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la razón
&
la fuerza
GABRIEL CASTRO RODRÍGUEZ
gabriel castro rodríguez
“Querida Mamá:
1º-No estoy perdido así que no se ponga nerviosa
2º-Tampoco se enoje porque lo que pasó es pura fatalidad.
(...)
4º- Yo estoy tranquilamente detenido pero no preso.
(...)
El Sargento Neri que es amigo de la Domi me prestó papel y lápiz
para que le escriba a usted y él mismo le va a llevar la carta esta noche.
Hay bastante gente en este calabozo así que no me da miedo.”
PAPELUCHO DETECTIVE, Marcela Paz
gabriel castro rodríguez
la razón & la fuerza
Prólogo
Es lunes. De nuevo inevitablemente atardece en Coihué.
El paisaje montañoso enmarcado en la ventana de una oficina del
Partido de mi ex compañero de U se torna anaranjado. Le tengo un par de
preguntas.
Balancea su Hush Puppies derecho. Tic típico en él: De pierna diestra
arriba fumando echado para atrás. Sonríe o simplemente muestra los dientes.
Con la mano libre extendida explicando lo inexplicable. Mientras en la radio
de la oficina Mick Jagger me pregunta irónico despacito: Ain’ t no good to
be alive?
-Date cuenta Abelín- me dice- la güevada es así. No podía, no tenía
opción. Ni sabía. Y si hubiera sabido, no me estaban dadas las condiciones
de decisión tampoco. El queque se corta mucho más arriba de lo que te
imaginas. Yo igual que tú fui un gueón más víctima de las circunstancias.
Comprendo tu disgusto. Son tiempos difíciles con esta dictadura de mierda.
De pronto nos confudimos en los medios por no perder la meta.
Lo escucho sin mucha atención. Ya he dejado de ser aquel choapino
humano sonriendo siempre dispuesto a que los otros se limpien los pies en
mí. No estoy aquí para escuchar disculpas. Ninguna puede justificar lo pasado.
-Pero hay una pequeña diferencia, ex-hermano- le digo mirándolo a
los ojos- Para tí las circunstancias de las cuales dices eras víctima, era ser
promovido a un cargo cototo dentro de tu partido. Puta mansa víctima. A mí
estos episodios pasados, de los cuales te hago totalmente responsable, me
conducían simple y concretamente a la locura- me levanto del asiento. Acerco
mi cara a la suya- O a la muerte ¿Víctimas los dos de las circunstancias? Ja.
Güeón hipócrita ¿A quién querís engañar? ¿Me has visto la güeas? A mí no
me vendes la pomada de la lucha contra la dictadura.
-Yo no sé. Esto no es una disculpa. Quizás sea una explicación. No
siendo de mi directa responsabilidad que sucedieran, insisto, a ambos nos
afectaron. Supongo que esto le ocurrió a muchos de nuestros amigos cercanos.
De alguna manera podían tener información comprometiendo mi posición
en el partido ¿Entendís o no?
-¿Y cuál era la orden?
-Te digo que no sé. Esas acciones supongo eran extra al equipo oficial.
gabriel castro rodríguez
diez acá.
-Ése es el punto ex amigo. Fui transportado por un espíritu de un
detenido desaparecido.
-Sí ése es el punto. Dices güevadas propias de un desequilibrado ¿Más
pisco?
Le paso culpable el vaso para que me sirva.
-Pero tengo testigos.
-Ya. Supongamos que los tienes. Supongamos que lo del viaje de
Santiago a Coihué en cero segundos es verdad pero ¿De qué sirve saber eso?
-A tí de nada.
-Entonces para qué lo mencionas.
-Yo no lo mencioné, tú fuiste. Esas experiencias, fueron varias no
sólo esa. Pensándolo bien fueron lo positivo de todo el viaje obligado al que
me expusiste con tu purga de pasado imperfecto.
-Dale con eso. Yo no tengo nada que ver. Esos y otros relatos que
Larita me contó en la mañana que le habías dicho y ahora tú quieres
contármelos a mí, me prueban que te estás volviendo loco. Para eso no
necesitas de la ayuda de mi partido o mía, esas te vienen solito por tu vida
anormal que has hecho hasta ahora. Es una forma en que tu infelicidad se te
rebela y te carcome. Estás mal. Muy mal para mi gusto.
-Eso me indica que estoy bien. Muy bien.
-Larita también me contó que a nivel familiar estás como las güevas.
La Lily te abandonó.
-¿Él te contó eso?- siento un escalofrío.
-Sí. El pobre quedó trastornado con tu estado y tratando de localizarte
me llamó a mí y antes ubicó en Viña a la Lily. Ella le aportó más datos sobre
los terribles días que dices has pasado.
-¿Cómo está la Lily y el niño?
-¿No sabes?
-Dime.
-Pues desde que te desapareciste esa noche de la casa, en la más
ridícula, para ir a comprar cigarrillos, fuiste muy maricón, y después del
violento episodio del motel en Con-Cón, es bien justa su reacción de no
quererte ver más por un buen tiempo.
-Todo eso es mentira. Así no sucedió.
-Tranquilo Abelín. Lo que más me gustaría, y a Jesús Lara más todavía,
gabriel castro rodríguez
sería ayudarte. Pero estás tan hostil que es dificil abordarte- me intenta llenar
nuevamente el vaso. Yo no acepto- quizás si te relajaras un poco y te sinceraras
diciendo más verdades de las que me has dicho, podríamos hacer algo. Intenta
dejar de decir lo que crees que te pasó en estos días y cuéntame lo que
realmente ocurrió. Supongo quieres estar bien y no así como estás ahora.
Estás irreconocible y equivocado. Muy equivocado.
-Que me encuentres extraviado para mí es un bálsamo que no te me
imaginas cómo me alivia.
-Me gustaría que me contaras en detalle lo que te ha pasado. No ese
enfermizo resumen de las puras cosas malas. Cuéntame todo- llena mi vaso.
Me invita nuevamente a sentarme en el sillón. Acepto.
-¿Quieres jugar al sicoanalista?- le pregunto- Okey aquí vamos.
la razón & la fuerza
Uno
«Y aún cuando con los ojos vendados me pasearan por el mundo entero
tratando de perderme por sus caminos; con los ojos vendados me bastaría
respirar hondo, tan hondo, tan solo una vez para saber que me encuentro
en Viña del Mar«
María Luisa Bombal
La Noche
a unos pasos.
No aguanté más y me desgracié los bluyines: La orina tibia y hedionda
inundó mi orgullo y mi esperanza. Pasto para las moscas.
Seguían pasando las horas y nada. Soledad, hambre, sed, miedo y un
atardecer avanzando lentamente llevándose las moscas y los pájaros de campo.
Ni un ruido más que mis gritos con los cuales ya estaba ronco y
desesperanzado de lograr algo.
De pronto tuve la certeza estúpida de que ellos ya no vendrían. Quizás
tan solo era esto en lo cual consistía su misión: Maniatarme, aislarme,
aterrorizarme.
Me sentí aliviado. Con mucho tiempo para salirme de este problema
haciéndose leve. Con la frágil y ridícula seguridad de que a esos tres mafiosos
no les vería más la cara supuse que todo lo por hacer ahora era zafarme
pronto de las ataduras. Como fuera y largarme a cien por hora de este lugar
del infierno para reunirme con mi desesperada familia, beberme un buen
trago y después suponer quién había encomendado la misión de los matones.
Todo adquiría entonces un liviano y delicioso sabor a aventura. Pero
de la cual ya estaba bueno de participar. Había que darla por terminada. No
nos pongamos pesados, me dije. Game Over.
Las ataduras de tanto forzarlas, pese a mis muñecas, tobillos y vientre
resentidos por los tironeos, parecían más flojas y dispuestas a liberar mis
miembros.
En eso estaba cuando entró alguien por la puerta. Anochecía así es
que sólo vi su sombra enorme alargándose desde el umbral hasta el sector
del piso donde estaba yo.
-¿Eres un sucio revoltoso que no sabe lo que hace? Te enseñaré algo.
Seguro que después de la lección ya sabrás qué debes hacer y con quién. La
vida no es tan fácil como tú crees. El güeveo no es gratis.
No era ninguno de los tres. Pero hablaba como si fuera otro de ellos.
Hasta era posible que imaginara todo debido a mi mente agotada por la
porquería sucediendo.
-Llegó la hora de tu sopita- continuó diciendo. Mientras yo babeaba
como caracol desde el piso tratando de levantar la mirada para ver quién
hablaba. No pude seguir haciéndolo. Me pateó la cara y enseguida perdí el
conocimiento.
la razón & la fuerza
Emboscada Madre I
conten to.
Algo tramaba mirándome. Sentí un escalofrío.
-O quizás ellos no quieran nada de mí para ti, y esta reunión es asunto
divino ¿Quiubo? Lo ha preparado el Tatita Dios ¿Eh? ¿Qué chucha hago
contigo?
-Pues soltarme- grité- ¿Qué más podría hacer? ¿O quiere hacerse
cómplice de este delito?
-Ya estoy viejo para asustarme con las condenas de los hombres. Ser
cómplice o no de alguna cagadita me tiene sin cuidado. Nadie me obliga a
hacer nada a mí ¿Entendiste? Sólo yo y Dios manejamos mi vida ¿Quiubo?-
dijo. Apagó su cigarrillo pisándolo fuerte en el suelo. Se acercó mucho a mi
cara mirándome directo a los ojos.
-Ok, señor- dije y bajé la mirada hacia el plato- La sopa está rica,
tenía hambre- dije mientras sorbía el líquido tibio y miraba el vaso de vino
en su mano. Sentí su tufo a alcohol pero interfirió un golpe fuerte del aroma
de mi propia orina seca subiendo desde mi entrepiernas pasando por el plato
y llegando a mi nariz maltratada.
-Apestas.
Una gota gruesa de sangre resbaló de mi mejilla partida hasta dejarse
caer al centro del plato y ahí recordé: Este hombre me pateó el rostro. Quizás
me había dicho algo así como que el güeveo no era gratis, que me daría una
lección y ya aprendería con ella a comportarme ¿Delirio o verdad?
Igual tiré con odio el plato y la cuchara al suelo, a los pies del hombre
fornido de chupalla y chaleco de tela. Sonrió y levantó lentamente las cosas
del suelo.
-Usted está en acuerdo con los secuestradores ¿Cierto?
-Yo no miento, mijo. Te dije clarito que ni los conozco. Ni les vi
llegar, ni les vi irse. A propósito, debo irme si quiero cagarlos. Ya está bueno
de que vengan a traer mierda para acá. Éstas son tierras de Dios- dijo y fue
hacia las piezas del fondo.
-Usted sabe quién soy ¿Por qué me pateó en la cara y me dijo lo que
me dijo?
-Ay si tu supieras Abel por qué te patié- dijo desde adentro
sorprendiéndome. Sabía mi nombre.
-Quiero saberlo- grité- En vez de ayudarme usted se coloca en la misma
actitud de mis raptores- traté de mirar hacia atrás a la pieza en que estaba el
la razón & la fuerza
mierda. Allá en tu ciudad son todos locos, nadie se percata de la locura del
vecino o la propia, de la mala mezcla de sangre. Acá en el campo, en la
naturaleza, en el contacto directo con la tierra, te vuelves realmente lo que
eres, un engendro incomprensible. No sé qué hacer contigo- dijo mirándome
justo a los ojos por unos segundos. No lo había hecho desde que nos vimos
por primera vez.
A pesar de sus palabras veía que Nemesio tenía algo así como un plan
para mí.
-Suélteme. Me voy corriendo de aquí y no me ve más.
-Sí claro, corriendo a donde tu abuela que sabes que vive por acá, a
molestarla con tus cosas de citadino. Sabrás que ya ella se habrá acostado
hace rato. O peor aún, te vas a tu casa y luego vuelves un domingo en la
tarde en el auto de tu papito. Entonces me buscas para darme unas mercaderías
en recompensa por haberte salvado- se acerca bastante alterado hacia donde
estoy- Muestras a tus hijos y a tu señora al bicho raro sobre un caballo. Me
pedirás que te venda unos tomates, cosa que yo te diga, no patroncito,
lléveselos no más, cómaselos a mi nombre. Aquí tiene unos choclitos y una
ramita de albahaca para que se hagan pastel los señores- escupió a milímetros
de mis pies- ¿Me has visto las güeas?- gritó alterado.
-¿Entonces qué Nemesio? Usted lo ha dicho, no alarguemos más esto.
Decida mi destino ya que cree tener derecho.
-Qué te hay creído chiquillo de mierda apurándome- tenía la cara roja
de ira-Ya se me ocurrirá qué hacer contigo. Mientras, estai re bien ahí
amarrado. Duérmete, y reza antes, si sabes: Agradécele a Dios tu fortuna de
estar todavía vivo. Ah, y agradécele también que te ha tocado retornar, aunque
sea para ensuciar, a la tierra en donde nació tu padre. De paso has de saber
que es mi primo, por lo que por desgracia queda que somos parientes. Sí.
Pero ya se me está ocurriendo qué vamos a hacer contigo- dijo terminando
de arrastrar al muerto hacia el exterior.
-Están todos muertos hacen por lo menos treinta años. Los demás no
se meten con tu abuela. Como es media rara. Aquí nadie dirá nada- dijo
Nemesio y saludó con un gesto de su rostro a los cabritos que peluseaban en
mitad plaza- Sobre todo si tú no dices nada que no corresponda. Hace las
cosas como corresponde y todo irá bien. Hácelo por tu abuela, por tu estirpe.
Le estás dando una felicidad, aunque no lo demuestre. Sabes de sobra como
es la familia supongo. Si no lo sabes, tendrás tiempo demás para conocerla.
Ya verás- dijo y lanzó una carcajada.
La mayoría coincidía: yo era físicamente más de la línea paterna que
de la materna, así que creía saber bien lo de mi familia de mi padre. No tan
bien como quería Nemesio que lo supiera en los sucesivos días.
-No se veía tan feliz de verme.
