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En el Foro “Un campo para el campo, por un agenda pública para la economía campesina”
convocado por la Universidad Javeriana, SEGRARIO y Votebien y llevado a cabo el 24 de
noviembre, académicos, funcionarios y ex funcionarios públicos, editorialistas y candidatos a
la presidencia, se reunieron a analizar el estado actual y el futuro del campesinado. El debate se
apoyó en tres documentos, presentados por sus autores, Carlos Salgado Araméndez , Fernando
Barberi Gómez (con la coautoría de L. J. Garay S. y de I. Cardona L.) y Jaime Forero
Álvarez que fueron comentados por algunos expertos entre los cuales Alejandro Reyes
Posada, Gabriel Rosas Vega y Ricardo Torres nos entregaron sus observaciones por escrito.
Por otra parte, a Juan Guillermo Ferro y a Abaslón Machado les solicitamos, posteriormente,
hacer sus comentarios al el capítulo uno. Los tres escritos mencionados, junto con los
respectivos comentarios, se publican en los tres primeros capítulos de este libro.
En este foro se trató de dar respuesta a los siguientes interrogantes: ¿Qué está pasando, y qué
va a suceder con la economía campesina si se mantienen las actuales condiciones productivas,
afectadas críticamente por el desplazamiento y la concentración de la tierra? ¿Cómo va a ser
afectada la producción campesina si se aplica lo pactado con Estados Unidos en el Tratado de
Libre de Comercio? ¿La política pública actual está bien encaminada para estabilizar la
población y la producción rural? ¿Con qué cambios es preciso que se comprometa el Estado y
las instituciones de la sociedad colombiana para enfrentar estos retos? En el capítulo cuatro se
condensan las respuestas que dieron los candidatos Jaime Araujo, Gustavo Petro, Álvaro Leyva
Durán y Germán Vargas Lleras a estos interrogantes. Por diversas razones los demás
candidatos, al cierre de esta edición, no habían enviado sus respuestas o no habían respondido a
nuestra petición de hacernos llegar su aprobación para publicar las transcripciones de las
grabaciones que tenemos con sus declaraciones sobre estos temas. Esperamos que muy pronto,
por otros medios, podamos lograr el objetivo de reunir todas las propuestas de todos los
candidatos a la Presidencia sobre la política pública para la economía campesina y esperamos
poder seguir convocando al país a debatir sobre agricultura, la alimentación y el medio
ambiente. La idea es seguir trabajando para abrir dentro de la sociedad colombiana un campo
para el campo.
En Colombia, la territorialidad del campesino mestizo es más difusa que la de los indígenas
quienes han logrado precariamente, en unos casos, holgadamente, en otros, establecer sus
espacios geográficos definidos en los cuales ejercen, o tratan de ejercer, su autonomía. El
indígena exige el goce total de sus derechos como ciudadano colombiano y como etnia que
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
posee una entidad que lo diferencia en la diversidad y que lo incluye en la multiculturalidad.
Por su parte el campesino, lucha día a día por integrarse a una sociedad que no lo reconoce
como bien lo plantea Carlos Salgado en el capítulo uno de este libro.
Quizás la principal deuda que tiene la sociedad con el campesinado es reconocerlo como un
productor que contribuye sustancialmente a la alimentación, a las agroindustrias y a las
exportaciones del país, tal como se muestra en el capítulo tres. Y como un ciudadano que tiene
plenos derechos a la alimentación, la vivienda, la educación, la salud y a ser sujeto activo y
partícipe de la producción cultural del país.
El campesino demanda que lo dejen ser lo que es y lo que quiere ser. Pero para poder ser uno
mismo se requiere ser aceptado y reconocido por su sociedad, por su país. El campesino
demanda que si trabaja la tierra con un azadón, con un machete, con un tractor, con una
guadaña o con una bomba fumigadora, se le reconozca que es un productor agrario y no que se
le reduzca a la categoría miserabilizante de “labriego” que a mi juicio es un concepto que lo
define como un ser marginal que inspira lástima.
El campesino es un actor que a pesar de haber desarrollado capacidades con las cuales logra ser
eficiente como productor agropecuario tiene severas limitaciones para el acceso a los medios
para poder aplicar su experticia. Pero aun así, estos productores contribuyen decisivamente a
nuestro sistema agroalimentario y exportador mientras la sociedad desconoce quiénes son
realmente sus campesinos.
Para poder ser campesino, productor familiar, pequeño agricultor o ganadero, se necesita tener
acceso a los factores de la producción y entre ellos a la tierra. A la tierra que para el campesino
es, al mismo tiempo, patrimonio económico, familiar y cultural. A la tierra que es un elemento
sustancial para el soporte de su familia y de su comunidad rural.
El campesino es un ciudadano que reclama, exige, necesita que la sociedad lo deje ser él
mismo. Pero la sociedad le inhibe su realización porque permite la perpetuación del
latifundismo que le restringe el acceso a la tierra y porque las entidades y programas que deben
brindar el soporte financiero, tecnológico y comercial a la producción agropecuaria, son
insuficientes y en no pocos casos discriminan en su contra.
En medio este estado de cosas al campesino no se le tiene en cuenta cuando se formulan las
políticas agropecuarias que muchas veces, y desde hace décadas, se diseñan ignorándolo, o
llevándole inconsultamente programas. Todo esto se refleja, por ejemplo, en el caso del
Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos. Mientras que los efectos de este acuerdo
sobre el empresariado agropecuario han sido objeto, desde hace varios años, de un amplio
debate, hasta ahora comenzarán a discutirse sus consecuencias sobre el campesinado, gracias al
trabajo cuyos resultados estamos dando a conocer en el capítulo dos de este libro. Y téngase en
cuenta que este estudio advierte que las consecuencias serán particularmente nocivas para
amplios grupos de los pequeños productores agropecuarios.
Introducción
El trabajo del Grupo de Verificación es claro en mostrar las cifras de este drama y avanza en la
definición de propuestas sobre verdad, justicia y reparación. Sin embargo, bien vale la pena
preguntarse por qué ha pasado y continúa sucediendo este fenómeno, por qué la sociedad
urbana lo observa con indolencia y por qué las políticas públicas gubernamentales parecen no
encontrar una respuesta que permita superar lo que la Corte Constitucional ha denominado el
“estado de cosas inconstitucional”.
*
Economista, MA Medio Ambiente y Desarrollo, Director del Proyecto Planeta Paz.
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
El fenómeno del desplazamiento ha permitido que algunas miradas vuelvan sobre la cuestión
rural, concentrando su atención en la problemática de las tierras conculcadas y los mecanismos
necesarios para su restitución. Si bien el tema de la tierra –del abuso sobre el recurso bajo
control de la población desplazada y su concentración− es necesario, no parece suficiente para
crear las condiciones de una reparación justa, brindar las garantías de no repetición y promover
una estructura rural democrática e incluyente.
Este documento aprovecha la crítica situación creada en el campo colombiano para una lectura
del problema y sugerir unos temas para el debate.
Pero sobre la tierra como factor productivo, de renta y cultural existen varias interpretaciones
que modifican sensiblemente las apreciaciones de quienes intervienen en los debates. Desde la
lógica de los programas de reforma agraria que estuvieron ligados a los modelos de sustitución
de importaciones y promoción de exportaciones, la tierra era un factor productivo esencial para
el desarrollo de políticas agrarias activas, razón por la cual se promovió su uso hasta el punto
Los resultados de estos modelos en términos de equidad, justicia y democracia son paradójicos
por varias razones. Primero, al tiempo que promovieron la modernización del campo a partir de
una estructura de medianas–grandes propiedades, no crearon una institucionalidad lo
suficientemente sólida que definiera de manera precisa los derechos de propiedad tanto
privados como públicos. Segundo, hicieron eco de la perspectiva modernista de la economía
que indicaba que la vía para salir del subdesarrollo era la industrialización que, al requerir
trabajadores y alimentos baratos, demandó la modernización del campo y la expulsión de sus
excedentes de mano de obra, de donde se derivó una política de reforma y reparto marginal de
la tierra. Tercero, estos modelos de desarrollo definieron una cuádruple perspectiva sobre la
población rural: al sector de los colonos le asignó la tarea de abrir nuevas tierras sin definirles
una estructura de asignación de propiedad, con lo cual facilitó su posterior despojo por parte de
terratenientes; a un sector del campesinado le asignó la tarea de producir alimentos baratos con
un reparto mínimo de tierra o incluso sin reparto como en el caso DRI, y ser jornalero de las
haciendas y explotaciones de materias primas, sin definirles una estructura moderna de
derechos laborales; otro sector del campesinado debió salir del campo bien mediante la
exclusión del reparto de la tierra o expulsado a través de mecanismos de coerción sin que el
Estado castigara estas acciones, y se abrió espacio para la consolidación de inversionistas del
agro y productores de materias primas sin regular su accionar económico. Cuarto, no se
atrevieron a tocar la estructura terrateniente que se consolidó a partir de la captación de rentas,
Se tiene entonces una herencia compleja de los modelos de desarrollo industrial, promotores de
la movilización de la población rural hacia distintos frentes bajo una perspectiva hegemónica
en lo cultural y económico, en la cual el control sobre la tierra jugó el papel de eje articulador
puesto que su uso era vital para la reproducción del capital y la consolidación de los nuevos
actores económicos. Estos modelos tenían implícita una desvalorización relativa del
campesinado, no sólo porque no lo estimaron sujeto apto para el desarrollo sino porque a una
alta proporción le asignó un rol subsidiario, como peón de brega sin garantías en la apertura de
nuevas tierras, como jornalero y proveedor de alimentos baratos. Esta desvalorización se hizo
más fuerte en los procesos de ajuste del modelo, en la medida en que la reestructuración de los
procesos fabriles, la flexibilidad laboral en la manufactura y la apertura de mercados han hecho
menos necesarios el trabajo manual, la manutención de los trabajadores y ha facilitado un
mayor flujo de alimentos en el mercado mundial.
¿Por qué subsiste el campesinado? La mayor parte de la teoría puesta al servicio de los
modelos convencionales y alternativos del desarrollo, propios de la época entre los años
cuarenta y ochenta, apostó por la rápida desaparición del campesinado y la consolidación de la
agricultura empresarial con asalariados rurales. Sin embargo, hay al menos cuatro razones que
permiten entender por qué esta apuesta no se dio. Primera, la disponibilidad de tierras y
recursos por explorar y explotar no se ha agotado, pues de hecho sólo hasta años muy recientes
se llenaron los vacíos al interior de la frontera agropecuaria y aún quedan los confines de la
Orinoquia, el Chocó y algunas tierras altas. La política gubernamental no ha dictaminado un
cierre de la frontera y es laxa frente a la colonización aún a costa de la destrucción de
ecosistemas vitales. Segunda, la incapacidad de la industria manufacturera para generar empleo
productivo y con calidad a las capas urbanas deja un espacio amplio para la provisión de
alimentos baratos, que el campesinado suple con solvencia. Tercera, el campesinado ha
desarrollado un amplio acervo de capacidades para lograr niveles de integración al modelo
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
productivo y tecnológico, al aprovechar los resquicios y las políticas definidas a su favor, que
le permiten ser sostén del sistema agroalimentario nacional; este papel ha permitido algunos
momentos de articulación con el Estado. Cuarta, las élites han hecho caso omiso del conflicto y
han permitido el funcionamiento de una institucionalidad arbitraria que a la vez que promueve
la barbarie contra la población rural, estimula sus acciones de resistencia, explícitas en
múltiples acciones de orden económico, social, político y cultural.
Los estilos y modelos de desarrollo promovidos hasta los años ochenta tuvieron una visión
sobre lo rural, sobre la tierra en particular, y generaron unas formas específicas de integración–
expulsión de la población; se lucraron incluso de unos ciclos de la violencia para intentar
ajustar el uso de los recursos y desde el desdén modernista procuraron hacer funcional a sus
intereses el conflicto colombiano. Pero la visión sobre la cuestión rural cambió desde los años
noventa y con ello la importancia de los anteriores factores productivos (capital, tierra,
trabajo), de los mecanismos de integración y de presión sobre la población. Fueron varias las
razones que impulsaron el cambio de perspectiva: la mayor apertura del mundo gracias a los
sistemas de información basados en el concepto de red, las transformaciones en el modelo
fabril con el desarrollo de la tecnología, la aplicación del conocimiento tecnológico a todos los
procesos productivos dados los avances en el descubrimiento de nuevos materiales y la
aplicación de la ciencia a los procesos de la vida, la desregulación laboral, la consolidación de
bloques regionales de países, y la disputa por recursos y mercados localizados en territorios
específicos. Sobre estos cambios, entre otros, la visión sobre lo rural fue influenciada, en
particular, por la perspectiva europea para la definición de su “política agrícola común –
PAC−”.
El campesinado y los pueblos rurales han desarrollado una lucha de siglos por el acceso y
control sobre los recursos, la tierra y territorios. Los pueblos indígenas y afros han logrado
conquistar legislaciones especiales que les confieren un estatus de ciudadanía acorde con su
manera de interpretar culturalmente sus derechos, puestos en un lugar concreto, un territorio,
sobre el cual tienen –al menos jurídicamente− control, es decir, ejercen territorialidad. Dentro
Un sujeto social desvalorizado suele no ser reconocido socialmente y sufre un daño severo en
la construcción de su propia subjetividad. El no reconocimiento social conduce a que la
sociedad no avale procesos de redistribución de activos en su favor, constituyendo una doble
falla que configura un cuadro de injusticia con el cual es tratado. Sin reconocimiento y sin
redistribución a su favor, este sujeto es fácilmente vulnerado por aquellos otros sujetos o
actores que creen tener el favor de la sociedad porque portan los “valores” que impone el
desarrollo.
La disputa ideológica y práctica por la tierra se ha diluido ante la fortaleza de los otros actores
que intervienen en el mundo rural, que la apropian para explotar los recursos que sustenta,
ejercer controles territoriales e imponer sus normas. En este sentido, el enfoque que copia la
matriz de la política europea resulta ser completamente funcional al conflicto colombiano y sus
manifestaciones. Al colocar el territorio −recursos en él existentes− como sujeto de la política
y romper la relación sujeto (comunidad) – trabajo − tierra, termina poniendo en cuestión el
manejo de la territorialidad, es decir, del sistema de poder que controla el territorio. Por ello,
los actores de la violencia se ven impelidos a desocupar el territorio de población, de
organización social y política para definir una nueva forma de poder, acción en la que arrasan
incluso con la legislación existente (la de pueblos indígenas y afros). Su accionar tiende
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
entonces a des-configurar el territorio en la forma actual para reconfigurarlo de acuerdo a sus
intereses, con la dotación de población mínima necesaria. El desplazamiento forzoso de
población es entonces un mecanismo adecuado para esta reconfiguración.
