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Víctor Manuel Fernández

Conversión pastoral
y nuevas estructuras

¿Lo tomamos en serio?

Los Obispos de Argentina, recogiendo la propuesta de Aparecida,


han invitado a una conversión pastoral, como podemos leer en la
Carta pastoral con ocasión de la Misión Continental (20/08/09).1
En mayo de 2009, la Conferencia Episcopal Argentina me pidió que
preparara una reflexión sobre la “conversión pastoral” y las
estructuras caducas. Los Obispos esperaban que expusiera en su
Asamblea plenaria de noviembre de 2009 y que luego estuviera
dispuesto a un momento de diálogo con ellos.
Inmediatamente comencé a buscar material. Cuando abrí Google y
escribí “conversión pastoral” aparecieron 1.570.000 resultados en
junio, y en noviembre ya eran 1.780.000. Esto indica que no se
trata de una temática muerta, que ha quedado plasmada en algún
documento pero que despierta escaso interés. Se trata de algo vivo
y actuante, que está dando vueltas en la Iglesia.
Evidentemente, era imposible leer todo eso. Si bien varios textos
aparecen repetidos y en muchos de ellos la expresión aparece sólo
de paso, igualmente había allí miles de artículos, cartas pastorales,
conclusiones de congresos o jornadas, y reflexiones sobre el tema,
la mayoría de América Latina. Unos 45.000 aportes sobre este
asunto se escribieron después de Aparecida, motivados por ella.
Con mucho esfuerzo traté de seleccionar lo que valía la pena, y por
otra parte accedí a muchos textos impresos en los últimos años.
Además, solicité a la CEA que me permitiera realizar en Argentina
una amplia consulta, que formulé de la siguiente manera:

“Queridos amigos:
Los Obispos quieren dedicar un día a
reflexionar sobre lo que implica la conversión pastoral y las
estructuras caducas que hoy dificultan la transmisión de la fe.
Lo harán en su Asamblea episcopal de noviembre
Sé que muchos de ustedes tienen ideas
valiosas sobre estos temas. Sólo les pido el esfuerzo de
expresarlas sintéticamente de manera que yo pueda citarlas y
recoger parte de esa riqueza. Las consignas, brevemente
expresadas, son las siguientes:

1) ¿Qué es la conversión pastoral"?

1
En adelante la citaremos así: CPMC.

1
2) ¿Qué implica hoy para nosotros?
3) ¿Cuáles serían concretamente algunas
"estructuras caducas" que habría que abandonar puesto que no
favorecen la transmisión de la fe?

Aunque modesta, no deja de ser una


instancia participativa para hacer escuchar las variadas voces.
Creo que no conviene desaprovecharla. Muchas gracias, y un
abrazo. Tucho”.

Inicialmente la consulta se mandó a los miembros de la Sociedad


Argentina de Teología y a los docentes de la Facultad de Teología
de la UCA. Pero luego se fue difundiendo y varios Obispos la
distribuyeron en sus Diócesis. Fue recibida por muchos con
gratitud, interés, preocupación.
Teniendo en cuenta que varias respuestas son grupales
(Presbiterios enteros, equipos de laicos, etc.) estimo que han
respondido más de 400 personas de todas las regiones de
Argentina. Llegaron respuestas de lugares como Rosario, Córdoba,
Bahía Blanca, El Talar, Mar del Plata, Mendoza, Guaminí, Rafaela,
Florencio Varela, San Isidro, Corrientes, Salta, Santiago del Estero,
Merlo, San Francisco, Neuquén, San Nicolás, etc. Se sumaron
sacerdotes, religiosas, catequistas, misioneros, Obispos, equipos de
Cáritas, docentes, etc. También quiero resaltar la variedad de
intereses y de acentos que se refpleja en estas respuestas.

Con todo este rico y complejo material elaboré la propuesta que


presento en este libro en orden a clarificar qué es la conversión
pastoral, qué dimensiones tiene y qué exigencias concretas implica
hoy. Dentro de estas implicaciones está la necesaria reforma de
estructuras.

En el desarrollo del tema citaré constantemente a varias personas y


grupos que respondieron la consulta. No todos se encontrarán
citados, pero sí varios que han expresado breve y claramente
alguna preocupación o propuesta compartida por muchos. Para
simplificar la lectura, cuando los textos citados provengan de esta
consulta o de mi búsqueda en Internet, colocaré las referencias de
manera abreviada, indicando sólo el nombre de los autores a pie de
página.

En la primera parte presentaré una síntesis sobre las diversas


dimensiones de la “conversión” para enmarcar allí el sentido de la
conversión “pastoral”. Luego expondré los diversos sentidos que
puede tener la “conversión pastoral”, mostraré cómo y cuándo
aparece en el Magisterio de la Iglesia, y sintetizaré el sentido
específico que tiene en Aparecida. Posteriormente mostraré cómo

2
la propuesta fue acogida por los Obispos latinoamericanos y qué
consensos y aspectos se destacan en las respuestas a la consulta
realizada.

En la segunda parte desarrollaré el sentido profundo de la


conversión “estructural”, explicaré qué se entiende por “caduco”
en pastoral, y delinearé algunos aspectos de esta propuesta de
reforma eclesial.

I. La conversión pastoral

Dimensiones de la conversión

La verdadera conversión cristiana tiene diversos aspectos o


dimensiones, que pueden tener un mayor o menor desarrollo.
Explicitar esas dimensiones es un modo de discernir sobre la
autenticidad de nuestra conversión y permite percibir toda la
riqueza de sentido que tiene la llamada “conversión pastoral”.

1. Conversión a Dios

Aunque parezca obvio, en primer lugar hay que convertirse a Dios,


volverse hacia Él. Ese es el sentido de “conversión” que
compartimos con el Judaísmo, pero que continúa presente en el
Nuevo Testamento:
“…Ustedes se convirtieron a Dios, tras haber abandonado los
ídolos, para servir a Dios vivo y verdadero” (1 Tes 1, 9).
“Nosotros les predicamos que abandonen estas cosas vanas y se
vuelvan al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra” (Hc 14, 15).
“…He predicado que se volvieran a Dios” (Hch 26, 20).
Que esta conversión esté lograda no se puede suponer ni siquiera
en los catequistas o en los sacerdotes. Conviene decirlo, porque
Dios es el sentido último de nuestras vidas, pero puede no serlo en
la práctica. No podemos ignorar que hay evangelizadores –también
consagrados– que no están muy convencidos del amor que Dios les
tiene, o que escapan de su presencia. Les gustan algunas tareas, y
discutir acerca de cuestiones pastorales o teológicas, pero viven
todo eso al margen de su relación personal con Dios como sentido
último de sus vidas. O han perdido la confianza en un Dios capaz de
intervenir en la historia y dejan de acudir a él. O, inmersos
acríticamente en el consumo de ofertas de bienestar, en la práctica

3
terminan dispersos, perdiendo el interés por responder mejor al
amor de Dios con la propia existencia. La figura de Jesús les resulta
atractiva pero se ha debilitado el sentido trascendente de la propia
vida. Por lo tanto, la invitación a volver a Dios nunca es superflua.
Resuena en la Palabra de Dios que nos conmueve cada miércoles
de cenizas:
“¡Vuelvan a mi de todo corazón! … Desgarren sus corazones y no
sus vestiduras. ¡Vuelvan al Señor su Dios!” (Jl 2, 12-13).

2. Conversión a Jesucristo (discipulado)

Pero desde nuestra autocomprensión cristiana, la conversión a Dios


es inseparablemente conversión a Jesucristo, y en el rostro de
Jesucristo se nos revela el verdadero Dios: “Nadie llega al Padre,
sino por mí” (Juan 14, 6); “Separados de mí no pueden nada” (Juan
15,5).
Viendo nacer, vivir y morir a Jesucristo podemos reconocer hasta
dónde nos ama el Padre, y desde el corazón resucitado de
Jesucristo se derrama en nosotros la vida nueva del Espíritu. Jesús
nos revela la vida íntima de Dios que es comunidad, y que
“fortalece, sana y renueva los vínculos entre las personas” (NMA
51).
Por eso creemos que “conocer a Jesús es el mejor regalo que puede
recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor
que nos ha ocurrido en la vida y darlo a conocer con nuestra
palabra y obras es nuestro gozo” (DA 29)
Esta conversión a Jesucristo es la raíz y la condición de posibilidad
de toda otra conversión, porque “no se comienza a ser cristiano por
una decisión ética ó una gran idea, sino por el encuentro con un
acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la
vida y, con ello, una orientación decisiva” (DCE 1)
Si esto es así, entonces “la conversión personal y comunitaria a
Jesucristo constituye la condición absoluta de posibilidad de toda
conversión pastoral de la Iglesia” 2 Esta es la conversión es el
encuentro personal que da origen al camino del discipulado a la luz
de su Palabra, tema que tanto espacio ocupa en Aparecida. Tanto la
conversión como todo el proceso posterior, pueden pensarse desde
la categoría de “encuentro” con Jesucristo que produce la gracia:
“Acentuar la presencia de una cristología del encuentro debe
expresar con claridad que encuentro es una palabra que designa no
sólo el primer paso sino todo el proceso de elección, llamado,
respuesta, adhesión, seguimiento, aprendizaje, identificación y
unión con Jesús. Aquel brota, sin duda, de la fascinación que ejerce
Jesús y de la admiración por él, lo cual es la raíz de una Iglesia que

2
S. Valadez Fuentes, “La conversión en la praxis pastoral, personal y comunitaria”, en Medellín 134, 338.

4
evangeliza atrayendo”.3

3. Conversión fraterna y comunitaria

La conversión a Jesucristo es también conversión a su Reino, que


es inseparable de su persona y de su misión: “Busquen ante todo el
Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás vendrá solo” (Mt 6, 33).
De hecho Aparecida, en el apartado dedicado a la conversión
pastoral, dice que "la conversión personal despierta la capacidad
de someterlo todo al servicio de la instauración del Reino de vida"
(DA366).
Pero hablar de conversión personal al Reino nos obliga a
desarrollar algunas dimensiones ineludibles de esa conversión que
pueden estar poco desarrolladas en algunos creyentes. La
conversión al Reino se desliega en varios aspectos de la conversión
que conviene explicitar.
Ante todo hay que hablar de la dimensión comunitaria, porque
“Dios en Cristo no redime solamente la persona individual, sino
también las relaciones sociales entre los seres humanos” 4 Esto
implica que la misma fe “nos libera del aislamiento del yo porque
nos lleva a la comunión” (DA 156). Por esa misma razón, “una
dimensión constitutiva del acontecimiento cristiano es la
pertenencia a una comunidad concreta” (DA 156).
Ahora, ¿por qué puede hablarse aquí de “conversión” y en qué
sentido? La conversión a Jesucristo ¿no es siempre al mismo
tiempo conversión al hermano?
El problema es que el desarrollo de la dimensión fraterna de la vida
cristiana puede estar fuertemente condicionado por una mentalidad
muy arraigada, por una educación recibida, por costumbres, límites
psicológicos, etc. Por eso puede haber una entrega a Dios que sea
sincera y que sin embargo sea poco comunitaria. Aunque ello
contradice directa, objetiva y gravemente al Evangelio, puede ser
subjetivamente no imputable.5 Por eso hay santos canonizados
cuyas vidas podrían parecer individualistas.
3
Carlos Galli.
4
Compendio Doctrina Social de la Iglesia, 52
5
Esto ya ya sido sobradamente asumido en el Magisterio: “La imputabilidad y la responsabilidad de una acción
pueden quedar disminuidas e incluso suprimidas a causa de la ignorancia, la inadvertencia, la violencia, el temor,
los hábitos, los afectos desordenados y otros factores psíquicos o sociales” (CCE 1.735). El Catecismo menciona
también la inmadurez afectiva, la fuerza de los hábitos contraídos, el estado de angustia (CCE 2.352). Aplicando
esta convicción, el Pontificio Consejo para los Textos Legislativos expresó que, al referirse a la situación de los
divorciados vueltos a casar, está hablando de “pecado grave, entendido objetivamente, porque el ministro de la
Comunión no podría juzgar de la imputabilidad subjetiva” (Pontificio Consejo para los Textos Legislativos,
Declaración del 24/06/2000, punto 2ª). Igualmente, en una reciente notificación de la Congregación para la
Doctrina de la Fe, se sostiene que para la doctrina católica “existe una valoración perfectamente clara y firme
sobre la moralidad objetiva de las relaciones sexuales de personas del mismo sexo”, mientras “el grado de
imputabilidad subjetiva que esas relaciones puedan tener en cada caso concreto es una cuestión diversa, que no
está aquí en discusión” (Congregacion para la Doctrina de la Fe, Notificación sobre algunos escritos del Rvdo. P.
Marciano Vidal, 22/02/2001, 2b).

5
Pero cuando la persona condicionada toma conciencia de sus
límites y se deja transformar en un camino de liberación, entonces
se produce una segunda conversión que podría llamarse
“conversión social”.
Se trata en realidad de un “crecimiento extensivo” de la vida de la
gracia cuando, al superarse algún condicionamiento del sujeto, esa
vida de Dios que ya está en el corazón de la persona puede
explayarse y manifestarse en una dimensión de la existencia donde
no podía brillar adecuadamente. La conversión fraterna sería
entonces esta liberación de los condicionamientos del sujeto que
permiten que la vida de la gracia desarrolle de un modo luminoso y
significativo su potencial de fraternidad y comunión.
La conversión comunitaria es mucho más que una negociación para
coexistir, o un pacto de no agresión, o una suerte de distribución
de tareas para que todos hagan lo que les parezca sin molestarse.
Esta suerte de diplomático o tácito acuerdo de tolerancia mutua
que esconde profundas diferencias hace que a veces un católico
esté de hecho más cerca de un judío o de un budista que de otros
católicos. Justamente para diferenciarla de esta mera tolerancia
mutua, se llama “conversión” comunitaria, y la palabra
“conversión” remite a una comunión sincera, profundamente
querida y asumida, cimentada en la verdad, es decir, en el
reconocimiento de la realidad de las diferencias con todo el dolor y
el coraje que ello implique. Una actitud de diálogo sincero no nace
sin una peculiar conversión: “El diálogo emerge como actitud
espiritual y práctica, en un camino de conversión” (DA 228)
La conversión comunitaria, cuando se la considera a la luz de una
sana eclesiología, es una conversión “a la Iglesia particular” donde
cada uno se integra cordialmente. Pero a su vez cada Diócesis es
un sujeto de conversión comunitaria, que es auténtica cuando
acepta y promueve a cada uno en su diferencia, porque no es una
unidad monolítica y empobrecida por una suerte de uniformidad
impuesta que sacrifica los carismas variados a favor de la unidad.
La auténtica conversión comunitaria de cada Diócesis provoca un
entramado de relaciones que integra a todos en la comunión
participativa.
Pero la comunión eclesial no es un fin en sí misma. Sí lo es la
comunión escatológica, pero nuestra comunión en esta tierra no
termina en sí misma sino que es para la misión, debe configurarse
como comunión misionera (“para que el mundo crea”: Jn 17, 21).
Así lo expresaron los Obispos argentinos en NMA: “Nada en la
Iglesia tiene sentido si no se orienta a esta ardiente audacia
misionera” (NMA 16).

4. Conversión social

6
La conversión fraterna tiene un dinamismo que la lleva a realizarse
y expresarse como conversión social, pastoral y estructural.
Si la Iglesia existe para la misión, debido a la íntima unidad que
hay entre evangelización y promoción humana esto supone siempre
un compromiso por el bien común social: “Todo camino integral de
santificación implica un compromiso por el bien común social”. 6
Porque “a partir de la comunión entre los cristianos, la caridad se
abre por su naturaleza al servicio universal […] El anuncio del
Evangelio, aun siendo la primera caridad, corre el riesgo de ser
incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras al que la actual
sociedad de la comunicación nos somete cada día. La caridad de las
obras corrobora la caridad de las palabras” (NMI 50).
Aparecida ha recordado que “el rico magisterio social de la Iglesia
nos indica que no podemos concebir una oferta de vida en Cristo
sin un dinamismo de liberación integral” (DA 359).
Pero también en este orden podemos encontrar condicionamientos,
que estamos llamados a sanar para que la vida de la gracia pueda
explayar y desarrollar todo su dinamismo liberador. Por eso puede
hablarse de una “conversión social”. Es el caso de Teresa de
Calcuta, por ejemplo. Durante la primera parte de su vida no se
puede afirmar que su entrega creyente no haya sido sincera, que
no haya estado convertida a Jesucristo, pero sólo a partir de un
determinado momento adquirió una conciencia clara de las
exigencias sociales del Evangelio, se liberó de los límites que
contenían su fuerza misericordiosa, y se produjo su “conversión
social”.
Hace tiempo ya que la Iglesia no separa esta conversión social de
la llamada “conversión espiritual” sino que la muestra como una
consecuencia necesaria. Así lo confirma el siguiente texto:
“La Iglesia, guiada por el evangelio de la misericordia y por el amor
al hombre, escucha el clamor por la justicia y quiere responder a él
con todas sus fuerzas… La conversión espiritual, la necesidad del
amor a Dios y al prójimo, el celo por la justicia y la paz, el sentido
evangélico de los pobres y de la pobreza, son requeridos a todos”. 7
Es una conversión de la Iglesia que mira el modelo de Cristo pobre
y prolonga sus actitudes para con los pobres. En este sentido, "para
una opción preferencial por los pobres, con miras a su liberación
integral, es necesaria la conversión de toda la Iglesia […]
Conversión y purificación constantes en todos los cristianos, para
identificarse cada día más con Cristo pobre y con los pobres ".
(Puebla 1134.1140)
Pero veamos el texto más importante sobre este tema. Es un
párrafo de Juan Pablo II que nos hace tomar conciencia de que la
conversión se debe encarnar en la realidad social donde uno vive.
Por eso, es precisamente la realidad peculiar de nuestro Continente

6
Conferencia Episcopal Argentina, Navega mar adentro [NMA]74.
7
Congregacion para la Doctrina de la Fe, Instrucción Libertatis Nuntius (1984), XXI, 1.18.

7
lo que hace que aquí la conversión deba caracterizarse de un modo
más significativo como conversión social:
“Convertirse al Evangelio para el pueblo cristiano que vive en
América, significa revisar todos los ambientes y dimensiones de su
vida, especialmente todo lo que pertenece al orden social y a la
obtención del bien común” (EA 27).
En el contexto de inequidad que nos caracteriza, la conversión al
Evangelio debe caracterizarse especialmente como conversión
social. Así lo han reconocido también los Obispos argentinos en dos
dolorosos lamentos:
“La labor educativa de la Iglesia no pudo hacer surgir una patria
más justa, porque no ha logrado que los valores evangélicos se
traduzcan en compromisos cotidianos” (NMA 38).
“En un país de mayoría cristiana, la falta de pan en las mesas de
los pobres es un doloroso escándalo que debería movilizarnos
con mayor pasión y empeño”.8
Lo que caracteriza a esta conversión “social” y la distingue de una
más genérica conversión “fraterna” es el empeño comunitario para
refromar las estructuras sociales que provocan injusticia. La
respuesta ante las estructuras injustas que nos superan no es sólo
el intento aislado de cada uno por ser fiel, generoso, justo. La
acción de la gracia, si no es resistida, tiende a desarrollar actitudes
comunitarias que contagien y provoquen una novedad social,
inclinando hacia un tipo de conversión que debilite las estructuras
de pecado social. No hay que olvidar que, junto a la “conversión
social” que se pide a todos y cada uno, la Iglesia habla de la
necesidad de crear un nuevo sistema de mecanismos que permita
modificar la red de mecanismos sociales injustos.Nos situamos así
en el orden de los “pecados sociales” que son “el fruto, la
acumulación y la concentración de muchos pecados personales”(RP
16). Estamos hablando de una estructura alienante: “Está alienada
una sociedad que, en sus formas de organización social, de
producción y de consumo, hace más difícil la realización de esta
donación y la formación de esa solidaridad interhumana” (CA 41c).
Por esto, la acción de la Iglesia no apunta sólo a las consciencias
individuales, ni siquiera a que cada individuo amplíe su capacidad
de tener presente al hermano, sino a impulsar un tipo de
conversión social que lleve a modificar también las estructuras de
pecado. La Iglesia ha asumido oficialmente que las estructuras de
pecado “inducen a sus víctimas a cometer a su vez el mal” (CCE
1869). Pero el Catecismo indica que es la misma conversión del
corazón la que “impone la obligación” de modificar esas
estructuras (CCE 1888). Vemos así que la liberación cristiana
obrada por la gracia, si bien es en primer lugar liberación del
pecado, incluye necesariamente una dimensión social, y “reclama
la liberación de múltiples esclavitudes de orden cultural,

8
Conferencia Episcopal Argentina, Denles ustedes de comer, 75.

8
económico, social y político que, en definitiva, derivan del pecado y
son obstáculos que impiden a los hombres vivir según su
dignidad”.9 Entonces, “cuando la interdependencia es reconocida
así, su correspondiente respuesta, como actitud moral y social, y
como virtud, es la solidaridad” (SRS 38f).
La “interdependencia” que menciona el Papa nos invita a permitir y
promover una acción de la gracia que trascienda a cada individuo.
Hay una realidad de gracia que es más que la suma del bien
sobrenatural de cada individuo. Hablamos de un ámbito donde el
bien de cada uno –si no se lo impide– influye en el de los demás,
creando espacios y riquezas comunes. Porque el bien es difusivo, y
con mayor razón lo es el bien sobrenatural, que implica una
intercomunión y un influjo de unos en otros, una riqueza que
resulta de la interrelación de esa vida que Dios derrama en unos y
otros. Así como hay un bien común que trasciende los individuos y
los enriquece, influyendo positivamente en todos, también hay una
gracia dada y difundida comunitariamente, que se expresa en ese
mundo de relaciones e influencias mutuas. La vida en gracia de
cada individuo tiene ese dinamismo expansivo que la orienta a
desarrollar una red, una estructura de bien que procura
contrarrestar el poder de las estructuras sociales de pecado y su
influencia nefasta para la vida social.
Que esto tiene que ver con la conversión y con la vida de la gracia
quedó suficientememnte claro en el Discurso inaugural de
Benedicto XVI en Aparecida, donde el tema de la reforma de
estructuras se trata precisamente en el apartado referido a la “Vida
en Cristo”. Y se ha reafirmado en la contundente recuperación de
Populorum Progressio realizada en al encíclica Caritas in Veritate.
Esto exige que las personas estén dispuestas a una cooperación
comunitaria con ese impulso de la gracia, que puede traer una
salida a intrincados problemas sociales. De ese modo, por ejemplo,
lo que el Espíritu suscitó a través de Martin Luther King, pudo
producir un cambio decisivo en la sociedad porque hubo una fuerza
comunitaria disponible dispuesta a secundar ese influjo del
Espíritu. No bastaba allí la buena voluntad de algunos individuos
aislados, sino construyendo una trama social que cooperaba con la
iniciativa de la gracia. Cuando alguien responde al impulso del
Espíritu y decide integrarse, con todas sus capacidades, en una
trama comunitaria de liberación social, puede hablarse de una
“conversión social”.

