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4 Eucaristía en la Vida
Catequistas y Evangelizadores / Curso de Liturgia

Por: P. Antonio Rivero | Fuente: Catholic.net

Culto a la Eucaristía
Culto significa devoción. A la eucaristía, donde Jesús está realmente presente, debemos dar culto de adoración, porque es Dios quien se
esconde detrás de las especies de pan. Pero es el mismo Cuerpo de Cristo.

Hay un culto público:

a) Solemnidad y procesión del Corpus.Se introdujo en la Iglesia en el siglo XIII, por revelación privada del Señor a la beata Juliana de
Cornillón. Y fue el papa Urbano IV quien aprobó esta fiesta en el mismo siglo XIII. En esta fiesta damos culto de adoración a la presencia
real de Cristo.

b) Congresos Eucarísticos.Tuvieron su origen en Francia en el siglo XIX, siglo duro, donde el laicismo, quiso quitar a Dios de la vida, e
hizo sus estragos. Fue San Pedro Julián Eymard el iniciador de los congresos con el lema: “Salvar al mundo por la Eucaristía”. León XIII
aprobó este proyecto y el Primer Congreso Eucarístico Internacional se tuvo en Lille en 1881, Francia. Hasta ahora se han celebrado 46
Congresos Internacionales. El último en Roma en Junio de 2000 y el anterior en Polonia en 1997. El próximo será en México, en octubre
de 2004. Merece destacarse el 32º Congreso Eucarístico Internacional celebrado en Buenos Aires del 7 al 14 de Octubre de 1934, por la
repercusión espiritual que tuvo. Fue presidido por el Cardenal Eugenio Pacelli, secretario de Estado de Pío XI. Cada 10 años la Iglesia
en Argentina recuerda este Congreso Internacional. El último se celebró en Santiago del Estero en 1994. León XIII proclamó en 1897 a
San Pascual Baylón patrono de los Congresos Eucarísticos por su vida y predicación centrada en la eucaristía.

c) La exposición del Santísimo Sacramento, para la devoción y culto a la presencia real de Cristo. Esta práctica aparece por primera vez
en la vida de Santa Dorotea en 1394. La custodia nació del deseo de los fieles de ver la Hostia Consagrada. Tuvo origen en la Edad
Media como reacción ante los errores de Berengario de Tours, quien negaba, entre otras cosas, la presencia real de Cristo en la
eucaristía. Esta devoción se incrementó en los siglos XVI y XVII. Aparece la práctica de la adoración perpetua y la exposición de todos
los jueves. Al final de la exposición, se da la bendición con el Santísimo Sacramento.

Hay también un culto privado, personal.

a) Visita Eucarística. La Iglesia recomienda la oración personal ante el Santísimo Sacramento por medio de visitas al Sagrario de
nuestras iglesias, capillas y oratorios en donde está presente Nuestro Señor Jesucristo. Aquí se disfruta de un trato íntimo; abrimos
nuestro corazón pidiendo por nosotros y por todos los demás, rogamos la paz y la salvación, se crece en la amistad, en las virtudes y
sobre todo adoramos y agradecemos.

b) Comunión espiritual a lo largo del día. Como expresión de gratitud por la comunión sacramental recibida y como preparación para
recibir con fervor la Comunión Sacramental. Es el termómetro de la sincera amistad con Jesús y la expresión más genuina y exacta de la
verdadera e íntima comunión con Jesús: “donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón”. Estas comuniones espirituales las
podemos hacer caminando, trabajando, estudiando...Basta elevar nuestro pensamiento a Cristo Eucaristía y anhelar su presencia
sacramental.

El Corpus Christi es la fiesta pública a Cristo Eucaristía, a quien paseamos por las plazas, dándole nuestro tributo y homenaje de
adoración. ¡Viva Jesús Sacramentado! Pidamos que nunca falte este culto dedicado al Santísimo Sacramento.

