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DOS CUENTOS DE LUISA VALENZUELA

Estos dos cuentos de Luisa Valenzuela: La llave y La densidad de las palabras


pertenecen al ciclo “Hades” en cuya táctica narrativa, tradición y transgresión está
implícita el juego entre Hadas (en relación los intertextos, cuentos clásicos de la
literatura infantil) y Hades (nombre del dios griego del infierno, y por extensión, del
mismo sitio). La lectura que hacemos parte, justamente, de las transgresiones a las
versiones tradicionales a ambos cuentos de Charles Perrault, para descubrir las dos
historias que se narran _ siguiendo la Tesis del cuento, de Ricardo Piglia _y la
importancia de la relación entre la experiencia y el lenguaje.
Luisa Valenzuela en su obra “explora las relaciones profundas entre Poder y Lenguaje,
Lenguaje y Violencia, Lenguaje y Cuerpo” (1) para ella “el lenguaje es
fundamentalmente falogocéntrico y por ende, expresa mecanismos de dominación”. No
es casual, por lo tanto que sean los personajes femeninos de los cuentos clásicos, los
sujetos de la enunciación de sus ficciones: la esposa de Barbazul , en un caso, y la
hermana mayor de Diamantes y Reptiles .
El cuento La llave , narrado en Presente no por una cándida joven, como la esposa de
Barbazul, sino por una protagonista centenaria, que ha sobrevivido en las mil
narraciones de otras tantas versiones del relato y que aprovechando su celebridad
decidió “narrarse sola”: “Los tiempos han cambiado y si he logrado llegar hasta las
postrimerías del Siglo XX , algo bueno habré hecho”; (…) “Aún así, aún aquí, (2) la vida
me la gano honradamente aprovechando mis condiciones innatas”. (…) “Ahora me
narro sola”.
Y narra su historia no desde formatos escritos, sino en seminarios, grupos de reflexión
y talleres a los que concurre un público exclusivamente femenino.
Acusada por Perrault en una de las moralejas del cuento de detentar el “vicio” de la
curiosidad, afirma su intención de “invertir el punto de vista”, oponiéndose al poder
masculino: “son ellos los que nos señalan el pecado. Es cosa de mujeres,
dicen.”(“Ellos”, los hombres; “el pecado”, la curiosidad)
Remitiéndonos a la historia del intertexto, en la que la esposa de Barbazul transgrede
sus órdenes de no abrir la puerta de un gabinete y encuentra los cadáveres de las
esposas precedentes, colgados en ganchos sobre un lago de sangre coagulada (sangre
que no pudo quitar de la pequeña llave, descubierta por su marido y salvada
fortuitamente por sus hermanos); en referencia al punto de vista machista, la moraleja
de Perrault es: “A pesar de todos sus encantos, la curiosidad causa a menudo mucho
dolor.(…) Que no se enfade el sexo bello, pero es un efímero placer. En cuanto se lo
goza ya deja de ser tal y siempre cuesta demasiado caro.” La inversión del punto de
vista consiste en considerar el “vicio”, el “pecado” de la curiosidad, como un virtud
necesaria y salvadora, y en desplazar la carga semántica de “curiosidad” a un
significado más profundo: la búsqueda de la verdad secreta, la revelación dolorosa que
permite intentar “romper el círculo”, evadir el destino de víctima, enfrentarse al secreto
del “ogro” dominante.
Notamos este desplazamiento en la propuesta de la narradora a sus discípulas de los
talleres: “…yo les entrego a las participantes un gran manojo de llaves imaginarias, dejo
que se las lleven a sus casas y duerman con las llaves y sueñen con las llaves, (…) y
descubran sobre todo si con la llave en la mano le dan la espalda a la habitación
prohibida o la encaran de frente.” (…)”No usar esa llave… aunque ellas saben que sí,
que conviene usarla. Pero nunca están dispuestas a pagar el precio. (…) tratan de
ocultármela por miedo a las represalias.”
Al final del cuento se suma la segunda historia, la historia secreta, siguiendo la Tesis
de Piglia, una historia presentada elípticamente, pero que la reconocemos como un
fragmento de la realidad de la historia argentina: “Todas siempre igual en todas partes.
Menos esta menos mujer, hoy en Buenos Aires, ésta tan serena con la cabeza envuelta
en un pañuelo blanco. Levanta en alto el brazo como un mástil y en sumano la sangre de
su llave luce más reluciente que la propia llave. La mujer la muestra con un orgullo no
exento de tristeza, y no puedo contener el aplauso y una lágrima.”
Esta inserción de un personaje típico de nuestra realidad _ violenta, sangrienta,
silenciada, vedada, secreta como los crímenes de Barbazul _ , una Madre de Plaza de
Mayo, que trasgrede la prohibición de buscar la verdad , pero con convicción y
valentía; sólo se nos da esa clave: el pañuelo blanco sobre la cabeza de la mujer
anónima y la referencia: “_Acá hay muchas como yo, algunos todavía nos llaman
locas…” pero basta para la identificación de la segunda historia: la de la búsqueda de
los desaparecidos durante la dictadura militar, la del secreto de los secuestros, torturas y
crímenes y las denuncias de los organismos como el de las Madres… El punto de cruce
se encuentra en la ruptura del círculo del secreto y se refuerza en el final: “Yo la aplaudo
y río, aliviada por fin: la lección parece haber cundido. Mi señor Barbazul debe estar
retorciéndose en su tumba.”