5. Conversión pastoral misionera

9
Libertatis Nuntius (cit), Introducción.

9
El Cardenal Martini, en un libro de meditaciones para sacerdotes 10,
habló de distintas conversiones (religiosa, moral, intelectual y
mística), pero la conversión pastoral no aparece en su propuesta.
En América Latina, en cambio, se ha vuelto una expresión común,
sobre todo después de Santo Domingo, y con nueva fuerza después
de Aparecida:
“Bien podríamos llamar conversión personal misionera a este
movimiento de la voluntad, del afecto y del espíritu hacia la
misión. Pero Aparecida quiere que demos un paso más y nos
pide a todos una conversión pastoral, con la capacidad de
someterlo todo al servicio de la instauración del Reino de la vida
[…] Considero que la expresión es por ahora como una intuición,
luminosa, sugerente, abierta, que está pidiendo un desarrollo
desde la teología, la espiritualidad y la pastoral…”. 11
Cuando Jesús invita a su seguimiento, en la misma invitación se
advierte el sentido ineludiblemente pastoral y misionero de la
invitación: “Síganme y yo los haré pescadores de hombres” (Mt 4,
19). Hoy queda claro que “la misión es inseparable del discipulado,
por lo cual no debe entenderse como una etapa posterior a la
formación, aunque se la realice de diversas maneras de acuerdo a
la propia vocación y al momento de la maduración humana y
cristiana en que se encuentre la persona” (DA 278e). Porque
“discipulado y misión son como las dos caras de una misma
medalla” (DA 146)12.
Por lo dicho “sostenemos también que la conversión a la causa de
Cristo, el Reino o Reinado de Dios, debe ser un criterio fundamental
de discernimiento para la conversión pastoral” 13. Pero
precisamente porque estamos refiriéndonos a nuestra conversión
al Reino, cabe recordar que la Iglesia está efectiva y concretamente
al servicio del Reino “ante todo mediante el anuncio que llama a la
conversión” (RM 20). Por eso conversión al Reino es
necesariamente conversión a la misión.
Esto, que podría ser simplemente una afirmación genérica de algo
ya suficientemente sabido, que por trillado no conmueve a nadie,
en Aparecida se expresa como la necesidad de una conversión que
nos vuelva más misioneros de lo que somos hasta ahora, con una
opción más decidida y contundente por orientar todo a la misión y
por subordinar todo a ella, pero no entendiendo la misión en un
sentido muy amplio, mero sinónimo de una evangelización que
abarca todas las actividades posibles. Tiene un sentido más preciso
y desafiante: se trata de una decidida salida hacia los que están
abandonados y alejados. Si no se entiende eso, Aparecida queda
vaciada de toda fuerza interpeladora. Las expresiones utilizadas en
Aparecida (DA 365ss) muestran que este cambio exige radicalismo
10
Cf. C.M. Martini, Oración y conversión intelectual, San Pablo, Bogotá, 1995.
11
Mons. Garachana, Honduras.
12
Benedicto XVI, Discurso Inaugural en Aparecida, 3
13
S. Valadez Fuentes.

10
evangélico: "firme decisión", "capacidad de someterlo todo al
servicio de la misión", "todas las estructuras y planes", "todas las
personas", "todas las comunidades", "todas las fuerzas", "es algo
inexcusable", etc.
Esta renovación “extática” supone una ascesis que nos libere de
nuestra instalación cómoda y perezosa en nuestras viejas
estructuras, costumbres y círculos de amigos, y nos invita a crear
nuevas inclinaciones y actitudes. Pero la renovación misionera de
la Iglesia supone también concentre mejor su predicación en el
anuncio que caracteriza a la misión ad gentes: el corazón del
Evangelio que proclama el amor infinito e incondicional de Dios que
se entregó hasta el fin en la muerte y la resurrección de Jesucristo
por cada uno de nosotros. Una Iglesia misionera no se obsesiona
por transmitir de golpe un inmenso depósito de doctrina y de
disciplina. Se concentra en este anuncio fundamental que provoca
un encuentro salvífico con Jesucristo vivo. Esta vuelta al primer
anuncio es lo que se llama “la renovación kerygmática de la
Iglesia”. Eso también exige una dura ascesis, y sobre todo una
conversión misionera, porque muchas veces queremos decirlo todo,
asegurar inmediatamente la totalidad de la doctrina y de las
normas de la Iglesia, impartir una formación exhaustiva antes de
enviar a la misión, etc. Pero la decisión keygmática es la de llegar a
todos con el primer anuncio para provocar un encuentro personal
con Jesucristo que le dé una nueva orientación a la vida, y esto nos
exige renunciar a toda pretensión inmediata de exhaustividad y de
“sistema” doctrinal y disciplinar. De hecho, cuando se pretende
decirlo todo y exigirlo todo no se consigue nada, el mensaje del
Evangelio pierde contundencia y no se producen efectos
significativos de conversión. Es una tremenda ascesis para los que
están acostumbrados a hablar mucho. Aquí no se trata de renunciar
a la totalidad de la verdad, sino de dosificarla pedagógicamente en
un proceso nunca acabado de formación. Aquí también habrá que
aplicar una ley eminentemente pastoral como la “ley de la
gradualidad”, y reconocer una “jerarquía de verdades” en la que no
se niega ninguna de ellas sino que se las trasmite con criterio
misionero. No se puede negar que, si queremos cumplir un objetivo
misionero, eso supone una prudencia pastoral que discierne lo que
es conveniente en cada momento y en cada etapa para no
desviarse del cometido fundamental ni contradecirlo.

Por otra parte, la conversión pastoral, tal como la presenta


Aparecida, “implica escuchar con atención y discernir lo que el
Espíritu está diciendo a las Iglesias (Ap 2, 29) a través de los
signos de los tiempos en los que Dios se manifiesta" (DA 366).
Entonces, mientras la conversión del corazón al Señor nos lleva a
buscar primero el Reino de Dios y su justicia (Mt 6,33) como valor
absoluto de la vida del cristiano, la conversión pastoral nos abre a

11
los signos de la presencia del Reino de Dios en nuestro tiempo, en
nuestro momento histórico y cultural concreto, del cual la pastoral
de la Iglesia no puede prescindir. En este sentido, la conversión
pastoral puede definirse como “un proceso y un itinerario propio de
la comunidad cristiana en su totalidad y pluralidad que pone un
oído en el Evangelio y el otro en la historia, en las personas, en los
signos de los tiempos”.14

La consideración de lo pastoral como dimensión de la conversión, a


la cual no se puede renunciar, se convierte en un llamado a crecer y
a “reconvertirnos”, ya que la conversión es un dinamismo
permanente de la existencia cristiana, que nunca es estática. La
renuncia a ese dinamismo es en sí misma un pecado que reclama
conversión:
“La conversión pastoral implica un cambio de conducta pastoral
desde una pastoral no convertida (sobre todo por pecado de
omisión), de espera, de caducidad, de conservación, de
encierro (no-misionera), a una pastoral convertida , de anuncio,
envío, búsqueda (misionera). Este cambio de conducta pastoral
estará siempre sometido a la dinámica de la tentación de una
pastoral no convertida. Por tanto, la conversión pastoral es una
actitud eclesial permanente. Exige exámenes de conciencia
pastoral permanente y medios de conversión habituales,
particularmente el discernimiento comunitario No cambiar es por
tanto un pecado pastoral”.15
Varios han mirado el tema de la conversión pastoral también desde
la perspectiva del pecado:
“Para lograr una conversión pastoral de toda la Iglesia
Latinoamericana, debemos comenzar por los pastores y tomar
conciencia, comenzando por los señores Obispos, en el
reconocimiento de nuestros pecados, personales, y de aquellos
otros que hacen a la tarea pastoral conjunta”. 16
“Si hablar de conversión también implica hablar de pecados,
podemos decir que entendemos errores, infidelidades,
lentitudes, incoherencias… El primer paso será reconocerlos
para desde allí convertirnos”.17
“Se sostienen prácticas pastorales que hace 20 años eran
novedosas o buenas o pertinentes. Pero ya no va más. Si se
sigue en ese curso es pecado”.18
Por eso cada tanto cabría hacer alguna evaluación sincera, como
una suerte de “examen de conciencia pastoral:
“Debemos preguntarnos sinceramente, ¿cómo nos ha ido con
LPNE (1990), el lanzamiento de la reforma económica (CMGD),
14
Luis Liberti
15
Alejandro Giorgi
16
Fernando Visconti
17
Pablo Nassif
18
José Luis D’Amico

12
la revisión hecha para el gran jubileo (2000), y NMA (2003). Es
decir, interrogarnos sobre: su aplicación, sus frutos, los
resultados obtenidos, las resistencias, y las posibles causas”.19

6. Conversión estructural eclesial

Si la conversión social lleva a un cambio de estructuras sociales, la


conversión pastoral misionera lleva a un cambio de estructuras
eclesiales, porque la verdadera conversión “despierta la capacidad
de someterlo todo al servicio de la instauración del Reino de vida”
(DA 366).
Pero muchos hablan de miedos paralizantes, de temores dentro de
la Iglesia que impiden el nacimiento de un dinamismo misionero
más libre ante las estructuras que habría que cambiar, renovar, o
crear. Vale la pena leer unos párrafos de hermanos y hermanas que
se atreven a expresar este sentimiento:
“Nos hace falta una mirada sin temores, que no se asuste ante
lo distinto, que tenga la valentía y la serenidad del diálogo.
Quizás la Iglesia sea como nuestras familias, sujetas muchas
veces a la misma manera de ser -que quizás reconocemos
errada- pero que prefiere no mover las aguas, quizás por temor
a dónde llegaríamos. Creo que nos falta el amor necesario para
no sentir temor”.20
“A veces, en la Iglesia, por temor a la división, caemos en el otro
extremo: la pretensión de uniformidad, como si esto ya
garantizara la unidad. Y no garantiza nada: sólo da una
apariencia de unidad”.21
“Toda renovación implica que se hagan ensayos, con el riesgo de
equivocarse, tener que dar marcha atrás o volver a empezar. El
miedo a equivocarse paraliza e impide una auténtica renovación
pastoral”.22
“Hay pérdidas de tiempo en mantener estructuras
exclusivamente por temor a que tengamos que cambiar el modo
de pensar…lo que lleva a estar siempre a la defensiva”. 23
“Se tiene miedo a perder un lugar logrado, esto lleva a repetir
esquemas y encerrarse. Una Iglesia tan pendiente de sí misma
es mirada como una corporación más que busca triunfar y estar
sobre otros”.24
La misma conversión pastoral es expresada como una liberación
del miedo al cambio de estructuras:
“Una conversión pastoral decidida exige ineludiblemente una
19
José María Arancibia, Arzobispo de Mendoza
20
Kitty Palma de Terán
21
Jorge Fazzari
22
Pedro Oeyen
23
Daniel G. Dutto
24
Pablo Molero

13
renuncia al miedo. Si hubo excesos, lo que predomina hoy es la
falta de confianza, creatividad y empuje. Hay mucho miedo a
pensar y proponer, que no permite crear”.25
“Conversión también es es un no aferrarse a ciertas estructuras
y perder miedo. ¿O no es Jesús quien guía a la Iglesia? Dejarle
que la guíe es un signo de fe”.26
Todo lo que implica esta renovación de las estructuras para
hacerlas más misioneras, incluyendo lo que se refiere al abandono
de las estructuras que no favorezcan decididamente la misión, será
objeto de la segunda parte de este libro. Pero ahora quiero
destacar que esta conversión supone las anteriores, por lo cual
necesariamente asume una conversión comunitaria. En el marco de
una conversión estructural, esto se expresa en una estructuración
comunitaria de la pastoral diocesana, en una comunión pastoral
que encuentra su mejor manifestación en la pastoral orgánica. Pero
más concretamente todavía, como estructura de comunión
misionera, se expresa en un plan pastoral participativo, elaborado,
ejecutado y evaluado con participación de todos (DA 371), pero a la
vez flexible, adaptable según los constantes desafíos del pueblo de
Dios:
“En primer lugar, hay que reconocer que la diócesis es la unidad
pastoral para realizar la misión. Por lo tanto hay una conversión
hacia la Iglesia Particular y en la misma Iglesia Particular —
conversión eclesial— para que la pastoral sea orgánica, inclusiva
y participativa”.27
Aparecida vincula claramente la "conversión pastoral" con la
necesidad de vivir una espiritualidad de comunión en todas las
comunidades eclesiales (DA 368) que lleve a promover la
corresponsabilidad y participación efectiva de todos los fieles. La
conversión “estructural” de cada Diócesis, se plasma
particularmente en una estructura: el plan comunitario donde todos
se sienten reflejados, convocados e incorporados y que a su vez es
una estructura viva, siempre abierta a las novedades del Espíritu.

***

Sería maravilloso que en cada final de año, en cada Cuaresma, en


cada retiro espiritual, en cada momento cuando nos detengamos a
revisar nuestra vida, podamos hacerlo con esta rica y completa idea
de conversión, para que de verdad y plenamente podamos
responder al amor de Dios que nos invita a renacer.

25
Departamento de Teología Pastoral, UCA
26
José Luis D’Amico
27
Vicaría de Pastoral de la Arquidiócesis de México.

14
¿Qué es una conversión “pastoral”?

El apelativo “pastoral” lamentablemente ha pasado a ser sinónimo


de algo de “poca calidad”, de menor nivel, de poca seriedad y
profundidad. Si un comentario bíblico se llama “pastoral” uno no
espera encontrar allí una exégesis muy seria o bien fundada.
Cuando se dice que alguien va a estudiar teología “pastoral”
muchos piensan que no le da la cabeza para estudiar teología
dogmática o moral. Esta degradación del lenguaje es realmente
lamentable, porque no hay algo más serio, exigente, desafiante,
comprometedor que un compromiso pastoral. Lo “pastoral” exige
una formación teológica sólida, una actitud espiritual honda y
motivadora, una peculiar aptitud para leer los signos de los
tiempos, y una especial habilidad pedagógica y comunicativa, que
permitan lograr que el Evangelio se vuelva realmente significativo
en una determinada situación histórica cultural y se perciba como
una respuesta que movilice un dinamismo comunitario de
transformación. Nada más serio y profundo que esto. En este
sentido, “la conversión pastoral es difícil y exigente, nos pide ante
todo fidelidad a la vocación de la Iglesia y fidelidad de la Iglesia a
su vocación…”28.
Pero ¿qué entendemos precisamente por “conversión pastoral”? Es
una expresión polisémica, que puede ser comprendida de muy
diversas maneras.
Por eso, aunque muchos la utilicemos y la acojamos incluso con
entusiasmo, no podemos asegurar que estemos entendiendo lo
mismo. Un autor hace un juego de palabras mostrando que puede
ser entendida como conversión “de” la pastoral, “en” la pastoral,
“a” la pastoral, “por” la pastoral, “desde” la pastoral, etc. 29 A su
vez puede entenderse como conversión de los pastores, en
cualquiera de esos diversos sentidos, o de la Iglesia como
institución con todas sus estructuras. Pero no es un mero juego de
palabras, porque permite explicitar toda la riqueza de la propuesta.
Si alguien quiere de verdad convertirse como pastor, debería
detenerse a considerar las diversas facetas de la conversión
pastoral.
A partir de las diversas propuestas que escuché y leí, pero evitando
un juego de palabras que pueda parecer forzado, creo que los
diversos sentidos de la expresión pueden resumirse de la siguiente
manera:

1) Conversión de los pastores orientada a entregarse más para la


gloria de Dios. Cuando un pastor reconoce que ha caído, por
ejemplo, en una suerte de profesionalismo pastoral y que ha
28
Rita Cedeño Pérez
29
Lo hace, por ejemplo, J. B. Libanio en su artículo “Conversão pastoral e estruturas eclesiais”, en Medellín 134,
318-319.

15
perdido la dimensión trascendente de su entrega, entonces invoca
al Espíritu, se vuelve una vez más a Dios y comienza de nuevo a
realizar sus tareas apostólicas sinceramente “para la mayor gloria
de Dios”. Aquí lo único que hay de “pastoral” es que quien se
convierte es un pastor.

2) Conversión de los pastores a Dios motivada por las


interpelaciones de su tarea pastoral. Esto se vuelve todavía más
específicamente “pastoral” cuando lo que moviliza al pastor a
volverse a Dios es la misma actividad apostólica, cuando la fe de la
gente lo estimula, cuando el dolor de la gente lo conmueve y
reconoce que sin Dios no puede dar respuestas, cuando en la
misma tarea se siente interpelado a ser más “hombre de Dios”.
Esto también vale para una laica entregada a un servicio pastoral,
quien a partir de la vida de la gente opta por vivir más de Dios, en
Dios, para Dios. Aquí entramos en un ámbito más específicamente
“pastoral” porque la interpelación y la motivación a la conversión
proviene de la actividad pastoral.

3) Conversión de los pastores hacia una entrega mayor al servicio


pastoral a partir de las interpelaciones de su tarea. Esto es más
pastoral todavía, porque ya no es simplemente una conversión a
Dios sino también una conversión a la pastoral. Se explicita mejor
ese aspecto “pastoral” de la conversión que se expresa también
como “conversión al Reino y al pueblo de Dios”. Ocurre cuando el
pastor, interpelado por las angustias y necesidades de la gente,
orienta más decididamente su corazón a servir generoso al pueblo.
Aun las humillaciones, sean los casos de sacerdotes pedófilos,
como diversas situaciones de corrupción que se hacen públicas y
nos exponen a una sospecha permanente, pueden provocar
sentimientos de inferioridad y un desánimo pusilánime o al
contrario, pueden despertar una conversión: una opción por
entregarse más radicalmente al Pueblo de Dios, seguros de que el
mal se vence con más bien. Más que defenderse, se reacciona
amando más a la gente y aumentando los gestos de paternidad
espiritual y de entrega misionera.

4) Conversión de los pastores que los identifica plenamente con su


misión, para que toda su existencia sea más decididamente
“pastoral”. La propia persona se identifica profundamente con la
propia misión que uno ya no tiene, sino que “es”. Esto es aun más
pastoral, porque se trata de una conversión que modifica con una
carga pastoral todas las dimensiones de la existencia y no sólo un
tiempo dedicado al apostolado. Se trata de una identificación plena
entre el ser (la identidad personal) y la misión. Entonces, ni
siquiera el descanso se entiende al margen de la misión. El sentido
del cuidado de las energías se ordena completamente a la misión y

16
desaparece la actitud autodefensiva que absolutiza los tiempos
personales y las necesidades privadas. Es la opción profunda por
entenderse a sí mismo como un manantial para los demás que
implica una entrega del propio tiempo, como decía el Cura
Brochero, “hasta el olvido de sí”. De este modo, la gente encuentra
a un pastor disponible, cercano, que acoge cordialmente, pero no
por una decisión voluntarista, ni sólo por compasión, sino porque
eso brota de un ser radicalmente identificado con la misión de
comunicar vida.

5) Conversión a Jesucristo Pastor, que configura con sus actitudes


hacia la gente. Es una conversión a Cristo “pastor”. No hay
entonces una genialidad personal de alguien que ha descubierto un
nuevo y mejor modo de ser pastor. En definitiva consiste en un
modo de tratar a los demás con las actitudes y gestos de Jesús. La
Carta pastoral de la Conferencia Episcopal Argentina con ocasión de
la misión continental (20/08/09) destaca que la conversión
pastoral, siguiendo el modelo de Jesús, “pasa por el modo de
relacionarse con los demás” (15)

6) Conversión de las tareas del pastor (la “pastoral”) y del modo de


realizarlas que se modifican a partir de los reclamos de Dios a
través de la realidad que vive el pueblo. Aquí es “la pastoral” lo que
se convierte. No se trata sólo de un cambio interior del pastor que
modifica sus actitudes y sus gestos, sino de una transformación de
las tareas, que se vuelven flexibles y se adaptan según los
cambiantes reclamos de la realidad:
“El discernimiento evangélico toma de la situación histórica y de
sus vicisitudes y circunstancias no un simple dato que hay que
registrar con precisión y frente al cual se puede permanecer
indiferentes o pasivos, sino un deber, un reto a la libertad
responsable, tanto de la persona individual como de la
comunidad. Un «desafío» vinculado a una llamada que Dios
hace oír en una situación histórica determinada. En ella y por
medio de ella Dios habla al creyente” (PDV 10).
La misma Carta pastoral de los Obispos de la CEA expresa que la
conversión pastoral se expresa también “buscando cambiar el
modo de transmitir el Evangelio” (42)
Los nuevos desafíos del mundo requieren una actitud abierta para
que, acogiendo la interpelación de Dios a través de los reclamos del
mundo, el anuncio del Evangelio desarrolle las nuevas dimensiones
que este momento necesita, porque “además de su valor
antropológico implícito, todo encuentro con una persona o con una
cultura concreta puede desvelar potencialidades del Evangelio poco
explicitadas precedentemente”.30 No podemos repetir siempre lo

30
Congregación para la Doctrina de la Fe, Nota doctrinal acerca de algunos aspectos de la evangelización,
03/12/2007, 6.