-Así era tu abuela con tu padre. Con todos. Es algo así como el sello
familiar ¿Cierto? Déjala, es su modo de ser, tú sabes bien eso. Y si no, ya te
digo que tendrás harto tiempo como para recorrer de punta a cabo nuestra
estirpe.
-¿No que estaban casi todos muertos?
-Ya verás como revivimos recuerdos y parientes Hectorcito- y diciendo
esto se sacó la chupalla, me la puso en la cabeza y con un fuerte golpe arriba
me la asentó hasta casi taparme los ojos.
Llegamos a lo de Nemesio.
-Ahora cámbiate y acompáñame a mostrarte a dónde te ganarás el
pan. Así, después que vuelvas de donde la tía Isabel, empezarás a trabajar
aquí. Son los chiqueros. Ya verás qué lindo trabajo. A tu papito le encantaba
cuidar chanchos.
Cosas de Veraneo
Esto era más difícil que sobajearse la cara y borrar con las manos
telarañas de sueños. Por lo mismo lo más valioso. Levantarse con fuerza y
mirar alrededor. Aunque no estén el hijo, la mujer ni los mismos ruidos,
objetos o insectos alguna vez detestados. Ahora lloras lágrimas de sangre el
no sentirlos. Igual escarbar entre esa vida extraña buscando algo especial
para tener ganas de sobrevivir en este territorio raro. Con fuerza, con potencia,
con ruidos nuevos. Ofrecer la vida si es necesario. Ofrecerla y eso es día.
Tener fuerzas. Vivir es tener potencia y se acabó cualquier obstáculo, abulia
o desazón de estar muerto en una zona muerta a una hora muerta. Rodeado
de moscas y cadáveres de verdad. Afuera los chanchos de Nemesio, los cuales
él mismo en acuerdo con mi abuela, insistían en adjudicármelos. Reclamaban
mi presencia.
¿Pero qué son el día y la noche bajo esta cruz de huesos presidiendo
desde hace un par de jornadas mi errática existencia? Ahora mismo ¿Qué es
esta enorme masa de gentes yendo, cabizbajos a, como dicen ellos, cortar
tomates?
Nos hemos echado al pecho por lo menos 5 huevos revueltos cada
uno. Desayuno con el Nemesio.
Nos hemos quitado la chupalla respetuosos ante los vecinos de las
parcelas cercanas, los cuales también van a cortar tomates.
Al mediodía nos hemos puesto a dormitar. Descansando a la sombra
de un sauce paralelos a una acequia. Hacemos semisiesta auspiciada por un
vino traído en botella chica de pilsener y medio pollo para cada uno. Todo
perjudicado por las moscas de mierda aterrizando en los brazos, la guata o la
cara. Una y mil veces.
Y continuamos con la corta a la tarde con más silencio que charlar de
anécdotas campestres, líos de vecinos, o peripecias del tiempo en que se
fueron lejos un año y medio por obra y gracia del servicio militar. Puras
peripecias esmeriladas por el tedio de las veces contadas.
Y luego terminar e irse con una caja de tomates al hombro cada uno
como paga de la jornada presente.
¿Esto es el día?
la razón & la fuerza
*
gabriel castro rodríguez
Bonsai
Entonces este escalofrío no era nada y estas ganas nada. Pobre de mí.
Era un bonsai arrastrando como podía su macetero por la noche sin merecer
mecido alguno huyendo de su sino extraño en esta zona. A desfavor de este
delicioso viento nocturno costero ¿O es que ésta es la danza que me das
Dios? ¿Ésta es la fama que me otorgas y que las malezas en su inconciente
libertad envidian? ¿Ser pieza en un tablero de un match propuesto por la
extraña inteligencia de Nemesio? ¿Debía agradecerte, volver a San Marcos
y dejarme mover?
Y en aquel mismo vegetal océano eólico, fulminado sin responder a
mis propias preguntas caí entre aquellas nobles y maravillosas malezas
dormido toda esa noche. Arrullado por el seseo y la tibieza silvestre.
Fulminado en mi hégira al hogar. Soñando volviendo a mi familia, a la simple
más que conocida misión de profesor en inevitable proceso de
empobrecimiento. Durante vacaciones remojadas en alcohol garrapateando
de vez en cuando con un lápiz en unas hojas un leve intento literario
infructuoso, en vez de vivir extrañas aparatosas aventuras impuestas por un
lejano pariente en un indecente pueblo interior del cual por milagro mi padre
había salido de joven aprendiz de obrero. Puras güevadas ajenas o por lo
menos muy atemporales. Reconocí que eran mis raíces, pero igual ese tiempo
ya había pasado. Nada para hacer con él en ese momento. Pero Nemesio...
Espanté de mi rostro una polilla nocturna. Era mi día, y mi noche
ahora. Durmiendo lejos de casa.
-Debería haberme empleado este verano de vendedor comisionista. O
de alguna güevada- suspiré- Éste debe ser un castigo de Dios por mi galopante
flojera- farfullé antes de quedarme dormido por fin mecido por la maleza de
San Marcos.
Miraba un tarro, el amarillo: Jurel tipo atún o atún tipo jurel ¿Qué tal?
La misma mierda. Lo cogí y examiné el precio: Un código raro. Atajo a un
güeón de blanco.
gabriel castro rodríguez
La Calle Brilla
Cero Interés
-Una pena no estar de una vez por todas en la verdadera verdad- dije
mientras compraba un súper ocho a un viejito subido al bus. Pero en fin,
seguí pensando será algo como un consuelo esta débil certeza de saber estar
jugando sólo un odioso juego. Así hasta la muerte este simulacro de vida la
cual algunos estúpidos se lo toman como en serio. Pero es justamente allí,
pensé, en las puertas de la muerte, sino ha sido algunas veces antes, es cuando
entra el escalofrío de pensar: ¿Y si ésta es la verdadera vida? Y yo el güeón
no la he tomado en serio.
Masqué la golosina.
Pero no creía en las sorpresas. Todos mis movimientos estaban
fríamente calculados, me di cuenta en la más chapulín y tiré el papel al suelo.
Por ustedes calculado. Una lástima.
El chocolate atormentó una de mis muelas picadas.
Era uno del montón, y ni creando una novela, cuento, dibujo, ni con
un amenazar suicidarme si no me dejaba la joven compañera de asiento
acariciar siquiera unos segundos sus dorados muslos, ni así lograría salirme
de las medidas del cajón.
Estirpe
Ni Lennon ni Rimbaud
En esos días creía no tener ya chance. Sólo mal relajarme, beber, fumar
y esperar al día siguiente sin muchas expectativas. Sin muchas ilusiones
pues estas, pensaba, me dañarían. Entonces simplemente dejar que los días
de mi vida se sucedieran rápido y no oponer resistencia. A lo más el resistir
me producirá dolor, pensaba. Todo, por lo tanto, dentro de un marco razonable
de acontecimientos, nada estrafalario, nada muy descabellado. Todo muy
usual y normal. Casi sin pensarlo mucho. Pero igual pedía, pedía algo.
Ser algo así como un Outsider era mi casi inconsciente opción. No
siéndolo por naturaleza.
Las luces de la ciudad allá abajo se veían divinas.
En verdad debería ser por naturaleza un burgués emergente, pero como
creía en la transfiguración de la carne por gracia de la marginalidad social,
jamás de la económica, me acogía como instintivamente a los terrenos baldíos
de la ciudad como si fuera otro nombre de la esperanza. Igual me aseguraba
con una cuerda y garfio enganchando desde aquella isla de alcohol y tabaco,
ciertamente caricatura de algún tipo de verdadera rebeldía, con el continente
de la urbe y el burgo. Por ejemplo ese día me iba para la casa a escribir, con
una bolsa para rebelarme esa noche: Berlines, papas, vino tinto. Ja.
Era sólo dejarme llevar. No era ni Lennon, ni Rimbaud. Nadie más
que yo mismo murmurando una vieja canción hecha para un adolescente
que yo no lo era. Estaba inconciliable. A duras penas lograba todavía aunarme
en mi cama para dormir. Ni país, familia, secta, facción política, publicación,
ni emisión podían concertarse conmigo para formar algo más que yo. Estaba
sin posibilidad de mezcla ¿Conforme?
-No- grité. El chofer disminuyó la velocidad.
gabriel castro rodríguez
La Puerta Estrecha
ADIVINANZA
la razón & la fuerza
RESPUESTA:
Yo.
-No lo digas muy alto güevoncito. Acuérdate que parece que ésa, tu
ridícula identidad pasajera, te ha metido en lo de los güeones que te raptaron
¿Qué prefieres, morir o viajar conmigo para buscar quien contaminó tu
sangre?
-¿Qué crees? Acepto tu invitación- el huaso tenía razón. Era peligro
de muerte o bailar al son de la locura suya- Aunque te juro que no te entiendo
cómo vamos a viajar a alguna parte conmigo así todo embarrado. Tengo frío.
-¿No te das cuenta que el viaje ya comenzó? En este momento eres
ni más ni menos que tu padre. Pronto serás tu abuela. Después el padre de tu
abuela y así hasta que hallemos lo malo- Nemesio miraba a la luna con los
ojos brillantes. Tenía una mueca que se suponía era una sonrisa.
-No capto bien cuál es tu interés en asear nuestra historia familiar,
la cual por lo demás no debe diferir mucho de cualquiera de muchos de los
que andan por ahí circulando ¿No es acaso la historia de muchos chilenos
que sus antepasados emigraron con esfuerzos del campo a la ciudad?
-Pongámole que son ganas de que las cosas marchen bien. Como
deben ser.
-Y yo que me creía un soñador.
-Ya. Aséate y ándate a acostar que mañana tienes que ir al liceo.
-¿Qué me duche? ¿Qué vaya al liceo?
-Pégate una lavada rápida en la artesa. Lo mismo pa’ tu ropa. Déjala
remojando. Lo del liceo, ésa es idea de tu abuela. Mala en todo caso. En
Quillota se te subirán más los humos. Entre más ignorante se sea mejor.
Mejor se cuidan a los chanchos. Pero a tu abuela le quedan pocos días y hay
que hacerla feliz. Habrá que respetar la peligrosa idea de educarte. Una vez
que nos haya dejado tomarás su lugar y ya el famoso liceo se acabará.
-Quiero dormir pero lo que me dices me quita el sueño.
-Duérmete luego mierda ¿Eso te da sueño?
la razón & la fuerza
Meconio
¡Al Liceo!
-Creo que esta pesadilla se está volviendo verdad- dije en voz baja
sólo para mí. Cerré los ojos derrotado. Apreté con rabia la carpeta, examiné
cada milímetro de la micro y del exterior pasando a 50 kilómetros por hora
frente a mis ojos. Rogué ver algo para volver a mi época. Nada. Todo era
neutro cronológicamente hablando. Claro que el campo es así, insistía para
mis adentros. Atento vi las monedas con las cuales Nemesio le pagaba al
cobrador.
-Te pillé- grité feliz- le pagaste con monedas de diez pesos. Monedas
que son mínimo del 75, no antes.
-Cállese Titito y arréglese la corbata. Ya estamos por llegar.
Divisé con intensa emoción un teléfono público amarillo allá en
una esquina. Aparato de los 80. Vi por allá y por acá unos modelitos de auto
japonés también de los 80. Al frente mío un escolar con pérsonal estéreo. No
con una radio Galena como por último debería ser esta cada vez menos
pesadilla . Por suerte, me dije. Respiré más tranquilo. Me solté la corbata un
poco.
Pero ¿Escolares en Enero? Algo estaba fallando, me dije y cometí
la osadía de interpelar al del pérsonal.
-¿A dónde vas?- le pregunté con mi mejor sonrisa. Nemesio me
lanzó una mirada de intenso odio. Me apretó el brazo atrayéndome hacia él.
No me iba a detener por eso.
-¿A dónde va compadrito?- insistí.
-Al liceo ¿A dónde más?- me contestó acongojado el gordito evitando
mirarme a los ojos.
-¿En enero?
-¿Enero?-el gordito me devolvió la pregunta como despertando de
un sueño.
-Hay que bajarse ya- escuché.
El grito no provenía esta vez de la garganta de Nemesio sino de la
de un gordo rojo con chupalla. Tomando del brazo al del pérsonal tiró del
cordel del timbre con cierta violencia contenida. Entonces la cara mal afeitada
del gordito escolar me enfrentó por primera vez. Luego miró a Nemesio,
hizo una mueca y encogió los hombros aferrándose de su bolso escolar café.
El de chupallas le sacó de un manotón los auriculares de las orejas. Bajaron
por la puerta trasera.
gabriel castro rodríguez
-Torres, su mamá está mal así que debe retirarse, después vemos
cómo termina los exámenes, total, su madre es más importante. Su tío está
en inspectoría. Tome sus cosas y salga. Esté tranquilo Héctor, son las cosas
de la vida- me dice el profesor- Su mamá quiere verlo. Le dio algo grave que
es posible que la quite de este mundo. Después puede volver en horario libre
a terminar sus humanidades. Vaya.
Comencé a caminar confundido junto al inspector. Miré hacia atrás.
Supuse que el profesor, seguramente en la sala, en mi banco, mi colega,
rompía en varios pedazos mi glorioso examen.
Entonces recordé medio pasmado: Mi padre nunca terminó sus
humanidades.
Salimos con Nemesio del liceo tan rápido como entramos en él. En
la esquina apropiada nos quedamos esperando la liebre apropiada.
-¿De verdad la abuela está mal?
-Le ha dado por irse de la casita que tu papá le hizo en el terreno de
la Juana. Sale a vagar en busca de quién sabe qué. Vaga y vaga. Después
como que se pierde y no sabe o no quiere volver. Esta vez se cayó y se
machucó bien machucada. Tu papá la está viendo ahora.
-Mi papá- grité-¿Mi papá está en San Marcos?
-Sí, la vino a ver y se encontró con la sorpresa que doña Isabel no
estaba. La buscó, preguntó por acá y por allá y al fin dio con ella. La llevó en
taxi al hospital. Parece que se partió la cadera. Ya no va a poder valerse por
sí misma, quizás ya nunca más.
