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VI.

INTELIGENCIA LOGICOMATEMÁTICO
El primer hombre que observó la analogía entre un grupo de
siete peces y un grupo de siete días logró un avance notable en
la historia del pensamiento. Fue el primer hombre que concibió
un concepto que pertenecía a la ciencia de las matemáticas
puras.
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ALFRED NORTH WHITEHEAD

DESCRIPCIÓN DE PIAGET DEL PENSAMIENTO LOGICOMATEMÁTICO

A Piaget le gustaba mucho contar una anécdota de un niño que se volvió matemático.
Un día el futuro matemático confrontó con conjunto de objetos que estaban frente a él
y decidió contarlos. Concluyó que había diez objetos; luego señaló a cada uno de ellos,
pero en orden distinto, y encontró que otra vez había diez; el niño repitió varias
veces este procedimiento, cada vez más emocionado, al comenzar a comprender que
el número 10 distaba mucho de ser un resultado arbitrario de este ejercicio repetitivo. El
número se refería a la suma de elementos, sin importar cómo se reconociera en la
secuencia, en tanto se tomara en cuenta a cada uno una vez y sólo una. Mediante
este nombrar juguetón de un grupo de objetos, el pequeño llegó (como a todos nos ha
sucedido tarde o temprano) a un discernimiento fundamental acerca de los números.
En comparación con las capacidades lingüística y musical, la competencia que llamo
"inteligencia logicomatemática" no tiene sus orígenes en la esfera auditivo-oral. Al
contrario, los orígenes de esta forma del pensamiento se pueden encontrar en una
confrontación con el mundo de los objetos.
A partir de este punto preliminar, la inteligencia logicomatemática rápidamente se vuelve
remota respecto del mundo de los objetos materiales. En el curso del desarrollo, uno
procede desde objetos hasta enunciados, desde acciones hasta relaciones entre las
acciones, desde el terreno de lo sensomotor hasta el campo de la abstracción pura:
en última instancia, hasta las cúspides de la lógica y la ciencia.
Al describir el desarrollo prematuro de las habilidades del lenguaje, me he encontrado
aprovechando las obras de muchos eruditos. Tratándose de la ontogénesis y desarrollo
del pensamiento logicomatemático, la obra de un erudito es suprema. En consecuencia,
en lo que sigue aprovecho la investigación señera del psicólogo desarrollista suizo Jean
Piaget.

Según Piaget, todo el conocimiento —y en especial el entendimiento


logicomatemático— se deriva en primera instancia de las acciones propias sobre el
mundo. Según esto, el estudio del pensamiento debiera y debe comenzar en la
guardería infantil. Allí puede observarse al infante explorando toda clase de objetos.
Durante muchos meses, el conocimiento que alcanza el infante de estos objetos y de
las sencillas conexiones causales que existen entre ellos está ligado por completo a la
experiencia que adquiere de ellos de un momento a otro, y de esa manera, cuando
desaparecen de su vista, ya no ocupan su conciencia. Sólo después de los primeros
dieciocho meses de edad el infante aprecia de modo cabal que los objetos siguen
existiendo incluso cuando son sacados de la estructura de tiempo y espacio de él.
Este logro de un sentido de permanencia de objetos —que los objetos tienen
existencia aparte de las acciones particulares personales en ellos en un momento
dado—, constituye una piedra angular para el desarrollo mental posterior.

Luego que el infante aprecia la permanencia de los objetos, puede pensar y referirse a
ellos incluso en su ausencia. También puede apreciar las similitudes entre
determinados objetos.

La habilidad para agrupar los objetos sirve como "manifestación pública" al surgir el
conocimiento infantil de que determinados objetos poseen propiedades especificables
en común. Podría decirse que señala el reconocimiento de una clase o conjunto. Sin
embargo, durante unos cuantos años este reconocimiento carece del aspecto
cuantitativo. Es cierto que el infante puede dominar cantidades muy pequeñas(dos y
tres objetos) y que (como algunas aves y ciertos primates) puede reconocer mediante
la mera inspección. Pero carece del entendimiento esencial de que existe un sistema
numérico regular, en el que cada número significa uno más (+1) que el anterior, y que
cualquier conjunto de objetos tiene una sola cantidad definida. Esta incapacidad para
conservar el número se confirma por la fragilidad de las "cuentas" a la vista de señales
que compiten entre sí.
A menudo a esta edad, el infante puede contar, es decir, puede recitar la serie numérica
de memoria. Pero hasta los cuatro o cinco años, este comportamiento de memoria se
mantiene separada de sus simples cálculos de pequeños conjuntos de objetos y de
su habilidad para valorar la numerosidad de un conjunto mayor. Pero entonces ocurren
acontecimientos fundamentales.
Por último, hacia los seis o siete años, el infante ha llegado al nivel del future
m atemático de Piaget. Al confrontar dos conjuntos, el infante puede contar el número
de entidades (dulces o canicas) en cada uno de los conjuntos, compara los totales y
determina cuál (si lo hay) contiene la mayor cantidad. Ya no es probable que se
equivoque.
Los procesos involucrados en el dominio de estas equivalencias tienen un papel
importante en la forma como Piaget considera la inteligencia. Al igualar dos arreglos con
base en el número, en efecto, el infante ha creado dos conjuntos mentales o imágenes
mentales que contrastan el número en un conjunto con el número en otro, aunque los
conjuntos no sean de idéntica apariencia e incluso (para el caso) si no están ambos
disponibles para su inspección.