17
mismo, de la misma manera, con los mismos acentos, como si
fuéramos dueños de un depósito muerto que simplemente hay que
conservar como está. La conversión pastoral abre el camino a una
gran capacidad de transformación, de tal manera que las
propuestas no aparecen como una imposición que exige una
aceptación forzada, porque “la Iglesia crece no por proselitismo
sino por atracción” (DA 159). En este sentido, la conversión
pastoral se entiende como una transformación de las tareas que se
realizan para que respondan a las necesidades pastorales.

7) Conversión de la pastoral de la Iglesia diocesana y de las


parroquias: “la conversión pastoral de nuestras comunidades” (DA
370). No son sólo los pastores que se vuelven más misioneros, sino
las comunidades enteras, con todo su entramado de relaciones y
acciones. Se trata de una conversión que, por ser profundamente
fiel al Evangelio, es en sí misma comunitaria. Sería la conversión
pastoral (con las características mencionadas en los puntos
anteriores) de todo un Presbiterio, por ejemplo, o mejor todavía, de
toda una Diócesis, de todo un Movimiento, de una Parroquia entera,
de la CEA, etc. En este sentido, Pastores Dabo Vobis decía que “el
ministerio ordenado tiene una radical forma comunitaria y sólo
puede ser ejercido como una tarea colectiva” (PdV 17), lo cual vale
también para la misión de todos los bautizados.
Desde esta concepción es una comunidad la que se vuelve sujeto
de la conversión pastoral, que, aunque suponga la conversión
personal, no es simplemente la suma de varios individuos
convertidos sino que afecta a una realidad que trasciende a los
individuos: lo que se convierte es ese entrelazado de relaciones y
de acciones que se establece en la comunión misionera de una
Diócesis. Esto requiere una cooperación comunitaria para su
“conversión”.
Muchos han insistido en que el sujeto de la conversión pastoral es
ante todo cada Diócesis.

8) Conversión que reforma las estructuras de la pastoral ordinaria


para que sean más misioneras.
Está dimensión de la conversión pastoral, íntimamente ligada a la
anteriores, se concentra en su aspecto misionero y en la
subordinación de todas las estructuras a la misión, lo cual
constantemente exige reformas. Estas reformas van desde los
horarios y lugares de celebración de la Eucaristía, hasta la
organización de Cáritas, el plan de Catequesis, etc.
Supone actitudes, como la plasticidad espiritual, que previene del
riego de uniformizar, de imponer esquemas como si todas las
situaciones, momentos y grupos humanos fueran iguales.
Plasticidad que permite percibir la realidad en sus variadas y
cambiantes manifestaciones e implica reconocer y respetar la

18
variedad de situaciones pastorales para no rodearse de gente
unidireccional que responda a los propios esquemas. Cuando la
conversión pastoral es auténtica, despierta la capacidad de renovar
constantemente todas las estructuras pastorales que encauzan
nuestras tareas misioneras. Lo veremos en la segunda parte de
este libro.

***

La conversión pastoral implica todo esto. Por eso, un pastor que


quiera realmente convertirse, debería integrar todo esto en una
buena revisión de su entrega misionera, y recordar que cuando
Dios le está pidiendo más es porque le está ofreciendo más.

¿Dónde y cómo aparece?

La idea de “conversión pastoral” se fue gestando antes de que


apareciera esa expresión. Pablo VI ya invitó a ampliar la noción de
conversión expresando con fuerza que el llamado a la conversión
no se dirige sólo a los individuos aislados sino también a todo el
entramado de relaciones que conforma la Iglesia. Recordemos este
memorable texto que no ha perdido su fuerza interpeladora:
“La Iglesia debe profundizar la conciencia de sí misma, debe
meditar sobre el misterio que le es propio. De esta conciencia
iluminada y operante brota un espontáneo deseo de confrontar
la imagen ideal de la Iglesia, tal como Cristo la vio, la quiso y la
amó como santa e inmaculada (Ef 5, 27) y el rostro real que hoy
la Iglesia presenta … Brota, por tanto, un anhelo generoso y casi
impaciente de renovación, es decir, de enmienda de defectos
que la conciencia denuncia y refleja, a modo de examen interior
frente al espejo del modelo que Cristo nos dejó de sí” (ES 7, 9).
El Concilio Vaticano II expresó esta conversión eclesial como la
apertura a una permanente reforma de sí por fidelidad a
Jesucristo:
“Toda renovación de la Iglesia consiste esencialmente en el
aumento de la fidelidad hacia su vocación … La Iglesia peregrina
en este mundo es llamada por Cristo a una permanente reforma,
de la que ella, en cuanto institución terrena y humana, necesita
permanentemente” (UR 6).
Este llamado del Concilio sigue siendo actual. Juan Pablo II ha
recordado que el Concilio Vaticano II sigue siendo una “brújula
segura” para la Iglesia actual (NMI 57). Por eso en Aparecida los
Obispos reconocieron que “nos ha faltado valentía, persistencia y
docilidad a la gracia para proseguir, fiel a la Iglesia de siempre, la
renovación iniciada por el Concilio Vaticano II, impulsada por las

19
anteriores Conferencias Generales” (DA 100h), y lamentaron
“algunos intentos de volver a un cierto tipo de eclesiología y
espiritualidad contrarias a la renovación del Concilio Vaticano II”
(DA 100b)
Esta necesidad de permanente reforma fue expresada por Juan
Pablo II como una apertura a las novedades que exige la
evangelización en este momento de la historia. Así acrecentó la
conciencia de que la conversión eclesial debe tocar la
evangelización. Esto supone no sólo una renovación en el ardor,
sino también nuevos métodos y nuevas formas de expresión. En
1983 ante los Obispos del CELAM reunidos en Haití, Juan Pablo II
invitó a “una Nueva Evangelización: nueva en su ardor, en sus
métodos y en su expresión”.
Esto, cuando llegamos a Santo Domingo, ya se expresa
explícitamente como “conversión pastoral”, que ya no se
manifiesta sólo en los métodos y expresiones, sino en la totalidad
de la vida de la Iglesia, implicando nuevas estructuras:
“La nueva evangelización exige la conversión pastoral de la
Iglesia. Tal conversión debe ser coherente con el Concilio. Lo
toca todo y a todos: en la conciencia, en la praxis personal y
comunitaria, en las relaciones de igualdad y autoridad; con
estructuras y dinamismos que hagan presente cada vez con más
claridad a la Iglesia, en cuando signo eficaz o sacramento de
salvación universal” (SD 30).
Toda la vida de la Iglesia está llamada a una conversión pastoral.
Curiosamente, el Episcopado que recogió este llamado con más
fuerza y prontitud fue el español:
“Se trata, por tanto, no sólo de una conversión personal, sino
también y a la vez de una conversión pastoral, puesto que
tendremos que emprender acciones distintas de las que hasta
ahora hemos realizado y realizar de manera diferente,
apostólica y evangelizadora, muchas de las actividades
ordinarias de la Iglesia…”31
Posteriormente, Juan Pablo II se refirió varias veces a la necesidad
de una conversión de los pastores que haga de la Iglesia un espacio
más participativo: “La conversión de los pastores nos lleva también
a vivir y promover una espiritualidad de comunión y participación”
(NMI 43).
En Ecclesia in America se indica con claridad que la conversión es
también una realidad eclesial: “El encuentro personal con el Señor,
si es auténtico, llevará también consigo la renovación eclesial” (EA
7). Pero además, como ya vimos, la conversión es necesariamente
situada, encarnada en la realidad del pueblo, y por eso incluye un
llamado a reflejar aspectos del misterio de Cristo que más necesita
el pueblo en este momento y en este lugar: “El llamado universal a
la conversión adquiere matices particulares para la Iglesia de
31
Conferencia Episcopal Española, Plan de acción pastoral para el cuatrienio 1997-2000.

20
América Latina […] Una auténtica identificación con el estilo
personal de Jesucristo, que nos lleva a la sencillez, a la pobreza, a
la cercanía, a la carencia de ventajas … permaneciendo
primariamente abiertos a aquellos que están sumamente lejanos y
excluidos” (EA 28).
Esta conversión siempre toca de alguna manera a las estructuras.
En el discurso inaugural de Aparecida, Benedicto XVI mostró que
aun la vida sobrenatural supone determinados cauces estructurales
que hagan posible su expansión en la vida social. Al respecto dijo
que “la cuestión fundamental sobre el modo cómo la Iglesia,
iluminada por la fe en Cristo, deba reaccionar ante estos desafíos,
nos concierne a todos. En este contexto es inevitable hablar del
problema de las estructuras […] Las estructuras justas jamás serán
completas de modo definitivo; por la constante evolución de la
historia, han de ser siempre renovadas y actualizadas”.
Por consiguiente, no estamos tratando cuestiones que sólo se
desarrollen en el ámbito de la discusión de los teólogos, sino que
ya han sido claramente asumidas en el Magisterio. Ahora se trata
de encontrar las maneras de hacerlas carne en nuestras
comunidades.

Sentido del llamado de Aparecida a la conversión pastoral

En Aparecida la invitación a la conversión pastoral asume


claramente el sentido de una decidida renovación misionera:
“Conversión pastoral es sinónimo de conversión a la misión. Sin
dejar la necesaria y maltratada pastoral ordinaria, es salir en
búsqueda. En suma, tender a formar comunidades conscientes
de que todas las estructuras, aun las formas de vida
contemplativa, tienen una intrínseca dimensión misionera”. 32

Pastoral en éxtasis

La conversión pastoral que se propone implica ante todo pasar de


la condición de meros administradores a la de quienes salen
constantemente a la búsqueda: es pasar “de una pastoral de mera
conservación a una pastoral decididamente misionera […] haciendo
que la Iglesia se manifieste como una madre que sale al encuentro,
una casa acogedora, una escuela permanente de comunión
misionera” (DA 370). Se dice también que los sacerdotes no se
pueden contentar “con la simple administración” de lo que ya
existe (DA 201). Aparecida se refiere fundamentalmente a una
renovación que vuelva a la Iglesia más decididamente misionera,
32
Antonio Marino

21
porque ya “no podemos quedarnos en espera pasiva en nuestros
templos” (DA 548).
De hecho, antes de Aparecida, dirigiéndose a los Obispos de Brasil,
Benedicto XVI definió a la V Conferencia como un “gran evento
eclesial que se sitúa en el ámbito del esfuerzo misionero que
América Latina deberá proponerse” (11/05/2007). Esta
orientación misionera que el papa quiso darle fue claramente
acogida y es sin duda el marco donde debe entenderse la
conversión pastoral.
La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral también
se entiende en este sentido: procurar que se vuelvan más
misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea
más extática, expansiva, centrífuga, que favorezca la incorporación
de nuevos miembros y coloque a los agentes pastorales en
constante actitud de salida.
“Misión” aquí no tiene el sentido estricto de la misión ad extra,
pero tampoco se diluye en una mera identificación con toda la tarea
evangelizadora de la Iglesia. En Aparecida el sentido es el de una
salida hacia los alejados y en una reforma profunda de toda la
Iglesia para que esté mucho más en el corazón el mundo. No lo
hace complicando de entrada la vida de la gente con un cúmulo de
doctrinas y exigencias sino con el primer anuncio.
No se ignora que esta propuesta de renovación misionera choca
con actitudes cerradas y autodefensivas:
“Pero se notan actitudes de miedo a la pastoral urbana;
tendencias a encerrarse en los métodos antiguos y de tomar una
actitud de defensa ante la nueva cultura, de sentimientos de
impotencia ante las grandes dificultades de las ciudades” (DA
509, 513).

Profunda atención a la realidad

La conversión de los pastores exige en primer lugar la disposición


para una atenta escucha de lo que el Espíritu dice a través de la
realidad y a través del pueblo, de manera que se pueda adaptar la
acción pastoral a esa realidad:
“La conversión personal despierta la capacidad de someterlo
todo al servicio de la instauración del Reino de vida. Obispos,
presbíteros, diáconos permanentes, consagrados y consagradas,
laicos y laicas, estamos llamados a asumir una actitud de
permanente conversión pastoral, que implica escuchar con
atención y discernir lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias
(Ap 2, 29) a través de los signos de los tiempos en los que Dios
se manifiesta.” (DA 366).
“La Iglesia está llamada a repensar profundamente y a relanzar
con fidelidad y audacia su misión en las nuevas circunstancias
latinoamericanas y mundiales” (DA 11).

22
Es impensable una pretensión de conversión pastoral y de reforma
al margen de lo que sucede en el contexto histórico cultural donde
la Iglesia vive y actúa:
“La pastoral de la Iglesia no puede prescindir del contexto
histórico donde viven sus miembros […] De allí nace la
necesidad, en fidelidad al Espíritu Santo que la conduce, de una
renovación eclesial que implica reformas espirituales, pastorales
y también institucionales” (DA 367)
Toda novedad “estructural” tiene sentido si parte de esta atención
a lo que pide la realidad:
“Se requiere imaginación para encontrar respuesta a los muchos
y cambiantes desafíos que plantea la realidad, exigiendo nuevos
servicios y ministerios” (DA 202)
No es obvio que un pastor esté atento a la realidad. Por eso la
conversión pastoral a veces es también una especie de despertar
cuando estamos adormecidos, narcotizados, cuando los volvemos
incapaces de mirar la realidad y reaccionar. En ese sentido, una
conversión pastoral permanente consiste simplemente en “no
acostumbrarnos a la escandalosa inequidad, la miseria y pobreza
de las mayorías, la violencia familiar y urbana, las adicciones…”. 33
La conversión pastoral, precisamente por ser pastoral, implica una
profunda y abierta atención a las situaciones a las cuales se debe
llegar con el Evangelio. Por eso no es algo que se produzca en el
seno de la Iglesia sin necesidad de un encuentro con el mundo, ya
que sus expresiones “han de ser mediadas por las ciencias
humanas y sociales, tanto con respecto al diagnóstico de la
situación como en lo referente a las estrategias y tácticas
pastorales y socio-pastorales…” 34
A través de la realidad habla el Espíritu, por lo cual la escucha se
convierte en disponibilidad: “Es necesario creer más en el
dinamismo del Espíritu en la historia. En lo que Dios va mostrando
y suscitando a favor del Reino, lo cual requiere actitud de
disponibilidad”.35

Pastoral ordinaria con estructuras misioneras

Pastoral como “acción eclesial” pone el acento en la acción


concreta de las comunidades con sus estructuras, y por
consiguiente la conversión pastoral afecta a todas esas
estructuras:
“Esta firme decisión misionera debe impregnar todas las
estructuras eclesiales y todos los planes pastorales de diócesis,
parroquias, comunidades religiosas, movimientos y de cualquier
institución de la Iglesia. Ninguna comunidad debe excusarse de
33
Juan Carlos Scannone
34
Juan Carlos Scannone
35
Pablo Nassif

23
entrar decididamente, con todas sus fuerzas, en los procesos
constantes de renovación misionera, y de abandonar las
estructuras caducas que ya no favorezcan la transmisión de la
fe.” (DA 365)
Cuando se habla de procesos constantes de renovación misionera
queda claro entonces que la conversión pastoral no se expresa sólo
en la decisión de organizar algunas misiones, sino de entrar en un
estado permanente de misión. Aparecida habla de América latina
en “estado de misión” (DA 213) y de “estado permanente de
misión” (DA 551). En esta línea, los Obispos argentinos han
querido destacar que la conversión pastoral con su llamado a la
reforma de estructuras debe interpelar a la pastoral ordinaria:
“Fue madurando una acentuación en la necesidad de una
conversión pastoral y un estilo misionero en toda actividad
pastoral ordinaria. Esto no significa que no se hagan gestos
misioneros concretos, pero queda claro que la Misión
Continental no debe terminarse en ellos. Por lo tanto hablar de
Misión Continental es decir al mismo tiempo dos cosas: trabajar
en una conversión pastoral que lleve a un estado de misión
permanente, a partir de la pastoral ordinaria, y realizar misiones
organizadas que encarnen y hagan visible este renovado estilo
misionero.”(CPMC, 8-9).
“La conversión pastoral tiene que tocar la pastoral ordinaria,
empezando por la parroquia, las capillas, las comunidades, la
catequesis, la celebración de los sacramentos, las estructuras
diocesanas, decanales, etc. Y es allí, en nuestra tarea pastoral
ordinaria, donde debemos reconocer que hay estructuras
caducas y que es necesario abandonarlas, para favorecer la
transmisión de la Fe” (CPMC, 14).
En realidad, ya en 2003 habían dicho que “cada parroquia, con sus
organismos e instituciones, ha de asumir decididamente un estado
permanente de misión, en primer lugar dentro de su propio
territorio, dado que la parroquia es para todos los que integran su
jurisdicción” (NMA 72).

Interior y exterior

Está suficientemente claro que esto implica la disposición para


renovar y transformar estructuras, pero precisamente porque
supone una “conversión” pastoral, es imposible asumir esto como
una mera obligación, sin un espíritu que fecunde una decisión
sincera. Supone ante todo que uno mantenga viva la ilusión por
llevar a Cristo a los demás, pero por eso mismo requiere que el
propio ser cristiano se mantenga vivo y sano. Si no tengo la
convicción real de que conocer a Cristo y tratarlo vale la pena, si él
no sigue siendo verdaderamente importante para mí, no habrá un
interés sincero por llevar a otros a ese encuentro de amistad. Por

24
eso se comprende claramente que Aparecida haya colocado al lado
de la identidad misionera, de modo inseparable, la identidad
discipular.
Pero hay que terminar de una vez con parcializaciones dialécticas
entre “espiritual”, “social” y “misionero”. Tampoco se trata de un
poquito de cada cosa, sino de las tres cosas a pleno, porque, bien
entendidas, se potencian la una a la otra. Si el servicio al prójimo
es amor sincero más que búsqueda ideologizada de sí mismo, llega
un momento en que se percibe que esa entrega no puede
sostenerse sin la fuerza de Jesucristo y que los demás no necesitan
solamente cosas sino también un encuentro más hondo con Él.
Igualmente, si la oración es sincera, la apertura al verdadero Cristo
impulsa al compromiso y a la misión, y la lectura espiritual de la
Palabra permite acoger el modelo de un Cristo entregado al pueblo
y su llamado a romper las paredes cómodas del propio yo.
Precisamente, la originalidad y atractivo testimonial de nuestra
propuesta, está en la unión de las tres cosas, evitando tanto un
gnosticismo espiritualista36 como un reduccionismo social
37
ingenuo . Propuestas místicas sin un fuerte compromiso social-
misionero o discursos y praxis sociales sin mística son también
“estructuras caducas”. No producen impactos significativos
simplemente porque no son fieles al Evangelio ni responden a lo
que hoy el pueblo está pidiendo. De hecho, la historia demuestra
que esas propuestas dialécticas sólo llegan a grupos reducidos y no
tienen fuerza de amplia penetración.
No hay que engañarse, tanto la formación como la espiritualidad
(englobadas en Aparecida bajo la figura del “discipulado”) hoy
pueden convertirse en estructuras caducas muy bien barnizadas.
¡Estamos en la posmodernidad privatizadora, no en la modernidad
con sus certezas y utopías! Por lo tanto, nuestros viejos discursos
contra el activismo de los agentes pastorales quedan fuera de
lugar. Eran más adecuados treinta años, e incluso diez años atrás.
Pero en los últimos años la tendencia a la privatización del estilo de
vida se ha ido acentuando en la mayoría. No me refiero a los
discursos y palabras, que pueden ser muy sociales y ciudadanos,
sino a los hábitos, a las opciones concretas, al uso del tiempo, a la
forma de vivir. Entonces la formación y el cultivo de la
espiritualidad pueden convertirse fácilmente en excusas para
demorar compromisos misioneros más radicales.
Es verdad que igualmente hoy hace falta cultivar un espacio
interior que otorgue sentido cristiano al compromiso y a la
actividad. Pero ese sentido evangélico no es sólo la oración o el
encuentro privado con Dios, sino también, inseparablemente, la
36
Porque reduce el Evangelio a un proceso individualista de liberación de angustias personales y a una relación
individual con Jesucristo que no alienta un compromiso social efectivo en la construcción del Reino.
37
Porque desgasta el tiempo hablando sobre los pobres y la liberación como si el mero discurso desde afuera
pudiera transformar la realidad de los pobres concretos y como si ellos no necesitaran también el encuentro
personal con Jesucristo (que suelen buscar en las sectas) y no sólo recursos materiales.

25
vida entendida como misión, el valor sagrado del prójimo, el amor
de Cristo a los pobres, la opción radical por el Reino, etc. Si todo
eso no se alimenta en un espacio interior de oración y reflexión, las
tareas fácilmente de vacían y el fervor se debilita. En un agente
pastoral inmerso en la cultura posmoderna, la espiritualidad
debería configurarse de ese modo para no volverse una estructura
caduca más. En Aparecida, que dedica tanto espacio a la formación
y a la espiritualidad, esto queda suficientemente clarificado cuando
dice que la espiritualidad “no es una experiencia que se limita a los
espacios privados de la devoción, sino que busca penetrarlo todo
con su fuego y su vida. El discípulo y misionero, movido por el
impulso y el ardor que proviene del Espíritu, aprende a expresarlo
en el trabajo, en el diálogo, en el servicio, en la misión cotidiana
[…] La vida en el Espíritu no nos cierra en una intimidad cómoda,
sino que nos convierte en personas generosas y creativas, felices
en el anuncio y el servicio misionero. Nos vuelve comprometidos
con los reclamos de la realidad” (DA 284-285).