-Vamos. Ésa es la liebre- dije y estiré el brazo para hacerla parar.
Fractales
Alta Fidelidad
*
Me quedé dormido por lo menos 15 minutos después de haber
encendido la tele, el pérsonal y abierto a Rayuela pobrecita. Los dos últimos
en el suelo.
Mi esposa y mi hijito deambularon ese día por el departamento
haciendo sus cosas. Y pensar que me había quedado con ellos para aportales
algo positivo. No para contaminarlos con mi mala vida.
Cayó la botella a la alfombra y regó unos chorritos de cerveza.
Contaminando con estos vicios como el cigarro, comer ají, inevitablemente
comprarme el diario todos los domingos, el cafecito, la cerveza, el vino, el
pisco y tantos otros tics los cuales bien me mataban a mí, pero en los cuales
no había para qué involucrarlos a ellos.
Mi esposa levantó la botella chica. Limpió lo mejor que pudo la
alfombra.
*
Desperté nuevamente a las doce. Desde la pantalla de la TV un gringo
me decía algo cómico que me hizo reír. Busqué la botella. No la encontré
por ninguna parte. No tuve que prestarle mucha atención al tipo de la tele
para entenderle el chiste. Me lo sabía de memoria. Me lo había dicho tantas
veces y las mismas veces nos habíamos reído juntos. Me puse de pie y fui
hacia el refrigerador. Esto sí que era fidelidad, mierda.
gabriel castro rodríguez
Centauro
Una Carta
*
la razón & la fuerza
Lily:
Realmente espero estés bien tú y nuestro hijo cuando leas estas
líneas. Y recuperada del shock del rapto.
Has de saber, no sé si mi padre te ha contado algo, que estoy en
San Marcos, y en general bien. A salvo de mis iniciales raptores, de los
cuales todavía ignoro sus móviles para arrebatarme de ustedes ¿Tú sabes
algo? Si es así cuéntame. Estoy bien. Pero diría que de nuevo raptado.
Es tan confuso todo. Te contaré sin detalles que un tío de mi padre,
(recordarás que él es de acá), se ha empeñado en que yo asuma el rol de
enmedador de pifias familiares. En estos momentos para todo el mundo soy
su primo, es decir el Titito, es decir tu suegro, mi padre. Así me presentó
ante la abuela y así a ella se le ocurrió acogerme como su hijo vuelto a
tener 25 años. No es raro en ella tal reacción ¿Te acuerdas cuando la vinimos
a ver y ella tenía en un macetero y regaba una flor plástica? Pues bien
ahora ella está grave y alucinando en el hospital de Quillota. Se cayó la
pobre. Nemesio, así se llama el tío, quiere que ahora sea la abuela, que me
vista como ella... Creo entender que así de esta forma, bajo esos roles llegaré
a algo que él busca y que no puede encontrar.
Era una misión para mi padre, algo que dejó inconcluso, y yo parece
que debo encargarme de pagar la deuda, pues él ya está viejo para esto.
Algo así como que su tiempo pasó. Yo no sé a dónde irá a parar toda esta
locura. Supongo estaré bien. Me preocupan principalmente ustedes, quiero
saber que están bien y sin problema. Yo en cuanto me deje ir Nemesio, estaré
con ustedes. Te juro que actualmente soy un prisionero de este hombre de
campo que me salvó de los raptores. Como te digo no sé qué querían conmigo.
Pero a su vez Nemesio me tiene también atrapado. ¡Hasta mi papá hoy en la
mañana, cuando vino a ver a la abuela enferma, me dijo que debía seguirle
el juego al huaso! Y te juro que no quiero (En mala hora me trajeron los
raptores, atado en la cajuela, hasta San Marcos) pero igual debo seguir
acá. Quizás más temprano que tarde, haya hecho o no lo que me
encomiendan, esté con ustedes. Cuidense. Váyanse del departamento, a donde
tus papás o donde los míos, no estés sola con el niño. Si necesitas plata
pídele a mi papá o intenta ir a buscar el cheque al colegio. Ya por estos días
lo estarán entregando.
Te quiere y recuerda, Abel.
la razón & la fuerza
Bolaca
-Una ficha de larga distancia, por favor- le pedí a la vieja sin mirarla.
-¿Desistió de la carta?- preguntó buscándome el rostro, pero no le
contesté. Le pasé las monedas correspondientes. El último dinero que me
quedaba. Me pasó la ficha. Me miró de nuevo con ese asqueroso gesto de
sacarse los lentes y examinarme el rostro con los ojos de ciega achinados.
gabriel castro rodríguez
-¿Qué te hay creído cabrito? Más respeto con tu tío. Esto Titito, no
es juego ¿Ya? ¿Me entiendes? La comunicación que me pides no es posible.
Supongo que ya intentaste algo con ese teléfono- señaló hacia donde yo
miraba- Cuánto te apuesto que no lograste nada- se ríe sin ganas- Comunicarse
fuera de San Marcos no se puede. Agradece que pudiste vivir la paradoja de
conversar con tu padre, o sea contigo mismo. Ya verás que él velará por tu
familia. Olvídate entonces de ellos y concéntrate en tu papel Titito- me hizo
un gesto para que me volviera a sentar en el banco de aquella deprimente
plaza- Mira que en la medida en que te metas en tu nuevo papel, así y sólo
así podrás recolectar los datos que necesito para tomar el hilo de la madeja
enmarañada. El extremo que me permitirá deshacer el enredo y reovillarla.
La gavilla estará lista, limpia y tú podrás largarte a donde se te dé la regalada
gana. Asume mi plan y te irás luego a tu tiempo y lugar. Antes no puedes.
Estás perdido en mi tiempo y en mi lugar, sin autorización para hacer otra
cosa más que estar atento al gran momento de encontrar la falla. Así es que
pórtate bien. Yo me voy a la casa. Allégate luego, mira que los chanchos te
están echando de menos.
Se puso de pie. Se enchufó la chupalla y se fue tranquilo por donde
llegó, dejándome, pensó, seguro con un supuesto collar invisible del cual no
me podía zafar. Eso es lo que él cree. Está equivocado.
Regresé al teléfono. Volví a perder media hora sin lograr
comunicarme. Miré el aparato, que por cierto era muy viejo. Recordé entonces
las palabras de Nemesio diciéndome que esto era un viaje hacia el pasado y
ya había sido suficiente paradoja el comunicarme con mi padre puesto que
yo ahora era él.
Colgué finalmente el fono y me di por vencido. No con mi actual
plan de huída.
Busco dónde servirme una cerveza. Despedida de San Marcos y
combustible para emplumármelas de una vez por todas de este indeseable
berengenal.
gabriel castro rodríguez
Pies en Polvorosa
-Hay que puro huir- me dije eructando gas de cerveza. Nada más
que correr en dirección contraria a este pueblucho. En un par de duras horas
estaré en mi sitio, donde debía estar. Ya entonces todo sería mejor. Aunque
esta sombra posada sobre mi espíritu con raros acontecimientos que me habían
sucedido persistiera. Por lo menos estaría en mi hogar. Entonces todo, creí,
todo sería mejor. Había que puro poner pies en la línea del tren y avanzar.
Respiré hondo. Miré hacia atrás y vi en la sombría estación un par
de gentes con bolsas de feria, bolsos de tevinil alguna vez celeste, bolsas de
pan. Miraban sus relojes de Taiwán en resina negra. Intercambiaban palabras
sin gran sentido para mí. Otra tarde más en este triste pueblo, pero eso no lo
sabían, no lo sentían, ya no lo lamentaban ¿Érais de aquella prisión o de otra
más grande pero igual de triste y seca?
Atroz interior, pensé. Bien te llama la gente interior. Zona asquerosa
hedionda a bosta. Interior, intestino de la urbe. Pobres gentes a escasos
kilómetros de la vida verdadera muertos en una mentira increíble para un
brillante ciudadano como yo. La rutina campechana, la inconmensurable
huecura de la existencia. Cuando Macca dijo All I want to be is a country
boy, me dije, debió haber estado pensando en otra cosa. Chao gente, pobres
gentes atrapadas en esta burbuja cercana a lo verídico. Por eso más terrible
todo esto. Qué espanto estar en el límite, al filo de la realidad sin poder
acceder a ella. Sólo verla. Chao espectadores bobos de campo, chao. Mi
exótica vida urbana me espera ¿Hay algo más cierto que la vida en la ciudad?
me pregunté. No, no hay nada más cierto. Say good bye to San Marcos my
baby, farewell. Decadente o no, mi vida es en la ciudad y no aquí: Doble
decadencia.
*
la razón & la fuerza
La línea era una infinita escalera tirada. Había que puro cuidarse de
que no viniera un tren. Pero era fácil en todo caso darse cuenta. Los rieles,
los durmientes completamente en movimiento vibratorio anunciando el animal
de fierro acercándose. Atroz mamotreto repleto de gentes haciendo el ruido
que suelen las gentes hacer al existir, pero todo apretujado simultáneo en los
vagones. Se siente y hay que puro ponerse a un lado y más que eso, consideré.
Un par de metros lejos de la vía de tal forma que no haya ni posibilidad
mínima de ser chupado por la máquina infernal, como advertía mi madre
para estos casos. Concierto de cuchillos afilándose, toneladas de muerte a
mil por hora, concierto de maestranzas rompiendo la vegetación, salpicándola
de grasa. Gusano metálico a cien por hora. Cómo te odia y cómo te ama esta
gente. De lejos verlo pasar y luego de pasado volver a la vía y continuar el
difícil devenir. Escabrosa peripecia puesto que tal ruta no está hecha
definitivamente para humanos. Es difícil caminar en la línea del tren: o sobra
o falta un paso para coincidir con los durmientes: Las más de las veces el
zapato cae desnivelado, crujiendo, entre los maderos olorosos a aceite, en
piedras marrones duras como el sol que hace hervir al transeúnte venido a
locomotora. A mí.
Todo ardía y a lado y lado acequias o huertos, o plantíos olorosos
ignorando al compañero intruso. Sendero de acero, madera y mala piedra
esa vez con fugitivo en la ruta. Las chicharras cruzaban de lado a lado los
tímpanos con su chillido rayando la ultra frecuencia. Hilando las perlas de
abrasador calor de enero en ese campo maldito. Dios me guíe, pedí, y el
diablo se haga el sordo quedándose en San Marcos bebiendo en algún
clandestino.
Y de pronto las paralelas líneas plateadas en los bordes superiores,
a cada costado juntando para el viento polvos de acero microscópico, se
hicieron cuatro y orquesta muda de tornillos, grasas e ingenios tan
maravillosos en medio de la nada, del desierto verde vertical. Fauna de
chicharras, ratones, conejos y moscas. Morada de la soledad calcinada por el
mediodía agricultor. Desvío, carro carcomido por los años, la soledad, las
hordas de diezmados mariguaneros locales, o simples aspirantes de los
solventes la mayoría. O solamente sombra al riachuelo para bebedero de
cabras y vacas.
Puras escaramuzas de ingenieros de Ferrocarriles del Estado sin un
para qué o un para dónde claro. Todo botado. Simplemente todo botado.
gabriel castro rodríguez
Pero hay que puro seguir, me dije. A lo más, ya que el aire lo sugiere,
un meado rápido y seguir. Puro seguir huyendo del raro caso de relegamiento
del cual había sido víctima sin ton ni son.
Refrescó a una hora cuando no deberían correr tales brisas. Seguro
porque se anunciaba el gran río, sospeché entonces. Miré perplejo las rápidas
acequias a la derecha, de un brazo de ancho a lo más. Caudalosas, apuradas,
peinando largos pastos acuáticos y por sobre ellas de vez en cuando podridos
secos tablones abrazados por alambres tostados por innumerables veranos.
Oxidados y cortados los más débiles jugando a ser puentes para acceder a
las partes pudendas de las parcelas, donde estaba el tendido, la máquina
carcomida ayer tractor, o repuesto de él. La artesa, el gato, el perro amarrado
ladrándome. El niñito en calzoncillos chorreando agua de balde saludando
con timidez. Antenas inconmensurables para ver la TV nacional: Idéntico
ingenio para los puentes improvisados de tablones, pero en vez de
horizontales, verticales picando al cielo en busca de una señal de urbe para
mirarla de reojo y soñar estando allí y no acá. En fin, la línea, el tren, el
ferrocarril era un fisgón pillando a las viejas en calzones saliendo de la casucha
sobre el pozo séptico. Ahí iba yo sospechando al Aconcagua por el frío
penetrando el calor de pleno verano, haciéndolo algo marítimo siendo que
bien sabía faltan varios kilómetros para ese maravilloso inasible animal.
De cuando en vez aparecía allá, por sobre la vegetación seca ansiando
un incendio, la cinta gris cariada en donde circulan vehículos a gran velocidad.
Todos de paso. Llegando o huyendo. Todos de paso. Pocos son los que llegan
para quedarse ¿Quién quisiera quedarse? Camionetas rojas repletas atrás de
verduras empaquetadas con 4 hombres de sombrero de pita en una cabina
para tres apretados.
Se acercaba un cruce para los automovilistas, para el tren, y para mí
punto final a San Marcos. Para arriba la costa, para abajo Quillota y abajo
murmuraba su potente canción un Aconcagua perplejo. Él también está en
un cruce: viene de Quillota, le dan de San Marcos, va para Tabolango. Y el
cruce le hace todo brazo, pie, borbotón, banco de arena, gaviotas, garzas,
queltehues, islotes, rápidas y lentas aguas. Y ahí yo.
la razón & la fuerza
Sensación de Libertad
Estaba tirado de cara al sol con los ojos cerrados disfrutando del
aire oloroso a río, sólo molestado por algunas moscas insistiendo en posárseme
en la cara y brazos. Desesperantes bichos alterándome aquel momento de
perfecta fuga, intentándolos infructuosamente espantar con la mano. Perfecta
fuga. Qué inocente.
