You are on page 1of 2

INICIO | LOGIN | REGISTRARSE | QUIENES SOMOS | CONTACTO | STAFF

BOTONERA EN IMAGEN

Colaboración

¿Relaciones? entre Derecho y Psicoanálisis


Por Marta Gerez Ambertín

» La Tercera
Seminarios y
acti idades 2019
Me gusta A 15 personas les gusta esto. Sé el primero de tus amigos.

La bibliografía sobre las relaciones entre Derecho y Psicoanálisis crece incesantemente. Abundan las teorizaciones
sobre la Ley, Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminologíaes expurgado hasta en su mínima
frase y cada vez se hacen más jornadas y congresos para hablar del tema. Lejos de todo ello, sin embargo, se yergue
–sordo a tanta disquisición– el edificio tribunalicio, el sistema jurídico penal y procesal penal.
Al estudiar los Expedientes Judiciales –que contienen desde la notitia criminishasta la sentencia conclusiva– se
advierte sin dificultad el abismo que separa a “los hechos” –o mejor decir, los hechos devenidos “texto” que es el
expediente– de las hipótesis, tesis, teorías o “saberes” que se elaboran sobre los mismos.
Entre las múltiples sorpresas que los expedientes deparan se encuentra aquella que mencionaba Foucault: “los
‘expertos’ dicen cosas como para caerse de espaldas, cosas que todo el mundo finge considerar como exposiciones
técnicas de alta competencia”. Para Foucault, recién después de toda esa “liturgia” los jueces aceptarán realizar la
incómoda tarea de “castigar”.

En un caso de violación se pregunta al forense si “puede certificar el ilícito” y éste informa que encontró “una vagina
complaciente que presenta desgarros en horas 6, 9 y 12, la niña perdió su virginidad física”. Pero el supuesto “ilícito”
era una violación, no una vagina complaciente o no (nótese, además, el uso de conceptos como “virginidad física” lo
que aludiría a una probable “virginidad psíquica” o “moral” o vaya a saber qué).
En otro caso el juez solicita que un asistente social recabe información sobre la opinión
de los vecinos de un imputado
por abuso sexual a su hijo (es casi como si se solicitaran los “chismes” del barrio). Diez folios y varios días insumidos
en la tarea del perito no ofrecen nada realmente útil. La experiencia (que indudablemente cualquier juez penal o de
familia debe y puede tener) indica que en la mayoría de estos delitos hasta los familiares más directos desconocen (o
fingen desconocer) el hecho, ¿podrían hacerlo los vecinos?; ¿es que se suele violar a los hijos en público? Así, el
informe aludido señala que los vecinos: a) no lo conocen, b) lo conocen pero no tienen opinión formada del imputado,
c) las veces que trataron con él el trato fue correcto. ¿Qué puede indicar esto? ¿Acaso la inocencia? ¿Acaso la
culpabilidad? Ni la una ni la otra.

Una pericia psicológica a un supuesto uxoricida dice: “El perfil presentado [...] refleja un individuo primitivo, con
débiles condiciones de control emocional y de participación en el sentido común, factores que reducen su capacidad de
adaptación al medio circundante”. ¿Individuo primitivo?, ¿control emocional?, ¿sentido común?, ¿adaptación?, ¿es que
todos estamos contestes en lo que estos “conceptos” pueden ser?
Obvio mencionar las aberraciones del famoso DSM IV para el cual quien viola el derecho de los demás –por caso el
derecho a transitar impedido por un piquetero– es un “psicópata” (vid F60.2 Trastorno antisocial de la personalidad
[301.7] DSM-IV).

¿Que algunos de estos “informes” o “estudios” son risibles? Claro que lo son. Y los primeros en reír deben ser los que
los hacen... y los segundos los que los leen (jueces, defensores, fiscales, etc.). Sumarse al jolgorio -como muchas
monografías que tratan la relación entre Derecho y Psicoanálisis hacen- es fácil. Lo que, empero, se torna más difícil,
es ofrecer una variante ya que el nuestro es un sistema penal donde los aspectos subjetivos del delito tienen tanto o
más valor que los objetivos, donde el juez deberá considerar la calidad de los motivos que determinaron al sujeto a
delinquir (Código Penal Art. 41 inc. 2º) para establecer las penas. Obviamente, las cosas serían “aparentemente” más
simples si nos rigiera un “Código” que ordenara: “al que roba se le cortará la mano”. Y caerían las manos tanto del
indigente hambriento como las del millonario corrupto. Muchos delitos pasionales se resolverían rápidamente si
aplicáramos el Levítico: “Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera
indefectiblemente serán muertos” (20:10) (la cursiva es mía).

Hay en Derecho una buena expresión para eso: “summum ius, summa iniuria” , es decir, la aplicación estricta de una
norma puede devenir notoria injusticia.
En síntesis, al que no le guste el sistema penal actual de penar junto al acto “los motivos” del acto, puede probar con
aquel que pena exclusivamente el acto. Sirve aquí aquello de “Al que no le guste la educación que pruebe con la
ignorancia”: al que no le guste que se investigue cómo es o fue el sujeto del delito, qué lo llevó a transgredir la ley,
etc., pruebe un sistema donde ese dato se excluya absolutamente de la investigación judicial bastando averiguar quién
hizo qué para, automáticamente, aplicar la sanción.