La tierra en sí misma es valiosa como recurso físico y económico pero como proceso social y
político tiene una importancia relativa puesto que no puede/debe entenderse por sí misma sino
con todo el conjunto de relaciones con que se asocia. En el mundo rural no hay cultura sin la
tierra, pero ella no es sin su entorno ecosistémico, cultural y las maneras de transformarla. Por
ello mismo, en lo que tiene que ver con el fenómeno del desplazamiento forzado, la relación
principal a resaltar es el vínculo que se establece entre el sujeto y la tierra: ¿puede el primero
hacer un ejercicio de enriquecimiento social y cultural con la segunda? ¿Cuál es el tipo de
ejercicio que puede/debe reconocer la sociedad? ¿Cuál es entonces el tipo de sujeto? ¿Amerita
este sujeto acciones de redistribución en su favor? ¿En caso de despojo, la sociedad puede y
debe reconocer y avalar acciones de restitución y reparación porque el ejercicio del sujeto se
estima valioso económica, política, cultural y socialmente?
En consecuencia, el centro del problema no es la tierra, sin que ella deje de ser crucial. El
centro del problema es el reconocimiento del sujeto. Si este reconocimiento no se hace efectivo
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
o, en otras palabras, si para el caso del campesinado, indígenas y afros no se corrige la falla de
reconocimiento que ha dado lugar al desplazamiento forzado y a la no reacción de la sociedad
frente a esta atrocidad, cualquier política redistributiva será mínima y no brindará garantías de
no repetición del desplazamiento. Es decir, el Estado hará una cesión mínima de un activo con
un respeto mínimo del sujeto, pues su apreciación desvalorizada del sujeto así lo indicará.
Puesto este argumento en otras palabras, la única manera de que haya reparación con justicia es
que la memoria de la contribución del campesinado a la sociedad colombiana sea restablecida
para que ni la sociedad ni el Estado permitan que estos hechos se repitan y, en consecuencia,
protejan las acciones de restitución y reparación.
Bajo esta perspectiva, las acciones de política podrán determinar cuál es el papel que los
diferentes actores pueden jugar en el espacio rural y cuál es el manejo de las relaciones de
poder; es decir, quiénes ocupan qué territorios, para qué y con qué mecanismos de poder
avalados social y políticamente.
1
Documento de trabajo de Planeta Paz sobre sistematización de las agendas del movimiento
campesino. No publicado.
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
La tierra y el desarrollo. Se esbozan estas grandes líneas:
a. Reforma agraria. Cinco posiciones analíticas:
d. Reforma ambiental más que reforma agraria: la redistribución de la tierra sin atender al
estado de los recursos y los ecosistemas, sólo conducirá a un mayor deterioro de dichos
recursos y ecosistemas y al empobrecimiento de los supuestos beneficiarios.
A pesar del espacio que han perdido los temas rurales en el medio académico, los pocos
lugares en los cuales aún se produce conocimiento sobre el tema −las organizaciones sociales y
ONG−, generan opciones que hacen contraste con la política gubernamental, tan centrada en
una visión unilateral. Este debate es esencial para la toma de decisiones sobre lo rural, la
agricultura y los actores que han de continuar interviniendo, puesto que el conflicto social,
político y armado, la política gubernamental y las acciones sociales de resistencia tienen de
hecho un lugar teórico y práctico que produce consecuencias.
Lo que quiere manifestar este ensayo es que las acciones de restitución y reparación de la
población desplazada deben ser entendidas en el porqué del fenómeno para que den pie a la
construcción de la memoria, aquello que lo produce. En este sentido, la memoria no es sólo el
anecdotario histórico de los hechos, es la razón explicativa del contexto social, económico y
político que ha dado lugar a que la arbitrariedad, vuelta hecho político y social, conduzca a
fenómenos como el desplazamiento, dentro de lo cual las estrategias de desarrollo rural no
están exentas de responsabilidad; en consecuencia, la política gubernamental por acción u
omisión, dado que hubo suficientes llamados desde distintos lugares de la sociedad para que
atendiera los problemas derivados de sus enfoques y prácticas.
El mundo rural no tiene que albergar sólo al campesinado, a los indígenas y afros. También
pueden están en él, inversionistas del agro y del turismo, medianos y grandes propietarios
(¿con cuál límite a la propiedad?), comerciantes, funcionarios, curas, etc., toda la gama de
actores que lo hacen un mundo cosmopolita por el cruce de culturas y mediaciones. Pero ello
exige precisamente que se reconozcan las diferencias, los procesos identitarios y sus roles.
Nada dice que el desarrollo rural debe ser sólo para un actor, sobre todo cuando las estructuras
económicas y sociales industriales no han podido brindar a la población urbana empleo y vida
Este ensayo también quiere dejar explícita la contribución del campesinado a la economía
nacional. Algunos de los estudios académicos manifiestan que el campesinado se ha encargado
de producir, como tendencia histórica, alrededor del 65% de los alimentos de consumo directo,
el 35% de la leche, el 5% de las aves, el 30% del café de exportación, el 14% de los pastos. Los
cultivos predominantemente campesinos cubrían a comienzos de siglo el 67.2% de la
superficie cosechada y generaban el 60.1% del valor de la producción agrícola y aportaban el
35% de la canasta diaria de consumo de la población colombiana. En este sentido, la primera
acción de reparación que instancias como la Corte Constitucional y las organizaciones de la
sociedad civil pueden desarrollar, es la de mostrar a la sociedad colombiana el aporte de los
pueblos rurales a la sociedad, la economía y la cultura, que se hacen explícitos, entre otros, en
la seguridad y autonomías alimentarias de que gozamos y en la fortaleza institucional que para
la democracia brinda la pluralidad de sus organizaciones. El sólo hecho de hacer este
reconocimiento implica mostrar a la sociedad la arbitrariedad de la estructura actual, que
permite y avala esta violación de los derechos humanos de la que ahora es población
desplazada.
Las acciones de reparación también pueden demandar del gobierno la apertura de un debate
sobre el presente y futuro del desarrollo rural, no sólo porque se mantiene el “estado de cosas
inconstitucional” sino porque el desplazamiento de población continúa.
Este podría ser el principio de las acciones de reparación tendientes a corregir las fallas de
reconocimiento y redistribución tan propias de los procesos de desvalorización del
campesinado. Sin memoria estos dos elementos no ayudarán a construir un sentido de la
COMENTARIOS
Absalón Machado C.
Carlos Salgado señala que la tierra se ha planteado como la cuestión central del debate sobre la
restitución y reparación a las víctimas del conflicto que han sido despojadas de sus bienes de
manera violenta o fraudulenta. Y sienta la tesis de que el tema de la tierra no parece suficiente
para crear las condiciones de “una reparación justa, brindar las garantías de no repetición y
promover una estructura rural democrática incluyente”.
También señala que sobre la tierra como factor productivo, de renta y cultural, existen varias
interpretaciones que modifican las apreciaciones de quienes intervienen en el debate. E
igualmente recuerda que los diferentes modelos aplicados en los procesos de modernización
agraria contenían implícitamente una desvalorización relativa del campesinado por los roles
asignados en los procesos de acumulación, y la consideración de que no tenía capacidades y
habilidades para el desarrollo. Sin embargo, el autor anota las razones por las cuales el
campesinado, pese a esa situación, no ha desaparecido del panorama agrario y se mantiene
reclamando sus derechos al lado de los empresarios, quienes en las nuevas concepciones del
desarrollo rural pasan a privilegiarse como actores con capacidades de integrarse a la dinámica
de la globalización.
Si la respuesta es afirmativa, la conclusión sería que las elites que dominan el Estado han
propiciado políticas públicas que hacen caso omiso de los procesos de acumulación de tierras,
sea a través del mercado o de la violencia. Y también: el despojo de tierras utilizando la
violencia o los mecanismos del mercado resulta funcional al fortalecimiento del poder político
de la clase propietaria y sus vínculos con la definición de las políticas públicas. Todo ello
explicaría el porqué los procesos de reparto de tierras con intervención directa del Estado
salieron de la agenda pública precisamente cuando el conflicto tuvo sus épocas de mayor auge,
y especialmente a partir de los años ochenta. Muchos temas de análisis surgen de estas
preguntas que van al fondo de los problemas agrarios y la crisis recurrente de la agricultura.
Salgado plantea así una cuestión de fondo sobre el concepto de nueva ruralidad y la
instrumentalización que de ella ha hecho el Estado en las fases más recientes del conflicto y
que pueden deducirse de los actuales planes de desarrollo donde lo importante es recuperar el
territorio por parte del Estado y facilitar la inversión empresarial para una “ocupación pacífica”
del mismo. Ese proceso reconfigura el espacio territorial en función de intereses de grupos con
capacidad inversionista y con poder en el Estado. He allí entonces la crisis del campesinado y
el drama de los desplazados que han sido sacados del territorio rural para facilitar la acción de
nuevos poderes en el sector rural, sin muchas esperanzas de que la política de restitución de
tierras sea efectiva y se complemente con una de reconfiguración de la estructura agraria donde
pequeños y medianos productores asuman liderazgos en el desarrollo rural.
Finalmente, el autor hace un reconocimiento a la importancia de la memoria para que las fallas
de reconocimiento y de redistribución ayuden a reconstruir justicia y reparación. La memoria
de los contextos en los que se ha producido el despojo de abandono de tierras y de los procesos
y métodos de despojo con señalamiento de los actores responsables, se constituye en una deuda
que la sociedad tiene con las víctimas. La dilucidación de los sistemas de despojo y sus
responsables es una tarea de la memoria histórica que requiere de un trabajo sistemático, en la
medida en que la sociedad colombiana ha invisibilizado ese fenómeno. Sólo cuando las
organizaciones de víctimas y algunas entidades internacionales han tratado de mostrar la
magnitud del despojo de tierras y las consecuencias dramáticas que tiene para los desplazados,
el fenómeno se ha ido visibilizando.
COMENTARIOS
Universidad Javeriana
El trabajo de Carlos Salgado es de enorme importancia para todo aquel interesado en preservar
la diversidad social y cultural de nuestro país. El tema y la problemática de la desvalorización
del campesinado reflejan la crisis de un proyecto de nación democrático e intercultural. Desde
mi perspectiva esta ponencia es un importante aporte al análisis sobre la relación entre cultura
y política para el caso de los campesinos colombianos, vínculo que en Colombia apenas ha
sido estudiado. Esto es claro si se pone en referencia con los numerosos estudios que han
analizado esa relación para el caso de los indígenas y los afrocolombianos. Pero la cuestión no
es sólo de novedad temática, creo que la indagación sobre este vínculo puede dar importantes
luces sobre la situación actual del campesinado colombiano, y, lo que es más importante aun,
sobre las posibles salidas a esa situación.
Sin embargo, son la acción colectiva y los movimientos sociales latinoamericanos la prueba de
la relación existente entre cultura y política. Cuando estos movimientos luchan, entre otras
cosas, por rescatar el concepto y la práctica de la diferencia están haciendo política en la
medida en que tratan de afectar un valor dominante en la cultura que no reconoce la diferencia
o que, si la reconoce, la utiliza para ejercer poder a partir de ella. Esta demanda no
necesariamente se reduce a una reivindicación frente al sistema político, pues se hace ante las
relaciones de poder existentes en la sociedad y por lo tanto ante una cultura política dominante
históricamente.
Existe entonces una limitación en estas teorías segmentadoras en cuanto a la relación entre
política y cultura. Allí pareciera que lo cultural es un añadido, incluso una variable
2
McDam, Doug; McCarthy, John D. y Mayer N., Zald Movimientos Sociales: perspectivas comparadas.
Madrid, Istmo, 1999. Pág. 27.
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
recientemente aceptada, una esfera más del fenómeno. Lo que aquí propongo es que para
analizar el caso de los movimientos campesinos es imposible separar lo político de lo cultural y
viceversa, como lo dicen claramente autores latinoamericanos como Escobar, Dagnino y
Álvarez3. Con ellos pienso que la cultura no es una esfera más sino una dimensión de todas las
instancias económicas, sociales y políticas. La acción colectiva y los movimientos sociales son
un aspecto vital de la producción cultural, un ámbito crucial para entender la relación entre lo
cultural y lo político. En algunos casos estos movimientos plantean una redefinición en su
relación con la “política” en la medida en que la “desinstitucionalizan” y la “desestatizan”,
ampliando así el campo de la política misma. En concreto, hay una ampliación de las esferas
públicas que incluye prácticas económicas, sociales y culturales que desbordan el marco
institucional e incluyen el ámbito de lo cotidiano.
Entonces, la tesis central de Salgado sobre la desvalorización del campesinado permite plantear
varias preguntas desde esta relación entre política y cultura: ¿Cuáles son las características de
la sociedad campesina que hacen que actualmente se le pueda considerar una cultura diferente
a la hegemónica? ¿Los valores que tradicionalmente se le han asignado a la sociedad
campesina como la autonomía, que se concreta en el apego al trabajo libre, a la familia, a la
comunidad, a la religión, a la producción alimentaria, a la tierra y al territorio, entre otros,
siguen siendo vigentes tanto desde la visión que los campesinos tienen de sí mismos como
desde la percepción que otros actores sociales tienen sobre ellos? ¿Es posible afirmar que la
conciencia y claridad sobre las particularidades de la identidad cultural campesina son
imprescindibles para el ejercicio eficaz de la acción y la resistencia política? O por el contrario
¿la acción y la resistencia política son las que van configurando y cohesionando el
autoreconocimiento identitario? En las comunidades campesinas, ¿cuál es el papel de la
memoria en la construcción de la identidad y de la política? ¿Se hace “política de la memoria”
y “cultura de la memoria” como se ha analizado para las comunidades indígenas?
Sabemos desde los imaginarios dominantes que ha trabajado el propio autor que hay una visión
economicista que privilegia la dimensión productiva olvidándose del sujeto social; una visión
liberal modernizante que ve al campesino como una especie en vía de extinción o, en el mejor
3
Escobar, Arturo; Álvarez, Sonia E. y Dagnino, Evelina (eds.) Política cultural y Cultura Política. Una nueva
mirada sobre los movimientos sociales latinoamericanos, Taurus - ICANH, Bogotá, 2001.
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
de los casos, como el estancado, el dependiente, el atrasado o el incapaz; y una visión
estructuralista que vería al campesino como estricto reflejo de sus condiciones materiales de
existencia relegando sus resistencias, sus sueños y utopías. Pero ¿qué tanto los campesinos
colombianos creen que conforman una cultura diferente a la dominante? ¿Qué tan interiorizada
está en los propios campesinos la visión dominante en Colombia que sólo ve diferentes a los
campesinos desde la visión de niveles o escalas de “desarrollo” económico, es decir, desde la
concepción que los clasifica como pequeños productores agrarios?
En síntesis, el trabajo aquí comentado tiene la enorme virtud de ser provocador e incitar a la
elaboración de una agenda de preguntas de investigación sobre un tema que es crucial para la
consolidación de la democracia, la justicia, la paz y la diversidad cultural en nuestro
descuadernado país.