Claro. Con una mano levantó su chupalla saludando, con la otra
mostró algo así como un largo palo el cual después identifiqué como caña de
pescar. Silbaba. Abrí los ojos y miré lo más me permitía el sol hacia arriba,
hacia el puente ferroviario y, Dios mío, era Nemesio. Por supuesto que era
Nemesio sonnriendo como si hubiera inventado la sonrisa con sus
campechanos enfundados de oro y sus ausencias dentales.
-¿Quiere ir a veranear? No faltaba más. No tenía para qué hacer tan
engorroso viaje. Le hubiera dicho no más a su tío Nemesio que quería ir a la
costa. Para eso tiene a su Tía Liduvina, que tanto que lo quiere y cada vez
que se acuerda se pone a llorar, y lo invita para que vaya a pasarse unos días
por allá en Quintero para que se asolee un poquito. Venga, suba y vamos.
Mire como está todo revolcado, lo viera su mamita Isabel, la pobrecita que
sufre ahora en el hospital- todo me lo gritó para abajo del puente ferroviario
hasta donde yo estaba en un banco de arena obra del río. Antes salvación
final.
Me puse en pie mareado por la maniobra de improviso. Hacía mucho
calor. Pensé huir, correr hasta internarme entre las malezas prehistóricas del
lecho fluvial. Me faltaron fuerzas. Mi alma, mente, ganas de hacer algo se
habían licuado con el Aconcagua, o con otra cosa manando del pueblo. O
gabriel castro rodríguez
con el mismo huaso mirándome desde allá arriba esperando, sonriendo con
cinismo la obediencia a su invitación. Gigantesco moscardón sonriente.
Seguro me debilitaba la experiencia de haber emprendido una larga, peligrosa
y perfecta huída convertida en puro cansancio y frustración en un par de
segundos viendo a mi captor allá arriba en la línea, contento y dándole un
nuevo giro, completamente distinto, a mi plan de escape. Veranear a Quintero.
Qué chiste. Tal y como lo hacía mi padre en sus tiempos de adolescente.
No huí, pensé, sólo me había adelantado un poquito en el camino
para que luego Nemesio me alcanzara y, al día siguiente, emprendiera el
viaje a la costa siguiendo su plan. Todo tal cual seguramente lo pensó. Como
si yo fuera una marioneta, como un perro dándosele soga, larga y la pobre
bestia, osea yo, se hizo en el intertanto la ilusión de huir a perderse. Sólo le
daban cuerda. Por eso trotaba y trotaba a reventarse hasta que, viéndose
lejos cruzado el río, salvado, restablecido a su largo camino de regreso a
casa, de pronto, paff. La soga casi me estrangula poniéndose tensa, anunciando
su persistencia al cuello, mostrando sonriendo su: Nunca te dejé salir de mí,
nunca te dejé ir.
Como una caricatura de Tom y Jerry.
-Sólo te di un poco de cuerda para que sintieras la engañosa
sensación de que eras libre nuevamente- me pareció decía mi tío, tirado de
guata transversal a la línea extendiéndome la mano libre por un momento de
la caña de pescar, para ayudarme a subir por la columna chorreada de óxido
del vertiginoso puente ferroviario.
Dos
Repasar
la razón & la fuerza
Sólo quería emborracharme y terminar con este, con estos días tristes.
Miraba cómo atardecía por la ventana desde este clandestino de conocimiento
popular. Miré hacia la costa donde se me imaginaba debía estar mi esposa y
mi hijito. Me preguntaba cómo no había podido tener fuerzas para largarme
de esta enorme cárcel abierta. Empezaba a pensar que el éxito de huir no
pasaba por la fuerza, sino por la suerte, la burla, burla al destino, al cual no
sabía cómo Nemesio lo tenía de las riendas bien controlado.
Me bebí al seco el vaso de mal tinto. Creí saber ya la respuesta de
mi fracaso: Se me había debilitado mi ya pobre espíritu con estos tragos, y
también con aquella, algo así como maldición ancestral que recién venía a
conocer acá. Aquella consigna pegada en espalda: Debes armar lo
desarmado.
Yo, el patán de pequeños mínimos esfuerzos, pasar suave, suavizado
aún más por el alcohol y la rutina de algodonoso profesor mediocre,
refocilándose en su mediocridad, ni siquiera salvándose con el infructuoso
bálsamo de la confección de una mínima mala novela inacabable, atrapado
ahora por estas cadenas invisibles heredadas de pronto de mi estirpe paterna.
Pobre familia que algo, más de algo hizo mal. Adivinen quién debe pagar
por los platos rotos incluso con su sangre, pregunté.
Como si fuera la única familia chilena con zonas retorcidas y oscuras.
Me engullí el contenido del vaso ¿De dónde estas ganas de
perfeccionar lo que es estadísticamente normal? me pregunté. Para qué
preocuparse tanto ¿Ah?
Recuerdo esa micro llevándome al Liceo de Quillota hace un par de
días, acompañado posiblemente con otros al borde de los treinta como yo,
enfundados en chaquetas escolares azul piedra, en enero y mirando para
todos lados tratando de descubrir si eran los ochenta o los cincuenta igual
que yo. Igual. Ergo, pensé, hay otras torcidas familias en pie de guerra
enderezando en este preciso momento.
Quizás ese gordito colorado mirando para acá de vez en cuando, me
dije, o esa tipa en la plaza allá afuera con cara de matea haciendo dibujos
con un palito en la tierra. En fin, debajo de este país planeando reconciliarse
por encima con lo ocurrido por debajo, hay un pueblo planeando reconciliarse
por debajo con lo que ocurrió por encima.
gabriel castro rodríguez
Oferta y Demanda
Cascanueces
gabriel castro rodríguez
Mediodía en la Estación
(El que se Arrepiente se Salva)
gabriel castro rodríguez
-Ya. Desde hoy debes ser mi tía Isabel. Estando ella fuera de
circulación, es lo que coresponde. Supe que ayer te habías curado en el ex
teatro. Bien por tí. Supongo que te puedes dar esos lujos mientras me haigas
mantenido a los chanchos bien cuidados ¿Ese sombrero de vaquero de a
dónde lo sacaste? Guárdalo, ya no te servirá por un buen tiempo. Por tu
salud espero que no hayas hablado de más. De todas formas acá nadie te va
a hacer juicio con tus palabrerías de citadino. Toma la peluca y el gorro de
lana. A la abuela se le estaba cayendo el pelo, por eso la peluca es así. Métete
alguno de estos pinches negros. Así. Afeitate bien la cara. Te echas de estos
polvos. Supongo que las piernas no te las rasuras, pues las medias estas son
bien gruesas. Ve por si acaso. Esa ropa es de ella. Vístete luego. Toma la
cartera. Lávate bien el hocico para que no se te sienta el tufo a vino tinto.
Cómete unas pastillas de eucaliptus que hay en la cartera después que
desayunes. Te echas de estos polvos en la cara, y de esta colonia inglesa. Ah,
y lávate con el Le Sanci salmón. Te puedes echar un poco de brillantina en la
chasquilla. Creo que no tendrás problemas con los zapatos pues son bajos.
-Okey, okey- asentí mientras recordaba mi cita al mediodía en la
estación.
-Te ves tranquilo ¿Qué pasa? No vayas intentar nada Isabelita. Te
estaré vigilando. Vas a la estación conmigo y tomas un tren especial de verano
que sale para Quintero a las doce.
-¿No era que era temporada escolar?
-Es la temporada que a mí se me ocurra- empuñó las manos- ¿Está
claro? Además, desde que hiciste la gracia esa la del río Aconcagua te tenía
prometido el veraneo en Quintero. Eso sí que yo no sabía que ibas a ir de
abuela Isabel. Así será como lo quiere el Taita Dios.
-Lo que usted diga- dije. Pensé en que todo calzaba para mi nuevo
plan de huída. Aunque ahora fuera vestido de abuela.
-Muy bien. Allá te juntarás con tu ahora hermana Liduvina. La pobre
está ciega de hace años y le encantará recibirte por unos días- me pasó una
cartera negra-También está tu sobrina Milena. Ella no sospechará nada, está
mala de la cabeza. Pero esa es otra historia.
-Muy bien.
-Estás muy colaborador ¿Qué tramas?
-Nada.
la razón & la fuerza
-¿Por eso haces todo esto? Has caído bajo, comerciante de pacotilla-
dijo Nemesio justo cuando se sintió a lo lejos la bocina de un automotor-
Además eso es mío ¿De a dónde lo sacaste?- intentó arrebatármelo.
-Mentira. Esto es muy mío, de mi infancia. Juguete de mi niñez-
dije reaccionando no como abuela sino como un niño. Ni más ni menos
como lo haría mi hijito luchando por un juguete suyo.
-Tu niñez me la paso por la raja- exclamó Nemesio y me lo intentó
arrebatar sin conseguirlo- Eso me lo regaló tu madre. Es mío- nuevamente
hizo ademán de quitármelo. Manoteando en lucha por el soldado, cayó al
suelo rodando lo más permitido por su palanca atravezándole la cabeza.
Entonces ágilmente lo tomó el Chivo. Pobre juguete, pensé, no
merece tales golpes.
-Es mío ahora, Nemesio. No me cuesta nada darte un trompazo y
tirarte a la línea. Total yo ya no vuelvo más por estos estériles lares, así es
que no pierdo ni clientela. Esta zona ya la he agotado. Suelta a Abel no más
y nos vamos todos felices.
-Güeón de mierda no te metas en lo que no te importa- gritó Nemesio
empuñando sus manos.
-Esto me importa- dijo el Chivo examinando profesional al
cascanueces- Es mi paga por el rescate de las locuras que has dado a tu
pariente.
Miré el juguete. En realidad, me confesé, eso es, un juguete
maravilloso cargado de mi felicidad infantil. Me dio un escalofrío verlo en
las manos obscenas del chivo con su anillo con rubí. Lo mismo si lo viera
cayendo a un río o al fondo de un pozo. Algo raro se me paseó por la mente.
-¡Pásamelo, es de mi nieto!- dije nieto y pensé en mi hijo.
Nemesio se me quedó mirando.
-¿Qué?- el chivo también me miró confundido.
-Páseselo a la abuela oiga- dijo un parroquiano macizo de chupalla
que iba pasando- ¿Este citadino está güeviando a tu tía Isabel, Nemesio?
-Si niño- le dije sonriéndole con mi mejor cara de abuela.
-Pero tú estás loco Abel- me dijo mi ex profesor- Mira, viene el tren
de Quillota para Viña. Ahí nos vamos. A tu casa, donde tu esposa, donde tu
hijo.
gabriel castro rodríguez
Saludos y Fruta
Slam
-No hay nadie mirando, y bueno, si alguien mira jamás atina lo que
vamos a hacer. Es cosa de ser rápido. Usted se tira y yo le lanzo el bolso- me
miró esperando una respuesta- ¿Oká?
-Okey. Bueno, el bolso no es tan importante, pero igual me lo tiras.
-Espérese. Viene el inspector. Dejémoslo pasar, va seguramente a la
cabina del conductor. El gordito pasó ocupado en sus cosas y no en las
nuestras.
-Ya abuelita, ventana bien abierta, inspector en la cabina del conductor,
nadie mirando. Uno, dos y- larga pausa emocionante, y gritó: -Tres.
Pero la cosa era más peligrosa de lo pintado por el nene: había postes
carcomidos por el aire salino pasando a regular velocidad frente a mi nariz.
Abajo se veía más veloz de lo que se suponía el infinito pasar de los
durmientes crujiendo con orquesta de metales de este mounstro salvaje
rodado. Más allá se veían dunas salpicadas de piedras y plantas, y más allá el
mar salvaje de esta costa casi virgen. Sin nadie a la vista en una tarde de
neblina costera.
La cosa era saltar lo más lejos de esta bestia, la cual fácilmente me
podía tragar y hacer puré. Bueno y también la gracia era no chocar con un
poste. Ni tampoco con una piedra filuda en vez de suave colchón de arena.
Sentí los huesos de mis piernas, su carne crujir bajo las ruedas del
tren. Astillado mi cráneo. Todo crepitar, todo crujir. Desolado, muerto. Eso
sí que era violencia, odio, desamparo verdadero sin piedad.
-Ya pues oiga- insistía impaciente el muchacho- Si la sigue pensando
llega a Quintero con medio cuerpo afuera. Tome, esto le ayudará a decidirse-
y me dio a fumar un genuino pito recién encendido.
Lo mejor que pude cara al viento fumé como se deben fumar tales
cosas. Luego de dos piteadas se lo devolví. El muy salvaje entonces me
empujó con su bototo puesto en mi trasero. Justo después de un poste. De
boca salí en real salto mortal de abuela hacia afuera del tren. Lo más lejos
que pude intentando para no ser difunto y lograr ser tránsfuga feliz.
El rápido influjo de la poderosa yerba me hizo sentir más liviana y
lenta la caída.
Caí con la boca abierta en una muy dura duna. Libre gracias a Dios,
de piedras, y a una distancia leve de los durmientes y del convoy pasando
con su rechinar de máquina venciendo el viento helado con agua de mar y
arena perniciosa para el metal.
la razón & la fuerza
Unos metros más allá cayó con estrépito mi bolso de abuela junto con
un paquetito hecho con papel de diario.
Vi a mi ocasional ayudante alejarse, despediéndose y con ambas
manos encueradas señalándome el envío. Medio cuerpo hacia afuera, chascón,
rumbo a su recital de los Death Snake.
-Suerte abuelita- me gritó levantando sus pulgares agitándolos hacia
el cielo- Buen provecho.
Me despedí haciendo igual gesto, sentado entre los montículos de
arena. Libre mientras menos se veía y se escuchaba el tren. Cada vez menos.
Recité ruborizado.
Así estuve como si fuera nylon. Estirados minutos gozando de mi
omphalus como si fuera este una mini TV.
Infierno florido. Polo con forma de mosca de hielo, saboreando una
revelación: En mi ombligo todos los asilos tenidos y por tener: El útero
materno, luego el kinder, básica, la media, la U, mi Trabajo ¿Libertad y no
asilo, por fin? Nooo. Después mi casa. Luego una buena Casa de Reposo.