Acogida en autores y Obispos latinoamericanos

La recepción de Aparecida con su propuesta de una conversión


pastoral que la vuelva más misionera fue mejor de lo que podría
esperarse. No se puede negar que desató un dinamismo mayor al
de Santo Domingo, aun cuando estamos en una época en que los
documentos interesan poco, ciertamente mucho menos que en
otras décadas. En muchas Diócesis, movimientos y asociaciones
católicas se dedicó tiempo a dialogar acerca de cómo asumir el
llamado a una renovación misionera que propone Aparecida. Aun
los teólogos que suelen ser muy críticos han tratado al documento
con bastante respeto debido a que reconocen que el llamado que
hace Aparecida es valiente y decidido. Para mencionar algunos
teólogos brasileros que son quienes más han escrito al respecto, es
sorpresivo, por ejemplo, leer que “en el horizonte surge el sueño
de una Iglesia que se moviliza dende dentro de su fe en el amor de
Dios”38. Otro teólogo muy crítico se lo toma más en serio todavía:
“El proyecto de Aparecida es ambicioso. Se trata nada menos
que de una inversión radical del sistema eclesiástico. Hace siglos
la pastoral de la Iglesia está concentrada en la conservación de
la herencia del pasado. Todas las instituciones fueron adaptadas
a esa finalidad. El sistema fue instalado en el siglo XII y desde
entonces no cambió sensiblemente. De acuerdo con el proyecto
de Aparecida todo va a ser orientado a la misión. La realización
práctica de ese proyecto exigirá en siglo XXI entero. Porque si
bien los Obispos lanzaron el proyecto, ahora el problema

38
J. B. Libanio

26
principal consiste en convencer al clero. La presente generación
no está preparada para esa inversión de sus tareas. Entonces
será necesario cambiar radicalmente la formación y preparar
nuevas generaciones sacerdotales bien diferentes de la actual.
Lograr que toda la Iglesia sea misionera es una tarea
gigantesca”.39
Finalmente, otro autor sostiene que Aparecida “no sólo da un paso
más hacia delante sino que abre una nueva etapa en la misión de la
Iglesia en el Continente”40, con todas las exigencias de renovación
y transformación que ello exige.
Pero ahora nos preguntamos como asumieron los Obispos, después
de Aparecida, el llamado a una conversión pastoral misionera con
todo lo que implica de transformación estructural.
Está claro que la han asumido ante todo como una renovación
misionera. La acogida de Aparecida ha tomado fundamentalmente
ese rostro y en esta línea varios episcopados han lanzado la
“Misión Continental”.

Los Obispos chilenos, en sus recientes orientaciones pastorales,


han acogido el llamado de Aparecida a la conversión pastoral y a la
reforma de estructuras. Entre los reconocimientos de realidades a
transformar mencionan que “a veces proyectamos una imagen de
Iglesia lejana, burocrática y sancionadora” (53.1), “hemos perdido
el contacto vital con nuestros bautizados que se han alejado de la
Iglesia por diversas razones” (53.4), “no somos una Iglesia
misionera que salga al encuentro de la gente y camine con ellos
desde donde se encuentren” (53.5), “nos falta una evangelización
más profunda y perseverar en un trabajo pastoral más orgánico y
sistemático. Tenemos mucho que impulsar en la conversión
pastoral para crear estructuras eclesiales que realmente estén al
servicio de la evangelización” (53.10), “nos falta crecer en métodos
e itinerarios sistemáticos de formación para personalizar la fe y
hacer más significativa la evangelización” (53.11), “en algunos
ámbitos de Cáritas y de Pastoral Social aún tenemos un desarrollo
insuficiente, caracterizado casi únicamente por el servicio
asistencial, con acciones de baja incidencia en la promoción
humana integral” (53.13), “no hemos acompañado suficientemente
la fe y la formación de los constructores de la sociedad: el mundo
político, cultural, artístico, laboral y comunicacional” (53.14), “al
interior de la Iglesia necesitamos crecer en solidaridad para
compartir los recursos humanos y materiales, y en transparencia
para dar cuenta del ejercicio administrativo y económico en cada
instancia de la comunidad eclesial” (53.15).
Ante esta realidad eclesial, llamada a crecer, “la escucha atenta del
Espíritu y la disponibilidad a sus dones nos renueva en el

39
J. Comblin
40
C. Boff

27
conocimiento y la práctica de la voluntad salvadora de Dios. Por lo
mismo, es fuente de conversión pastoral, para responder con
creatividad a las exigencias actuales de la evangelización” (71.1).
Esto lleva a una renovación misionera cuyo “objetivo fundamental
será poner a la Iglesia, como tal, y a todas las realidades eclesiales,
en estado permanente de misión para anunciar con nuevo ardor el
Evangelio a las personas alejadas y desencantadas de la Iglesia, a
quienes parecen indiferentes a la fe y a quienes se confiesan
agnósticos o no creyentes. Una tal renovación eclesial implica
reformas espirituales, pastorales y también institucionales, que
tenemos que discernir y concretar a la luz del Espíritu y con
audacia evangélica” (81).41

Mons. Alejandro Goic, presidente de la Conferencia Episcopal de


Chile, en la Jornada nacional de Obispos del 11/06/2008,
reflexionó acerca de la conversión pastoral destacando que supone
“el seguimiento de Jesucristo, como centro real y verdadero de la
existencia”, que es “ante todo obra de Dios que ama y que perdona,
que crea un corazón nuevo e infunde un nuevo espíritu en el
pecador y lo readmite a su propia intimidad”. Destacó que
“estamos en una realidad social y cultural tremendamente
compleja que necesita de parte de la Iglesia, una respuesta de
mucho mejor calidad que la que actualmente estamos dando.
Necesitamos re-potenciar la dimensión misionera (en su sentido
más profundo, de allí el tema de la conversión pastoral) y
redescubrir una mejor experiencia de comunión (que no nos lleve a
vivir centrados en tensiones intraeclesiales, sino en la tarea de
proclamar el Evangelio)… Sabemos bien que una de las
dimensiones de nuestra permanente conversión como
evangelizadores es una conversión de actitudes y lenguajes que
permitan que otros, distintos a nosotros, y a veces muy distintos a
nosotros, acojan al Señor Jesús y su Evangelio como una Buena
Noticia de Dios para sus vidas. Nuestra misión evangelizadora en el
país es desarrollar en nuestro tiempo, para sus hombres y mujeres,
una pedagogía que haga presente de modo significativo el amor de
Dios”.

En Brasil se elaboró en 2008 un nuevo proyecto nacional de


evangelización.42 El presidente de la Conferencia Nacional de los
Obispos del Brasil (CNBB), monseñor Geraldo Lyrio Rocha, explicó
en una entrevista concedida a L'Osservatore Romano esta iniciativa
diciendo que "propone como objetivo general el de abrirse al
impulso del Espíritu Santo e incentivar, en las comunidades y en
cada bautizado, el proceso de conversión personal y pastoral al
estado permanente de misión". También quiere "reconsiderar las

41
Conferencia Episcopal de Chile, Orientaciones pastorales 2008-2012
42
CNBB, Despertar la vocación y la acción misionera de los bautizados, 2008

28
estructuras de la acción evangelizadora para intentar llegar a los
católicos que se han alejado; favorecer el acceso de todos,
empezando por los pobres, a la atrayente oferta de una vida digna
en Cristo; profundizar en la misión como un servicio a la
humanidad; discernir los signos del Espíritu Santo en las vidas de
las personas y en la historia". Pueston que el sujeto de la misión,
observa monseñor Rocha, es la Iglesia particular, la CNBB propone
a cada diócesis que revise su plan pastoral para imprimirle un
mayor impulso misionero. También se pretende "intensificar la
formación de nuevos misioneros, promover los ministerios de la
acogida y de la visitación; incentivar la producción de programas
radiofónicos y televisivos sobre Brasil y la misión continental", y
"divulgar experiencias misioneras significativas que actualmente se
están realizando en diversas regiones de Brasil".

Otras Conferencias Episcopales también se han expresado al


respecto. Veamos algunos ejemplos:

“Tenemos que pasar de una pastoral de mera conservación a


una pastoral misionera y servidora de la vida. Para una eficaz
acción misionera, necesitamos la conversión personal y pastoral,
y esto implica reformas espirituales, pastorales e
institucionales. Tenemos que revisar los planes, propagandas y
metas pastorales a la luz de esta mística misionera a que nos
invita Aparecida”.43

“Consideramos de máxima importancia llevar a cabo la


necesaria conversión pastoral, sobre todo, en estructuras y
métodos de evangelización. Asimismo que esta misión ilumine,
incluya y respete los actuales procesos diocesanos de pastoral.
Según la voluntad del Señor que envió a los apóstoles a
proclamar la Buena Noticia a “toda creatura” (cf. Mc 16, 15), la
misión tenga, evidentemente, como destinatarios a todos los
seres humanos…”44

“La misión Continental deberá favorecer en nuestras


comunidades el paso de una pastoral de conservación a una
pastoral con espíritu misionero, vivido en la familia, en las
pequeñas comunidades eclesiales, en la parroquia y en la
diócesis. Ese espíritu misionero-evangelizador, como alma de la
gran Misión Continental, nos llevará a una Iglesia en estado
permanente de misión, compartiendo el pan y nuestros bienes
materiales, como los primeros cristianos, para su plena
realización…
Esta marcha, hacia un cambio social que busca el bienestar de

43
Conferencia Episcopal Panameña, 10/07/2009
44
Conferencia Episcopal de Costa Rica, Plenaria de 2009

29
nuestro pueblo y la conversión pastoral de una Iglesia más
misionera, será la mejor forma de prepararnos a la celebración
de Nuestro Bicentenario de la Independencia Nacional”. 45

“No escapan nuestras comunidades al envejecimiento, los


compartimentos pastorales, las dificultades para asumir la
pastoral orgánica, desgastes, pastoral de mantenimiento más
que misionera…”.46

En una consulta realizada por el CELAM a los Obispos delegados de


las distintas Conferencias Episcopales, acerca de la recepción de
Aparecida, se manifestaron “conscientes de las dificultades y las
resistencias que implica la renovación de las estructuras eclesiales
para que sean misioneras, y la formación de los agentes de
pastoral (presbíteros, consagrados y laicos) para que sean
discípulos misioneros”. Pero reconocieron que “la conversión
pastoral está calando y nuestras Iglesias están respondiendo…” 47

Finalmente, mencionemos unos párrafos de algunos Obispos, entre


tantos otros, que han hablado después de Aparecida acerca de la
conversión pastoral:

“La propuesta de Aparecida es más audaz; la misión a la que nos


invita no está limitada en el tiempo, sino pensada de forma tal
que, una vez iniciada, continúe como la misión permanente.
Supone acciones, pero no se circunscribe a ellas … Esto exige un
fuerte y decidido impulso espiritual y pastoral, con visión de
futuro … En esta magna labor evangelizadora hay que llegar a
los desesperados, a los desanimados, a los agobiados; a ellos
hay que hacerles sentir la presencia poderosa y amorosa de
Cristo”.48

“La Iglesia particular es el primer y principal sujeto de la


conversión pastoral en cuando en ella y sólo en ella se puede
vivir en plenitud la espiritualidad de comunión. Por eso dice
Aparecida que cada uno está llamado a evangelizar de un modo
armónico e integrado en el proyecto pastoral de la diócesis… En
toda institución las estructuras están al servicio de los fines que
ésta persigue, de lo contrario se vuelven contra la misma; serían
no sólo inoperantes, sino adversas. Son siempre relativas,
aunque algunas lleguen, por el uso y la tradición, casi a
identificarse con la institución… Es claro, por otra parte, que en

45
Conferencia Episcopal Paraguaya, 06/03/2009
46
Mons. Carlos Collazzi representando a la C.E. uruguaya, Visita “Ad limina”, 26/09/2008
47
Delegados al CELAM de la Conferencias episcopales. Exhortación: “Una Iglesia en misión permanente”,
Managua, 09/08/2008.
48
Mons. Miguel Romano Gómez, Obispo Auxiliar de Guadalajara

30
la Iglesia el protagonismo pertenece al Espíritu y que las
estructuras eclesiales deberán facilitar el camino a su acción y
crear espacios de libertad, cual conviene a su naturaleza y a la
dignidad de hijos de Dios. La sabiduría divina, acompañada de la
virtud de la prudencia y de la audacia (parresía), deben
conducirnos para armonizar disciplina y libertad, carisma e
institución, organización y creatividad …. Aparecida reconoce los
avances en la estructuración de la pastoral orgánica (DA 99g) y
se alegra por ellos, pues hace posible que la diócesis cumpla su
cometido respecto a la comunión y a la misión (cf. DA 169). En
efecto, el plan de pastoral es un signo operativo de la
eclesiología de comunión y de conversión pastoral. Toda
auténtica pastoral está llamada a ser orgánica o de conjunto,
pues de otra manera no expresa suficientemente el misterio de
la Iglesia y puede desviarse hacia la uniformidad o hacia la
dispersión…”49

“Latinoamérica necesita una conversión pastoral a partir de un


nuevo modelo de acción eclesial, que requiere una auténtica
antropología cristiana que permita dialogar e interactuar con las
distintas visiones del mundo… Los medios pastorales están
agotados, cansados, y se requiere de un discipulado, igualmente
renovado, que responda a los desafíos…”50

II. Conversión estructural eclesial

Más allá de las palabras

Las estructuras pastorales pueden ser cauces de la vida, pero


también pueden detener o demorar su corriente. Por eso hace falta
un constante discernimiento sobre ellas para asegurar que sigan
49
Mario de Gasperín, Obispo de Querétaro
50
Card. Rodríguez Maradiaga, Honduras

31
cumpliendo su finalidad y no la obstaculicen.
La conversión estructural eclesial es la reforma permanente de
estructuras eclesiales que brota como exigencia de la conversión al
Reino. Porque el sometimiento del corazón de las personas y de las
comunidades al Reino de vida, lleva a revisar constantemente si las
estructuras (organizaciones, horarios, planes, etc.) realmente son
cauces de vida. En esta constante evaluación, “los planes
pastorales deben ser revisados y renovados conforme a siete
características: que sean más evangélicos, más comunitarios, más
participativos, más populares, más realistas, más flexibles, más
místicos”51.
En la propuesta de Aparecida, todo se orienta a la comunicación de
vida y al crecimiento de la vida: “La propuesta de Jesucristo a
nuestros pueblos, el contenido fundamental de esta misión, es la
oferta de una vida plena para todos” (DA 361), porque “Él ama
nuestra felicidad también en esta tierra” (DA 355). Por eso mismo,
“la Iglesia tiene como misión propia y específica comunicar la vida
de Jesucristo a todas las personas” (DA 386),
En ese contexto, se entiende fácilmente que las estructuras deban
ser constantemente revisadas para confirmar que estén
efectivamente al servicio de esta finalidad.
Todos sabemos que las estructuras son estériles sin corazones
nuevos, y esto implica que siempre que se quiera producir algún
cambio pastoral hay que infundir una “mística” de ese cambio a
través de diversas motivaciones, pero también es cierto que esa
mística necesita un “cauce” (alguna estructura) que le permita
sostenerse en el tiempo y responder a las necesidades concretas.
Eso se ve con claridad hoy cuando advertimos que los documentos
son leídos con mucho menor interés que en otras épocas, y
rápidamente se olvidan en medio del febril y cambiante mundo en
que vivimos, de manera que ya no hay que esperar que los
documentos episcopales cambien la realidad:
“Hoy es imposible pensar que porque algo se dijo en un
documento ya esta logrado y asegurado. Las instancias
comunicativas de otras épocas ya no funcionan y rápidamente
se desgastan por saturación”.52
Los Obispos pueden decir: “A tal cosa nosotros la dijimos en el
documento tal”. Pero que esté en un documento hoy no significa
nada, si no surgieron determinadas estructuras pastorales que
aseguren que eso se instale en las comunidades y se prolongue en
el tiempo. Los impulsos aparecen, y llegan a ser recogidos en
documentos, pero no llegan a dar frutos de renovación profunda:
“En lo pastoral, se constata el permanente aplazamiento de una
renovación nunca del todo comenzada. Como un mecanismo
característico, nos encontramos con la secuencia: impulso a la

51
Carlos Galli, en el Departamento de Teología Pastoral, UCA
52
Departamento de Teología Pastoral, UCA

32
renovación (generalmente expresado en documentos) –
implementación defectuosa – resistencia al cambio – abandono
u olvido del impulso renovador…”53
Se suele atribuir esta escasa eficacia renovadora a las
características del carisma episcopal, que necesita ser
complementado por otros carismas más innovadores:
“Si miramos la realidad de la Iglesia vemos que padece de
macrocefalia y raquitismo corporal. Para resolver esto, si
creemos que el Espíritu Santo derrama sus dones sobre todos
los fieles, hay que dejar que tanto los laicos, como los religiosos
y los sacerdotes cumplan su propia misión. Y habrá que evitar
que el Episcopado y cada obispo en su diócesis pretendan ser los
únicos que tienen capacidad para pensar, organizar y promover
todos los aspectos de la pastoral. La realidad dice que por edad,
formación, el cargo que ocupan, por estar alejados de los
problemas cotidianos de la pastoral en las bases y por temor a
equivocarse, no suelen ser los Obispos muy innovadores. Quizá
por esto los planes pastorales del episcopado no han dado el
resultado esperado. La renovación sólo será posible si alientan a
otros miembros de la Iglesia a buscar caminos nuevos”.54
También puede suceder que se logre infundir un cierto espíritu,
pero que las Diócesis no terminen de crear estructuras que
permitan que ese espíritu fructifique. Para verlo en un caso
concreto, creo que sirve el ejemplo de la formación permanente y
la pastoral presbiteral. Porque se ha logrado crear un espíritu al
respecto, pero en muchas Diócesis hay poco y nada, o lo que hay no
da mucho resultado, no convoca, no prospera. Es común que los
Obispos critiquen ácidamente a los curas, y no les faltan razones,
pero ya sabemos que esas críticas son estériles si no se toma la
decisión de revisar las estructuras de formación inicial y
permanente que permitan modificar esa situación. A la vez, en este
ámbito las estructuras nuevas pueden ser ya caducas. Por ejemplo,
determinados encuentros del clero pueden producir hastío y
cansancio porque no responden a las necesidades reales de los
sacerdotes. Entonces, con plasticidad y valentía, se los podría
reemplazar por encuentros de sacerdotes que se reúnen por
afinidad de intereses a estudiar un tema que el obispo les
encomiende, por ejemplo.
El caso de la formación permanente es suficiente para percibir que
puede haber un buen espíritu dando vueltas, pero que no logra
fructificar debido a que no se crean los cauces adecuados
(estructuras de formación permanente que encarnen y sostengan
un proceso).