Luis Jorge Garay Salamanca, Fernando Barberi Gómez e Iván Cardona Landínez
INTRODUCCIÓN
El objetivo principal del presente estudio es analizar y estimar los impactos previsibles del
Tratado de Libre de Comercio (TLC) entre Colombia y los Estados Unidos sobre la economía
campesina colombiana, a partir de los resultados y condiciones acordadas para el sector
agropecuario en la negociación de dicho tratado.
Para tal fin, en primer lugar se estiman los impactos previsibles que la desgravación arancelaria
acordada en el TLC con Estados Unidos podría traer sobre el sector agropecuario productor en
Colombia, en términos de los cambios esperados en los precios internos y por esta vía, en las
áreas sembradas y la producción, especialmente para aquellos productos que cultivan o
sostienen en una magnitud importante las economías campesinas.
*
Resumen ejecutivo del documento del mismo nombre La elbaoración de este trabajo fue apoyada por Oxfam
Internacional. Los contenidos de este informe no necesariamente reflejan la opinión de Oxfam
Internacional.
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
cual tiene la ventaja de permitir evaluar con mayor detalle los efectos directos sobre los
principales productos del agro colombiano, pero al costo de ignorar parte de los efectos
indirectos derivados de las relaciones de sustitución y complementación existentes entre ellos.
En tercer lugar, a partir de los resultados generales sobre el impacto del TLC para cada cultivo
o actividad pecuaria en particular, se estima el efecto probable que la liberación comercial
traería sobre los productores de economía campesina y, por esta vía, sobre los ingresos de sus
hogares. Esta medición involucra el cálculo de la estructura promedio de ingresos y gastos de
tales productores, a partir de la información de precios y costos de producción disponible en el
país. Aplicando los cambios estimados por efectos del TLC en el precio interno, la producción
y el área sembrada a la estructura productiva calculada, es posible estimar el impacto sobre el
ingreso total, el valor agregado o excedente del productor y la ganancia neta de estos
productores, tomando como referencia el año 2005. Con dichas estimaciones se evalúa el
impacto que el Tratado podría ocasionar sobre el ingreso total de los hogares campesinos, así
como sus implicaciones sobre los niveles de pobreza que agobian a los mismos actualmente.
Es importante tener en cuenta que el interés principal de este estudio es el de determinar cuáles
serían los impactos del TLC para los productores de economía campesina y los hogares que
dependen de ellos en Colombia, desde el punto de vista de los patrones de producción. Esto
implica que no se contabilizan los efectos para los hogares por el cambio en los precios
relativos de los distintos bienes de consumo así como tampoco los derivados de los cambios en
el ingreso nacional, ni aquellos que se registrarán en los ingresos fiscales de la Nación.
A continuación se incluye un resumen ejecutivo que contiene los principales resultados del
estudio. Posteriormente, en el primer capítulo del informe se presentan algunos de los
elementos característicos de la negociación agropecuaria, así como de los principales
Se anexa a este documento un CD con todos los anexos metodológicos y estadísticos utilizados
en el trabajo.
RESUMEN EJECUTIVO
El presente trabajo pretende estimar el efecto que podría derivarse del Tratado de Libre
Comercio suscrito por Estados Unidos y Colombia sobre los pequeños productores campesinos
de este último país, en términos de disminuciones de producción e ingresos, bajo la hipótesis
de que difícilmente estos productores podrán aprovechar las pocas oportunidades que en
materia agropecuaria se derivan de la negociación de este Tratado para aumentar su producción
o sus ingresos.
En efecto, casi todos los bienes tradicionales de exportación de Colombia ya gozan de entrada
libre de aranceles a los Estados Unidos, y el único producto con alto potencial exportador que
cuenta con restricciones arancelarias –el azúcar– quedó excluido de la desgravación. De otra
parte, en la mayoría de los productos promisorios identificados por el Gobierno dentro de la
agenda exportadora agropecuaria, el aumento de exportaciones hacia los Estados Unidos como
resultado de las condiciones planteadas en el TLC es incierto y está atado al cumplimiento de
diversas condiciones previas. De una parte, depende de la voluntad de las autoridades
estadounidenses para remover barreras al comercio injustificadas como fechas y puertos de
entrada y, de otra, depende del avance de la agenda interna que debe implementarse en el país
para mejorar la competitividad de los distintos productos y ajustarlos a las normas sanitarias y
fitosanitarias exigidas como la trazabilidad, y para adecuar la producción interna a los
estándares internacionales en materia de calidad, empaques, etc.
Adicionalmente, en caso de que se logre concretar alguna de las posibilidades que se abren con
el Tratado, no es claro que pueda beneficiar a los productores de economía campesina,
teniendo en cuenta la magnitud y el costo de los ajustes e inversiones que sería necesario
En segundo término, se estaba ad portas de concretar un escenario de libre comercio con una
de las potencias económicas mundiales, con un evidente y profundo grado de asimetría entre
las economías de ambas naciones (en el 2001, el PIB estadounidense era 122 veces más grande
que el colombiano), el tamaño de los mercados (la población era 7 veces mayor y la extensión
del territorio es 9 veces más amplia en Estados Unidos), la producción agropecuaria (el PIB
agropecuario superó en 15 veces al colombiano y la superficie cultivada en 26 veces), la
capacidad exportadora del sector (las exportaciones agropecuarias estadounidenses superaron
en más de 20 veces las colombianas) y el grado de desarrollo tecnológico de la actividad (el
número de tractores por cada mil trabajadores era 257 veces mayor en Estados Unidos).
En tercer lugar, se pretendía abrir el mercado interno colombiano a las ventas externas de un
país que otorga una cuantía significativa de ayudas internas a la producción y subsidios a las
exportaciones, con claros efectos distorsionantes sobre el comercio y los precios mundiales.
Aunque se sabía que, con excepción de los subsidios no financieros a las exportaciones,
resultaba bastante difícil si no imposible una negociación respecto a tales medidas, al menos se
esperaba poder acordar instrumentos en el Tratado que permitieran evitar trasladar sus efectos
a los productores colombianos.
En cuarto término, aunque uno de los principales objetivos de la negociación era consolidar de
manera permanente las preferencias unilaterales otorgadas por los Estados Unidos en virtud del
ATPA/ATPDEA, se sabía que el Tratado sólo conseguiría aumentar las exportaciones
agropecuarias de Colombia si se lograban eliminar las restricciones arancelarias que mantenía
dicho país para sus productos sensibles (azúcar, carne bovina, lácteos y tabaco), así como si se
obtenían acuerdos concretos que permitieran superar las barreras no arancelarias que
enfrentaba un grupo importante de bienes promisorios de exportación (carne bovina y lácteos,
frutas y hortalizas).
Por último, era ampliamente reconocida la sensibilidad del sector en términos de la estabilidad
política, económica y social del país, debido fundamentalmente a su relación con el conflicto
Como se verá a continuación, a pesar de todas estas consideraciones, los resultados finales de
la negociación reflejan que no se tuvo en cuenta ni el reconocimiento de las asimetrías
mencionadas, ni la supuesta importancia política de Colombia ni la corresponsabilidad de los
Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, ni los previsibles efectos
negativos de liberar el mercado interno colombiano ante la presencia de medidas
distorsionantes y sin posibilidades concretas de lograr aumentos significativos en las
exportaciones del sector. Los Estados Unidos negociaron el Tratado teniendo en cuenta sólo
consideraciones de tipo comercial y, en general, el tratamiento otorgado a Colombia fue menos
favorable al concedido a otros países con los cuales había negociado con anterioridad.
En efecto, mientras que los Estados Unidos logró mantener buena parte de la protección a sus
productos a través de la preservación de las ayudas internas a la producción, Colombia accedió
a desgravar la totalidad de sus aranceles (en distintos plazos según el producto) y a desmontar
sus principales medidas de protección, como el Sistema Andino de Franjas de Precios y el
Mecanismo de Administración de Contingentes que garantiza la compra de las cosechas
nacionales, sin tener la posibilidad de adoptar mecanismos para contrarrestar el efecto de
dichas ayudas y subsidios.
Adicionalmente, mientras que los Estados Unidos excluyeron de la desgravación al azúcar, uno
de sus productos más sensibles y a la par uno de los principales renglones ofensivos de
Colombia, así como los productos con alto contenido de azúcar no listos para el consumo final,
no permitieron que este último país excluyera producto alguno, como se pretendía en casos de
bienes altamente sensibles como la carne de pollo o el arroz. Igualmente, se acordó la
introducción de una cláusula de preferencia no recíproca en el ámbito agropecuario, en virtud
de la cual Colombia debe otorgarle a los Estados Unidos cualquier preferencia arancelaria que
Así mismo, no es previsible que esta situación se pueda revertir al menos a corto y mediano
plazo, toda vez que no se logró garantizar el “acceso real” de los productos colombianos que
podrían tener potencial de penetración en el mercado estadounidense, puesto que los
compromisos sanitarios y fitosanitarios asumidos por los Estados Unidos fuera del texto del
Tratado tienen un lenguaje condicional y corresponden más a una declaración de buena
voluntad, a diferencia de las exigencias hechas a Colombia en estas materias, que sí fueron
muy precisas, por ejemplo en cuanto a las obligaciones de entrada para productos cárnicos, un
factor más de inequidad y asimetría contenido en el Tratado.
En resumen, Colombia garantizó a los Estados Unidos la apertura sin condiciones del mercado
interno para sus principales productos de interés exportador, como el arroz, el maíz, el trigo, la
cebada, la soya, el fríjol, los aceites, la carne de pollo y de cerdo, la carne bovina de alta
calidad, la leche en polvo y los lactosueros, entre otros. En contraste, este último país le
condicionó el acceso de un producto importante como el azúcar a un contingente libre de
arancel y no le garantizó la eliminación de las barreras no arancelarias.
En estas circunstancias, es previsible esperar que la reducción en los precios internos tenga
como consecuencia una disminución en el área sembrada y en la producción nacional de estos
bienes, dependiendo de la magnitud de las elasticidades de oferta en cada caso, con el
consecuente aumento en el grado de dependencia alimentaria del país.
En efecto, se encontró que el 48% de los ocupados en la rama agropecuaria durante el año
2005, equivalente a 1.776.253 personas, eran trabajadores independientes o cuenta propia, los
cuales se asocian a los productores campesinos del país,5 cifra que a su vez representaba el
10% del total de ocupados del país, un porcentaje nada despreciable que denota la importancia
de este segmento en la actividad económica nacional.
Así mismo, los hogares campesinos, entendidos como aquellos que contaban por lo menos con
un trabajador independiente en el sector agropecuario eran 1.369.438, que corresponden al
12% del total de hogares del país.
Se observó también que el ingreso promedio mensual de los hogares campesinos durante el
año 2005 ascendió a $340.200, con una diferencia importante entre los hogares ubicados en
zona urbana, que obtuvieron un ingreso promedio de $536.619 por mes, frente a los que viven
en zona rural, que apenas lograron ingresos promedio por valor de $278.280. La mayor parte
de este ingreso se originó en la actividad agropecuaria desarrollada por el hogar (69%), seguida
en orden de importancia por las ganancias y salarios recibidos por actividades en otras ramas
económicas (25%).
Los ingresos de los hogares campesinos evidenciaban condiciones de vida precarias. En efecto,
el 68% de los hogares registró ingresos por debajo de un (1) salario mínimo (76% para los
ubicados en zona rural y 44% para los de zona urbana), y apenas el 3% obtuvo ingresos
superiores a tres (3) salarios mínimos (2% en los hogares ubicados en zona rural y 9% en los
de zona urbana), considerados legalmente como los necesarios para que una Unidad Agrícola
Familiar pueda remunerar su trabajo y obtener excedentes capitalizables.
4
Caracterización realizada a partir de la Encuesta Continua de Hogares del primer trimestre del
año 2005.
5
Personas que explotan un negocio (finca) por su propia cuenta con ayuda o no de familiares,
pero sin contratar ningún trabajador (empleado u obrero) remunerado de forma permanente.
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
Principales Características de los Hogares Campesinos en Colombia en el año 2005
Concepto Urbano Rural Total
Fuente: Cálculos propios con base en información de la Encuesta Continua de Hogares del año
2005 adelantada por el DANE.
Su aporte a la producción agrícola del país es también considerable, toda vez que las unidades
campesinas abarcaron el 47% del área total cosechada en el 2005 con cultivos transitorios en el
país, y el 50% de la producción de los mismos, así como el 56% del área cosechada con
cultivos permanentes y el 48% de su producción. Se destaca la participación de las unidades
campesinas, tanto en área como en producción,7 en cultivos de ciclo corto como cebolla larga
(97%), haba (96%), tabaco (91%), cebolla cabezona (89%), trigo (83%), papa (82%), fríjol
(81%), arveja y cebada (79% cada uno), maíz amarillo tradicional (71%), zanahoria (79%), así
como en cultivos permanentes como cacao (81%), banano (75%), café (74%), caña panelera y
plátano (70%).
Así mismo, su aporte a la producción pecuaria es también importante, tomando en cuenta que
las unidades campesinas poseían en el 2005 el 17% del ganado bovino existente en el país,
siendo mayor su participación en el ganado con orientación a leche y doble propósito (25%)
que en el de carne (12%). Estas unidades poseían igualmente el 17% de las aves, el 35% de los
cerdos y el 38% de las especies menores (ovejas, cabras, conejos y cuyes).
6
Caracterización realizada a partir de la Encuesta Nacional Agropecuaria del año 2005. Se
consideraron como unidades de economía campesina a aquellos PSM (Pedazo de Segmento de
Muestreo) en donde el área agropecuaria era menor o igual a 1 UAF (Unidad Agrícola
Familiar) departamental, y en donde el número de animales era igual o inferior al límite de
pequeño productor definido por la Corporación Colombia Internacional (CCI) y el área
piscícola era menor a 5 hectáreas. Cabe señalar que la CCI es una entidad de capital mixto
(gobierno-sector privado) muy reconocida en el país.
7
En el estudio se supone que las productividades en las unidades campesinas son iguales a las
observadas a nivel nacional.
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
Participación de los Productores Campesinos en la Actividad Agropecuaria de Colombia en
el año 2005
En términos de su estructura productiva, se observó que dentro del área total cosechada en las
unidades campesinas, el 41% corresponde a cultivos transitorios, proporción que en el total
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
nacional equivale al 45%, mientras que con cultivos permanentes está cosechada el 59% del
área en las unidades campesinas y el 55% en el total. En términos de producción, los cultivos
transitorios responden por el 32% mientras que en los permanentes por el 68%, debido a los
mayores rendimientos por hectárea que generan estos últimos. Dentro de los principales
cultivos desarrollados en las unidades campesinas se destacan el café (31%), el plátano (15%),
el maíz (13%), el arroz (8%) y la caña panelera (7%), entre otros.