Finalmente el Cementerio. Puros asilos.
Tirado, inerte. Habiendo sido del frío y de la yerba también. Anidado
por la arena tibia: Vieja sabia estrujando al sol de la tarde para reterlo y
prodigarlo en casos como estos. A metros de mi objetivo aquella ciudad.
Tirado dormí profundamente. Dormí semi feliz, revelado, sin frío, soñando
sería así con cualquier droga. Pero también sería así sin cualquier droga:
Mágico, liberado por fin. Rebelado, sabio, sin vicios, disfraces. Desnudo
sabiendo bien qué había que ser y dejar a la música raptada por el viento. Así
como también todo lo escrito y dicho. Mi estirpe paterna y así todo. Todo.
Entonces, en imposible contorsión, besé mi ombligo mirando al mismo
tiempo una foca, o un lobo marino. Algo por el estilo.
Agusanándose en esta orilla solitaria con una enorme ave marina
muerta enterrado su pico todo cubierto de moscas y hormigas.
Como Prometeo y el águila muertos y pretificados.
Ave copulándolo, comiéndole el bolo alimenticio antiguo de su
estómago seco.
Comiéndose recíprocamente todos a partir de lo que era el vientre del
mamífero marino.
Festín simultáneo en el océano, donde empezó la vida.
Ying y el Yang.
la razón & la fuerza
Quizás horas después desperté de ese estado de beatitud con los cocos
doliéndome de frío. Claro, de abuela, pero con el vestido revuelto.
Como violada. Permitiendo así que la nieve marina se me metiera
debajo.
Me bajé las polleras pudorosa. Ah mujeres, valientes mujeres con
faldas. Casi al aire el sexo. Con razón aprendieron muchas a protegerlo
sistemáticamente.
Me paré. Ya sin nada de niebla alrededor ni adentro mío me percaté
faltaban un par de pasos para entrar a la encrucijada turística: La ciudad de
Con-Cón. Vecina, muy vecina localidad de mi hogar.
Estaba a pasos de mi consumada fuga con el espíritu calmo por primera
vez en años. Como si hubiera vomitado algo malo.
Telephone Line
give sometime
I´m living in Twlight
Lily estaba donde sus papás refugiada después del rapto. Le pedí nos
encontráramos en Con-Cón y trajera ropa para cambiarme. Expresé lo mejor
posible a través de la línea telefónica mi amor por ella. Estábamos vivos,
intactos y amantes más que nunca. En media hora estaríamos juntos de nuevo,
así el círculo inesperado se cerraría para siempre. No traería al niño porque
recién había iniciado su siesta. Solo ella y yo clausurando la temporada loca,
Rescatado y salvado por mi mujer. Cambio y fuera.
Ríos de Hiel
gabriel castro rodríguez
Miré y por unos cortos instantes pensé: (sin una gota de pasado, sin
una gota de futuro), se acaba esa tristeza matándome desde hace algún tiempo.
La juventud suele ser de por sí atractiva, pero había algo más atractivo
que su aura juvenil, perenne aunque acumulara años. La vi, entonces, más
hermosa que nunca. Brillaba llena de belleza intransable.
Rico es Amar
-A qué se refiere señor locutor con eso de qué rico es amar- exclamé
apretando los dientes y mirando a la radio- ¿Es que se refiere a ese verbo con
todas sus acepciones y alcances? No lo creo. Supongo que no piensa en lo
que dice. Mejor deja sonar a los Death Snake- Traté de apagar el aparato.
Ella me detuvo.
-Tranquilo- atrapó mi mano buscando el switch.
-Mi violencia es en verdad tristeza- le dije. Llevé a mi boca su mano
atrapando la mía y se la besé.
-¿Acaso no estás contento por estar acá conmigo, libre ya de aquellos
extraños rollos del Nemesio?- me consultó buscando un cenicero. Acerqué
uno que encontré sobre la tele, la cual ahora después de 60 minutos anunciaba
un capítulo de la versión para la tele de la obra de Peter Graves Yo Claudio.
Ficción británica después de ficción nacional. Me dan ganas de soltarle el
mute. Me aguanto.
-Verdad- le dije mirándola a los ojos- Disculpa. Oye en verdad que
tengo cualquier material para una buena novela, hay que puro recordar y
empezar a escribirla, revisarla, terminarla y tratar de publicarla- sonreí- No
hay mal que por bien no venga ¿No?- dije y la besé.
-Ajá- dijo y me besó.
-San Marcos que me hiciste daño, sin embargo igual te quiero. Cariño
malo- dije sonriendo otra vez- La literatura como tabla de flote ante la
tempestad más dura. Claro que sí. No te niego que con lo de Nemesio me
reconecté con mi pasado familiar. Y además me llegó un increíble material
para hacer un buen libro. Es cosa de escribirlo no más- levanté los brazos
hacia el cielo bostezando relajado- Total, verano y por lo tanto tiempo, me
queda ¿Has visto como llena la gente vacía sus horas? Inventa conflictos,
beben, en fin, nada bueno. Si por último escribieran, ya sería algo mucho
mejor.
-Pero tú bebes también, y creo que mucho.
-Cuando me emborracho soy un hermano mayor mío.
-Te prefiero a ti. A nadie más.
la razón & la fuerza
-Sí mi amor. Tranquila- dije. La volví a besar. Metí mi mano bajo las
sábanas y recorrí sus piernas morenas. Se acercó al cenicero del velador y
apagó el cigarrillo. Intentó apagar la luz, pero se lo impedí. Lentamente puse
mis manos en sus senos. Acerqué mi boca y mamé de su pezón derecho de
madre. Luego del izquierdo. Duritos. Le apreté todo el pecho con mis dos
manos. De nuevo intentó apagar la luz.
-No. Quiero verte.
-Bueno- dijo tapándose los ojos con la mano izquierda y sonrió. La
derecha fue hacia mi sexo. Lo encaminó al centro de su sexo. Le bajé
lentamente los calzones. Le besé, mordí, y succioné. Se resistió poco, jugando.
Le metí mi lengua. Recorrí su sexo una y otra vez. Se contorsionó en el
lecho. Se abrió de piernas para que pudiera penetrar con mi lengua mejor.
Miré de reojo su rostro. Con mis manos indiqué que se pusiera de
guatita. Le lamí el potito una y otra vez hasta admitir en su centro mi lengua
húmeda y dura.
Me levanté y saqué completamente su calzón.
La observé con su cabellera larga sobre su suave espalda morena.
Toda entregada.
Mordisquié su cuello. Revolví su pelo. Masqué suave el lóbulo de su
oreja derecha, le dije: te amo. Te eché de menos.
Bajé lamiendo lentamente por el centro de su espalda, escuchando su
quejido de placer hasta llegar a su potito en cuyo centro volví a lamerla
enterrando mi lengüita. Seguí hacia abajo. Me tendí para metérsela en el
sexo. Una y otra vez desesperándola. Sentí manar el sector rosado.
Algo decían por la radio, algo decía ella.
Me tendí de espaldas. Ella se deslizó hasta atrapar con sus manos,
frente a su rostro mi sexo erecto. Me comenzó a masturbar. Luego metió mi
miembro en su boca una y otra vez. Retiré su pelo del rostro para ver bien lo
delicioso que me hacía. Ella también retiró su larga chasquilla del rostro.
Entonces retiró su boca, me miró con los ojos entrecerrados, sonrió y me
dijo despacito: te amo. Acarició mi vientre. Se puso sobre mí, tomó mi
miembro y se lo metió en su vagina caliente y húmeda.
Comenzó a cabalgar primero lento. Luego rápido haciendo saltar sus
tetitas, las cuales se las atrapaba y acariciaba con ambas manos con la
apropiada fuerza.
Gozábamos bien.
gabriel castro rodríguez
Moscas
Tocata y Fuga
Emboscada Madre I I
-¿Vamos a Quintero?
-Cállate y déjame pensar.
Me ordenó parar. Llegábamos al final del puente. Se acercaba el cruce
de la línea del tren y ya se podía distinguir el curioso guardavía eléctrico con
su forma humanoide. Muerto a esta hora.
-Por supuesto que vamos a Quintero. Ya que el lindo decidió bajarse
antes, tuvo que venir su tío a ponerlo nuevamente en camino al muy maricón
traidor. Putas que me costó encontrarte. Pero el buen tío Nemesio triunfó
otra vez. Y justo a tiempo para salvar de nuevo al malagradecido de mierda.
Claro que vamos a Quintero. Pero no hay ninguna güevada en qué irse para
allá a estas horas por la misma re chucha ¿Te das cuenta en los medios ni
güeveos que nos pones Titito? Y por puro ser maricón y jugarme chueco.
Hace dos días que te esperaba tu tía Liduvina. Y claro, yo, el güeón, confía
en el maricón, y cometo la torpeza de dejarte venir solo- Escupió al suelo- Se
me olvida de que eres un citadino maricón, y no se puede confiar en tí.
-Quería ver a mi familia.
-Rica familia que tenís güeón. Tu mujercita te deja botado, en pelota
y sin ni un cinco- se rió.
-¿Cómo sabe usted eso?
-Ese gallo del motel me lo dijo mientras tú te ibas a cambiar los pañales
al baño. Además me debes plata, tuve que pagarle por esa ropa que llevas
puesta. Eres puras pérdidas. Ni una ganancia.
-Podría haberle comprado un yerse. Me muero de frío.
-¿Y no quería otra cosita el güeón patúo? Cállate será mejor. Así me
dejas pensar qué vamos a hacer ahora que no podemos tomar nada para ir a
donde tu tía.
-Podríamos devolvernos y pasar la noche en Con-Cón.
-¿Quieres un escopetazo güeón chistosisto?
Colmo
*
-¿Es un prisionero?
-Sí- Nemesio contestó sonriendo orgulloso.
-Hace tiempo tuve uno.
-Y ¿Cómo le fue abuelito?
-Después le cuento, cuando se vaya a dormir el futrecito ¿Se serviría
unas cañitas con este abuelo?
-Es tarde, pero igual ¿Cómo despreciarle?
-Vieeeja.
-¿Qué pasa?
-Sírvete una botella de tinto.
-Viejo, a usted el trago le hace muy re mal. Acuérdese de lo que le
dijo el doctor- advirtió la abuela mirándonos de reojo a Nemesio y a mí.
-A la mierda el matasanos ¿Cierto Nemesio? Y caliéntese el pastel de
choclo, pique tomate y cebollita y lo acarrea para acá ligerito. Llévese al
futrecito y muéstrele dónde va a dormir.
Yo sentía el llamado más que del hambre, de la sed. Miré a Nemesio
para que intercediera por mí.
Nemesio me conocía. Sabía qué quería, pero seguía muy enojado
conmigo. Me ignoró dejándome en manos de la vieja. Ella me condujo por
una boca de lobo acabando en un cuartucho pareciendo ser, o bien era, un
gallinero con una vela encendida en el centro.
gabriel castro rodríguez
-Apague luego la vela. Una vez se nos quemó un hijo acá, por quedarse
dormido con la vela prendida.
-¿No podría traerme un vasito de tinto señora?
-¿Está loco, quiere que el viejo me pegue? Duérmase ligerito y ya va
a ver que amanece luego. Apague pronto la vela oiga. No quiero recogerlo
con pala y escoba mañana- y la abuela se fue lentito por la oscuridad
farfullando que a su viejo le hacía mal el trago.
Al rato sentí las risas del Nemesio y del abuelo. Lejos, en la cocina,
mientras comían y tomaban intercambiando impresiones de sus respectivos
prisioneros. Me dormí con facilidad acordándome de Jorge González y
amigos.
Infantes y Bomberos
*
El bus se detuvo bruscamente. Un taco. Centena de vehículos más
adelante frenada por unos carabineros no teniendo por dónde desvíar el tráfico
frente a la entrada a Ritoque, a escasos kilómetros del puerto de Quintero.
Surgieron especulaciones entre el chofer, parrillero, pasajeros del bus
y los vendedores de diversas cosas pasando con sus canastos vendiendo esto
y aquello para comer, beber o leer. Finalmente concluí por propia y directa
observación: no era un accidente carretero. Por la cantidad de bomberos
desplazándose en dirección a Ritoque y la feroz humareda desatada allá al
fondo después del bosque de pinos, se trataba, a pesar de lo temprano y
húmedo de la mañana, de un incendio de proporciones dantescas, como
seguramente decían en la radio y más tarde aparecería escrito en los diarios.
-Bajémonos- me ordenó Nemesio tomando el arma envuelta- Queda
tan poco. Podemos caminar.
la razón & la fuerza
Hamlet en Hiroshima
Señaló con el palo un agujero del porte de una moneda, atrás, perfecto.
Metió la rama por el hoyito y levantó. El cráneo se desprendió sin dificultad
del resto del esqueleto y subió dando una vuelta en el extremo de la vara.
-Todos tienen su agujero. Los gusanos no comen hueso ¿Cierto?
-Eso es de bala- murmuró con cara de asco Nemesio apretando su
arma envuelta. El muchacho acercó el cráneo a su cara y le respondió a su
sonrisa de muerte plegando los labios y mostrando sus dientes amarillos.
-Aquí hubo un centro de detención para el 73- le expliqué.
-Ah sí. Allá en el sur también hubo varios.
-¿Eres del sur?
-Sí, me vine hace un par de días de Conce. El norte es lindísimo. No
deja de maravillarme. Y ustedes ¿En qué andan?- pestañeaba lento como si
tuviera sueño.
-Vamos a Quintero- dijo Nemesio señalando hacia donde continuaba
el sendero.
-Para allá hay puros acantilados. Hacia la izquierda está la playa de
Ritoque. Pero Quintero- besó suavemente la calavera- Quintero está de a
donde ustedes vienen ¿No son de acá?
Nemesio me miró rojo de ira.
-Supongo que el humo me confundió- le expliqué al huaso
retrocediendo ante su ira.