Eucaristía y la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús


La Eucaristía ha brotado del Corazón de Jesús. Es el mayor regalo del Corazón de Jesús en la Última Cena. La eucaristía tiene su
centro en el amor, y el amor proviene del corazón.

En la Eucaristía se encuentra palpitante el Corazón de Cristo, que ama intensamente al Padre y a los redimidos por su muerte y
resurrección. La eucaristía es el corazón vigilante, atento y amoroso de Jesús, que nos ve, escucha, atiende, espera, ama, consuela,
anima y alimenta.

La gran promesa: “A quienes comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos, mi Corazón no los abandonará en el último
momento”.

Todas las revelaciones a Santa Margarita María de Alacoque, la devota del Sagrado Corazón, a la que Jesús encomendó esta devoción,
se las concedió el Señor en la capilla, en la eucaristía. Es más, Santa Margarita vivía ansiosa de la eucaristía.

Estas son sus palabras: “Mi más grande alegría de dejar el mundo era pensar que podría comulgar a menudo, ya que no se me permitía
sino de vez en cuando. Yo me habría considerado la más dichosa del mundo si lo hubiera podido hacer frecuentemente y poder pasar
muchas noches sola delante del Santo Sacramento de la Eucaristía. Me sentía ante Él absolutamente segura, que aún siendo
miedosísima, ni me acordaba del miedo, estando en el lugar de mis mayores delicias. La víspera de comulgar me sentía abismada en un
profundo silencio y no podía hablar sino haciéndome violencia, pensando en la grandeza de lo que había de acontecer al día siguiente. Y
cuando ya había comulgado, no hubiera querido ni beber, ni comer, ni hablar de tanta paz y consuelo como sentía. Me ocultaba lo más
posible para aprender a amar a mi Bien Soberano, que tan fuertemente me obligaba a devolverle amor por amor”.

Y cuando entró al Convento de la Visitación, a los 23 años, su madre priora le dijo: “Hija, id a poneros delante de Nuestro Señor en la
Eucaristía como una tela preparada delante de un pintor”. Y Santa Margarita no entendió, pero no se atrevió a preguntarle a su
superiora. Pero escuchó dentro de ella “Ven, hija, Yo te lo enseñaré”. Era Jesús, que la invitaba a la eucaristía para enseñarle todo. Para
Margarita María, el Sagrario era su refugio ordinario. ¡Y sabemos cómo sufrió en vida esta gran santa!

El corazón, sabemos, tiene dos movimientos: Sístole, contracción del músculo cardíaco que provoca la circulación de la sangre, y
diástole, movimiento de dilatación del corazón y arterias.

También el Corazón de Cristo tiene estos dos movimientos.

Sístole: se contrae, se recoge para unirnos a Él, a su amistad, provocando en nosotros la circulación de la sangre espiritual que Él nos
ha inyectado. Nos alimenta, nos nutre, y esto lo hace desde la eucaristía, en la eucaristía. Esta contracción del Corazón de Cristo es una
invitación a su amistad, a formar el grupo de sus íntimos. Es la invitación a acercarnos a la eucaristía, a disfrutar de su amor, a conocer
sus secretos más íntimos. ¡Qué bienaventurados aquellos que tienen la suerte de ser arropados en ese movimiento de sístole o
contracción del Corazón dulcísimo de Cristo!?
Diástole: Es la dilatación de ese Corazón de Jesús, que se abre a todos, sin excepción, con el anhelo de hacer llegar a todos su sangre
preciosísima, que con una sola gota de ella salva a quienes se dejan lavar por ella. Este movimiento de diástole quiere abrazar a todos,
y por eso se sirve de nosotros para que vayamos al apostolado y llevemos su amor para atraerlos a su Divino Corazón.??La eucaristía
nos invita a nosotros a estos dos movimientos:?
Sístole: a acudir con más frecuencia a la eucaristía, a entrar dentro de ese Corazón Sacratísimo de Jesús, escuchar sus latidos de amor,
sus gemidos de dolor, sus anhelos de salvar a la humanidad. A entrar, a intimar con Él, consolarlo, animarlo, repararlo, y al mismo
tiempo a contarle nuestros problemas, angustias y proyectos.?
Diástole: es decir, a salir de la eucaristía con la sonrisa en los labios, con el amor en el corazón, con la servicialidad en las manos, con la
prontitud en los pies y hacer llegar esos latidos del Corazón de Jesús que nosotros hemos escuchado en nuestros momentos de
intimidad.