53
Oscar Campana
54
Pedro Oeyen

33
Disensos sobre la conversión estructural

En la consulta realizada, este punto de las estructuras es el más


conflictivo. Porque en general se coincide en que hay estructuras
caducas y en que hay que liberarse de ellas para provocar un
mayor dinamismo misionero, pero no se coincide a la hora de
determinar cuáles son concretamente hoy esas estructuras
caducas. Es más, en este nivel hay verdaderas contradicciones. Si
aplicáramos lo que proponen terminaríamos destruyéndonos unos
a otros. Se confirma aquí lo que decía Tomás de Aquino, que
mientras más se desciende a los particulares más confusa se
vuelve la voluntad de Dios. En este sentido, se confirma también la
necesidad de no pretender algún plan nacional con acciones muy
concretas sino más bien amplias líneas de acción que, sin dejar de
ser prácticas y efectivas, no condicionen las opciones pastorales
particulares.
Por ejemplo, para algunos la conversión pastoral sería una
“conversión popular”, donde se tome más en serio al pueblo pobre
como sujeto, con su propia cultura y su modo propio de vivir la fe.
Entonces conversión pastoral y reforma de estructuras sería un
dinamismo donde todo se concentre de modo más directo en una
“vuelta hacia el pueblo” y a su religiosidad. Veamos algunos
ejemplos de esta perspectiva, que yo comparto:
“El pueblo sencillo no es sólo objeto de evangelización sino
primariamente sujeto creativo de la evangelización. Aquí
podemos tomar un aporte más para discernir estructuras
pastorales que tengan vida. Son aquellas que tratan de preparar
los cuadros mismos del pueblo para animar y fortalecer la
evangelización activa del pueblo”.55
“La cercanía con los vecinos de la villa fue permitiendo pasar de
lo que a los curas les parecía que necesitaban los pobres, a lo
que los mismos pobres verdaderamente demandaban. Junto a
ellos fueron tejiendo lo que llamamos la pastoral popular en las
villas. La cual no trata de otra cosa que de acompañar la vida y
la fe del pueblo. Pastoral popular que tiene bien presente que la
vida espiritual no es otra cosa que la vida misma ya que Dios
anda metido en todo esto que es la vida de su pueblo… El
delicado cuidado de la piedad popular por parte de la pastoral
popular es un tema de importancia capital, es un modo de luchar
contra la pobreza, tal vez contra una de las mayores pobrezas:
la pérdida de la propia identidad…”56
“Habrá verdadera conversión pastoral sólo si dejamos de
plantear la pastoral para (catequizar, ganar la calle, encontrar
líderes, etc.) y encaramos con más decisión la pastoral desde. Y

55
Gustavo Carrara
56
Gustavo Carrara – Sergio Serrese

34
este “desde” puede ser en un nivel teológico: partir desde
Cristo, un nivel más geográfico: desde las periferias, más
existencial: desde las situaciones límite, un nivel sociológico:
desde el pueblo como sujeto (y nos sólo como destinatario). Si
no hay algún cambio en ese sentido, me parece que seguiremos
en un planteo pastoral preconciliar de misión”.57
“Estructuras eclesiales caducas son aquellas que no dan lugar al
despliegue del pueblo…y pretenden uniformar; sin vivir la
unidad como diversidad, sin ver en la diferencia una riqueza u
oportunidad. Aquellas estructuras, en fin, que no dan lugar a
que el pueblo evangelice al pueblo”. 58

Para otros se trataría exactamente de lo contrario: conversión


pastoral sería concentrarse más en la atención o formación de
pequeños grupos de élite, con una fe más ilustrada, con un
encuentro personal con Cristo del cual el pueblo carecería, o con
mayor incidencia en la transformación de las estructuras políticas.
Todo lo que parezca “masivo” o “cultural” sería considerado
entonces una estructura caduca que distrae de los verdaderos
objetivos. Veamos algunos ejemplos de esta otra perspectiva
pastoral:
“Tenemos que sacarnos de la cabeza el horizonte nostálgico de
la Cristiandad. La Iglesia quiere fieles, no adeptos. En la
actualidad parece caduco trabajar con esquemas para
multitudes. Hemos de hacerlo por el encuentro personal de cada
uno con Cristo en la comunidad de fe”.59
“Nuestro discurso eclesial está demasiado focalizado en un
determinado sector social y en un determinado tipo de
religiosidad… Se requiere una conversión pastoral a la
universalidad de la misión de la Iglesia, que supone tener
interés suficiente para iluminar la actividad de empresarios,
universitarios, políticos, artistas, profesionales, etc.”. 60
“Hay también criterios caducos, como uno que guía muchas de
nuestras decisiones pastorales. Se trata de la preferencia por
consideraciones cuantitativas por sobre las cualitativas. Aunque
afirmamos que queremos ofrecer una catequesis cualificada, en
realidad vivimos atrapados por lo cuantitativo. Creo que una de
las vertientes de la conversión pastoral pasa por aceptar que ya
no somos cristiandad”.61

Aunque estas posturas o acentos puedan parecer irreconciliables,


en realidad Aparecida propone una síntesis, ya que junto con una
honda valoración de la piedad popular, invita con fuerza a la
57
Ricardo Araya.
58
Leandro Chitarroni
59
Parroquia San Agustín, Bs. As.
60
Gustavo Irrazábal
61
Gustavo Sánchez

35
formación de los discípulos porque entiende que no se puede
renunciar al crecimiento. Pero no sostiene una finalidad amplia con
un método elitista, como sería el propósito de llegar a todos a
través de algunos pocos laicos después de darles una buena
formación exhaustiva. Con esa propuesta no se llega a todos y se
sacrifica el presente en pos de un futuro incierto, como sucede en
la economía en los planteos neoliberales extremos. Por lo tanto se
trata de una opción por llegar a todos con la vida nueva de
Jesucristo, al mismo tiempo que se procuran desarrollar caminos
para el crecimiento de esa vida. Sin duda, la Iglesia nunca puede
renunciar a proponer caminos para el crecimiento y para el
desarrollo de la variada riqueza que el Espíritu siembra en ella.
Aparecida propone una mística del crecimiento y de la formación de
los discípulos, pero en el marco de una opción misionera que
reconoce y respeta al pueblo pobre como sujeto. La propuesta de
Aparecida podría dar lugar a un diálogo fecundo.
Vale la pena mencionar una experiencia diocesana donde se
procuró realizar ese diálogo integrador:
“En una Semana del Clero de mi Diócesis, después de expresar
la tristeza y negatividad de tantos recelos y desconfianzas
mutuas, surgió con fuerza la necesidad de superar
evangélicamente el modo, hasta entonces conflictivo, de
relacionarse. A partir de aquella semana, y poco a poco, el clero
fue descubriendo que, en la raíz de los desencuentros, a veces
casi enemistades, había pastorales diversas… Y se fue
reconociendo la legítima diversidad de acentuaciones en el
modo de vivir y ejercer el ministerio sacerdotal, todas válidas y
complementarias entre sí, no excluyentes ni contradictorias. El
paso siguiente fue descubrir dichas acentuaciones y ponerles
nombre…
El diálogo llevó a aceptar el hecho de poder identificar tres
acentuaciones pastorales, a reconocer los valores y límites de
cada una, y a aceptar la recíproca complementariedad entre
ellas. Este proceso contribuyó enormemente a la comunión
presbiteral… Hoy valoro muchísimo la riqueza que significa para
la Diócesis la convivencia y complementariedad pacífica de estas
acentuaciones, y procuraré que no se pierdan los aportes
pastorales que cada una brinda”.62

Pero hay otras polarizaciones. Se advierten, por ejemplo, en el


modo de entender la Catequesis. Algunos consideran que la
catequesis centrada en la instrucción doctrinal y en una larga
preparación que da pocos resultados reales debe dar lugar a
formas más populares de catequesis. Por lo tanto consideran
caduco todo el sistema catequístico vigente, que debería ser roto

62
Mons. Fernando M. Bargalló, Obispo de Merlo-Moreno

36
con valentía para volverlo más popular y accesible. Otros siguen
proponiendo coraje para optar por una catequesis familiar
obligatoria, sonde sólo se admita a los niños cuyos padres estén
dispuestos a cumplir con un determinado camino de formación y
compromiso.
Igualmente, la opción por los pobres puede entenderse de maneras
contradictorias: para algunos como compartir la vida con ellos
defendiendo sus derechos desde la identidad propia de los pobres.
Pero otros la entienden desde concepciones políticas de izquierda
como una promoción social donde necesariamente se incorpore una
determinada mentalidad política de los liberadores. O bien desde
un pensamiento más liberal, como una incorporación al sistema a
través de una determinada instrucción cívica o formación
ciudadana que los vuelva críticos de los movimientos populistas.
Como estas, hay muchas más polarizaciones donde la valentía para
abandonar estructuras significa en concreto cosas contradictorias
que, si las ejecutáramos, provocarían fácilmente una encarnizada
guerra eclesial. Para evitarla, simplemente hay una suerte de pacto
de no agresión.
Hay posturas radicalizadas, y el lenguaje utilizado por muchos
expresa polarizaciones espiritualistas o estructuralistas: o lo único
que importa es un cambio interior de los individuos, o cualquier
espiritualidad es sospechada de alienante porque lo que interesan
son los cambios estructurales. O la formación no sirve para nada, o
lo único que interesa es la formación, etc.
Evidentemente, se requiere un camino amplio, generoso, sincero y
flexible de discernimiento comunitario, que supone una
“conversión comunitaria” que lo haga posible.

Consensos básicos

La pregunta es ¿en qué coinciden todos los que piden una decidida
conversión pastoral y un valiente cambio de estructuras? ¿Hay
elementos comunes que puedan ser suficientemente incisivos,
movilizadores, transformadores, sin entrar en estas discusiones
que serían interminables?

No se trata de yuxtaponer cosas para dejar a todos contentos, ya


que siendo así después cada uno tomará de allí sólo lo que le
convenza y excluirá lo que no le interesa. Se trata más bien de
encontrar algunos puntos, aunque sean pocos, donde haya
confluencia real, de manera que puedan entusiasmar a la mayoría,
y al tiempo permitan llegar al mayor número posible de
interlocutores. Porque si algo tiene que quedar en pie es este
marco general del llamado a una renovación misionera que nos
permita llegar a todo el pueblo de Dios. Dentro de este marco

37
misionero, que procura llegar a todos, las coincidencias estarían en
la necesidad de un camino evangelizador con estas características:

1) Más kerygmático, sin obsesión por la exhaustividad doctrinal. Se


coincide en la necesidad de orientar mejor todo a una misión que
provoque un encuentro personal con Jesucristo vivo, donde la
formación consistirá en un camino progresivo que vendrá a
enriquecer esa experiencia orientándola al compromiso:
“La evangelización tiene un proceso propio que no se debe
invertir, so pena de perder la fuerza intrínseca de la Palabra de
Dios: primero se presenta a Jesús, centro y base de la Buena
Nueva; después, sólo después y siempre después, se exponen
las verdades, leyes y exigencias de ese Jesús”.63

2) Más comunitario y participativo. Los Obispos argentinos decían


en 2003 que “se requiere activar, potenciar y enriquecer las
estructuras de diálogo y participación en cada Iglesia particular,
que concreten planes donde todos se sientan incorporados” (NMA
71).
Aparecida destacó la necesidad de una decidida apertura a una
mayor comunión y participación, presentándola precisamente como
exigencia de la conversión pastoral:
“La conversión de los pastores nos lleva también a vivir y
promover una espiritualidad de comunión y participación […] la
actitud de apertura, de diálogo y disponibilidad para promover la
corresponsabilidad y participación efectiva de todos los fieles en
la vida de las comunidades cristianas.” (DA 368).
Por eso, una reforma misionera acorde con toda la riqueza
comunitaria que tiene la noción de “conversión pastoral” supone la
creación de nuevos cauces de participación laical con ingerencia en
la toma de decisiones. Hay muchas cosas caducas (estilos, formas
sacerdotales, organizaciones, etc.) que impiden que esto se
concrete. Una firme decisión de llevarlo a la práctica debería
expresarse en una gestación de planes diocesanos (con
diagnóstico, determinación de criterios, acciones, etapas y medios,
seguimiento y evaluación) donde los laicos y las laicas participen
“con voz y voto”.64 Evidentemente, esto supone que los laicos y
laicas que participen sean realmente representativos de la variedad
y riqueza del laicado diocesano y no procedan de una elección
arbitraria del clero.
Esta preocupación ya estaba presente en la Líneas del Episcopado
argentino de 1990:

63
Parroquia San Agustín, Bs. As.
64
Vicaría de Pastoral de la Arquidiócesis de México.

38
“Resulta imperioso revisar, con capacidad creadora, las
estructuras y canales actuales de comunión y participación
intraeclesiales. En la Consulta al Pueblo de Dios se expresan
insatisfacciones por el estilo, a menudo meramente formal, de
tales mediaciones” (LPNE 35)
“Ha llegado la hora en que los fieles laicos se pongan de pie en
nuestra Iglesia. La Consulta al Pueblo de Dios mostró que es
necesario despojar a muchas comunidades de arraigadas formas
de clericalismo, que distraen valiosas capacidades de los
presbíteros y de los diáconos, e impiden el despliegue de las
energías apostólicas latentes en el laicado” (LPNE 41).
Las trasformaciones escasas y poco significativas que se han
producido en estos veinte años permiten confirmar la poca
incidencia que tienen los documentos y sus manifestaciones de
buenas intenciones cuando no se los acompaña con decisiones
comunitarias significativas, cauces operativos, reformas
estructurales. Por eso no llama la atención que algunos se atrevan
a decir cosas como esta:
“Percibo que muchos en la Iglesia desean mantener el status
quo. Como respuesta a los interrogantes de nuestro pueblo la
respuesta es la misma que hace décadas se viene dando”. 65
Haría falta que en cada Diócesis e institución católica resuenen
estas preguntas: ¿Cuáles son nuestras estructuras caducas que
terminan frenando los necesarios cambios y debilitando los
impulsos renovadores? ¿Qué es lo que hay que destruir para
impedir que esta reforma siga postergándose?
Los cambios son muy lentos y fácilmente se producen retrocesos
casi imperceptibles, como por inercia. No hay que culpar a los curas
viejos. Hay muchos curas jóvenes que son tanto o más autoritarios
que los viejos, porque la obsesión por lo privado, propia de la
posmodernidad, necesariamente nos vuelve autoritarios: los demás
se tienen que adaptar a nuestras necesidades. Para que yo pueda
cumplir mis proyectos personales y mantener mi autonomía tengo
que conservar todo el poder de decisión. Esta actitud hace que
muchos sacerdotes encuentren rápidamente excusas para no
insertarse activamente en un plan pastoral común, para no
participar decididamente de un camino comunitario donde los otros
pueden interpelarlos y exigirles un cambio de rumbo. Suelen decir
que el plan no les convence, que fue elaborado por unos pocos, que
no es realista, etc. Por eso, hay que entender que la elaboración de
un plan pastoral requiere profundas consideraciones desde el punto
de vista de la comunicación. Tiene que ser fruto de un proceso
donde todos puedan expresarse a fondo y donde un diálogo sincero
e intenso lleve efectivamente a unos consensos de los cuales luego
nadie pueda fácilmente escapar con excusas fáciles. Este camino
puede requerir no sólo de un determinado camino espiritual
65
Pablo M. Etchepareborda

39
comunitario, sino también acudiendo a especialistas en
comunicación que ayuden a elaborar una metodología adecuada.
Sólo de este modo el plan pastoral evita ser una estructura pesada
y caduca y se convierte en un eficaz cauce de una comunión
misionera real.
En este contexto de la preocupación por una eficaz inserción y
participación de todos en los ámbitos donde se resuelven los
caminos de la Iglesia, puede entenderse adecuadamente el sentido
de la preocupación por la formación. Se trata de un camino de
capacitación que los habilita para asumir más responsabilidades y
poder sostener con más facilidad una discusión en los espacios
donde se toman las decisiones más importantes. Es lo que hoy
suele llamarse “empoderamiento”:
“La formación no tiene sólo la función de orientar
teológicamente a los sujetos misioneros, varones y mujeres,
sino además de contribuir a su empoderamiento para la
misión”.66
“Hay miles de ejemplos que muestran la parálisis que
experimentan los laicos ante una posible iniciativa… Sería
cuestión de empoderar a los laicos, haciéndolos conscientes de
los que ya son por el sacerdocio bautismal”.67
“Seguir centrando los ministerios en el sacerdocio ordenado y
no diversificar los ministerios en el pueblo de Dios empobrece a
la misma Iglesia. Para cambiar esto se necesita invertir más en
la formación de cristianos-as animadores de pequeñas
comunidades, promotores de la Palabra, coordinadores de la
Pastoral Social, animadores de comunidades juveniles, etc.” 68
“La coherencia entre fe y vida en el ámbito político, económico y
social exige la formación de la conciencia, que se traduce en un
conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia (empoderar)”. 69
Tenemos una muestra de lo que es un proceso pastoral de
empoderamiento de los fieles luego del aluvión irlandés del siglo
XIX en USA. El plan pastoral, que llevó cien años, “posicionó a los
inmigrantes irlandeses en los lugares académicos y políticos más
destacados de la sociedad norteamericana”70. Como ejemplo de
esta actitud podemos leer el siguiente texto de los obispos de USA
de aquel momento:
"En el gran combate que viene una parte importante de la lucha
tiene que ser llevada por ellos [obreros inmigrantes católicos], y
será penoso si no están preparados [...] En la era de derechos y
libertades populares, cuando cada individuo es un factor activo e
influyente en la política, desea la Iglesia que todos sean
entrenados adecuadamente para delegar inteligente y
66
Virginia R. Azcuy
67
Adrián Salvo
68
Gabriela Zengarini
69
Enrique García Ahumada
70
Emilce Cuda

40
concientemente los deberes importantes que sobre ellos van a
caer."71
Por lo tanto, la formación aquí no tiene el sentido elitista de
quienes califican de ignorantes en la fe a los fieles más pobres y
menos instruidos, despreciando su modo propio de ser cristianos.
Se trata más bien de ofrecer cauces de crecimiento brindándoles
elementos que faciliten que su opinión pueda tener mayor
ingerencia en los espacios de discusión y decisión en el ámbito civil
y eclesial.
También se trata de aprovechar mejor y cumplir la finalidad
participativa que tienen las estructuras que propone el Derecho
Canónico, muchas veces convertidas en meras formalidades:
“Los decanatos y vicarias tal como funcionan no tienen sentido.
Los decanos no visitan a sus sacerdotes y algunos solamente
alcanzan los sobres de las colectas y los afiches”.72
Dentro de esta preocupación por la incorporación activa de todos,
no puede faltar una revisión del trato de los pastores a la vida
religiosa:
“La jerarquía no ayuda muchas veces a la recuperación o el
renacimiento de la vida religiosa… Me parece que falta sentido
pastoral en el acercamiento o alejamiento de los Obispos a la
vida consagrada”.73
“Algo caduco es una vida religiosa femenina en un rol
meramente ejecutor en las parroquias, diócesis y organizaciones
eclesiales. Es necesario cambiar la mentalidad y práctica de las
mismas religiosas que se conciben siempre en un estado de
subordinación e inferioridad”.74
Y si se trata de convocar e incorporar a todos, la elaboración
participativa de planes pastorales supone también alentar espacios
de “pensamiento” pastoral, de reflexión honda y sistemática hecha
por teólogos y pastoralistas (también antropólogos, sociólogos,
psicólogos, comunicadores) de diversas líneas: “Las diócesis
necesitan ámbitos de reflexión pastoral sistemática en todas las
áreas, que sean verdaderamente plurales y que gocen de
autonomía para cumplir su función”.75
Pero estamos hablando de estructuras pastorales, y entre ellas hay
que incluir los múltiples y variados ministerios que encauzan el
florecimiento y el ejercicio de los diversos carismas. Este es uno de
los procesos que todavía no han sido valientemente alentados,
porque a veces no son los curas los que acaparan el poder eclesial,
sino algunos laicos incapaces de abrir el juego:
“Pocas personas tienden a concentrar responsabilidades,
protagonismo, poder y representaciones múltiples. Se tiende a
71
Tercer Concilio Plenario, USA, 30.
72
Osvaldo D. Santagada
73
Josefina Llach
74
Gabriela Zengarini
75
Gustavo Irrazábal

41
considerar legítimas a unas pocas formas de vida eclesial,
haciendo de la diversidad una desviación sospechosa y
rupturista. Las consecuencias son conocidas: las personas
cargadas con tantos pesos explotan. Las instituciones basadas
sobre pocos colapsan […] los ministerios no se diversifican. Por
otro lado se verifica un oscurecimiento de la reciprocidad y una
alarmante falta de mediaciones históricas donde vivirla. Las
personas que por sus ministerios y responsabilidades tienen la
tarea de la dirección tienden a vivir dirigiendo en todos los
frentes y vínculos. Lo que es válido e instransferible en
determinados aspectos de la vida eclesial se extiende a todos los
planos, sofocando sacramentalidades, impidiendo desarrollos
integrales de la vincularidad humana y cristiana”. 76
No hay que olvidar que esto, que ciertamente exige reformas
estructurales, necesita un transfondo de actitudes espirituales
(“espiritualidad de comunión y participación”) que vivifique y
sostenga nuevas estructuras. Particularmente exige la actitud de
dejarse enriquecer por los otros, con la convicción de que todos,
cada uno a su manera, aportan y enseñan algo importante:
“El maestro, el misionero, necesita de su alumno, del
interlocutor, para realizarse. El tema es que mientras sigamos
sumergidos en la vorágine del mundo y descuidemos las cosas
sencillas y cotidianas, ahondaremos más la brecha. Para mí
seguir adelante en este mundo de injusticia, corrupción y dobles
mensajes, requiere que nos misionemos entre nosotros. A mí me
misionan alumnos que son un ejemplo de alegría; me misionan
las personas que tratan de hacer cosas por los demás, en sus
mínimas posibilidades; me misiona el que se cuestiona y se
preocupa por entender lo que le pasa al otro, etc.77

3) Más atento a la realidad de los sujetos. Se insiste en la


necesidad de partir de lo que los interlocutores están viviendo. Esto
se expresa de diversas maneras según las preocupaciones y
corrientes pastorales variadas. Desde la pastoral popular este
partir de lo que los otros viven implica respetar al pueblo pobre
como sujeto, capaz de vivir el Evangelio con una modalidad
cultural propia y con expresiones de piedad características de su
cultura. Para la renovación catequística implicará prestar atención
a la sensibilidad, las inquietudes, el lenguaje de los catequizandos
incorporándolos como sujetos activos del camino de la Catequesis.
Pero hay una coincidencia básica en la convicción de que la tarea
evangelizadora sólo puede ser eficaz si respeta al otro como sujeto
que no es un mero destinatario pasivo. Se coincide así en entender
la conversión pastoral como un volverse al otro con la misma

