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“ARREPENTÍOS… PARA QUE

YO OS SANE”
Por el élder Neil L. Andersen

El élder Neil L. Andersen, del Cuórum de los Doce Apóstoles, testificó del amor y
del perdón que están al alcance de todos nosotros: “Hay muchos grados de
dignidad y de rectitud personales. Sin embargo, el arrepentimiento es una
bendición para todos; cada uno de nosotros necesita sentirlos brazos de
misericordia del Salvador mediante el perdón de nuestros pecados. “Hace años,
se me pidió que me reuniese con un hombre que, mucho antes de nuestra
reunión, había vivido, por un tiempo, de forma desenfrenada. Como resultado de
sus malas decisiones había sido excomulgado de la Iglesia. Ya hacía mucho que
había regresado a la Iglesia y estaba cumpliendo fielmente los mandamientos,
pero sus acciones del pasado lo perseguían. Al reunirme con él, sentí su
vergüenza y profundo remordimiento por haber dejado de lado sus convenios.
Después de nuestra conversación, coloqué mis manos sobre su cabeza y le di una
bendición del sacerdocio. Antes de pronunciar palabra, sentí, en forma
sobrecogedora, el amor y el perdón del Salvador hacia él. Después de la
bendición, nos dimos un abrazo y el hombre lloró intensamente. “Me maravillan los
brazos del Salvador llenos de misericordia y de amor que envuelven al
arrepentido, sin importar lo egoísta que haya sido el pecado que abandonó.
Testifico que el Salvador puede perdonar nuestros pecados y que está ansioso por
hacerlo. Con la excepción de aquellos que han optado por la vía de la perdición
luego de haber conocido la plenitud, no hay pecado que no pueda ser perdonado.
Qué privilegio maravilloso es para cada uno de nosotros apartarnos de nuestros
pecados y venir a Cristo. El perdón divino es uno de los frutos más dulces del
Evangelio, pues quita el remordimiento y el pesar de nuestro corazón y lo
reemplaza con regocijo y tranquilidad de conciencia” (“Arrepentíos… para que
yo os sane”, Liahona, noviembre de 2009, págs. 40–41).

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