Eucaristía y visitas eucarísticas


En una Iglesia de España entraron unos estudiantes de arte y le preguntaron al cura párroco:

- ¿Qué es lo que hay de más valor en esta Iglesia, digno de visitar?


- ¡Vengan!,- les respondió el cura.

Algunos de los chicos iban exclamando: ¡qué linda iglesia! ¡qué columnas! ¡fijaos qué rosetones! ¡qué capiteles!

Cuando el sacerdote llegó al presbiterio saludó al Señor con una genuflexión.

- Aquí tienen. Esto es lo de más valor que tenemos en la Iglesia. ¡Aquí está el Señor y Dios!

Esos chicos tardaron unos segundos en reaccionar. No sé si les parecía que el cura les tomaba el pelo, el caso es que se fueron
arrodillando uno tras otro. Después el sacerdote les explicó otros valores artísticos de la iglesia. Junto a la lección de arte, aquellos
turistas recibieron una sencilla y maravillosa lección de fe y piedad.

De aquella visita eucarística, este buen sacerdote se sirvió para inculcarles el respeto y veneración ante lo sagrado y para descubrirles,
de un modo gráfico, que en un templo católico a quien hay que darle la primacía es al Señor en el Sagrario.

Cuando te encuentres cerca de un Sagrario, piensa “ahí está Jesús”. Y desde ahí te ve, te oye, te llama, te ama.

El arte debe estar en función de la belleza de Dios y de la presencia real de Cristo. Por eso, para un cristiano, la visita a una iglesia no
debería ser nunca ni exclusiva ni principalmente “artística”. Primero hay que visitar y saludar al Señor de la casa, y secundariamente se
podrán visitar las muestras de arte, hechas con cariño por generaciones de cristianos que han dejado allí signos de su amor y de su
adoración.

Por eso la costumbre de los cristianos, tan recomendada hoy y siempre por la iglesia, de visitar a Jesús en el Sagrario, es una finura de
amor que contrasta con la actitud irreverente que algunos adoptan ante el Santísimo. Incomprensión, ¡no saben quién está ahí!
Indiferencia, ¡no les importa! Irreverencia, ¡hablando, riendo, comiendo en la iglesia!

Si nos fijamos, por ejemplo, en cómo se comportan los fieles que acuden a una iglesia, ya sea en el modo de vestir, de estar, de
sentarse, de hacer la genuflexión, podemos deducir en buena medida el grado de fe de esas personas, aunque a veces sólo es falta de
la mínima cultura religiosa. No se sabe responder. Se ponen de pie cuando hay que arrodillarse. Están con la gorrita en la cabeza.
Distracciones. Se habla durante la misa. Novios que se están besando, abrazando, tocando, mirando. ¡Qué desubicados!

¿De qué tenemos que hablar en esas visitas eucarísticas?

Abrir el corazón. Dejarnos quemar, calentar por los rayos de Cristo. Hablarle de nuestras cosas. Encomendar tantas necesidades.
Pedirle fuerzas. Alabarlo. Adorarlo. Darle gracias.

¿Cómo tenemos que hablarle?

Con sencillez, sin palabras rebuscadas: “Él me mira y yo le miro”. Con la humildad del publicano, reconociendo su grandeza y nuestra
miseria. Con la confianza de un amigo. Con la fe del centurión, de la hemorroisa. Con mucha atención, sin distracciones.

Eucaristía y compromiso de caridad


La eucaristía tiene que ser fuente de caridad para con nuestros hermanos. Es decir, la eucaristía nos tiene que lanzar a todos a practicar
la caridad con nuestros hermanos. Y esto por varios motivos.