Clasificando las actividades llevadas a cabo por las unidades de producción campesina según
su grado de transabilidad, se encontró que en términos de área cosechada el 29% corresponde a
cultivos que compiten con importaciones desde los Estados Unidos, el 4% a cultivos con
potencial exportador a dicho país (frutas y tabaco), el 49% a cultivos tradicionales de
exportación que no tendrán impacto por TLC (debido a que cuentan con arancel de nación más
favorecida equivalente a cero) y el 18% restante a cultivos no transables con dicho país.
En lo que respecta al ingreso total generado en las unidades campesina, equivalente a COP 8,1
billones en el año 2005 (USD 3,5 billones), se observa que el 22% fue aportado por las
actividades agrícolas y pecuarias que competirían con importaciones de los Estados Unidos,
que el 4% se generó en las actividades agrícolas con potencial exportador al mercado
estadounidense, que el 52% provino de las actividades agrícolas y pecuarias que no tendrían
impacto por TLC (bienes tradicionales de exportación con arancel NMF igual a cero y bienes
no transables) y que el 22% corresponde a los ingresos aportados por la ganadería bovina de
carne y de leche, sector que contaría con posibilidades de exportación a los Estados Unidos así
como con riesgos de importación desde dicho país.
Cultivos Agrícolas
Actividades Pecuarias
Sectores con doble flujo comercial (2) N.A. N.A. 1.817.474 22%
5. Los efectos del TLC para los productores campesinos: reducción de sus ingresos y
ganancias
A partir del cálculo de la estructura promedio de ingresos y gastos de los productores
campesinos durante el año 2005, empleando para ello la información de costos de producción
de pequeños productores producida por la Corporación Colombia Internacional (CCI), e
involucrando la estimación de los impactos generales del TLC sobre los precios internos, las
áreas cosechadas y la producción obtenida, fue posible obtener una aproximación a los efectos
del Tratado sobre el ingreso bruto (valor de producción) y el ingreso neto (ganancia de la
actividad) de los productores campesinos.
Para tal fin, se procedió previamente a clasificar las distintas unidades productivas en cinco
categorías de impacto del TLC, dependiendo de la participación de los rubros que competirán
con las importaciones originarias de los Estados Unidos. Estas categorías son:
1. Impacto Pleno: Unidades en las cuales el 100% del área cosechada en el 2005 o del
inventario pecuario correspondió a actividades que compiten con importaciones.
2. Impacto Alto: Unidades en las cuales más del 66,7%, pero menos del 100% del
área cosechada en el 2005 o del inventario pecuario, correspondió a actividades que
compiten con importaciones.
3. Impacto Medio: Unidades en las cuales más del 33,3%, pero menos del 66,7% del
área cosechada en el 2005 o del inventario pecuario, correspondió a actividades que
compiten con importaciones
4. Impacto Bajo: Unidades en las cuales más del 0%, pero menos del 33,3% del área
cosechada en el 2005 o del inventario pecuario, correspondió a actividades que
compiten con importaciones.
Como resultado, se encontró que bajo un escenario de precios y tasa de cambio promedios, el
ingreso total agropecuario generado en el conjunto de las unidades productivas campesinas
caería en COP 0,82 billones (USD 0,35 billones), un cambio equivalente al 10% respecto al
valor sin TLC; y que el ingreso neto lo haría en COP 0,36 billones (USD 0,15 billones), un
16% menos que sin TLC.
Ahora bien, los impactos serían distintos según la categoría de impacto del TLC donde se
ubique el productor, con disminuciones considerables de producción y ganancia neta para
aquellos productores clasificados en las categorías de impacto pleno e impacto alto y
reducciones menores o nulas para aquellos que se ubican en los grupos de impacto bajo o sin
impacto.
En efecto, para el grupo de productores con impacto pleno por TLC (que abarcan el 14% del
total de productores campesinos), el ingreso total agropecuario caería en COP 0,25 billones
(USD 0,11 billones); un cambio equivalente al 37% respecto al valor sin TLC; y el ingreso
neto lo haría en COP 0,13 billones (USD 0,05 billones), un 70% menos que sin TLC.
Para los productores pertenecientes a la categoría de impacto alto por TLC (que abarcan el
14% del total de productores campesinos), el ingreso total agropecuario caería en COP 0,23
billones (USD 0,10 billones), un cambio equivalente al 28% respecto al valor sin TLC; y el
ingreso neto lo haría en COP 0,10 billones (USD 0,04 billones), un 49% menos que sin TLC.
En el otro extremo, para el grupo de productores con impacto bajo por TLC (que abarcan el
31% del total de productores campesinos), el ingreso total agropecuario caería en COP 0,19
billones (USD 0,08 billones), un cambio equivalente apenas al 5% respecto al valor sin TLC; y
el ingreso neto lo haría en COP 0,06 billones (USD 0,02 billones), un 5% menos que sin TLC.
Impacto - -
Pleno 14% -250.876 37,4% -127.387 70,2%
Impacto Alto - -
14% -228.755 27,5% -102.528 48,5%
Impacto - -
Medio 13% -152.892 14,3% -72.398 25,2%
Total (COP - -
Mill) 100,0% -823.859 10,2% -358.890 16,1%
Total (USD
Mill) -355 -155
Resumen de los Efectos del TLC Sobre los Hogares Campesinos – Escenario Medio de
Precios y Tasa de Cambio, Año 2005
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Valderrama, M.; Mondragón, H. (1998), Desarrollo y Equidad con Campesinos. Misión Rural,
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La ENA no es una encuesta de hogares, por lo tanto asumir que una unidad
agropecuaria equivale a un hogar de economía campesina, teniendo en cuenta la
definición que provee el artículo, es un supuesto fuerte. Si bien en el documento se
menciona la dificultad en términos de finca no se hace claridad en términos de hogares.
Un hogar rural puede tener varias unidades agropecuarias o un hogar puede ser menos
de una unidad agropecuaria. Esta situación puede estar sobreestimando los efectos del
TLC en los hogares de economía campesina. Por ejemplo, de acuerdo con los
resultados el 14% de las unidades productoras de economía campesina tienen un
impacto pleno, lo que implica que la totalidad de los cultivos corresponden a cultivos
que compiten con importaciones. Es una cifra bastante alta, ya que es poco probable
que un hogar de economía campesina al menos no tenga cultivos para el autoconsumo,
y que únicamente se oriente a cultivo para el mercado.
ABREVIATURAS Y SIGLAS
VP Valor de Producción
GLOSARIO DE TÉRMINOS
Arancel Ad Valorem: Derecho aduanero que debe pagar una mercancía extranjera para
ingresar a un país fijado en términos de porcentaje sobre el valor de la mercancía.
Arancel Base: Nivel del derecho aduanero cobrado a una determinada mercancía extranjera al
ingresar a un determinado país a partir del cual se inicia un programa de reducción arancelaria,
en el marco de la suscripción de acuerdos de libre comercio.
Arancel Específico: Derecho aduanero que debe pagar una mercancía extranjera para ingresar
a un país fijado en términos de cantidades monetarias fijas por unidad de la mercancía.
Arancel Externo Común: Derecho aduanero que aplican de modo uniforme los miembros del
mercado común andino (CAN).
Arancel Intracuota: Derecho aduanero que se cobra por el ingreso de una determinada
mercancía extranjera a un país siempre que la cantidad o el valor de las importaciones no
supere un determinado límite.
Salvaguardia de Precio o de Cantidad: Medida que puede imponer un país para proteger
temporalmente la producción nacional de una determinada mercancía de las importaciones.
Estas medidas pueden ser de precio o de cantidad. En el primer caso se aplican cuando el
precio desciende de determinado nivel y en el segundo cuando las importaciones aumentan de
determinada cantidad. Pueden ser de carácter arancelario o de índole cuantitativa.
Las dimensiones
*
El autor agradece a Elcy Corrales Roa la revisión de este texto, y a Raúl Bernal su
colaboración para acopiar información sobre subsidios, gasto público y crédito.
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
Cuadro No. 1 Colombia. Distribución de la producción agrícola entre campesina y
capitalista. Promedio 1999 – 2000
Por último, los avances de un nuevo cálculo que estamos haciendo (los datos son preliminares)
nos indican que la participación de la economía campesina en la agricultura sigue siendo del
orden del 70% y que los campesinos tienen el 69% del los predios dedicados a la ganadería y el
14% del hato nacional (Cuadro No. 2). De manera tal que se puede afirmar que la producción
campesina contribuye con una porción sustancial (al parecer mayoritaria) de la producción
agrícola nacional y con una parte no despreciable de la actividad ganadera.
Fuente: Para agricultura elaborado con cifras de Minagricultura – Anuario Estadístico. Para
bovinos con la base de datos de FEDEGAN. Para la agricultura se definieron por cultivo y por
departamento los coeficientes de participación de la producción familiar de acuerdo con el
criterio de expertos. Para la ganadería bovina se tomaron los predios con 15 cabezas o menos.
8
El documento de la Comisión es de 2002 (citado por Aguilar, 2003, 254).
9
Esta es una clasificación arbitraria basada en nuestra observación: parece ser que, por lo
regular, quien tiene más de 10 has de café tiende a delegar la mayor parte del manejo de la
finca a un administrador a sueldo, de manera que se pierde el carácter familiar de la
explotación.
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
Cuadro No. 3. Colombia. Evolución del área cafetera 1990 – 2000
En fin, parece sensato pensar que actualmente la población campesina, entendida como aquella
que deriva por lo menos en parte sus ingresos del trabajo en sus fincas o parcelas, es de
alrededor de 1.400.000 hogares (casi 6 millones de personas) y hay, además, en el país 760.403
grupos familiares que fueron desplazados entre 1998 y 2008 (COMISIÓN, 2009) a quienes les
fueron usurpadas sus tierras, animales y cultivos.
10
Utilizo el término espacio con una ambivalencia deliberada. Me refiero por un lado, a
espacios sociales moldeados por un tipo de relación económica. Aludo, por otra parte, a
espacios físicos: zonas en donde predomina un tipo de forma productiva. El espacio social
entendido como red de interrelaciones entre diferentes agentes sociales y económicos y el
espacio físico entendido como paisajes moldeados por estas interrelaciones, inciden en la
conformación (o en la producción) del territorio.
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
2. Espacios de “capitalismo agrario” en donde la formación de la empresa capitalista ha
homogenizado el paisaje socio–productivo. Es el caso de la producción azucarera del
Valle del Cauca, del banano en Urabá y de buena parte (no toda) de la palmicultura.
Se extiende, por otra parte, un complejo tejido de empresarios dedicados a todo tipo de
actividades en los nuevos conglomerados urbanos. De esta manera se conforma un
poblamiento en el cual la relación entre población urbana y rural es más alta que en las
montañas andinas. En fin, en los frentes de colonización los diversos actores sociales
moldean nuevos paisajes rurales y urbanos y van configurando diversos tipos de
territorio.
11
Este punto 6 es tomado de Forero 2009.
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
Vale la pena anotar que frente a la ganadería extensiva que se impone como una
fórmula funcional para el control del territorio colonizado mediante la utilización de los
suelos como un recurso extractivo y el empleo de muy pocos trabajadores, los cultivos
ilegales tienen un impacto insignificante. Mientras sembramos menos de de 200.000
hectáreas en coca, amapola y marihuana tenemos más de 40 millones de hectáreas en
praderas para albergar un hato de menos de 30 millones de cabezas. Si miramos las
proporciones, las cosas son todavía más contundentes: 0,8 cabezas por cada hectárea en
pastos y 200 hectáreas dedicadas al pastoreo por cada hectárea sembrada en cultivos
ilícitos.12 Por supuesto que en las regiones en donde se cultiva la coca, la inestabilidad
de los productores y la emergencia de actores armados, le imprimen unas características
muy especiales a estos territorios. Allí, tanto los cultivadores de la hoja como quienes
basan su economía en ofrecer bienes y servicios a la demanda activada por la actividad
ilícita, luchan también por su reconocimiento como ciudadanos con pleno acceso a sus
propios derechos.
A pesar de las dimensiones del desplazamiento forzado por la violencia ejercida por los actores
armados, de la persistencia de este fenómeno a lo largo de por lo menos los últimos 25 años,13
de la generalización, en varios de estos años, del conflicto en casi todo el mundo rural (y en
buena parte del urbano) se tiene el anterior panorama de la ocupación productiva del espacio
rural colombiano dentro del cual la producción familiar ha logrado no sólo subsistir sino
12
En la dinámica sociopolítica de la producción de drogas el problema grave para los
ecosistemas lo han suscitado las fumigaciones, que parece que no le generan beneficios sino a
quienes venden los herbicidas y bajo cuyos efectos se ha propagado el conflicto armado por
nuevas zonas del territorio colombiano.
13
Sin incluir los años de “La Violencia” de los años cincuenta del siglo XX cuando se produjo
también un desplazamiento masivo de campesinos.
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
continuar con su papel protagónico en el abastecimiento de alimentos y en la generación de
excedentes exportables. Según Alejandro Reyes Posada (2008, 112) en regiones de minifundio
tradicional campesino, se preservó mejor la estructura de propiedad fragmentada de la tierra
porque escaparon al apetito de los nuevos señores de la guerra y de la tierra por monopolizar la
propiedad”. Estas regiones corresponden a las que hemos denominado zonas de capitalismo
rural y espacios campesinos. Como es bien sabido en otras zonas los paramilitares se
apropiaron (y se han seguido apropiando aun después de pactada su desmovilización) de tierras
de campesinos y de hacendados al tiempo que “otros grandes propietarios aprovecharon (¿y se
aprovechan actualmente?) del dominio paramilitar para ampliar sus haciendas a costa de los
predios ajenos” (Reyes Posada, 2008, 162, anotación nuestra entre paréntesis).
Merecen resaltarse dos especificidades de esta ocupación productiva del espacio rural en
Colombia. La primera, que el latifundismo rodea y constriñe tanto a la producción campesina
como a la producción empresarial (o capitalista); la segunda es que a pesar del avance de
ciertos proyectos agroindustriales como el palmero o el de los agrocombustibles, no se puede
decir, como en muchas ocasiones se afirma, que el14 espacio agrícola está moldeado
homogéneamente por la agroindustria trasnacional y que la configuración de los territorios
rurales15 esté cada vez más determinada por una especie de nuevo capitalismo agroindustrial
14
De aquí en adelante este párrafo es tomado de Forero 2009.
15
De acuerdo con varios autores el “territorio”, en este ensayo es definido como la apropiación
material y simbólica del espacio por grupos sociales. La apropiación material se lleva a cabo a
través de relaciones que involucran a individuos, grupos, clases sociales y organizaciones para:
1) la producción de hábitats −de grupos sedentarios o nómadas−; 2) la producción, distribución
y consumo de bienes y servicios; 3) el manejo y apropiación de los recursos naturales (y de los
servicios ambientales); 4) el acceso y posesión de la tierra y de los inmuebles construidos. En
la medida en que los grupos sociales que se relacionan (en la producción o apropiación
material del territorio no son homogéneos sino estratificados y diferenciados internamente, con
intereses contrapuestos, o no necesariamente armonizables, la apropiación material (así como
la simbólica) del espacio es dinámica y conflictiva. En el espacio rural intervienen propietarios,
arrendatarios, aparceros, asociados, patrones, obreros, empleados, jornaleros, campesinos
productores independientes, comerciantes, financistas, prestamistas, etc.). Las vivencias
individuales y colectivas de estos actores y de estos grupos sociales producen representaciones
simbólicas diversas y comunes de un espacio en disputa. Como estas vivencias son, en parte,
producto de la actividad económica (de la producción y de las formas de acceso a bienes y
servicios) las relaciones económicas inciden, a su vez, en la producción de las representaciones
simbólicas del territorio.