Una vez dominadas semejantes acciones de comparación, el infante puede emprender


operaciones adicionales. Puede sumar el mismo número de elementos a ambos, y
el resultado de estas dos operaciones de suma dará sumas idénticas. Puede restar
cantidades iguales y de nuevo confirmará la equivalencia. Son posibles operaciones
más complejas. Partiendo de cantidades no equivalentes, puede sumar a cada una la
misma cantidad, en el conocimiento seguro de que se conservará la no equivalencia.
Por su propia cuenta (o con ayuda), el infante puede evolucionar los entendimientos
necesarios para la gama de operaciones numéricas básicas: suma, resta, multiplicación
y división.

Las actividades descritas pueden ser realizadas —y al principio por lo general así es—
físicamente en el mundo material: es decir, el infante manipula los dulces o canicas al
involucrarse en operaciones numéricas. En forma análoga, al principio también se
manifiestan otras formas elementales de inteligencia logicomatemática mediante la
observación y manipulación de los objetos físicos. En pocas palabras, de acuerdo con
este análisis, al principio la base para todas las formas logicomatemáticas de la
inteligencia es inherente al manejo de los objetos.
Sin embargo, semejantes actividades también se pueden realizar en forma mental,
dentro de la cabeza de uno. Las deducciones, tautologías, silogismos y demás son
verdaderos no sólo porque confirman un estado de cosas en el mundo, sino también
porque deben aplicarse determinadas reglas de la lógica: dos pilas se mantienen
iguales, no porque una cuenta revele que son idénticas, sino porque "no se le ha
agregado ni quitado nada, y por tanto, deben conservarse iguales". Sin embargo, para
el periodo en estudio (aproximadamente las edades de 7 a 10 años), estas actividades
—físicas o mentales— siguen estando restringidas a objetos físicos, que al menos
pueden ser manipulados en forma potencial. En consecuencia, Piaget las llama
operaciones "concretas".
El crecimiento cognoscitivo adicional es indispensable ante de que el infante llegue
a la siguiente etapa final del desarrollo mental. Durante los primeros años de la
adolescencia, el infante normal adquiere la capacidad de hacer operaciones mentales
formales. Ahora no sólo puede operar con los objetos mismos, y no sólo con imágenes
mentales o modelos de estos objetos, sino también con palabras, símbolos, o series de
símbolos (como ecuaciones) que representan objetos, y realizar actividades con objetos.
Puede expresar un conjunto de hipótesis e inferir las consecuencias de cada una. En
donde en una ocasión sus actividades físicas transformaron los objetos, ahora las
operaciones mentales transforman conjuntos de símbolos. En donde antes el infante
sumó canicas a cada montón, y declaró confiado que los totales se mantienen iguales,
ahora agrega símbolos a cada miembro de una ecuación algebraica, con el
conocimiento seguro de que se ha conservado la equivalencia. Estas capacidades para
manipular símbolos son "esenciales" en ramas superiores de las matemáticas, en
las que los símbolos representan objetos, relaciones, funciones u otras
operaciones. Los símbolos que deben ser manipulados también pueden ser palabras,
como en el caso del razonamiento silogístico, la formulación de hipótesis científicas y
otros procedimientos formales.
Si bien todo el que recuerde las matemáticas escolares estará familiarizado con las
operaciones que se efectúan sobre las ecuaciones, necesita distinguirse el uso del
razonamiento lógico en la esfera verbal respecto del lenguaje retórico que hemos
encontrado. En efecto, las inferencias correctas se obtienen sólo cuando se prueben los
enunciados como elementos —u objetos— que se pueden manipular (más que como
enunciados con significado que deben ponderarse).
Obsérvese que, en estos casos, han resurgido las clases de operación realizadas antes
con los objetos mismos, con referencia a símbolos —números o palabras— que pueden
sustituir los objetos y eventos que se encuentran en la vida diaria.
La secuencia descrita aquí es la trayectoria de crecimiento que mejor ha salido en toda
la psicología desarrollista. Si bien muchas de sus partes son susceptibles a la crítica,
sigue siendo la descripción del desarrollo contra la cual se siguen juzgando las demás
formulaciones. Las etapas fundamentales de Piaget del desarrollo son como
gigantescas ondas cognocitivas, que espontáneamente extienden sus principales
maneras de conocimiento a través de todos los dominios importantes de la cognición.
Para Piaget, el pensamiento logicomatemático es el aglutinante que unifica toda la
cognición.
Mi principal desacuerdo con Piaget, me parece que Piaget pintó un retrato brillante del
