien o no. Cabe resaltar
que la figura del deudor podrá o no coincidir con la del propietario del bien.

La conservación del bien suele imponer gastos. A su turno, los gastos de simple
mantenimiento son usualmente de sencilla verificación. El tema es más complejo cuando
nos introducimos en el mundo de las mejoras. Para que alguna mejora constituya un gasto
de conservación del bien, deberá ser estrictamente necesaria para que el bien se mantenga
hasta su entrega en similar estado al que tenía al momento en que surgió la obligación.
Cualquier mejora que no conduzca a dicho in, no tendría el carácter de gasto de
conservación. Luego, para que una mejora constituya un gasto de conservación, deberá
haber sido hecha por el poseedor no propietario, lo que, en casos usuales (salvo pacto en
contrario), se limitará exclusivamente al ámbito de los bienes inmuebles, pues en estos
casos ya se habría transferido la propiedad del bien al acreedor, quien deberá reembolsar
su valor al deudor no propietario.

El Código Civil prevé en su artículo 916 a las mejoras como necesarias, cuando tienen
por objeto impedir la destrucción o el deterioro del bien, razón por la cual, en nuestro
concepto, toda mejora necesaria deberá considerarse como gasto de conservación.

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Agrega dicho artículo que son mejoras útiles las que sin pertenecer a la categoría de las
necesarias aumentan el valor y la renta del bien. En tal sentido, consideramos que sería
difícil que una mejora útil presente la categoría de gasto de conservación. A nuestro
entender, podría serlo cuando no revista mayor valor y esté directamente relacionada con
el mantenimiento del bien.

Pero el hecho de que una mejora útil no sea considerada como gasto de conservación, no
quiere decir que por tal circunstancia necesariamente deje de ser abonada por el
propietario del bien, si es efectuada por el poseedor no propietario que deba entregar un
bien.

Es indudable que las mejoras de recreo, vale decir aquéllas que sin ser necesarias ni útiles,
sirven para ornato, lucimiento o mayor comodidad, no podrían ser consideradas como
gastos de conservación del bien. Otro tema relacionado con este rubro es el régimen de
los frutos en las obligaciones de dar bienes ciertos.

Frutos son los provechos renovables que produce un bien sin que se altere ni disminuya
su substancia. Los frutos son naturales, industriales y civiles. Son frutos naturales los que
provienen del bien, sin intervención humana. Son frutos industriales los que produce el
bien, por la intervención humana. Son frutos civiles los que el bien produce como
consecuencia de una relación jurídica.

Los frutos naturales, industriales y civiles pertenecen al propietario, productor y titular


del derecho, respectivamente, sin perjuicio de los derechos adquiridos. Se perciben los
frutos naturales cuando se recogen, los industriales cuando se obtienen y los civiles
cuando se recaudan.

En tal sentido, según lo previsto por el Código Civil, los frutos siempre corresponderán
al propietario del bien, independientemente de si éste es el deudor (si es que en la
obligación de transferir propiedad, ésta todavía no se hubiese transferido) o si éste es el
acreedor (si es que en una obligación de transferir propiedad, ésta ya se transmitió).

Retomando el tema de los gastos, son principios asumidos por la generalidad de la


doctrina que los gastos de conservación son de cargo del propietario desde que se contrae
la obligación hasta que se produce la entrega, y que si quien incurre en ellos no es la
persona a la que correspondía efectuarlos, el propietario debe reintegrarle lo gastado, más

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sus intereses; no obstante, existen algunos temas derivados de este principio, sobre los
cuales precisa reflexionar.

Parecería que estos conceptos han sido pensados en función a una obligación de dar en la
cual el deudor es el propietario del bien, y además de ello, que dicho deudor se ha obligado
a entregar el bien en propiedad.

Pero éste es sólo uno de los supuestos susceptibles de presentarse respecto a las
obligaciones de dar. En tal sentido, si bien puede constituir el caso más frecuente, no deja
por ello de ser un supuesto más. Así, consideramos conveniente analizar algunas otras
hipótesis:

a) Si el deudor de la obligación de dar un bien no es propietario del mismo, ni tampoco


lo es el acreedor, parece evidente que el propietario del bien no tendría que sufragar gasto
de conservación alguno.

Es el caso del subarrendamiento, en el cual ni el subarrendador (arrendatario en el contrato


principal), ni el subarrendatario, son propietarios del bien. En este caso, los gastos no
corresponderían al propietario.

b) Si se trata de una obligación de dar que implique la restitución del bien al acreedor (el
mismo que puede o no ser su propietario).

En este caso, en las obligaciones de restituir un bien, los gastos de conservación no


deberán ser sufragados por el propietario del bien, vale decir, por el acreedor.

Concretamente, para ilustrar el caso, apelamos a un contrato de arrendamiento celebrado


entre el propietario (arrendador) y el inquilino o arrendatario.

Nos estamos refiriendo a la obligación del inquilino de restituir el bien al momento de la


terminación del plazo establecido en el contrato. Es evidente que durante toda la vigencia
del plazo en que el arrendatario haga uso del bien, está en la obligación de conservarlo y
de sufragar los gastos que demande tal conservación; y de igual evidencia es que el
propietario no deberá asumir los gastos de conservación del bien durante todo el tiempo
en que esté vigente el contrato de arrendamiento, lapso durante el cual quien debe efectuar
y cargar con el costo de su conservación es, sin lugar a dudas, el inquilino.

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