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
excluyente que crea economías de enclave cuyos productos son dirigidos a los mercados de
exportación. Según esta forma de ver las cosas, la contraparte de este proceso de
homogenización de los espacios rurales es la reducción a la marginalidad de quienes no se han
ido de los campos y el vaciamiento de los territorios en los cuales las multinacionales no han
penetrado. A mi manera de ver estas dicotomías entre espacios trasnacionalizados y
desterritorialización de las comunidades rurales o entre las fuerzas del capital trasnacional y la
resistencia campesina, corresponden solamente a lo que sucede en ciertos espacios rurales muy
específicos. Pero cuando se pretende que ésta es una característica generalizable a todo nuestro
espacio rural, se oculta la complejidad de la conformación productiva de los espacios rurales
que se acaba de mostrar, y se invisibilizan una gran diversidad de realidades sociales y de
representaciones simbólicas que forman parte de nuestra territorialidad rural.
16
Utilizo el término de agricultura familiar en un sentido amplio que abarca tanto a la llamada
economía campesina como las actividades agrícolas a pequeña escala que algunos autores
como Llambí (1998) y Lamarche (1992 y 1994) proponen ubicarlas conceptualmente por fuera
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
La monetización parcial de los sistemas de producción familiares agropecuarios
El trabajo que utilizaban los campesinos rusos, en aquella época, era casi exclusivamente
familiar, mientras que la posibilidad de pagar jornaleros que tienen hoy en día los campesinos
hace posible expandir su producción más allá de la capacidad de trabajo de la familia. Puede
verse en el Cuadro No. 5 que los productores analizados en el caso colombiano contratan entre
el 17% y el 53% de la mano de obra empleada en sus parcelas.
Fuentes: Forero et al 2000 y 20001; Forero, 1999; Paz, 1999. Tomado de Forero, 2008.
del mundo campesino. Me refiero a la empresa familiar capitalista para utilizar los términos de
este último autor.
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
La demanda por trabajo asalariado por parte de los productores familiares depende de su
disponibilidad de tierra y de capital y de la relación entre el costo de la mano de obra, el costo
de producción y el precio de los productos. En la decisión de contratar asalariados inciden dos
situaciones diferentes:
En la medida en que el hogar rural acude, o tiene la posibilidad de hacerlo, a varias actividades
rurales agropecuarias (jornaleo) o no agropecuarias y actividades urbanas, que representan
posibilidades reales alternativas al trabajo en sus fincas, el costo de oportunidad de la mano de
obra familiar, medido en términos de su remuneración por fuera de la parcela, pesa en las
decisiones del campesino.
Aparte de algunas herramientas y de la compra de algún animal, los insumos que los
productores chayanovianos empleaban eran producidos en la propia finca (costos no
monetarios o costos domésticos), mientras que nuestros productores familiares adquieren en el
mercado (costos monetarios) fertilizantes, pesticidas, drogas y alimentos para animales,
maquinaria (comprada o alquilada), herramientas y todo tipo de materiales (cemento,
mangueras, ladrillos, alambre, etc).
Nosotros hemos observado en diversos municipios que los almacenes de provisión de insumos
irrigan ampliamente crédito a los pequeños mediante el sistema de entregarles al fiado los
insumos y materiales sin cobrarles, aparentemente, intereses. En estas circunstancias se genera
en realidad un interés implícito representado en el sobreprecio que se paga con relación a una
transacción en que se compren los mismos insumos al contado: en una investigación que
hicimos en el 2005 se encontró que este interés equivale al 2, 0% mensual mientras que
FINAGRO prestaba al 1,1%.17
17
Para pequeños y medianos cultivadores de maíz y algodón en Córdoba en el año 2005
(Forero et al., 2007).
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
Cuadro No. 6. Colombia. Participación de los pequeños productores en el crédito
institucional
Número de Participación
créditos / en el valor de
Familias los créditos
AÑO campesinas otorgados
1991 22,5
1992 23,2
1993 21,5
1994 14,7
1995 15,9
1996 14,5
1997 19,9
1998 10,6
1999 2
2000 6
2001 7,8
2002 2,0% 17,7%
2003 3,4% 14,5%
2004 6,5% 21,9%
2005 9,7% 29,0%
2006 10,3% 25,7%
2007 9,9% 20,3%
2008 9,8% 17,6%
2009 8,4% 19,0%
Nota: Se asumió 1.4000.000 familias campesinas.
Fuente: FINAGRO. Reportes Minagricultura
De acuerdo con Chayanov los productores campesinos podían satisfacer completamente sus
pocas necesidades sin emplear toda su capacidad de trabajo. Aunque se dan casos
excepcionales, hoy en día es difícil encontrar campesinos que no participen del principio de la
insaciabilidad (o de los deseos ilimitados del consumidor) en una sociedad de consumo
masivo.
18
Es el caso de los productores de una de las varias veredas en que trabajamos en una
investigación en Guane en la parte baja del municipio de Barichara (Departamento de
Santander) sometida a severas sequías. Al contrario de sus vecinos, los campesinos de la
vereda de Butaregua minimizan la producción de excedentes al tiempo y muestran poco interés
por mejorar sus condiciones de vida a pesar de contar, excepcionalmente en esta región, con
una alta disponibilidad de agua para riego. Tenemos también noticias de algunas comunidades
indígenas que han resuelto producir para el mercado tan sólo una parte muy inferior de los
productos que podrían ofrecer porque no les interesa percibir ingresos más altos.
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
completamente de ella, mientras que otros pocos (la minoría a nuestro juicio) se aproximan un
poco más a la lógica del “mínimo esfuerzo” chayanoviana.
A partir de nuestras observaciones hemos venido concluyendo que los ámbitos monetario y
doméstico de la producción familiar tienen una relación complementaria o “mutualista y que
no se excluyen ni compiten entre sí como piensan en una orilla los “productivistas” y en la otra
los “conservacionistas” (para ponerles una etiqueta transitoria a estas dos tendencias con el fin
de facilitar la exposición).
Cambio técnico
Con los inicios de la década de los setenta comienza un proceso continuo que poco a poco se
vuelve masivo y de asimilación de las tecnologías de la Revolución Verde por parte de los
pequeños productores. Ellos, en esos años, suben a las laderas, por así decirlo, los insumos
agroquímicos y algunas semillas mejoradas. A las entidades oficiales, asistidas por centros
internacionales de investigación agrícola, a las casas comerciales vendedoras de insumos y,
muy especialmente, a la transmisión de información persona a persona, entre campesinos, se
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
debe la difusión tecnológica con lo que se configuran lo que, en los inicios de los ochenta, fue
llamada la “silenciosa transformación del campesinado”. En general, se trata de un proceso de
intensificación tecnológica sin mecanización, aunque de todas formas ciertos grupos de
pequeños productores familiares introdujeron en sus parcelas la preparación del suelo con
tractores como es el caso de los productores de fríjol del sur de Santander, de una proporción
importante de los cultivadores de papa o de los pequeños productores de granos y algodón en
los llanos del Tolima, en la costa Atlántica y en las llanuras aluviales del Ariari (departamento
del Meta).
Los productores cafeteros (pequeños, medianos y grandes) van introduciendo las nuevas
variedades (algunas de ellas desarrolladas por CENICAFÉ). Muchos hacen un cambio técnico
caracterizado por lo que hemos llamado una tecnificación de mediana intensidad, consistente
en que, aunque se introducen las prácticas de la Revolución Verde, no se siguen de forma
completa todas las recomendaciones que hacen los prácticos agropecuarios de los comités
departamentales de cafeteros.
En algunos otros productos, este proceso de intensificación tecnológica no se hace con las
famosas semillas milagrosas (variedades mejoradas), sino con semillas criollas que poco a
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
poco los productores adaptan en sus parcelas, muchas veces con el apoyo de algunos centros de
investigación regionales, tal como sucedió con algunas variedades de maíz blanco, fríjol, yuca,
papa y plátano.
La producción hortícola conoce desde los años 70 hasta ahora un avance significativo, a tal
punto que en varios años es la responsable del magro crecimiento agropecuario. El desarrollo
de la producción hortícola y de gran parte de la producción frutícola, a pequeña escala, se hace
con semillas mejoradas y se basa en una intensificación agroquímica de la fertilización y el
control de plagas y malezas y en la incorporación de riego a pequeña escala. Es, en general, un
riego informal (no contabilizado en las estadísticas agropecuarias) consistente en la toma
directa del agua de las fuentes naturales por medio de mangueras aprovechando la gravedad
(en algunos casos se usan motobombas). El tomate bajo invernadero, regado por goteo, y la
producción de base de coca son dos de los ejemplos más sobresalientes de la introducción de
tecnologías que podríamos llamar de punta entre los pequeños productores familiares.
En los últimos años, como reacción a los problemas generados por la intensificación basada en
la oferta de la Revolución Verde, ha venido tomando fuerza la introducción de lo que puede
llamarse sistemas de producción sostenibles. Tenemos, de un lado, la agricultura orgánica
certificada con especial éxito en el café y, en menores proporciones, en algunas hortalizas.
Está, además, lo que puede llamarse la agricultura agroecológica. Mientras que la agricultura
orgánica busca acceder a ciertos nichos de mercados especializados, externos y nacionales, que
pagan sobre precios con relación a los productos convencionales, la agricultura agroecológica
se propone introducir un cambio sustancial en las prácticas agrícolas de tal manera que se
fortalezca la autonomía alimentaria del productor familiar, se minimice la dependencia del
mercado de insumos agropecuarios y se conserven y recuperen recursos como el suelo, la red
hídrica y la biodiversidad. Hasta donde hemos podido observar, tanto en Colombia como en los
otros países andinos el resultado entre quienes se han acogido a esta propuesta tecnológica ha
sido no sólo el aumento del autoconsumo familiar sino que muchas veces, sin proponérselo, se
ha logrado una mayor producción de productos para el mercado.
19
Pero hasta donde conocemos es sobre todo gracias al esfuerzo de organizaciones de base y
especialmente de ONG que la caficultura “certificada” se ha expandido.
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
La participación en el mercado de la agricultura familiar
Como es sabido, la agricultura familiar vende una porción importante de sus productos a un
mercado abierto en el cual se interrelaciona una multiplicidad de agentes generalmente
informales. El núcleo de este sistema comercial está en las Centrales de Abastos de las grandes
ciudades y en las plazas de mercado de las ciudades intermedias y demás municipios del país.
Los productores campesinos participan también de las ferias ganaderas y más especialmente de
los mercados municipales que son claves en el abastecimiento local de carne bovina.
Pero aparte del mercado abierto, una parte significativa de la producción familiar circula por
circuitos agroindustriales cuyos casos más notables son20 el café y la leche. De otra parte, se
han venido desarrollando sistemas de agricultura por contrato en sectores como el tabaco, la
palma africana, algunos frutales y, al parecer, en algunas “micro cadenas”. Otras nuevas
relaciones agroindustriales de reciente surgimiento que vale la pena destacar son las siguientes:
cría de cerdos integrados a cadenas de transformación de carnes, integración a la cadena
frutícola para el mercado interno (especialmente mora y mango); integración a cadenas
agroexportadoras hortícolas y frutícolas (uchuva, granadilla, plátano y otras).
Un estudio que realizamos en el año 2005 mostró que en Bogotá el mercado abierto, con centro
en Corabastos y que tiene como puntos terminales una gran cantidad de tiendas, plazas de
mercado, bodegas, puestos callejeros, famas, etc., coloca los bienes alimentarios a las amas de
casa populares a un precio mucho más bajo que el sector formal o de las grandes superficies
detallistas. Los resultados del estudio mencionado se resumen en el Cuadro No. 8 siguiente, y
constituye uno de los muy pocos estudios que se han hecho de manera sistemática y rigurosa
para tratar de cuantificar los precios a los cuales ofrecen sus productos los distintos tipos de
agentes comerciales en los ámbitos urbanos.
Cuadro No. 8 Bogotá. Valor de una canasta mínima mensual de alimentos para cuatro
personas en diversos puntos de venta detallista y tipos de producto. Bogotá, Febrero de
2005.
20
Desde aquí este párrafo es tomado de Forero, 2007.
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
ESTABLECIMIENTO ESTRA FRUVE CÁRNIC GRANOS TOTA
TO R OS Y Y L
LÁCTEO PROCESA CANAS
S DOS TA
Si el canal informal puede ser más eficiente para satisfacer las necesidades del
consumidor popular, el canal moderno o formal lo es para atender las demandas de
buena parte de los consumidores de ingresos medios y altos. En este sentido, son
complementarios. Además, la competencia entre estas dos formas de distribución de
alimentos los impulsa a adecuarse para brindar mejores servicios al consumidor. Los
resultados de esta competencia serían mucho más positivos si la Administración Distrital
construyera un sistema de información de precios que le diera transparencia al resultado
de la operación de cada uno de ellos y que permitiera tomar algunas medidas regulatorias
para corregir las distorsiones del mercado.21
En fin, es más sensato, dentro de una estrategia para mejorar el acceso a los alimentos de los
sectores populares, estimular la competencia en un mercado de altísima concurrencia entre las
diversas formas de distribución desde el vendedor callejero hasta el hipermercado, que tener un
sistema de abastecimiento monopolizado por los grandes operadores. Para Colombia no parece
ser un ideal llegar a un modelo como el Finlandés en el cual los cuatro más grandes operadores
controlan el 95% del comercio (Gráfico No. 8). Los finlandeses, a juzgar por su ingreso per
cápita tienen cómo pagar los servicios adicionales que les prestan los supermercados, además
de satisfacer sus necesidades de nutrición básicas. En Colombia, sólo los consumidores de los
estratos cinco y seis (y alguna parte de los del cuatro) pueden darse este lujo.
21
Este y el siguiente párrafo fueron tomados de Forero, 2006.
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
El autoconsumo
Una revisión documental a partir de la sistematización de 39 estudios de caso, estableció tres
grupos de hogares campesinos: los que tenían un autoconsumo promedio equivalente al 8% del
gasto en alimentos entre los cuales se encontraban algunos productores cafeteros. En los otros
dos grupos estaban aquellos cuyo autoconsumo representaba el 27% y el 49%,
respectivamente, del valor de los alimentos consumidos (Torres, 2002).
