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Hacia la nostalgia

Es un maestro en el “doble lenguaje” y tal don emana de esa socarronería típica de su carácter,
llámese también ironía. El título de “Para un pueblo fantasma”, no es por un lugar geográfico:
es el epitafio para los habitantes de un país arrasado moral y corporativamente, sin compasión
para una clase ya desposeída de los dones de la civilización; sin embargo, al expresarse en los
poemas que contiene el libro citado –salvo al comienzo-, su rebeldía se diluye. Jorge no es un
guerrero ni un representante típico de su pueblo, aun cuando su amigo Juan Cristóbal asegure
que su amigo lo es (o lo fue). Jorge, creíblemente, está por sobre el lenguaje común a pesar de
la sencillez que lo estereotipa (estoy de acuerdo con Llanos). Hubo, en efecto, entre Juan y yo
un amable intercambio de juicios literarios al respecto. Jorge vivió y dio forma a un mundo
nostálgico, a veces utópico si la utopía puede revestirse mnemotécnicamente del pasado. Es un
neorromántico que contiene en su lengua poética todo aquello que es nuestro propio dominio
de una frontera y de espacios emocionales que permanecen larvados pero vivos en el alma.
Basta decir, para no ser tan solemne y taxativo, que no era de este mundo: no sabía hacerse una
paila de huevos ni tampoco era capaz de reaccionar ante un peligro inminente y grave (revisar
anécdotas dichas por Cristina Wenke). Si vamos a ideologías contingentes.

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