Pero advirtamos que ya en las “codificaciones” más antiguas los “motivos” del acto criminoso son tenidos en cuenta.
Por ejemplo, tanto el Código de Hammurabi como el hebreo distinguen entre el homicidio deliberado y el homicidio
accidental; hoy diríamos: distinguen dolo de culpa.
Desde el momento en que el sistema considera las motivaciones del delito ya no se juzga sólo al delito sino, y
fundamentalmente, al delincuente: ¿cómo es el sujeto del delito? ¿por qué hizo lo que hizo? Para saberlo se apela a
psiquiatras, testigos, psicólogos, vecinos, grafólogos, asistentes sociales, etc. que producen discursos como los citados.
Por tanto, o cambiamos el sistema jurídico y lo convertimos en lo que se conoce como derecho penal objetivo (con
leyes como las del Levítico) o, intentamos, cuando menos, mejorar las instituciones y sus prácticas, y,
fundamentalmente, reelaborar las formas de concebirlas; pero es dudoso que eso pueda lograrse evitando siquiera
pasar por el edificio de Tribunales, leyendo Foucault pero no los Códigos Penal y Procesal Penal, estudiando Lacan y
nunca un expediente judicial.

Mientras es deseable y fructífero que se profundicen las investigaciones en las que desde el psicoanálisis se analiza el
derecho, la justicia, la ley, etc., es preciso que también lo hagan aquellas de psicoanalistas que trabajan la
discursividad del momento en que la normatividad vigente subsume el hecho dentro del derecho, cuando los sujetos
sufren sobre sí al Ius Puniendi ; en última instancia, cuando son atrapados en el proceso penal por una batalla de
discursos de curiales, peritos, fiscales, testigos, jueces de instrucción y sentencia... inculpados... y víctimas.
Es lo que hemos intentado en el segundo volumen de Culpa, responsabilidad y castigo en el discurso jurídico y
psicoanalítico (Letra Viva, 2004) que condensa un trabajo –aún en marcha– tanto con integrantes del sistema judicial
como con los documentos –“textos”– que ese sistema produce. Es en las manifestaciones concretas del dispositivo
judicial –que sólo es posible conocer en los expedientes judiciales y los códigos de fondo y de procedimiento a que
Email esos expedientes aluden– donde se advierte meridianamente que el delito es percibido, en muchos casos, como una
orientación individual y patológica respecto del sistema normativo compartido; lo cual habrá que refutar con algo más
••••• que críticas al DSM IV o sonrisas ante los informes periciales. Y para eso es imprescindible “abismarse” en el proceso
penal mismo pues de allí se extraerán los elementos para intentar –como dijimos– maneras de concebir sus
instituciones y sus prácticas.
El psicoanalista es el único que posee una experiencia dialéctica del sujeto, decía Lacan, ¿podrá aportar, entonces, a la
tarea ineludible del juez de imponer sanciones a los actos dañosos tal como ordena a ese juez la normativa vigente?
¿aportar en el conocimiento de ese sujeto que sufrirá el Ius puniendi tanto para que la sanción se corresponda
propiamente con el acto, para que no sea desproporcionada en relación al sujeto del acto, como para que,
verdaderamente, tenga efectos sobre el que la sufrirá?
Hemos desarrollado estas hipótesis en un trabajo de y con los expedientes del proceso, de los cuales es fácil reírse...
nosotros hemos preferido procurar escucharlos y hacerlos hablar.

Me gusta A 15 personas les gusta esto. Sé el primero de tus amigos.

© Copyright ImagoAgenda.com / LetraViva

Otros artículos de este autor

» Imago Agenda Nº 190 | abril 2015 | Futuro con vergüenza o futuro des-vergonzado

» Imago Agenda Nº 179 | marzo 2014 | El dinero en el (tren) fantasma de los psicoanalistas

» Imago Agenda Nº 173 | agosto 2013 | Agitaciones en torno al diagnóstico

» Imago Agenda Nº 170 | mayo 2013 | Producción en docencia “salame”

» Imago Agenda Nº 165 | noviembre 2012 | Perversión y fantasma perverso

» Imago Agenda Nº 158 | marzo 2012 | Vicisitudes jurídicas del crimen parricida

» Imago Agenda Nº 153 | septiembre 2011 | Lo expulsivo de la práctica psicoanalítica

» Imago Agenda Nº 138 | abril 2010 | Culpabilidad y sacrificio

» Imago Agenda Nº 129 | mayo 2009 | La responsabilidad del paciente

» Imago Agenda Nº 94 | octubre 2005 | Nuevas tecnologías reproductivas y enigmas del padre

» Imago Agenda Nº 55 | noviembre 2001 | Culpa, pena y asentimiento subjetivo en el sistema jurídico penal
» Imago Agenda Nº 45 | enero 2000 | “La Odisea del siglo XXI” (Efectos de la globalización) de Amelia Haydée
Imbriano. Editorial Letra Viva. 2010

POLITICA DE PRIVACIDAD | PROGRAMAS DE PUBLICIDAD | VENTAS INSTITUCIONALES | GUÍA DE PROFESIONALES | OTROS SERVICIOS | COPYRIGHT © 2008, LETRA
VIVA LIBROS | CONSULTORIOS
LETRA VIVA LIBROS | AV. CORONEL DÍAZ 1837 | CIUDAD DE BUENOS AIRES, ARGENTINA | TEL. 54 11 4825-9034
ECUADOR 618 | TEL. 54 11 4963-1985 INFO@IMAGOAGENDA.COM

You might also like