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Callao, 2019
PERÚ
ÍNDICE:
Introducción .......................................................................... 3
1ra. Anécdota del libro barrio querido: Amigo del Barrio ....... 5
Conclusiones ...................................................................... 14
Recomendaciones .............................................................. 14
Bibliografia .......................................................................... 15
Contenido
1. 1ra Anécdota del libro barrio querido: Amigo del Barrio
2. 1ra Anécdota personal
3. 2da Anécdota del libro barrio querido, La procesión de la
Virgen del Carmen
4. 2da Anécdota personal
5. Cuadro Comparativo entre las anécdotas
Tabla de Ilustraciones
INTRODUCCIÓN
El presente trabajo muestra una comparación del libro Barrio Querido respecto
a las propias vivencias de mi persona, las cuales como observara tienen una
gran similitud, demostrando que a pesar del paso del tiempo las experiencias
mantienen su esencia para la gente.
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Llegamos a saber temprano que las cosas hay que ganárselas, por eso es que,
desde pequeños, fuimos trabajadores: vendíamos periódicos, es decir, éramos
“canillitas”, lustrábamos zapatos, o sea, “lustrabotas”; hacíamos los mandados a
los vecinos por una propina etc., así aprendimos el valor de las cosas y el
resultado de nuestro esfuerzo.
Cuando fallecía algún vecino, se hacía las colectas para el “terno de madera”, la
gente ayudaba preparando el café, llevando las galletas de soda, las ofrendas
florales, otros prestaban sillas y bancos, y por último los vecinos poníamos las
lágrimas para llorar al “finadito”, a quien se despedía en medio de toda una
procesión que a veces acompañaba hasta el cementerio Baquijano del Callao.
Si bien es cierto que al difunto se le despedía con todas las de la ley en medio
de risas y de llantos, se dejaba toda una lección: la solidaridad.
Los carnavales terminaban con la quema del “Ño Carnavalón” que era una
especie de muñeco que era paseado por todo el barrio acompañado de su
“viuda”, quien pedía algún dinerito para enterrarlo y todo finalizaba con una
rumba en toda la calle.
En los meses de diciembre, recuerdo las navidades, cuando éramos niños, llenos
de ilusiones y alegrías. Nos aprendíamos los villancicos y visitábamos las casas
del barrio para cantar ante los nacimientos preparados por las familias vecinas
quienes después de rezar y escuchar nuestro recital nos invitaban chocolate,
panetón, y a veces salía con comida y propina, ante la alegría de todos nosotros.
Así podíamos ver a los más palomillas y pendencieros con sus caras de santitos
y angelitos.
Nos sentíamos felices cuando nos regalaban una pistola o escopeta que
disparaba un corcho amarrado con una pita, o los camioncitos de madera, los
patines y las pelotas de jebe. Regalos navideños humildes, sencillos pero que
causaban mucha alegría.
Así era el barrio, ahí recibimos nuestras primeras lecciones, aprendimos del
ejemplo de nuestros vecinos, aprendimos a diferenciar lo bueno de lo malo.
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A temprana edad sabíamos que hay que ganarse las cosas, por eso es que,
desde pequeños trabajamos vendíamos marcianos, gaseosas; cuidábamos de
las mascotas de los vecinos por una propina, etc., así aprendimos el valor de las
cosas y el resultado de nuestro esfuerzo.
Hoy muchos de los chicos de ayer son estudiantes universitarios o en todo caso
ya son egresados (como mauri que era mayor), sin perder sus valores impuestos
en el hogar.
teníamos una forma muy particular de vivir: una manera de celebrar la navidad,
de jugar en carnaval o de celebrar “Halloween”.
Así era el barrio, ahí recibimos nuestras primeras lecciones, aprendimos del
ejemplo de nuestros padres y vecinos, aprendimos a diferenciar lo bueno de lo
malo.
Era realmente un sacrifico porque se iba a pie y se regresaba a pie pasar por las
chacras que separaban el Callao de Lima, pasar por el cementerio Baquijano
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hasta llegar a la altura de la plaza el Ovalo de la Calle Lima llamada ahora Sáenz
Peña, a la altura del Jirón Guisse y de allí caminar 5 cuadras hasta Loreto. Es
decir todo este recorrido se hacía a pie y así como nosotros la mayoría de
familias hacían lo mismo.
Desde muy temprano las familias se preparaban para asistir a la procesión que
partía del Callao recorría todo Sáenz Peña, y toda la avenida Colonial hasta
llegar al distrito de la Legua. Las familias desde el amanecer preparaban sus
alimentos o meriendas para la caminata.
En el trayecto, yendo por toda la avenida colonial cada cierto tiempo a un costado
pasaba el famoso tranvía Lima-Callao, que partía de la Plaza San Martín en Lima
y llegaba hasta la plaza de la Punta. Cada año, frecuentemente a la altura del
Cementerio Baquíjano como en una especie de picnic rápido se tomaba los
alimentos preparados para la ocasión, muy temprano, por supuesto que en el
camino habían muchos vendedores de alimentos y golosinas, anticuchos,
choncholíes, choclos, huevo duro, mazamorra morada, arroz con leche, turrones,
melcochas, algodón y muchos otros que era fácil de comer en el trayecto ya que
la familia no se podía alejar del anda con la imagen de la Virgen.
Como siempre los más pequeños que iban junto a sus padres, corrían y
revoloteaban al paso de la multitud que iba en procesión y también disfrutando
del aire natural de los campos y chacras que aparecían una vez que se dejaba
la zona urbana de Bellavista. Se disfrutaba de un ambiente natural y de la
participación de toda la familia en una acción festiva y religiosa que unía más a
todos.
Era un trabajo muy cansado porque se iba a pie y se regresaba a pie pasar por
los parques de San Martin de Porres, pasar por el por el mercado “El pacifico” y
de allí caminar 5 cuadras hasta la parroquia. Todo el recorrido lo hacíamos a pie
y así como nosotros la mayoría de familias hacían lo mismo.
Cada año, por la huaca garagay teníamos un almuerzo rápido donde tomábamos
los alimentos preparados para la ocasión, muy temprano en el camino habían
muchos vendedores de alimentos y dulces, papa a la huancaina, arroz con pollo,
choclo con queso, huevo de codorniz, mazamorra morada, arroz con leche,
manzanas acarameladas, rodajas de sandía y piña, algodones de azúcar y
muchos otros para comer en el recorrido, ya que la familia no se podía alejar del
anda con la imagen de la Virgen.
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Los más pequeños (incluidos yo y Mauricio) que iban junto a sus padres, corrían
y revoloteaban al paso de la multitud que iba en procesión y también jugando en
grupos cerca de la procesión. Se disfrutaba de un ambiente natural y de la
participación de toda la familia en una acción festiva y religiosa que unía más a
todos.
6. Conclusiones
7. Recomendaciones
8. Bibliografía