¿Cuándo nos mandó Jesús “amaos los unos a los otros”, es decir, cuándo nos dejó su mandamiento nuevo, en qué contexto? En la
Última Cena, cuando nos estaba dejando la eucaristía. Por tanto, tiene que haber una estrecha relación entre eucaristía y el compromiso
de caridad.

En ese ámbito cálido del Cenáculo, mientras estaban cenando en intimidad y Jesús sacó de su corazón este hermoso regalo de la
eucaristía, en ese ambiente fue cuando Jesús nos pidió amarnos. Esto quiere decir que la eucaristía nos une en fraternidad, nos
congrega en una misma familia donde tiene que reinar la caridad.

Hay otro motivo de unión entre eucaristía y caridad. ¿Qué nos pide Jesús antes de poner nuestra ofrenda sobre el altar, es decir, antes
de venir a la eucaristía y comulgar el Cuerpo del Señor? “Si te acuerdas allí mismo que tu hermano tiene una queja contra ti, deja allí tu
ofrenda, ante el altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y después vuelve y presenta tu ofrenda” (Mt 5, 23-24).

Esto nos habla de la seriedad y la disposición interior con las que tenemos que acercarnos a la eucaristía. Con un corazón limpio,
perdonador, lleno de misericordia y caridad. Aquí entra todo el campo de las injusticias, atropellos, calumnias, maltratos, rencores,
malquerencias, resquemores, odios, murmuraciones. Antes de acercarnos a la eucaristía tenemos que limpiarnos interiormente en la
confesión. Asegurarnos que nuestro corazón no debe nada a nadie en todos los sentidos.

En este motivo hay algo más que llama la atención. Jesús nos dice que aún en el caso en que el otro tuviera toda la culpa del
desacuerdo, soy yo quien debo emprender el proceso de reconciliación. Es decir, soy yo quien debo acercarme para ofrecerle mi
perdón.

¿Por qué este motivo?

Mi ofrenda, la ofrenda que cada uno de nosotros debe presentar en cada misa (peticiones, intenciones, problemas, preocupaciones, etc.)
no tendría valor a los ojos de Dios, no la escucharía Dios si es presentada con un corazón torcido, impuro, resentido, lleno de odio.

Ahora bien, si presentamos la ofrenda teniendo en el corazón esta voluntad de armonía, será aceptada por Dios como la ofrenda de Abel
y no la de Caín. Éste era agricultor, y le ofrecía a Dios su ofrenda con corazón desviado y lleno de envidia y resentimiento al ver que su
hermano Abel era más generoso y agradable a Dios, pues le presentaba generosamente las primicias de su ganado.

Y hay otro motivo de unión entre eucaristía y compromiso de caridad. En el discurso escatológico, es decir cuando Jesús habló de las
realidades últimas de nuestra vida: muerte, juicio, infierno y cielo, habló muy claro de nuestro compromiso con los más pobres.

Jesús en la eucaristía nos dice “Esto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros”. Y aquí, en este discurso solemne, nos pide que
ese cuerpo se iguale con el prójimo más pobre, y por eso mismo es un cuerpo de Jesús necesitado que tenemos que alimentar, saciar,
vestir, cuidar, respetar, socorrer, proteger, instruir, aconsejar, perdonar, limpiar, atender.

San Juan Crisóstomo tiene unas palabras impresionantes: “¿Quieres honrar el cuerpo de Cristo? No permitas que Él esté desnudo y no
lo honres sólo en la Iglesia con telas de seda, para después tolerar, fuera de aquí, que ese mismo cuerpo muera de frío y de desnudez”.

Él que ha dicho “Esto es mi cuerpo”, ha dicho también “me habéis visto con hambre y no me habéis dado de comer” y “lo que no habéis
hecho a uno de estos pequeños, no me lo habéis hecho a Mí”.