-Debería matarte- dijo entre dientes zamarreando el tubo de género
en su mano.
-Las abuelas son algo grande. Hay que cuidarlas.
-Devolvámonos- dijo Nemesio dándome un empujón. Justo cuando
le hacía una señal de despedida al pirómano nos dimos cuenta de que se
acercaban sombras desde donde nosotros recién veníamos. No se podía saber
si se trataba de los civiles o de los otros. No quisimos quedarnos para
averiguarlo. Afortunadamente el humo era nuestro aliado pues de vez en
cuando hacía de barrera visual entre ellos y nosotros. Seguro todavía no nos
habían avistado.
-¿Tú no vienes?- le pregunté al muchacho- Esto es recinto militar,
andan tipos de la armada por todos lados. Será mejor que huyas también. Así
nos guías.
-No es gran cosa, sólo seguir el sendero, esa cinta pelada que no se
quemó por lo mismo.
gabriel castro rodríguez
Era ventajoso llegar hasta ese camino como a dos metros más abajo.
Si bien peligroso y estrecho, nos resguardaría de la vista de los marinos-
bomberos. Ellos seguramente andaban husmeando entre el humo muy cerca.
Sabrían quizás del pirómano sureño, de la exposición ante nuestros ojos de
los maniatados esqueletos ejecutados hace menos de siete años. Haber
presenciado tal aterrador espectáculo nos ponía en aprietos
indudablemente.Vimos algo prohibido y justamente lo pretendido evitar de
la vista de los civiles veraneantes. Sin quererlo nos habíamos metido en un
lío más bien grande, pensé.
-Tú vas primero. Cuando estés abajo me recibes la escopeta. Yo te
ayudo, y por lo que más quieras, no te vayas a caer Isabel. Serías mermelada
de frutilla para postre de esos pájaros.
-No se preocupe. Haré lo imposible por no caer.
Me ayudó tomándome de una mano. Los zapatos de la abuela de Colmo
aparte de apretarme los pies como mil demonios, no hacían más que evitar
aferrarme al cerro. Resbalé y quedé unos instantes, pareciendo horas, colgando
de la mano del Nemesio.
-Mierda, no te sueltes- gritó Nemesio. Se puso como pudo en cuclillas,
luego se tendió tratándome de agarrar con la otra mano. Miré hacia abajo y
mis pies, colgando inertes fuera del caminito de abajo, los vi sobre el roquerío
y las olas a veinte metros en el fondo.
-No me suelto. Usted tampoco me suelte.
-Trata de apegarte al cerro como puedas y déjate caer. Achúntale o
sigues de largo.
Hice lo que le huaso decía y me comencé a balancear.
Nemesio era sin duda un tipo fuerte.
Por unos instantes pude poner pie en una roca saliente con cierta
firmeza. Nemesio consideró pasado el peligro y, quizás también ya agotado,
erróneamente relajó los músculos sin dejar de agarrarme de las muñecas.
Cuando la piedra cedió y yo con ella, Nemesio no logró contenerme ni
sujetarse. Como no me soltó, lo arrastré y cayó de cabeza conmigo.
gabriel castro rodríguez
Ciega no Sorda
gabriel castro rodríguez
-Ya te dije, allá vivo yo- dijo. Me miró seria justo en los ojos- Nos
vamos caminando- me vuelve a intentar engatusar con su sonrisa de niña
pícara.
-Mira qué cosas ¿Eres algo así como la atracción turística de acá,
niñita?
-Pagas 50 pesos por la botella y te la llevas- dice creyendo adivinar
que yo y el envase estábamos inseparables- Si no te importa que bebamos de
ella en el trayecto.
-Eres bien tímida, oye ¿Ah?
-Y a ti te gusta emprender caminatas- me miró nuevamente a los ojos
seria. Esperó una reacción.
-¿Y cómo sabes eso?
-Se te nota.
-¿Ah sí?- me miré- es verdad- admití- Como decía una tía de mi esposa:
Las vueltas dejan.
-¿Eres casado?- se mordió el dedo índice derecho, la uña.
-Sí ¿No lo notaste? Y con hijo- me bebí al seco la cerveza tibia.
-No, eso no me lo dijo tu tío- dijo. Me miró a los ojos seria con cara de
venganza, diría yo, aunque en ese momento no tuve ni ganas ni ojos para
determinar contenido de miradas. Igual me daba asco y rabia tener que
recordar de pronto al odioso huaso.
-Conoces al Nemesio- saqué un life. Le ofrecí pero lo rechazó y con
el cigarrillo en la boca murmuré nervioso de nuevo- Y pensar que estaba
empezando a relajarme recién. Mierda.
-Sí. Tú y yo somos primos- me tomó la mano. Entonces recordé
vagamente un diálogo sostenido con la abuela, que en paz descance, hace
algunos días en San Marcos: Una prima de mi papá en Quintero de la cual él
era pretendiente o algo así.
-Mira que pequeño es el mundo ¿Tienes fósforos?- traté de hacerme
el de las chacras. Ja, casi lo era.
-No, pero te consigo- se puso de pie, fue hacia el mesón y pude
observarla con más detención.
gabriel castro rodríguez
Tenía la edad cuando a las mujeres no se les nota cuál. Más baja que
yo, pero erecta: Su cabeza, nuca, espalda, potito, sus piernas. Erecta de orgullo.
Algo familiar, agradable, vertical en su figura, algo que me podía encantar
en una mujer. Pararse como desafiando a la vida la cual siempre nos quiere
horizontales, inertes. Falda gitanil vaporosa con el largo justo como para ver
unas piernas bien formadas. Como torneadas en ciprés. Chica de casa, me
dije, bien alimentada. La misma prenda le favorecía unas caderas quizás de
madre, o de bien provisto poto virgen. Subí la mirada. Polera blanca con una
tajada de sandía impresa en la espalda, busto regular y firme, bien aguantando
el andar sin sostén. Rostro claro, solar, armónico. Labios gruesos y frescos.
Nariz noble como cortada a cincel: orgullosa como su figura. Cabellera clara
ondulada y larga tomada suavemente por un pañuelo agitanado como la falda.
Ella era más que una bolsa de piel blanca. Cualquier buena mujer lo
es.
Ella hilvanaba al terreno como si fuera aguja erecta de cristal hiriendo
a las cosas y no viceversa: Su cabellera hilo con el cual unía sectores del
tiempo y del espacio. Verla era ver al mundo sin pecado, orbitando feliz en
su perfección. Era hermosa.
Miré la botella: la mitad. Ella regresaba con fósforos, juvenil, linda,
pariente, caminata por la playa, cerveza, cigarros. Me incorporé ¿Cómo decir
no?
-Será un placer caminar contigo hasta donde sea- dije. Me puse de pie
y levanté la botella vacía.
-A Loncura, ya te dije. Pareces más entusiasmado- me encendió el
cigarrillo.
-Es que te miré mejor, primita- le confesé airado por el trago.
-Ahora tú pareces poco tímido- se puso colorada.
-Echémosle la culpa a la cerveza.
-¿Quieres llevar otra?
-¿Por qué no, Mouche? Eso sí que tú tendrías que pagar. A mí ya se
me acabó la plata- saqué los forros de los bolsillos al exterior- Te la debo.
-Me la fían. Yo también ando sin plata. Aquí me conocen.
la razón & la fuerza
-Mi padre es una figura de cuero que nada ya lo curte otra vez. Fingirá
algunos cambios y torcimientos nuevos, pero después al rato retorna elástico
a lo que es realmente él. Ya nadie lo puede cambiar. Menos yo- bebí otra vez
el concho amargo del vaso- Mi abuela, lamento informarte, ya se murió. Con
su cadera, con su libertad hecha pedazos, ha bebido la muerte de sopetón
ante tanto hospital y posta, antes que se sintiera más muerta en vida de lo que
pudiera soportar ella, una mujer tan llena de- la miré. Vi el rostro de la abuela
en ella- ¿De qué? ¿De orgullo? No sé, todavía no lo entiendo, todavía no lo
analizo. En todo caso reconozco y acuso recibo del sello familiar. Yo me
hubiera dejado a la muerte en el mismo momento en que lo hizo ella. No
soportaría el estado de la inmovilidad- me puse de pie. Fui hacia la ventana,
según yo en dirección a Quillota- Yo te entiendo Isabel, yo sé por qué y
cuándo te moriste. Yo hubiera hecho lo mismo- me volví hacia Mouche-
Ahora según el orate itinerario de Nemesio debería estar asumiendo el rol de
ella, pero la buena tía Liduvina deshizo momentáneamente sus planes. Pero
querida, pronto llegará Nemesio, y me estará pidiendo que asuma sus ropas,
maquillajes, polvos, rosarios, Biblias, cómodas, espejos, sus zapatillas negras
de felpa con cierre de abuela que se regalan para los cumpleaños a las abuelas.
Sus pagos en la Caja, merengues comprados como ese día en Quillota. Su
paila para freírse, medio cocerse un huevo de campo. Las hierbas, el matico,
sus gatos con nombres masculinos, el lavatorio blanco saltado, la Tercera de
la Hora que terminará de forro para los cajones del ropero. La lupa muy
picada en los bordes y quién sabe de dónde la sacó, para medio leer y medio
interpretar las noticias y a Revelación 17:15. El hombrecito de la Casa
O’Higgins en su carromato, esperándola con su pelela de loza celeste, el
jarro de plástico salmón y los vasos Shif para vendérselos y así ella se los
regalará a su nieto, osea a mí, cuando aparezca una vez a las quinientas.
Todo pagado a plazo. Me están esperando allá en San Marcos- me acerqué a
ella como en trance y le tomé las manos- Por Dios amorcito, sálvame de esta
pesadilla, dime que ese mar que nos mira es de 1980, no de 1946, y que
puedo huir sin que se me obligue a seguir con esta misión que no quiero ni
entiendo.
-¿Amorcito?- no me soltó las manos. Se veía, diría yo, más bien alegre
con lo último de mi trance.
Salimos. Nos encaminamos de la mano a Loncura por la playa.
*
gabriel castro rodríguez
Náufrago
Despertaba de algo así como una siesta que me había pegado en medio
de la playa. Claro que la hora cuando la inicié fue a eso de las siete de la
mañana. La noche anterior había bebido cerveza y vino, el dinero lo había
conseguido entre los veraneantes con una humillante recolección so pretexto
reunir para viajar a casa después de un ficticio asalto.
Había pasado la noche vagando borracho por la vecina Loncura en
busca de una Mouche perdida inevitablemente en el pasado. Podría haberme
ido. Sin embargo, aunque ni yo mismo lo entendía bien, la chiquilla me
produjo tal efecto que me sentí un paria. Hoja sin más destino que flotar sin
rumbo, a la buena o mala suerte ofrecida por los aires del balneario. Y
auspiciado por tales licores había dormido un par de horas en la mañana, al
cabo de las cuales el viento, y un ciento de veraneantes, ninguno de los
cuales estaba allí cuando caí fulminado, acompañaban mi despertar.
Tenía la camisa afuera, mi cabellera hecha trizas, una barba imponente
y hedía a todas las botillerías de la zona.
la razón & la fuerza
Era posible que tanto niño rodeándome al momento de abrir los ojos
fuera porque en la breve base de datos de los peques mi imagen correspondiera
perfectamente a un genuino náufrago. En cierta forma lo era.
-¿Usted es un náufrago?
La pregunta era de una niñita rubia argentina en malla verde petróleo.
Cinco niños más esperaban ansiosos mi respuesta positiva.
-Se podría decir que sí. Náufrago- dije mientras el sol calcinaba mis
ojos- Y no porque mi barco se haya hundido. El único hundido en este día, y
en los anteriores de mi trayecto he sido yo sólo. La verdad es que he sido
raptado y lanzado al proceloso mar.
-¿Y no se ahogó?
La pregunta ahora venía de la boca rosada de un compatriota de unos
6 años con un balde y pala en sus manitas.
-No siendo un pez para estas situaciones, hasta el momento pueden
ver que me mantengo vivo. Hay que sobrevivir como sea.
-¿Y qué va a hacer para volver a su barco?
-Nadar contra la corriente.
Padres molestos con el contacto realizado por sus niños, descontentos
y preocupados, llamaron la atención al respecto de mi presencia perturbadora
en la playa. Y temiendo por la seguridad de sus hijos, recurrieron al salvavidas
para que conjugara su oficio en los niños, o por lo menos hiciera algo drástico
con el extraño. Osea conmigo.
-¿Qué desea?- me preguntó el salvavidas.
-Por el momento nada- me puse la mano como visera y miré hacia
arriba- Aunque me está dando un hambre atroz. Ah, y es posible que con
esta dormilona costera me haya pescado un resfriado. Así es que en realidad
quisiera una aspirina.
-Chistosito el güeón.
-Chhhhit. Los niños escuchan- le advertí al grosero salvavidas.
-El caballero es un naúfrago. Hay que ayudarlo- explicó un niño.
-Ya niños, váyanse para allá que sus papás están preocupados. El señor
náufrago se va conmigo- les dijo y me dio un puntapié para invitarme a que
me levantara- Ya gallito, se va por sus propios medios o llamo a los
carabineros.
gabriel castro rodríguez
Ley
Todo terminó con la mulata arrinconada entre unas rocas en las que
insistía golpear el mar y su maravilloso tórax en inquietante sube y baja.
A dos metros acercándome con las manos extendidas como una momia
marina lasciva lentamente. El salvavidas llegando a mis espaldas con dos
carabineros. Uno aguantando la risa y preocupándose de no mojarse los
zapatos.
la razón & la fuerza
Profe
Cría Cuervos
Las puertas del furgón estaban abiertas de par en par cuando abrí los
ojos.
Seguía esposado. Afuera, sobre el inicio de unas enormes dunas, estaba
el Nemesio, el carabinero joven, quien indudablemente era un ex alumno
mío, y el gordo carabinero viejo. Los tres me miraban mientras discutían al
respecto de mi futuro próximo.
-Fue mi profesor y quisiera devolverle la mano por su buena voluntad.