Por otra parte, una investigación que hicimos en el año 2006, en Riosucio y Supía con
productores cafeteros minifundistas que han venido incorporando a sus fincas algunos
elementos de la agricultura agroecológica, encontramos que ellos han elevado
significativamente el autoconsumo. Como productores cafeteros, ellos estaban entre los
agricultores familiares que tenían un autoconsumo muy por debajo del promedio antes
señalado. Los productores analizados, gracias a la implementación de prácticas dirigidas a
recuperar el autoconsumo, producen en la finca, en promedio, el 60% de su dieta alimentaria y
en algunos casos sobrepasaban el 80% (Corrales y Forero, 2007). Lo más destacable de
quienes logran más altos niveles de autoconsumo es que al tiempo con el incremento del
autoconsumo expanden notablemente la producción vendida en el mercado, lo cual reafirma la
idea planteada atrás según la cual el ámbito monetario y el ámbito no monetario de estos
sistemas de producción son complementarios (que no compiten entre sí y que se pueden
incrementar al mismo tiempo). Ahora bien, aquellos productores que alcanzan autoconsumos
cercanos al 80% del valor de su dieta alimentaria tienen una organización similar de sus
sistemas de producción a la de sus vecinos y consumen el mismo tipo de bienes que aquellos
que alcanzan niveles de autoconsumo menores.
22
Pero esta situación se revirtió con la crisis de los noventa de manera tal que los pequeños
terminaron concentrando la mayor parte del área cafetera del país.
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
Cuadro No. 9. Colombia. Rentabilidad de productores 2006
Sin
Tipo de contabilizar Contabilizando
Regiones
productores trabajo no trabajo no pago
pago
Contabilizando
Tipo de
TOLIMA trabajo no
productores
pago
Medianos 30%
Grandes 61%
Medianos 22%
Grandes 74%
Medianos 26%
Grandes 67%
Pequeño Grande
$ / Kg 2.706 2.832
Café Antioquia /
Ton / ha. 1,9 3,2
$ / Kg 34 36
Caña Antioquia
Ton / ha. 40 40
Más allá de la información recopilada para Colombia, varios autores han dado cuenta de las
ventajas económicas que tiene la pequeña producción familiar y, más aún, han postulado que la
producción a pequeña escala es, en definitiva, un sistema que comporta una superioridad
económica sobre la mediana y la gran producción.
23
Párrafo tomado de Forero, 2007.
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
No se pretende plantear aquí que en Colombia la pequeña producción es más competitiva, en
todos los casos, que la mediana o la gran producción. Simplemente se trata de poner en
evidencia cómo en múltiples ocasiones, que no son de ninguna manera excepcionales, los
pequeños productores logran organizar sus sistemas de producción de tal manera que generan
beneficios con rentabilidades superiores o iguales a las de los medianos y grandes productores.
No se trata tampoco de negar las ventajas que tiene la gran producción, derivadas de su
particular forma de organizar los factores productivos aprovechando, entre otras cosas, algunas
economías de escala. Pero según lo que hemos observado en Colombia y de acuerdo con las
evidencias de la literatura disponible, para otros países, resulta evidente que la producción
familiar agropecuaria logra desarrollar lo que podríamos llamar economías de microescala
que se derivan de las posibilidades que tiene el pequeño productor de disminuir costos (con
relación al mediano y al grande) y en ocasiones de aumentar la productividad.
Pero hay otras prácticas que hemos venido observando como la renovación parcial de plantas
por fuera de las recomendaciones protocolizadas por la asistencia técnica. Este procedimiento
que permite a los productores cafetaleros, a los paneleros y a quienes cultivan cacao, conservar,
por un parte, las matas que aunque hayan sobrepasado el período convencional de alta
productividad, arroja buenos rendimientos y sustituir, por la otra, aquéllas que aunque no han
alcanzado la edad en que deben ser renovadas, o soqueadas, presentan síntomas de agotamiento
prematuro.
En fin, mientras que para la gran agricultura es fundamental una adecuada gestión de recursos
y una eficiente gerencia de tareas, por lo regular subcontratadas a especialistas en las diferentes
actividades agropecuarias, en la producción agropecuaria a pequeña escala juega un papel
fundamental el virtuosismo del agricultor. Mientras en la primera se obtienen economías de
escala, en la producción familiar se hacen economías de microescala.
En este sentido podemos afirmar también que, hasta donde hemos podido analizarla, la
producción familiar es viable económicamente si como indicador de viabilidad se toma
precisamente la remuneración de la mano de obra frente a otras alternativas. Pero quizás lo más
notable es que aún después de pagar rentas, lo productores analizados obtienen remuneraciones
que siguen siendo superiores al salario mínimo. En el Cuadro No. 11 puede verse que en todos
los casos la remuneración neta día del trabajo familiar, es decir la obtenida descontando el
pago de rentas por el acceso a la tierra (mediante aparcerías, asociaciones y, excepcionalmente,
arrendamientos) o por intereses pagados por los créditos obtenidos para financiar la
producción, es también mayor que el salario mínimo. Así por ejemplo, los partijeros hortícolas
de Fómeque que antes de pagar rentas reciben 1,9 jornales mínimos por día trabajado, después
de pagarlas la remuneración del trabajo queda en 1,1 jornales. Así mismo, los partijeros del Río
de Oro bajan su remuneración técnica día de 5,5 (y 5,4) jornales mínimos, a menos de 3 como
consecuencia del pago de una parte del valor de la producción transferida a quien les aportó la
En el Cuadro No. 12 se puede observar que el excedente total anual obtenido por estos mismos
productores familiares, corresponde en la mayor parte de los casos a ingresos por debajo de la
línea de pobreza: teniendo en cuenta que esta línea corresponde a dos salarios mínimos anuales
puede verse que solamente cuatro de los quince casos analizados no están por debajo del nivel
de pobreza. Este hecho no es consecuencia de la posible ineficiencia económica de los sistemas
de producción que, como ya se vio, generan ingresos por día trabajado relativamente altos, sino
más bien de la escasez de tierra y de otros factores productivos.
Igualmente el plátano, la palma africana y el banano, para hablar de otros cultivos que son
protagónicos en nuestra agricultura tropical, tienen buenos resultados sin utilizar riego. Un
cultivo como el tabaco (según lo observado en Santander), requiere de riego en el primer mes
después de haber sido plantado, de manera tal que los tabacaleros, con grandes esfuerzos
regando mata a mata con manguera y a veces con baldes y platones, logran suministrar el agua
necesaria a las plantas en la primera fase de cultivo.
Por otra parte, como ya se mencionó, la mayor parte de la producción hortícola y una buena
proporción de la producción frutícola a pequeña escala, utiliza sistemáticamente riego
implementando mediante sistemas informales (improvisados, podría decirse, cuyas
repercusiones económicas positivas son evidentes, y cuyas consecuencias ambientales
desconocemos).
Todo esto para enfatizar el hecho de que sin minimizar la importancia que tienen otros recursos
aparte de la tierra, la escasez de tierra es en efecto la principal limitante que tienen los
productores familiares en nuestro país.
Volviendo al tema de los ingresos, los datos que se acaban de presentar ponen en duda las
estadísticas con que cuenta el país para medir los ingresos que hoy en día ubican la pobreza
rural en 67,0% y la indigencia alrededor del 32,6%.25 Como se sabe estos datos surgen de las
encuestas que lleva a cabo periódicamente el DANE. Con esta misma información el estudio
de Barberi, Garay y Cardona (2009) aisló a los hogares rurales campesinos del total de hogares
rurales y obtuvo que ellos tienen niveles de pobreza y miseria extremadamente más altos: 84%
de pobreza y 52% de miseria. Este es un resultado que, a mi juicio y de acuerdo con las
evidencias que acabadas de presentar, no corresponde de ninguna manera a la realidad de las
condiciones socioeconómicas de los productores campesinos colombianos. Lo que sucede es
que las encuestas de hogares y las encuestas de calidad de vida arrojan información imprecisa y
24
Hasta donde conocemos muy excepcionalmente algunos productores paperos están
utilizando riego con resultados bastante exitosos porque les permite producir a contra cosecha.
25
Gran Encuesta de Hogares 2008.
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
nada confiable sobre el ingreso agropecuario y, de acuerdo con nuestras observaciones, este
ingreso estaría enormemente subestimado.26 En otras palabras, tenemos una fuerte evidencia
(sintetizada en el Cuadro No. 11) que nos permite plantear que la pobreza rural es mucho
menor que la reportada por las estadísticas oficiales en la medida en que el ingreso
agropecuario que es uno de los componentes del ingreso rural está enormemente subestimado.
Los datos de los ingresos agropecuarios de los hogares desplazados que se mostrarán en el
siguiente punto, tienden a confirmar también la subestimación de los ingresos agropecuarios de
los hogares rurales. La cuestión está en que este grupo de la población rural que se espera que
esté entre los más pobres del campo, tenía ingresos agropecuarios, antes del desplazamiento,
por encima del nivel de pobreza.
En fin, se cuenta con evidencias que permiten afirmar que, al contrario de lo que muestran las
encuestas del DANE, la actividad agropecuaria es una mejor fuente generadora de ingresos que
las actividades no agropecuarias.
26
La información sobre ingreso agropecuario ha sido hasta ahora más bien marginal en estas
encuestas y no ha sido objeto de mucha atención. Las deficiencias en la captación de este
componente del ingreso de los hogares no compromete, es cierto, la calidad de estas encuestas
pero sí genera una distorsión importante en la cuantificación del nivel de ingresos y de pobreza
de los hogares rurales.
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
DESPLAZAMIENTO Y TIERRA
27
Los ingresos agropecuarios de los hogares rurales desplazados se calcularon utilizando una
metodología consistente en cruzar las respuestas que dieron los hogares desplazados sobre las
dimensiones de los cultivos y las cantidades de animales que ellos tenían antes del
desplazamiento, con información sobre costos de producción, rendimientos y precios de cada
actividad agrícola y sobre los ingresos generados por diversos tipos de producción pecuaria en
“condiciones campesinas”. Para la información de costos, rendimientos y precios “se decidió
utilizar prioritariamente las fuentes oficiales de información, aunque en algunos pocos casos
fue necesario emplear otras fuentes (también confiables) para completar información faltante,
con el criterio de preferir posibles subestimaciones en los cálculos para evitar inflar los
ingresos imputados … A cada grupo familiar que declaró tener cultivos antes del
desplazamiento, se le asignó el ingreso agrícola que se había calculado para el cultivo o los
cultivos reportados, de acuerdo con el departamento en donde estaba ubicado … Para
determinar el valor de los ingresos de las especies pecuarias menores (cerdos, aves, peces, etc.)
en condiciones campesinas, fue necesario hacer una investigación sobre el terreno. Esta
investigación fue realizada por Heilhard Morales. Dicha investigación contrastó información
de varios casos estudiados con reportes sobre parámetros productivos. A los terneros y a los
equinos se les asignó un ingreso igual a cero. Se procede de esta forma con los terneros porque
las estructuras de costos – ingresos están referidas a los animales adultos y con los equinos
porque éstos son utilizados como animales de labor que no generan ingresos directamente”
(Forero, 2009, 48 a 61).
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
Gráfico No. 1 Porcentaje de grupos familiares desplazados entre 1998 y 2008 según
niveles de pobreza e indigencia antes y después del desplazamiento por inscripción al
Registro Único de Inscripción de la Población Desplazada (RUPD).
NO POBRES POBRES
100,0 100,0
90,0 90,0
80,0 80,0
70,0 70,0
60,0
49,0% 51,3% 60,0
Porcentaje
Porcentaje
INDIGENTES
100,0
90,0 80,7% 81,0% 79,9%
80,0
70,0
60,0
Porcentaje
50,0
35,4%
40,0 31,5% 30,1%
30,0
20,0
10,0
0,0
Antes del desplazamiento
Total RUPD No RUPD
Después del desplazamiento
221 222
Nota: RUPD: Registro Único de la Población Desplazada. No pobres: por encima de la línea
de pobreza calculada por el DNP para el sector rural. Pobres: por debajo de la línea de
pobreza y por encima de la línea de indigencia. Indigentes: por debajo de la línea de
indigencia.
Fuente: Encuesta Nacional de Verificación de los Derechos de la Población Desplazada, julio
de 2008. Comisión de Seguimiento y CID – UN. Tomado de Garay, Barberi et al., 2009.
NO POBRES POBRES
100,0 100,0
90,0 90,0
80,0 80,0
70,0
61,4% 70,0
60,0 60,0
Porcentaje
49,0%
Porcentaje
46,1%
50,0
44,6% 50,0
40,0 40,0
30,0 30,0
19,5% 15,9% 21,0% 20,1%
16,4% 16,3% 19,3%
13,4%
20,0 20,0
10,0 3,4% 2,3% 3,6% 5,0% 10,0
0,0 0,0
Total Región Atlántica Región Andina Reg. Pacífica, Total Región Atlántica Región Andina Reg. Pacífica,
Orinoquia, Orinoquia,
321 322
Amazonía Amazonía
321 322
INDIGENTES
100,0
90,0 84,3%
80,7% 80,0% 75,7%
80,0
70,0
60,0
Porcentaje
50,0
40,0
31,5% 34,4% 33,8%
30,0
22,3%
20,0
10,0
Otro aspecto resaltable es que antes de su desplazamiento, según los datos del Cuadro No. 13,
los ingresos de los hogares que tenían actividades agropecuarias (derivados del trabajo en sus
fincas o parcelas) estaban 45% por encima de la línea de pobreza. En contraste, para quienes
no tenían este tipo de actividades su ingreso promedio estaba en 54,9% por debajo de esta
línea.
Nota: Calculado sobre el total de grupos familiares que informaron cada rubro. Línea de
pobreza. $919.152 Línea de indigencia: $440.898. Estas líneas son calculadas con los datos
básicos del DNP y ajustadas por el número de miembros del hogar.
Fuente: Encuesta Nacional de Verificación de los Derechos de la Población Desplazada, julio
de 2008. Comisión de Seguimiento y CID.
Agricultura Familiar
1,6
Ganadería Semi - Intensiva.
2,6
6,0
Nota: este gráfico representa, a escala, el área que ocupan diferentes sistemas productivos.
Los datos numéricos están en millones de hectáreas.
Fuente: Datos Minagricultura. Procesamiento del autor.
Es relativamente frecuente que se argumente que, con el fin de lograr un uso eficiente de la
tierra, los campesinos y los empresarios pueden acceder a este recurso por medio del
arrendamiento o de algunas formas de asociación entre propietarios y no propietarios (El
Banco Mundial ha liderado esta propuesta. Ver: Banco Mundial, 2004). Las altas rentas que
pagan tanto los campesinos con propiedades insuficientes como algunos empresarios
arrendatarios, hacen inviable la aplicación de esta fórmula, que posiblemente funciona en
algunos otros países y en casos excepcionales de nuestra economía agraria.