Te dejo unas líneas para tu reflexión: “Pasé hambre por ti, y ahora la padezco otra vez. Tuve sed por ti en la Cruz y ahora me abrasa en
los labios de mis pobres, para que, por aquella o por esta sed, traerte a mí y por tu bien hacerte caritativo. Por los mil beneficios de que
te he colmado, ¡dame algo!...No te digo: arréglame mi vida y sácame de la miseria, entrégame tus bienes, aun cuando yo me vea pobre
por tu amor. Sólo te imploro pan y vestido y un poco de alivio para mi hambre. Estoy preso. No te ruego que me libres. Sólo quiero que,
por tu propio bien, me hagas una visita. Con eso me bastará y por eso te regalaré el cielo. Yo te libré a ti de una prisión mil veces más
dura. Pero me contento con que me vengas a ver de cuando en cuando. Pudiera, es verdad, darte tu corona sin nada de esto, pero
quiero estarte agradecido y que vengas después de recibir tu premio confiadamente. Por eso, yo, que puedo alimentarme por mí mismo,
prefiero dar vueltas a tu alrededor, pidiendo, y extender mi mano a tu puerta. Mi amor llegó a tanto que quiero que tú me alimentes. Por
eso prefiero, como amigo, tu mesa; de eso me glorío y te muestro ante todo el mundo como mi bienhechor” (San Juan Crisóstomo,
Homilía 15 sobre la epístola a los Romanos).

Estas palabras son muy profundas. Este cuerpo de Cristo en la eucaristía se iguala, se identifica con el cuerpo necesitado de nuestros
hermanos. Y si nos acercamos con devoción y respeto al cuerpo de Cristo en la eucaristía, mucho más debemos acercarnos a ese
cuerpo de Cristo que está detrás de cada uno de nuestros hermanos más necesitados.

Quiera el Señor que comprendamos y vivamos este gran compromiso de la caridad para que así la eucaristía se haga vida de nuestra
vida.

Eucaristía y peregrinación
Jesús nos ha dejado este Sacramento para nosotros que peregrinamos a la Patria del cielo.

El camino es largo y fatigoso. Jesús lo hace más suave y amable porque lo camina con nosotros. El camino es arriesgado y peligroso.
Por momentos aparecen las tentaciones, las dudas, el enemigo. Jesús es refugio y defensa. El camino es, a veces, oscuro y con
nubarrones. Jesús Eucaristía lo ilumina con su sol espléndido. En el camino nos puede invadir, a veces, la tristeza, la desesperanza, el
desencanto, como les pasó a los discípulos de Emaús. Pero Jesús Eucaristía hará arder nuestro corazón.

Jesús Eucaristía se quiere arrimar a nosotros, se hace también Él peregrino y se pone a caminar junto a nosotros, alentándonos,
abriéndonos su corazón, explicándonos las Escrituras. ¡Qué calor nos infunde! En el camino nos amenaza la tarde, se hace tarde, se
oscurece la vida. Y Jesús enciende la luz de su eucaristía y nuestras pupilas se abren, se dilatan en Emaús.

Con Jesús nunca es tarde, nunca anochece, siempre es eterna primavera, es mediodía. En el camino no vemos el momento de
sentarnos a descansar a la vera, o entrar a una casa para reponer fuerzas, y Jesús Eucaristía es ese descanso del peregrino.

En el camino sentimos hambre y sed. Por eso Cristo Eucaristía se hace comida y bebida para el peregrino. En el camino
experimentamos el deseo de hablar con alguien, que nos haga agradable la subida, la monotonía de ese camino. Y Jesús Eucaristía
quiere entablar con nosotros diálogos de amistad.

En este camino hacia la Patria Celestial nos pesa nuestra vida pasada, nuestros pecados gravan sobre nuestra conciencia y ponen
plomo sobre nuestros pies, hasta el punto de inmovilizarlos. Y Jesús Eucaristía nos abre su corazón misericordioso, como a esa mujer
de Samaria o como a ese Zaqueo de Jericó, y nuestros pecados se derriten y Él nos da alas ligeras para volar por ese camino.