76
Marcelo González
77
Alejandra Bolo

42
actitud de Jesús que presta atención, respeta, valora y promueve al
otro como sujeto. Y en esta misma línea, que todo sea más
progresivo. Ya no pretender imponer todo de golpe, sino respetar
los procesos y las etapas necesarias. También lo decían en 2003 los
Obispos argentinos: “La tarea evangelizadora ha de tener en
cuenta la cotidiana experiencia de la gente, lo que viven las
personas, sus inquietudes, sueños, expectativas y preocupaciones
que vibran en sus corazones” (NMA 78). “Al proponer este ideal
queremos estar atentos a las situaciones y a los procesos de las
personas y las comunidades […] El crecimiento espiritual y el
desarrollo de la conciencia moral son procesos graduales” (NMA
79).
Desde esta misma perspectiva de prestar una amable atención a la
realidad de los interlocutores de la pastoral, se piensa que la
renovación y transformación misionera debe tocar la enseñanza y
la predicación. En ese sentido, prestando atención a los sujetos
actuales, Aparecida dice que hoy “es necesario comunicar los
valores evangélicos de manera positiva y propositiva. Son muchos
los que se dicen descontentos, no tanto con el contenido de la
doctrina de la Iglesia, sino con la forma como ésta es presentada”
(DA 497). Además, “en la evangelización, en la catequesis y, en
general, en la pastoral, persisten lenguajes poco significativos para
la cultura actual […] Los lenguajes utilizados parecieran no tener
en cuenta la motivación de los códigos existencialmente relevantes
en las sociedades influenciadas por la posmodernidad y marcadas
por el pluralismo social y cultural” (DA 100d).
En la posmodernidad, la conversión pastoral debería llevar a una
pastoral “que tenga en cuenta la belleza en el anuncio de la Palabra
y en las diversas iniciativas” (Da 518l). No hacerlo, podrá hacernos
sentir que estamos cumpliendo con nuestra obligación, pero
seguramente producirá un efecto contrario al que queremos
conseguir, alejando a más gente de la Iglesia.
Esto vale para los contenidos que se transmiten, en cuanto al modo
de presentarlos, la jerarquía y armonía con que se los propone, etc.
Es lo que tan claramente se dice en Aparecida:
“La doctrina, las normas, las orientaciones éticas, y toda la
actividad misionera de la Iglesia, debe dejar transparentar esta
atractiva oferta de una vida más digna, en Cristo, para cada
hombre y para cada mujer” (DA 361).
De hecho, para hacer una hermenéutica adecuada de la propuesta
de “conversión pastoral” de Aparecida, hay que tener en cuenta
que está en el capítulo 7, referido precisamente a la finalidad de la
misión: “para que tengan vida”. Ante el intenso deseo de vivir bien
que hay en la gente, aunque busquen saciarlo por caminos
equivocados, hay que presentar nuestras propuestas de tal modo y
estructurar nuestras comunidades de tal manera, que se perciban
como espacios atractivos y como propuestas para vivir mejor, de

43
manera que la propuesta del Evangelio sea acogida como un
camino de plenitud vital:
“No podemos reducirnos a llegar unilateralmente a la cabeza de
nuestros fieles con ritos, normas, leyes y doctrinas. Es la hora
del corazón. Es la hora del primado del amor. Es la hora de la
imaginación que acompaña las migraciones intelectuales y el
mundo virtual. Es la hora de la belleza y de la simpatía como
camino para llegar con la verdad de Jesús…”.78
Los Obispos argentinos también se han expresado en este sentido,
diciendo que “es necesario un camino de conversión pastoral,
buscando cambiar el modo de transmitir el Evangelio (CPMC, 42).
En esta línea, conversión pastoral también es “acercar el mensaje
de la esperanza a un mundo difícil, acercar nuestra ciencia y
nuestra vida al lenguaje de aquellos que están pidiendo pan.
Todavía mucha gente, del bajo porcentaje que va a Misa, se aburre
escuchando homilías eternas”.79
Pero habría que ir un poco más allá reconociendo, como decía
Pablo VI, que el lenguaje no debe entenderse aquí “no tanto en el
nivel semántico o literario, sino en el que podría llamarse
antropológico o cultural” (EN 63). Por eso:
“la conversión pastoral no es una mera cuestión de adaptación
(lengua vernácula, música popular) sino de
captación/evangelización del núcleo de la cultura
(moderna/posmoderna/adveniente). No se redime lo que no se
asume… La conversión pastoral debe arraigarse en una
renovación del transfondo teológico del anuncio cristiano,
partiendo de una nueva Cristología y Soteriología (Jesús como
plenificador de Vida) y terminando en una nueva Eclesiología
(de salvar almas a renovar el mundo).80
“La espiritualidad que ofrecemos dejó de ser acorde hace mucho
tiempo, a las expresiones profundas de trascendencia del
hombre de hoy”.81
Muchos conflictos innecesarios con el mundo y muchas
incomprensiones en la sociedad se evitarían si se prestara mayor
atención a los códigos actuales de comunicación:
“Una actitud frecuente, de los Obispos, del clero y de los fieles
más fieles, es inculpar a los periodistas, que deforman los
mensajes, están pendientes de lo escandaloso y olvidan hoy un
hecho que ayer fue noticia. El problema se encuentra sobre todo
en la decodificación de los mensajes. Por eso, en cada caso
deberíamos preguntarnos: ¿Qué código va a ser utilizado para
interpretar esta cuestión?. En síntesis, quizás más que reiterar

78
Mons. Luis Castro Quiroga, presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, en su discurso en Aparecida,
el 20 de mayo 2007.
79
Any Rosón
80
Daniel Jamy y equipo
81
Enrique Centurión

44
doctrinas ya conocidas, el acento habría que ponerlo en facilitar
códigos para descifrar esas doctrinas. Allí, en los códigos, está la
clave de los mensajes que enviamos, es decir de la
evangelización que pretendemos”.82
Este “desentendimiento” a veces se produce también en la relación
entre las parroquias y la gente que acude a ellas:
“No pocas veces sucede que lo que la parroquia ofrece no es lo
que las personas buscan en la Iglesia, y por otro lado, que lo
que la gente busca cuando se acerca no sea lo que en realidad la
Iglesia les ofrece”.83
Por eso particularmente se requiere una conversión que nos
coloque del lado de las preguntas de la gente, y no tanto desde la
posición de los maestros que imponen respuestas:
“Conversión pastoral también es poner en práctica una pastoral
de la pregunta, es decir, una pastoral que sepa ponerse del lado
de la pregunta más que del de la respuesta. Buscar las
preguntas, dar con ellas: salir al encuentro de los interrogantes
de los hombres y mujeres de hoy. Sin ese encuentro nuestra
pastoral sería -¡tantas veces lo es!- un disparo en la noche.
Podemos preguntarnos, entonces: ¿Qué capacidad tienen
nuestras instancias pastorales e institucionales para dar cabida
a los interrogantes de la sociedad contemporánea? Cuántas
veces nuestro mensaje, nuestro estilo, nuestras mediaciones
parecen estar pensadas para los que ya llegaron, o creen que
llegaron, o simulan haber llegado…”.84
“Nosotros podríamos hablar de una evangelización responsiva.
Es decir, de una evangelización que responda a los
cuestionamientos presentes en la cultura. Sino en vez de un
diálogo tendremos un monólogo”.85
“Aquí creo que no hay fórmulas, está el hombre, con su historia,
sus anhelos, sus preguntas y sus circunstancias, por lo tanto hay
que tener una percepción profunda de cuales son las
aspiraciones del hombre de hoy y allí encontraremos la forma de
llegar a él con el mensaje salvífico”. 86

5) Con una decisiva renovación de las Parroquias. Si bien habrá


diversos matices a la hora de precisar en qué consiste esta
renovación, se coincide en que la vida parroquial debe ser más
abierta a todos, con acogida cordial y relaciones más cristianas,
con buena iniciación cristiana, con animación y formación bíblica,
en estado de misión permanente. No habría que olvidar que los
Obispos argentinos, en 2003, ya hablaban de “retomar con energía
82
Ignacio Pérez del Viso
83
Ernesto Córdoba
84
Oscar Campana
85
Luis Baliña
86
Guillermo Rosado

45
el proceso de reforma y conversión de nuestras parroquias” (NMA
72). Pero muchos sienten que en las Diócesis no se terminan de
acordar y de crear los cauces que permitan pasar del deseo a la
realidad. Hay algo caduco que se resiste a ser roto:
“Lo que hay que abandonar es la indefinición de un modelo
parroquial. La parroquia puede ser cualquier cosa, de acuerdo a
lo que piense el párroco de turno. Junto a esto, seguimos con un
modelo de parroquia rural en el corazón de las ciudades”. 87
“Habría que repensar la parroquia (yo creo que ya no tiene
sentido, pero ¿a quién le importa eso?), y no sólo por la escasez
de curas (no se trata de oferta y demanda) sino por encontrar la
manera de escuchar lo que el Espíritu dice a las Iglesias para ser
fieles a la Iglesia que Jesús quería, o que los apóstoles nos
dejaron”.88

Lo “caduco” en la pastoral

Novedades caducas y antigüedades nuevas

Si buscamos en el Diccionario de la Real Academia Española,


caduco significa: “Decrepito. Sumamente viejo. Dicho de una
persona que por su vejez puede tener muy disminuidas las
facultades. Dicho de una cosa que ha llegado a su última
decadencia. Perecedero, poco durable, que ha de perecer o
acabarse. Anticuado, que esta en desuso hace tiempo, pasado de
moda, propio de otra época”.
Pero “caduco” desde el punto de vista pastoral, no es
necesariamente “viejo”. Hay cosas que tienen 10 años y son
caducas, mientras hay cosas que tienen 200 años o 2000 años y no
lo son. Cosas viejas, como el incienso, hoy están de moda. El culto
a las imágenes, después del furor iconoclasta de los años 60, hoy
ha adquirido una nueva vigencia. Recordemos que, “por lo mismo
que el Espíritu sopla donde quiere y cuando quiere, él mismo puede
también retornar para revivificar los símbolos y los ritos viejos, y
para restituirles la plenitud de su virtud originaria”. 89 Entonces, no
queda más que someterse, a la luz del Espíritu, a un proceso de
discernimiento comunitario que permita descubrir qué es lo
realmente caduco y tomar las decisiones prudenciales que la misión
exija.

Volver al Evangelio hoy

En realidad, la permanente novedad que nunca decae es el


Evangelio, que está por encima de cualquier moda y más allá de
87
Fabián Castro
88
Eduardo de la Serna
89
Antonia Scarpati

46
toda fugacidad cultural, de manera que, en toda reforma de
estructuras, no se trata de renunciar a lo más genuino de la
propuesta cristiana diluyéndola en una amable empatía con la
cultura actual. Más bien se trata de asegurar que “el único
programa del Evangelio siga introduciéndose en la historia de cada
comunidad eclesial” (NMI 12). Así en cada época se procura una
nueva síntesis entre fe y cultura donde el Evangelio brille íntegro,
pero de un modo que también es siempre nuevo. Precisamente por
eso, Juan Pablo II dijo que todas las estructuras deber ser siempre
revisadas en su modo de funcionar, aun el ministerio petrino y la
colegialidad episcopal, las cuales “necesitan de una continua
verificación que asegure su inspiración evangélica” (NMI 44). Si
esto vale para estas estructuras que tienen “su consistencia en el
mismo designio de cristo sobre le Iglesia” (ibid) cuánto más valdrá
para todas las demás estructuras pastorales, que frecuentemente
absolutizamos como si fueran intocables.

Lo caduco en sentido misionero

Ahora, si nos situamos en la perspectiva misionera que enmarca


todo lo que estamos diciendo, caduco adquiere un significado más
preciso: caduco es simplemente aquello que no facilita la expansión
misionera que hoy necesitamos, lo que desgasta el tiempo y las
energías de los agentes pastorales impidiéndoles llegar a todos.
Este significado se convierte en una perspectiva trasversal a partir
de la cual se puede revisar todo. Por ejemplo, la formación de los
agentes pastorales. Es verdad que hace falta una buena formación
de los agentes, pero hay opciones formativas que nunca terminan
de convertir a las personas en agentes con un intenso dinamismo
misionero y compromiso social. Más bien les va debilitando el
entusiasmo, los vuelve cómodos, quejosos, enredados en disputas
de poder, etc. En teoría uno podría decir que la apuesta por la
formación de unos pocos termina llegando a todos. Pero es una
teoría no comprobada. Y en estos casos lo que interesa es que
pongamos en juego toda nuestra capacidad de discernimiento para
no reducir la pastoral a sectores minoritarios que de hecho nunca
llegan a ser fermento eficaz. Jesús no se redujo a los Doce
Apóstoles, y aun ese círculo pequeño pronto se amplió rápidamente
a los 72 discípulos y se siguió multiplicando, aun dentro de los
cortos tres años de su vida pública. Pablo de Tarso no tuvo una
formación cristiana extensa antes de convertirse en misionero. En
el modelo de Iglesia del Nuevo Testamento la formación era
inseparable de la actividad misionera y no previa a ella. Podrá
decirse que eso fue así por la situación de urgencia del Cristianismo
naciente. Pero no es fácil negar que hoy estamos en una nueva
situación de urgencia que puede hipotecar gravemente el futuro.
Dicho de otra manera, aquí se trata entonces de alentar aquellas

47
estructuras pastorales en la pastoral ordinaria que nos permitan
potencialmente llegar a un gran número de personas, y de
desalentar aquellas que sólo llegan a grupos muy reducidos sin
fuerza multiplicadora, es decir, poco misioneras.
En realidad, ya cuando en Santo Domingo se incorpora la idea de
“conversión pastoral”, se dice que implica “estructuras y
dinamismos que hagan presentes cada vez con más claridad a la
Iglesia en cuanto signo eficaz, sacramento de salvación universal”
(SD 18). Es decir, que la liberan de ser un gheto, o una secta, o una
élite, y la convierten en sacramento para todos.
Todo lo que sea multiplicador está vivo, y lo que ya no lo sea se
vuelve caduco. Si miramos, por ejemplo, los movimientos eclesiales
que tienen mayor vida y dinamismo persistente, podremos ver que
no se caracterizan por una formación muy amplia y sobrecargada
de nociones, o por unas estructuras agobiantes, sino por algunas
convicciones básicas grabadas a fuego que se convierten en un
espíritu movilizador. Lamentablemente, hubo movimientos que, por
insistencia de los pastores, pusieron un acento excesivo en la
formación doctrinal y perdieron ese espíritu y esa potencia
evangelizadora. El interés por la formación ciertamente no debe ser
abandonado, pero tiene que dejarse atravesar y revisar por una
opción fundamental radicalmente misionera. Eso no lo debilita, sino
que lo orienta y le otorga su adecuado sentido.

En la tradición pastoral argentina

Así retomamos algo que está presente en la tradición pastoral


argentina pero que quizás ha quedado perdido entre otras miles de
preocupaciones: en las LPNE se pretendía elegir aquellas líneas de
pastoral potencialmente muy evangelizadoras que pudieran llegar
al mayor número posible de personas. Eso mismo, en NMA se
convierte en uno de los criterios pastorales clave: “llegar a todos
convocando a todos”. Recordemos estas propuestas:
Las Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización (1990)
seleccionaron las acciones a destacar procurando que cumplieran
“una doble condición: la de ser potencialmente muy evangelizadoras,
y la de alcanzar al mayor número posible de personas” (LPNE 47). La
renovación y conversión de las parroquias se planteaba en ese
sentido: La Parroquia “es especialmente una comunidad misionera,
dado que la parroquia es para todos los que integran su jurisdicción,
tanto para los ya bautizados, como para los que todavía ignoran,
prescinden o rechazan a Jesucristo … Las respuestas a la Consulta al
Pueblo de Dios han insistido en que la parroquia necesita de una
profunda conversión .. La renovación que hoy la parroquia necesita,
exige paciente y sincera transformación interior, conjuntamente con
una modificación operativa … La modificación operativa exige

48
expandir la presencia física de la parroquia a toda su jurisdicción,
especialmente hacia los ambientes más humildes y alejados” (LPNE
43-44).
En Navega Mar Adentro (2003) se prolonga la misma perspectiva.
De hecho, uno de los cuatro grandes criterios pastorales que se
asumieron implicaba llegar a todos convocando a todos:
“Reconocemos el potencial misionero de todo el pueblo bautizado
como protagonista, no sólo destinatario … Queremos encontrar los
modos de llegar a todos los bautizados” (NMA 76-77).
Estructuras caducas, bajo este presupuesto, son las que absorben
el tiempo y las energías de los actuales agentes pastorales en
tareas, reuniones, organizaciones que tienen un potencial
misionero muy reducido, es decir, que de hecho podrán llegar a
pocas personas nuevas, y terminan dirigiéndose siempre a los que
ya están integrados en esas estructuras. Lo “caduco” es lo que nos
concentra en el mantenimiento de ese número reducido, mientras
el pueblo de Dios en su conjunto, si no fuera por el Espíritu Santo,
quedaría a la deriva. Por lo tanto, eso va minando nuestro potencial
misionero y expone a la Iglesia institucional a una constante
involución. Además, una Iglesia institucional alejada del conjunto
del Pueblo de Dios y reducida a pequeños grupos, termina
perdiendo contacto con la realidad y con las megatendencias
subterráneas que determinan la marcha real de las cosas, y así no
podrá evangelizar la cultura.

Romper moldes cerrados de formación

Por otra parte, una opción dialéctica por la formación de élites


supondría que los pastores estamos en las condiciones óptimas
para saber qué formación es la que responde a las actuales
necesidades evangelizadoras, donde los demás son meros
receptores de unos contenidos y criterios que nosotros
seleccionamos, organizamos y comunicamos. La opción pasa a ser
entonces desde unos pocos hacia unos pocos. La conversión
pastoral consistiría en abrir esta concepción cerrada de
evangelización, y en integrar una fuerte preocupación por la
formación dentro del marco de la opción misionera fundamental de
llegar a todos incorporando (de diversas maneras) a todos. Esto
implica estar convencidos de que a Jesucristo le interesan todos,
porque no vino ante todo a formar un grupo de apóstoles. Él se
siente enviado “a las ovejas perdidas” (Mt 15, 24) y envía a sus
apóstoles “a las ovejas perdidas” (Mt 10, 6). Por eso los puso
inmediatamente al servicio de la multitud sin pastor (cf. Mc 6,
34.37).

49
Una estructura transversal

No cabe duda que, tanto “conversión pastoral” como “estructuras


caducas”, en Aparecida hace referencia a una trasformación que
nos vuelva mucho más misioneros en la pastoral ordinaria. Pero
dentro de este llegar a todos, propio de las estructuras pastorales
vivas y abiertas, hay una opción por llegar a las mayorías pobres,
empobrecidas, abandonadas. Y entonces caduco será aquello que
nos retiene permanentemente en torno a pequeños grupos de clase
media y nos impide llegar efectivamente a los pobres. Este es un
tema íntimamente conectado al de las estructuras caducas, porque
para Aparecida, que la opción por los pobres “sea preferencial
implica que debe atravesar todas nuestras estructuras y
prioridades pastorales” (DA 396). Aparecida destacó que no es
cuestión de ideologías o sentimientos sino de tiempo, se trata de
dedicar tiempo. Caduco será entonces lo que no deja tiempo para
llegar a los más pobres.

Vida que se vuelve cercana, accesible, profundamente humana

Teniendo en cuenta que Aparecida conecta estrechamente la


conversión pastoral con el discernimiento de la realidad histórica
actual (DA 367), las estructuras caducas también pueden
entenderse como aquellas “que no logran canalizar correctamente
la vida misionera por cuanto son poco aptas para la actual situación
socio-cultural en la que vivimos”.90 Pero suele suceder que nos
entretenemos hablando de realidades socioculturales generales y
nos volvemos incapaces de llegar cordialmente a los sujetos
concretos.
Por eso, en esta misma línea de “simplificación” estructural, vale la
pena tener en cuenta un texto de Aparecida más ignorado, donde
también dice que la Iglesia "quiere renovar sus estructuras
pastorales" (DA 450). Este párrafo se refiere precisamente al
acompañamiento de las personas, sobre todo de los débiles,
ancianos, abandonados. Se evidencia que se trata de revisar si las
estructuras que tenemos nos acercan más a las personas o en
realidad crean una maraña de obstáculos que en la práctica nos
alejan de los sujetos concretos, y en ese sentido son caducas
Reuniones, cursos, debates, planificaciones y evaluaciones que
absorben de tal manera el tiempo y las energías de los agentes
pastorales, que ya no hay gente disponible no sólo para salir a
buscar a los alejados sino tampoco para prestar una amable
atención a los que ya están reclamando una palabra o un gesto
para seguir viviendo. En los Obispos de Argentina, como podemos

90
Damián Nannini.

50
leer en la Carta pastoral con ocasión de la Misión Continental
(20/08/09), está presente con mucha fuerza este acento:
“En la tarea pastoral ordinaria la gran conversión pastoral pasa
por el modo de relacionarse con los demás. Es un tema
relacional. Importa el vínculo que se crea, que permite
transmitir actitudes evangélicas. Como Jesús en el encuentro
con el ciego de Jericó, que lo llamó, le abrió un espacio para que
compartiera su dolor, le devolvió la vista, y así finalmente, en un
vínculo nuevo, el ciego lo siguió por el camino (cf. Mc 10, 46-
52)” (CPMC, 15).
En esta línea de una transformación de las relaciones se han
expresado muchas personas que respondieron la consulta. Veamos
sólo algunos ejemplos muy significativos:
“Entiendo que la conversión pastoral tiene que ver con generar
nuevas relaciones al modo de Jesús. El Dios que creemos es un
Dios-Comunidad- Trinidad y al revelarse nos muestra el camino
para comprender mejor como relacionarnos. Por lo tanto las
relaciones que vivimos muchas veces en la Iglesia basadas en
control, generadoras de miedo, autoritarias no son coherentes
con la fe que profesamos”.91
“Antes que por las estructuras estoy preocupado por los
estilos… El estilo de estar presentes en el mundo, ante la
gente… Pablo VI hablaba de la Iglesia servidora de la
humanidad. Quiso invitar a un estilo que tocara las estructuras.
Pareciera que no ha sido del todo posible. Nuestras estructuras
siguen siendo un enorme lastre cuya inercia parece imposible
desviar. Cuidamos más los esquemas que las personas. En el
fondo una estructura antes que una institución formal es un
sistema de relaciones. Nuestras estructuras formales revelan
estilos de relaciones y los promueven. Me parece que lo caduco
está ahí adentro y es complejo. Nuestras formas de
relacionarnos son caducas”.92
“Conversión pastoral es promover la vivencia de la santidad
comunitaria en la apertura a las personas y estructuras
pastorales en todos los niveles eclesiales. Se habla de una fuerte
conversión en el modo de relacionarnos con los demás, creando
vínculos que permitan transmitir y provocar actitudes
evangélicas”.93
“Conversión pastoral es aprender a sentarse y dialogar,
renunciar a privilegios y compartir necesidades, buscar
consensos y valorar lo que hacen los otros. Es cambiar las
formas y modos de hacerse presente en la vida social. Es
capacidad de escucha y de proposición a la hora de relacionarse:
cambiando el tono de juicio, por el de valoración; replantearse
los espacios en los que estamos presentes: no solo estar en las
91
Gabriela Zengarini
92
José Carlos Caamaño
93
Presbiterio de Rafaela