desarrollo en un dominio —el del pensamiento logicomatemático— pero erróneamente
supuso que pertenece a otras áreas, que van desde la inteligencia musical hasta el
dominio interpersonal. Gran parte de esta obra es un esfuerzo por llamar la atención
acerca de las divergentes consideraciones pertinentes para un entendimiento del curso
del desarrollo en los dominios más remotos del intelecto. Sin embargo, para los fines
presentes se puede suspender este desacuerdo particular con Piaget: ahora
confrontamos el desarrollo en el dominio donde la obra de Piaget sigue siendo muy
pertinente.
Sin embargo, también aquí existen problemas con el punto de vista de Piaget. En la
actualidad, se ha probado bien que el desarrollo en el dominio logicomatemático es
menos regular, no marcha en filas cerradas y en la forma de etapas que Piaget
hubiera querido. Las etapas son mucho más graduales y heterogéneas.
Lo que deseo recalcar aquí es que Piaget sí planteó las preguntas correctas y obtuvo el
conocimiento esencial acerca de los principales factores involucrados en
el desarrollo logicomatemático. En efecto, los campos del número, matemáticas, lógica
y ciencia no son coextensivos entre sí, y, reflejando los puntos de vista de muchos
eruditos, este capítulo tratará de las diferencias en el acento y coloración en estas
facetas del intelecto logicomatemático. Pero me parece que es cierto que forman una
familia de competencias interrelacionadas: una de las contribuciones perdurables de
Piaget es haber sugerido algunos de los enlaces de integración.
Otros eruditos en las áreas de las matemáticas, lógica y ciencias también han percibido
y recalcado las relaciones entre estos ámbitos del conocimiento. El matemático Brian
Rotman indica que "todas las matemáticas contemporáneas dan por hecho y se apoyan
en la noción de contar. . . en la interpretación que ocurre en el mensaje 1, 2, 3". El
gran matemático del siglo XVIII, Leonhard Euler, recalcó la importancia del número
como base para el desarrollo matemático:
Las propiedades de los números conocidos en la actualidad han sido descubiertas en su mayor
parte por la observación y se descubrieron mucho antes de que se confirmara su veracidad
mediante demostraciones exactas... Debiéramos emplear semejante descubrimiento como una
oportunidad para investigar con mayor exactitud las propiedades descubiertas y para demostrarlas
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o demostrar que no son así; en ambos casos podemos aprender algo útil.

Willard Quine, quizá el supremo lógico del último medio siglo, indica que la lógica se
refiere a declaraciones, en tanto que las matemáticas se refieren a entidades abstractas,
no lingüísticas, pero que en sus "más elevados alcances" la lógica conduce por
etapas naturales a las matemáticas.
Como observara el propio Russell, la lógica y las matemáticas han tenido distintas
historias, pero en tiempos recientes se han aproximado más: "La consecuencia es que
ahora es del todo imposible establecer una línea entre ambas: de hecho, las dos son
una. Difieren como el hombre y el niño: la lógica es la juventud de las matemáticas y
las matemáticas son el estado lógico de la lógica."
Comenzando con observaciones y objetos en el mundo material, el individuo se
aproxima a sistemas formales cada vez más abstractos cuyas interconexiones son
cuestiones de lógica en vez de la observación empírica. Whitehead lo expresó en
forma sucinta: "En tanto que se trata con matemáticas puras, se está en el reino
de la abstracción completa y pura." En efecto, el matemático termina trabajando dentro
de un mundo de objetos y conceptos inventados que pueden no tener paralelo directo
en la realidad cotidiana, incluso al tiempo que los intereses primarios del lógico
recaen en las relaciones entre enunciados más que en la relación de dichos
enunciados con el mundo del hecho empírico. Primordialmente es el científico quien
retiene la relación directa con el mundo de la práctica:
Debe producir enunciados, modelos y teorías que, además de ser lógicamente
consistentes y susceptibles al tratamiento matemático, también deben llevar una relación
justificable y continua con hechos que se han descubierto (y se descubrirán) acerca del
mundo. Sin embargo, incluso estas caracterizaciones deben atemperarse. Con frecuencia
persiste una teoría científica a pesar de su, inconsistencia con determinados hechos empíricos,
y se pueden alterar las propias verdades matemáticas con base en nuevos descubrimientos,
en vista de las nuevas demandas que se impongan a las características de los sistemas
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matemáticos.