Dios mismo se ha hecho peregrino en su Hijo Jesús. Ha atravesado el umbral de su trascendencia, se ha echado a las calles de los
hombres y lo ha hecho a través de la eucaristía. Jesús es el eterno peregrino del Padre que viene al encuentro del hombre que también
peregrina hacia Dios. Entonces resulta que ya no sólo nosotros somos peregrinos hacia Dios sino que el mismo Dios en Jesús peregrina
hacia nosotros haciéndose Él mismo el camino de esta peregrinación y el alimento para el camino y la compañía.

¿Cómo viene Jesús peregrino hacia nosotros?


Con un inmenso amor de hermano y ternura, con una entrañable compasión por nosotros y, sobre todo, con el corazón de Buen Pastor
para subirnos y ponernos en sus hombros, contento y feliz, y darnos su alimento.

Y todo esto lo hace a través de su eucaristía. En la eucaristía Jesús es Pastor, que con sus silbos amorosos nos despierta de nuestros
sueños, es Hermano mayor, que nos comprende y nos acoge como somos; es Vianda, que nos alimenta y fortalece.

Ahora entendemos por qué, cuando nos llega el momento de nuestra muerte, el sacerdote, junto con la unción de los enfermos, nos da
la comunión como Viático para el camino al Padre, después de nuestra muerte.

¿Qué cosas no hay que hacer durante la peregrinación al Padre?

No debemos detenernos con las bagatelas del borde del camino, que nos atrasarían mucho el encuentro con Jesús. No debemos
sestear en la pereza y comodidad de nuestros caprichos. No debemos desistir de caminar y volver atrás, desviándonos del camino recto,
para volver al Egipto seductor que me ofrece sus cebollas, a la plaza de los placeres, a la vida libertina. No debemos echarnos a un lado
y encerrarnos en nuestra propia tienda de campaña, en nuestra bolsa de dormir, despreciando la compañía de nuestros hermanos que
nos animan con sus cantos.

Hagamos de la eucaristía nuestra parada técnica durante la peregrinación para reponer fuerzas, cambiar las llantas, descansar,
alimentarnos. Sí, la eucaristía es solaz, es refugio, es hostal, es puesto de socorro y de primeros auxilios para todos los que peregrinan
hacia la Patria del Padre Celestial.

Catequesis en audio:

Conoce algunos detalles acerca del Credo que rezamos en la Santa Misa para proclamar nuestra fe.

Da click en el siguiente enlace y escucha el tema: - El Credo

Participación en el Foro
Menciona los tipos de culto público y los tipos de culto privado
¿Cómo son tus visitas a Jesús Eucaristía?
¿Cómo vives el compromiso de caridad en la Eucaristía?

Recuerda que puedes consultar a los Tutores del Curso y escribirles a su correo. :

Maria Teresa Peñaloza Sanchez Especialidad: Especialista en pastoral penitenciaria, cursos prematrimoniales, y catequesis dentro de
las parroquias

Maria Luisa Martínez RoblesEspecialidad: Catequesis para niños

Margarita González de Guzmán Especialidad: Coordinación y formación del catequista

P. Antonio Rivero: Autor del curso

Claudia Silva Martínez Especialidad: Especialista en catequesis parroquial de iniciaciòn cristiana para adulots y jòvenes

Bibliografía recomendada/ artículos de apoyo :

- Carta del Papa a los Obispos sobre "Summorum Pontificum"


La Carta de Benedicto XVI a los obispos de todo el mundo sobre el Motu Proprio Summorum. Referente al misal de Juan XXIII

- Ecclesia De Eucharistia

- Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la rececpción de la comunión eucarística por parte de los fieles divorciados que se han
vuelto a casar

- Sacrosanctum Concilium (Constitución Dogmática del Vaticano II para la Liturgia)

- Redemptionis Sacramentum
Sobre algunas cosas que se deben observar o evitar acerca de la Santísima Eucaristía

- Dies Domini ( Carta apostólica JPLL sobre la santificación del domingo)


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