El cuento La densidad de las palabras , supera la anécdota del cuento de Perrault que
le sirve de origen: Diamantes y Reptiles y reflexiona metafóricamente sobre el signo
lingüístico, la palabra. El cuento clásico presenta dos hermanas: una bella y amable,
semejante a su padre; y la otra desagradable y orgullosa, fiel imagen de su madre.
Ambas son probadas por un hada que les pide de beber el agua de una fuente, y son
retribuidas acorde a su actitud con disímiles dones. La hermana “dulce y honesta” al
hablar arroja perlas, diamantes y flores, por el contrario, la hermana mayor escupe sapos
y culebras. La propuesta del autor se basa en la doble secuencia: hermana menor:
virtud- buena acción- recompensa; hermana mayor: defecto-mala acción-castigo.
El texto de Luisa Valenzuela es narrado en primera persona por la hermana
“orgullosa”, quien renarra el intertexto destacando la relación: enunciación- palabra/
materialización-valor extrínseco: “Abro la boca y con naturalidad brotan salen sapos y
culebras. Hablo y las palabras se materializan. Una palabra corta, un sapo. Las culebras
aparecen con las palabras largas, como la misma palabra culebra…”
La crueldad y perversidad del cuento tradicional , a cuya protagonista le aguarda la
muerte en el bosque, después de la expulsión por parte de la madre, se modifica en este
punto. El personaje recuerda, reflexiona, y la acción avanza hacia la segunda historia
_desde el tiempo mismo de la enunciación, en presente _ desde su peregrinar en el
bosque. Además los valores morales no son ya tan claros , ni tan opuestos. La narradora
explica con sinceridad, con candor y hasta con destellos de humor: “Fue así como me
encaminé a la fuente, protestando. (…) Dispuesta estaba a darle su sorbo de agua al
hada vieja, sí, pero no a la dama de alcurnia, emperifollada ella, que apareció de golpe y
me reclamó un trago como quien da una orden. No señora, le dije categórica, si tenéis
sed procuraos vos misma un recipiente, que yo estoy acá para otros menesteres.”
Reflexiona asimismo sobre la posibilidad de elección y aceptación del destino, sobre el
exilio, sobre la imposición del silencio y la soledad.
De esta forma, prosigue: “No me arrepiento del todo: ahora soy escritora:” La
escritura se presenta entonces como una salida, una compensación del destino del exilio
y del silencio impuesto (Por supuesto que, nuevamente, caben las asociaciones con la
realidad posterior al golpe militar del ‘76 en nuestro país, y aún las interpretaciones
relacionadas a la experiencia del exilio de la misma autora) : “Las palabras son mías,
soy su dueña, las digo sin tapujos, emito todas las que me estaban vedadas, las grito, las
esparzo por el bosque porque se alejan de mí saltando o reptando como deben, todas
con vida propia.” Y: “La reconozco (la maldición) en esto del decir mal, del mal decir
diciendo aquello que los otros no quieren escuchar y menos aún ver corporizado. Igual
al apropiarme de todas las palabras mientras merodeo por el bosque me siento
privilegiada.”
Así el castigo resulta un privilegio, una distinción: “Son las palabras que antes
me estaba prohibido mascullar. Ahora me desacralizan, me hacen bien. Recupero una
dignidad desconocida.
También se destaca en la relación Lenguaje y Poder, la experiencia de lo