LA OBRA DEL MATEMÁTICO


Mientras que los productos ideados por los individuos con dotes para el lenguaje y la
música se encuentran fácilmente disponibles para el público en general, lo que sucede
con las matemáticas se encuentra en el extremo opuesto. Excepto unos cuantos
iniciados, la mayoría de nosotros sólo podemos admirar desde lejos las ideas y obras
de los matemáticos. Andrew Gleason, destacado matemático contemporáneo, desarrolla
una reveladora figura del lenguaje para describir este lamentable estado de cosas:

Es notablemente difícil transmitir una impresión apropiada de las fronteras de las


matemáticas a los no especialistas... La topología, el estudio de cómo está organizado
el espacio, es como el gran templo de algunas religiones es decir: los no iniciados en
sus misterios sólo los pueden ver desde el exterior.
Michael Polanyi, el eminente científico y filósofo, confesó que él mismo carecía
del equipo intelectual necesario para dominar muchos aspectos contemporáneos
de las matemáticas que considerarían relativamente triviales los que se encuentran
dentro de la tribu. Uno puede atisbar las clases de demandas que se hacen al
razonamiento matemático al observar las dificultades para descifrar la siguiente oración:
No podemos demostrar el enunciado que se obtiene al sustituir el nombre de la forma
del enunciado en cuestión por la variable en la forma del enunciado, "no podemos
demostrar el enunciado que se obtiene al sustituir el nombre de la forma del enunciado
en cuestión por la variable en la forma del enunciado".
Como lo sugiere Polanyi, para comprender esta oración bien puede requerirse
establecer una serie de símbolos y luego realizar un conjunto de operaciones sobre
estos símbolos. Es claro que para comprender determinadas series de los símbolos
del lenguaje se requiere más que simple competencia en la sintaxis y semántica
lingüística (aunque puede señalarse correctamente que tales competencias son
prerrequisito para "resolver." una oración de esta clase).
Al tratar de comprender mejor los procesos del pensamiento de los matemáticos, he
encontrado (como muchos otros) de especial utilidad las introspecciones de Henri
Poincaré.
Poincaré planteó la pregunta intrigante de por qué, si las matemáticas sólo comprenden
reglas de la lógica, que supuestamente son aceptadas por todas las mentes normales,
hay quienes tienen dificultad para entenderlas. Para sugerir una respuesta, nos pide que
imaginemos una larga serie de silogismos en la que la conclusión de cada uno sirve
como premisa para el siguiente. Debido a que transcurrirá cierto tiempo entre el
momento en que encontramos una proposición al final de un silogismo y el momento en
que volvemos a encontrarla como premisa. en el siguiente, es posible que se hayan
desarrollado varios eslabones de la cadena, o bien podemos haber olvidado la
proposición o la pudimos cambiar y dejar irreconocible.
Si esta habilidad para recordar y utilizar una proposición fuera la condición
indispensable para la inteligencia matemática, entonces (según Poincaré) el matemático
debería tener una memoria muy segura o poderes prodigiosos de atención. Pero
muchos individuos hábiles en las matemáticas se destacan porque no tienen poderes
mnemotecnicos ni de la atención, mientras que un grupo mucho mayor de individuos
con memorias agudas o superior alcance de atención muestran poca aptitud para
las matemáticas. Poincaré afirma la razón por la que la memoria de un matemático no
falla en una parte difícil de razonamiento es porque está guiada por un razonamiento.