El hecho es que, tal como se vio en el capítulo 3 (Cuadro No. 11), el pago de rentas para
cultivar en predios ajenos deprime sustancialmente los ingresos de los campesinos. Sucede
Por otra parte, en zonas en donde se accede a la tierra por medio del arrendamiento, el cánon
pagado representa una muy alta proporción de los costos de producción de manera que
compromete seriamente los excedentes del cultivador. Por ejemplo, en San Luis Tolima se
estableció que este pago representa el 29% de los costos de los pequeños y el 20% y el 22% de
los medianos y los grandes, respectivamente (Forero y Ezpeleta, 2007).
Hay que tener en cuenta, además, que la tierra, para los campesinos, es un activo tanto
económico como cultural que juega un papel crucial en la estabilización de la población rural y
que el acceso a la tierra por medio de contratos que no le permitan al campesino consolidarse
como propietario no contribuiría a desmonopolizar la propiedad territorial. Y, como se sabe, el
acaparamiento de la tierra ha sido un factor central del desplazamiento campesino y del
afianzamiento de autoritarismos locales y regionales.
En el Cuadro No. 14 se presenta un cálculo de los requerimientos de tierra mínimos para lograr
una dotación de este recurso que resuelva el problema del minifundismo y el de la restauración
de la tierra a los desplazados. Dos aclaraciones se hacen entonces necesarias. La primera: el
minifundio corresponde a un sistema de producción familiar que no cuenta con la tierra
suficiente para generar los ingresos de un hogar (en dinero y en especie) que lo coloque por
encima del nivel de pobreza. Y la segunda: El 70% de los desplazados ha manifestado alguna
intención de retornar al lugar de origen si cambian las condiciones favorablemente28.
28
Cuando se les pregunta directamente su intención de regresar la respuesta positiva tiene
niveles muy bajos: 3% (COMISIÓN, 2008, 33), 2,9% (COMISIÓN, 2009, 57), y el 9,9%
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
se asume, de acuerdo con la encuesta mencionada (COMISION, 2009), que tan sólo un 60% de
los desplazados retornaría a sus tierras.
Hectáreas Requerimientos de
poseídas tierra (has.)
Restitución a 3.060.000
desplazados
Minifundistas 3.965.154 4.295.638
Menos de 1 ha. 300.299 2.879.971
De 1 a 3 has. 955.898 1.335.504
De 3 a 5 has. 910.178 31.236
De 5 a 10 has. 1.798.779 48.927
TOTAL 3.965.154 7.355.638
Fuente: Cálculos del autor.
Así las cosas, se requiere un poco más de 7,3 millones de hectáreas que representan el 17,5%
de la superficie agropecuaria y el 22,6% del área en ganadería extensiva. Se trata de logar una
distribución incluyente de la tierra que permita a los campesinos, a los ganaderos y a los
empresarios capitalistas desarrollar sus potencialidades productivas tal como se ilustra en el
gráfico No. 4. En este gráfico se representa una distribución de la tierra que conjuga la
propuesta, acabada de hacer, para dotar de tierra a minifundistas y desplazados, con las metas
que ha venido trazándose la Federación de Ganaderos y el Gobierno Nacional (Presidencia,
2005).
(Ibáñez, 2008, 231). Pero cuando se les preguntó a quienes manifiestan no querer retornar, el
69,4% de ellos manifestó su deseo de volver si las condiciones que causaron su desplazamiento
se superan (COMISIÓN, 2008, 33).
La funcionalidad que tiene, en ciertos casos, la ganadería extensiva para que algunos
grandes latifundistas ejerzan el control territorial ligado al poder narco paramilitar y
parapolítico.
29
De acuerdo con la información de la base de datos de FEDEGAN.
30
Datos Grupo Sistema de Producción y Conservación – EAR – PUJ.
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
Gráfico No. 4: Distribución del uso proyectado de la tierra para el 2014 según tipos de
sistemas de producción
Conservación Forestales
+ 10
1,6. 1,5
Agricultura Capitalista
Agricultura Familiar
Fuente: Elaborado por el autor con base en los datos del gráfico 3 y de acuerdo con diferentes
propuestas para redistribuir el uso productivo de la tierra. Especialmente la FEDEGÁN, la del
Gobierno Nacional y la presentada en este ensayo.
Se ha dicho que la Reforma Agraria ha fracasado porque buena parte de los “beneficiados” no
han sacado adelante sus proyectos productivos y han terminado por vender la tierra o están
empobrecidos. Esto es cierto en algunos casos, que por lo regular corresponden a repartos de
tierras en zonas de alto conflicto o en tierras relativamente marginadas de la economía
agroalimentaria o cuando, según algunos reportes recientes, a los campesinos desplazados se
les asignan tierras en contextos muy diferentes a los de sus lugares de origen. Mientras que en
estas tres circunstancias se afrontan situaciones que hacen muy difícil la estabilización de
quienes reciben tierras, en otros contextos la asignación de tierras ha tenido efectos diferentes.
En efecto, en varios casos correspondientes a zonas en las cuales hemos hecho algunas
Productores de maíz, fríjol, café, ganado, pan coger y aves en Curití, Santander.
Productores de maíz, fríjol, tabaco, yuca, ganado, pan coger y aves en Guane
(municipios de Barichara – Santander).
El común denominador estos casos es que corresponden a zonas en las cuales los campesinos,
a lo largo de varias décadas, han desarrollado alternativas productivas acordes con sus dotación
de recursos y con la evolución del mercado. Zonas en las cuales se van construyendo, a lo largo
de los años, alternativas productivas y sistemas de comercialización que hacen viable la
obtención de excedentes. Se da en ellas una coevolución de la producción con la
comercialización, para usar un término biológico.
1. El diseño de políticas estatales debe ser coherente con el reconocimiento del productor
el campesino (o familiar) como un protagonista fundamental de nuestra economía
agrícola y agroalimentaria y como un agente económico con probadas potencialidades
para contribuir más decisivamente al desarrollo económico del país.
31
Datos Minagricultura.
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
Los subsidios otorgados al sector agropecuario son de una magnitud tal que constituyen la base
presupuestal y el fundamento conceptual de la actual política agropecuaria. En un escenario
próximo, cuando entren en funcionamiento las plantas productoras de biodisel y etanol que
están actualmente en construcción, los subsidios sobrepasarán los 1,7 billones de pesos
anuales, mientras que el presupuesto de inversión del sector gubernamental agropecuario
(Minagricultura y entidades adscritas) queda en 0,34 billones (340 mil millones) cuando se le
descuentan los subsidios que otorga el Ministerio a través de Agro Ingreso Seguro (AIS)
(Cuadro 15).
Promedio
anual 2006 -
2008
incluyendo
producción de
agrocombustib
Promedio les en plantas
anual 2006 - en
2008 construcción
Programa de coberturas de riesgos para maíz
amarillo y blanco, sorgo y soya 3.126
Programa de protección de ingresos para
productores de bienes agrícolas exportables 53.341
Seguro obligatorio 5.358
Compensación. Precio mínimo de garantía del
algodón 58.308
Apoyos e incentivos a la producción,
comercialización, transporte, sanitarios y otros
para distintos productos 317.058
Incentivo a la capitalización rural 2008 239.630
TOTAL SUBSIDIOS AIS 676.822 676.822
Subsidios implícitos al etanol por exenciones de
impuestos 241.644 448.120
Subsidios implícitos al biodisel por exenciones
de impuestos 262.910 605.944
TOTAL SUBSIDIOS
AGROCOMBUSTIBLES 504.553 1.054.064
TOTAL SUBSIDIOS 1.181.376 1.730.886
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
PRESUPUESTO DE INVERSIÓN
MINAGRICULTURA Y ENTIDADES
ADSCRITAS DESCONTANDO SUBSIDIOS
AIS 343.908 343.908
Inversión en Ciencia y Tecnología 236.615 236.615
COMPRA DE TIERRAS 37.250 37.250
Fuentes: Subsidios AIS, presupuesto, investigación y compra de tierras elaborados con datos
Minagricultura indexados con IPC. Subsidios agrocombustibles basado en Castiblanco, 2009
quien, a su vez, se basa en Rudas, 2008.
Los problemas derivados de los subsidios son ampliamente conocidos: inducen y reproducen
ineficiencias entre los actores que los reciben y generan a nivel macro y sectorial, una
asignación también ineficiente del gasto público. En el caso colombiano hay un problema
adicional derivado de las estructuras regionales de poder actuales, que puede llevar a serias
distorsiones en la asignación. Si bien es cierto que para algunos productos como el café que
tienen una institucionalidad eficiente, se puede garantizar una adecuada irrigación de los
recursos, en otros casos la desviación de los subsidios en altas proporciones es inevitable.
Ahora bien, hay que resaltar lo obvio: que los recursos públicos son limitados. En este orden de
ideas los subsidios compiten con otros recursos para los demás programas gubernamentales
relacionados, por ejemplo, con el desarrollo productivo, el fortalecimiento institucional, la
preservación y recuperación del capital natural, el desarrollo del capital humano y del capital
social, la irrigación de crédito, la construcción de infraestructura (sólo una pequeña parte va a
este propósito), la investigación y el acceso a la tierra.
Por otra parte hay que tener en cuenta que el país tiene un sistema de recaudación de impuestos
para predios rurales que, a pesar de presentar “las mejores condiciones para el recaudo presenta
dificultades debido a razones de economía política que impiden que el impuesto sea eficiente,
como es el hecho de que intereses terratenientes estén sobre-representados en las corporaciones
públicas (Congreso, Consejos Municipales) impidiendo que las tasas nominales de tributación
sean mayores” (DNP, 2005, 29).
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
En efecto, el 41.6 de los predios en municipios rurales tributan menos del 2 por mil del valor
de su avalúo, mientras en el otro extremo solamente un 1% paga un “impuesto razonable”
superior al 10 por mil (DNP, 2005).
Bajo estas tres consideraciones (la necesidad de procurar el acceso a la tierra a los campesinos,
la concentración del gasto público en subsidios y la muy baja tributación predial rural), se
propone una reorientación de la inversión en el sector agrícola que privilegie la asignación de
tierras.
Para lograr una adecuada distribución de la tierra se impone la necesidad de activar el mercado
de tierras por medio de dos mecanismos complementarios:32
32
Un primer esbozo de esta propuesta se hizo en Forero y Ezpeleta, 2007.
33
El país cuenta con información sobre la Unidad Agrícola familiar (UAF) para casi todos los
municipios.
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
Se deben contemplar descuentos por áreas destinadas a la conservación de bosques y
de ecosistemas estratégicos.
Segundo. Crédito subsidiado generalizado para compra de tierras, al cual puedan acceder
todos los productores que en el país poseen menos de una Unidad Agrícola Familiar (UAF).
Como se ha planteado arriba, se debe evitar cualquier focalización diferente a la dirigida a
favorecer exclusivamente a los minifundistas y desplazados. Para estos últimos, los recursos
otorgados deben ser consistentes con la reparación del daño que les ha sido causado. La
extensión de tierra objeto que se pueda adquirir con este instrumento no debe exceder la
cantidad de tierra necesaria para que el beneficiario complete una UAF.
La primera medida estaría dirigida a presionar hacia abajo los precios de la tierra y a captar
recursos para aliviar la carga presupuestal que implicaría poner en ejecución esta política. La
segunda estaría dirigida a facilitar los recursos a los compradores.
Al hacer esta propuesta no se desconocen las dificultades y los fracasos que ha tenido en
Colombia la implementación de la política de mercado de tierras impulsada por el Banco
Mundial con el fin de dotar de este recurso a ciertos núcleos de campesinos. Por lo regular, la
aplicación de estos programas ha tenido que enfrentarse a una serie de problemas
extremadamente difíciles de resolver. El principal es la muy frecuente inexistencia de
alternativas productivas y comerciales adecuadas para los productores familiares, en algunas
zonas, en donde se ha actuado. A este hecho se añade la carencia de recursos de las familias
asignatarias para procurarse los bienes básicos. Con frecuencia se trata, también, de familias
sin experiencia en las actividades agropecuarias que deben asumir. Y por último, a todo esto se
le suma la incidencia de conflictos armados que terminan por empeorar el cuadro acabado de
plantear.
No sobra insistir, como se explicó arriba, que el acceso a la tierra por medio de arrendamientos
u otras formas diferentes a la propiedad (como lo propone el Banco Mundial) no constituye una
solución aceptable para el minifundismo ni para la reparación de los desplazados.
Hay que dejar en claro que este mecanismo no sustituiría, de ninguna manera, los demás
instrumentos que se han venido implementando en el país para distribuir la tierra, y para
preservar territorios de algunas comunidades rurales, tales como la expropiación por vía
administrativa, la extinción de dominio para tierras adquiridas con dineros o con medios
ilícitos, la creación de zonas de reserva campesina, la ampliación de resguardos y territorios
colectivos de comunidades negras. Todo lo contrario, es necesario impulsarlos paralelamente
con el mecanismo acabado de proponer.
Es necesario subrayar, por último, que de acuerdo con lo que se ha venido planteando, una
política de acceso masivo a la tierra es necesaria pero insuficiente para enfrentar la
complejidad de la problemática de la economía campesina y del sector agropecuario. Pero, hay
que insistir: es imprescindible.
BIBLIOGRAFIA
COMENTARIOS
Jaime Forero examina las razones por las cuales la economía campesina es tan resistente ante
la adversidad y destaca la diversificación de la producción, el autoconsumo, la asimilación de
La pauta general es que los cultivos ilícitos son plantados por campesinos sin tierra expulsados
de regiones campesinas deprimidas, que han deforestado y colonizado nuevas áreas marginales
de la frontera agropecuaria, con pobre oferta de suelos productivos, poca presencia de
infraestructura y de servicios, ausencia de titulación, bajo control político y difícil acceso a los
mercados, donde los migrantes no han creado redes y normas sociales y donde predominan
aparatos ilegales de control armado articulados a la industria del narcotráfico que abastece una
demanda bien remunerada por los productos derivados de la coca y la amapola.
Ese proceso, sin embargo, encontró sus límites naturales en la decreciente calidad de la oferta
ambiental y la necesidad de preservar ecosistemas para contribuir a la moderación del
inevitable cambio climático que se nos vino encima, que sacará muchas regiones de la
Corregir los conflictos de uso de la tierra y lograr una mejor distribución de la población en el
territorio son por lo tanto tareas prioritarias para la planificación del desarrollo. Aumentar la
densidad de productores agrarios donde está el capital social, resulta más económico y de
mayor impacto distributivo que construirlo en regiones alejadas del mercado y de la presencia
institucional del Estado. El gran potencial de crecimiento de la producción se encuentra en el
mejor uso de las tierras con las condiciones agronómicas óptimas para la explotación intensiva
del suelo, que son limitadas.
Estos problemas estructurales de ocupación y uso inadecuado del territorio nacional entre
campesinos y acumuladores de tierras, a los que se sumaron los narcotraficantes y jefes
paramilitares, son los cimientos torcidos sobre los que se levantan los conflictos armados y la
economía del narcotráfico. Superarlos exige reconocer los derechos de los campesinos al
territorio y ordenar mejor la distribución de la población rural en el territorio productivo, para
preservar las reservas boscosas que regulan los ciclos del agua.