51
oficinas, sino también estar en las calles; además de los
despachos parroquiales, estar también en los barrios;
abandonar la Iglesia del enfrentamiento para optar por la
Iglesia del encuentro, que anuncia y denuncia; la Iglesia juez y
optar por la Iglesia hermana; la Iglesia dueña y optar por la
Iglesia samaritana; la Iglesia de la sacristía y el templo y optar
por una Iglesia misionera; la Iglesia del miedo y optar por una
Iglesia audaz en la frescura del Espíritu… Para esto es necesario
volvernos a poner en medio del pueblo y como Jesús: mirar,
escuchar, tocar, acompañar…”.94
“Yo sueño con sentarme en una mesa circular, en la que laicos y
laicas, religiosos y religiosas junto al clero, compartamos,
gustemos y celebremos la Vida del resucitado sin excluidos-as
de ninguna índole. Hemos contemplado en la Escritura con qué
libertad Jesús gestó una nueva forma de celebrar la comunión,
incluyendo a todos-as en torno a su mesa. Y cómo, con sus
actitudes, interpeló críticamente el apego a convenciones
sociales excluyentes. Por esto se hace necesario encontrar
estrategias que permitan crear nuevos modelos de convivencia
capaces de revisar los vínculos de autoridad y poder, sujeción y
sometimiento, capaces de reparar la fragmentación y el
individualismo, de promover el diálogo y el apoyo mutuo, de
incluir a todos-as en las decisiones que los impliquen, para que
las comunidades puedan ser un lugar de encuentro de las
personas en una nueva dinámica, más flexible, que incorpore las
voces de laicos-laicas, religiosas y religiosos en la toma de
decisiones, y que facilite el reconocimiento de las necesidades y
deseos. El cambio no conlleva sólo la modificación del modo en
que se establecen los vínculos afectivos, de mutuo cuidado e
interdependencia, sino también las representaciones acerca de
la autoridad y la obediencia, la mística comunitaria y más
profundamente, la propia identidad. Unidad en la diversidad,
para una autodonación fecunda”.95
“Asumir plenamente la eclesiología del Pueblo de Dios, de la
Comunión Trinitaria, implica la vivencia de ciertas actitudes:
discernimiento en comunión con distintos ámbitos, abiertos a la
novedad del otro: generar espacios de diálogo en los grupo,
instituciones, servicios pastorales, movimientos y en otros
ambientes, políticos, sociales, culturales, científicos, etc.”96
“Para superar las estructuras caducas, planteo salir de los
límites jurisdiccionales cerrados de la Parroquia. No solo para
que esta sea Comunidad de Comunidades -lo que representaría
revalorizar a las ceb´s y pequeñas comunidades -, sino salir a
vincularse con las distintas caras de la realidad: movimientos
sociales, en sus distintas manifestaciones como ser por ejemplo:
94
Presbiterio de San Francisco
95
Andrea Sánchez Ruiz
96
Miriam Marx y Cristina Di Piero

52
Sociedades de Fomento, Organizaciones libres del Pueblo,
Organizaciones no Gubernamentales; ámbito universitario;
ámbito del trabajo; organizaciones del campesinado pobre,
etc.”97
La cercanía requiere también de algunos ministerios que la
aseguren. Entre otros, el de la escucha y el acompañamiento, que
no son carismas exclusivos del clero (cf. CCE 2690; VC 39.58) y
sería imposible que los curas puedan acompañar a todos. La
urgencia de alentar el surgimiento, el ejercicio y la formación de
estos variados ministros de la escucha y el acompañamiento no es
nueva, porque “la experiencia secular de la Iglesia nos enseña la
necesidad del acompañamiento espiritual cuando se desea llegar
hasta las cumbres de la santidad […] para descubrir y vivir la
propia vocación y misión en forma integrada y en camino hacia la
santidad de vida”.98

Costumbres caducas

Finalmente, recordemos que toda reforma, una vez discernida la


necesidad de remover lo caduco, implica un problema:
desacostumbrar a los agentes pastorales habituados a repetir un
modo de hacer las cosas que les da seguridad, y que tratan de
justificar de cualquier modo, evitando mirar de frente una realidad
nueva que ya no es interpretada ni interpelada por esas
estructuras. Al mismo tiempo, exige motivar y entusiasmar en un
nuevo camino, o procurar que la misma comunidad haga aflorar las
motivaciones y el espíritu del cambio, porque las reformas no se
hacen por decreto.

Estructuras y “espíritu”

Nunca hay que olvidar la constante necesidad de desarrollar y


alimentar un determinado “espíritu” sin el cual los cambios
estructurales nacen muertos, nacen caducos, se convierten
rápidamente en meras “máscaras” (NMI 43):
“Estoy convencido sobre la necesidad de buscar la conversión
pastoral y la renovación o cambio de estructuras, desde una
profunda y ardua renovación espiritual, desde una nueva y
ardorosa mística apostólica…”.99
Cuando digo “espíritu” no me refiero sólo a un profundo amor a
Jesucristo, o a la confianza en el Espíritu Santo, o al fervor
evangelizador en general. Ese es ciertamente el primer
presupuesto. Pero ahora quiero decir que detrás de cada tarea hay
97
Juan Aníbal Albaytero
98
Bernardo Olivera
99
José María Arancibia, Arzobispo de Mendoza

53
un determinado “espíritu” que moviliza y llena de fervor esa tarea,
detrás de cada proyecto pastoral debe haber un espíritu que mueva
a aplicarlo, y detrás de cada etapa pastoral nueva o de cada
reforma de estructuras se necesita el desarrollo de un determinado
espíritu, una “mística” que despierte el atractivo, el gusto, la
pasión a esa reforma.
Por eso, para producir cambios significativos no hay que demorarse
esperando modificaciones en la legislación y la organización, sino
ante todo infundir un espíritu que si es realmente intenso y
comunitario, por sí mismo irá produciendo estructuras acordes con
él. Las estructuras son cauces de vida que suponen comunidades
vivas, cargadas de convicciones movilizadoras. Bien dijo Benedicto
XVI que “las mejores estructuras funcionan únicamente cuando en
una comunidad existen unas convicciones vivas, capaces de
motivar a los hombres” (SS 24).
A veces hay un líder carismático capaz de infundir ese espíritu,
pero sobre todo es la comunidad misma la que, con la oración, la
reflexión, la lectura, el diálogo, debe hacer nacer ese espíritu
peculiar cada vez que inicia una nueva etapa pastoral.

Mejor la libertad

De las estructuras puede decirse lo mismo que de las leyes: que si


hace falta crear muchas leyes y estructuras para asegurar que algo
sea vivido, eso es muy mala señal y no augura buenos resultados:
“El camino usado de muchos para reformación de costumbres
caídas suele ser hacer buenas leyes y mandar que se guarden
[…] Mas como no haya fundamento de virtud en los súbditos
para cumplir estas buenas leyes, y por esto les son cargosas,
han por fuerza de buscar malicias para contaminarlas y
disimuladamente huir de ellas o advertidamente quebrantarlas.
[…] Tiene el negocio mal fin, y suele parar en lo que ahora está:
que es mucha maldad con muchas y muy buenas leyes.”100
“¡Vivir, antes que reglamentar!… Las mejores instituciones en
manos de hombres injustos y sin amor engendrarán la miseria y
el sufrimiento”.101
Al respecto vale la pena leer el siguiente aporte:
“Lo cierto es que el hecho de que uno tenga que descender a la
publicación explícita de normas que pertenecen al sentido
común o a la buena educación, evidencia un deterioro en las
costumbres o moral de la sociedad por estas normas interpelada
… Santo Tomás, afirma que el legislador debe promulgar solo
leyes generales y no pretender legislar sobre todos los asuntos
(I-II 96 2c; 96 6 ad 3m), porque si quisiera legislar sobre

100
San Juan de Ávila, Memorial primero al Concilio de Trento.
101
R. Voillaume, Lettres aux fraternités I, Cerf, Bourges, 1960, 255.

54
detalles o prohibir todos los males particulares, impediría, más
que promovería el bien común y la virtud de los ciudadanos,
distrayéndolos de la finalidad fundamental de la ley que se
encamina a la amistad social (I-II, 99 1 ad 2m; cf 2 c). Pero será
bueno recordar, también, el aserto sobre la inconveniencia de
cambiar frecuentemente las leyes dado que si éstas no son
muchísimo mejores que las antiguas o corrigen evidentes
injusticias, la ‘consuetudo’ es un valor tan grande que el daño
que se produce al mutarla puede no ser compensado por los
supuestos beneficios de una ley (I-II, 97 2 ad 1) que parece
algo mejor” (Gustavo Podestá)
Tomás de Aquino se preocupó por destacar que los preceptos
dados por Cristo y los Apóstoles “son poquísimos” (ST I-II, 107,
4). Y citando a San Agustín dice que los preceptos que la Iglesia
añadió posteriormente deben exigirse con moderación "para no
hacer pesada la vida a los fieles", y convertir nuestra religión en
una esclavitud peor que la del judaísmo más legalista, cuando "la
misericordia de Dios quiso que fuera libre" (ibid). Esta
característica de la vida cristiana, para Santo Tomás, hace del
Evangelio una ley de libertad: “La ley del Evangelio se llama ley de
libertad porque la ley antigua determinaba muchas cosas, y eran
pocas las que dejaba a la libertad de los hombres” (ibid).
Cuando hace falta crear demasiadas normas, documentos y
estructuras para que algo pueda vivirse, esto es indicio de un mal
funcionamiento comunitario. En ese caso, las nuevas estructuras
no obrarán mágicamente y se sumarán a las incontables exigencias
que ya pesan sobre los agentes pastorales: “Esta vorágine de
documentos pastorales, propuestas, planes y tantas cosas, nos ha
hecho perder de vista lo esencial”.102

Una mística que simplifica las cosas

Por otra parte, Juan Pablo II explicó con claridad que hay un
“espíritu” que debe vivirse en la práctica por encima de lo que las
leyes establezcan. Esto se ve, por ejemplo en la necesidad de que el
pastor consulte y escuche a los fieles aun cuando no se lo exija
ninguna norma eclesiástica (NMA 45).
La reforma de estructuras necesita estar acompañada siempre por
las motivaciones y el aliento que hagan nacer un nuevo “espíritu”.
De hecho, “el Concilio y Medellín generaron ese espíritu y luego
vinieron las instituciones nuevas. Hoy permanecen muchas de esas
instituciones pero con menos espíritu”.103
Por todo lo dicho, queda claro que la reforma de estructuras
debería consistir más bien en una simplificación que nos libere de

102
Juan Morre
103
Departamento de Teología Pastoral UCA.

55
lastres caducos que obstaculizan un dinamismo misionero y no
tanto en una multiplicación de nuevas estructuras.

La centralidad de lo que está detrás

A veces cuando se habla de estructuras se piensa sólo en


organizaciones, grupos y actividades que hay que reformar. En ese
caso, conviene ampliar las perspectivas para mostrar que una
renovación pastoral implica también unas actitudes, un espíritu,
unos métodos y maneras, una forma de expresar y comunicar, unos
consensos, un sentido de misterio:
“Junto con las estructuras caducas hay que pensar las actitudes
pastorales básicas: acogida cordial (escucha), comunión
(diálogo) y participación (discernimiento comunitario). También
lo que debe ser renovado: en su ardor: actitud espiritual–
discipular-misionera, fervorosa, enamorada, santidad
comunitaria. También en sus métodos: periferias (inclusión),
descentralización y creación de comunidades misioneras,
protagonismo de los laicos (ministerios y compromiso
ciudadano). También en su expresión (lenguaje,
resignificación): kerygmático, festivo, simbólico, personalizado.
Finalmente, lo que debe ser constantemente regenerado: los
acuerdos básicos y consensos fundamentales […] Muchas veces
vivimos con expectativa algo que debemos vivir con esperanza;
y miramos en términos de eficacia o de éxitos. La historia la
cuentan los que ganan, pero la fe nos lleva a mirar de otro
modo. Es decir, hay mucho de la vida de la Iglesia que no se ve,
que se vive en la esperanza y que hace que la se salga hacia
delante”.104
Esto nos permite advertir que la renovación de las estructuras
supone otras cosas que están detrás: se trata de un espíritu nuevo,
pero también de diversas realidades que necesitan reforma. Por
ejemplo, una transformación de mentalidad y de criterios, un
modelo de Iglesia, un estilo pastoral, un modelo sacerdotal y laical,
unos presupuestos antropológicos, unas actitudes, un lenguaje,
unos consensos. Toda transformación de estructuras requiere que
se den “algunas premisas que permitan modificarlas, porque sino
podremos soñar o construir otras que a la larga tendrán las mismas
dificultades que ahora percibimos”. 105
Porque “podemos caer en el error de pensar que podemos cambiar
la pastoral (organización y acciones pastorales) sin convertirnos
nosotros mismos (transformar nuestra forma de pensar, de
relacionarnos, de amar), como si las acciones pastorales no

104
Presbiterio de la Arquidiócesis de Buenos Aires
105
Luis Liberti

56
tuvieran nada que ver con lo que pensamos, sentimos y
creemos”.106 Por eso muchas veces “las estructuras que hay que
abandonar no son sólo realidades externas, son sobre todo
mentales”107. “No es fácil determinar con precisión qué es lo
caduco. ¿Son sólo las estructuras? ¿No habrá mentalidades
también caducas?”.108
Por eso mismo, “la conversión pastoral no es en primer lugar
cambio de técnicas, prácticas, y afines, sino consecuencia de un
viraje de óptica que se da en el plano de la santidad. Es procurar
que la acción brote del interior de una decisión axial por la
transparencia entre interior y exterior, entre vida y
pensamiento”.109
En esta línea, podemos proponer una reforma estructural dentro
del marco de una conversión pastoral entendida como “un cambio
renovador de mentalidad, actitudes, criterios y acciones, sobre
todo de los pastores y agentes pastorales, que luego de una
evaluación sincera, profunda y compartida, los dispone y lanza a
vivir en plenitud el mandato evangélico de Jesús”. 110 O también
como “apertura a la acción del Espíritu Santo que nos ayuda a
descubrir la novedad en lo cotidiano, haciéndonos vivir la presencia
siempre nueva de Jesucristo que vino a hacer nuevas todas las
cosas. Por eso, antes que modificar detalles, partes o aspectos de
una organización pastoral, hacen falta otras conversiones
pastorales más fundamentales, que impliquen, por ejemplo, el paso
de una visión estático-repetitiva (en la que el pueblo es solo
destinatario) a otra dinámica, es decir, de itinerario educativo de
un pueblo (en la que el pueblo es sujeto), del primado de la
racionalidad en la comunicación de la fe al primado de la
experiencia de la fe y su comunicación, de una pastoral de campos
de acción independientes a una pastoral orgánica, de campos
interdependientes e inter-comunicantes”.111
Podemos concluir estas consideraciones con la siguiente síntesis:
“Una verdadera reforma estructural no es un aumento del
proselitismo para reconquistar los fieles que abandonaron la
Iglesia sino, parafraseando el Evangelio cuando habla del
seguimiento de Jesús, dejar atrás las estructuras caducas para ir
al encuentro del Reino, aprender a reconocerlo en donde se da y
también ayudar humildemente a su construcción. Dejar que los
muertos entierren a los muertos, esto es, dejar que las viejas
estructuras se declaren a sí mismas difuntas, y nosotros seguir a
Jesús, abrirnos a la novedad del Espíritu. Saber que Dios no es
Dios de muertos sino de vivos y que Él hace nuevas todas las
106
Constanza Levaggi
107
Mons. Carmelo Giaquinta, Arzobispo emérito
108
Mons. Antonio Marino, Obispo auxiliar de La Plata
109
Cecilia Avenatti de Palumbo
110
José María Arancibia, Arzobispo de Mendoza
111
Presbiterio de Rafaela

57
cosas con su Espíritu que sopla donde quiere. Conversión
significa tener el coraje de dejar atrás las estructuras u odres
viejos y no volver la mirada en ningún momento, so pena de
quedar convertidos en estatuas de sal ... Dicho esto, ¿cuál serían
la acción paradigmática que la Iglesia debiera llevar a cabo? La
respuesta más coherente con lo que acabamos de decir sería:
dejar abierto el camino a la acción del Espíritu. Hoy, más que
nunca, se impone una actitud de escucha, de auténtica
contemplación. Es necesario dejar un poco la preocupación por
hacer y hacer, tan típica de nuestra cultura occidental, y
practicar la espera, la espera de Dios”.112

Otros aspectos prácticos de esta reforma

De todos modos, queda claro que la actividad pastoral nunca se


reduce a una realidad puramente interior, conlleva siempre alguna
“conversión” en las estructuras pastorales. De hecho, “ningún
documento de la Iglesia latinoamericana habla tanto de
transformación como el documento de Aparecida”.113

Algunos ejemplos

Aparecida ofrece algunos ejemplos prácticos de cambios


“estructurales” que alentarían la misión ad gentes en cada
territorio. La renovación misionera que propone tiene
manifestaciones muy concretas, como una “descentralización de
los servicios eclesiales de manera que sean muchos más los
agentes de pastoral que se integren a esta misión” (DA 518n).
Hace falta que los organismos “superen cualquier clase de
burocracia” (DA 203). Se requiere una “sectorización en unidades
territoriales más pequeñas” (DA 372, 518c), la “creación de
comunidades de familias” (DA 372), la transformación de “las
parroquias cada vez más en comunidades de comunidades”
(517e), porque la renovación de las parroquias “exige reformular
sus estructuras” (DA 172). También incursiona en detalles, como
cuando propone la adaptación de los horarios de servicios a las
nuevas necesidades de la realidad urbana (Cf. A 518a).
Si bien el acento está en remover lo caduco, se dice que una
renovación misionera puede requerir el desarrollo de “nuevos
servicios y ministerios” adecuados a la nueva realidad pastoral (cf
DA 202). También propone desarrollar a tiempo “nuevas
estrategias” activas para acercarse a nuevas personas que llegan a
un lugar (DA 517i). Además, "particularmente, en el mundo urbano
112
Antonia Scarpati
113
P. Suess, “Quinta Conferência – Quinta esencia. A missao como paradigma-síntese de Aparecida”, Revista
Eclesiástica Brasileira 268 (octubre 2007), 909.

58
se plantea la creación de nuevas estructuras pastorales, puesto que
muchas de ellas nacieron en otras épocas para responder a las
necesidades del ámbito rural" (DA 173).

Transformación para acoger

Un aspecto nuclear de la reforma misionera, muy relacionado con


lo que ya vimos acerca de la necesidad de partir de lo que viven los
interlocutores, consiste en priorizar la acogida cordial por encima
de toda estructura de formación, normas, exigencias o límites. Se
trata de una actitud pastoral elemental que a veces se debilita
debido a la acumulación de estructuras pastorales o mentales
caducas:
“Una estructura caduca también es una actitud frente al mundo
y en consecuencia una forma de encarar nuestra relación con él,
que nos aleja en vez de acercarnos”.114
“La conversión pastoral pasa por la actitud de apertura del
corazón, que permita crear vínculos reales y humanos con la
gente. Dejar de ser funcionarios para ser hermanos, padres,
etc., crear una comunidad real que me involucra y en la que la
gente siente a los pastores parte de su vida. Que se generen
comunidades acogedoras de verdad”.115
“Conversión pastoral es potenciar aquello que facilita la
aproximación a la casa materna, el mirar bien a la gente
(aprendiendo de ella), es la construcción de caminos
compartidos y co-protagónicos, y que todos los que nos
contacten continúen sus caminos animosos y deseosos de
construir paz”.116
Esto, que fue una opción de la CEA años atrás, adquiere nueva
vigencia hoy por el tipo de sujetos que produce la posmodernidad,
y debe ser profundamente replanteado a partir del nuevo contexto
cultural.
Si realmente avanzamos en la conversión pastoral y nos volvemos
capaces de partir de lo que los demás viven para poder anunciarles
el Evangelio, en algún momento las personas que reciban el
anuncio necesitarán una mayor inserción en la comunidad eclesial.
Pero hay que reconocer que el sujeto actual está tremendamente
marcado por un deseo de vivir bien, de manera que toda estructura
pesada, como las reuniones largas, como los horarios incómodos,
como en las imposiciones rígidas, producen un rechazo espontáneo
que termina perjudicando la transmisión del Evangelio. La acogida
cordial no es sólo que haya alguien sonriendo en la entrada, sino
que todas las estructuras eclesiales sean cordiales, que la gente

114
Rómulo Puiggari
115
Eleuterio Ruiz
116
Leandro Chitarroni

59
pueda sentirse cómoda, porque hay variedad de horarios de Misas o
de catequesis, porque la duración de las reuniones es breve,
porque las propuestas tienen que ver con lo que viven y les ayuda a
vivir, porque el estilo de las celebraciones les ayuda a orar, etc.:
“Hace falta en general una mayor plasticidad en toda la pastoral
y mayor agilidad en las propuestas pastorales, con tiempos
breves, densos y significativos. Las instancias de articulación,
animación y planificación pastoral deben tender a ser lo más
ágiles posibles. Hay que evitar la imagen de que se secuestra el
tiempo a las personas. Mi lema sería: poco, bueno y
significativo, que la gente pueda marcharse con silencio gozoso,
y no atosigada de cosas”.117
“Si algo hay que cambiar es porque lo que existe no satisface, o
no da respuesta, no reconforta, no seduce, no acompaña, no
contiene, no alimenta”.118
“Un criterio para discernir estructuras pastorales llenas de vida
es si estas buscan ponerse en sintonía con la vida concreta de la
gente, sus gozos y esperanzas, sus angustias y tristezas. Una
Iglesia que ve con el corazón y padece en sus entrañas la lejanía
de sus hijos de la vida plena es necesariamente misionera.
Renuncia a lo meramente burocrático o funcional”. 119
“Las personas percibirán la potencia de belleza, de bien y de
verdad de las prácticas o de los discursos no en razón de su
peso intrínseco sino en virtud de su conexión con las vertientes
existenciales dominantes”.120
Bien entendida, en sentido misionero, la acogida cordial no es sólo
una actitud de “espera”. Es una apertura para acoger al otro que
también se expresa saliendo a buscarlo. En este sentido debe
entenderse la opción por los pobres tal como la platea Aparecida.
Esta opción debería salir del ámbito meramente ideológico y
convertirse por fin en un nuevo mundo de relaciones con ellos, en
una real cercanía:
“Los pobres no son la prioridad de la práctica eclesial, a pesar de
los muchos, valiosos y grandes esfuerzos que tantos hermanos
realizan a diario y en los lugares de mayor exclusión y
marginación, donde están los pobres más pobres. La Iglesia
institucional ha confiado en que las elites, los ricos, van a
transformar la realidad, por esto los ha educado con cierta
predilección y los ha cultivado pastoralmente; han sido objeto
prioritario de la misión. Para revertir esto es necesario
multiplicar las comunidades descentradas del tempo parroquial
con todo lo administrativo que significa la parroquia. Espacios
importantes para generar comunidades nuevas, donde se
comience con la atención, contención e invitación de los últimos,
117
Gerardo Daniel Ramos
118
Marcos Lafon Fariña
119
Gustavo Carrara
120
Marcelo González

60
y que contenga a los que no van ni irán a los templos
parroquiales porque se sienten o están excluidos. Y que la
animación y coordinación de estas comunidades sean
misión confiada a la misma gente que vive allí”121
Hay que reconocer que esto está bien presente en la invitación de
Aparecida a renunciar a muchas complicaciones pastorales para
dirigirse particularmente a “las casas de las periferias” (DA 550) y
a “dedicar tiempo a los pobres […] eligiéndolos para compartir
horas, semanas o años de nuestra vida” (DA 397). Es más, pide “la
presencia de la Iglesia, por medio de nuevas parroquias y capillas,
comunidades cristianas y centros de pastoral, en las nuevas
concentraciones humanas que crecen aceleradamente en las
periferias urbanas de las grandes ciudades por efectos de
migraciones internas y situaciones de exclusión” (DA 517k). Esta
capacidad de ir adonde ellos viven, allí donde realmente son
dueños de casa, es una preciosa expresión de la “acogida cordial”
que debería transformar el rostro de la Iglesia.