femenino en oposición al Poder falogocéntrico: “Aprovecho las zonas más húmedas del
bosque para proferir blasfemias de una índole nueva para una mujer. Esta es mi
prerrogativa porque de todos modos _como creo haber dicho _de mi linda boquita salen
sapos y culebras, escuerzos, renacuajos y demás alimañas que se sienten felices en lo
húmedo y retozan. También yo retozo con todas las palabras y las piernas abiertas.”
En cuanto a la soledad, está relacionada al desamor, al desprecio de la madre, y a
la improbabilidad de ser amada por un hombre, como es amada su hermana por el
príncipe: “Los hombres que quieren acercarse a mí _ los pocos que aparecen en el
bosque_ al verlas (a las culebras) huyen despavoridos.
Los hombres se me alejan para siempre.”
No falta la ironía en las consideraciones sobre la suerte de su hermana, en la
relación: Valor económico = Poder = Deseo y Amor: “Mi hermana, me lo recuerda el
cuento, era bella, dulce, bondadosa. Y además se convirtió en fuente de riquezas. El hijo
del rey no desaprovechó tamaña oportunidad y se casó con ella.”
“Dicen que el príncipe es bellísimo, dicen que no es demasiado intelectual y la
conversación de mi hermanita sólo le interesa por su valor de cambio .(…) El castillo
desborda de riquezas: las palabras de ella.”
“A mi hermana la bella nadie le reclama silencio, y menos su marido. Debe de
sentirse realizada.”
Ya dijimos que la primera historia variaba con la versión tradicional en cuanto al
enfoque y al punto de vista. También permite el planteo de una segunda historia,
inesperada y emotiva: el reencuentro feliz de la dos hermanas, la unión de sus destinos
“demasiados esquemáticos. Intolerables ambos”. Al comenzar el cuento ya se había
anticipado el interrogante: “¿Qué clase de hermanas somos? Qué clase de hermanas, me
pregunto”. Sin embargo es sorpresivo este final conciliador. Al fin y al cabo, después
del contrapunto de destinos hay un lazo más fuerte que la voluntad de un hada: la
fraternidad: “Mi hermana se me acerca corriendo por el puente y cuando nos abrazamos
y estallamos en voces de reconocimiento, percibo por encima de su hombro que a una
víbora mía le brilla una diadema de diamantes, a mi cobra le aparece un rubí en la
frente, cierta gran flor carnívora está deglutiendo uno de mis pobres sapos, un escuerzo
masca una diamela y empieza a ruborizarse (…) Y mientras con mi hermana nos
decimos todo lo que no pudimos decirnos por los años de los años, nacen en la bromelia
mil rayas enjoyadas que nos arrullan en su coro polifónico.”
Surge así en este punto de cruce de las historias un nueva valoración y una nueva
moral: ya no importan los valores materiales y estéticos, prevalece la relación fraternal y
el afecto.

NOTAS

1) Cito los datos de las Fichas Bibliográficas y poéticas de los narradores del
’60 incluidos en la Antología de Cuentos Argentinos del ’55 al 2000
Centro de Altos Estudios Literarios y Sociales Chaco- CALYS.
2) Este “aquí” alude a nuestro país, la frase que le antecede con humor, cita:
“Tan buena no serás si ahora te estás presentando en la Argentina, ese arrabal
del mundo, me dicen los resentidos (argentinos ellos)”

Profesora María Cecilia Parra

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