¿Con todo lo que ha ocurrido en las actividades vinculadas al campo, llegó la hora del
rompimiento de la economía campesina con la economía general? La respuesta, por supuesto,
es no. Y es negativa, no sólo porque los campesinos producen alrededor del 60% de los
alimentos que consumen los colombianos, sino porque en el trasfondo de la actividad hay
realidades y realizaciones muy positivas que bien vale la pena sopesar.
De acuerdo con el Informe del Banco Mundial, la agricultura de pequeña escala sigue siendo la
forma más común de organización en la agricultura. La evidencia acerca de la superioridad de
esta actividad como esquema de organización es sorprendente. Sin embargo, muchos países,
entre ellos el nuestro, tratan de promover una agricultura de gran escala, creyendo que la
pequeña agricultura es ineficiente, atrasada y resistente al cambio.
Una contribución interesante del trabajo de Jaime Forero, es que no sólo valida la
consideración técnica anterior, sino que incorpora al análisis otros factores productivos.
Basado en investigaciones realizadas en zonas rurales que tipifican diversas circunstancias en
que se lleva a cabo la producción campesina, el autor concluye que la mano de obra familiar
invertida en la producción agropecuaria se remunera (con algunas excepciones) por encima de
su costo de oportunidad. En otros términos, los campesinos generan ingresos mucho más altos
trabajando sus propias parcelas que los que obtienen en otras opciones laborales.
De todas formas, con una creciente escasez de recursos, la futura producción de alimentos
depende más que nunca del aumento de los rendimientos de los cultivos y de su productividad.
No es la organización económica, ni el sistema tecnológico, ni la eficiencia de los productores
lo que explica sus bajos ingresos, sino la limitación en el acceso a los factores y principalmente
a la tierra. Dado el lugar donde se ubican los campesinos y lo mejor que saben hacer, resulta
imperativo promover la agricultura para alcanzar el objetivo del desarrollo de reducir la
pobreza y el hambre. Por sí sola no bastará para reducir en forma masiva la pobreza, pero ha
demostrado ser especialmente eficiente para abordar esa tarea. La agricultura campesina, el
trabajo agrícola fuera de las fincas y la economía rural no agrícola y la migración, son tres
caminos importantes y complementarios para salir de la pobreza.
La experiencia de los países industrializados demuestra que el rápido crecimiento del sector
agropecuario juega un papel crítico en el despegue del proceso acelerado de crecimiento
económico. Algunos casos como Japón, Corea del Sur y Taiwán, ilustran este proceso.
Aunque en el país, el sector agropecuario como un todo ha presentado tasas de crecimiento
relativamente aceptables desde la década del cincuenta, los renglones dinámicos se han
concentrado en agricultura comercial, la cual está asociada a un efecto multiplicador mediocre
por la concentración de los ingresos en un grupo reducido de la población.
En la actualidad, el café ha pasado a representar menos del 10% del PIB agropecuario, lo que
ha reducido significativamente su posible efecto multiplicador sobre la economía. De otra
parte, la estructura dual de la agricultura nacional se ha mantenido en la década actual. Bajo
estas circunstancias no es claro que la agricultura pueda ser motor de un proceso de desarrollo.
Aceptando las conclusiones del autor, en particular aquellas relacionadas con la necesidad de
dotar de tierras a minifundistas y desplazados y teniendo en cuenta la gran diversidad de
modelos productivos y de formas de ocupación del espacio rural, considero que las políticas de
investigación y de desarrollo productivo agropecuario deben llegar a la más amplia gama y
número de productores y de formas de producción.
En últimas de lo que se trata es de entender y aceptar que el campesinado puede abrir una vía
alterna de desarrollo económico y social si cuenta con el apoyo de programas masivos que lo
doten de los medios de producción adecuados y le permitan consolidar la economía campesina
y la cultura propia.
Considero que es un desastre. Si bien es cierto que podemos hacer análisis sectoriales, hay que
entender que estos análisis hacen parte de una visión macroeconómica, y adicionalmente esa
visión debe corresponder al Estado Social de Derecho que tenemos. Observamos que las
instituciones no están cumpliendo con los fines del Estado democrático.
Las políticas públicas para el campo han fracasado en Colombia, vemos cómo se ha permitido
el desplazamiento de cerca de 5 millones de colombianos que han perdido sus tierras y su
oportunidad de vivir como personas decentes; se ha reducido el número de hectáreas
sembradas, hemos perdido casi un millón de hectáreas en los últimos años, la producción ha
disminuido en 5.3% y el ingreso de los campesinos también ha disminuido.
Además, hay que mencionar que antes de la crisis económica ya teníamos una crisis
alimentaria en el mundo y en nuestro país. Los datos de la ONU muestran que en lo que va
corrido del 2009 más de 50 millones de personas han pasado el umbral de la miseria y que
cerca de 1.000 millones de seres humanos no tienen garantizada su seguridad alimentaria, y la
CEPAL señala que en América Latina hay cerca de 53 millones de seres humanos con riesgos
en su seguridad alimentaria. Estas cifras nos llevan a decir que las políticas públicas para el
Cuando se trata de un propietario legítimo que tiene tierras de sobra y otro propietario también
legítimo que necesita tierra de ese propietario, en nuestro sistema jurídico habría dos opciones:
si el que tiene más tierra no está cumpliendo con su función social, se le puede quitar a través
de la extinción de dominio, sin nada a cambio, o se le entrega un equivalente general como es
la indemnización. Yo no renunciaría como presidente a solucionar problemas sociales de la
población a través de los instrumentos legales.
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
Este es un gran debate que está pendiente en el país, seguimos siendo una sociedad feudal
precisamente porque concentramos la tierra en pocas personas. Cuando estudié en Europa pude
ver algunas estadísticas: en Italia el promedio de tierras per cápita era de 10 hectáreas, en
Francia que era el país que más tenía, era de 20 hectáreas. Ellos consideran que estamos en el
feudalismo cuando uno les habla de que en Colombia hay personas con 1.000 ó 2.000
hectáreas, ese es un debate que estamos eludiendo y algún día se tendrá que dar. Yo estoy por
la propuesta que salgamos del feudalismo agrario y para eso tendremos que tocar la propiedad
de la tierra.
Lo que tenemos es una enorme oportunidad hacia el inmediato futuro. El uso de tierras fértiles
para la producción de biocombustibles en el mundo está ocasionando una escasez de alimentos
que eleva el precio internacional y por tanto aumenta el hambre. Nosotros tenemos 15 millones
de hectáreas fértiles y sólo cultivamos 4 millones, el resto está en manos de la mafia. Entonces,
ahí está la oportunidad, podemos articularnos productivamente al mundo a partir de la
producción de alimentos, que en mi opinión debe ser subsidiada. Para poder hacer esto
tenemos que utilizar hasta el último centímetro cuadrado de la tierra fértil, lo que significa que
hay que trasladar la tierra de las mafias hacia los productores de alimentos.
Yo fui calificado por Juan Manuel Santos de apátrida por discutir el tema con los congresistas
de los Estados Unidos en el momento en que se discutía el tratado. Este TLC significaría que
en alimentos perdamos y en biocombustibles ganemos; lo que produciría una especialización
en biocombustibles. La estructura social que soporta la producción de alimentos es democrática
y mientras que la de la producción de biocombustibles es mafiosa o antidemocrática, entonces
el TLC subvencionaría a la mafia colombiana y destruiría nuestra producción de alimentos,
nuestra posibilidad productiva de articulación con el mundo.
Ahora, dado que esa discusión ya pasó, dependemos de que allá lo aprueben y no de nosotros
mismos. Estoy convencido que si aumentamos la oferta de alimentos, resolvemos el tema de la
tierra, construimos el banco agrario para financiar la producción de las 15 millones de
hectáreas fértiles, articulamos el saber a la tierra y subsidiamos el campo, podemos competir
aún en condiciones de libre comercio y de los subsidios de los Estados Unidos. Si no hacemos
todo esto nos barren. Entonces, ante la eventualidad que el Senado de los Estados Unidos
apruebe el TLC, nosotros tenemos que cambiar la estructura del campo colombiano.
Sin caer en excesos estatistas, la problemática tiene que ver con la política de poblamiento. En
general, la tierra fértil no está en zonas de minifundio, está en zonas que llaman de producción
empresarial. Si ubicamos el mapa del desplazamiento, de las masacres, más o menos coincide
con las áreas de tierra fértil; entonces, allí ya no están los productores de alimentos, han sido
desplazados a otras zonas agrarias, otros quedaron en zonas de minifundio, otros en la frontera
agraria y otros se han urbanizado.
Para hacer posible la producción democrática de los 15 millones de hectáreas fértiles, implica
vincular tres millones de familias con dos tipos de sistemas, propietarios y economía asalariada
de pequeños y medianos empresarios; eso exige una nueva política de poblamiento, una
transferencia de población. Por ejemplo, en las colinas del Magdalena Medio no hay luz, no
porque no haya energía eléctrica sino porque no hay casas, como en el Piedemonte Llanero o
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
en la Región Caribe, entonces, la utilización racional de la tierra exige una política de
poblamiento racional; el hecho de que la población baje de las cordilleras hacia los valles y las
tierras planas es una decisión racional que tiene que ver con el uso del agua y con una nueva
política de reforestación.
Estamos hablando que de los 15 millones de hectáreas fértiles, 10 millones están en manos de
las mafias; cinco millones fueron comprados durante la primera fase de los carteles, y los otros
cinco millones que fueron expropiados en la fase militarizada de las mafias, con el
paramilitarismo. La mafia aprendió muy bien que al tener la tierra tenía el poder político. La
articulación entre el poder político y el poder mafioso en lo local, se extiende a lo nacional
durante los últimos treinta años y surge de la interrelación entre tierra y poder.
Para lograr eso, necesitamos una política regional. He propuesto los Acuerdos Comunitarios
Locales que son procesos de reconfiguración democrática del territorio a partir del acuerdo
entre la ciudadanía; uno de los cuales es el acuerdo entre las víctimas y los victimarios. Si el
victimario es un narco, se puede hacer lo mismo que hace Estados Unidos con muchos narcos
colombianos, donde se transa cárcel por información y dinero, aquí en Colombia sería cárcel y
extradición por tierra y poder. Esto significa una nueva política de extradición y de
antinarcóticos.
Parto de la base de que es un desastre. Además de los factores objetivos que conocemos todos,
hay otros factores que tienen que ver con lo que ha ocurrido desde 1990 cuando desaparece el
ICA, cuya función era generar y transferir tecnología a los productores. Incluso el INCORA
dejó de realizar la asistencia técnica al campesino, en particular a los pequeños productores de
café y las unidades municipales de asistencia técnica carecen de personal especializado, son
estudiantes recién egresados. Sin la asesoría técnica adecuada no se sabe cómo manejar los
suelos, la edafología que es el estudio de la relación suelo, clima y planta, ha desaparecido de
la asistencia técnica, el campesino no sabe qué producir, como el caso de Santander,
Cundinamarca o Boyacá donde los suelos son de clase 4 a 6, lo que significa que la producción
es muy difícil.
Otros problemas tienen que ver con el costo de los fertilizantes e insecticidas que son muy
altos; tenemos el problema de una infraestructura inexistente. Como pasa también con el
crédito, los subsidios van a otras partes y así los productores no pueden cumplir con las
calidades de los productos exigidas en el exterior. El caso del TLC es claro: en estas
condiciones el campesino no puede competir, el tratado lo liquidaría; no tenemos una política
de precios que establezca las condiciones macro para la competitividad (tasa de cambio,
intereses, y salarios, entre otros) y demás, el pequeño productor no puede cumplir con las
normas sanitarias y fitosanitarias exigidas.
Es cierto que muchos predios necesitan ensancharse para mejorar su productividad. Sin duda
hay que entrar a revisar la tenencia de la tierra en manos de los mafiosos para redistribuirlas.
La solución está en darle una salida rápida a esa situación y no amarrarla a estos procesos de
parajusticia que son excesivamente lentos. A propósito de esos casos quiero señalar algo que
me parece interesante y es que por algunos estudios he llegado a la conclusión que muchas
personas han abandonado sus predios y se incorporan en las filas de los desplazados, son
muchísimos los que sacan una ventaja comparativa o un mayor provecho al obtener dineros por
su condición de desplazados, de tal manera que sí hay que entrar a revisar el tema de la
tenencia de la tierra a partir de los predios mafiosos.
Este tema toca con la estructura del Estado, con la estructura de los poderes. Ese problema
corresponde a una realidad que no hemos asumido y es que este país es absolutamente
INTRODUCCIÓN
Nuestro campo no es lo que debería ser ni hace lo que podría hacer. Decisiones
macroeconómicas desafortunadas, políticas equivocadas, afrentas de la violencia y del
narcotráfico han disminuido la participación del sector en la economía nacional y afectado el
empleo rural. La agricultura, en particular la pequeña, se ha visto injustamente desplazada por
la ganadería y la gran plantación.
La discusión del programa AIS va mucho más allá de la entrega de unos dineros a familias
adineradas, extraditables o funcionarios públicos. Se trata de la política agraria durante los
últimos 40 años. La política de hoy parece ser la de la gran ganadería, la de la explotación
empresarial del campo, la de los subsidios para los ricos y la de los campesinos tratados como
peones.
I. Desarrollo rural
34
El texto corresponde a una versión resumida y autorizada por representantes de la campaña
del candidato Germán Vargas Lleras del documento original denominado Discurso de Política
Agraria.
Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010
quien vigile y controle este asunto. Protección de bosques: Los bosques en la región
amazónica, el pacífico y la región andina serán reservas naturales y territorios para las minorías
étnicas, los indígenas y los afrocolombianos, donde no habrá adjudicación de baldíos y se
darán estímulos para su conservación. Aprovechamiento de áreas subutilizadas: El potencial
agrícola del país es de 15 millones de hectáreas, de los cuales se emplean 5 y en ganadería hay
38 millones. Muchas tierras se han concentrado en ganaderos extensivos que evaden
impuestos, grupos insurgentes y narcotraficantes. El problema es que lo que debería utilizarse
en agricultura, se utiliza en ganadería. Proponemos la reconversión de la llanura de la Costa
Atlántica, del piedemonte llanero desde Arauca hasta el Putumayo, bloqueando el proceso de
colonización que se expande hasta el Amazonas. La reconversión debe atacar la informalidad
del pequeño campesino y la ilegalidad de la propiedad extensa en cabeza de los actores de la
guerra. Actualización catastral y reforma del régimen impositivo: Realizaremos una
actualización catastral de los predios rurales, con el fin de imponer impuestos prediales
diferenciados según los usos del suelo, para gravar las tierras con potencial agrícola
subutilizadas y desgravar las tierras que se aprovechen conforme a su vocación natural.