La pastoral en la ciudad

Hay que recordar que “las periferias no son sólo geográficas, son
también existenciales”.122 Entonces, esta acogida del que está en la
periferia puede implicar salir a su búsqueda en el corazón de la
ciudad. Por eso un espacio aparte merece la “pastoral urbana”,
porque la nueva realidad urbana hace que con los ministerios y
organizaciones parroquiales tradicionales sólo lleguemos a un
número muy reducido de personas. Para la mayoría de las personas
que habitan la ciudad muchos de esos servicios ya no sirven:
“Un elemento clave a tomar en cuenta es revisar la propuesta
kerygmática. La gran mayoría de los esfuerzos pastorales están
centrados en ministerios ad-intra … En este sentido, la pastoral
juvenil debiera pensar con mayor profundidad las diversas
formas de riesgo que acosan al joven pero también las
oportunidades de anuncio nuevas que se presentan como el
tema de la noche, como espacio sin límites; la evangelización
por lo audiovisual; la atención a las circunstancias que
conforman las tribus urbanas y demás manifestaciones
juveniles. La pastoral familiar debería hacer el mismo camino y
así cada una de las pastorales específicas. En toda acción no
debiera atenderse primariamente el peligro, sino actuar a partir
del desafío. Es llamativa la práctica ausencia de celebraciones de
la Palabra y otras expresiones que se podrían plasmar
desplegando más la dimensión de Iglesia Santuario. En este
sentido, sería necesario repensar la territorialidad parroquial en

121
Telmo Meirone
122
Cardenal Jorge M. Beregoglio

61
gran parte perimida, dando prioridad a diversas manifestaciones
festivas, cultuales, de sanación en los templos céntricos,
dejando mayormente la atención de los aspectos generales de la
vida de fe en los templos barriales, todavía algo más sujetos al
principio de localización”.123
“Los desafíos abiertos por Aparecida referidos a la pastoral
urbana (DA 509-519) pueden pensarse desde la llamada a la
conversión pastoral (DA 370) y ésta desde la realidad urbana…
La pregunta pastoral es cómo hacerse presente en los
resquicios, los tránsitos, los lugares de desplazamiento de los
ciudadanos; como pensar los espacios físicos y geográficos de la
ciudad como lugares de la experiencia de lo sagrado. Se requiere
una nueva gramática de lo sagrado, es decir, una mayor
valoración de la irrupción de lo sagrado en la ciudad y una nueva
imaginación de la presencia pastoral capaz de ofrecer y suscitar
espacios de encuentro contemplativo con Dios, en medio de la
actividad de cada día, del trabajo, de la interacción con los
demás. Una conversión pastoral urbana exige tomarse muy en
serio la posibilidad y la profecía de una auténtica espiritualidad
secular”.124

Cuestiones a revisar

Ahora voy a enumerar brevemente otros aspectos de la reforma


que exige la renovación misionera de toda la Iglesia, y que han
aparecido reiteradamente en la consulta realizada. No son
ciertamente los únicos, pero vale la pena abrir el oído a las
cuestiones que más se reiteran:

1) Nuevas formas de cercanía a los pobres y opciones más


decididas por la promoción social que supere el mero
asistencialismo:
“Conversión pastoral, es encontrar una manera de mezclarse
con los demás, para vivir y palpar cómo viven miles de
argentinos en la pobreza total”.125
“Desde la óptica de los que trabajamos en Cáritas pensamos que
en el trabajo social, la conversión tendría que realizar el paso de
un modelo de beneficencia (asistencialista) a otro, que
propugne la formación de comunidades que caminen junto a los
pobres, promoviendo la comunión y participación. El camino
junto a los pobres lo entendemos como la necesidad de que los
agentes pastorales (religiosas/os, sacerdotes, laicos/as,
distintos grupos o movimientos, jerarquía, etc.) convivan lo más
cerca posible de las vicisitudes y circunstancias de los pobres:
123
Fernando Kuhn
124
Virginia Azcuy
125
Juana Rosa Ullán

62
un ej. Ilustrativo es el impacto pastoral de religiosos/as
viviendo en barrios o villas. Allí se da un modo especial de
testimonio evangélico. Pensamos que esta conversión implica un
cambio de paradigma que es el de identificar a la iglesia con la
clase media…”126

2) Replanteos de fondo en los Seminarios y en la formación de


agentes pastorales de acuerdo con una opción más misionera.
“La primera estructura caduca es la formación presbiteral tal
como se la realiza hoy, que no es ciertamente lo que el Concilio
proponía”.127
“La realidad nos dice que la capacitación de los sacerdotes es
inadecuada… gran parte de lo que han aprendido en el
Seminario no tuvo aplicación práctica en su ministerio. En
cambio, hay aspectos básicos para la tarea que deben
desarrollar sobre los cuales nunca los prepararon”. 128

3) Decisiones más valientes en lo que respecta a la administración


económica y comunión de bienes:
“Es necesario adoptar principios de transparencia y de control
en la administración de los recursos de la diócesis”. 129
“El Plan Compartir, inaugurado por nuestro episcopado en la
última década, indica un camino: el de la paulatina y necesaria
toma de conciencia del Pueblo de Dios en Argentina de su
obligación de proveer al sustento de la Iglesia. Pero quizás haya
que ser más decididos y animarse a cruzar el desierto. En una
época signada por la desconfianza generalizada a todo lo
público, quizás lo mejor para la Iglesia sea correrse de ese
lugar. Y terminar de conquistar la libertad que ella anhela”. 130

4) Una Catequesis más kerygmática, mistagógica y accesible a


todos:
“Una catequesis sólo instructiva, que no sea también y sobre
todo mistagógica, es una estructura caduca que hay que
superar… Por eso, a veces, los chicos toman el catecismo como
algo parecido a la escuela, de modo que, habiendo recibido la
primera comunión y/o la confirmación, les parece que no tienen
que volver, porque ya terminaron su instrucción escolar…”131
La iniciación cristiana necesita un profundo replanteo en esta línea.

5) Concretar la animación bíblica de toda la pastoral:


“Será siempre necesario volver a la fuente: la Palabra de Dios.
126
Integrantes de Caritas Arquidiocesana de Bahía Blanca
127
Carmelo Giaquinta
128
Pedro Oeyen
129
Gustavo Irrazábal
130
Oscar Campana
131
Juan Carlos Scannone

63
Habrá que iluminar con ella cada paso de la conversión
pastoral”.132

6) Celebrar con un estilo más participativo, personalizante y


significativo:
“La misa es algo ajeno, incomprensible. La lengua vernácula no
consiste solamente en dejar el latín; el lenguaje es algo mucha
más complejo, y la liturgia sigue siendo el lenguaje más
importante de la fe de la Iglesia”. 133
“Tanto para mantener a los actuales feligreses de nuestras
parroquias y capillas como para rescatar a muchos que se
fueron y ganar a otros que nunca estuvieron, tenemos que hacer
de esos lugares ambientes realmente acogedores, donde:
- Los oficios sean atractivos, con música renovada y ágil (no
arrastrada), consiguiendo chicos jóvenes que toquen la guitarra;
homilías cortas (a lo sumo 7 ú 8 min.), concretas y encarnadas
en la vida cotidiana. En misas de no mucha gente, ver la
posibilidad de entablar diálogo.
- Los días de semana se celebre la misa en algún altar lateral.
- A la salida, el o los celebrantes salgan a saludar y compartir.
Que haya laicos del lugar que también hagan de dueños de casa.
Si es posible, convidar con mate, té o café para compartir un
rato con los que quieran y puedan. Si hay un salón, bien. Si no,
ver si puede ser dentro del templo. Se irá sumando gente si se
corre la voz de que ese es un momento agradable.
- Se festejen dentro del templo los acontecimientos de la
comunidad (cumpleaños, aniversarios de casamiento, etc.) con
unas palabras del celebrante, una bendición y un aplauso. El
festejo puede continuar luego en el mate, etc. Y tal vez se pueda
dar al agasajado un pequeño recuerdo.
- Los celebrantes planteen públicamente las alegrías y los
problemas de los fieles, orando todos por ellos. Si la comunidad
es chica puede impulsarse que cada uno se exprese, etc. Cada
comunidad podrá proponer formas de convivencia fraterna,
haciendo que la gente se sienta a gusto en la Casa de Dios y
Casa de los Hermanos.
Supongo que se pueden hacer muchas más cosas, pero cualquier
misión que pretendamos hacer a esta altura de la vida del
mundo, no será creíble, si además de esos gestos que podemos
llamar de amor, de afecto, de fraternidad”.134

7) Necesidad de formas más comunitarias de vida y ministerio


sacerdotal.

132
Pedro Oeyen
133
Josefina Llach
134
Esteban de Nevares

64
Tantos detalles que tienen que ver con la vida

Por último cabe recoger un elenco, elaborado de manera


espontánea y participativa por el Presbiterio de la Arquidiócesis de
Buenos Aires, de las múltiples actividades pastorales que harían a
una pastoral nueva y adaptada, y que exigen conversión pastoral.
Aunque haya repeticiones, y no tenga un orden temático, puede ser
muy útil para detectar aspectos prácticos de una necesaria
reforma:
-Descentralización parroquial (SINE, Parroquia popular) en
capillas o en comunidades.
-Aceptación de ser una minoría y, por ende, necesidad del
trabajo persona a persona.
-Importancia del trabajo con los jóvenes más marginales, más
allá de si perseveran o no, sabiendo que este trabajo deja
huella, y con el tiempo, da fruto.
-Alternativas de catequesis popular (incorporando deporte,
música, murgas, etc.).
-Presencia de la Iglesia en los hospitales.
-Salida misionera parroquial anual (de un mes)
-Ministerio de la escucha.
-Experiencia kerygmática centrada en la Persona de Jesús, el
primer anuncio del Evangelio y superando una catequesis
meramente nocional.
-Retiro interparroquial con Misión Barrial (se hizo en San
Telmo).
-Hacer esquina con la Virgen, rezando el rosario, entregando
estampas, etc.
-Llevar la Virgen casa por casa.
-Hacer puerta en los colegios estatales para ofrecer la
catequesis parroquial.
-Ofrecer material evangelizador (hojita del domingo,
estampas…) a la gente en la calle (paradas de colectivo, etc.)
-Ir hacia las periferias a través de misiones barriales
permanentes e implantación de Centros Misioneros. Distribuir
material de evangelización. Presencia de los pastores
(sacerdotes) en las misiones.
-Adoración Eucarística de jóvenes y adultos. Se está
experimentando con bastante éxito en muchas parroquias.
- Pastoral de los Difuntos. Parroquias con cinerario.
-Parroquia descentralizada y vertebrada en pequeñas
comunidades, zonas pastorales y espacios de pertenencias y
servicios.
-Parroquia con estilo más familiar e integrada e interactuante
con las otras parroquias de la zona pastoral.
-Espacios de oración, pertenencia y servicios no estructurados
rígidamente.

65
-Experiencia de secretarias parroquiales misioneras
permanentes y centro de evangelización y espacios de
comunidad lejos del templo.
-Las misiones intensivas barriales, con la participación del
decanato.
-Diversidad de propuestas para jóvenes (ya que hay distintas
subculturas juveniles es necesario distintas proyectos y ofertas
misioneras y de evangelización).
-Sin una estructura fija, favorecer la integración de los jóvenes
de distintas comunidades (ejemplo: organización de algún
evento entre dos parroquias, etc.). No hacer prevalecer la
estructura sobre el quehacer.
-Se destaca la pastoral de las Pequeñas Comunidades Eclesiales
que se juntan a rezar y compartir la Palabra en grupos
pequeños, que suelen reunirse en los hogares Facilitan que
surjan nuevos agentes pastorales, muy comprometidos y con
una fuerte experiencia de Dios. Se cree que por este camino es
por dónde hoy se debe hacer opción pastoral, sin descuidar
otras actividades que realice la parroquia.
-Hay que renovar la parroquia misionando.
-Aprovechar lo que tenemos dentro de la parroquia
revitalizándolo con aquellos que vienen de afuera, del mismo
barrio. Hace falta un impulso que vendrá de afuera
-La misma secretaria parroquial, más que cobrar la constancia
de bautismo, debería saber recibir bien, lo mismo el cura y
siguiendo con toda la comunidad. Actitud misionera aún dentro
de la atención parroquial: atender el teléfono (tratar de evitar el
contestador), buena recepción de la gente (tratando de
solucionar sus inquietudes), atender con afabilidad e interés,
etc.
-Más que desgastarnos en seguir armando reuniones con grupos
a veces caducos dentro de la parroquia aggiornarnos: que entre
aire nuevo, y más que grupos poder armar una comunidad, con
jóvenes, viejos, etc.: más que juntos, unidos en el Espíritu
-Hay mucha gente muy sola en Bs. As., es un cáncer muy
doloroso en nuestra gente y es el de la soledad y que no tiene
analgésico más que el acompañamiento que una comunidad le
pueda dar.
-Lo nuestro es instaurar el Reino y además de salir debemos dar
una respuesta a todo aquel que viene y se acerca a nuestra
Iglesia que es Madre y tiene que recibir a todos sus hijos y que
ninguno quede afuera: por ej.: favorecer los bautismos,
recibiendo con actitud fraterna, los que se acercan para ese
sacramento, no pidiendo tantas constancias y requisitos a los
padres y padrinos. La misma charla prebautismal, darle en el
mismo Bautismo y catequizar a todas las familias que participan
de la celebración.

66
-Agilizar el estudio y ordenación de diáconos permanentes. Hay
uno que lleva 8 años de formación.
-La política como campo de misión: los jóvenes están muy
descreídos de ella.
-Aprovechar el momento del Bautismo y del Matrimonio para
facilitar el acceso a las familias y la experiencia de fe.
-La Acción Católica parece haberse quedado adormecida, hay
pocos centros, con poca convocatoria.
-Liga de Madres, solo hay en una sola parroquia, casi todas son
mujeres grandes( liga de abuelas)
-El Apostolado de la Oración, también parece responder a
criterios o espiritualidades de otros tiempos.
-Ver los modos y actitudes de los Sacerdotes con la gente,
pueden acercar o alejar aún más.
-Religiosidad Popular: Evaluar la participación en la
Peregrinación a Luján. ¿Qué mística hay ahora en los que van?
¿Quiénes y Cuantos vienen? ¿Qué pasa con los adolescentes
nuevos, cuales son sus motivaciones?
-Misal Dominicales: Evaluar quienes y cuantos participan.
Actualizar Estadísticas y preguntarnos qué pasa.
-Solidaridad: Nos falta Promoción y Evangelización. Cómo
integrar a los pobres a nuestras comunidades. Lograr un
encuentro de culturas mayor, que los pobres no estén ocultos y
aparte. No darles sólo cosas, sino trabajar con ellos en su
promoción.
-Tendríamos que soltarnos más en la Liturgia, en la acogida, las
charlas con la gente y los saludos en el atrio.
-Pensar como pastores, nuestra capacidad de acompañar lo que
le hace bien a la gente, mas allá de nuestros gustos y prejuicios.
-Pensar qué alimento le estamos dando a nuestros grupos y
dirigentes, que no quieren salir a buscar a otros, sino quedarse
entre ellos y sólo con la formación.
-Grupos de liturgia que sólo piensan en las rúbricas y no en algo
más hondo.
-Hay una disminución en los voluntarios para ir a hospitales.
- La atomización y falta de diálogo de las areas pastorales y el
acompañamiento de las mismas por personas encargadas (una
pastoral de cargos y responsables y no de equipos y
propuestas).
- La semana de actualización del clero tal como está organizada
no va.
- Se lamenta la falta de espacios de pensamiento y sana
confrontación de ideas dentro del presbiterio
-Pensar e implementar nuevos itinerarios formativos
vocacionales, destinados a que no sea el actual seminario el
único medio para formar sacerdotes. Promover pequeñas
comunidades de vida (tipo Taizé), en el que los jóvenes puedan

67
tener una experiencia de Dios y de maduración de su vocación
humana y cristiana sanante y comunitaria, antes de la entrada al
seminario.
-Facilitar la composición de equipos sacerdotales que animen y
acompañen las áreas pastorales, evitando que quede tan
personalizadas en uno.
-Hace falta una mayor integración a nivel de reflexión y oración
con los religiosos/as
-Las estructuras caducas en las parroquias caen por sí solas,
pero diocesanamente es más difícil dejarlas caer y a veces se las
sostiene artificialmente, con esfuerzos desproporcionados.
-Fortalecer lo más pequeño en lugar de algunas estructuras
macro que generan desgaste por la necesidad de llenar cuadros.
-Superposición de áreas pastorales que involucran a catequesis
(área Catequesis, área Pastoral de Niños, área Vicaria de
Educación, y otras). Estructuras que involucran a las mismas
personas y las sobrecargan inútilmente.
-No homogenizar la Pastoral Juvenil. No pretender que haya un
solo proyecto o formación de dirigentes juveniles. La diversidad
es tan grande que es necesario proponer distintos proyectos,
que algunos sean locales y otros más diocesanos.
-Grupos parroquiales enquistados: grupos que no dejan
participar a los demás, con problemas internos que no
testimonian la fe.
-Lo caduco cae solo: hay que poner el esfuerzo y la preocupación
en las cosas que dan vida.
-Transmisión de la información: tener cuidado en la transmisión
y recepción de la información; a veces no escuchamos qué
necesita la persona y la despachamos, otras la llenamos de
información innecesaria.
-Ya que no pensamos como piensa la gente: hay que tener más
en cuenta los distintos ámbitos culturales y sociales. Saber
escuchar.
-La burocracia y el oficinismo parroquial: por ejemplo se podrían
hacer los expedientes matrimoniales en el lugar donde se casan
para que no estén paseando por varias parroquias.
-Estructuras, movimientos, asociaciones que es necesario
renovar ya que no responden a necesidades reales y concretas,
están cerrados en sí mismas, no convocan ni atraen, no salen al
encuentro, no crean ni favorecen la comunión, ni dentro ni fuera
de la comunidad a la que pertenecen, han dejado de ser eficaces
en el anuncio del Evangelio.
-Los sacerdotes como representantes legales, no es bueno
porque deben estar atrás de cosas administrativas que hace que
uno pierda tiempo para lo pastoral. Sería bueno que sean laicos
los representantes legales.
-Falta de mística en los docentes (hay que evangelizarlos).

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¿Cómo acompañarlos? Si no está el sacerdote motivando, aún
los catequistas, no tienen iniciativas.
-A veces hay problemas por la superposición de estructuras
arquidiocesanas.
-Sería importante que los colegios parroquiales y los religiosos
pongan en común los recursos evangelizadores.
-Falta presencia de cristianos en lugares de toma de decisiones
en la sociedad: muchos laicos tienen allí una experiencia
martirial. Y Falta acompañamiento, porque la misión apostólica
puede ser desgastante y a veces cuesta la salud y la vida.

Conclusión

Esto les toca a ustedes…

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