-Se debe cumplir con la ley jovencito. Te lo digo yo, tu superior.
-Si lo dejaran a mi custodia estaría bien y no volvería a cometer ningún
acto deshonesto. Además ¿No dicen que tienen los calabozos llenos? Estoy
dispuesto a firmar ahora los papeles que sean necesarios, mi cabo.
la razón & la fuerza
-Pero igual. Este señor fue mi profe y yo sé que sólo fue un mala
travesura y nos promete ¿Cierto? Irse a su casa y no volver a hacerlo más.
-Lo prometo, me voy para mi casa y me tranquilizo.
-Ya, me convenciste, ganaste. Vamos a donde el pirómano entonces-
dijo apresurado el cabo.
-Si, pero espérate. Este señor vi que te intentó sobornar. Delito de alta
gravedad. Afortunadamente actuaste como se debe en estos casos e ignoraste
el ofrecimiento, pero el no proceder con el inmediato arresto de este
sinvergüenza sí que nos pondría en falta.
-Usted está loco- dijo Nemesio rojo viendo cómo me sacaban las
esposas y mi brillante ex alumno se las ponía a él. Mientras el cabo apoyaba
la operación apuntando al huaso, seguro se preguntaba por qué mierdas le
pondrían de compañero a un cabro tan alentado. Claro, porque de sobra le
había visto a punto de aceptar el soborno, si no fuera por la interrupción
abrupta motivada por la solicitud de apoyo para el caso del pirómano, quien
fijo era el que habíamos conocido en el bosque de Ritoque.
No me queda otra, decía la cara del cabo gordo mirando al Nemesio
como disculpándose de la situación. Yo bajaba del vehículo sonriendo
triunfante, le cerraba un ojo al esposado Nemesio subiendo ahora él al furgón,
cerrándole las puertas en su cara de perro articulando maldiciones, sobre
todo dedicadas a mí.
El cabo fue más bien triste donde la cabina no sin antes mirarme de
reojo con rabia. Quedamos solos mi ex-alumno y yo.
-Esto fue por la vez que me pilló copiando ¿Se acuerda? No dijo
nada. Después me habló en el recreo. Creo que estamos a mano, profe.
-Totalmente- le dije. Lo abracé y pensé otra vez en la delicada labor
de conducir almas incompletas, más tarde quizás almas completas. Con a
veces alto poder de resolución como fue el caso de este joven carabinero.
Por eso, reflexioné, la sabiduría del profesor debe ser alta siempre, no tanto
en conocimiento como en actitud con los que educa. También pensé: en
buenahora no fue este ex-alumno uno de los muchos que partí en forma
totalmente irresponsable tantas veces. Hombres y mujeres pudiendo ser ahora
tan poderosos como este en cuanto a mi destino.
la razón & la fuerza
Antes del caos de verdad no era feliz. Durante tampoco lo era, pero
olía a nuevos años mejores. En definitiva todo indicaba que si soportaba y
sobrevivía el final de este sismo, lo demás que viniera sería de verdad más
felicidad que nunca. O por lo menos distinto.
Y echémosle la culpa al calor insoportable, a los versos de Cendrars,
a mi nueva perspectiva para ver todo este asunto, o hasta tal vez un nuevo
hechizo a control remoto de Nemesio. La cosa es que me di media vuelta y
comencé el regreso a donde se suponía iba el pobre huaso encerrado bajo el
cargo de soborno a la fuerza policial. Decidí rescatarlo de una u otra forma.
Objetos Voladores
Desde muy pequeño y hasta hoy no puedo evitar salir de donde esté si
siento un objeto volador pasar sobre mí.
Los aparatos a reacción simplemente me trastornan, aunque igual
poderoso efecto me producen otras máquinas voladoras de hélice. Los
helicópteros también me encantan.
Mis mejores sueños, aunque con cierto sabor a angustia, son en los
que vuelo. Suceso muy frecuente en mi programación onírica.
En mi vida real nunca he volado y pareciera no estoy tan bien dotado
para ese prodigio, pues sufro de mareos a alturas ridículas como puede ser
estar sobre una silla para cambiar una ampolleta. Pese a todo sé que por mi
venas corre sangre de aviador. Este amor por las máquinas sobrevolando el
cielo sobre mí no es broma. Por eso a pesar de los riesgos reales para mi vida
a los que me exponía al ingresar a la base aeronaval de Quintero, sin la más
mínima autorización, igual no lo dudé y crucé como pude la reja. Caminé
con cierto sonambulismo una zona de pasto alto cruzado por una pequeña
zanja conteniendo un esterito. Casi con la certeza de que era una franja
minada.
No habiendo muerto en el trayecto decidí una vez ingresado a la orilla
de la pista sentarme en esta para arriesgadamente ofrecer, a pesar de lo oscuro
de la noche, mínimo bulto extraño y así no mostrar un infiltrado.
Lamentablemente sólo un enorme avión Hércules aterrizó con todo el
escándalo delicioso de esa operación. Luego de quince minutos despegó
rumbo al mar, pero a pesar de lo escueto del espectáculo de esa noche igual
me sentí bien satisfecho de lo visto y sentido. Acciones y sonidos
conmovedores para alguien que no siendo experto en el arte y la ciencia de
la aeronáutica, igual puede gozar con tales operaciones.
gabriel castro rodríguez
Hechos Mierda
-No hay problema- dijo extendiéndonos las manos- los jóvenes son
así, vienen de paso, como los pájaros, y nosotros las viejas tenemos suficiente
contento con saber que estuvieron cerca. Espero que lo hayan pasado bien.
No se pierdan. Acuérdense de que no sólo en verano existe Quintero y su
vieja y ciega tía. Nemesio ahora que te vas, cuéntame la verdad ¿Cómo se
llama este muchachito nieto de la Isabel? Por cierto no es el Titito, ni menos
mi hermana ¿Creías que no me iba a dar cuenta? Este jovencito silencioso es
mi sobrino nieto ¿Cierto?
-Me llamo Abel.
-Y tu madre ¿Cómo se llama?
-Mi madre se llama Marta.
-Ah, sí, alguna vez, hace muchos años vinieron los dos. Creo que ya
estaban casados, o de novios, no me acuerdo. Un poco antes se había muerto
un gran amor de tu padre ¿Cómo era que se llamaba? Nemesio ¿Te acuerdas?
-Mouche- dijo el huaso.
-Eso es, Mouche. Qué nombre tan raro- bajó la voz -con tu padre eran
primos. Eso sí que lejanos. La pobrecita sufrió harto. Aunque los médicos
no lo dijeran nunca, yo sé que murió de pena. Pero en fin, la vida es así
¿Cierto Abel? Y hay que dejarla como está ¿Cierto Nemesio?
Nemesio hizo como que no oía.
-¿Cómo está tu padre?- me preguntó.
-Bien, y contento con su nieto.
-Qué bueno. Dile que no sea ingrato y que venga a verme. Yo lo crié
un tiempo ¿Te ha contado?
-Creo que sí.
-Claro que lo hice. Era un buen chiquillo. Un poco callado, pero muy
inteligente y bueno. Aunque no te veo puedo sentir que te pareces mucho a
él. Deberías sentirte muy contento. Era un joven muy emprendedor.
-Lo estoy. A veces se me olvida, pero la mayoría de las veces siento
que tengo suerte de tener esta familia paterna.
-Eso es. Somos muy raros pero al fin y al cabo ¿Qué familia no lo es?
Ah, y mándale saludos a tu madre. Dile que cuide al Titito. Tu madre significó
y debe significar mucho para mi sobrino. Era de Viña ¿Cierto?
-Sí.
gabriel castro rodríguez
-Abel, tenemos que irnos- me dijo en voz baja Nemesio para que no
escuchara la tía Liduvina, ciega, no sorda. Ni tonta tampoco.
-¿Y no se quedan a tomar once?
- Hay que irse Liduvina. Hasta pronto- le dijo Nemesio tomándole
una de sus manos.
-Nemesio siempre ha sido tan serio y preocupado. Relájate niño. Deja
que la vida te conforte y no trates de confortala tú a ella. La vida es una vieja
como yo. Nada ni nadie la va a cambiar.
-Supongo que sí- le dijo Nemesio en voz baja casi inaudible. Me quedé
pensando en la comparación.
-Chao tía Liduvina- me despedí de la viejecita besándole una mejilla
pensando en el posible tufo a whisky que seguro tenía- volveremos con mis
padres, mi esposa y mi hijo- le dije.
-Chao Abelito. Me recordaste mucho a tu padre. Pero siempre supe
que eras otro muy diferente en el fondo. Que les vaya bien.
Salimos con Nemesio rápido rumbo a la calle principal de vuelta a
San Marcos. Entonces de nuevo me bajó la sensación de retornar a donde no
tenía que volver. Me dieron enormes ganas de tomar un bus rumbo a Viña y
por fin terminar esta historia. Sin embargo mi constante vaivén maniaco
depresivo al que me había visto expuesto durante todos estos días, derivó en
un simple dejarme llevar sin pensar mucho porque el hacerlo me calentaba
la cabeza. Me sentí esa tarde demasiado cansado como para pensar mucho y
actuar según esa lógica.
En un abrir y cerrar de ojos estuve sentado sobre un bus a San Marcos
dejándome llevar por la velocidad y el sueño.
Tres
la razón & la fuerza
Como a las ocho de la mañana vino hasta nuestro puesto un viejo mal
afeitado quien comenzó a seleccionar una de nuestras lechugas como si
eligiera la nube para ser su morada en el paraíso.
La venta de ese sábado resultó un relativo éxito. Las especies sobrantes
fueron pocas y por lo tanto el resultado de las transacciones de cierta
abundancia.
Diferente
Larita
recibimiento.
-Aquí estamos reuniendo fondos para la última fecha de la Copa Polla
Gol. Toca en Santiago. Aún tenemos esperanzas de ofrecer un buen partido.
-¿Con la cato?- preguntó interesado el Humberto.
-Sí ¿Eres de la católica? No lo digas muy fuerte. Allá en la otra mesa
están los de la Chile. Así que estás de feriante Abel ¿Cómo está la Lily?
Miré a Nemesio que estaba sentado fumando un cigarrillo distraído
examinando con cara de asco a la concurrencia.
-Me han raptado- le susurré serio.
-¿Qué?
-Lo que dije, he sido raptado- y luego elevé la voz como para que
escuchara el Nemesio- Muéstrame donde está el baño, por favor- Nemesio
miró, Lara me miró, yo los miré a ambos y encogí los hombros- Estoy
aguantando desde hace rato el meado- Lara algo captó. Chasqueó los dedos
rápido e indicó a un mozo que nos sirviera una botella de pisco y tres
cocacolas. Me tomó del brazo y me llevó hacia los baños mientras Nemesio
continuaba fumando y entre la nube de humo gris nos seguía con la mirada y
una mueca.
-Sí- Larita estaba pálido pues el relato le era familiar. Él no era como
yo, ajeno a contiendas políticas, sabía de memoria terribles relatos que
empezaban como el mío.
-Y bueno, ahí, después del tiroteo...
-¿Después del tiroteo, Torres?- me interrumpió mordiéndose su grueso
labio inferior.
-Sí, mira. Me partieron este diente con una pistola que me metieron
en la boca. Bueno, después del tiroteo que resultó favorable a este huaso
loco, él me metió, si tu supieras, en un tete, un rollo, pajeo mental de este
volado. Onda purificar la familia. Para lo cual fui mi papá, mi abuela, y
supongo que quizás después, si me quedo, representaré a otro antepasado.
Aunque ahora el Nemesio anda medio bajoneado y poco creativo. Después
otra vez, en Con-Cón contratacaron los güeones. Supongo son de la dina.
Seguro habrás escuchado del tiroteo en las noticias. Y después lo del avión
estrellado en el retén de Quintero, quizás también habrás sabido. Pero yo no
me explico todavía qué chucha quieren esos tipos conmigo. Tú sabís Lara
que yo na ni na con la política. Lo más cercano a la política que he estado fue
en la U cuando estaba con, ustedes, cuando, estaba, con, ustedes- me lo
quedé mirando fijamente.
Larita transpiraba helado y miraba al suelo. Yo empezaba a teorizar
más lúcidamente lo hasta un momento pareciéndome muy enredoso.
En eso estábamos cuando dieron dos o tres golpes en la puerta. Tres
golpes firmes y secos.
-¿Quién es?- gritó Lara medio tiritón y espirituado con la historia
acabada de contar. No contestó nadie salvo nuevos golpes pareciendo ya no
puños sino patadas.
-Mierda, Abel. No sé qué es lo que pasa. No te entendí ni coco lo que
me tratabas de explicar. Te lo juro. Pero igual creo que será mejor arrancar-
Jesús Lara me miraba con cara de niño con ganas de llorar. Señaló un estrecho
rectángulo sobre uno de los lavamanos- Vamos Torres, vámonos por ahí. Ya
me dio la güeá. Y yo que pensaba que todo esto había terminado ¿Qué
chucha?- dio veloz media vuelta y miró hacia la puerta sacudida por los
golpes. Yo ya estaba con medio cuerpo afuera de la ventanilla del baño-
Supongo que la fiesta podrá seguir sin mí- se dijo Lara en voz alta. En eso
sonaron fuera dos o tres balazos que perforaron la puerta. Entonces, como si
fuera un dibujo animado, Jesús Lara dio un salto eléctrico. Con su cabeza
gabriel castro rodríguez
Pretérito Perfecto
Lara, antiguo habitante del puerto, supo en poco tiempo entre las
callecitas perdernos de los enemigos. Subimos hasta llegar a una larga terraza
oscura mostrando abajo gran parte de la ciudad, la piscina negra salpicada
de barcos iluminados y allá al fondo lejos, mi casa rodeada de miles de luces
en Viña. Ambos jadeábamos de agotamiento y miedo sentados en el suelo.
-Abel, hace un buen tiempo que no sentía este terror. Llegué a pensar
que la güeá había terminado ya. Iluso yo. La represión sigue. Estamos
marcados todavía.