Entonces, Poincaré distingue entre dos habilidades. Una es la memoria pura para
los pasos en una cadena de razonamiento, que bien podría bastar para recordar
determinadas demostraciones. La otra —y, según él, la más importante de las dos— es
una apreciación de la naturaleza de los eslabones entre las proposiciones. Si se han
apreciado estos eslabones, se vuelve menos importante la identidad exacta de los
pasos en la demostración porque, de ser necesario, se pueden reconstruir o incluso
reinventar. Podemos observar la operación de esta habilidad con sólo tratar de recrear
el propio razonamiento de Poincaré como se acaba de presentar. Si se ha comprendido
hacia dónde tiende el argumento, su recreación es cuestión relativamente sencilla. Sin
embargo, si no se ha comprendido el razonamiento, uno queda expuesto a recaer en la
memoria verbal literal.
Mientras que los poderes mentales que son centrales a cualquier campo están
dispersos en forma desigual en la población, existen pocos campos del esfuerzo
humano en que los extremos sean tan grandes y la importancia del generoso talento
inicial tan patente. Como señala Poincaré, la capacidad para seguir la cadena de
razonamiento no es difícil de tener, pero sí es rara la habilidad para inventar nuevas
matemáticas significativas:
Alfred Adler, matemático que ha practicado la introspecció en forma reveladora sobre
las pruebas y triunfos de su campo, expresa que:
Casi nadie es capaz de producir matemáticas significativas. No existe ninguna
matemática aceptablemente buena. Cada generación tiene sus pocos grandes matemáticos
y la matemáticas incluso no notarían la ausencia de los demás.
¿Qué caracteriza a los que tienen dones matemáticos? De acuerdo con Adler,
rara vez los poderes de los matemáticos se extienden más allá de la frontera de la
disciplina. Rara vez los matemáticos tienen talento para las finanzas o el derecho. Lo
que caracteriza al individuo es su amor por trabajar con la abstracción, "explorar,
bajo la presión de poderosas fuerzas implosivas, difíciles problemas de cuya validez
e importancia andando el tiempo la realidad hace responsable al explorador."
Las matemáticas otorgan considerable libertad especulativa: uno puede crear cualquier
clase de sistema que desee, pero a fin de cuentas toda teoría matemática debe estar
adecuada a la realidad física, sea en forma directa o por la pertinencia con el cuerpo
principal de las matemáticas, que a su vez tiene implicaciones físicas directas. Lo que
sostiene y estimula al matemático es la creencia de que puede lograr un resultado que
sea del todo nuevo, un resultado que cambie para siempre la manera en que otros
consideren el orden matemático: "Un gran nuevo edificio matemático es un triunfo que
susurra que hay inmortalidad." Los sentimientos de Adler se hacen eco de los del
renombrado matemático de una generación anterior, G. H. Hardy:
Es innegable que uno de los talentos más especializados es un don para las matemáticas
y que los matemáticos como clase no se distinguen en forma particular por su habilidad o aptitud
general... Si un hombre en cualquier sentido es verdadero matemático, entonces hay cien
probabilidades a una de que sus matemáticas serán mucho mejores que cualquiera otra cosa
que pueda hacer... y sería tonto que abandonara cualquier oportunidad decente de aplicar ese
talento único para hacer un trabajo indistinto en otros campos.
Es muy posible que la característica más importante y menos reemplazable del don
del matemático sea la habilidad para formar con destreza largas cadenas de
razonamiento. Al principio, esta prosecución de una amplia línea de razonamiento puede
ser intuitiva. Muchos matemáticos informan que perciben una solución, o una dirección
mucho antes de que hayan resuelto cada paso en detalle. El matemático contemporáneo
Stanislaw Ulam informa: "Si uno quiere hacer algo original, ya no se trata de cadenas de
silogismos. De cuando en cuando uno sólo se percata de algo en el cerebro que actúa
como resumidor o totalizador del proceso que se está desarrollando y que quizá consista
en muchas partes que actúan en forma simultánea." Pero con el tiempo, si se quiere que
las matemáticas convenzan a otros, deben desarrollarse con detalle preciso, sin ningún
error de definición o en la cadena de razonamiento, y este aspecto apolíneo es esencial
para el desempeño del matemático.
Alfred Adler sigue este curso. La primera abstracción es la idea del número mismo, y
la idea de que se pueden distinguir diferentes cantidades entre sí, sobre esa base..
Luego sigue la creación del álgebra, en la que se consideran los números como un
sistema, y uno puede introducir variables para que sustituyan números específicos. A
su vez, las variables son sólo casos especializados de la dimensión más generalizada
de funciones matemáticas, en la que una variable tiene una relación sistemática con
otra. Estas funciones no necesitan estar restringidas a valores reales, como longitudes
o anchuras, sino que pueden conferir significado a otras funciones, a funciones de
funciones, e incluso series mayores de referencia.

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