-Pero yo no- le dije con rabia.
-Parece que también. Si no ¿Cómo entendís lo del rapto?
-Bueno, te diré que pese a todo, en realidad no me disgusta ser enemigo
de las mierdas de la dina. Pero nunca me imaginé que ocuparían fuerzas en
güeviar a alguien tan alejado de la política como yo.
-Te voy a decir algo: Para también ser su blanco a esos maricones les
basta con conectarte con cualquiera en sus archivos fichado por combatir de
alguna forma a la dictadura. Así funcionan. Tú Abel fuiste, eres, amigo mío.
Y también del Charly.
-El Charly. Me acordé de él cuando anduve por Quillota ¿Qué es de
él?
-Sigue en cosas de su partido.
-¿Y tú?
-Me retiré. Se ha chacreado mucho. Demasiada indisciplina. Pero ya
vez que para los güeones estos da lo mismo estar metido o no. La prueba está
en que te están güeviando, siendo que ni pito has tocado tú en la lucha. Son
así. Aunque te diré que en realidad, a pesar de todo, me extraña realmente
que anden tras tuyo.
-Es que están picados. Nemesio se ha echado por lo menos a cuatro.
la razón & la fuerza
-Me contestó la Laurita. Mijita rica- me dijo Jesús Lara tapando con
la mano el fono del teléfono público- Dice que los que entraron a la sede
patearon y balearon la puerta del baño. Fueron tres pericos. Y adivina,
preguntando por quién...
-Por mí.
-No güeón. Preguntaron por Jesús Lara. Al saber que huímos por la
ventana del baño se fueron muy campantes- colgó y me miró con cara de
premiado- Me buscaban a mí, Torres, te das cuenta. No a ti, a mí. Me gustaría
comunicarme con la Elisa.
-¿Y eso qué quiere decir?
-No se anula para nada lo que te he dicho. Huelo que los de Charly
están tras de nosotros, sus amigos. Pero te aseguro que el buen Charly no
sabe nada de eso. Yo sé por qué te lo digo. Yo sé como se arman estas cosas.
-Ese güeón conchas de su madre ¿Tenís plata?
la razón & la fuerza
Domingo de Fútbol
Iluminar
Entretiempo
El Otro Charly
Guachos
gabriel castro rodríguez
-Igual siempre hay cosas de uno que mejor el hijo no las tenga- digo
bebiendo el concho de mi vasito. Busco con la mirada al barman.
-Eso es egoísta.
-Puede ser. Es tan difícil ser padre. Y tú ¿Tienes hijos?
-Dos, una hija mujer y un hijo hombre.
-¿Qué edad tienen?
-La niñita tres y el niñito seis- dijo y sacó de la cartera una billetera.
Extrajo una foto donde aparecía una mujer vieja y los dos niños sentados en
la arena de una playa muy hermosa.
-Son lindos. El mío tiene tres.
-Son ricos los cabritos chicos- dijo guardando la foto- Salen con cada
cosa. Yo los tengo lejos. Soy de Caldera. Están allá con una tía, la de la foto.
Es como si fuera mi mamá. Me crío a mí y ahora cría a mis hijos. Hace
tiempo que no los veo. Espero irme para allá aunque sea unos días para
febrero.
-¿Carlos también se vino para acá de Caldera?
-¿El Charly? No, el nació acá. En realidad somos hermanos de madre
no más. El viejo suyo le heredó este bar ¿Quieres otro cigarrillo?
-Sí.
-Nuestra madre se vino para acá después de tenerme a mí y me dejó
con su hermana. Se casó con el dueño de este barucho, tuvo al Charly y se
murió. Un par de años después que había muerto su papá nos contactamos y
me vine. Echo de menos Caldera ¿Lo conoces? Es súper bonito, con mar. La
de la foto es una playa de allá, Bahía Inglesa. Pero muy serio para una mujer
loca como yo. Me vine a probar suerte acá y bueno, tampoco es gran cosa.
Igual una es rara en todos lados. En realidad siempre pienso que es mejor
estar en donde nació una que andar dando la cuática en otros lados, pero es
como para establecer distancia con los seres queridos. Para ellos uno mejor
fuera diferente. Apenas cambie, madure, o qué se yo, me vuelvo donde mi
tía y mis hijitos. Es lo mejor, pero ¿Cierto que es difícil cambiar? No sé, a
veces se me ocurre la idea loca de poder ser varias personas a la vez. Estar
acá haciendo lo que hago que, para qué te digo una cosa por otra, harto que
me gusta la vida bohemia. Pero al mismo tiempo estar allá en Caldera con mi
familia. Ser una dueña de casa hecha y derecha, con delantal y todo. Hacer el
aseo y prepararle comida, darle amor a un solo hombre y toda la demás
lesera. Pero no se puede. Yo no puedo.
gabriel castro rodríguez
Plan C
Charlys
gabriel castro rodríguez
Cuatro
Proyección de la Siquis
-Mira hermano. Respiraré hondo para intentar sacar después todas las
impurezas que tengo adentro. El smog de Santiago son moco comparado
con la contaminación metida en mi organismo. Me las quiero sacar, aunque
sea un instante. Todo para hablarte por primera vez desde que te conozco
sincera y objetivamente, de verdad. En la dura, de verdad, para ayudarte,
para ayudarme, para ayudarnos ¿Okey? En la dura ¿Okey?- me dice Charly
tomando aire, mostrando un barniz de seriedad que parece haberle dado cada
uno de los episodios que recién le había relatado.
-Ya, okey- le digo otorgándole una última oportunidad de reivindicarse,
defenderse de mis graves imputaciones. Me siento ablandado por sus palabras.
Las maneja muy bien, no en vano eligió sabiamente el camino de la política.
Igual percibo una atmósfera suave, rara. De dulce reconciliación. No puedo
evitar aceptarla como un viento fresco colándose por alguna grieta, pudiendo
prometer oxígeno para mi cerebro intoxicado con confusión y odio.
-Abelín, hermano- me abraza fuerte, tibio. Incluso está llorando un
poco. Siento su promesa: sinceridad, objetividad. Me retorna a un lugar de
nuestra amistad nunca visitado. Por eso no es verdaderamente un retorno,
me digo, sino más bien visita a donde nunca habíamos estado salvo en el
escenario de mis ideales. Quizás los de todos nosotros los buenos muchachos
del Peda. Ese abrazo, la sensación producida es llegar al lugar donde está
todo lo aspirado, buscado. Paraíso en la tierra sabiendo que nunca lo vamos
a hallar, pero igual vamos por él.
Par de segundos de Cielo hasta que Charly me suelta y mira con sus
ojos rojos llenos de lágrimas, sonriéndome como amigo verdadero, asunto
inédito sabiendo que todo este tiempo de conocidos la ternura nunca estuvo.
Igual me la tenía guardada. Y me sorprende entregándomela hoy.
Hallazgo, don, regalo, verdad entre los amigos, amantes, los seres de
este mundo nunca dada, nunca, pero Charly me la da. Luego me dice serio:
-Amigo, hermano, Abelín, estai cagado hasta las masas- dice y lanza
una carcajada.
gabriel castro rodríguez
Epílogo
Domesticar
la razón & la fuerza
La Espina
en la Pata de los Caballos
Zoofilia
centauro.
Resumiendo: Alguna vez en mis entepasados sucedió la zoofilia tan
común en el campo, pero no el burdo ayuntamiento sexual. No. Sucedió,
especulo, un pecado peor, y si es pecado no es buena cosa.
No lo era ¿Por qué podría ser algo bueno esa unión si corroía desde
mis antepasados hasta mí? Incluyendo posiblemente mi propio hijo actual,
última piedra de nuestra pirámide familiar.
Un error ese ayuntamiento. Ese era el punto defendido por Nemesio y
en cierta forma ahora yo apoyaba ¿De qué otra manera se explica mi antiguo
vacío existencial pretendiendo llenar con alcohol? Todo este güeveo del rapto
por lo menos saciaba un poco, queriéndolo o no, el vértigo de saberse con
algo fallando. Entre paréntesis güeveo al final quizás solo una monumental
proyección mental de mi estrambótico cerebro. Dr. Sigmund Charly Dixit.
Principales acciones hasta el cansancio deshechadas categóricamente
por mi amigo Charly como producto de su directa o indirecta responsabilidad.
Argumentos también hasta el cansancio pesados hasta tender finalmente a
darle total crédito. Pues ¿Qué historia carece de oscuros puntos inexplicables?
Incluso llego al punto de asumir: Quizás deba una disculpa a Charly por el
mal rato de ayer en Coihué. Aunque al final todo había terminado tan bien y
lo de la disculpa quizás sobre.
Tantas sombras encontradas en el camino, no parece tan cierto todo lo
en algún momento considerado como verdad absoluta. Ciertamente Jesús
Lara no tiene tanta culpa como yo de habérmela instalado en la cabeza.
Profilaxis Familiar
Miti Mota
En todo caso más sentido tendría esta historia si la figura en esta muralla
fuera el triste hombre chancho hecho correr por la imaginería popular en la
primera mitad de los setenta. O algo más precario aún, otro híbrido. Miro
una mosca posada en mi rodilla. La imagino inoculando un cerdo. Me asquea
la imagen. Me paro de inmediato saboreando un gusto a basura. Imposible
evitar imaginar, mientras corro fuera del pueblo hacia las chacras, hacia la
casa de Nemesio, la figura de dos moscas copulándose, asquerosa resolución
final, metáfora degradada: La aviación incrustándose en un pegaso sin alas:
Un centauro, mi abuela u otro. Como sea.
Sí, dos moscas idénticas. Correcto suceso desde la perspectiva del
huaso, instancia primitiva de la historia familiar desde donde se delinea, por
fin ahora, la verdad nuestra. Cualquier otra combinación mentira, pecado,
desnaturalización y degradación. Lo querido por Nemesio en definitiva: Ni
caballo con hombre, hombre con cerdo, cerdo con mosca, tampoco hombre
del aire, como ángel, diría mi abuela en sus sueños más profundos, con
centaura. Nemesio ansía su origen de estirpe: Mosca con mosca.
Vomité en la mitad del trayecto.
pirámide de esta rara estirpe condenada tras mil años de soledad a la vacía
locura perpetua de la mezcolanza. Incluso podría haber ocurrido antes de
mí, mi padre, mi abuela. O mucho antes ¿Para qué matarme? Pero igual me
inmolo -observo la pesada escopeta- Llámenle cobardía, cansancio, asco,
insoportable vacuidad del ser. Por último locura. Desencanto del que vio la
luz, pero ida con el mediodía infernal del incubador de tinieblas. Es lo ocurrido
cuando se hacen trenzas y no líneas -escupo aire- Sea cual fuere el nombre
de este día tenido por todos mis antecesores, quienes prefirieron seguir huecos
avanzando como muñecos injertados, empujados por el viento. Aquí mi pecho
abierto a la muerte voluntaria, como nadie se atrevió a tomar cartas en el
asunto. Soy el único valiente de la estirpe. Toma este cuerpo ya vacío, llénalo
de ti, de tu semen de gusanos y complétame, aunque este sacrificio lo vea
inútil para detener mi raza híbrida. Ya me cansé y espero en esta muerte un
significado, un final a esta, mi estirpe trenzada por años engañándose con
miles de variadas imbéciles esperanzas. Me queda eso sí todavía la pregunta
sin responder ¿Qué episodio y quién combinó aceite con vinagre? ¿Un
hermano tuyo, amigo Basoalto, hombre de los cielos y ahora por siempre en
tierra por decisión propia? ¿Quién chupó el transparente tuétano a mi raza?
Tan buena como cualquiera con derecho a ser medianamente feliz. Pero no
importa, mejor anhelar este último deseo con ésta, mi muerte. Ojalá tape esta
jarra vacía de saltada porcelana blanca contaminada con putrefacto musgo
verde. Todos nosotros. Sin responsables. Así por lo menos quizás mi hijito
inaugurará nueva estirpe buena y completa, con alma. Borrón y cuenta nueva.
Mi anhelo final ahora. Comienzo así este acto de muerte mía bajo repentina
extraña lluvia de moscas copulando. Chisporroteando en cópula pegándose
con sus patitas sudorosas a mi cuerpo.
Rescate Aéreo I I
señor de las moscas, en mis oídos zumbando canciones porno las Tsé-Tsé,
las miro pasar mosqueado, como siempre. Yo y mi estirpe vacua, señores de
las moscas, presenciando obligado su poli reproducción, su camino al infinito.
Nuestro apellido bien hubiera sido Moscoso y no Torres.
¿Vendrán del chiquero?
Al final ¿A la crianza de moscas se ha dedicado mi familia paterna?
Negras llamitas desesperantes, leves, sucias, despreciadas, compañeras
y señoras de la putrefacción, de lo más oficialmente sucio en esta pobre
humanidad. Recuerdo como puedo, enloquecido por la invasión tratando de
avanzar hasta la puerta algo lejanamente parecido, justamente acá en San
Marcos:
Difícilmente de la mano de mi abuela Isabel llevándome a una enorme
lechería de adobe. Tendría diez años.
A las vacas, a todos nos comían las moscas con miles de cosquillas, y
el hedor de las bostas. Terminaron por hacerme vaciar el vientre de vuelta, a
la salida del local donde se compraba leche fresca.
Escupo al suelo unas. Se me habían metido a la boca. Recuerdo mi
vómito de hace un rato.
Pero hoy siendo el mismo pueblo, años más tarde, en vez de vaciarme
me llenan como un muñeco sin su arena, recuperándola con granitos de a
pares y con alas. Miles y miles.
Mi cuerpo pesa por los millones de pares posadas copulando sobre
mí. Intento salir en la nube inconexa completando todo el espacio del
cuartucho.
Tiro la escopeta en la desesperación olvidada la desesperanza.
Miles de Basoaltos sobre mí... Como rescatándome... así me salvan
del suicidio.
Eterno Regreso
La Razón y la Fuerza
se terminó de imprimir
en
el
con un tiraje de 250 ejemplares.